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ste libro rcune un Conjunto signiticativo de traba- 1s de Miche! Foucault sobre el espacio, el lengua- y el poder, junto con una presentacién de Daniel efert -as heterotopias” y “El cuerpo utépico” son dos onferencias radiofonicas de 1966. La primera de las propone una nueva analitica del espacio, la 2terotopologia, xetomada en 1967 en otro texto, ’, incluido en esta sec- -Os espacios diferente: on. sl cuerpo utdpico” ofrece un andlisis deslum- ‘ante que parte del contraste entre la presencia iplacable y familiar del cuerpo propio y el cuerpo ansformado, el “cuerpo sin cuerpo”, que es “el stor principal de todas las utopias”. ispacio, saber y poder” es una entrevista con Paul abinow de 1982, en la que Foucault reflexiona ’bre los saberes y las tecnologias del espacio en el rritorio y la ciudad. 50.602.612-7 EI cuerpo utdpico. Las heterotopia: a 3 s = 2 a = g = CoupccioN CLAVES Dirigida por Hugo Vezzetti Michel Foucault EL CUERPO UTOPICO LAS HETEROTOPIAS ‘Textos inéditos seguidos deuna presentacién de Daniel Defert Acompatiados por EsPACIOSDIFERENTES Espacio, SABER YPODER Ediciones Nueva Visién Buenos Aires origenes. .No podria inferivse que aqui la larga rede !#8reinscripcionesdeltextook multiples redes y estrategias, que la larga serie de lag “E. Soja, «Floterotopies remembrance of otheespaces Cute, Udel LAs, Strategies, a Gone of Theor Cuiture and Politics, 3, 1990, yp qo Pastinetropolis. Seiler Stuties of Ces ond Regs Londres, Blackwell, 2000, 212001, una asociacién cultural italiana, denominada Elorotopie publics una relectuse textos de Foucault Sobre el espacio bajo elttula Specia/an ee neni: al ESPACIOS DIFERENTES*. La gran obsesién que atravesé e] siglo xtx, como pe gabe fue la historia: temas del desarnutic yde ma uentoen queel mundo se experiment creo, no tanto comouna gran vida que se desarrollaria a través de] tiempo sino como una red que rela- ~Des espaces autres» (conferencia en el Cireulo de Estudios Arquitecténicos, 14demarzo de 1967), Archite, sedge ttemens, Continuité, w°5, octubre de 1984, pp. 15:0 (en M, Foucalult, Dits vt eerie, Paris, Gallimard, 1994, 1V, pp. 752-762), Foucault aslo autoriz6 la publica Cién de este texto escrito en Thines en 1967 oat Prima. vera de 1984, ciona puntos y que entrecruza su madeja. Tal ver podria decirse que algunos de los conflictos ideolégicos que animan las polémicas de hoy se desarrollan entre los piadosos descendientes del tiempo y los habitantes encarnizados del espa- cio, El estructuralismo, 0 por lo menos lo que se agrupa bajoese nombre un poquito general, es el esfuerzo porestablecer, entre elementos que pue- den haber sidorepartidosa través del tiempo, un conjunto de relaciones que los hace aparecer como yuxtapuestos, opuestos, implicados uno porel tro, en una palabra, queloshace aparecer ¢omo una suerte de configuracién; y a decir ver- dad, no se trata de este modo de negar el tiempo: es cierta manera de tratar lo que se lama el tiempo y lo que se Hama la histori No obstante, hay que obgervar que el espacio que aparece hoy en el horizonte de nuestras pre- ocupaciones, de nuestra teoria, denuestros siste- mas, no es una innovacién; el mismo espacio, en a experiencia occidental, tiene una historia, y no es posible desconocer ese entreeruzamiento fatal del tiempo con el espacio, Podria decirse, para deseribir muy groseramente esta historia fel espacio, que en la Edad Media existia un conjunto jerarquizado de lugares: lugares sagr dos y lugares profanos, lugares protegidos y lu- gares por el contrario abiertas y sin defensa, lugares urbanos y lugares campestres (esto por Ioquerespectaa la vidareal de loshombres);porlo que respect a la teoria cosmologica, exis tian los lugares supra-celestes, opuestosal lugar celeste; 64 Fl y el lugar celeste se oponia a su ver al lugar terreste; existian los lugares donde las cosas se hallaban ubicadas porque habian sido despla- zadas violentamente y después los lugares, al contrario, donde las cosas encontraban su em- plazamiento y su reposo naturales. Era toda esa jerarquia, esa oposicién, ese entrecruza- miento de lugares lo que constitufa aquello que se podria Hamar muy groseramente el espacio medieval: espacio de localizacién Este espacio de localizacién se abrié con Gali- Jeo, porque el verdadero escaindalo de la obra de Galileo no es tanto haber descubierto, haber redescubierto mas bien que la Tierra giraba alrededor del Sol, como haber constituido un espacio infinito e infinitamente abierto; de tal suerte que el lugar de la Edad Media se encon- taba asi de alguna manera disuelto, el lugar de una cosa no era ya mas que un punto en su movimiento, asf como el reposo de una cosa no erasinosu movimiento indefinidamente amorti- guado. En otras palabras, a partir de Galileo, a partir del siglo xvi, la extension reemplaza la localizacién. En nuestros dias, el emplazamiento sustituye ala extensién, que a su vez reemplazaba a la localizacisn, El emplazamiento es definido por las relaciones de vecindad entre puntos o ele- mentos; formalmente se los puede describir como series, arboles, entramados, Porotro lado, es conocida la importanciade los” problemas de emplazamiento en la técnica con- 5 tempordnea: almacenamiento dea informacion odelosresultados parciales de un célculoen la me- moriade una maquina, circulacién de elementos discretos, de salida aleatoria (comomuysencilla- mente los automéviles 0, después de todo, los sonidos sobre una linea telefonica), localizacion de elementos, marcados o codificados, en el inte- rior de un conjunto que esta o bien repartido al azar o clasificado en una clasificacién unfvoea, 0 lasificado segtin una clasificacién plurivoca, eteétera. De una manera todavia més concreta, el pro- blema del lugar 0 el emplazamiento se plantea para los hombres en términos de demografia; ¥ este tiltimo problema del emplazamiento huma- no no es simplemente la cuestién de saber si habrd suficiente sitio para el hombre en el mun- do —problema que después de todo es bien im- portante—, es también el problema de saber qué relaciones de vecindad, qué tipo de almacena- miento, decirculacién, de localizacién, de clasifi- cacién de los elementos humanos deben ser pre- ferentemente tenidos en cuenta en tal o cual situacion para llegar a tal o cual fin. Nos halla mos en una época donde el espacio se daa nosotros en la forma de relaciones de emplazamientos. En todo caso, creo que la inquietud de hoy concierneen lo fundamental al espacio, sin duda, mucho mas que al tiempo; el tiempo no aparece probablemiente sino como uno de los juegos de distribucién posibles entre los elementos que se reparten en el espacio. 66 Ahorabien,apesar de todaslas técnicas quelo involucran, a pesar de toda la red de saber que permite determinarlo 0 formalizarlo, el espacio contempordneo no esta acaso todavia totalmen- tedesacralizado—a diferencia sin duda del tiem- po que, por su parte, fue desacralizadoen elsiglo xix—. Por cierto, realmente existié cierta des cralizacion tedrica del espacio (aquella a la cual la obra de Galileo dio la seftal), pero tal ver todavia no hemos accedido a una desacraliza- cién practica del espacio. ¥ es posible que nues- tra vida esté todavia gobernada por cierta canti- dad de oposiciones que no se pueden tocar, que la institucién y la practica todavia no se atrevieron a afectar, oposiciones que admitimos como da- das: por ejemplo, entre el espacio privadoyel es- pacio piiblico, entre el espacio de la familia y el espacio social, entre el espacio cultural y el espa- cio util, entre el espacio de distracciones y el espacio de trabajo; todas estén animadas toda- via por una sorda sacralizacién. La obra —inmensa— de Bachelard, las des- cripciones de los fenomendlogos, nos ensefiaron que no vivimos en un espacio homogéneo y vacio sino, por el contrario, en un espacio que esta totalmente cargado de cualidades, un espacio que esti tal vez también frecuentado de fanta- sia;el espacio de nuestra percepcién primaria, el de nuestras ensofiaciones, el de nuestras pasio- nes poseen en simismos cualidades queson como intrinsecas; es un espacio ligero, etéreo, transpa- rente,o bien un espacio oscuro, rocalloso, repleto: a esunespaciodearriba, esun espacio delas cimas 0, por el contrario, es un espacio de abajo, un espacio del barro, es un espacio que puede ser corriente como el agua viva, es un espacio que puede ser fijado, petrificado como la piedra 0 como el cristal. No obstante, estos andlisis, aunque funda- mentales para la reflexién contempordnea, con- ciernen sobre todo al espacio del adentro. De lo que me gustaria hablar ahora es del espacio del afuera. Elespacio en el cual vivimos, porel cual somos atraidos fucra de nosotros mismos, en el cual precisamente se desarrolla la erosién de nuestra vida, denuestrotiempoy de nuestra historia, ese espacio que nos roe y nos surea de arrugas es en si mismo también un espacio heterogéneo. En otras palabras, no vivimos en una suerte de vacio, en cuyo interior se podria situar a indivi- duos y cosas. No vivimos en el interior de un vacio que se colorearia de diferentes tornasoles, vivimos en el interior de un conjunto de relacio- nes que definen ermplazamientos irreductibles ‘unos a otros y absolutamente no superponibles Porsupuesto, sin duda se podria emprender la descripcién de esos diferentes emplazamientos buscando eudl es el conjunto de relaciones por el cual se puede definir ese emplazamiento. Por ejemplo, describir el conjunto de las relaciones que definen los emplazamientos de paso, las calles, los trenes (un tren es una extraordinaria ved de relaciones, puesto que es algo a través de 68 locual uno pasa, esigualmentealgo por locual se puede pasar de un punto a otroy ademas es algo que también pasa), Se podria deseribir, por lared de las relaciones que permiten definirlos, esos emplazamientos de alto transitorio que son los cafés, los cines, las playas. También se podria definir, por su red derelaciones, el emplazamien- to de reposo, cerrado o a medias cerrado, consti- tuido por la casa, el cuarto, la cama, ete. Pero lo que me interesa entre todos esos emplazamien- tos son algunos de ellos que tienen la curiosa propiedad deestar en relacién con todos los otros emplazamientos, pero en un modo tal que sus- penden, neutralizan o invierten el conjunto de las relaciones que se encuentran por ellos desig- nados, reflejados oreverberados. Estos espacios, de alguna manera, que estan en relacién con todos los otros, que sin embargo contradicen to- dos los otrosemplazamientos, son de dos grandes tipos. Estdn primero las utopfas. Las utopias son los emplazamientossin lugar real. Son los emplaza- mientos que mantienen con el espacio real de la sociedad una relacién general de analogia direc- taoinvertida. Es la sociedad misma perfecciona- da oes el revés de la sociedad, pero, de todos modos, esas utopias son espacios que fundamen- talmente, esencialmente, son irreales. Hay también, y esto probablemente en toda cultura, en toda civilizacién, lugares reales, lu- gares efectivos, lugares que estan dibujados en la institucién misma de la sociedad, y que son 69. especies de contra-emplazamientos, especies de utopias efectivamente realizadas en las cuales Josemplazamientosreales, todos los otrosempla- zamientos reales que se pueden encontrar en el interior dela cultura, son alavezrepresentados, impugnados e invertidos, especies de lugares que estan fuera de todos los lugares, aunque sin embargo sean efectivamente localizables. Estos lugares, porgue son absolutamente distintos de tndoslos emplazamientos queellosreflejany delos que ellos hablan, los llamaré, por oposicion alas utopias, las heterotopias;y creo que entre las uto- pias y esos emplazamientos absolutamente dis~ tintos, esas heterotopias, sin duda habria una suerte de experiencia mixta, intermedia, que seria el espejo. El espejo, después de todo, es una utopia, puesto que es un lugar sin lugar. En el texpejo me veo alli donde no estoy, en un espacio irreal que virtualmente se abre detras de la superficie; yo estoy alli, alld donde no estoy, una suerte de sombra que me da a mi mismo mi propia visibilidad, que me permite mirarme alli donde estoy ausente: utopia del espejo. Pero es también una heterotopia, en la medida en que el espejo existe realmente y en que tiene, sobre el si- tio que yo ocupo, una suerte de efecto de rebotes esa partirdel espejo como yome descubroausen- teen el sitio donde estoy, puesto que me veo al A partir de esa mirada que de alguna manera se dirige sobre mi, del fondo de ese espacio virtual que ests del otro lado del espejo, vuelvo hacia mfy comienzo otra vez a llevar mis ojos hacia mi 70 mismo y a reconstituirme allf donde estoy; el espejo funciona como una heterotopia en el sen- tido de que torna ese sitio que yo ocupo, en el momento en que me miro en el espejo, a la vez absolutamente real, en unién con todo el espacio que lo rodea, y absolutamente irreal, puesto que esté obligada, para ser percibida, a pasar por ese punto virtual que esta alli. En cuanto a las heterotopias propiamente di- chas, {c6mo se las podria describir, qué sentido tienen? Se podria suponer, no digo una ciencia porque es una palabra queesta demasiado trilla- daahora, sinouna suerte de descripeién sistema- tica que tendria por objeto, en una sociedad determinada, el estudio, el andlisis, la deserip- cién, la*lectura”, como les gusta decir ahora, de esosespacios diferentes, esosotros lugares, una es- pecie de impugnacién a la vez mitica y real del espacio en que vivimos; esta descripcién podria lamarse la heterotopologia. El primer principio es que probablemente no haya una sola cultura en el mundo que no constituya heterotopias. sta es una constante de cualquier grupo huma- no. Pero las heterotopias evidentemente adop- tan formas que son muy variadas, y acaso no se encontrarfa una sola forma de heterotopia que sea absolutamente universal. Sin embargo, se las puede clasificar en dos grandes tipos, En las sociedades llamadas “primitivas” hay cierta forma de heterotopfas que yo lamaria heterotopias de crisis, es decir, que hay lugares privilegiados, 0 sagrados, o prohibidos que estan 1 reservados alosindividuos que sehallan, respec” to de la sociedad, y del medio humano en cuyo interior viven, enestadodecrisis. Los adolescen tes, las mujeres en 1a época de las reglas, las mujeres en época de parto, Josancianos, etcetera. En nuestra sociedad, esas heterotopias de cri- sis estdn desapareciendo, aunque todavia se en- cuentren algunos restos. Por ejemplo el colegio, en au forma del sigloxts, oel serviciomilitar para los varones, ciertamente desempeniaron seme- jante papel: las primeras manifestaciones de la cexualidad viril debian tener lugar precisamen- te “en otra parte” que en la familia. Para las chicas existia, hasta mediados del siglo Xx, una tradieién que se llamaba el “viaje de bodas”; era tuntema ancestral. Ladesfloracién delajoven no podfa tener lugar “en ninguna parte’ y, en ese mromento, eltren, el hotel del viaje de bodas, era realmente ese lugar de ninguna parte, esa hete~ yotopia sin puntos de referencia geograficos. Dero csas heterotopias de crisis hoy estan des- apareciendo y son reemplazadas, creo, por hete- otopias que se podrian Tlamar de desviacié faquellas en las cuales se instala a los individues cuyo comportamientoes marginal respecto de la vrodia o de la norma exigida. Son las casas de yeposo, las clinicas psiquidtrieas; son, por su: puesto también, lasprisiones,ysinlugaradudas habrfa que agregarles las casas de retiro, que de alin modo se hallan en el limite de la heteroto- pia decrisisy dela heteratopia de desviacion, ya fue después de todo la vejex es una crisis, pero también una desviacién, puesto que en nucstra rociedad, donde el tiempo libre esta regulado, el cio constituye una suerte de desviacién, Elsegundo prineipio de esta descripeion de las heterotopfas es que, en el curso de su historia, una sociedad puede hacer funcionar de una ma- nera muy diferente una heterotopia que existe y {que no ha dejado de existir; en efecto, cada hete- rotopia tiene un funcionamiento preciso y esti- pulado en el interior de la sociedad, y 18 misma heterotopia, segiin la sineronfa dela cultura en ta que se encuentra, puede tener uno uw otre funcionamiento. ‘Tomaré como ejemplo la curiosa heterotopia del cementerio. Por cierto, el cementerio es un lugar distinto respecto delos espaciosculturales ondinarios,esun espacio que esté sin embargoen unin con el conjunto de todos los emplazamien tos de la ciudad o de la sociedad o del pueblo, ya que cada individuo, cada familia resulta que fione parientes en el cementerio, En 1a cultura gecidental, el cementerio practicamente siempre existié. Pero padecié mutaciones importantes. Hasta fines del siglo xvil, el cementerio estaba bicado en el corazén mismo dela ciudad, al lado fe la iglesia, Allfexistfa toda una jerarguia de sepulturas posibles. Estaba el osario, en el cual ee caddveres perdian hasta la dltima traza de ‘ndividualidad, habia algunas tumbas indivi- duales, y también habia tumbas enel interior de Jo iglesia, Hstas tumbas eran a su ver de dos eapecies. Yasea simplemente losascon una mat a ca o mausoleos con estatuas. Este cementet i que se alojaba en el espacio sagrado dela iglesia, en las civilizaciones modernas adquirié un as pecto muy distinto y, curiosamente, fue en la época en que la civilizacién se volvi6, como se dice muy groseramente, “atea”, cuando la cultu- ra occidental inauguré lo que se ama el culto de los muertos. Enel fondo, era muy natural que en la época en que se erefa efectivamente en la resurreccién de los cuerpos yen la inmortalidad del alma nose hubiera prestado una importancia capital al des- pojo mortal. Porel contrario, a partir del momen- to en que uno ya no est muy seguro de tener un alma, que el cuerpo habré de resucitar, tal vez hay que prestar mucha mas atencién a ese des- pojo mortal, que finalmente es la unica huella de nuestra existencia entre el mundo y entre las palabras. En todo caso, es a partir del siglo xix cuando cada uno tuvo derecho a su pequefa caja para su pequeiia descomposicién personal; pero por otro lado, esa partir del sigloxtx solamente cuando se empezé a poner los cementerios en el limite exterior de las ciudades. En forma correlativa a esta individualizacién de la muerte y a la apro- piacién burguesa del cementerionacié una obse- sin de la muerte como “enfermedad”. Son los muertos, se supone, los que traen las enfermeda- des a los vivos, y es la presencia y la proximidad de los muertos al lado de las casas. pegados ala iglesia, easi en el medio de la calle, es esa proxi- 4 midad la que propaga la misma muerte. Este gran tema de la enfermedead difundida por el contagio de los cementerios persistié a fines del siglo xv; y es simplemente en el curso del siglo jax cuando se empez6 a proceder a los desplaza- mientos de los cementerios hacia los suburbios. Los cementerios constituye’n, entonces, no ya el viento sagrado e inmortal de la ciudad, sino la “otra ciudad”, donde cada familia posee sunegra morada. ‘Tercer principio. La heterotopia tiene el poder de yuxtaponer en un solo lagar real varios es cios, varios emplazamientos que son en si mis: mos incompatibles, Es asi, como el teatro hace sucedersobreel recténgulo delaescena toda una serie de lugares que son ajenos unos a otros; eS ‘asi como el cine es una muy curiosa sala rectan- gular, en cuyo fondo, sobre una pantalla de dos dimensiones, se proyecta ‘un espacio de tres di- mensiones; pero tal vez el ejemplo mas antiguo de esas heterotopias, en forma de emplazamien- tos contradictorios, el eiemplo més antiguo es ‘caso el jardin. No hay que olvidar que el jardin, sorprendente creacién ya milenaria, tenfa en Oriente significaciones muy profundas y como superpuestas. El jardin tradicional de los persas era un espacio sagrado que debfa reunir en el interior de su rectangulo cuatro partes que re- presentan las cuatro partes del mundo, con un espacio mas sagrado todavia que los otros que era como el ombligo, el ombligo del mundo en su parte media (es alli donde estaban la pila y el “ chorro de agua}; y toda la vegetacién del jardin debia distribuirse en eseespacio, enesasuerte de microcosmos. En cuanto a los tapices, en el ori- gen eran reproducciones de jardines. Eljardin es Jamas pequeiia parcela del mundo y después es la totalidad del mundo, Eljardin es, desde el fondo dela Antigitedad, una suerte de heterotopia feliz y universalizante (de ahi nuestros jardines 200- agieos). Cuarto principio. Las heterotopias estén liga- das, la mayoria de las veces, a recortes del tiem- po, es decir que ellas abren lo que se podria lamar, por pura simetria, heterocronias;lahete- rotopia se pone a funcionar a pleno cuando los hombres se encuentran en una suer ‘te de ruptu- absoluta con su tiempo tradicional; vemos de este modo que el cementerio es realmente un lugar altamente heterotépico, puesto que el ce~ menterio comienza con esa extratia heterocro- para un individuo, la pérdida de la y esa cuasi eternidad donde no deja de disolverse y de borrarse. Deunamanerageneral, en una sociedad como lanuestra, heterotopia y heterocroniase organi- zan y se arroglan de una manera relativamente compleja, Estan ante todo las heterotopias del tiempo que se acumula al infinito, por ejemplo los museos, las bibliotecas; muscos y bibliotecas son heterotopfas en las cuales cl tiempo no deja de amontonarse y de encaramarse en la cima de mismo, mientras que en el siglo xvtt, hasta fines del siglo xvii todavia, los museos y las bibliotecas 76 evan la expresién de una eleccién individual. En cambio, la idea de acumularlo todo, la idea de constituir una suerte de archivo general, la vo- Juntad de encerrar en un lugar todos los tiempos, todas las épocas, todas las formas, todos los gus- tos, la idea de constituir un lugar de todos los tiempos que esté asu vez fuera del tiempo, y que sea inaccesible a su roedura, el proyecto de orga nizar asi una suerte de acumulacion perpetua & indefinida del tiempo en un Jugar que no se moviera, y bien, todo eso pertenece a nuestra modernidad. El museo y la biblioteca son hete- rotopias propiasdelacultura ovcidental del siglo XIX. Frente a estas heterotopias, que estan ligadas alaacumulacién del tiempo, hay otras queestén ligadas, por el contrario, al tiempoen loquetiene de més insustancial, de mas pasajero, de mas precario, y esto en el modo de la fiesta. Son heterotopias no ya eternizantes sino absolute mente erénicas. Asi son las ferias, esos maravi- locos emplazamientos vacios al borde de las ciudades, que se pueblan, una o dos veces por afio, de barracas, de muestrarios, de objetos hete~ péelitos, de luchadores, demujeres-serpiente, de echadoras de la buenaventura. Muy reciente- mente también se inventé una nueva heteroto- pia cronica, que son los pueblos de vacaciones; 50s pueblos polinesios que ofrecen tres semani- tas de una desnudez, primitiva y eterna a los habitantesdelasciudades;y por otra parte uste- des ven que, por las dos formas de heterotopfas, "7 se retinen la de la fiesta y la de la cternidad del tiempo quese acumula;en un sentido, laschozas de Djerba son parientes de las bibliotecasy de los imuseos porque, al ecuperar la vida polinesia, se deroga el tiempo, peroesala vez el tiempo que se recupera, es toda la historia de la humanidad queremonta hasta su fuente como en una suerte de gran saber inmediato. Quinto principio. Las heterotopias siempre suponen un sistema de apertura y de cierre que, al mismo tiempo, las aisla y las torna penetra- bles. En general, no se accede a un emplaza- miento heterot6pico como Pedro por su casa. O bien uno esta obligado a hacerlo —es el caso del cuartel, el caso de la prisién—, 0 bien hay que someterse a ritos y a purificaciones. Sélo se pue~ de entrar con cierto permiso y una vez que se ha realizado cierta cantidad de gestos. Por otra parte, hay incluso heterotopias que estan total- mente consagradas a esas actividades de purifi- cacién, purificacién semirreligiosa, semihigiéni- ‘ca como en los hammams de los musulmanes, 0 bien purificacién en apariencia meramente hi- gignica, como en los saunas escandinavos, Existen otras, por el contrario, que tienen el aspecto de lisas y Hanas aberturas pero que, en general, ocultan curiosas exclusiones; todo el mundo puede entrar en esos emplazamientos heterot6picos pero, a decir verdad, noesmas que una ilusién: uno cree penetrar y, por el hecho mismode haber entrado, unoes excluido. Pienso, por ejemplo, en esas famosas habitaciones que 8 existfan en las grandes fincas de Brasil y, en general, en América del Sur. La puerta para acceder a ellas no daba a la pieza central donde yivia la familia, y cualquier individuo que pasa- ba, cualquier viajero tenia el derechodeempujar esa puerta, entrar en la habitacién y luego dor- mir una noche. Pero esos cuartos estaban de tal modo acondicionados que el individuo que alli entraba jamas accedia al corazén mismo de la familia, era absolutamente el huésped de pasa- da, noera verdaderamente el invitado. Este tipo de heterotopia, que practicamente desapareci6 ahora en nuestras civilizaciones, tal vez podria ser comparable con las famosas habitaciones de los moteles norteamericanos donde se entra con su auto y con su amante y donde Ja sexualidad ilegal se encuentra a la vez absolutamente al- bergada y absolutamente oculta, mantenida aparte, sin por ello ser dejada al aire libre. Finalmente, el tiltimo rasgo de las heteroto- pias es que tienen, respecto del espaciorestante, una funcién. Esta se despliega entre dos polos extremos. O bien tienen la funcién de crear un espacio de ilusién que denuncia como més iluso- rio todavia todo el espacio real, todos los empla- zamientos en cuyo interior la vida humana esta tabicada. Tal vez sea este papel el que desempe- faron durante largo tiempo esos: famosos prosti- bulos de los que ahora uno est privado. O bien, por el contrario, creando otro espacio, otro espa- cio real tan perfecto, tan meticuloso, tan bien arreglado como el nuestro es desordenado, mal 79 dispuesto y confuso. Seria la heterotopia no de ilusi6n sino de compensacién, y me pregunto si no es un poquito de esta manera como funciona- ron algunas colonias. En ciertos casos desempefiaron, en el nivel de la organizacidn general del espacio terrestre, el papel de una heterotopia. Pienso, por ejemplo,en el momento dela primera ola de colonizacién, en el siglo xv, en esas sociedades puritanas que los ingleses habian fundado en Norteamérica y que eran otros lugares absolutamente perfectos, Pienso también en esas extraordinarias colo- nias de jesuitas que fueron fundadasen América del Sur: colonias maravillosas, absolutamente reguladas, en las cuales la perfeccién humana era efectivamente consumada. Los jesuitas del Paraguay habian establecido colonias en las cuales la existencia estaba regulada en cada uno de sus puntos. El pueblo estaba distribuido se- gtin una disposicién rigurosa alrededor de una plaza rectangular en cuyo fondo estaba la igle- sia;en un lado el colegio, en el atroel cementerio, y luego, frente a la iglesia, se abria una avenida que era cruzada por otra en 4 ngulo recto; las familias tenian cada una su pequeria cabana alo largo de esos dos ejes, y de este modo seencontra- ba exactamente reproducido el signo de Cristo, La cristiandad marcaba asi con su signo fund: mental el espacio y la geografia del mundo ame- ricano. La vida cotidiana de los individuos est regulada no por el silbato, sino por Ja campana, aba 80. El despertar era fijado para todo el mundo a la misma hora, el trabajo comenzaba para todo el mundo ala misma hora; las comidas al mediodia yalas cinco; después se acostaban y, a mediano- che, habia lo que se Ilamaba el despertar conyu- gal, vale decir que al sonar la campana del con- vento, cada uno cumplia con su deber. Prosttbulos y colonias son dos tipos extremos dela heterotopia, y si se piensa, después de todo, que el barco es un trozo flotante de espacio, un lugar sin lugar, que vive por si mismo, que esta cerrado sobre si y que al mismo tiempo esta en- tregado al infinito del mar y que, de puerto en puerto, de derrotero en derrotero, de prostibulo en prostibulo, va hasta las colonias a buscar lo que ellas encubren de més precioso en sus jardi- nes, comprenderan por qué el barco fue para nuestra civilizacién, desde el siglo xvthastanues- tros dias, a la vez no sélo, por supuesto, el mayor instrumento de desarrollo econémico (no es de eso de lo que estoy hablando hoy), sino la mayor reserva de imaginacién. La nave es la heteroto- pia por excelencia. En las civilizaciones sin bar- cos los Suenos se secan, el espionaje reemplaza a la aventura, y la policia a los corsarios, 81

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