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Determinacién del concepto de una raza humana" Los conocimientos que difnden los viajes recientes acerca de las variedades de Ja especie humana han contribuido mas, por el momento, a estimular que a satisfacer al entendimiento sobre este punto a la hora de proseguir con la investigacion. Importa mucho haber determinado previamente el concepto gue quiere ilustrarse mediante la observacién, antes de pre- guntar por éla la experiencia; pues en ésta solo se encuentra lo que se prec! si, con antelacidn, se sabe lo que se debe buscar. Se ba hablado mucho de las diferentes razas Mwmanas. Aigunos entienden con ello indoles absolutamente diferentes de hom- bres; otros, por el contrario, se limitan 2 una acepcién mas es- wecha y no parccen encontrar esta diferencia mucho mas con- siderable que aquélla que losshombres establecen cntre si al afeitarse o vestirse. Mi propésito consiste sélo, por ahora, en determinar sulicientemente este concepto de una raza, si se da en la especie humana; la explicacion del origen de las que exis- tan en realidad y sean susceptibles de esta denominacidn es sdlo un trabajo secundario, que sc puede considerar como se quiera.-Y, sin embargo, advierto que hombres sagaces, por lo demas, en su juicio de aquello que hace algunos afos expresé exclusivamente con este propésito,? fijan su atencidén sdlo en 41 Bevtinmung, des Beffs einer Mdenschenrasse (1785) {| 42 Véase Erect s, Mhifosophien jitr die Wed, 11, p. 125 85. UE) Kant hab Lanisaxo asunto en 1778: Via der terschieden Racca der Meuselian (De las distine tes raras de tos hombres). (Le) escrito sobre 4 Ea defensa de Ja Ilustracién esta nimiedad; a saber: en la hipotética aplicacién del princi- pio, y apenas si tocan con mano ligera el propio principio, del que todo proviene, Es la suerte que corren muchas de las inves- Ugaciones que se remontan a los principios y que disuaden de toda disputa y justificacién en cuestiones especulativas, pudien- de alabar, por el contrario, como recomendables, sélo la deter- minacién minuciosa ¢ ilustracién de lo malentendido. 1. Sélo aquello que es hereditario en una especie animal puede justificar en ella una diferencia de clase El moro (mauritano) que, atezado en su patria por el aire y e] sol, tanto se diferencia del aleman o dél sueco:por'el color de la piel, y el crolle francés o inglés de las Indias Occidentales, que ofrece un aspecto palido y extenuado, como recién sali- do de una enfermedad, pueden al respecto contarse tan poco en una clase diferente de la especie humana como el campesino espanol de la Mancha, que viste de negro, como un maestro de escuela, porque las ovejas que recorren su provincia tienen la lana negra, Pues si el moro fuera criado en una camara y el criollo en Europa, entonces ninguno se diferenciaria de los habitantes de nuestro continente, * E] misionero Demanet se jacta de ser el Gnico que puede juzgar con precision Ja negrura de los negros por haber habi- tado durante un tiempo en Senegambia; y deniega a sus pai- sanos; los franceses, todo juicio al respecto. Yo afirmo, por el contrario, que en Francia se puede juzgar el color de los negros que han vivido alli durante mucho tiempo, ¢ incluso mejor el de los que han nacido en ella, de una manera mas Determiniein delcoricepte 95 justa que en su propia patria, en la medida en que quiera determinarse por cllo su difercneia de clase con los demas hombres, Pues aquello que, en Africa, imprime en la piel dei negro el sol y que slo es casual en él, debe “desaparecer én Francia; y sélo quedara la negrura de nacimiento, que Juego el negro reproduce y que, sdlo por cso, puede ser usada para una diferencia de clase. No se puede, por las descripcionés con que se cuenta hasta el momento, trazar un concepto seguro del auténtico color de los islefios de los Mares del Sur. Pues, sia algunos de ellos se les atribuye el color del caoba, no sé atin cudnto de este moreng ha de atribuirse a una mera coloracién debida al sol y al aire, y cuanto ai nacimiento. Sélo un nifo engendrado, por una pareja semejante en fel cOlor de ‘piel pro- pio de la naturaleza de aquella pareja. De un pasaje del viaje Europa desarrollaria, sin ambig dad} de Carteret (que, ciertamente, apenas tocé tierra en su trave- sia maritima, pero que vio, sin embargo, a distintos islenos en sus canoas), deduzco que los habitantes de Ja mayor parte de las islas han de ser blancos. Pues en Ia isla Frevill (cerca de’ las islas que figuran en las aguas indicas) vio, segin dice, por primera vez el verdadera amarillo de) color de piel de'los jndios, En mucho tiempo no podra establecerse de un modo decisivo sila formacién de la cabeza en Matekula ha de atri- buirse a la naturaleza o al artificio, ni cuanto se diferencia:cl color de piel natural de los cafres del de los negros,ni si otras peculiaridades caracteristicas se fijan bereditariamente y por la propia naturaleza en ¢l nacimicnto o sélo de manera casual. . 96 En defeosn dela Liustracion 2. Se pueden adinitir por el color de Ja piel cuatro diferencias de clase entre los hombres No conecemos con certeza mas diferencias hereditarias del color de piel que las de los blancos, los indios amarillos, los negros y los americanos cle color rojo-cobrizo. Digno de sctialarse es que, por esto, tales caracteres parezcan remilirse eminentemente a una clasificacién de la especie humana, en primer lugar porque cada una de estas clases esta bastante aislada en lo que a su lugar de permanencia respecta (es decir, separadas de las demas, aunque reunidas en si): la clase de los blancos desde el cabo de Finisterre, sobre el Cabo del Norte, el rio Obi, la pequeria Bujara, Persia, la Arabia feliz, Abisinia, los lfmites sep- tentrionales del desierto del Sahara, hasta las avanzadas de Jos blancos en Africa o la desembocadura del Senegal; la de los negros, desde alii hasta el cabo Negro y, con exclusién de los cafres, a través de Abisinia; la de los amarillos en el propio Indostan hasta el cabo Comorin (una subclase de los cuales reside en Ja peninsula india y cn las csporadicas ishis cercunas); la de los fieles rojas en un continente separado por completo, es decir, América. El segundo motivo por e! que tal caracter se remite eminentemente a la chasificacién, aunque a mis de uno pueda parecer insignificante una diferencia de color, consiste en que la secrecidn a través de Ja respiracién debe ser el ele- mento mas importante de la previsién de la naturaleza, en la medida en quc la criatura -trasladada a cualquier cielo y region donde sea afectada de manera muy diferente por el aire y el sol- debe perseverar en una indole lo menos artificial, y en que ja piel, considerada como Grgano de aquella secrecidn, leva consigo el vestigio de esta diferenciacién del caracter natural, que justifica la clasificacién de la especie humana cn clases visi- blemente distintas. Ruego, ademas, que se reconozca aquella diferencia heredita- ria del color de piel, a veces impugnada, hasta que mas adelante encuentre ocasién de confirmarla; igualmente, que se me per- mita admitir que no existen otros.caracteres hereditarios de los pueblos, respecto a su naturaleza, sino los cuatro mencionados; por Ja sola raz6n de que aquel ntimero es demostrable y ningiin otro, sin embargo, puede probarse con certeza fuera de él. 3. En la clase de los blancos, ningim otro atributo caracteristico es necesariamente hereditario, fuera de fo que pertenezca a la especie humana cn general; y asi también en las demas Entre nosatros, los blancos, se dan muchas cualidades heredita- rias que no pertenecen al caracter de la especie, por las cuales las familias, e incluso los pueblos, se diferencian unos de otros; pero ninguna en particular se transmite tndefectiblemente, sino que, quienes estan afectados por ellas también engendran, con otros en quicnes falta esta cualidad diferente, hijos de la clase de los blancos. Asi, en Dinamarca es dominante la diferencia del color rubio, mientras que en Espafia (y atin mas en Asia, en aquellos pueblos que se cuentan entre los blancos) predomina el color de piel moreno (con sus secuelas en el color de los ojos y pelo). Puede incluso heredarse en un pueblo separado este _ ultimo color sin excepcién (como entre los chinos, que en- cuentran ridfculos los ojos.azules), porque ningun rubio sc encuentre en él que pueda aportar su color.a la generaci6n. Sin embargo, si alguno de estos morenos tuviera una mujer 98 sen deferiyn ae sa Tustraciont, rubia, engendraria hijos morenos 9 rubios, segin que el color oscilase de un lado a otr y también a Ja inversa. En ciertas familias es hereditaria la tisis, la corcova, Ja locura, ete.; pero ninguno de estos innumerables males hereditarios es indefecti- bliemente hereditario. Pues, aunque seria preferible evitar con cuidado en'los casamientos tales alianzas, mediante alguna atenci6n justificada a la estirpe familiar, yo mismo he observa- do, sin embargo, en numerosas ocasiones, a un hombre sano engendrar en una mujer tisica un hijo que se le parecia en todos sus rasgos y que, en consecuencia, era sano, y luego otro, parecido a Ja madre y tisico camo ella, También he encontra- do, en el matrimonio de un hombre cuerdo con una mujer que provenfa de una familia en la que la locura era hereditaria, aunque ella misma era cuerda, sdlo un hijo demente entre varios sensatos, Se-da aqufla transmisién hereditaria; pero no es indefectible donde ambos padres son diferentes. Esta regla puede ponerse de fundamento, con toda confian- za, en las demas clases. También los negros, los indios o los americanos tienen diferencias personales, familiares o provin- clales; pero ninguna de ellas, mezclada con las que son de la musma clase, aportara ni reproducira indefectihlemente en la gene- racién su peculiaridad respectiva. 4. En la mezcla de las cuatro clases mencionadas entre si, el caracter de cada una de ellas se transmite indefectiblemente El blanco con la negra, y viceversa, da el mudato, con la india el mestizo amarillo, y con la americana el mestizo rojizo; el america- no con la negra el negro caribenio, y a la inversa. (La mezcla del Determinacién del concepto. 99 indio con Ja negra no se ha intentaclo aGn:) El caracter de clase se transinite indefec iblementeen las mezclas heterogéneas, sin excepcidn; pero donde ésta se produzca habra un malentendi+ do en el fondo, en raz6n del cual se tomara por.blancos a un : albino o a uria cucarasha-martin (ambos engendros). Esta trans- misi6n es siempre bilateral, nunca meramente unilateral, en uno y el mismo nifio, El padre blanco le imprime el caracter de su clase y la madre negra‘el de la suya, Habra de nacer, en con- secuencia, algtin tipo intermedio o bastardo, perdiéndose su condicion paulatinamente en mas o menos miembros de la generacion de una y la misma clase, pero si se limita a sus igua- les, se propagara y perpetuara en lo sucesivo sin excepci6n. - 5. Meditacion sobre la ley de Ia g generacion iscesdriainente cru- zada is siempre un fendmeno digno de sefialar que, dados tantos caracteres en la especie humana, en parte ‘importantes ¢ inclu- so hereditarios en las familias, no se encuentre, sin embargo, ninguno, en el seno de una clase de hombres caracterizada meramente por el color de piel, que necesariamente sea here- ditario; y que este ciltimo caracter, por el contrario, por fatil que pueda parecer, se transmita general e indefectiblemenie tanto en el seno de esta.clase como en su mezcla con cualquiera de las otras tres. Acaso se pueda conjeturar algo a partir de este raro fenémeno sobre las causas de la transmision de tales atri- butos, que no pertenecen esencialmente a la especie por la mera circunstancia de que son indefectibles. Primero: es una empresa precaria establecer a priori lo que F100 jin defensa de ka flustracién 4 "con tribuye en general a que pucda heredarse algo que no perte- nece ala esencia dle la especie; y, en esta oscuridad de fas ftucn- tes de conocimiento, tan ilimitada resulta ta libertad de hipdte- sis, que es una !4stima, en todo esfuerzo y trabajo, ocuparse de refutaciones, mientras cada uno, en tales casos, sigue su pare- cer. Por mi parte, observo en tales casos la mdxinia particular de la razén, de la que cada uno parte y con la que, incluso, sabe procurarse, por lo comiin, los hechos que Ja favorezcan; y luego busco la mia, que me deja incrédulo respecto a toclas aquellas explicaciones hasta que no sepa establecer con claridad los contraargumentos, Si compruebo que mi maxima es escrupu- losamente adecuada al uso de la raz6n en la ciencia de la natu- raleza y Ja Gnica titil para un modo de pensar consecuente, entonces la sigo, sin volverme a aquellos pretendidos hechos, que toman su credibilidad y suficiencia para supuestas hipdte- sis casi slo de aquclla miixima ya escogida, y a los que se puede oponer sin esfuerzo otros cien hechos. Lo hereditario por efec- to de la imaginacién en mujeres cmbarazaclas, o incluso en yeguas en las cuadras; la extirpacién de la barba en pueblos enteros, tanto como la recortadura de Ja cola en los caballos ingleses, mediante lo cual la naturaleza fue obligada a suprimir en sus generaciones un producto para el que estaba organiza- aplastada, que, obrada de modo artifi- da-en su origen; la na cial por los padres en los recién nacidos, en lo sucesivo fuc adoptada por la naturaleza en su fuerza generadora: estos y otros motivos de explicacién llegarian con dificultad a tener érédito mediante los hechos aducidos a este fin, a los que se puede contraponer otros mas probados, si no obtuvieran Ja re- comendacién de la, por otra parte muy justa, maxima de la raz6n; a saber: que es preferibie aventurarse en presunciones a Determinaciéa del coneepto (IL partir de fenémenos dados que admitir, a su amparo, primilivas fucrzas especiales de la naturaleza o disposiciones increadas {segtin el principio: Principia prater necessitaiem non sunt muliipli- canda). Sin embargo, para mi, existe una maxima opuesta, que limita la maxima de Ja economia de los principios superfluos; a saber: que en toda la naturaleza organica, con todas las modifi- caciones de las criaturas individuales, la especie misma se con- serva inmodificable (segtn la formula de la escuela: Qualibet natura est conservatrix sui). Es claro que, si, con los cuerpos aui- males, se concediera a Ja fuerza magica de la imaginacién 0 ala artificiosidad de los hombres una capacidad para variar la fuer- za generadora misma, transformar el modelo originario de la naturaleza o destigurarlo con afadidos que, sin embargo, per- sistirian después en las siguientes generaciones, ya no se sabria de qué original ha partido la naturaleza ni cuanto podra seguir con esta yariaci6n, ni, puesto que la imaginacién de los hom- bres no conoce limite, en qué figura grotesca acabarian por degenerar las especies y clases. Conforme a esta consideracién, admito como principio no dar por valida ninguna influencia que estorbe la tarea generadora dle la naturaleza ni capacidad alguna del hombre que suscite, mediante artificios exteriores, tales variaciones.en el antiguo original de las especies o clases, que se aportariamg la fuerza generadora y las harian heredita- rias. Pues tolerar umsolo caso de esta indole seria como admitir Gnicamente una hf¥oria fantdstica o un encantamiento. Los limites de la raz6n sefsian traspasados y la ilusién se abrirfa paso de mil maneras a tras de ese vacio. No hay peligro tampoco en que, por haber plagteado esta resolucidn, me quede cicgo ante las experiencias rales'o, lo que es lo mismo, me yuelva obstinadamente incrédfilo. Pues todos esos aventurados acon- 102 En dofensa de la Mustracién tecimientos llevan consigo, sin diferencia, Ja caracteristica de no verificar en absoluto experimento alguno, sino que sdlo pre- tenden probarse mediante la captaci6n de percepciones casua- les. Pero aquello cuya indole, aunque sea capaz del experimen- to, no resiste ninguno, o lo rechaza con todo tipo de pretextos, no es sino ilusién o ficcidn. Tales son los motivos por los que no puedo adherirme a un tipo de explicacién que, en el fondo, favorece la entusiasta inclinacién al arte magica, que todos, incluso con Ja menor atenuacién, desean que se produzca; pues la transmisién, incluso la casual, que no siempre se logra, nunca puede ser-el efecto de otra causa que la de las semiillas y disposiciones que residen en la especie misma. Desde luego, si aceptara caracteres nacidos de una impresion casual y que, sin embargo, hubieran llegado a ser hereditarios, seria imposible ‘explicar cém<6 dquellas cuatro diferencias de color son, de todas, las tinicas hereditarias, las cuales se transmi- ten indefectiblemente. {Cudl puede ser la causa de esto, sino que pértenecen necesariamente a las semillas del originario linaje de la especie humana, desconocido por nosotros, y que, como tales disposiciones naturales, deben haber sido puestas, para la conservacion de Ia especie, al menos en Ja primera época de su propagaci6n y, por cllo, deben aparecer indefectiblemente en las siguientes generaciones? Estamos obligados a admitir, en consecuencia, que haya habi- do alguna vez diferentes linajes de hombres, protegidos en las mismas moradas en que ahora Jos encontramos, adecuados cui- dadosamente, a fin de que la especie se conservara, por la natu- raleza de sus diferentes parajes, y que fueron diversamente organizados; de lo cual los cuatro colores de piel son la caracte- ristica exterior. Estos no sdlo se heredan necesariamente en el ep : . Doterminacién del concepto 108 linaje que permanece en su morada, sino que, ‘cuando la espe- cie humana se ha fortalecido ya lo suficiente. (siendo que sélo poco a poco o mediante el paulatino uso de la razon llega a darse el pleno desarrollo, el arte de la naturaleza ha podido prestar ayuda), se conservan también sin menoscabo en cual- quier Ingar de la tierra, en todas Jas generaciones de la misma clase. Este caracter depende necesariamente dela fuerza gene- radora, pues Jo exigfa la conservacién de la especie. Pero si estos linajes fueran originarios, no se podria explicar nj concebir por qué se transmite precisamente de modo indefectible el carac- ter de su diferencia en las reciprocas mezclas de los mismos, como dé hecho sucede. Pues Ja naturaleza ha conferido a cada linaje su cardcter oriinario en relacién con su clima y para la adecuacioén con el mismo. La organizacién, de un linaje tiene, en consecuencia, un fin del; todo distin'to‘a’ le organizacién de- otro; y, no obstante, las fucrzas generadoras de ambos debieron ajustar de tal modo, incluso en este punto; su diferencia carac- teristica, que no sdlo pudiera nacer de ello un tipo intermedio, sino que debia seguirse indefectiblemente: lo que no puede concebirse con la diferencia de linajes originarios. Sélo si se admite que, en la semilla de un primer linaje tinico, debian estar depositadas necesariamente las disposiciones para toda esta diferencia de clases, a fin dé que fuera apto para el paulatino poblamiento de Jos diferentes lugares del mundo, podra enten- derse por qué, si estas disposiciones se desarrollaron conve- nientemente y, conforme a esto, también de modo diferente, nacieron clases diferentes, que también debierom aportar nece> sariamente, en lo sucesivo, su caracter determinado en la gene- racién con otras clases, pues tal caracter pertenece a Ja posibili- dad de su propia existencia y, con ello, también a la posibilidad tog “Ke dh de Ja Hhistracién de la propagacién de la especie, y provino de la necesaria dis- posicién primera en el linaje de la especie. De tales cualidades, indefectibles incluso en la mezcla con otras clases, no obstante se hereden de manera cruzada, es obligado concluir que pro- vienen de un tinico linaje, porque sin esto seria inconcebible la necesidad de la transmision. §. Sélo aquello que se hereda indefectiblemente en la diferen- cia de clases de Ja especie humana puede justificar la denomi- naci6n de una raza humana en particular Las cualidades que pertenecen esencialmente a Ja propia espe- cie y que, por tanto, son comunes a todos los hombres como tales, se heredan, desde luego, indelectiblemente; pero, puesto que en esto no reside diferencia alguna entre los hombres, no se las toma en consideracién en Ja divisién de las razas. Se tic- nen en cuenta los caracteres fisicos mediante los cuales los hombres (sin diferencia de sexos) se diferencian entre si, y desde luego aquellos que son hereditarios, para fundamentar 8 con ello una divisién de la especie en clases. Pero estas clas s6lo se denominan razas cuando aquellos caracteres se transmi- ten indefecdiblemente (tanto en la misma clase como en la mezcla con todas las demas), En consecuencia, el concepto de una raza contiene, en primer lugar, el concepto de un linaje comin y, en segundlo lugar, los caracteres necesariamente hereditarios de las diferencias de clase de los propios descendientes entre si. Mediante lo altimo establecemos con seguridad los fundamen- tos de la diferencia, segiin los cuales podemos dividir la especie en clases, pues éstas, a causa del primer punto, es decir, el de la Determinactén del eoncepto 105 unidad del linaje, en modo alguno han de liamarse éndoles, sino s6lo razas. La clase de los blancos no se diferencia, como una indole particular en la especie humana, de Ja de los negros; ni existen indoles diferentes de hombres. De otro modo negariamos Ja unidad del linaje, del que Jos hombres pudieron haber nacido; se ha probado que, a partir de la herencia indefectible de sus caracteres de clase, no habia fundamento alguno para ello, mientras que habia en contra uno muy importante." En consecuencia, el concepto de una raza consiste en la dife- rencia de clase en. los animales de uno y el mismo linaje, cn la medida en que éste sea indefectiblemente hereditario, Esta es la determinacién cuyo auténtico propésito albergo en este tratado; el resto se puede considerar como un propdsi- to secundario o como mero agregado, y adiitirlo o rechazarlo. Sélo lo primero tengo por demostrado y util, ademas, como principio en la investigacién de la historia natural, porque es capaz de un experimento que puede conducir con seguridad ala aplicacién de aquel concepto, que sin ello seria vacilante ¢ inseguro. Si [uesen puestos en la circunstancia de mezclarse hombres diferentemente configurados, habria una poderosa presun- cién, si la generaci6n es cruzada, de que tales hombres perte- necieran a razas diferentes, pero si este producto resulta en su Jo se tenfian ante los Ojos los caracteres de a comparacién (a semejanza 0 ic comprendia las olases de criaturas, Lacgo, cuando se considerd su origen, ns ckises constiuitan otras tantas éxdedas diferentes o s6la rcs. El lobo, el ‘acal, la hiena y ci perce doméstico constituyen distintas clases de animales euadedpedus, c:tdmite que cada una de elias ha necesit i ticular, entonces son indotes; per si se reeonace que han podide nacer tnbién de un finaje, entonces seria sélo ravay, in ba Ai naixsad (a ka que conciernen silo t raci6n y el origen), indole y especie no son clilerentes, si embaegn, esta diferencia, Lo que aqui se Llama fidolg allt teodfa que Hamarse con aids frec cia raza. [K.] . 106 Eu defense de fa Hustracion mezcla siempre cruzado, aquella presuncién se convertirfa en certeza. Por e] contrario, sien una sola generacién no se pre- senta ningtin tipo intermedio, se puede tener la certeza de que ambos padres de la misma especie, por diferentes que pucdan parecer, pertenecen, sin embargo, a una y la misma raza. Sélo he admitido cuatro razas de la especie humana: no como si tuviese la certeza de que no haya vestigio de ninguna mis sino porque sdlo en éstas se produce lo que cxijo al caracter de una raza; a saber! la generacién cruzada, lo que no puede demostrarse suficienitemente en ninguna otra clase humana. Asi, el senor Pallas dice, en su descripcién de las poblaciones mongélicas, que, la primera generacion: de un ruso con una mujer de !a Ultiina poblacién ‘furia’ buriate) da’en seguida her- mosos hijos; pero no anota si se encuentra en éstos algtin vesti- gio de origen calmuco. Una particularidad digna de senalar, si la mezcla de un mongol con una europea borrara por comple- to los rasgos caracteristicos del primero, que, sin embargo, siempre encontramos, mas o menos reconocibles, en la mezcla con poblaciones mas meridionales (probablemente con indios), en los chinos, javaneses, malayos, etc. Sin embargo, la pe- culiaridad mongélica concieme propiamente a la figura, no al color; sélo del cual, sin embargo, ha ensenado hasta el mo- mento la experiencia una transmisién indefectible, como el caracter de la raza. Tampoco se puede establecer con certeza si la figura cafre de los paptias, y- de los diferentes habitantes de las islas del Océano Pacifico que se parecen a ellos, denotan una raza particular, puesto que se desconoce el producto de su mezcla con blancos; de los negros se diferencian bastante por su barba espesa y rizada. Determinacién del concepto 107. = Nota Las teorias actuales que admiten ciertas seinillas del todo-pec liares, depositadas originariamente en cl primer y comiin linaje humano y que Ilegarfan hasta las diferencias de raza existentes en laactualidad, descansan enteramente en la indefectitilidad de la transmisién, que la experiencia confirma en las cuatro razas mencionadas. Quien tenga estos fundamentos de explicacion por una multiplicacién innecesaria de los principios de la histo- ria natural, y crea poder prescindir sin problema de semejantes disposiciones especiales de la naturaleza y explicar, puesto‘que aceptaria el primer linaje del parentesco como blanco, el resto de las asi llamadas razas porlas,impr: siongs posteriores del aire- y el sol sobre los lejanos descen ientes, i0'demuestra ‘nada: tampoco cuando aduce que) muchas otras peculiaridades han acabado por ser hereditarias, debido meramente a la larga resi- dencia de un pueblo en una misma region, y constituir un caracter fisico del pueblo. Debe aducir un ejemplo de la indefec- tibilidad de ja transmisiOn de tales peculiaridades, y no, desde luego, en un mismo pueblo, sino en la mezcla con todos-los , demas (que lo apartan de él), de modo que la generacién resulte cruzada sin excepcién. Pero no esta en situacién’ de cumplir esto. Pues de ningiin otro caracter, sino de los que hemos mencionado, cuyo origen va mas alld de toda historia, se encuentra un ejemplo con este fin. Que prefiriera admitir dife- rentes linajes humanos primeros con el mismo caracter-heredita rio, seria, en primer lugar, poco conveniente para la filosofia, que habria de recurrir a criaturas diferentes, en detrimento de la unidad de Ja especie. Pues los animales, cuya diversidad es tan grande que precisarian para su existencia otras tantas creacio- lod En dyfensa de In Justracién nes diferentes, pucden pertenccer a una especie nominal (para clasificarlos segtin cicrias semcjanzas), pero nunca a una especie real; para la que se requiere, al menos, la posibilidad de la des- cendencia de una sola pareja. Enconirar esta ultima especie es una tarea propia de Ja historia natural; con la primera pude satisfacerse al naturalista. Pero, en segundo lugar, también Ja rara coincidencia de las fuerzas generadoras en dos especies dife- rentes, que, respecto a su origen, fieran del todo ajenas ene si; aunque pudieran llegar a ser fructiferas al mezclarse una con ctra, resultaria un supuesto completamente vane y sin ovo -fundamento que el apetecido por la naturaleza. Si, para demos- xtrar esto Ultimo, se adujera cl caso de animales en los que tal cosa ocurricra, no obstante la diferencia de su primer linaje, se regaria, en tal caso, ef dltimo presupuesto y, precisamente por- “que tal cruzamicnto fructifero tiene lugar, concluirian todos en fa. unidad de linaje, como en el cruzamiento del perro y el zorro, etc. La lransmesion indefecteble de las peculiaridades res- , la Guica piedra “pectivas de ambos padres es, en consecuenci dé toque verdadera y, al mismo tiempo, suficiente, de la dife- rencia de razas a las que pertenecen y una prueba de la unidad ade-linaje del que han nacido; a saber: de que en este linaje sestan depositadas semillas originarias que se desarrollan en la serie de las generaciones, sin las cuales no surgirian tales civer- Sidades hereditarias ni tendrian por qué ser, en particular, nece- ssariamente heredilarias. La finalidad en una organizacién constituye el fundamento ‘general del que deducimos una dotacién originariamente dis- puesta cn Ja naturaleza de una criatura con este proposilo y, si este fin sélo fuese alcanzado tardiamente, de semillas increa- das..No es posible demostrar, desde luego, con mas claridad en Determinacién del concepto 109 ra esta finalidad de la peculiaridad como cn Ia raza ninguna r de los negros; sin embargo, cl ejemplo que de aqui cxtraemos s6lo justifica que presumamos, por analogia lo mismo, al menos, de las restantes. Se sabe en la actualidad que la sangre humana se vuelve negra sélo por estar sobrecargada de flogisto (como se ve en Ia parte inferior de un coagulo). El fuerte olor de los negros, que no pueden evitar con limpicza alguna, depa- ra la ocasion de presumir que su picl elimina mucho flogisto de la sangre y que la naturaleza ha debido organizar esa piel, de modo que la sangre pueda desflogistizarse en ellos en mayor medida de lo que sucede en nosotros; pues lo Ultimo es una tarea, cn la mayoria de los casos, de los pulmones. Sin embar- go, los auténticos negros habitan en regiones cn que el aire, por los espesos bosques y extensiones cubiertas de ciénagas, esta tan flogistizado que, segtin los relatos de Lind, los marinos ingleses que remontaban, incluso durante un solo dia, el rio Gambia para comprar carne, corrian peligro de muerte. En consecuencia, fue una muy sabia disposicion de Ja nacuraleza organizar la piel de los negros de modo que la sangre, puesto gue por los pulmones no podia eliminarse suficiente flogisto, pudiera desflogistizarse con nas vigor en ellos que en nosotros. En consecuencia, la sangre debia transportar un exceso de flo- gisto a la terminacién de las arterias, por tanto a este lugar bajo la piel, a fin de que se sobrecargara y pareciera, en consecuen- cia, negra, aunque en el interior del cuerpo fuera roja. Ademis, la diferencia de Ja organizacién de Ja piel del negro y de la nuestra es notoria, incluso al tacto. Lo que, sin embargo, concierne a la finalidad de la organiza- cidn de las otras razas, tal como se puede deducir por cl color; no se puede demostrar, desde luego, con la misma verosimili- }10 En defensn de Ia Huatracion tud; aunque no faltan por completo fundamenitos de explica- cion del color de la piel, que pueden respaidar aquella presun- cién de finalidad. Si el abate Fontana tiene raz6n en Io que afir- ma contra el caballero Landriani; a saber: que el aire sutil, que es expulsado con cada expiracién de los pulmones, no proviene de la atmésfera inspirada, sino de la propia-sangre, una raza humana podria, entonces, tener la sangre sobrecargada con esta acidez del aire, que los pulmones solos no podrfan expe- ler, a lo que los vasos de la piel habrian de contribuir (no, desde luego, en forma de aire, sino unidos a las otras materias exhaladas). En este caso, la mencionada acidez del aire daria a las particulas de la sangre el color del rojo éxido, que diferencia la pie] de los americanos; y la wansmision de esta cualidad de la piel puede haber‘contraido'st neéesidad porel hecho‘de que los actuales habitantes de este continente puecen haber lega- do a su actual morada desde el nordeste de Asia, por las costas o acaso sobre los hielos del Océano Glacial. Pero cl agua de este mar, en su continuo enfriarse, desprende también conti- nuamente una inmensa cantidad de aire sutil, por lo que, en consecuencia, la atmosfera estara alli presumiblemente mas sobrecargada que en cualquier otro lugar; de cuya climinacién (puesto que la atmédsfera aspirada no exhala suticientemente el aire sutil de los pulmones) Ja naturaleza se ha cuidado con antelaci6n en la organizacion de la piel. De hecho, se ha queri- do percibir mucha menos sensibilidad en la piel de los america- nos originarios, lo que puede ser una consecuencia de aquella organizacién, que se conserva después, incluso en climas mas cdlidos, una vez que se ha desarrollado como diferencia de raza. En estos climas no falta materia para el ejercicio de esta funcidn; pues todos los medios de alimentacién llevan consigo Determinncién del concepto 114 una cantidad de aire sutil, que puede ser recogido por la san- gre y expelido por e! camino mencionado. . Ell dleadi voldiil es una materia que 1a naturaleza ha de elimi- nar de ia sangre; para cuya secrecién, la naturaleza ha debido depositar ciertas semillas de la organizacién particular de la piel en los descendientes cel primer linaje; que, en los prime« ros tiempos del desarrollo de la humanidad, encontraria su lugar de residencia en una region seca y cdlida, que habria capacitado emineritemente a su sangre para una generacién excesiva de aquella materia. Las manos frias de los indios, aun- que estén cubiertas de sudor, parecen confirmar una organiza: cidn diferente de la nuestra. ' Apenas hay consuelo para la filosofia, sin embargo, en el arti. ‘alo’siiino, ; Baraiun adversa: rio que, cuando no sabe objetar nada valido a la frase principal, | se alegra de que el principio admitido no pueda volver concebi- | ble la postbilidad de los fenémenos, pagando su juego de hipo- ' tesis con Otro semejante o, al menos, que tal aparente.: + a t ficio de hipdtesis. Estas sén'bucn ks, Admitase, sin embargo, el sistema que se quiera, es comple-4 tamente seguro que las razas existentes em la actualidad,-si se 4 evita toda mezcla de ellas entre sf, ya no pueden extinguirse. 4 Los gitanos que se hallan entre nosotros, cuya procedencia:de( los indios se ha demostrado, proporcionan la prueba mas claraq de esto, Se puede seguir su presencia en Europa desde hace ( mas de trescicntos afios; y todavia no han degenerado ung apice de la figura de sus antepasados, Los portugueses que, eny Gambia, han debido degenerar en negros, son descendientes, de blancos que se han bastardeado con negros; pues gdénde se, encuentra relatado, de manera yerosimil, que los primeros portugueses que llegaron trajeran consigo tantas mujeres | 4 Die tn defenmm.de la Husteacion Yolancas, permaneciendo éstas con vida durante todo el tiempo tsuficiente, o que hubieran sido reemplazadas por otras blan- Icas, para fundar un linaje puro de blancos en un continente yextrafior Hay mejores informes de lo contrario: de que el rey Juan Il, que goberné de 1481 a 1495, al morirse todos los colo- mizadores que habia enviado a Santo Tomds, repoblé esta isla icon descendientes de conversos judios (de conciencia cristia- sno-portuguesa), de los cuales, asta donde sabemos, provie- nen los blancos actuales. Los criollos negros de Norteamérica, ‘los holandeses en Java, permanecen fieles a sui raza. Fl tinte (que cl sol afiade a su piel y del que despoja un aire mas fresco, no se debe confundir con el color propio de Ja raza; pues saquél nunca se hereda. En consecuencia, las semillas que ori- ginariamente fueron depositadas en el linaje de la especie ‘humana para Ja generaci6n de tas razas debicron desarrollar- 'se, ya en las épocas mas remotas, segiin las exigencias del clima, si la permanencia duraba mucho tiempo; y, cuando una ‘de estas disposiciones se desarrollaba en un pueblo, borraba ‘por completo todas las dems. No se puede admitir, por eso, ‘que una mezcla anterior de las diferentes razas, en cierta pro- porcién, pueda reproducir en la actualidad la figura del linaje humano. Pues, de lo contrario, los tipos intermedios, que han sido generados por este apareamiento desigual, también se volverian a descomponer, en Ja actualidad (como entonces el] primer linaje), en sus colores originarios, cn sus propias genc- raciones al trasplantarse a diferentes climas, cuya presuncién ninguna experiencia hasta el momento justifica, pues todas estas generaciones bastardas se conservan en su propagacion ulterior, tan dominantemente como las razas de cuya mezcla han nacido. En consecuencia, ¢s imposible adivinar en la actuali- 4 Deierminneifin det concepts. “1 dad cémo pudo haber estado proporcionada la figura dei prie mer linaje humano (segin la cualidad de Ja piel); el propio caracter de] blanco consiste sélo en el desarrollo de una de las disposiciones originales, que se encontraban en él al lado de las demas. -

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