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Tenía once años de edad cuando vivió, a su manera, los hechos que
luego convertiría en su gran novela: "Las cruces sobre el agua".
15 de noviembre de 1922
La sensibilidad de un hombre logra recoger la masacre de las
tropas militares del gobierno de Tamayo, en una novela que se
quedará entre nosotros para siempre, y cuyo testimonio da
cuenta de la primera acción política que pone en el centro de
la lucha social a la clase obrera del Ecuador.
La primera información sobre la aparición de esta novela, destinada a
convertirse en una de las obras literarias más importantes de la
literatura ecuatoriana y latinoamericana, aparece en el No. l3 de la
Revista “Letras del Ecuador”, publicación de la Casa de la Cultura
Ecuatoriana, con el epígrafe de “Periódico de Literatura y Arte”,
correspondiente al mes de mayo de l946.
El autor de la nota bibliográfica es Pedro Jorge Vera, entonces un
joven escritor, también guayaquileño, autor de poemas y cuentos
que, pocos meses después, publicará su primera novela “Los
Animales Puros”, editada en Buenos Aires por la Editorial Futuro.
Al iniciar su comentario Vera destaca que “Las Cruces sobre el Agua”
es “la novela de Guayaquil como jamás se ha escrito otra, tal es la
plasticidad, vigor y autenticidad de elementos con que la ciudad está
aquí reconstruida.- Ni siquiera en el poema la ciudad huancavilca ha
sido exaltada con tanto amor, en su gallardía y en su miseria, como
en esta novela que acaba de salir de las prensas”.
En otra parte de su comentario, Pedro Jorge Vera vaticina que el
autor de esta novela será calificado de tendencioso por aquellos que
reclaman una literatura asexuada, sin olor ni sabor y afirma: “Que le
pregunten a cualquier guayaquileño que sea de verdad, si las
historias de esta novela no constituyen la oscura, hermosa y terrible
vida cotidiana de Guayaquil, exaltada, iluminada y oscurecida por la
pluma vigorosa de un gran estilista”.
Pero no solamente es Pedro Jorge Vera el que comenta sobre la
aparición de esta novela; a lo largo del año l946, en Letras del
Ecuador aparecen comentarios de varios críticos contemporáneos
como Ghitman Beider quien afirma que “Con LAS CRUCES SOBRE EL
AGUA se ha enriquecido en forma por demás notable la novelística
ecuatoriana, que tiene un puesto tan brillante en América”.
Por otro lado, en agosto de ese año, Cristóbal Garcés Larrea, poeta y
crítico guayaquileño, afirma: “Después de un largo paréntesis de
silencio en el que Joaquín Gallegos Lara estaba entregado con todas
las fuerzas de su espíritu a las luchas políticas, a la estructuración de
un partido de avanzada, y al periodismo combativo y constructivo,
vuelve hoy este gran novelista a contarnos en LAS CRUCES SOBRE EL
AGUA, su obra consagratoria, la historia dolorosa, humilde y siempre
grande de la ciudad porteña. Viene a decirnos verdades amargas, con
un realismo tan desnudo, que a veces nos asusta; pero Gallegos Lara
no ha falseado nada, conoce a su pueblo y por eso nos muestra, sin
reticencias, nuestra triste realidad”. A renglón seguido afirma:
“Algunos intelectuales han acusado a Gallegos Lara de abusar del
feísmo. ¿Habrá feísmo en LAS CRUCES SOBRE EL AGUA? Lo que hay
es una verdad tajante, esa misma verdad que no queremos ver y que
sin embargo nos quema los ojos y que hombres como Gallegos Lara,
conscientes de su misión histórica y su rol de escritor, no temen sino
que la descubren y vitalizan”.
El poeta y crítico de arte Jorge Guerrero, en ese mismo año, afirma:
“Creemos que la novela de Gallegos Lara será duradera; está hecha
con amor y rudeza, con dolor y rebeldía, sentimientos y maneras
que, superando lo puramente literario, hacen que la obra escrita sea
valedera ahora y siempre”.