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Capítulo 3

3.1 Capturas fotográficas y sus análisis

3.1.1 Introducción

En este capítulo se abordaran las propuestas teóricas personales que se

proponen, basadas en la investigación teórica descrita en el primer

capítulo, relacionadas con la exploración formal. Partiendo del discurso

detrás de cada punto elaborado en el capítulo anterior, este capítulo se

asume como un simulacro de cuaderno de autor (o bien una bitácora de

creación) que, aunque siempre con rigor crítico y teórico, deberá

aproximarse necesariamente con un enfoque intimista a los

planteamientos discursivos para luego establecer la relación teoría-

discurso-forma. Es necesario hacer estas aclaraciones puesto que se

deben tomar ciertas libertades discursivas para abordar este capítulo,

las cuales serán completamente justificadas para más adelante concluir

esta investigación. Como ya se ha explicado anteriormente, esta no

pretende ser una investigación antropológica ni tampoco debe serlo. Ya

se ha señalado en la investigación teórica del primer capítulo que la

mayoría de la documentación visual en la que se basa la antropología

visual no está hecha por antropólogos ni significa alguna diferencia si los

creadores tienen conocimientos, aunque sean modestos, sobre

antropología o no. Si, toda producción humana puede arrojar un


comentario no solo sobre la persona sino sobre la sociedad donde fue

producida. Esta investigación no pretende develar tal premisa, la cual es

tan vieja como la antropología misma. Sin embargo hay ciertos espacios

vacíos en la relación entre los creadores visuales [artistas y diseñadores]

y la antropología visual y esta investigación considera que el eliminar o

difuminar esos espacios puede aportar importantes herramientas de

análisis para la creación visual, tanto en lo personal como en lo público.

Por lo tanto se plantean las siguientes cuestiones a resolver:

• ¿Qué dice una obra acerca de la sociedad donde fue

creada desde lo personal?

• ¿De qué manera se puede ejemplificar un proceso de

obra, desde la concepción de su discurso hasta su

realización formal que tome en cuenta sus posibilidades

dentro de un análisis antropológico y dentro de la

sociedad?

• ¿De qué nos sirve como creadores esto?

3.1.2 Delimitaciones necesarias del discurso a abordar

Como ya se dijo antes, es necesaria una aproximación intimista al

discurso para continuar esta investigación. Es inevitable y la razón de

esto nos permite aplicar la teoría vista en el primer capítulo, a


continuación se enumeran las razones para abordar este tipo de

aproximación:

• La misma antropología visual, incluso desde sus orígenes

más ortodoxos e inflexibles, ya aceptaban documentaciones

visuales creadas por personas ajenas al campo de la

antropología.

• Por su parte los posmodernistas se encargan de desmentir

las ideas de la “objetividad” y de las “verdades absolutas”

permitiendo y aceptando la parcialidad y la subjetividad en

todo documento visual.

• El puente entre estos dos puntos es encontrado en la

evolución necesaria de la antropología conocida cono

antropología posmodernista estableciendo un vínculo que

respaldado por teorías estéticas, filosóficas y hasta

científicas que apoyan este tipo de aproximación. Se puede

citar el lema feminista lo personal es político (Rossler en el

libro de Ribalta, 2004) el cual señala la validez de la visión o

experiencia personal a nivel de lo social y masivo.

3.1.3 Lo personal en el discurso de esta obra


Nota de autor: Es importante señalar que a continuación se utilizara una

narrativa en primera persona para abordar el tema de lo personal a

manera breve, para analizarlo y extraer de esto las preocupaciones

artísticas personales que se mostraran en esta investigación. Todo esto

como parte esencial de lo que se busca ejemplificar. Como se aborda en

primera persona se tratara como una cita.

Desde mi nacimiento mi vida ha sido nómada,

trasladándome en específico entre dos lugares

contrastantes. México D.F, ciudad que por algún tiempo

fue considerada la más grande del mundo y que, según

el censo del INEGI realizado en el 2005, estaba habitado

por más de ocho millones de personas, lugar

cosmopolita donde los habitantes disponen de una

aparentemente infinita variedad de opciones, culturales,

gastronómicas, de entretenimiento, etc. El otro lugar al

que por temporadas he llamado hogar se llama Ciudad

Obregón, localizada en el Estado de Sonora, lugar

desértico en donde en invierno el frío es inclemente y

en verano el calor es, literalmente, asesino. En Obregón,

pueblo con nombre de ciudad, hasta el año 2005

habitaban 375 800 personas y tenía la distinción de ser

la ciudad con mejor planeación urbana del país, siendo


un casi perfecto plano cartesiano. Las necesidades y

preocupaciones en Sonora son simples; sacar adelante

el sector ganadero, agrícola y sobrevivir las

inclemencias del clima.

Originalmente nací en México, para trasladarme casi de

inmediato a Obregón a la edad de dos meses, esto por

motivos del divorcio de mis padres. En Obregón viví

hasta los cinco años, en una casa con ambiente de clase

alta, donde tengo memoria de una infancia tranquila y

feliz en compañía de mi madre, mis abuelos y los

múltiples compañeros que tuve en la guardería infantil

que mi madre estableció. Es en esta guardería donde

empiezo a desarrollar, según me ha relatado mi madre,

una actitud curiosa que ahora en retrospectiva me

parece importante en la formación de mi carácter actual

y por lo tanto de mi obra; cuando alguien llegaba a

recoger a los niños que eran atendidos en la guardería

yo mostraba un silencioso pero agudo interés en las

figuras paternas, los observaba con la boca abierta

cuando llegaban por sus hijos sin entender quienes

eran. Cuenta mi madre que una vez le pregunte si esos

señores eran los abuelos de los niños. Para mí no


existían los padres, solo los abuelos debido a que mi

única figura masculina en esta etapa era mi abuelo.

Más tarde, mi madre me empezaría a hablar sobre mi

padre, preparándome para la reconciliación entre ella y

él. Recuerdo vagamente que imaginaba que mi padre se

parecía a mi pediatra de entonces y que su función era

similar. A los cinco años de edad dejo Obregón para

regresar al Distrito Federal.

El reencuentro con mi padre fue extraño. Recuerdo,

como relatan múltiples historias cliché de tales sucesos,

que estaba escondido tras las piernas de mi madre

viéndolo desde abajo. Me parecía un gigante el cual me

regalo una sonrisa, aunque de manera leve, esto

resultaría significativo más adelante. Los primeros dos

años transcurrieron sin mayor problema, viviendo

primero en casa de mis abuelos paternos para luego

mudarnos a la casa trasera de un complejo dúplex del

que era dueña mi bisabuela materna. A pesar de ser un

ambiente que si bien era bastante modesto en

comparación con el de Obregón ya que después de todo

fue un cambio de estrato social alto a medio-bajo no


sentí mayor incomodidad al respecto aunque después

de estos años iniciales la situación cambio y no de

manera gradual sino más bien brusca y sorpresiva. Mi

padre empezó a adoptar actitudes agresivas en contra

de mi madre y de mi, especialmente en contra mía. Si

algo no le satisfacía de mi rendimiento en primaria se

tornaba agresivo. En más de una ocasión, mientras

regresábamos a casa, me daba algún golpe o jalón de

cabello en medio de la calle acompañado de gritos o

frases intimidantes a las cuales no encontraba

respuesta. Estas actitudes resultaron ser un circulo

vicioso por excelencia ya que mi nivel académico fue en

declive debido a un constante estado de tristeza y

miedo, lo cual hacia que sus arranques violentos, tanto

públicos como privados aumentaran así como la

variación de estos. Al terminar mi educación primaria yo

había estado en cuatro instituciones diferentes. También

pasaron otros eventos de violencia física o mental que

no es necesario relatar, salvo por un caso en particular.

Recuerdo una noche en la que mi madre, harta de los

maltratos por parte de él, me dice que empaque un

poco de mi ropa ya que por esa noche dormiríamos con

una amiga de ella para escapar aunque sea brevemente


de él. Recuerdo miedo y desesperación por hacer todo

rápidamente antes de que el llegara así como también

recuerdo a ella y a mi esperando de noche a un taxi en

la esquina de la casa y subiendo a uno al mismo tiempo

en que alcance a ver que mi padre llegaba a casa en su

vehículo. A la mañana siguiente al regresar a casa nos

encontramos con que todo sigue igual, excepto mi

recamara, solo mi recamara, la cual estaba destrozada.

He de decir que no todo era maltrato por parte de él, sin

embargo, es muy interesante la manera en que mi

padre trataba de aproximarse emotivamente a mi ya

que el único juego que mi padre y yo llevábamos a cabo

era el de las “luchitas” donde pretendíamos ser

personajes de lucha libre. Incluso la violencia, aunque

fuese a manera de simulacro, estaba presente hasta en

nuestros ratos de paz. Todo esto de manera lógica tuvo

repercusiones en mí en cuanto relaciones sociales. Pase

la mayor parte de mi infancia y adolescencia sin

poderme adaptar y adquirir amigos, salvo pocas y

breves excepciones. Sin el conocimiento de mi madre

mis primeras relaciones con otros niños de mi edad eran

generalmente de maltrato físico y verbal por parte de

ellos. En retrospectiva todos estos eventos me llevan a


relacionar tanto lo público como lo privado dentro de la

urbe con el dolor, la humillación y la soledad. Pero

también con la huida. En mi habitación prefería ver

televisión, lo cual se me hizo obsesión o leer por horas

una vieja colección de enciclopedias o un recetario viejo

que tenían ahí guardado. Admito que no tenía interés

alguno en las lecturas más que en parecer ocupado en

estudios para huir de los problemas. En lo público

prefería relacionarme con estos niños que de igual

manera me maltrataban pero cuyas agresiones no

podrían compararse con las de un hombre adulto

físicamente más fuerte que ellos. De aquí surge otro

elemento de preocupación visual para mí, el del

abandono, el cual creo que experimente, aunque sea de

la manera inmadura que permite la pubertad, varias

veces. Mi primer sentimiento de abandono, y el que

creo es uno de los más importantes fue a los siete años,

cuando mi padre después de un arranque de violencia

física me confesó que me consideraba un error y que no

debí de haber nacido. La extensión física de este

abandono fue su partida un par de años después. Mucho

tiempo después me enteraría que esta partida obedecía

a su adicción no solo al alcohol, de la cual yo ya estaba


enterado, sino a las drogas y aunque yo me sentía

aliviado por su ausencia no podía evitar el sentirme

triste por lo ocurrido, después de todo él era mi padre y

a esa edad no podía razonar mi situación de otra forma.

Mis otros contactos con el abandono ocurrieron de

manera sucesiva en los siguientes años. Primero la

disminución de contacto con mi madre debido a que

tenía que trabajar ahora el doble por la ausencia

paterna. Después la muerte de mi prima y mejor amiga,

Yoko, a causa de la leucemia. Yoko tenía la misma edad

que yo en el momento de su muerte, diez años. Año y

medio después, la muerte de mi bisabuela quien en

todo este tiempo fungiera como amiga y protectora

para mí. A los 12 años empezó un periodo de dos años

de soledad para mí donde mis momentos de ocio los

dedicaba a salir solo y recorrer un tramo breve en el

transporte público sin que mi madre lo supiera. No fue

sino hasta los 14 años que mi vida empezó a tomar

cierta normalidad. Encontré una salida de alguna forma

saludable en mi afición al fútbol americano, aunque no

deja de ser interesante el hecho de que era catarsis por

medio de la violencia. En esta edad hice mi primer

amigo de verdad. Se diría que gradual pero rápidamente


empecé a sentirme cómodo con lo público, aunque en lo

privado seguía presentando conflictos.

Poco tiempo después de cumplir los 15 años mi madre

me anuncia que regresaríamos a vivir a Obregón, noticia

que recibí terriblemente al grado de presentar un estado

de shock nervioso. A pesar de mis experiencias en la

ciudad no deseaba dejarla, entendía que lo privado no

cambiaría sin importar el lugar, pero lo público se

vendría abajo y tendría que empezar de nuevo, no

quería perder lo poco que había avanzado. Tenía

conciencia de la forma en que los provenientes del

Distrito Federal son tratados en Sonora. Con el apelativo

“chilangos”, en Sonora no son bien recibidos los sureños

y estaba seguro que me seria aun más difícil hacer

amistades. A pesar de mis reclamos en 1998 regrese a

Sonora para llamarla hogar por segunda vez. A los

pocos meses me enteré que Ivan, mi primer y único

amigo, había sido atropellado. En mi mentalidad

adolescente lo tome como una venganza de la ciudad

por mi partida, la vida quería mantenerme solo.


Viviendo en Sonora empecé a comprender de manera

distinta el Distrito Federal por medio de la comparación:

1. Obregón es una ciudad-pueblo chico donde

viven algunas de las familias más ricas del país. Esto

origina una relación interesante, si lo vemos como un

estudio social, entre las distintas clases sociales. Hay

una distinción muy clara no solo en lo económico

sino que también se ve reflejado hasta en lo

urbanístico. Obregón presenta tres zonas claras, la

Norte, Centro y Sur, separadas cada una por una sola

calle y las cuales representan las tres clases sociales

clásicas, alta, media y baja. Literalmente puedes

cruzar una calle y ver las diferencias económicas de

manera clara entre estas zonas. La expansión urbana

proyectada para la ciudad obedece estas

separaciones. El D.F. si bien no está exento de zonas

con una clara tendencia hacia una u otra clase social

se puede observar también áreas de convivencia y

dialogo general.

2. Obregón es una sociedad marcadamente

excluyente, más aun que otras sociedades que haya

visto. Una de las preguntas esenciales que hace la


gente a la hora de conocerte es acerca de la zona en

la que vives.

3. Al ser un lugar chico y de población escasa

necesariamente las relaciones sociales son distintas.

Hay un especial énfasis a la apariencia física y al

comportamiento aparte de la ya mencionada

posición social. En contraste el D.F. presenta un

paradigma curioso al que me gusta describirlo como

“entre más ojos hay menos te ven” permitiendo así

mayor individualidad y autonomía.

4. Al tener prioridades urgentes acerca de la tierra

y el ganado y debido a las condiciones climáticas las

preocupaciones generales giran alrededor de la

producción agrícola, ganadera e industrial. Los

intereses de la mayoría de la población se enfocan

en estos puntos dejando de lado otras posibilidades

de trabajo o recreación. Esto es perfectamente

justificado ya que de otra manera no podría salir

adelante la región, sin embargo, esto no impedía que

extrañara la diversidad de la capital Mexicana.

Debido principalmente a estos puntos no solo mantuve

una fuerte añoranza por la urbe sino que desarrolle una


idealización de esta, convirtiendo a mi posible y

deseado regreso en la mayor de mis metas, la cual

ocurrió once años después. Todas mis relaciones con la

pequeña ciudad de Obregón partieron necesariamente

de mis pasada relación con la llamada “ciudad más

grande del mundo” (Titulo erróneo, pero popular entre

los habitantes del D.F.) y de alguna forma esto me

ayudo a comprender mejor algunas de sus

características mientras que acentúo mi concepción

emotiva o visceral en otras tantas.

De este relato breve de las circunstancias que llevaron al autor a un

nomadismo constante entre éstos dos puntos disímiles se pueden

extraer las preocupaciones artísticas que se resolverán dentro de esta

investigación para ejemplificar la aplicación de la teoría en una

exploración formal. Estas preocupaciones parten de la relación entre el

habitante y la ciudad que habita y en particular son el abandono, los

elementos de inmensidad en la ciudad, la soledad. el habitad, la clase

media y la muerte. Estos elementos de interés se investigaran en las

siguientes exploraciones formales las cuales serán mostradas y

explicadas a lo largo de este capítulo.

3.1.4 Exploraciones formales


Antes de proceder con cada uno de los temas a explorar es necesario

establecer un estilo unificado de presentación que muestre las obras

fotográficas; explique su relación con el discurso; su faceta tanto en lo

público como en lo social; el por qué dicho trabajo fotográfico se apega a

los conceptos posmodernistas de fotografía y aclare en qué puntos se

aproximan a la antropología visual. Esto implica una compleja

clasificación de elementos teóricos que subyacen en la investigación

formal. Se ha optado por un esquema donde se presenta primero una

muestra del trabajo fotográfico para después desglosarlo teóricamente

en subcapítulos partiendo de lo personal, después haciendo un análisis

de lo personal basado en la teoría ya vista en este documento y después

aterrizar en lo social con su respectivo análisis teórico, con esto

abarcando todas las posibilidades planteadas alrededor del trabajo

fotográfico. Es importante aclarar que tanto lo personal como lo social

en los siguientes trabajos fotográficos deben ser, necesariamente,

opiniones particulares del autor ya que lo mismo sucede con cualquier

otra obra artística.

El uso de la teoría ya establecida en el primer capítulo se utilizara para

hacer el análisis pertinente. Esto para ejemplificar una de las maneras

en que las herramientas teóricas de la antropología visual, antropología


posmoderna y el posmodernismo en si pueden ser utilizadas en el

proceso creativo y crítico de una obra.

3.1.4.1 Proyecto “Viva la vida”

3.1.4.1.1 Muestras fotográficas


3.1.4.1.2 Información básica

Técnica: Fotografía en blanco y negro, formato medio. Negativos

digitalizados en scanner.

Dimensiones: 30 x 30 pulgadas por retrato


3.1.4.1.3 Este trabajo desde lo personal hasta lo publico

Cita del autor:

A lo largo de mi vida he tenido la suerte, y esto lo digo

sin sarcasmo alguno, de experimentar cada uno de los

estratos sociales típicos. El de la clase alta en mi

temprana infancia con mis abuelos, el de la clase baja

un tiempo después de que mi padre se marchara y el de

la clase media en los periodos restantes de mi vida. De

estas experiencias la más interesante me parece la

última. La clase media que me ha tocado se presenta

como una circunstancia sofocante y ambigua. Hay una

constante tensión entre dos polos. Por un lado el sueño

constante de ser de clase alta, por otro el miedo

perenne de la posibilidad de ser de clase baja. Ambas

posibilidades, aunque en apariencia distinta, provocan

una misma reacción: Trabajar duramente, caer en

rutinas, sentir una constante insatisfacción por nunca

alcanzar el sueño de la clase alta y siempre sentirse al

filo de caer a la clase baja.

Un ejemplo de las múltiples características de los

clasemedieros que he observado y que me parece

interesantísima es el manejo de las apariencias. He


conocido familias que, con tal de tener un automóvil del

año, algunos lujos de ropa para eventos sociales o lujos

en salidas con amigos sacrifican comodidades o incluso

elementos indispensables del hogar, no pueden

costearse estos accesorios de apariencia de otro modo.

Para mantener estos lujos exteriores deben trabajar más

horas, más duro, lo cual provoca fatiga y estrés por lo

que necesitan catarsis necesarias en forma de

entretenimiento inofensivo pero insuficiente así que el

estrés se continua acumulando y va demandando

diversiones y salidas cada vez más intensos hasta caer

en vicios físicos o psicológicos. Desde los diez u once

años, ya teniendo algo de noción acerca de clases

sociales, me parecía que la clase media era la más

depresiva y aburrida [aclarando que esto era en mi

visión infantil]. En mi periodo universitario donde tuve la

fortuna de estudiar en una institución de paga gracias a

una beca pude ser testigo de muchos ejemplos.

Personas de mi edad, de clase media, quienes apenas

podían costearse la universidad, gastaban miles de

pesos en celulares, en aditamentos para su automóvil,

en ropa en una sutil pero evidente y, sobre todo, eterna


competencia en la escalera social y un endeudamiento

innecesario.

De aquí es posible extraer varios puntos que interesan a esta

ejemplificación, no solo en un aspecto socioeconómico sino de

comportamiento y estado emocional. Se menciona una crisis de

identidad de la clase-media, refiriéndose a que los elementos

pertenecientes a este estrato quieren ser algo que no pueden, evitando

a toda costa convertirse en lo que temen sin poder identificarse por lo

que son, sumergidos en un limbo social. Esto genera un constante

estado de insatisfacción por nunca alcanzar el sueño deseado y siempre

huir de la temida pobreza.

¿Por qué retratos?

El objetivo de la fotografía de retrato etnográfica, con exponentes como

Waldemar Bogoras, Irving Penn, Edwin Curtis o Roland Bonaparte,

buscaba capturar la fisonomía de las tribus que estudiaban para crear

un acervo visual para su estudio antropológico. Esta es la base de la

inspiración visual de este proyecto fotográfico, lo cual también forma

parte del discurso. El fotógrafo se asume como el antropólogo que

estudia desde dentro de la clase media y busca retratar la fisonomía de

su cansancio y su tristeza.
Desde el punto de vista posmodernista este proceder apela al polo

visceral de la documentación. El autor parte desde su vivencia personal

para hacer un comentario visual acerca de su propia clase social. Cierto

es que hay problemáticas más agudas y visualmente cargadas en los

sectores de pobreza y pobreza extrema de cualquier localidad. Pero

partiendo de nuevo del posmodernismo se ha decidido evitar esto, que

es un lugar común, para hablar de lo propio. Allan Sekula, en el texto de

Ribalta (2004: 46) lo señala como “el liberalismo expresionista de la

escuela «busca a un vagabundo»” y comenta al respecto que no era

otra cosa más que la manifestación de la compasión del fotógrafo, un

acto condescendiente donde el artista bajaba la mirada hacia la

desgracia ajena, en una posición cómoda. Carlos Mayolo y Luis Ospina

en su falso documental Agarrando Pueblo, de 1978, acuñan un término

que con elocuencia señala y acusa esta práctica: Pornomiseria.

Se hace una selección previa de personas conocidas por el autor, quien

ya tiene conocimiento de la vida y emociones de estas. Se le pide a los

modelos que se sienten en la silla del estudio sin que sepan que a

continuación se les pedirá que recuerden su sentir general de la vida

diaria o bien algún recuerdo especifico. Se capturan fotográficamente

sus reacciones.
En cuanto lo público el estudio visual es bastante directo. El titulo de la

serie, Viva la vida, es un acercamiento cínico a la búsqueda de la

identidad y la felicidad de la clase media. Cínico por que choca

completamente con los rostros presentados, con facciones serias o

incluso al borde del llanto al rememorar sus batallas y sufrimientos

personales. En un estudio basado en la antropología visual fácilmente se

podrán sacar las suposiciones pertinentes en el momento de analizar la

obra debido a los elementos que sutilmente ayudan a redondear la obra

como la ropa de los modelos la cual señala sus niveles económicos o la

diferencia entre sus facciones que ayudan al estudio visual a no caer en

un cliché de fisonomía tan común en la fotografía de la pobreza. Se ha

logrado entonces una obra que comprende su lugar entre la fotografía

posmoderna.

3.1.4.2 Proyecto “home / hogar”

3.1.4.2.1 Muestras Fotográficas


3.1.4.2.2 Información básica
Técnica: Fotografía en blanco y negro, formato medio. Negativos

digitalizados en scanner.

Dimensiones: Variables. 30 x 30 pulgadas por fotografía máximo.

3.1.4.2.3 Este trabajo desde lo personal hasta lo publico

Cita del autor:

Este ir y venir entre provincia y ciudad, un ambiente

hostil en varios puntos de mi vida y la idea constante de

la huida tuvieron como consecuencia que por periodos

prolongados no sintiera como hogar ningún espacio

físico.

Recuerdo bien que a la edad, aproximadamente de 8

años, una tarde acompañando a mi madre al mercado

de portales observaba con detenimiento un señor que

acomodaba una sabana y amontonaba cartones con el

fin de utilizarlos para dormir. Veía con detenimiento sus

ropas, su expresión y el espacio que le rodeaba. No

sentí lastima, en su momento incluso no lo vi como algo

demasiado ajeno a mí. Recuerdo que pensaba que yo

me sentía algo así, teniendo que habitar un lugar sin

realmente ser parte de este. Fue una experiencia fuerte

y mi único recuerdo real de ese famoso mercado.


Pasando los años yo seguía observando a estas

personas que dormían en la calle o bien a sus lugares de

uso común con gran interés. Quien se percato de esto

llegaba a preguntarme si era por lastima o morbo. La

razón real se acentuaba conforme continuaba con mis

constantes cambios de residencia.

Se buscan estos espacios de resguardo, de descanso y habitad. Efímeros

en su vida útil. Se captura también la ausencia en ellos ya que esta no

pretende ser una serie fotográfica sobre el desamparo y la pobreza.

Estos espacios de vivienda efímera se convierten en objetos visuales

que nos hablan sobre el no pertenecer a un lugar así como también que

un lugar no nos pertenezca y todas las posibilidades emotivas que en

estas acciones subyacen, como la desesperación, el aislamiento, la

desubicación y la tristeza.

Como obra, aunque parezca lo contrario evita caer en el tema de la

pornomiseria. En referencia al comentario de Allan Sekula y al término

acuñado por Mayolo y Ospina cabe el cuestionamiento si esto es o no

pornomiseria. La razón por la que el autor de este documento no

considera que este trabajo fotográfico caiga en la categoría de la

pornomiseria es que no se muestra un sujeto físico representante de la


clase baja, por lo que se construye un distanciamiento que permite

dialogar con el espacio y las nuevas significaciones que adquiere con su

uso y muestra. También así se evita un discurso que parezca manifestar

una suerte de compasión del artista.

Esta efectivamente distante de lo que se conoce como straight

photography y no se presenta como un trabajo fotográfico que busque

develar una verdad definitiva ni dramática de la acción de vivir en la

calle. Es un trabajo directo y sencillo que habla del espacio público, del

hábitat y de la directa reutilización, o modelación, del entorno para la

supervivencia.

Uno de los referentes estéticos de esta serie es, obviamente, Martha

Rosler con su aproximación fría a la documentación del Bowery, la cual

aporta una clara solución para lograr un tema fotográfico que puede

caer fácilmente en la condescendencia. No se busca hablar de las

desgracias de aquellos que se ven obligados a vivir en la calle, sino

utilizar este fenómeno social como un objeto metafórico.

El otro referente seria las fotografías industriales de los Becher quienes a

manera de índice o inventario se aproximaban a sus objetos de estudio,

generalmente fachadas de zonas industriales.


3.1.4.3 Proyecto “Objetos pertenecientes a…”

3.1.4.3.1 Muestras Fotográficas

3.1.4.3.2 Información básica

Técnica: Fotografía digital en blanco y negro

Dimensiones: Variables.

3.1.4.3.3 Este trabajo desde lo personal hasta lo publico

Cita de autor:
Desde hace mucho tiempo cargo con una foto vieja, la

cual ha perdido su color casi por completo. En esta foto

aparece mi mama cargándome en sus brazos,

probablemente yo aun no tenía ni el año. Esta foto me

ha acompañado a todos mis lugares nuevos de

residencia y por un tiempo incluso no salía de mi

cartera. En lo poco que he leído y experimentado el uso

del objeto tanto como símbolo así como herramienta de

vida es un aspecto casi universal. Siempre cuando visito

el espacio de un amigo o conocido me dedico a

observar los objetos que lo componen. Me pregunto

cuales de estos serán los más significativos, cuales le

habrán acompañado por más tiempo, cuales realmente

necesita para llevar a cabo su vida y que dicen estos

objetos de las personas que conozco.

Con este proyecto se busca hacer un inventario de objetos que cada

modelo seleccionados considera necesarios para su vida. Este proyecto

busca establecer una construcción de la identidad de las personas a

través de sus objetos. Una especie de tensión al realizar un

acercamiento del otro a través de sus utensilios pero que a la ves

termina siendo un acercamiento distanciado, frio, dejando a la identidad

construida como un objeto más, a final de cuentas. Los objetos no son


de una calidad estética específica y su dueño los selecciona por sus

características utilitarias o emocionales, lo necesario que éste considere

es suficiente para llevar a cabo su vida diaria.

El objeto entonces se separa y se fotografía, forma a ser parte de un

catálogo de objetos para vivir. Todo esto lo enmarca el título, el primer

nombre de pila del dueño, dando la referencia directa de que estos

objetos mostrados son o componen a su dueño. Sin embargo el público

no conoce físicamente a su dueño, menos íntimamente, por lo que

ocurre una disociación entre los objetos, su utilidad o función y su

dueño. Al final quedan objetos inútiles ante nuestros ojos, referidos,

separados y un nombre al que representan. Esto no es del todo distinto

a las muestras de objetos utilizados por grupos humanos que se

encuentran en los museos de antropología. Christian Boltanski tuvo una

idea similar al recorrer los pasillos del Museé de l´homme en Paris, y que

le inspiro el a hacer vitrinas con objetos del mundo occidental (Semin,

1997).
3.1.4.4 Proyecto “Todos vamos a morir”

3.1.4.4.1 Muestras Fotográficas

3.1.4.4.2 Información básica

Técnica: Fotografía digital en blanco y negro

Dimensiones: Variables, cada foto es de 5x7


3.1.4.4.3 Este trabajo desde lo personal hasta lo publico

Cita de autor:

A la edad 10 años, después a los 12 y por último a los

15. En este lapso de tiempo murieron tres de las

personas más importantes de mi vida, incluyendo dos

muertes infantiles, la de mi prima de 10 años por

leucemia y la de mi mejor amigo de 14 años

atropellado. La muerte es uno de los acontecimientos

que en su mayoría uno conoce de forma forzada,

involuntaria. No se nos pide permiso para que otros

mueran sino que sucede y tenemos que adaptarnos a

ello queramos o no. En estos tiempos mi madre tenía

que trabajar y mi bisabuela, quien por mucho tiempo

fue mi más constante compañía, fue la tercera muerte,

así que enfrentar la perdida no solo significo una

reflexión sobre la partida, a veces prematura, de quien

se quiere sino de la circunstancia de quien queda con

vida que es una soledad obligatoria. Me obsesiono la

muerte y me invente un juego que consistía en

imaginarme quien morirá después, juego que terminaría

siendo totalmente aburrido en poco tiempo ya que a

temprana edad tenía ya idea de que cualquiera, a

cualquier edad, puede irse. Mi propio juego pasó de una


idea divertida a deprimirme tremendamente, temiendo

especialmente por la posible muerte de mi madre y mi

abuelo.

Llego al punto en que no podía estar en lugares

concurridos como el metro, el pesero o una plaza sin

pensar en muerte masiva y sentirme terriblemente mal

y culpable. De eso hace más de una década, sin

embargo de vez en cuando me sorprendo al darme

cuenta que sigo teniendo ese tipo de pensamientos en

lugares públicos.

¿De qué forma entendían y se relacionaban con la muerte distintas

culturas? ¿Respeto o miedo? Esta obra busca abordar el tema de la

muerte con cierto cinismo, sino que sadismo ligero ya que tampoco se

buscan utilizar elementos que con su literalidad apunten a esta pero si

un recordatorio directo y tajante de un aspecto que solemos obviar al

nivel de olvidar o negar incluso.

La obra está planeada para funcionar de distintas maneras, ya sea

presentando los rostros acumulados en una masa autorreferente y que

muestre inmensidad o bien los retratos dispersos en un espacio,

diluyendo la fuerza de unidad pero extendiendo el dialogo con el público

y haciéndolo menos dramático y más reflexivo.


3.1.4.5 Proyecto “Ruinas”

3.1.4.5.1 Muestras Fotográficas

3.1.4.5.2 Información básica

Técnica: Fotografía en blanco y negro, formato medio. Negativos

digitalizados en scanner.

Dimensiones: Dimensiones variadas.


3.1.4.5.3 Este trabajo desde lo personal hasta lo publico

Cita de autor:

Al final el tema del abandono, siendo el de mi padre el

que más me ha marcado. Mi relación con el abandono

ha sido algo más que vivencial. Desde la experiencia de

mi padre he tratado de entender el abandono, el

porqué, el cómo, el cuándo. Son preguntar de

respuestas tan variadas que las hacen imposibles de

responder realmente, pero en mi infancia me

obsesionaba la idea de entender que estaba tan mal en

mí que ni mi propio papa deseaba estar conmigo.

Recuerdo cuando era niño, acompañando a mi mama a

unos deberes me quede observando una tienda

abandonada. Sé que estaba abandonada por que la

cortina de acero estaba a medio subir y se podía ver el

interior a través de un vidrio sucio. No recuerdo con

exactitud que pasaba por mi mente, pero sí recuerdo

tristeza. Voltee a ver a mi madre y le pregunte que si

para que construyeron esa tienda si la iban a dejar así

luego. No recuerdo que contesto, pero no tomo tan en

serio mi pregunta. Yo seguía viendo esa tienda,

esperaba encontrar una respuesta para mí en la

respuesta de mi madre.
No fue la última vez que experimente el abandono, si

acaso siempre de maneras por demás cliché, como

rompimientos amorosos, amistades perdidas por muerte

de las que ya he hablado, si ayudaron, una por una, a

acrecentar la idea de que algo debía estar terriblemente

mal en mi y que era por eso que difícilmente podían

permanecer las personas que me importan en mi vida,

por lo menos por un tiempo prolongado. Continuaba mi

obsesión por entender e incluso mis primeros

experimentos fotográficos intentaban ser metáforas

acerca de mí y de la repulsión que según yo despertaba

a los demás o bien deseos manifestados de aceptación

y atracción.

El tema de la ruina en el arte es ya viejo. Rosa Olivares, Directora de los

libros trimestrales EXIT, hace un resumen completo, en el número 24 de

esta publicación (2006) de lo que significan estas ruinas en el arte y en

la estética:

La ruina simboliza en la historia del arte. De la filosofía o

de la literatura, es decir, de la historia cultural del ser

humano, aspectos nobles, de transformación, de

mejora, de memoria, de renovación. Se hace ver, desde


el Renacimiento hasta nuestros días, que la ruina no

solo tiene belleza intrínseca, sino que se convierte en un

referente romántico, en una representación del

desarrollo, en conceptos diferentes siempre positivos a

lo largo del tiempo. Pero hoy en día todavía seguimos

admirándonos de que las consecuencias del paso del

tiempo, de la destrucción del hombre y que los restos de

los desastres naturales puedan ser remarcables por su

belleza, por su intensidad estética, por su aspecto

regenerador. Olvidando casi siempre, tal vez por su

excesiva presencia, la tragedia que lo provoco […] No

estoy hablando de la ruina clásica que pintaba Claudio

de Lorena situando un resto arquitectónico de algún

palacio o templo entre frondosas arboledas

abandonadas, cerca de un lago o un rio. No hablo de

una construcción simbólica, intelectual, ya sea está a

través de la pintura o la literatura. Hablo de lo que

vemos cada día en la prensa y en la televisión […] Es

difícil ver la belleza en estos lugares provocados por la

tragedia.

[…]

La ruina siempre ha sido parte de la memoria del

pasado, un edificio en ruinas nos habla de su pasado, de


las personas que la habitaron, ya fantasmas del tiempo.

La ruina se presenta como un sinónimo de

transformación, de la presencia del pasado en la

construcción del futuro. Es el recordatorio de un tiempo

que posiblemente fue mejor al ser ajeno a nosotros, o al

menos que mantiene elementos míticos de una

memoria que los convierte en mejores, de ahí la frase

que define la decadencia de personas y cosas: “Es la

ruina de lo que fue”.

Sin embargo en las ruinas de nuestro presente toda esta

carga simbólica no puede existir, pues no proceden del

pasado, no hay tiempo entre la ruina y nosotros

mismos. Son las ruinas de nuestro presente, la terrible

tragedia de la destrucción en sí misma, no para

reconstruir, no como sinónimo del progreso que arrasa

el pasado construyendo el futuro. No hay nada de

romántico en estas ruinas de nuestros días.

En esta cita se tocan puntos importantes para este proyecto así como

puntos que entran en discordia, para esto el último párrafo es de lo más

elocuente y necesario. Esta ruina anti-romántica o no-romántica es la

que se retrata en este proyecto. La ruina desprovista de algún


significado político o enmarcada en un sucedo natural trágico. Es

interesante descubrir que entre los lugares en ruinas hay niveles de

significancia y es tal vez por eso mismo que interesan para este

proyecto aquellas que no significan otra cosa más que el abandono

humano y el paso del tiempo. Ruinas que no son mártires físicos,

resultantes de algún evento importante. Esto las dota de una inutilidad

completa, tanto en sus posibilidades utilitarias como en las artísticas. El

objetivo de este proyecto es el de presentar la ruina, lo abandonado,

como algo aun bello, que pueda ser útil a menos como experiencia

estética. Las ruinas trágicas de la guerra o los efectos naturales ya están

validadas y justificadas debido a su origen romántico, no necesitan ser

“rescatadas” como algo bello, su belleza se manifiesta en su contexto.

Las ruinas que se presentan en esta serie, por el otro lado carecen,

como bien lo dijo Rosa Olivares, de todo romanticismo o contexto

histórico que las valide. El rescate aquí no solo se vuelve viable sino que

necesario.

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