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España-EEUU
(20 y 21 de abril)
Como el coche de mi padre se fue a la mierda (perdón por la palabra, pero es ahí donde se
fue), el sábado a las 11 y media de la noche me han llevado con el coche de mi madre a casa
de Silvia. Desde allí iremos los tres de Forks hasta Murcia en el super coche de los padres de
Silvia.
Llegamos temprano y después de pitar varias veces en casa de Silvia sin que sonara el DIN-
DON pero con las perras ladrándome como posesas desde el otro lado de la puerta, Pedro
sale a abrirme. Tiene a las dos perras dominás, en serio. Dice “Kitty, dentro” y la Kitty que va
pa’ allá. Jeje. Me dice que tendremos que esperar un poco porque los padres de Silvia aun no
están allí.
Cuando al fin llegan, nos montamos en su coche y nos vamos pa’ Murcia. El viaje se hace
corto y super raro, pues no estamos acostumbrados a ver el centro de la ciudad sin coches, y
menos a ver la estación de autobuses casi vacía.
Nuestro bus está ya allí cuando llegamos y lo conduce un ruso que arregla el limpiaparabrisas
con un destornillador y a golpes (sí, sin lugar a
dudas eso infunde mucha confianza). El caso es
que cuando ya estamos montados, nos dicen los
padres de Silvia que el bus pasa por Cieza. ¿Qué?
¿Cómo? Pues así era: el bus paró en Cieza, así que
hicimos el camino de vuelta OTRA VEZ y vimos a
los padres de Silvia una vez más en la estación de
Cieza. El bus casi arrolla el coche de Antonio, por
cierto, jajaja.
Cuando nos alejábamos, vimos a otros dos guardias que acudían en ayuda de su compañero.
Jeje.
Cuando vimos que aquello no paraba, nos decidimos a entrar en el metro e ir directamente al
aeropuerto. Una lástima, pero la visita a Madrid tendría que quedar para otro momento.
Llegamos al aeropuerto muy temprano, pero en los paneles ya ponen los vuelos de
prácticamente todo el día… Miramos hacia Filadelfia el que sale y sólo hay uno, que no es el
nuestro porque es de US Airways.
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buscando los asientos, oímos que los de al lado le dan a la chica que les atiende sólo el
nombre del hotel… Hija de piiiiii la tía seca…
Esperamos tirados por los suelos (literalmente) a que se acerque nuestra hora y después,
pasamos el detector de metales, esperamos al avión y nos montamos. Una familia nos
pregunta a los tres si nos importaría cambiarles el sitio (una fila más adelante) porque así ellos
se apañan mejor con sus hijos. Como Pedro, Silvia y yo seguimos juntos, accedemos.
El problema llega cuando un hombre dice que el asiento donde estoy yo es el suyo. Al
girarnos hacia la familia, nos medio explica que ellos no tienen los tres asientos donde
estamos sentados, sólo dos y el resto de la fila de al lado.
Sea como sea, el caso es que se arma la de Dios. Casi cinco personas tuvieran que reubicarse
por el follón que lió la familia.
El viaje se hace largo, no conseguimos dormir, la comida es super rara (y super mala) y el
cuarto de aseo resulta claustrofóbico, pero conseguimos llegar de una pieza al otro lado del
“charcho” (charcazo, teniendo en cuenta que son ocho horas de vuelo).
Casi al principio del vuelo nos dieron un papelito para la aduana de los EEUU, casi todo
sobre dinero y objetos que llevábamos. Sin embargo, cuando ya estábamos practicamente
aterrizando, nos enteramos de que necesitamos un papelito más, uno verde, y casi
empezando el descenso, le pedimos a la azafata tres. Nos
trae dos, por lo que Silvia tiene que rellenarlo después.
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Stephenie Meyer. Me toma la huella dactilar de los dos dedos índices (ya sabemos que si
queremos atracar un banco no podemos usar esos dedos porque nos fichan enseguida) y me
echa una foto con la webcam. Me quedo mientras entrevista a Pedro y Silvia, para
traducirles, y me pregunta en qué trabajan ambos.
Al final nos vamos los tres con nuestro visado temporal verde grapado en el pasaporte y
cagando leches porque llegamos tarde.
Después de recoger las maletas y ponerlas en las cintas que las meterían en el avión a Seattle,
seguimos a la masa y con menos de media hora para la salida de nuestro próximo vuelo, nos
encontramos con que tenemos que pasar por otro control (detector de metales, rayos X…)
que está completa y absolutamente atestado de gente.
Corriendo que nos las pelamos les damos nuestro pasaporte para que lo examinen (el tío que
me lo hace a mí me dice de pronto “next”y yo “¿a dónde?” y él “conmigo”. Hijo, pues pon
más energía, que parece que estás ahí tomándote una cervecita…
Para pasar el detector de metales nos hacen quitarnos los zapatos (hay un ventilador al lado,
porque POR DIOSSS!! Después de ocho horas volando los pies atufan), pero al menos no nos
paran.
Menos mal, pues tenía razón. Cuando llegamos a la mesa de vuelo hacia Seattle, la puerta ya
está cerrada. Le pregunto a uno que está allí si va a Seattle y me dice que no. Mierda. Uno
que está al lado nos dice no sé qué del vuelo, pero como no nos enteramos bien vamos a la
mesa del vuelo y le pregunto a la mujer que está allí.
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por los suelos.
Nos sentamos allí a esperar… y el vuelo se retrasa 20 minutos más. Y después de eso otros
20. Tras dudarlo un rato, decidimos llamar a los de Rocket para avisarlos del retraso y del
cambio de compañía.
Consigo hacerme entender con el hombre que me atiende (menos mal que no me tocó la tía
de los suspiros y del “Esooo noo eesss looo quee tee heee preguntaadooo”) y apenas cuelgo
cuando tenemos que montarnos en el avión.
En el vuelo de Filadelfia a Seattle vamos separados, pero como eran dos horas… ¿Dos horas?
Al montarme, le pregunto al negro que tenía al lao cuánto duraba el vuelo… y me dice que
entre cuatro y cinco horas. ¿QUÉ? Ahí cundió un poco el pánico entre los tres de Forks, pero
claro, habíamos calculado mal el cambio horario. Hay dos horas de diferencia entre Filadelfia
y Seattle, por lo que las dos horas de vuelo sobre el papel se convierten en cuatro horas
reales.
Así pues, pasamos el doble de tiempo al que creíamos sentados tal que así:
***Pedro entre una mujer con sobrepeso y un negro rapero. La primera se asomaba a la
ventanilla cada vez que Pedro quería hacerlo y el segundo tenía una habilidad pasmosa para
saber cuándo iba a pasar el carrito de la comida, despertándose y bajando la bandeja justo a
tiempo.
***Silvia entre un hombre que le daba la espalda casi todo el tiempo (creando un muro
bastante incómodo a su izquierda) y otro hombre que se pasó todo el vuelo viendo películas.
***Yo entre un afroamericano gordo que en lugar de tener las piernas cerradas iba
despatarrado, por lo que cada vez que se movía sacudía el reposabrazos y un indio muy
simpático que estuvo hablando conmigo un rato.
No sé como se llamaba, pero fue un conductor estupendo. Me fue contando cosas de los
sitios por donde íbamos pasando y me dijo que había estado en Italia, que ahora vivía en
Port Angeles aunque no le gustaba… Me preguntó también por qué habíamos elegido viajar
a Forks y le dije si conocía a Stephenie Meyer. Me dijo que no, pero cuando le hablé un poco
más del libro, exclamó: “¡Oh!, sí; están haciendo una película de eso ¿no? He oído que se está
haciendo algo… grande.”
Intenté no dormirme, pero fue imposible. Me sorprendía de pronto dando cabezadas o con
la cabeza hacia atrás y con la boca abierta. A Silvia y Pedro les pasaba lo mismo (aunque lo
negaran en el momento jeje). Sin embargo, todos nos despejamos cuando nuestro querido
conductor nos dijo que estaba nevando. Al principio no vimos nada, pero de pronto nos
vimos envueltos por un montón de nieve que apenas nos dejaba ver unos metros más allá.
Fue alucinante.
¡Y, oh! Se me olvidaba. Nos dijo que Rafael Román era uno de los jefes de Rocket. ¡Mola!
También nos comentó que había una importante comunidad hispana en Forks.
Pasamos junto al parking de los autobuses escolares, son todos amarillos y son una panzá.
Seguimos avanzando para adentrarnos en Forks y notamos que los conductores nos miran.
Suponemos que es
porque vamos muy
abrigados o porque
saben que somos
extranjeros.
En un cruce de
caminos vemos el
letrero del instituto.
¡Ahí está el instituto
donde estudian Bella y
los Cullen! Nos
echamos fotos con el
cartel y en la fachada.
Pone “Quillaute high-
school” (¿Quillaute no
eran los indios?) y
Silvia y Peedro espían
un poco a través de la
puerta y ven unas
camisetas que les
encantan.
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Tras ver las
horas de clase,
seguimos
nuestro camino.
Alcanzamos, al
final de la calle
principal, el
Thriftway
Outfitters, pero
en lugar de
entrar a
comprar
comida,
decidimos
quedarnos en la
puerta e ir al
asiático que
hemos visto a
mitad de la calle
principal.
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residenciales siguiendo el indicador de “urgencias” damos con un edificio que parece
cualquier cosa menos un hospital. Es el cartelito del hospital lo que nos hace saber donde
estamos. Bueno, eso y que el pedazo coche de Carlisle estaba ahí aparcado.
Estábamos paseando por los alrededores cuando de pronto comenzó a caer granizo casi
líquido del cielo. Nos refugiamos en la parada del bus… y de pronto tenemos que
desperdigarnos porque justo cuando nos hemos metido ha aparecido el bus y ha parado en la
estación XD.
Después vagabundeamos calle arriba hasta llegar al colegio de nuevo. Damos con más
edificios que pertenecen al instituto y encontramos el “Spartan Stadium”. Es la caña.
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de Nestlé llamadas “La abuelita”, latas con Ñ (de La Costeña) y otro tarro de “Chile CON
CARNE with beans”.
Pero lo que más nos entusiasma es la ropa. Yo me compro una camiseta que pone “Love at
first bite. Forks, Washington” con una manzanita. Silvia una camisa y una sudadera de los
Spartan junto con una gorra de “Forks, Washington, vampire capital”. Pedro se compra la
misma camiseta y sudadera de los Spartan y una chaqueta reversible toda cañera.
Comenzamos a sospechar
que la gente no nos mira por
ser extranjeros sino por ir
caminando por la calle.
Nunca hay nadie en la acera (cuando hay acera), y los
pasos de cebra están casi borrados. Quizá no anden…
Por la noche nos acostamos pronto, pues el día anterior apenas habíamos dormido cinco
horas.
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Forks
(Segundo día. 22-4-08)
Hoy es nuestro segundo día en Forks. Hemos vuelto a ir a la mayoría de sitios de ayer para
que Pedro los grabara en video, pero de camino al pueblo hemos acabado en un parque. Está
muy chulo (además de ser
verde) y en los bancos,
dedicados a personas o
comunidades, hemos
encontrado uno para la
primera familia hispana en
Forks. Buscamos uno de
Stephenie Meyer, pero no
lo encontramos. Qué pena.
Como siempre, la gente nos mira raro, y COMO SIEMPRE, vemos el sol.
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Entramos en el restaurante mexicano (Plaza Jalisco o algo así) pensando que el hombre se
sorprendería al oírnos hablar español, pero qué va, ni por asomo. Nos atiende normal y ni
nos pregunta de dónde somos o qué hacemos allí. A una familia de hispanos que hay al lado
sí que se lo pregunta… ¬¬
Pedro y yo nos pedimos burritos de chorizo (que no fue exactamente chorizo y llevaba una
salsa extraña que según Pedro era de alubias) y Silvia un taco vegetariano que resultó que
llevaba carne.
Cuando salimos, justo antes de pagar, Silvia y yo fuimos al aseo. Lo hicimos juntas porque
entré y me dio mal rollo (era frío y negro –en teoría verde. EN TEORIA-) y mientras Pedro se
quedó pagando y le preguntó dónde quedaba la comisaría, pues no la habíamos encontrado
el día anterior. Después nos enteraríamos de que el hombre le preguntó si teníamos algún
amigo… en los calabozos. Tipo extraño…
Después de caminar por varias calles residenciales, encontramos la comisaría, identificable por
el cartelito que ponía delante, porque aquello no parecía una oficina de policía ni por asomo
(aquí nada parece lo que es).
Mientras nos estábamos echando una foto, llegó un policía en todoterreno y nos preguntó
algo. Como no lo entendí me puse rápidamente en pie y caminé hacia él… perdiendo
guantes, cámara y demás por el camino jaja. Al final resultó que nos estaba preguntando si
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queríamos que nos echara una foto. Le dije que no, aunque cuando ya se alejaba me di
cuenta de que podríamos habernos echado una foto con él (¿el padre de Bella? ^^)
Junto a la comisaría había una especie de centro de entretenimiento de Forks. Nos acercamos
sin creérnoslo… y resulta que son sólo servicios comunitarios. XD. Después, cuando
intentamos echarnos una foto con un coche patrulla, dos policías que estaban bajando cosas
de un coche nos dicen “esto es zona restringida…”. Vaya por Dios.
De forma casi irremediable volvemos a acabar en el instituto y nos asomamos. Nos molaría
mucho entrar, pero no es cuestión de colarse, ¿o sí?
Silvia abrió una puerta de extranjis… y comenzó a
sonar un pitido. He de confesar que me cagué y me
eché pa’ atrás… sólo pa’ darnos cuenta entonces de
que era un coche que estaba echando marcha atrás y
no una sirena, jaja.
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Port Angeles
(23-4-08)
Hoy vamos a ir a Port Angeles en bus. No vamos a coger el primero porque es muy
temprano, pero estaremos a medio día allí. Ya sabemos donde está la estación de autobuses
(entre los moteles y Thriftway) y nos dirigimos allí directamente. También se supone que es la
oficina de turismo, pero como sólo abre los fines de semana, pues…
Me hago un poco caos con el dinero que tenemos que pagar, pues además de no ser lo que
en un principio ponía en el papel, el conductor (el prototipo americano) habla raro. Al final
nos cuesta 1$ a cada uno (sí, más de 60 km a menos de 70 céntimos de euro)
Cuando llegamos a Port Angeles nos echamos un par de fotos en el puerto y después vamos a
la oficina de turismo que hemos visto al pasar con el bus. En el camino a una mujer le hace
gracia mi trípode y le entra la risa tonta. Raro.
En fin, seguimos andando y junto al ferry que va a Victoria (Canadá) entramos en la oficina
de turismo en busca de un mapa. Como vemos que los planos que hay son de dos o tres
ciudades, le pregunto a la mujer que hay si tiene mapas sólo de la ciudad. Me enseña uno que
tiene justo debajo y cuando empiezan a hablar (ahora hay dos tías), les atajo y les pregunto
por la “Bella Italia”. Me indican como llegar y me rematan con un “pero no están rodando
aquí”. ¿En serio? No me digas.
Vamos hacia donde nos han indicado, dos calles más arriba del puerto, y bajando, bajando
encontramos la “Bella Italia”. Nos acercamos, nos echamos fotos y miramos a ver si podemos
comer…
Pero la mujer de la oficina de información tenía razón cuando nos dijo que creía que no
hacían comidas: el restaurante abre a las cuatro de la tarde, para cenar allí. Qué lástima, no
nos da tiempo ni por asomo, ya que el último bus sale a las cinco de la tarde.
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Algo decepcionados.
Seguimos avanzando por
calle. Encontramos la librería
donde Bella no llega a
comprar libros y la tienda
donde compran los vestidos
para el baile. Antes de que
podamos entrar en ésta
última a Silvia comienza a
dolerle el estómago y
tenemos que correr en busca
de un baño.
Entramos en un asiático y el
hombre nos manda fuera a
la derecha… seguimos las
indicaciones sin saber si
teníamos que entrar en otra
parte del restaurante o qué y nos encontramos con unos servicios
públicos. Uig.
Cuando Silvia sale, caminamos sin alejarnos mucho del baño en busca de una cafetería,
restaurante bocatería o algo, pero aquí las cosas no son como en Europa y no diferenciamos
entre cafeterías, barberías ¿y qué era lo otro? Ah, sí, tiendas de regalos.
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En ese restaurante, además, para ir al cuarto de baño tienes que hacer una revuelta rara,
pasando junto a la cocina y viendo todo (absolutamente todo) lo que se hace ahí. Es el
primero que veo así y me quedé bastante flipada. Jaja.
Cuando salimos vagabundeamos un poco por la ciudad. Un hombre que nos había estado
mirando en el bus hacia Port Angeles se nos acerca con un “¿ustedes hablan español?” de
presentación. Nos dijo como se llamaba (Julio Junior no sé qué) y después de dónde era,
pero el pueblo tenía un nombre muy raro. Sólo nos quedamos con algo de California. Jaja.
Después, Pedro hizo el experimento de pasar por uno de los pasos adoquinados (sí,
adoquinados, no de cebra) con unas banderitas de color rojo anaranjado chillón. Íbamos
descojonándonos mientras lo hacíamos, jajaja.
Entramos en la tienda de los vestidos, pero era pija, así que salimos enseguida. Fuimos arriba
y abajo por el pueblo hasta que nos aburrimos y decidimos irnos en bus antes de lo que
habíamos planeado.
Port Angeles es toda igual y hace más frio que en Forks (al menos el día que estuvimos allí).
En resumidas cuentas: nos decepcionó.
En el camino de vuelta en bus, el tiempo se volvió completamente loco (como no). Iba
soleado cuando pasamos por el lago Crescent y poco después comenzó a diluviar.
En una de las paradas que hicimos entre el lago y Forks, se subieron un chico rubio y una
muchacha. Él, descarado, no hacía más que mirarnos. Al principio aparté la mirada, pero
cuando volví a mirarlo y vi que seguía con los ojos fijos en Silvia y en mi, le hice un gesto.
Me contestó y al poco veo que comienza a hacernos gestitos con el móvil de su compañera,
como si se lo hubiera robado y la tía ni se hubiera enterado.
Me dio un ataque de risa al pensar que aquel era nuestro primer contacto con un chico de
Forks y no nos estábamos enterando de nada. Y ya, después de eso y de que apareciera la
cabeza flotante de Pedro entre los asientos de Silvia y mío, el chico dejó de prestarnos
atención (se puso a charlar con un hombre que tenía enfrente y se saludaron a golpes d
emano como si se conocieran de toda la vida –y no lo hacían, porque segundos antes le había
preguntado su nombre).
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Antes de bajarnos del bus, le pregunté al conductor si el autobús de La Push paraba en la
parada del principio del pueblo (la que nos pilla más cerca del hotel) y de pronto veo que el
hombre coge la radio y llama al autobús de La Push. Oigo que le pregunta dónde está y yo
“¿Qué haces?” Él no me contesta y lo dejo hablar un poco más, pero cuando veo que cierras
la puerta del autobús y se prepara para andar, cunde el pánico y digo “Espera, espera, espera.
¡Era sólo una pregunta para mañana!” Jaja, el hombre, muy amable, estuvo a punto de
llevarme hasta donde estaba el bus a La Push. Jaja.
Después fuimos al Thriftway para abastecernos de más tortitas (que están muy ricas, aunque
el sirope comienza a darme asco, porque no se despega del plato bajo el grifo del agua) y de
pan y fiable para el picnic de mañana en la playa. En el camino de vuelta, seguimos
partiéndonos el culo como todos los días entre los forkulos, los narangorri y los palminos.
Como llegamos super temprano a casa, decido dar una vuelta por el rio y explorar la parte
de arriba. Quiero llegar a los rápidos que se ven, pero antes de hacerlo veo un cartel de
“propiedad privada”, así que me doy la vuelta con unas cuantas autofotos, XD. Al volver me
paso la escalera de subida, pues todo está igual de verde, pero consigo encontrar las escaleras
de subida.
¡Oh! Y hacía un momento estaba lloviendo, ¿no? Pues ahora luce un sol precioso.
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La Push
(24-4-08)
Hoy hemos ido a la Push. Después de la confusión con el conductor de ayer no estábamos
seguros de si cogerlo en la parada que hay al lado de nuestro hotel o en la estación de
autobuses. Al final, tras preguntarle a un hombre y ver los horarios de la parada, nos hemos
decidido por la más cercana al Olympic Suites Inn.
Al final el bus ha parado frente a nosotros y nos hemos vuelto a hacer un lio con el dinero.
Como es un trayecto corto, nos ha costado 2$ por los tres, pero para llegar a esa
conclusión… El conductor al final me pidió disculpas por hablar tan rápido. “No me había
dado cuenta de que erais extranjeros” me dice. Jeje. ¡Si es que ya parecemos de Forks!
En el bus había una india y otro hombre, y ya habíamos alcanzado el territorio de la reserva
cuando el conductor (un motero de Harley) comenzó a hablarnos. Nos preguntó de dónde
éramos (él había estado en Madrid y Barcelona) y nos fue contando cosas de La Push. Nos
dijo que, bajo ningún concepto, perdiéramos el último bus, pues el de las 5 era el último y
desde allí no había ni taxis ni nada hacia Forks. Algo que me resultó chocante fue que me dijo
que en verano, en Forks, hacía 69 grados… yo
flipando O.o hasta que caí en que no eran grados
centígrados.
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Al ver que hay gente subiendo de la
playa, nos dirigimos hacia allí y
usamos el camino que ellos han
utilizado para subir. Tenemos que ir
saltando de troncos gigantes que la
marea ha arrastrado a troncos más
grandes todavía, pero eso es lo
divertido. Nunca habíamos visto una
palaya
así.
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Caminamos por la playa, admirando el paisaje y recogiendo piedrecitas de colores. Apenas
hay un par de personas en la playa, que nos miran desde la lejanía. Cuando alcanzamos casi
la otra punta de la playa, nos decidimos a parar en un tronco GIGANTESCO para comer allí.
Mientras nos tomábamos los bocatas llegaron unos chinos (o quizá japoneses) y la madre y la
hija comenzaron a echarse fotos… lo menos 100 en el mismo tronco, os lo juro.
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…
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Estuvimos por allí echando fotos, escribiendo en la arena y posando a lo “sirenita”, pero creo
que sobras las palabras…
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Cuando creímos que era la hora adecuada para coger el bus (habíamos calculado el tiempo
que nos había llevado llegar), nos volvimos a sumergir en la selva verde y, esta vez en silencio
y moqueando, volvimos a la civilización.
Y en La Push la gente tampoco anda demasiado. Sólo nos cruzamos con dos mujeres, e iban
en un carrito parecido al de los campos de golf pero totalmente cubierto (por cierto,
avanzaban por la acera ¬¬).
Eso sí, ¡Dios! Entramos en un restaurante para que nos dieran cambio de un billete de cinco
(el bus coge el dinero justo) y vimos a la imprimación de Jacob. ¡Qué india más guapa! Me
he enamorado de ella aun siendo hetero.
Con el dinero en efectivo para el autobús, nos dirigimos a la “parada”. En el camino un perro
intentó flirtear con Silvia (metiéndole el morro en el culo, que los perros son muy delicados
ellos) y tanto Pedro como Silvia merendaron.
Por desgracia, el conductor que vino no fue el motorista, por lo que no pudimos contarle qué
tal nos había ido todo.
Cuando llegamos a Forks fuimos al Thiftway para el picnic de mañana en el lago Crescent y,
de vuelta hacia el hotel, tuvimos sesión especial de forkulos. Ocho veces nos pasaron, y
prácticamente nos siguieron al hotel. Tipos extraños.
Fue el día más nublado de los que hemos pasado en Estados Unidos ¡y por la noche vimos
Perdidos en directo!
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Las cascadas Marymere y el lago Crescent
(25-4-08)
Hoy vamos a ir de nuevo a hacer un picnic en medio de esta tierra “Evergreen”. Hemos
estado mirando el horario de buses y, aunque teníamos intención de ir a ver las cascadas
Marymere, tendremos que quedarnos en
un pueblo que hay en la punta del lago
Crescent y desde ahí caminar junto al lago.
Las cascadas pillan demasiado lejos para ir
(además de que las curvas del camino no
molan para ir andando con los coches
pasando por al lado a toda velocidad).
Cuando se va, dejándonos en medio de la nada, cogemos el caminito que nos ha indicado y
volvemos a sumergirnos en un
bosque verde maravilloso. Eso sí,
apenas habíamos dado unos pasos
en él cuando oímos unos ruidos
extraños. Tacatacata … ¡Un pájaro
carpintero! Flipante *-* ¡Ya hemos
visto una nutria, un águila real y
ahora oímos uno de estos pájaros!
Mola.
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Hasta dar con las Marymere Falls… que eran una sola cascada.
Para bajar cogemos otra ruta, pero nos deja en el mismo sitio (en la zona de las pasarelas), y
después de echarle una foto a una pareja, que sin oírnos hablar ni nada nos preguntó en
español “¿foto?”, paramos a comer en la “playa”.
Después, con los estómagos llenos emprendemos el camino de bajada. Como bien nos había
dicho el conductor, ¿si íbamos cuesta abajo hacia dónde íbamos? ¡Hacia el lago Crescent!
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Al tocar el agua del lago Silvia me dice que está caliente. No me lo creo, pero al tocarla yo
también es verdad, ¡está calentita! Me decido a
meter los pies y… nada más tocar el agua digo
“¡¡¡ostias!!!” Notábamos el agua caliente en las
manos porque teníamos los dedos helados, pero
los pies, que estaban cubiertos por las botas y los
calcetines…
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Seattle
(26-4-08)
Hoy nos hemos levantado temprano. Es nuestro último despertar en Forks, ya que el de
Rocket viene a las 9:30 para llevarnos a Seattle. Terminamos de meterlo todo en las maletas
(tengo que llevar cosas de Silvia, jeje) y hasta hay quien se ducha, pero a las nueve menos
algo ya nos estábamos haciendo las tortitas.
Me zampo tres tortitas a lo medio bruto; Silvia se toma dos y Pedro una (ha desayunado
antes, jeje). Después voy a devolverle la llave a la de recepción y me atiende una chica joven
que, contadas, me dice cinco palabras. Jopé, que desilusión.
Cuando vuelvo a la habitación ya están montando (con algunos problemas) las cuatro
maletas (sí, ha aumentado el número en una, jeje). Juagan al tetris durante unos minutos,
pero acaban por entrar, y en cuanto la puerta cierra, nos despedimos de la casa.
¡Adiós Forks! ¡Adiós forkulos! ¡Adiós barbinators! ¡Adiós narangorris! ¡Adiós, adiós, adióssss!
En el camino (que recuerdo son cuatro horas), hablo con el hombre. Le pregunto un par de
cosas y descubrimos que hemos tenido suerte con el tiempo (aunque yo sigo creyendo que
aquello simplemente es un tiempo de locos), que lo de las lunas tintadas viene de los hispanos
que emigraron del sur y que los coches son tan altos porque es legal ponerles ruedas grandes
y a los adolescentes les gusta. ¡Oh! Y también nos enteramos de que los árboles los dejan
crecer 50 años!
Cuando alcanzamos el lago Crescent y ya vamos por la mitad, se aorilla y nos pregunta si
tenemos una cámara a mano. Le respondo que sí y se ofrece a echarnos una foto con unos
árboles que hay ahí… Nos giramos y vemos tres tristes árboles todo cutres de los que hay en
Cieza junto al rio (y los nuestros son MUCHO más grandes…) “Emmm… no gracias”. Jaja
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Seguimos con nuestro camino y cuando llevamos una media hora o así (Pedro y Silvia estaban
más que sobaos en la parte de atrás y el hombre ya me había preguntado si es que estaban
cansaos de dormir poco la noche anterior, jejeje), paramos para descansar las piernas e ir al
aseo si lo necesitábamos. El área de servicio era preciosa y con unas vistas alucinantes.
Las calles me gustan, no sé por qué, y hay un momento en que encontramos en una misma
calle un café llamado “Bella” y justo al lado un cartel que pone “Edward” jajaja.
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Después de entrar en varias tiendas sin demasiada suerte, encontramos el paraíso de Silvia (y
en parte mío, jeje): ¡una tienda de libros, CD y DVD! Entramos y yo compro regalos mientras
que Silvia compra ciento y la madre de discos de música y películas que todavía no han
sacado en España.
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Al salir de allí, buscamos un lugar para comer, pero no
vemos nada abierto. Son la cuatro de la tarde y todos los
restaurantes que cruzamos resultan ser tiendas de vinos o
algo así. Al final acabamos en un Subway, donde nos atiende
un asiático medio cotilla que queda extrañado por la
palabra “mostaza”. Jaja.
Cuando al
final volví al
Subway, me
dio un ataque
de risa
mientras
intentaba
decirles a
Pedro y Silvia
que al cruzar
la puerta
había
aparecido en
otro mundo,
jajaja.
Al salir de la
bocatería
estuvimos paseando por ahí. Llegamos a un mercado extraño donde venden de casi todo.
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Al mismo entrar me cogí del brazo de Silvia, acobardada,
¿aquellos de la esquina, los de la pescadería, estaban tirando
pescados al rodeo? Dios.
Había frikis por TODOS lados. A los ángeles les entendemos, pues les
pagaban por repartir publicidad, ¿pero qué diablos hacían allí una
chica con un tutú azul y medias rosas, una chica con alas de
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murciélago, un skater con cola y UN CHICO CON ZAPATILLAS DE PICACHU de andar por
casa? ¡¡Por Dios!! Y ya cuando llegó el payaso y se puso a bailar todo raro… mae mía, que
risas. ¡Qué gente más colgada! Tenemos que buscar una nueva palabra para describirlos,
porque estos ya estaban un escalafón más arriba de lo comúnmente conocido por friki.
Cuando nos cansamos de estar allí, paseamos un poco más por la ciudad hasta que decidimos
irnos al aeropuerto. El taxi amarillo que cogemos es super cutre (sólo Silvia puede ponerse el
cinturón y tiene grafitis negros dentro del coche :S)
Pensábamos que en el aeropuerto habría tiendas, como en todos los aeropuertos grandes,
pero no hay nada, así que nos apalancamos en unas sillas pensadas a mala leche para que no
te puedas tumbar y nos preparamos para pasar el rato hasta mañana…
La gente va cambiando poco a poco a nuestro alrededor, aunque creamos moda y otras
personas que también tienen que pasar la noche allí se tumban en el suelo.
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Viaje de vuelta
(27-4-08/28-4-08)
Pedro y Silvia me despiertan porque el vuelo ya aparece en los monitores. Según ellos,
adormecida, digo como unas diez veces “un minuto más...” jaja (como no hay pruebas de
ello, yo siempre lo negaré!!). Abro los ojos entre molesta y somnolienta. Aunque parezca
imposible he conseguido dormir casi dos horas seguidas allí en el suelo del aeropuerto y
quiero másss.
Vamos hacia la mesa de facturación y las dos personas que hay allí nos atienden a los tres. El
hombre comenta “tres que llegan con tiempo”; si llega a saber que estamos allí desde las siete
del día anterior... jajaja. Le pregunto a la mujer qué pasaría con nuestra escala en caso de que
el vuelo saliera tarde y me dice que no saldrá tarde porque ya está allí. Genial, una cosa
menos de la que preocuparse.
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La gente comienza a hacer cola, pero no tengo ni idea de
pa’ que, y Silvia y Pedro deciden ir a buscar comida. Justo
desaparecen y anuncian por megafonía que vamos a
empezar con el embarque. Mierda, que casualidad. Pienso
que es imposible que no lo hayan oído, pero pasan la
zona A y B antes de que ellos vuelvan. Cuando finalmente
lo hacen, llegan con un gran tesoro: ¡¡¡THE MESSENGERS!!
Jeje
Sin embargo, este viaje se hizo más ameno que el de ida... hasta que cuando ya aterrizamos,
le pregunto a Silvia “¿ha dicho el
piloto que son las 5?” y ella “sí,
son las 5”. Y yo “¿y nuestro
vuelo sale a las 6?” y ella, “Sí”.
“¿Tenemos una hora pa’ coger
las maletas, facturarlas de nuevo
y llegar a nuestro siguiente
vuelo?” Ahí ya nos miramos los
tres con cara de “¡¡ostias!!”
Es a y cuarto cuando aquello comienza a moverse y salimos del avión. Nos damos cuenta de
que es raro (o al menos diferente al viaje de ida) porque salimos al aeropuerto. Intentamos
explicar eso con lo de “es que no tenemos que pasar por la aduana” mientras seguimos a la
masa. Barajamos la posibilidad de separarnos y que Silvia vaya a la puerta de embarque
mientras Pedro y yo vamos a por las maletas, pero al final acabamos todos juntos FUERA
DEL área de transbordos y esperando junto al resto de pasajeros las maletas (digna de
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recordar la cara de “ni puta idea de lo que me estás preguntando, chica” que me puso un
agente de seguridad jovencito cuando le pregunto si al salir podría volver a entrar jajaja).
Volvemos a pasar el detector de metales con un hombre en prácticas viendo los rayos X. Se
detiene en cada maleta, la para, la saca y la vuelve a pasar... y nosotros esperando. Paso yo
primera y estoy atacada de los nervios mientras espero a que me den mi maleta; a la mujer
que iba justo delante de mí le han hecho abrir la maleta y ahora la están entrevistando en una
esquina... por favor, que no me hagan eso a mi , que no me hagan eso a mi... no tenemos
tiempo.
Paso al fin, pero entonces me toca esperar a Pedro y Silvia. Una mujer que iba justo delante
de ellos ve volar su bandeja cuando Silvia la echa hacia un lado con un “¡pero bueno!” y es
que la mujer iba cogiendo cosita por cosita como a cámara lenta.
Apenas han pasado ellos dos el control cuando, al poner un pie en la terminal A oímos...
“última llamada para el señor Cascales Pérez, Navalin Martínez y Cabarro Gómez...” Miro a
Pedro con cara de pánico. “¡Somos nosotros!”
Echamos a correr hacia la terminal C, cada cual como puede. Pedro va delante, haciendo los
cien metros lisos con niños (en lugar de con vallas) y protegiendo los CD de Silvia hasta con
su vida. Yo voy después, saltándome todas las cintas de estas deslizantes y viendo como Silvia
me alcanzaba cada poco porque ella sí se montaba en ellas...
El caso es que todos íbamos igual: corríamos al ver los letreros de “terminal C, puerta 2 a 24”
y cuando veíamos un cartel nuevo del estilo “puertas 12 a 24” parábamos... sólo para
empezar a correr otra vez al darnos cuenta de que un poco más adelante ponía “puertas 18 a
24” y una flecha de “hacia delante”. Aquello era eterno. Había bloques de tres o cuatro
puertas seguidos de un pasillo larguísimo y otras tres o cuatro puertas de embarque. Y todo
eso, por supuesto, aliñado con un “última llamada para los señores...” (y esos señores éramos
los tres ciezanos que corríamos como malditos diablos moribundos).
Pedro alcanzó finalmente la puerta 20 (la que nos aparecía en los billetes) y le dice a la mujer
“Do you speak Spanish?” y ella “no”. Mierda. Pero entonces se acerca un securata y le dice
que para Madrid el vuelo es en la puerta 24... y de nuevo por megafonía “última llamada”.
Por suerte aquel ya era el último pasillo y la puerta de nuestro vuelo seguía abierta, con
personas que hablaban español en la puerta. Cuando llegué, jadeante, digo “¿y nuestras
maletas?” y la tía, tras teclear, dice “en Madrid” O.o
Me cago ennnnnnnnnnn...
Cuando nos montamos en el avión (éramos los últimos) íbamos sudando, con la respiración
entrecortada, mareados y con dolor de garganta. Comenzamos a reírnos al pensar en el
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pedazo sprint final que nos habíamos pegado a la vez que juramos y perjuramos que la
próxima escala que planeemos será de más tiempo. Además, nos preguntamos qué diferencia
hay entre un vuelo y otro para que en el anterior tuviéramos que recoger las maletas y en
éste no. No hay explicación.
Aún tardamos casi hora y media en despegar, pero ese tiempo nos sirvió de mucho: Pedro
consigue ganarse el mal humor del de delante al toserle en la cabeza tan fuerte que le movió
el pelo, y a mi dos chicos me calientan la oreja con su conversación de fiestas, tías y viajes
(para buscar fiesta y tías, claro). Buah, se nota un montón que ese vuelo va a España, pues la
gente no hace más que hablar y hablar.
Como vamos sentados juntos, el viaje se hace más ameno. Nos ponen varias películas, pero
sólo recuerdo “Encantada”, porque lo que pudimos reírnos con
la ardilla es inolvidable, y también recuerdo la pasta que nos
pusieron para cenar. ¡Como picaba la cosa esa! Además, una
postura memorable fue cuando Pedro se durmió apoyado en su
mano (o al menos intentó dormir), Silvia se apoyó en el hombro
de él y yo, ni corta ni perezosa, abrí la bandeja de Silvia y me
recosté en ella a la vez que Silvia me echaba un brazo por la
espalda jajaja. ¡Oh! Y vimos amanecer. Suponemos que esa es la
mítica barrera entre el día y la noche de la madre de Silvia.
Jejeje.
De la tripulación decir que la que hablaba español lo hacía raro “auriculos” (en lugar de
artículos, aunque yo al principio pensaba que era en lugar de auriculares), “Barrajas” (en lugar
de Barajas) y bastantes cosas más formaban parte de sus traducciones. Y ya cuando estábamos
aterrizando (ya se veía el suelo de la pista por las ventanillas) oímos “señora siéntese, señora.
Señora SIT DOWN señora SIT DOWN!!!!” con voz de pánico... jajaja. ¿A quién se le ocurre
ponerse en pie en ese momento?
Finalmente el avión aterriza y nos bajamos… Madrid dulce Madrid. Ya estamos en territorio
español y son las ocho de la mañana del día 28, lunes. En esta ocasión no somos inmigrantes,
por lo que el control de aduanas es muy rápido (sólo nos miran el pasaporte). El chico que
nos atiende sonríe al oír decir a Silvia “¡¡al fin algo que entiendo!!” jajaja.
Eso sí, cuando cojo mi maleta de la cinta y la pongo en el suelo… está a punto de volcarse.
¿Y esto? La tumbo y veo que le han arrancado una rueda de cuajo. Serán hijos de… puntos
suspensivos. Y ahí no acaba la cosa: cuando Silvia va a coger unos pantalones pa’ cambiarse,
se da cuenta de que le han quitao el candao y que en su lugar tiene una brida de estas que no
se pueden abrir manualmente. Pedro le dice “espera, que te doy una cuchilla pa’ que la
cortes”… pero al abrir su maleta no lleva ni las cuchillas ni el líquido de las lentillas. ¡Por
Dios! ¡Ni que fuera a teletransportarlas a la cabina desde el equipaje de mano!
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Le preguntamos a un policía si tiene algo puntiagudo y después de explicarle pa’ qué es (no,
no queremos matar a un americano por habernos registrao las maletas), abre la maleta de
Silvia él mismo con una navaja multiusos.
Estamos ya fuera, en la puerta de un baño, cuando Silvia abre su maleta y se encuentra una
notita del departamento de seguridad de los EEUU. La traducción simultanea era:
Despotricando sin control contra los estadounidenses (aunque seguimos diciendo que los de
pueblo son muy simpáticos ^^) buscamos un taxi que nos lleve hacia la estación de tren. El
hombre no habla nada (absolutamente nada :S) pero nos deja junto a Chamartín.
De ahí avanzamos con nuestras pobres maletas (la mía es la que peor parte se ha llevado y
chirría por todos lados) hasta la cola para comprar los billetes y aunque pensábamos ir hasta
Murcia capital acabamos comprando
unos billetes hacia Albacete, que sale
antes :D. El padre de Silvia irá a
recogernos.
A las
doce
y
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Son las tres menos algo cuando llegamos a Albacete. Nos bajamos después de sufrir un
pequeño atasco en la salida del tren (¿por qué la gente tiene la manía de pasar de
compartimento en compartimento cuando el tren se para? ¿Es que no se da cuenta de que va
a haber gente bajándose y que no podrán pasar?) y después de pasar una vez más por el
aseo, salimos a la puerta para esperar al padre de Silvia.
Estas son las pintas que llevábamos para esas alturas de viaje:
Cuando finalmente llega Antonio, nos metemos en un bar para que él coma un poco. El olor
a tabaco nos choca un poco después de una semana completa sin olerlo.
Después nos motamos en el coche y nos pasa igual que con el de Rocket: ¡to dios a sobar! Por
suerte, yo ya no estaba en el asiento del copiloto y no tuve que intentar mantenerme
despierta para darle conversación al conductor. Pobre Silvia, ahí descubrió lo que era dar
cabezadas sin darte cuenta hasta que acababas con la cabeza descolgada. Jaja.
Y aquí acaba nuestra historia, porque después cada uno se fue a su casita a abrazar a su
familia, a mimir, a ponerse al día con las noticias de Crepúsculo... y “Gran Hermano a lo
Forks” terminó en cuanto me bajé del coche.
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Anecdotario:
-A Pedro no le gustan las fotos, ¿no? Pues cada vez que Silvia levantaba la cámara y enfocaba,
Pedro se ponía en medio sin proponérselo (supuestamente).
*Forkulos Forks + garrulos= forkulos. Chicos que van arriba y abajo por la calle principal
de Forks, en coche y con la música a toda castaña.
*Forkulo jefe un forkulo con todoterreno descapotable que sólo salía cuando hacia sol
(usease, una vez a la semana jaja).
-Al caminar, el suelo de la habitación hacia PUMBA, PUMBA, PUMBA. Además, nuestros
vecinos de arriba también pisaban fuerte y de vez en cuando parecía que el techo fuera a
desplomarse sobre nuestras cabezas.
-Hay tres cosas con las que podemos torturar a Pedro: salsa china, bocadillo de albóndigas y
culo de gorda. Jaja. No explico más.
-Grabamos varios videos paranoia: está el del duende cocinero, el de la carrera por el bosque
(sin moverse más de un metro, jaja) y uno en el metro de Madrid en el que Silvia y Pedro se
fusilaban.
-Es mítica la llamada a Rocket y la tía diciéndome “essooo nooo essss looo queee teee heeee
preguntaaadoooo” Jaja.
-Estando en la Push llegó una familia de orientales y la madre e hija que iban cogieron un
tronco pa’ echarse fotos… y no lo soltaron. Si no se gastaron un carrete entero echándose
fotos en el mismo sitio es porque la cámara era digital, que si no…
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-Y ahora que comento lo del aeropuerto… ¡Silvia y yo conseguimos reunir a 15 personas
tumbadas en el suelo! ¡Fuimos las primeras en acostarnos así para dormir y la gente nos imitó!
-También hay una frase mía mítica que es tal que así: “las nutrias son como las estrellas
fugaces, que cuando dices «miraaaa, una nutriaaaa» la gente mira pero la nutria ya no está”
XD.
-En el viaje de vuelta Silvia tuvo una premier de la historia de Markus y Evangeline. Jaja.
-Dejamos nuestra firma (en inglés y en español) en un librito de fans de crepúsculo de “estuve
en Forks”.
-Después de todas las comidas que hacíamos fuera… pastilla contra el ardor de estómago al
canto.
-Silvia dice que somos racistas porque a los cuervos que había en Forks (que nos seguían) los
llamábamos los “pollos malos”. Pero no somos racistas, si hasta les pusimos nombres ^^
-Hubo una embarazada que intentó echarnos maldeojo en el Thrifthway. Nos miraba con
una cara de mala leche… y la tía no apartaba los ojos, eh.
-A la ida y a la vuelta de Filadelfia coincidimos con un grupo de españoles que iban a Las
Vegas a un concurso de dardos.
-La tele eran 6 minutos de programa y 5 minutos de anuncios. Exagerao. Y los programas
eran… POR DIOS. Todos los americanos tontos se reúnen en la tele, con eso lo digo todo. Y
había dos especímenes que después de reírse de los rusos empezaban a decir “USA!! USA!!”
Buah! ¬¬
-Había un canal que era todo Charmed. A cualquier hora del día que lo pusieras salía eso.
-Pedro “atacó” con su verborrea a una limpiadora, que quedó en estado de shock y sin poder
responder.
-En Port Angeles había cada coche maqueado a lo raro… Le salían palos de donde no tenían
que salirle. Jajaja.
-Había un semáforo mítico en Forks: había que pulsar para pasar, pero una vez se ponía en
verde, te daba sólo cuatro pitidos de tiempo. Ibas por la mitad y ya estaba en rojo :S
-Pedro y Silvia se pusieron a hacer palmas en un autobús. Yo como si nos conociera, jaja.
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-La gente debió de flipar con nosotros cuando nos vio a los tres en medio de la explanada del
Olympic abrazados. Estábamos haciendo sobra pa’ ver las fotos nuevas de crepúsculomeyer
en la PSP.
-A la de recepción, en 2 años que llevaba allí, nunca le habían preguntao por el transporte
público…
-La mujer de la recepción me dijo que ya que había un hombre en el hotel que iba a “Hoh”
(un bosque) podía acercarme y pedirle que nos llevara con él :S. Jajaja.
-Vimos de cerca dos ardillas, dos conejos, dos nutrias (que en os carteles parecían focas) y un
águila. Más monasssss.
-La gente pedía muchas disculpas. En el supermercado si pasaban cerca (aun sin rozarte) ya
sabías que un “sorry” venía detrás.
-Vimos un “porta plátanos” para niños. Pedro pensaba que era para cortar los plátanos, pero
no, era como una fiambrera pero sólo para plátanos XD.
-Pedro y Silvia eran dos personas pegadas a unas lentillas. No se llevaron gafas por voluntad
propia y te prometo que no sé como aguantaron :S
-Una tarde Silvia me dice “despiértame a las 9”, pero yo me metí en mi habitación (dejando a
Pedro sobao en el sofá) y me quedé durmiendo también. A las 10 o así me despierto porque
Pedro se está acostando (se despertó y pensó que lo habíamos dejao abandonao) y Silvia al
poco sale diciendo “¿no te había dicho que me despertaras?” Ups.
-El primer día probando la wi-fi Pedro y Silvia se pusieron en la esquina de la cocina, junto al
microondas, porque allí era donde más señal les llegaba. Si los veis a los dos…
-Compramos cubiertos, platos y vasos de plástico, pero al llegar a casa nos damos cuenta de
que… ¿cómo vamos a meter las tortitas en el microondas con un plato de plástico? ¬¬
-Vimos muchas casas de Gabi y Ana, a cada cual más… ¿pequeña? ¿grande? Jaja.
-Silvia compró pa’ Vane una bolsa de regaliz pero estaba de mala… Buag.
-Mi cámara estaba empeñada en saltar de mi bolsillo y estamparse en el suelo, pero no sólo
eso: cuando la ponía con el trípode, salía corriendo hacia la foto y catapumba, la cámara al
suelo de espaldas :S
-Seguimos sin saber cuánto dinero son los “dime”. ¿Y cuánto serán los “dijo”? Jaja.
-En la tienda de CD de Seattle, Silvia dijo su mítico “¿y por qué aquí no hay carritos?”
-En la plaza de “cada loco con su tema” había una fuente extraña en la que podías pasar por
debajo mojándote sólo un poco. Mola.
-El único insulto que oímos fue un “fuck you” que un skater le dijo a otro porque no podía
alcanzarlo.
-Forks tenía radio, pero era de una calidad… una anécdota al respecto:
Estaba yo escuchando la radio, sin conocer ni una sola de las canciones que me
ponían, hasta que de pronto sale una que sí había oído y digo “¡al fin una que
conozco!” Entonces salta Pedro y dice “menos mal que has dicho eso, porque yo ya te
iba a preguntar que qué mierda de música estabas escuchando…” Jaja.
-Los coches en Forks se paraban a kilómetros del paso de cebra cuando tú pasabas. Debe ser
que les entraba el pánico “¡¡¡¡¡Un peatón!!!!”
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