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“Nunca he permitido que la escuela entorpezca mi educación “

Mark Twain

Cuando hablamos de calidad educativa, y más en nuestros colegios, solemos pensar en un


modelo de gestión para la diversificación de clientelas (seres sociales) con bases culturales
diferentes, que junto con las restricciones materiales han hecho que tanto los objetivos
como los modelos de gestión y administración originales, no tengan en cuenta las
necesidades personales, sociales y humanas.

Frente a esto se nos plantea nuevos desafíos cualitativos que hacen volver a pensar hacia
dónde ir y cómo debe organizarse y conducirse una escuela, un grupo de escuelas, un
sistema educativo.

Por lo tanto, en nuestro acto de reflexión no deben obviarse tres preguntas esenciales que
acompañan y orientan todo proceso de transformación educativa: ¿A qué calidad educativa
aspiramos? ¿Qué equidad educativa sostendremos? ¿Qué valores impregnarán nuestra
misión educativa? Las respuestas que demos a estas preguntas conformarán un nuevo
concepto de calidad educativa, en el que estén integrados tanto la equidad como los valores
de nuestra propuesta educativa. Pasando así de un modelo de gestión organizativa de
calidad a uno de gestión de calidad humana integral, que responda a las necesidades reales
de nuestros educandos , de nuestras familias, de nuestros docentes y donde la evaluación
pasara de ser un acto objetivo de procesos, para ser un acto dinámico que involucre en la
misión a todos.

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