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Mariano José de Larra

Fragmento de Un reo de muerte


(...) Llegada la hora fatal, entonan todos los presos de la cárcel, compañeros de destino
del sentenciado, y sus sucesores acaso, una salve en un compás monótono, y que contrasta
singularmente con las jácaras y coplas populares, inmorales e irreligiosas, que momentos
antes componían, juntamente con las preces de la religión, el ruido de los patios y
calabozos del espantoso edificio. El que hoy canta esa salve se la oirá cantar mañana.
Enseguida, la cofradía vulgarmente dicha de la Paz y Caridad recibe al reo, que, vestido
de una túnica y un bonete amarillos, es trasladado atado de pies y manos sobre un animal,
que sin duda por ser el más útil y paciente es el más despreciado; y la marcha fúnebre
comienza.
Un pueblo entero obstruye ya las calles del tránsito. Las ventanas y balcones están
coronados de espectadores sin fin, que se pisan, se apiñan y se agrupan para devorar con
la vista el último dolor del hombre.
- ¿Qué espera esa multitud? - diría un extranjero que desconociese las costumbres -¿Es un
rey el que va a pasar, ese ser coronado que es todo un espectáculo para el pueblo? ¿Es un
día solemne? ¿Es una pública festividad? ¿Qué hacen ociosos esos artesanos? ¿Qué
curiosea esta nación?
Nada de eso. Ese pueblo de hombres va a ver morir a un hombre.
-¿Dónde va?
-¿Quién es?
-¡Pobrecillo!
- Merecido lo tiene.
-¡Ay, si va muerto ya!
-¿Va sereno?
-¡Qué entero va!
He aquí las preguntas y expresiones que se oyen resonar en derredor. Numerosos piquetes
de infantería y caballería esperan en torno del patíbulo (...) ¡Siempre bayonetas en todas
partes! ¿Cuándo veremos una sociedad sin bayonetas? ¡No se puede vivir sin instrumentos
de muerte! Esto no hace, por cierto, el elogio de una sociedad ni del hombre (...)
Un tablado se levanta en un lado de la plazuela: la tablazón desnuda manifiesta que el reo
no es noble. ¿Qué quiere decir un reo noble? ¿Qué quiere decir garrote vil? Quiere decir
indudablemente que no hay idea positiva ni sublime que el hombre no impregne de
ridiculeces.
Mientras estas reflexiones han vagado por mi imaginación, el reo ha llegado al patíbulo
(...) Las cabezas de todos, vueltas al lugar de la escena, me ponen delante que ha llegado
el momento de la catástrofe; el que sólo había robado acaso a la sociedad, iba a ser
muerto por ella; la sociedad también da ciento por uno; si había hecho mal matando a
otro, la sociedad iba a hacer bien matándole a él. Un mal se iba a remediar con dos. El
reo se sentó por fin. ¡Horrible asiento! Miré el reloj: las doce y diez minutos; el hombre
vivía aún... De allí a un momento, una lúgubre campanada de San Millán, semejante al
estruendo de las puertas de la eternidad que se abrían, resonó por la plazuela.
El hombre no existía ya; todavía no eran las doce y once minutos. “La sociedad, exclamé,
estará ya satisfecha: ya ha muerto un hombre”.

Juan Antonio del Barrio

1. Localización
Pocos artículos de costumbres de Mariano José de Larra terminan sin una clara petición
de libertad, justicia, honestidad, como vemos en Jardines vacíos, Vuelva usted mañana,
El baratero... Su observación directa de la realidad (nuestro texto es un cuadro de
costumbres) le lleva a proponer idealmente los cambios que habrían llevado a la
sociedad española a la modernización y a la democracia más humana. Comparando su
costumbrismo con el de Mesonero Romanos o Estébanez Calderón, tenemos en Larra a
un militante de la libertad, a un hombre crítico; frente a unos fieles pero pasivos
testigos de la sociedad española. Y también tenemos al hombre que sufre en su carne la
desesperación política y humana que acabó violentamente con su vida, a los veintisiete
años de edad.
El espíritu del Romanticismo es evidente en el texto. Un Romanticismo rotundo,
liberal, de una profunda defensa del individuo y del valor de la vida. Mariano José de
Larra fue un romántico español de la primera generación (primer tercio del siglo XIX).
Comprometió su literatura con su manera de pensar.
Su agilidad expresiva, la versatilidad idiomática que demuestra y la provocación
constante de su frase breve, convierten a este texto en una pequeña joya del
Romanticismo español en prosa, y en un punzante y radical manifiesto en favor de los
derechos del hombre.

2. Aproximación al tema
El tema fundamental de este artículo es el rechazo radical de la pena de muerte,
práctica ejercida por la justicia española durante gran parte del siglo XIX, y también
más adelante. No se queda Larra en esta crítica a las ejecuciones, sino que,ncomo casi
siempre en sus artículos, ahonda en otros problemas fundamentales, como la presencia
de las armas en la sociedad: “¿Cuándo veremos una sociedad sin bayonetas?”; el
sinsentido de la ley del Talión instituida en la sociedad: “si había hecho mal matando
a otro, la sociedad iba a hacer bien matándole a él”; la morbosidad del pueblo
español, expresada múltiples veces en la ansiedad con la que éste quiere ver la
ejecución: “espectadores sin fin, que se pisan, se apiñan y se agrupan para devorar con
la vista el último dolor del hombre”; la apariencia social, o el absurdo orgullo de
clase: “¿Qué quiere decir un reo noble? ¿Qué quiere decir garrote vil?”. Larra
construye una profunda crítica contra los españoles por su belicismo omnipresente, su
morbosidad ociosa, y su absurdo separatismo y orgullo de clase. Su afán de valores
humanos delata el Romanticismo beligerante de su pensamiento.

3. Sobre la organización del tema (estructura interna)


La forma externa de este artículo se asemeja a la estructura del texto narrativo:
El acontecimiento inicial, salida del preso de la cárcel (lin. 1-9); el desarrollo, traslado
del reo por la ciudad hacia el patíbulo (lin. 10-36); el desenlace, llegada al tablado y
descripción detallada de la ejecución (37-46). Pero, aunque la evolución del texto se
disfrace en la estructura narrativa, a Larra le importa sobre todo juzgar lo que ve en
esta morbosa escena de la vida española.

Juan Antonio del Barrio

No es un cuento, es un cuadro de costumbres, cuyo testigo crítico analiza duramente la


realidad, y cuyos personajes son los vecinos reales de Madrid y el desgraciado reo que
va a recibir castigo.
Para trazar una estructura interna lógica diremos que en el primer párrafo, el reo aún
está en la cárcel. Larra destaca un contraste entre los cantos religiosos y jocosos de sus
compañeros de presidio. Y aporta varias muestras de un radical subjetivismo crítico
(“inmorales e irreligiosas”, “espantoso edificio”, “el que hoy canta esa salve se la oirá
cantar mañana”). El párrafo segundo es el itinerario del reo hacia el cadalso, sobre un
jumento. En él se perciben atisbos de ironía en “la cofradía vulgarmente dicha de la
Paz y la Caridad”, que sugiere la paradoja terrible de que una cofradía religiosa
acompañe a un reo hacia la muerte, en vez de protestar y anular la ejecución, por paz y
por caridad, y exigir un juicio justo para el condenado.
El párrafo tercero, más breve, describe al pueblo español, ávido y expectante ante la
muerte del reo. La habilidad de Larra, para describir con objetividad esta actitud de la
gente y, a la vez, ensañarse implícitamente en una crítica dura, es sorprendente. El
siguiente párrafo aporta el pensamiento de un imaginario forastero que presenciara
esta expectación e, inocentemente, se preguntara la razón; es obvio que Larra busca
objetivar este comportamiento de los españoles para reducirlo al absurdo más absoluto.
De hecho, el párrafo quinto, el más breve de todos, es una contestación rotunda a esas
suposiciones del viajero. La repetición “de hombres” en él dispara una dura crítica a la
falta de solidaridad con el prójimo, a la falta de justicia. El sexto párrafo es un cuadro
de costumbres en miniatura, dentro del cuadro mayor que es, por supuesto, todo el
texto.
Recoge literalmente las frases del pueblo, pero la selección de Larra busca claramente
el contraste (“¡Pobrecillo!”, “Merecido lo tiene”) y el falso interés ocioso (“¡Ay, si va
muerto ya!”).
Un estallido subjetivo antimilitarista supone el párrafo séptimo : nos describe
Larra los cuerpos de seguridad que rodean el patíbulo. Así, nos marca el final del viaje,
sin narrarlo directamente, y, a la vez, aprovecha para quejarse de la omnipresencia de
las armas en tono de grito. El párrafo octavo, el penúltimo, se detiene ante el tablado,
para pormenorizar un detalle: “la tablazón desnuda”, por la que Larra deduce que el reo
no es noble. Ante esta discriminación clasificatoria de la muerte y sus ornamentos, el
autor nuevamente no contiene su opinión subjetiva: “no hay idea positiva ni sublime
que el hombre no impregne de ridiculeces”.
Si analizáramos el último párrafo del texto, separando la descripción objetiva de los
hechos de las apreciaciones subjetivas o críticas de Larra, resultarían clara mayoría
estadística estas últimas, pero lo más interesante es que ambos tipos de mensaje se
hallan imbricados fuertemente, en una suerte de inminencia tensa que reproduce con
fuerte realismo el momento de la ejecución. Realismo objetivo porque cuenta el hecho
como fue (“el reo ha llegado al patíbulo”, “las cabezas de todos, vueltas al lugar de la
escena...”, “el reo se sentó por fin”, “Miré el reloj: las doce y diez minutos; el hombre
vivía aún...”, “una lúgubre campanada de San Millán... resonó por la plazuela”).
Realismo subjetivo, crítico, porque nos expone su antimoralidad palpable, porque nos
hace sentir la falta absoluta de justicia y de humanidad en este pueblo (“el que sólo
había robado acaso a la sociedad, iba a ser muerto por ella; la sociedad también da
ciento por uno; si había hecho mal matando a otro, la sociedad iba a hacer bien
matándole a él”, “la sociedad, exclamé, ya estará satisfecha: ya ha muerto un hombre”).
Juan Antonio del Barrio

4. El estilo.
El estilo de este artículo se ciñe a la más estricta eficacia comunicativa: brevedad,
concisión en el relato de los hechos (párrafos 2_ y 3_), detallismo narrativo (párrafos
8_ o 9_), fidelidad a la realidad (párrafos 1_ o 6_).
En cuanto al fuerte ejercicio de subjetividad, casi podría considerarse el texto como
una argumentación contra la pena de muerte. La ironía (línea 6), la paradoja (líneas
3,4), la imaginación objetivadora del absurdo (párrafo 4_) en forma de preguntas sin
contestar cuya intensidad se sucede en orden creciente, la oportuna exageración
(“espectadores sin fin, que se pisan, se apiñan y se agrupan para devorar con la vista el
último dolor del hombre), la queja directa (“¡Siempre bayonetas en todas partes!”), la
pregunta retórica (línea 31) aun contestada (lin. 31-32), la ralentización del tiempo
narrativo para expresar eficazmente la crítica (líneas 37-40; 40-43), la frase lapidaria
(lin. 5, lin. 18, lin. 44)..., son todos procedimientos expresivos para convencer al lector
de la tesis: “Los españoles somos inmaduros, injustos, insolidarios; y nos queda mucho
por aprender en el terreno de la honestidad, la libertad y la justicia”.

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