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La ciudad ya no puede ser un lugar pensado desde las reglas, sino un espacio vivido desde los
principios.
Ya han pasado muchos años desde que se ha podido constatar el fracaso de planificar las
ciudades a medio y largo plazo. Quizás este sistema fuera pertinente a principios del siglo XIX
donde todavía se podía planificar atendiendo a curvas de crecimientos predecibles y
comportamientos sociales estables. Hoy a principios del siglo XXI está ya claro que crear
regulaciones es tan absurdo como pensar que lo que hoy es válido lo será también pasado
mañana. La ciudad depende en mayor medida del comportamiento y el uso del entramado
urbano que de la constitución física específica de cada calle, cada acera, cada edificio.
Naturalmente hay secciones de calle que restringen un comportamiento “urbano” o
malbaratan una lógica de lo “común” y en cambio otros dispositivos urbanos favorecen el
desarrollo de la identidad (tanto individual como compartida) o ayudan al florecimiento de
acontecimientos urbanos que establecen vínculos emocionales con sus habitantes.
ComplexCity – parís by Lee Jang. http://www.leejangsub.com/
El manejo de conceptos en la ciencia como los de inestabilidad, la sensibilidad a las
condiciones iniciales, las bifurcaciones, las fluctuaciones, las turbulencias, los sistemas alejados
del equilibrio, la auto‐organización, etc., pueden ayudar a manejar igualmente un nuevo
cuerpo teórico para pensar la ciudad. Al igual que lo ocurrido en la arquitectura, la ciencia se
ha abierto a toda una compleja red de principios, teorías y estructuras mentales nuevas que
permiten avanzar e innovar en un nuevo territorio mental. Desde los años 60 las disciplinas
que fluctúan alrededor de las ciencias han emprendido un fascinante camino, no exento de
riesgos y tropiezos, hacia una comprensión profunda de la naturaleza.
Quizás va siendo hora que estos nuevos enfoques lleguen de verdad a las prácticas
proyectuales urbanas y dejemos de actuar como dispensadores de programas, edificabilidades
y zonificaciones en forma de cajas de zapatos y empecemos a reflexionar sobre la esencia de
aquello que significa el “hecho urbano”, colocando al ser humano en el centro del interés de la
reflexión.
De hecho ya existen poderosos antecedentes al respecto.
En los años 60 Jane Jacobs acomete en su libro The Death and Life of Great American Cities1,
un análisis profundo de la ciudad como un todo de interrelaciones entre sus habitantes y los
espacios físicos e intangibles que la conforman. La ciudad para ella, es el resultado de la vida
pública cotidiana, un producto de lo doméstico urbano, llamado a sustentar la vida en común
de sus ciudadanos y por consiguiente no debe ser ordenada de acuerdo a principios
urbanísticos rígidos, pues la naturaleza esencial de lo urbano se comporta como un sistema
adaptativo que obedece a un orden complejo y muy particular.
Para Jacobs la ciudad constituye un abanico amplísimo de posibilidades de elección, sobre
todo teniendo en cuenta la diversidad que en ella debe converger, y por lo tanto debe de ser
un sistema abierto capaz de ofrecer respuestas diferentes ante condicionantes cambiantes. La
autora es una convencida del modo de vida urbano, basado en una mezcla de usos y formas,
capaz de construir un sustrato de enorme riqueza cultural. La máxima expresión de lo urbano
es la calle, entendida esta como un recurso para el sustento de la vida colectiva.
1
JACOBS, Jane, The Death and Life of Great American Cities, Modern Library Edition, Random House,
1993, (1961), Nueva York
Biking NY, mapificación de los recorridos en bicicleta de la ciudad de Nueva York
La visión que tiene Jacobs de la calle es como un enredado ballet en el cual cada uno de sus
bailarines y conjunto de danzas manifiestan claramente sus elementos distintivos, que
milagrosamente dan vigor y densidad a la realidad cotidiana. Este conjunto de movimientos
componen un todo armónico y ordenado en un nivel de complejidad que hace que nunca estos
movimientos se repitan a sí mismos en ningún lugar y por tanto no representan una serie de
acciones predecibles, sino más bien un conjunto de improvisaciones reguladas por una lógica
superior a la lógica individual, en muchos casos una auto‐organización dicho los términos
contemporáneos de las Ciencias de la Complejidad.
La visión de Jacobs se contrapone, como ella misma dice, al modelo actual de planeamiento.
Pero ¿Cuál es ese modelo? ¿A quién ataca solamente empezar el libro? El ataque esta
directamente dirigido a los Decentrists2 según los llamó Catherine Bauer. Pero más allá de los
planificadores locales, como así lo confiesa la propia Jacobs, el ataque va dirigido directamente
al “hombre con la idea más dramática de cómo realizar correctamente esta planificación anti‐
urbana y aplicarla a ciudadelas de ignominia”.3 Se está refiriendo a Le Corbusier y a la Ville
Radieuse.
La Ville Radieuse según Jacobs es un sueño utópico basado en la disposición de rascacielos en
un parque, contrariamente a la idea de los Decentrists que disponían edificios bajos sobre un
tapiz verde. La densidad que Le Corbusier pretendía en sus sueños ‐1.200 habitantes por acre4‐
se antoja totalmente brutal a ojos anglosajones, incluso para Jacobs que la califica de
fantásticamente alta –en términos de fantasiosa que no de aprobación, evidentemente‐. Esto
significa que esta ensoñación puede llegar a dejar libre el 95% del territorio en forma de
parque, debido a que esta densidad se concentra en edificios muy altos. La utopía de Le
Corbusier era una condición para lo que él llamaba la máxima libertad individual, aunque
parecía una libertad para no hacer demasiadas otras cosas que liberarse de la responsabilidad
ordinaria de cada individuo. En la Ville Radieuse irónicamente Jacobs afirma presumiblemente
nadie va a tener que hacer de hermano mayor, nadie va a tener que batallar contra la
planificación, nadie va a estar atado.
Los Decentrists todavía están huyendo despavoridos de la Ville Radieuse de Le Corbusier. Su
reacción fue y todavía sigue siendo, según Jacobs, como si un grupo de profesores progresistas
se encarara con un orfanato y sin embargo, irónicamente la Ville Radieuse proviene de la
Ciudad Jardín. Le Corbusier aceptó la imagen fundamental de la Ciudad Jardín, superficial a fin
2
Podemos traducir Decentrists como los descentralizadores según el apelativo que Catherine Bauer da a
un grupo de planificadores urbanos extraordinariamente efectivos y dedicados compuesto por Lewis
Mumford, Clarence Stein y en sus últimos tiempos Henry Wright. Estos adoptaron de manera entusiasta
las ideas de la ciudad jardín del inglés Ebenezer Howard y del escocés Sir Patrick Geddes. Escuetamente
la idea de base consistía en descentralizar las grandes ciudades, dispersando a los habitantes y las
empresas en enormes tejidos urbanos basados en la imaginería de la ciudad jardín.
3
op. cit., JACOBS, p. 29
4
1200 habitantes por acre son 2970 habitantes por hectárea y 297.029 habitantes por kilómetro
cuadrado. Para poder comparar, Barcelona tiene unos 15.000 habitantes por kilómetro cuadrado.
de cuentas, y trabajó para hacerla práctica en condiciones de alta densidad. En realidad la Ville
Radieuse y la Ciudad Jardín comparten las ideas popularizadas por los seguidores sectarios de
los Decentrists, de la súper manzana, el vecindario proyectado, la planificación sin cambios y el
césped, césped, césped, bajo la apariencia de la responsabilidad social y la funcionalidad de la
planificación.
Imagen en http://www.archinect.com/gallery/displayimage.php?album=6&pos=188
La ciudad soñada por Le Corbusier ha tenido un enorme impacto en nuestras ciudades y ha
influido en proyectos que van desde la vivienda social hasta edificios de oficinas, asumiendo la
superficialidad de los principios de la Ciudad Jardín y aplicándolos a la alta densidad. Pero a
criterio de Jacobs la Ville Radieuse esconde también otras “maravillas”. La ciudad soñada por
Le Corbusier está absolutamente pensada para el automóvil como parte integral de su
esquema. Ciertamente esta idea era excitante y totalmente nueva en la década de los 20 y los
30 y así incluyó grandes arterias rodadas, cortando el máximo número de cruces entre calles
ya que según Le Corbusier “eran el enemigo del tráfico”5, planificó calles subterráneas para el
tráfico pesado y de servicios y evidentemente tal y como lo hacía la Ciudad Jardín, eliminó las
aceras.
Según Jacobs la Ville Radieuse era como un maravilloso juguete mecánico. Su concepción
como trabajo arquitectónico tenía una deslumbrante claridad, simplicidad y armonía. Era
realmente ordenada, muy visual, fácil de entender. Lo decía todo en un flash, como un buen
anuncio. Esta visión y su impertinente simbolismo ha sido irresistible para planificadores,
promotores, diseñadores e incluso para los alcaldes.
Miquel Lacasta ‐ Arquitecto
Julio 2010
5
op. cit., JACOBS p. 31
6
op. cit., JACOBS p. 32