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EL TSUNAMI DEL
RÍO PARAGUAY
pornos
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Laboratorio VI
Visítenos en:
en www.laboratorioescrituraasunzion.blogspot.com
www.flavors.me/laboratorio
PORNOS – Ediciones ©
Idea Original Tapa: Tamym Maulén
Diseño de Tapa: Jairo Beltrán / anbilli@gmail.com
Corrección de Estilo
E stilo & Edición Interior:
Felipe Escovar / andresfelipe.escovar@gmail.com
Tamym Maulén / tamymsoda@hotmail.com
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Vas a crear
aunque te falte parte de tu mente y de tu cuerpo.
Vas a crear ciego, mutilado, loco.
Vas a crear con un gato trepando por tu espalda
mientras la ciudad entera tiembla,
con terremotos, bombardeos,
inundaciones y fuego.
CHARLES BUKOWSKI
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A NTES QUE CAIGA EL AG UA
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una mera antología egocéntrica. Es, seguramente, un
llamado de atención a la fiebre narcisista que invade
nuestra sociedad actual.
La escritura tiene que ser un abrazo. La escritura tiene
que ser un combo. La escritura tiene que ser una cache-
tada que dice “despierta, es hora de crear”. En fin, tiene
que ser para ser en el otro.
Fueron dos meses intensos de reuniones: junio y julio de
2010 en un invierno de 25 y hasta 30 grados promedio
que nos hizo sudar; dos meses de construcción, trabajo,
trabajo, lecturas, aprendizaje, goce. Dos meses mundi-
ales. Dos meses de Pilsen, tierra roja y Chipa Guazú. No
hicimos literatura, hicimos escritura. No forjamos ego-
ísmo, creamos colectividad.
Agradecemos al Centro Cultural de España Juan de
Salazar, entidad que nos brindó el espacio para realizar
este Laboratorio, y muy especialmente a su directora,
Sra. Myriam Martínez Elcoro, quien confió plenamente
en nuestro proyecto y apoyó desde siempre la realiza-
ción de este libro mojado.
Estás en Asunción, Paraguay. Una ciudad donde todo
está por hacer y donde todo tenemos que hacerlo. De
pronto, el río comienza a agitarse: una ola gigantesca se
asoma por la costa. Nadie puede creer lo que está
sucediendo. El agua cubre por completo a la ciudad.
Esto es completamente inverosímil. La gente corre ate-
rrada, la gente huye del desastre inminente. Yo me
quedo aquí.
Tamym Maulén
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EL TSUNAMI DEL
RÍO PARAGUAY
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I
YO SOY LO QUE QUEDA DEL LIBRO que alguien dejó olvi-
dado al borde del río. Esta es mi historia.
Antes del tsunami era un libro de autoayuda. Creo que
era una mujer la que me estaba leyendo en aquel
momento. Me trataba bien, no como mi antiguo dueño,
el que me regaló. Ella hojeaba mis páginas con
delicadeza, repetía pausadamente las frases que le
agradaban. Su voz era suave. Lo último que escuché fue
su grito, luego caí. Supuse que no le gustó lo que leyó.
Recién después comprendí todo, con el agua despeda-
zándome de a hojas, y las palabras que se escurrían de
ellas, letra por letra algunas. Fue así como conseguí
armarme de vuelta, con los restos que quedaban de mi
antiguo yo. Ya no pude ni quise volver a ser lo que era.
Me propuse ser un libro de poesía, aún a sabiendas de
que estos eran menos populares y que mi suerte sería
incierta, trágica tal vez. Intenté hacer poesía, quise decir
luz pero no brillaba. Entonces lloré, como lloran los
libros, en el espacio vacío de una página en blanco, y me
sentí pobre. Traté de recordar alguna frase de mi
antigua vida, de esas con las que conseguía ayudar a los
demás. Solo me vino a la memoria el grito de aquella
mujer y algo de su voz. Eso es lo que queda en mí: un
grito, una voz.
Algo me dice que el resto de mis antiguas partes están
haciendo lo mismo. Se me hace verlos formarse como
yo, con letras y espacios y comas y puntos. Filosofía,
historia, religión, tal vez poesía, también otros. Sé que
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algo de eso me pertenece, como yo a ellos. Quizá yo sea
eso, una parte que se va transfigurando, y todos ellos, yo,
nosotros, seamos uno solo, confuso, como un libro que
se está escribiendo desde adentro de un tsunami.
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II
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I II
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Vení mamá… Quédate a mi lado, no vuelvas a llorar,
esperemos juntas y te cuento una historia mientras sigue
lloviendo.
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IV
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antepuse al destino y me enfrenté a él esperando el
momento de volver a recuperar mi dignidad. Y de nuevo
sucedió otra guerra en Paraguay. Pero esta vez fue
contra Bolivia. En aquel momento yo sentí miedo por lo
que pudiera pasar, pero en esta ocasión no vinieron a
destruirme, sino a compartir conmigo la victoria de la
paz frente a la guerra que terminó en aquel inolvidable
desfile de la victoria. De nuevo comenzaba a vivir.
Lentamente empezaba a recuperarme y de nuevo, sin
darme cuenta, caí en la desgracia. Querían cambiarme
como ciudad capital, pero ahora ni siquiera podía
decirlo; tenía que estar callada y soportar todo tipo de
comentarios. Por suerte la mala onda terminó, y el 2 y 3
de febrero de 1989 estuve segura que nunca más sería
olvidada y que siempre sería defendida. Así, pude ser fiel
testigo de elecciones democráticas, manifestaciones de
la gente por el respeto a la democracia en los días de
marzo de 1999, y el comienzo del pluralismo de gobier-
no en Paraguay.
¡Ay! Cuando pienso en todo lo que me pasó recuerdo
los consejos del río Paraguay. Él nunca se habría
imaginado que mi destino sería así, ya que siempre nos
entendimos bastante bien; pero bueno, a pesar de tantas
cosas aún sigo soñado con encontrar alguien que llene
mi mundo, que me ame con toda su alma y que sea sola-
mente para mí; alguien que me permita seguir viviendo
mi independencia y que me cuide como a nadie en este
mundo. Sé que ese alguien se llama Libertad pero
también sé que nuestro amor por más que aparente
existir es imposible, porque no puede ser solamente para
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mí: debo conformarme con que sea una parte mí. Está
bien, ya lo he aceptado, la Libertad es de Paraguay, es del
Mundo y es de todos.
Sé que el tiempo pasa, pero yo aún no pierdo la
esperanza de encontrar a mi único amor; mis amigas ya
han encontrado su amor y son felices, pero yo no.
Bueno, en realidad creo que tal vez siempre lo tuve, pero
nunca lo acepté y lo que es peor: no me animaba a
decirle. No quiero que suene cursi, pero no hay nada
peor que dejar escapar el verdadero amor. Río Paraguay,
¡te quiero, te adoro, te amo! Río Paraguay, ¡gracias por
regalarme está bahía a quien ya le puse mi nombre!
Todo iba muy bien hasta que comencé a sentir miedo,
por ahí escuchaba: “olas gigantes llamadas tsunamis
destruyeron las costas de las ciudades del sudeste
asiático y recientemente han destruido costas de las
ciudades chilenas”. Por Dios, miro alrededor de mí, veo
mis costas Ricardo Brugada, Pelopincho, Bañado Norte,
Bañado Sur, y es la misma destrucción. ¡No puede ser!
Río Paraguay, ¡me mentiste! ¿Por qué me mentiste?
¿Por qué no me dijiste que no cuando podías? ¿Por qué
te burlaste de mí? Yo te di todo: fui fiel, fui buena, y vos
me pagas así. ¡Sos una porquería!
Sin decirme ni una sola palabra por todo lo que le dije,
ese asqueroso río me sonríe, me mira a los ojos y con una
suave autoridad me dice:
“Asunción, no te lo puedo negar: la destrucción de
nuestras costas es igual a la causada por las aguas de un
tsunami en otros lugares. Pero éste tsunami no es
consecuencia de mi naturaleza de río. No. Este tsunami
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es resultado del egoísmo, de la indiferencia, de la desidia
y del desprecio humano. Porque recuerda: nosotros a
pesar de sentir y de vivir, sólo somos el reflejo de una
sociedad”.
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V
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Pero en medio del mar de gente vi a una mujer de
mirada profunda. Era ella, no había dudas. Era Horten-
sia, con una extraña peluca pelirroja. Me miraba firme,
decidida. Tomé agua, e intenté ignorarla. Comenzaba la
rueda de prensa:
-¿Qué palabras tiene, Señor Presidente, sobre el
fenómeno ocurrido esta madrugada?
-Estoy consternado, abatido, preocupado. Amo a mi
patria y a todos mis compatriotas. Y un fenómeno como
éste, lamentablemente, no pudo evitarse…
-¿Qué medidas tomará su Gobierno para paliar los
efectos al centenar de familias afectadas?
-Cuando me enteré del hecho, curiosamente, estaba
pensando en la humilde gente del Bañado Sur. Si bien es
el último día de mi Gobierno, mi corazón y mi mente
piensan en mi pueblo.
En ese minuto, se levanta Hortensia. Le arranca el
micrófono a un corresponsal de CNN, y dice, furiosa:
-Estimado “Señor Presidente”: ¿cómo puede preocu-preocu-
parse de un país, y olvida que su hijo quiere
quiere verle?
El descontrol de la inercia me hizo levantar, y pude
responder, gritando:
-Considero que al país tengo que cuidar como a mi
familia. Puedo decir con orgullo que el Paraguay es un
hijo mío, ¡y no lo niego!-.
Con tranquilidad impredecible, y el pese al asombro de
la gente, Hortensia se acercaba lentamente, despren-
diéndose el sobretodo. Se sacaba la peluca, y se quedaba
desnuda, mostrando el vientre que preferí no ver.
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Los fotógrafos captaban la verdad que Larissa Riquelme
tanto soñaba.
Con un llanto a la vista le rogué que se vista, no sin
antes darle un beso con el mundo de testigo.
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VI
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tado de respeto mutuo con su homólogo recientemente
reelecto, Lula Da Silva, por las incursiones e invasiones
de los mismos en territorio fronterizo de la República
del Paraguay, y la muy controvertida renegociación de la
represa Hidroeléctrica Itaipú. 10 horas más tarde de
haber ocurrido el luctuoso y trágico suceso, entidades
humanitarias (la Cruz Roja Internacional y Naciones
Amigas) se dieron cita para socorrer a la población
diezmada y desamparada de la ciudad de Asunción.
Diez convoys de la flota aérea chilena (unidades fanton
de todo terreno, aire, mar y tierra, transportando
equipos médicos y quirúrgicos, medicamentos, alimen-
tos, unidades de ingenieros militares y fuerzas vivas para
apoyo logístico que pretenderá paliar momentá-
neamente y socorrer a la población) descendieron
donde pudieron en tan pertrecha ciudad. Todos ellos
encabezados por la ex primera mandataria del país
transandino, la señora Michelle Bachelet, haciéndole
presente los saludos del Presidente Lagos a su homólogo
Paraguayo. Es de destacar que tan solo seis meses atrás el
país chileno también sufrió los embates del Tsunami.
El embajador transandino en Asunción, re querido por
la prensa extrajera especializada, tras la experiencia
vivida, acotó no quedar indiferente de tan lamentable
suceso.
Este hecho acontecido algunas horas atrás será un
motivo candente para los ambientalistas y científicos
que se reunirán en Estrasburgo, Alsacia, este mes de
Agosto, donde el tema a tratar será “la concientización
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a la población del planeta por cuidados de más alcance
directo sobre el medio ambiente”.
El embajador de EEUU en París presentó su protesta al
Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia y
rechazó su adhesión a la misma.
Por su parte, el Banco Mundial, con sede en Nueva
York, se abstuvo de cualquier comentario respecto al
tsunami que arrasó la ciudad de Asunción.
En Johannesburgo, donde debía haberse llevado a cabo
las finales de la Copa Mundial de Fútbol entre los
seleccionados de Paraguay y Alemania, se suspendió el
evento. “Un Estadio de caras tristes y espíritus alica-
ídos”, fueron las imágenes captadas por la televisión
Internacional. Cuando los jugadores del equipo para-
guayo manifestaron su retiro del campo de juego,
también lo hicieron los del equipo teutón, adhiriéndose
al luto sufrido por el equipo paraguayo. De esta manera,
el tan apreciado trofeo quedará en manos de la Confe-
deración Internacional del Deporte, con sede en Lucer-
na, Suiza, hasta el próximo mundial que se llevará a cabo
en alguna ciudad Brasilera.
Insólitamente, un apresurado ciempiés cruza lo que
queda de la tan transitada calle Palma, tal vez queriendo
encontrar su ambiente arrebatado por el tsunami o tal
vez reconstruirlo de nuevo para abrigar nuevas
esperanzas.
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IMÁGENES CAPTADAS POR EL SATÉLITE ALEMÁN
DE RADAR TANDEM-
TANDEM- X
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VII
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cero), noqueado por el viento, fue cayendo hasta mis
pies. ¡Líbrame
Líbrame Dios de este momento! – dijo y se
desmayó-.
¡Suena sonaja! Vibra. Vibra y capta el sentido intrín-
seco de esta danza… Metal sonido a cascabel, baño de
luz, baño de luz…
¿QUIÉN
QUIÉN SOY YO?
YO SOY TU. TU
¡Despierta! ¡Despierta y baila! Ven a pronunciar con-
migo magicablos para despertar al colibrí.
HABLABRAPALABRA
GOLPEA EL ORFEBRE
PALABRA DICHABRA
PALABRA CORTEBRE
RETUERCE ALQUISOMBRA
CINCEL DE ESCULPIBRE
EL FUEGO QUE LABRA
MALDITA PALABRA
HERIDOS EN FILA
ME TRAGAN SINTAGMAS
PODER DE ALQUIMISTA
ENTIBIAN MI MUERTE
DESPIERTA COLÍBRE
PRONUNCIA LA SABRA
HABLABRA CADABRA
QUE SURJAN VOCABLOS
QUE TRAGUEN TSUNAMIS
DEL RÍO PARAGUA
SONOROS SONABLOS
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RESUENEN EN HABLAS
DESPIERTA COLIBRE
SANAPA SANABRA
DESPIERTA PARAGUA
HABLÓ LA PALABRA!
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ALIVIANAR RUTINAS, PONERLE ALAS A
MIS PIES
ADOPTAR UN COLIBRÍ,
TRASMITIRLE EL HABLA.
Y AMAR
AMAR CON CORAZÓN LIMPIO
CON CORAZÓN PURO, AGRADECER
EL FRUTO QUE CRECE
EL AGUA QUE BROTA
DEL RÍO INTERIOR
¡AAAH, AAAH! , exclamó, ¿Podemos empezar?
¿Ves aquél algarrobo?,
algarrobo pregunté. Si, respondió
impaciente.
Es robusto, frondoso, bello. Es árbol de sabiduría.
sabiduría
Mira al cielo y apoya en el
agua sus pies. ¡Es
Es especial!
especial Yo era muy pequeño. Muy
pero muy pequeño, cuando
oí su canto cubriendo de sonoros trinos un territorio
infinito. Una mañana desperté en medio de diminutos
seres de plumíferas alas y vi nidos gigantes de colibríes
colgando de sus ramas.
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ACÉRCATE, ESCUCHA
LA VOZ DEL ALTAR INTERIOR
GONGGG
ONGGG
NGG
G
del campanario
de la bahía
del río
*
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VIII
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No ansiaba las alas porque quisiese saber del “vuelo
nupcial”. Sabía que las fértiles aladas acaban como la
Reina: una nueva colonia, crías, más crías, castas, alas,
vuelo nupcial, etc.
Las quería para ir a la otra orilla, la lejana y misteriosa
otra orilla.
Nadie de la colonia sabía si al otro lado de nuestro
mundo-isla habían otros iguales al nuestro. Nadie nunca
intentó atravesar el río. Creo que nadie más que yo
siquiera suspiró por ir a la otra ribera.
Transcurría el tiempo ligero sobre las aguas del río. Y
me palpaba el tórax cada noche, imaginando el
crecimiento de aquellas membranas-mundo que desafia-
rán mi polimorfismo natural.
Aquella noche el insomnio se apoderó de mis ojos
compuestos. En silencio, las ansias de alas despertaron
con tal fuerza que un sonido terrible imperó en la
atmósfera dormida de nuestro mundo-isla. El sonido
crecía, las aguas comenzaron a agitarse. El sonido se
reproducía, las aguas bravas despertaron, voces extrañas
se mezclaban con aquella vibración maquinal que se
confundía con el grito del río que volvía de su pernoctar
de cuentas perdidas.
En la colonia, el espanto despertó a la Reina, a los
soldados, las obreras. La confusión enrareció las mentes.
Las aguas de una destrucción segura se detuvieron eno-
jadas a unos pocos centímetros de nuestras vidas de seis
patas. Las aguas se calmaron.
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Luego, nuevamente las voces extrañas de seres de otra
especie se unieron a los pasos fuertes, clandestinos. El
sonido terrible volvió, multiplicado. Las aguas angus-
tiadas, agitadas, comenzaron a crecer, gritar, embestir,
impetuosas, salvajes. La orilla comenzó a desaparecer
cada vez más, cada vez se sumergía un milímetro más. El
ruido crecía, las voces humanas se entrelazaron susu-
rrantes, cómplices, las luces artificiales de repente se
encendieron sobre la colonia, donde el caos y el deses-
pero se adueñó de las galerías de arena.
Las cajas de cartón, grandes, de un brazo a otro, de una
lancha a otra... Y el río, gritando su enojo en la orilla,
raspando la tierra con sus dientes, creciendo milímetro a
milímetro, lamentándose encima de todo lo que a su
paso tenía forma. En un instante, se olvidó de sus hijos,
su dolor tomó los cimientos de la colonia y lo derrumbó
bajo sus manos de agua.
Grito, confusión, dolor. Oscuridad en las profindida-
des. Desperté una mañana de fecha indescifrable.
Naufragaba a bordo de una hoja de sauce, quizás rumbo
hacia la otra orilla. Quizás tampoco sin tierra. Bajo
unos rayos abrasadores que pronto volverían cetrino mi
bálsamo verde y la escasez extraña en un verano ya con
aires ateridos.
Vuelvo los ojos hacia todos lados, esperando ver la
colonia pero solo miro agua y más agua. El río
omnipresente a mi alrededor. Miro sobre una hoja hacia
la tan añorada orilla. No sé. Una duda líquida despuebla
mi esperanza de supervivencia. Inconsciente, a flote,
caigo resignada.
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No sé con qué alas llegué a la otra orilla, solo recuerdo
las manos de la niña que tomó mi canoa-hoja y me llevó
hasta su mundo-humano construido bajo su galpón con
vista al río. Su mirada me interrogaba silenciosa: quién
era, de dónde venía, y mis circunstancias. Y en mi
idioma-hormiga, en el centro de mi confusión, le con-
testé que un tsunami me trajo unas alas.
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IX
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mente hacía funcionar todo su cuerpo: la veía caminar
hacia la bahía con el sol de sombrero. Puso sus gruesas
piernas morenas sobre el suelo tibio, bajo la sombra de
un árbol de mango de la tercera edad. Inclinó hacia
delante sus perfectas líneas que parecían varios penta-
gramas cocidos a su cabeza. Hizo un nudo en uno de sus
dedos de sus encallados pies. Su creatividad se iba
dibujando en la mochila que iba tramando. Mi mirada
se enredaba en sus hilos. No veía la hora de regalarle ese
arte a mi Señor de Señores. Quería rescatarla de ahí
antes que ocurriera la hecatombe.
Y así fue. La joven vio los pájaros volar en dirección
contraria a la normal; las gallinas subían como podían al
árbol que les sostenía la espalda. Ahora su oficio se
detuvo al empezar la conversión de su piel en similar
textura a la de aquellas aves. Retomó su trabajo y fue
más allá. Hizo una mochila tan grande que podía caber
en ella.
En una confusión de mi función me fusioné con la
realidad; colgué a mi espalda la mochila antes que el
algodón se empapara de agua dulce. Como no podía
llevarla más allá de mi nubecita se la tiré a un muchacho
que estaba en una canoa tratando de pescar su almuerzo.
Cuando me di vuelta para asegurarme de que la había
salvado, ya no había nadie en el bote.
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Pero hacia un tiempo me atormentaba la imagen del Río
Paraguay convertido en torbellino, enojado se venía con
furia hacia la ciudad de Asunción. Cerca de las cinco de
la tarde, me venía una tristeza de muerte y no sabía
explicarme. Algo así me pasó, cuando ocurrió el
incendio del Ykua Bolaños; cerca del mediodía mi
aflicción era tremenda y veía en mis pensamientos fuego
y más fuego y gente atrapada en él. Ahora veo agua por
todos lados, agua convertida en murallas, agua que
atropella todo a su paso. Hace tiempo sospecho que el
río está enojado, está escondiendo resentimiento, creo
que es porque la ciudad le ha dado la espalda, porque
ella tiene añoranzas de mar.
El río ahora está como más oscuro e inquieto, anda
vomitando amargos camalotes sin flores, mal presagio
para esta mala bruja curandera y partera de sueños. Yo
solo ando por ahí diciendo:
“Cuidado con el río enojado y resentido, quiere darnos
vuelta la cara y convertirse en mar”
Tenían miedo de mi presagio los que me conocían,
otros simplemente sonreían y me ignoraban al escuchar-
me.
Yo recomendaba: “a las cinco de la tarde no se acerquen
al río, tiene rencores atragantados en sus fauces”. A Don
Pedro el pescador le decía: “debes volver del río antes de
las cinco”
Y él volvía a las cuatro muy respetuoso de mis palabras
agoreras y mal agüeras; sólo porque confiaba en mí; él
dice que salvé a su hijo recién nacido, quien había
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llorado por noventa días con sus noches y yo le curé del
ojeo, hoy es el niño más feliz y nunca más lloró.
Yo sentía mucha pena de no saber qué hacer, ni qué
decir a la gente, y el mal presagio me atormentaba la
memoria y mis sentimientos y entumecía mi cuerpo de
angustia. Yo sólo repetía:
“Cuidado con el río enojado y resentido quiere darnos
vuelta la cara y convertirse en mar”
Todos escucharon, por lo menos una vez, mis sospechas
acerca del río, pero yo ya era una vieja pasada de moda,
hoy día la gente escucha más radio y televisión, que las
voces del viento y de la tierra; así me quejaba en vano.
En esos días el olor del río era fangoso, estaba como
preparando su aliento más caliente.
Y sucedió, como otras veces con mis presagios, cerca de
las cinco de la tarde todo se puso negro y oscuro, el
viento huracanado puso de rodilla los árboles y pude ver
venirse al río enojado sobre Asunción, mirando desde la
Loma Kavará de mi querido San Jerónimo. No pude ver
más, sentí un dolor en el pecho y el viento que arreba-
taba el aire de mis pulmones. Recuerdo una luz blanca
intensa y un profundo sentimiento de paz.
Mi memoria es flaca ahora, tan flaca como siento a mis
huesos, quizá sea por mi edad, sólo evoco retazos de
rostros e imágenes de esa jornada trágica.
No sé cuánto tiempo pasó, para mí ya no tiene impor-
tancia. Me doy cuenta que ahora paseo todo el tiempo
por mi barrio y todo está cambiado, muchos se han ido
o ya no están, ya no me conocen como antes, les hablo y
parecen no escucharme; a excepción de Don Pedro, con
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quien intercambio yuyos y pescados, sigo cuidando de
su familia.
Me di cuenta que el barrio ya tiene un mirador, la gente
mira de frente al Río Paraguay, es más, escuché que
habrá una Avenida Costanera, parece que la ciudad se
reconcilió con el río y dejó de añorar el mar.
Sé que algo cambió en mí, hasta me han cambiado el
nombre; me llaman la Dama del Río y me traen flores,
agradeciéndome por la ayuda que les di aquel día.
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XI
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do por las aguas. Miedo y pánico era el reflejo de los
rostros de la gente. Ningún aviso previo. Todo fue
incertidumbre. ¡Mierda de situación! De un momento a
otro todo empezó a cambiar, las nubes se volvieron tan
negras como las aguas de este río. Empezó a entrar agua
en el barco. Con Miguel no pudimos hacer nada para
salvarlo; el cañonero se quedó encallado en la costa,
sabíamos que de un momento a otro esas oleadas que
estaban empezando a formarse lo iban dar vuelta. Un
pedazo de historia del Paraguay a punto de hundirse.
Entonces, bajamos y corrimos lo más que pudimos
cuando el temporal empezaba a arreciar. Fuimos los
últimos tripulantes del cañonero y nos duele que termi-
ne así. Cuando la naturaleza estalla de furia no se puede
hacer mucho contra ella. Corrimos con la multitud
hacía lo más alto de la ciudad. Era el apocalipsis en
forma de olas de agua. Pudimos llegar hasta la avenida
Félix Bogado y Quinta Avenida, fueron largos minutos
de corridas, muchos quedaron por el camino y se los
tragaba el agua, con Miguel apenas pudimos agarrar en
nuestros brazos a dos niños. Quisimos ayudar más, no
pudimos. Una vez que las aguas bajaron, la impotencia
se adueño de nosotros. Corrimos desesperados otra vez,
está vez hacía abajo; las aguas iban bajando muy de a
poco, la inundación estaba en todos los rincones de las
calles, veíamos que llegaban ambulancias, también la
prensa, seguimos bajando. Las calles estaban inundadas
de agua y gente, gritos desesperados por todas partes.
Algunos trataban de ayudar a otros. Encontré a una
chica tirada dentro de un garaje, la agarré y la lleve dos
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cuadras más arriba. A Miguel ya lo había perdido de
vista. A la muchacha la dejé junto a un grupo grande de
gente que estaba al lado de una ambulancia. Seguí
bajando, mi cuerpo no daba más, el cansancio era total.
Pero tenía que ayudar. Llegaron los bomberos. ¿Te
ayudo? Me decía un bombero. No, gracias. Puedo sólo.
Ya iba bajando el agua, la corriente seguía arrastrando
hojas y basura. El Bañado Sur estará desbordado. ¿Mi
casa? Ni tiempo para pensar en mi casa tuve. Estará
inundada, claro, si vivo en Itapytapunta, sólo a seis
cuadras del río. Piden auxilio por los altos parlantes.
Empiezan a gritar nombres de personas. Impotencia.
Mis piernas tiemblan. No me di cuenta, estoy sangran-
do. Se me van las fuerzas. Ambulancias. También los
noticieros. Miles de damnificados. Otra tragedia más
televisada en vivo y en directo. Son miles los muertos,
pobres o ricos, ya no importa. Aquellas familias a la vera
de la costa fueron las primeras víctimas. La desolación
estaba en todas partes. El tsunami no tuvo piedad ni
misericordia alguna sobre nadie, se lo llevó todo. Caí al
suelo, de repente veo mucha gente a mí alrededor.
Médicos y enfermeros. Solo quiero que esto termine,
pero recién está empezando. Esto será un sufrimiento
largo.
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XII
FUE ÉL.
Parece que nos vamos a encontrar en el infierno muy
pronto, pensó. Ella huyó porque quería. Huyó porque
no pudo disipar los gritos de aquella noche. El cuarto.
Los besos. Los abrazos. Las caricias. -No quiero-. Él
tenía sed de ella. Insistió. – ¡Basta!-. Siguió. -Tranquila,
yo te cuido-. -¡No! Quiero salir de acá. Vamos-. - ¡Nos
quedamos acá!- dijo él. La tomó del brazo con fuerza.
–¡Soltáme!-. Él la arrojó a la cama. Ella gritaba. Inten-
taba zafarse. Él la agarraba de las muñecas, aferrándola
contra la cama. Ella pateaba estremecida del miedo. Él
empezó. Ella gritaba. Él seguía más rápido. Ella lloraba.
Él continuó más rápido, con rabia. Con rabia y una clase
de amor que no era amor. Él tenía sed de ella. Sed de su
dolor. Dolor que lo saciaba. Acabó satisfecho. La ropa
en el piso. La ropa rasgada en el piso. Ella suplicó que la
llevara a su casa.
Ella huyó. Huyó de esa noche. Juntó todo lo que tenía y
fue a vivir del otro lado del mar. La verdad es que nunca
lo pudo olvidar. Deseaba nunca en la vida volver a
cruzarse con él.
Vacaciones de visita a sus padres. Cóctel con amigos en
un hotel y el pasado, 5 años después, la había encon-
trado de vuelta. Ella miraba en dirección opuesta, trató
de ocultarse detrás de sus amigos. Algo estiró de su
brazo. Él se acercó a saludarla. Elogió su belleza intacta a
través del tiempo. Ella simuló estar a gusto con el
encuentro y después de un poco de conversación él la
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invitó a pasear el fin de semana. Sin explicarse por qué,
ella accedió.
Vestido violeta. Medias en red, zapatos con taco de
metal y un sobretodo negro. Sonó el timbre. Fueron a
almorzar a un hotel céntrico, cuyo restaurant estaba en
la terraza desde donde se tenía una vista de la bahía del
Río Paraguay.
-Así que desde tu departamento tenés esta misma vista-,
dijo ella. -Sí, muy hermosa vista en verdad-, respondió
él. Me gustaría conocer esa vista- continuó ella.
–Cuando quieras-. -Vamos ahora, ya que está cerca de
acá-.
Vino. Mucho vino. Besos. Caricias. -Un momento,
tengo un regalo para vos- dijo ella. Fue a buscar su
cartera. Sacó algo negro. Sacó una 38 envuelta en un
pañuelo de seda negro. El revolver de color plateado
resplandecía. Revolver que perteneció a su padre.
Revolver que buscó esa misma noche que se había
encontrado con él.
Él gritó horrorizado. -¡Callate!- exigió ella. -¡Callate o te
mato! ¡Callate o te mato hasta que te mueras!-. Él
imploraba. Disparo. Un disparo en el estómago. –Te
dije que te callaras-. La sangre corría lentamente hasta
llegar al piso. –Eso fue por el pasado-. Él empezó a gritar
de nuevo. – ¿Cómo te atreves dirigirme la palabra
después de lo que me hiciste?-. –Eso fue hace años y no
fue nada. Éramos novios-. -¡Hijo de puta!-. Él en el suelo
desangrándose. Patadas en la cara. El taco de metal se
incrustó entre sus pómulos y la mandíbula.
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Ella contemplaba el cuerpo agonizante sin culpas.
Estaba feliz. Esa escena era como la que había soñado a
lo largo de los años. El olor a pólvora. El olor a sangre.
Todo sació su sed. Esperó hasta el último suspiro. –Si
me encuentran me declaro inocente. Inocente de
intentar salvar tu vida- dijo con una sonrisa al contem-
plar el cadáver frío, con la mirada perdida en el vacío.
–Sin dudas, tu muerte fue deliciosa-.
Limpió cuidadosamente la sangre de sus zapatos, se
arregló y bajó los 7 pisos que la separaban de la calle. Al
salir, una gigantesca ola la arrastró consigo. Trató de
nadar, pero la potencia de las aguas la estrellaron contra
un muro, desnucándola.
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XIII
III
56
¡Qué es esto!
¡Entre señora!, me ordenan a gritos.
No puedo, estoy paralizada de terror y éxtasis, de miedo.
Se levanta el río como un gigante espumoso, rabioso,
pegándole a todo,
arrastrando todo lo que encuentra a su paso.
Ellos primero,
allí estaban, en la Chacarita a orillas del río,
indefensos, los arrastra la corriente que avanza hacia
nosotros… Ropas de colores, trozos de tablas, pedazos
de casas, cuerpos, piernas, brazos.
Autos como de juguete dan vueltas en medio de un
barro furioso que arrastra todo como hojas de diario
viejo.
Ya no puedo moverme, mi casa, mis planes quedan
sumergidos bajo el agua que la cubre por completo.
Mi perrita, mi familia mi todo…
El agua me salpica, todo vuela por los aires, demasiado
tarde cuando intentan arrastrarme hacia adentro.
Siento el sabor dulce y caliente de la sangre por un
pedazo de vidrio
que como una flecha guaraní
alcanzó mi cuello.
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XIV
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Dejé de contenerme y en un arranque de impotencia y
rabia me tiré encima de ella, le saqué las sábanas, le subí
el pequeño camisón hasta su pecho y la observé desnuda
por primera vez.
Me invadió una sensación de desesperación y horror. La
tomé de la cintura y le introduje mi miembro con fuer-
za.
Me excitaba saber que no podía moverse, ni gritar, ni
defenderse. Le rompí el camisón y golpeé sus pechos
mientras seguía. No tenía ganas de parar, al contrario,
quería seguir, pero su cuerpo helado se resistía a mis em-
bestidas.
El agua comenzó a entrar por la ventana, no podía
escuchar nada más que las olas golpeando las paredes,
sentía como comenzaba a rodear la cama.
De repente, la sensación de ahogo llegó a mi garganta,
mis fosas nasales se llenaron de agua y el dolor comenzó
a ser desesperante, solo atiné a quitar mi miembro de su
cuerpo.
La sangre salía como hilos rojos, de pequeños ojales en
su estomago, su cabello flotaba a mi alrededor, todavía
la veía, aunque la sangre iba tiñendo el agua y poco a
poco la dejé de ver.
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XV
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historias impactantes en primer lugar. Además tengo
plena confianza en usted y en lo que los medios dieron a
conocer sobre su… “rehabilitación”-.
(Transcurrieron segundos de incomodidad).
-OK, ¿Podemos comenzar?-.
Raquel apoyaba la grabadora sobre la mesita redonda
cerca del termo de mate, sin perder de vista los ojos de
su visitante. Su mirada intrigante la cautivaba, parecía
como mil reencarnaciones hablándole y le perturbaba
semejante polifonía.
-Por supuesto, comencemos, qué quieres saber…-.
-Bueno, cosas elementales, edad, nacimiento…-.
-¿En siglos o en años?-.
-Como quiera, es igual -. Sonrió.
-¿Lo crees? Tal vez sea cierto. He visto a cientos de miles
hechos pedazos y no importó cómo los contaran después,
sencillamente estaban muertos...
Volviendo a mi edad… Realmente no recuerdo, he estado
allí por demasiado tiempo, hibernando en el mar por si-
glos. En principio no soy malo, soy, más bien, necesario,
como una parte indeseable del ciclo de la vida, con una
trágica misión en la que me envolvió el destino. Algunos
tenemos propósitos fatídicos, somos solitarios e incompren-
didos héroes…-.
Raquel no acreditaba lo que oía, le parecía inverosímil la
justificación del asesino. Pero, al mismo tiempo, per-
cibía en él una extraña resignación, como una reden-
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ción. Y esto le animaba a continuar explorando. Cebó
un mate y continuó.
-¿Y por qué decidió “visitarnos” aquella tarde?-.
-No sabría decirte, básicamente ustedes no me necesitan.
Pueden exterminarse solos a sí mismos. En este sentido son
brillantes. Oí de un supermercado donde 400 murieron en
un día. Así que creo que sólo busqué otros rumbos. Tanta
muerte hace de uno un ser sin hogar, un alma deam-
bulante. Me aventuré dispuesto a dar el mejor acto que
jamás antes se haya visto. El viaje fue alentador desde el
principio. Nunca antes, juro que nunca antes, había
tenido una conversación con un ciempiés con cien ojos en
la espalda adiestrando a un colibrí. Cuando me vio, como
un Quijote diminuto, empezó a lanzar maldiciones traba-
lenguadas y conjuros en un idioma desconocido para mí, y
eso que yo viajé bastante. Tal vez era una de esas lenguas
nativas que ustedes conservan. En fin, también vi a un
ángel hablándole a unas gallinas. Puro surrealismo…-.
-Eso debió haber sido bastante divertido-.
-Desconcertante…-.
-Me imagino. ¿Y qué más pudo ver?-.
-Bueno, como te dije, mi intención era fatal. Pero esa
tarde, esa tarde, la fatalidad cayó sobre mí. Yo
simplemente la vi-.
-¿A q….?-.
-Su aliento. El sol acariciando su piel morena. Sus colinas,
suaves. Quise que fuera mía, m-í-a, ¿me entiendes? Quise
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contenerla. Y ella sólo me miró con sus ojos de dama
colonial. Ni todo el Aart Noveau ocultaba su esencia
profunda de mujer. En un intento de ganarla, arremetí
con más ímpetu. Embestí con la fuerza de un huracán
sobre ella y descubrí, entonces, las cicatrices antiguas de su
cuerpo.
Descubrí que es imposible poseer aquello que está lleno de
esperanza. Renacerá una, y otra, y otra vez…-.
En ese momento el silencio rodeó a ambos. Los ojos del
Sr. Tsu parecieron desprenderse de la realidad,
haciendo un viaje sin retorno al pasado.
-¿Sr. Tsu? ¿Sr Ts...?-.
Sencillamente, lo perdió, debieron pasar varios minutos
antes que la mirada ancestral mostrara indicios de
volver. Miraba el vacío mientras masticaba palabras
dolientes:
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XVI
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nublado cielo de ayer no quedaba nada, y el sol brillaba
con sus 40°C nuevamente.
Bajé del techo a la cocina, me senté, empecé a reír a
carcajadas y dije: “Creo que esto de adivino no es lo mío
pero con las ocurrencias que tengo podría escribir
cuentos…”. Fui a contar el sueño que tuve a mis amigos.
Vaya, también se rieron y me aconsejaron lo que ya
había pensado: escribir cuentos. Ellos inmediatamente
corrieron la voz y fui reconocido.
Y así fue. Desde aquel tsunami de sueño solo me dedico
a escribir cuentos. Vaya que ya tengo varios relatos
escritos pero solo les cuento el que me lazó a la fama. Ya
nada queda del vidente, más bien esas videncias me
ayudan a escribir mis historias. Historias que ni yo me
las creo, historias como el tsunami del Río Paraguay.
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XVII
Reposo.
Espacio.
Tiempo.
Estímulo.
Dragona fui.
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VIII
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súbitamente el cosmos todo. Se ubica nuevamente: Vía
Láctea, sistema solar, planeta Tierra.
HOMBRE-Tsunami. Que piensa y siente a partir de la
forma que lo conforma, pero piensa y siente ya, y desde
antes, y al mismo tiempo, que lo que piensa y siente
traspasa esos límites, son otros límites los que
precisamente le hacen trascender, a su vez conformado
por otros bordes, otras líneas, otros contornos. Se da
cuenta de la forma, de la forma a partir del contenido, y
que la forma y el contenido contienen al mismo tiempo
ese otro límite que durante 57 años-hombre le
conformó. Una forma que contiene otra forma. Toma
conciencia de la forma, cómo se conforman las formas,
la forma de la forma pero en movimiento, se dice. Y sí,
finalmente pasaron 57 años hasta ese momento desde la
unidad de medida corriente de donde sus pies… Sus
pies. Se reincorpora en su ser hombre. Pescador.
Ribereño. Se le confunden los trazos y no sabe cómo es
que él es un pescador en Río Paraguay. Paraguay.
Ya no se pregunta cómo es que llegó a estar unido al río.
Cómo es, cómo es que llegó a ser un día pescador, un ser
que precisamente su sobrevivencia esté determinada por
la espera constante, esa espera en función de recoger,
extraer. Ya no se pregunta cómo es que eso que estaba
ahí en el río llegó a sus manos…no, ya no se pregunta eso
porque ya tiene conciencia que desde mucho antes
incluso estuvo en la espera de que aquello llegue a sus
manos.
Eso que siendo un “eso” modificaba su estar siendo
paulatinamente. Sí, se daba cuenta de los cambios que se
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iban produciendo en él, se daba cuenta que modificaría
radicalmente su ser a tal punto que transmutaría a algo
totalmente distinto, hasta que en algún momento haga
síntesis nuevamente con ese otro, en otro tiempo, de
una manera insospechada.
HOMBRE-Tsunami. Siguió siendo un hombre, un
hombre que tiene conciencia que va dejando de ser
hombre en la medida que sigue siendo un hombre.
Decide disfrutar de sus últimos momentos de ser
hombre. Ser nuevamente hombre sería como que un
alfiler caiga desde cierta altura sobre un montón de
granos dos veces en el mismo arroz. Disfruta soñando,
imaginando, cómo le gustaría volver a reencontrarse con
ese su otro con quién decidió un día conocer el Big
Bang. Se lo imaginaban hermoso, sublime, doloroso
pero de una belleza tal… Sabían que solamente siendo
parte del Big Bang podrían llegar a saber lo que fue el
Big Bang. Abrazarían la luz. De donde venían
avanzaban retrocediendo por nuestra galaxia. Se reía.
Disfrutaba. De lo enmarañada de su concepción de
tiempo venir del futuro al pasado para ir a un más
pasado que a su vez es futuro. Pensó en los seres
humanos, extraña especie particular, pensó por ellos ver
así el presente como un devenir constante donde el
pasado y el futuro son al mismo tiempo la misma cosa y
su contrario, futuro y pasado, trastocaría por ejemplo el
concepto imperante de desarrollo. Él, que iría del
capitalismo en su última fase imperial hacia miles de
años atrás, tendría la suerte de conocer la era de la
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armonía primera. Atardecía y se imaginaba que, tal vez,
él vería el primer atardecer en el planeta tierra. Él,
pescador, que fue definido en su transcurrir terrestre,
humano, como “atrasado”, que vivió como hombre en
un país al que los propios seres humanos calificaron
como sub-desarrollado. Él, un subdesarrollado de un
país tercer mundista, tal vez vería el primer amanecer.
HOMBRE-Tsunami. Toma conciencia que antes fue
un Tsunami.
TSUNAMI-Hombre. Toma conciencia que en tanto
fuerza, energía, integró un día el océano. Buscaba, sabía
que debía buscar en el océano todo. Ahí debería estar
aquello que motivó su trasmutación en un ser parte de
esta galaxia. El juego consistía en buscarse asumiendo
formas distintas que una vez que se encontrasen al hacer
síntesis nuevamente: el roce daría lugar a nuevas formas.
Fue un Tsunami. Tuvo que esperar miles de años para
encontrar eso. Cuando ocurrió el encuentro el deshielo
había hecho que el pacífico esté a poco más de cinco mil
metros del río Paraguay. El encuentro hizo síntesis a su
vez con múltiples elementos. Percibió el cambio de
temperatura cuando se encontró con eso. Sus ojos-
moléculas captaron a aquél objeto a partir del cambio de
estado de sus moléculas. Comenzaban a agitarse. Esa
agitación se unió a una agitación mayor. Aluvión
desbordante, torrente desvariado, se entregó a la fuerza,
fue fuerza. Fue un tsunami. Arrastró cosas, casas.
Arrastró con fuerza todo aquello con lo que se
encontraba. Arrastró con sí la cosa que le confería el
sentido de su estar siendo en movimiento. Refluyó.
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Escupió desde su vientre eso. Refluyó, retrocedió, dejó
de ser tsunami. Transmutó.
HOMBRE-Tsunami. Percibe los cambios de su
percibir. Mira a su alrededor, todavía ve las cosas con
formas desde la mirada de hombre, pero es como si los
colores se le hayan desteñido, toma conciencia que los
colores se le iban escapando de su vista. Decidió que sus
últimos minutos como hombre iba recordar el color
más impactante, el color que anunció su transmutación.
***
El hombre-pescador fue entrevistado como testigo del
insólito tsunami que llegó al Río Paraguay. Cuentan que
lo vieron en medio del río Paraguay al atardecer sobre su
canoa. Cuentan que en su rostro había un extraño
resplandor, sería el sol dorado del atardecer que
reflejado en el agua se reflejaba en su rostro, sumado a la
luz directa del sol en ese momento. Cuentan que se
impresionaron cuando después de mucho insistir -por
un momento pensaron que no escuchaba-, y estuvieron
a menos de un metro de distancia de él, mantenía el
resplandor en sus ojos. Sus ojos atardecían. Incluyeron
la nota como un caso “extraño” en la página de humor
de un diario matutino. La nota era sobre un pescador
delirante, tal vez no siempre fue un loco, tal vez el
tsunami lo había vuelto así, tal vez su familia, su casa, sus
cosas, habían sido destruidas y tragadas, tal vez todavía
nomás no salía del shock traumatizante. Preguntaron
quién era: dijo textualmente en este momento soy
alguien dejando de ser sin saber qué seré, pero sé que fui
75
antes un tsunami. El absurdo fue mayor cuando en un
momento dijo que aquello que tenía en sus manos eran
los restos de un akpalus. ¿Qué es un akpalus? Dijo que
era una especie de otro planeta, que eran las palabras
con lo que más podía referirse en la lengua de los seres
humanos de qué era aquello. Dijo que decidió subirse a
su canoa una vez pasada la… Para ver qué restos
sobreflotaban en el río después de aquella… Dijo que vio
un cometa dorado saliendo del río. De un resplandor tal
que primero lo encegueció, pero pudo ver claramente
cómo el cometa, esa estrella con cola centelleante, se
transformó luego en un dragón dorado, dijo que vio a su
dragona en esa estrella dorada, dijo que cuando tocó el
suelo se apagó, volvió a tierra, la recogió, y ahí vio de qué
se trataba, que se vio a sí mismo en el transcurso total de
su existencia, pero que tal conocimiento era imposible
traducirlo en términos humanos.
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XIX
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-¡Por lo menos, cuando fumamos no se te va el humo
que largamos!-.
-Te veo y ya no me asombras. Ya por ti nada siento-.
-¿Y qué a mí?-.
-¿Quizás debamos separarnos? ¡Quizás nunca nos
entendamos! Hubiese sido bueno no encontrarnos.
Mejor no obligarnos más, olvidarnos que ni existamos-.
-¡Pero pronto que ya me cansé!-.
-Yo me iré-.
Desapareceré, ya no me verás.
Sobre mí nunca más pisarás,
Me hundiré y el río ocupará mi lugar,
Lo que has creado lo destruirá.
Cuídate,
Pues las aguas llenas de codicia están,
Que para convertirse en mar,
Te arrasarán.
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quizá de alguna insumisa bruja extraviada. De esa
travesía desvariada, una sola postal he decidido guardar.
En el atrio de la sumergida catedral aún erguida, un beso
se ahoga bajo una lluvia de arroz. Ahora, sobre mi
sombra, presa en la oquedad de mis huellas del ayer,
frente a este río, el de siempre, el mismo en el que, Sí,
muchos se bañaron no sólo dos veces, nuevamente fluye
pero no huye con su tropel de historias atropelladas,
custodiadas y odiadas en su memoria. Sobre su misma
piel espejeante alejándose, sin dejar reflejo de su
presencia, Ella la invencible, la sin tiempo, dueña de la
guadaña infalible con su, también, atroz hoz de su voz
susurrante reza “…sólo la destrucción es creadora”.
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XXI
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Y en los que El Verbo enseñó, en los que quise ser pero
no engañé, tendrán claro el oasis del que vivirán; en
aquellos, en los mansos de corazón que heredarán la
tierra, habrá madrugada, será despejada el alba, amane-
cerá, y dormiré para ya no soñar.
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CODA
Felipe Escovar
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L ABORATORIO ASUNCIÓN 2010
Fernando Caballero.
Caballero Fernando de la Mora, Paraguay,
1992. Estudiante.
Viviana Portillo.
Portillo Asunción, Paraguay, 1986.
Estudiante de Letras UNA, y Psicología UCA.
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Roque Martínez.
Martínez Asunción, Paraguay. Estudiante de
Ciencias de la Comunicación UNA.
Henedino Eliceche.
Eliceche Asunción, Paraguay, 1983.
Estudiante de Arquitectura UNA.
Carlos Morel.
Morel Asunción, Paraguay, 1986. Estudiante.
Ingrid Gauto.
Gauto Asunción, Paraguay, 1973. Licenciada
en Análisis de Sistemas.
Jorge Coronel.
Coronel Asunción, Paraguay, 1985. Abogado,
UNA.
Vaness
Vanessa Casco.
Casco Asunción, Paraguay, 1982. Productora.
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Lucía Valdez Lird. Asunción, Paraguay, 1962.
Psicóloga. Docente Universitaria.
Sother Leith.
Leith Asunción, Paraguay, 1956. Paisajista.
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C ONSIGA ESTOS L IBROS EN:
Centro
Centro Cultural el Umbral
Facultad de Filosofía y Letras UBA
Buenos Aires, Argentina
laboratorioescritura@hotmail.com
www. flavors.me/laboratorio
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E L L ABORATORIO D E E SCRITURA C REATIVA
ES UNA INCIATIVA DE ANTIEGOÍSMO ESCRITURAL
REALIZADA HASTA LA FECHA EN BOGOTÁ,
BUENOS AIRES, CÓRDOBA Y ASUNCIÓN.
YA ES, POR LO TANTO, LABORATORIO DE
ESCRITURA DE LAS AMÉRICAS:
«L E A».
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Este libro se terminó de imprimir en Asunción, Paraguay
en el mes de Julio de 2010.
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