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L ABORATORIO DE E SCRITURA CREATIVA VI


CENTRO CULTURAL DE E SPAÑA J UAN DE SALAZAR
ASUNCIÓN PARAGUAY 2010

EL TSUNAMI DEL
RÍO PARAGUAY

pornos

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Laboratorio VI

Laboratorio VI - 1a Ed. – Asunción, Paraguay : Ediciones PORNOS, 2010.


100p. : il. ; 13x20 cm.

1. Narrativa Paraguaya. I. Título I

Visítenos en:
en www.laboratorioescrituraasunzion.blogspot.com
www.flavors.me/laboratorio

PORNOS – Ediciones ©
Idea Original Tapa: Tamym Maulén
Diseño de Tapa: Jairo Beltrán / anbilli@gmail.com
Corrección de Estilo
E stilo & Edición Interior:
Felipe Escovar / andresfelipe.escovar@gmail.com
Tamym Maulén / tamymsoda@hotmail.com

Este libro ha sido posible gracias al apoyo de:

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Vas a crear
aunque te falte parte de tu mente y de tu cuerpo.
Vas a crear ciego, mutilado, loco.
Vas a crear con un gato trepando por tu espalda
mientras la ciudad entera tiembla,
con terremotos, bombardeos,
inundaciones y fuego.

CHARLES BUKOWSKI

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A NTES QUE CAIGA EL AG UA

Asunción, Paraguay. La ciudad que dice: “vas a crear


aunque un tsunami azote tus orillas e inunde tu casa, tu
habitación, tus ojos y tus esperanzas; vas a crear aunque
hayan guerras, dictaduras y miedo; vas a crear sin mar,
con energía, siempre mirando hacia delante”.
Asunción, Paraguay. La ciudad que huele a jazmín y a
desechos de alcantarillado. La ciudad de los pobres a la
orilla del río y del Palacio Presidencial que los mira
indiferentes. La ciudad del amor, del orgullo, del idioma
guaraní resonando en cada conversación.
El Laboratorio de Escritura Creativa llegó a esta ciudad
en pleno mundial de fútbol y se va no sólo con las
vuvuzelas zumbando en los oídos, sino lleno de historias
y vivencias qué contar y transmitir. Estamos conven-
cidos de que lo importante no fue ni será manifestar
erudición, sino abrir ventanas, transmitir entusiasmo,
generar energía, mostrar nuestra pasión; nuestra muchas
veces absurda pasión por escribir. Así se generan lazos,
manifestaciones, y más escritura. No importa que nadie
nos crea, nosotros sí creamos. No importa que nadie nos
escriba, nosotros vamos a escribir igual.
Este ejemplar es el volumen 6 de una colección de libros
sin autor publicados en Bogotá, Buenos Aires y Córdo-
ba (Argentina). Un experimento. Un error, tal vez. Pero
un error bien hecho. Un libro libre del cólera pandé-
mico del egoísmo, y que se ríe en la cara de sí mismo, de
la trascendencia, la convencionalidad y la comodidad de

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una mera antología egocéntrica. Es, seguramente, un
llamado de atención a la fiebre narcisista que invade
nuestra sociedad actual.
La escritura tiene que ser un abrazo. La escritura tiene
que ser un combo. La escritura tiene que ser una cache-
tada que dice “despierta, es hora de crear”. En fin, tiene
que ser para ser en el otro.
Fueron dos meses intensos de reuniones: junio y julio de
2010 en un invierno de 25 y hasta 30 grados promedio
que nos hizo sudar; dos meses de construcción, trabajo,
trabajo, lecturas, aprendizaje, goce. Dos meses mundi-
ales. Dos meses de Pilsen, tierra roja y Chipa Guazú. No
hicimos literatura, hicimos escritura. No forjamos ego-
ísmo, creamos colectividad.
Agradecemos al Centro Cultural de España Juan de
Salazar, entidad que nos brindó el espacio para realizar
este Laboratorio, y muy especialmente a su directora,
Sra. Myriam Martínez Elcoro, quien confió plenamente
en nuestro proyecto y apoyó desde siempre la realiza-
ción de este libro mojado.
Estás en Asunción, Paraguay. Una ciudad donde todo
está por hacer y donde todo tenemos que hacerlo. De
pronto, el río comienza a agitarse: una ola gigantesca se
asoma por la costa. Nadie puede creer lo que está
sucediendo. El agua cubre por completo a la ciudad.
Esto es completamente inverosímil. La gente corre ate-
rrada, la gente huye del desastre inminente. Yo me
quedo aquí.
Tamym Maulén

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EL TSUNAMI DEL
RÍO PARAGUAY

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I
YO SOY LO QUE QUEDA DEL LIBRO que alguien dejó olvi-
dado al borde del río. Esta es mi historia.
Antes del tsunami era un libro de autoayuda. Creo que
era una mujer la que me estaba leyendo en aquel
momento. Me trataba bien, no como mi antiguo dueño,
el que me regaló. Ella hojeaba mis páginas con
delicadeza, repetía pausadamente las frases que le
agradaban. Su voz era suave. Lo último que escuché fue
su grito, luego caí. Supuse que no le gustó lo que leyó.
Recién después comprendí todo, con el agua despeda-
zándome de a hojas, y las palabras que se escurrían de
ellas, letra por letra algunas. Fue así como conseguí
armarme de vuelta, con los restos que quedaban de mi
antiguo yo. Ya no pude ni quise volver a ser lo que era.
Me propuse ser un libro de poesía, aún a sabiendas de
que estos eran menos populares y que mi suerte sería
incierta, trágica tal vez. Intenté hacer poesía, quise decir
luz pero no brillaba. Entonces lloré, como lloran los
libros, en el espacio vacío de una página en blanco, y me
sentí pobre. Traté de recordar alguna frase de mi
antigua vida, de esas con las que conseguía ayudar a los
demás. Solo me vino a la memoria el grito de aquella
mujer y algo de su voz. Eso es lo que queda en mí: un
grito, una voz.
Algo me dice que el resto de mis antiguas partes están
haciendo lo mismo. Se me hace verlos formarse como
yo, con letras y espacios y comas y puntos. Filosofía,
historia, religión, tal vez poesía, también otros. Sé que

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algo de eso me pertenece, como yo a ellos. Quizá yo sea
eso, una parte que se va transfigurando, y todos ellos, yo,
nosotros, seamos uno solo, confuso, como un libro que
se está escribiendo desde adentro de un tsunami.

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II

SUMERGIDO EN LA LECTURA de repente todo empieza


a flotar. El agua lo empuja hasta el techo del cuarto. Las
vértebras se golpean contra las vigas que soportan las
planchas de zinc, los clavos saltan, la madera cede y el
cielo azul como el agua calipso de las olas se abre. Sus
ojos ven a su alrededor la corriente espumosa y marrón
que lo balancea y lo lleva con ella sin percatarse de que
había llegado a la ultima hoja.
No había nada, ni inundación ni tsunami que le extirpa-
ra el libro de las manos.
Vivió en él desde el principio, en sus personajes, sus
casas, sus plazas, sus veredas y esquinazos entre árboles y
empedrados, entre el mate del alba y el tereré de entre
mañana, entre siesta y entre noches refrescas.
Se fue flotando hasta quedar al costado de la calle
tirado, con el pasar de los días el sol fue iluminando el
escenario sombrío de aquel vendaval acuoso. Todo se
fue pudriendo y secando, jerando, como si hubiera habi-
do una fiesta patronal en toda la ciudad y al terminar
todos habían sucumbido con ella.
Al amanecer el libro se halló plasmado en la calle.

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I II

“Sí te contara de mis ruidos


descubrirías el mundo o un pañuelo”
J BOCCANERA.

SOY RARA. Terminé convencida de esto hace tiempo


gracias a mi madre que lo repetía incansablemente. Le
disgusta cuando hablo con extraños sobre la tormenta,
pero los dolores son así como si cayeran rayos sobre mi
cuerpo. Guardó todos mis libros.
Me parece aburrido ser “normal” (su palabra favorita),
además no es normal estar acostada todo el día.
Se lo dije mil veces: moriré en París y será jueves y llo-
verá. Cómo explicarle que ya partió de mí un barco
llevándome lejos. Visitaré Santa María y espero conocer
a cualquiera de los Aurelianos, pero lo más emocionante
será tomar el té con la Maga.
Suena una y otra vez My baby just cares for me…
Tampoco le gusta la música que escucho y es porque en
realidad a ella no le agradan las negras.
Lloverá. Lloverá. Lloverá sin descanso y no llegará nin-
gún Noé a salvarnos. Ella sigue sin creerme. Dice que no
puede llegar un Tsunami a Paraguay; sin embargo, la
naturaleza se vengará y espero que el minotauro se la
coma, así como a ella le gusta comerse a los animales.
¿Cómo explicarle con palabras de este mundo? Talita
cumi mamá.
Todo ha sido escrito.

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Vení mamá… Quédate a mi lado, no vuelvas a llorar,
esperemos juntas y te cuento una historia mientras sigue
lloviendo.

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IV

MI NOMBRE ES NUESTRA SEÑORA Santa María de la


Asunción, pero todos me conocen como Asunción.
Nací el 15 de agosto de 1537 a orillas de río Paraguay;
aquel río calmado, apacible y lleno de vida. Si no fuera
por él yo jamás existiría. Cierto, no es el río Paraguay
propiamente dicho, es la Bahía del río Paraguay. Pero
bueno, de todas formas sigue siendo el río Paraguay.
Debo decirles que mi vida, de una u otra manera, ha
sido complicada; entiendo, en esta vida nada es fácil y
no soy la única que sufre. Es fácil decir eso pero otra
cosa muy diferente es sentir eso. Cuando era muy joven
me enamoré de la Libertad. El amor fue posible, y todo
terminó en una Revolución Comunera que me llenó de
desilusión. Dejé que el tiempo pasará para poder olvidar
y de repente, sin darme cuenta, algo raro me sucedió:
por primera vez me sentía comprendida y me sentía
valorada como mujer; me había hecho independiente en
la nobleza de la paz… ¡Qué alegría inmensa! Nunca
podré olvidar aquel 14 y 15 de mayo de 1811.
Desde mi independencia soy una persona que valora y
ama la vida, y siempre hice lo imposible por cuidarla
pero, no sé por qué, Paraguay entró en guerra con
Argentina, Brasil y Uruguay. ¡Dios mío, qué dolor, qué
sufrimiento! ¡No es justo! Fui ultrajada, violada y
abandonada e incluso estuve a punto de morir y de casi
no contar esta historia. Pero, como también soy de
aquellas que cree en Dios y sabe que él existe, me

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antepuse al destino y me enfrenté a él esperando el
momento de volver a recuperar mi dignidad. Y de nuevo
sucedió otra guerra en Paraguay. Pero esta vez fue
contra Bolivia. En aquel momento yo sentí miedo por lo
que pudiera pasar, pero en esta ocasión no vinieron a
destruirme, sino a compartir conmigo la victoria de la
paz frente a la guerra que terminó en aquel inolvidable
desfile de la victoria. De nuevo comenzaba a vivir.
Lentamente empezaba a recuperarme y de nuevo, sin
darme cuenta, caí en la desgracia. Querían cambiarme
como ciudad capital, pero ahora ni siquiera podía
decirlo; tenía que estar callada y soportar todo tipo de
comentarios. Por suerte la mala onda terminó, y el 2 y 3
de febrero de 1989 estuve segura que nunca más sería
olvidada y que siempre sería defendida. Así, pude ser fiel
testigo de elecciones democráticas, manifestaciones de
la gente por el respeto a la democracia en los días de
marzo de 1999, y el comienzo del pluralismo de gobier-
no en Paraguay.
¡Ay! Cuando pienso en todo lo que me pasó recuerdo
los consejos del río Paraguay. Él nunca se habría
imaginado que mi destino sería así, ya que siempre nos
entendimos bastante bien; pero bueno, a pesar de tantas
cosas aún sigo soñado con encontrar alguien que llene
mi mundo, que me ame con toda su alma y que sea sola-
mente para mí; alguien que me permita seguir viviendo
mi independencia y que me cuide como a nadie en este
mundo. Sé que ese alguien se llama Libertad pero
también sé que nuestro amor por más que aparente
existir es imposible, porque no puede ser solamente para

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mí: debo conformarme con que sea una parte mí. Está
bien, ya lo he aceptado, la Libertad es de Paraguay, es del
Mundo y es de todos.
Sé que el tiempo pasa, pero yo aún no pierdo la
esperanza de encontrar a mi único amor; mis amigas ya
han encontrado su amor y son felices, pero yo no.
Bueno, en realidad creo que tal vez siempre lo tuve, pero
nunca lo acepté y lo que es peor: no me animaba a
decirle. No quiero que suene cursi, pero no hay nada
peor que dejar escapar el verdadero amor. Río Paraguay,
¡te quiero, te adoro, te amo! Río Paraguay, ¡gracias por
regalarme está bahía a quien ya le puse mi nombre!
Todo iba muy bien hasta que comencé a sentir miedo,
por ahí escuchaba: “olas gigantes llamadas tsunamis
destruyeron las costas de las ciudades del sudeste
asiático y recientemente han destruido costas de las
ciudades chilenas”. Por Dios, miro alrededor de mí, veo
mis costas Ricardo Brugada, Pelopincho, Bañado Norte,
Bañado Sur, y es la misma destrucción. ¡No puede ser!
Río Paraguay, ¡me mentiste! ¿Por qué me mentiste?
¿Por qué no me dijiste que no cuando podías? ¿Por qué
te burlaste de mí? Yo te di todo: fui fiel, fui buena, y vos
me pagas así. ¡Sos una porquería!
Sin decirme ni una sola palabra por todo lo que le dije,
ese asqueroso río me sonríe, me mira a los ojos y con una
suave autoridad me dice:
“Asunción, no te lo puedo negar: la destrucción de
nuestras costas es igual a la causada por las aguas de un
tsunami en otros lugares. Pero éste tsunami no es
consecuencia de mi naturaleza de río. No. Este tsunami
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es resultado del egoísmo, de la indiferencia, de la desidia
y del desprecio humano. Porque recuerda: nosotros a
pesar de sentir y de vivir, sólo somos el reflejo de una
sociedad”.

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V

SOY FERNANDO. Terminaba una sagrada noche con


Guadalupe, la mujer más joven del servicio (y la que más
me costó abrasar).
Eran las 5 PM cuando uno de mis asistentes me llama,
desesperado, contándome lo que estaba pasando. Pen-
saba que era un chiste. Un chiste de muy mal gusto. ¡No
podía ser posible!
Pensé en mi país, en mi familia, en mis amigos, en mis
afectos… Aquellos que ya no están (y aquellos que
vamos reconociendo). Abrí la ventana, miré nuestro
cielo, invoqué unas palabras: “Dios mío, Dios mío, ¡por
qué nos has abandonado!”.
En ese instante llega Mercedes, y me grita: “¡Qué
barbaridad, Fernandito!”. La miré a los ojos, y le dije:
“Querida: ¡mi Gobierno no tiene la culpa!”.
Impotente, agarro el celular y llamo al Ministro de
Emergencia Nacional, que me dice: “Presidente, ¡y
ahora qué hacemos!”.
Comienzo a temblar. Me cae una lágrima. -Llamemos a
Conferencia de Prensa-.
-Pero, Señor Presidente, hay otras urgencias…-.
-¡Ninguna otra urgencia más que la seguridad de mi
pueblo! Mi imagen… ¡mi sagrada imagen en la
comunidad internacional!-.
En la Sala de Prensa de Mburuvichá Róga, un tsunami
de periodistas me asediaba. Medios locales e internacio-
nales.

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Pero en medio del mar de gente vi a una mujer de
mirada profunda. Era ella, no había dudas. Era Horten-
sia, con una extraña peluca pelirroja. Me miraba firme,
decidida. Tomé agua, e intenté ignorarla. Comenzaba la
rueda de prensa:
-¿Qué palabras tiene, Señor Presidente, sobre el
fenómeno ocurrido esta madrugada?
-Estoy consternado, abatido, preocupado. Amo a mi
patria y a todos mis compatriotas. Y un fenómeno como
éste, lamentablemente, no pudo evitarse…
-¿Qué medidas tomará su Gobierno para paliar los
efectos al centenar de familias afectadas?
-Cuando me enteré del hecho, curiosamente, estaba
pensando en la humilde gente del Bañado Sur. Si bien es
el último día de mi Gobierno, mi corazón y mi mente
piensan en mi pueblo.
En ese minuto, se levanta Hortensia. Le arranca el
micrófono a un corresponsal de CNN, y dice, furiosa:
-Estimado “Señor Presidente”: ¿cómo puede preocu-preocu-
parse de un país, y olvida que su hijo quiere
quiere verle?
El descontrol de la inercia me hizo levantar, y pude
responder, gritando:
-Considero que al país tengo que cuidar como a mi
familia. Puedo decir con orgullo que el Paraguay es un
hijo mío, ¡y no lo niego!-.
Con tranquilidad impredecible, y el pese al asombro de
la gente, Hortensia se acercaba lentamente, despren-
diéndose el sobretodo. Se sacaba la peluca, y se quedaba
desnuda, mostrando el vientre que preferí no ver.

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Los fotógrafos captaban la verdad que Larissa Riquelme
tanto soñaba.
Con un llanto a la vista le rogué que se vista, no sin
antes darle un beso con el mundo de testigo.

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VI

TOBIAS ULDRYCH / DEUTSCH BELLS.


ASUNCIÓN, PARAGUAY. REPORTE INTERNACIONAL.
Lo que hace pocas horas atrás ostentaba el nombre de
ciudad “Nuestra Señora Santa María de la Asunción”,
bautizada así por los conquistadores Españoles en una
soleada mañana del 15 de Agosto de 1492 – según acta
fundacional, y que luego, más tarde, se convertiría en
madre de ciudades, base de la segunda fundación y
reconstrucción de la ciudad de los Buenos Aires y sitio
de partida para las expediciones del alto Perú y Nueva
Granada, hoy Colombia- descansa ahora sobre un
cúmulo de edificios y casas derrumbadas o enterradas,
cadáveres apiñados o dispersos, y llantos desoladores
entre algunos sobrevivientes.
Fue así como inesperadamente el Río Paraguay (exacta-
mente en la pertrecha bahía de Asunción, y a unos
10km de largo, formando una portentosa fuerza
huracanada) se le elevó por los aires a una altura de unos
aproximados 150 metros de alto, y luego empezando su
descenso hacia lo que es (o fue) el centro de la ciudad de
Asunción, dejando a su paso todo este inverosímil y
cruel vestigio que nuestros ojos se resisten a creer: un
paisaje tal vez apocalíptico, del día final.
No será tarea fácil de establecer los perjuicios económi-
cos. Tal vez en un periodo de 1 o 2 años.
Paradójicamente, el Presidente actual del país, Fernan-
do Lugo, y su comitiva, tuvieron que suspender su
estancia en Brasilia, ciudad donde iban a firmar un tra-

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tado de respeto mutuo con su homólogo recientemente
reelecto, Lula Da Silva, por las incursiones e invasiones
de los mismos en territorio fronterizo de la República
del Paraguay, y la muy controvertida renegociación de la
represa Hidroeléctrica Itaipú. 10 horas más tarde de
haber ocurrido el luctuoso y trágico suceso, entidades
humanitarias (la Cruz Roja Internacional y Naciones
Amigas) se dieron cita para socorrer a la población
diezmada y desamparada de la ciudad de Asunción.
Diez convoys de la flota aérea chilena (unidades fanton
de todo terreno, aire, mar y tierra, transportando
equipos médicos y quirúrgicos, medicamentos, alimen-
tos, unidades de ingenieros militares y fuerzas vivas para
apoyo logístico que pretenderá paliar momentá-
neamente y socorrer a la población) descendieron
donde pudieron en tan pertrecha ciudad. Todos ellos
encabezados por la ex primera mandataria del país
transandino, la señora Michelle Bachelet, haciéndole
presente los saludos del Presidente Lagos a su homólogo
Paraguayo. Es de destacar que tan solo seis meses atrás el
país chileno también sufrió los embates del Tsunami.
El embajador transandino en Asunción, re querido por
la prensa extrajera especializada, tras la experiencia
vivida, acotó no quedar indiferente de tan lamentable
suceso.
Este hecho acontecido algunas horas atrás será un
motivo candente para los ambientalistas y científicos
que se reunirán en Estrasburgo, Alsacia, este mes de
Agosto, donde el tema a tratar será “la concientización

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a la población del planeta por cuidados de más alcance
directo sobre el medio ambiente”.
El embajador de EEUU en París presentó su protesta al
Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia y
rechazó su adhesión a la misma.
Por su parte, el Banco Mundial, con sede en Nueva
York, se abstuvo de cualquier comentario respecto al
tsunami que arrasó la ciudad de Asunción.
En Johannesburgo, donde debía haberse llevado a cabo
las finales de la Copa Mundial de Fútbol entre los
seleccionados de Paraguay y Alemania, se suspendió el
evento. “Un Estadio de caras tristes y espíritus alica-
ídos”, fueron las imágenes captadas por la televisión
Internacional. Cuando los jugadores del equipo para-
guayo manifestaron su retiro del campo de juego,
también lo hicieron los del equipo teutón, adhiriéndose
al luto sufrido por el equipo paraguayo. De esta manera,
el tan apreciado trofeo quedará en manos de la Confe-
deración Internacional del Deporte, con sede en Lucer-
na, Suiza, hasta el próximo mundial que se llevará a cabo
en alguna ciudad Brasilera.
Insólitamente, un apresurado ciempiés cruza lo que
queda de la tan transitada calle Palma, tal vez queriendo
encontrar su ambiente arrebatado por el tsunami o tal
vez reconstruirlo de nuevo para abrigar nuevas
esperanzas.

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IMÁGENES CAPTADAS POR EL SATÉLITE ALEMÁN
DE RADAR TANDEM-
TANDEM- X

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30
VII

GONGG… GONGGG, GONGGGGGG. Redobla el gong


horario. Es el campanario, en la Catedral.
Me instalé en este lugar, por ser HERMOSO desde la
primera edad, cuando Ñanderú nuestro Padre,
pronunció su palabra y creó el campanario, la bahía, y
este hermoso río. El ojo del agua vive en su centro,
desde allí controla la ciudad. Por cierto, la siesta es
particularmente un destiempo especial. Los orantes
entran y salen del recinto recobrando a sus muertos.
Me desplazo lentamente y cambio de posición.
De pronto, zumba el songo, ruge el río. Sonámbulas
transitan sombras. Latiga el viento, derriba, fragmenta,
desplaza. Sin murallas, adormecidas conciencias se
desbandan. El río hace gárgara, escupe, estornuda, ruge
y traga. Esparce niebla, terror y velatorias campanadas.
Mientras, en las calles vuelan puertas y ventanas.
Enmudece el habla. Caprichosa y sin censuras el agua
¡TRAGA!
Traga monedas, traga tacones, traga sueños, traga
montañas, traga niños, traga vocablos, abuelos, gatos,
perros, sabios, salamandras…

TODOS VAN AL VIENTRE CIRCULAR DEL


AGUA.

Pero ni agüería, ni mal de ojo, ni maldición o mala racha


me alcanzan. Exorcizada está mi torre en esta hora
alborotada.
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Con furia incontenible irrumpe el agua. Cae el puente,
la puta, el intendente, el empresario, el travesti, el
presidente. Todas las firmas al pie de página, los mal
nacidos, todos los EGOS empedernidos, empecinados
en idolatrías egolátricas.

APOCALIPTICAS ARAÑAS T RASPASAN


TUMBAS… TRASMUTAN, SALTAN. SALTAN.
La negra y eléctrica cabellera que surca la ciudad,
chisporrotea, retuerce, ¡y a su paso mata!
La Chacarita, sus gallos y sus gallinas, sus
sus cerdos y
altoparlantes, con todos sus habitantes adheridos a
camalotes que hacen de canoa, va flotando en el río,
como isla de migrantes que se dirigen a un
horizonte sin orillas.

EL TSUNAMI TRAGA TODO


EN UN INSTANTE: Traga voces de la memoria,
traga historia y geografía.
geografía

Recién lavada, la bahía aquieta su mirada. Es como


espejo celeste que encapsula el antes y el después. Mi
hogar, la Torre en pie, como mástil sin bandera
identitaria, como voz gritando ¡TIERRAAA! con
sonido que traspasa más allá del más allá. Gracias a mis
cien patas y a mis luminosos cien ojos en la espalda que
vieron y fijaron la mirada, hoy puedo contar quién soy y
cómo me salvé sin ser Profeta ni Arca.
Buen susto me di cuando el ARCOIRIS-
ARCOIRIS -COLIBRÍ
(único ser alado que suspende el vuelo en el punto

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cero), noqueado por el viento, fue cayendo hasta mis
pies. ¡Líbrame
Líbrame Dios de este momento! – dijo y se
desmayó-.
¡Suena sonaja! Vibra. Vibra y capta el sentido intrín-
seco de esta danza… Metal sonido a cascabel, baño de
luz, baño de luz…
¿QUIÉN
QUIÉN SOY YO?
YO SOY TU. TU
¡Despierta! ¡Despierta y baila! Ven a pronunciar con-
migo magicablos para despertar al colibrí.

HABLABRAPALABRA
GOLPEA EL ORFEBRE
PALABRA DICHABRA
PALABRA CORTEBRE
RETUERCE ALQUISOMBRA
CINCEL DE ESCULPIBRE
EL FUEGO QUE LABRA
MALDITA PALABRA
HERIDOS EN FILA
ME TRAGAN SINTAGMAS
PODER DE ALQUIMISTA
ENTIBIAN MI MUERTE
DESPIERTA COLÍBRE
PRONUNCIA LA SABRA
HABLABRA CADABRA
QUE SURJAN VOCABLOS
QUE TRAGUEN TSUNAMIS
DEL RÍO PARAGUA
SONOROS SONABLOS

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RESUENEN EN HABLAS
DESPIERTA COLIBRE
SANAPA SANABRA
DESPIERTA PARAGUA
HABLÓ LA PALABRA!

EL COLIBRÍ ABRIÓ LOS OJOS


Miró. ¿Quién eres? preguntó
No te pareces a mí en nada, pero me gustas…
Me divierten tus muchisiiiiisimas patas…
Y me encantan tus ojos hurgando, girando, rotando
como queriendo atrapar el todo en la nada.
Me quedo a vivir aquí… Si no te importa.

¡QUÉ HERMOSO JARDÍN! MÁS ALLÁ DEL


AGUA
SEGUIRÉ LIBANDO NECTAR POR SIEMPRE…
SIEMPRE

BUENO, BUENO… ESTÁ BIEN, QUÉDATE,


CONTESTÉ
ASI TENDRÉ EN MI PROPIA CASA
A QUÉN SEGUIR CONTANDO HISTORIAS

¡HURRAAA! Gritó el Colibrí, ya puedes empezar…


Sí. Pero antes me voy a presentar: Soy Petronio. De
nacimiento con 100 patas y 100 ojos luminosos en la
espalda… Provengo de noble casta
EL AVA ÑEÉ ME ACOMPAÑA
TUPÁ ME TRAJO AL MUNDO
A CUMPLIR SU MANDA:

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ALIVIANAR RUTINAS, PONERLE ALAS A
MIS PIES
ADOPTAR UN COLIBRÍ,
TRASMITIRLE EL HABLA.
Y AMAR
AMAR CON CORAZÓN LIMPIO
CON CORAZÓN PURO, AGRADECER
EL FRUTO QUE CRECE
EL AGUA QUE BROTA
DEL RÍO INTERIOR
¡AAAH, AAAH! , exclamó, ¿Podemos empezar?
¿Ves aquél algarrobo?,
algarrobo pregunté. Si, respondió
impaciente.
Es robusto, frondoso, bello. Es árbol de sabiduría.
sabiduría
Mira al cielo y apoya en el
agua sus pies. ¡Es
Es especial!
especial Yo era muy pequeño. Muy
pero muy pequeño, cuando
oí su canto cubriendo de sonoros trinos un territorio
infinito. Una mañana desperté en medio de diminutos
seres de plumíferas alas y vi nidos gigantes de colibríes
colgando de sus ramas.

Por primera vez oí su voz en mi palabra diciéndome:


¡sean felices!
Vén y baila conmigo la danza del tomo. Toma,
juguemos al recibir, juguemos al entregar. Con cinco
sonoras letras ligadas a consonantes ven a pronunciar las
palabras con resonancias claves. Entrelaza magicablos a
ritmos y cadencias que liberen, liberten y sanen toda
dolencia.

35
ACÉRCATE, ESCUCHA
LA VOZ DEL ALTAR INTERIOR

VIEJO TIGRE… ALGARROBO


ATRAPA SUEÑOS, ATRAPATODO
ATRAPASOMBRAS TRANSITANDO
ESPEJISMO INCANDESCENTE
DE FILOS AGUZADOS,
PICO Y FOSA EN
EN LA MENTE
ATRAPA-
ATRAPA-CUENTOS INCONCEBIBLES
TRAGA-
TRAGA-DISFRACES ALGARROBANDO
ATRAPA-
ATRAPA-MIEDOS TRAGA-
TRAGA-CANTANDO
VOCES, VOCES… VOCES, ¡TRILLAMANDO!

De ahí en más, el ciempiés y el colibrí se hicieron


uno.
Viven enamorados
*
Del río
de la bahía
del campanario.

GONGGG
ONGGG
NGG
G
del campanario
de la bahía
del río
*

36
VIII

LA NIÑA, sobre sus manos-almohadas se recuesta en el


piso marrón del cielo de maderas y tejas para, con sus
ojos curiosos, seguir mi irresuelto andar mientras,
migaja por migaja, yo recojo el pan.
No le temo, nos conocemos. Sé que antes de irse al
fondo me tomará en sus manos morenas como mi piel, y
no me aplastará, solo sonreirá e imaginará mi biografía,
mi microcosmos. Después, me transportará en sus
manos, desplegará sus dedos en mi zaguán, al lado de su
puerta, y me verá caminar hasta que me pierda en
aquellas galerías hechas en su pared.
Éramos muchos en la colonia de arena blanca, incon-
tables. Recuerdo a las otras obreras, a los soldados y a la
prolífica y longeva Reina, que fundó el reino hace dos
décadas. La colonia era grande, cálida, custodiada por
un gran sauce de las dormidas aguas de aquel río de
nombre parecido al mar. El trabajo allí era imparable y
orgánico. Y por sobre todo monótono, al menos para
una obrera como yo: la ausencia de unas alas me destinó
a servir a la Reina, que no era ni opresora ni caprichosa,
como también a cuidar las larvas, las pupas. Una
existencia delimitada por las cavidades naturales, las
cámaras de crías, las excavaciones, las exploraciones
cortas, la recolección.
Yo empezaba apenas a conocer el mundo. Esperando
inútilmente aquellas alas de membranas delicadas con
las que fantaseaba ir más allá del mundo-hormiga...

37
No ansiaba las alas porque quisiese saber del “vuelo
nupcial”. Sabía que las fértiles aladas acaban como la
Reina: una nueva colonia, crías, más crías, castas, alas,
vuelo nupcial, etc.
Las quería para ir a la otra orilla, la lejana y misteriosa
otra orilla.
Nadie de la colonia sabía si al otro lado de nuestro
mundo-isla habían otros iguales al nuestro. Nadie nunca
intentó atravesar el río. Creo que nadie más que yo
siquiera suspiró por ir a la otra ribera.
Transcurría el tiempo ligero sobre las aguas del río. Y
me palpaba el tórax cada noche, imaginando el
crecimiento de aquellas membranas-mundo que desafia-
rán mi polimorfismo natural.
Aquella noche el insomnio se apoderó de mis ojos
compuestos. En silencio, las ansias de alas despertaron
con tal fuerza que un sonido terrible imperó en la
atmósfera dormida de nuestro mundo-isla. El sonido
crecía, las aguas comenzaron a agitarse. El sonido se
reproducía, las aguas bravas despertaron, voces extrañas
se mezclaban con aquella vibración maquinal que se
confundía con el grito del río que volvía de su pernoctar
de cuentas perdidas.
En la colonia, el espanto despertó a la Reina, a los
soldados, las obreras. La confusión enrareció las mentes.
Las aguas de una destrucción segura se detuvieron eno-
jadas a unos pocos centímetros de nuestras vidas de seis
patas. Las aguas se calmaron.

38
Luego, nuevamente las voces extrañas de seres de otra
especie se unieron a los pasos fuertes, clandestinos. El
sonido terrible volvió, multiplicado. Las aguas angus-
tiadas, agitadas, comenzaron a crecer, gritar, embestir,
impetuosas, salvajes. La orilla comenzó a desaparecer
cada vez más, cada vez se sumergía un milímetro más. El
ruido crecía, las voces humanas se entrelazaron susu-
rrantes, cómplices, las luces artificiales de repente se
encendieron sobre la colonia, donde el caos y el deses-
pero se adueñó de las galerías de arena.
Las cajas de cartón, grandes, de un brazo a otro, de una
lancha a otra... Y el río, gritando su enojo en la orilla,
raspando la tierra con sus dientes, creciendo milímetro a
milímetro, lamentándose encima de todo lo que a su
paso tenía forma. En un instante, se olvidó de sus hijos,
su dolor tomó los cimientos de la colonia y lo derrumbó
bajo sus manos de agua.
Grito, confusión, dolor. Oscuridad en las profindida-
des. Desperté una mañana de fecha indescifrable.
Naufragaba a bordo de una hoja de sauce, quizás rumbo
hacia la otra orilla. Quizás tampoco sin tierra. Bajo
unos rayos abrasadores que pronto volverían cetrino mi
bálsamo verde y la escasez extraña en un verano ya con
aires ateridos.
Vuelvo los ojos hacia todos lados, esperando ver la
colonia pero solo miro agua y más agua. El río
omnipresente a mi alrededor. Miro sobre una hoja hacia
la tan añorada orilla. No sé. Una duda líquida despuebla
mi esperanza de supervivencia. Inconsciente, a flote,
caigo resignada.

39
No sé con qué alas llegué a la otra orilla, solo recuerdo
las manos de la niña que tomó mi canoa-hoja y me llevó
hasta su mundo-humano construido bajo su galpón con
vista al río. Su mirada me interrogaba silenciosa: quién
era, de dónde venía, y mis circunstancias. Y en mi
idioma-hormiga, en el centro de mi confusión, le con-
testé que un tsunami me trajo unas alas.

40
IX

SOY UN ÁNGEL QUE NUNCA SE HA MOJADO. Pero un


día estuve muy cerca. Fue cuando un Tsunami atropelló
al Río Paraguay. Resulta que estaba en mi nubecita,
buscando un alma bondadosa que valdría la pena
enclaustrar en un nicho de vidrio para su posterior
veneración. Quería regalarle al Creador un ser humano
que sea testimonio de resistencia ante esta cultura de
muerte. Escogí la ciudad de Villa Hayes, por su historia
diplomática. La excusa de este regalo era que no tenía
una santa indígena de esta tierra de sol.
Quería que este 25 de diciembre fuera Él quien recibiera
presentes y no los niños. No quería que fuera un
cumpleaños de no recibir regalos y sí recibir súplicas.
Soñaba con que El Ser Supremo no recibiera “pedidos”
sino ofrendas forradas de arco iris, sonrisas amarillas y
pensamientos salpicados con verde. A pesar que El Que
Todo Lo Es no necesita nada, quería demostrarle que
aún soy capaz de ver el color inmaduro de este hoyo
oscuro. Se me ocurrió protagonizar el oficio del
antiquísimo Lot en este tiempo que llaman algunos
“Post-moderno” y es mi escenario hoy. Mi observación
se detuvo como lo cantan unos trovadores de ese suelo
guaraní; cuando mi corazón se partió en tiritas.
Ella no pasaba de los 17. Sus tejidos eran tan prolijos
como si lo hubiera hecho un telar robotizado. No
apretaba ningún botón, no pagaba a ningún obrero, no
regateaba el precio del gasoil pensando en flete. Simple-

41
mente hacía funcionar todo su cuerpo: la veía caminar
hacia la bahía con el sol de sombrero. Puso sus gruesas
piernas morenas sobre el suelo tibio, bajo la sombra de
un árbol de mango de la tercera edad. Inclinó hacia
delante sus perfectas líneas que parecían varios penta-
gramas cocidos a su cabeza. Hizo un nudo en uno de sus
dedos de sus encallados pies. Su creatividad se iba
dibujando en la mochila que iba tramando. Mi mirada
se enredaba en sus hilos. No veía la hora de regalarle ese
arte a mi Señor de Señores. Quería rescatarla de ahí
antes que ocurriera la hecatombe.
Y así fue. La joven vio los pájaros volar en dirección
contraria a la normal; las gallinas subían como podían al
árbol que les sostenía la espalda. Ahora su oficio se
detuvo al empezar la conversión de su piel en similar
textura a la de aquellas aves. Retomó su trabajo y fue
más allá. Hizo una mochila tan grande que podía caber
en ella.
En una confusión de mi función me fusioné con la
realidad; colgué a mi espalda la mochila antes que el
algodón se empapara de agua dulce. Como no podía
llevarla más allá de mi nubecita se la tiré a un muchacho
que estaba en una canoa tratando de pescar su almuerzo.
Cuando me di vuelta para asegurarme de que la había
salvado, ya no había nadie en el bote.

42
X

ME LLAMO MARÍA FACUNDA o simplemente Ña Facu,


como me conocen aquí en mi Comunidad San Jeróni-
mo. Mi Barrio es uno de los más antiguos y está ubicado
en una de las Lomas de Asunción como a 10 cuadras del
Río Paraguay.
Aquí casi todos me conocen y yo les conozco a todos, a
algunos desde antes que nacieran; los cuidé en el vientre
de sus madres y los hice parir, a algunos les curé sus
fiebres con orchatas milagrosas, a algunas mujeres las
hice casar gracias a las oraciones de San Antonio. A
otros los curé del maldeojo, eso que da de la pura envidia
de la gente. Les curé de la tristeza de amores y salvé
muchas rupturas de matrimonios con el atado de las
siete vueltas, que nunca más se desata. Yo sé de cada
secreto de los corazones de la gente de mi comunidad.
Soy como la memoria de los deseos, de los fracasos, de
los triunfos y de los malos presagios también. La gente
venía a preguntarme qué debía hacer, no sé porque así
fue y así me acostumbré, era natural para mí. A veces me
sucedía que tocaba a las personas con las manos y veía su
pasado y su futuro, es por eso que algunos creían que yo
era como una bruja vidente. ¿Qué culpa tenía yo de que
mi mente se paseara por el pasado y se sorprendiera del
futuro? ¿Acaso pedí yo ver el dolor y la alegría con tanta
alevosía?
Acomodada a mí destino todos venían a mí con sus
dolores corporales y espirituales. Así trascurría mi vida.

43
Pero hacia un tiempo me atormentaba la imagen del Río
Paraguay convertido en torbellino, enojado se venía con
furia hacia la ciudad de Asunción. Cerca de las cinco de
la tarde, me venía una tristeza de muerte y no sabía
explicarme. Algo así me pasó, cuando ocurrió el
incendio del Ykua Bolaños; cerca del mediodía mi
aflicción era tremenda y veía en mis pensamientos fuego
y más fuego y gente atrapada en él. Ahora veo agua por
todos lados, agua convertida en murallas, agua que
atropella todo a su paso. Hace tiempo sospecho que el
río está enojado, está escondiendo resentimiento, creo
que es porque la ciudad le ha dado la espalda, porque
ella tiene añoranzas de mar.
El río ahora está como más oscuro e inquieto, anda
vomitando amargos camalotes sin flores, mal presagio
para esta mala bruja curandera y partera de sueños. Yo
solo ando por ahí diciendo:
“Cuidado con el río enojado y resentido, quiere darnos
vuelta la cara y convertirse en mar”
Tenían miedo de mi presagio los que me conocían,
otros simplemente sonreían y me ignoraban al escuchar-
me.
Yo recomendaba: “a las cinco de la tarde no se acerquen
al río, tiene rencores atragantados en sus fauces”. A Don
Pedro el pescador le decía: “debes volver del río antes de
las cinco”
Y él volvía a las cuatro muy respetuoso de mis palabras
agoreras y mal agüeras; sólo porque confiaba en mí; él
dice que salvé a su hijo recién nacido, quien había

44
llorado por noventa días con sus noches y yo le curé del
ojeo, hoy es el niño más feliz y nunca más lloró.
Yo sentía mucha pena de no saber qué hacer, ni qué
decir a la gente, y el mal presagio me atormentaba la
memoria y mis sentimientos y entumecía mi cuerpo de
angustia. Yo sólo repetía:
“Cuidado con el río enojado y resentido quiere darnos
vuelta la cara y convertirse en mar”
Todos escucharon, por lo menos una vez, mis sospechas
acerca del río, pero yo ya era una vieja pasada de moda,
hoy día la gente escucha más radio y televisión, que las
voces del viento y de la tierra; así me quejaba en vano.
En esos días el olor del río era fangoso, estaba como
preparando su aliento más caliente.
Y sucedió, como otras veces con mis presagios, cerca de
las cinco de la tarde todo se puso negro y oscuro, el
viento huracanado puso de rodilla los árboles y pude ver
venirse al río enojado sobre Asunción, mirando desde la
Loma Kavará de mi querido San Jerónimo. No pude ver
más, sentí un dolor en el pecho y el viento que arreba-
taba el aire de mis pulmones. Recuerdo una luz blanca
intensa y un profundo sentimiento de paz.
Mi memoria es flaca ahora, tan flaca como siento a mis
huesos, quizá sea por mi edad, sólo evoco retazos de
rostros e imágenes de esa jornada trágica.
No sé cuánto tiempo pasó, para mí ya no tiene impor-
tancia. Me doy cuenta que ahora paseo todo el tiempo
por mi barrio y todo está cambiado, muchos se han ido
o ya no están, ya no me conocen como antes, les hablo y
parecen no escucharme; a excepción de Don Pedro, con

45
quien intercambio yuyos y pescados, sigo cuidando de
su familia.
Me di cuenta que el barrio ya tiene un mirador, la gente
mira de frente al Río Paraguay, es más, escuché que
habrá una Avenida Costanera, parece que la ciudad se
reconcilió con el río y dejó de añorar el mar.
Sé que algo cambió en mí, hasta me han cambiado el
nombre; me llaman la Dama del Río y me traen flores,
agradeciéndome por la ayuda que les di aquel día.

46
XI

SOY UN MARINO DEL CAÑONERO HUMAITÁ. Mi tra-


bajo consistía en cuidar que todo este en orden y hacer
la guardia nocturna, no era gran cosa, pero me gustaba.
Por las tardes iba allá en lo alto del barco, la vista que
tenía desde ahí era muy buena, se podía ver toda la bahía
de Asunción. Hoy este buque se convirtió en un museo;
aquí vinieron a ser ubicadas para su exposición arma-
mento y fotos de la guerra. Sí, esa del infierno verde que
le dicen. Algún que otro turista pasaba por acá de vez en
cuando. Con Miguel estábamos aquél lunes. Nos tocó
hacer guardia tres días seguidos juntos. Antes de que esa
gran ola suba, una vez más me encontraba allá arriba, así
me gustaba matar el tiempo. Cada tanto ocurrían esce-
nas en las cuales te involucraban sin pedirte permiso.
Mis ojos vieron como la opulencia y la miseria convivían
juntas sin que nadie le reclamara nada a nadie: vi a
grandes señores que ostentaban y provocaban a los
obreros marítimos, con esos carros en los que llegaban
al puerto. ¿Como que no provocaban? ¿Alguien se
acuerda de los obreros? Muchos de ellos seguían en
aquel bar en la fatal tarde, buscaban calmar sus ansias,
tristezas, y el sometimiento de la prisión laboral con
cargados vasos de vino cuando todo sucedió. Aquellos
perros callejeros que tanto gustaban de correr cerca del
mirador del palacio tampoco están más. Ráfagas de
viento golpeaban a la gente con una fuerza poderosa y se
llevaban todo a su paso, árboles, casas de chapa y
madera, los barcos y canoas, todo fue brutalmente lleva-

47
do por las aguas. Miedo y pánico era el reflejo de los
rostros de la gente. Ningún aviso previo. Todo fue
incertidumbre. ¡Mierda de situación! De un momento a
otro todo empezó a cambiar, las nubes se volvieron tan
negras como las aguas de este río. Empezó a entrar agua
en el barco. Con Miguel no pudimos hacer nada para
salvarlo; el cañonero se quedó encallado en la costa,
sabíamos que de un momento a otro esas oleadas que
estaban empezando a formarse lo iban dar vuelta. Un
pedazo de historia del Paraguay a punto de hundirse.
Entonces, bajamos y corrimos lo más que pudimos
cuando el temporal empezaba a arreciar. Fuimos los
últimos tripulantes del cañonero y nos duele que termi-
ne así. Cuando la naturaleza estalla de furia no se puede
hacer mucho contra ella. Corrimos con la multitud
hacía lo más alto de la ciudad. Era el apocalipsis en
forma de olas de agua. Pudimos llegar hasta la avenida
Félix Bogado y Quinta Avenida, fueron largos minutos
de corridas, muchos quedaron por el camino y se los
tragaba el agua, con Miguel apenas pudimos agarrar en
nuestros brazos a dos niños. Quisimos ayudar más, no
pudimos. Una vez que las aguas bajaron, la impotencia
se adueño de nosotros. Corrimos desesperados otra vez,
está vez hacía abajo; las aguas iban bajando muy de a
poco, la inundación estaba en todos los rincones de las
calles, veíamos que llegaban ambulancias, también la
prensa, seguimos bajando. Las calles estaban inundadas
de agua y gente, gritos desesperados por todas partes.
Algunos trataban de ayudar a otros. Encontré a una
chica tirada dentro de un garaje, la agarré y la lleve dos

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cuadras más arriba. A Miguel ya lo había perdido de
vista. A la muchacha la dejé junto a un grupo grande de
gente que estaba al lado de una ambulancia. Seguí
bajando, mi cuerpo no daba más, el cansancio era total.
Pero tenía que ayudar. Llegaron los bomberos. ¿Te
ayudo? Me decía un bombero. No, gracias. Puedo sólo.
Ya iba bajando el agua, la corriente seguía arrastrando
hojas y basura. El Bañado Sur estará desbordado. ¿Mi
casa? Ni tiempo para pensar en mi casa tuve. Estará
inundada, claro, si vivo en Itapytapunta, sólo a seis
cuadras del río. Piden auxilio por los altos parlantes.
Empiezan a gritar nombres de personas. Impotencia.
Mis piernas tiemblan. No me di cuenta, estoy sangran-
do. Se me van las fuerzas. Ambulancias. También los
noticieros. Miles de damnificados. Otra tragedia más
televisada en vivo y en directo. Son miles los muertos,
pobres o ricos, ya no importa. Aquellas familias a la vera
de la costa fueron las primeras víctimas. La desolación
estaba en todas partes. El tsunami no tuvo piedad ni
misericordia alguna sobre nadie, se lo llevó todo. Caí al
suelo, de repente veo mucha gente a mí alrededor.
Médicos y enfermeros. Solo quiero que esto termine,
pero recién está empezando. Esto será un sufrimiento
largo.

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XII

FUE ÉL.
Parece que nos vamos a encontrar en el infierno muy
pronto, pensó. Ella huyó porque quería. Huyó porque
no pudo disipar los gritos de aquella noche. El cuarto.
Los besos. Los abrazos. Las caricias. -No quiero-. Él
tenía sed de ella. Insistió. – ¡Basta!-. Siguió. -Tranquila,
yo te cuido-. -¡No! Quiero salir de acá. Vamos-. - ¡Nos
quedamos acá!- dijo él. La tomó del brazo con fuerza.
–¡Soltáme!-. Él la arrojó a la cama. Ella gritaba. Inten-
taba zafarse. Él la agarraba de las muñecas, aferrándola
contra la cama. Ella pateaba estremecida del miedo. Él
empezó. Ella gritaba. Él seguía más rápido. Ella lloraba.
Él continuó más rápido, con rabia. Con rabia y una clase
de amor que no era amor. Él tenía sed de ella. Sed de su
dolor. Dolor que lo saciaba. Acabó satisfecho. La ropa
en el piso. La ropa rasgada en el piso. Ella suplicó que la
llevara a su casa.
Ella huyó. Huyó de esa noche. Juntó todo lo que tenía y
fue a vivir del otro lado del mar. La verdad es que nunca
lo pudo olvidar. Deseaba nunca en la vida volver a
cruzarse con él.
Vacaciones de visita a sus padres. Cóctel con amigos en
un hotel y el pasado, 5 años después, la había encon-
trado de vuelta. Ella miraba en dirección opuesta, trató
de ocultarse detrás de sus amigos. Algo estiró de su
brazo. Él se acercó a saludarla. Elogió su belleza intacta a
través del tiempo. Ella simuló estar a gusto con el
encuentro y después de un poco de conversación él la

51
invitó a pasear el fin de semana. Sin explicarse por qué,
ella accedió.
Vestido violeta. Medias en red, zapatos con taco de
metal y un sobretodo negro. Sonó el timbre. Fueron a
almorzar a un hotel céntrico, cuyo restaurant estaba en
la terraza desde donde se tenía una vista de la bahía del
Río Paraguay.
-Así que desde tu departamento tenés esta misma vista-,
dijo ella. -Sí, muy hermosa vista en verdad-, respondió
él. Me gustaría conocer esa vista- continuó ella.
–Cuando quieras-. -Vamos ahora, ya que está cerca de
acá-.
Vino. Mucho vino. Besos. Caricias. -Un momento,
tengo un regalo para vos- dijo ella. Fue a buscar su
cartera. Sacó algo negro. Sacó una 38 envuelta en un
pañuelo de seda negro. El revolver de color plateado
resplandecía. Revolver que perteneció a su padre.
Revolver que buscó esa misma noche que se había
encontrado con él.
Él gritó horrorizado. -¡Callate!- exigió ella. -¡Callate o te
mato! ¡Callate o te mato hasta que te mueras!-. Él
imploraba. Disparo. Un disparo en el estómago. –Te
dije que te callaras-. La sangre corría lentamente hasta
llegar al piso. –Eso fue por el pasado-. Él empezó a gritar
de nuevo. – ¿Cómo te atreves dirigirme la palabra
después de lo que me hiciste?-. –Eso fue hace años y no
fue nada. Éramos novios-. -¡Hijo de puta!-. Él en el suelo
desangrándose. Patadas en la cara. El taco de metal se
incrustó entre sus pómulos y la mandíbula.

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Ella contemplaba el cuerpo agonizante sin culpas.
Estaba feliz. Esa escena era como la que había soñado a
lo largo de los años. El olor a pólvora. El olor a sangre.
Todo sació su sed. Esperó hasta el último suspiro. –Si
me encuentran me declaro inocente. Inocente de
intentar salvar tu vida- dijo con una sonrisa al contem-
plar el cadáver frío, con la mirada perdida en el vacío.
–Sin dudas, tu muerte fue deliciosa-.
Limpió cuidadosamente la sangre de sus zapatos, se
arregló y bajó los 7 pisos que la separaban de la calle. Al
salir, una gigantesca ola la arrastró consigo. Trató de
nadar, pero la potencia de las aguas la estrellaron contra
un muro, desnucándola.

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54
XIII
III

ME LLAMO BEATRIZ ÁVILA, soy paraguaya de corazón.


No sé si elegí éste lugar para vivir o él me eligió, sólo sé
que llevo muchos años aquí.
Asunción está entre siete colinas, lo que la hace tener
una energía mágica que atrapa.
Son las 5 de la tarde, aquí estoy sudando, caminando en
la cinta del gimnasio.
Es un sacrifico para mí, no me gusta hacer ejercicio pero
bueno…
Tengo que hacerlo, hasta que me entre ese vestido rojo.
Trato de que sea lo más placentero posible,
en el último piso del Gimnasio
en Cerro Corá y EE.UU.
Tenemos ventanas hasta el piso para ver el río.
Es cautivante el río Paraguay.
Mientras camino, pienso en todos mis planes, espero
que me alcance el dinero y el tiempo.
Tapizar mi sofá, cambiar las ventanas, mejorar el jardín.
Es caro contratar un paisajista, si estuviera mi amigo
Sother, lo resolvería todo.
De aquí la veo, mi casa vieja, es la que pudimos comprar
pero quería que fuera aquí en el centro, porque siempre
quiero ver el río, así me crié, a orillas del Río Jaguarón.
Necesito saber que el río está ahí. Que me acompaña.
Me agoté en la cinta de caminar… Necesito agua, me
lanzo a la piscina y viene el instructor
A decirme
es mejor que salga, se viene una tormenta
55
toda para mi la pileta,
sigo chapuceando,
no le tengo miedo a las tormentas.
Cuando vivía en el piso 14, aquí al lado, tomaba muchas
fotos de las tormentas, me fascinan, mi marido y yo
tenemos una colección de fotos de rayos.
Necesito ejercitarme más, no me puedo sacar estos
kilos.
Observo mi casa que está a dos cuadras, tengo que
pintar su fachada, así se parecerá más a mí, es pequeña
pero tiene el cuarto con vista al Río,
como yo quería.
Hay tantos arreglos que hacerle. .
De pronto un estruendo, me doy vuelta, miro atónita.
El río está rugiendo, ahí está la tormenta (pensé), más
fuerte el temblor.
Se oscureció todo, lo veo allí, agitado, enojado,
tengo que dejar de leer esas cosas que me envían por la
web
sobre la profecía de Fátima y otras, me está entrando
miedo…
¡Entre señora!, me grita el instructor
NO,
me encanta, y quedo absorta mirando al río que está a
doce cuadras más o menos.
De pronto el río ruge con más fuerza
Se levantan olas gigantescas, remolinos, giran trituran-
do, arrastrando todo en una avalancha devastadora que
avanza hacia nosotros…

56
¡Qué es esto!
¡Entre señora!, me ordenan a gritos.
No puedo, estoy paralizada de terror y éxtasis, de miedo.
Se levanta el río como un gigante espumoso, rabioso,
pegándole a todo,
arrastrando todo lo que encuentra a su paso.
Ellos primero,
allí estaban, en la Chacarita a orillas del río,
indefensos, los arrastra la corriente que avanza hacia
nosotros… Ropas de colores, trozos de tablas, pedazos
de casas, cuerpos, piernas, brazos.
Autos como de juguete dan vueltas en medio de un
barro furioso que arrastra todo como hojas de diario
viejo.
Ya no puedo moverme, mi casa, mis planes quedan
sumergidos bajo el agua que la cubre por completo.
Mi perrita, mi familia mi todo…
El agua me salpica, todo vuela por los aires, demasiado
tarde cuando intentan arrastrarme hacia adentro.
Siento el sabor dulce y caliente de la sangre por un
pedazo de vidrio
que como una flecha guaraní
alcanzó mi cuello.

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58
XIV

ME LLAMO APRONIANO, el día del tsunami fumaba un


cigarrillo mirando el río. Los rayos se desprendían del
cielo como sables, desde mi ventana podía ver como se
golpeaban contra el río; jamás había visto olas de ese
tamaño.
Mientras llenaba la habitación de humo, recordaba la
iglesia, su vestido blanco, la gente, el arroz… Recordaba
el sacrificio que hice para comprar la cocina, la cama…
Una imagen vino a mi cabeza; su madre me miraba fijo y
decía: cuidale que a mi hija, ella co es demasiado inocen-
te… Y yo, un pelotudo.
Y pensar que casi me doy cuenta. Toda la semana el
puchero estuvo salado o sin sabor, incluso el lunes, ni
siquiera se dignó a cocinar. Y esas cosas solamente las
hacen las embarazadas o las enamoradas, y enamorada
de mí nunca estuvo.
Tiré el cigarrillo, la observé mil veces, aunque no acos-
tumbraba a hacerlo. Su sonrisa tímida me impresionaba,
parecía una anciana de 13 años. Pero extrañamente su
cuerpo tendido en la cama rodeado por las sabanas me
causaba cierta excitación. Afuera la tormenta era cada
vez más fuerte y el ruido de los rayos era ensordecedor.
Sus ojos enormes parecían decir algo grotesco, pero me
era imposible saber qué.
Un estruendo horrible me asustó, el río se había conver-
tido en la boca de una serpiente gigante, el agua ya
cubría los primeros pisos del edificio.

59
Dejé de contenerme y en un arranque de impotencia y
rabia me tiré encima de ella, le saqué las sábanas, le subí
el pequeño camisón hasta su pecho y la observé desnuda
por primera vez.
Me invadió una sensación de desesperación y horror. La
tomé de la cintura y le introduje mi miembro con fuer-
za.
Me excitaba saber que no podía moverse, ni gritar, ni
defenderse. Le rompí el camisón y golpeé sus pechos
mientras seguía. No tenía ganas de parar, al contrario,
quería seguir, pero su cuerpo helado se resistía a mis em-
bestidas.
El agua comenzó a entrar por la ventana, no podía
escuchar nada más que las olas golpeando las paredes,
sentía como comenzaba a rodear la cama.
De repente, la sensación de ahogo llegó a mi garganta,
mis fosas nasales se llenaron de agua y el dolor comenzó
a ser desesperante, solo atiné a quitar mi miembro de su
cuerpo.
La sangre salía como hilos rojos, de pequeños ojales en
su estomago, su cabello flotaba a mi alrededor, todavía
la veía, aunque la sangre iba tiñendo el agua y poco a
poco la dejé de ver.

60
XV

-HOLA, SOY EL SR. TSU… VINE POR LA ENTREVISTA -. La


voz ronca y profunda en el portero eléctrico rompía el
sopor de la mañana.
Él había venido, esto era realmente un logro para ella,
joven periodista, ávida de buenas entrevistas que dieran
al mundo a conocer su ingenio.
Raquel necesitaba esta historia, la historia de este
“fenómeno”, como le llamaban en la jerga noticiosa.
Aunque dominaba la técnica de embolsarse a un des-
prevenido interrogado, esto, ahora, requería de toda su
astucia.
El Sr. Tsu subió unos pisos que prácticamente no le
costaron nada, estaba acostumbrado a subir y llegó a la
desordenada oficina. Él era un ser añejo. No era viejo,
era añejo. Sobre sus hombros larguísimos viajes, mil
mares, devastadoras travesías y el tiempo que todo lo
asienta, menos a Él.
Raquel lo invitó a sentarse. Quiso poner un poco de
música, de Silvio, de Pablo, como corresponde a toda
persona que se precie de ser un revolucionario, pero Él
le advirtió que preferiría un poco de barroco, le relajaría
el bajo continuo envolviendo la habitación.
-Antes que nada, muchas gracias. Estoy realmente impre-
sionado de haber sido invitado, normalmente… bueno…
no me quieren cerca-.
-Entiendo, es que somos una revista extravagante, ¿sabe?
Una noticia innovadora aquí, un acontecimiento allá, e

61
historias impactantes en primer lugar. Además tengo
plena confianza en usted y en lo que los medios dieron a
conocer sobre su… “rehabilitación”-.
(Transcurrieron segundos de incomodidad).
-OK, ¿Podemos comenzar?-.
Raquel apoyaba la grabadora sobre la mesita redonda
cerca del termo de mate, sin perder de vista los ojos de
su visitante. Su mirada intrigante la cautivaba, parecía
como mil reencarnaciones hablándole y le perturbaba
semejante polifonía.
-Por supuesto, comencemos, qué quieres saber…-.
-Bueno, cosas elementales, edad, nacimiento…-.
-¿En siglos o en años?-.
-Como quiera, es igual -. Sonrió.
-¿Lo crees? Tal vez sea cierto. He visto a cientos de miles
hechos pedazos y no importó cómo los contaran después,
sencillamente estaban muertos...
Volviendo a mi edad… Realmente no recuerdo, he estado
allí por demasiado tiempo, hibernando en el mar por si-
glos. En principio no soy malo, soy, más bien, necesario,
como una parte indeseable del ciclo de la vida, con una
trágica misión en la que me envolvió el destino. Algunos
tenemos propósitos fatídicos, somos solitarios e incompren-
didos héroes…-.
Raquel no acreditaba lo que oía, le parecía inverosímil la
justificación del asesino. Pero, al mismo tiempo, per-
cibía en él una extraña resignación, como una reden-

62
ción. Y esto le animaba a continuar explorando. Cebó
un mate y continuó.
-¿Y por qué decidió “visitarnos” aquella tarde?-.
-No sabría decirte, básicamente ustedes no me necesitan.
Pueden exterminarse solos a sí mismos. En este sentido son
brillantes. Oí de un supermercado donde 400 murieron en
un día. Así que creo que sólo busqué otros rumbos. Tanta
muerte hace de uno un ser sin hogar, un alma deam-
bulante. Me aventuré dispuesto a dar el mejor acto que
jamás antes se haya visto. El viaje fue alentador desde el
principio. Nunca antes, juro que nunca antes, había
tenido una conversación con un ciempiés con cien ojos en
la espalda adiestrando a un colibrí. Cuando me vio, como
un Quijote diminuto, empezó a lanzar maldiciones traba-
lenguadas y conjuros en un idioma desconocido para mí, y
eso que yo viajé bastante. Tal vez era una de esas lenguas
nativas que ustedes conservan. En fin, también vi a un
ángel hablándole a unas gallinas. Puro surrealismo…-.
-Eso debió haber sido bastante divertido-.
-Desconcertante…-.
-Me imagino. ¿Y qué más pudo ver?-.
-Bueno, como te dije, mi intención era fatal. Pero esa
tarde, esa tarde, la fatalidad cayó sobre mí. Yo
simplemente la vi-.
-¿A q….?-.
-Su aliento. El sol acariciando su piel morena. Sus colinas,
suaves. Quise que fuera mía, m-í-a, ¿me entiendes? Quise

63
contenerla. Y ella sólo me miró con sus ojos de dama
colonial. Ni todo el Aart Noveau ocultaba su esencia
profunda de mujer. En un intento de ganarla, arremetí
con más ímpetu. Embestí con la fuerza de un huracán
sobre ella y descubrí, entonces, las cicatrices antiguas de su
cuerpo.
Descubrí que es imposible poseer aquello que está lleno de
esperanza. Renacerá una, y otra, y otra vez…-.
En ese momento el silencio rodeó a ambos. Los ojos del
Sr. Tsu parecieron desprenderse de la realidad,
haciendo un viaje sin retorno al pasado.
-¿Sr. Tsu? ¿Sr Ts...?-.
Sencillamente, lo perdió, debieron pasar varios minutos
antes que la mirada ancestral mostrara indicios de
volver. Miraba el vacío mientras masticaba palabras
dolientes:

María, mi María…que adoré,


que la boca se me secaba de desearte,
que nunca quisiste ser mía,
María, María de la Asunción…

64
XVI

YO SOY CONTADOR DE CUENTOS pero hace mucho


era un vidente no reconocido. En toda mi carrera nunca
llegó a cumplirse todo lo que predecía, aunque hubo un
suceso ocurrido hace muy poco, el tsunami del Río
Paraguay, que me lanzó a la fama. Sí, yo lo predije.
Esa semana no tuve idea de que lo que pasó fuera tan
devastador. Ya presentía que sucedería, incluso informé
de mis corazonadas a empresas de comunicación y a los
amigos, pero sin resultado. Nadie me creyó; como eran
días en que la temperatura llegaba a los 40° C decían que
ya me hacía mal.
Al día siguiente en los informativos se resaltaba el
rotundo cambio de clima. Me puse a cargar mis vesti-
mentas y varios enlatados. Ya estaba seguro que sucede-
ría pero no tenía idea de la hora exacta en que pasaría.
Entré a mi blog y publiqué lo que me decía mi sexto
sentido, esperando que alguien se uniera a mí. Todo fue
en vano. Esa noche casi no dormí, pensaba en “si todo
sucede mientras duermo”. Fui a la cocina, me tomé un
café y unas fuertes pastillas para dormir. Luego me puse
a dar vueltas en el techo, estaba bastante cansado y casi
enloquecía con mi revoltosa mente.
¡Aaaaaa! Algunas casas y edificios eran más altas que la
mía. Por suerte quedé dormido en el techo, no tenía
idea de qué hora era y no podía diferenciarlo por el
estado del cielo. A mis pies llegaba el agua, algunas casas
ya ni se veían. Fijé mi vista al Río Paraguay, observé
grandes olas que se acercaban a mí. La oleada arrasaba
65
con todo. Fragmentos de vidrio y ladrillos, hasta perso-
nas, eran lanzados por los cielos en diferentes direc-
ciones a causa de varios torbellinos. Me lancé al agua,
nadé y nadé para encontrar el suelo, pero nada.
Recuerdo que una piedra me golpeó la cabeza. Quedé
inconsciente. Desperté en un lugar desierto. Estaba
completamente solo, nadie más aparte de mí tenía vida.
Todo lo que me rodeaba era arena y algunos postes de
hierro. Ni siquiera agua hallaba. Escribí “¡AYUDA!” en
la arena, por si algún helicóptero pasaba por el lugar y
me rescataba.
Tenía mucha hambre. No sabía cuántos días llevaba sin
comer. Y mucha sed. Por suerte mi ropa aún estaba
húmeda y el sol ya no azotaba con la misma furia que
antes, de lo contrario, ya hubiera muerto.
Mientras permanecía aislado me preguntaba por qué no
me había llevado el tsunami del Río Paraguay. También
pensaba en lo famoso que me haría si alguien me
encontrase y le contara mi historia, ¡Siii!, me decía.
Cierto día, mientras paseaba por el lugar, escuché un
fuerte movimiento de hélices. Vienen a rescatarme,
pensé. Fui rápidamente hasta el lugar en donde dejé el
escrito. El helicóptero no descendía. Entonces subí la
mirada y observé que una enorme caja caía del cielo
dispuesta a caer encima de mí. Hasta que…
Desperté, desperté gritando como jamás lo había hecho.
¡Nooo! En el techo de mi casa me paré y miré alrededor:
estaba todo, todo, ninguna gota de agua tocaba mis pies
y el río estaba en el mismo curso de siempre. Del

66
nublado cielo de ayer no quedaba nada, y el sol brillaba
con sus 40°C nuevamente.
Bajé del techo a la cocina, me senté, empecé a reír a
carcajadas y dije: “Creo que esto de adivino no es lo mío
pero con las ocurrencias que tengo podría escribir
cuentos…”. Fui a contar el sueño que tuve a mis amigos.
Vaya, también se rieron y me aconsejaron lo que ya
había pensado: escribir cuentos. Ellos inmediatamente
corrieron la voz y fui reconocido.
Y así fue. Desde aquel tsunami de sueño solo me dedico
a escribir cuentos. Vaya que ya tengo varios relatos
escritos pero solo les cuento el que me lazó a la fama. Ya
nada queda del vidente, más bien esas videncias me
ayudan a escribir mis historias. Historias que ni yo me
las creo, historias como el tsunami del Río Paraguay.

67
68
XVII

ME LLAMO AKPALUS. Creo ser un ser que nadie cree


conocer. Quedé varada en un tiempo-espacio en el que
creí dejar de conocerme también. Mucho estuve dormi-
da pero eso no significó que haya dejado de estar ahí.
Quizá hasta llegaste a escucharme, sin saberlo vos y sin
saberlo yo, culpando a los endiablados juegos que la
mente puede tenderte.

Reposo.
Espacio.
Tiempo.
Estímulo.

En principio te sentí casi sin sentirte. Suave y pausado,


incluso creyendo en una cierta amabilidad de tu extraña
fuerza, en no perturbar tan abruptamente mi despertar.
Proporcionalmente al impulso exterior, empezaba a
darse lo mismo dentro de mí.
Asimilando el cambio en mi condición y dimensio-
nando en la que me encontraba, fui consciente de la
densidad inmensa que me tuvo mecida en tus brazos.
El agua que me abrazaba bailó a mi alrededor. Bailó, sí, y
me invitó a seguirte el paso.
Lentamente alcancé a dejarme llevar por ese movimien-
to circular en el que me vi envuelta.
Mis extremidades también empezaron a despertar, pal-
pando el cascarón-pedazo-cósmico que me rodeaba.
Estaba ahí, no cabía duda de que realmente estaba ahí.
69
Ya no era parte de mi sueño, era yo misma y solo
deseaba enlazarme a ti.
Todo empezó a agitarse con más fuerza y esa agitación
fue impulsándome a una desconocida u olvidada
superficie. A medida que me acercaba, la velocidad se
hacía resplandor, tan resplandeciente que adopté la
forma de energía-luz para poder salir.
Y salí. Me llevabas a flote, gigante masa espumosa
dispuesta a arrasar toda cosa que se encontrase delante
de ti, y así mismo fue. Yo fui parte, y contigo arrasé todo
lo que estuvo en nuestro camino. Ambos, estuvimos
juntos, al fin, de nuevo… Nos tuvimos.
Retrocedimos. Volvimos para atrás. Los dos, unidos,
abrazados. Sumidos uno en otro y otro en uno. Me
nutrí, me entregué, transmuté luego de ti.

Dragona fui.

Me dejaste en la playa y al tocar la arena, gran parte de


mí se elevó nuevamente al cosmos, nuestro cosmos.
Donde fuimos, somos y seremos –abrazados- una sola
luz.
Subí, dejándote unos cuantos vestigios de mi ser para el
tuyo. Haciéndote consciente de nuestra existencia toda.
Dejándote solo hasta nuestro próximo encuentro, hasta
nuestro próximo cambio, nuestra próxima transfor-
mación.

70
XVIII
VIII

YO soy un TSUNAMI (se) dice un HOMBRE.


HOMBRE-Tsunami. Que ya no sabe quién es,
pregunta/duda a partir de la certeza que está sabiendo
en la medida que va reflexionando que lo que era fue tan
sólo en función de lo que sería. Toma conciencia de su
pasado a partir de que comienza a clarificársele su
futuro.
Sabe que tiene 57 años, y cuando en su cabeza se dice
esto, toma conciencia de la temporalidad de los
hombres. Dijo años, años es la unidad de medida de los
seres humanos. Él es un ser humano. Se mira las manos.
Se mira desde el haberse mirado antes y, desde el
recuerdo, su rostro cuarteado por el sol. Sabe y se siente
hombre, toma conciencia que además es un constructo
de su tiempo histórico como ser vivo en el planeta
tierra. Ahí le queda claro que el tiempo por el cual
estuvo regido todo este tiempo tiene que ver con el
tiempo propio de la galaxia en la que se encuentra. Se
sacude la cabeza, pero igual le retumba lo que tantas
veces repitió: 2032. 2032 de la era occidental que
automáticamente traduce a su conciencia de tempo-
ralidad. Toma conciencia que su temporalidad todavía
está construida por cómo la historia se desarrolla. Toma
conciencia de la palabra “historia” y se da cuenta que
sigue pensando como humano. Pero se da cuenta que al
mismo tiempo ya no lo es… Incorpora que su
temporalidad es otra, viene de afuera. Se le hace claro

71
súbitamente el cosmos todo. Se ubica nuevamente: Vía
Láctea, sistema solar, planeta Tierra.
HOMBRE-Tsunami. Que piensa y siente a partir de la
forma que lo conforma, pero piensa y siente ya, y desde
antes, y al mismo tiempo, que lo que piensa y siente
traspasa esos límites, son otros límites los que
precisamente le hacen trascender, a su vez conformado
por otros bordes, otras líneas, otros contornos. Se da
cuenta de la forma, de la forma a partir del contenido, y
que la forma y el contenido contienen al mismo tiempo
ese otro límite que durante 57 años-hombre le
conformó. Una forma que contiene otra forma. Toma
conciencia de la forma, cómo se conforman las formas,
la forma de la forma pero en movimiento, se dice. Y sí,
finalmente pasaron 57 años hasta ese momento desde la
unidad de medida corriente de donde sus pies… Sus
pies. Se reincorpora en su ser hombre. Pescador.
Ribereño. Se le confunden los trazos y no sabe cómo es
que él es un pescador en Río Paraguay. Paraguay.
Ya no se pregunta cómo es que llegó a estar unido al río.
Cómo es, cómo es que llegó a ser un día pescador, un ser
que precisamente su sobrevivencia esté determinada por
la espera constante, esa espera en función de recoger,
extraer. Ya no se pregunta cómo es que eso que estaba
ahí en el río llegó a sus manos…no, ya no se pregunta eso
porque ya tiene conciencia que desde mucho antes
incluso estuvo en la espera de que aquello llegue a sus
manos.
Eso que siendo un “eso” modificaba su estar siendo
paulatinamente. Sí, se daba cuenta de los cambios que se

72
iban produciendo en él, se daba cuenta que modificaría
radicalmente su ser a tal punto que transmutaría a algo
totalmente distinto, hasta que en algún momento haga
síntesis nuevamente con ese otro, en otro tiempo, de
una manera insospechada.
HOMBRE-Tsunami. Siguió siendo un hombre, un
hombre que tiene conciencia que va dejando de ser
hombre en la medida que sigue siendo un hombre.
Decide disfrutar de sus últimos momentos de ser
hombre. Ser nuevamente hombre sería como que un
alfiler caiga desde cierta altura sobre un montón de
granos dos veces en el mismo arroz. Disfruta soñando,
imaginando, cómo le gustaría volver a reencontrarse con
ese su otro con quién decidió un día conocer el Big
Bang. Se lo imaginaban hermoso, sublime, doloroso
pero de una belleza tal… Sabían que solamente siendo
parte del Big Bang podrían llegar a saber lo que fue el
Big Bang. Abrazarían la luz. De donde venían
avanzaban retrocediendo por nuestra galaxia. Se reía.
Disfrutaba. De lo enmarañada de su concepción de
tiempo venir del futuro al pasado para ir a un más
pasado que a su vez es futuro. Pensó en los seres
humanos, extraña especie particular, pensó por ellos ver
así el presente como un devenir constante donde el
pasado y el futuro son al mismo tiempo la misma cosa y
su contrario, futuro y pasado, trastocaría por ejemplo el
concepto imperante de desarrollo. Él, que iría del
capitalismo en su última fase imperial hacia miles de
años atrás, tendría la suerte de conocer la era de la

73
armonía primera. Atardecía y se imaginaba que, tal vez,
él vería el primer atardecer en el planeta tierra. Él,
pescador, que fue definido en su transcurrir terrestre,
humano, como “atrasado”, que vivió como hombre en
un país al que los propios seres humanos calificaron
como sub-desarrollado. Él, un subdesarrollado de un
país tercer mundista, tal vez vería el primer amanecer.
HOMBRE-Tsunami. Toma conciencia que antes fue
un Tsunami.
TSUNAMI-Hombre. Toma conciencia que en tanto
fuerza, energía, integró un día el océano. Buscaba, sabía
que debía buscar en el océano todo. Ahí debería estar
aquello que motivó su trasmutación en un ser parte de
esta galaxia. El juego consistía en buscarse asumiendo
formas distintas que una vez que se encontrasen al hacer
síntesis nuevamente: el roce daría lugar a nuevas formas.
Fue un Tsunami. Tuvo que esperar miles de años para
encontrar eso. Cuando ocurrió el encuentro el deshielo
había hecho que el pacífico esté a poco más de cinco mil
metros del río Paraguay. El encuentro hizo síntesis a su
vez con múltiples elementos. Percibió el cambio de
temperatura cuando se encontró con eso. Sus ojos-
moléculas captaron a aquél objeto a partir del cambio de
estado de sus moléculas. Comenzaban a agitarse. Esa
agitación se unió a una agitación mayor. Aluvión
desbordante, torrente desvariado, se entregó a la fuerza,
fue fuerza. Fue un tsunami. Arrastró cosas, casas.
Arrastró con fuerza todo aquello con lo que se
encontraba. Arrastró con sí la cosa que le confería el
sentido de su estar siendo en movimiento. Refluyó.

74
Escupió desde su vientre eso. Refluyó, retrocedió, dejó
de ser tsunami. Transmutó.
HOMBRE-Tsunami. Percibe los cambios de su
percibir. Mira a su alrededor, todavía ve las cosas con
formas desde la mirada de hombre, pero es como si los
colores se le hayan desteñido, toma conciencia que los
colores se le iban escapando de su vista. Decidió que sus
últimos minutos como hombre iba recordar el color
más impactante, el color que anunció su transmutación.

***
El hombre-pescador fue entrevistado como testigo del
insólito tsunami que llegó al Río Paraguay. Cuentan que
lo vieron en medio del río Paraguay al atardecer sobre su
canoa. Cuentan que en su rostro había un extraño
resplandor, sería el sol dorado del atardecer que
reflejado en el agua se reflejaba en su rostro, sumado a la
luz directa del sol en ese momento. Cuentan que se
impresionaron cuando después de mucho insistir -por
un momento pensaron que no escuchaba-, y estuvieron
a menos de un metro de distancia de él, mantenía el
resplandor en sus ojos. Sus ojos atardecían. Incluyeron
la nota como un caso “extraño” en la página de humor
de un diario matutino. La nota era sobre un pescador
delirante, tal vez no siempre fue un loco, tal vez el
tsunami lo había vuelto así, tal vez su familia, su casa, sus
cosas, habían sido destruidas y tragadas, tal vez todavía
nomás no salía del shock traumatizante. Preguntaron
quién era: dijo textualmente en este momento soy
alguien dejando de ser sin saber qué seré, pero sé que fui
75
antes un tsunami. El absurdo fue mayor cuando en un
momento dijo que aquello que tenía en sus manos eran
los restos de un akpalus. ¿Qué es un akpalus? Dijo que
era una especie de otro planeta, que eran las palabras
con lo que más podía referirse en la lengua de los seres
humanos de qué era aquello. Dijo que decidió subirse a
su canoa una vez pasada la… Para ver qué restos
sobreflotaban en el río después de aquella… Dijo que vio
un cometa dorado saliendo del río. De un resplandor tal
que primero lo encegueció, pero pudo ver claramente
cómo el cometa, esa estrella con cola centelleante, se
transformó luego en un dragón dorado, dijo que vio a su
dragona en esa estrella dorada, dijo que cuando tocó el
suelo se apagó, volvió a tierra, la recogió, y ahí vio de qué
se trataba, que se vio a sí mismo en el transcurso total de
su existencia, pero que tal conocimiento era imposible
traducirlo en términos humanos.

Charles Fort definitivamente lo hubiese incluido en su


Libro de los Condenados.

76
XIX

-SOY TU TIERRA, tus edificios, tus calles, tus árboles.


Dime, ¿a dónde vas?-.
-A ninguna parte, ¿por qué?-.
-Porque quisiera me digas qué buscas-.
-¡Nada!, ¿para qué? Ya, lo que tengo por hacer, lo hago-.
-¿Y no te preocupa que tengas el tiempo limitado?-.
-¡Psss…! Ni ahí. De nada me sirve pensar en eso-.
-Entonces. De nada te servirá seguir estando-.
-Claro que sí. Todavía hay muchas cosas que puedo
hacer-.
-No lo creo. Ya lo he visto todo, y si eres igual a otros,
no harás nada nuevo-.
-¿Y qué tanto viste?-.
-Vi y sentí;
Vi nacer criaturas, las vi aprender a caminar y crecer.
Vi a las personas hablar, cantar, gritar y reír.
Las vi bailar y saltar hasta volar.
Jugar trabajar y dormir.
Las vi despertar.
-Apuesto a que no me viste gatear-.
-¡Los vi y sentí!:
Los sentí labrarme,
Surcarme para de mí alimentarse.
Arrancarme, moverme a donde quisieron ponerme.
De mí desperdiciaron, desecharon, sin pudor, en mí
defecaron.

77
-¡Por lo menos, cuando fumamos no se te va el humo
que largamos!-.
-Te veo y ya no me asombras. Ya por ti nada siento-.
-¿Y qué a mí?-.
-¿Quizás debamos separarnos? ¡Quizás nunca nos
entendamos! Hubiese sido bueno no encontrarnos.
Mejor no obligarnos más, olvidarnos que ni existamos-.
-¡Pero pronto que ya me cansé!-.
-Yo me iré-.
Desapareceré, ya no me verás.
Sobre mí nunca más pisarás,
Me hundiré y el río ocupará mi lugar,
Lo que has creado lo destruirá.
Cuídate,
Pues las aguas llenas de codicia están,
Que para convertirse en mar,
Te arrasarán.

78
XX

SOY… ¿QUIÉN?, el mismo del ayer, pero hoy me pregun-


to, qué soy, dónde está mi nombre, dónde quedó. Un
ayer en este exacto lugar sobre estas mismas huellas que
ahora no están, contemplaba la lejana y distante línea
yacente, imperceptible y perfecta cicatriz horizontal.
Filoso límite que separa o reúne el principio con la
espera o la espera con el fin. Partía mi mirada desde mis
pies llevando a mi sombra como un caminante mágico
sobre esta serena planicie de espejo grisáceo. A lo lejos, o
no muy lejos quizás, un telón amenazante teñido con la
mezcla de todos los colores o, la ausencia de ellos,
ocultando detrás un enigma, que en mi mirar, a la vez
que creía saber no sabía o, no quería saber. Nunca supe
de mi permanencia en este sitio, me preguntaba, dónde
estaría el tiempo, delante o detrás de mí. Vigilaba y
cuidaba a mi sombra en su caminata hacía su temeraria
curiosidad. El gran cortinado seguía cerrado, se dibu-
jaban deformaciones en su vertical superficie, como
controlando con bastante dificultad a impacientes
presencias que aguardaban el momento para salir a esce-
na. A mis espaldas mi ciudad, la misma, la de siempre, la
de alguna vez, ella la de incontables sueños, la de sueños
decretados, sitiados, engrillados, escamoteados, espera-
dos y la de sueños sin dueños. Aun tengo la resonancia
de aquellas campanadas arrastrando un sonido denso y
tenso, envolviendo un anuncio oculto. Hoy que fue
ayer, mañana que será hoy, de nuevo estoy ante esta
grisácea y calma superficie contemplando y templando
79
su silente resignación. Sigo en el mismo sitio sobre mis
mismas huellas que ya no están. Sé que gritar, sentido
no tendrá, respuesta no habrá, eco tampoco. Sólo me
resta dibujar costosos contornos sobre esta arena
huérfana, guardar en sus surcos recuerdos vestidos con
voces de aquel instante sin medida, tragado por una
inmedible carcajada de oscuridad Serán eternas
mientras yazcan en y con sus propios atuendos, custo-
dios de sus voces, gritos, ecos y silencios. Aun no sé si mi
fuga se dio hacia un pretérito mañana o hacia un futuro
ayer, sólo recuerdo que mis huellas ya estaban impresas,
como esperando a mis acelerados pasos para caer exactos
y precisos en ellas. En esa descontrolada fuga mi sombra
se esforzaba por alcanzarme, mi memoria se adelantaba,
los recuerdos lidiaban con el olvido. A mi paso incon-
tables miradas me atravesaban desde sus miedos, cente-
nares de gargantas se ahogaban en sus propios gritos,
mudos en sus nudos, gestos esculpidos en muecas
huecas, aleteos de ateos, clamores silenciosos de creyen-
tes licenciosos, sorprendidos y encendidos ojos se apaga-
ban, todo flotaba en un estridente silencio. Mientras
anda y nada Adán, Eva de ave va, mudos y desnudos
testigos en medio de preces y peces, cantos y llantos,
bendiciones y maldiciones en esta ciudad, ahora sin
edad. Su tiempo oscilante pende del incrédulo péndulo
que señala a la negra y magra presencia, la de pesada
hopalanga, sonámbula y elegante deambula. Parca
monarca. No sé en qué universo ocurrió. Si fue en el
mío, el inverso, perverso, tal vez converso. Fui un nauta
intentando guiar una esfera, una burbuja sin brújula,

80
quizá de alguna insumisa bruja extraviada. De esa
travesía desvariada, una sola postal he decidido guardar.
En el atrio de la sumergida catedral aún erguida, un beso
se ahoga bajo una lluvia de arroz. Ahora, sobre mi
sombra, presa en la oquedad de mis huellas del ayer,
frente a este río, el de siempre, el mismo en el que, Sí,
muchos se bañaron no sólo dos veces, nuevamente fluye
pero no huye con su tropel de historias atropelladas,
custodiadas y odiadas en su memoria. Sobre su misma
piel espejeante alejándose, sin dejar reflejo de su
presencia, Ella la invencible, la sin tiempo, dueña de la
guadaña infalible con su, también, atroz hoz de su voz
susurrante reza “…sólo la destrucción es creadora”.

P.S: curiosamente estas últimas palabras no son de Ella,


pertenecen a Mihail A. Bakunin.

81
82
XXI

SOY EL OPRESOR, he tenido un sueño. El sueño de una


Reina barrida por las aguas. Que desnuda frente al río,
celebraba su bienandanza en otros tiempos. Que luego
le dio la espalda, dejó de mirar al río, dejó de celebrar su
bienandanza y vistió su desnudez de burdel en la bahía.
He soñado y he visto a sus hijos ser barridos por las
corrientes del río, pero residenta en las colinas siempre
ha permanecido en los jardines violetas cerca de
Mangrullo y, todavía hoy, se la ve de blanco en el humo
de los restos que a fuego azul se queman. De blanco en
el humo despierta temprano y enciende ese fuego, con
madera mojada, al sacrificio de labrar una esperanza.
Viví en sus tierras y fui arena de sus playas hasta que ya
no hubo río. Conocí sus estrellas, caí en sus abismos y
fui abismo de sus noches, donde antes hubo un río.
Era de tarde, se retiraron las aguas, se calmaron los
vientos, callaron las aves, corrieron los perros, mientras
la Reina dormía. Era tarde, volvieron las aguas,
huracanes los vientos, volaron las aves, no vivieron los
perros, mientras la Reina era sometida.
La fuerza del río, al que la Reina celebraba su bienan-
danza, barrió de la tierra a sus hitos, secó sus fuentes, la
hizo dormir en la plaza, le vendó los ojos, le tapó los
labios y así deambulaba.
Fue por la fuerza, fue por el vicio, fue el tsunami del río
quien exilió a sus hijos por una y mil noches, fue por
castigo, pues ellos se le opusieron, y a Clorinda los llevó,
cruzaron a pie, ya no había río. Fue por codicia, por gula
83
y con ira que el tsunami se irguió y levantó a los suyos,
aquellos que hicieron de voces de aliento profesión y,
por pereza, dejaron de imaginar, sólo dejáronse alzar y
les cumplió una promesa, los hizo vivir en paz.
No lo vi venir, sólo sé lo que hizo.
Ahogó latidos en la oscuridad, dejó la tierra sin arar, a
los hijos de la Reina dejó sedientos de mar. Se alzó el
tsunami, tan alto y al sol ensombreció, cambió el tono
de los ojos de los hombres y a muchas les dejó morir sin
rosas la infancia.
Ahí estaba yo, el opresor, soñando.
Ahí estaba yo, el opresor, mirando, sólo mirando.
Era parte en sus acciones, soy parte en sus ideas, seguiré
siendo parte en sus mentes, mientras atardezca, seré
parte. El tsunami se alzó, tan alto y al sol ensombreció,
eso sentían, caminaban, así dormían los leales a la Reina,
ya no había madrugada después del tsunami.
Tienen otro tono mis ojos, tuvieron otras flores mi
infancia.
El tsunami se ha ido, no lo vi marcharse, sólo sé lo que
dejó, lo que me dejó. Lugar en los sueños. Soñar la
realidad de una tarde que rodaba hacia la noche y ahí se
quedaba.
Y seguiré atardeciendo en aquellos que eran felices y no
lo sabían. Sólo ellos me quedaron, sigo soñando, sueño
en ellos que las aguas regresan, y a las aves de la libertad
en su vuelo rebasan. Con otro tsunami conspiro, lo hago
por los que ahora vuelven a ser míos, mis huéspedes, los
cuido, en simbiosis subsisto. Éstos, los míos, dominarán
todos los sitios del orbe.

84
Y en los que El Verbo enseñó, en los que quise ser pero
no engañé, tendrán claro el oasis del que vivirán; en
aquellos, en los mansos de corazón que heredarán la
tierra, habrá madrugada, será despejada el alba, amane-
cerá, y dormiré para ya no soñar.

85
86
XXII

UNA SIMIENTE EMERGIÓ EN LA ESFERA del espacio galáctico.


Acuñado bajo un manto sereno femenil, se subyugó en
un seno errante.
Lanzó un alarido. El llanto, gimiente, quizás preludian-
do la abyección del “uomo”, Homo Erroneum diría la
pomposa lingüística gramatical. “Hombre erróneo”.
Bien, aquel germen prolongó sus moléculas sobre la
planicie vibrante. Sus núcleos atómicos son móviles, es
decir, la simbiosis vital. De ahí poblaron las llanuras,
disgregaban las nacientes, fulgurante se cincela el ópalo,
desvariaban los contrastes emulando el arco iris, rever-
decían los brotes leñosos y ampulosos del vergel.
En fin, el astro irradió a la cosecha, y dio vida al homo a
través de sus fecundos lazos con La madre tierra.
tierra
Natura, que día a día suministró su tierra fértil y nutrida
la semilla que germina.
Asimismo, el humano pone al labradío la cosecha, el pan
a la muchedumbre.
La humanidad se depredó. Tsunami de fuerza en
movimiento, de impulso trémulo, libera su ira sin odio,
con vehemencia de madre que reprende.

“Para que el hombre pueda salir de su abyección


Mediante el impulso de su alma,
ha de establecer una alianza eterna
con su antigua madre: La Tierra”
Fiòdor Dostoievski

87
88
CODA

El coreano del supermercado surfea en los escombros y


grita con acento japonés:
-¡Mí sel Hokusai!-.
Niños fumadores de tubos fluorescentes iluminan como
delfines de Tungsteno el agua que engulle a Asunción.
Otros naufragan sentados sobre una mesa para veintidós
cristos andróginos o judas androides. Bañan sus hojas
húmedas con otras olas. Aletargan el desastre con otros
desastres. El verbo se hace agua: escriben una página
más del libro que la eternidad deshoja.

Felipe Escovar

89
90
L ABORATORIO ASUNCIÓN 2010

Carmen Cañete. Asunción, Paraguay, 1983.


Estudiante de Filosofía, ISEHF.

María Pilar Sanabria. Asunción, Paraguay, 1990.


Estudiante.

Liz María Haedo.


Haedo Asunción, Paraguay, 1986.
Estudiante de Webmasters, IDT.

Nicole Soto Espinoza.


Espinoza Asunción, Paraguay, 1988.
Estudiante.

Mariana Inés Domínguez.


Domínguez Asunción, Paraguay, 1979.
Viajera en trance.

Cecilia Zanotti Cavazzoni.


Cavazzoni Asunción, Paraguay, 1987.
Pasajera en tránsito perpetuo.

Fernando Caballero.
Caballero Fernando de la Mora, Paraguay,
1992. Estudiante.

Romina Recalde Almada.


Almada San Lorenzo, Paraguay,
1992. Estudiante.

Viviana Portillo.
Portillo Asunción, Paraguay, 1986.
Estudiante de Letras UNA, y Psicología UCA.

91
Roque Martínez.
Martínez Asunción, Paraguay. Estudiante de
Ciencias de la Comunicación UNA.

Henedino Eliceche.
Eliceche Asunción, Paraguay, 1983.
Estudiante de Arquitectura UNA.

Sergio Leal Cañisá.


Cañisá Asunción, Paraguay, 1981.
Economista.

Beatriz Ávila Gallicchio.


Gallicchio. Jaguarao, Rio Grande do Sul,
Brasil, 1966. Artista Plástica.

Carlos Cesar María Almeida.


Almeida Asunción, Paraguay,
1955. Empleado.

Carlos Morel.
Morel Asunción, Paraguay, 1986. Estudiante.

Ingrid Gauto.
Gauto Asunción, Paraguay, 1973. Licenciada
en Análisis de Sistemas.

Jorge Coronel.
Coronel Asunción, Paraguay, 1985. Abogado,
UNA.

María Teresa Pozzoli.


Pozzoli Asunción, Paraguay, 1951.
Gestora cultural movimiento Arte-Acción.

Vaness
Vanessa Casco.
Casco Asunción, Paraguay, 1982. Productora.

92
Lucía Valdez Lird. Asunción, Paraguay, 1962.
Psicóloga. Docente Universitaria.

Rubén Darío Romero. Asunción, Paraguay, 1986.


Estudiante de Música.

Sother Leith.
Leith Asunción, Paraguay, 1956. Paisajista.

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C ONSIGA ESTOS L IBROS EN:

Centro Cultural de España Juan de Salazar


Tacuary 745 casi Herrera
Asunción, Paraguay.

Fundación Pablo Neruda


Fernando Marquéz de la Plata 0192
Santiago de Chile.

Centro Cultural El Estudio


Chapinero, Carrera 8b No. 57-22
Bogotá, Colombia.

Centro
Centro Cultural el Umbral
Facultad de Filosofía y Letras UBA
Buenos Aires, Argentina

Centro Cultural José Ingenieros


Facultad de Medicina UBA
Buenos Aires, Argentina

Casa de Tamym, Chile


Casa de Felipe, Colombia.

laboratorioescritura@hotmail.com
www. flavors.me/laboratorio

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E L L ABORATORIO D E E SCRITURA C REATIVA
ES UNA INCIATIVA DE ANTIEGOÍSMO ESCRITURAL
REALIZADA HASTA LA FECHA EN BOGOTÁ,
BUENOS AIRES, CÓRDOBA Y ASUNCIÓN.
YA ES, POR LO TANTO, LABORATORIO DE
ESCRITURA DE LAS AMÉRICAS:
«L E A».

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Este libro se terminó de imprimir en Asunción, Paraguay
en el mes de Julio de 2010.

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