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por debajo del valor máximo establecido por la Unión Europea. Los metales pesados se
acumulan por naturaleza en la cadena alimentaria y, en el medio acuático, los peces los
ingieren de manera natural y los acumulan durante su ciclo vital. Cuando el consumidor ingiere
el pescado, come a la vez estos metales pesados. Entre todos, el mercurio es el más frecuente
en los animales, ya que se halla de manera natural en la naturaleza y, además, se genera por
diferentes actividades industriales. Cuanto más grandes (en tamaño) son las especies de
pescado, mayor es la concentración de tóxicos que acumulan. El consumidor puede llegar a
absorber el 95% del tóxico presente en el pescado.
ejemplo de toxicidad
El pescado que s?¹e extrae de aguas mansas, dulces o saladas puede verse expuesto a la
contaminación de las especies microbianas del género Vibrio, bacterias propias del agua.
Está causada por un grupo de toxinas elaboradas por diversos tipos de algas planctónicas
que constituyen parte de la alimentación de los moluscos bivalvos que se nutren por
filtración, como mejillones, almejas, ostras o vieiras. La toxina se acumula en la parte
comestible de éstos, con el problema adicional de que pueden persistir al proceso de
depuración de los moluscos. Son toxinas termoestables, es decir, que los tratamientos de
cocción no las destruyen.
tiburón
pez espada
sierra (“king mackerel”)
blanquillo (“tile fish”)
Sin embargo, casi todos los pescados y mariscos contienen algunos rastros de metales
pesados, especialmente de mercurio. Este contaminante se puede detectar en el medio
ambiente fruto de una contaminación química de origen industrial. Liberado al ambiente,
cae desde el aire al agua y al suelo. La acumulación tiene lugar en el agua de río, lagos y
océanos, donde es transformado en metil-mercurio, forma orgánica del metal pesado que
se encuentra en la naturaleza y que se introduce en los sistemas biológicos.