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Selección del conservante

El conservante ideal debería reunir las siguientes características: tener un amplio


espectro de actividad antimicrobiana, que no produzca ninguna reacció n de
sensibilizació n, que tenga una estructura química conocida, que sea
completamente soluble en agua, que permanezca estable en condiciones extremas
de pH y temperatura, que sea compatible con todos los ingredientes de la
formulació n y envasado, que no altere los caracteres organolépticos del cosmético
al cual se ha incorporado y, por ú ltimo, que sea barato.

Ningú n agente conservante solo puede posiblemente satisfacer todos estos


criterios. Por consecuencia, para crear un sistema conservante adecuado, que
aporte protecció n durante las fases de elaboració n del cosmético, y que ésta se
prolongue durante toda la vida del cosmético en manos del usuario, será necesario
en la mayoría de las ocasiones la combinació n de má s de un conservante. La
elecció n la debe realizar el microbió logo cosmético, quien basá ndose en la
experiencia de formulaciones anteriores y considerando la naturaleza química de
los ingredientes, método de fabricació n, propiedades fisicoquímicas del producto,
tipo de envase, condiciones de aplicació n y coste, escogerá el conservante o
sistema conservante má s adecuado para cada producto.

La elecció n del sistema conservante má s adecuado siempre debe ser un


compromiso entre la eficacia, estabilidad y seguridad.

Tipos de conservantes

Los parabenos son los conservantes má s utilizados, en su mayoría combinados con


fenoxietanol y donadores de formaldehído.

Mecanismos de actuación

A diferencia de los antibió ticos, de los que se conoce el modo de acció n a nivel
molecular frente a los microorganismos, de los conservantes ú nicamente se conoce
de forma

generalizada los puntos de actuació n. Casi todos actú an desnaturalizando las


proteínas o afectando a la permeabilidad de la membrana de los microorganismos
y, por tanto, bloqueando el transporte y la generació n de energía.
Se pueden clasificar de acuerdo con su mecanismo de acció n: agentes que dañ an la
membrana, agentes desnaturalizantes y agentes modificadores de grupos
funcionales.mascarilla1.jpg

Agentes que dañ an la membrana Los disolventes orgá nicos como los alcoholes y
tensioactivos catió nicos (p. ej., los amonios cuaternarios) dañ an la integridad
estructural de la membrana, es decir, alteran la disposició n ordenada de lípidos y
proteínas, lo que origina interferencias con procesos de transporte y metabolismo
energético de la célula.

Los á cidos débiles como p-hidroxibenzoico (parabenos), benzoico o dehidroacético


actú an alterando el potencial eléctrico de membrana y permeabilidad, bloqueando
la generació n de energía y pérdida de transporte.

Agentes desnaturalizantes de proteínas

Alcoholes y donadores de formaldehído, entre otros, facilitan la agregació n y


precipitació n de las proteínas del citoplasma y membranas de los
microorganismos.

Agentes modificadores de grupos funcionales

Esta clase de agentes se caracteriza porque actú an alterando los grupos


funcionales de las proteínas de las membranas, centros activos de enzimas y á cidos
nucleicos (donadores de formaldehído, isotiazolinonas…).

Test de Eficacia

Una vez que se ha realizado el diseñ o de la fó rmula cosmética y seleccionado el


sistema conservante má s adecuado, es necesario que el microbió logo compruebe,
experimentalmente, que el producto cosmético es capaz de prevenir los efectos
adversos que pueden originarse durante su uso o almacenamiento, como
consecuencia de una contaminació n microbioló gica.

Con este fin, se ha diseñ ado el denominado Test de Eficacia o Challenge Test, cuyo
protocolo experimental se encuentra descrito en la Farmacopea Españ ola. Este
tipo de ensayo se realiza una vez finalizada la etapa de desarrollo de la fó rmula y
consiste en inocular una elevada carga de microorganismos específicos (106 ufc/g)
en un cosmético sin diluir. A tiempo cero horas, 7, 14, 21 y 28 días se examina el
nú mero de microorganismos supervivientes. Se considera que un sistema
conservante es adecuado cuando en las condiciones de realizació n del ensayo se
produce un descenso significativo del nú mero de microorganismos inoculado.

Control de calidad microbiológica

A pesar de que cuando un producto cosmético sale al mercado se realizan todos los
estudios necesarios que verifican que el producto es seguro desde un punto de
vista

microbioló gico, desde la recepció n de las materias primas hasta que el producto
está listo para ponerse en el punto de venta pueden producirse errores que ponen
de manifiesto la necesidad de controlar microbioló gicamente todas las
fabricaciones que salen al mercado.

Historias de la cosmética

El devenir del maquillaje en los tiempos trajo nuevas fó rmulas y la creació n de


establecimientos que fabrican y comercializan sus producciones. También
comenzaron las investigaciones científicas al respecto y se comprobó que la
Naturaleza tenía mucho que ofrecer con sus hierbas, flores, frutas. Toda una gama
de sustancias propiciatorias de salud y belleza.

Por: Gardenia Miralles

Uno de los primeros establecimientos de belleza que surtió a las parisinas lo abrió ,
en 1828, Pierre Guerlain, fundador de la famosa casa de cosmética. Entre las
numerosas mezclas que creó para la corte francesa se incluyen perfumes con
nombres tan patrió ticos como Bouquet Napoleon, Parfum de France y Eau Imperial
(que se sigue fabricando hoy).

A lo largo de los siglos, la herbolaria y el estudio de las plantas se fue desarrollando


hasta convertirse en importantes ciencias médicas. Uno de los primeros en
documentar las propiedades medicinales y embellecedoras de las plantas fue el
médico inglés John Gerard, pionero en el estudio de la coclearia, rica en vitamina C
y remedio efectivo contra el escorbuto. Creó una guía de herbolaria, al igual que un
libro de cocina, y fueron muy seguidos a partir del siglo XVI.
Tal vez el herbolario inglés má s conocido haya sido Nicholas Culpeper. Nació en
1616 y estudió latín y medicina en Cambridge, de la cual no se graduó por reveses
personales. En 1649 Culpeper tradujo al inglés la London Pharmacopoeia,
iniciativa que indignó a muchos médicos contemporá neos, quienes pretendían
mantener su arte en secreto. É l siguió adelante y redactó una obra muy popular
que tituló The Complete Herbal, y se publicó por primera vez en el siglo XVII y la
ú ltima reedició n es de 1979. En ella, Culpeper incluye muchos remedios para el
cuidado de la piel como el de una infusió n de verbena y tallos de retama para la
limpieza, harina de avena hervida con vinagre para tratar manchas y granos, y pan
moreno embebido en agua de rosas para aliviar el cansancio de los ojos.

Inspirados en los herbolarios, salieron a la luz en ese tiempo varios libros de


belleza que proporcionaban recetas ú tiles y consejos caseros prá cticos. Se hicieron
muy populares pues sin muchos gastos se adquirían recetas de productos baratos
para el cuidado de la piel o el maquillaje. En realidad, los que vivían en las grandes
ciudades -con medios econó micos- tenían acceso a las perfumerías selectas, pero el
resto de los habitantes y hacia el interior del país debía conformarse con los
vendedores ambulantes y las pociones hechas en casa. Uno de los libros má s
populares fue The Art of Beauty, obra anó nima de 1825, cuyo autor fue
probablemente un médico.

El libro detalla mú ltiples recetas, entre ellas un fortalecedor capilar elaborado con
dos puñ ados de raíz de cá ñ amo, dos de raíz de vid y dos tronchos de col. El jugo de
ortiga se recomendaba para el pelo fino, y se conseguían resultados má s drá sticos
al afeitar la cabeza y aplicar al cuero cabelludo un ungü ento de aceite de romero y
eneldo. Para la higiene dental —¡por fin!— describía có mo fabricar un cepillo con
raíces frescas de malvavisco. La pasta dentífrica era una mezcla de jugo de limó n,
oporto y agua de colonia.

Entre los consejos menos prá cticos para las señ oras, descritos en The Art of
Beauty, está la recomendació n de engordar para hacer desaparecer las arrugas, la
aplicació n de menta en polvo para reducir senos prominentes y utilizar extracto de
belladona para aumentar el tamañ o de las pupilas. El autor desaconseja los corsés
para los niñ os y las fajas para las embarazadas.

Un defensor del bañ o diario en esa época fue el príncipe regente, má s tarde el rey
Jorge IV, quien instaló un cuarto de bañ o en sus estancias de Brighton. La bañ era,
exclusiva para los hombres, se llenaba con una mezcla de agua caliente y leche con
semillas de lino (linaza) para suavizar la piel. Con la llegada al trono de la reina
Victoria, se extendió por todo el país el fervor por el bañ o. Sin embargo no había
cremas para la piel o cosmética en la buena sociedad, donde tan só lo se calificaba
de respetable un toque de agua de colonia. Al aire libre se protegía siempre el cutis
con velos verdes (decían que el color blanco atraía los rayos del sol) y sombreros
de alas anchas.

Los victorianos desaprobaban la vanidad pero consideraban el aseo como algo


cercano a la santidad. El jabó n estaba má s al alcance de aquellos que se lo podían
permitir, aú n cuando no fue hasta mediados de siglo que se construyeron bañ os en
el interior de las viviendas. Hasta entonces los bañ os se realizaban en una bañ era
de hojalata delante de la chimenea del saló n. En este momento, ya el jabó n se
vendía en largas barras sin marcas que se cortaban en el mostrador de la tienda.

El primer jabó n comercializado lo fabricó en 1884 un tendero de Lancashire


llamado William Hesketh Lever. Tuvo la brillante idea de fabricar pastillas de jabó n
ya cortadas y las estampó con la marca Sunlight. La demanda superó la producció n
y, en 1888, William Lever compró una parcela en Mersey para ampliar su
floreciente industria. Aunque hoy parezca obvio, la idea de Lever de dar un nombre
a una pastilla de jabó n para uso doméstico, envolverla de forma adecuada y
venderla con entusiasmo, suponía un concepto de publicidad totalmente nuevo. A
partir de esos humildes comienzos surgieron marcas famosas de jabones como
Lux, Lifebuoy y Shield, y nació la poderosa multinacional de detergentes Lever
Brothers que sigue siendo hoy una de las mayores proveedoras de jabó n del
mundo.

Tal vez la reina Victoria no hubiera estado de acuerdo, pero se establecieron otras
muchas empresas de productos de tocador durante esa época, entre ellas Coty y
Cyclax. Yardley continuó con má s fuerza y extendió sus actividades desde las
pastillas de jabó n de lavanda hacia una gama de productos para el cuidado de la
piel, donde destacaban los Milady Powders, la Lavender Vanishing Cream y la
Lavender Cold Cream. Surgieron nuevas ideas para la publicidad y Yardley adoptó
como marca registrada una ilustració n de muchachas que sostenían prímulas y no
ramilletes de lavanda.

A finales de la época victoriana se adoptó una actitud má s relajada en relació n con


el maquillaje y publicaciones como Vogue y The Queen comenzaron a dar apoyo a
la naciente industria cosmética. Apareció un reportaje que relataba que la actriz
Sarah Bernhardt añ adía 200 g de flores de malvavisco y 1,5 Kg de salvado a su
bañ o diario. También se apoyó el Eliminador de arrugas Bernhardt: una crema de
pasta de aluminio, leche de almendras y agua de rosas.

Al otro lado del Canal de la Mancha, Helena Rubinstein había abandonado su


Polonia natal y abrió un saló n en París donde se vendía una crema hidratante
llamada Creme Valaze. Helena era la mayor de ocho hermanas famosas por la
belleza de su cutis, y su crema para la piel —elaborada por dos químicos polacos—
se convirtió en la piedra angular de lo que sería su imperio de la cosmética. Otro
contemporá neo parisino de la Rubinstein fue M. Coty, un perfumista que tuvo que
luchar para que sus perfumes fueran aceptados en París. Su suerte comenzó
prá cticamente en 1903 cuando intentó sin éxito de hacerse de una gran tienda
para comercializar su perfume. El director del establecimiento no quiso ni abrir la
botella, pero al salir M. Coty, seguramente contrariado, rompió el recipiente contra
el suelo, a los clientes les gustó lo que olieron y ahí mismo empezó su negocio.

En América también surgieron empresas dedicadas a la cosmética y uno de los


primeros en establecerse fue Charles Meyer, en 1860. Meyer, un fabricante de
pelucas alemá n, puso una pequeñ a tienda en Broadway, donde vendía el
maquillaje teatral Leichner: el primero elaborado en los Estados Unidos. Debido a
la composició n de este maquillaje se necesitaba algo para quitarlo y para ello se
utilizaba el Extracto Pond’s, distribuido en primer lugar por Theron T. Pond en
1846 y que má s tarde se convertiría en la célebre crema para el cutis Pond’s o
crema de día. Con el cambio de siglo se descubrió que el ó xido de cinc servía para
elaborar polvos faciales, que no dañ aban la piel, y en Hollywood, otro fabricante de
pelucas inmigrante, Max Factor, se iba haciendo un nombre en el diseñ o de
maquillajes para las estrellas del cine mudo.

Las primeras películas eran muy rudimentarias y en blanco y negro. Las estrellas
del cine mudo tenían que pintarse la cara de azul y marró n, para que sus rasgos
durante la actuació n se distinguieran claramente. El maquillaje pancromá tico de
Max Factor llegó a ser tan importante para los artistas de la época que ganó un
Premio de la Academia en 1928. Con el avance de la industria del cine, Max Factor
se benefició con la demanda de pinturas de colores y maquillajes de fondo para las
películas en color, ya con sonido, y siguió adelante con la invenció n de una barra de
maquillaje de color carne llamada Erase, de la cual vendió 10 millones de unidades
en el primer añ o.

Entre la competencia se encontraba Elizabeth Arden, quien había desarrollado una


gama de maquillaje y otros productos cosméticos basados en ingredientes
naturales. Elizabeth Arden nació en Canadá con otro nombre y su vida se había
desarrollado como enfermera, pero impresionada por el arreglo personal de las
mujeres americanas que conoció , se inclinó posteriormente por el mundo de la
belleza. Cuando abrió su propio saló n en la Quinta Avenida de Nueva York, buscó
un nombre má s apropiado y se inspiró en un poema de Tennyson: Enoch Arden.

Dorothy Gray fue otra americana que abrió un saló n en la Quinta Avenida, donde se
especializó en el tratamiento de pieles sensibles. Sus tratamientos de masaje —que
ella misma realizaba— se hicieron tan populares que se aseguró las manos por la
increíble suma de 100,000 dó lares. Actualmente ha desaparecido la línea original
de cosméticos de Doroty Gray, pero su nombre sigue presente en una gama de
productos de tocador que se fabrican en Inglaterra.
Un éxito que ha durado mucho má s es el de Esteé Lauder, una de las pocas mujeres
que en vida se ha convertido en leyenda. Comenzó su negocio en 1946 vendiendo
só lo cuatro productos para el cuidado de la piel en los grandes almacenes Saks de
la Quinta Avenida de Nueva York. A partir de este modesto inicio estableció la
empresa cosmética hoy célebre en todo el mundo.

En Gran Bretañ a, el racionamiento riguroso de los tiempos de guerra impedía dejar


espacio para los maquillajes o los preparados cosméticos. Las mujeres volvieron a
los remedios caseros: utilizaban colorantes de cocina o té concentrado para
aplicarse en las piernas y simular medias de seda. Las restricciones del alcohol
propiciaron el aumento de los perfumes concentrados y la disminució n de las
aguas de colonia; la falta de grasas, aceites y glicerina trajo como consecuencia la
reducció n de la fabricació n de cremas para la piel.

El empaquetado también se convirtió en un problema para muchos fabricantes,


porque todo el metal disponible era utilizado en fabricar municiones y artículos de
guerra. Sin embargo, en la revista The Queen recomendaron el maquillaje Pan Cake
de Max Factor, sobre todo para las mujeres del ejército o con trabajos afines
“porque es rá pido y fá cil de usar y tiene una gran duració n... en seis preciosos
tonos desde la carne color pá lido al bronceado intenso, a juego con el color del
uniforme del Servicio Femenino”.

En esos tiempos un comprador muy importante del Pan Cake fue el Ministerio de
Defensa, que ordenó se hiciera una fó rmula especial para oscurecer los rostros de
los comandos en las incursiones nocturnas.

Después de la guerra, los avances en nuevos cosméticos siguieron un buen ritmo, y


a lo largo de los añ os cincuenta y sesenta, el maquillaje y la cosmética en general se
fueron alejando de la madre naturaleza para adentrarse cada vez má s en el campo
de la tecnología. Se introdujo la idea de las cremas antienvejecimiento que podían
casi detener el tiempo, junto con a menudo ridículas y extravagantes propagandas.
A pesar de esló ganes pegadizos y las jó venes modelos con artísticos retoques en la
piel, todavía está por encontrarse una crema que quite las “patas de gallina”.

En los ú ltimos añ os, la industria de la cosmética y los productos de tocador ha


invertido miles de millones de dó lares en la bú squeda del elixir de la juventud que
elimine todas las arrugas. Y así han aparecido nuevos ingredientes en escena como,
por ejemplo, el colá geno bovino (hecho con grasa de vaca), con la promesa de ser
capaz de alisar la piel y conseguir un aspecto juvenil. El detalle es que las moléculas
de colá geno son demasiado voluminosas para penetrar siquiera las capas má s
superficiales de la piel.
Posteriormente se inventaron nuevos sistemas transmisores para llevar
ingredientes complejos a la piel con el objetivo de que llegaran a las células
cutá neas envejecidas. Se desarrollaron los microscó picos liposomas para que se
filtraran a través de la piel donde, en teoría, descargarían sus ingredientes activos
en cada célula. Entre esos ingredientes activos se encuentran vitaminas, á cidos
grasos esenciales, á cidos de frutas y azú cares. Iró nicamente, ha sido la
investigació n de los ingredientes má s modernos y efectivos lo que ha llevado a
muchos científicos dedicados a la cosmética a volver a la naturaleza.

Se ha comprobado que el extracto de plantas como la manzanilla cura la piel


lesionada, se ha observado en experimentos con ratones que el aceite de aguacate
regenera las células envejecidas, y se sabe que las vitaminas C y E son unos de los
mejores ingredientes de todos los tiempos para combatir el envejecimiento.

La publicidad se ha encargado de ensalzar las virtudes de los cosméticos actuales.


Con fotografías de rostros bellísimos de un puñ ado de supermodelos o grandes
estrellas de cine, perfeccionados por luces y maquillajes, se han establecido
patrones que se supone debe seguir la inmensa mayoría de la humanidad.

Es cierto que donde hay dinero siempre aparece alguien sin escrú pulos para
ganarlo fá cil. Así ha ocurrido en este giro y de la noche a la mañ ana surgieron
marcas que prometían el rejuvenecimiento total con sus productos en unos
cuantos días. Por suerte algunas desaparecieron tan pronto como nacieron. Sin
embargo, a la par que los cosméticos, crecieron las investigaciones científicas de
muchas casas ya de antiguo establecidas y avaladas por la calidad de sus
producciones.

Y junto a productos químicos novedosos enriquecidos con vitaminas y minerales


aparecen preparados basados en frutas, vegetales y hierbas medicinales con
ensayos en animales de laboratorio y comprobaciones estrictas de sus grados de
efectividad o toxicidad. Sin embargo, las prá cticas con animales han recibido el
rechazo entre sus defensores, y en la actualidad varias de las grandes casas
productoras de cosméticos señ alan en sus etiquetas que no hacen pruebas de
laboratorio con ellos.

También a finales de siglo XX surgen nuevas modas y modos. El colá geno ya no se


unta sino se inyecta. La silicona rellena los lugares del cuerpo menos agraciados
por la naturaleza o para hacerlos má s llamativos, e incluso productos venenosos
son utilizados para “borrar” las marcas y pliegues que la vida va dejando en el
rostro. Se anuncian cremas que eliminan la celulitis y fajas que remodelan la figura.
Se utilizan los llamados maquillajes permanentes (tatuajes alrededor de ojos y
bocas para resaltarlos o delinearlos) que tienen como inconveniente, ademá s de
las molestias dolorosas de aplicá rselos, lo irreversible del método.

La celulitis antes ni se mencionaba en los tratados de belleza. Tal vez debido a que
no se consideraba un problema, o porque los vestidos de otras épocas no dejaban a
la vista evidencia de su existencia. Ahora, sin embargo, hay una declaració n de
guerra contra la celulitis y hay cremas, fajas, ejercicios, liposucció n, dietas y cuanto
consejo se les ocurran a especialistas y profanos sobre el tema.

La cirugía reconstructiva y la liposucció n forman parte hoy de los nuevos métodos


de embellecimiento que van má s allá del maquillaje. Existen clínicas especializadas
en estos menesteres, pero se han dado casos de fraude con falsos cirujanos o
métodos incorrectos que provocaron dañ os irreversibles en muchos rostros o
cuerpos. Estos procederes quirú rgicos son extremadamente costosos y en
ocasiones innecesarios, accesibles só lo a bolsillos bien provistos. En todos los
casos son dolorosos y molestos.

La ciencia moderna ofrece muchas variantes a diversas necesidades y la


investigació n personalizada, ligada a problemas de salud del individuo, puede
mejorar la calidad de vida de muchos seres aquejados de cualquier dolencia. Pero
en cuestiones de embellecimiento del comú n de los mortales las prá cticas má s
sanas y baratas se hallan en el entorno natural.

Es el mejor momento para combinar los conocimientos que han acumulado


médicos, herbolarios y especialistas en belleza durante los ú ltimos siglos con las
técnicas má s modernas para conseguir los má s efectivos preparados de belleza
naturales.

El verse mejor, ante los demá s y frente al espejo, no puede constituir una
competencia a ver quien gasta má s o consume el ú ltimo producto que salió al
mercado. Con prá cticas saludables de vida, productos naturales y escuchando
sabios consejos para sentirnos mejor con nosotros mismos, se obtienen magníficos
resultados de embellecimiento. Mirar hacia la naturaleza es lo que está haciendo la
ciencia, para encontrar y descifrar lo que siempre estuvo allí. Ese es el camino del
siglo XXI.

Historia de la cosmética 2
La palabra cosmética procede del griego kosmetés, traducido como que pone en
orden o que adorna. En términos generales se aplica a todas las preparaciones y
elementos de uso externo para acondicionar y embellecer el cuerpo, limpiando,
coloreando, suavizando o protegiendo la piel, el pelo, las uñ as o los labios. Ya en la
prehistoria la mujer se aplicaba colores rojos en la cara, algo que siguen realizando
muchas culturas primitivas en la actualidad. Las sociedades asiá ticas quemaban
materiales aromá ticos en los templos pú blicos y en los hogares, sembrando las
primeras semillas de lo que má s tarde serían los perfumes. Pero es el antiguo
Egipto el que puede ser considerado la cuna de la ciencia cosmética.

En Roma, la cosmética se consideraba un componente de la medicina y Galeno se


hizo famoso por su fó rmula contra la piel seca y las arrugas. La cosmética tuvo
momentos bajos después de las invasiones de los pueblos bá rbaros y en la Edad
Media con la irrupció n del cristianismo, que condenaba la vanidad que suponía
cualquier producto de belleza. Los cruzados observaron el gran uso que de los
cosméticos se hacía en Oriente Pró ximo, y fueron ellos quienes lo propagaron en
Europa. A partir del Renacimiento se empezó de nuevo a estimar la apariencia
exterior y la cosmética tuvo un importante crecimiento. Con el Siglo de las Luces,
las investigaciones en el campo de la química fueron altamente beneficiosas para la
ciencia cosmética, ya que se empezaron a producir sustancias difíciles de conseguir
hasta entonces.

Ya en nuestro siglo, el uso de cosméticos volvió a ponerse de moda a partir de la I


Guerra Mundial, aunque no fue hasta los añ os treinta y cuarenta cuando su uso se
masificó , con la creació n de las grandes empresas y la importancia del aspecto
externo de la persona. La liberació n de la mujer, su introducció n paulatina en el
mundo laboral, y las modas, han hecho de la cosmética una auténtica necesidad. A
partir de la década de los setenta, también los hombres entraron a formar parte de
este culto a la belleza, utilizando colonias, lociones, tó nicos para el cabello, con una
base de quinina o de alcohol, y desodorantes.

Los ú ltimos avances científicos, médicos y farmacéuticos han sido beneficiosos


también para la cosmética y han conseguido demostrar la eficacia de sustancias de
todo tipo, cuyos principales logros residen en limpiar, proteger, conservar y
embellecer el cuerpo: maquillajes, cremas y jabones para la piel, preparados para
el lavado, conservació n y tinte del cabello y perfumes.

Historia de la Cosmética Natural 3


Sabemos que la Cosmética tiene su origen muchos añ os atrá s, antes de que los
químicos coparan el mercado, es por ello que elaboramos este resumen histó rico,
que nos presenta el uso de la Cosmética desde Egipto hasta la antigü edad:

EGIPTO

La cosmética en Egipto cumplió un papel preponderante, dejando un amplio legado


de frascos cosméticos que han sido hallados en tumbas reales. Incluso al ser tan
importantes dentro de la sociedad egipcia, antes de la aparició n de la moneda, los
productos cosméticos podían ser utilizados como forma de pago. Los egipcios
usaron las hierbas aromá ticas en perfumes y rituales a dioses. Se dice que
Cleopatra se bañ aba en leche mezclada con miel; otra reina egipcia que se
caracterizó por el cuidado de su cuerpo fue Nefertiti. Como cremas limpiadoras
utilizaban por ejemplo aceites (vegetales o animales) mezclados con polvo de
piedra caliza. Segú n el papiro médico Ebers encontramos un exfoliante a base de
polvo de alabastro, sal del Bajo Egipto y miel; también este mismo papiro
menciona una crema contra las arrugas compuesta por incienso, cera, aceite de
moringa y ciprés. El problema de la pérdida de cabello podía ser tratado con aceite
de ricino o mirto. Al maquillarse los ojos utilizaban polvo verde de malaquita.
Como desodorante corporal podemos encontrar el uso de incienso o mirra entre
las ropas. Los egipcios son considerados los primeros en utilizar el perfume para
su uso personal má s allá del religioso.

GRECIA

La palabra cosmética proviene del griego y significa "que se utiliza para la higiene
o belleza del cuerpo, especialmente del rostro". Aquí se establece la diferencia
entre la cosmética como adorno o decoració n estética y la orientada al cuidado
personal. Los griegos incorporaron la importancia del bañ o y los masajes en la vida
cotidiana. Aparecen entonces los "kosmetes", profesionales dedicados al cuidado y
belleza del cuerpo. Tal era el cuidado por la belleza que se decía que "en Atenas no
había mujeres viejas ni feas". La prioridad de esta época era la de eliminar toda la
grasa corporal a través de la gimnasia, los bañ os y los masajes.

Hipó crates (460-370 a.C.), conocido como el padre de la medicina, recomendaba


aromá ticos bañ os y masajes diarios.

ROMA

Los romanos utilizaron los aceites esenciales en medicinas, masajes, perfumes y


rituales. Heredaron tanto la cultura egipcia como la griega en el cuidado personal.
Los soldados romanos eran conocidos por llevar mirra en las batallas con el
objetivo de curar sus heridas. Como suavizante de la piel podemos encontrar
fó rmulas en base a extractos de limó n, rosa y jazmín. Contra la piel seca y las
arrugas se utilizaba cera de abejas, aceite de oliva y agua de rosas. Los dientes eran
blanqueados a través del uso piedra pó mez en polvo. En Roma encontramos
entonces los "cosmetriae", esclavos a cargo de todos los servicios de tocador, y las
"ornatrices", sirvientas especializadas en belleza y peluquería. Los romanos ya
hacían uso de un producto utilizado actualmente en cosmética, que es la lanolina.

EDAD MEDIA

En la Edad Media la pobreza, las guerras y las epidemias produjeron que la


cosmética fuera casi abandonada, el culto al cuerpo se fue dejando poco a poco. La
iglesia cató lica en su periodo de represió n no permitía que las mujeres utilizaran
productos que las hicieran ver atractivas o deseadas, la vanidad o el culto al cuerpo
eran considerados pecados. Situació n que poco a poco se fue revirtiendo gracias a
las Cruzadas en Occidente del siglo XI al XIII, lo que derivó en un intercambio
maravilloso de productos cosméticos originarios de otras culturas.

RENACIMIENTO

El Renacimiento como su nombre lo indica fue una época en donde se "renació " de
un periodo oscuro anterior. Los valores griegos y romanos fueron readquiridos, y
la cosmética volvió a su lugar admirado dentro de la sociedad. El cuidado de la piel
fue prioritario, sobre todo lograr un aspecto sumamente blanquecino. Sin embargo
la higiene era descuidada y la cosmética podía utilizarse para esconder malos
olores y suciedad. En el siglo XVI los monjes de Santa María Novella, crean el
primer laboratorio de productos cosméticos y medicinales.

El primer jabó n comercializado lo fabricó en 1884 un tendero de Lancashire


llamado William Hesketh Lever. A partir de este emprendimiento surgieron
marcas famosas de jabones como lo es Lux.

René-Maurice Gattefossé

Los aceites esenciales que hoy conocemos, fueron descubiertos por casualidad a
principios de este siglo (en la década de 1920), por un químico francés llamado
René-Maurice Gattefossé quien trabajaba en su laboratorio en la bú squeda de un
nuevo perfume, al producirse una explosió n que le quemó la mano y ante la
desesperació n sumergió la misma en un frasco con esencia de Lavanda. Al ver el
alivio inmediato que esto le produjo, sumado a que posteriormente no le quedaban
marcas de la quemadura, se sintió empujado a estudiar en profundidad las
propiedades de los aceites, dando origen a la Aromaterapia.

Durante la segunda guerra mundial, esparciendo unas gotas de lavanda en los


lugares donde estaban los heridos, a fin de contrarrestar el fuerte olor existente en
esos sitios, aquellas heridas donde la esencia había caído, comenzaban a cicatrizar
má s rá pidamente y las infecciones tendían a desaparecer.

Poco a poco la cosmética fue alejá ndose de los productos naturales y utilizando
elementos creados a través de diferentes investigaciones científicas. Pero el uso de
cosméticos sin productos químicos en nuestra piel ha comenzado a resurgir,
cobrando la importancia y la atenció n que hoy en día merece, el hombre ha
regresado al contacto directo con la naturaleza.

Autora: Marina Gimena Deon

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