Desgranar este poema no es posible sin mencionar que se trata de una
traducción equivocada, ya que en el original el narrador se trata de una voz femenina, mientras que aquí se optó por una voz masculina. Así pues, creo que el significado de la composición cambia al completo de acuerdo con este aspecto. No es lo mismo (aunque esto habría que discutirse) el lamento de un hombre que el de una mujer desde el punto de vista literario. En la mayoría de las ocasiones, ambos esconden distintas motivaciones más propias al cliché, y en el caso que nos ocupa, una vez conocidos los motivos por los que la joven se lamenta, no hacemos más que confirmar la regla. Si se tiene en cuenta que la que habla es una mujer, todo cobra sentido. A un hombre, probablemente no le impedirían acercarse a sus hermanos ni hablaría tan abiertamente del dolor que lo inunda por dentro. En el poema que nos ocupa encontramos a una mujer que quiere hacer una visita a sus hermanos, pero no se lo permiten, seguramente porque ahora su única ocupación es estar al lado de su esposo. Por tanto, ya es posible apreciar cómo la sociedad ha virado de su anterior naturaleza de culto a la madre como dadora de vida (esto, por lo general, se dio en todas las culturas primitivas) a otra en la que el hombre ocupa la posición superior. De este modo, a la mujer le quedan dos alternativas, lamentarse o rebelarse (esta última poco recomendable debido a los castigos por desobedecer). Por otra parte, es innegable el empleo de la sutileza y las mal llamadas artes femeninas para lograr su objetivo, que, aunque denigrante, no dejaba de ser la única opción en muchos casos para contrarrestar la autoridad masculina. De ahí esa sentencia: “Tras cada gran hombre hay una gran mujer” donde sólo se ensalza el papel de la mujer como compañera en caso de que los resultados sean positivos. Volviendo al poema, que se encuadra dentro de las canciones del principado p’i, podemos apreciar en primer lugar una imagen hermosa y llena de un simbolismo casi automático. Es fácil imaginar la barca deslizándose río abajo, muy despacio, a la luz de una luna llena que es testigo del silencio de la estampa. Como he comentado, la imagen es muy hermosa y profundamente melancólica en su sencillez. Con dos versos ya se nos da a entender dónde quiere hundir sus raíces el poeta, en ese sentimiento de tristeza que siente la protagonista. Me gustaría apuntar que en la antigüedad, al menos en la tradición occidental, melancolía era el nombre dado a lo que hoy conocemos como depresión. Literatura china: comentario 1 Jose Alberto Arias Pereira
El hecho de que esté narrado en primera persona no hace sino aproximar
el sufrimiento de la joven al lector hasta el punto de que autor y personaje parecen fundirse, aunque no deben confundirse. Probablemente de tradición oral, el poema pasaría de generación en generación cantado en los comienzos de la literatura popular hasta que lo recopilaron junto a los demás poemas que componen el shijing. Estos poemas, como hemos estudiado, recogían las quejas de la gente llana, en este caso esa prohibición a las mujeres por la cual les era imposible dejar a su esposo y volver con la que había sido su familia natural. Otra anotación curiosa es el hecho de que la madera sea de ciprés, ya que alberga una importante simbología en todos los pueblos, aunque en este caso se explica por la resistencia de su madera. En la china antigua era también símbolo de longevidad y sus semillas se quemaban ya que se suponía servían para la detección de jade y oro, ambos símbolos de la inmortalidad. Curioso, pues, que en occidente sea el árbol que adorna los cementerios. La mujer se lamenta, habla de la melancolía que siente y expone el problema que la atormenta. Busca a su vez una explicación: “Mi conducta ha sido correcta/ Nada se me puede reprochar”, muestra de nuevo del papel que tiene dentro de la familia, microcosmos de la sociedad en la que se encuadra la historia. Incluso va más allá y cuenta cómo la ofenden con ultrajes y un comportamiento agresivo por intentar hacer lo que cree correcto: “A la menor palabra, enfurecidos me responden”. Es toda una muestra de impotencia en la que lo único que le queda es tragarse la pena en silencio y dejarla para la soledad de la noche, donde podrá lamentarse sin que nadie se lo reproche. Los símiles que utiliza para dar a entender su tristeza permanecen, al menos parcialmente, en la actualidad, como ese corazón que no es de piedra, de roca, de frío mármol. Hace la comparativa entre algo vivo, núcleo de sentimientos y pasión, y objetos inanimados como la ya mencionada piedra o una estera. Alude a la naturaleza, al sol y a la luna, que siguen su curso como si nada sucediera, y al final llega a la metáfora que lo refleja todo en un solo verso. “Y queriendo volar, no puedo.” Como un ave enjaulada que no puede escapar. Las normas establecidas son la jaula que la retiene, la imposición de una sociedad que no comprende al individuo sino a entidades grupales. Y entonces aparece ese grito, ese “no puedo volar”, que no es más que un clamor por la libertad, algo que hoy en día sigue sucediéndose y que demuestra no sólo que las cosas no cambian, sino que el tema y el mismo poema son perfectamente válidos hoy en día, la búsqueda de libertad como tema universal en forma de lamento.