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Ser Santo
De acuerdo al testimonio de la Sagrada Escritura cada cristiano es
santo. La Vulgata latina habla del sancti, que es interpretada en
algunas traducciones como los santos y en otros como los benditos.
San Pedro le dice a los cristianos: "vosotros sois linaje elegido,
sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las
alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable
luz". Los santos son ungidos por Dios a través del Bautismo, llenos
de su vida divina y llamados a anunciar la presencia de este reino
en el mundo a toda raza humana. Así es que en el uso de las
Escrituras todos aquellos bautizados en Cristo y en el estado de
gracia se pueden llamar con razón santos.
En un sentido más estricto y más técnico, los santos son aquellos en
quienes no solo ha comenzado la victoria de Cristo sobre el pecado,
el demonio y la muerte, sino que ha sido culminada. Este es el caso
la vida mundana terrenal se termina y la vida de santidad es
alcanzada por nuestro peregrinar hacia el cielo.
Ser santo es participar de la santidad de Dios. Jesucristo es el
Santo de los santos y el Espíritu Santo es el Santificador. Todos
fuimos creados por Dios para ser santos, en la tierra y entonces
plenamente en la eternidad en el cielo. Perdimos la vida de gracia
por el pecado, pero Jesucristo nos reconcilió con el Padre por medio
de la Cruz. Quien persevera en la santidad se salvará para la vida
eterna. Dios quiere que todos se salven (1Tm 2,4), pero no todos se
abren a la gracia que santifica. Para salvarse es necesario
renunciar al pecado y seguir a Cristo con fe. Por eso San Pablo nos
exhorta: "Hermanos: Buscad la paz con todos y la santificación, sin
la cual nadie verá al Señor" (Hb. 12,14). La única verdadera
desgracia es no ser santos.
Los santos no son modelos en sentido propio, sino copias, más o
menos perfectas pero siempre incompletas del Modelo que es
Jesucristo. La santidad es la misma ayer, hoy y siempre, pues
consiste en cumplir acabadamente el proyecto de Dios para cada uno
de nosotros. Y, a la vez, la santidad está profundamente encarnada y
enraizada en la historia. La vida de los santos nos muestra un
ejemplo de cómo se hizo realidad en sus circunstancias concretas la
identificación con Jesucristo.

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27 de junio de 2007

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