You are on page 1of 48

PROLOGO

La historia que se presenta en estas páginas narra el drama que se vivió en las
tierras americanas durante el doloroso proceso de integración que se inició con la
llegada de Colón al nuevo mundo
Es una historia similar a muchas de las que se han vivido cada vez que un pueblo
subyuga a otro, lo domina y lo absorbe, para luego, de una manera inevitable, integrarse
y dar paso a una nueva cultura.
Así ocurrió en el pasado cuando los egipcios avanzaron hacia la conquista de los
pueblos del Medio Oriente. Igual fenómeno se produjo durante las conquistas de los
griegos, afianzados en la espada de Alejandro. Lo mismo pasó cuando los romanos
llevaron sus instituciones a lo largo de los pueblos ubicados en lo que ellos, con razón o
sin ella, llamaron Mare Nostrum. Gengis Kahn o Carlos Magno. Federico o Carlos V.
Napoleón o Bismarch. Todos ellos lideraron procesos de conquista que terminaron en
transculturación. Desde luego, el fenómeno ocurrido en el territorio que hoy se conoce
como Continente Americano, puede y debe ser considerado como un proceso en el cual
se produjo una simbiosis total. Indios y blancos se funden en una sola raza en América
Latina. Luego a partir de 1531, el negro africano se incorpora a esta cultura, en contra
de su voluntad, pero también se

Integra rápidamente en una triple fusión, que más adelante va a dar origen a lo que
Simón Bolívar llamó la raza americana. ¿Pudo evitarse el genocidio contra la raza
caribe, contra los aztecas o contra los incas? ¿Qué ocurre cuando un pueblo se ve
invadido por gente extraña que tratan de imponerle por la fuerza una cultura ajena? ¿Lo
acepta, se integra dócilmente o lucha por lo que le pertenece? La respuesta a estas
preguntas no es fácil. Puede, no obstante, buscarse a lo largo de este recuento en el cual
se puede percibir que, en América, se dan todas las hipótesis. Los españoles descubren
un territorio que consideran como suyo. Las instituciones cúpula de la época así lo
declaran. El derecho le da la razón a España. Pero, por otra parte, existían propietarios
de las tierras que los descubridores habías encontrado, o creído encontrar, que no
estaban dispuestos a entregarlas. En el caso de Venezuela, se dan tres situaciones:
1.- Algunas tribus se deciden a convivir sin dificultad con el extranjero. Creen que
pueden compartir en paz, pues hay suficientes tierras para todos;
2.- Otras tribus consideran que los recién llegados son seres diabólicos, con dos
cabezas y cuatro patas (hombre sobre caballo) y huyen hacia las selvas;
3.- Y, finalmente, están los guerreros caribes que no están dispuestos a ceder lo que
les ha pertenecido por muchos siglos y, al grito “Ana-Karina-rote”, declaran la guerra al
invasor. Igual situación, con las variantes de cada
Región y de cada cultura, se va a dar en toda América. No fue tarea fácil para el español
conquistar los nuevos territorios.
El proceso comienza cuando Alonso de Ojeda inicia la exploración del territorio
que hoy es Venezuela. El 24 de agosto de 1499, poco más de un año después de la
llegada de Colón a Macuro, Ojeda descubre el Lago de Maracaibo, acompañado de Juan
de la Cosa, cosmógrafo, y de Américo Vespucio, cartógrafo. Algunos años más tarde,
en 1507, el geógrafo alemán Martín Waldesmüller da el nombre de América a las
nuevas tierras, pues al ver el mapa de Vespucio creyó que fue éste el descubridor y, sin
quererlo, populariza ese nombre. Ya en agosto de 1499, Alonso Ojeda y sus
acompañantes fueron atacados por indios caribes en un sitio al que llamaron El
Flechado (Chichiriviche, Falcón), aunque al llegar a lo que hoy es Coro (Todariquiba)
se encuentra con el Gran Cacique Manaure, que los recibe muy amistosamente.
Es posible que si los españoles hubieran dedicado más tiempo a persuadir a los
aborígenes, tal vez la conquista no hubiera sido tan cruenta, pero no todos los hombres
que llegaron al nuevo continente eran gente con buena formación. Algunos, como el
español Alonso de Ojeda, homónimo del descubridor de Maracaibo, pero sin ningún
parentesco con él, provocaron indignación en los nativos, al reducir a la esclavitud a los
pobladores, incluyendo a algunos caciques. Esto causó ira en el Cacique

Maragüey, quien atacó el Monasterio de Cubagua el 3 de octubre de 1520, matando un


fraile, cuatro españoles y destruyendo lo que encontraron a su paso.
Este hecho y la consiguiente reacción de los españoles al mandar al Capitán Gonzalo
de Ocampo, quien inició una operación muy cruel, generó una respuesta todavía más
fuerte de parte de la nación caribe.
La guerra tenía una base justa por parte de los aborígenes. La Real Cédula de 1503
en donde se permitía esclavizar a los caribes, provocó muchas injusticias, ya que no
sólo esclavizaron a los rebeldes sino a todos los indios. Felizmente, la intervención de
hombres como el padre de Las Casas sensibilizó la opinión pública española y originó
leyes de protección del indígena y de humanización de la conquista.
Hay, pues, cuatro épocas en este primer siglo de colonización.
La primera es la permisiva, en donde el aborigen acepta en general al español,
pero los desmanes de éste provocan una fuerte reacción que desemboca en los sucesos
de Cubagua de 1520. Es en este momento cuando comienza el segundo período, que
puede ser llamado de reacción, en donde hay fuertes enfrentamientos, especialmente en
lo que hoy se conoce como Oriente y Guayana. El tercer período se inicia en 1560,
cuando los españoles comienzan a ocupar la región de los caracas, de los Teques y de
los mariches. Allí se intensifica la lucha
Contra el usurpador. La parte final puede ubicarse en el momento en que el Gran
Cacique Baruta, hijo del inmortal Guaicaipuro, se rinde y ocupa la ocupación, en contra
de su voluntad, acatando la opinión mayoritaria de sus hombres. Allí comienza
realmente la colonización y el proceso de transculturación. La integración es ya
indetenible.
El hombre americano es, pues, el producto de ese inmenso sacrificio, de ese
esfuerzo sobrehumano para defender lo que cada quien creía que era justo. De allí surge
nuestra Venezuela. Producto de hombres valientes y de mujeres abnegadas. Hombres
como Rodríguez Suárez y como Yoraco. Mujeres como Urquía y como las españolas
que dejaron su tranquilo lar europeo por el sueño de un mundo mejor. Y luego, cuando
el hombre negro apareció, sus luchas por recuperar su libertad dieron una nueva
dimensión a los ideales de igualdad y de justicia social.
Las páginas que vamos a leer nos permiten reflexionar sobre ese mundo nuestro,
del cual debemos sentirnos orgullosos.

El autor.
I.- VENEZUELA PRECOLOMBINA

La génesis del hombre aborigen del Continente Americano data de tiempos


inmemorables, difíciles de precisar. Los arqueólogos han investigado con pasión su
origen, pero sólo han logrado, establecer algunas aproximaciones que nos han permitido
conocer parte de la realidad y formular algunas hipótesis sobre lo que muy
probablemente ocurrió.
La hipótesis más probable es la de que hubo un proceso de inmigración
proveniente de Asia, a través del estrecho de Behring, que llegó a lo que hoy se conoce
como Venezuela, unos 15 mil años antes de Cristo. Los sostenedores de esta tesis han
denominado a esa época como Paleo-India. Se cree que los primeros pobladores fueron

Cazadores y recolectores que habitaban en cuevas y en chozas. Se agrupaban en


comunidad, tal como todavía ocurre hoy día y para defenderse fabricaban armas de
hueso y piedra. Se calcula que este período terminó hacia el año 5 mil antes de Cristo y
dio inicio a la época Meso-India. Estos aborígenes, ayudados por el cambio climáticos
que sufrió el planeta, construyeron embarcaciones combinaron la pesca con sus hábitos
anteriores e iniciaron una cultura más rica dejando para la posteridad petroglifos, cuya
antigüedad – establecida por el método del carbono 14 – se remonta al año 2820 antes
de Cristo en esas “piedras pintadas” de impactante belleza, dejó el indio venezolano su
sentido de religiosidad y de respeto por la muerte. Unos mil años antes de la era
cristiana, los aborígenes venezolanos comenzaron a trabajar la cerámica y la palma, lo
que dio inicio al período Neo-Indio. El maíz y la yuca predominaron en los cultivos de
esa larga época. Su idea de un Dios único, representado en Amalivaca, revela que en
este territorio existía un pueblo con una inteligencia y un razonamiento superior.
Amalivaca era el Dios de los tamanacos, pueblo ubicado en la Región Guayanesa, a la
orilla del Orinoco, al norte del actual Municipio Cedeño. Este pueblo fue reubicado por
los españoles en el sitio La Urbana en el siglo XVIII, pero poco a poco fuero muriendo
de tristeza por haber sido separados de la tierra que les pertenecía. La descripción que
nos dejaron de su Dios, era de un hombre blanco,
alto, fuerte, de ojos brillantes y mirada serena. Aparece después de un gran diluvio,
originado por desbordamientos del río Orinoco, lo que provoca la muerte de casi todo el
pueblo. Sólo una pareja logra salvarse montándose sobre una gran roca. Sin embargo, la
fuerza del río y la falta de alimentos le hizo pensar que iban a morir, pero la esperanza
renació cuando vieron aparecer una canoa en donde venían dos hombres blancos
acompañados de dos mujeres. Después de haber sido rescatados, supieron que era
Amalivaca, sus dos hijas y su hermano Vochi.
Amalivaca era el Dios de los Tamanacos. Dijo entonces a la pareja que venía desde
muy lejos a reordenar el río y a hacer que se poblara la tierra. Para ello, les ordenó
recoger semillas de moriche y tirarlas hacia atrás. Los dos indios obedecieron la orden y
al hacerlo observaron maravillados que de cada semilla nacía un hombre o una mujer.
Luego para completar su obra, Amalivaca casó a sus hijas con hombres tamanacos y
remonto el río en su curiara, desapareciendo para nunca volver. Esta bella leyenda
indígena era compartida por casi todos los pueblos de Guayana y del Delta, en el área
que hoy ocupan Delta Amacuro, Bolívar y la Guayana Esequiba.
Además de la religión, los aborígenes desarrollaron los conceptos de Estado y de
familia, aunque no en la forma en que los conocemos hoy. El poder político lo ejercían
los caciques y jefes aborígenes, respaldados por

El piache, que era una suerte de sacerdote y médico al mismo tiempo. La familia era
extendida. Los hombres protegían a los más pequeños, a las mujeres y a los ancianos.
En el momento de la llegada de Colón a nuestra tierra, hecho ocurrido el primero
de agosto de 1498, se inició el período Indio-Hispano, que comenzó con la conquista y
consiguiente colonización. La población aborigen estaba entonces concentrada,
principalmente, en caribes y arawacs. Los primeros habitaban la costa entre Paria y
Borburata, en el Zulia y a lo largo del Orinoco. Eran guerreros hábiles, caníbales, que
acostumbraban esclavizar a sus enemigos. Los arawacs o arahuacos se localizaban
principalmente en la parte sur del Golfo de Paria y en el sur del Delta, hasta la vertiente
del río Amazonas. Eran pacíficos y amistosos con los españoles, pero enemigos
acérrimos de los caribes. En el sur de Guayana vivían los sáliva y los guamos en el sur
de Anzoátegui. Los yaruros se ubicaban hacia el Apure y los guaraúnos, que vivían en
palafitos, estaban en la región del Delta. Los motilones, que aún habitaban en la Sierra
de Perijá, eran y aún son, guerreros feroces. Los guajiros, todavía ubicados en la
Guajira, tenían una complejísima organización social. Por su parte los onotos eran
pescadores y poblaban el lago en palafitos, en tanto que los bobures, moraban en el sur
del lago. Los caquetíos, en la Sierra de Coro. En Los Andes se encontraban los mucú,
en los alrededores de Mérida, al igual que los chamas. Hacia Trujillo predominaban los
timoto-cuicas, famosos por su laboriosidad, sentido de organización y su inmensa
productividad. En el centro se encontraban los caracas, los Teques y los quiriquiries.
Después de 500 años de conquista y colonización, el hombre autóctono casi ha
desaparecido. De los caribes sólo quedan: unos 300 akawaios (Guayana Esequiba), los
mapoyos no pasan de 100 (Bolívar), unos 2.000 maquiritares (Bolívar), unos 2.000
panares (Bolívar), los pemones representaban una población de 10.000 habitantes
(Bolívar), los karina son unos 4.000 indios aproximadamente (Monagas), los yucpa o
motilones bravos 1.000 (Zulia).
Los arawcs, por su parte, también han sobrevivido. En el Delta existe un grupo
integrado a los warao. Los guajiros o wayús, ubicados en el Zulia y al norte de
Colombia, están representados por unos 20 mil habitantes divididos en unas 25 castas o
clanes. Otras tribus arawcs son: la de los paraujano, en Sinamaica, Zuli; los curripaco en
el Amazonas, que poseen una gran cultura dotada de ritos, símbolos y una rica
musicología; los guarekena y los piapoco, también en Amazona; y los guahibo en el
Apure.
Se estima la población autóctona en unos 200 mil indios.

III.- ENCUENTRO DE DOS CULTURAS

El viaje que emprendió el Almirante Cristóbal Colón desde Puerto de Palos de


Moguer, el 3 de agosto de 1492, y que culminó el 12 de octubre del mismo año en la
Isla de Guanahaní, bautizada San Salvador por Colón y luego rebautizada Wattling por
los ingleses, es uno de los hechos más espectaculares que se registran en la historia de la
humanidad, comparable tal vez con el momento en que Neil Armstrong descendió en la
Luna, en 1969.
Sin embargo, para los habitantes del Nuevo Mundo, la llegada del hombre blanco,
si bien recibida al principio, con alegría, muy pronto se transformó en decepción, en
creciente furor ante el despojo y la injusticia y, finalmente, en una guerra sin cuartel.
Colón, al igual que los grandes descubridores y conquistadores del pasado, carga
en su favor el haber proporcionado grandes aportes al proceso de integración y de
globalización, pero también el haber ocasionado grandes padecimientos y conflictos a la
raza humana. ¿Valió la pena la hazaña? Los grandes objetivos sólo alcanzan después de
muchos esfuerzos, pero la violación de los derechos humanos no puede nunca ser
justificada. El proyecto de Colón tuvo prácticamente como objetivo un viaje hacia lo
desconocido, aun cuando algunos historiadores han referido sus dudas sobre la
originalidad de sus ideas. Es indudable que este hecho, de tanta
Trascendencia para la historia de la civilización, tiene que ser calificado como
demostración de valor, de coraje, de fe y de profundo conocimiento en la ciencia de la
navegación.
Uno de sus biógrafos, el francés Francisco Depons, dijo que Colón confió su suerte
y su vida a mares desconocidos, sin más guía que una brújula imperfecta. En el trayecto,
se enfrentó con grandes contratiempos. Sin embargo, mantuvo su ánimo, a pesar de
haber notado una variación alarmante en la aguja imantada y del descontento y de las
amenazas de algunos de sus temibles compañeros de empresa. En su larga odisea, el
valiente Almirante se mantuvo firme en su fe, levantó el decaído entusiasmo de su
gente, restableció el orden cada vez que fue necesario y en todo ello, demostró genio e
intrepidez. Hombres como Colón son seres extraordinarios que nacen para la
inmortalidad.
Fue un luchador. Tenía la seguridad de que había una ruta más expedita para llegar
a la India. Estaba convencido de que la Tierra era redonda, pero no le fue fácil
convencer a gobernantes y financistas de que lo apoyaran en la riesgosa empresa que se
proponía llevar adelante. Fueron varias las entrevistas con los Reyes Católicos y con
cuantos Comité de la Fe le nombraron, pues había dudas acerca de las ideas que Colón
promovía.
Al fin, consiguió su objetivo en los primeros meses del año 1492. ¿A qué se debió
el cambio de opinión y de

actitud de los Reyes? La respuesta es incierta, pero es digno de considerar el hecho de


que los Reyes habían logrado vencer a los moros, después de 700 años de ocupación del
territorio español y, en consecuencia, la Madre Patria aparecía reunificada en un
geografía, en su cultura, en su economía y en su fe. Es bastante probable que el estado
de ánimo de los Reyes, llenos de euforia por los logros, les hayan hecho valorar
positivamente la idea de respaldar el proyecto de Colón y, de resultar exitoso, ampliar el
poder de la Corona española allende los mares. Dio resultado. El Almirante se hizo a la
mar con tres carabelas, una de las cuales la comandaba personalmente: la Santa María.
El viaje fue penoso, lleno de incertidumbre y de peligro, pero al final venció la
constancia, que fue la más grande virtud del genial Almirante. Es de recordar aquí lo
que Platón señalaba a sus alumnos: Método y mucha constancia en el método. Y lo que
fue uno de los principios más caros del Libertador: Dios concede la victoria a la
constancia. Ella lo ayudó a convencer a los gobernantes y a los escépticos. Fue la
constancia la que lo ayudó a sobreponer en los momentos de mayos adversidad y de
penuria.
Cristóbal Colón realizó cuatro viajes al nuevo continente, pero por esas
circunstancias del destino, nunca llegó a saber que había descubierto un nuevo mundo.
Uslar Pietri considera que es posible que haya pensado que es-
taba en otro continente cuando descendió en el territorio de lo que hoy es Venezuela, en
su tercer viaje, el 5 de agosto de 1498 (el 1º de agosto entró al Golfo de Paria). No hay
evidencia de que haya sido así, pero lo más seguro es que haya muerto convencido de
que había encontrado el área de las siete mil islas que, de acuerdo a Marco Polo, se
hallaba en el extremo oriental del Asia.
Sin duda, es su tercer viaje el que le reporta más satisfacciones y penurias. Al
llegar a nuestras tierras, lleno de fascinación, escribe así a la Reina Isabel: Más allá de
una Punta que llamé de la Aguja (hoy Punta de Alcatraces) hallé las tierras más
hermosas del mundo, muy pobladas. Llegue allí una mañana, antes del mediodía y, por
ver este verdor y esta hermosura, acordé fondear y ver los pobladores, de los cuales
algunos vinieron en canoa a rogarme, de parte de su rey, que descendiese a tierra.
El Almirante encontró todo placentero. Le agradó la gente, le gustó el paisaje y
llegó incluso a pensar que se encontraba en el Paraíso. En efecto, al llegar al Golfo de
Paria dijo que “al lago que hallé, tan grande que más se le puede llamar mar que lago,
porque lago es lugar de agua, y el siendo grande se le llama mar, por lo que se llama de
esta manera el de Galilea y al Muerto. Y digo que si éste no procede del Paraíso
Terrenal, viene y procede de tierra infinita… Más yo muy asentado tengo en mi ánima
que allí en donde dije en tierra de gracia se halla el Paraíso terrenal”.

Así se expresó Colón de nuestra tierra. Tan bella le pareció y tan amable encontró
a su gente, que ninguna duda tuvo de que se hallaba en el Paraíso Terrenal.
Este hombre extraordinario, de valor y genio excepcional, fue al mismo tiempo
halagado y vilipendiado. Junto a la felicidad que le produjo el haber encontrado el
Paraíso, también tuvo la desgracia de toparse con el infierno cuando llegó a la
Hispaniola, hoy Santo Domingo. Allí encontró a la tropa insubordinada. El jefe del
motín era el Capitán Francisco Roldán, quien desconoció la autoridad de Colón y le
pidió que se sometiera a juicio. En un gesto de desprendimiento, Colón comete un gran
error: en lugar de ordenar el procesamiento de Roldán, ejerciendo su autoridad de
Virrey, accede a solicitar un juez con poderes especiales y España se lo manda en la
persona del Comendador Francisco de Bobadilla. Este llegó a Santo Domingo el 23 de
agosto de 1500, y de inmediato inicia el juicio, en el que lo encuentra culpable y, junto
con sus hijos, lo envía encadenado y prisionero a la metrópoli. Luego en un tiempo,
Colón recibe un desagravio de los Reyes y vuelve a nuestro Continente, en su último
viaje. Para ese entonces, su salud ya estaba minada… regresa a España y muere pobre e
incomprendido, a los 55 años de edad en Valladolid. Aun cuando existen personas que
cuestionan su obra, es necesario reconocer que rompió con mitos y supersticiones,
despejó la vía para el conocimiento científico, produjo la síntesis de tres culturas, en
lo que Bolívar denominó, en su célebre Manifiesto de Cartagena: la raza americana.
El cuestionamiento que se le hace a Colón, se fundamente esencialmente en lo que
ocurrió a partir de la Conquista del Nuevo Mundo, pero debe insistirse en que la misma
fue responsabilidad de los Gobernadores, Capitanes Generales, Encomenderos y
Adelantados, así como de otras autoridades que fueron enviadas a nuestra tierra. Debe
también dejarse claro que los indígenas dieron respuesta valiente y contundente a los
conquistadores españoles. No se doblegaron fácilmente, como veremos en la historia de
los grandes caciques y jefes indígenas de Venezuela.

III.- CACIQUES Y JEFES INDIGENAS

1.- Guaicaipuro:

Este bravo guerrero, nacido en la región de los Caracas en 1530, aproximadamente,


se llamó en realidad Gua-caipuro, pero la costumbre nos ha hecho recordarlo con la
incorrecta denominación de Guai-caipuro. Vivía en Suruapo (hoy San José de Los
Altos), en la vertiente de la Quebrada Paracotos. Su nombre significa “púa aguda”. Se
lo llamó así por su coraje, su fiereza y su espíritu de conductor de pueblos. Su padre fue
un gran guerrero pequeño y su madre una aricagua de singular belleza, quienes le

Dieron una educación espartana, que pronto asimiló, lo que le permitió ser guerrero de
confianza del gran Cacique Catuche. Al contar 20 años de edad tiene que asumir el
cacicazgo, ya que Catuche muere y la tribu lo elige por aclamación para sustituir a su
jefe.
Poco antes d la muerte de Catuche, el bravo Guaicaipuro se enamora de la india
más linda de la región, de profundos ojos negros, labios de un rasado natural, pelo negro
que usaba trenzado sobre sus hombros y una dulce sonrisa que cautivó al indómito
tequeño. Se cuenta que ya en el ejercicio de su inmenso poder, el Piache mandó reunir a
las 200 doncellas más lindas de la tribu para que el nuevo Cacique escogiera las que
deseara, pero Guaicaipuro rechazó la oferta caballerosamente, expresando que “mi
Urquía vale por todas”.
Su primer hijo fue Baruta, otro gran guerrero que lo acompañó en sus luchas contra
el invasor. Vivían con él sus seis hermanos y sus hermanas Tiaora y Caycape. Los
guerreros Pariamanaco y Quetemine, hijos de la princesa Tiaora, eran sus asistentes en
lam guerra. Guaicaipuro gobernaba a los caracas y los Teques, conjuntamente,
ejerciendo directo control sobre los seis caseríos que circundaban su cuartel general en
Suruapo.
Su gran mérito fue acaudillar la resistencia contra los españoles, que cada día
cometían mayores tropelías en su zona, esclavizando indios y despojándolos de sus
mujeres y de sus tierras. La hostilidad de los nativos
se traducía en enfrentamientos armados, sin que Guaicaipuro y sus hombres lograran
una batalla decisiva contra el opresor.
En 1560 el Gobernador Pablo Collado nombra a Juan Rodríguez Suárez, Teniente
General de la Provincia de Caracas y le ordena que salga a pacificar al aguerrido
Guaicaipuro. Rodríguez se alía con el mestizo Francisco Fajardo y vence al Cacique de
los Teques en la batalla de San Pedro y La Quebrada, lo que le hace creer que había
pacificado la región y deja a sus tres hijos menores en una mina de oro que había venido
explotando don Pedro de Miranda. Guaicaipuro ataca de nuevo, vence y en esa batalla
mueren los hijos de Rodríguez, lo que provoca la intensificación de los combates.
A pesar del fragor de los combates, Fajardo intenta fundar un caserío en lo que hoy
es Catia, con la idea de establecer un centro estratégico de operaciones y le da el
nombre de Hato San Francisco. Sin embargo, la guerra se torna más cruenta y ante un
ataque ordenado por Guiacaipuro y ejecutado por Paramaconi, el recién fundado caserío
(1560) es arrasado, quemadas las viviendas, muertos los colonos y dispersadas las reses.
El año siguiente, en 1561, Juan Rodríguez Suárez refunda el caserío con el nombre de
Villa de San Francisco, pero corre la misma suerte que el anterior. Guaicaipuro lo vence
luego en Macario y lo despoja de su espada. El jefe español por poco pierde la vida en
ese lance.

Ese mismo año desembarca en las costas de Carabobo, el Tirano Lope de Aguirre.
Collado imparte órdenes a Rodríguez Suárez, en septiembre de 1561, para que viaje a
arrestarlo. Guaicaipuro se entera y lo intercepta en el sitio conocido como Las
Lagunetas (Estado Miranda), donde el bravo Teniente General, conocido por su valor
como el “Caballero de la Capa Roja”, pierde la vida luchando contra las tropas
combinadas de Guaicaipuro y Terepaima.
En enero de 1562, la coalición de Guaicaipuro y Terepaima enfrentan y matan al
Capitán Luis de Narváez. Guaicaipuro convoca entonces a una alianza estratégica de
todos los caciques de la región. Acuden a la cita y aceptan en pacto los jefes de Baruta,
Naiguata, Chacao, Aramaipuro, Guaicamacuto, Paramaconi, Terepaima y Chicuramay.
Durante años esta alianza se mostro triunfadora, pero el bravo Guaicaipuro perdió su
oportunidad en Maracapana, en 1568, batalla clave en la que participaron todas las
tribus aliadas. Derrotados por el ejército conquistador en forma contundente, gracias al
azar, la coalición se disuelve y los jefes regresan a sus tierras. Guaicaipuro se refugió en
Suruapo al lado de su amada Urquía, pero su espíritu inquieto no lo dejó en paz.
Ese mismo año reorganiza sus tropas y ataca a Diego de Losada, que un año antes,
el 25 de julio de 1567, día de Santiago Apóstol, patrono de España, había logrado
fundar en forma definitiva la ciudad de Santiago de León de Caracas.
Losada, fuera de sí, ordena al Alcalde Francisco Infante que ataque a Guiacaipuro
en el propio sitio de Suruapo, hasta ese momento baluarte inexpugnable del guerrero
indio. Infante usó entonces la siguiente estrategia: buscó indios pacificados y fieles a
España que conocieran el modo de llegar a la vivienda del cacique protegida por las
escarpadas montañosas de la zona y por los aguerridos hombres de Guiacaipuro.
Logrado ese objetivo, partió en una operación comando con 80 hombre y su fiel
lugarteniente Sancho del Villar. Sobre la media noche llegaron a Suruapo y penetraron
hacia el caney y del jefe indio, por un camino desprotegido. Infante cubrió la
retaguardia con 25 soldados y el resto acompañó a del Villar. Guaicaipuro se dio cuenta
del peligro, pero ya era tarde. Tomó la espada de su antiguo enemigo Rodríguez Suárez
y con ella dio muerte a los cinco primeros que lo atacaron, pero la sorpresa lo dejó sin
resguardo frente a medio centenar de hombres bien armados. La noche oscura favoreció
a los españoles. Los indios salieron a defender a su jefe, pero los arcabuces, las espadas
y, sobre todo, la sorpresa hicieron añicos al frágil resistencia indígena. Las mujeres y los
niños lloraban. El bravo Guaicaipuro, aun cuando estaba mortalmente herido, seguía
luchando sin dar cuartel al invasor. Se guareció luego en su casa, pero los españoles le
prendieron fuego y Guaicaipuro salió a dar su última batalla… Cuenta la leyenda de los
bravos Teques que el indómito cacique, antes de morir, grito a sus

enemigos: Vengan extranjeros, a ver morir al último hombre libre de estas tierras.
Corría el año 1568. El plan de conquista avanzaba, pero los aborígenes aún no se
rendían.

2.- Tamanaco

Dos años después de la muerte del gran Cacique Guaicaipuro, surge un líder
llamado a sustituirlo por su valor y sentido de organización: Tamanaco, cacique de los
indios mariches y de los quiriquires. Su prestigio crecía a la par con su leyenda. Su
aguerrida manera de batallar al enemigo, al frente de sus bravos, sin pedir ni dar cuartel,
le sumaban seguidores día tras día. Estaba llamado a s
er, y así lo entendía, el coordinador de la guerra contra el invasor. Su misión, al igual
que Guaicaipuro, era la el día 5 de diciembre llegó a Coro, Capital de la Provincia de
Venezuela, el nuevo Gobernador y Capitán General Diego de Mazariegos, ducho militar
formado en el ejército de Hernán Cortés. Mazariegos luchó y participó activamente en
la conquista de México, Guatemala y Honduras, enfrentándose a las muy organizadas
tribus maya y aztecas. Su eficiencia lo hizo acreedor al cargo de Juez de Resistencia y
luego Gobernador de Cuba, para finalmente venir a Venezuela y poner freno a los
sueños de liberación de Tamanaco. Mazariegos fija su estrategia de pacificación. Pacta
con
Los enemigos de Tamanaco. Aprovecha las rivalidades entre las tribus. Nombra al
avanzado Francisco Calderón para pacificar el valle de Caracas y lo designa Teniente
General de la recién fundada ciudad de Santiago de León de Caracas.
Como primer paso, Calderón envía al Capitán Pedro Alonso Galeas a rendir a
Tamanaco. Galeas lo persigue y entra en tratos con el Cacique Tapiaracay, enemigo de
Tamanaco y del pacificado Cacique Aricabuto, quién le ofrece ayuda a cambio de que le
entregue a este último. El trato no se consolida y Galeas se mide con Tamanaco, en una
pelea en la que participaron Garci González de Silva y el indio Aricabuto, que les sirve
de guía. El combate no tuvo vencedor. Hubo pérdidas de parte y parte. Tamanaco
reorganiza entonces sus fuerzas, le quita la iniciativa a su rival y luego de varios
enfrentamientos decide atacar Caracas, que a pesar del corto tiempo de su fundación, se
había convertido ya el baluarte de los españoles y pieza clave en su objetivo de vencer a
las tribus centrales y a los fieros caribes que, a todo lo largo de la costa, presentaban
dura batalla al extranjero. Tamanaco ataca el centro, en tanto que sus aliados cubren la
retaguardia y el flanco derecho. Los españoles retroceden hasta las orillas del río
Guaire, la batalla se torna cada vez más encarnizada. El Capitán Hernando de la Cerda,
demostrando coraje y valor, propio de la raza española, se enfrenta en lucha cuerpo a
cuerpo con el cacique criollo. Los dos hombres

Luchan por la victoria y por sus vidas. Ruedan entrelazados, daga en mano, se golpean,
se miran calculando el golpe crucial y al final vence el Cacique Tamanaco. Sus hombres
gritan de alegría. Los españoles le ven la cara a la derrota. Pero el destino previó un
final distinto para aquella jornada que hasta ese momento había sido victoriosa para los
nativos. Ocurrió entonces que los indios, fascinados como estaban por la lucha entre la
Cerda y Tamanaco, no advirtieron que una caballería española, que no sabía lo que
estaba pasando, llego por la retaguardia, procedente de Oriente. Tamanaco y sus
hombres quedaron atrapados entre el Guaire, los hombres de Pedro Alonso Galeas y las
recién llegada tropas de oriente. La lucha fue aún más encarnizada. Tamanaco y parte de
sus hombres fueron hechos prisioneros. El bravo guerrero mariche enfrenta entonces a
un Consejo de Guerra cuyas normas desconocía y en donde su defensor era un oficial
español. Obviamente, fue condenado a morir en la horca, luego de lo cual su cabeza
sería exhibida para que sirviera de escarmiento a los rebeldes.

Garci González, que había sido elegido Regidor del Cabildo de Caracas en 1573,
estuvo en desacuerdo con la medida, ya que admiraba el valor, el temple y la dignidad
demostrada por el bravo guerrero autóctono, pero la muerte de La Cerda dejó firme la
sentencia. En el medio de estas consideraciones intervino un Capitán de apellido
Mendoza, que era propietario de un perro que llevaba
por nombre “Amigo”, y sugirió que le dieran a Tamanaco la oportunidad de escoger
entre la muerte en la horca o la posibilidad de salvar su vida si vencía al perro. Garci
González estuvo de acuerdo, al igual que el resto de los miembros del Consejo de
Guerra.
Tamanaco recibió la noticia de la sentencia con frialdad y valor. La respuesta la dio
de inmediato:
- Destrozaré al perro con mis manos y así sabrán los españoles quién es
Tamanaco.
Al igual que en la toma de caracas, a Tamanaco le esperaba otra ingrata sorpresa.
El perro de Mendoza no era una bestia como las que estaba acostumbrado a matar el
jefe de los mariches. Se trataba de un perro especialmente entrenado para luchar contra
el hombre. Aquel triste día, Tamanaco se preparó a vencer. Su vida había sido la de un
guerrero. Estaba acostumbrado al peligro y a enfrentar la muerte. No había nada
diferente en su rutina. Al llegar a la Plaza Mayor (hoy Plaza Bolívar), el indio
Tamanaco observó la improvisada cerca que había sido levantada en el centro de la
misma. El redoble de tambores daba al sitio un ambiente de muerte. La población
esperaba desde muy temprano para ver el extraño combate, no presenciado por la
humanidad desde laépoca de los primeros emperadores romanos. Tamanaco fue
desatado y colocado en el medio del recinto. Mendoza que sostenía su perro, esperaba la
orden para soltarlo. La fiera rugía impaciente para atacar a su víctima. Garci Gonzalez
dio la orden. Hombres y bestia

dudaron un instante y en seguida el mastín se lanzó contra el guerrero, pero Tamanaco,


que esperaba un ataque hacia la parte alta de su cuerpo, miro sorprendido a la fiera que
le desgarraba las piernas. Cayó y recibió entonces una mordedura mortal en la garganta
y aun cuando la fiera lo seguía atacando, aquel hombre-leyenda ya no sintió dolor.
Estaba muerto antes de recibir la segunda mordida en su garganta.
La muerte de Tamanaco desmoralizó a los guerreros, que por un tiempo se
mantuvieron a la expectativa. Pero no por mucho tiempo. La conquista de Venezuela no
sería fácil para el Imperio español. Corría el año 1573.

3.- Yare

El Cacique Yare, gobernante de las tierras que hoy comprenden Miranda,


Anzoátegui y parte de Monagas, fue además Piache y Sumo Sacerdote y uno de los
guerreros más fieros entre todos los que se enfrentaron al conquistador español. Líder
indiscutido de los quiriquires, araucos y charagotos, el Cacique Yare vio la luz entre los
Cumanagotos. Gran estratega, venció muchas veces al invasor. Los comandantes de
Zerpa en Maturín y Rodríguez Suárez en Barquisimeto, mordieron el polvo de la derrota
ante el bravo indio caribe. Sabedor como fue de la fortaleza del español, unió sus
fuerzas a las de Terepaima, bajo cuyas órdenes actuó, habiéndose aliado también con el
Gran Cacique Tamanaco, con quien tuvo una amistad probada en mil batallas y en la
paz.
Este trío de jefes indígenas no fueron los únicos, pero constituyeron un fuerte
triunvirato que marcó la dura oposición que les hicieron a los europeos.
Sin embargo, la desproporción de los recursos a favor de los extranjeros dio un
resultado adverso a sus propósitos. En efecto, en la sexta década del primer siglo de la
Conquista muere Guaicaipuro, grande entre los grandes caciques autóctonos. Murió en
un inesperado ataque de los hombres de Diego de Losada, el fundador de Caracas. Poco
después, Tamanaco, en una de sus acometidas más feroces contra las tropas de Garci
González, Gobernador de Caracas, es atacado por tropas que por puro azar regresaban
del Oriente. El jefe de los indómitos moriches logró acosar a los españoles hasta las
cercanías de la Plaza Mayor, pero tuvo que rendirse para evitar la innecesaria muerte de
sus bravos. Se le condenó a muerte, pues en la refriega murió el Capitán Hernando de
La Cerda. Sin embargo, dado su valor y su arrojo en el combate, se le dio a escoger
entre la muerte en la horca o la posibilidad de salvarse luchando contra un perro-lobo.
El bravo guerrero aceptó la desigual lucha y murió en el intento.
Cuando se enteró de lo acontecido, Yare tembló de ira y juro venganza. Se enteró
luego de que el culpable de la muerte de Tamanaco fue el Capitán Mendoza, dueño

del perro que llevaba por nombre “Amigo”. Entonces, persiguió al Capitán Mendoza,
hasta que consiguió acorralarlo en Aragüita. Al tenerlo prisionero lo hizo degollar, junto
con su perro, y la cabeza de ambos las envió como trofeo a la familia del Cacique
Tamanaco. Yare siguió su guerra sin cuartel, venciendo y siendo vencido, hasta que un
día los arcabuces españoles acabaron con la vida del simpar guerrero. Quiso el destino
que las tropas españolas no se dieran cuenta de la muerte del cacique y esto posible que
sus hombres regresaran a recoger sus restos y darle un entierro digno, tal como merecía
aquel valiente jefe, que perdió la vida en 1575 luchando por sus ideales.
Estos hechos revelan que fue una guerra feroz, en la que vencieron los grandes
recursos de que disponía el español; principalmente el caballo, el arcabuz y el perro.
Felizmente, no todo fue sangre y dolor entre conquistadores. Hombres como el
Padre de Las Casas denunciaron el exterminio y propiciaron una Conquista sobre la
base del trabajo productivo y del respeto a la dignidad de la persona humana. Esta
ideología de la paz germinó con éxito en la tierra de los quiriquires y dos siglos más
tarde darían su fruto más preciado: el nacimiento del Libertador Simón Bolívar.
La paz trajo consigo un tercer elemento cultural: la llegada de grupos africanos.
Esa trilogía integrada por el blanco español, el indio autóctono y el africano, van a
darle una característica muy peculiar a los pueblos del Caribe. Fue un proceso de
transculturación que, al pasar del tiempo, se convirtió en un sano mestizaje que dio
razón de ser a la democracia venezolana.
América dio paso a un nuevo y maravilloso mundo, se sentó las bases para la
integración de tres culturas, para el nacimiento de una nueva raza y para que la
humanidad tuviera nuevas e inmensas posibilidades para su desarrollo.
Y este capítulo, que honra la valentía del hombre americano, representado en Yare,
es el mejor símbolo para recordar la gesta. El verso del poeta Augusto Valda Cavaría
sintetiza las consecuencias del enfrentamiento del aborigen contra el español.
Indio de cara morena
Indio de ojos hundidos
¡Levántate que ya es hora
de que se eleve su grito!
Deja tu llama y tú choza,
toma la pluma y el libro
y escribe la nueva historia
hasta el amén de los siglos.

4.- Terepaima

El nombre terepaima significa “río que corre por una hondonada o valle”
Y le fue dado al cacique de los

meregotos y de los anaucos porque su poder corría por hondonadas, valles y llanos. Su
alcanzaba el Tuy, San Pedro, Mariches, hasta el territorio que hoy ocupan los Estados
Miranda, Aragua, parte de Carabobo, Cojedes y parte de Lara. Formó una poderoso
trilogía de poder en alianza con Yare y Tamanaco. Se le conoció en los pueblos
aborígenes de lo que hoy es Venezuela por su inmensa valentía, pero también por haber
sido el vengador del Cacique Yoraco, joven guerrero, cacique de los indios caribes
ubicados en la región de Tácata. En efecto, Yoraco había muerto bajo la espada de
Rodríguez Suárez y éste, a su vez, perdió la vida en la batalla de “Las Lagunetas”, en
1561, donde Terepaima, unido con Guaicaipuro , enfrento al español. En esa batalla, el
propio Terepaima se mide con “El Caballero de la Capa Roja”, nombre con que se
conocía al conquistador Rodríguez Suárez, famoso por su valentía y capacidad militar y
lo vence en un duelo de titanes.
Ocurrió que Terepaima y Guaicaipuro se enteraron de que el español iría a
Borburata a tratar de apresar al Tirano Aguirre y tendría forzosamente que pasar por
ese lugar. Prepararon a sus guerreros y esperaron pacientemente al español. La señal de
ataque era el sonido de una guarura que sería tocada cuando el enemigo estuviera cerca
del lugar. El indio al que le correspondió la responsabilidad de hacerlo no falló. Los
españoles pelearon con bravura, pero el factor sorpresa jugó en su
contra y fueron casi totalmente exterminados, después de dos días de intenso batallar.
La victoria y el hecho de que Terepaima fuera el que diera muerte a Rodríguez, le
creó una aureola de leyenda. Hasta ese momento, había actuado como Jefe sin que los
piaches de su tribu aprobaran su ascenso a la categoría de Cacique, tal como era la
costumbre. La muerte de Yoraco había causado consternación entre los indios, pues éste
poseía un talismán que había sido ensalmado y nadie podía comprender por qué no
había funcionado si se suponía que era inmortal. El triunfo de Terepaima sobre el
español que mató a Yoraco, le dio argumentos y ocasión para adquirir el liderazgo que
ambicionaba, lo cual obtuvo. Pocos días después, Terepaima fue envestido como
cacique.
La historia de este hombre demuestra que no sólo fue hábil como guerrero, sino
que también tenía dotes para la política y para la diplomacia. De hecho, en 1559 negocia
con Francisco Fajardo permitiéndole paso por su territorio después de habérselo negado.
En 1561 vence a Luis Narváez, que había penetrado en su territorio con propósitos
belicosos. Losada se enfrentó con Terepaima en el 67 y no pudo someterlo.
Fue Garci González de Silva quien logró entrar en tratos con este cacique, pero el
indio muy pronto volvió a la guerra, a defender lo que creía que era suyo y que no
quería compartir con el usurpador. Muere a mediados de

la década del 70, como siempre vivió, en una de sus tantas luchas por recobrar la
libertad de su pueblo.

5.- Yoraco

Yoraco significa zorro o diablo, siempre con la connotación de persona


extremadamente hábil y con poderes sobrenaturales que lo protegen de situaciones en
las que un mortal común n perecería. El indio Yoraco no sólo tenía ese nombre, sino
también la fama que le asignaban su significado, y sus múltiples hazañas exstosas en la
guerra contra España. Nació en el valle de Tácata. Una mañana, siendo aún muy joven
tomó el camino hacia el mar, para visitar a sus parientes quiriquires ubicados en la costa
de lo que hoy se conoce como Estado Sucre, en Cariaco. Allí vio la limpidez y el azul
profundo del mar de los caribes, pero también observó a las naves españolas llegando a
las playas y descargando productos raros, manipulados por hombres de una piel extraña,
pálidos, vestidos en forma inapropiada, con armas que nunca antes había siquiera
imaginado. La visión lo impactó… pero cuando preguntó y recibió la explicación de los
mayores de su tribu, sintió una profunda amargura. Supo entonces que su tierra ya no
era suya y sintió un deseo obsesivo de luchar para reconquistar la propiedad perdida y la
dignidad de su pueblo.
Supo el joven Yoraco que cuando su padre tenía su edad llegó u hombre blanco,
en un inmenso barco,
acompañado de otros hombres, a la región de Paria, en el pueblo de Macuro Su gente
estaba asombrada. No sabían si era Amilavaca que había vuelto, ya que la leyenda lo
recordaba blanco, de ojos claros. Lo recibieron amistosamente. Les dieron de comer y
beber. Pero los extraños hombres en lugar de agradecer los favores, comenzaron a
obligarlos a trabajar y a servirles en sus necesidades. Cualesquiera fuesen. Allí comenzó
a germinar la rebeldía.
Yoraco supo que Colón, que así se llamaba el jefe de los hombres raros, había
esclavizado a los caribes. Le fue contando que los extranjeros tenían un Rey que vivía
en otro mundo, más allá del mar, que había dado tal permiso (Real Cédula, 1503, que
permitía reducir a la esclavitud a los indios caribes que se opusieran a la conquista) y
que desde entonces comenzó a organizarse la rebelión. No necesitó saber más. Decidió
entonces prepararse para enfrentar al usurpador.
Unos cuarenta años antes de Yoraco, Cristóbal Colón había iniciado el sistema de
repartimiento de tierras y encomiendas de pueblos indígenas, en un plan de conquista
que no contempló métodos persuasivos. Se llegó incluso a dudar si los aborígenes eran
seres humanos. Los colonos, que así se llamó a los españoles que vinieron a poblar el
nuevo mundo, no eran gente siempre respetuosa de los derechos humanos. Se
cometieron muchos abusos y tropelías que acabaron con la buena voluntad de los
nativos, especialmente de los caribes, que eran un pueblo guerrero y

navegantes, que por siglos se desplazaron por el Caribe y por el sur, hacia el Delta del
majestuoso Orinoco.
Yoraco comenzó a formarse para el liderazgo. Volvió a Tácata y allí, protegido
por los pinches, que le veían dotes para ser uno de ellos, lo educaron en el rigor de su
método. Ayuno, hasta casi perecer. Encierro en una choza, por meses, en posición de
cuclillas, meditando; o acostado, para descansar, sin que jamás pudiera ponerse de pie.
Horas y horas de enseñanza de métodos para curar, para protegerse y para adivinar el
porvenir.
El futuro cacique era, además, alto, atlético, de buen porte y con gran resistencia,
dotado de una astucia e inteligencia natural que acrecentó con las enseñanzas de los
piaches.
Su estrategia se basó en ganarse la confianza de los suyos y en acercarse a los
grandes jefes de los caracas, los Teques y los quiriquires. Su objetivo era expulsar a los
invasores. Comenzó su guerra atacando con rapidez apoyado en su profundo
conocimiento del terreno, la lealtad de sus bravos y el factor sorpresa. Los españoles no
podían derrotarlo. Llegaba, vencía y desaparecía como si tuviera un poder especial para
desvanecerse entre las sombras. El resultado no se hizo esperar. Creció de fama de
hombre valiente, amparado por el poder sobrenatural que le dieron los piaches. Se supo
que tenía un amuleto, especialmente ensalmado para él, que lo protegía de todos los
males y peligros.
Yoraco fue entonces líder indiscutible de la zona. Los españoles, conscientes del
peligro, enviaron en su contra al mejor de sus oficiales: el Capitán Juan Rodríguez
Suárez. Partió el español en búsqueda de Yoraco y su leyenda. Llevaba consigo 200
hombres bien armados y un pelotón de caballería. Yoraco esperó en su territorio. Los
dos jefes, el blanco y el aborigen, se encontraron al fin. La batalla fue dura, sin regla,
sin descanso. Un día ganaba Yoraco y el otro le tocaba la victoria a Rodríguez. Cuando
llevaba varios días de enfrentamiento, agotados ambos bandos y sin poder definir el
resultado, decidieron los dos líderes resolver la contienda ellos mismos.
La pelea comenzó una mañana soleada de 1561. Los dos titanes lucharon con valor
y con destreza horas y horas. Llegó la noche y luego una breve intervención de sus
asistentes para decidir qué hacer, procedieron a seguir la pelea hasta que uno de los dos
hombres muriera.
Las hogueras, los tambores, los gritos de los partidarios de cada contrincante,
daban un carácter muy significativo a aquella noche histórica en que dos mundos, dos
culturas se enfrentaban con propósitos de destrucción. Los cuchillos hicieron su trabajo,
pero la lucha agotadora atenazó sus músculos y no pudieron continuar. Se estrecharon
las manos, en señal de mutuo respeto y admiración; y luego cada bando se retiró a su
respectivo cuartel.
Yoraco, el inmortal, mantuvo su leyenda, pero un día el guerrero salió de nuevo a
enfrentar a Rodríguez

Suárez y en el combate murió atravesado por la lanza de un soldado ibérico.


Al morir el bravo Yoraco, españoles y nativos cesaron la lucha. Dicen que
Rodríguez Suárez se inclinó ante su adversario, con respeto, y recordando la fama de
inmortal del cacique tacateño, hurgó en su vestimenta y no encontró el amuleto. Dio
entonces orden a sus hombres para que registraran el campo de batalla, pero tampoco
apareció.
Yoraco fue uno de los guerreros más queridos de su época y su muerte constituyó
una de las grandes pérdidas de los indios, en aquel tiempo terrible que se inició con la
llegada de los españoles a la tierra de los caracas.

6.- Paramaconi

El nombre de este gran jefe toromaina o taramaina tiene el significado de caimán


pequeño que, como se sabe, es ágil, sagaz y de gran fuerza. Habitaba en la zona fiereza,
era un hombre de muy buenos modales, de gran cortesía y buen trato, que sabía
distinguir entre la guerra y la paz. Los españoles lo llamaban el cacique-caballero. Se
unió a Guaicaipuro al iniciarse la década de los sesenta y presentó dura oposición a las
tropas invasoras.
Su origen cumanagoto lo ubica en la raza caribe, que acostumbraba fuertes pruebas
para elegir a su cacique.
No se traspasaba el poder en forma hereditaria, aunque los hijos de un cacique fueran
tratados con el respeto que causara su progenitor. Y en algunos casos, como ocurrió con
Baruta, se podía obtener el cacicazgo si se sumaban méritos para ello.
Jacinto de Carvajal (1647) presenció y narró en su obra “Jordanas Naúticas”,
referidas por Lourdes Fierro en “Realidad e Imagen en Venezuela” (UCV, 1983), cómo
era la ceremonia: Un aspirante a Cacique debía matar tres enemigos como mínimo
(itotos). Luego los degollaba y tomaba sus cabezas y parte de su cuerpo y las llevaba a
su casa junto con las mujeres y niños de las víctimas. Debía guardar ayuno por seis
meses y permanecer silente, sin tomar contacto con nadie, excepto el piache, por igual
período de tiempo. Acabado el ayuno se convocaba a una reunión en donde participaban
invitados de tribus amigas, que debían asistir obligatoriamente. No se aceptaban excusas
y la inasistencia era considerada una agresión, lo que producía una guerra inmediata. El
jolgorio duraba un período de siete lunas (una semana). Las pruebas finales eran las
siguientes: 1.- Resistir durante tres horas, amarrado a una barbacoa, sobre un gran hoyo
con ascuas, sudando sin quejarse. 2.- Si pasaba esa difícil prueba, se le daba de tomar
una taza con ají picante muy espeso. 3.- Luego, como tercera prueba, tenía que acostarse
en una hamaca llena de hormigas negras gigantes, durante tres horas. 4.- Finalmente, el
futuro cacique debía ir bailando

Con una india vieja hasta un asiento que estaba cubierto con pieles de tigre y plumas de
varios colores. Allí debía recibir dos azotes de cada uno de los caciques presente y de
los invitados especiales, con un látigo hecho de moriche. La parte final de la ceremonia
la debía comenzar la mujer más vieja de la tribu. De resultar exitoso en esas cuatro
pruebas finales, el nuevo cacique recibía los símbolos del mando que consistían en una
macana labrada y adornada especialmente para él, pintada con onoto, que era el símbolo
de la guerra. Se la entregaba el cacique más antiguo, con la siguiente invocación:
- Esta macana te la entrego para siempre. Con ella has de pelear como valiente, a
imitación mía, que lo soy como tú y los que me oyen y están presentes saben; y a la de
tus antepasados, que fueron valientes en la guerras y que mataron a muchos itotos; y si
tú no haces lo mismo, te he de matar yo a ti con ella.
Dicho esto se ponían todos de pie y luego de gritos de alegría, decían al unísono:
- Ana-Karina-rote. Amucon-paparoro-itoto-manto.
Traducción: Sólo los caribe gente. Todas las demás personas son esclavos.
Cuando obtuvo su macana, Paramaconi recibió también a la hija del cacique
principal, quien le colocó, en señal de amor y de obediencia, una corona de plumas al
nuevo jefe. La princesa estaba bellamente ataviada y su marido le otorgó una corona de
plumas, en señal de que la
aceptaba como esposa. La ceremonia culminaba con la asignación de 50 gandules
(soldados) que tenían como misión servirle de protección, de guardia de honor y de
construirle una casa espaciosa en donde viviría el nuevo Cacique. Los gandules eran
asignados al cacique, junto con sus respectivas mujeres e hijos.
Al recrudecerse la guerra contra el invasor, Paramaconi asumió la codirección de la
guerra al lado de Guaicaipuro, aun cuando aceptó su liderazgo. En 1561 Guaicaipuro
atacó las minas de la región de los Teques, en donde murieron todos los españoles,
incluyendo los hijos de Rodríguez Suárez, quien lleno de dolor juró venganza.
Paramaconi también arrasó con sus guerreros la Villa San Francisco, levantada por
Rodríguez en el mismo lugar donde Losada fundará a Caracas seis años más tarde.
Cuando tenía ganada la batalla, ocurrió que una estampida de ganado destrozó a sus
bravos toromainas y se vio obligado a retirarse. Cuenta Oviedo y Baños que estos
guerreros eran tan fieros que uno de ellos, que aún vivía después de la estampida, no
podía huir pues tenía ambas piernas quebradas; y cuando Juan Rodríguez, jefe de los
españoles, se acercó para dialogar con el guerrero y preguntarle que quería, el gandul
respondió: Matarlos. Luego, al ver que Ramírez se retiraba, tomó el arco y empezó a
lanzar flechas con tal rapidez que atinó a matar varios españoles antes de morir
atravesado por la espada de un soldado de apellido Castillo. Y el guerrero, aún
moribundo,

trataba de extraer de su cuerpo el metal que le quitaba la vida para enfrentar de nuevo al
adversario.
Paramaconi atacó más tarde, unido a la coalición de caciques, el sitio del Collado
(hoy Caraballeda). Luego, se topó al azar con Rodríguez Suárez y Juan Quiñones. Iba
acompañado de un guerrero de nombre Taconai, quien murió en el encuentro. Después
del Collado, en donde vencieron a Fajardo, éste se retiró a Margarita con sus hombres y
los aborígenes pensaron entonces que la guerra había terminado, hasta que en 1567
llegó Diego de Losada y realizó la fundación de Caracas, con la cual la corona española
logró al fin establecer un punto de apoyo para sus operaciones en el peligroso valle de
los terribles indios caracas. En 1568 concurre a la gran coalición convocada por el gran
Guaicaipuro, pero operación no tuvo éxito y allí comenzó el final de la fuerte resistencia
caribe, aun cuando los dueños del valle no lo percibieron así, en ese momento. Faltó
coordinación para llevar adelante lo que pudo ser una compleja y exitosa operación
militar de los indígenas. A comienzos de 1570, Garci González decidío exterminar al
habilidoso enemigo. Recordando la precisión con que se eliminó al bravo Guaicaipuro,
decidió repetir la acción y lo atacó de noche en su caney. Paramaconi despertó y de un
brinco tomó sus armas. González tenía ahora enfrente al adversario más fiero de la
comarca para ese entonces. No había sido fácil llegar a su vivienda. Paramaconi vivía en
lo más recóndito de la
montaña, en un sitio de muy difícil acceso. Pasa llegar, el español convenció a un niño
toromaina de apenas once años de edad, quien le explicó la forma de llegar al sitio y le
sirvió de guía. Estaba la casa sobre la pendiente de una ladera, con una puerta hacia el
frente y otra en la parte trasera, que daba hacia lo profundo del valle. El cacique, al
tomar sus armas, pensó en proteger a las cuatro mujeres que estaban con él en ese
momento y logró sacarlas por la puerta posterior, en tanto que sus gandules enfrentaban
a los hombres de Garci González de Silva. Este aprovechó el momento de sorpresa y
dio un fuerte sablazo en la espalda de Paramaconi, abriéndole una herida profunda. El
cacique no dio señales de dolor y acometió al capitán español. Soltó la macana y entró
en una feroz lucha cuerpo a cuerpo, logrando desarmar al extranjero. La lucha fue
intensa. Paramaconi perdía mucha sangre y trató de salir de su caney, pero el español
estaba dispuesto a dar punto final a la bravura del cacique y le infligió una nueva herida
en el hombro izquierdo, el cual se lo partió. Paramaconi cayó entonces a lo profundo del
valle, rodando por la ladera sin señales aparentes de vida. González se marchó entonces,
satisfecho de su esfuerzo, pero Paramaconi no murió. Dice la tradición oral que el
mismo Garci González, admirado por la bravura de aquel coloso, ordenó que le curaran
sus heridas. Tan pronto Paramaconi sanó, fue a Caracas a parlamentar con el capitán
español y a partir de ese momento hubo paz entre ambos hombres y fueron

amigos. Como consecuencia de su hazaña, González de Silva recibió en encomienda el


territorio ubicado entre Tácata y Cayapa. Un año después, en 1573, fue elegido por
primera vez Regidor del Cabildo de Caracas.

7.- Sorocaima

Sorocaima significa pájaro de vistoso plumaje. No llegó a ser cacique, pero su


valor y su intrepidez le han dado un lugar privilegiado en la historia venezolana.
Guaicaipuro lo distinguió entre sus bravos y fue uno de sus guerreros de confianza. Su
origen no está bien determinado. Algunos historiadores dicen que era guajiro, de clase
guerrera y que llegó a la región de los indios Teques por problemas que tuvo en su
propia tribu. Lo más seguro es que fuera un guerrero pequeño, formado en la rigurosa
escuela espartana de Guaicaipuro.
Era un hombre reservado, adusto, de gran severidad. Después de la muerte de su
jefe actuó bajo las órdenes del Cacique Conopaima, que merecía más bien estar bajo el
liderazgo del bravo Sorocaima.
Después de la llegada de Diego de Losada, la pacificación del territorio y su
poblamiento por europeos era un objetivo que los españoles se proponían alcanzar en el
menor tiempo posible.
Para lograrlo no vacilaron en cometer las mayores injusticias, aun cuando es de
reconocer la fiereza y fuerte
oposición del hombre autóctono. Pero también es cierto que en 1569 ya existían
evidencias de que muchos jefes aborígenes estaban cansados de tanta guerra, desolación
y muerte. Sin embargo, los españoles, en lugar de persistir en sus intentos diplomáticos,
decidieron atemorizarlos al máximo y para ello crearon unos tribunales que actuaron en
forma sumaria, al igual que con Guaicaipuro y Tamanaco, y esto trajo como
consecuencia que 23 caciques fueran encontrados culpables de conspiración y
condenados a muerte. La crueldad de los jueces o pseudos-jueces que dictaron la
sentencia fue de tal magnitud, que no contentos de privar de la vida de 23 hombres que
actuaban de acuerdo a la ley que había tenido por centurias, encomendaron su ejecución
a los indios de servicio, ya pacificados y corrompidos, que fueron obligados a
torturarlos antes de asesinarlos, que no de otro modo pueden ser llamadas estas
ejecuciones.
Una situación así debía causar repulsa entre los aborígenes. Sorocaima, entre ellos.
Aun cuando respondía a las órdenes de Conopaima, el valiente Sorocaima actuaba con
mucha independencia de criterio, liderando grupos de indígenas tequeños con carácter
de Jefe, bajo la aprobación del cacique. Actuaba en las montañas de los Teques
impidiéndole paso al español y causándole estragos en sus tropas. En 1570 participó en
los ataques contra la recién fundada Santiago de León de Caracas, bajo el mando de
Conopaima y Terepaima. Losada, victorioso casi siempre

los diezmó y Sorocaima se refugió en sus tierras desde donde atacaba constantemente a
los españoles. Estos, deseosos de eliminar el problema, lo emboscaron en el sitio de Los
Carrizales, que era su escondrijo, debido a que Garci González de Silva había dado en
un pozo donde habían indias tomando el baño, diversión favorita de los caribes, y las
obligó a revelar el lugar donde se encontraba Sorocaima. Era el año 1572. El jefe indio
fue sorprendido y apresado, en tanto que el cacique Conopaima seguía resistiendo. Ante
este hecho y deseoso de terminar la batalla rápidamente, González decide utilizar al
bravo Sorocaima como carnada y dice en alta voz, para que lo escuchen los otros
guerreros, que el jefe indio perdería su mano derecha, que le sería amputada, a menos
que se rindan. En este último caso, se perdonaría la vida a todos. Es allí donde el jefe
Sorocaima, hablando en su propia lengua, le dice a los guerreros:
- Ataquen con fuerza, mis valientes, que los españoles no tienen mucha gente.
Y luego, sin vacilar, estira el brazo para que le amputen la mano derecha, lo cual
fue llevado a cabo por oficiales al servicio de Garci Gonzalez. Baralt y también Oviedo
y Baños explican que los oficiales españoles no actuaron con el pundonor que
caracteriza al militar ibérico y que más bien se comportaron como vulgares y
sanguinarios torturadores. En efecto, no sólo amputaron la mano derecha, sino que le
buscaron la coyuntura de la
muñeca, le levantaron la piel y luego le cercenaron la mano. Sorocaima, como todo un
gran cacique, resistió el inmenso dolor que seguramente le produjo la herida y no
expresó ningún quejido. Ninguno de sus músculos faciales se movieron para revelar
padecimiento alguno. Completada la cobarde faena, Sorocaima pidió que se le diera su
mano, la tomó con su izquierda y la izó como si fuera un trofeo. Luego, avanzó hacia
sus hombres. Garci González había ordenado su libertad. Sin embargo, al dar la espalda
al enemigo uno de los soldados le disparó a traición, quitándole la vida. Así terminó sus
días el bravo Sorocaima.

8.- Algunos autores lo llaman Coropaima, pero su nombre es tal como aparece escrito
en el subtítulo. También fue hombre de confianza de Guaicaipuro. Alcanza el cacicazgo
después de la muerte de éste. Tenía gran arrojo y valentía, aunque al final de su vida el
amor que sentía por su mujer y por sus hijas lo inclinó hacia la paz y no se atrevió a
vengar al bravo Sorocaima.
Tomó parte junto con otros caciques en el sitio de Maracapana, en 1568.
Como estratega, observó que muchos de sus hombres tenían la falsa creencia de
que hombre y caballo eran un solo cuerpo, idea que destruyó haciéndoles ver que el
soldado, al ser herido, se apartaba de su cabalgadura.

También acabó con el mito del animal de dos cabezas, que a veces se confundía con la
creencia de que el perro iba junto con el caballo. Ambas fantasías acobardaban algunos
de sus hombres y esto restaba poderío a sus ataques. Venció en muchas peleas al lado de
Guaicaipuro y como jefe ganó en Las Adjuntas.
Después del famoso enfrentamiento contra Garci González de silva, en el sitio de
Los Carrizales, en 1572, donde el bravo Sorocaima le es amputada la mano antes de
morir, el Cacique Conopaima decide buscar la paz con el invasor. Piensa que es
imposible la victoria. Razona con sus hombres y llegan a la conclusión de que no hay
posibilidades de vencer y que de seguir la guerra no les espera sino el exterminio total.
Busca y consigue la paz, pero cuenta el historiador García de La Torre que una noche en
que el viejo cacique bajó con su esposa, una bella joven india, a un pozo del río Macario
en donde les gustaba nadar a la luz de la luna, los españoles los emboscaron y sin
respetar su intimidad les dispararon para matarlos. La mujer del cacique resultó herida.
Conopaima la tomó en sus brazos y ya en la curiara decidió lanzarse con ella, que ya
expiraba, al río, para morir juntos, pero no fue necesario. El arcabuz de un alevoso
soldado indigno de su estirpe hispánica acabó con la vida del cacique. Los cadáveres
fueron recogidos y enterrados a la orilla de un bucare gigantesco que, con el tiempo,
produjo flores tan bellas que hicieron nacer la leyenda de que eran
los suspiros de amor de Coropaima y su bella princesa pequeña.

9.- Chacao

Otro de los cacique que más carisma tuvo entre sus hombres fue Chacao. Su
liderazgo recordaba al de Yoraco, amado y respetado e idealizado por sus hombres.
Chacao de raza caribe, gobernaba justamente en la región caraqueña que hoy lleva el
nombre, pero su dominio iba mucho más allá, acercándose a Los Teques. Su aspecto
físico era impresionante. Era un hombre de gran tamaño, de aspecto hercúleo, fornido,
ágil, con una fortaleza que parecía inagotable en el campo de batalla. Su cacicazgo lo
ejercía con sentido democrático y no se recuerda ninguna injusticia cometida contra su
gente. Era respetuoso de las normas y de las tradiciones que regían a su pueblo,
inclinándose fuertemente por la ayuda a los más débiles, especialmente niños y mujeres.
Su territorio lo defendió con tesón y empuje. Se alió con Guaicaipuro y participó
en la coalición de jefes que durante siete años mantuvieron el control sobre todo el valle
de los caracas y la región montañosa de los indios Teques. En 1567 el indio Chacao se
enfrenta a Juan de Gámez, oficial de Diego de Losada quien lo reduce a prisión. Al
saber Losada que el bravo Chacao es su prisionero, decide dialogar con él y cree
convencerlo de que

deponga sus armas y lo ayude a desarrollar el valle de Caracas. Chacao, hombre


inteligente y capaz, quizás pensó en efectuar una coalición con el extranjero, pero si así
fue, lo olvidó apenas recobró su libertad. En 1568 renueva su alianza con Guaicaipuro y
con sus hombres acude al sitio de Maracapana, serranía adyacente a caracas. Chacao
acostumbraba reunirse con sus bravos a la falda del Guaraira-repano (Cerro El Avila),
hacia los lados de lo que hoy día es la zona turística conocida con el nombre de Sabas
Nieves.
Son muchas las historias que recuerdan la magnanimidad con que gobernaba
Chacao y cuando se compara su sabiduría y su justicia con la de gobernantes de otras
tierras, recuerda a los famosos juicios del Rey Carlo Magno, llamado así por su equidad
y sentido ético en todas sus acciones.
Las incursiones de Chacao contra España lo convirtieron muy pronto en blanco
preferido de Losada y sus hombres, que no podían vencer al fiero y poderoso cacique.
Fue entonces cuando ocurrió un hecho que, sin proponérselo, ayudaría a Losada a salir
de su incómodo enemigo. Conocida como era su inclinación a ayudar a los débiles,
especialmente a los niños y mujeres, se le hace saber que un capitán llamado Catario
había secuestrado a los indiecitos y que los tenía esclavizados en contra de la voluntad
de su madre, que sufría grandemente ante tamaña desventura. Hizo el poderoso cacique
llamar a la madre
de los niños y al serle ratificados los pormenores que le habían sido confiados en el
caso, juró rescatarlos y devolverlos sanos y salvos a su familia.
El cacique Chacao era un maestro en la guerra relámpago. Tenía audacia y una
capacidad muy especial para preparar ataques tipo comando, que resultaba exitoso en un
altísimo porcentaje. Impartió instrucciones a su servicio de inteligencia y detectó el
lugar en donde se encontraba Catario. Luego organizó a sus hombres en dos grupos. Al
primero le dio instrucciones de efectuar labores de divertimento, atacando un punto
alejado del lugar donde se encontraban los niños. El segundo grupo, liderado por el
propio Chacao, tenía como misión tomar el sitio donde estaban los infantes.
La estrategia dio buenos resultados. La mayor parte de los hombres de Catario se
alejaron para defender el sitio del ataque, mientras que Chacao alcanzaba el objetivo
señalado, poniendo fuera de combate a los guardianes. Luego liberó a los niños y con
ellos comenzó a remontar el muro que protegía la casa. Fue entonces cuando los
hombres de Chacao observaron que su jefe estaba gravemente herido en las piernas y en
su costado derecho. El ardor de la refriega y la fuerza de Chacao no le dejaron sentir el
dolor de los lanzazos. A pesar de todo ello, llegaron a la vivienda de Chacao y allí fue
atendido de inmediato por su piache, pero ya no había nada que hacer. Las heridas no
eran mortales, pero el cacique había perdido mucha

sangre. Su muerte causó un profundo dolor en su pueblo. Fue uno de los grandes
estrategas en la lucha contra España. De haber sobrevivido, la historia de Venezuela
sería otra. La página de Chacao se cierra en 1569.

10.- Baruta

A la muerte del gran Cacique Guaicaipuro, su esposa Urquía preside las exequias.
A su lado, el Cacique Baruta, su hijo mayor. Los restos de Guaicaipuro habían sido
colocados en una vasija y durante ocho días, de acuerdo con la mejor tradición caribe, le
habían cantado sus proezas en los rituales que dirigía el piache de la tribu Teques.
Varios instrumentos, entre los cuales destacaban las flautas, tocaban música de difuntos.
La vasija, con los restos del cacique, estaba adornada de cañas bien labradas y el
sepulcro interno había sido acondicionado para largo viaje del guerrero, con sus armar,
provisión de bebidas y comida para que le alcanzara hasta llegar al paraje donde lo
esperarían sus padres, parientes y amigos cercanos. La casa del gran Guaicaipuro había
sido destruida por el fuego y por esa situación no había podido hacerle debitamente el
ensalme que acostumbraba el piache cuando desaparecía el principal, pero en las afueras
de aquel lugar sagrado para los indios Teques se habían realizado los cánticos y ritos
necesarios para garantizar que los malos espíritus no acompañarían al glorioso cacique
en su ruta final.
Urquía recibió entonces de mano del piache la corona del inmortal guerrero. El
Cacique Baruta bajó la cabeza con humildad para recibir de mano de su madre el
penacho con las cuatro plumas rojas, que habían cubierto la orgullosa testa del jefe de
los Teques y de los caracas. Cuando el penacho calzó la frente de Baruta, Urquía le dijo
en alta voz:
- Sean estas plumas rojas el símbolo de la sangre de tu padre y de tu pueblo
derramadas por el invasor que viene a arrebatarnos nuestra tierra. Defiéndelas con
honor.
Así lo hizo Baruta. Tomó parte en casi todos los encuentros que se efectuaron
desde entonces. A veces luchó en alianza con Tamanaco y con Terepaima. Sin embargo,
en un enfrentamiento contra los españoles es hecho prisionero y conducido ante Garci
González de Silva, que para ese momento era el Regidos del Cabildo, quien lo llena de
toda clase de atenciones y le explica el plan que tiene España para desarrollar la zona y
darle mayor bienestar a su pobladores. Le ofrece la libertad a cambio de que convence a
su gente y se firme un tratado de paz.
Baruta respondió que sí, para obtener su libertad y seguir la lucha, pero cuando
contó su aventura a sus hombres de confianza, éstos le dijeron que el ofrecimiento era
honorable, que la mayor parte de los jefes ya habían convenido en firmar la paz y que
ya era hora de recobrar las fuerzas.
Garci González cumplió lo prometido. La capitulación fue honrosa, pero Baruta ya
no quiso usar más el

penacho que la princesa Urquía había colocado sobre su cabeza.


Baruta fue un gran jefe de paz y sus hombres utilizaron ahora sus energías para
reconstruir sus caneyes y atender a sus familias. Los españoles respetaron su autoridad y
sus costumbres, aunque éstos fueron progresivamente incorporándose a la cultura
ibérica. Al morir, el cacique fue enterrado con su rito. Más tarde, en 1620, el
Gobernador Francisco de La Hoz Berríos, constituyó en su honor, en el sitio donde
vivió el cacique, una Parroquia con el nombre de San Francisco de Paula de Baruta. El
acta lleva fecha 19 de agosto de 1620. El valiente don Alonso Andrea de Ledesma
escribió en 1594… “en las tierras de mis indios del principal Baruta”… E incluso, un
poco antes, en Acta del Cabildo de Caracas de 1591, se menciona a Baruta. Finalmente,
en el libro más antiguo de la parroquia, que data de 1655, se designa a ésta con el
nombre de Nuestra Señora del Rosario de Baruta, que es el que aún tiene. Fue el
reconocimiento de España a uno de los más valientes y cultos caciques con el que
tuvieron el honor de luchar.

11.- Tiuna

El mayor logro de Guaicaipuro en su lucha total contra los españoles, fue el de unir
a los caciques más importantes en torno a una alianza estratégica que
contemplaba la expulsión del valle de los caracas de todos los extranjeros. Tiuna fue
uno de los caciques que respaldó el proyecto con mayor entusiasmo y durante los siete
años que duró la alianza, enfrentó al invasor en diferentes oportunidades, con resultados
variados.
El Cacique Tiuna creció bajo la tutela del cacique Catia, que le enseñó todos los
secretos de la guerra y del gobierno. Nació en la tribu de los caracas y su carácter era
tan dulce, que su madre decidió llamarlo Tiuna, que significa luz del amanecer y caudal
de agua cristalina. Ambas ideas transmitían un significado de luz, de transparencia, de
guía de pueblos, características todas estas que, por azares positivos del destino, fueron
parte de la personalidad de este gran guerrero caribe.
Su poder lo ejercía en el valle de Los Guayabos, territorio que hoy día es conocido
con el nombre de Catia La Mar. Su dominio se extendió a través de las montañas,
limitando con Filas de Mariches y los Valles del Tuy, incluyendo parte del Valle de
Caracas. Su preparación, al igual que la de Yoraco, incluyó las artes que le daban el
conocimiento que tenían los pinches. Como Chacao, era un hombre inmnenso de
tamaño y gran fuerza física. Como Tamanaco, fue un gran estratega y organizador.
Como administrador superaba a Caurimare. Y su fama fue tal que llegó a decirle que era
más valiente que Yoraco. En fin, era uno de los líderes más completos con que contaban
los aborígenes.

Sus hazañas eran repetidas por los guerreros de todas las tribus y era fama que
Tiuna ganaba todas las empresas guerreras que emprendía. Uno de los hombres de
confianza era el guerrero Aramaipuro, conocido como ponzoña de abeja. Juntos
evitaron que Diego García de Paredes desembarcara en Catia La Mar con tropas de
apoyo y armas, en los prolegómenos de la famosa batalla de Maracapama. Entre sus
éxitos se recuerda el de Villa de Collado, hoy Caraballeda, así como el de Cayapa,
donde derrota al legendario y cruel Rodríguez Carpio. En 1568 Tiuna reunió casi cuatro
mil hombres, unido a los caciques Guaicamacuto y Aricabuto, para dar una pelea
decisiva en Macarapana, sabana cercana a Caracas. Puntual llegó a la cita. Allí estaban,
listos para destruir al invasor, los caciques Naiquatá, Uripatá, Anarigua, Mamacuri,
Querequemare, Prepocunate, Araguaire, Guarauguta, con siete mil guerreros;
Aramaipuro representaron a la nación mariche al mando de tres mil flecheros. Chacao y
Baruta llegaron con guerreros de sus pueblos.
Increíblemente, el gran Cacique Guaicaipuro, que debía acudir con dos mil
guerreros, no había llegado al sitio, lo que agravaba la situación pues era él
precisamente el coordinador general de la batalla. Tampoco había arribado Paramaconi,
Unimaure y Parnamacay, que también habían avisado su participación con dos mil
gandules tarmas. Los jefes se impacientaban. Legó el mediodía y nada se sabía del gran
cacique. Comenzó entonces a cundir la
desconfianza y a bajar el ánimo. Al avanzar la tarde, algunos caciques comenzaron a
retirarse, pero otros, motivado a la lucha por el Cacique Tiuna decidieron presentar
batalla, ignorantes de que Guiacaipuro nunca llegaría porque estaba detenido por una
fuerte tempestad que no dejaba avanzar a sus tropas. Losada, que estaba algo enfermo,
recibió la noticia del ataque de los indios y con la calma de la que siempre hizo gala, se
puso su uniforme militar, calzó sus botas, tomó sus armas y salió a enfrentar el
gravísimo peligro en que se hallaba, y del cual sus oficiales de inteligencia nada la
habían informado. Lo acompañaron, entre otros jefes, Gabriel de Ávila, Juan Gallegos,
Gaspar Pinto, Francisco Maldonado, Antonio Pérez (veterano de África), Alonso
Andrea y Juan de Gámez. Se enfrentaron de inmediato en una sabana cercana a Caracas.
Losada dejó que los infantes cortaran a discreción los cuerpos semidesnudos de quellos
valientes caribes que, famélicos y cansados de esperar por horas las órdenes de sus
jefes, tenían ahora la obligación de defender al honor caribe.
La batalla fue desastrosa y aquel día, previsto por Guaicaipuro para la expulsión
del invasor, sirvió más bien para afianzar su dominio sobre el hermoso valle de los
caracas. Los caciques decidieron retirarse, pero el orgullo de Tiuna dominó la
prudencia. Presentó batalla a Losada y en alta voz lo desafió para medirse de hombre a
hombre.

Losada delegó el resto en Francisco Maldonado, quien montó en su caballo y lanza en


ristre se dirigió a matar al temerario Tiuna. Este lo hirió en un muslo, lo tumbó del
caballo y estuvo a punto de matarlo, sino hubiera sido por la rápida intervención de
Gallegos, Pinto y San Juan, que juntos vinieron en su auxilio. Tiuna hirió a Gallegos,
privándolo del sentido; atravesó el brazo a San Juan; y estaba a punto de golpear a pinto
con su macana cuando un indio traidor, domesticado por Maldonado, lo atacó por la
espalda y lo atravesó con una flecha al corazón.
Así terminó la batalla de Maracapana y la vida de este cacique.

12.- Catia

El Cacique Catia comandaba el territorio ubicado desde la fila que ocupaba los
Mariches, siguiendo toda la serranía que circunda a Caracas, hasta el litoral. Le gustaba
enseñar a los jóvenes guerreros y entre sus alumnos más destacados se cuenta el
inmortal Cacique Tiuna. Fue un organizador nato y bravo combatiente, que destaca por
su certeza al enfrentar al invasor. Se enfrentó al conquistador estableciendo oportunas
alianzas con Guaicaipuro, Chacao, Guaicamacuto, Naiquatá, Pariata y Baruta.
Catia afirma su fama de valiente guerrero al derrotar a las huestes de Garci
González en el valle de Los
Guayabos. Quiso comandar una gran alianza de los comandos aborígenes para enfrentar
al enemigo común, pero nunca lo consiguió, al encontrar el liderazgo de Guaicaipuro,
cuyo prestigio era superior entre los caciques de la región.
Era gran estratega en el desplazamiento y tenía mucha resistencia. Nunca vaciló
para entrar en combate, a pesar de haber recorrido grandes distancias. También fue
piache, con grandes conocimientos de hechicería, magia y arte curativas.
Muerto Guaicaipuro, Catia quiso recomenzar sus proyectos para enfrentar al
enemigo, pero el peso de sus años y la desmoralización de buena parte de los
aborígenes, después de Maracapana, impidieron la reunificación de las fuerzas.
Muere en Los Teques, en 1568, luchando contra las tropas de Diego de Losada.

13.- Guaicamacuto

En 1555 elCacique Guiacamacuto inicia su entrada en la historia al recibir al


mestizo Francisco Fajardo en forma pacífica. Fajardo era hijo de una princesa guaiquerí
llamada Isabel, que se unió a un español del mismo nombre del mestizo. Esa princesa ,
de raza caribe, era hija del Cacique Charaima y estaba hermanada por la sangre con el
Cacique Guaicamacuto.

Sin embargo, los abusos de los hombres de fajardo minaron la paciencia del
cacique que, en unión con el indio Paisana, dirigió la rebelión de 1558 contra los
españoles. Ejerció su mando en el territorio de lo que hoy es Macuto. Fue un guerrero
taimado y astuto, hábil para la negociación.
En varias oportunidades se unió con otros jefes para defenderse de la invasión
hispánica. Promovió la Alianza de Uvero con Terepaina, Catia y Paramacay. Atacó a
Rodríguez Suárez, unido a Terepaima y Guaicaipuro en el sitio de Las Lagunetas, donde
perdió la vida el valiente capitán español.
Se une a Guaicaipuro y acepta su autoridad en la liga de caciques que culmina con
el desastre de Maracapana en 1568. Luego, viendo la inutilidad de sus esfuerzos, decide
pactar con Losada una paz negociada. Guaicamacuto vivió muchos años, en paz con el
hombre blanco. Se le permitió dirigir a su pueblo.

14.- Yaracuy

El indio Yaracuy, guerrero indomable, fue hijo del Cacique Chilúa. Comandaba un
imperio de más de 500 poblaciones indígenas, ubicadas en lo que se llamó el “Valle de
las damas”, bautizada Guadabacoa por Nicolás Federman, de los Belzares de Coro, en la
región que hoy conserva su nombre.
En el momento del Descubrimiento, el inmenso imperio central estaba integrado,
entre otras, por tribus como la de los yaritaguas, achariguas, torondoyes, tarananas y
zararas.
Se dice que algunas otras tribus que no quisieron integrarse a la hegemonía de los
yaracuyes, como fue el caso de los caripes y los macuares, se aliaron más tarde con los
españoles para hacerle frente a Yaracuy.
El conquistador Diego Garcia de Paredes, junto con el Capitán Juan de Vargas, al
frente de unos 250 arcabuceros, un significativo contingente de “pedreros” y unos 30
hombres de caballería, además de los indígenas que se les aliaron, intentaron tomar
tierra firme e instalarse en el bastión de El Tocuyo, pero Yaracuy respondió con toda su
fiereza y el poderío de su tribu, ahuyentando y venciendo a los invasores. El devastador
ataque de Yaracuy destrozó a sus enemigos en la batalla de Cuyucutuá, en 1552.
Yaracuy es luego capturado y condenado a muerte, pero consigue desarmar a su
guardián a quien mata con su propia espada. Un tiro de arcabuz, accionado por otro
soldado cercano, acaba con la vida del cacique, quien exclama: “Muerto, pero no
muero solo”.

15.- Cayaurima

Este aguerrido cacique de férrea trayectoria, es un digno representante de los


cumanagotos y pioneros en

las luchas contra el conquistador español, tras la fundación de Cubagua, en los primeros
años de Conquista.
Cayaurima enfrenta al invasor por los lados de Cumaná, buscando su
consolidación y dominio. El primero de sus enemigos fue Jácome Castellón, hostigado
por el fuerte ejército que bajo las órdenes de Cayaurima, en 1520, hace frente de manera
significativa a los españoles asentados en lo que llamamos Nueva Andalucía, hoy
Cumaná. En una de esas batallas dan muerte al gobernador, Capitán Diego Fernández
de Zerpa, primer mandatario español en esa población.
En 1521 el Capitán Gonzalo de Ocampo emprende una expedición punitiva
ordenada por la audiencia de Santo Domingo, para castigar a los indios rebeldes que
habían destruido la Misión de Santa Fe, erigida por Bartolomé de Las Casas.
Cayaurima se caracterizó por su cojera, producto de una estocada de lanza recibida
en combate. Sin embargo, ese hecho no aminoró su fiereza y valentía, de la cual hizo
gala hasta el final de sus días, cuando cae muerto producto de una celada que los
españoles le tendieron, cuando merodeaba un campamento castellano.

16.- Mara

Cacique de recia personalidad y de gran poderío, era considerado como un


semidios por la leyenda y estaba
dotado de grandes riquezas. De trato firme y autoritario, asumía toda la figura
autocrática de quien gobierna asistido por poderes sobrenaturales.
Mara fue caudillo de una vasta región occidental que se extendía desde las orillas
del lago conocido como Maracaibo y el río Magdalena, en el límite con lo que hoy día
es Cartagena. Los fieros indios motilones conocieron las incursiones de este cacique que
consiguió someter a muchas tribus de la región, con las cuales hizo frente al invasor.
Perfecto conocedor de la geografía caracterizada por la aridez de la tierra guajira, sus
manglares y su jungla. Mara consiguió ejercer una prolongada resistencia al invasor
español.
Muere luchando contra un capitán español, que lo captura malherido y lo deja
sumirse en su agonía, tratando de negociarle un trato de libertad a cambio de su riqueza.
A la muerte no le sucede ningún otro cacique de su talla, por lo que la región fue
prácticamente pacificada.

17.- Maracay

Maracay fue un valiente guerrero, perteneciente a la tribu de los araguas, cuyo


nombre servía luego para denominar una nueva tribu descendiente de la que él era
originario.
Dominó sobre la extensión que hoy ocupa el Estado Aragua y parte de otros
estados colindantes,

especialmente hacia la costa por los predios del Cacique Turismo, quien fuera su aliado
en muchas batallas.
La fama de Maracay, se sustenta en la derrota de los huestes del conquistador
Rodríguez Suárez. La batalla sostenida contra los soldados del mencionado capitán
degeneró un duelo entre cacique y conquistador. La destreza y fortaleza de Maracay
acabó pronto con su contrincante, quien debió retirarse vencido a su campamento.
De energía impresionante, figura hercúlea y aspecto fiero, Maracay solía usar un
penacho de plumas de variados colores, además de adornar piernas y brazos con ajorcas
recamadas con metales bruñidos y piedras preciosas.
La muerte de Maracay le sobreviene a temprana edad, como consecuencia de la
traición de uno de los suyos, lo que permite que el conquistador español lo ejecute
mientras descansaba.

18.- Meregote

Fue éste cacique sucesor de Maracay, a quien le correspondió la difícil tarea de


dirigir a sus hombres en contra de los invasores, en un momento de gran penuria, con
muchas limitaciones y con el gran vacío producido por la muerte de Maracay. Gracias al
tesón, liderazgo y estrategia, consigue reagrupar a los indios araguas y los convoca a un
juramento en el que se comprometieron, en honor de su antiguo jefe Maracay, a luchar
hasta la muerte.
Por su parte, los españoles no titubearon ya para alcanzar su objetivo. La tierra
ocupada por el Cacique Meregote y sus indios aragua debía ser rendida a la bandera
española a la mayor brevedad.
Los dos bandos se enfrentaron en una batalla definitiva en el sitio denominado La
Colina de La Cruz. Allí murieron uno a uno, los hombres de Meregote. Ninguno se
rindió. Lucharon hasta que el destino les quitó su sueño de reconquistar sus tierras.
Meregote fue un digno heredero de Maracay.

19.- Paramacay

Cacique de origen cumanagoto, gobernó su tribu hacia el año 1569. Su territorio


estaba ubicado en la región de Mamo, entre la costa barloventeña y el valle de Los
Guayabos.
Tocó a Paramacay un tiempo difícil en la lucha contra el colimador, por cuanto
debió reiniciar los enfrentamientos cruentos a raíz de la instauración de un
encomendero nada conciliador, el Capitán Julián Mendoza, quien quiso imponer el
trabajo gratuito y obligar a los menores de 20 años para que se convirtieran en
servidumbre suya o de sus familiares.
La furia de Paramacay enfrenta en diversas escaramuzas a su tribu contra el
encomendero y sus seguidores. En una de ellas captura y secuestra a Dolores

Ruiz, la esposa de Julián Mendoza y sus dos menores hijos, por quienes exige rescate al
encomendador y pide trato justo y conciliatorio para los suyos, logrando su objetivo
mediante la presión del plagio.

20.- Aramaipuro

Este cacique fue uno de los jefes de los terribles mariches. Formó parte de la
coalición de caciques que se enfrentó a Losada en el famoso sitio de Maracapana, que es
una sabana ubicada al pie de la serranía inmediata a la ciudad de caracas. Bajo su
mando actuaron los caciques Chacao y Baruta, y como una especie de jefe de estado
mayor participó el Cacique Aricabuto
Dice Oviedo y Baños que Aramaipuro se presentó con un ejército integrado por
tres mil flecheros. Fue la más grande concentración indígena, en una batalla concebida
para destruir al invasor. La estrategia fue bien planeada que Diego de Losada sólo se
enteró del peligro cuando la mayor parte de las tribus se había reunido, formando un
virtual anillo de hierro alrededor de Caracas.
Aramaipuro y sus hombres esperaron hasta bien pasado el mediodía, pero en vista
de que Guaicaipuro, coordinador de la coalición, no llegaba, convocaron una reunión de
líderes en la cual se tomó la decisión de retirarse sin presentar batalla. Sólo Tiuna y sus
bravos se quedaron, pelearon y murieron. Esa oportunidad no la volvieron a
tener jamás los indios caribes. A partir de ese momento, Losada y sus hombres los
destrozarían uno por uno, hasta obligar a los caciques sobrevivientes a firmar la paz.
Aramaipuro siguió peleando muchos años y ya viejo se retiro con sus hombres hacia la
costa oriental, en donde se enfrentó a Sir Walter Raleigh, que en 1595 asaltó Cumaná.
En este episodio muere el legendario Aramaipuro. Es tradición que los piratas atraparon
a su hija, la bella princesa Urimare (no debe confundirse con el Cacique Urimaure,
quien también estuvo en Maracapana con Aramaipuro en 1568), que fue destinada
como trofeo de guerra para Raleigh, pero la agilidad y coraje de la muchacha la
ayudaron a fugarse del bergantín inglés, ganando a nado la costa oriental venezolana. Al
llegar a la playa, la hermosa india cayó extenuada y así estaba cuando llegaron los
españoles y la hicieron prisionera. Varios meses estuvo Urimare esclavizada por los
íberos, hasta que un día, antes el intento de violación de uno de los soldados, Urimare le
quita el cuchillo a su atacante, lo hiere mortalmente y huye. La princesa llegó entonces a
las tierras de Guaicamacuto, después de muchos días de nadar y caminar. El viejo
cacique, admirado por el valor y la integridad de la muchacha y conmovido por su
padecimiento, la hace su hija adoptiva. Cuenta la leyenda que Urimare, la hija del gran
Aramaipuro, consiguió que la tribu de su padre la obedeciera y se convirtió en la
primera mujer en gobernar en ese territorio. Al principio,

combatió a los españoles, pero aconsejada por su padre adoptivo decide hacer la paz,
olvidar las ofensas y fundar hogar.

21.- Yavire – Paramaiboa – Pariaguán

Yavire fue uno de los grandes caciques caribes de región guayanesa. A él se


atribuye la unificación de las tribus que moraban en la región del Carona y extiende su
influencia hacia el norte, en lo que hoy son los Estados Sucre, Monagas y Anzoátegui.
En la batalla peleada poseído por el demonio, sin mostrar ni un dejo de cansancio. Su
macana abatía a sus enemigos y de su carcaj salían una tras otra mortífera flecha
venenosa, causando muerte y terror entre sus adversarios. En una de sus más cruentas
batallas contra el invasor, Yavire descuida su retaguardia y muere bajo el fuego ibérico
en la batalla que sostuvo contra ellos en el sitio conocido hoy como Caicara de Maturín.
Fue un luchador convencido de su causa. Rechazó los intentos de paz que le hizo
llegar el adversario y sólo transigió ante la muerte. Cuando eso ocurrió, Yavire era ya
un hombre viejo. Poco tiempo antes de morir peleó en Cumaná y allí recibió una fuerte
herida en el brazo derecho, que lo dejó semi-inútil desde entonces.
Cuando sus hombres trataron de convencerlo de que delegara el mando, respondió:
_ Al enemigo hay que combatirlo más con el corazón que con los brazos.
Y remató: todavía me sobra un brazo.
Varios de sus guerreros obtuvieron luego el grado de cacique o de jefe. Lucharon
bajo sus órdenes los legendarios Paramaiboa y Pariaguán, que si bien se enfrentaron por
el mando a la muerte de su jefe, muy pronto unieron fuerzas nuevamente para combatir
al extranjero.
Comenzaba el año 1521 y la recién fundada Nueva Andalucía se estremecía ante la
guerra entre españoles y caribes, por una parte, y el constante acoso de los piratas, por la
otra.
Paramaiboa, fiel a las enseñanzas de su jefe, funda una coalición de pequeñas
tribus hacia el norte de lo que muy pronto seria la nación venezolana.
Su adversario fue el gran Capitán español Gonzalo de Ocampo, quien actuando con
extrema crueldad quiso dar un escarmiento definitivo a los caribes, para lo cual apresó y
ahorcó a varios renombrados caciques; y a otros los envió como esclavos a la
Hispaniola (Santo Domingo). Sin embargo, Paramaiboa en el norte de oriente y
Pariaguán en el sur, seguirían fieles al juramento que le hicieran al Yavire. Unen sus
fuerzas y presentan batalla en guanta (Anzoátegui), pero el militar español les propina
una fuerte derrota. Paramiboa reunifica sus gandules y ataca de nuevo a Ocampo,
obligándolo a retirarse hacia Nueva Andalucía (Cumaná). El cacique cobra venganza

Y somete a juicio militar a veinte soldados y cinco oficiales españoles, los condena a
muerte y no los ejecuta gracias a la oportuna intervención de Fray Bartolomé de Las
Casas, sacerdote defensor de los indios y amado por éstos. El guerrero caribe escucho
los ruegos del padre de Las Casas, a pesar del odio que sentía por Ocampo. La grave
derrota sufrida por el jefe español probablemente influyó en el gobierno de Madrid que
lo llamó a rendir informe de los acontecimientos.
Paramaiboa muy pronto se enfrentó al nuevo jefe español, Alonso de Vera y
Aragón, al que también derrotó. Cuando se marchó Vera, conocido en la historia con el
apodo de “Tupí”, regreso de nuevo el odiado Ocampo, pero esta vez traía la diplomacia
como arma y un oficial de gran temple de apellido Monsalve.
Sus primeras medidas fueron las de apresar a los indios y luego liberarlos, no sin
antes entregarles regalos. Al enterarse, Paramaiboa dio la orden de regresar los regalos y
de advertir al invasor que debía abandonar sus predios. Ocampo colgó a los emisarios y
esto dio inicio a una nueva guerra entre ambos titanes. Acorraló entonces a Paramaiboa
y Pariaguán en el sitio denominado La Zapoara, hoy El Chaparro (Anzoátegui), pero fue
vencido por Pariaguán, aunque en la batalla muere valerosamente el Cacique
Paramaiboa.
Pariaguán era un cacique respetado y admirado por sus hombres. Fuerte y de gran
corpulencia, unía a su
Porte físico un talento poco común para la guerra. En su cabeza erguida y altanera se
destacaba su penacho de plumas multicolores. La noche de la batalla de la Zapoara,
Pariaguán preparo su estrategia sigilosamente, con Paramaiboa pero cuando
comenzaron las acciones, él personalmente dirigió la batalla al frente de sus hombres,
dando macanazos que devastaban de un solo golpe al adversario. Paramaiboa, por su
parte, lucha con fiereza y muere en el fragor de la batalla. Pocos españoles
sobrevivieron. El Capitán Monsalve, que dirigió a los españoles, no puedo soportar la
derrota y se suicidó.
Luego de la batalla, Pariaguán dirigió las exequias de su amigo Paramaiboa y de
inmediato se dedicó a consolidar su triunfo, reunificando el antiguo dominio de Yavire.
Reorganizó sus cuadros y se preparó para la destrucción final del adversario. Por su
parte, los españoles reordenaron sus fuerzas y emprendieron una acción globalizante.
Ocampo decidió entonces unir todas sus tropas y en forma de tenazas atrapó a
Pariaguán en el sitio de Los Cardones (Monagas). Su lugarteniente Castellanos atacó
por un lado y Ocampo en persona lo hizo por el otro, teniendo a una montaña como
apoyo. Pariaguán fue diezmado y sus tropas aniquiladas. Con los pocos sobrevivientes
se internó en las selvas de Guayana y no se supo más de él. Posiblemente vivió allí
muchos años con los suyos, en alguna zona de difícil acceso, pero ya nunca más
enfrentó de nuevo al español.

Con la desaparición de Yavire y sus dos celosos, los españoles tuvieron ya el


camino casi libre para su proyecto de conquista en el oriente.

22.-Guarauguta

En el año de gracia de 1563 el Capitán Diego García de Paredes llegó a Cabo


Blanco, pequeño puerto pesquero del litoral central de lo que hoy día es Venezuela. Era
un militar de larga hoja de servicios, fundador de Trujillo. Participó en la conquista del
Perú, al lado de su primo Francisco Pizarro y también luchó en Centroamérica contra
los mayas. Peleó en África (1535), Francia (1536), Flandes, Alemania, Italia y Sicilia
(1537-38).
En Venezuela le tocó enfrentar la revuelta del Negro Miguel en 1553, en el 59
vence a Yaracuy y también enfrenta a los timoto-cuicas pero con poco éxito, lo que le
vale la destitución. En 1562 es llamado a España y designado Gobernador de la
Provincia de Popayán y cuando venía a tomar posesión de su cargo, en 1563, decide
descender en Cabo Blanco, Venezuela, para saludar a sus amigos. Allí fue atacado por
el Cacique Guaraguta y pierde la vida al lado de sus lugartenientes Alonso Zapata y
Francisco de Las Casas. Pocos hombres pudieron salvar sus vidas, huyen en su barco y
viajan hacia Borburata, a donde llegan
el 5 de septiembre de 1563, un día después de la transición es aquel valeroso capitán
español.
Esta acción de guerra le dio fama al Cacique Guarauguata, quien intensificó sus
ataques contra al Capitán Gómez de La Peña, quien lo vence en los alrededores de
Catia La Mar y allí muere el guerrero autóctono, acribillado por el fuego cruzado de los
arcabuces españoles.

23.- Prepocunate

Formado entre los guerreros de confianza de Guarauguta, al lado de quien luchó


hasta la muerte, Prepocunate aspira y recibe el cacicazgo de los indios guaraúnos, entre
quienes se destaca por su ferocidad. Siete años después de la muerte de su jefe, ocurrida
en 1563, Prepocunate había llegado a la cumbre de su fama y su leyenda buscaba
colocarse al lado de Guaicaipuro, Tiuna y Tamanaco. Era un hombre de poco hablar, de
extrema exigencia con sus hombres y consigo mismo. Esta conducta ejemplar le dio un
halo carismático entre las tribus caribes y eso le permitió acometer con valor y éxito
cientos de empresas en contra e las tropas españolas.
Para doblegarlo, el gobierno español seleccionó a los capitanes Hurtado y Carrizo,
quienes tendieron una trampa al cacique, lo apresaron y para que no se escapara lo
amarraron alrededor de un árbol, custodiado por un pelotón

que debía escoltarlo hasta el momento de su ejecución, que sería el día siguiente al
amanecer.
Hurtado se levanto muy temprano, tal como era de costumbre, y fue a buscar al
prisionero para conducirlo al lugar de su ejecución. Pero sucedió antes lo increíble. Al
llegar al árbol sólo se encontraron las sogas rotas, tiradas en el suelo, junto a una rosa de
montaña que el fiero guerrero caribe acostumbraba usar en su larga cabellera negra.
Prepocunate no apareció. Se desvaneció, sin que los españoles pudieran encontrar una
explicación racional.
Sin embargo, a los pocos días volvieron a saber del cacique. Prepocunate comenzó
entonces una guerra devastadora, golpeando duramente al adversario, sin darle tiempo
para reaccionar, y desapareciendo con toda rapidez del campo de batalla. Pero un día la
suerte lo abandono y al tratar de atacar por sorpresa en el sitio donde hoy se levanta la
ciudad de los Teques, fue nuevamente cercado por las tropas españolas, que esta vez no
lo apresaron para llevarlo hasta el cadalso. Actúo como un valiente, luchando hasta la
muerte.
Era el año 1570, uno de los más funestos para la causa caribe.

24.- Arichuna
Pertenecía Arichuna a la tribu de los jiraharas, ubicando su radio de acción de lo
que hoy es

Lara y parte de Yaracuy. Se formó bajos las órdenes del Cacique Queipa y la muerte de
éste, es seleccionado para dirigir la tribu con el rango de cacique. Luchó al mismo
tiempo contra los españoles y contra otra tribu enemiga dirigida por el Cacique
Guaratarí, que además de diezmar a sus hombres terminó por matar al mismo Cacique
Queipa, valiéndose de una estratagema del Piache “El Tiznado”.
Su vida registra el hecho curioso de que el fue el primer cacique que tuvo que ver
con la Santa Inquisición, debido a su amistad con Juan Fernández, de origen morisco-
portugués, quien fue acusado de herejía por el Tribunal Inquisidor y condenado a
muerte.
Arichuna, que había aceptado la paz, y que se dedicaba al comercio de especies con
los españoles, no pudo creer que aquel hombre, de buenos sentimientos y de actitud
gallarda, pudiera ser un hereje. De tal modo, que trata de interceder en su favor. Sin
embargo, el Gobernador Juan de Leiva no quiso tomar cartas en el asunto y entonces
cuando Arichuna decide salvarle la vida a su amigo, preparando una operación comando
apoyada en la oscuridad. Ataca entonces la prisión, en Valencia y logra liberar a Juan
Fernández, en una audaz operación en la que nadie resulta herido. Este hecho ocurrió a
finales de 1556.
Fernández no fue perseguido, pues se le tenía como hombre de bien que srvía con
devoción la causa

del Rey. Pasado cierto tiempo, obtuvo el perdón, pero su agradecimiento por Arichuna
fue tal que jamás abandono la tribu.
Arichuna vivió muchos años comerciando con los españoles y éstos lo tuvieron
siempre en alta estima.

25.- Chicuramay – Cuaicurián

Chicuramay fue uno de los veintitrés caciques que fueron condenados a muerte
después de la desaparición de Guaicaipuro, por una cruel decisión de la Alcaldía de
Caracas, que deseaba alcanzar rápidamente la pacificación del valle. La acusación
provino de varios vecinos atemorizados por el rumor de que los indios preparaban un
ataque de gran magnitud. Al recibir la denuncia, losada, que no quiso intervenir en el
problema, actuó como Pilatos y pasó el caso de alcalde, que los hizo aprisionar, los
juzgo sumariamente, sin pruebas ni indicios que los pudieran comprometer y, para
mayor injusticia, los condenó a muerte. Chicuramay era un cacique muy joven, valiente
y amado por su gente, lo que motivo que uno de sus guerreros, el bravo Cuaicurián, se
presentara a los jueces, que eran Pedro Ponce de León y Martín Fernández de
Antequera, y les afirmara que estaban en un error y que el verdadero Cacique
Chicuramay era él. Sorprendidos los dos funcionarios por la aseveración, procedieron a
interrogarlo y quedaron convencidos, ya que Cuaicurián era

un joven fuerte, de buen porte, con dotes de mando, conocimiento cabal de las
operaciones de su tribu y además, estaba vestido con el atuendo propio de un cacique
mariche.
Cuando Chicuramay recibió la noticia de que estaba en libertad, no imaginó nunca
la dolorosa razón que la causaba.
Cuaicurían fue torturado por indios mercenarios, al igual que los otros 22 caciques,
y al despuntar el alba fue salvajemente asesinado mediante el sistema del empalamiento.

Era el año 1569

Chicuramay tembló de ira al saber toda la verdad y buscó la venganza. Averiguó


que el empalador había sido un hombre de apellido Portolés, que trabajaba como
asistente de Fernández de Antequera. Le tendió una celada y le quitó la vida.

26.- Guaratarí – Queipa – Mamacuri

En 1555 Alonso Díaz de Moreno funda la ciudad de valencia de Rey e inicia tratos
con los caciques, con el fin de pacificar la región. Queipa, uno de los caciques más
influyentes de la zona, pacta la paz con el conquistador,

pero el Cacique Guaratarí no le perdona lo que considera una tradición y le declara la


guerra a ambos.
Guaratarí estaba enamorado de la princesa Tibaire, hija de Queipa, pero debido a
sus malas relaciones con el padre de la india envía un comisionado a negociar la boda.
El enviado fue el piache de la tribu, a quien se conocía con el nombre de El Tiznado. Su
embajada fracasa y Guaratarí, lleno de furor, inicia una terrible guerra contra el cacique
jirahara. Queipa forma a sus hombres para dar una batalla decisiva y envía a su hija a
Valencia, donde recibe protección.
Guaratarí diezma a la tribu de Queipa y finalmente lo embosca. En este
enfrentamiento final, el jefe jirahara muere en las manos de El Tiznado.
Guaratarí también elimina el Cacique Mamacuri, quien además era piache y a quien
se le atribuía un poder muy particular sobre los animales. Se decía que hasta las bestias
más feroces obedecían sus órdenes. El incrédulo y cruel Guaratarí lo apresa, lo hace
amarrar de un árbol en una zona montañosa, plagada de fieras y lo deja a su suerte. El
cacique-piache no tarda en encontrar la muerte.
Guaratarí siguió su guerra contra España, sin coordinar con otros caciques, hasta
que un día murió su fiel Tiznado y más tarde, al poco tiempo, le toca su turno de
enfrentarse a los arcabuces españoles, en una batalla cercana a Valencia, do de pierde la
vida.

27.- Manaure

Este cacique es, junto con Guaicaipuro, uno de los jefes aborígenes más respetados
y con más poder de todos cuantos existían en lo que hoy es el territorio venezolano. Sin
embargo, a diferencia de Guaicaipuro, Manaure es un hombre pacífico, gusta de hacer
negocios y aprecia la paz como sistema de vida. Su relación con los españoles se
complica en ocasiones, pero no por su culpa. Torpes conquistadores irrespetan la
autoridad de los caciques y ni siquiera consideran a aquellos jefes que se convierten en
sus aliados. Mala manera de conquistar, sin duda.
Fue jefe de la nación caiquetía, la cual estaba ubicada en la zona que hoy ocupa el
Estado Falcón.
Era un hombre valeroso, pero prudente, que ostentaba un cacicazgo muy al estilo
de las cortes europeas. Guaicaipuro y, en general, los jefes caribes, sufrieron penurias y
pruebas antes de ser designados caciques. Luego, su jefatura se caracterizaba por una
demostración continua de fuerza y astucia. Su liderazgo debían mantenerlo siempre a
prueba. Manaure, en cambio, representaba a una nación que tenía como principio servir
al jefe, brindándole toda clase de comodidades. En sus recorridos, el jefe caquetío era
transportado en hamaca o en andas, cargado por sirvientes de su propia tribu. Su área de
influencia

abarcaba además las islas circunvecinas, hoy llamadas Araba y Curazao. Su centro de
poder lo tenía ubicado en el poblado de Todariquiba, ubicado cerca de la actual
Sabaneta. Luego de la fundación de Coro, en 1527, se traslada a esta ciudad. Se dice
que Manaure entró en contacto con los españoles a través de sus guerreros Baracuyra y
Baltasar. En principio, negociaron la paz con Gonzalo de Sevilla, asistente e Juan
Ampíes, hacia el año 1522. En 1525 un grupo de traficantes de esclavos asaltan la zona
y toman prisioneros a varios parientes de Manaure. Ampíes los socorre y los rescata de
sus captores, que lo habían llevado a Santo Domingo para venderlos , y Manaure quedó
para siempre agradecido de Ampíes, quien lo bautiza en 1528 con el nombre de Martín.
Cuando Ambrosio Alfinger asume el poder, procede a expulsar a Ampíes y apresa a
Manaure. Comienza el Convenio entre los banqueros de Augsburgo y la Corona
española. Era el año 1529. Es la época de los Welter, que se va a extender hasta fines de
1545. Luego de su liberación, Manaure se retira a unos 300 kilómetros de Coro, tierra
adentro.
A Manaure le fue conferido señorío sobre tierras y vasallos, pero según la tradición,
recogida por García de La Torre en su obra “Caciques de Venezolanos”, este trato se
rompe y el viejo cacique se refugia con sus bravos en las tierras de Yaracuy, que le da
protección, y allí muere en un enfrentamiento con los hispánicos en el sitio de El
tocuyo, a finales de la cuarta década.

Con este nombre se conoce al bravo cacique mocotíe, que habitaba en la sierra
merideña, en un lugar de muy difícil acceso cercano al río Chama. El sitio era
denominado Murrupuy por los indígenas. Eran indios laboriosos, que producían
algodón con el que tejían bellas cobijas y ruanas, que les servían para protegerse de las
inclemencias del tiempo. También producían otras artesanías y se dice que llegaron a
poseer minas de oro en Acequías y Acarigua. Fiero guerrero, enfrentó las tropas de Juan
Maldonado, que fundó Mérida en el año 1559, como esposa seleccionó a la princesa
Tibisay, hija del cacique de Las Vegas del Mucujún.
Esta tribu adoraba el sol, la cual llamaban Ches, quien advirtió al guerrero que los
mocotíes serían sojuzagados por hombres blancos venidos de tierras lejanas. La
información la recibió a través de su piache, pero aun así el bravo guerrero mocotíe no
se entregó a su destino y decidió darle pelea al usurpador, cuando éste se presentó.
En la medida en que la guerra avanzaba, Murachí se dio cuenta de que la gran
belleza de su amada la ponía en peligro y para protegerla le envió hacia el interior de su
territorio, en el sitio más recóndito y secreto, en compañía de sus guerreros más leales.
Sufrió más el guerrero con todas las privaciones a que lo sometía la guerra con España.

Tal como lo fue advertido por Ches, el Dios Sol, sus hombres fueron diezmados
y su tierra conquistada por el hombre blanco, pero Murachí nunca se rindió. Murió
peleando contra el invasor en el año de gracia de 1560.

29.- Paisana

En 1555 el cacique Paisana entraba amistad con el mestizo Francisco Fajardo, hijo
de una princesa guaiquerí y de un español de su mismo nombre. Queria Fajardo paso
libre por la tierra de los caracas, a lo cual accede el jefe indio. Fajardo entró al hermoso
valle en compañía de sus hermanos Alonso y Juan Carreño, que también eran mestizos
y de 20 indios de confianza. Es Fajardo el primer gran jefe surgido de la integración
cultural hispánica y caribe. Su sangre india lo ayudo en sus propósitos, pero su tío
Naiguatá sin duda influyó en el apoyo recibido. En 1557 regresa al valle de los caracas,
esta vez acompañado de su madre y de unos 100 indios guaqueríes. Llevaba
autorización del Gobernador Gutiérrez de La Peña para gobernar y poblar la costa desde
Borburata hasta Macarapana. Ocurrió entonces que Paisana no acepto la fundación del
Hato San Francisco que hizo fajardo en 1560, envenenó las aguas, causando la muerte a
mucha gente, incluyendo la madre de Fajardo. Este lo condenó a muerte, lo ahorcó y se
retiró a Margarita.

30.- Naiguatá

Naiguatá era un cacique de aspecto arrogante y cuerpo musculoso, carácter afable


y muy soñador, dado a la vida contemplativa, de actitudes y convicciones firmes. Su
nombre significa “pico” o “atalaya”.
Fue un guerrero que supo combinar esa función con la del piache. Se dice que
Naiguatá era muy inclinado a la contemplación de las gaviotas a la orilla del mar. Era de
ala familia de los caribes y ejercía su dominio a lo largo de una extensa zona costera que
partía del río Anare, en los predios del Cacique Guaicamacuto, hasta las costas
anzoatiguenses de lo que hoy se conoce como Puerto La Cruz.
Es fama que el Cacique Naiguatá, haciendo gala de su cortesía, recibió como
huéspedes a los soldados de Rodríguez Suárez, a quienes ofreció un agasajo. Estando en
el festín, uno de los soldados, queriendo lucir sus dotes de cazador, hirió de muerte a
una gaviota. Ese hecho encolerizó a Naiguatá interpretó como el perdon de las aves
hacia el agresor, por lo que dispuso soltarlo.

Naiguatá vivió muchos años y pudo conocer muchos de los cambios culturales que
impuso el colonizador.

31.- Pariata – Maiquetía

A mediados el siglo XVI, se encontraban liderando a los indios del litoral central
los caciques Pariata y Maiquetía era el verdadero cacique y que Pariata era uno de sus
guerreros de mayor confianza, al lado de hombres de la calidad de Curucutí y
Guracarumbo.
Pariata tenía su residencia en el lugar denominado los Guayabos, en lo que hoy es
Catia La Mar, pero su territorio abarcaba todo el sitio de lo que aún hoy se llama Pariata
en el litoral central venezolano. Su vecino más cercano era el Cacique Maiquetía, quien
muy pronto decidió pactar la paz con los españoles. Pariata no se doblegó. Su estrategia
de pelea era la de la abeja: picar y volar. Una de sus más recordadas hazañas fue la del
ataque al bergantín español El Pelayo, el cual incendió y destruyó por completo.
Después de este lance, Pariata decidió pelear al lado de Guaicaipuro y luego de su
muerte sirvió en las tropas de Tamanaco, pero una vez liquidada la resistencia y
pacificados la mayor parte de los grandes jefes que sobrevivieron al holocausto, ya
viejo, decidió retirarse con

sus familiares y allegados a un sitio aparato, donde pudiera olvidar su derrota.


Lo venció la muerte a muy avanzada edad, pero pudo ver la Fundación de La
Guaira por Diego de Osorio el año de 1589.

IV.- UN CAPITULO PARA RECORDAR

La fuerte desigual lucha de los aborígenes en contra del conquistador, no fue en


vano. Quedó una lección para ambas partes y para el mundo. De un lado, el sentido de
apego del hombre por su tierra, por sus tradiciones, por sus normas, por su gente, no
puede ser vulnerado sin pagar consecuencias muy caras. No hay un solo proyecto
conquistador en la historia de la humanidad que no haya sido así. Los caribes lucharon
por lo que era suyo. Siglos y siglos de grandeza no podían ser abandonados de un
momento a otro. Perdieron una guerra que no podían ganar. El conquistador poseía
caballos, perros amaestrados, arcabuces, fuertes vestiduras y una experiencia mucho
mayor en la guerra convencional y también en la guerra de guerrillas. Adicionalmente,
los caribes, al igual que los aztecas e incas, mantenían un fuerte gobierno autocrático
que incluía esclavitud y antropofagia. De tal manera que muchas tribus arawacs, que
estaban formadas por gente pacífica, vieron en el invasor la solución de su problema
milenario. Ana-Karina-Rote dejaría de ser una verdad, después de la aceptación de la
paz por parte de Baruta.
Por otra parte, el conquistador español impulso la cultura. Fue el vencedor. Pero
venciendo entrego la vida de cientos de valientes y brillantes jóvenes hispánicos, que
vinieron a esta tierra en búsqueda de gloria y de un futuro mejor. El precio fue también
muy alto. Queda un idioma, una religión, un sistema de gobierno mucho más complejo
y justo, heredado de la antigua Roma por los españoles. Ambas culturas, que si bien se
enfrentan duramente al principio, luego con el tiempo, se unen en la sangre y surge la
raza mestiza. Después llegan los negros esclavos, a partir de 1531, y eso termina de dar
configuración al Nuevo Mundo. No es el caso de pensar que habría pasado si no ocurre
la colonización. La historia está escrita y no es posible cambiarla.
En este libro solo se mencionan los caciques de mayor figuración en la hecatombe,
algunos guerreros de gran importancia y también ciertos pinches, cuya participación fue
clave en la guerra larga que va a durar desde 1520 hasta el final de los años 70.
Existieron muchos otros que no influyen de manera fundamental en la vida del siglo
XVI.
Al perder la guerra y someterse a la ley hispana, los aborígenes aceptaron la
encomienda y por su parte, los españoles se comprometieron a respetar el señorío de los
caciques. Debe decirse que la mayoría cumplieron su

palabra por lo menos mientras los caciques estuvieran libres.


La encomienda fue la base de la economía y de la relación entre ambos pueblos.
De una parte, los españoles se comprometían a proteger a los indios y a respetar sus
costumbres, además de educarlos en la fe católica. De la otra, los indios debían trabajar
para su propia manutención y aceptar la ley de España.
Gabriel de Ávila, a quien debemos el nombre del Cerro del Ávila, amigo de
Losada, recibió la encomienda de los indios caracas, que vivían en la falda de la
serranía. Francisco Maldonado, también amigo de Losada, recibió a los indios de
Chacao. A Gabriel Gil le correspondieron los mariches. El Cacique Anequemocane,
heredero del trono de Guaicaipuro y sus indios Teques fueron encomendados a Lázaro
Vásquez. A Garci González de Silva le correspondió la encomienda de los indios tácata.
Juan de Oraá tuvo bajo su responsabilidad a los ubicados en el sitio de Altamira. Pedro
Gómez de Acosta recibió a los indios mimos, de la nación timote. Don Diego Martín
Rangel se ocupó de los indios Mucurubaes y fundó el pueblo Nuestra Señora de la
Concepción de Mucurubá. Jerónimo Sanz y Saavedra tomó a los indios tirandas, de
Trujillo. A Gaspar González se le encomendaron los indios tostós, de la etnia timoto-
cuica. Antonio de Aranguren ocupó la región de los bobures, en el sur del Lago de
Maracaibo. Con el tiempo, muchos de estos sitios, que
no tenían apellido, tomaron el se sus encomendadotes. De esta institución, surgen las
ricas haciendas y los grandes terratenientes criollos. Surgen las ricas haciendas y los
grandes terratenientes criollos. Se siembra el germen que originará la ruptura de 1810.

BIBLIOGRAFÍA

BARALT, Rafael María.


Resumen de la Historia de Venezuela. Edit. Andrés Bello. Barcelona, España
1963. Tomo III.

CAULÍN, Fray Antonio.


Historia Corográfica, natural y Evangélica de la Nueva Andalucía. Edit.
Andrés Bello. Barcelona, España 1963. Tomo I.

COLÓN, Cristóbal.
Carta a los reyes de España. Edit. Andrés Bello. Barcelona, España 1963.
Tomo I.

DE AGUADO, Fray Pedro.


Historia de Venezuela. Edit. Andrés Bello. Barcelona, España 1963. Tomo I.

DE ARMAS CHITTY, J.A.


Zaraza. Biografía de un pueblo. Edit. Ávila Gráfica. Caracas 1949.

FERNÁNDEZ DE O., Gonzalo.


Historia General y Natural. Edit. Andrés Bello. Barcelona, España 1963. Tomo I.

GARCÍA DE LA TORRE, J.M.


Caciques venezolanos. Edit. J.M. García de la Torre. Caracas, 1972.

GIL FORTOUL, José.


Historia Constitucional de Venezuela. Edit Cumbre. México, 1976.

LÓPEZ DE GÓMARA, Francisco.


Historia General de las Indias. Edit. Andrés Bello. Barcelona, España 1963.
Tomo I.

MÁRTIR DE Anglería, Pedro.


Décadas del Nuevo Mundo. Edit. Andrés Bello. Barcelona, España 1963. Tomo I.

MORÓN, Guillermo.
Historia de Venezuela. Edit. Británica. Caracas, 1971.
OVIDEO Y BAÑOS, José.
Historia de la Conquista y Población de la Provincia de Venezuela. Edit.
Andrés Bello. Barcelona, España 1963. Tomo II.

ROMERO, Vinicio.
“A las puertas de un nuevo mundo”. Revista Nacional de Cultura, Nº 284, Edit.
CONAC. Caracas, Marzo de 1992.

SIMÓN, Fray Pedro.


Noticias Historiales de las Conquistas de tierra Firme en las Indias
Occidentales. Edit. Andrés Bello. Barcelona, España 1963. Tomo I.

SISO, Carlos.
La formación de Venezuela. Edic. Presidencia de la República. Tomo I, Caracas,
1986, 6ª edición.

TEJERA, Felipe.
Historia de Venezuela. Edit. Andrés Bello. Barcelona, España 1963. Tomo III.

VALENCIA, Ruby y J. SUJO.


El diseño de los petroglifos venezolanos. Edit. Fundación Pampero. Caracas,
1987.

VARGAS MENDOZA, Lorenzo.


Aspecto biográfico de Petare. Edit. Don Bosco. Caracas, 1981.

You might also like