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II Encuentro de Equipos de Investigación de Teoría Política

Equipo de Investigación: “Creencias y Política”, Directora: Dra. María de los Ángeles


Yannuzzi. Código del proyecto: POL 110.
Autor: Esteban Iglesias
Eje II: Política, espacialidad y comunidad: configuraciones identitarias y subjetividades
Título: “Confrontación política y constitución identitaria en la perspectiva de los movimientos
sociales”

Introducción

Este trabajo se propone exponer, brevemente, el modo en que se ha concebido el vínculo entre
formas de confrontación política – específicamente la acción de protesta -, y los procesos de
constitución identitaria en el marco de la problemática de la acción colectiva1,
particularmente, en la perspectiva de los movimientos sociales.

La importancia del estudio de esta temática en las democracias actuales radica, en términos
teóricos, que la acción de protesta constituye una dimensión ineludible de la democracia,
planteándose así un carácter regular entre ambos términos2 y, en términos históricos, se puede
observar que, a fines de siglo XX y comienzos del XXI, la acción de protesta constituye un
modo específico en que la ciudadanía elabora su pertenencia comunitaria por sus propios
medios. En Argentina, dos expresiones de la nueva cuestión social - el fenómeno de
recuperación de empresas por parte de sus trabajadores y el fenómeno piquetero - constituyen
una prueba cabal de esto. Ciertamente, ambas modalidades se han incorporado a lo que Tilly
(2000) ha denominado “repertorios de contención” o “de la acción colectiva”.

Confrontación política e identidad en las perspectivas de los movimientos sociales

El interrogante que orienta el análisis del vínculo entre los términos confrontación política e
identidad en la perspectiva de los movimientos sociales es el siguiente: ¿de qué modo

1
Tenemos en cuenta que las ciencias sociales ofrecen, en la actualidad, diversas perspectivas de la acción
colectiva, siendo las de mayor relevancia el enfoque de la movilización de recursos y la perspectiva de los
movimientos sociales. En esta oportunidad nos abocamos a la perspectiva de los movimientos sociales.
2
Yannuzzi (2007) desarrolla ampliamente el modo en que el conflicto, en un estadio de sociedad de masas, es
co-constitutivo de lo político-democrático. Asimismo, también desarrolla los diversos modos en que lo político
se apoya en las creencias.
prácticas políticas ya existentes en la sociedad se fusionan con formas de lucha presentes y
qué tipo de identidades se constituyen a partir de esta fusión?

El vínculo establecido entre formas confrontación política y procesos de constitución


identitaria ha sido ampliamente explorado por las perspectivas de la acción colectiva. Y cabe
destacar que la respuesta al interrogante formulado en la perspectiva de los movimientos
sociales consiste en comprender el carácter del vínculo en términos de interacción y de mutua
incidencia. En este sentido, los procesos de construcción identitaria no preceden así como
tampoco pueden comprenderse como mero resultado de la acción política de protesta.

A continuación se pasa al análisis por separado de la dimensión política e identitaria de la


acción colectiva en la perspectiva de los movimientos sociales.

La dimensión política

La perspectiva de los movimientos sociales considera que la dimensión política de la acción


colectiva debe ser comprendida a partir del modo en que esta dimensión se apoya en los
aspectos culturales del orden político3. Esto se plantea a partir del diagnóstico sobre la crisis
del Estado de Bienestar en Europa. Efectivamente, para Habermas “No se trata primariamente
de compensaciones que pueda ofrecer el Estado Social, sino de la defensa y restauración de
las formas de vida amenazadas o de la implantación de nuevas formas de vida. En una
palabra los nuevos conflictos se desencadenan no en torno a problemas de distribución, sino
en torno a cuestiones relativas a la gramática de las formas de vida.” (Habermas, 1989: 556)
De acuerdo con este análisis habría que contemplar la existencia de nuevos conflictos
políticos, los que se vinculan con los derechos humanos, la calidad de vida, la igualdad de
derechos y la autorrealización individual.

El diagnóstico sobre la crisis del Estado de Bienestar en Europa y la emergencia de nuevos


actores que protestaban - ecologismo, pacifismo, feminismo, movimiento gay - impactó en las
conceptualizaciones teóricas afines a la perspectiva de los movimientos sociales. La
teorización de Offe (1992) sobre los "nuevos movimientos sociales" en tanto indicador de la
existencia de un nuevo paradigma de acción política; la conceptualización que proponen

3
Scribano (2008) analiza el modo en que lo político se apoya en la dimensión cultural de las acciones colectivas.
Esto lo observa en las teorizaciones de Habermas y Melucci.
Cohen y Arato (2000) sobre la "sociedad civil"; el concepto de "democracia deliberativa" que
propone Benhabib (2006), la re-elaboración de la noción de "hegemonía" realizada por Laclau
y Mouffe (2006), etc., dan cuenta del modo en que lo político se apoya en los aspectos
culturales del orden social.

Es posible destacar la propuesta teórica realizada por Laclau y Mouffe (2006). Estos autores
entienden que desde la revolución francesa lo político debe comprenderse de un modo
particular. En este sentido, retoman la teorización de Lefort (1990), quien planteó que la
instauración de la democracia implicó una mutación en el plano de lo simbólico del orden
político. Efectivamente, para Laclau y Mouffe lo que se produce con la revolución
democrática designa " … el fin del tipo de sociedad jerárquica y desigualitaria, regida por una
lógica teológico política en la que el orden social encontraba su fundamento en la voluntad
divina.” (Laclau y Mouffe, 2006: 197) En este contexto histórico, es decir, con la democracia
moderna las antiguas desigualdades, naturalizadas, comienzan a ser percibidas como
ilegítimas. Esto abre un nuevo abanico de posibilidades para la acción colectiva que pueda
emprender la ciudadanía4. Como se sabe, estos autores consideran que lo político se vincula
con el modo en que se instituye lo social y que esta institución es por definición conflictiva.
Esta definición de lo político asume otra modalidad, ya que en el orden político se ha
diseminado una nueva manera de instituir lo social, cuyo mecanismo principal es de la "lógica
de la equivalencia". Con este concepto, los autores colocan en igualdad de condiciones a los
sujetos como a las demandas que estos sujetos peticionan. El momento político por
excelencia, para Lalclau y Mouffe, es el que se da con la "articulación contingente". Esta
operación se pone en acción cuando una particularidad logra la universalidad de determinado
número de diferencias. En este breve y esquemático relato sobre la propuesta teórica de
Laclau y Mouffe se puede observar que la constitución de las identidades de los sujetos
sociales lo político se apoya en los aspectos culturales del orden político, en el que lo
simbólico asume un papel decisivo.

4
Para Laclau y Moufffe la " … Declaración de los Derechos del Hombre, proporcionaría las condiciones
discursivas que permiten plantear a las diferentes formas de desigualdad como ilegítimas y antinaturales, y de
hacerlas, por tanto, equivalerse como formas de opresión. Esto es lo que va a constituir la fuerza subversiva del
discurso democrático, que permitirá desplazar la igualdad y la libertad hacia dominios cada vez más amplios, y
que servirá, por tanto, de fermento a las diversas formas de lucha contra la subordinación.” (Laclau y Mouffe,
2006: 198)
La dimensión identitaria

La perspectiva de los movimientos sociales ha construido su enfoque prácticamente alrededor


de los aspectos culturales de la acción colectiva, constituyendo éste el núcleo duro de su
teoría. Dos son los autores de referencia obligada en esta perspectiva, por un lado, Alain
Touraine y, por el otro, Alberto Melucci. Ambos, con terminología diferente, abonan la idea
en torno a que las identidades sociales se constituyen en espacios políticos conflictuales. Esta
consideración se halla expresada en sus respectivas definiciones de movimiento social.

Por su parte, Touraine (1995) señala que un movimiento social se define en torno a tres
principios: el de identidad, el de oposición y el de totalidad. Como señala este autor, estos tres
principios deben ser entendidos en plena interacción. En este sentido, el primero se vincularía
con la definición que hace el actor de sí mismo. Sin embargo, la definición del actor por sí
mismo tiene que hacerse en relación con un adversario. Y, finalmente, el principio de
totalidad alude a la elaboración de un proyecto por parte del actor, el que involucraría un
proceso en donde el actor pone en cuestión la historicidad5 de la sociedad. Este último punto,
para Touranie, es el reviste mayor complejidad ya que no todo actor social logra articular el
tercer principio por el que se define un movimiento social. Una de las razones poderosas que
señala consiste en la intervención de la clase dirigente en la construcción de la historicidad y,
asimismo, el pedido de institucionalización que demanda el movimiento social una vez que
éste ha perdurado en el tiempo. Para Touraine ambas razones colaboran con el riesgo perder
el radicalismo inicial.

Por otra parte, Melucci, define al movimiento social en orden a tres dimensiones: "…: a)
basada en la solidaridad, b) que desarrolla un conflicto y c) que rompe los límites del sistema
en que ocurre la acción. Antes que todo, la acción colectiva debe contener solidaridad, es
decir, la capacidad de los actores de reconocerse a sí mismos y de ser reconocidos como
miembros del mismo sistema de relaciones sociales. La segunda característica es la presencia
del conflicto, es decir, una situación en la cual dos adversarios se encuentran en oposición
sobre un objeto en común, en un campo disputado por ambos. Esta definición clásica de
conflicto es analíticamente distinta de la idea de la contradicción utilizada, por ejemplo, en la

5
Para Touraine “… en el nivel del campo de la historicidad, el cambio está regido por los cambios sobrevenido
en las relaciones de clase y por la capacidad de innovación de una sociedad. El cambio realiza una mutación de
un tipo de sociedad a otro.” (Touraine, 1995: 305)
tradición marxista. El conflicto, en realidad, presupone adversarios que luchan por algo que
reconocen, que está de por medio entre ellos, y que es por lo que precisamente se convierten
en adversarios. La tercera dimensión es la ruptura de los límites de compatibilidad de un
sistema al que los actores involucrados se refieren. Romper los límites significa que la acción
sobrepasa el rango de variación que un sistema puede tolerar, sin cambiar su estructura
(entendida como la suma de elementos y relaciones que la conforman).” (Melucci, 1999:
46/47)

Las definiciones de movimiento social que brindan Touraine y Melucci así como la manera en
que estos autores analizan determinados casos, dan cuenta del modo en que los términos
identidad y política se encuentran en plena interacción y del modo en que ambos términos se
requieren para asumir su sentido.

A modo de cierre

La elección de la perspectiva de los movimientos sociales en el marco de la problemática de


la acción colectiva permite analizar en términos de interacción al vínculo entre “formas de
confrontación política” y “procesos de construcción identitaria” que atraviesan los sujetos que
protagonizan las acciones de protesta. Asimismo, este planteo posibilita comprender el modo
en que culturas políticas ya existentes en la sociedad se activan con realidades socio-políticas
presentes originando con esta fusión nuevas identidades. Si esta evaluación tiene certeza, el
desafío teórico radica en identificar qué es lo viejo y qué es lo nuevo así como también las
diferentes culturas políticas que involucran las identidades, que, por definición son
heterogéneas.

Este modo de comprender la constitución de las identidades políticas en el marco de la


problemática de la acción colectiva apunta a dos cuestiones. Por un lado, a contribuir al
análisis de los fenómenos de protesta que, con frecuencia, bajo una misma denominación –
piqueteros o movimiento de empresas recuperadas – tienden a no reconocer al interior de cada
fenómeno las diferentes trayectorias y culturas políticas de los actores u organizaciones
involucradas en la protesta. Y, por otro lado, contribuye a comprender el modo diferencial en
que los diferentes protagonistas de la protesta social se vinculan con el Estado.
Bibliografía
S. BENHABIB (2006), Las reivindicaciones de la cultura. Igualdad y diversidad en la era
global, Argentina, Katz.
J. COHEN y A. ARATO (2000), Sociedad civil y teoría política, México, Fondo de Cultura
Económica.
J. HABERMAS (1989), Teoría de la acción comunicativa, Argentina, Taurus.
C. OFFE (1992), La gestión política, España, Centro de Publicaciones del Ministerio de
Trabajo y Seguridad Social.
E. LACLAU y CH. MOUFFE (2006), Hegemonía y estrategia socialista, México, Fondo de
Cultura Económica.
C. LEFORT (1990), La invención democrática, Argentina, Nueva Visión.
A. MELUCCI (1999), Acción colectiva, vida cotidiana y democracia, México, Colegio de
México.
A. SCRIBANO (2008), Estudios sobre Teoría Social Contemporánea: Bhaskar, Bourdieu,
Giddens, Habermas y Melucci, Argentina, Ciccus.
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A. TOURAINE (1995), La producción de la sociedad, México, Universidad Nacional de
México.
M. A. YANNUZZI (2007), Democracia y sociedad de masas. La transformación del
pensamiento político moderno, Argentina, Homo Sapiens.

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