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Presentación de La esperanza venció al miedo.

Alternativas al Nuevo Orden


Capitalista. Inmanuel Wallerstein.
Lima: Cuadernos de Navegación N° 1 / Movimiento Raíz, 2004.
Presentación

La caída del muro de Berlín en 1989 coincidió con la acentuación del proceso de
globalización. Ambos fenómenos tuvieron un fuerte impacto sobre la agenda de lucha de
las diversas organizaciones y movimientos sociales anticapitalistas de todo el planeta.
Muchos sintieron que el futuro se estaba agotando. La confianza en la posibilidad de
construir un mundo distinto parecía quedar arrasada por el surgimiento de un nuevo orden
mundial, en el cual la hegemonía capitalista –evidenciada en el ascenso de las mega
corporaciones transnacionales y la primacía del capital financiero- parecía incontestable. La
profunda transformación del capitalismo que se halla en la base del proceso de
globalización, coincidió con la desintegración del llamado “bloque socialista” y el
descrédito de las ideas de izquierda. Se impuso entonces un sentido común que intentó
borrar del mapa cualquier rastro de vigencia del proyecto socialista. Algunos teóricos
neoconservadores no tardaron en proclamar que se había iniciado el reinado eterno del
capital: habíamos llegado al “fin de la historia”, auguró Francis Fukuyama.

Sin embargo -tal como nos recuerda Immanuel Wallerstein en uno de los textos de este
libro- el cambio es eterno. La globalización capitalista mostró rápidamente sus conflictos y
dificultades. Estallaron graves crisis económicas en distintos países que se expandieron
como un dominó por todos los continentes; se hizo evidente el agotamiento ecológico a
nivel planetario; se agudizó la disputa sin reglas de los nuevos bloques económicos por el
control de recursos y mercados; y por si esto fuera poco, el mundo volvió a ser presa de los
horrores de la guerra (como ocurrió en Kuwait, Irak, la ex Yugoslavia y muchos otros sitios
desde inicios de la década del 90).

Pero la muestra más clara de que la historia no se ha acabado, es el surgimiento de un


renovado movimiento anticapitalista que pugna por una globalización diferente. El
momento que marca claramente el inicio de este nuevo movimiento ocurrió en Seattle en
1999, y desde entonces se ha expandido con fuerza a todo el mundo, logrando su expresión
más organizada en el Foro Social Mundial. Se trata de un movimiento de movimientos que
está logrando recuperar aquello que el neoliberalismo capitalista buscó desaparecer: la
esperanza en el futuro, la apuesta por una sociedad libre, justa e igualitaria.

Pero el movimiento internacional por una globalización diferente, y el propio Foro Social
Mundial, no surgieron de la nada. No son tormentas en un cielo sereno. Son el resultado de
múltiples luchas y resistencias desarrolladas a lo largo y ancho del planeta durante el
período de arremetida neoliberal. En América Latina, las muestras de ello son múltiples:
están los zapatistas mexicanos, los compañeros brasileños del Movimiento de los Sin
Tierra, los movimientos indígenas que han transformado la escena política de varios países
(sobre todo en Ecuador y Bolivia) y muchas otras resistencias. No fue casual que el Foro
Social surgiera en América Latina, específicamente en Porto Alegre (Brasil), sede de una
de las más aleccionadoras experiencias de autogobierno participativo.

El Perú no ha estado al margen de esta historia. Durante las dos últimas décadas, la
violencia política, el neoliberalismo y la dictadura fujimontesinista significaron un duro
golpe para el movimiento popular. Pero no todo fue derrota. Diversas experiencias de
resistencia nos han mostrado que es posible vencer el miedo y lograr un espacio para la
esperanza. Es la lección dejada por la lucha contra la dictadura llevada a cabo por múltiples
organizaciones sociales desde mediados de la década del 90, la lucha por la construcción de
una democracia participativa y radical en el distrito de Limatambo (Cusco), así como la
resistencia del pueblo de Tambogrande y otras comunidades organizadas en CONACAMI
contra la avaricia de las empresas mineras. Aunque parezca mentira, los ejemplos son
muchos más. Es decir, que en medio de la situación de crisis, pobreza y desesperación a
que nos quiso condenar el neoliberalismo, existen experiencias en las que resultó más fuerte
la persistencia en la vida, la creatividad y la capacidad de organización popular. Este es un
proceso complejo, y no exento de contradicciones. Pero se trata de una tendencia real
existente en el Perú actualmente.

El Movimiento Raíz, inscribe su accionar y su lucha en esta apuesta por la construcción de


un Perú y un mundo nuevos. Y en ese sentido, busca contribuir a la formación de espacios
de rearticulación social y política anticapitalista en el país. De allí nuestro empeño en
impulsar el proceso de construcción del Foro Social Perú; empeño del cual forman parte las
Jornadas Preparatorias de los días 13 y 14 mayo del 2004 a realizarse en la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos, con la presencia de Immanuel Wallerstein, quien ha tenido
la gentileza de autorizar la edición de algunos de sus textos en el presente libro.

Esta publicación presenta cuatro partes, dedicadas al análisis del nuevo orden mundial post
11 de septiembre del 2001; el rol de la izquierda y los nuevos movimientos sociales en
relación con América Latina; los problemas actuales del conocimiento de la realidad; y las
perspectivas del Foro Social Mundial.

La obra de Immanuel Wallerstein ha tenido -y tiene- un significado político trascendental.


Luchadores sociales en el mundo entero han encontrado visiones esperanzadoras en sus
libros, artículos y ponencias. En particular, su activa participación en los encuentros del
Foro Social Mundial, lo ha colocado como uno de los intelectuales más activos en la crítica
del régimen capitalista y la hegemonía mundial norteamericana.

Las ideas de Wallerstein poseen un enorme potencial, pues no sólo brindan una reflexión en
torno a las características del sistema-mundo capitalista, y sobre los modos en que podemos
conocerlo. Su fuerza radica, sobre todo, en su capacidad de brindar herramientas concretas
para la orientación de las luchas de las nuevas organizaciones y movimientos sociales
anticapitalistas.

Movimiento Raíz
Construyendo Democracia Radical

Lima, Mayo del 2004.


Lula: La esperanza venció al miedo

Inmanuel Wallerstein

El 28 de octubre, tras ganar las elecciones brasileñas, Luis Inacio da Silva ("Lula") dijo a la
multitud y al mundo: "Brasil ha votado hoy por el cambio. La esperanza ha vencido al
miedo". Esa frase recoge exactamente lo que sucedió, y subraya la importancia del
acontecimiento en un mundo en el que, sobre todo durante el último año, el miedo ha
venido venciendo a la esperanza en casi todas partes.

El director del periódico uruguayo Brecha saludó esa elección como "el mayor triunfo de la
izquierda latinoamericana en toda su historia", un rechazo del "amargo sabor de las
promesas de los gurúes del libre mercado". La reacción de las fuerzas populares en toda
Latinoamérica ha sido de alegría y asombro. La reacción de las fuerzas del liberalismo y del
espíritu de Davos ha sido de incertidumbre sobre qué hacer. No sabían qué decir. Han
explicado el triunfo por el hecho de que Lula y su Partido dos Trabalhadores (PT) se
habían desplazado hacia el centro, pero no están del todo seguros de ello, ya que los líderes
políticos y los medios de comunicación del Norte han venido diciendo una y otra vez a Lula
que debía desplazarse hacia el centro.

El único acontecimiento comparable durante la última década fue el triunfo del Congreso
Nacional Africano en Sudáfrica en 1994. Una mirada hacia lo que sucedió allí puede
proporcionarnos cierta comprensión de lo que está sucediendo en Brasil. Comenzaré con lo
que me parece comparable entre ambas situaciones. En primer lugar, ambas representan el
triunfo de fuerzas progresistas, tras una larga lucha, en el país económicamente más
poderoso de su región, un triunfo que parecía altamente improbable hace una década. De
hecho, hace tan sólo tres meses la mayoría de los comentaristas predecían que Lula ganaría
en la primera vuelta y sería derrotado en la segunda. Por el contrario, ha ganado con el 61%
de los votos.

En Sudáfrica, la llegada al poder del CNA puso fin a la era del apartheid y estableció el
gobierno de la mayoría. En Brasil, la llegada al poder del PT ha significado la elección de
un partido obrero en un país en el que la clase media ha tenido siempre las riendas del
poder. En ambos casos el voto fue muy mayoritario. En ambos casos la transición fue
pacífica y no recusada por los militares, que en ambos países habían desempeñado antes un
papel político decisivo (y reaccionario).

En ambos casos esa transición pacífica fue posible no sólo por el apoyo popular al partido
ganador sino por las discusiones cruciales entre bastidores con algunos sectores claves del
mundo de los negocios que dieron un apoyo tácito o incluso activo a la transición a cambio
de una especie de garantía de que el nuevo gobierno respetaría al menos algunas de las
reglas del mundo financiero que esas capas consideran esenciales para su supervivencia. En
el caso de Sudáfrica, ocho años después, ese trato se ha cumplido hasta cierto punto. En el
caso de Brasil podemos esperar lo mismo.
¿Porqué se llegó a ese acuerdo? Desde el punto de vista de las capas empresariales, porque
era necesario un compromiso. Temían que podían perder considerablemente más en un
enfrentamiento con un gobierno de izquierdas, incluso si al final conseguían su
derrocamiento. Veían que el gobierno (tanto el del CNA como el del PT) iba a estar en
manos de personas capaces e inteligentes que gozaban del apoyo popular y cuyos esfuerzos
reformistas, por muy radicales que fueran, serían "razonables". Por parte de las fuerzas
populares llamadas a gobernar, sabían que habían sido elegidas para conseguir una mejora
de la situación económica de la gente corriente, y temían que una retirada radical de su país
de grandes inversiones trajera exactamente lo contrario, y con mucha rapidez. Se trataba,
para ambas partes, de un acuerdo pragmático.

La cuestión que se plantea hoy es si valía la pena desde el punto de vista las fuerzas
populares. Dentro del CNA y del PT había tres grupos diferentes en el momento del acceso
al poder: un grupo de gente pragmática, poco atada por compromisos ideológicos, que
consideraban la llegada al poder y permanecer en él como el objetivo principal de su
política; un segundo grupo, más comprometido con la ideología histórica del movimiento,
pero que también veía la necesidad de mantener unido al partido si quería conseguir
siquiera una parte de sus objetivos; y un tercer grupo, bastante reducido, dispuestos a
condenar y oponerse a cualquier desviación de la ideología de izquierda tradicional.

El segundo grupo era el que contaba con menor margen de maniobra, y el que tenía más
dificultades para mantener su alcance y su influencia. En Sudáfrica ese segundo grupo tiene
una base institucional en los llamados socios del CNA, que son la federación sindical
(COSATU) y el partido comunista sudafricano (SACP). Ocho años después, la COSATU y
el SACP critican con frecuencia públicamente al gobierno, pero siguen siendo sus aliados.
Continúan siendo influyentes. En Brasil no existe un equivalente formal, aunque el
Movimento dos Sem Terra (MST) puede desempeñar ese papel. En ambos países el tercer
grupo ha sido hasta ahora extremadamente pequeño y relativamente irrelevante.

Hay desde luego diferencias entre ambas situaciones. Cuando el CNA llegó al poder en
1994 la economía-mundo estaba en una situación relativamente mejor y el gobierno
sudafricano no se había cargado con compromisos con el FMI. Además, la lucha contra el
apartheid tenía una resonancia mundial que había convertido a Mandela en una especie de
héroe de la cultura mundial. El PT y Lula son menos conocidos, al menos fuera de
Latinoamérica, y aunque Lula es una personalidad muy atractiva, puede que no iguale el
carisma mundial de Mandela.

Pero, por otra parte, Lula y el PT tienen otras cosas a su favor. Latinoamérica está girando
hacia la izquierda, como se puede ver por lo que ha venido sucediendo en Centroamérica,
Ecuador, Perú, Bolivia y Argentina entre otros lugares. Existe un nuevo estado de ánimo en
todo el continente, y es el estado de ánimo de Porto Alegre. Lula ha encarnado ese espíritu
desde un principio, y está ahora en condiciones de respaldarlo con los recursos y el
prestigio del gobierno brasileño.

Si algunos sectores empresariales brasileños le respaldan, no es sólo como un pis aller, sino
también porque esperan que refuerce la capacidad de las empresas brasileñas para hacer
frente a las multinacionales controladas por Estados Unidos. Esperan que refuerce el
Mercosur y se muestre como una fuerza de resistencia constructiva al Área de Libre
Comercio de las Américas (ALCA). Si los militares brasileños no se sienten descontentos
de que se haya sido elegido, es porque se oponen vigorosamente al plan Colombia
respaldado por Estados Unidos y esperan que contribuya a poner un dique a la extensión de
la violencia.

Lula en el poder no es Sendero Luminoso ni la Revolución Cultural china. El PT constituirá


un poderoso régimen progresista en el país más importante de Latinoamérica, uno de los
países económicamente más relevantes del sistema-mundo, una fuerza tras la que la
izquierda y el centro-izquierda latinoamericanos pueden unirse en los años futuros. Puede
que Lula sea muy prudente y en cuanto a la política financiera del gobierno brasileño. Pero
puede sin embargo constituirse en una barrera real frente al empuje neoliberal en
Latinoamérica y en el mundo. No es sólo que la esperanza haya vencido al miedo en Brasil,
sino que la esperanza engendra esperanza en todo el mundo. Mientras el mundo espera la
invasión estadounidense de Iraq y la consiguiente turbulencia caótica que suscitará, la
elección de Lula es una señal de que podemos contraatacar.

1 de noviembre de 2002

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