You are on page 1of 115

LA REBELIÓN

MAPUCHE
DE 1598

DANIEL PALMA ALVARADO

Licenciado en Historia.
2

A mis padres, Marta y Patricio.


A la Logia Edúlica.
A la Comuna.
3

ÍNDICE

ÍNDICE ......................................................................................................................................................... pág.3

ABREVIATURAS ....................................................................................................................................... pág.4

INTRODUCCIÓN ....................................................................................................................................... pág.5

ACERCAMIENTO A LA HISTORIA DE LA REBELIÓN


MAPUCHE DE 1598 ................................................................................................................................. pág.12
- Fuentes y bibliografía
- Naturaleza de las fuentes

EL OCASO DEL SIGLO XVI EN EL REINO DE CHILE ..................................................................... pág.22


- El panorama en el lado español
- Un gobernador con las manos atadas
- Los mapuches y la guerra
- Españoles y mapuches durante el gobierno de Oñez de Loyola
- Los mapuches en los albores de la rebelión general de 1598
- Alarma en Purén

EL REINADO DE LA GUERRA ............................................................................................................. pág.49


- Estallido de la rebelión general mapuche
- El gobierno de Francisco de Quiñones
- La caída de las "ciudades de arriba"
- España socorre al reino de Chile
- Consolidación de la victoria mapuche

EL MAPUCHE VENCEDOR ................................................................................................................... pág.78


- Los motivos de la resistencia indígena
- El guerrero mapuche
- Funcionamiento y estructura militar mapuches
- Concepción estratégica y tácticas mapuches a lo largo de la rebelión de 1598

CONSECUENCIAS DE LA REBELIÓN EN EL REINO DE CHILE ................................................. pág.109


- Desconcierto hispanocriollo y esclavitud indígena
- Los orígenes de la frontera hispano-mapuche
- Los cautivos españoles
- Reorganización administrativa y económica del reino

CONCLUSIÓN ........................................................................................................................................pág.128

ANEXOS .....................................................................................................................................................pág.132
- Refuerzos de soldados que llegan al reino de Chile (1596-1611)
- Cronología de la rebelión general

FUENTES y BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................................ pág.139


4

ABREVIATURAS:

Mss.Medina Manuscritos de José Toribio Medina, Biblioteca Nacional, Biblioteca Medina.

Mss.Barros Arana Manuscritos de Diego Barros Arana, Biblioteca Nacional, Biblioteca Medina.

CDIHCh Colección de documentos inéditos para la historia de Chile.

CHCh Colección de Historiadores de Chile y documentos relativos a la historia nacional.


INTRODUCCIÓN

MAPUCHE

Desconozco tu lengua y tus sueños.


En la ciudad te encuentro en las panaderías
pero no nos cruzamos palabras.
Siglos de espesos bosques nos separan.
Sólo sé que te usurparon las tierras,
que te prohibieron las ceremonias.
Por ello, aún no comprendo la admiración
de nuestros padres hacia Caupolicán y Lautaro.
Quizás el primer hombre fue mapuche.
Quizás el primer barco navegó por el Maule.
Mas hoy día sólo sé de ustedes por el nombre
de ciertas calles de Santiago.

Jorge Ragal
6

El pueblo chileno es inconcebible sin su ancestro indígena y particularmente sin los mapuches de la zona centro-
sur de nuestro país1. Una larga historia, marcada en gran medida por el desencuentro, ha vinculado a huincas y mapuches
durante cientos de años, tras los cuales se observa un difícil porvenir para la sociedad indígena. Hoy, la pobreza se ha
apoderado de quienes ostentan un pasado heroico y orgulloso, mientras la cultura occidental, de la cual la mayoría de los
chilenos se siente parte, corroe los fundamentos de centenarias tradiciones. Muchos mapuches han colmado las
principales ciudades en busca de mejores horizontes para sus hijos, aunque con escasas posibilidades de éxito. Por lo
general habitan en la periferia, engrosando los estratos urbanos socialmente más bajos. Los podemos ver en el centro de
Santiago o Temuco ofreciendo sus antiguas joyas en ferias artesanales y bailando a veces en el paseo Ahumada de la
capital. Algunos han logrado cierto grado de notoriedad por sus actividades políticas o deportivas. A otros los hemos
visto defendiendo sus derechos y sus tierras en los tribunales de justicia. No obstante, tal como lo evoca el epígrafe, el
chileno común y corriente ignora quiénes son, cuál es la historia que se esconde tras sus rostros.
Las páginas que siguen constituyen un esfuerzo por difundir una pequeña porción de esa historia; por recordar lo
que fuera un momento de gloria para los mapuches del siglo XVII. Esta tarea se ha emprendido con mucho respeto,
considerando especialmente la responsabilidad que nos cabe como investigadores pues, como escribiera alguna vez
Octavio Paz, "las épocas viejas nunca desaparecen completamente y todas las heridas, aun las más antiguas, manan
sangre todavía"2. Para que puedan cicatrizar nuestras viejas heridas, lo primero y más importante es esclarecer la verdad,
misión en la cual los historiadores juegan un papel esencial.
En este trabajo examinaremos el período que se extiende entre 1592 y 1612, cuyo eje es el comúnmente llamado
"desastre de Curalaba" de 1598. El resultado inmediato de este acontecimiento fue la muerte del gobernador Martín
García Oñez de Loyola y casi toda su comitiva a manos de los mapuches y el estallido de la más importante rebelión
indígena registrada durante el período colonial en el actual suelo chileno. En efecto, entre 1599 y 1604, los mapuches
acometieron todos los establecimientos fundados por los hispanocriollos al sur del río Biobío, sepultando a las ciudades
de Valdivia y Villarrica, forzando las despoblaciones de Santa Cruz de Oñez, Angol, Imperial y Osorno, reduciendo a la
miseria a Concepción, Arauco y Chillán y arrasando con cuanto fuerte existía en la zona. Ni siquiera el pueblo de Castro
en Chiloé se salvó, pues fue ocupado durante un breve lapso por corsarios holandeses en coordinación con los nativos.
Los soldados del poderoso Imperio Español muy poco pudieron oponer a los sublevados, terminando los intentos
por refundar Valdivia, La Imperial y Angol (entre 1604 y 1606) en rotundos fracasos. De esa manera la conquista de la
Araucanía, iniciada por Pedro de Valdivia, culminó en un descalabro donde, en definitiva, se conquistó muy poco. Al
igual que los ejércitos del invasor inca unas cuantas décadas antes, los vasallos del rey de España tuvieron que prescindir
desde entonces y para siempre del usufructo de los territorios mapuches.
Mi curiosidad por los hechos que conmovieron al reino de Chile a partir de la última década del siglo XVI viene
desde la enseñanza media. En las clases de historia se nos narró el proceso de conquista, vimos a un Pedro de Valdivia
derrotado en Tucapel, nos familiarizamos con las hazañas de Lautaro y Caupolicán, en fin, se nos transmitió la versión
épica de la guerra de Arauco. Hasta que llegamos a 1598... Un cándido y bondadoso gobernador moría en una sorpresiva

1
En rigor, en vez de mapuches deberíamos hablar de mapuche, pues en mapudungun no se utilizaba la "s" para
pluralizar. "Su alfabeto no tiene s, quiere decir, que ninguna cosa pronuncian con ella". ALONSO GONZÁLEZ de
NÁJERA, Desengaño y reparo de la guerra del Reino de Chile, en CHCh, tomo XVI, Imprenta Ercilla, Santiago,
1889, pág.49. No obstante, por ser de uso común hoy en día, hemos castellanizado las palabras mapuches.
2
OCTAVIO PAZ, El laberinto de la soledad, F.C.E., México, 1959, pág.11.
7

emboscada que le había tendido el toqui Pelantaru, quien después condujo a sus guerreros en la destrucción de las siete
ciudades, sembrando el terror en esta colonia hispana3. Tras este paréntesis las clases volvían a centrarse en la historia
colonial, partiendo por los proyectos de guerra defensiva y guerra ofensiva, omitiendo todo lo ocurrido al sur del Biobío
en aquella época.
Recuerdo que me impresionó la figura de ese toqui Pelantaru, pero nada más se habló de él. ¿Acaso sus proezas
no tenían el valor de las de Galvarino, Villagra, Tucapel o García Hurtado de Mendoza? En ese momento, en el cual ni
siquiera sabía que estudiaría historia, surgió la inquietud por saber más acerca de este tema.
Años más tarde, ya en la universidad, asistí al curso "Arte, cultura y estética mapuche" a cargo de Margarita
Alvarado. Allí hablamos bastante sobre la historia mapuche y de pronto recordé las viejas preguntas: ¿Quién fue
Pelantaru? ¿Qué pasó después de la sorpresa de Curalaba de 1598? ¿Cómo fue posible que los mapuches obtuvieran una
victoria tan categórica sobre los españoles? Al igual que mis compañeros, prácticamente no tenía idea sobre el asunto.
Todos habíamos aprendido la misma historia en nuestros colegios y en la universidad no tuvimos la oportunidad de tratar
las rebeliones indígenas en curso ninguno.
Recurrimos a los manuales de historia de Chile, donde conocimos al lonco Anganamón, el sufrimiento de los
españoles sitiados en La Imperial y Villarrica, las campañas de Alonso de Ribera e intuimos el enorme poderío bélico que
los mapuches habían adquirido a fines del siglo XVI. A partir de entonces, el interés por estudiar los acontecimientos en
detalle me condujo hacia las interrogantes que motivaron esta investigación: ¿La rebelión se debió a una acción
premeditada o simplemente se originó producto de ciertos hechos fortuitos aprovechados por los mapuches? ¿El éxito del
alzamiento general realmente se explica por un exceso de confianza del gobernador Oñez de Loyola o por las críticas
circunstancias que atravesaba el reino de Chile en ese entonces? ¿Cómo comprender e interpretar históricamente la
victoria mapuche de comienzos del siglo XVII? Así se inició este trabajo.
Ahora bien, ¿por qué reestudiar este tema hoy, cuando se van a cumplir cuatrocientos años desde que se
produjeron los hechos? En primer lugar, no cabe duda sobre la importancia que tuvo el levantamiento general indígena de
1598 en el transcurrir histórico de nuestro país4. El dominio mapuche al sur del río Biobío señaló un giro absoluto en la
particular evolución que tuvo nuestro terruño y sus repercusiones se expresaron en todos los planos: económico, social,
cultural y político.
La monarquía de España reorientó por completo su accionar en esta pequeña gobernación. Las fronteras del reino
serían protegidas en adelante por un ejército profesional costeado por las arcas del rey. La zona central comenzó a
adquirir entonces la fisonomía que alcanzaría con el desarrollo agrícola-ganadero de los siglos XVII y XVIII. La
población se asentó definitivamente en los valles de Quillota y Casablanca o en torno al río Maule. La aristocracia
colonial, hasta esa fecha eminentemente vinculada a la profesión de las armas, comenzó a volcarse a la tierra y al
comercio. Proliferaron las haciendas y estancias, donde emergería poco a poco la figura del inquilino. La iglesia se
empezó a preocupar por la educación y los jesuitas establecieron grandes haciendas que proporcionaron techo y trabajo a
mucha gente que deambulaba por los caminos sin destino alguno. Incluso se puede afirmar que la historia propiamente

3
Se ocuparán indistintamente los términos "españoles", "hispanocriollos", "castellanos" o "peninsulares", para designar a
la población de origen europeo que habitaba el territorio chileno durante este período.
4
Entiendo que existen diferencias o pequeños matices en el significado de palabras como "rebelión", "insurrección",
"levantamiento" o "alzamiento". En este trabajo se hará caso omiso de aquello y dichos términos serán empleados como
sinónimos.
8

colonial de Chile recién se inició a partir de esta coyuntura que, además, constituye el punto de partida para la
comprensión de la historia del mundo fronterizo que relacionó a españoles y mapuches durante los siglos XVII y XVIII.
Por otra parte, los mapuches propinaron sendas derrotas a los cuasi imbatibles ejércitos hispanos, manteniendo su
autonomía por doscientos ochenta años más. La agricultura se abrió paso en muchas comarcas que hasta entonces
prácticamente la desconocían, al tiempo que se sentaron las bases del importante desarrollo ganadero del siglo XVIII.
Cruzando los boquetes cordilleranos, las pampas se abrieron a la gente de la tierra. Los Andes se transformarían en punto
de encuentro, donde mapuches, pehuenches e indios pampas intercambiarían sus mercaderías. De paso, la cultura
mapuche se expandió, absorbiendo a grupos menores. La población aumentó y diversos linajes paulatinamente
adquirieron un gran poder a través de matrimonios y alianzas.
Todos los cambios reseñados tienen su común origen en el alzamiento general mapuche, objeto de este trabajo.
Pero, ¿cómo se ha tratado dicho evento histórico en el pasado?
En términos muy generales, las monografías de Crescente Errázuriz -que abarcan los años comprendidos entre
1598 y 1612-constituyen el primer paso para descubrir la trama de los hechos con sus consecuencias más inmediatas,
pero carecen de un mayor marco interpretativo5. Luego, las clásicas historias de Chile -léase las de Diego Barros Arana y
Francisco Antonio Encina- abordan el levantamiento general mapuche de 1598 desde una perspectiva que sólo contempla
las vivencias que se registraron en el lado español. Primero se examinan las debilidades que aquejaban a la gobernación
de Chile (decadencia de los lavaderos de oro; indisciplina, pobreza y dispersión de las tropas en un vasto territorio;
ingenuidad del gobernador Oñez de Loyola, etc.). Sigue el tratamiento más o menos pormenorizado de los
acontecimientos, para concluir que el "desastre de Curalaba" había significado el retroceso de la conquista y el
consiguiente triunfo de los «bárbaros incivilizados». El indígena, conducido por mestizos forajidos, nada más habría
explotado hábilmente una situación favorable, apoyado en una considerable caballería. Es justamente la visión que nos
legó el colegio.
Hoy por hoy, se hace necesario repensar estas cuestiones en la óptica de trabajos como los de Leonardo León,
Horacio Zapater o Sergio Villalobos -por sólo citar a algunos-, donde se ha enfatizado la comprensión de la historia
indígena y de las relaciones hispano-mapuches. Por tanto, una primera motivación para volver la mirada a los días de
Pelantaru fue la recreación del mundo mapuche previo al estallido de la rebelión general; es decir, intentar armar el
rompecabezas compuesto por numerosas parcialidades indígenas que se relacionaban de manera diferente con el mundo
hispanocriollo. De este modo veremos, por ejemplo, como la resuelta conducta de los mapuches de Purén fue aglutinando
cada vez más adeptos para los planes insurgentes forjados en dicha comarca. Asimismo hubo que ponderar el papel que
le cupo a la crisis económica y militar del reino en el lugar que corresponde.
A partir de ello se trazó el cuadro de los principales sucesos ocurridos entre la sorpresa de Curalaba y la
despoblación del fuerte de Boroa (1606). En dicha narración el especialista no encontrará mayores novedades, pero sí
algunas precisiones al cuadro presentado por los historiadores citados, derivadas de la disponibilidad de una mayor
cantidad de fuentes. La metodología consistió en seleccionar los eventos que más impactaron a los contemporáneos o
incidieron en los acaecimientos posteriores, de acuerdo con la documentación consultada.

5
Un comentario más extenso sobre la bibliografía del tema se encuentra en el primer capítulo de la presente
investigación.
9

Hay también una idea de índole práctica detrás de la síntesis de los hechos fundamentales de la rebelión. Me
pareció innecesario repetir combate por combate y año por año todo lo que se puede consultar en los cuatro tomos que
Errázuriz dedicó al asunto. Las monografías como ésta tienen precisamente la ventaja de exponer una problemática en
forma concisa y bien acotada, cosa importante en el actual mundo, donde muy pocos disponen del tiempo para leer mil o
más páginas para apenas introducirse en un tema. Así, la persona que desee profundizar algún aspecto puede remitirse a
las notas y la bibliografía.
Como se señaló anteriormente, la pregunta que me condujo al alzamiento mapuche de 1598 tiene que ver con los
elementos que nos ayudan a comprender en forma cabal el triunfo mapuche. Esto último implicó adentrarse en la
organización político-militar de los nativos, tarea nada de fácil considerando que ellos no nos dejaron testimonios escritos
sobre el punto. Sin embargo, los datos de españoles ex-cautivos, de cronistas y funcionarios revelaron algunas cosas muy
significativas. Examinando a través de ese material la estructura guerrera mapuche, su funcionamiento durante los años
de crudos enfrentamientos y las características de los conas, la explicación tradicional de los factores que habrían
posibilitado la victoria de los nativos se fue desvaneciendo cada vez más6.
La hipótesis que se plantea aquí en relación a esa cuestión postula, a grandes rasgos, que poderío, ofensiva y
coordinación mapuches fueron las claves para enfrentar con éxito al español en la Araucanía. Esto no se basa
únicamente en la interpretación de los datos recogidos de las fuentes, sino también en una concepción del indígena como
actor histórico y, por ende, forjador de su destino. En ese sentido, llama la atención que en la mayoría de los textos
dedicados al estudio de la guerra de Arauco, el pueblo mapuche sea exhibido como netamente reactivo frente a una
historia cuyo cuasi único actor habría sido la sociedad hispanocriolla. Generalmente, alrededor de esa suerte de "historia
principal" se refieren las experiencias de otros protagonistas como indígenas, negros o mestizos, cuyas vivencias merecen
algún comentario cuando ayudan a comprender mejor la evolución de los españoles en Chile. En esa lógica, al mapuche
se le ha negado la capacidad de concebir su propia estrategia en la guerra y lanzarse a la ofensiva cuando percibió el
momento propicio para ello.
Pues bien, en este trabajo se partió del hecho que tanto españoles como mapuches eran seres humanos dotados de
inteligencia y sentido común, racionales y a la vez creyentes en sus divinidades, perfectamente facultados para imponer
su modo de hacer la guerra al enemigo. Mientras los primeros lucían mejores armas que desequilibraban la contienda en
ocasiones, los otros contaban con un mayor número de hombres y todas las ventajas de luchar en su propio territorio. Con
tal predisposición, sumada al análisis crítico de la información, se llegó a las conclusiones antes insinuadas.
La última parte de este estudio aborda algunas de las consecuencias más visibles que la rebelión mapuche tuvo en
el posterior desarrollo del reino de Chile. Se entremezclan allí aspectos como la incertidumbre que provocó el destino
sufrido por los cautivos hispanocriollos y la esclavitud que afectó a los indígenas cogidos en la guerra. El énfasis se ha
colocado en el mundo hispano-chileno, pues ahí se apreciaron la mayor cantidad de modificaciones que se proyectaron al
siglo XVII.
Resumiendo, las siguientes son las razones para presentar esta re-lectura de la rebelión general mapuche de 1598.
Primero, está el evidente interés personal por la temática, motor que impulsó esta investigación. Asimismo, se ofrece una
interpretación para comprender el fenómeno de la resistencia mapuche de comienzos del siglo XVII, examinando algunas
fuentes que antaño no fueron utilizadas. No se pretende entregar una visión indígena de la rebelión de 1598, pero sí una

6
El término cona designa al guerrero mapuche.
10

aproximación a la organización interna de un pueblo que puso en serios aprietos el dominio español en Chile. Finalmente,
hay una intención honesta por crear un clima de debate y polémica en torno al asunto que nos preocupa, basado en la
convicción de que la discusión colectiva es la principal herramienta que tenemos los apasionados por la historia para
mejorar la visión y el conocimiento de nuestras comunes raíces.

Santiago, 1995
11

ACERCAMIENTO A LA
HISTORIA DE LA
REBELIÓN MAPUCHE
DE 1598

Algunos indígenas sobrevivieron a la Conquista.


Respetar su historia, repensarla y mirarla con nuevos ojos,
es el comienzo del respeto a los sobrevivientes.

José Bengoa
12

Fuentes y bibliografía7

Fuentes.- La información disponible en Chile para reconstruir la más importante rebelión mapuche del período
colonial es relativamente abundante. Cientos de documentos repletan numerosos tomos de las estanterías de diversos
archivos. Nunca nos cansaremos de agradecer a personas como José Toribio Medina, Benjamín Vicuña Mackenna o
Diego Barros Arana, por haber recopilado estos papeles en los archivos europeos y ponerlos a disposición de los
investigadores de nuestro país.
Especial mención merece la labor realizada por Medina, quien no sólo recolectó miles de documentos, sino que
además publicó muchos de ellos en la Primera Serie de la Colección de documentos inéditos para la historia de Chile
(CDIHCh). Esta tarea fue continuada después de su muerte, gracias al Fondo Histórico y Bibliográfico Medina,
editándose hasta la fecha siete tomos adicionales (Segunda Serie). Algunos de éstos, junto con los manuscritos que dejó
el propio Medina y que se encuentran en la Biblioteca Medina de la Biblioteca Nacional, se transformaron en la fuente
principal para realizar esta investigación. Si bien dicha documentación es bastante completa, hay que precisar que para
los años comprendidos entre 1594 y 1599, se ha conservado muy poca.
El Archivo Nacional alberga, entre otras, las colecciones documentales de Claudio Gay, Carlos Morla Vicuña y
Benjamín Vicuña Mackenna, que igualmente contienen material relativo a nuestro tema. No obstante, la mayoría de
dicho material figura también entre los manuscritos Medina, por lo cual revisé fundamentalmente estos últimos. Igual
cosa sucede con los tomos de los manuscritos Barros Arana que abordan este período y se pueden consultar en la
Biblioteca Medina de la Biblioteca Nacional.
Por otra parte, contamos con una serie de crónicas que en términos generales complementan la información que
se puede extraer de la correspondencia de la época. Un lugar especial dentro de ellas cabe a la Historia general del Reino
de Chile, Flandes Indiano del padre jesuita Diego de Rosales, fuente de muchos pormenores que enriquecen nuestra
visión sobre las primeras décadas del siglo XVII. "La obra del padre Rosales, que contiene los más singulares errores en
la narración de los sucesos de los primeros tiempos de nuestra historia, comienza desde esta parte [siglo XVII] a hacerse
mucho más exacta y más digna de fe. Los capítulos que destina al gobierno de Alonso de Ribera dejan ver que conoció
algunas relaciones contemporáneas perdidas para nosotros,... que vio muchos documentos de ese tiempo, y que
indudablemente recogió informes verbales de algunos testigos y actores de los sucesos. En general los hechos que cuenta,
están confirmados por los documentos que nos quedan; y los que no se hallan en éstos llevan el sello de verdad, porque
no importan contradicción notable con los sucesos que se pueden estudiar en las fuentes primarias"8. El libro V de esta
obra siempre resultó muy útil para cotejar algún dato que las cartas de la época no precisaban con exactitud.
Otros actores de este capítulo de nuestra historia nos legaron su particular visión de los acontecimientos que les
tocó vivir en Chile. En tal sentido, debemos mucho a los importantes libros de Alonso González de Nájera y del "cautivo
feliz" Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, de amplia difusión en nuestro país. Ambos tienen especial valor por la
información que entregan acerca de la sociedad y las costumbres mapuches. Mientras el relato de González de Nájera,
militar que combatió bajo las órdenes del gobernador Alonso de Ribera, enfatiza las características militares y la
organización bélica de los indígenas, el otro nos brinda una mirada hacia el interior de las agrupaciones mapuches, razón

7
Para las referencias bibliográficas completas de todo el material mencionado en este punto, consúltese la bibliografía al
final de este trabajo.
13

por la cual Núñez de Pineda y Bascuñán ha sido calificado en diversas publicaciones como «primer autor indigenista de
Chile».
Entre las principales fuentes contamos, por último, con dos poemas épicos que relatan algunos hechos de los
comienzos de la rebelión mapuche de 1598. Los autores de estas dos obras fueron militares que lucharon en la Araucanía
en momentos muy difíciles para los españoles y son, por ello, fuente digna de crédito. Compartían su oficio con su
vocación literaria:
"...
de la guerra jamás me desocupo
ni gusto ni descanso no recibo,
y el poco que me dan ése lo ocupo
en escribir lo poco que aquí escribo,
tomando, cuando tengo el alma quieta,
la pluma y juntamente la escopeta"9.

El más extenso y conocido de estos poemas es el atribuido a Diego Arias de Saavedra, titulado Purén Indómito.
El autor aparece ligado a la persona de Francisco de Quiñones, gobernador del reino entre mayo de 1599 y julio de 1600,
y participó como testigo en muchos de los hechos que narra:
"por lo cual digo en esto haberme hallado
y en todo o en lo más que ha subcedido,
y de lo que no he visto me he informado
de gente de verdad y que lo vido,
a la cual tengo de ir siempre arrimado,
pues es quien a decirla me ha movido,
y no será pasión ni afición parte
para que della un punto yo me aparte"10.

De acuerdo con Medina, Juan de Mendoza y Monteagudo sería quien compuso el canto Las guerras de Chile,
contemporáneo al Purén Indómito. Esta casi desconocida obra, agrega algunos antecedentes a los escasos datos que se
obtienen de la correspondencia para el año de 1599.
En fin, contamos con cartas, crónicas y poemas; vestigios escritos de una turbulenta etapa de nuestra historia.

Bibliografía.- La bibliografía sobre la rebelión mapuche de 1598 es mínima, considerando la variedad de fuentes
disponibles. El único autor que abordó en detalle nuestro tema, en cuatro notables y amenos volúmenes, fue Crescente
Errázuriz. Sus libros son la base para adentrarse en esta materia, pues establecen claramente los hechos aprovechando la
riqueza de la documentación existente11. Son muy pocos los reparos o las correcciones que se pueden hacer a las obras de
Errázuriz, tal como veremos a lo largo de este trabajo. No obstante, el enfoque en el tratamiento de los hechos es
eminentemente narrativo, lo cual nos permite captar qué sucedió, pero no el por qué de muchas situaciones.

8
DIEGO BARROS ARANA, Historia Jeneral de Chile, tomo III, pág.374, nota 11.
9
DIEGO ARIAS de SAAVEDRA, Purén Indómito, Canto XII, pág.443.
10
Idem., Canto III, págs.176-177.
11
Véase sus libros Seis años de la historia de Chile (23 de diciembre de 1598 - 9 de abril de 1605) e Historia de Chile
durante los gobiernos de García Ramón, Merlo de la Fuente y Jaraquemada.
14

La Historia Jeneral de Chile de Diego Barros Arana también es de suma utilidad, sobre todo por la prolijidad con
que relató cada uno de los acontecimientos y por sus notas bio-bibliográficas que ayudan enormemente en la búsqueda y
análisis de las fuentes.
En el presente siglo XX, son muy pocos los autores que han examinado la rebelión mapuche que estalló después
de Curalaba. Francisco Antonio Encina en su Historia de Chile, no se apartó mayormente de la versión de Barros Arana,
aunque en algunos pasajes formuló interpretaciones divergentes. Aparte del anterior, los libros de Alvaro Jara y
Sergio Villalobos son los únicos que refieren algunos hechos del alzamiento general mapuche, pero no constituyen
monografías al respecto12. Sin embargo, han abierto las puertas a otros temas que se relacionan con el fenómeno bélico
durante el período colonial y, sobre todo, han interpretado la historia sin centrarla en la cronología política. Son algunos
de los grandes méritos de estos dos Premios Nacionales de Historia.
Muy interesantes son los aportes de Jara sobre el ejército indígena, el papel de las malocas en el siglo XVII y los
antecedentes de la esclavitud araucana. La historia del trabajo en el Chile colonial, por otra parte, tiene precisamente en
Jara a su mayor exponente. Villalobos, en tanto, desmitificó una guerra de Arauco de trescientos años de duración e
inauguró los estudios fronterizos en Chile. Otros actores y estructuras lograron así su entrada en la «historia oficial». El
comerciante de la frontera o el indio amigo desplazaron a los capitanes españoles del primer plano que habían gozado en
la historiografía del siglo pasado. Los factores económico-sociales cobraron su verdadera dimensión, hasta entonces
opacados por una historia centrada en los hechos bélicos y políticos.
La riqueza de estos enfoques llama a la reinterpretación de la historia colonial y, dentro de ella, de la historia y de
las rebeliones mapuches. Los trabajos de Horacio Zapater, Leonardo León, José Bengoa, Andrea Ruiz-Esquide o
Margarita Alvarado nos indican el camino a seguir y plantean nuevos problemas en ese sentido. Gracias a sus estudios, el
discurso político indígena se nos comienza a hacer visible, empezamos a comprender el desarrollo ganadero del pueblo
mapuche, las paulatinas diferenciaciones sociales, el papel de las divisiones inter-étnicas y la relación con las autoridades
de la corona española en Chile. El mapuche adquiere un rostro y -por fin- inteligencia, cosa que la mayoría de los autores
decimonónicos nunca quiso admitir.

Así, la historia que se contará en esta tesis, se ha beneficiado tanto de la minuciosidad cronológica de los autores
del siglo XIX, como de los aportes metodológicos y temáticos de los especialistas del siglo XX. Eso sí, respetando
siempre a las fuentes, corazón aún latente de antepasados tan humanos como nosotros, que esperan que los
comprendamos.

Naturaleza de las fuentes

Son necesarias algunas reflexiones críticas en torno al carácter de las fuentes que disponemos para estudiar el
período colonial y, específicamente, el tema que nos ocupa. Esto es doblemente importante cuando se pretende captar a
través de ellas, parte de la historia del pueblo mapuche, actor que no dejó huellas escritas sobre su pasado y su visión del

12
Véase especialmente: ÁLVARO JARA, Guerra y sociedad en Chile y SERGIO VILLALOBOS, La vida fronteriza en
Chile e Historia del pueblo chileno, tomo 3.
15

mismo. Todo lo que sabemos -o pretendemos saber- acerca del sufrimiento, las alegrías o la cotidianeidad indígena, ha
llegado hasta nosotros desde una óptica hispanocriolla. Así, la historia mapuche de los siglos XVI al XVIII ha sido
reciclada de acuerdo a la cosmovisión española de la época. Corresponde, por consiguiente, descubrir cuáles eran los
motivos que impulsaban a una determinada persona a escribir una carta, un poema o una crónica, qué formalidades
debían cumplir y qué veracidad se puede atribuir a tales escritos.
Un primer elemento que llama la atención es la gran cantidad de correspondencia dirigida al rey. Los súbditos de
la gobernación de Chile actuaban en ese sentido igual que los del resto de América; aspiraban a ser premiados por el rey
en la tierra y por Dios en la eternidad. Al respecto señala José Bengoa: "La búsqueda de riquezas y honores adquiría
sentido en la conciencia de ser parte de una empresa real y, por tanto, religiosa; daba contenido y sentido al conjunto... La
comunidad se debía a su señor, el rey. El rey daba y quitaba, tal como Dios, de quien era su representante"13.
Para adquirir la ansiada honra, fama y riquezas, los conquistadores debían servir. "El servicio era la medida de la
ética de la Conquista. Ser un buen servidor y ser servido"14. En vista de esto, se debe tener siempre presente que la
mayoría de las cartas dirigidas a Su Majestad Católica pretendían destacar los méritos personales. En la Primera Serie de
la CDIHCh, por ejemplo, encontramos varios tomos dedicados a las Informaciones de Servicios; relaciones que detallan
una por una las hazañas del personaje en cuestión, respaldado a veces por numerosos testigos que daban fe de su calidad
de buen vasallo y servidor. No nos pueden extrañar, por tanto, las autoalabanzas que los gobernadores proclamaban a
menudo acerca de su persona, minimizando las desgracias y presumiendo con los más pequeños logros. Alonso González
de Nájera es explícito sobre este punto: "...hace cada uno por su parte gran ostentación en cual pone más indios de paz,
representándolo por servicios los ministros y capitanes con los Gobernadores y Virrey, para que los galardonen con
repartimientos, rentas y lanzas, y los Gobernadores con Su Majestad proponiendo el fruto que hacen en su real servicio...
Y es de manera, que hay algunos caudillos que no mirando a más que a tener servicios que representar... solicitan y
reciben paces en cualquier ocasión"15. Así, antes de dar crédito a un documento que pretendía demostrar al rey lo bien
que estaban las cosas, es preciso cotejarlo con la(s) otra(s) versiones existentes.
En tanto, cada gobernador hacía y deshacía lo obrado por su antecesor, cosa que creaba confusión en la forma de
enfrentar al mapuche16. A veces las rencillas entre los funcionarios obstaculizaban la gestión militar, tal como se deduce
de la documentación. Así por ejemplo, en medio de la desolación producida tras la muerte de Oñez de Loyola, el
gobernador interino Vizcarra, "sólo se ha ocupado en hacer informaciones contra el muerto gobernador, con testigos
buscados para este propósito", nos informa un preocupado religioso17.

13
JOSE BENGOA, Conquista y barbarie, Ed.Sur, Santiago, 1992, págs.48-49.
14
Idem., pág.38. Agrega el autor: "A América en general, y a Chile en particular, no llegó un grupo de farmers, de
Robinsones laboriosos, de pilgrims perseguidos por sus ideas religiosas y ansiosos de vivir en paz, de cultivar la tierra y
servir a Dios. Los que aquí llegaban venían en busca de movilidad social, de pasar de pobres a ricos, de reproducir en
América la España que dejaron: dejar de servir y ser servidos" (pág.36). Las negrillas son nuestras.
15
GONZÁLEZ DE NÁJERA, op.cit., pág.132.
16
Cfr. el Informe de Miguel de Olaverría, probablemente de comienzos de 1598, publicado por CLAUDIO GAY en el
tomo II de su Historia física y política de Chile. Documentos sobre la historia, la estadística y la geografía, Imprenta de
E.Thunot y Cia., París, 1852, pág.40. Aunque el documento está fechado como de 1594, creo que es posterior por las
siguientes razones: 1) se dice que hace cuatro años que se había fundado Santa Cruz (pág.19) y ésta data de fines de 1594;
2) se sostiene que Loyola ha sido socorrido con "450 soldados en dos veces" (pág.31) registrándose la llegada de
refuerzos en noviembre de 1596 y noviembre de 1597; 3) se afirma que hace 48 años que se lucha en el sur (pág.41),
iniciándose las hostilidades con los mapuches en 1550 (fundación de Concepción).
17
Carta de fray Antonio de Vitoria al rey, 12 de marzo de 1599, CDIHCh, Segunda Serie, tomo V, pág.88.
16

Las rivalidades personales se manifestaban especialmente entre los gobernadores. "Desde los oficiales de bajo
grado hasta los maestres, formaban una trama de apoyo mutuo para las aspiraciones y las ínfulas. Los gobernadores, en la
cúspide de la pirámide, aprovechaban el mérito militar. Cada uno, al llegar al país, daba cuenta al rey del mal estado de la
guerra y de los establecimientos fronterizos, sugiriendo el fracaso del antecesor. Luego, durante los años de su mandato,
vertían cartas y memoriales que reseñaban, con nervio y detalle, tales y cuales incursiones, las confabulaciones de los
salvajes, algunos combates elevados a la categoría de batallas, fundación o traslado de un fuerte y, en fin, el sometimiento
de varias parcialidades y la seguridad del dominio español. En esos trances concluía el gobierno y llegaba un sucesor, que
reiniciaba el ciclo de los documentos"18.
Los gobernadores de Chile, además, actuaban muchas veces como una especie de «patrón de fundo» dentro de su
jurisdicción. Muchas cartas que se despachaban a la metrópoli, eran censuradas y la violación de la correspondencia era
pan de cada día. El gobernador Alonso de Ribera, por ejemplo, en el juicio de residencia, fue sentenciado con una multa
por este abuso19. Su sucesor, Alonso García Ramón, fue acusado en muchas oportunidades de engañar al rey con falsas
informaciones20. Quizás la denuncia más grave era la que sostenía que nadie osaba escribir la verdad de las cosas de
Chile, por "estar amedrentados de vuestro gobernador Alonso García Ramón de una carta que escribió al cabildo della
[Santiago]"21. Las quejas de los funcionarios no adictos a la persona del gobernador de turno son copiosas y reflejan la
dicotomía entre la realidad y la imagen de la realidad que se transmitía al rey. En todo caso, tampoco conviene pecar de
ingenuo, pues estos adversarios exageraban igualmente al describir los fracasos militares de los gobernadores. Cuesta
mucho encontrar testimonios imparciales de los hechos.
Otro elemento a considerar es la distancia y el tiempo que tardaba una carta de Chile en llegar a España o Perú,
cuestión que nos ayuda a comprender la lentitud con la que se implementaban las políticas españolas en esta colonia. Una
carta urgente desde Concepción a Lima demoraba más o menos tres semanas y media hasta llegar a su destino. Poco más
de un mes tardaba el viaje de regreso22. Llegar a Castilla era más complicado, pues se dependía de un buen número de
factores (disponibilidad de transporte, clima, corsarios, suerte). En ocasiones una persona empleaba más de un año en la
travesía. Por eso, los enviados a la corte partían cargados de poderes e instrucciones del gobernador, de los Cabildos, los
mercaderes o los encomenderos, donde cada cual abogaba por sus intereses.

18
SERGIO VILLALOBOS, La vida fronteriza en Chile, Ed.Mapfre, Madrid, 1992, págs.263-264.
19
Sentencia dada por el doctor Luis Merlo de la Fuente en la residencia del Gobernador Ribera, Santiago, 5 de mayo de
1610, CDIHCh, Segunda Serie, tomo VII, pág.618.
20
Véase al respecto diversas cartas de religiosos y funcionarios reales, en Mss.Medina, tomo 110, fs.48, 71, 348-350 y
379.
21
Carta de Juan de Ugalde al rey, Santiago, 26 de marzo de 1608, Mss.Medina, tomo 110, f.39. FRANCISCO NÚÑEZ
de PINEDA y BASCUÑÁN opinaba frente al mismo problema: "...juzgo yo que los gobernadores... no atienden más que
a sus particulares intereses, a costa del común y de los pobres, y en lo aparente sólo hacen papeles de servidores de su
Real Majestad, haciendo informes siniestros y contra la verdad, y a lo que patentemente estamos experimentando... Los
reyes y príncipes que gobiernan, ignoran lo esencial y lo que más importa, porque no quieren oír las verdades, ni hay
quien se atreva a decirlas". Cautiverio feliz, Selección y prólogo de ALEJANDRO LIPSCHÜTZ y ÁLVARO JARA,
Ed.Universitaria, Santiago, 1973 (5ª edición, 1992), págs.128-129.
22
Una carta de Quiñones al virrey, despachada el 6 de noviembre de 1599, fue recibida el 2 de diciembre según consta en
un acuerdo hecho en Lima el 3 de diciembre (CDIHCh, Segunda Serie, tomo V, pág.203). Un rápido viaje de Lima a
Concepción tardaba 35 días, según comentaba el licenciado Talaverano al rey en carta del 8 de marzo de 1604 (CDIHCh,
Segunda Serie, tomo VII, págs.486-487).
17

Muchas cartas reiteraban las cosas porque siempre existía la posibilidad que una misiva se extraviara en el
camino. Esto derivaba a veces en errores, principalmente cuando se trataba de fechas o lugares, aunque dichos errores
también pueden ser atribuidos al copista del documento. Por citar un ejemplo: el 6 de noviembre de 1599, el gobernador
Quiñones informaba al virrey que una nave de corsarios había anclado frente a la isla Santa María el 3 de noviembre. El
25 del mismo mes, Quiñones volvía a escribir al virrey, señalando el 5 de noviembre como fecha del suceso23.
A la vista de estos antecedentes, se impone la cautela al momento de interpretar un documento de los siglos XVI
o XVII. Ya se indicó que las crónicas ayudan bastante en tal sentido, aunque éstas tampoco pueden estudiarse sin una
debida crítica.
El sello común que tienen muchas de las crónicas publicadas hoy, es su casi desconocimiento para gran parte de
los contemporáneos a los autores. De hecho, "...los escritores americanos tenían que vencer grandes dificultades para
darse la satisfacción de imprimir sus producciones. En la América española, las imprentas eran tan escasas, como
caras"24.
La gran obra del padre Rosales permaneció inédita hasta 1878, la de González de Nájera hasta 1866, la versión
íntegra del libro de Jerónimo de Quiroga hasta 1979, tras conocerse una parte recién en 1878. Esto no es casual. "Según
una disposición de Felipe II, no podía conservarse, y por consiguiente mucho menos comunicarse a otro, ninguna obra
manuscrita relativa a religión sin que hubiera obtenido la competente licencia, bajo pena de perder la vida"25. Como la
religión intervenía en prácticamente todos los escritos de la época, no era muy fácil hacerse de la autorización para
imprimir un libro. La incipiente burocracia impidió la publicación de una mayor cantidad de libros; la censura sepultó
otros tantos.
Es muy posible que aquello haya ocurrido con obras como la de Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán. En la
segunda mitad del siglo XVII escribía : "Sólo sí podré decir y dar a entender lo que me ha movido a escribir algunos
sucesos de este reino con verdaderas experiencias (aunque con humilde y llano estilo): el haber conocido algunos escritos
y obras de historia que han salido a luz y están para salir, de algunos acaecimientos de esta guerra de Chile, tan ajenos de
la verdad como llevados de la adulación los más, y otros del propio interés y del que han adquirido por sus letras"26. El
hecho de plantear una historia «alternativa», distinta de la que se proclamaba como verdadera, le valió a su libro el cuasi
olvido hasta 1863.
Por lo tanto, antes de trabajar una crónica, se sugiere indagar la vida del autor y descubrir qué móviles lo habían
impulsado a tomar la pluma. No se puede leer con el mismo criterio a Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas o a
Santiago de Tesillo y Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán. Tampoco se puede comparar el enfoque del militar, que
utilizó González de Nájera, con la mirada de un cronista religioso como Rosales.

23
Las dos cartas están en CDIHCh, Segunda Serie, tomo V, págs.152 y 199.
24
"En efecto ¿cuáles son las obras impresas que tenemos de ese tiempo? Las de Oña, Ovalle, Villarroel, Molina, y otras
cuatro o seis. ¿Cuántas son las que nos han llegado inéditas? Muchas más. Entre otras, las de Pineda y Bascuñán,
Córdova y Figueroa, Vidaurre, Pérez García, Carvallo y otras varias. La metrópoli no había cuidado siquiera de dar a luz
las interesantes cartas o mejor relaciones del conquistador Valdivia, y las crónicas no menos curiosas de Góngora
Marmolejo y de Mariño de Lovera". MIGUEL LUIS AMUNATEGUI, Los precursores de la independencia de Chile,
Imprenta, Litografía y Encuadernación Barcelona, Santiago, 1909-1910, tomo I, págs.273-274.
25
Idem., tomo I, pág.273.
26
PINEDA y BASCUÑAN, op.cit., pág.19.
18

Por último, determinar la verdad o falsedad de ciertos hechos narrados por los cronistas, y que no figuran en la
correspondencia u otras crónicas, no es fácil. Sólo la experiencia y el buen conocimiento de nuestra historia pueden
ayudarnos en ese sentido.
Un problema aparte lo constituye la historia de los mapuches que es muy difícil de reconstruir. El principal
inconveniente es la no existencia de fuentes directas, por lo que debemos conformarnos con los relatos provenientes del
mundo hispanocriollo. A pesar de ello, mucha información es valiosa y hay que aprender a interpretarla. Así, al menos,
nos acercaremos algo a una imagen más real de la historia mapuche del período colonial.
Veamos, por ejemplo, los versos de los poemas épicos. En varias ocasiones se refieren discursos de los loncos en
un lenguaje que, evidentemente, no expresaba la mentalidad del nativo, por responder a una cosmovisión europea y
utilizar muchas palabras que carecían de sentido en la cultura mapuche27. Sin embargo, creo que dichos versos nos
permiten captar algunos datos interesantes, muchos de los cuales son corroborados por los cronistas y documentos de la
época. Más que tomar al pie de la letra las expresiones puestas en boca de mapuches por los cronistas o poetas, podemos
intuir, a partir de ellas, actitudes, estados de ánimo o formas de pensar.
Por otra parte, tampoco hay que subestimar el conocimiento que los españoles tenían de su enemigo. Gran parte
de quienes durante esta época luchaban en la Araucanía o residían en los poblados hablaba el mapudungun. A fines del
siglo XVI, "las indias eran ocupadas en las casas de los españoles como nodrizas de sus hijos. Resultaba de aquí que
todos los niños de origen español hablaban entonces la lengua chilena alternativamente con el castellano"28. Muchos
soldados aprendían el idioma en la guerra o en cautiverio. Los religiosos igualmente se valían del mapudungun para
enseñar su doctrina. El hecho de poder contactarse verbalmente con los mapuches y, por tanto, conocer parte de su
cultura, otorga a muchas fuentes un valor adicional.
Y ahora, con las precauciones indicadas, situémonos en la gobernación de Chile hacia fines del siglo XVI...

27
Señala acertadamente BENGOA: "La arrogancia frente a la muerte, el culto sagrado de la libertad, el desprecio total
ante el invasor, serán destacados una vez y para siempre por Ercilla. Seguramente no todo es invención del poeta; es más
bien su lectura castellana de la actitud indígena; su interpretación de lo que veía con sus ojos o le contaban los soldados
que antes lo habían visto u oído". Conquista y barbarie, op.cit., pág.117.
28
DIEGO BARROS ARANA, Historia jeneral de Chile, tomo III, Ed.Rafael Jover, Santiago, 1884, pág.130, nota 15.
19

EL OCASO DEL
SIGLO XVI EN EL
REINO DE CHILE

Empezaron los loncos a juntar a la gente y corrió la flecha


ensangrentada entre ellos, llamando a la guerra, golpearon muy fuerte
con los pies la tierra para despertarla, y ésta se estremeció, como lo hacía
cuando el volcán llamaba, golpearon con la mano los tambores y así
también despertar a los cielos después de esa larga noche, soplaron
canillas de españoles muertos, hechas flautas, para despertar a los
espíritus de esos guerreros y apoderarse de ellos y de su fuerza, y
soplaron la trutruka, ronca y potente, la que perfora los sonidos del
viento y la lluvia. La trutruka siempre llama, cruzando valles y cerros, a
juntarse, ya sea a la guerra o a los parlamentos o a los juegos. Ahora
llama a la guerra.

Rosa Miquel
20

El panorama en el lado español

Año 1592: España se vestía de fiesta. Pronto se celebrarían los cien años del triunfal viaje de Cristóbal Colón
que había abierto las puertas a una inmensidad de territorios, incorporados sucesivamente al imperio. Las hazañas de
sus vasallos en las Indias y la expansión de la religión católica llenaban de orgullo a la monarquía. Casi todo era
esplendor y, especialmente, riquezas que llegaban a Europa en grandes convoyes de navíos de carga, secundados por
buques de guerra. El oro y la plata colmaban las arcas reales y permitían la mantención de cruentas guerras en
Flandes y en el Mediterráneo.
Allí, poderosos adversarios, como los turcos, quitaban el sueño a los capitanes imperiales que defendían las
fronteras y la soberanía de los reyes de España en Europa. Corsarios y piratas protestantes acechaban por todos
lados, desafiando los dominios de la corona en el Atlántico y en América. Campesinos descontentos, de muchas
regiones que incluso ignoraban la existencia del Nuevo Mundo, obligaban a una constante guerra social.
Muy lejos de estas preocupaciones y sin festejos, una pequeña colonia donde "...todas las ciudades... no
tienen juntas tantos hombres y mujeres como viven en la plaza de Madrid", subsistía en medio de una cotidiana
inestabilidad29. En Santiago del Nuevo Extremo, capital de la provincia de Chile, "...la vida era simple. Casas de
adobe, paredes blancas de cal; a veces tapices cubriendo los suelos enladrillados, y en los desnudos muros, pinturas
de santos. El agua, racionada y escasa. El alumbrado, velas de sebo. La comida, frugal y en ocasiones abundante. El
vino hacía las delicias de propios y extraños. La higiene era casi desconocida. La ropa buena se heredaba por
generaciones, y cuando alguien fallecía, trajes y prendas interiores eran materia de inventario"30.
El 6 de octubre de 1592 juraba en esta ciudad un nuevo gobernador. Se llamaba Martín García Oñez de
Loyola, bordeaba los 45 años y venía revestido de ostentosos pergaminos, entre los cuales figuraba la captura del
inca Túpac Amaru en 1572. En la última década del siglo XVI, la fama de la gobernación que asumía, no resultaba
muy alentadora para quienes pretendían llenarse los bolsillos con oro y adquirir encomiendas. Según Diego Barros
Arana, "dos mil individuos de origen español que poblaban a Chile el año de 1592, vivían repartidos en diez
pequeñas y modestísimas aldeas, a las cuales sin embargo se les daba el pomposo nombre de ciudades"31. Dichas
ciudades eran La Serena, Santiago, Chillán, Concepción, Angol, Imperial, Valdivia, Villarrica, Osorno y Castro.
La situación económica de estos pueblos era precaria32. Los lavaderos de oro ya no rendían las cantidades de
antaño y estaban casi completamente abandonados. Sólo las fantasías de algún nostálgico explican el hecho que,
hasta bien entrado el siglo XVII, se hablara de las fabulosas minas de oro que cobijaba el territorio ocupado por los
mapuches y donde, supuestamente, "se hallaban granos como nueces, otros como huevos y algunos particulares

29
La expresión es de JERÓNIMO de QUIROGA, Memorias de los sucesos de la guerra de Chile, Ed.Andrés Bello,
Santiago, 1979, pág.266. La crónica es de finales del siglo XVII.
30
FERNANDO CAMPOS HARRIET, Alonso de Ribera, gobernador de Chile, Ed.Nacional Gabriela Mistral,
Santiago, 1973, pág.75.
31
DIEGO BARROS ARANA, Historia Jeneral de Chile, tomo III, Ed.Rafael Jover, Santiago, 1884, págs.126-127.
32
El tema económico ha sido tratado en detalle por SERGIO VILLALOBOS en su Historia del pueblo chileno, tomo
II, Ed.Zig-Zag, Santiago, 1983 y FRANCISCO ANTONIO ENCINA en el tomo II de la Historia de Chile,
Ed.Nascimento, Santiago, 1950. También se encuentra información en ÁLVARO JARA, Guerra y sociedad en
Chile, Ed.Universitaria, Santiago, 1971 (quinta edición, 1990), capítulo 2. Estos textos han sido la base para
caracterizar brevemente la situación económica de Chile en este período.
21

mucho mayores"33. En realidad, las antiguas encomiendas, cuyos dueños perseguían fundamentalmente la extracción
de oro, habían perdido su atractivo.
Aparte del agotamiento de los lavaderos, el principal problema era la merma poblacional que afectaba a los
indígenas encomendados y que se acentuó dramáticamente con la gran epidemia de viruela de 1591. La peste causó
sus mayores estragos en los territorios mapuches, donde cobró un elevadísimo número de víctimas fatales. De
acuerdo a Encina, los españoles perdieron todos sus indios auxiliares, de manera que "ni el maestre de campo, ni los
capitanes tenían quien les ensillase el caballo" 34. En general, la población autóctona de Copiapó a Chiloé había
descendido drásticamente, de unos 800 mil a la llegada de los españoles a 160 mil en 159835. Sin oro ni mano de
obra, pocos eran los incentivos para atraer a Chile población de origen hispano.
Así las cosas, no todo era miseria para los españoles. Las necesidades de alimentación habían permitido
desarrollar una agricultura que, junto con la ganadería, corrió mejor suerte que la minería del oro. Del
autoabastecimiento se pasó, desde mediados del siglo XVI, a una nada despreciable actividad exportadora dirigida
hacia el Perú, cosa que revela la existencia de cierta cantidad de excedentes de producción. De hecho, "el retorno
chileno ya no consistía sólo en oro: el Perú llevaba en cantidad considerable para la magnitud de las economías de
ambos países, sebo, cordobanes, badanas, vino, madera, manzanas, aceite, cobre, cáñamo, carne salada, tocino,
aceitunas, puercos, etc."36.
La fertilidad de los suelos y las bondades climáticas favorecían la producción, cosa resaltada por todos los
cronistas cuando tratan de las virtudes de Chile. Además, con la decadencia de los lavaderos de oro, el comercio de
productos agrícola-ganaderos adquirió mayor importancia, "hasta dar un tono pastoril y agrícola a la economía
chilena"37. El tráfico se orientaba de sur a norte, aportando las ciudades meridionales diversas mercaderías, como
eran los paños -elaborados por indios encomendados-, el vino y diversas frutas. En Angol, por ejemplo, se cogían
más de 30 mil botijas de vino (300 mil litros) al año38.
Pero el elemento que, sin duda, imprimió una fisonomía particular a la provincia de Chile y condicionó su
desenvolvimiento económico-social, fue la ininterrumpida guerra que sostenían los peninsulares contra los
mapuches. "Los colonos estaban condenados a vivir en una intranquilidad constante, a desatender con frecuencia sus
familias y sus intereses para salir en campaña, y a imponerse sacrificios pecuniarios que debían parecerles
abrumadores"39. La dificultad para mantener las poblaciones con sus respectivas encomiendas ya había forzado al
gobernador saliente, Alonso de Sotomayor, a acudir en persona al Perú para solicitar refuerzos.

33
ALONSO GONZÁLEZ de NÁJERA, Desengaño y reparo de la guerra del Reino de Chile, Colección de
Historiadores de Chile (en adelante CHCh), tomo XVI, Imprenta Ercilla, Santiago, 1889., pág.36.
34
MARIÑO de LOBERA, Crónica del reino de Chile, citado por ENCINA, op.cit., pág.131.
35
VILLALOBOS, Historia del pueblo chileno, tomo II, op.cit., pág.107.
36
ENCINA, op.cit., pág.206. Un sugerente enfoque, en cuanto a la interpretación de este fenómeno, considerando el
posterior desenvolvimiento económico de la gobernación de Chile, es planteado por MARIO MATUS, Para una
caracterización de la economía chilena en los siglos XVI y XVII, en Revista Nueva Clío, Cuarta etapa, N°5,
Santiago, 1994.
37
VILLALOBOS, Historia del pueblo chileno, tomo II, op.cit., pág.55.
38
Parecer que entregó Francisco Galdames de la Vega a Alonso de Ribera, Concepción, 16 de febrero de 1601,
Colección de Documentos Inéditos para la Historia de Chile (en adelante CDIHCh), Segunda Serie, tomo VII,
pág.58.
39
BARROS ARANA, op.cit., págs.141-142.
22

Por su parte, los vecinos se quejaban de las continuas derramas que imponían las autoridades militares y
exigían soluciones. La Real Hacienda, admitiendo las súplicas, se fue convirtiendo en el organismo que financió la
guerra. "A medida que avanzó el siglo XVI la dependencia de las cajas reales del Perú se fue acrecentando a causa
del doble fenómeno de la decadencia de los lavaderos chilenos y del auge extraordinario de la producción argentífera
de Potosí. En los seis años que median entre 1589 y 1594, los refuerzos de todo tipo enviados desde Lima
ascendieron a 201.899 ducados, que corresponden a 163.249 de los antiguos pesos de oro, equivalentes a su vez, a
775,29 kilos"40.
En definitiva, el flamante gobernador Oñez de Loyola heredó una gobernación, donde la dependencia del
Perú para mantener la guerra, la pobreza del erario, el desgaste de sus habitantes y la resistencia indígena eran los
cimientos de un frágil edificio.

Un gobernador con las manos atadas

Varios inconvenientes opacarían paulatinamente el ánimo de Oñez de Loyola. Ya en el momento mismo de


su llegada tuvo que enfrentar el primer escollo: la desazón que se apoderó de muchos vecinos ya que, "...después que
le vieron ir sin socorro de gente ni de dinero en tiempo que lo estaban esperando como el dicho virrey les había
asegurado por sus cartas, causó gran descontento en el dicho reino, mayormente entre la gente de guerra, de suerte
que fue necesario al dicho gobernador usar de medios extraordinarios para entretener los soldados dándoles algún
dinero que pudo recoger hasta empeñar para esto los tributos de unos indios que vacaron y asegurándoles, sobre
todo, la brevedad de la venida del socorro del Pirú..."41.
Sin embargo y para colmo de males, las promesas que el gobernador tuvo que hacer en Chile no motivarían
mayor inquietud en el virrey del Perú García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete. Este personaje, recordado en
Chile por haber sido uno de sus primeros gobernadores, nunca colaboró con Oñez de Loyola. Por el contrario,
obstaculizó su gestión mediante una pasividad casi absoluta en lo que al envío de refuerzos se refiere. Además, el
nombramiento del nuevo gobernador de Chile no le produjo satisfacción alguna y así lo expresó al rey: "...no le tengo
por nada a propósito, porque ni es soldado, ni quiere serlo y tiene poco ánimo y es en gran manera mísero"42. Más
tarde, las acusaciones del virrey adquirieron un tono más agresivo y poco común en la correspondencia oficial de la
época, llegando a calificar a Oñez de Loyola de "...tan miserable y codicioso que todo el tiempo se le va en buscar
minas..."43.

40
VILLALOBOS, Historia del pueblo chileno, tomo II, op.cit., pág.53.
41
Petición de Miguel de Olaverría a la Real Audiencia de Lima por orden del gobernador Oñez de Loyola, 1593,
CDIHCh, Segunda Serie, tomo IV, págs.276-277.
42
Carta del virrey marqués de Cañete al rey, Lima, 15 de mayo de 1593, CDIHCh, Segunda Serie, tomo IV, pág.332.
Véase también la carta que dirigió a Juan de Ibarra el 28 de abril de 1592, id., id., pág.188.
43
Carta del virrey marqués de Cañete al rey, Lima, 20 de enero de 1595, Manuscritos Medina (en adelante
Mss.Medina), tomo 230, f.314. En la misma carta pide que el gobernador de Chile sea removido de su cargo.
23

Entonces, al gobernador de Chile no le quedó otra alternativa que aceptar la aversión del virrey hacia su
persona y dirigir sus peticiones directamente a España 44. Su misión de concluir la conquista no contará durante
algunos años con el fundamental apoyo del Perú.
Cabe rescatar de este episodio el hecho que las rencillas personales actuaron en algunos casos en desmedro de
los intereses que, supuestamente, defendían todos los funcionarios de la corona en América. Tales resquemores
perjudicaron sobre todo a quienes, en lastimosas condiciones materiales, intentaban hacer frente a los mapuches.
Cuatro años sin refuerzos de tropas tendrían sus repercusiones en los dos bandos en pugna.
El reino no contaba con suficientes soldados para poder conservar sus poblaciones y fuertes sin temor.
Cuando más, se sacaban trescientos hombres en campaña. La correspondencia del gobernador y sus colaboradores,
de los encomenderos y de los religiosos está colmada de encarecidas demandas de socorros. En 1593, por ejemplo, se
solicitó en muchos documentos el abandono de la cercada fortaleza de Arauco, por la falta de efectivos para
sustentarla45. Las gestiones del sargento mayor del reino Miguel de Olaverría ante el virrey, fueron tan ineficaces
como las del secretario del gobernador, Domingo de Erazo, en España46.
En el sur de Chile el panorama era desolador. "El ejército atravesaba por un período de plena
descomposición, las deserciones de los soldados eran frecuentes, la moral casi no existía, se pasaba hambre,
desnudez, casi no había armas, la guerra parecía interminable. La recompensa de los sacrificios parecía no existir
sino en el cielo... Este ejército de «resistencia» no tenía la fuerza moral necesaria y materialmente era decrépito"47.
Asimismo, las bajas eran de proporciones y los vacíos dejados por ellas no podían ser suplidos. Entre
noviembre de 1591 y abril de 1593, se contabilizó la falta de nada menos que 229 soldados. Los muertos por diversas
causas alcanzaban el número de 131. La peste de viruela y otras enfermedades habían sido el verdugo de 84
hombres, mientras los muertos por los mapuches, los ahogados, accidentados o sentenciados por algún delito,
sumaban 47. Otros 98 resultaron incapacitados para la guerra por haberse metido a fraile o clérigo -vía de escape
utilizada durante muchos años por un gran número de soldados agobiados por las penalidades de la guerra-,
encontrarse heridos o enfermos y haber abandonado el reino con licencia o mediante la fuga48. Si bien la epidemia de
viruela distorsiona las cifras habituales de la mortalidad, éstas nos permiten entender mejor la insistencia de los
ruegos y la urgencia de los refuerzos para los propósitos españoles en Chile.
La falta de soldados y, por consiguiente, de seguridad, preocupaba también a los vecinos. En varios
documentos se aprecia el temor que reinaba frente a las incursiones de grupos o avanzadas mapuches contra fuertes y
ciudades, donde robaban los ganados49. Estas condiciones de vida motivaron al Cabildo de la Imperial a concluir que
"...como fuerza se había despoblar esta ciudad si Vuestra Majestad no fuere servido de socorrer a este reino"50.

44
El único comentario de Oñez de Loyola que encontré sobre este punto, está en una carta al rey del 17 de abril de
1593. En la misiva se acusa al virrey de no ayudar a Chile, ya que "con manifiesta demostración dio a entender ser
mi elección contra su gusto y opinión". CDIHCh, Segunda Serie, tomo IV, pág.310.
45
Véase CDIHCh, Segunda Serie, tomo IV, págs.299, 304, 317, 328, 363 y 367.
46
Testimonio de estas gestiones son las 11 cartas dirigidas por Domingo de Erazo al rey entre diciembre de 1596 y
octubre de 1597, Mss.Medina, tomo 97, fs.218-248.
47
JARA, op.cit., pág.122.
48
Todos estos datos provienen de un documento titulado Bajas españolas entre noviembre de 1591 y el 21 de abril de
1593, CDIHCh, Segunda Serie, tomo IV, págs.328-330.
49
Al respecto véase: Pedimento del Cabildo de la ciudad de Villarrica para que sus vecinos no sean compelidos a ir a
la guerra, 27 de octubre de 1593 y, especialmente, Pedimento del Cabildo de la ciudad Imperial para que sus vecinos
24

El nuevo virrey del Perú, Luis de Velasco, quien asumirá su cargo el 26 de julio de 1596, jugará un papel más
activo en los asuntos relativos a la guerra de Arauco. Tras los usuales contratiempos que derivaban del enganche de
soldados para ir a la impopular provincia de Chile, logró armar y despachar dos contingentes, bajo la promesa de
licenciarlos después de un año de servicio51. El primero, compuesto por unos doscientos hombres al mando de
Gabriel de Castilla, arribó en el mes de noviembre de 1596 y desató la euforia entre los empobrecidos y acongojados
vecinos y moradores52. Al año siguiente, el mismo Castilla condujo otros ciento cuarenta soldados al puerto de
Valparaíso, donde desembarcaron el 1° de noviembre53. Con estos efectivos en campaña, Oñez de Loyola confiaba
en una pronta pacificación del reino.
Pero los refuerzos no mitigaron los problemas, pues el gobernador no contó con la ayuda de gran parte de los
encomenderos de Chile, cuya resistencia a seguir colaborando en la guerra tuvo una favorable acogida en la Real
Audiencia de Lima. Ésta, en 1595, dictó una provisión que eximía a los vecinos de sus obligaciones militares e
impedía al gobernador echar derramas54. Los reclamos no tardaron y, el mismo año, Olaverría pedía al virrey la
derogación de esta provisión55. Igual cosa tramitaba Erazo en el Consejo de Indias, donde conseguirá un decreto que
mandaba a la Audiencia de Lima "se abstenga en dar provisiones en todo lo que fuere gobierno y guerra y en esto
deje libre al gobernador"56.
A pesar de esta medida, los hechos prueban que al momento de requerirse la presencia de los encomenderos,
éstos hacían caso omiso de los llamados. Así ocurrió por ejemplo en 1596, cuando Oñez de Loyola, enterado de que
le llegarían pronto los refuerzos del Perú, instó a todos quienes tuvieran encomienda en Tucapel a participar con sus
armas y caballos en la conquista de dicha comarca. Para presionar a los propietarios, ordenó que dentro de sesenta
días desde hecha la notificación, acudiesen al ejército bajo pena de perder su encomienda57. De nada sirvieron las
amenazas y, una vez más, el rey se convirtió en fuente de desahogo para el gobernador. En 1598 le escribe:
"...aunque se les han hecho apercibimientos y particularmente a los encomenderos de Tucapel, no han acudido a la
guerra de cuatro años a esta parte; porque cuando todos acudiesen no son ocho hombres de servicio..."58. Pedro

no sean compelidos a ir a la guerra, 18 de noviembre de 1593, CDIHCh, Segunda Serie, tomo IV, págs.335-336 y
371-374.
50
Carta del Cabildo de La Imperial al rey, 22 de noviembre de 1593, CDIHCh, Segunda Serie, tomo IV, pág.376.
51
El tema del enganche de soldados para la guerra de Chile, durante la primera mitad del siglo XVII, ha sido
estudiado por JUAN EDUARDO VARGAS C., Antecedentes sobre las levas en Indias para el ejército de Chile en el
siglo XVII (1600-1662), en Revista Historia, N°22, P.Universidad Católica de Chile, Santiago, 1987, págs.335-356.
52
Aunque el virrey Velasco, en carta del 11 de octubre de 1596 (Mss.Medina, tomo 98, f.92), había informado a
Oñez de Loyola que enviaría 215 hombres, consta por los siguientes documentos el número indicado en el texto:
carta del virrey a Oñez de Loyola del 5 de mayo de 1597, carta de Oñez de Loyola al rey del 12 de enero de 1598 y
carta inconclusa y sin fecha de Oñez de Loyola al rey. Las tres están en Mss.Medina, tomo 98, fs.95, 30 y 41
respectivamente. Por último, está la carta del deán y Cabildo de La Imperial al Consejo de Indias del 7 de febrero de
1597, Mss.Medina, tomo 100, f.27.
53
Carta de Gabriel de Castilla a Oñez de Loyola, 1 de noviembre de 1597, Mss.Medina, tomo 98, f.111.
54
Provisión de la Audiencia de Lima para que no se admita a los vecinos de Chile para ir a la guerra de Arauco y no
se les eche derrama ni se les tomen sus haciendas, Lima, 26 de abril y 2 de mayo de 1595, Mss.Medina, tomo 97,
documento N°1493.
55
Pedimento de Miguel de Olaverría al virrey, 14 de agosto de 1595, Mss.Medina, tomo 98, f.151.
56
Memorial de lo que pide Oñez de Loyola para la guerra de Chile, ¿1596?, Mss.Medina, tomo 97, fs.141 y 154-160.
57
Provisión de Oñez de Loyola, Santa Cruz, 16 de octubre de 1596, Mss.Medina, tomo 97, f.206.
58
Relación de lo que escribe el gobernador de Chile en carta de 17 de enero de 1598 sobre las cosas de la guerra,
Mss.Medina, tomo 98, f.68.
25

Cortés y Miguel de Silva, ilustres y afamados militares de la colonia, confirman la negativa de los vecinos y lo
perjudicial que ésta resultaba para el desarrollo de la guerra59.
En tanto, el propio rey cederá ante las enérgicas y reiteradas quejas de sus vasallos de Chile y promulgará, el
15 de octubre de 1597, una real cédula en favor de los vecinos y encomenderos, ordenando al gobernador "...que
procuréis excusarlos y relevarlos de la guerra cuanto fuere posible, y no los compeláis a ir a ella sino en casos
forzosos, y que no se pueden excusar, y que acomodéis las cosas de manera que no falten bastimentos para la
expedición de la guerra"60. Una larga pugna entre los intereses privados y las autoridades militares, se resolvía así en
favor de los primeros.
Por otra parte, hay que precisar que en estos años no todos los encomenderos manifestaban un mayor interés
por sus posesiones, cosa que también influía en la apatía frente a la guerra. La desmedrada situación económica y las
constantes arremetidas indígenas habían forzado a algunos a asentarse en Santiago y a probar suerte en otras
actividades. De un documento de enero de 1598 se desprende que, de 39 encomiendas de Arauco, Tucapel y Purén,
sólo 11 estaban en condiciones de ser pobladas por sus dueños. Las restantes estaban vacantes o simplemente no
podían ser ocupadas, por residir el encomendero en otra de sus posesiones, tener problemas de edad o de salud61.
La tarea de Oñez de Loyola no se presentaba nada de fácil. A la par con los conflictos que se desarrollaban al
interior de la sociedad hispanocriolla, los impredecibles mapuches colocaban en serios aprietos a las ciudades del sur
del río Biobío.

Los mapuches y la guerra

El tenaz enemigo de los españoles hace mucho tiempo habitaba los territorios del actual sur chileno. Eran los
mapuches: la gente de la tierra. Sus miembros se identificaban con la tierra; no se consideraban dueños de ella. A
fines del siglo XVI, los araucanos, que conservaban porfiadamente su libertad, ocupaban la zona comprendida entre
los ríos Biobío y Toltén. Un poco más al sur, hasta la isla de Chiloé, vivían los denominados huilliches, la gente del
sur.
Entre los mapuches había un sinnúmero de subdivisiones (linajes, rehues, cavíes...) cuya lógica articuladora
hasta el día de hoy es difícil de establecer. En este trabajo las diferenciaremos de acuerdo a las descripciones dejadas
por los cronistas y funcionarios españoles, pues, desgraciadamente, carecemos de otras fuentes para iluminar la
compleja problemática socio-política del mundo mapuche durante este período.
Las agrupaciones mapuches más importantes y numerosas se congregaban en torno a la cordillera de
Nahuelbuta la cual, durante el período colonial, estaba cubierta por una densa vegetación que dificultaba trepar por
sus laderas. Al oeste de estas montañas de hasta mil metros de altura, se ubicaban los mapuches de Arauco y los

59
Véase la Información sobre la guerra de Chile del 8 de febrero de 1598, Mss.Barros Arana, tomo 10.
60
La real cédula está publicada íntegramente en MIGUEL LUIS AMUNÁTEGUI, Los precursores de la
independencia de Chile, tomo II, op.cit., págs.105-106.
61
Relación de las personas que tienen encomiendas en las provincias de Purén, Tucapel y Arauco, 16 de enero de
1598, Mss.Medina, tomo 100, fs.114-118.
26

tucapeles, cuyos padres y abuelos fueron inmortalizados por Ercilla en La Araucana. Al otro lado residían los
mapuches de Catiray y de Purén62.
Otras comarcas o "provincias" (según las conceptualizaron los españoles) de importancia eran las moradas de
los coyunches o coyuncos y de los marehuanos, llamados así por la deformación de Marihuenu, región donde vivían.
Sus familias se esparcían por la zona que rodea la confluencia de los ríos Biobío y Laja hasta la ciudad de Angol.
Avanzando hacia la cordillera, en los alrededores de la actual población de Mulchén, habitaban los denominados
moluches. En la región donde estaba enclavada la ciudad de la Imperial se encontraban los cautenes, que debían este
nombre al hecho de estar asentados en torno al río Cautín. Más al este, incluyendo los faldeos de los Andes, estaban
los mapuches de Maquehua. Al sur, por último, habitaban los toltenes, los cuncos y los huilliches de los llanos de
Valdivia y de la región de Osorno63.
Un contemporáneo distinguía las siguientes comarcas mapuches a fines del siglo XVI:
"Pasado Biobio a la marina,
está el estado indómito araucano,
adonde tiene Marte su oficina,
y él tiene a Catiray a izquierda mano;
de Catiray al este se termina
el espacioso término engolano
donde de áspera gente y cordillera
está la antigua Engol puesta en frontera.

Del fin de Arauco, Tucapel apunta,


que nombre se le dá también destado,
de lado a Tucapel Purén se junta,
que de maleza y agua está fosado,
que no ha de obedecer, más se barrunta:
pues una sola vez la paz ha dado,
pero de haberlo hecho arrepentido,
sesenta años después se ha defendido.

Está luego adelante la famosa


provincia de Cautén intitulada
cuya gente fiel y belicosa
guardó siempre la fe a la nuestra dada...

Pasados ya los términos cautenes


que toman de Cautén agua y renombre,
se llaman los demás perquelauquenes,
y veinte leguas usan deste nombre:
donde el gobernador, rico de bienes,
en una fundación dejó su nombre:
tiene oro, fértil suelo, larga fama
Valdivia fue él, Valdivia ella se llama.

Al este desta parte retorciendo,

62
"La zona de Arauco junto con la vertiente oriental de Nahuelbuta (Angol, Purén) y el extremo sur de esta cadena
montañosa (Imperial), parecieron haber sido los lugares más densamente poblados. Lo que hoy día es Cañete, Lebu,
Arauco, Contulmo y las orillas del lago Lanalhue, poseían una población sedentaria, establecida, muy numerosa, sin
llegar a constituir poblados". JOSÉ BENGOA, Historia del pueblo mapuche, Ed.SUR, Santiago, 1985, pág.19.
63
El hecho que los centros de población mapuche coincidan con la ubicación de las ciudades españolas se debe,
seguramente, al carácter de la conquista. Es obvio que los castellanos fundaran sus establecimientos en lugares donde
había suficiente población nativa para ser encomendada.
27

la de mallalauquén se determina,
provincia que su término extendiendo
con el de la Imperial ciudad confina.
Y en ángulo la punta feneciendo,
de ambas ciudades a un volcán vecina,
la noble Villarrica está fundada
y es la que más del mar está apartada.

De Valdivia el distrito fenecido,


el de Osorno comienza y se dilata:
treinta leguas al sur corre extendido
y al fin en los ancudes se remata..."64.

Estos versos contienen valiosa información sobre las principales áreas de población indígena. Se desprende
de ellos que al sur del gran Biobío existían varias "provincias" que se diferenciaban claramente unas de otras, tal
como se han presentado arriba65. Como veremos luego, la guerra había condicionado la organización interna al punto
de conformarse las ayllarehuas, agrupaciones de los más pequeños levos o rehuas: "A la provincia de nueve llaman
aillaregua porque ailla en su lengua quiere decir nueve y la de siete llaman relgueregua porque relgue en su lengua
quiere decir siete y a la provincia de cinco reguas llaman los quechereguas porque quechi quiere decir cinco"66.
En cuanto a la subsistencia mapuche, la tradicional recolección de alimentos, en estos años, se
complementaba con una agricultura beneficiada con los cultivos traídos por los españoles. Sementeras de cebada y
trigo se alternaban ahora con los maíces. Las especies frutales que acompañaron al soldado y encomendero, "se
dispersaron con facilidad y brindaron sus frutos gratuitamente. En la Araucanía y en la región de los Lagos el
manzano se propagó en forma silvestre, dando lugar a bosquecillos que proporcionaban frutos abundantes a los
indígenas"67. La vid también logró extenderse con bastante rapidez.
Los animales europeos -vacas, ovejas y cerdos- fueron igualmente incorporados a la dieta alimenticia de los
nativos, al punto que la ganadería se convirtió en la principal actividad económica mapuche durante los siglos XVII
y XVIII. Mención aparte merece la asimilación del caballo, especialmente por la utilidad que le prestó al indígena en
la guerra; pero de ello hablaremos más adelante.
La cotidianeidad de este mundo mapuche, al igual que la de los poblados españoles, se enmarcaba en la
lógica de la guerra. De hecho, muchas comarcas estaban alzadas cuando arribó Oñez de Loyola. El mayor dolor de
cabeza para los vecinos hispanos lo constituía la comarca de Purén. Una pantanosa ciénaga cobijaba a sus indómitos

64
JUAN de MENDOZA MONTEAGUDO, Las guerras de Chile, Imprenta Ercilla, Santiago, 1888. Los versos
corresponden al Canto I, págs.4-5.
65
Cabe recordar que la organización social mapuche se articulaba en base a los lazos de parentesco y que las
distintas familias extensas (abuelos, padres, primos, nietos, etc., con sus respectivas mujeres e hijos), se agrupaban en
territorios contiguos. La unión de dos o más familias a través de matrimonios o alianzas permanentes configuraba lo
que los españoles interpretaron como "provincias". Cfr.BENGOA, op.cit., págs.26-28 y SONIA MONTECINO, La
sociedad mapuche: transformaciones estructurales entre el siglo XVI y XIX, Tesis de Grado, Escuela de
Antropología, Universidad de Chile, 1980, págs.22-25.
66
Anexo de los Autos de las paces y perdón general hechas por García Ramón, 1605, Mss.Medina, tomo 118, f.45.
En cuanto a las rehuas cabe agregar: "La rehua permitía el encuentro, ciertas veces del año, de los grupos que se
encontraban dispersos dentro de un territorio común, elemento que de uno u otro modo aseguraba el afianzamiento
de los lazos económicos, parentales, políticos y militares, y la mantención viva de los nexos que reproducían su
propio sistema social". MONTECINO, op.cit., pág.24.
67
VILLALOBOS, Historia del pueblo chileno, tomo II, op.cit., pág.23.
28

moradores, prácticamente sin poder ser inquietados por los españoles. La fertilidad de las llamadas "vegas de
Lumaco" proveía de alimentos a las familias mapuches de la región. Fray Diego de Ocaña, un viajero que el año
1600 visitó el reino de Chile, describió de la siguiente manera el reducto de Purén:
"Es la mayor fuerza que tienen en este Reyno porque es una laguna grande, muy hondable y con muchas islas
dentro en las cuales habitan los indios y con canoas se sirven, porque las sementeras las hacen alrededor de la
laguna. Y el ganado ovejuno y porcino y algunos cabríos questos indios tienen, se pasta en tierra alrededor de
la laguna y está tan hecho este ganado a embarcarse y desembarcarse en las canoas cada noche y a la mañana
el mesmo se entra a las canoas y los indios no tienen más trabajo que llevallo y traello. Y si alguno reparase
en cómo esta laguna no se ha conquistado es la causa que un cuarto de legua alrededor de ella es todo de
pantanos y lodo hasta la punta y grandes carrizales. Una vez que han probado los españoles a entrar por estos
lodazales llegaron a las islas, los indios se fueron con sus canoas a la otra parte y se metieron por las
montañas y como no tienen más de lo que comen y el vestido que traen, no hallaron [los españoles] más de
las casas solas. Y cuando los buscan por las montañas se vuelven a la laguna y desta suerte no se pueden dar
alcance y no se pueden conquistar... y así son estos indios muy belicosos por esta ocasión que tienen desta
fortaleza desta laguna que la naturaleza parece que puso allí en defensa suya"68.

Los purenes, tras la muerte de Pedro de Valdivia, nunca pudieron ser sometidos y asumirían, a partir de la
última década del siglo XVI, la conducción de la resistencia mapuche. Según Alonso de Ovalle, durante el gobierno
de Oñez de Loyola "sólo Purén era el que, defendido con el natural muro y fosos de sus ciénagas, rugía como león en
sus quebradas y valles, no pudiendo tragar ni sufrir la conformidad de los demás indios con los españoles..." 69.
Ratifica lo anteriormente dicho un verso del poema épico Purén Indómito, título que por sí solo resulta revelador:
"Son los purenes gente belicosa
y cabeza de todos los chilcanos;
en una gran laguna cenagosa
viven, toda cercada de pantanos;
han gozado de vida licenciosa
sin haber tributado a los hispanos;
Arauco y Tucapel se les sujetan,
y las demás provincias le respetan"70.

Ya en 1592, un funcionario del reino se lamentaba de la belicosidad que ostentaba Purén: "...estos tales que
digo que están de esta parte de la serranía [cordillera de Nahuelbuta] poblados en las faldas de ella, a la banda de
nuestras ciudades y casi a vista de los caminos, son los que suelen salir a hacer los daños de muertes y robos y de
acometer a la ciudad de Angol y no los de Arauco, que éstos están en su tierra y junto a la mar..."71. No es casual, por
tanto, que los principales jefes mapuches del levantamiento general de 1598 -Pelantaru y Anganamón- surgieran
precisamente de Purén.
Arauco y Tucapel constituían los focos históricos de la resistencia mapuche. Hacia fines del siglo XVI, la
prolongada guerra había provocado un enorme desgaste en estas comarcas fronterizas, diezmando considerablemente
a su población. No obstante, en muchas oportunidades los mapuches de Arauco y los tucapeles actuaban al alero de
los de Purén. Alonso de Sotomayor, durante su gobierno, se había percatado claramente de dicha colaboración. Entre

68
Fray DIEGO de OCAÑA, Viaje a Chile, año de 1600, en Anales de la Universidad de Chile, N°120, Santiago,
1960, pág.28.
69
ALONSO de OVALLE, Histórica relación del reino de Chile, Instituto de Literatura Chilena, Santiago, 1969,
pág.268.
70
DIEGO ARIAS de SAAVEDRA, Purén Indómito, Ed.Biblioteca Nacional, Universidad de Concepción y
Seminario de Filología Hispánica, Concepción, 1984. La cita es del Canto I, pág.138 y el destacado es nuestro.
71
Carta de Baltazar Sánchez de Almenara al rey, 20 de septiembre de 1592, CDIHCh, Segunda Serie, tomo IV,
29

los remedios que proponía para acabar la guerra señalaba, en 1608, que "estando de paz estas tres provincias de
Arauco, Tucapel y Purén se pueden tener muy ciertas esperanzas de que con brevedad lo estará todo aquel reino; la
causa de esto es muy notoria, porque han sido siempre el corazón de aquella guerra, y quien más la ha sustentado y
adonde se fue recogiendo el fuego que después volvió a abrasar aquella tierra; por esta razón están los indios de allí
tan lozanos, que quieren solos llevarse la gloria de las victorias pasadas, y en particular los de Purén que son los más
temidos y respetados que los de Tucapel y Arauco se reconocen sus inferiores de ellos"72.
Si bien los mapuches de Arauco, por su mayor cercanía a los asentamientos hispanos, habían sido forzados a
dar las paces en algunos momentos, varias rehuas de Tucapel perseveraban en su independencia desde los tiempos
del gobierno de García Hurtado de Mendoza. "Y estos de Tucapel y Purén, Engolmo y Paicaví, y todo lo que está en
aquellas provincias, que es todo lo que ahora está rebelado, -escribía el licenciado Melchor Calderón en 1599- desde
el tiempo de don García nunca han sacado oro, ni dado servicio personal, porque sólo acudieron a ayudar a hacer las
casas"73. Veremos luego que Oñez de Loyola tampoco logrará someter estas parcialidades.
Alrededor del Biobío eran muy temidas las incursiones que contaban con el concurso de estas comarcas.
Miguel de Olaverría señala, por ejemplo, que los coyunches y los mapuches de ultra Biobío (Talcamávida, Hualqui,
Rere, Quilacoya), "sirven al cuerpo referido de Arauco y Tucapel y Purén en la misma forma que sirven dos cabos o
caballeros a una fortaleza"74. Este comentario, aparentemente trivial, revela la magnitud de la coordinación mapuche,
especialmente en las coyunturas bélicas.
El grado de resistencia al invasor hispano era menor en otras partes. Los mapuches de ultra Biobío,
Marihuenu y Catiray se alzaban cada vez que era posible, pero la mayor vigilancia que ejercían los españoles en
estas zonas y el menor número de guerreros que podían ser congregados, impedían una victoria de carácter más
estable. Así, la dinámica de la guerra en torno al gran río era de avances y retrocesos, sin amenazar seriamente los
enclaves que los españoles habían apostado ahí.
A pesar de esta situación, la sorpresa y ferocidad de las entradas mapuches siempre mantenía en alerta a los
fuertes y poblados. Descuidarse significaba un grave error, pues los catirayes seguían siendo un enemigo respetable.
Dos mulatos, que habían vivido dos y tres años, entre los mapuches nos entregan un muy interesante testimonio al
respecto:
"Fuéles preguntado qué ayllaregua es la que más respetan los indios de guerra o la que en más es tenido,
dijeron que a la de Catiray y después a la de Purén.
Fuéles preguntado cómo habiendo muerto a don Pedro de Valdivia la ayllaregua de Tucapel y habiendo
despoblado dos veces a la ciudad de Cañete de Tucapel y hecho otras muchas hazañas la dicha ayllaregua la
tienen a la de Catiray por más temida y principal, dijeron que lo que en esto han oído tratar es que la muerte
del dicho gobernador Valdivia y las demás victorias que la ayllaregua de Tucapel alcanzó fueron con ayuda y
consejo de la ayllaregua de Catiray y que por esto es temida como la más principal.

pág.202.
72
Advertencias de Alonso de Sotomayor al virrey conde de Monterrey sobre lo necesario para la guerra de Chile,
1608, publicado por LUIS TRIBALDOS de TOLEDO en Vista general de las continuadas guerras: difícil conquista
del gran reino, provincias de Chile, en CHCh, tomo IV, Imprenta del Ferrocarril, Santiago, 1864, pág.74.
73
Tratado de la importancia y utilidad que hay en dar por esclavos a los indios rebelados de Chile presentado por el
licenciado Melchor Calderón en enero de 1599, CDIHCh, Segunda Serie, tomo V, pág.40.
En términos casi idénticos se expresa el futuro gobernador, Alonso de Ribera, en unas Instrucciones dadas al
procurador Erazo el 15 de enero de 1602 y en carta al rey del 26 de febrero de 1605, CDIHCh, Segunda Serie, tomo
VII, págs.190 y 551.
74
Informe de Miguel de Olaverría sobre el reino de Chile, sus indios y sus guerras, 1598, en GAY, op.cit., pág.21.
30

Fuéles preguntado si saben o entienden que si se conquistase o diese la paz la ayllaregua de Catiray, la de
Purén y Tucapel darían la paz, dijeron que han oído tratar y platicar a caciques de Purén y Tucapel que
faltándoles Catiray y su ayuda no se podrían sustentar"75.

Conviene puntualizar que estas declaraciones fueron tomadas en circunstancias que Catiray resistía al español
con relativo éxito, antes de ceder a las embestidas de las tropas de Oñez de Loyola en 1594. Los hechos posteriores
prueban, sin embargo, que Purén y Tucapel ya se alzaban como ayllarehuas principales y que conservaron sus tierras
sin la ayuda de Catiray.
Los nativos de los territorios próximos a Imperial, Villarrica, Valdivia y Osorno son calificados por el ya
citado Olaverría como de "poco valor y no buenos para la guerra", siempre provocados e instigados a la rebelión por
los de Purén76. La guerra aquí era más bien esporádica y los encomenderos disfrutaban con mayor tranquilidad las
delicias de un privilegiado entorno. No obstante, la paz reinante a fines del siglo XVI en esta región era mucho más
aparente que real y solo era estable en torno a los pueblos y fuertes.
En base a las consideraciones expuestas hasta aquí, podemos concluir que existían regiones mapuches -como
Purén y gran parte de Tucapel- que con anterioridad al alzamiento general de 1598 habían rechazado exitosamente a
los invasores españoles. Precisamente esas regiones serán el centro neurálgico de secretos preparativos bélicos. En
otros lugares, como Arauco, Catiray o la zona del Cautín, el odio al huinca se fue alimentando de las hostilidades, los
abusos y el pesado servicio personal al que los nativos eran sometidos.
Veremos a continuación cómo Oñez de Loyola se enfrentó a sus futuros vencedores.

75
Declaraciones de dos mulatos que vivían entre los indios rebelados, 27 de diciembre de 1593, CDIHCh, Segunda
Serie, tomo IV, pág.389. El nuevo gobernador se expresaba en los siguientes términos sobre esta comarca: "...la
ayllaregua de Catiray y Mareguano que es el más gallardo y peligroso enemigo que hay en toda la tierra...". Carta de
Oñez de Loyola al rey, Concepción, 10 de octubre de 1595, Mss.Medina, tomo 97, f.106.
76
Informe de Miguel de Olaverría sobre el reino de Chile, sus indios y sus guerras, 1598, en GAY, op.cit., pág.22.
31

Españoles y mapuches durante el gobierno de Oñez de Loyola

El estado de la guerra no era muy auspicioso cuando arribó Oñez de Loyola, pues gran parte de la Araucanía
estaba alborotada tras la partida de su antecesor, Alonso de Sotomayor, al Perú. El informe del nuevo gobernador
habla por sí sólo:
"Que de la aillaregua de Arauco, donde está situada la casa fuerte, el propio levo y otros cinco están de
guerra y los otros cuatro de nueve que son, acuden con alguna leña e yerba a los españoles y con soldados de
lanza y flecha a sus compañeros por conservarse con los unos y otros. Y que de la de Tucapel han
entretenido al maestre de campo mientras les faltó comida con promesas de que llegado yo, darían la paz... Y
Catiray ha estado casi neutral por la misma falta de comida y que agora que las tienen, se han alzado
matando algunas vacas y talando una sementera que teníamos en Biobío. Han cerrado el paso de Arauco de
manera que será menester abrirlo con fuerza de la lanza y gente. Y que de Biobío para acá, Gualqui, Rere y
Quilacoya y lo demás del término de la Concepción están suspensos en su determinación, como gente que
entiende haber de entrar yo por fuerza a Arauco por ellos... Y que la gente que me certifican poder juntar
estas tres ayllareguas es de seis a ocho mil lanzas.
Y en lo que llaman de la guerra de fuera, que comprende los confines de Chillán, Angol, Villarrica y La
Imperial, hay cinco a seis mil indios y dellos mil y quinientos soldados de tomar armas, los cuales están de
guerra.
Que Chillán por la parte de la cordillera nevada está con alguna quietud... Que Angol desta propia parte y de
Catiray, por el estero de Vergara, es asaltada...
Que la Villarrica está muy afligida de continuos rencuentros con los indios de Maquegua y puelches de la
sierra...
Que La Imperial sobre todas está en mayor peligro y riesgo de algún siniestro suceso, de tal manera que el
cabildo y obispo por sí y el coronel me han pedido con instancia mi asistencia personal en la defensa suya y
de su frontera, donde de cinco meses a esta parte andan los indios muy gananciosos y los españoles
acobardados por los lances que en ellos han hecho y su poca fuerza. Y por esta ocasión [andan] los indios
amigos muy sospechosos, por donde se conoce ser la intención del enemigo de divertir la guerra, porque
cargan todas las provincias de dentro y fuera a inquietarlas. Y con la cercanía de Purén y las ochocientas
lanzas que digo de Arauco y Tucapel y los de Maquegua y Coyuncos por otra parte, la tienen en la aflicción
y aprieto que me tiene en harto cuidado"77.

Casi 10 mil mapuches en armas exigían resoluciones inmediatas. La primera medida de Oñez de Loyola
consistió en el traslado de su residencia a Concepción, ciudad hacia la cual se mudó en febrero de 1593. El mismo
verano iniciará la campaña destinada a socorrer el fuerte de Arauco, defendido por una débil guarnición que mandaba
Alonso García Ramón. Tras reñidas escaramuzas, los mapuches comarcanos que asediaban la fortaleza tuvieron que
ceder ante doscientos veinte soldados y seiscientos indios amigos de los españoles que acompañaban al gobernador78.
También fueron maloqueadas las tierras de Tucapel, talándoseles las comidas79. Esta táctica, muy empleada por los
españoles, buscaba obligar a los mapuches a dar la paz por hambre.

77
Información de Oñez de Loyola para el virrey, 15 de febrero de 1593, CDIHCh, Segunda Serie, tomo IV,
págs.292-293. Las negrillas son nuestras. En otro documento del mismo año, Olaverría afirma que "...desde los diez
años a esta parte nunca ha estado la dicha tierra de Chile con más guerra quel día de hoy y antes en este tiempo está
más consumida, acabada y sin caudal y con menos indios de paz ni tan perdida y falta de lo necesario para poderse
acabar la guerra". Habla, asimismo, de 25.000 indios de guerra. CDIHCh, Segunda Serie, tomo IV, págs.273 y 277.
78
Los indios amigos de los españoles eran los contingentes de guerreros, cuyo envío se exigía a las rehuas de paz en
señal de fidelidad a los españoles. En el transcurso del siglo XVII, éstos adquirirán una serie de privilegios, entre los
cuales se destaca el no pago de tributos. Se distinguen de los yanaconas, quienes debían colaborar fundamentalmente
en las tareas de servicio. Conviene precisar que, en estos años, la diferenciación entre indios de servicio e indios
amigos aún no se apreciaba nítidamente. Cfr.ANDREA RUIZ-ESQUIDE, Los indios amigos en la frontera
araucana, Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Colección Sociedad y Cultura, IV, Santiago, 1993.
79
Carta de Oñez de Loyola al rey, Concepción, 17 de abril de 1593, CDIHCh, Segunda Serie, tomo IV, pág.312 y
32

Mientras Oñez de Loyola incursionaba con su campo en Arauco, Tucapel, Purén y Angol, el teniente de
gobernador, Pedro de Vizcarra, hacía lo propio en las cercanías de Osorno, donde se habían rebelado los huilliche de
Purailla80. Las sucesivas entradas en territorio mapuche terminarían por agotar las fuerzas de las comarcas menos
numerosas. Después de varios combates, los mapuches de Marihuenu, Talcamávida y los coyunches de toda la ribera
del Biobío se rendirán, temporalmente, a las tropas españolas81.
Para asegurar las paces y "sin tomar en cuenta lo diminuto de sus fuerzas para llevar a cabo nuevas
fundaciones", Oñez de Loyola erigió un pequeño fuerte "en el lugar denominado Millapoa, al lado izquierdo [sur] del
Biobío, y a muy corta distancia del punto en que sus aguas son engrosadas por las del caudaloso Laja o
Nivequeten"82. El 1° de enero de 1595 este fuerte recibirá el título de ciudad, la que será bautizada como Santa Cruz
de Oñez83. A pesar de albergar en sus alrededores abundante maíz, trigo, cebada y ganados de cualquier especie, la
vida de esta estratégica fundación sería muy corta84. Asimismo, en la ribera norte del Biobío se levantó el fuerte
Jesús, con el objetivo de proteger las restablecidas faenas mineras de Quilacoya.
La política de Oñez de Loyola hacia los mapuches, desde un comienzo estuvo centrada en lograr acuerdos
que garantizaran una convivencia pacífica. Dada la pequeñez de sus recursos bélicos, no podía aspirar a una
conquista basada en la fuerza de las armas. El éxito de su empresa dependía de una estrategia realista que permitiera
mantener en pie los poblados españoles y retomar la explotación de los lavaderos de oro. No parece aventurado
sostener que el gobernador sabía, aconsejado por los militares de mayor experiencia en Chile, que no podría resistir
mucho tiempo ante un eventual alzamiento general mapuche. Por tal razón procuró no agraviar a los indígenas, al
menos hasta obtener los refuerzos reiteradamente solicitados. Por eso, también, se esmeró por satisfacer las
principales demandas que los loncos le harían en los parlamentos85.
En 1593 se concertaron los primeros acuerdos con los mapuches de Quilacoya (26 de septiembre), de Rere y
de Pocoyan (29 de septiembre). El 22 de noviembre Oñez de Loyola se reunió en Imperial con representantes de
Maquehua, donde los loncos sostuvieron:

carta de Oñez de Loyola a la Real Audiencia de Lima, 21 de abril de 1593, Mss.Medina, tomo 98, f.132.
80
Información de méritos y servicios del licenciado Pedro de Vizcarra, fines de 1596, CDIHCh, Primera Serie, tomo
XXVI, págs.237-318.
81
Representación de Olaverría al virrey, agosto de 1595, Mss.Medina, tomo 98, f.139. Véase también una
Información de servicios hecha a pedimento del maestre de campo Pedro Cortés el 11 de diciembre de 1603,
CDIHCh, Primera Serie, tomo XXIV, págs.239-275. En ella se refiere, entre otros hechos, un combate con más de
1.000 indígenas de Millapoa y Marihuenu (pág.242).
82
BARROS ARANA, op.cit., pág.209.
83
La copia del acta de fundación se puede consultar en los Mss.Medina, tomo 98, fs.1-3.
84
La abundancia de los parajes de Santa Cruz consta en el Purén Indómito, op.cit., Canto VIII, pág.347.
Para comprender la importancia de esta ciudad, MARIO FERRECCIO, en el prólogo al citado poema, señala lo
siguiente: "La ciudad de Santa Cruz se estimó en su tiempo una fundación estratégica fundamental, eje de la
pacificación impulsada por Loyola; vale considerar a este propósito que Guamán Poma incluye sólo dos ciudades del
reino de Chile en su selección de poblamientos importantes del Nuevo Mundo: Santiago y Santa Cruz" (pág.57, nota
48).
85
La mayoría de los trabajos históricos sobre este período destaca la bondad que Oñez de Loyola habría demostrado
en sus relaciones con los indígenas e incluso se lo acusa de haber gestado "espiritualmente la ruina de las siete
ciudades del sur" y de colocar "en manos de los indios el cuchillo con que debían degollarlo" (ENCINA, op.cit.,
pág.151). Cabe preguntarse, ¿Qué alternativa tenía el gobernador? Creo que su política conciliadora era la única
forma realista de oponerse a un creciente poderío mapuche que ya estaba cambiando las reglas del juego a los
españoles.
33

"Que su señoría en nombre de S.M., perdona las muertes del capitán Pedro de Maluenda, corregidor de la
ciudad Rica [Villarrica], Cristóbal de Aranda, vecino de ella y de los soldados que con ellos mataron en
Maquegua y cercos y batallas que han dado e robos de indios e ganados que han hecho. Y por consiguiente
ellos perdonarán los que a ellos se les han hecho, muerto e tomado y desterrado, para que no se trate de cosa
pasada hasta este día. Y que con esto ellos vernán a poblarse con todos sus indios, hijos, mujeres y chusma
junto al fuerte de Maquegua... Y que en el dicho asiento de Maquegua los defiendan de sus enemigos y que el
presente verano harán sus casas y el invierno siguiente sus sementeras en la dicha isla. Y que en el ínterin no
se les pida mita ni servicio, pero que después desto lo darán... Y darán soldados para contra los indios
rebelados"86.

En Quilacoya pedían, además, "que se les dejen sus bebederos y les dejen holgar sus fiestas" y "que la labor
de las minas las hagan al presente los indios de paz, y que ellos por ahora no labren sino para sus rescates, porque
están ocupados en hacer sus casas y sementeras..."87. En estos requerimientos de los loncos se aprecia una conciencia
del propio poder. Si no fuera así, ¿cómo entender las exigencias que formulaban al gobernador? Un enemigo
derrotado no está en condiciones de exigir; debe acatar. Nada de eso sucedió en la Araucanía de estos años.
En cambio, los encomenderos no captaron -¿o no quisieron asumir?- la situación por la cual atravesaba la
colonia. Sus propios intereses tenían primera, segunda y tercera prioridad. Años más tarde, un agudo observador
comentaba que "los españoles encomenderos de Chile tienen sólo puesta la mira en el interés de gozar del servicio de
los indios, engáñalos la esperanza de que mediante la paz, han de poseer con quietud lo que tuvieron, y que se les
aumentarán las haciendas con el tributo de sus rebelados indios, que volvieren a reducirse a su deseada paz" 88. El
trato que daban a los indígenas encomendados no se asimilaba en nada a la política conciliadora que propugnaba
Oñez de Loyola. Una y otra vez se repetían los abusos, de manera que se dictaron varias provisiones para frenar las
injusticias y respetar las promesas hechas a los mapuches89.
No obstante, la realidad era distinta. Como bien indica Villalobos: "Las buenas intenciones de la corte y el
espíritu protector de muchas reales cédulas y ordenanzas, repetidas incesantemente, tuvieron reducida eficacia,
mientras en la realidad de cada día la voluntad de los encomenderos, de sus administradores y capataces, apuraba el
esfuerzo de los aborígenes bajo condiciones inhumanas. La reiteración de las leyes prueba su incumplimiento"90.
Las paces, logradas en momentos tan complicados, engañaron a todo el mundo. La rendición de poderosas
comarcas como Arauco y Catiray, la tranquilidad aparente que reinaba al sur del Biobío y el anuncio de los refuerzos
que venían del Perú, crearon un clima de exagerado optimismo.
"Con menos fuerza que hubo en esta guerra
con tal prudencia, pues, se gobernaba
el prudente Loyola en esta tierra
que todo a su valor se le allanaba...

86
Requerimientos y capitulaciones de paz que hizo el gobernador Oñez de Loyola con algunos caciques de los indios
de guerra, 1593, CDIHCh, Segunda Serie, tomo IV, pág.381. Las negrillas son nuestras.
87
Idem., pág.378.
88
GONZÁLEZ de NÁJERA, op.cit., pág.132.
89
Al respecto, Oñez de Loyola dictó numerosas instrucciones. A modo de ejemplo: Ordenanza que deben guardar los
administradores de los pueblos de indios, 4 de febrero de 1593; Provisión acerca del buen tratamiento que se ha de
dar a los indios, 20 de junio de 1593; Provisión sobre la libertad de los naturales, 17 de noviembre de 1593;
Provisión para que no se destierren los indios cogidos en la guerra, 5 de marzo de 1594 y Provisión para que no se
embarquen los indios desnaturalizándolos, 15 de junio de 1594, todas en CDIHCh, Segunda Serie, tomo IV. El
imprescindible libro de JARA, op.cit., analiza algunos de estos documentos en el capítulo 8.
90
VILLALOBOS, Historia del pueblo chileno, tomo II, op.cit., pág.73.
34

El verse aquellos bárbaros tratados


del buen gobernador con tal clemencia
y de ásperos trabajos relevados
en que hasta allí los tuvo la insolencia,
de modo obró en sus pechos obstinados,
y así a su fe los puso y obediencia,
que ya de amor Arauco le servía
y Catiray de paz le obedecía"91.

Muchos vecinos y soldados comenzaban a relajarse peligrosamente. Se pensaba en la sumisión de los


mapuches; la conquista de Tucapel y Purén, únicas que restaban "para la perpetuidad de la paz", era una cosa de
tiempo para cuando se reforzara el ejército, donde sólo quedaban ciento cincuenta hombres92. Oñez de Loyola ya se
encontraba en los aprestos para la expedición que pacificaría a los últimos rebeldes. Con los doscientos soldados que
arribaron en 1596, estaba listo para penetrar en la hasta entonces inexpugnable ciénaga de Purén.

Los mapuches en los albores de la rebelión general de 1598

A pesar de las paces conseguidas en algunas regiones, los mapuches de guerra no descansaban en su afán por
expulsar a los españoles de sus territorios. Por lo mismo, sus jefes militares buscaron la unidad de acción de todos los
indígenas al sur del Biobío, aunque solo fuera temporalmente. Había que aprovechar la paz para recuperarse
materialmente e incitar a las parcialidades sometidas a sumarse a los preparativos de una gran insurrección. Esto
último implicaba el castigo a las comarcas que colaboraban voluntariamente con los hispanocriollos, lo cual consta
en la documentación de la época.
Los dos mulatos, que habían participado junto a los mapuches en varios combates, sostuvieron en su
interrogatorio de 1593, que los indígenas "tienen determinado de sustentar la guerra como hasta aquí y de defender
su libertad y la de sus mujeres e hijos y de tal manera tienen puesto estanco al tratar de paz, que al que lo tratase le
matarían como a traidor y para sustentar la guerra están hermanados todos los indios que están de guerra"93.
En el mismo sentido se expresó el cronista Diego de Rosales al referir que los rebeldes de Tucapel "estaban
muy sentidos de los Araucanos, porque hubiesen dado la paz, y que en sus juntas y borracheras, se habían
juramentado contra ellos de hacerles cruda guerra, sin mirar a que muchos estaban emparentados, diciendo que
primero era el bien común, la patria y la libertad, que el respeto del parentesco". Por otra parte, sostiene que los
purenes "salían gobernados por Paillamacho, indio belicoso y de mucho valor, a hacer correrías por unas y otras
partes, infestando las tierras de los amigos que habían dado la paz. Y motejándolos de gallinas y traidores a la patria,
afeando su poco valor por haberse rendido tan presto a un gobernador, que ni tenía gente, ni fuerzas, sino un embuste
y palabras dulces con que los engañaba, diciéndoles que no eran hombres sino mujeres los que se rendían con

91
Las guerras de Chile, op.cit., Canto I, págs.21-22.
92
Carta de Vizcarra al rey, Santa Cruz, 14 de marzo de 1596, Mss.Medina, tomo 97, fs.182-183.
93
Declaraciones de dos mulatos que vivían entre los indios rebelados, 27 de diciembre de 1593, CDIHCh, Segunda
Serie, tomo IV, pág.387. Las negrillas son nuestras.
35

agasajos fingidos y con requiebres engañosos"94. Estos hechos revelan que ya en 1593 era muy fuerte la resolución
de la «vanguardia» mapuche a resistir y provocar la insumisión de los indios que daban la paz.
Un primer signo de alarma para los españoles fue el ataque al recién fundado fuerte Jesús, encabezado por los
purenes en 1595. Informados de que "los españoles eran pocos, y con la paz vivían descuidados y era fácil el
ganarles el fuerte", lo embistieron a medianoche unos seiscientos guerreros en tres escuadrones y le prendieron
fuego95.
El mismo año se registró otro hecho de fundamental significación para comprender los sucesos posteriores.
En su política de forzar a los indios de paz a levantarse, mil mapuches de las zonas rebeldes se dirigieron a
maloquear los términos de Imperial. Vale la pena detallar lo ocurrido allí:
"Y teniendo aviso los indios del fuerte de Rangali que la junta enderezaba para su fuerte, avisaron al capitán y
corregidor de la Imperial Galleguillos, que los defendiese, que tenían nueva de que los purenes hacían junta
contra ellos. Más el corregidor, pensando que era excusa por no dar la mita para sacar oro que daban siempre
del tercio de los indios, la envío a sacar con todo rigor, haciendo salir del fuerte cien indios para las minas,
los mejores mozos y más valientes soldados. Apenas habían salido los cien indios a sacar oro, cuando llegó la
junta de los mil indios al fuerte y, cercándole al amanecer por todas partes, se trabó una gran pelea entre los
de fuera y los de dentro que duró tres horas, y como a los del fuerte se les acabasen las flechas y hubiese en él
pocos respecto de los que de afuera le combatían, le entraron y degollaron todos los indios e indias, niños y
viejos, sin dejar uno vivo, en que mataron más de seiscientas personas, relamiéndose los purenes en la sangre
de los imperiales. El capitán Galleguillos, aunque salió en su seguimiento, no fue a tiempo y no hizo nada.
Cuando los cien indios que habían ido a las minas volvieron y hallaron degollados sus padres, hermanos,
mujeres e hijos, daban voces como locos, y no era su sentimiento tanto contra los indios de guerra como
contra los españoles que ni los habían querido creer ni dar ayuda. Y que en el tiempo en que habían de haber
estado defendiendo su fuerte, sus casas, mujeres e hijos, los habían enviado a sacar oro para su insaciable
codicia. Y así, maldiciendo a los españoles y su amistad, se fueron desesperados por esos montes
jurando de no parar, hasta vengarse de ellos"96.

Este ejemplo nos demuestra que las paces logradas por Oñez de Loyola no era estables97. De hecho, cualquier
agravio que sufrían los indios de servicio, revivía sus ansias de libertad y los impulsaba a integrarse a los insurrectos,
tal como sucedió en este caso con los cautenes.
Además, muchos indios de paz colaboraban secretamente con los rebeldes. Esta realidad fue tempranamente
captada por el gobernador, pues a los pocos meses de haber asumido su cargo escribía al virrey: "Que cuando se ven

94
DIEGO de ROSALES, Historia general del Reino de Chile, Flandes Indiano, Ed.Andrés Bello, Santiago, 1989,
tomo II, libro V, capítulo 1, págs.664 y 663. Todas las citas de esta crónica provienen del mismo tomo y libro, por lo
que en adelante sólo se indicarán la página o el capítulo correspondiente.
Evidentemente los mapuches no hablaban de "patria" o "bien común". Sin embargo, las expresiones que utilizan los
cronistas y las cartas nos permiten captar un cierto estado de ánimo que sí existía. Muchas frases que se colocaban en
boca de mapuches no se deben tomar al pie de la letra.
95
Idem., capítulo 3, pág.672, OVALLE, op.cit., pág.269 y carta de Oñez de Loyola al rey, 10 de octubre de 1595,
Mss.Medina, tomo 97, f.106. La cita es de ROSALES. Este y Ovalle atribuyen el hecho a los mapuches de Purén
mientras el gobernador acusa a los de Hualqui. Lo más probable es que participaran indígenas de ambas comarcas en
el ataque.
96
ROSALES, op.cit., capítulo 4, págs.674-675. Las negrillas son nuestras.
97
En La Imperial seguirán registrándose los ataques rebeldes: "...al presente es la parte donde más acuden los indios
a hacer sus entradas y corredurías y robos y particularmente los de Purén que cada día corren la tierra desta ciudad
con 200 y 300 de a caballo. Están todos los indios que sirven a la Imperial reducidos en reductos y fuertes de
empalizadas y canas fosadas, y así se pueden sustentar de los ímpetus de los contrarios aunque costándoles cada día
muchas muertes y pérdidas de sus mujeres e hijos y haciendas y no llegan a 3.500 indios que sirven a esta ciudad".
Informe de Miguel de Olaverría, 1598, en GAY, op.cit., págs.16-17. Llama la atención el pequeño número de indios
de paz.
36

supeditados de nuestras fuerzas dan la paz condicional y fraudulenta obligados de algún manifiesto peligro... sucede
sustentar la mitad del levo esta fingida amistad con nosotros y la otra mitad la guerra..."98. Los mulatos, ya citados,
también proporcionan valiosa información en torno a este punto. Declararon que varias comarcas mantenían una paz
fingida y daban avisos sobre los movimientos y fuerzas españolas a los de guerra, destacando el caso del lonco Colo
Colo de Angol el Viejo99.
La política de Oñez de Loyola, sumada a la pobre infraestructura logística de los hispanocriollos, también
estimulaba el accionar de los indios indómitos hacia los de paz. Miguel de Silva opinaba en 1598 que, "visto por los
rebelados que no se les hace [guerra] ni ha juntado campo, han tomado avilantez y hacen grandes juntas y dan con
los de paz, procurando levantarlos como este testigo tiene por cierto lo harán"100. Otro testimonio es el de Olaverría,
cuando se queja de la falta de soldados y pertrechos, "...porque todo esto se ha divulgado entre los indios amigos y
nuevamente reducidos, y lo que es peor, entre los de guerra, que como tan diestros, todo lo saben y especulan,
habiéndoles causado gran regocijo el entender que no se les hará más guerra por mandar que no vaya más gente allá,
de lo cual trataban en sus juntas, que será bastante ocasión a continuar en su rebelión y levantarse los de paz"101. El
posible alzamiento de los indios de paz, se constituía así en una vital preocupación de los más perspicaces
funcionarios españoles. Los sucesos de los años siguientes confirmarán lo acertado de sus temores.
Junto con las entradas de los indios de guerra, que se verificaban especialmente en las tierras vecinas a las
suyas, el camino que unía Angol con Imperial era escenario de muchos asaltos y emboscadas que afectaban a los
transeúntes. Los purenes controlaban esa estratégica ruta hace mucho tiempo. "En el camino real que hay de Angol a
la Imperial hay una quebrada que se llama la Quebrada Honda, y es forzoso a los pasajeros pasar por ella porque no
hay otro camino mejor, porque más arriba o más abajo, es muy áspero y montuoso. Y así han sucedido a los
pasajeros muchas desgracias por respecto de que la bajada y la subida son cuestas ásperas y por lo hondo desta
quebrada va un arroyo con algún montecillo donde los indios se emboscan. Y cuando los españoles están abajo, salen
los indios a ellos de emboscada. Y por ser el sitio estrecho y fragoso, que no se pueden aprovechar de los caballos,
han muerto a muchos españoles", relata al respecto Fray Diego de Ocaña102.
En otro documento que resalta los logros del gobernador Oñez de Loyola, afirmando que "se camina con
seguridad y sin recelo ni peligro los caminos que hay a todas partes, sin llevarse escolta alguna por toda la ribera del
dicho Biobío hasta Angol...", se reitera, sin embargo, la inseguridad de la vía Angol-Imperial.103 Para que esto se

98
Información de Oñez de Loyola para el virrey, Rancagua, 15 de febrero de 1593, CDIHCh, Segunda Serie, tomo
IV, pág.394. Cabe preguntarse, ¿Por qué Oñez de Loyola, consciente del carácter de las paces mapuches, las creyó
tan firmes en los años siguientes?
99
Declaraciones de dos mulatos que vivían entre los indios rebelados, 27 de diciembre de 1593, CDIHCh, Segunda
Serie, tomo IV, págs.386-387.
100
Información sobre la guerra de Chile, Santa Cruz, 8 de febrero de 1598, Mss.Barros Arana, tomo 10, fs.281-282.
Pedro Cortés ratifica lo anterior y agrega que los mapuches reducidos "tratan de que no podían sustentarse de paz
porque los de guerra rebelados [los] inquietan y les ha de hacer fuerza alzarse.", id., id, f.293. Las negrillas son
nuestras.
101
Representación de Olaverría al virrey, agosto de 1595, Mss.Medina, tomo 98, fs.141-142.
102
OCAÑA, op.cit., pág.28.
103
Testimonio del estado en que se hallaba el reino de Chile cuando entró el gobernador Martín García de Oñez y
Loyola y el que tiene al presente, Santa Cruz, 29 de diciembre de 1594, CDIHCh, Segunda Serie, tomo IV, págs.446-
448.
37

reconozca en una información destinada a subrayar los progresos del reino, el problema debe haber sido bastante
serio.
Pero esto no es todo. En 1593, prácticamente todo el territorio entre el Biobío y el Cautín estaba bajo control
mapuche. Los vecinos de La Imperial se lamentaban que "todos los llanos hasta Angol y hasta la mar... y hasta las
propias goteras de nuestras casas, lo poseen los indios rebelados"104. Los pocos soldados y el escaso número de
habitantes imposibilitaban la ocupación de un mayor espacio.105 Esta situación no varió sustancialmente durante el
gobierno de Oñez de Loyola. De hecho, en 1598 el gobernador escribía al rey: "Deste río [Cautín] hasta el de Biobío,
que son 30 leguas, sólo tenemos por nuestro y de paz la ciudad de Angol"106.
Por tanto, los mapuches eran dueños de facto de gran parte de la Araucanía. Este dominio territorial -
fundamental para la comprensión del éxito mapuche a partir de diciembre de 1598- se manifestaba sobre todo en
torno a Angol. Señala el gobernador: "Y alrededor de la ciudad hay un golpe de viñas, que es el sustento della, a las
cuales y su beneficio se va con recato, porque cada día los alancean los indios de guerra y a cuarto de legua del
pueblo y menos no se pueden descuidar con dejar un caballo ni un buey dos noches fuera que no los pierdan, ni
apacientan ganado menor de miedo al enemigo"107. Según Barros Arana, incluso en los lugares que aparentaban la
mayor tranquilidad, no se podía salir al campo sin ciertas precauciones108.
Al parecer, en todas las ciudades y fuertes españoles, el espacio efectivamente controlado alcanzaba sólo los
alrededores más inmediatos109. Puede servir como prueba, la impunidad casi absoluta con la cual los indios de guerra
acechaban los poblados españoles y las comarcas que daban la paz. Los hermanos mulatos, en los dos y tres años que
permanecieron junto a los mapuches, participaron en correrías o cercos que afectaron a Mulchén, Arauco, Quilacura,
Longotoro, Purén y Maquehua. Incluso se menciona la participación de Anganamón de Pallaguén (Purén), en un
cerco efectuado a Maquehua110. Esto revela un área de operaciones militares bastante amplio que abarcaba, al menos,
los ríos Biobío y Toltén. Así, seis años antes del alzamiento general, los futuros toquis ya llevaban la flecha
ensangrentada a otras parcialidades.
Recapitulando, si bien la actividad bélica disminuyó en intensidad durante los primeros años del gobierno de
Oñez de Loyola, el fantasma de la guerra siempre estuvo presente. En el lado español, sólo algunos se fueron dando
cuenta del peligro que corría el reino al confiar demasiado en la firmeza de las paces logradas con algunas comarcas

104
Carta del Cabildo de la ciudad Imperial al rey, 22 de noviembre de 1593, CDIHCh, Segunda Serie, tomo IV,
pág.375.
105
De acuerdo a VILLALOBOS, no serían más de 7.525 los hispanocriollos hacia el año de 1600. A éstos hay que
sumar unos 20.000 mestizos, muchos de los cuales residían con los mapuches. Comparando esta población con los
160.000 nativos, de los cuales por lo menos 2/3 se ubicaban en la Araucanía, se comprenden los lamentos del
Cabildo de Imperial (Historia del pueblo chileno, tomo II, op.cit., pág.113).
106
Carta de Oñez de Loyola al rey, Concepción, 12 de enero de 1598, Mss.Medina, tomo 98, f.159. Las negrillas son
nuestras.
107
Idem..
108
BARROS ARANA, op.cit., págs.130-131.
109
Me parece bastante probable que el dominio territorial de los mapuches en estos años o, al menos, la inseguridad
de los españoles, también se expresara en Villarrica, Osorno u otras regiones, pero eso es casi imposible de
demostrar. Desgraciadamente, para el gobierno de Oñez de Loyola contamos con muy poca documentación en Chile
y no ha llegado hasta nosotros la correspondencia de los Cabildos de las llamadas "ciudades de arriba". Por esta
razón, sólo puedo plantear hipotéticamente el control espacial por parte de los mapuches y huilliche de estas
regiones.
110
Declaraciones de dos mulatos que vivían entre los indios rebelados, 27 de diciembre de 1593, CDIHCh, Segunda
38

mapuches. La mayoría, incluyendo al gobernador, pecaba de falso optimismo y subestimó la capacidad organizativa
del enemigo.
No existió un apaciguamiento de los indígenas, pues hemos visto que sus incursiones no cesaron, amparadas
en la libre circulación por casi toda la Araucanía. Así, los sucesos ulteriores comienzan a tener una explicación que
revela un accionar mapuche coherente y perfectamente consciente de las limitaciones del adversario. Tal coherencia
es la clave para dimensionar correctamente los acontecimientos a partir de 1597.

Alarma en Purén

Habíamos dejado al gobernador en los aprestos para internarse en la ciénaga de Purén. Durante el verano de
1597 unos trescientos españoles, acompañados de yanaconas e indios amigos, iniciaron las operaciones. Tras algunos
enconados combates, efectivamente lograron levantar un fuerte en las vegas de Lumaco111.
La respuesta de los comarcanos no se hizo esperar. Un participante de esta campaña nos informa al respecto:
"...y después de poblado el dicho fuerte de Purén se ofrecieron muchos encuentros y guazábaras con los indios
rebelados, así en la misma ciénaga donde los dichos indios estaban, como fuera de ella, que fue en tanto grado que en
cuarenta días no se dejó de pelear con ellos un día... y especialmente en una batalla y reencuentro que con ellos se
tuvo, llevándose los dichos indios las vacas, las cuales les quitaron a fuerza de lanzadas y arcabuzasos donde se peleó
con mucho número de indios hasta que fue de noche..."112. Durante los meses que los españoles consiguieron
aguantar el permanente asedio al fuerte, los mapuches desplegaron todo tipo de artimañas, desviando incluso la
corriente del río Lumaco para anegar el sitio ocupado por el enemigo113.
El invierno de 1597 aumentó los problemas de los peninsulares. Junto con soportar el frío y el hambre, los
yanaconas "se nos huían cada día, llevando los mejores caballos que teníamos para vadear los ríos que lo uno y lo
otro nos hizo harta falta"114. En septiembre, el fuerte tuvo que ser abandonado definitivamente, adjudicándose los
nativos un triunfo que envalentonó aún más a los conas de Purén.
La cantidad de mapuches que actuaron en algunas ocasiones y la variedad de recursos utilizados durante el
cerco, revelan una organización considerable. De acuerdo a los documentos, hubo un ataque en que habrían
intervenido cinco mil guerreros115. En el siglo XVI, en cualquier parte del mundo, juntar, alimentar y cobijar ese
número de efectivos, requería de un mínimo de planificación e infraestructura. En este caso, los tucapeles "como más

Serie, tomo IV, págs.384-385.


111
En carta del virrey Velasco al rey, se refieren los combates que se libraron para fundar el fuerte "aunque con
muerte de muchos indios y de cuatro españoles que le mataron...", Lima, 23 de abril de 1597, Mss.Medina, tomo 98,
f.27. Véase también ROSALES, op.cit., capítulo 6.
112
Pedimento del capitán Sebastián García Carreto sobre que se le haga merced de encomendar indios, 1597,
CDIHCh, Primera Serie, tomo XXV, pág.420. También relata otros combates que confirman la veracidad de los
acontecimientos que narra ROSALES en el capítulo 6.
113
BARROS ARANA, op.cit., pág.224.
114
Carta de Oñez de Loyola al rey, Concepción, 17 de enero de 1598, Mss.Medina, tomo 98, f.47.
115
Pedimento de Sebastián García Carreto..., CDIHCh, Primera Serie, tomo XXV, pág.420 y carta de Oñez de
Loyola al rey, inconclusa y sin fecha, Mss.Medina, tomo 98, f.42. ROSALES, op.cit., pág.679, aumenta el número
de atacantes a 7 mil.
39

gruesa y poblada de gente y bastimentos, ofreció y dio a Purén los bastimentos que el fuerte que poblé le había
quitado... [y] reforzó a Purén en todo cuanto pudo, engañando al castellano de Arauco y diciendo que me daría la paz
infaliblemente el día que entrase a aquel estado... y quel tiempo del invierno tan cruel les era favorable, animaron a
los purenes a que apretasen el fuerte, como lo hicieron"116.
Este tipo de cooperación entre los mapuches de distintas ayllarehuas se practicaba regularmente. De hecho,
en un parlamento de 1605, los mapuches de la zona de Yumbel confesaron al entonces gobernador Alonso García
Ramón la existencia de una concertación mapuche. Los loncos declararon que "determinaron de hacerles la guerra y
vengarse, y para hacerles guerra mejor, dividieron sus tierras en ayllareguas, pusieron leyes de guerra, enviaron sus
toquis a Purén, Cunumpulli y Angol y a las demás partes, con opinión de los más valientes de la tierra y de su
libertad y queste ánimo heredaron de sus padres..."117.
Ya vimos la colaboración que brindaban los indios de paz a los de guerra y el dominio mapuche de un vasto
territorio; ahora, a los rebeldes se les sumaban los yanaconas y se embestía exitosamente un fuerte que contaba con
más de ciento cincuenta soldados para su protección.
Considerando todos estos antecedentes, no nos pueden sorprender los comentarios del Cabildo de Santiago en
torno a los preparativos mapuches para un gran levantamiento: "Antes de que sucediese la muerte del gobernador
Martín García de Oñez de Loyola dimos aviso a Vuestra Majestad del estado de este reino y guerra que
evidentemente se esperaba recibir de enemigos que había seis años que debajo de nombre de amigos estaban tan
bastecidos de armas, caballos, ganados y otros pertrechos de guerra que en la simulada paz con gran cuidado habían
procurado y adquirido"118. Por otra parte, unos indígenas apresados en la zona central "confesaron que había seis
años trataban esta general rebelión..."119. Sumados estos testimonios a los datos que se entregaron en páginas
anteriores y tomando en cuenta el posterior desarrollo de los hechos, no parece descabellado plantear una larga y
cuidadosa premeditación de la rebelión general mapuche de 1598. Las fuentes citadas, al menos, así lo consignan120.
La victoria de Purén comprobó en la práctica el funcionamiento de las alianzas y el acierto de las tácticas
mapuches ante un adversario que flaqueaba por todos lados. La Araucanía entraba así en la última fase de los
preparativos para la rebelión general. Mientras en Purén los guerreros comenzaban a despedirse de sus familias para
ir a tomar la ofensiva contra los españoles, llegó el aviso de una comitiva que se dirigía desde la Imperial a Angol.
Distintos presagios y portentos en Chillán, revelaciones de "algunas piezas, las cuales examinadas, habían
declarado como Anganamón y Pelantaro estaban haciendo gente en Purén, y tenían muchos indios convocados...", un

116
Carta de Oñez de Loyola al rey, Concepción, 17 de enero de 1598, Mss.Medina, tomo 98, fs.45-46. El mismo
Consejo de Indias señalaba los tratos entre Purén y Tucapel: "...porque mientras una parte queda rebelde acuden los
demás a ella... y que no teniendo posibilidad para poblar más que la una juntándose las dos en la otra, han de dar
continua inquietud". Acuerdos del Consejo de Indias, Madrid, 19 de julio de 1598, Mss.Medina, tomo 100, fs.122-
123.
117
Autos de las paces y perdón general hechas por el gobernador García Ramón, 1605, Mss.Medina, tomo 118, f.40.
118
Carta del Cabildo de Santiago al rey, 30 de abril de 1599, CDIHCh, Segunda Serie, tomo V, págs.90-91. Las
negrillas son nuestras.
119
Parecer acerca de si contra los indios de Arauco es justa la guerra que se les hace y si se pueden dar por esclavos,
dado por fray Reginaldo de Lizárraga, Lima, 16 de julio de 1599, CDIHCh, Segunda Serie, tomo V, pág.45. Las
negrillas son nuestras.
120
Concuerdan con esta interpretación, aunque sin aportar mayores elementos de juicio, ENCINA, op.cit., págs.155-
156 y GUSTAVO VALDÉS B., Chile en el siglo de su difícil consolidación: el Flandes Indiano, en Historia
General de España y América, tomo IX-2, Ed.Rialp, Madrid, 1984, pág.418.
40

aviso del capitán español Pedro Escobar de Ibacache o dos sueños de su muerte, podrían haber alertado al
gobernador de la inminencia de un peligro121. De nada sirvieron las advertencias. El 21 de diciembre de 1598 salió
acompañado de unos cincuenta españoles y trescientos yanaconas para socorrer la zona de Angol, donde los
mapuches habían dado muerte a dos soldados del fuerte de Longotoro. El 22 se alojó el campo en Curalaba.
Pelantaru observaba desde lejos los movimientos del enemigo, mientras sus hombres tomaban posiciones. Al
amanecer del 23 de diciembre, trescientos mapuches a caballo cayeron sorpresivamente sobre los dormidos
centinelas...

121
Purén Indómito, op.cit., Canto I, octavas 25-33 y ROSALES, op.cit., capítulo 7.
41

EL REINADO
DE LA GUERRA

...no se oye otra cosa en aquel reino sino tal fuerte han rompido, la gente dél
degollado, cortada la cabeza a tal capitán, tal ciudad han asaltado, robado della
niños, viejos y doncellas, los templos han violado, tales han oprimido y cercado
y otras cosas de esta manera...

Memorial sin firma presentado a la Junta de Guerra de Indias el 28 de enero de 1600


42

Estallido de la rebelión general mapuche

La emboscada, tendida por Pelantaru en Curalaba, fue un éxito rotundo. Los españoles, asaltados
simultáneamente por tres escuadrones de mapuches, sucumbieron sin oponer mayor resistencia122. "No se disparó otro
arcabuz sino fue el del padre fray Melchor, el cual murió allí", nos informa Bartolomé Pérez, quien fuera cautivado en el
lugar123. Aunque algunos soldados tomaron las armas para defenderse, la mayoría huyó a un cercano barranco, donde se
despeñaron, ahogaron o fueron alanceados por los indígenas124. Junto con Oñez de Loyola perecieron casi todos los
españoles además de unos trescientos yanaconas.
El botín cogido por los purenes también resultó cuantioso: "Tomaron los indios en este despojo cuatrocientos
caballos, los 80 regalados, 56 cotas y otras tantas sillas de labrida y jinetas, cuarenta lanzas, 16 arcabuces, 3 vajillas de
plata [y] 7.000 pesos de oro de Valdivia que traía el gobernador suyos, tomaron otros 2.000 pesos de oro a su secretario y
[al] capitán Galleguillos que aquí murieron. Tomaron gran número de ropa de Castilla y de la tierra... Valdría este
despojo en este Reino 20.000 pesos de oro"125.
En un principio, los mapuches no sabían que habían aniquilado la comitiva donde marchaba el propio
gobernador. Quizás durante la refriega o poco después:
"Vidose al fin el caso descubierto,
admirando los mismos purencianos
haber el gran Loyola él muerto
y haber muerto la flor de los cristianos:
de allí la fama luego lo hizo cierto
volando por los pueblos comarcanos,
con cien conformes lenguas lo decía,
y duda en tal suceso se ponía.

Más, por saber la nueva en banda espesa,


abreviando el deseo los caminos,
llegaron a Purén marchando apriesa,
los ilustres caciques convecinos
adonde Pelantaro con la presa,
al son de estrepitantes tamborinos,
llegó causando el raro vencimiento
mayor la admiración, que no el contento"126.

122
El único español que sobrevivió en esta ocasión, relató así el ataque: "Y al amanecer o ya de día, antes que el sol
saliese, bajaron por la ladera abajo de improviso trescientos indios de a caballo como unos leones, que no dieron
lugar a que hombre subiese a caballo, sino fue fray Melchor y yo, que lo estábamos porque habíamos ido a juntar
nuestros caballos". Carta de Bartolomé Pérez Merino al corregidor y vecinos de Angol, Lumaco, 25 de diciembre de
1598, publicada por José Miguel Barros, El desastre de Curalava: un testimonio directo, en Boletín de la Academia
Chilena de la Historia, Nº97, Santiago, 1986. La cita es de la pág.137. Además se puede consultar este documento en
los Mss.Medina, tomo 100, fs.135-142.
123
Idem..
124
ARIAS de SAAVEDRA en el Purén Indómito, fustiga duramente a los soldados que intentaron huir: "...pues no
merecen ellos ser loados/por haber tan cobardemente huido,/ni de hombres tales quiero haya memoria,/ni nombrarles
sus nombres en mi historia" (op.cit., Canto I, pág.160).
125
Relación de lo sucedido en Chile desde 20 de diciembre de 98 hasta primero de mayo de 99, escrita por el Capitán
Gregorio Serrano, Valparaíso, 1º de mayo de 1599, Mss.Medina, tomo 230, fs.67-68.
126
Las guerras de Chile, op.cit., Canto II, págs.36-37. El jesuita ROSALES, op.cit., pág.686, ratifica el hecho que
los purenes, en un comienzo, no sabían que Oñez de Loyola formaba parte de sus víctimas.
43

La noticia del triunfo que se habían adjudicado los mapuches de Purén, desató la alegría en gran parte del
territorio comprendido entre Chillán y Osorno. Al mismo tiempo, afianzó aún más el liderazgo de esta comarca entre los
habitantes de la Araucanía. La muerte del gobernador constituía un evento de gran simbolismo que, indudablemente, fue
interpretado como buen augurio de futuras victorias para la gente de la tierra.
Tomando en cuenta los antecedentes entregados en el capítulo anterior, parece bastante probable que los planes
insurgentes de los mapuches se alteraran con este hecho de armas. Posiblemente, Curalaba precipitó la ejecución de una
voluntad colectiva, que se fraguaba hacía años en la impenetrable selva que cubría los faldeos de la cordillera de
Nahuelbuta127.
Tras las celebraciones en Lumaco, Pelantaru, en su calidad de toqui de Purén, convocó a un urgente
parlamento128. Los mensajeros mapuches cumplieron su encargo con presteza y se realizó una gran junta en Purén para
resolver los pasos a seguir. La masiva concurrencia fue impresionante y revela desde un comienzo que el alzamiento sería
total. Basta con revisar la procedencia de los asistentes, oriundos de los más remotos lugares de la Araucanía.
"Vino de Purén y de Pidoco,
de Paicaví, Guadava, Boquilemo,
de Elicura, Chichaco, de Malloco,
Conumpulli, Niningo y de Cotemo,
de Güeteque, Nontuco y de Nantoco,
los cuyuncos, Molchén y Michitemo,
de Rolomo, Quilaco, de Chepimo,
Petereve, Rancheo y Calcoímo;

la de Pilén, Guareva, Quichiregua,


de Puchangue, de Ongol, de Millapoa,
de Pilmaiquén, Tirúa, Videregua
Cayocupil, de Angolmo y de Claroa,
Tucapel, Rangoel, de Pengueregua,
Coyuncave, Birquén, Coipo, Yuncoa,
de Pangue, de Lincoya, los toltenes,
Queule, Rangalicán y los cautenes,

Arauco, Lavapié, Quedico y Lebo,


Millarapue, Quiapo, Mareguano,
Catiray, Mulvilla, Tabolebo,
los coyunches, que viven en lo llano:
no quedó viejo alguno ni mancebo
que aquí no fuesen juntos mano a mano,
que no hay para ellos hoy mayor contento
ni gusto que el beber y el mudamiento;

Itata fue, Quinel y Maquelboro,


Gualque, Rere, Gualebo, Lebopía,
Yumbel, Tomeco, Paque, Longotoro,
Ainavilo y Gualpén en compañía,

127
Según ENCINA: "La rebelión sorprendió a los mapuches antes de terminar sus preparativos. La victoria de
Curalaba precipitó un movimiento que habían proyectado para más tarde" (op.cit., pág.296).
128
El clérigo cautivo confirma la realización de los festejos en Lumaco: "...marcharon todos a sus tierras y allegué a
este Lumaco a casa de Güenomilla, que así se dice mi amo... Y me han honrado que para ir a la borrachera me dio
mis valones y sotanilla y botas y borceguíes. Y pidió prestado de otro indio uno de mis sombreros para que fuese
como Padre y en un buen caballo". Carta de Pérez Merino, 25 de diciembre de 1598, op.cit., pág.138.
44

Guaiquipangue, Coitón con todo el coro


que el grande Guachemávida tenía,
los puelches fuertes, bravos y ligeros,
de grandes cuerpos y únicos flecheros;

otras muchas provincias acudieron,


que de los nombres dellas no me acuerdo;
después que todos juntos estuvieron
todos juntos entraron en acuerdo..."129.

La estrategia militar mapuche, forjada entonces en Purén, será aprobada por casi todas las comarcas, quedando
relegadas a un segundo plano las eventuales rencillas inter-tribales130. Inmediatamente se procedió a la designación de los
toquis comarcanos, tarea encomendada a Pelantaru en su calidad de toqui general elegido para esta campaña131. Los
escogidos para acaudillar a los conas en los distintos frentes de combate fueron Nahuelburi de Mulchén, Quintehuenu de
Arauco y Anganamón de Purén132. Los guerreros de Nahuelburi partirían a la zona de Angol y Mulchén, Quintehuenu
iría a hostilizar el fuerte de Arauco, mientras el célebre Anganamón acometería La Imperial y Villarrica y apoyaría los
levantamientos previstos en la región huilliche133. Pelantaru, por su parte, incursionaría con un cuerpo móvil de
aproximadamente mil hombres en Santa Cruz y acudiría en socorro de las parcialidades con problemas operativos. La
flecha recorrerá una vez más el territorio mapuche, acompañada de la amenaza y el castigo hacia aquellas comarcas que
demostraran alguna indecisión.
Rápidamente la rebelión comenzó a generalizarse y al cabo de apenas tres meses se tornó incontenible. Gregorio
Serrano, en su calidad de testigo y casi exclusivo narrador de la ofensiva mapuche de esos momentos, nos muestra a los
nativos en toda su pujanza militar frente a una pobre, espontánea y desarticulada respuesta española. Una tras otra, las
parcialidades mapuches se irán sumando al levantamiento, abandonando las fingidas paces dadas años atrás a Oñez de
Loyola:
El 16 de enero de 1599 se sublevaron en Longotoro y Arauco; "a 18 del dicho dio el capitán Anganamón en la
Imperial"; "a los 4 de febrero se alzó la comarca de Angol, alzándose todo lo que trujo de paz don Alonso de
Sotomayor hasta el río de la Laja"; "a los 6 del dicho se alzó Catiray, Mareguano, Millapoa y Talcamávida y todo
lo que estaba de paz de la otra banda del Biobío reducido a Santa Cruz134. Y a los 7 del dicho vinieron 800 indios
de a pie y 400 de a caballo a vista de la ciudad de Santa Cruz..."; "sábado primero de cuaresma dieron en Molchén
que había 40 años que estaba de paz. Y le alzaron y [también] a los indios de Biobío"; "a los 6 de abril vinieron
sobre la Concepción"135.

129
Purén Indómito, Canto II, págs.190-191. También menciona esta junta, ROSALES, op.cit., pág.688.
130
En torno a la estrategia militar y diversas tácticas mapuches, véase el capítulo siguiente.
131
Sobre la elección de Pelantaru dice MENDOZA en Las guerras de Chile: "...digo que el vencedor
esclarecido,/dada su aprobación la muchedumbre,/con general aplauso le fue dado/el cargo general por el senado"
(op.cit., Canto II, pág.37).
132
Respecto de Nahuelburi, hay que señalar que en las crónicas e historias figura generalmente como Nabalburi o
Navalburi.
133
Purén Indómito. op.cit., Canto III, pág.218. El testimonio de fray Francisco de Ribero corrobora el rumbo seguido
por los caudillos mapuches: "La Imperial la afligen con armas, de suerte que dicen andan tres escuadras de indios de
a caballo y a pie: la una hace la guerra a la Imperial, la otra a Angol, la otra a Arauco". Carta de Francisco de Ribero
al rey, Santiago, 26 de marzo de 1599, Mss.Medina, tomo 98, f.179.
134
En el Purén Indómito, op.cit., Cantos V y VI, se sostiene que los mapuches de Marihuenu (Mareguano) no se
sumaron inmediatamente a la rebelión y que, bajo el mando de Quelentaru, colaboraron con los españoles en la
defensa de Santa Cruz. Después de la batalla del 7 de febrero y sobre todo una vez despoblada Santa Cruz, dicha
comarca se habría unido definitivamente a los rebeldes.
135
Relación de Serrano, Valparaíso, 1º de mayo de 1599, Mss.Medina, tomo 230, fs.72-80.
45

Entretanto en Santiago Pedro de Vizcarra era designado gobernador interino, en el mundo español del sur casi
todo era desesperanza. El ímpetu de los indígenas había provocado la completa destrucción y abandono de los fuertes de
Longotoro, Maquehua y Mulchén, en los primeros meses de 1599136. Pocas fueron las ocasiones en que los soldados
lograron dispersar alguna junta mapuche con éxito y, menos aún, impedir que los indios de paz se pasaran al enemigo.
Las palabras del religioso fray Francisco de Ribero retratan el pánico reinante: "Cuando vienen a dar en un pueblo [los
indígenas] los de a caballo traen otros tantos flecheros a las ancas; desta suerte hacen la guerra muy diferente de lo que
solían, ya no se espantan de arcabuz y mosquetes... y la cobardía de los españoles es tanta que viendo que los indios
tienen a mal traer algún soldado, vuelven los demás las espaldas y dejan a veces a su capitán entre los indios... Envíe
Vuestra Real Persona remedios a este reino, que está tan perdido que si no lo remedia con tiempo, todo se perderá"137.
Por otra parte, la escasez de recursos bélicos era manifiesta, como consta en un catastro de las fuerzas y
pertrechos de Arauco, Santa Cruz, Angol, Concepción, Chillán y del fuerte de Longotoro que realizó Serrano138. Ello
confirma una vez más la urgencia de las peticiones de refuerzos que constantemente había formulado Oñez de Loyola a
través de Olaverría y Erazo. En este cuadro, los primeros socorros enviados por el virrey serán como una gota de agua en
el desierto.
El 7 de marzo de 1599 se produjo el abandono de la ciudad de Santa Cruz de Oñez, primer eslabón de una cadena
de despoblaciones que proseguirían en años posteriores. Aunque muy criticada ulteriormente, refleja la impotencia
española en esos momentos y señala la primera victoria estratégica para Pelantaru139. Gracias a los pormenores de la
relación de Serrano se aclara la difícil situación por la que atravesaba dicha aldea. Francisco Jufré, a cargo del poblado,
"dio aviso al gobernador y [de] como él no se podía sustentar en Santa Cruz y que no tenía agua ni que comer y que
venían 5.000 indios a ponerle cerco y que los indios de Tarichina se querían alzar y tomarle la barca, a que él no se podía
sustentar cargado de mujeres y niños y sin bastimentos, que no podía ser socorrido, que quería despoblar"140.
Sin embargo, el gobernador interino Vizcarra estaba apenas en condiciones de defender Concepción y las minas
de oro de Quilacoya. Pensar en una ofensiva, con las escasas fuerzas disponibles, equivalía al suicidio y amenazaba la
permanencia española en Chile: "Si se dilata este mes el socorro que de V.E. se espera, está en evidente contingencia
rebelarse todos los indios de arriba y de todo el reino y ser necesaria nueva conquista"141. Así, mientras los españoles
seguían esperando el ansiado refuerzo de tropas, las ciudades del sur, salvo Arauco y Angol, "estaban incomunicadas con

136
Todos los pormenores de los combates, las cifras de muertos y un completo relato cronológico del alzamiento, se
encuentran en los libros de CRESCENTE ERRÁZURIZ, Seis años de la historia de Chile (23 de diciembre de 1598-
9 de abril de 1605), Imprenta Nacional, Santiago, 1881-1882 e Historia de Chile durante los gobiernos de García
Ramón, Merlo de la Fuente y Jaraquemada, Imprenta Cervantes, Santiago, 1908. También se puede consultar
ROSALES, op.cit., Libro V, única crónica que trata en detalle esta rebelión mapuche.
137
Carta de fray Francisco de Ribero al rey, Santiago, 26 de marzo de 1599, Mss.Medina, tomo 98, fs.179 y 181. Las
negrillas son nuestras.
138
Véase la Relación de Serrano, Valparaíso, 1º de mayo de 1599, Mss.Medina, tomo 230, fs.69-72 y ERRÁZURIZ,
Seis años de la..., op.cit., tomo I, capítulo 3.
139
Al respecto, señalaba el gobernador Ribera el 9 de febrero de 1601: "...su despoblada fue la mayor parte para la
ruina de este reino y pérdida de la Imperial y Angol y ruinas de Chillán y demás entradas que los enemigos hicieron
hasta Maule... y en conclusión toda la ruina del reino entraba por la puerta que abría la despoblada de aquella
ciudad". En GAY, op.cit., pág.156.
140
Relación de Serrano, Valparaíso, 1º de mayo de 1599, Mss.Medina, tomo 230, f.78.
141
Carta de Vizcarra al virrey, Concepción, 17 de abril de 1599, CDIHCh, Segunda Serie, tomo V, pág.95. Las
negrillas son nuestras.
46

Concepción y necesitaban de la feliz audacia de algún aventurero para hacer llegar allá, pasando por entre los rebeldes,
una carta o un mensaje cualquiera"142.
La legalización de la esclavitud araucana aparecía en esas críticas circunstancias como la única manera de frenar a
los indios de guerra. Si bien ésta recién sería decretada en 1608, ya era practicada por Vizcarra sin problemas morales.
Nuevamente Serrano aporta interesantes noticias. El 7 de abril de 1599 el gobernador interino logró capturar algunos
mapuches en las cercanías de Quilacoya "y los trajo a la Concepción donde fueron castigados y herrados en la cara,
porque ha proveído un auto en que los da por esclavos y ninguna cosa hay más justa que ésta"143. Sin embargo, la
represión tampoco rendirá frutos y, por el contrario, reafirmará la resolución mapuche de expulsar de sus tierras al
enemigo.
En tanto, las ayllarehuas de Purén, Tucapel, Arauco y Catiray unidas, habían ejecutado con máxima eficacia la
primera etapa de la rebelión. Entre los ríos Biobío y Cautín ya se respiraba un aire distinto, de mayor tranquilidad para los
indígenas. Pero los guerreros, a diferencia de otras veces, no descansarían todavía. El grueso de las tropas de Pelantaru se
dirigió a La Imperial a colaborar con Anganamón. El 8 de abril, Jueves Santo, los dos jefes purenes dirigieron el asalto al
fuerte de Boroa, que fue arrasado sin dificultad. Poco después Andrés Valiente, reputado capitán español y corregidor de
La Imperial, salió con cuarenta soldados a escarmentar a los rebeldes y cayó en una emboscada. Se repitieron las escenas
de Curalaba ante la atónita mirada de los vecinos de la ciudad. Luego, "robaron los enemigos toda la campaña de la
Imperial donde llevaron ganados de ovejas, vacas, bueyes, caballos, quemaron estancias y, en resolución, el mismo
pueblo [quedó] recogido y encerrado en las casas de don Agustín de Cisneros, obispo que fue de aquella ciudad, porque
todo lo demás se lo han quemado. Los indios están por horas aguardando el martirio donde padecerán muchas mujeres y
niños y religiosos, porque no tienen más de 12 caballos y 60 hombres, éstos viejos y desarmados porque los buenos se le
han muerto. Y no tienen comida ni pueden tomar agua ni pueden ser socorridos porque no hay fuerzas en el Reino para
ello y lo último es rogar a Dios por ellos"144.
Comenzará así uno de los cercos más terribles que tuvieron que enfrentar los españoles de Chile durante el
período colonial.
Asimismo, en prácticamente toda la Araucanía se registró la rebelión de los indios de paz y de servicio, elemento
que contribuyó aún más al desconcierto hispanocriollo. El padre Ovalle, por citar un ejemplo, pensaba que en los indios
de paz "prevalecía siempre en su pecho el deseo y estima de su propia libertad, de la cual se mostraron siempre tan
celosos... y si se sujetaron y dieron la paz, fue a más no poder, hallándose perseguidos y apurados de la guerra y apretados
de la hambre, por el estrago que les hacían en sus comidas y sembrados..."145. Aparte del cronista, diversos documentos
refieren como todos los indígenas de todas las ciudades del sur se sumaron a los sublevados146. Se infiere de ello, que

142
ERRÁZURIZ, Seis años de la..., op.cit., tomo I, pág.45.
143
Relación de Serrano, Mss.Medina, tomo 230, fs.80-81. Al respecto véase también el Tratado de la importancia y
utilidad que hay en dar por esclavos a los indios rebelados de Chile, presentado por el licenciado Melchor Calderón
en enero de 1599, CDIHCh, Segunda Serie, tomo V, págs.23-43 y el capítulo subsiguiente de este trabajo. Sobre los
antecedentes de la esclavitud en Chile, consúltese JARA, op.cit., capítulo 8.
144
Relación de Serrano, Valparaíso, 1º de mayo de 1599, Mss.Medina, tomo 230, f.82. El robo de los ganados lo
corrobora Mendoza, op.cit., Canto III, págs.47-48.
145
OVALLE, op.cit., pág.276.
146
Un ejemplo es la Información levantada por Quiñones el 8 de noviembre de 1599 en Concepción, citada por
ERRÁZURIZ, Seis años de la..., op.cit., tomo I, pág.82. Ahí se sostiene que estaban "alzados y rebelados todos los
naturales de paz de todas las ciudades... y aunados con los de guerra" y que no había "un indio de paz con quien
47

las incursiones de los guerreros de Purén o Tucapel lejos de sus hogares (como el caso de Anganamón y sus conas),
colaboraron en el estallido de alzamientos locales, que luego se mantuvieron por sí solos.
Al arribar, el 28 de mayo de 1599, el nuevo gobernador Francisco de Quiñones, con cien hombres de refuerzo, la
situación no podía ser peor147. El estado del reino, tras cinco meses de penurias para los españoles, se resumía de la
siguiente manera:
"...cuando llegó el dicho gobernador don Francisco de Quiñones al puerto de la Concepción, halló que la gente de
la dicha ciudad se encerraba de noche en el monasterio de San Francisco por temor del enemigo, que poco antes
quel dicho gobernador llegase, les había quemado todas las estancias y molinos de la comarca; y halló despoblada
por el Licenciado Vizcarra, que a la sazón era gobernador, la ciudad de Santa Cruz y el fuerte de Jesús, que era la
llave del reino, y fue su despoblación causa de la total destrucción dél; y asimismo halló que la ciudad de Arauco
se había recogido al fuerte, y quel enemigo había quemado la ciudad Imperial y la gente se había recogido a las
casas del Obispo, habiéndoles muerto el enemigo al capitán Andrés Valiente con más de cuarenta soldados de los
más lucidos que había en la dicha ciudad, y los había necesitado de agua y de comidas, tanto que forzados de esta
necesidad, se habían algunos pasado a los enemigos; y la ciudad de Angol se había retirado a un fuerte que estaba
en la dicha ciudad, compelidos del dicho enemigo, que le había quemado el resto de ella, y se había hecho señor
de los ganados y campo de las dichas dos ciudades, y las de Osorno y Valdivia y Villarrica y Chiloé no se
comunicaban, por estar alzadas más de ciento y cincuenta leguas de tierra; y además de los enemigos de Arauco,
Purén y Tucapel, estaban rebelados todos los del servicio y yanaconas..."148.

En tanto, Pelantaru retornaba a invernar a Purén y Anganamón tomaba el camino a Villarrica...

El gobierno de Francisco de Quiñones

En medio del caos que dominaba la reacción española en el sur, Quiñones -gracias al oportuno refresco de
ochenta hombres que despachó a Arauco- tuvo unas cuantas noches de alguna quietud en Concepción149. Los soldados de
Juan de Cárdenas y Añasco lograron romper el cerco que afligía a la fortaleza de Arauco, dando muerte a Perquiñande,
uno de los principales jefes indígenas de esa comarca. Además, ya vimos que la ofensiva mapuche se había trasladado al
río Cautín, donde Pelantaru y Anganamón no daban tregua a La Imperial.
Pero la calma en Concepción fue fugaz. El 9 de octubre de 1599, los mapuches de la región de Chillán
encabezados por Quilacán, arremetieron durante la noche contra la ciudad, que fue incendiada y saqueada, quedando
reducida a un fuerte150. Los españoles lamentaron la pérdida de alrededor de cuarenta personas entre muertos y apresados,

cultivar la tierra". Las negrillas son nuestras y el documento completo está en CDIHCh, Segunda Serie, tomo V,
págs.153-196.
147
ROSALES, op.cit., pág.710, refiere la llegada de 130 hombres, mientras el Purén Indómito, op.cit., pág.476,
contabiliza sólo 93. La cantidad de soldados de este refuerzo consta por varios documentos, incluyendo cartas del
propio Quiñones en CDIHCh, Primera Serie, tomo XXVI, pág.438, CDIHCh, Segunda Serie, tomo V, págs.74, 111,
142 y 274.
148
Información de méritos y servicios de don Antonio de Quiñones, 17 de abril de 1602, CDIHCh, Primera Serie,
tomo XXVI, pág.333. Las negrillas son nuestras.
149
El refuerzo destinado a Arauco se componía de ochenta españoles de acuerdo al testimonio de Juan de Cárdenas y
Añasco, quien lo condujo. CDIHCh, Segunda Serie, tomo V, pág.159. El contabilizar además unos 100-120 indios
amigos, explica la cifra de unos 200 hombres que entregan Barros Arana y Encina.
150
La fecha, tomada del Purén Indómito, Canto XVI, pág.561, no concuerda con la entregada por Rosales y
Errázuriz -éste siguiendo al primero- quienes mencionan el 13 de septiembre. Me parece más confiable la opinión de
Arias de Saavedra por el hecho de haber sido a la sazón alcalde de Chillán y encontrarse al momento del ataque a
48

aunque la mayor parte de los cautivos pudo ser rescatada al poco tiempo. La rebelión había traspasado los límites del
Biobío, alcanzando a una comarca que se tenía por especialmente pacífica151.
En virtud de aquellas noticias, el pánico se trasladó en toda su expresión a Santiago. De hecho, los temores en la
capital se remontaban ya a los primeros meses del alzamiento cuando "...comenzó a haber en él [Santiago] algún
desasosiego entre algunos indios que en él había de los desterrados de la guerra, pretendiendo rebelarse Jueves Santo, que
fue el día que señalaron para el general alzamiento que por toda la tierra tenían concertado, lo cual entendido se hizo
algún castigo en las principales cabezas del alzamiento conque se reparó esto"152. De acuerdo a diversos documentos, los
rebeldes habrían pretendido levantar a los indígenas de la zona central e incluso de La Serena, cosa que parece
improbable153. Ciertamente, los triunfos de sus coterráneos del sur incitaban a los indígenas que servían ilegalmente de
esclavos en Santiago a amotinarse. También es comprensible que los mapuches presos en la guerra intentaran fugarse.
Eso, sin embargo, no significa que entre los objetivos de los caudillos mapuches de Purén o Tucapel estuviera una
asonada a la capital española del reino154. Seguramente, en las peticiones de los vecinos de Santiago primaban la
exageración y el temor.
En tanto, Quiñones acumulaba más y más preocupaciones. Al incendio de Chillán y los lamentos provenientes de
Santiago, se agregaba ahora una mayor. El 4 de noviembre era informado de la presencia de una nave de presuntos
corsarios frente a la isla de Santa María, a pocas leguas de Concepción155. Tres días después, los araucanos de Lavapié
comandados por Antemaulén, aniquilaron a más de veinte tripulantes del barco de Simón de Cordes, el más grande de los
cinco buques que componían una expedición holandesa que había ingresado al Pacífico. Las embarcaciones corrieron
distinta suerte en las costas chilenas y no hubo que lamentar mayores percances en esta oportunidad. Empero, su mera
estadía sembró aún más el horror en los poblados hispanocriollos; sobre todo en Chiloé, donde los holandeses tendrían
pasajera fortuna con sus fechorías156.

pocas leguas de la ciudad. Al percatarse de las llamas, Arias de Saavedra retornó a Chillán y pudo informarse de los
sucesos acaecidos pocas horas antes, cosa que lo convierte en la mejor fuente para reconstruir el ataque relatado.
151
Así lo sostuvo Serrano en su relación, Valparaíso, 1º de mayo de 1599, Mss.Medina, tomo 230, fs.71-72.
152
Carta de fray Domingo de Villegas al rey, Lima, 23 de octubre de 1599, CDIHCh, Segunda Serie, tomo V,
pág.141.
153
Escribían los vecinos de Santiago al gobernador: "...ha pretendido el enemigo acabar de destruir y despoblar el
reino, enviando mensajeros y cabezas de españoles a solicitar la rebelión de la ciudad de Santiago y la Serena que
solas restaban de alborotarse, siendo la mayor parte dellos veliches soldados traspuestos de la guerra y presos en ella,
los cuales como cosa tan conforme a su inclinación y ánimo acrecieron prendas de enemistad contra los españoles. Y
con la noticia y castigo que se previno y principalmente la llegada de V.S. por el mes de mayo pasado cesó la dicha
alteración...". Enero de 1600, CDIHCh, Segunda Serie, tomo V, pág.249.
154
Véase el punto Concepción estratégica y tácticas mapuches a lo largo de la rebelión de 1598 del capítulo
siguiente.
155
Carta de Pedro de Recalde a Quiñones, 4 de noviembre de 1599, CDIHCh, Segunda Serie, tomo V, pág.150.
156
No abordaré en este trabajo las peripecias de los corsarios holandeses en Chile. Ni la expedición de Simón de
Cordes, ni la de Oliverio Van Noort (quien llegó unos meses después), pudieron cometer mayores tropelías en los
dominios españoles de este reino. Salvo la captura de unos barquichuelos en Valparaíso, no pasó nada. La amenaza
mapuche era inmensamente mayor y, en realidad, el más preocupado con la presencia de los corsarios fue el virrey.
El único episodio que dañó a los españoles y puso en serio peligro el control de la isla de Chiloé, recién se conoció
un año después de sucedido, por lo que no afectó la política de Quiñones.
En abril de 1600, el navío de Baltasar de Cordes, con la decisiva colaboración de los nativos, se apoderó de la ciudad
de Castro. Unos dos meses más tarde y tras una serie de combates, el coronel Del Campo -que auxilió la isla
viniendo desde Osorno- recuperó el pueblo y restableció la normalidad. Mientras los corsarios emprendían la fuga,
los caciques que les habían ayudado fueron cruelmente asesinados en señal de escarmiento. De ahí en adelante,
Castro permanecerá largos años abandonada a su suerte, casi sin recibir noticias del continente.
49

Las llegadas del verano y de refuerzos permitieron a Quiñones armar un ejército respetable para lo que era la
norma en el Chile de entonces157. A fines de febrero de 1600, el gobernador partía con una columna de cuatrocientos
soldados a socorrer Angol y La Imperial158.
Mientras ocurría todo aquello, Nahuelburi, lonco de Mulchén, no había cesado de asolar los llanos de Angol;
correrías donde participaban también los mapuches de Marihuenu y Biobío. A la cabeza de una numerosa junta,
secundado por Talcalauquén y Quelentaru, se preparaba para enfrentar a Quiñones en las cercanías del río Laja. Las
noticias de las ventajas que los mapuches obtenían más al sur, sin duda alentaban a Nahuelburi y sus conas, ya que la
presencia de tantos soldados españoles no los disuadió a retroceder. El 13 de marzo, la caballería enemiga sorprendió a la
junta mapuche en medio de sus aprestos y se trabó una batalla en los llamados llanos de Yumbel, al norte del Biobío, en
un terreno que favorecía la acción del ejército español. Tras más de un año de reveses, los españoles se adjudicaron un
decisivo triunfo que costó la vida a unos cuatrocientos mapuches, entre los cuales se contaban Quelentaru y
Talcalauquén159. Derrotado, Nahuelburi se retiró al sur del Biobío y, en adelante, centrará su lucha en los alrededores de
los ríos Laja y Vergara160.
El desenlace del combate de los llanos de Yumbel fue fundamental para estabilizar la guerra en el Biobío. El
capitán español Rodrigo Mejía afirmaría más tarde: "...que si en dicha batalla sucediera alguna desgracia, fuera total ruina
de aquel reino, por haber sido, como fue, la dicha junta general y estar todos los indios dél a la mira de la dicha batalla,
por ser la primera y por ellos tan deseada, y hallarse tan orgullosos y lozanos con las muchas victorias que habían tenido,
y entendiendo que aquélla había de ser tan cierta como las que habían tenido desde la muerte de Loyola, y vinieron a ella
con tanta confianza que en su retaguardia traían mucha suma de muchachos y mujeres para llevar el despojo del campo y
sogas para llevar a todos los presos, viniendo, como vinieron a las dichas batallas, indios sin manos y sin pies y las lanzas
atadas a los brazos con que peleaban..."161. En efecto, una nueva victoria mapuche, en las circunstancias que vivía el
reino, posiblemente habría extendido y afianzado la rebelión en torno al río Maule, con el peligro que eso significaba para
Concepción y Chillán. Quiñones, al menos, había dado un respiro a estas ciudades.
Las tropas españolas proseguirán su marcha al sur que culminará el 18 de abril de 1600 con el despueble de
Angol; aldea que, ubicada solitariamente en medio del territorio de guerra, ya no podía ser sustentada. Poco antes se había
tomado idéntica determinación respecto a La Imperial, como veremos a continuación162.

Todos los entretelones del viaje de los holandeses, su estadía en las costas chilenas y los sangrientos acontecimientos
de Castro se pueden consultar en ERRÁZURIZ, Seis años de la..., op.cit., tomo I, capítulos 12-17, 23 y 27-30.
También véase ISIDORO VAZQUEZ de ACUÑA, Las incursiones corsarias holandesas en Chiloé, Ed.Universidad
de Santiago de Chile, Santiago, 1992.
157
Véase el Anexo I, confeccionado mediante el cotejo de muchos documentos con las crónicas, donde figuran el
número de hombres y las fechas de arribo de cada uno de los contingentes.
158
Carta de Quiñones al arzobispo de Lima, 20 de mayo de 1600, CDIHCh, Segunda Serie, tomo V, pág.363.
159
Numerosos documentos refieren esta batalla. Véase por ejemplo: Información de méritos y servicios de Antonio
de Quiñones, 17 de abril de 1602, CDIHCh, Primera Serie, tomo XXVI, págs.335-337 y Purén Indómito, op.cit.,
Cantos XXIII y XXIV.
160
CARLOS ELGUETA VALLEJOS en Molcheñ. El halcón guerrero, libro editado por la Asociación Chilena de
Seguridad (ACHS), Santiago, 1994, relata la participación y el papel cumplido por Nahuelburi durante la rebelión de
1598 (págs.41-53). Para este autor, oriundo de Mulchén, Nahuelburi fue el primero de los mulcheninos notables
(pág.211).
161
Información de méritos y servicios de Antonio de Quiñones, 17 de abril de 1602, CDIHCh, Primera Serie, tomo
XXVI, pág.369.
162
En torno a las despoblaciones de La Imperial y Angol se conservan valiosos documentos, agrupados como Autos
50

La caída de las "ciudades de arriba"

Los españoles avecindados en Chile denominaban "ciudades de arriba" a La Imperial, Villarrica, Valdivia y
Osorno. La primera de ellas, como ya indicamos, soportaba un sitio desde abril de 1599. Quien describió con mayor
detalle y dramatismo la miseria que allí se vivió durante un año de permanente asedio, fue el padre Diego de Rosales163.
Su relato ha sido la base para los historiadores que han tratado estos hechos en las historias de carácter general de bastante
difusión; razón por la cual me referiré muy resumidamente a lo que aconteció en este poblado.
Ante la muerte de los mejores soldados y el hambre, los sobrevivientes de La Imperial opusieron a los mapuches
la fe en Dios y el heroísmo de mujeres y ancianos164. No obstante, un buen número de habitantes -hombres, mujeres y
niños- se pasó al lado indígena para salvar sus vidas. Algunos de ellos, como el cura Juan Barba o Jerónimo Bello, se
transformarán luego en activos promotores de la guerra por el bando nativo.
En el ínterin, los mapuches instaron en múltiples ocasiones a los españoles del fuerte a la rendición. El propio
Pelantaru se dirigió en más de una oportunidad a los sitiados, llamándolos a abandonar su reducto165. Pero su capitán,
Francisco Galdames de la Vega, nunca consintió en la entrega de la ciudad. Valiéndose de un ardid, se logró la captura
del lonco Guaiquimilla de Tirúa, quien, según el Purén Indómito, habría conducido uno de los tres escuadrones mapuches
en Curalaba. Esto permitió algo de tranquilidad y, sobre todo, la obtención de comida a cambio del buen tratamiento del
prisionero. Así estaban las cosas, cuando la presencia de Quiñones con el grueso del ejército español, dispersó a los
asaltantes mapuches. Tras consultar con el Cabildo y los principales capitanes, ordenó la despoblación de la ciudad el 5
de abril de 1600166. Dejaba de existir la más importante población española del sur.

En Villarrica las condiciones de sus moradores no variarían mucho de las que se habían experimentado en La
Imperial. La destrucción del fuerte de Maquehua, en el verano de 1599, puso en alerta a esta aislada ciudad, donde
gracias a la colaboración del lonco Curimanque, se repelieron con relativa fortuna los ataques de los comarcanos
rebelados. Las mayores desgracias españolas comenzaron cuando Anganamón, a las puertas del invierno del mismo año,
tomó a su cargo el hostigamiento de Villarrica:
"Partióse luego el bárbaro famoso
y fue a los naturales incitando,
para el rebelión áspero y dudoso
los ánimos pacíficos alzando;

y diligencias hechas por el gobernador Francisco de Quiñones en la despoblación de las ciudades de La Imperial y
Angol, abril de 1600, CDIHCh, Segunda Serie, tomo V, págs.295-352. ROSALES, op.cit., narra estos hechos en el
capítulo 19 de su crónica. Todos los detalles de esta operación se pueden consultar en ERRÁZURIZ, Seis años de
la..., op.cit., tomo I, capítulos 20, 21 y 22.
163
Véase ROSALES, op.cit., capítulo 10.
164
Conocidos son los milagros atribuidos a Nuestra Señora de las Nieves en los momentos más apremiantes del
cerco. ROSALES, op.cit., págs.692-693 y AMUNATEGUI, op.cit., tomo I, págs.75-84.
165
Según el Purén Indómito, Pelantaru se habría expresado en los siguientes términos: "Habéis con sobra de ánimo
sufrido/sed, hambre, fuego, peste, cruel dolencia,/cuarenta y nueve asaltos resistido/a toda la barbárica potencia,/poco a
poco las fuerzas consumido/como lo muestra claro la experiencia:/no sé cuándo aguardáis a tomar puerto,/viendo dudoso
el bien, el daño cierto" (op.cit., Canto XXII, págs.715-716).
166
Ver nota 41.
51

llegósele un ejército copioso


y a la Rica con él fue caminando
por fuera de camino y despoblado,
sin rumor, con silencio y gran cuidado".

Los vecinos no tomaban todas las precauciones que correspondían:

"aviso cierto el bárbaro tenía


de que estaban la noche con cuidado
y que sin él ni guardia todo el día,
y cualquiera en su casa descuidado;
por esto Anganamón tan cerca había
su poderoso ejército emboscado
para, en saliendo fuera de la cuadra
salir también del monte con su escuadra".

De pronto, se produjo el ataque mapuche:

"Las voces, el estruendo, los clamores,


el confuso tumulto, priesa y llanto,
el ruido, algazara, los temores,
el miedo, turbación, pena y espanto,
el alboroto de los malhechores
y el horrísono estrépito era tanto
que haber llegado el tiempo parecía
del último, fatal y postrer día".

Hombres y mujeres se precipitaron en busca del amparo de la guarnición española, a cargo de Rodrigo de Bastidas:
"al fuerte sin parar apriesa corren,
que no les dan lugar para ir despacio
los bárbaros feroces que las corren
hasta las mismas puertas del palacio;
mas ya los españoles las socorren,
que en breve tiempo, término y espacio
salieron a la plaza denodados,
ellos y sus caballos bien armados".

Sin embargo, ni los soldados pudieron hacer frente a los guerreros de Anganamón:

"Quedaron los contrarios por señores


de la ciudad, haciendas y campaña,
soberbios, iracundos, vencedores:
humildes y vencidos los de España.
Robaron, ¡oh sacrílegos traidores!,
los templos, y con grande furia y saña
a fray Cristóbal Coronel mataron;
el pueblo y los conventos abrasaron;"

Después del triunfo, los indígenas de la zona siguieron hostilizando a los hispanocriollos de Villarrica, mientras
Anganamón regresaba a Purén:
"volvióse el general para su tierra
después de haber, cual digo, levantado
los indios de la Rica y alta sierra,
y todos sus contornos alterado;
del trabajo y provechos de la guerra
52

estaba rico, próspero y cansado:


a descansar se vuelve a Pailagüeno,
de gloria, fama, triunfos y honra lleno"167.

Casi tres años se prolongará el encierro de los españoles en el fuerte sin recibir ayuda alguna. La historiografía,
basada en la obra de Rosales, ha destacado de sobra las hazañas de los capitanes Rodrigo de Bastidas, Juan Beltrán y
Marcos Chabari en la defensa de su endeble posición; la astucia en la búsqueda de comida; el sufrimiento y la paulatina
muerte de los habitantes; y el ataque final mapuche, encabezado por Cuminahuel, que selló el destino de la ciudad el 7 de
febrero de 1602 168.
Juan de Maluenda, uno de los escasos sobrevivientes de Villarrica, en 1624 entregó su testimonio del calvario
que, al mismo tiempo, corrobora al cronista:
"...por muerte del Gobernador Martín García Oñez de Loyola, hubo alzamiento general de los naturales, los
cuales mataron en la dicha ciudad a mucha gente y entre los muertos fue un hermano mío, tíos y primos,
haciéndoles pedazos, peleando en defensa de su tierra... y nos pusieron cerco en el fuerte de la dicha ciudad
adonde estuvimos tres años cercados, tan faltos de mantenimientos que comíamos todas las cosas asquerosas que
habían, obligándonos a ello la necesidad; y en estos reencuentros que había con los enemigos por salir a buscar
que comer, iban matando o cautivando mucha gente de los que estábamos cercados; y otros morían de hambre; y
aunque los indios rebeldes nos ofrecían muchos partidos, no lo admitimos por ser contra Vuestro Real Servicio; y
siempre firmes en él, y sólo venimos a quedar en el dicho fuerte, once hombres conmigo; habiéndonos reducido a
una parte muy estrecha de él por podernos mejor defender, respecto del aprieto en que nos tenían por ser tan
pocos... y con ser tan pocos como está dicho no perdíamos ningún punto en nuestra defensa, hasta que con fuegos
y humacos que nos dieron los enemigos, nos entraron en el fuerte... más de siete mil indios, y nosotros veinte y
cuatro entre hombres y mujeres, y si no fuera por esta fuerza tan anclatada, conque nos rindieron, estábamos
conjurados de no rendirnos sino morir por Nuestro Rey y Patria..."169.

Tomando en cuenta el inmenso poderío adquirido por los mapuches, llama la atención el tiempo que demoraron
en forzar la despoblación de La Imperial y vulnerar la resistencia de los últimos españoles que quedaban en Villarrica.
Para Errázuriz, la explicación de esta incidencia tiene que ver con la forma en que los mapuches efectuaban los cercos.
Según este autor, "la irregular organización de los ejércitos indígenas los hacía inadecuados para continuar un sitio en
regla. Acostumbraban vivir con lo que cada cual llevaba y con los recursos que les iba suministrando el país recorrido: ni
una ni otra cosa eran de larga duración, cuando se reunían algunos miles de hombres... Por eso, a los pocos días de
comenzar un cerco se veían obligados a levantarlo y se retiraban a sus respectivas comarcas, citándose para la próxima
reunión y, a lo mas, dejando cierto número de guerreros que hostilizaran a los españoles con ataques imprevistos y

167
Las negrillas son nuestras. Este ataque se encuentra relatado en el Canto XII del Purén Indómito, op.cit.,
págs.445-456. Tanto Errázuriz como Barros Arana no lo mencionan, porque el manuscrito de la obra de Arias de
Saavedra con el cual trabajaron, carecía de las primeras fojas del citado Canto. Ya que el Canto XI finaliza
describiendo el sitio de La Imperial, los historiadores del siglo XIX supusieron que lo que se estaba relatando en el
Canto XII era un ataque más de Anganamón contra dicha ciudad. Gracias al hallazgo de un manuscrito más completo
en la Biblioteca de Madrid, podemos reconstruir el itinerario seguido por Anganamón en el año de 1599 y, de paso,
enriquecer nuestros conocimientos sobre el cerco de Villarrica, donde sólo se conocían los antecedentes
proporcionados por Rosales.
Así, Anganamón asedió a La Imperial entre enero y abril; luego se dirigió a Villarrica, ciudad que abandonó al poco
tiempo, para pasar el invierno en su hogar en la comarca de Purén. Más tarde, durante la primavera de 1599, lo
volveremos a encontrar frente a La Imperial junto a Pelantaru.
168
ROSALES, op.cit., capítulos 12 y 26.
169
FERNANDO ALLENDE NAVARRO, La ruina de Villarrica y la información de don Juan de Maluenda, en
Boletín de la Academia Chilena de la Historia, Nº78, Santiago, 1968, pág.155.
53

guerrillas para impedirles que se comunicaran con otras ciudades y mantenerlos en alarma hasta la vuelta del ejército
indígena"170.
El análisis de Errázuriz consigna sólo parte de la verdad. Cualquier pueblo desarrolla sus tácticas militares de
acuerdo a su mentalidad. Los ejércitos europeos utilizaban el cerco con el fin de ocupar la plaza asediada; es decir,
dominar al enemigo a través de la conquista de sus centros neurálgicos y servirse de la población de éstos. Se humillaba
al vencido, tomando su lugar. Por eso Hernán Cortés se esmeró tanto en rendir Tenochtitlán, símbolo del poder azteca, en
vez de ir sometiendo palmo a palmo el territorio mexicano. Por eso se erigieron iglesias sobre los templos de los incas.
Los mapuches no tenían tal concepción. Su objetivo no consistía en derrotar al invasor mediante la ocupación de
sus poblados, pues ellos no vivían congregados de esa manera. ¿Cómo iban a tener las nociones europeas del cerco, si en
las disputas inter-tribales no existía dicha modalidad? Lo importante era provocar el abandono de la zona que se
pretendía recuperar. No se aspiraba a instalar un rehue donde había una capilla, ni retener a la población española, más
que para su intercambio por familiares cautivos o por razones de prestigio social, aún incipientes171. Sobre las ruinas de
Villarrica, cubiertas rápidamente por la selva, no se construyó ruca alguna172.
Por tanto, el sitio mapuche obedecía a la convicción de que, talando las comidas de los alrededores y vigilando a
los sitiados, tarde o temprano el lugar sería evacuado. Sólo había que impedir la llegada de tropas españolas que
reforzaran las ciudades, como bien indicaba Errázuriz. Así se explican las insistentes peticiones que los loncos
formularon a los defensores de La Imperial y Villarrica para que se rindieran; y también, la negativa de los españoles,
para quienes lo peor y más denigrante era ser obligados a dejar sus casas y aldeas.
Asimismo, las despoblaciones de Santa Cruz, La Imperial, Angol y, más adelante, de Osorno, fueron conseguidas
con un mínimo de víctimas fatales por parte de los mapuches. Los indígenas sólo se exponían a las armas de fuego al
momento de embestir un establecimiento enemigo. Seguramente, el constante enfrentamiento en las puertas de las
ciudades habría arrojado muchas muertes producto de la artillería castellana. Para no arriesgar más vidas que las
necesarias, se optó por desmoralizar a los españoles con diversos ardides que irían mermando la defensa que podían
oponerles. Sin conocer la historia romana, los mapuches supieron evitar una "victoria a lo Pirro".
Unicamente en Valdivia no fue necesario recurrir al sitio...

Volvamos al año 1599. La próspera región de Valdivia, custodiada por unos ciento cincuenta soldados, si bien
había sido escenario de pequeños combates, se presentaba bastante tranquila173. Los nativos no tenían fama de guerreros,
por lo que las precauciones defensivas al interior de la ciudad eran prácticamente inexistentes. Sin embargo, los supuestos
indios de paz hacía tiempo que se comunicaban con los rebeldes, acusando recibo de la flecha ensangrentada. Por
ejemplo los toltenes, en abril de 1599, habían dado muerte al capitán Liñán de Vera con veintidós soldados provenientes

170
ERRÁZURIZ, Seis años de la..., op.cit., tomo I, pág.30.
171
El tema de los cautivos españoles se ha tratado en el capítulo subsiguiente.
172
Señala el padre OVALLE sobre este asunto: "...de las ciudades no hicieron caso sino para abrasarlas y
consumirlas, dejando lo que quedó en pie para que lo acabase de destruir y consumir el tiempo, como lo ha hecho,
sin que se vea hoy en ellas sino solamente las lastimosas ruinas de lo que fueron" (op.cit., pág.280).
173
ERRÁZURIZ, Seis años de la..., op.cit., tomo I, págs.113-114, refiere el número de las tropas españolas que
defendían la ciudad.
54

de Valdivia, "habiendo más de 50 años que sustentaban la paz y siendo todos cristianos y tan dóciles y políticos como
Inca del Cuzco"174.
La cuenta regresiva para Valdivia se inició en noviembre de 1599. De acuerdo con Rosales y Arias de Saavedra,
la rebelión se gestó en la Mariquina, a ocho leguas de la ciudad:
"En Mariquina luego se juntaron
los más famosos hombres de la guerra
y allí los mensajeros publicaron
la embajada y descuidos de la tierra;
hechos sus parlamentos despacharon
correos con las flechas a la sierra
y a Purén, a decir a Pelantaro
que en la ciudad se vive sin reparo,

y a que les enviase alguna gente


de la suya, en la guerra ejercitada,
animosa, solícita y valiente
por quien la nueva sea gobernada,
con la cual bien podrán seguramente
entrar en la ciudad de sí olvidada,
que, según avisaban los ladinos,
sin guardia están ni fuerte los vecinos".

Se aprecia una vez más el prestigio que gozaba Purén, prestigio que se extendía más allá del río Toltén. Muchos
conas acudieron al llamado de los mapuches de Valdivia. Toltenes, cautenes y purenes conformaron los escuadrones,
donde también marchaban forajidos españoles como Jerónimo Bello y Juan Sánchez. Incluso hubo una cuadrilla de
arcabuceros compuesta por mestizos, yanaconas, negros bandoleros y mulatos. En total, cuatro mil hombres175.
"Y entraron en la ciudad sin ser sentidos y cogieron todas las bocas de las calles y las puertas de las casas
poniendo en cada una la gente necesaria. Y dispuesto todo, tocaron arma de repente, y al arma salieron los
hombres de sus casas, y como iban saliendo, los cosían a lanzadas matando con gran rigor a toda la gente de
importancia y cautivando a algunos que echaban de ver que no les podían hacer oposición como la gente moza,
perdonándoles las vidas, por llevar esclavos que les sirviesen. Entraron luego en las casas y saquéaronlas robando
toda la hacienda y cautivando a las señoras españolas y a las indias e indios que les servían; y tras esto, pegaron
fuego a la ciudad"176.

Unos cien españoles perecieron en el lugar y más de trescientas personas (fundamentalmente mujeres y niños)
fueron cautivadas por los mapuches. Desaparecía la ciudad de Valdivia, cuyos restos continuaban humeando a lo lejos,
cuando los vencedores ya celebraban la expulsión de los invasores de sus tierras ancestrales. Corría el 24 de noviembre
de 1599.

174
Relación de Serrano, Valparaíso, 1º de mayo de 1599, Mss.Medina, tomo 230, fs.81-82. La versión del Purén
Indómito, Canto IX, indica que en Queule fueron asesinados siete españoles y que Liñán de Vera, en vista de eso,
volvió a Valdivia. En los Pareceres sobre el estado de la guerra que tomó Ribera en febrero de 1601, Francisco
Galdames de la Vega, Martín de Irizar y Francisco Hernández Ortíz refieren la muerte en Queule de siete u ocho
soldados, encabezados por Fagundes. Ninguno menciona a Liñán de Vera. CDIHCh, Segunda Serie, tomo VII,
págs.59, 64 y 77.
175
La información de los preparativos mapuches se obtuvo del Purén Indómito, op.cit., Canto XVIII, págs.612-613 y
de ROSALES, op.cit., pág.706. Las negrillas son nuestras.
176
ROSALES, op.cit., pág.706.
55

Pocos días después, procedente del Perú, el coronel Francisco del Campo desembarcó con un refuerzo... pero ya
era demasiado tarde:
"los patios, plazas, calles vio sembradas
de piernas, brazos, cuerpos, de cabezas,
de manos, tripas, sesos, de quijadas,
y a otros hechos aun más menudas piezas;
iglesias, templos, casas levantadas,
palacios, salas, cuadras, ricas piezas,
deshechas, llanas, rasas, abatidas,
y en ceniciento polvo convertidas"177.

Tras contemplar las ruinas de Valdivia, Del Campo se dirigió a Osorno temiendo lo peor.

La noche del 18 de enero de 1600, Juan de Aróstigui, vecino de Osorno, no podía conciliar el sueño. Para nadie
en el pueblo existían dudas sobre la inminencia de un ataque mapuche, capitaneado nada menos que por Pelantaru. El
fuerte, construido precipitadamente, no era sinónimo de protección y el coronel Del Campo, quien había socorrido a la
ciudad unas semanas antes, se hallaba a la sazón en los escombros de Valdivia buscando los caballos y municiones que
había dejado allá. La incertidumbre invadía a los pobladores y soldados, albergados en el fuertezuelo para su mayor
seguridad. De pronto, los característicos alaridos de los conas remecieron al desierto pueblo... Aróstigui se incorporó al
instante y cogió sus armas. Más tarde relataría todo lo que vivió:
"...día de los mártires San Fabián y San Sebastián [19 y 20 de enero], al amanecer entraron en la ciudad de
Osorno cuatro o cinco mil indios con el capitán Pelantaro de la ciénaga de Purén, disparando arcabuces y a
caballo con pechos e ijadas, con alboroto y vocería acometieron el dicho fuerte por cuatro partes con mechones de
fuego para quemarle, donde se peleó con ellos hasta las once del día... y a un tiempo pusieron fuego a las casas,
templos e iglesias, de manera que el humo, fuego y arcabucería y grita de los indios ponían espanto... Habiéndose
retirado los dichos indios de las murallas de el dicho fuerte, se recogieron como cuatrocientos indios en la Iglesia
Matriz, que estaba cincuenta pasos de el fuerte, y le quebraron las puertas y entraron dentro y quebraron el
sagrario, donde estaba el santísimo sacramento y la robaron... Retirados los dichos indios a una loma, habiendo
hecho muchos daños y muerto los ganados para impedir el tomar agua, otro día bajaron parte de los indios y
pusieron fuego a la dicha iglesia y la quemaron, que era uno de los mejores templos del obispado"178.

Otros testigos mencionan la participación de mulatos entre los asaltantes y como "sacaron un Cristo y lo ataron a
un pilar de los portales de la iglesia dicha y lo apedreaban..."179.
Al igual que en las otras ciudades, la ofensiva mapuche a Osorno no fue producto del azar ni de la actuación de
guerreros envalentonados. Después de la muerte de Oñez de Loyola, los bravos indios cuncos se habían levantado,
juntando mil quinientos hombres "que empezaron a hacer muchos daños a los españoles e indios de paz que no querían
rebelarse"180.
Cuando la gran junta mapuche que había destruido Valdivia -especie de Ejército Libertador de la Araucanía-, se
aproximaba a la comarca del río Bueno, "hallaron un gran recibimiento de chicha y comida de los indios de los términos

177
Purén Indómito, op.cit., Canto XX, pág.662.
178
Servicios de Juan de Aróstigui, Osorno, 4 de mayo de 1602, CDIHCh, Primera Serie, tomo XXV, págs.428-429.
El relato de este testigo y protagonista de los hechos coincide plenamente con el de Rosales (capítulo 16). Cuando se
menciona que los mapuches entraron disparando arcabuces, seguramente se está aludiendo a la misma cuadrilla de
arcabuceros que había actuado en Valdivia un mes y medio atrás.
179
Idem., págs.435 y 444.
180
Idem., pág.427 y ROSALES, op.cit., pág.714. Estos indios cuncos no tienen nada que ver con la actual localidad
56

de Osorno. Y tomando lengua y noticia del estado de la tierra, y como el Coronel Francisco Del Campo había pasado de
Osorno a Valdivia poco antes. Como buenos y astutos capitanes discurrieron a lo que podía haber ido, y que sería muy
posible que presto diese la vuelta, y así lo que importaba era: abreviar el viaje y doblar jornadas, procurando ganarle la
delantera. Y sin pararse a beber, sino tomando como soldados un refresco, marcharon a la ligera en demanda de la
ciudad... y luego se les juntaron los indios de Osorno y de Cunco que los estaban esperando"181.
Vemos entonces, que los mapuches planificaron la embestida, debidamente informados acerca de los
movimientos del enemigo y con la absoluta colaboración de los comarcanos. La retirada se efectuó oportunamente, justo
cuando Del Campo acudía en ayuda de Osorno con sus soldados. Por último, el hecho que los indígenas de Purén,
Arauco o Imperial operasen tan lejos de sus hogares, revela una organización bastante más compleja de la que se ha
querido pesquisar y una claridad estratégica igualmente importante182.
Las fuerzas que había traído Del Campo del Perú y unos doscientos hombres enviados por el gobernador Ribera a
fines del año 1601, no sirvieron para mantener en pie a la ciudad de Osorno y menos para socorrer a Villarrica. Tampoco
fue necesaria la presencia de un nuevo ejército indígena, ni el establecimiento de un sitio permanente. Los mapuches sólo
debían esperar el agotamiento de los españoles, replegados al interior de un pequeño fuerte. Y así ocurrió.
En marzo de 1601, Del Campo se quejaba: "...cuando se sembró fue poco, porque cuando se alzó la tierra se
llevaron muchos bueyes y la junta les llevó lo que quedaba. Asimismo no se halla vino para decir misa ni un pan de sal ni
ají..."183. El hambre se apoderó rápidamente de los vecinos y militares que luchaban contra la muerte. Ante la falta de
comida y el aislamiento, el poblado fue abandonado en 1604, dirigiéndose la gente que quedaba rumbo a Chiloé184.
Finalmente los osorninos, liderados por Francisco Hernández Ortíz, culminaron su peregrinaje con la fundación de
Calbuco, frente al golfo de Ancud.
Así, como un castillo de arena azotado por el tormentoso océano, ola tras ola, desaparecieron los frágiles
cimientos de las ciudades, hasta no quedar huella española en la Araucanía. Santa Cruz, La Imperial, Angol, Valdivia,
Villarrica y Osorno ya no existían; Arauco, Chillán, Concepción y Castro quedaban reducidas a fuertes. La rebelión
mapuche había triunfado.

España socorre al reino de Chile

Los gobiernos de Alonso García Ramón (1600), Alonso de Ribera (1601-1605) y nuevamente García Ramón
(1605-1610), sostuvieron la guerra en la medida de sus posibilidades. Contaron para ello con una gran cantidad de
recursos y tropas, enviadas desde Perú y España.

que lleva ese nombre en la IXª región.


181
ROSALES, op.cit., pág.716.
182
Véase el capítulo siguiente.
183
Informe de Francisco del Campo sobre los acontecimientos de las provincias de Valdivia y Chiloé, Osorno, 16 de
marzo de 1601, en GAY, op.cit., pág.139.
184
Algunos autores (Errázuriz, por ejemplo) señalan el año de 1603 como fecha del abandono definitivo de Osorno.
He seguido a Barros Arana y Villalobos, quienes indican el año de 1604 para este hecho. Desgraciadamente los
documentos no arrojan plena luz en torno al asunto.
57

La Corona, asesorada por sus funcionarios del Consejo de Indias, tomó muy en serio la precaria situación de la
gobernación chilena. Motivaciones de índole estratégica parecen ser la explicación y causa primera del mantenimiento de
la guerra185. "Despoblar a Chile, retirar las tropas, abandonar el reino, significaba dejar el cono sur del continente a
merced de potencias rivales extranjeras, que en cualquier momento pudieran ocuparlo, como intentarían hacerlo,
peligrando la conservación del Perú, cerebro y corazón del poderío español en Sudamérica..."186. No en vano el virrey
Velasco se alarmó tanto, cuando se enteró de la presencia de los corsarios holandeses frente a la costa de Concepción.
Por otra parte, "...al mismo tiempo que se pedían al rey nuevos refuerzos para terminar la conquista de este país,
se hacían tantos elogios de la riqueza de su suelo y de la suavidad de su clima, que no parecía razonable el dejar de
prestarle aquellos auxilios"187. En efecto, las cartas de los vasallos y gobernadores, las crónicas y las súplicas de los
enviados a Madrid, casi siempre dedicaban unas líneas a las virtudes naturales de Chile.
En definitiva, también hay que pensar en el interés que movía a los funcionarios del imperio de Felipe III, en
cuanto a compensar lo invertido en Chile, sirviéndose de las minas de oro, fértiles tierras y brazos de los indígenas que se
quería conquistar. El año de 1600, por ejemplo, se planteaba concluir la conquista por tres razones: 1) la reducción de
muchos "valerosos bárbaros" a la fe católica, 2) la importancia estratégica de Chile en la defensa del Perú, y 3) por ser
"aquel reino el más rico de oro, cobre y otros metales más fructuosos..."188.
En primer lugar, la Corona dispuso la creación de un ejército permanente de mil quinientas plazas, solventadas a
través del Real Situado189. Ya en 1593, el gobernador Oñez de Loyola y sus principales capitanes habían solicitado la
mantención de tropas pagadas, considerando la creciente apatía que ostentaban los encomenderos y la pobreza de los
reclutas190. Haciéndose eco de estas peticiones, el Consejo de Indias ordenó el envío de mil quinientos soldados y de 60
mil ducados durante tres años191. Terminados todos los trámites, el 22 de enero de 1604, Ribera publicó en Concepción el
bando que establecía oficialmente el ejército en Chile192. El ímpetu mapuche de comienzos del siglo XVII colaboró, de
este modo, en la instauración de una de las instituciones de mayor poder y protagonismo -no siempre muy feliz- de la
historia de nuestro país.
La guerra consumía prácticamente todo lo que se producía en el reino, mientras que en el transcurso de la rebelión
mapuche, se acentuó la dependencia de las cajas reales del Perú. Se ha sostenido que "la guerra de Arauco costaba a

185
Al respecto se pueden consultar, entre otros, un Memorial de Domingo de Erazo al rey de 1596, CDIHCh,
Segunda Serie, tomo V, págs.16-18 y el Parecer del Consejo de Indias sobre el socorro y situar pagas a los soldados
de Chile, Madrid, 21 de agosto de 1599, id., id., pág.134.
186
CAMPOS HARRIET, op.cit., pág.160.
187
BARROS ARANA, op.cit., págs.460-461.
188
Memorial presentado a la Junta de Guerra de Indias sobre la importancia y modo de conquistar y pacificar a los
naturales del reino de Chile, 28 de enero de 1600, CDIHCh, Segunda Serie, tomo V, pág.261.
189
Sobre el Real Situado conviene precisar que era una ayuda (generalmente monetaria), proveniente de las regiones
más ricas de las Indias, destinada a las gobernaciones más pobres. No existía una cantidad fija para el Situado,
aunque los territorios receptores así lo pretendiesen. La suma enviada, usualmente se calculaba sobre los sueldos de
los soldados que servían en la plaza de destino, más los gastos de las fortificaciones, el armamento, etc.
Cfr.MANUEL LUCENA (ed.), Historia de Iberoamérica, tomo 2, Ed.Catedra, Madrid, 1990, pág.328.
190
Acuerdo sobre cuestiones de la guerra hecho por los principales capitanes según varios puntos formulados por el
gobernador Martín García Oñez y Loyola, 12 de abril de 1593, CDIHCh, Segunda Serie, tomo IV, págs.305-306. En
este documento ya se alertaba sobre la insuficiencia de las fuerzas españolas para sostener todas las fundaciones.
191
Parecer del Consejo de Indias sobre el socorro y situar pagas a los soldados de Chile, Madrid, 21 de agosto de
1599, CDIHCh, Segunda Serie, tomo V, págs.134-135. Los refuerzos de España arribarán en enero de 1602
(cuatrocientos hombres) y noviembre de 1605 (mil hombres).
192
El bando está publicado en CDIHCh, Segunda Serie, tomo VII, págs.514-515.
58

España más o menos la décima parte de las rentas que recibía de América, o sea, doscientos mil ducados anuales"193.
Veamos como se llegó a dicha suma. En 1602, los 60 mil ducados que Chile recibía del Perú serán aumentados al doble,
sugiriendo el Consejo de Indias que la mitad se mandase en ropa y el resto en dinero194. Un año más tarde se fijó el
Situado en 140 mil ducados por tres años195. Finalmente, una real cédula de diciembre de 1606, determinaba los sueldos
de las tropas de Chile e incrementaba el Situado a 212 mil ducados196. Cabe agregar que García Ramón había pedido al
rey tal monto de dinero por tres años, prometiendo acabar pronto la guerra197. El hecho que la Corona le concediese al
gobernador lo que estaba demandando, revela que los problemas de Chile recibían atención en las más altas esferas del
poder en España, aunque la lentitud conspiraba en contra de la eficacia de muchas disposiciones.
También los vecinos fueron subsidiados en alguna medida. Ya vimos como los encomenderos ganaron su batalla
en la corte durante el gobierno de Oñez de Loyola; ahora el rey promulgaba una cédula que señalaba una ayuda de 20 mil
ducados para los vecinos de la ciudades que García Ramón pretendía repoblar198. No sabían entonces, que tales
repoblaciones nunca se concretarían.

Consolidación de la victoria mapuche

A Alonso de Ribera, distinguido militar de las guerras de Flandes, le correspondió hacerse cargo del reino cuando
el desaliento invadía a sus pobladores; desaliento que se sintetiza en las palabras de Tomás de Olavarría: "Estoy corrido
de estar arrinconado en este reino y deseo con extremo salir de él... [pues] ha sido mi total ruina y destrucción... [y quiero
estar] fuera y libre de tan maldito entretenimiento"199.
El balance de la situación, en verdad, no era nada confortante: "...en dos años poco menos que ha que mataron a
Martín García de Loyola, han muerto estos indios 700 soldados, la flor de esta tierra y llevándose 300 mujeres españolas
y niños y asolado siete ciudades y llevándose más de 500 mil cabezas de ganado y más de 10 mil caballos, y despojos
más de 300 mil duros, y sobre todo la mayor arrogancia y soberbia contra nosotros que jamás se ha visto y nosotros por el
consiguiente, perdidos los humos y las esperanzas de ver bonanza en este reino..."200.
Además, las tropas españolas se enfrentaban en estos años prácticamente solas a las huestes mapuches, lo que es
una particularidad de este período de la guerra de Arauco. Analizando el carácter de la conquista en América, muchos
estudiosos han concluido, con razón, que sin el concurso de facciones o pueblos nativos leales a los invasores, aquella no

193
CAMPOS HARRIET, op.cit., pág.158.
194
Informe del Consejo de Indias sobre las cosas de Chile, después de oída la relación de fray Juan de Bascones,
Valladolid, 16 de marzo de 1602, CDIHCh, Segunda Serie, tomo VII, págs.161-162.
195
Informe de la Junta de Guerra al rey, Valladolid, 15 de mayo de 1603, CDIHCh, Segunda Serie, tomo VII,
págs.460-461.
196
La real cédula se puede leer en Mss.Medina, tomo 270, fs.206-208. Esta nueva disposición se conoció en Chile el
8 de mayo de 1608, según consta por una carta de García Ramón al rey del 9 de agosto de 1608, Mss.Medina, tomo
110, f.91.
197
Al respecto véase una carta de García Ramón al rey, Concepción, 16 de junio de 1605, Mss.Medina, tomo 118,
f.67.
198
Real cédula del 2 de septiembre de 1607, Mss.Medina, tomo 109, fs.260-261.
199
Carta de Tomás de Olavarría al rey, Santiago, 12 de noviembre de 1602, CDIHCh, Segunda Serie, tomo VII,
pág.174.
200
Carta de Gregorio Serrano al gobernador Ribera, Santiago, 15 de octubre de 1600, CDIHCh, Segunda Serie, tomo
59

habría sido posible en tan corto tiempo. Las hazañas de Hernán Cortés se desdibujan sin el apoyo de los tlaxcaltecas,
igual que las de Pizarro sin los partidarios de Huáscar. El avance de los españoles en el sur de Chile respondió a las
mismas circunstancias.
La participación de los huilliches al lado de los rebeldes y el ya mencionado levantamiento de los indios de
servicio y de paz, habían dejado al ejército peninsular desprovisto del vital soporte indígena, elemento que ayuda a
comprender los fracasos de Vizcarra y Quiñones. Escribían los vecinos de Santiago sobre este tema: "...los años pasados
parecía que bastaban 500 hombres y que ahora no bastan 1.500 ni 2.000, y es porque faltan más de 4.000 indios amigos
que solíamos traer en la guerra que valían más que 6.000 hombres para esta guerra, y faltan también de 2 a 3.000
yanaconas de servicio que traían los soldados, que también ayudaban muy gran pedazo"201. Los gobernadores sucesivos,
por la probada necesidad de contar con indios amigos para la guerra, comenzarían luego a desplegar una política de
favoritismo hacia éstos202.
Los mapuches rebelados en 1601, de acuerdo al testimonio de distintos capitanes españoles, oscilaban entre 30 y
40 mil, contabilizando a los que ya lo estaban antes de la muerte de Oñez de Loyola y a los que se sumaron después203.
Según el propio Ribera, los indígenas en armas, sin contar a sus familias, se distribuían de la siguiente manera:

COMARCA(S) NÚMERO
Purén y Tucapel 6 o 7.000
Concepción y Chillán 3.000
Arauco 4.000
Santa Cruz [Catiray] 3.000
Angol 2.500
Imperial 3.500
Villarrica 4.000
Valdivia 2.000
Osorno 7.000
Castro 3.000

Total: 37-38 mil mapuches alzados204.

Igualmente se señalaba que "esta guerra está repartida en cuatro parcialidades, con cuatro cabezas generales della
que acuden todas a Purén como a cabeza principal de todas ellas; tienen gran cantidad de lanzas y flechas, más de
400 arcabuces, más de 600 cotas, plomo y pólvora, coseletes, adargas de cuero y celadas, y gran servicio sobre nosotros,
porque tienen centinelas puestas en todas partes y se comunican con los indios y servicios de paz y saben por horas

VII, págs.20-21.
201
Carta del Cabildo de Santiago al rey, 19 de abril de 1601, CDIHCh, Segunda Serie, tomo VII, pág.116. Las
negrillas son nuestras.
202
Al respecto véase el punto Los orígenes de la frontera hispano-mapuche del capítulo subsiguiente.
203
Pareceres sobre el estado de la guerra que tomó Ribera, febrero de 1601, CDIHCh, Segunda Serie, tomo VII,
págs.45, 59, 68-69 y 77.
60

nuestro designio e intento..."205. Ayudar a las ciudades sitiadas era casi imposible, porque cada vez que los soldados
españoles incursionaban en tierras ubicadas al sur del Biobío, las debilitadas posiciones del norte eran atacadas por
pequeñas avanzadas de los rebeldes. La audacia de los guerreros mapuches los impulsó, en agosto de 1600, a la
destrucción de los fuertes de Putagán y Duao ubicados respectivamente, en la orilla sur del río Maule y tres leguas al
norte del mismo río206.
En vista de esta situación, Ribera se percató de la escasa utilidad que reportaban las entradas en territorio
mapuche y se limitó a fortalecer la posición española del Biobío al norte. "Su plan consistía en construir fuertes en las
entradas del territorio enemigo, y en ir avanzando gradualmente la línea de fronteras cuando se hubiesen sojuzgado los
indios circunvecinos a los primeros fuertes"207. Con tal propósito, socorrió el fuerte de Arauco, único establecimiento que
resistía a los mapuches al sur del Biobío, y erigió una línea de fuertes en torno a dicho río. Las fortificaciones de
Quinchamalí, para proteger a Chillán (1602); Santa Fe, en la confluencia de los ríos Biobío y Vergara (1602); Nuestra
Señora de Halle, en Millapoa cerca de la antigua Santa Cruz (1603); Estancia del Rey, en los llanos de Yumbel (1603);
San Pedro de la Paz, en la desembocadura del Biobío (1603); Nacimiento, delante de Santa Fe (1603); Santa Margarita de
Austria, en Lebu dividiendo las provincias de Tucapel y Arauco (1604); y Paicaví, en el sitio de la antigua ciudad de
Cañete (1605), comenzaron a dar una nueva fisonomía a la frontera impuesta por el aplastante poderío de los mapuches.
Unos setecientos hombres que arribaron en distintos refuerzos, permitieron la defensa de la línea fronteriza en esos años.
Si bien los mapuches del Biobío lucharon denodadamente contra el ejército de Ribera, no pudieron evitar las
fundaciones. Nahuelburi acometió una y otra vez los fortines recién construidos, especialmente el de Santa Fe. El 28 de
octubre de 1602, Pelantaru dirigió personalmente un asalto al mismo fuerte y estuvo a punto de acabarlo208. Empero, las
correrías de Ribera y del renombrado coronel Pedro Cortés, obligaron a parte de los coyunches, hualquis, quilacoyas y
pencones a deponer las armas tras el verano de 1603209.
La guerra más cruel se desarrolló en Arauco y Tucapel, comarcas que tuvieron que soportar todo el rigor de la
represión, sobre todo luego de una poco provechosa entrada de Ribera en la ciénaga de Purén. Fiel a su estrategia, Ribera
acometió en primer lugar a la ayllarehua de Arauco, donde, según comentó al rey, "...tienen la tierra tan a su propósito
llena de ciénagas, montes y quebradas que con gran dificultad se pueden haber [los indígenas]; con todo les obligué a
desamparar las tierras que llaman Longonabel, Petegullen, Carelemo, Pengueregua y Lavapié aunque no del todo, que
algunos de éstos antes pierden las vidas que su tierra..."210.

204
Instrucción de Ribera a Erazo, Concepción, 15 de enero de 1602, CDIHCh, Segunda Serie, tomo VII, pág.317.
205
Parecer de Francisco Galdames de la Vega, febrero de 1601, CDIHCh, Segunda Serie, tomo VII, pág.59. Las
negrillas son nuestras. El comentario de este capitán confirma la vigencia de varias ideas que se desarrollaron en el
capítulo anterior.
206
Otras entradas se registraron en el verano de 1602, cuando los mapuches asolaron al fuerte de Talcahuano, en el
invierno de 1603, al ser acometida la llamada Estancia del Rey en los llanos de Yumbel y en el verano de 1604,
cuando tucapeles y araucanos saquearon los términos de Concepción y Hualqui, obteniendo un importante botín.
CDIHCh, Segunda Serie, tomo VII: Pareceres que tomó Ribera, febrero de 1601, págs.46, 60, 64; Memoria de
Francisco de Alva y Nurueña, 1604, págs.498-499 y cartas de Ribera al rey de 18 de septiembre de 1605 y 13 de
abril de 1604, págs.565 y 492-493.
207
BARROS ARANA, op.cit., pág.372.
208
Véase la carta de Ribera al rey, Rere, 5 de febrero de 1603, CDIHCh, Segunda Serie, tomo VII, págs.361-362 y,
especialmente, GONZÁLEZ de NÁJERA, op.cit., págs.183-187.
209
Carta de Ribera al rey, Rere, 5 de febrero de 1603, CDIHCh, Segunda Serie, tomo VII, pág.351.
210
Carta de Ribera al rey, Concepción, 26 de mayo de 1604, CDIHCh, Segunda Serie, tomo VII, pág.508.
61

El año de 1604 los araucanos perdieron a su toqui Quintehuenu y fue sometido Antemaulén, el poderoso cacique
de Lavapié. Así las cosas, en el invierno el coronel Cortés aceptó las paces de la parcialidad de Arauco y emprendió la
campaña contra Tucapel, disminuida sin los conas de sus vecinos211. El fuerte apostado en el río Lebu dificultó aún más
la resistencia de esta comarca. En vista de eso, muchas familias se internaron en tierras situadas más al sur, donde las
armas españolas ya no podían hacerles daño. De hecho todavía en 1610, García Ramón informaba al rey como los
mapuches de Arauco y Tucapel "que no han querido paz se han desnaturalizado de sus tierras de Purén hacia La
Imperial..."212.
Las campañas del incansable Cortés, a partir del invierno de 1604, acabaron por rendir a parte de los tucapeles
que fueron sometidos en torno al fuerte de Lebu. Luego, el 10 de febrero de 1605 se registró un combate en Claroa
(Tucapel), donde el ejército de Ribera se enfrentó a unos dos mil mapuches que fueron derrotados por los españoles213.
De esa forma y también a raíz de la destrucción de sembrados y la captura de jefes importantes, la provincia de Tucapel
tuvo que aceptar el dominio extranjero y tolerar la construcción del estratégico fuerte de Paicaví en sus tierras.
No obstante este triunfo hispanocriollo, la sinceridad de las paces de Arauco y Tucapel será muy debatida en la
época y las autoridades contemplarán con sospecha a los habitantes de aquellas tierras, siempre dispuestos a volver a
levantarse214.
Así, el gobernador Ribera, antes de ser removido de su cargo, había devuelto a sus cabizbajos soldados la ilusión
de vencer al nativo y controlaba, al menos, la vertiente occidental de la cordillera de Nahuelbuta. Asimismo, al norte del
Biobío comenzó a resurgir la vida económica del reino y los habitantes recuperaron la tranquilidad perdida con la
arremetida mapuche de los años anteriores215. Pero lo más importante fue el haber elaborado una estrategia que tuvo el
mérito de operar en función de las fuerzas disponibles y de evitar los fracasos militares de sus antecesores.
Ahora bien, a pesar de estos éxitos de los hispanocriollos, la mayor parte de la Araucanía gozaba de autonomía.
Los mapuches comprendieron rápidamente el desgaste que les significaría intentar el control del Biobío y se limitaron a
proteger lo ganado al sur-oriente de dicho río.
Por otra parte, las tentativas españolas por restablecer las desaparecidas ciudades no faltaron. En marzo de 1602,
Francisco Hernández Ortíz, a cargo de las fuerzas del sur tras la muerte de Del Campo, levantó un fuerte en Valdivia
poblándolo con unos ciento veinticinco soldados y algunas mujeres de Osorno. Un año después, sólo quedaba poco más
de la cuarta parte de esta gente en medio del descontento y la falta de comida, pues los mapuches habían talado los
alrededores216. De nada sirvieron los bastimentos que mandó Ribera en 1603 y, en febrero de 1604, la plaza será
abandonada definitivamente por orden del gobernador217.

211
Otra información de servicios de Pedro Cortés, 16 de mayo de 1605, CDIHCh, Primera Serie, tomo XXIV,
pág.184. El mejor resumen sobre los servicios de Cortés, desde su llegada al reino de Chile con García Hurtado de
Mendoza, se encuentra en id., id., págs.275-306.
212
Carta de García Ramón al rey, 9 de marzo de 1610, Mss.Barros Arana, tomo 12, f.346.
213
Carta de Ribera al rey, Tucapel, 26 de febrero de 1605, CDIHCh, Segunda Serie, tomo VII, pág.558.
214
Según ERRÁZURIZ, Historia de Chile durante los gobiernos..., tomo I, pág.26: "...se aseveraba la sumisión y
pacificación de las provincias de Arauco y Tucapel. Este hecho importante... iba a ser el campo de batalla entre
amigos y adversarios de ambos gobernadores: Rivera [sic] y los suyos sostendrían que las paces eran efectivas y
sinceras; los otros [partidarios de García Ramón] que falsas y sólo la repetición de un conocido ardid de los indios".
215
En cuanto a los logros de Ribera en el plano económico véase el punto Reorganización administrativa y
económica del reino del capítulo subsiguiente.
216
Los documentos Nº70, 71, y 72 de CDIHCh, Segunda Serie, tomo VII, refieren los soldados y mujeres que
quedaban en Valdivia el 24 de enero de 1603 y los documentos Nº73 y 74 contabilizan a los fallecidos: los vivos
62

Peor le fue a García Ramón con sus intentos de repoblar Angol y La Imperial y rescatar, al amparo de ellas, a los
cautivos españoles. En 1606 contaba con unos dos mil hombres y resolvió internarse en la Araucanía. "Se abandonaba,
pues, el sistema de no avanzar un paso sin haber dominado por completo la comarca donde se situaba un fuerte, sistema
que tan buenos resultados había dado..."218. Al mismo tiempo, los indígenas, conscientes de su superioridad en esas
regiones, no temían al numeroso ejército del gobernador: "...se entendió que con el socorro de mil hombres venidos de
España temblará la tierra [pero] los naturales no dieron señales ni muestra de ello, antes, arrebatados de su ordinaria
presteza e insolencia, han ejecutado todas las empresas a su salvo sin perder nada..."219.
El año de 1606 comenzó mal para las expectativas que tenía García Ramón. Una penetración en la ciénaga de
Purén resultó completamente infructuosa en medio de las burlas de los purenes: "De tal modo se verificaba esta entrada
de los españoles que como cien indígenas, en actitud de alegres espectadores, se contentaban por único ataque, con
tocarles cornetas y darles voces, animándolos irónicamente en su empresa unas veces y otras desafiándoles a llegar hasta
ellos; lo mismo hacían igual número, que también como meros espectadores, pero fuera de la ciénaga, miraban desde un
cerrito vecino; otros cuantos, todavía más audaces, iban precediendo a los españoles en su abrumadora marcha, a fin de
dar la voz de alarma a las familias y de mostrarles hacia donde habían de huir"220. A los castellanos no les quedó otra
alternativa que retirarse de Purén y seguir rumbo al río Cautín.
En febrero García Ramón levantó un fuerte en Boroa y lo dejó, con casi trescientos soldados, a cargo del capitán
Juan Rodulfo Lisperguer. En tanto, Álvaro Núñez, padre del autor del Cautiverio feliz, tenía la misión de refundar Angol.
Cuando se dirigía a cumplir su tarea, cayó en una emboscada tendida por los comarcanos de Chichaco, el 30 de marzo.
La muerte de unos veinticinco hombres desbarató los planes y Núñez tuvo que retirarse221.
El fuerte de Boroa no corrió mejor suerte. Acaudillados por Aipinante, los cautenes no daban tregua a los
españoles. Lisperguer no podía alejarse demasiado de los contornos de la plaza y la comida escaseaba. Tampoco se
rescataron muchos cautivos. El 29 de septiembre de 1606, una escolta salió a buscar carbón. En el lugar llamado Palo
Seco fue embestida por los indígenas que mataron a casi todos los soldados, incluyendo a Lisperguer. Gregorio de
Castañeda, sobreviviente, declararía más tarde: que salieron ciento cuarenta hombres del fuerte (o sea la mitad de la
guarnición); que se percataron en el último momento del ataque indígena; que cuando los españoles tiraron una rociada
de arcabucería "los enemigos se dejaron caer en el suelo, la cual, dicha rociada no fue de ningún efecto, porque los dichos
enemigos acertaron a estar en un sitio que está la tierra acamellonada..."; y que "muchos soldados, viéndose heridos de
flechazos y viendo la determinación del enemigo, desmayaron, de tal suerte que degollaron toda la gente española que allí
iba y tomaron a manos algunos que el día de hoy están vivos entre los enemigos". Del lado mapuche participó Juan
Sánchez, quien coincidió plenamente con la anterior declaración y agregó que los mapuches atacaron con su infantería "y

sumaban 35 hombres en condición de tomar las armas, 14 mujeres y dos indios amigos (págs.424-427); los muertos
(sobre todo de hambre) e idos a los indios eran más de 80 (pág.428).
217
Sobre las razones para despoblar Valdivia y Osorno en 1604, véase la carta de Ribera al rey del 22 de febrero de
1604, CDIHCh, Segunda Serie, tomo VII, pág.546.
218
ERRÁZURIZ, Historia de Chile durante los gobiernos..., op.cit., tomo I, pág.39.
219
Carta del Cabildo de Santiago al rey, 1º de febrero de 1607, Mss.Medina, tomo 109, f.192.
220
ERRÁZURIZ, Historia de Chile durante los gobiernos..., op.cit., tomo I, pág.89. Además, la campaña del verano
de 1606, donde actuaron tres campos españoles, se conoce con lujo de detalles gracias a una extensa relación que
escribió un testigo de ella (Mss.Medina, tomo 113, fs.107-149).
221
Relación de la guerra que se hizo en el verano de 1606, 3 de abril de 1606, Mss.Medina, tomo 113, fs.145-146 y
carta de Ribera al rey, Santiago del Estero, 16 de marzo de 1607, Mss.Medina, tomo 109, fs.215-216.
63

la gente de a caballo quedó atrás". Además contó que Lisperguer fue muerto a lanzadas y que otro día lo sacaron del río y
lo hicieron pedazos222.
En vista de este nuevo desastre español, el fuerte de Boroa quedó a cargo del joven Francisco Gil Negrete, quien
se limitó a defender el enclave a la espera de refuerzos. La ilusión de refundar La Imperial se había esfumado
rápidamente y sólo se pensaba en salvar las vidas de la reducida guarnición. El 24 de noviembre de 1606, García Ramón
contemplaba impotente los desanimados y harapientos soldados que habían quedado en Boroa y dictaminaba el abandono
de la plaza. Los hechos habían probado la certeza del plan de guerra forjado por su antecesor Ribera y la inconveniencia
de mantener fundaciones al interior de los dominios mapuches.
La mayor parte de la Araucanía, entre Purén y Osorno, consolidaba así su independencia, fundamentalmente
gracias a la acción conjunta y coordinada de sus guerreros, que supieron aprovechar las ventajas del territorio y las
debilidades del adversario. Así como en torno al Biobío lentamente se comenzaría a configurar una frontera, proceso que
culminaría después de la rebelión mapuche de 1654; al interior, en los llanos, en las quebradas y boquetes cordilleranos
que permitían el paso a las pampas, los mapuches iniciaban una nueva etapa que poco a poco transformaría a este pueblo
en una pujante sociedad ganadera.

222
Las declaraciones de Castañeda y Sánchez figuran en la Información hecha a petición de Pedro Lisperguer acerca
del destino de su hermano Juan Rodulfo, Concepción, 2 de enero de 1608, Mss.Medina, tomo 110, fs.3-9.
64

EL MAPUCHE
VENCEDOR

... no es poca la que nos llevan en el ejercicio y disciplina militar, por haber
sesenta años, poco más o menos, que sustentan continua guerra y desde el primer
día que nacen, sin ocuparse en otra cosa, su principal intento, estudio y profesión
es en las armas, que si la ventaja que en ellas nos hacen nos la hicieran en su
calidad, no hubiéramos podido nosotros resistirle tanto tiempo... Saben todo lo
que nosotros tratamos contra ellos, todas nuestras industrias de guerra, nuestras
vigilancias y nuestros descuidos y nosotros jamás sabemos lo que ellos hacen...

Memorial sin firma presentado a la Junta de Guerra de Indias el 28 de enero de 1600

...porque estos enemigos son muchos y muy bien armados y tienen muy perdido
el miedo a los españoles y mediante los muchos caballos que tienen, entran y
salen con mucha presteza en la tierra de paz sin que se pueda esto remediar ni
encontrar con ellos sino muy pocas veces, aunque en todas se les va a buscar, son
grandes sufridores de trabajos y hambres y los ríos, aunque sean grandes, los
pasan muy fácilmente y son hombres de buen ánimo y... están muy endurecidos
en nuestra enemistad y posponen vidas, haciendas y quietud por su libertad.

Carta del gobernador Ribera al rey, Santiago, 20 de julio de 1602


65

Los capítulos anteriores ilustran la pujanza del alzamiento general mapuche de 1598. En ellos hemos hablado de la
precariedad de la dominación española en el reino de Chile, de la expulsión de los invasores europeos de la Araucanía, de
héroes y combates, en fin, de una colonia cuya dinámica difería absolutamente de las restantes experiencias registradas
durante esos años en suelo americano.
Parte del fracaso de la empresa conquistadora dirigida contra los mapuches es atribuible a la forma en que ésta fue
llevada a cabo. El predominio de un régimen señorial en el orden militar; una población hispanocriolla desmoralizada y la
confusa política hacia los indígenas, dependiente casi únicamente del gobernador de turno, fueron factores que sin duda
colaboraron en el destino sufrido por esta colonia223. No obstante, tales elementos constituyen sólo una cara de la
medalla.
La victoria mapuche de comienzos del siglo XVII plantea una serie de interrogantes que tienen que ver con el
modo en que los nativos lograron poner en jaque a la sociedad española avecindada en Chile. Ya se ha establecido que
ciertas comarcas en guerra ejercieron una importante influencia sobre otras menos resueltas a tomar las armas; que existía
una coordinación interna que, en ocasiones, operaba más allá de los tradicionales lazos de parentesco; que se adaptaron
cultivos, armas y caballos provenientes del mundo español. Pero todavía cabe preguntarse: ¿Por qué esta rebelión triunfó
en el largo plazo? ¿Quiénes fueron los guerreros mapuches que consiguieron tal hazaña? ¿Cómo estaban organizados
militar y socialmente? ¿Qué objetivos perseguían los caudillos indígenas? Intentaré responder a estas incógnitas en el
presente capítulo.
Para aproximarse a una visión de conjunto se requiere, sobre todo, contemplar los hechos desde una perspectiva
que supere la óptica hispana y que pueda soslayar, en la medida de lo posible, la carencia de fuentes directas del actor
indígena. Igualmente hay que enfrentarse a ciertas «verdades» firmemente arraigadas en los libros de historia y planes de
estudio de la educación media y superior; verdades que, por cierto, no recogen toda la riqueza de la información
disponible para el investigador.
Así, en la historiografía nacional siempre se ha hablado del "desastre de Curalaba" como detonante directo del
alzamiento general. La muerte de Oñez de Loyola habría desatado una formidable reacción mapuche que, producto de las
debilidades internas del mundo hispanocriollo, pudo arrasar con las ciudades del sur del Biobío. Algunos estudiosos han
valorado los progresos militares de los mapuches y su heroica voluntad de lucha, pero sin pesquisar la coherencia
desplegada por los indígenas en la acción militar de estos años. Este error, seguramente derivado de la interpretación de
fuentes que igualmente negaban a los mapuches la capacidad de una acción coherente y cohesionada, ha inducido a
muchos a pensar que la rebelión general estalló producto del ánimo ensoberbecido y la alegría de haber muerto al
gobernador.
Sin embargo, pienso que tal visión no explica el éxito que acompañó a los mapuches a lo largo del alzamiento.
Tal éxito se debió, esencialmente, al desarrollo de una estrategia militar acompañada de la unidad y los medios
que ostentaron los mapuches durante esta contingencia. Poderosas razones para alzarse y la convicción de poder
vencer al invasor colaboraron asimismo en la victoria.

223
Cfr.JARA, op.cit., capítulos 1-5.
66

Los motivos de la resistencia indígena

La resistencia mapuche arranca de variados y antiguos abusos cometidos por los españoles contra los nativos.
Dichos agravios, denunciados tempranamente por algunos peninsulares, son la base para comprender el estallido de esta y
otras rebeliones. Prácticamente todas las comarcas mapuches señalan idénticos móviles para alzarse: las arbitrariedades
que derivaban del servicio personal al que los españoles sometían a los indígenas y la violación permanente de los
acuerdos de paz.
Cuando Oñez de Loyola tomó en sus manos el gobierno de la gobernación de Chile, la opresión al indígena
estaba a la orden del día. El año de 1593, el gobernador refería lo que los propios indígenas le habían comentado: "Y que
algunas personas tienen por costumbre y casi oficio de llevar indios e indias destas ciudades a la de Santiago y de unas en
otras y los truecan y cambian y suplen sus necesidades con el precio dellas y asimismo los vecinos encomenderos de los
indios de sus repartimientos y de otros los envían a sus amigos y conocidos y cuando bajan a negocios y a la guerra los
dan a quien quieren y reciben precios por ellos y lo que peor es, muchos sacerdotes y religiosos que están doctrinando
entre los indios hacen los dichos conchabos y cambios..."224. Esta desnaturalización de mapuches que daban la paz o
pertenecían a alguna encomienda, revela que no contaban con ningún tipo de garantía ni tampoco de seguridad por parte
de los funcionarios reales.
Muchos religiosos no sólo participaban de este tráfico de seres humanos, sino que también cometían escandalosos
abusos de autoridad. De acuerdo con Núñez de Pineda y Bascuñán, sus captores le relataron como antaño los sacerdotes
doctrineros "se entraban en las casas con descoco y hacían de las mujeres lo que querían, por engaños y dádivas... [y]
dentro de las iglesias violentaban muchas doncellas, forzaban casadas y reducían a su gusto las solteras, y esto lo tenían
por costumbre y como por ley establecida". Para que las mujeres mapuches no acusaran a los curas, éstos las amenazaban
con la hoguera225.
Además, las labranzas y bienes de las parcialidades pacíficas sufrían la constante devastación por parte de los
soldados españoles que se dirigían a la guerra: "...echaban derrama entre los vecinos y moradores de lo que cada uno
había de ayudar para ello y sobre todo a los pueblos de los miserables indios, quitándoles sus caballos, sogas, enjalmes,
tocinos, gallinas, carneros y todas las demás cosas necesarias y mucha cantidad de oro e indios para el servicio de los
soldados, los cuales acostumbraban ir a los pueblos de los dichos indios a título de pertrecharse para la guerra y les
tomaban la mujer o la hija e hijos que mejor para su servicio les parecían y los llevaban consigo, a donde nunca más
volvían a sus casas... sin que el administrador de los dichos indios ninguno dellos se atreviese a defender ni contradecirlo
por ser costumbre introducida..."226. Numerosos documentos reiteran estos conceptos227. La buena voluntad de uno que

224
Provisión de Oñez de Loyola, La Imperial, 17 de noviembre de 1593, CDIHCh, Segunda Serie, tomo IV, pág.369.
La situación descrita se mantenía tal cual en 1598. Véase al respecto las cartas de Oñez de Loyola al rey,
Concepción, 12 y 17 de enero de 1598, Mss.Medina, tomo 98, fs.163 y 52-54 respectivamente.
225
NÚÑEZ de PINEDA y BASCUÑÁN, op.cit., págs.155-156.
226
Memorial de Domingo de Erazo al rey, ¿1596?, CDIHCh, Segunda Serie, tomo V, pág.3.
227
Señala por ejemplo NÚÑEZ de PINEDA y BASCUÑÁN, citando a un mapuche: "Si a los principios robaban lo
que podían, después con atrevido descoco quitaban por fuerza lo que poseíamos, y si alguno de nosotros se quejaba,
a bien librar no nos oían ni escuchaban cuando de palabra o de obra no nos maltrataban... Los capitanes y tenientes
que nos asistían, habiendo de defendernos y ayudarnos, eran los primeros que nos vendían y maltrataban" (op.cit.,
pág.48).
67

otro funcionario de la Corona no bastaba para sancionar a los infractores de las disposiciones que protegían al indígena.
Así, la paz no resultaba un buen negocio para el mapuche.
Al despojo de los bienes de los pueblos de indios y la esclavitud ilegal, todavía hay que agregar la violencia de las
expediciones punitivas y la crueldad que se practicaba con los prisioneros mapuches: "Pueden decir los indios que a ellos
les han muerto todos sus caciques antiguos, y cien veces más son los indios muertos por los españoles que al contrario, y
asi tienen ellos una letanía de agravios que han recibido que la saben de memoria los niños suyos para provocarse a la
guerra; porque las crueldades que se han usado con ellos son increíbles, empalándolos, ahorcando los niños de los pechos
de sus madres muertas; y que ellos no sólo en los caminos pero en sus casas no están seguros, porque en malocas y
trasnochadas los cogen cada día los castellanos de los fuertes, y que los destierran y cortan pies y manos, y que asi andan
ellos por los montes, sin lugar fijo, al agua, frío, nieve y soles, siempre temiendo"228. La magnitud de los flagelos debe
haber sido impresionante para que éstos se enumeren en un documento destinado a solicitar la esclavitud de los rebeldes.
De todos los atropellos, el que más oprimía al indígena era el servicio personal que debían prestar para pagar los
tributos. Al respecto, Núñez de Pineda y Bascuñán transcribe la siguiente alocución de un lonco: "Pues ¿no sabéis, le
volvió a decir el otro cacique, que era tanta la codicia que tenían, que cada mes cobraban el tributo de nosotros, y al que
no podía enterar el oro que le tocaba le quitaban las mantas y camisetas con que se abrigaban y defendían de los fríos
rigurosos del invierno? ¿no sabéis que al que era pobre y no tenían que quitarle, le daban cien azotes amarrado a un rollo,
y tal vez le quitaban el cabello? ¿no sabéis que nuestras mujeres e hijas eran también tributarias, pues las tenían en sus
casas hilando, tejiendo y en otras faenas ordinarias? Esto es lo que experimentamos nosotros... aunque pocos [amos]
había también buenos"229.
Por último, y para no agotar con demasiadas citas que reiteran más o menos lo mismo, veamos el testimonio de
Miguel de Olaverría: "De tres cosas huyen los indios de Chile siendo los por qué continúan en su rebelión que es la
primera, de recibir nuestra santa fe católica", porque atentaba directamente contra la costumbre de poseer varias mujeres.
"La otra, siendo la que más sienten, es por no dar servicio personal para hacer adobes y pisar barro, como dicen, y limpiar
los caballerizos que es lo que mucho aborrecen. Y la tercera de no sacar oro porque dicen qué razón hay que esté el indio
al frío y rigor del invierno sacando casi todo el año entero oro en las minas para que se lleve todo el provecho el
español"230.
Creo que no hay mucho que agregar a los juicios emitidos por los contemporáneos. En el lado español siempre
existió una autocrítica en torno a los procedimientos mediante los cuales se obraba en las Indias y el reino de Chile no
constituyó ninguna excepción en ese sentido231. El problema fue que, salvo contadas ocasiones, los abusos no pudieron
ser contenidos y menos aún se castigó a los responsables. La impunidad hacía de las suyas... Los intereses en juego eran

228
Tratado de la importancia y utilidad que hay en dar por esclavos a los indios rebelados de Chile, presentado por el
licenciado Melchor Calderón en enero de 1599, CDIHCh, Segunda Serie, tomo V, pág.37.
229
NÚÑEZ de PINEDA y BASCUÑÁN, op.cit., pág.125.
230
Informe de Miguel de Olaverría, 1598, en GAY, op.cit., págs.43-44.
231
Prácticamente todos los cronistas criticaron en sus obras los excesos cometidos por sus paisanos. Cfr.ROSALES,
op.cit., capítulo 43, pág.829 y GONZÁLEZ DE NÁJERA, op.cit., págs.162-163.
Tiene toda la razón BENGOA cuando afirma: "Desde el punto de vista histórico, uno de los aspectos más
interesantes de la Conquista es el nivel de contradicción que existe entre los conquistadores. Es lo que caracteriza la
Conquista de América: un permanente estado de discusión acerca de su legitimidad". Conquista y barbarie, op.cit.,
pág.81.
68

más importantes que las vidas de los nativos. Así, la célebre frase acuñada para toda la América Hispana, "Las leyes se
acatan, pero no se cumplen", interpretó también plenamente la realidad de esta colonia.
También se cuestionó al español por el incumplimiento de sus propias prédicas. De acuerdo con el Purén
Indómito, en la junta de Purén que delineó el futuro de la rebelión mapuche (comienzos de 1599), el viejo Pailamacho
habría centrado su arenga en ese punto:
"dicen que a su Dios de ellos amemos,
y nunca jamás vemos que ellos le aman,
y que su sancto nombre no juremos,
y ellos solos le juran y disfaman;
el día sancto mandan que guardemos,
y para trabajar ellos nos llaman,
a nuestro padre y madre que les honremos,
y a los suyos honrarlos nunca vemos;

alegan que a ninguno no se mate


y a todos nuestros deudos nos han muerto,
que no hay ninguno, no, que bien los trate,
maltratándolos siempre sin concierto;
dicen que el fornicar que no se trate
y ellos fornican siempre al descubierto,
y está la tierra llena de mestizos,
hijos bastardos destos venedizos;

manda su ley católica y ordena,


según ellos continuo nos predican,
que no se tome alguna cosa ajena,
y aquesto por verdad lo certifican;
la ley la tengo yo por sancta y buena,
y por buena ellos todos la publican,
mas son de nuestra sangre chupadores
y de nuestras haciendas usurpadores;

(...)

Pues si mirais vereis la gran cobdicia


que tienen todos ellos a lo ajeno,
la envidia, rancor, odio y avaricia,
que tan de asiento moran en su seno;
no tienen ley con nadie ni aminicia [amistad],
ni de sus lenguas hay ninguno bueno;
no aman a su prójimo, ni honran,
más antes los difaman y deshonran"232.

Se aprecia una fuerte crítica a los invasores católicos que infringían prácticamente los diez mandamientos de la
religión que decían defender y en el nombre de la cual actuaban. Los mapuches no sólo lucharán contra los abusos, sino
también contra una prédica religiosa que no significaba nada para ellos y que, más encima, ni siquiera era respetada por el
propio enemigo.

232
Purén Indómito, op.cit., Canto III, págs.202-204. Estos versos también se pueden interpretar como un llamado de
atención del autor, ante la reiterada violación de los principios básicos de la religión católica por parte de los
españoles. Sin embargo, me parece perfectamente factible que los mapuches -muchos de los cuales habían
permanecido largos años en cautiverio- captaran la contradicción entre lo que predicaban los religiosos y la práctica
69

En vista de la quimera de coexistir pacíficamente con el invasor, los mapuches resolvieron una y otra vez tomar
las armas para liberarse. Motivos para ello no les faltaron. Durante los primeros años de presencia hispana en territorio
mapuche, entre los indígenas reinaba el temor ante la supuesta inmortalidad de los extraños hombres barbudos. En 1605,
los loncos de la región de Lebu (Tucapel) contaron al jesuita Luis de Valdivia como sus padres y abuelos habían
eliminado dicho temor: "...determinaron de coger a manos un español y sacarle el corazón, como lo hicieron, de donde
tomaron ánimo y hacerles guerra para defenderse de tantos agravios..."233.
Una vez comprobada la naturaleza humana de los peninsulares, diversas comarcas cogieron las armas cada cierto
tiempo, para protegerse de los maltratos. Los tucapeles, por ejemplo, señalaban haberse rebelado contra los abusos de los
huincas "entablando entonces en Cayucupilla ceremonia del toqui general que convocase a guerra, proponiendo todos
llevarla adelante siempre con pacto juramentado y así nunca han querido dar la paz..."234. Como vimos en un capítulo
anterior, algunas comarcas se liberaron efectivamente del yugo español y mantuvieron desde entonces una abierta
animosidad contra los castellanos.
Por otra parte, el indígena sentía un apego a sus tierras ancestrales que impresionó sobremanera a los
hispanocriollos: "Porque no hay nación en el mundo que tanto estime y ame el suelo donde nace, como ésta de Chile,
pues se ha visto en ocasiones llegar a cautivar algunos indios de los más ancianos y viejos, y por no salir de sus tierras,
permitir los hiciesen pedazos antes de tener vida fuera de sus límites y contornos, y otros por sus mismas manos haberse
dado la muerte..."235. Las fuentes verdaderamente están repletas de comentarios que admiraban la tenacidad con la cual
los mapuches defendían lo suyo236.
Además de las tierras, la autodeterminación era el otro motor que impulsaba a los guerreros en su resistencia al
español. Ello tiene que ver con la mantención de una forma de vida a la que el mapuche estaba acostumbrado. En 1607, el
coronel Cortés capturó a Pailamacho y se desarrolló el siguiente diálogo entre ambos, según Rosales:
"Preguntóle Cortés cómo, siendo natural de Arauco, se hacía salteador en las tierras de Tucapel y respondió con
altivez: -En tus tierras lo fuera de mejor gana, pues me usurpas las mías tiránicamente. Yo nací en Melirupu y
ahora en tus manos acabaré mis días con mucho gusto en Tucapel por morir defendiendo la libertad de la patria.
Dejé mis tierras porque tus españoles me forzaban mis mujeres y me robaban mis comidas, y por no ver
semejantes sinrazones me retiré a estas montañas a morir siendo de guerra, por no morir en mala paz-"237.

cotidiana.
233
Autos de las paces y perdón general hechas por el gobernador García Ramón, 1605, Mss.Medina, tomo 118, f.19.
234
Idem., f.15.
235
NÚÑEZ de PINEDA y BASCUÑÁN, op.cit., pág.57.
236
Veamos, por ejemplo, lo que escribía GONZÁLEZ DE NÁJERA: "...al arroyo, a la fuente, a la ribera, al soto, a la
arboleda, al lago, hasta a los riscos y peñas tienen increíble cariño y amor, porque cada cosa destas les causa
apacibles gustos y pasatiempos. Y para significar en suma en cuanta estimación tienen los indios tales viviendas,
bastará decir que se ve muchas veces, tomando en ellos los nuestros algunos prisioneros, y viendo ellos que los sacan
de aquel tan su amado distrito, pedir con mucha instancia que si los han de matar en otra parte, que los priven de la
vida en su tierra, y no los lleven fuera della a morir a otra ninguna, echándose para esto en los suelos, y haciendo
otras mil exclamaciones para que les sea concedida su petición" (op.cit., pág.139).
237
ROSALES, op.cit., capítulo 42, pág.823. En un documento titulado Memorial de la última información de
servicios de Pedro Cortés, 8 de mayo de 1613, se ratifica la captura de Pailamacho por parte del coronel. CDIHCh,
Primera Serie, tomo XXIV, pág.301.
70

Bajo ningún motivo se daría la paz. Unicamente las armas castellanas podrían aplacar la resolución de los indios
de guerra. Las palabras de Pailamacho son reflejo de esa actitud, predominante en los indígenas que se enfrentaron
exitosamente a los ejércitos españoles de comienzos del siglo XVII238.
La lucha por la total independencia del territorio mapuche implicaba, en definitiva, la defensa de una cultura, de
una forma de vida, de una religión, de una división del trabajo y de una sexualidad vinculada a un determinado orden
social, incompatibles con los modos que intentaba imponer por la fuerza el invasor español.
Estas razones, sumadas a los abusos que los indígenas debieron soportar repetidamente, explican, a mi juicio, el
origen y la persistencia de la rebelión general mapuche de 1598. Pero la victoria dependía también de otros factores. Uno
de éstos fue el desarrollo de una importante fuerza militar, en cuyo seno emergerá -especialmente a lo largo de este
alzamiento- la figura del guerrero mapuche.

238
Otro ejemplo lo proporciona el mismo ROSALES: Un mapuche condenado a muerte en 1603, le dijo al padre
Gabriel de Vega: "No me da pena, que hermanos y parientes tengo que vengarán mi muerte. Y volviéndose hacia
su tierra de guerra comenzó a soplar hacia allá y llamar a su Pillán, y otras invocaciones que ellos hacen. Y
diciéndole el Padre que se dejase de eso y se volviese a Dios, disponiendo su alma para ir al cielo con fe, caridad y
esperanza, y perdonando a sus enemigos. Dijo: Padre, ¿allá en el cielo hay españoles? Y como le respondiese que sí,
volvió a decir: pues no quiero ser cristiano ni ir al cielo. Porque si siempre he andado huyendo de españoles, no
quiero ir donde ellos están. Y ciego y endurecido murió en su obstinación" (op.cit., capítulo 28, pág.765). Las
negrillas son nuestras.
71

El guerrero mapuche

La guerra y la necesidad de hacer frente a los españoles exigieron profundas transformaciones a la sociedad
mapuche de la época. Ante los avances de los invasores durante las primeras décadas de su irrupción en la Araucanía, la
defensa de los hogares mapuches ya no podía ser sustentada por el grupo familiar afectado.
Las primitivas agrupaciones territoriales -endogámicas e independientes- se fueron adaptando a las nuevas
circunstancias a través de la unión en ayllarehuas y butalmapus (tierras aliadas de costa a cordillera). Surgieron de esta
manera alianzas que facilitarían la acción conjunta en las coyunturas bélicas239. Al constituirse dichas uniones, las
disputas inter-tribales, si bien no cesaron, perdieron parte de su razón de ser. De hecho, según González de Nájera,
"...estando en sus tierras, con facilidad ponen tregua a todas sus domésticas pasiones, y se reconcilian para juntarse contra
los nuestros"240. El predominio de la unidad por sobre las discordias es evidente, pues tampoco encontré referencias
documentales sobre eventuales conflictos entre las comarcas mapuches del sur del Biobío, para esta época.
Hacia fines del siglo XVI, se comenzó a diferenciar al interior de las ayllarehuas un nuevo rol social, vinculado a
la práctica de la denominada "reciprocidad negativa". Este concepto antropológico, considera a la guerra profesada por
los mapuches como un conflicto o una beligerancia "natural" contra cualquier amenaza externa al grupo parental241. De
esta manera, "para los mapuche prehispánicos, los conflictos violentos entre parcialidades formaban parte de sus
mecanismos de articulación social y política, vale decir, eran parte de la práctica concreta de la «reciprocidad negativa»
para conseguir productos, mujeres y prestigio, así como también eran parte de la necesidad de defensa territorial"242.
"La amenaza hispana cualitativa y cuantitativamente superior a los conflictos que habían vivido estos grupos
segmentados y dispersos, gatilló procesos que fueron promoviendo una organización militar de gran eficiencia, la cual
devino en una compleja estructura de jerarquías de tropa, guerreros y «generales» vinculados al prestigio social y con una
organización muy diferente a un ejército de carácter europeo, como era el ejército hispano"243. Para quienes formaban
parte de esta estructura militar, "la guerra, además de significar el modo de defensa de un territorio, se transforma en un
medio para adquirir renombre y prestigio para la consolidación del «rol» del guerrero"244. Poco a poco los conas
mapuches, también designados como mocetones por los españoles, se fueron transformando en soldados profesionales245.
Ya Oñez de Loyola había observado la existencia de grupos de indígenas cuya única ocupación era la guerra:

239
"Los ayllarehue... y los vúthanmapu (huichanmapu, wichanmapu, tierras grandes) surgieron a raíz de la Guerra de
Arauco. Se los podría conceptuar como alianzas territoriales para defenderse del conquistador", señala HORACIO
ZAPATER en su libro La búsqueda de la paz en la guerra de Arauco: Padre Luis de Valdivia, Ed.Andrés Bello,
Santiago, 1992, pág.90.
240
GONZÁLEZ DE NÁJERA, op.cit., pág.48.
241
En cuanto al concepto de "reciprocidad negativa", véase el articulo de MARGARITA ALVARADO, Weichafe: el
guerrero mapuche. Caracterización y definición del rol de guerrero en la “guerra de Arauco” (1536-1656), en
Revista de Historia Indígena, Nº1, Universidad de Chile, Santiago, 1996, págs.36-38.
242
ALVARADO, op.cit., pág.38.
243
Idem., pág.38.
244
Idem.
245
ALVARADO propone ocupar el término weichafe para identificar al guerrero mapuche. Según argumenta, el
vocablo cona, que figura en las crónicas y documentos, se refiere más bien a un hombre joven que obedece a través
de los lazos parentales y de la reciprocidad generalizada a un lonco. Luego sostiene que, “en el caso del término
weichafe, debemos tener en cuenta que los «sustantivos terminados en la partícula fe, designan a personas que
poseen habilidad y ejercicio en cierto trabajo, costumbre y experiencia en cierta acción». Por lo tanto weichafe
nombra y designa a quien es el experto en hacer la guerra... y se conduce como tal no sólo en el campo de batalla,
72

"Que para hacerla tienen gente de guerra señalada y soldados, que el serlo tienen por principal oficio y blasón, a
cuyo sustento acuden los levos y cada ayllaregua sin que ellos tengan más cuidado de su milicia, para cuya
administración tienen su mitito [?] que es general y capitanes particulares de cada levo, criados por solo gobierno
y valentía personal, los cuales como gente servida y respetada mediante la sustentación de la guerra la apetecen y
conservan, sin permitir que jamás haya paz ni la den algunos que debe haber que la desean y que toda esta gente
militar es muy obediente en guardar los preceptos della, pero muy absoluta y cruel en todo lo demás, tomando las
haciendas y las mujeres a los que no son soldados, por cuya causa lo desean ser todos..."246.

Por otra parte, un personaje que conoció muy de cerca a la sociedad mapuche, pues permaneció cautivo cerca de
catorce años, afirmó en 1614: "...que para cuando la junta [mapuche] es de dos o tres mil hombres con mucha brevedad se
juntan de los soldados que andan sobresalientes que no siembran, ni cogen ni entienden de otra cosa más que de
inquietar los españoles corriéndoles la tierra por diversas partes..."247. Se aprecia que los guerreros conformaban un
grupo cuya actividad era valorada por toda la sociedad indígena. Este reconocimiento les valía, además, la exención de
ciertas labores vinculadas a la agricultura o la recolección de alimentos248.
Confirma esta profesionalización de la guerra en el lado mapuche, el cronista Luis Tribaldos de Toledo, quien
consultó muchos documentos de primera mano.
"...los cargos y gobiernos de la guerra a ninguno se conceden por cumplimiento, favor, ni amor, ni por ser de
mejor sangre procedido ni más poderoso en bienes de fortuna, como riquezas y estado, si él por su persona es
flaco medroso o de ruin resolución solo se emplean en hombres diestros de buenas manos, robusta
complexión, atrevidos, mañosos y bien afortunados, partes que para tales ministerios son esenciales, pues los
habilitan y hacen ilustres entre todos sus contemporáneos; además de esto son muy recatados en no necesitar
jamás a otra ocupación ni servicio personal a los que para la guerra una vez son escogidos y señalados; porque
nunca se entretienen en cultivar la tierra como labradores, ni en trato de pastoría, viviendo bien tratados
en materia de sustento a costa de la gente mecánica y plebeya, pues por decreto y determinación de sus leyes
y estatutos están continuamente a punto bien proveídos de armas para defenderse y ofender, ejecutando
prontamente cualquiera empresa militar que justificadamente se ofrezca..."249.

Toda esta información citada es muy significativa, pues indica la incidencia de la guerra en la estratificación
social mapuche. Los guerreros tenían que cumplir ciertos requisitos antes de ser seleccionados para la protección de sus
respectivas comarcas y, a cambio, eran mantenidos por los labradores.
Ahora bien, la actividad de los conas no se limitaba sólo a la defensa de una parcialidad, sino que implicaba la
ejecución de cualquier empresa militar, tal como lo señala Tribaldos de Toledo. Por eso no nos debe extrañar la
presencia de muchos guerreros mapuches lejos de sus hogares, cosa que los españoles consignaban asombrados en sus
papeles. De acuerdo con Francisco del Campo, en Osorno intervinieron conas de Angol, Guadaba, Purén, Imperial,
Valdivia y Villarrica250. Ribera refiere la captura de un guerrero natural de Osorno en combates que se libraron en torno
al Biobío el 15 de enero de 1603, mientras otro documento menciona la presencia de un contingente de cautenes, al

sino también en la vida cotidiana y el acontecer ritual" (op.cit., pág.49).


246
Información de Oñez de Loyola presentada al virrey, Rancagua, 15 de febrero de 1593, CDIHCh, Segunda Serie,
tomo IV, págs.293-294. Las negrillas son nuestras.
247
Declaración que hizo el padre fray Juan Falcón, 18 de abril de 1614, transcrita y analizada por HORACIO
ZAPATER, Testimonio de un cautivo, en Revista Historia, Nº23, P.Universidad Católica de Chile, Santiago, 1988,
pág.318.
248
ZAPATER habla de una diferenciación funcional entre el indígena productor de alimentos y el guerrero.
Parlamentos de paz en la guerra de Arauco (1612-1626) en S.Villalobos y J.Pinto (ed.), Araucanía, Temas de
Historia Fronteriza, Ed.Universidad de La Frontera, Temuco, 1989, pág.65.
249
TRIBALDOS de TOLEDO, op.cit., pág.18.
250
Informe de Francisco del Campo sobre los acontecimientos de las provincias de Valdivia y Chiloé, Osorno, 16 de
marzo de 1601, en GAY, op.cit., pág.142.
73

mando de Guenchupalla, en Purén cuando transcurría el verano de 1606251. Así, la cooperación que prestaban unas
comarcas a otras, obedecía no sólo a la reciprocidad que se debían los parientes, sino también constituía un imperativo
para quienes cumplían el rol de guerrero. Esto explicaría también los desplazamientos de Pelantaru o Anganamón durante
el levantamiento general de 1598.
En el parlamento de Catiray (1612), las funciones de los diferentes segmentos sociales mapuches en cuanto a la
guerra, aparecen ya bastante definidas. "Los indígenas se ubicaron en esa asamblea en dos grandes círculos concéntricos.
Adelante ulmenes, (cabezas de linaje) y capitanes, detrás conas y labradores... En esa reunión el poder recaía, por una
parte, en capitanes y conas, y por la otra en los ulmenes. Los labradores no pesaban en las decisiones"252. Mientras los
loncos y ulmenes trataban las condiciones de las paces con el Padre Valdivia, los mocetones demostraron abiertamente su
descontento por la permanencia del fuerte de San Jerónimo en sus tierras. Incluso abandonaron la reunión en señal de
guerra y se temió por las vidas de los españoles asistentes. Sólo cuando el jesuita prometió que se desmantelaría dicho
fuerte, los conas se reintegraron a las negociaciones que se habían interrumpido253. Este episodio refleja plenamente la
importancia y el poder que llegaron a ostentar los jefes militares al interior de la sociedad mapuche, centralizando en
ocasiones el mando político y militar254.
Quien quería ser guerrero debía soportar un largo proceso de aprendizaje. La educación comenzaba desde
pequeño. "Ocúpanse los viejos y las mujeres en las sementeras; los mozos en la guerra ejercitándose desde niños con el
arma que más se amañan, arco y flecha, lanza y macana, a pie y a caballo como mejor cada uno se haya"255. Ratifica esta
especialización Tribaldos de Toledo, expresando que cada cona se adiestraba en el arma "a que más se inclina su
naturaleza desde la niñez"256. El entrenamiento incluía todo tipo de pruebas destinadas a formar hombres que no temiesen
la muerte y aprendiesen a disimular los dolores derivados de las heridas de combate o de los tormentos a que serían
sometidos, en caso de ser cautivados por los españoles257. Para poner a prueba el valor adquirido, en las fiestas mapuches

251
Carta de Ribera al rey, Rere, 5 de febrero de 1603, CDIHCh, Segunda Serie, tomo VII, pág.353 y Relación de la
guerra que hizo el gobernador García Ramón en el verano de 1606, 3 de abril de 1606, Mss.Medina, tomo 113,
fs.121-122.
252
ZAPATER, Testimonio de un cautivo, op.cit., pág.309. El Padre Valdivia relató lo sucedido en este parlamento en
carta al padre provincial Diego de Torres, Concepción, 2 de junio de 1612, Mss.Medina, tomo 110.
253
La carta citada en la nota anterior proporciona todos estos detalles. Véase también ZAPATER, La búsqueda de la
paz en la guerra de Arauco: Padre Luis de Valdivia, op.cit., págs.29-30. Ya GONZÁLEZ DE NÁJERA se había
percatado del papel de los conas, cuando afirmaba unos años antes: "Los caciques no tienen mano para hablar de paz
en sus juntas y borracheras, y cualquiera soldado tiene autoridad y licencia para matar al que trata della" (op.cit.,
pág.100).
254
Sobre este punto ZAPATER sostiene que "se podría inferir una formación todavía embrionaria de un estamento
guerrero en la sociedad mapuche. Cogen las armas para combatir en caso de necesidad, aquéllos que han sido
adiestrados. De ninguna manera constituyen un estrato social cotejable al que existió en la alta cultura americana".
Parlamentos de paz en la guerra de Arauco (1612-1626), op.cit., pág.65. Adhiero a este planteamiento con la
salvedad que sin ser los conas mapuches comparables a los guerreros aztecas o incas, ostentaban su rol más allá de la
coyuntura bélica y tendrán una nada despreciable injerencia en las decisiones que afectaban a su comarca. De hecho,
había jefes militares que, a su vez, podían tener rango de lonco.
255
OCAÑA, op.cit., pág.34.
256
TRIBALDOS de TOLEDO, op.cit., pág.18.
257
"Tienen gran sufrimiento en los tormentos, como se ve en aquellos a quien los suelen hacer dar los nuestros por
espías o rebeliones... no vi jamás alguno que llorase, con verse maniatar y sacar entre sus padres y demás parientes y
llevarlos a ser esclavos; y de los mismos empedernidos ánimos viene también el no quejarse estos indios de sus
heridas, por penetrantes y dolorosas que sean, ni en el discurso de sus dolencias y enfermedades, aunque más las
sientan". GONZÁLEZ DE NÁJERA, op.cit., págs.48-49.
74

se acostumbraba realizar juegos y certámenes, donde competían guerreros de distintas comarcas. Allí las peleas a veces
pasaban de simulación e incluso se registraban heridos en los ejercicios bélicos258.
Al mismo tiempo los mayores inculcaban el odio al huinca a través de la enseñanza de una historia de los
agravios recibidos por parte de los españoles, de modo que, según un contemporáneo, "es necesario hacer milagros para
deshacer la mala opinión que de nosotros tienen"259.
El guerrero también actuaba como tal en la vida social, en las fiestas y en el contexto ritual. Eran personas
destacadas dentro de la parcialidad, sobre todo tras los triunfos obtenidos frente a los invasores. "La imagen de este
guerrero mapuche encarnaba atributos de fuerza y austeridad como ejes fundamentales de su existencia... sólo viste lo
indispensable para su mantenimiento en campaña, pero también luce atavíos que lo individualizan, y lo distinguen como
valiente soldado” 260. También busca reforzar su calidad de guerrero vistiendo los atuendos del enemigo para reforzar una
imagen de elegancia y poder. Pineda y Bascuñán nos dejó una viva descripción de como se presentaban toquis y
mocetones en las ocasiones festivas:
"Salió el cacique Huirumanque (que para tales días guardaban los antiguos vestidos de los españoles) con un
calzón de terciopelo morado, tan anchos y largos que parecían costales, que llamaban gregüescos, guarnecidos
con un franjón de oro muy ancho, y una camiseta muy labrada, con sus flecos a la redonda, que le servía de
coleto, una bolsa colgada con su cinchón, que parecía tahalí y encima su capa de paño de Castilla azul oscuro que
tiraba a morado, también con su franjón de oro por los cantos y por el cuello, y unas medias de seda amarillas
puestas sin zapatos, pero con unos alpargates a su modo y usanza; otros que le acompañaron, sacaron también sus
vestidos antiguos de españoles, con sus sombreros largos de copa y cortos de faldas, que parecían panes de
azúcar, y algunos traían sus plumajes, y otros cintillos de oro a lo antiguo, y el cacique llevaba sus collares de
piedras, que tienen por preciosas y de los propios cintillos..."261.

La apropiación del caballo y el mejoramiento de las armas son factores fundamentales para comprender la
efectividad que logró esta generación de guerreros, en contraste con sus padres. De hecho, los militares españoles no se
cansaron de alabar la caballería mapuche. El experimentado coronel Del Campo, por ejemplo, señala en su informe haber
enfrentado una junta mapuche de tres mil hombres, mil de los cuales lucían los mejores caballos que habría visto en su
vida262. González de Nájera, por otra parte, destaca los adornos y protecciones de cuero de buey que exhibían los caballos
mapuches263.
Alvarado analizó en profundidad el significado que el caballo o kawellu adquirió para el cona. "Cada guerrero
intentaba obtener su propio caballo, el cual lo revestiría de prestigio y poder. Para esto recurría generalmente al robo, a
veces individual"264. En otras oportunidades, diversas cuadrillas rodeaban algunos ejemplares y los arreaban rumbo a sus

258
En el poema Las guerras de Chile, por ejemplo, se describe una fiesta organizada en Purén, el 1º de septiembre de
1599 y se menciona la participación de guerreros de Biobío (coyunches), Catiray, Angol, Mulchén, Michilemo,
Purén y cautenes (op.cit., Canto IX).
259
GONZÁLEZ DE NÁJERA, op.cit., pág.61 y Avisos y advertencias que el Doctor Luis Merlo de la Fuente,
gobernador y capitán general del reino y provincias de Chile da al Señor gobernador Joan Xaraquemada..., Río
Claro, 19 de febrero de 1611, en GAY, op.cit., pág.230.
260
ALVARADO, op.cit., pág.41.
261
NÚÑEZ de PINEDA y BASCUÑÁN, op.cit., pág.113.
262
Informe de Francisco del Campo sobre los acontecimientos de las provincias de Valdivia y Chiloé, Osorno, 16 de
marzo de 1601, en GAY, op.cit., pág.141.
263
GONZÁLEZ DE NÁJERA, op.cit., pág.115.
264
ALVARADO, op.cit., pág.44. Las citas y datos siguientes provienen del mismo texto mientras no se indique otra
cosa.
75

tierras. Citando un trabajo de Arturo Leiva, Alvarado concluye que en 1635 el robo continuaba siendo la principal fuente
de abastecimiento de caballos que utilizaban los indígenas.
"Las relaciones sociales, el poder político, las actividades rituales, la vida cotidiana y por sobre todo la compleja
maquinaria de la guerra, pasaban por la posesión de muchos caballos. Ser el amo, dueño y propietario de una gran
cantidad de caballos equivalía a poseer y disfrutar... un prestigio y un poder considerable". El potro, distinguido por su
fuerza, nobleza y rebeldía, será el caballo que preferentemente ocuparán los conas mapuches. "Para el manejo y soltura
en el uso de su cabalgadura y para la diferenciación del guerrero, el mapuche fue capaz de crear e implementar sus
propios arreos y aperos, imitando, en los primeros tiempos, los objetos del conquistador pero en otros materiales... Dichos
artefactos se caracterizaron, sobre todo en los primeros años de guerra, por ser extraordinariamente escuetos y eficientes,
siendo de contextura ligera pero firme. La pesada y rígida silla jineta se transformó en una elemental armazón compuesta
por dos tablillas horizontales unidas por una especie de horquilla de madera, que recibía el nombre de ponon casco"265.
En cuanto a las armas mapuches, éstas fueron adaptadas a las nuevas tácticas que derivaron del paso de una
guerra de posiciones a una de emboscadas.
"el tiempo largo, el uso y la esperiencia
y la necesidad les han mostrado
de las armas el arte y preeminencia
que tanto en ellas se han aventajado:
formar con brevedad y deligencia
a tiempo el escuadrón bien ordenado,
manijar los caballos y la lanza
y marchar con la pica en ordenanza,

a hacer fuertes armas defensivas


de pieles de animales sin costuras,
otras largas, fornidas y ofensivas,
con puntas agudísimas y duras;
nuevas trazas, discretas inventivas,
emboscadas en breves coyunturas,
estratagemas, órdenes sutiles,
faciones graves, bélicos ardiles [ardides]"266.

Especial importancia obtuvo, en estos años, la lanza o huaiqui267. Se convirtió, junto con el potro, en uno de los
rasgos más distintivos del guerrero y lo acompañaba en todo momento: "...aun bailando en sus borracheras de noche y de
día, no dejan jamás la lanza de la mano. Tráenlas de continuo tan bien tratadas, limpias y resplandecientes, que hacen en
ello no sólo ventaja pero hasta vergüenza a muchos de nuestros españoles"268.
Para enfrentar a la caballería española, se aumentó la longitud de la lanza hasta ocho metros, en cuyo extremo se
adhería el hierro obtenido de los despojos hechos al enemigo. La lanza huaiqui no se debe confundir con la llamada pica
araucana o rangui, que consistía en una "larga vara de coligüe con la punta quemada al fuego para otorgarle dureza"269.

265
Idem., págs.43-46.
266
Purén Indómito, op.cit., Canto XII, págs.446-447.
267
Un comentario acerca de la evolución de otras armas mapuches en este período se encuentra en JARA, op.cit.,
págs.58-62.
268
GONZÁLEZ DE NÁJERA, op.cit., pág.97. ALVARADO agrega: "Parada en la puerta de la ruka, siempre lista
para el combate y la defensa de la familia y el territorio, pero también como señal de que allí habitaba uno o varios
guerreros" (op.cit., pág.42).
269
ALVARADO, op.cit., pág.43.
76

Con estos elementos, el mapuche aumentó notablemente su eficacia contra el invasor, cosa que lo hizo sentir más
seguro de su lucha. Un reflejo de esta nueva actitud lo encontramos en un canto dedicado a la lanza huaiqui: "Este es mi
amo: este no me manda que le saque oro, ni que le traiga yerba ni leña, ni que le guarde ganado, ni que le siembre ni
siegue. Y pues este amo me sustenta en libertad, con él me quiero andar"270.
Antes de iniciar una campaña empezaba el ciclo de castidad de los guerreros, complementado con unos ejercicios
denominados collullanllín y un período donde solamente se ingería un poco de harina de cebada. El objeto era concentrar
energía y fuerzas para la contienda y procurar la agudeza de todos los sentidos271. En la guerra el cona se distinguía por
su valor y era reconocido por su sola presencia externa:
"...salieron por las faldas de una sierra,
vestidos a nuestro uso castellano;
fuertes lanzas traían todos largas,
cotas puestas, al pecho las adargas"272.

Luego, en los combates:

"Antes de trabar la pelea estando en campaña rasa cuando unos y otros se han acercado para embestir, es
costumbre entre los chilcanos adelantarse algunos sobresalientes con grandes cantaneos y ademanes de soberbios
combatientes y que desean mostrar braveza al enemigo y arrastrando las picas por el cuento con diferentes y
arrogantes posturas al son de sus caracoles y atambores desafían con voz desentonada y orgullosa al que de los
enemigos se tuviese por tan valeroso que tenga atrevimiento de combatirse con ellos mano a mano. Suelen salir a
esto de cuarenta en cuarenta, más o menos, con gran demostración del deseo que tienen de honra y de ganar
crédito de esforzados y animosos vencedores"273.

Ya en medio del enfrentamiento, "...los gestos significativos del guerrero estaban en relación a su valentía y
arrojo. La exteriorización de ese tipo de actitud era una gritadera general"274. Cuando los hispanocriollos escuchaban el
eco que producía el estruendo de miles de guerreros, sabían de la inminencia de un ataque. Los mapuches peleaban
"hablando entre todos en voz alta que se puedan entender solamente sus capitanes, no otra cosa mas de nombrarse por sus
nombres en su lengua, y los ladinos en la española, como si dijesen: Yo soy Pelantaro, yo soy Anganamón, yo soy
Longotegua, yo soy Nabalburi, y otros sus nombres semejantes. Lo cual tienen ellos a gran valentía y arrogante
presunción, pareciéndoles también que aún con sus nombres han de poner terror y ayudar a su empresa"275.
Era muy común entre los mapuches colgarse al cuello pedazos de huesos de canillas de españoles, "insignia con
que se arrean y honran por señal de haber muerto capitán español u otra persona señalada". Además cada uno portaba una
cuerda para atar a los prisioneros que llevaría consigo276. Los cuidados que los conas ponían en todo, incluían la
participación de algunos hombres sin armas, cuya misión consistía en retirar a los muertos y heridos para no dejar rastro a

270
GONZÁLEZ DE NÁJERA, op.cit., pág.105.
271
ROSA MIQUEL, La invasión a un mundo antiguo, Ed.LOM Ltda., Santiago, 1991, págs.100 y 105.
272
Purén Indómito, op.cit., Canto IV, pág.226. ROSALES cuenta que estando el gobernador alojado en la provincia
de Tucapel, "se mostraron en una loma cien indios de a caballo con armas de acero muy lustrosas y celadas
relumbrantes, gente escogida de Purén, que de las victorias pasadas se habían hecho de muchas armas de acero"
(op.cit., capítulo 37, pág.805). Las negrillas son nuestras.
273
TRIBALDOS de TOLEDO, op.cit., pág.20.
274
ALVARADO, op.cit., pág.47. Véase también el Purén Indómito, pág.243.
275
GONZÁLEZ DE NÁJERA, op.cit., pág.183.
276
Idem., pág.186.
77

los españoles277. En fin, nada se dejaba a la improvisación, cosa que revela un notable grado de profesionalismo y
disciplina en el accionar de las tropas mapuches.
Pero para triunfar, aparte de contar con una fuerza militar poderosa y experimentada, la organización interna
mapuche se vio robustecida por una serie de elementos que se expresaron sobre todo en tiempos de guerra.

Funcionamiento y estructura militar mapuches

Los guerreros que vencieron a los españoles en el transcurso de la rebelión general de 1598, no actuaron guiados
por el azar. Toda operación militar era cuidadosamente planificada y debatida en las juntas que se realizaban con motivo
de la convocatoria a la guerra.
El toqui de la comarca que citaba a asamblea, sacando su hacha de pedernal negro -insignia de mando-,
despachaba a un mensajero que llevaba "una cuerda que llaman yipo, de tantos nudos cuantos días han de tardar los
indios en venir a juntarse en el puesto que se les declara... Pasa de cacique en cacique por todas las provincias, como si
volara la anunciadora insignia de guerra que lleva el mensajero, que es una ensangrentada saeta, y para tocar el arma más
viva, la suele acompañar cabeza de español, si acaso les ha caído una en las manos"278.
De acuerdo con González de Nájera, "cualquier ordinario cacique" podía llamar a junta general, aunque el padre
Falcón sostuvo en su citada declaración que sólo los toquis principales de las cinco ayllarehuas más renombradas tenían
esa facultad279. Quizás la diferencia se explique por el hecho que, durante los años en que Falcón permaneció cautivo,
sólo los caudillos que él menciona llamaron a la guerra. En todo caso, eso no significa que otros loncos o toquis
comarcanos no tuvieran dicha atribución.
Reunidos los jefes y capitanes en un sitio despejado y sentados en círculo, se discutía sobre la campaña a realizar.
Seguramente, allí se trababan los ardides, se determinaban las fuerzas necesarias y se designaba la fecha para la incursión.
El toqui general debía ser elegido por todos los asistentes y, según su nombre lo indicaba, "porque toqui es derivado del
verbo toquin que significa mandar", tenía la jefatura durante las acciones que se acordaban280.
A diferencia de los mapuches que enfrentaron a Pedro de Valdivia o Francisco de Villagra, ahora había otras
autoridades cuyo poder se acentuaba especialmente en tiempos de guerra. Estos eran los nitoquis y los pilquitoquis,
subalternos del toqui. Por lo visto hasta aquí, se trataba de cargos netamente militares que nos descubren, una vez más, la
existencia de una organización bélica interna más compleja de lo que se ha sospechado. De hecho, Oñez de Loyola, en
1598, escribía que los toquis, nitoquis y pilquitoquis eran oficiales y capitanes de guerra mapuches281. Confirma esto
González de Nájera cuando dice: "Y para significar el que estos bárbaros tienen su milicia, digo que obedecen poco a

277
Idem., pág.183.
278
GONZÁLEZ DE NÁJERA, op.cit., pág.98. Consúltese también ZAPATER, Parlamentos de paz en la guerra de
Arauco (1612-1626), op.cit., pág.67.
279
GONZÁLEZ DE NÁJERA, op.cit., pág. 98. Falcón decía que únicamente Licanlebo de los Quechereguas,
Anganamón, Pelentan [Pelantaru] y Aipuavilo [Ainavilu] de Purén, Lenquepillán y Guenucuca de Imperial,
Machicalva de Osorno y Teiquepillán de Villarrica podían convocar a junta de guerra. Declaración que hizo el padre
fray Juan Falcón, 18 de abril de 1614, en ZAPATER, Testimonio de un cautivo, op.cit., pág.319.
280
La cita es de MIGUEL de OLIVARES, Historia militar, civil y sagrada de lo acaecido en la conquista y
pacificación del reino de Chile, en CHCh, tomo IV, Imprenta del Ferrocarril, Santiago, 1864, pág.59.
281
Carta de Oñez de Loyola al rey, Concepción, 17 de enero de 1598, Mss.Medina, tomo 98, f.52.
78

sus caciques, y mucho a sus capitanes que los gobiernan y mandan en la guerra. Los títulos que tienen sus ministros
en ella son Toqui, Pilquitoqui y Nitoqui, los cuales tienen sus insignias diferenciadas, que son unos bastones con una
piedra enjerida en cada uno". Asimismo agrega que algunos, como Pelantaru, Anganamón o Nahuelburi, habían durado
mucho tiempo en sus cargos; concretamente todo el tiempo que él permaneció en Chile (enero de 1602 hasta mayo de
1607)282. Falcón, por último, refiere que en cada ayllarehua había cinco o seis toquis con uno que mandaba sobre los
demás, "a cuyo llamado tienen obligación de juntarse y obedecerle para solo la guerra y no más"283. Es decir, las
ayllarehuas tenían sus jefes militares permanentes, que en la guerra actuaban como cabezas indiscutidas. En las juntas
generales únicamente se elegía al toqui principal -seguramente proveniente de las filas de estos capitanes- el cual operaba
secundado por quienes tenían rango de nitoqui o pilquitoqui284.
Esta interpretación permite comprender también el hecho de encontrarnos prácticamente quince o veinte años con
los mismos caudillos militares mapuches. No en vano, Anganamón seguía siendo una de las figuras que gozaba de mayor
prestigio al interior de la sociedad mapuche, durante los meses en que Núñez de Pineda y Bascuñán vivió su “cautiverio
feliz”, en la década de 1620. El hecho que estos oficiales mapuches permanecían en sus cargos más allá de las treguas con
el enemigo, lo corrobora también el canto Las guerras de Chile:
"Los títulos de guerra señalados
o nunca o pocas veces se deponen
si no incurren en casos reservados
que cargo y fin preciso le disponen;
Más, tal autoridad tienen criados,
y tanta potestad al fin les ponen
que en las propias provincias publicadas,
son más que ley sus órdenes guardadas"285.

Al parecer, detrás de toda esta gama de toquis había otro estamento guerrero de menor jerarquía; una especie de
mando medio que es mencionado en un documento de 1605. Sus miembros son sindicados como "quinconas que son
capitanes unos de a caballo y otros de infantería"286. Posiblemente se trataba de quienes conducían los escuadrones
mapuches al momento de atacar, aunque resulta tarea imposible precisar esta suposición. Si bien no he hallado referencia
alguna que contradiga la existencia de ciertos rangos militares al interior de las ayllarehuas, tampoco hay otros
documentos de esta época que respalden explícitamente tal hipótesis.
Sin embargo, creo que los datos presentados permiten hablar del desarrollo de una organización militar mapuche
con jefes, capitanes y guerreros profesionales que, a pesar de tornarse inestable en tiempos de paz, en ningún momento se
desarticulaba. Esto, a su vez, permitía agrupar rápidamente las fuerzas en caso de necesidad, tal como sucedió por
ejemplo en Boroa el año de 1606. Son pocas las evidencias, pero no por eso se pueden omitir.

282
GONZÁLEZ DE NÁJERA, op.cit., págs.97-98. Las negrillas son nuestras.
283
Declaración que hizo el padre fray Juan Falcón, 18 de abril de 1614, en ZAPATER, Testimonio de un cautivo,
op.cit., pág.316.
284
JARA, siguiendo a Tomás Guevara, afirma que "un cacique principal desempeñaba las funciones de primer jefe y
otros de capitanes subalternos que mandaban las divisiones bajo las inmediatas órdenes del primero". Para este autor,
la "organización militar [mapuche] en cuerpos de ejército era esporádica y no permanente" (op.cit., págs.56-57 y 68).
285
Las guerras de Chile, op.cit., Canto I, pág.9. Las negrillas son nuestras.
286
Anexo de los Autos de las paces y perdón general hechas por García Ramón, 1605, Mss.Medina, tomo 118, f.46.
79

Pero retornemos a la junta general. Una vez resuelta la cuestión de la jefatura, el cacique anfitrión agasajaba a los
asistentes con un banquete compuesto de diversas carnes y mucha chicha. "Finalmente, como despedida, recibían esos
jefes regalos en caballos y chaquiras. Regresaban a sus tierras para preparar a su gente para la guerra"287.
En completo sigilo, los conas de las distintas comarcas con sus respectivos capitanes, se desplazaban luego al
lugar convenido para la concentración de las tropas. Todos aquellos que estaban en condiciones de acudir a la cita,
concurrían con sus armas pues, "enviando el toqui están obligados todos los que se eligieren, habidos con la gente que
pide y a donde manda"288. Camino hacia un sitio denominado lepün -cancha arreglada especialmente para congregar a
todos los guerreros-, las comarcas por cuyo territorio transitaban los conas alimentaban a los contingentes289. Además,
cada uno llevaba una ración de harina tostada para su mantenimiento durante la campaña290. De esta forma, dos o tres mil
hombres se podían juntar en pocos días "con facilidad y a muy poca costa"291.
Comparado con el panorama que presentaba el alicaído ejército español en estos años, los mapuches tenían
muchas ventajas. En opinión de Juan Jaraquemada, gobernador de Chile entre 1611 y 1612:
"Con la continua asistencia de la guerra están los indios tan maestros que no hay lance que no comprendan y así
con esto, como con despojos de las victorias, se han ido pertrechando y armando de manera que no hay ninguno
que no tenga su peto y espaldar de cuero crudo y muchos de ellos cotas y petos de acero y una lanza de treinta y
tres palmos y sus caballos, mirándose mucho en ellos. Y para cualquiera cosa que les manden en la guerra sus
superiores, [tienen] grandísima obediencia. Y el matalotaje de ocho días es una chuspa con dos libras de harina de
maíz y cebada, con que en un barro o calabazo echan un poco de agua y hacen un ulpo, que es su bebida, y sin
otra cosa chica ni grande atraviesan de sus tierras a las de paz.
Y para ir nosotros a las suyas es menester que el soldado de a caballo lleve tres criados, uno para que le traiga
yerba, otro para que le lleve la comida y quien le haga de comer... Con que todas las veces que se aloja y levanta
el campo parece que se funda o se muda una ciudad y en esto se gasta lo más del tiempo, mientras que los indios
son muy ligeros"292.

A estas ventajas de los indígenas hay que sumar el costo que tenía la campaña para cada uno de los bandos.
Mientras los españoles debían luchar contra las fugas, insumisiones y desmoralización de sus efectivos, los mapuches no
requerían un estímulo especial para acudir a la guerra. Su único pago eran los despojos hechos al enemigo, incluyendo
cautivos (as), y "la costumbre que tienen es que si una ayllaregua o parcialidad llama a indios de otra ayllaregua, por los
que mueren en la guerra paga el toqui del ayllaregua que hizo llamamiento por cada cacique o hijo de cacique que muere

287
ZAPATER, Parlamentos de paz en la guerra de Arauco (1612-1626), op.cit., pág.67.
288
Anexo de los Autos de las paces y perdón general hechas por García Ramón, 1605, Mss.Medina, tomo 118, f.47.
Cfr.TRIBALDOS de TOLEDO, op.cit., págs.21-22.
289
Declaración que hizo el padre fray Juan Falcón, 18 de abril de 1614, en ZAPATER, Testimonio de un cautivo,
op.cit., pág.319.
290
"El mantenimiento es harina de trigo, cebada o maíz tostado, mezclada con madi, semilla sabrosa, la cual es todo
su matalotaje o cocaví como ellos le llaman, y el común sustento de los indios en la guerra". GONZÁLEZ DE
NÁJERA, op.cit., pág.111.
291
Declaraciones de dos mulatos que vivían entre los indios rebelados, 27 de diciembre de 1593, CDIHCh, Segunda
Serie, tomo IV, pág.388 y ZAPATER, Testimonio de un cautivo, op.cit., pág.311. En marzo de 1615, una junta
compuesta por mil quinientos hombres a caballo y quinientos a pie, "tardó diez días en hacerse con gente de toda
la tierra de guerra mandada por Anganamón y Licanleo...", comentaba un ex cautivo español. Declaración de
Diego Medina, 3 de abril de 1615, Mss.Medina, tomo 111 fs.259-260. Las negrillas son nuestras.
292
Informe de Juan Jaraquemada sobre las cosas de Chile, Concepción, 1º de mayo de 1611, en GAY, op.cit.,
pág.239. Muy ilustrativo resulta comparar las necesidades de un cona con la larga lista de las cosas que requería un
soldado español en un año. Sobre este tema se pueden consultar dos documentos: Tasación de lo que ha menester un
soldado en la guerra de Chile, Concepción, 19 de enero de 1598, Mss.Medina, tomo 98, fs.87-89 y Memoria de lo
que ha menester un soldado de los que asisten en el reino de Chile para su vestido entero y algo más, 1601, CDIHCh,
Segunda Serie, tomo VII, págs.33-34.
80

en la guerra, cuatro sartas de chaquira o tres carneros de la tierra y por cada indio particular que muere, dos sartas de
chaquira o dos carneros de la tierra... y no hay otra paga ni costa más que ésta"293. El soldado hispanocriollo, en cambio,
requería ser incentivado económicamente para que no desertara de una guerra que le reportaba muy escasas utilidades.
En definitiva, los medios y hombres que hacían falta para la guerra, igualmente costaban más a los españoles.
Jerónimo de Quiroga opinaría más tarde: "Era nuestro campo formado de muchos caballos y lanzas, y el del enemigo de
infinitas lanzas y muchos caballos. Sea la comparación ésta: los nuestros se componen de gente, armas y caballos que
cuestan dinero, y el del enemigo de armas, caballos y gente que no les cuesta nada, porque la gente se la va engendrando
un indio en veinte mujeres, cada año otros tantos hijos; los caballos son apresados o hurtados, y las armas las cortan del
monte..."294.
Agreguemos a todo esto un interesante dato proveniente del citado informe de Jaraquemada. En éste, indicaba su
propósito de ganar la isla de la Mocha -ubicada frente a la costa de Tirúa-, "donde todos los años tributan los indios a
los de guerra mil picas, cantidad de arcos y flechas y más de 500 fanegas de comidas de que es abundantísima la
isla..."295. De resultar cierta esta información, estaríamos frente a una organización militar interna que no sólo supo
aprovechar los recursos que brindaba el territorio en disputa, sino también tejer una red logística y de apoyos cuyos
alcances desgraciadamente desconocemos.
Por otra parte, los mapuches contaron entre sus tropas con unos cuantos fugitivos provenientes del bando español.
González de Nájera habla de cincuenta mulatos, mestizos y españoles "que los industrian, enseñan y amaestran en todas
las cosas que exceden su capacidad"296. Ahí tenemos, por ejemplo, a Juan Sánchez, quien permaneció unos diez años
combatiendo del lado indígena, aunque en 1607 se entregó297. También está el caso de los dos mulatos capturados en
tiempos de Oñez de Loyola, la cuadrilla de arcabuceros que intervino en los asaltos a Valdivia y Osorno, el cura Juan
Barba huido de La Imperial y un tal Prieto, quien entrenó a algunos indígenas en el uso del arcabuz y habría intentado
fabricar pólvora para los mapuches298.
Si contemplamos desapasionadamente los hechos, no se puede negar que estos fugitivos constituyeron un aporte
en determinados momentos de la rebelión general, pero de ahí a señalarles un papel de jefes y estrategas de los nativos,
me parece exagerado299. Más importantes eran los indios amigos para los castellanos que los pocos hispanocriollos

293
Declaraciones de dos mulatos que vivían entre los indios rebelados, 27 de diciembre de 1593, CDIHCh, Segunda
Serie, tomo IV, pág.389. Sobre este mismo punto se afirma en otro documento: "Las pagas que para esto les dan, es
matar un carnero de la tierra y todos los caciques que comen dél, han de enviar sus soldados, y cada cacique mata un
carnero para sus soldados y el que come dél, está obligado a acudir cuando lo llamaren...". Anexo de los Autos de las
paces y perdón general hechas por García Ramón, 1605, Mss.Medina, tomo 118, f.47.
294
QUIROGA, op.cit., pág.302.
295
Informe de Juan Jaraquemada sobre las cosas de Chile, Concepción, 1º de mayo de 1611, en GAY, op.cit.,
pág.237. Las negrillas son nuestras.
296
GONZÁLEZ DE NÁJERA, op.cit., pág.117. El número de estos desertores activos fue disminuyendo con el
tiempo, ya que en 1615 se sostuvo que "...serán como hasta diez los españoles que vienen en las juntas a pelear... y
que ha oído decir que en lo de Anganamón y otras partes hay más". Declaración del ex-cautivo Diego Medina, 3 de
abril de 1615, Mss.Medina, tomo 111, f.261.
297
Carta de García Ramón al rey, Arauco, 27 de diciembre de 1607, Mss.Medina, tomo 109, fs.311-312.
298
Sobre el último, véase GONZÁLEZ DE NÁJERA, op.cit., pág.120 y ROSALES, op.cit., capítulo 23, pág.743.
299
Muchos contemporáneos se explicaban las victorias mapuches por el rol que habrían jugado estos desertores
españoles en los combates. Según González de Nájera, por ejemplo, en Palo Seco un mestizo que había escapado del
fuerte Boroa, habría evitado el fracaso de la emboscada tendida por los mapuches a Lisperguer. Es muy dudoso que
así haya sucedido, pues las declaraciones de los participantes, citadas en el capítulo anterior, nada dicen al respecto.
Tampoco se puede estar de acuerdo con el planteamiento de Barros Arana, quien afirmó sobre este tema: "La
81

fugados para los mapuches. Sólo algunos, como el mestizo Alejo, quien llegó a ser toqui a mediados del siglo XVII, se
transformaron en caudillos mapuches, pero actuando como tales, imbuidos de la cultura y ocupando las armas y los
modales propiamente indígenas.
Pero retornemos nuevamente a la junta general. Una vez concentrados los guerreros con sus armas, caballos y
harina tostada; estructurados los contingentes; repartidas las órdenes a los distintos toquis y quinconas, y al tanto de los
movimientos del enemigo, la junta se disolvía para iniciar la campaña. Los hombres "se preparan, se untan los cuerpos
con sebo de guanaco, y luego se revuelcan donde hay hojas secas, para poder así esconderse en el bosque y confundirse
entre las ramas... golpean la tierra con sus pies desnudos, porque así absorben la energía de ella y gritan, porque con los
gritos llaman a despertar todos los sentidos del guerrero"300. Entonces, sólo un mal agüero podía desbaratar los planes,
pues la guerra también tenía un profundo sentido ritual para el mapuche. "La interpretación de los signos podía dar lugar
a emprender o abandonar una campaña"301.
Sorteados todos los posibles inconvenientes, el griterío de los conas rompía el silencio guardado durante el
acercamiento al objetivo. Cada uno de ellos cumplía su tarea, supervisado por los jefes. Admirado comentaba Ribera la
actuación de Pelantaru en el asalto al fuerte de Santa Fe, registrado en 1602:
"...vino la junta la cual dicen llegó sobre tarde a embarcarse menos de un cuarto de legua del fuerte donde se
refrescaron los indios y aquella noche siguiente los repartió Pelantaro con tanto cuidado y buena orden y solicitud
de su gente que dicen por cosa muy cierta muchos indios de los que se hallaron allí que, en un día y toda la noche
no se apeó de un caballo sino todo este tiempo anduvo distribuyendo las órdenes y dando a cada uno el puesto
que había de tener, cosa muy de estimar en este bárbaro con otras muchas que tiene buenas para su propósito que
por todas ellas se conoce su valor y el gran deseo con que procura la libertad de su patria..."302.

Acabadas las maniobras, los conas regresaban a sus respectivas comarcas a la espera de un nuevo llamado a la
guerra. Cuando no había mayores acciones que realizar, asolaban las tierras de los indios de paz, robaban caballos o,
simplemente, disfrutaban de la tranquilidad recuperada por la fuerza de las armas durante la rebelión general de 1598.
Para quienes no formaban parte de la estructura militar mapuche y habitaban lejos de los territorios que maloqueaban de
tanto en tanto los españoles, la guerra de hecho ya había concluido303.

Concepción estratégica y tácticas mapuches a lo largo de la rebelión de 1598

superioridad de su inteligencia, su conocimiento de las armas y de la táctica militar de los españoles, convertían
pronto a estos auxiliares en jefes de los indios de guerra" (op.cit., pág.138). En primer lugar, no vemos a ningún
forajido actuando de toqui y, por otra parte, las tácticas y armas españolas las conocían muy bien los propios
mapuches a través de los informes de indios de servicio, espías y de la experiencia de muchos indígenas, como
Anganamón, que en algún momento permanecieron cautivos de los invasores. Por último, hablar de la "superior
inteligencia" de los fugitivos españoles, me parece un comentario sesgado, sin real fundamento.
300
MIQUEL, op.cit., págs.10 y 12.
301
ZAPATER, Testimonio de un cautivo, op.cit., pág.310.
302
Carta de Ribera al rey, Rere, 5 de febrero de 1603, CDIHCh, Segunda Serie, tomo VII, pág.361.
303
Conviene precisar que, consolidada la victoria mapuche (aprox.1606), los gobernadores españoles intentaron una
y otra vez penetrar en la ciénaga de Purén. También asolaron con bastante frecuencia las tierras de Arauco, Tucapel,
Catiray y la región de Angol. Las expediciones punitivas hispanocriollas aumentaron después de conocerse en Chile
la real cédula que legalizó la esclavitud de los indios de guerra. A raíz de esto, muchas familias mapuches migraron a
las zonas más protegidas, especialmente la precordillera y las comarcas ubicadas de Purén hacia el sur. Allí
prácticamente no alcanzaban a llegar las incursiones de los españoles en búsqueda de "piezas" para vender.
82

Hemos señalado en varias oportunidades que la rebelión mapuche de 1598 no estalló producto de una situación
fortuita. Ya examinamos como la defensa de una determinada forma de vida y el rechazo a los atropellos que originaba el
servicio personal, hicieron de detonantes del descontento indígena en esta coyuntura histórica. En efecto, sacudir el yugo
español, vengar los agravios, rescatar parientes cautivados y triunfar en la eterna lucha que se libraba entre el Bien y el
Mal, fueron motivos que congregaron a las diferentes comarcas en esta como también en otras ocasiones.
Empero, la situación del reino de Chile a fines del siglo XVI presentaba algunas particularidades que la
distinguían de otros momentos en que españoles y mapuches se enfrentaron violentamente. Quizás por única vez, la
correlación de fuerzas favorecía a los indígenas. Tal como se analizó en un capítulo anterior, el ejército peninsular
carecía de hombres y medios, los refuerzos eran mínimos, los encomenderos paulatinamente se fueron desligando de sus
obligaciones militares y la situación económica era nefasta. Por otro lado, los años de relativa paz durante la
administración Oñez de Loyola, permitieron a los más agudos cabecillas mapuches percatarse del desgaste sufrido por el
invasor. En estas circunstancias algunas comarcas iniciaron los secretos preparativos rebeldes, encaminados a tomar la
ofensiva de una contienda que duraba ya casi cincuenta años. Un factor que puede haber colaborado en esto fue la
percepción indígena del poderío hispanocriollo, pues "...paréceles que cualquier socorro que va a Chile es el fin y remate
de toda gente española que se puede enviar a aquel reino, y por ello ya no podrá enviarse otro socorro, por habernos ellos
ido consumando y acabando"304. Según Jara, "es probable que este mismo desconocimiento del adversario les
proporcionó una posición más optimista de la que hubiesen tenido en el caso contrario"305.
De acuerdo con estas ideas se puede plantear, a modo de hipótesis, que la rebelión mapuche de 1598 se gestó en
medio de un clima donde al menos los jefes indígenas de las parcialidades más poderosas tenían plena conciencia de sus
posibilidades de éxito. Sólo había que acabar con los pocos soldados españoles que podía reunir Oñez de Loyola. Esto a
su vez apoyaría la hipótesis de una premeditación del alzamiento, que algunos testimonios ya citados estimaban en seis
años306.
Ante la falta de mayores evidencias documentales, la argumentación debe estar necesariamente basada en los
propios hechos. En primer lugar habría que considerar los antecedentes entregados a lo largo de todo este trabajo, donde
he intentado demostrar la unidad que exhibieron las ayllarehuas durante este período y la forma en que ésta se estructuró
en la práctica bélica. Dicha unidad se afianzó aún más con la sorpresa de Curalaba y la desaparición del gobernador "a
quien mataron los indios de Purén con la voz universal de desterrar deste reino a los españoles y evitar de raíz el dicho
servicio personal...", según comentaron los mapuches de Catiray en 1605307.
Del anterior testimonio se desprende el objetivo principal del levantamiento general. La confianza indígena en los
propios medios se manifestó a través de un inicial planteamiento militar ofensivo, cuya meta era la expulsión definitiva
de los españoles de la Araucanía con la consiguiente destrucción de sus ciudades. Una buena cantidad de documentos
revela que los castellanos captaron perfectamente tal hecho: "...porque aunque los dejasen, nunca nos dejarían de molestar
hasta echarnos del reino, si pudiesen, trayéndonos siempre tan inquietos y acosados que con la vejación y continuos

304
GONZÁLEZ DE NÁJERA, op.cit., págs.88-89.
305
JARA, op.cit., pág.51.
306
Véase el punto Alarma en Purén de este trabajo.
307
Autos de las paces y perdón general hechas por García Ramón, 1605, Mss.Medina, tomo 118, f.37. Las negrillas
son nuestras.
83

trabajos se fuesen todos los españoles poco a poco..."308. Además se observa que los mapuches no sólo se contentaban
con desalojar al invasor de sus tierras, sino que, "...es tan grande la rabiosa e insaciable sed que tienen de que no quede
memoria de nosotros en vida o en muerte, que hasta los huesos se beben quemados y hechos polvos mezclados en sus
vinos"309.
Ahora bien, si nos detenemos en lo que sucedió en el transcurso de la rebelión general de 1598, se aprecia que en
ningún momento hubo mayores intenciones de dominar las provincias situadas al norte del río Maule. Aunque se
registraron correrías en torno a esa zona, el grueso de las fuerzas mapuches combatió al sur del Biobío y procuró asegurar
la autonomía de ese territorio. Pero por cierto, la destrucción de los poblados españoles del sur, ante la impotencia
hispana, motivó diversas tentativas indígenas contra los reductos enemigos del norte. Falcón refiere la traza de un audaz
proyecto: "...porque es mucha la arrogancia o soberbia que tienen, porque no contentándose con las molestias que hacen a
los españoles, tuvieron tratado de pasar por la cordillera de la Villarrica a la otra parte y venir a salir al obraje de
Rancagua por no ser sentidos y hacer en esta ciudad y sus términos todo el daño que pudieren..."310. Resulta muy difícil
comprobar la veracidad de este tipo de planes nunca ejecutados, aunque no se puede descartar del todo su concepción.
Quizás hubo en alguna oportunidad la ilusión de provocar la despoblación de Chillán y, sobre todo, de
Concepción, pero a partir del gobierno de Alonso de Ribera estas ciudades fueron dotadas de una mayor seguridad, lo que
hizo muy difícil su destrucción311. Como bien señala Zapater: "Podría la flecha ensangrentada correr al norte del Biobío y
provocar intentos de alzamiento en la zona central. Pero no tuvo el indígena (con la posible salvedad de Lautaro y el
mestizo Alejo), la concepción estratégica de doblegar el poder español en Chile. Es decir, salir de la Araucanía, avanzar
hasta Santiago, y como meta final adueñarse de la capital del Reino"312. Los hechos avalan esta última conclusión.
Por tanto, la estrategia ofensiva y coordinada que el mapuche adoptó en los primeros dos o tres años del
alzamiento general tenía sus limitaciones. Estas se relacionaban, en importante medida, con la organización socio-política
y el arraigo que el indígena sentía por sus propias tierras. González de Nájera, con la perspicacia que caracteriza su obra,
sostiene: "Y aunque es verdad que se ensoberbecen y ufanan, usando de grandes retos cuando quedan vencedores en
cualquiera jornada u ocasión, no se puede presumir que tengan ánimo o valor para dejar los límites de su reino, e ir a
hacer guerra a otro ninguno"313.
La misma concepción espacial mapuche, tendiente al asentamiento disperso de sus familias, conspiraba en contra
de la consolidación de alianzas políticas que pudiesen desplegar una estrategia ofensiva más agresiva y, sobre todo,
proyectable en el largo plazo. De tal manera, conseguidos los principales objetivos de la rebelión, las grandes juntas de
conas se disolvieron, disminuyendo la frecuencia de sus reuniones en relación a los primeros años del alzamiento. Esto,
sin embargo, no significa que la organización bélica mapuche se desarticulara, tal como se señaló en el punto anterior.

308
Papel sobre la esclavitud de los indios de Chile del capitán Domingo de Erazo, sin fecha, CDIHCh, Segunda
Serie, tomo V, págs.62-63. Véase en el mismo tomo las págs.76, 224 y 249 y el Purén Indómito, op.cit., Canto I,
pág.144 y Canto X, págs.384-385.
309
GONZÁLEZ DE NÁJERA, op.cit., pág.54.
310
Declaración que hizo el padre fray Juan Falcón, 18 de abril de 1614, en ZAPATER, Testimonio de un cautivo,
op.cit., pág.320.
311
No cabe duda que los triunfos logrados al sur del Biobío, incitaron a los comarcanos a rebelarse (como en Chillán
el 9 de octubre de 1599). Sin embargo, una vez fortificada la línea del Biobío, sólo se registraron escaramuzas e
incursiones de saqueo y amedrentamiento en las ciudades de más al norte. La excepción a la regla será la rebelión de
1654.
312
ZAPATER, Parlamentos de paz en la guerra de Arauco (1612-1626), op.cit., págs.65-66.
84

Por otra parte, la cadena de fuertes apostados por Ribera y García Ramón en torno al Biobío, forzó a los nativos a
cambiar su planteamiento ofensivo, tomando actitudes defensivas en los lugares que se habían libertado. Las comarcas
más cercanas al área de vigilancia española establecieron unos refugios especialmente acondicionados para la
supervivencia. Una de estas guaridas es descrita por Núñez de Pineda y Bascuñán: "Este ranchuelo y otros en la misma
forma tenían los más fronterizos en quebradas y montes ásperos e inexpugnables, adonde en tiempo de verano y de
alborotos de armas se recogían a dormir las noches, temerosos de las malocas continuas con que eran molestados"314.
Asimismo, las grandes juntas cesaron de incursionar al norte de una frontera, tácitamente aceptada por los dos bandos.
En resumen, la estrategia mapuche atravesó por dos etapas a lo largo de la rebelión de 1598. Una primera,
caracterizada por la unidad de mando y de acción de los guerreros de muchas ayllarehuas con una finalidad claramente
ofensiva, destinada a expulsar al invasor de la Araucanía. Para ello, la sociedad mapuche contó con la conducción de
grandes caudillos que supieron explotar hábilmente las ventajas que tenían sobre el adversario. Y una segunda, donde,
con la victoria sobre el español, desapareció el motivo que había aunado a las diferentes comarcas a fines del siglo XVI,
circunstancia que, sumada a una serie de limitaciones socio-políticas, impuso una estrategia más bien defensiva en los
territorios fronterizos, sin romper con la colaboración militar que se había desarrollado a niveles antes inexistentes315.
En el plano táctico, los mapuches tendieron sus ardides en función de los objetivos estratégicos. Un elemento
fundamental para la victoria fue el aprovechamiento de un escenario natural que los nativos conocían perfectamente y
que les proporcionaba abundante comida y escondites inexpugnables para los soldados españoles316. Junto con los
espesos bosques, los montes y pantanos, el río Biobío constituía un teatro de operaciones de singular valor, pues era "la
mayor defensa y reparo que tienen en su favor los indios rebeldes deste reino por el impedimento y dificultades de su
pasaje y es la frontera principal que cubriendo la tierra de paz abraza la de guerra"317. Sin duda, los ataques que lideró
Pelantaru contra Santa Cruz al comienzo de la rebelión, obedecieron a una política que pretendía el dominio de los
alrededores del río, cosa que nos descubre la claridad estratégica del toqui. Igualmente se aprecia que ya a principios del
siglo XVII el Biobío tenía un carácter limítrofe, de separación de las tierras de guerra y de paz, por lo que no nos deben
extrañar los esfuerzos de Ribera para controlar dicho río, que a la postre se convirtió en frontera natural durante
muchísimos años.
En la guerra el mapuche sorprendía una y otra vez al enemigo con ingeniosas y sofisticadas estratagemas. Esto no
se debe a que haya sido una raza especialmente guerrera, como algunos estudiosos del pasado han señalado. Por el
contrario, se puede coincidir con Villalobos en el siguiente planteamiento: "Cuando se atribuye a los araucanos una gran
inteligencia en la guerra se sufre una simple falta de perspectiva que es una consecuencia más del prejuicio racial.
Desaprensivamente, el que se acerca al pasado como autor o lector, piensa que los aborígenes eran personas de menor

313
GONZÁLEZ DE NÁJERA, op.cit., pág.50.
314
NÚÑEZ de PINEDA y BASCUÑÁN, op.cit., pág.94.
315
No puedo dejar de hacer una analogía con lo sucedido en Grecia, una vez finalizadas las guerras médicas.
Mientras atenienses y espartanos habían combatido codo a codo al invasor, firmada la Paz de Calias (449 a.C.) y
eliminada la amenaza persa, comenzaron las querellas internas que culminaron finalmente en la guerra del
Peloponeso. Se observa cómo un objetivo común unifica a entidades políticas muy disímiles, cosa que también
sucedió, en alguna medida, en la Araucanía de estos años.
316
La importancia del escenario natural la refleja GONZÁLEZ DE NÁJERA cuando observa que "todas las veces
que se han levantado y se levantan cada día, es teniendo confianza en la segurísima guarida de sus montes y riscos"
(op.cit., pág.87).
317
Pareceres que tomó Ribera cuando llegó a Chile, febrero de 1601, CDIHCh, Segunda Serie, tomo VII, pág.37.
85

inteligencia que sus contrincantes y por eso se sorprende cuando descubre tácticas y armas ingeniosas, que le parecen
resultado de condiciones especiales. Sin embargo, el hecho es perfectamente corriente: no es más que el efecto de la
aplicación de una inteligencia común a la necesidad de defenderse. No se requiere de una mente penetrante para darse
cuenta de que el bosque es un buen refugio contra la caballería, de que apoyar un ala de las fuerzas junto a una quebrada
impedirá el ataque por ese lado y dará la oportunidad de descolgarse por ella en caso de derrota. Tampoco se necesita de
gran ingenio para pensar que un golpe de macana asestado en la cabeza de un caballo debe derribarlo o al menos
encabritarlo y que un lazo de nudo corredizo lanzado al jinete es inmejorable para desmontarlo. Todo grupo humano
despliega valor e inteligencia cuando debe combatir"318. En esta misma lógica, pienso que no se requiere de una mente
muy penetrante para notar que el adversario se encuentra materialmente pobre y sin fuerzas suficientes, por lo cual las
probabilidades de derrotarlo aumentan. Eso es lo que, a mi juicio, sucedió a fines del siglo XVI en la gobernación de
Chile.
La ofensiva mapuche recogerá las experiencias de casi cincuenta años de guerra. Antes de presentar batalla en
campo abierto, se recurrirá al hostigamiento de las ciudades y, sobre todo, a la emboscada tendida con los más variados
ardides. Así ocurrió por ejemplo en Arauco, tras el infructuoso cerco puesto al fuerte en 1599:
"Con esto, haciendo muestras aparentes
de deshacer la junta numerosa,
se fueron por caminos diferentes
a la primera luz de un alba hermosa;
más, vueltos a juntarse diligentes
en la tácita noche tenebrosa,
tomando las salidas más usadas,
los valles ocuparon de emboscadas"319.

Uno de los tratadistas militares de la época, Bernardo Vargas Machuca, sintetiza el funcionamiento de las nuevas
tácticas indígenas que transformaron por completo la guerra de Arauco y obligaron a los peninsulares a adaptarse a ellas:
"Su modo de pelear solía ser a campo abierto representando guazavara, que en castellano se llama batalla y esto lo
tenían por bizarría, señalando el sitio, el día y hora para ello al español y ahora con la larga experiencia y como
guerreros astutos han escogido lo mejor para sí, dejando ya esta bizarría, usando de trasnochadas y asaltos
repentinos y de emboscadas, echándolas unas veces en las retiradas que ellos hacen y otras en las que hacen los
españoles y otras en las dormidas al herbaje y aguaje andando a noche y mesón, teniendo sus fuertes siempre
reparados de fuertes [sic], estacadas y terraplenes y al derredor dellos en lugar de fosos muchos hoyos solapados,
para que al arremeter así a caballo como a pie reciba daño el español, en todos los asaltos y acometimientos que
hace dejan señalada y reconocida la huida por si acaso les sucediere mal, cautelándose mejor que los nuestros y
andando más cuidadosos y vigilantes"320.

Entre las numerosas y variadas artimañas empleadas por los mapuches en las emboscadas y asaltos cabe destacar
el desvío de aguas o su contaminación con muertos y yerbas ponzoñosas; la preferencia de acometer al enemigo cuando
llovía o en terrenos acamellonados para así neutralizar el efecto de la arcabucería; el uso de elementos de caracterización
para engañar a los vigías de fuertes y ciudades; la tala de las comidas de los campos aledaños a los establecimientos del

318
SERGIO VILLALOBOS, Tres siglos y medio de vida fronteriza, en VILLALOBOS, ALDUNATE, ZAPATER,
MENDEZ y BASCUÑAN, Relaciones fronterizas en la Araucanía, Ed.Universidad Católica de Chile, Santiago,
1982, pág.28.
319
Las guerras de Chile, op.cit., Canto II, pág.44.
320
Discurso sobre la pacificación y allanamiento de los indios de Chile de Bernardo Vargas Machuca, 21 de agosto
de 1599, CDIHCh, Segunda Serie, tomo V, págs.121-122. Consúltese también el Purén Indómito, Canto XII,
págs.446-448.
86

adversario; la retirada simulada para sacar al enemigo de sus fortificaciones; la siembra de frutillas en caminos y laderas
para tentar a los soldados, generalmente hambrientos, y liquidarlos mientras comían; el uso de una infantería montada; o
la explotación del factor psicológico en la lucha321.
Para protegerse de las expediciones españolas y evitar la destrucción de los sembrados, los indígenas "han hecho
una cosa que no la inventara nadie sino que es haber dado desde que don Alonso de Sotomayor les comenzó a hacer
guerra en hacer grandes rozas y talas de montañas en lo más áspero y encima de los cerros y en estas rozas y sitios donde
no hay hombres humanos que puedan entrar ni ir pues aun en andar en los llanos nos cansamos con tantos estorbos e
impedimentos de quebradas, ríos, arroyos y ciénagas, hacen las más de sus sementeras en donde se les da con mucha
abundancia por la grandísima fertilidad de aquella tierra y así proceden estos indios el día de hoy seguros de no verse con
necesidad de bastimentos y las sementeras que al presente hacen en los llanos es más de vicio que de necesidad"322. La
seguridad que brindaba la siembra en lugares inaccesibles para los españoles permitió a los mapuches sustentar la
rebelión casi sin problemas de alimentación, elemento fundamental a la hora de enfrentar un conflicto bélico. Al mismo
tiempo, las comarcas que mantenían fingidas paces abastecían a los rebeldes de comidas323.
Cuando el ejército español incursionaba tierra adentro, las señales de humo avisaban oportunamente los peligros a
las familias y parcialidades cercanas, de manera que los guerreros alcanzaban a preparar alguna treta o simplemente se
retiraban a sus escondites, tramontando cerros y quebradas324.
Por último, una táctica que dio muy buenos resultados a los mapuches rebelados y que incidió profundamente en
el triunfo de estos años, fue el empeño por contar con el concurso de los indios de paz y de servicio. En la junta de Purén
de enero de 1599, Pailamacho habría dicho a los presentes:
"no pueden sin nosotros sustentarse [los españoles],
porque son todos ellos haraganes,
y lo que más importa procurarse
es quitarles pastores y gañanes
y que el servicio venga todo a alzarse,
y con este desmán y otros desmanes
a su tierra se irán, y nuestra tierra
en paz se quedará, libre de guerra"325.

Se optó por instigar a los indios de paz a rebelarse, antes de castigarlos por su sumisión forzada o voluntaria al
invasor. El rechazo al abusivo servicio personal y los daños que los españoles causaban a sus familias, constituían el
fundamento para alzar a los indios de servicio. La nula capacidad de reacción de los castellanos ante la muerte de Oñez
de Loyola, incitaba las expectativas de una pronta liberación. La prudencia sería la mejor arma, aprovechando las

321
Todas las crónicas citadas nos proporcionan una gran cantidad de información sobre este punto. También se
puede consultar JARA, op.cit., págs.62-66.
322
Informe de Miguel de Olaverría, 1598, en GAY, op.cit., págs.37-38. Sobre el mismo tema véase AMUNATEGUI,
op.cit., tomo II, págs.68-69.
323
Comentaba al respecto García Ramón que los mapuches daban la paz "por solamente salvar sus comidas y en
recogiéndolas las fueron enterrando en los montes y ellos se alzaron con ellas...". Carta al rey, 14 de junio de 1605,
Mss.Medina, tomo 118, f.72.
324
GONZÁLEZ DE NÁJERA indica al respecto: "...van haciendo de cerro en cerro sus humadas como atalayas, para
dar general aviso a toda la tierra de la punta que hace nuestro campo, con lo cual todos se retiran y ponen en cobro en
lo seguro..." (op.cit., pág.165). En idénticos términos se expresa en Las guerras de Chile, op.cit., Canto I, pág.9.
325
Purén Indómito, op.cit., Canto III, pág.201.
87

ventajas del terreno y la movilidad que los caballos otorgaban a los contingentes bélicos. Cada día se sumarían más
hombres y mujeres a la lucha activa.
Los resultados avalan la eficacia de las tácticas empleadas por Pelantaru y sus capitanes. Efectivamente los indios
de paz se irán integrando a las filas rebeldes, como hemos visto en el capítulo anterior326. Las emboscadas, por otra parte,
aminoraron las pérdidas en las filas de los guerreros mapuches. Las victorias se irán sumando una tras otra, hasta lograr la
expulsión de los españoles de gran parte de la Araucanía.
Los hispanocriollos, por otra parte, lamentarán los mayores desastres militares desde que luchaban contra los
araucanos. Antes, con Pedro de Valdivia habían muerto cuarenta hombres, al igual que en los combates de Marihuenu,
que enfrentó Francisco de Villagra, y de Catiray, durante el gobierno de Pedro de Villagra. El mayor número de bajas se
había producido en la llamada cuesta de Villagra (provincia de Arauco) donde perecieron noventa hombres de las fuerzas
españolas327. Después de Curalaba, las altas cifras de muertos serán más frecuentes: cincuenta con Oñez de Loyola,
cuarenta con Andrés Valiente, cien en Valdivia, ciento cincuenta en Palo Seco... más las constantes pérdidas en las
diversas emboscadas.
Considerando todo lo expuesto, se puede concluir que la organización militar mapuche de estos años no descuidó
aspecto alguno en lo que al arte de la guerra se refiere. Las tres grandes ramas en las que hoy día se divide la actividad
bélica (estrategia, táctica y logística) tuvieron cabida en la planificación del levantamiento general mapuche328. La
claridad sobre los objetivos de cada momento, la conducción ventajosa de los contingentes, la confrontación en
escenarios favorables, el despliegue de diversas tácticas y medios y la eficacia en los abastecimientos de conas y familias
explican, desde mi punto de vista, los sendos triunfos indígenas de esta rebelión. Las flaquezas del enemigo nada más
favorecieron el estallido del alzamiento, pero no fueron determinantes en la victoria pues al poco tiempo los
hispanocriollos, con un ejército diez veces más numeroso que el de fines del siglo XVI, tampoco fueron capaces de
revertir la situación.

326
Todavía en 1604 se mantenía esta colaboración: "...no pierden ocasión, sino en viéndonos poner la cara a una
provincia, ellos entran luego por otra parte. Ayúdales mucho a facilitar estas entradas... el ser tan grandes traidores
los indios de paz que ningún secreto hay en nuestra tierra que no se digan y enseñen con el dedo...". Carta de Ribera
al rey, Arauco, 13 de abril de 1604, CDIHCh, Segunda Serie, tomo VII, pág.493.
327
Tratado de la importancia y utilidad que hay en dar por esclavos a los indios rebelados de Chile, presentado por el
licenciado Melchor Calderón en enero de 1599, CDIHCh, Segunda Serie, tomo V, págs.29-30.
328
En torno a los conceptos de estrategia, táctica y logística consúltese EDUARDO de FUENTES GOMEZ de
SALAZAR, Estrategias de la implantación española en América, Ed.Mapfre, Madrid, 1992, págs.11-21. Para
algunas consideraciones militares sobre las operaciones dirigidas por Pelantaru, se puede revisar el libro del
Subteniente (R) CARLOS VALENZUELA SOLIS DE OVANDO, El toqui Pelantaru guerrero de la conquista,
Biblioteca del Oficial, Vol.XL, Publicaciones Militares, Santiago, 1979, págs.158-163.
88

CONSECUENCIAS
DE LA REBELIÓN
EN EL REINO
DE CHILE

...sería más conveniente despedir el ejército y reducir todos los soldados y gente
española a las tierras y provincias que están de paz desde Biobío a la parte del
norte, haciendo raya y frontera en las riberas de aquel río...
Y parece también que los vecinos y moradores y soldados de aquel trabajado reino
descansarían algo, y libres de la fatiga y cuidado de la guerra, volverían sus ánimos
y ocupaciones a los ministerios de la paz y a la cultura de la tierra y crianza de
ganados con la buena disposición que aquella tierra tiene para todo.

Carta de Juan de Villela a Juan de Ibarra, Lima, 3 de junio de 1607


89

Desconcierto hispanocriollo y esclavitud indígena

Tras el furibundo estallido del levantamiento mapuche y el consiguiente abandono de las ciudades del sur, los
españoles que lograron salvar con vida comenzaron a inundar los territorios, pueblos y villas situados al norte del Biobío.
De acuerdo con Ovalle, "la gente que se escapó de esta común y general calamidad, se repartió por toda la tierra que
quedó de paz, que fue desde la Concepción para delante; y acomodándose cada uno donde pudo por las quebradas, valles
y campos (porque en las ciudades no hubo lugar para todos, ni la pobreza y desnudez con que salieron les daba lugar a
ello), hicieron en ellos sus estancias"329.
Rosa Miquel, en su novela histórica sobre el proceso de conquista en Chile, describe de manera ficticia los
sentimientos que muy posiblemente imbuyeron a muchos de estos fugitivos: "Arranqué una noche y traje conmigo a mi
familia, porque dijeron que venían en camino los indios, que ya habían incendiado la Imperial, y dejamos atrás todo lo
que habíamos construido, todo lo acumulado en años de insensatez y codicia, toda esperanza de salvar algo se había
desvanecido, lo único que nos quedaba por salvar eran nuestras vidas. Huimos espantados y enloquecidos, tomando a los
niños y a los caballos, los que pudimos tomarlos, los otros salieron corriendo, todos corríamos como fuese, a pie, a
caballo, en carreta, había que huir rápido, porque cuando ellos llegaban, todo aquello se convertía en infierno. Y
mirábamos sólo al frente, sin preocuparnos nada más que de avanzar hacia el norte, si oíamos galopes de caballos detrás
nuestro, corríamos más fuerte pensando que eran los indios que galopaban tratando de alcanzarnos"330.
Los empobrecidos encomenderos del sur arribaban desechos, pero esperanzados de recibir ayuda de las
autoridades. No obstante, sólo habían escogido el mal menor. En 1600, "Concepción estaba llena de gente de las ciudades
recientemente despobladas; y no sólo faltaban locales para hospedarla, sino que no había víveres suficientes para
alimentarla. Muchos individuos, y entre ellos no pocos capitanes y soldados, emigraban para Santiago y venían a
aumentar, con la relación y con el espectáculo de sus miserias, el desaliento y la perturbación"331.
La inseguridad en los alrededores de Chillán y Concepción también motivó a vecinos de esas ciudades a dejar sus
posesiones. Ribera escribía al rey "que dejaban sus indios, casas y heredades por cualquier comodidad en Santiago o
Cuyo"332. En todo caso, muy pocos tuvieron la suerte de contar con buenos amigos, parientes y capitales suficientes para
volver a empezar y mantener el nivel de vida que habían gozado en el sur. Entre ellos, "algunos que se aplicaron más al
trabajo... les ha favorecido Nuestro Señor tanto, que han enriquecido mucho y han podido casar sus hijas muy
ilustremente, con muy buenos dotes, y hoy [1646] se hallan ricos, con mucha suma de ganados y esclavos, que es la
riqueza de aquella tierra, sustentando sus casas con mucho lucimiento, debido a su calidad y nobleza"333.
Empero, la mayoría de los habitantes de Angol, Imperial o Santa Cruz pronto se vieron enfrentados a la cruda
realidad que ofrecía la capital del reino, especialmente aquellos que formaban parte del bajo pueblo. "Llegamos como una
procesión de seres polvorientos, desgreñados, con los estragos que produce el esfuerzo y el cansancio de una huida

329
OVALLE, op.cit., pág.286.
330
MIQUEL, op.cit., págs.166-167.
331
BARROS ARANA, op.cit., pág.321.
332
Carta de Ribera al rey, Colina, 18 de septiembre de 1605, CDIHCh, Segunda Serie, tomo VII, pág. 561. En la
misma, el gobernador menciona los casos de Hernando Vallejo de Tovar y Hernando Cabrera, vecinos de Penco, que
por treinta y ciento veinte indígenas en Santiago respectivamente, habían abandonado encomiendas, viñas, tierras
sembradas, ganados, casas e incluso un molino.
333
OVALLE, op.cit., pág.286.
90

prolongada, y veíamos los ojos de los que nos miraban llegar, con miedo de que les pudiéramos arrebatar lo que ellos ya
habían conseguido, y descubrimos que para ellos, nosotros éramos la amenaza, no los indios. ¿Dónde os vais a quedar?,
nos gritaban. ¿Qué vamos a hacer con tantos?, se decían entre ellos, y muy rápidamente se encerraron en sus casas y
trancaron las puertas, y nadie ofreció alojamiento ni comida. El gobernador y las otras autoridades nos decían que
teníamos la obligación de devolvernos a nuestras tierras y defenderlas de los indios, porque eran tierras otorgadas por el
Rey; junto con los indios, y que era nuestro deber someterlos bajo nuestro yugo. Yo y los que huimos de esas tierras, de
una cosa estábamos seguros, no volveríamos jamás a ellas. Terminamos durmiendo en las iglesias y los sacerdotes se
encargaban de pedir ayuda a los vecinos, pero eso sabíamos que iba a durar pocos días. Después vino la miseria para casi
todos los que huimos, y vimos que estábamos peor que en los primeros tiempos en nuestras tierras de origen..."334. Este
dramático relato, si bien de carácter novelesco, refleja el destino sufrido especialmente por quienes no tenían la calidad de
vecinos o encomenderos, grupo numeroso que, por lo demás, ha recibido escasa atención por parte de los investigadores
de historia colonial335.
A la pobreza de los habitantes del sur se agregaba el miedo que cundía por todas partes. Una vez pasados los
peores momentos para los españoles, el fantasma de nuevos alzamientos quitaba el sueño a civiles y militares. Todo el
tiempo circulaban rumores sobre secretos preparativos indígenas. El menor indicio era magnificado en la correspondencia
y reprimido con todo rigor, como sucedió por ejemplo en 1610, tras la muerte de García Ramón336.
En suma, una de las consecuencias de la exitosa rebelión mapuche se expresó en el plano psicológico. Los
españoles, que tan soberbios y convencidos de su cuasi invulnerabilidad habían conquistado gran parte de los territorios
del Nuevo Mundo, no sólo fueron humillados y frenados en su carrera invasora, sino también estarían un buen tiempo
marcados por el temor, la inseguridad y el desamparo, intentando comprender las razones de sus desgracias. Mientras
para muchos pueblos nativos americanos la conquista española supuso la muerte de sus dioses, en Chile muchos
hispanocriollos pensaron que el Dios católico, "que siempre atiende al consuelo de los afligidos", condenaba a sus fieles
por los abusos cometidos en perjuicio de los indígenas, "disponiendo el castigo en la forma y materia que el pecado se
comete..."337.
Por otra parte, el trastorno que significó para los españoles la derrota frente al ejército indígena motivó, a pocas
semanas del triste fin de Oñez de Loyola, urgentes solicitudes de vecinos, religiosos y militares para esclavizar a los
indios de guerra338. Detrás de estas peticiones no sólo se escondía el propósito de castigar a los rebeldes y proveerse de
mano de obra para las regiones agrícolas, sino también el de "animar a los soldados de dentro y fuera del reino con el
cebo destos esclavos y demás utilidades"339.

334
MIQUEL, op.cit., págs.167-168.
335
Por desgracia, no podemos formarnos una idea clara sobre el recibimiento que brindaron los santiaguinos a los
fugitivos del sur ni tampoco sobre las medidas tomadas por las autoridades de la ciudad. La razón es simple; el libro
con las actas del Cabildo de estos años nunca ha llegado hasta nosotros. Recién de 1607 en adelante contamos con
ese valioso material.
336
Los pormenores de esta situación y el castigo de los mapuches que pretendían alzarse en 1610 son narrados por
Merlo de la Fuente en carta al rey del 31 de octubre de 1610, Mss.Medina, tomo 117, fs.91-92.
337
Diversos personajes españoles atribuyeron la derrota militar a algún castigo divino. Uno de ellos fue QUIROGA,
de quien se ha tomado la cita (págs.272-273).
338
Véase JARA, op.cit., capítulos 8 y 9, quien analizó en profundidad los principales documentos sobre este tema.
339
Tratado de la importancia y utilidad que hay en dar por esclavos a los indios rebelados de Chile, presentado por el
licenciado Melchor Calderón en enero de 1599, CDIHCh, Segunda Serie, tomo V, pág.34.
91

Mientras en España se discutían las distintas propuestas, en Chile la esclavitud ilegal era tácitamente aceptada por
todos los sectores. Vizcarra, Quiñones y Ribera la autorizaron, pero sin conseguir con ella mejores resultados en la
guerra. Por el contrario, los mapuches persistieron en su rebelión, consolidando lo ganado. Emergió en este contexto la
figura del padre jesuita Luis de Valdivia, quien en 1605 obtuvo del virrey la supresión del servicio personal para de esa
forma pactar las paces con los sublevados340. Asimismo, "se fijó pago de jornal para los mitayos, libertad para los indios
chilenos que estuviesen en calidad de esclavos en el Perú, y revocar las órdenes dadas por gobernadores anteriores que
contradijeran lo acordado"341.
Sin embargo, García Ramón, el gobernador encargado de hacer cumplir la provisión, presionado por los intereses
en juego y confiado en los refuerzos que le llegaron de España y México, en vez de aliviar la condición de los nativos, la
tornó aún más pesada. "El esclavo era, como antes, vendido y llevado al Perú y, pues producía por de pronto buenas
entradas, no conoció límites el abuso: indios que siempre habían sido amigos y tranquilos yanaconas, se vieron de repente
condenados a esclavitud perpetua y llevados a Lima"342. El gobernador justificaba su actitud por el rechazo de los
mapuches a las exhortaciones del padre Valdivia y por la necesidad de hacerles la guerra "a sangre y fuego" tras los
funestos sucesos de Palo Seco343. En vista de eso, el padre Valdivia retornó desilusionado al Perú.
En tanto, los agravios a los indios amigos se sucedían ante la mirada impávida y complaciente de las autoridades.
Un religioso reclamaba "que somos los españoles y ministros de V.M. peores que lobos rabiosos para con estas ovejas de
paz y así los de guerra quieren antes morir que obedecer a V.M..."344. En vista de esta realidad, la real cédula que decretó
la esclavitud de los indígenas rebeldes, firmada en Ventosilla el 26 de mayo de 1608, sólo vino a ratificar las prácticas en
boga. "La guerra se convirtió definitivamente en cacería de esclavos... [que] serán vendidos ante notario público, y
marcados en la cara al rojo vivo, con el nuevo marcador de plata que ha comprado el Cabildo de Santiago, el que
proporcionó los fondos necesarios para cambiar el viejo marcador de hierro345. Una vez marcados y embarcados, serán
después de una muy penosa travesía, desembarcados en Arica, y desde allí, algunos de ellos caminarán montaña arriba
muchas jornadas, hasta llegar a las minas de Potosí, otros irán a la plaza de El Callao, que es el mayor mercado de
esclavos de las Indias del sur"346.
Los soldados, en lugar de continuar la guerra en nombre de Su Majestad Católica, se desbandaban a menudo en
busca de esclavos. Luego, se apresuraban a venderlos en Concepción, para intentar con sus ganancias la huida de Chile,
atravesando la cordillera de los Andes. La codicia llegaba a tal punto que se arriesgaba la propia vida para coger las
preciadas "piezas".
De este modo, la esclavitud, lejos de provocar la subyugación de los mapuches, sólo sembró la semilla de futuros
alzamientos indígenas y mantuvo a la violencia en el primer plano de los acontecimientos. Pasaría alrededor de medio

340
Real provisión que manda que los indios de la provincia de Chile no sean tenidos por esclavos, Lima, 28 de abril
de 1605, Mss.Medina, tomo 108, fs.103-104.
341
ZAPATER, La búsqueda de la paz en la guerra de Arauco: Padre Luis de Valdivia, op.cit., pág.22.
342
ERRÁZURIZ, Historia de Chile durante los gobiernos..., tomo I, op.cit., pág.134.
343
Carta de García Ramón a fray Martín de Salvatierra, Concepción, 23 de diciembre de 1606, Mss.Medina, tomo
109, f.144.
344
Carta de fray Cristóbal de Valdespino al rey, Santiago, 7 de abril de 1608, Mss.Medina, tomo 110, fs.69-70. Se
observa una notoria incidencia del pensamiento del padre Las Casas en las expresiones de este clérigo.
345
Sobre este punto consúltese el acta del Cabildo del 20 de agosto de 1610, donde figura un "Acuerdo sobre herrar a
los indios veliches" en CHCh, tomo XXIV, Imprenta Elzeviriana, Santiago, 1901, págs.189-190.
346
MIQUEL, op.cit., pág.183.
92

siglo -con excepción de la poco efectiva implementación de la guerra defensiva- antes que la convivencia fronteriza
impusiera una dinámica diferente a las relaciones hispano-mapuches.
En tanto, la derrota militar no tardó en ser asumida por las más altas autoridades hispanocriollas.

Los orígenes de la frontera hispano-mapuche

Aunque las tentativas del ejército castellano por penetrar una y otra vez en la Araucanía no cesaron, en los hechos
los mapuches afianzaron el dominio sobre la mayor parte de sus territorios, tal como se explicó en capítulos anteriores.
De ahí, el reconocimiento de la derrota por parte de los españoles, tuvo como principal consecuencia la conformación de
una embrionaria frontera entre ambos pueblos.
El año 1609, al virrey del Perú marqués de Montes Claros ya no le quedaba más alternativa que admitir el fracaso
en el reino de Chile. Escribía al respecto al rey: "Es cosa cierta que la demanda tras que vamos no tiene materia sobre
que cargue la victoria, porque ni hay lugar cierto donde topar los enemigos, ni fuerte que batirles, ni hacienda que
tomarles, ni casi se halla cuerpo en que hacer ofensa... Todo lo que se gana por los nuestros es tomar tierra prestada, para
volvérsela a dar en mudando los pies..."347. En otras palabras: las fuerzas castellanas -con ejército profesional, Real
Situado y esclavitud legal de los rebeldes- resultaban muy poco eficaces contra los nativos de Chile. Proseguía el virrey
en su alegato, proponiendo que el norte del Biobío fuera "la raya de la guerra", basándose en que "este modo de guerra
está muy aprobado en las Indias, particularmente en la Nueva España donde siempre inquietaron los chichimecas"348.
Esta última analogía no es casual. Recordemos que las guerras chichimecas en el norte mexicano se registraron
durante la segunda mitad del siglo XVI, motivadas por la expansión española hacia esa zona. El hallazgo de ricas minas
de plata en Zacatecas (1546) enfrentó a las tropas imperiales con una serie de pueblos seminómades cuyo sistema de vida
se asimilaba bastante al de los mapuches. La resistencia más tenaz la opusieron los denominados zacatecos, los
guachichiles, los pames, los guamares y los cascanes, quienes gracias a la apropiación del caballo atacaban las estancias,
ranchos y convoyes que circulaban entre Zacatecas y la capital del virreinato. Conscientes del carácter interminable de
estas luchas, los virreyes Villamanrique (1585-1590), Luis de Velasco (1590-1595) y el conde de Monterrey (1595-1605)
implementaron una nueva estrategia que consistió en poblar aquella región con familias de indígenas sedentarios. La
influencia de éstos, junto con la entrega gratuita de alimentos, herramientas y ganado, más la labor evangelizadora
encomendada a las órdenes religiosas, permitieron pacificar finalmente a los chichimecas. Sólo unas cuantas tribus se
desplazaron hacia el norte, donde en el siglo XVII se repetirá el mismo proceso derivado del nuevo avance de la
frontera349.

347
Carta del virrey al rey, 30 de marzo de 1609, Mss.Medina, tomo 231, fs.264-266. Las negrillas son nuestras.
348
Idem., fs.268-269.
349
Una apretada síntesis de las guerras chichimecas se encuentra en ANGEL BARRAL, Rebeliones indígenas en la
América española, Ed.Mapfre, Madrid, 1992, págs.97-106. Para conocer el detalle de estos acontecimientos se
pueden revisar los dos clásicos de PHILIP POWELL, La guerra chichimeca (1550-1600) y Capitán mestizo: Miguel
Caldera y la frontera norteña. La pacificación de los chichimecas (1548-1597), F.C.E., México, 1977 y 1980
respectivamente.
93

Tal como lo ha planteado Zapater, el antecedente mexicano debe haber incidido en la política que desembocó en
el proyecto de guerra defensiva, aplicado en Chile a partir de 1612350. De hecho, los virreyes del Perú Luis de Velasco y
conde de Monterrey pusieron toda su experiencia adquirida anteriormente en Nueva España al servicio de las necesidades
de la guerra de Arauco. Pero ya antes de comenzar en España el debate en torno al proyecto impulsado con vehemencia
por el padre Valdivia, en Chile ya se vislumbraba la idea de frontera y, por consiguiente, de renunciar a la conquista de
las tierras mapuches por la fuerza351.
Con anterioridad al alzamiento general mapuche de 1598 algunos funcionarios barajaban la posibilidad de detener
la guerra por medios pacíficos. Baltasar Sánchez de Almenara opinaba en 1592 que la mejor alternativa era sustentar lo
ganado y en caso de la llegada de refuerzos, ocuparlos para "repoblar y aumentar la tierra y pueblos de paz" y no en
conquistar, como había ocurrido hasta entonces352. Más radical se mostraba Miguel de Olaverría en 1598, al proponer que
se otorgara status de vasallos a los nativos, señalándole límite a sus tierras. Esto implicaba la despoblación de los
territorios mapuches y dejar de incursionar en ellos a cambio de un tributo y la concurrencia de indios amigos en caso de
alteraciones353. Sin embargo, este tipo de planteamientos no recibió mayor acogida por parte de quienes detentaban el
poder en esos años, pues se confiaba en la efectividad de los medios militares disponibles en aquel entonces.
A la vista del catastrófico estado de la colonia tras la ofensiva mapuche, los sostenedores de una guerra sin cuartel
tuvieron que echar pie atrás. Salvo escasas excepciones, la estrategia a seguir asumía la cuasi imposibilidad de vencer a
los rebeldes "teniéndoles supeditados con las armas encima". Más bien se sugería irrumpir en los veranos en territorio
mapuche, talar las sementeras, quemar las casas y con ello, obligar a las familias indígenas a abandonar la tierra
trasmontando los Andes o forzarlos a pedir las paces354. Indirectamente se desistía de la conquista o, por lo menos, se la
posponía, "pues es cosa clara que no sólo edificar en Chile pueblos de nuevo, pero reedificar los arruinados promete casi
un imposible en muchos decenarios de años..."355. Las campañas de Ribera y García Ramón -cuyos efectos ya
conocemos-, de Merlo de la Fuente y Juan Jaraquemada, después de ellos hasta 1612, obedecieron a esta lógica, de
desgaste del enemigo sin emprender un dominio estable de sus comarcas356.
En este contexto el padre Valdivia presentó su proyecto de guerra defensiva en España, se fortificaron las riberas
del Biobío y se cejó de atacar las tierras ubicadas al sur y sudeste de Purén. En palabras de Errázuriz, "señalar línea
divisoria entre los dominios del Rey de España y el territorio ocupado por el independiente indígena chileno y prohibir a
las tropas españolas traspasar esa línea, equivalía a reconocer como beligerantes a los indios, hasta entonces denominados
rebeldes. Ello podría ser simple ensayo y por poco tiempo; pero el hecho innegable quedaba en pie: los indígenas

350
Ver el citado libro La búsqueda de la paz en la guerra de Arauco: Padre Luis de Valdivia.
351
Todos los pormenores del debate en torno a la guerra defensiva, las réplicas de los opositores al proyecto y las
diversas reacciones que suscitó su aprobación, se pueden consultar en el tomo II de la citada obra de ERRÁZURIZ,
Historia de Chile durante los gobiernos... y también en AMUNATEGUI, op.cit., tomo II.
352
Carta de Baltasar Sánchez de Almenara al rey, 20 de septiembre de 1592, CDIHCh, Segunda Serie, tomo IV,
págs.200-201.
353
Informe de Miguel de Olaverría, 1598, en GAY, op.cit., págs.45-47.
354
Memorial de lo que pide Chile para su restauración y remedio, sin firma ni fecha, CDIHCh, Segunda Serie, tomo
VII, pág.246. Por el contenido del documento, se trata de las propuestas que el procurador de las ciudades del reino,
fray Juan de Vascones, presentó al Consejo de Indias en 1601.
355
Idem..
356
Según ENCINA: "La guerra prosiguió por voluntad del pueblo mapuche; pero ya no [era] una guerra de
conquista, de expansión y predominio, sino una lucha entre pueblos enemigos, de fuerzas equilibradas, que va a
durar doscientos años con alternativas varias, sin cambios fundamentales" (op.cit., pág.457).
94

chilenos tenían derecho a defender contra los españoles su territorio y a mantener su independencia y derecho reconocido
por el Rey... Pues, la corte de Madrid consentía en confesar prácticamente semejante doctrina, muy convencida debía
hallarse por los acontecimientos de su impotencia para terminar por entonces la conquista de Arauco..."357.
Para resguardar la línea fronteriza los españoles contaban con el ejército acantonado en los fuertes y procuraron
ganarse la confianza de los indios comarcanos del Biobío. Tal como se ha mencionado más atrás, a partir del gobierno de
Ribera se comenzó a favorecer a los indios de paz, esencialmente para enfrentar de mejor manera a la rebelión general.
Así por ejemplo, en 1603 el gobernador dio "a todos los caciques e indios conquistados trigo para sembrar por haberse
venido de paz los más sin traer semilla de sus tierras. Y procuró acariciar a los indios más valientes y soldados dándoles
ración con que los obligó mucho a perseverar en la amistad de los españoles hallando en ellos socorro y alivio de sus
necesidades..."358. A cambio de los alimentos y semillas, a los mapuches que daban la paz se les exigió construir sus
rucas en lugares aledaños a los fuertes fronterizos. De esa forma los españoles podían vigilarlos mejor y evitar las
temidas paces fingidas que tanto los habían engañado en tiempos de Oñez de Loyola.
Los indígenas que aceptaron la amistad de los hispanos durante estos años, en general se vieron obligados a dejar
las armas por la imposibilidad material de persistir en su rebelión (escaso número de guerreros, destrucción sistemática de
sus sembrados en las malocas), "pero también les motivaban los privilegios y pagos con que los hispanocriollos les
recompensaban. Los despojos cogidos en la guerra a los otros indígenas eran otro factor decisivo"359. En menor medida
hubo grupos que se aliaron con los españoles para combatir a sus propios enemigos, pues las rencillas inter-tribales no
fueron muy frecuentes en esta coyuntura histórica.
Los indios amigos no sólo eran ocupados en la defensa de la frontera, sino también cumplían importantes tareas
de servicio y de espionaje360. Ayudaban a erigir los fuertes y guiaban a los españoles en las malocas a tierras rebeldes. En
fin, su colaboración era muy apreciada por los peninsulares, al punto que una estudiosa de este tema ha afirmado que sin
los indios amigos "habría sido imposible mantener la línea de frontera en los márgenes del Biobío"361.
Ahora bien, más que ahondar en la evolución que tuvo este grupo en el transcurso del tiempo y analizar su mayor
o menor estabilidad, cabe recalcar que ya en 1608, Alonso de Sotomayor había propuesto al Consejo de Indias la
exención tributaria y la abolición del servicio personal para los amigos362. Siguiendo esas recomendaciones, a partir de
1612 los indígenas que cooperaban con los españoles en la guerra ostentarían una condición jurídica especial: "No eran
encomendables, no debían tributo a nadie -ni en servicio personal ni en especies- sino sólo fidelidad al rey"363. De este
modo surgía el estamento formado por los indios amigos; reflejo de la adopción de una estrategia fronteriza por parte de
los hispanocriollos y, por tanto, consecuencia directa de la victoria mapuche.

357
ERRÁZURIZ, Historia de Chile durante los gobiernos..., op.cit., tomo II, pág.362.
358
ROSALES, op.cit., capítulo 29, pág.770.
359
RUIZ-ESQUIDE, op.cit., pág.13.
360
El coronel Cortés, por ejemplo: "...tenía a muchos indios amigos por espías y centinelas a los cuales pagaba de su
hacienda y los premiaba para tener aviso de las cosas de la tierra; y asimismo sabe este testigo que rescataba y
compraba algunas piezas de indias e indios que estaban en poder de españoles y los daba a sus caciques para tenerlos
por amigos y para que le diesen aviso de las juntas...". Otra información de servicios de Pedro Cortés, 16 de mayo de
1605, CDIHCh, Primera Serie, tomo XXIV, pág.193.
361
RUIZ-ESQUIDE, op.cit., pág.105.
362
TRIBALDOS de TOLEDO, op.cit., pág.37.
363
RUIZ-ESQUIDE, op.cit., pág.27. Consúltese este libro para conocer también el funcionamiento que tuvo la citada
disposición en la práctica.
95

Veamos a continuación qué había sucedido con los españoles que habían quedado cautivos en los territorios
indígenas a cuya ocupación se estaba prácticamente renunciando.

Los cautivos españoles

Muchos españoles no alcanzaron a huir a la zona central. En medio de la ofensiva mapuche, unos cayeron
víctimas de las armas o del hambre; otros fueron cautivados, situación que afectó sobre todo a mujeres y niños.
La problemática de los cautivos hispanocriollos trascendió a la rebelión indígena, ya que sus implicancias socio-
culturales se dejaron sentir durante gran parte del siglo XVII. No se trató solamente de prisioneros de guerra, sino
también de agentes (inconscientes) del largo proceso de mestizaje que envolvió a las sociedades mapuche y española. El
estudio de esta circunstancia es, por tanto, doblemente importante: primero, como resultado directo del alzamiento
general, que conllevó la articulación de mecanismos de intercambio de prisioneros que obligaron a los contrincantes a
relacionarse pacíficamente; y segundo, por las repercusiones que tuvo en el plano social del mestizaje.
Ahora bien, en toda guerra ha habido cautivos. Lo que varía según la cultura o la naturaleza de la contienda es el
tratamiento que se les ha dado. En las primeras décadas de la guerra de Arauco, los indígenas mataban a prácticamente
todos los soldados españoles que les caían entre manos364. Se creía que la única manera de acabar con los invasores era
aniquilándolos por completo. Las crueldades en ambos bandos eran pan de cada día.
Con el correr de los años, los mapuches comenzaron a valorar al cautivo como medio de intercambio y símbolo
de poder, fenómeno que constituye una muestra más de la capacidad de este pueblo para adaptar elementos foráneos a su
propio universo cultural. Habían observado y vivido el trato que los españoles les daban cuando los apresaban. Fueron
testigos de la venta ilegal de sus familiares, de los trabajos forzados a que eran sometidos y de la violación de sus
mujeres. No acostumbrados a esas modalidades, poco a poco las fueron imitando.
Finalizando el siglo XVI, y especialmente a partir de la rebelión de 1598, muchos cautivos españoles se
empezaron a vender y comerciar al interior de las comarcas mapuches. "Las cosas por que acostumbran los indios a
vender los cautivos entre ellos, es unas veces una oveja de aquella tierra, otras por collares de piedras que ellos estiman y
usan, aunque de poco valor, y otros, hechos de conchas marinas, y otras por un rocín y aún por una piedra algo cóncava
de hasta cuatro o seis arrobas, en que a fuerza de brazos muelen trigo y maíz y otras semillas con otra piedra pequeña; y
otras veces compran con ellos trigo o cebada, de indios de otras provincias, cuando en las suyas hay carestía por sucesos
de años estériles, y por otros accidentes semejantes..."365. De esta forma, los prisioneros enemigos pasaban por diferentes
dueños y recorrían gran parte de la Araucanía. Falcón dice haber tenido cuatro amos y González de Nájera sostuvo que
"hay pocas cautivas que no hayan sido muchas veces vendidas entre ellos, y tenido por ello muchos dueños"366.
En cuanto al número de personas prendidas por los mapuches durante la rebelión general, ni los propios
contemporáneos pudieron determinar una cifra más o menos exacta. García Ramón afirmaba en 1605 que en las

364
No conozco posibles estudios sobre este tema ni tampoco revisé documentación del período anterior a 1590, por
lo cual la afirmación quizás simplifica en exceso la realidad. De todas maneras, me parece poco probable que los
mapuches hayan conservado o liberado cautivos en esos años, pues nada se dice al respecto en las crónicas.
365
GONZÁLEZ de NÁJERA, op.cit., pág.71.
366
Declaración que hizo el padre fray Juan Falcón, 18 de abril de 1614, en ZAPATER, Testimonio de un cautivo,
96

provincias de Imperial, Villarrica y Valdivia "están en prisión el día de hoy más de cuatrocientas mujeres y niños"367.
Según Ribera, las cautivas en 1608 eran hasta trescientas "y no más porque los hombres todos los han acabado"368.
Falcón, por su parte, aumentaba el número a doscientos hombres y trescientas cincuenta mujeres españolas diseminadas
por toda la Araucanía369. Por último, Diego Medina declaró en 1615 que había unas doscientas mujeres en poder de los
indígenas y muy pocos hombres por haberlos muerto370. Tomando en cuenta los rescates, las fugas y las muertes en
cautiverio, se explica la cifra más baja proporcionada por Medina. De hecho, "en 1619 se formó una lista nominal tan
completa como era posible de los prisioneros españoles que no habían vuelto del cautiverio y sólo se pudieron anotar
ciento tres personas"371.
En consecuencia, se podría estimar que en un primer momento debió haber unos cuatrocientos cincuenta
españoles cautivos, provenientes casi todos de las ciudades destruidas. Los intentos de Ribera y García Ramón por
liberarlos o intercambiarlos, redujeron la cifra a aproximadamente trescientos o trescientos cincuenta372. En lo sucesivo y
con el impulso que la guerra defensiva dio al trueque de prisioneros, siguieron saliendo españoles de la Araucanía hasta
quedar con los mapuches, sobre todo en las comarcas interiores, un número inferior al de los cien individuos.
El trato que recibía un cautivo variaba según la calidad del personaje apresado y dependía en gran medida del
estado de ánimo de sus captores. Así como había mapuches complacientes con los prisioneros españoles, otros se
comportaban feroces y vengativos373. Para Núñez de Pineda y Bascuñán, la plebe era la que más se ensañaba con ellos,
exigiendo a los caciques la muerte de sus enemigos374. A lo largo del alzamiento general, varios españoles fueron
sacrificados por los guerreros en ceremonias de carácter ritual; otros, generalmente identificados con las vejaciones que
padecieron muchos indígenas, sufrieron una muerte cruel en combate o cautiverio; y finalmente, algunos sobrevivieron
para ser canjeados por familiares mapuches. En la primera de estas situaciones se vio por ejemplo Rodrigo de Bastidas,
capitán que tuvo a su cargo la defensa de Villarrica y que fue aprehendido el día de la caída de la ciudad. En febrero de
1599, en Arauco fue ultimado con especial fiereza el capitán Luis de Urbaneja, conocido y odiado por los malos
tratamientos que daba a los indios de paz. Más suerte tuvo Bartolomé Pérez Merino, el cura que salvó con vida en

op.cit., pág.314 y GONZÁLEZ de NÁJERA, op.cit., pág.70.


367
Carta de García Ramón al rey, Tucapel, 11 de abril de 1605, Mss.Medina, tomo 118, fs.50-51.
368
Carta de Ribera al rey, Tucumán, 17 de marzo de 1608, Mss.Medina, tomo 110, f.30.
369
Declaración que hizo el padre fray Juan Falcón, 18 de abril de 1614, en ZAPATER, Testimonio de un cautivo,
op.cit., pág.315.
370
Declaración de Diego Medina, 3 de abril, de 1615, Mss.Medina, tomo 111, f.260.
371
CAMPOS HARRIET, op.cit., pág.178.
372
En carta al rey del 18 de septiembre de 1605, Ribera informa haber sacado de cautiverio a cuarenta y cuatro
personas. CDIHCh, Segunda Serie, tomo VII, págs.564-565. Un recuento hecho por García Ramón en agosto de
1606, da cuenta de otros cincuenta y cuatro cautivos liberados. Carta al rey, Concepción, 15 de agosto de 1606,
Mss.Medina, tomo 109, fs.44-45. A estos datos hay que agregar un número impreciso de fugados más las personas
no contabilizadas en las cartas citadas.
373
QUIROGA refiere algunas atrocidades que mapuches "bárbaramente inhumanos" habrían cometido contra sus
prisioneros, aunque reconoce que "algunos suelen ocultarlos con capa de piedad, por la esperanza del rescate..."
(op.cit., pág.29). Según GONZÁLEZ de NÁJERA, los indígenas de las tierras que estuvieron sometidas a las
ciudades de arriba, "...vinieron a ser los más malos enemigos, de peor naturaleza, y más crueles e inhumanos...", por
haber tratado en mayor medida con los españoles. En cambio los purenes habrían tenido un mejor comportamiento
con los cautivos (op.cit., pág.69). OVALLE es el cronista que presenta el cuadro más sombrío sobre el tratamiento
que habrían recibido los cautivos (op.cit., págs.281-286).
374
NÚÑEZ DE PINEDA y BASCUÑÁN, op.cit., págs.87-88.
97

Curalaba, pues fue liberado al poco tiempo a cambio del lonco de Purén, Millacalquín. Empero, la gran mayoría de los
hombres españoles capturados nunca más soñarían con riquezas ni contemplarían el amanecer en este mundo.
Distinto fue el destino de otros cautivos. "Perdonan las vidas estos de Chile solamente a las mujeres, por
aprovecharse y servirse dellas y a solos aquellos que de nuestra parte se pasan a ellos para ayudalles en la guerra...
reservando también entre los que cautivan a los que saben algún oficio, como herreros para forjarles armas y otros que a
ellos les son de algún provecho"375. En el capítulo anterior vimos el rol que cumplieron algunos de estos desertores
españoles, sujetos que gozaban de un status obviamente superior al del cautivo en la sociedad mapuche376.
Para las mujeres hispanocriollas, sin duda el cambio fue muy brusco: "Las regaladas carnes que se criaron
abrigadas en delicados lienzos, se vieron en un punto desnudas y les bastó para defenderse del rigor del tiempo una áspera
manta, la cual habían de hilar y tejer por sus manos..."377. No sólo debían trabajar como todas las mujeres mapuches, sino
también adaptarse a otras costumbres matrimoniales. Las españolas que se resistían a las invitaciones sexuales de su amo
o nuevo marido, tuvieron que soportar duros castigos que a veces les significaron la muerte378. Igualmente sufrían por los
descargos de las mujeres mapuches en venganza por pasados tormentos soportados en casas de españoles. Sin embargo, a
medida que las perspectivas de ser rescatadas se tornaban cada vez más inciertas, mientras el tiempo transcurría
inexorablemente, muchas de las cautivas fueron cediendo hasta habituarse a su nueva condición. Quiroga opinaba a fines
del siglo XVII que "la costumbre las consoló brevemente y no sabemos que ninguna muriese de pesadumbre, antes
cuando las llegamos a ver estaban peores que los indios"379.
Como bien concluye Zapater, la sociedad mapuche asimilaba culturalmente al cautivo, cosa que se relaciona con
la nueva forma de vida que estos últimos tuvieron que adoptar380. Un lonco le comentó a Núñez de Pineda y Bascuñán
cómo los prisioneros españoles "comen con nosotros, beben con nosotros, visten de lo que nosotros, y si trabajan, es en
compañía nuestra..."381. Asimismo cambiaban su nombre, debían hablar el mapudungun y educar a sus hijos a la usanza
mapuche. Al parecer no se permitía la práctica de la religión católica, aunque Núñez de Pineda y Bascuñán señala haber
bautizado a algunas personas durante su cautiverio382. No se discriminaba a los niños mestizos como sucedía en el mundo
colonial hispanocriollo y éstos estaban plenamente integrados a la cultura mapuche. El grado de asimilación de las
mujeres blancas y sus hijos se puede apreciar en dos ilustrativos relatos que no está de más transcribir:
El año 1604, en una entrada de Ribera en la ciénaga de Purén "entre las españolas rescatadas que traían los indios
a nuestro campo, venían algunas niñas, hijas de padres españoles, que la mayor no pasaba de doce años, tan
blancas, rubias y hermosas, que ponía maravilla el verlas, las cuales sólo sabían hablar la lengua de los indios,
como si fuera su materna; y como no estaban acostumbradas a conocer otra gente que los indios, cuando se

375
GONZÁLEZ de NÁJERA, op.cit., pág.54. También OVALLE proporciona información en torno a esta cuestión,
mencionando el caso de un herrero, quien gracias a su oficio pudo sobrevivir el cautiverio y luego escapar (op.cit.,
pág.285).
376
Consúltese también ZAPATER, Testimonio de un cautivo, op.cit., págs.298-299 y GONZÁLEZ de NÁJERA,
op.cit., pág.118.
377
QUIROGA, op.cit., pág.287. Sobre lo mismo, véase el Purén Indómito, Canto XIX, págs.642-643.
378
Por ejemplo, Juan de Maluenda, el niño cautivado en Villarrica, contó años más tarde cómo su tía abuela Juana
Cortés fue alanceada porque "queriéndola forzar un indio... no quiso consentir en la fuerza y defendió su honra...".
En ALLENDE NAVARRO, op.cit., pág.156. Ver también la Declaración que hizo el padre fray Juan Falcón, 18 de
abril de 1614, en ZAPATER, Testimonio de un cautivo, op.cit., pág.315.
379
QUIROGA, op.cit., pág.287.
380
ZAPATER, Testimonio de un cautivo, op.cit., pág.300.
381
NÚÑEZ DE PINEDA y BASCUÑÁN, op.cit., pág.162.
382
Declaración que hizo el padre fray Juan Falcón, 18 de abril de 1614, en ZAPATER, Testimonio de un cautivo,
op.cit., págs.315-317.
98

volvían a sus tierras los que las habían traído, se querían volver con ellos, extrañando a los españoles de manera,
que quedaban llorando, porque no las dejaban ir con ellos..."383.

"El año de 1644 entramos a una campeada, y estando alojados en la Imperial y algo distantes de una junta de
cinco o seis mil personas que habían venido de paz a celebrar, bebiendo, la llegada de nuestro ejército, pasó por
mi toldo una india blanca, y preguntándole si vendía alguna cosa de comer respondió en lengua castellana que
sólo se andaba paseando, y preguntándole quién era dijo que española cautiva, y como yo era recién llegado al
ejército le dije que se quedase pues estaba entre nosotros, y con ninguna razón la pude persuadir, conque
diciéndole si era cristiana dijo que sí y que se llamaba doña Angela. Repliquéle que cómo quería condenarse
volviendo al barbarismo, y enfadada no quiso hablar más en castellano y se iba retirando..."384.

Ambos testimonios, relativamente distantes en el tiempo, nos ayudan a comprender mejor el fenómeno de la
aculturación antagónica que afectó a muchos prisioneros cuya opción fue permanecer en la Araucanía385.
La conservación de los cautivos por parte de los mapuches, les permitió -como se dijo antes- rescatar parientes y
jefes importantes recluidos en los fuertes españoles. "Y aún no se rescatan los cautivos por cualquier indio, porque es
necesario que sea cacique o capitán, o otro indio muy emparentado que les haga falta, y que les importe a los indios el
volverlo a cobrar y tener consigo para los efectos de su guerra"386. Si bien algunos indígenas aprovecharon barras de oro
y plata encontradas en las ciudades abandonadas por los españoles para intercambiarlas por sus familiares, el principal
medio de canje fueron los cautivos387.
Los castellanos, asumiendo el inconveniente de recobrar por la fuerza a las personas desaparecidas, pues "cuando
ven a los españoles acercarse, tienen siempre oportunidad los rebeldes para esconderlos en lugares inaccesibles a nuestras
tropas", comenzaron a apresar caciques, no para matarlos, sino para redimir a través de ellos a sus compatriotas388. García
Ramón, en 1606, consiguió la liberación de veintidós cautivos españoles y dieciocho indios amigos a cambio de unos
veinticuatro mapuches389. Merlo de la Fuente, en 1610, escribía al rey cómo había capturado a cinco capitanes principales
de Purén "que tengo presos para el rescate de los capitanes don Francisco de la Barrera y de Ureta y de doña Beatriz de
Córdoba y sus hijos que así lo tengo ya capitulado con Ainavilu y Anganamón"390.
El regreso a la antigua forma de vida, para muchas ex-cautivas no estuvo exento de problemas. A las personas
que se negaban a volver con los españoles por estar a gusto con los mapuches, se sumaban mujeres que se resistían al
retorno, avergonzadas por encontrarse embarazadas o tener hijos nacidos en cautiverio. De tal manera, el volver a casa no
fue fácil para el cristiano liberado, ya que le "significaba rehacer su vida, enfrentar otro ámbito cultural, cambiar pautas

383
GONZÁLEZ de NÁJERA, op.cit., pág.70. Un episodio muy parecido, ocurrido años después, es narrado por
García Ramón en carta al rey del 15 de mayo de 1606, Mss.Medina, tomo 113, fs.33-34.
384
QUIROGA, op.cit., pág.284.
385
Un último ejemplo: A Núñez de Pineda y Bascuñán, durante un bautizo que estaba oficiando, le llamó la atención
que había "españoles antiquísimos" a los cuales los indios no los solicitaban para realizar ese sacramento. "Y
inquiriendo la causa, me sacó de esta duda un indio antiguo... y éste me dijo, que los españoles que habían quedado
entre ellos, no eran cautivos, sino eran de los que por su gusto entre ellos estaban viviendo a su usanza, y no como
cristianos, gozando del vicio y del ocio que los demás infieles; por cuya causa no querían ser baptizados por sus
manos" (op.cit., pág.123).
386
GONZÁLEZ de NÁJERA, op.cit., pág.166.
387
"No estiman el oro ni la plata... aunque algunos, advertidos de los que lo ganaron en el saco y despojo de las
ciudades que asolaron han guardado tejos y barras, no para su uso, sino para rescatar parientes prisioneros, por lo que
saben que los nuestros estiman tal metal". GONZÁLEZ de NÁJERA, op.cit., págs.46-47.
388
La cita es de ERRÁZURIZ, Historia de Chile durante los gobiernos..., tomo II, op.cit., pág.282.
389
Idem., tomo I, pág.102.
390
Carta de Merlo de la Fuente al rey, Purén, 18 de diciembre de 1610, Mss.Medina, tomo 117, f.115.
99

de conducta. El vínculo de la sangre estaba quebrado. Aun el propio padre Falcón en 14 años y medio de cautiverio casi
olvidó la lengua española, enlace de espíritu de una sociedad"391.
Por cierto, el centenar de españoles nunca redimidos penará por mucho tiempo a la sociedad colonial hispano-
chilena. Se había producido "la violación de las mujeres de los conquistadores, uno de los pocos casos de la historia", sin
que las autoridades pudieran hacer mucho al respecto392. Además, los esfuerzos por sacarlas de la Araucanía fueron
disminuyendo cada vez más, especialmente desde que la legalización de la esclavitud mapuche incitó la captura de
"piezas" a cambio de jugosas recompensas, negocio que relegó a un segundo plano el rescate de los cautivos393.
Cabe destacar sí, un elemento muy importante derivado del trueque de prisioneros, cual es el surgimiento de
mecanismos que relacionaron a los dos pueblos prácticamente de igual a igual, sentando un precedente y creando una
plataforma de entendimiento para los tratos que se desarrollarían más tarde en la frontera hispano-mapuche del río
Biobío.

Reorganización administrativa y económica del reino

Todas las consecuencias que se han esbozado hasta aquí tienen relación directa con la situación que se vivió en
torno al Biobío durante y después de la rebelión general de 1598. Para terminar, examinaremos sucintamente el estado en
que quedaron las posesiones españolas al norte de dicho límite.
Las primeras medidas que las autoridades coloniales tuvieron que afrontar a comienzos del siglo XVII, tienen que
ver con la reorganización administrativa. Reducido el espacio dominado por los hispanocriollos a poco más de la mitad
de su antiguo tamaño -de 350 mil a 190 mil km²-, hubo que adaptar las instituciones a esa nueva realidad394. Santiago, la
capital del reino, comenzó a concentrar todas las funciones relevantes, iniciándose el proceso de centralización de las más
importantes actividades del país; proceso que se extenderá hasta pleno siglo XX. Tras la caída de La Imperial, el obispado
de Santiago tomó a su cargo todo lo relacionado con las labores eclesiásticas; gracias a las mensuras de Ginés de Lillo
(1603-1605), se delimitaron todas las chacras de la ciudad y las estancias de los valles de Melipilla, Casablanca y Quillota
hasta Viña del Mar, quedando claramente establecido qué tierras pertenecían a las comunidades indígenas y cuáles se
podían asignar a los particulares; y, por primera vez desde su fundación en 1541, una Real Audiencia con jurisdicción
sobre todo el territorio perteneciente a la gobernación chilena, se instaló en la capital (septiembre de 1609)395. Así, las
autoridades políticas, militares, judiciales y religiosas operarán en adelante desde Santiago y el régimen de propiedades

391
ZAPATER, Testimonio de un cautivo, op.cit., pág.301.
392
La cita proviene de BENGOA, Conquista y barbarie, op.cit., pág.102, nota 2.
393
Todavía en pleno siglo XVIII, el padre OLIVARES se quejaba de esta situación: "Porque unos se descuidaron
totalmente de causa tan piadosa, como la redención de los míseros cautivos; y otros la trataron con tibieza, cuando no
era difícil efectuarla...; más cierto es que cuando se apodera del ánimo el demasiado deseo de intereses temporales,
no deja lugar para atender a ganancias de otra clase, y se echan en olvido las promesas que Dios hace a los
misericordiosos" (op.cit., págs.318-319).
394
La cifra se ha tomado de ROLANDO MELLAFE, Las primeras crisis coloniales, formas de asentamiento y el
origen de la sociedad chilena: siglos XVI y XVII, en Historia social de Chile y América, Ed.Universitaria, Santiago,
1986, pág.263.
395
Sobre las mensuras de Ginés de Lillo véase CHCh, tomos XLVIII y XLIX.
100

quedará plenamente regulado en los alrededores de la ciudad. De esa manera, la gobernación de Chile podía mirar un
poco más confiada hacia el porvenir.
Antes que se concretara el reordenamiento administrativo, hubo que paliar los problemas alimenticios que
derivaron de la desaparición de los poblados del sur. Al comienzo de este trabajo vimos como a fines del siglo XVI, una
gran cantidad de mercaderías eran recibidas de esas fértiles regiones y que incluso existía una apreciable actividad
exportadora dirigida al Perú. Los autores que han tratado los efectos económicos derivados del alzamiento mapuche, en
general han sostenido que con la interrupción de ese comercio, al norte del Biobío se vivieron años caracterizados por
enormes penurias para sus habitantes. Sólo la llegada del Real Situado habría estimulado los circuitos de producción y
comercio del país, posibilitando el renacer económico de la zona central396.
No se puede desconocer el impacto que la pérdida de las haciendas del sur tuvo en la economía del reino, pero la
pobreza que se alude en muchos documentos fue relativa. El nivel de vida bajó, sin duda, empero no al estado de una
miseria generalizada. De hecho, el año de 1600 se afirmaba que la fertilidad de los campos permitía la cría de muchos
ganados y que éstos se "matan para sólo sacar el sebo y los cueros, dejando perder las carnes así de carneros como de
vacas y capados..."397. Igualmente se sostenía que los cordobanes, badanas y el sebo se vendían al Perú y en Santiago,
cosa que nos indica que al menos la carne no escaseaba398. En las mesas de los vecinos y encomenderos nunca faltó la
comida, aunque ésta no presentaba la variedad a que estaban acostumbrados. Seguramente, quienes sí tuvieron serias
dificultades para alimentarse fueron los pobres de la ciudad y los fugitivos del sur, sobre los que ya hemos hablado. Tal
parece la principal diferencia entre la situación económica previa a la rebelión mapuche y la inmediatamente posterior.
Durante el gobierno de Ribera las condiciones de Chile mejoraron ostensiblemente. La estabilización de la guerra
en torno al río Biobío permitió resucitar a la economía en su conjunto. El Situado fue empleado en el mejoramiento de la
infraestructura militar y de la vida de los soldados. Se erigió un hospital en Concepción junto con un molino y se
instalaron sombrerería, zapatería, sillería y un importante obraje en Melipilla399. Al mismo tiempo, los vecinos -liberados
de la obligación de concurrir al mantenimiento del ejército- sacaron adelante sus haciendas y estancias, de modo que el
propio Ribera informaba al rey en 1606: "La gente de aquél reino cuando yo entré en él estaba muy pobre y necesitada;
después que la tierra fue dando la paz han ido poniendo muchas estancias, y con la situación y otras granjerías que tienen
se van enriqueciendo cada día y de presente lo pasan muy bien, porque tienen gran suma de ganados, de donde sacan
muchos cordobanes, grasa, sebo y cáñamo, lino, cobre y anís y otras semillas que da la tierra, que todo vale en el Perú
mucha plata"400. Otra vez se menciona la exportación de diversos productos al Perú, lo que significa que los pobladores
de la región central no se lo pasaban al borde de la subsistencia como algunos han señalado.
García Ramón, en 1607, escribía al rey sobre la prosperidad que se desarrollaba entre Millapoa y Santiago,
incluyendo la venta de una cierta producción ganadera al Perú. Lo mismo informaba Bernardino Morales de Albornoz en
1609401. Corrobora a los anteriores el cronista Tribaldos de Toledo, quien refiere que en el valle de Quillota se cosechaba

396
Cfr.JARA, op.cit., págs.36-37 y MELLAFE, op.cit., págs.263-267.
397
Información hecha en Santiago sobre el miserable estado en que se hallaban las provincias del sur..., septiembre
de 1600, CDIHCh, Segunda Serie, tomo V, pág.242. Las negrillas son nuestras.
398
Idem..
399
Consúltese ROSALES, op.cit., capítulo 27, págs.763-764 y una Información hecha por Galdames de la Vega a
petición de Ribera, 17 de septiembre de 1604, CDIHCh, Segunda Serie, tomo VII, págs.500-507.
400
Carta de Ribera al rey, Córdoba, 20 de marzo de 1606, CDIHCh, Segunda Serie, tomo VII, pág.595.
401
Véase respectivamente sus cartas al rey de 11 de septiembre de 1607, Mss.Medina, tomo 109, f.272 y de 1 de
101

abundante vino, cáñamo y lino, que había muchos dulces "y todo género de jarcia para los navíos de aquellas costas, y
buena cantidad de ella se lleva a vender al Perú". Respecto de Santiago se deshacía en elogios: "...hay abundancia de todo
género de frutas, legumbres, trigo, cebada y demás frutos de Castilla y naturales... La carne vale tan de balde que la
queman por los campos... Está la dicha ciudad de Santiago muy adornada y rodeada de huertas, olivares y viñas de que se
coge mucho y muy buen vino y algún aceite y mejores aceitunas que en España..." Sin duda exagera cuando dice "que
hasta los ratones que se crían en los campos se comen y estiman por mayor regalo que en España los mayores conejos de
ella"402.
Que en las fuentes se hable de los progresos alcanzados en Santiago y sus términos y de la existencia de
relaciones comerciales con Perú que no pasaban por el Real Situado, revela que los efectos de la pérdida de las ciudades
del sur fueron rápidamente subsanados. Aunque durante unas cuantas décadas todavía persistió la idea de reconquistar las
tierras mapuches, otras regiones comenzaban a concentrar paulatinamente las actividades económicas de la colonia. El
valle central se perfiló como potencial núcleo agrícola-ganadero y recibió, a partir de entonces, grandes cantidades de
población y mano de obra esclava403.
En definitiva, se aprecia como los habitantes del reino de Chile adaptaron la administración y la economía
conforme a la realidad que impuso el levantamiento indígena. Tanto hispanocriollos como mapuches se encontraban en
los albores de una nueva era...

abril de 1609, Mss.Medina, tomo 110, f.280 s.


402
TRIBALDOS de TOLEDO, op.cit., págs.6-8.
403
Ver MELLAFE, op.cit. pág.267.
CONCLUSIÓN

Hemos llegado al final de la descripción y el análisis de la rebelión general mapuche de 1598. Personalmente,
creo haber encontrado las respuestas -o partes de ellas- a las inquietudes delineadas en la introducción. No obstante y a
modo de síntesis, me gustaría recalcar los puntos cardinales de la interpretación de los hechos formulada a lo largo de las
páginas precedentes.
En primer lugar se habló de la premeditación que muy probablemente existió en algunas comarcas mapuches
antes de producirse la sorpresa de Curalaba. El centro neurálgico de los preparativos subversivos se constituyó en torno a
las ayllarehuas de Purén y Tucapel, lugares propicios para ello por su dispareja y abigarrada geografía y por ser reductos
nunca conquistados en forma duradera, prácticamente inexpugnables para las tropas españolas. En otras comarcas, como
Arauco, Catiray o la zona del Cautín, el odio al huinca se fue alimentando de las hostilidades, los abusos y el pesado
servicio personal al que los nativos eran sometidos. Todo ello derivó en un fuerte sentimiento común que aunó a los
guerreros “profesionales” de un vasto territorio en procura de un idéntico objetivo: expulsar definitivamente al invasor de
las tierras ancestrales.
A fines del siglo XVI, emisarios de las parcialidades más resueltas a tomar las armas recorrieron la Araucanía
portando la flecha ensangrentada. Las agrupaciones que se resistían a colaborar con ellos eran severamente castigadas,
recibiendo escasa ayuda por parte de las guarniciones españolas que debían protegerlas.
Por otra parte, los mapuches no sólo contaban con una numerosa caballería que les permitió una gran movilidad,
sino también habían adaptado sus tácticas y armas a una guerra de emboscadas que dificultaba enormemente el accionar
de su adversario. Había una mayor confianza en los propios medios y ya no se temía a los peninsulares como antaño.
La intención de levantarse para sacudir de una vez el yugo extranjero, se vio favorecida por la deplorable
situación que se vivía al interior del ejército hispanocriollo y por la rotunda negativa de los vecinos a seguir aportando al
financiamiento de la guerra. Los diversos obstáculos que Oñez de Loyola tuvo que afrontar a lo largo de su gobierno,
fueron captados por los jefes mapuches a través de una más o menos fluida comunicación con los indígenas que
simulaban dar las paces.
En tales circunstancias ocurrió la muerte del gobernador en Curalaba, hecho que posiblemente precipitó la
ofensiva mapuche y sirvió de detonante a las comarcas que aún no se habían comprometido abiertamente con los
rebeldes. En ese momento huilliches e indios de servicio se sumaron al alzamiento, quedando los españoles abandonados
a su propia suerte. Se desataba así un levantamiento general de insospechadas proporciones que, por un problema de
correlación de fuerzas, con o sin la sorpresa de Curalaba iba a estallar tarde o temprano.
La inteligente dirección estratégica que Pelantaru, Anganamón y sus capitanes imprimieron a las operaciones,
culminó en una pronta liberación de los territorios comprendidas entre los ríos Biobío y Toltén. El despueble de Osorno
selló la autonomía de los huilliches. Luego, el despliegue de todo tipo de estratagemas y la mantención de la cohesión de
los conas consolidaron el triunfo en la mayor parte de las tierras ancestrales de los mapuches. Fueron, quizás, los años
más gloriosos en la historia militar mapuche.
104

Ni siquiera el ejército español más grande visto en Chile, abastecido mediante un elevado Real Situado, pudo
recobrar lo perdido. Sólo las enérgicas medidas implementadas por hombres como el gobernador Ribera y el coronel
Cortés, permitieron a los españoles mantener su dominación en torno al río Biobío y replantear la estrategia político-
militar hasta entonces aplicada en la conquista de la Araucanía.
En tanto, los habitantes de Santiago y de la zona central del país comenzaron a reorganizar sus vidas en función
de la nueva realidad que había impuesto el poderío indígena.
El equilibrio alcanzado entre los dos bandos beligerantes, expresado en la conformación de una embrionaria
frontera en el Biobío, fue el resultado más sustancial de todo el proceso que inauguró la sorpresa de Curalaba. La
evolución histórica del actual suelo chileno, tendiente hacia su incorporación a un vasto imperio colonial europeo, se vio
violentamente trastocada por las nuevas circunstancias. El quiebre se manifestó en todos los niveles y tuvo proyecciones
políticas, económicas, sociales y culturales de muy largo alcance que merecen un renovado esfuerzo investigador.
También las relaciones entre mapuches e hispanos experimentarían cambios fundamentales. Mientras algunas
comarcas, sobre todo de las regiones precordilleranas, retornaron al modus vivendi tradicional, otras -forzada o
voluntariamente- comenzaron a interactuar en cada vez mayor medida con los españoles que pululaban por los recintos
fronterizos. Igualmente empezó a perfilarse una clara diferenciación entre indios amigos e indios de guerra.
Sin embargo, la violencia no desapareció en estos años. Por el contrario, estamos hablando del período formativo
de una frontera que recién se estabilizaría a mediados del siglo XVII, donde nunca faltaron las incursiones españolas al
otro lado del Biobío en busca de esclavos o las entradas de guerreros mapuches en fuertes y poblados, con el objeto de
vengar agravios o simplemente de saquear.
El comportamiento específico que adoptó cada ayllarehua en las nuevas condiciones, así como la política que
desplegaron los diferentes gobernadores hacia los nativos -partiendo por el proyecto de guerra defensiva en 1612-,
escapan a los límites cronológicos de este trabajo. De todas maneras sería muy necesario explorar en detalle lo sucedido
hasta 1654, fecha en que se inició el último gran alzamiento general mapuche del período colonial404. Asimismo habría
que pesquisar la evolución que experimentó la frontera en esos años, estudiando a las dos sociedades protagonistas que
dieron forma a esa peculiar realidad. El desafío, pues, consiste en contestar a estas y otras preguntas nacidas en el
transcurso de la presente investigación.
Finalmente, quisiera destacar que la lectura que se ha dado a los acontecimientos narrados, refleja un modo de
comprender la historia. Modo que intenta aprehender dentro de un marco interpretativo, la interacción dialéctica de
diversos actores cuyas experiencias van forjando el devenir histórico. Por esa razón no podemos contemplar los hechos
unilateralmente. Eludir el estudio de alguno de los protagonistas de un suceso, por complicado que se pueda presentar al
intentarlo, es falsear la historia, ocultar parte de la verdad.
Considerando todo lo dicho, espero sinceramente que en la enseñanza de la historia de Chile, sobre todo en los
colegios, se recoja la riqueza de nuestro pasado sin las omisiones que, desgraciadamente, han creado y mantenido falsos
estereotipos sobre los mapuches, muy difíciles de extirpar. Así, podremos mirar más orgullosos nuestras comunes raíces

404
Las rebeliones mapuches del siglo XVIII fueron menos masivas y tuvieron un carácter eminentemente local.
Cfr.HOLDENIS CASANOVA, Las rebeliones araucanas del siglo XVIII, Ed.Universidad de la Frontera, Temuco,
1989 y el excelente artículo de LEONARDO LEÓN, El malón de Curiñamcu, en Revista Proposiciones, Nº19,
Santiago, 1990.
105

mapuches e hispanas y dejar de buscar las claves del desarrollo en modelos foráneos, que muy poco tienen que ver con
nuestra historia y nuestra rica cultura popular.
106

ANEXO I

Refuerzos militares españoles que llegan al reino de Chile. 1596-1611

Fecha de arribo a Chile Procedencia Número Encargado


noviembre de 1596 Perú 200 Gabriel de Castilla
1º de noviembre de 1597 Perú 140 Gabriel de Castilla
28 de mayo de 1599 Perú 100 Francisco de Quiñones
septiembre de 1599 Perú 150 Jusephe de Rivera
405
5 de diciembre de 1599 Perú 265 Francisco del Campo
2 de enero de 1600 Perú 106 Juan Martínez de Leiva
14 de febrero de 1600 Perú 224 Gabriel de Castilla
11 de febrero de 1601 España y Perú 260 Alonso de Ribera
enero de 1602 España 400 Antonio de Mosquera
12 de diciembre de 1602 Perú 112406 Juan de Cárdenas y Añasco
407
1º de febrero de 1603 Perú 20 sin información
18 de diciembre de 1603 Perú 65 Francisco de Orellana
12 de febrero de 1604 Perú 306 Pedro Cortés
19 de marzo de 1605 Perú 134 Alonso García Ramón
6 de noviembre de 1605 España 950 Antonio de Mosquera
28 de septiembre de 1605 México 120 sin información
1º de enero de 1606 México 97 Lorenzo de Pacheco
marzo de 1606 México 57 Villarroél408

405
Las fuentes oscilan entre 265 y 280 hombres para este refuerzo. El dato indicado en el cuadro se ha tomado de
ERRÁZURIZ, Seis años de la..., op.cit., tomo I, pág.119, nota 16.
406
Serían 130 hombres de refuerzo según ROSALES, op.cit., pág.764; 120 según BARROS ARANA, op.cit.,
pág.387 y nota 21; 140 según Encina, tomo II, op.cit., pág.369. La información referida está tomada de
ERRÁZURIZ, Seis años de la..., op.cit, tomo II, pág.194 y nota 5, en la cual se especifica que en carta del 5 de
febrero de 1603, Ribera dice haber recibido 112 soldados. "En la de 10 de septiembre de 1605 dice que fueron 120 y
agrega que el 1º de febrero de 1603 recibió otros 20 soldados". Esto explicaría las diferencias que se observan en los
datos de los otros autores.
407
Ver la nota anterior.
408
En cuanto a los refuerzos de México, la información que entregan las fuentes es bastante vaga y confusa, cosa que
también ha desorientado a los historiadores que se han preocupado del asunto. Los datos que anoté en la tabla
provienen del siguiente razonamiento:
1) La llegada de los 120 hombres, consignada para el 28 de septiembre de 1605, consta por cartas del
gobernador García Ramón al rey de 5 de octubre y 23 de noviembre de 1605, donde igualmente se señala que venían
de México (Mss.Medina, tomo 118, fs.83 y 84).
107

Fecha de arribo a Chile Procedencia Número Encargado


7 de mayo de 1608 Perú 136 sin información
20 de enero de 1609 Perú 120 Hércules de la Vella
febrero de 1610 Perú 200 García Gibaja y Castro Verde
Valiente
15 de enero de 1611 Perú 200 Juan Jaraquemada
abril de 1611 Perú 120 sin información

Total de soldados: 4 mil 482

2) En torno al refuerzo que arribó a Chile en marzo de 1606, distintas fuentes concuerdan que procedía de
México y que se componía de 57 soldados.
3) Los dos refuerzos recién indicados, hicieron escala en Perú antes de pasar a Chile, según se desprende de
una carta de agosto de 1606 escrita por la Real Audiencia de Lima al rey. En ella se afirma que el virrey había
enviado a Chile 166 soldados, oriundos de México, en dos remesas "que salieron del puerto del Callao despachados a
31 de julio pasado y 26 de enero bien avisados de armas y vestidos" (Mss.Medina, tomo 109, f.55). Las fechas
coinciden, pues el transporte de tropas demoraba aproximadamente dos meses desde Perú a Chile, pero el número de
soldados no calza (la Audiencia habla del envío de 166 hombres mientras a Chile llegan 177), por lo que
seguramente hay un error en la carta de la Audiencia.
4) En carta del 19 de agosto de 1606, Lorenzo de Pacheco informaba al rey, haber conducido dos compañías
de infantes desde México a Chile, en 1605 (Mss.Medina, tomo 109, f.52).
5) García Ramón, en una relación de fines de julio de 1607, dice haber recibido 97 hombres de México el 1º
de enero de 1605 (Mss.Medina, tomo 113, f.207). Eso es imposible, porque García Ramón no era gobernador en esa
fecha. Por otra parte, en una relación del 3 de abril de 1606, García Ramón anotó la llegada de un socorro del Perú
mientras él se hallaba en Concepción, lugar donde se encontraba desde el 23 de diciembre de 1605 (Mss.Medina,
tomo 113, f.110). Considerando estos datos, me parece que García Ramón recibió los 97 hombres cuando estaba en
Concepción, el 1º de enero de 1606 y no en 1605, y que dicho contingente no venía de Perú por ser las dos
compañías que condujo Pacheco desde México.
Entonces, los refuerzos enviados desde México fueron tres, uno de los cuales se trajo directamente a Chile,
mientras los otros dos se detuvieron un tiempo en Perú.
108

ANEXO II

Cronología de la rebelión general

1597:
verano En Purén, los españoles levantan el fuerte de San Salvador, que debe ser abandonado al
poco tiempo (septiembre) por no resistir los constantes ataques de los mapuches de la zona.
1598:
Diciembre, 23 En Curalaba, a mitad de camino entre La Imperial y Angol, trescientos mapuches de Purén,
acaudillados por Pelantaru, emboscan y dan muerte al gobernador Martín García Oñez de
Loyola con sus cincuenta acompañantes y unos trescientos yanaconas.
1599:
Enero En Purén, los mapuches se reúnen en una gran junta que cuenta con la participación de las
comarcas más importantes. Se elige a Pelantaru para conducir la guerra en calidad de toqui
general, secundado por Nahuelburi, Quintehuenu y Anganamón en los distintos focos de
combate.

Enero, 16 Alzamiento de toda la comarca de Arauco.

Febrero, 4 Alzamiento de la comarca de Angol hasta el río Laja.

Febrero, 6 Alzamiento de Catiray, Marihuenu, Millapoa, Talcamávida y de todo lo que estaba en paz
en la banda norte del Biobío.

Marzo, 7 Se produce la despoblación de la estratégica aldea de Santa Cruz de Oñez, ordenada por el
gobernador interino Pedro de Vizcarra ante la imposibilidad de mantenerla.

Abril Tras arrasar el fuerte de Boroa, Pelantaru y Anganamón emboscan y dan muerte al
corregidor de La Imperial, Andrés Valiente, junto con cuarenta soldados.

Mayo, 28 Francisco de Quiñones, sucesor de Vizcarra, llega al puerto de Talcahuano.

¿Mayo/Junio? En un ataque, dirigido por Anganamón, la ciudad de Villarrica es quemada, mientras todos
sus pobladores se repliegan a un fuerte.

Octubre, 9 Los mapuches comarcanos, encabezados por Quilacán, arremeten durante la noche contra la
ciudad de Chillán, que es incendiada, saqueada y queda reducida a un fuerte.

Noviembre, 24 Cuatro mil guerreros mapuches acometen una desprevenida Valdivia, dando muerte a más
de cien españoles y cautivando otros trescientos. La ciudad es completamente quemada.
1600:
Enero, 19 y 20 Un gran contingente mapuche, mandado por Pelantaru y Anganamón, ataca Osorno. Los
españoles se refugian en el fuerte, evitando una sorpresa como la ocurrida en Valdivia.

Marzo, 13 Los españoles desbaratan una junta mapuche, dirigida por Nahuelburi, Talcalauquén y
Quelentaru, en los llanos de Yumbel o de La Laja. Perecen unos cuatrocientos mapuches,
sin registrarse mayores bajas españolas.
109

Abril, 5 Tras escuchar al Cabildo y a los principales militares y vecinos, Quiñones ordena la
despoblación de La Imperial, asediada por los mapuches y el hambre.

Abril, 17 El corsario holandés Baltazar de Cordes se apodera de la ciudad de Castro en coordinación


con los nativos de Chiloé.

Abril, 18 El gobernador Quiñones ordena la despoblación de Angol.

Mayo Francisco Del Campo recupera el control de Castro para los españoles.

Julio, 29 Alonso García Ramón, sucesor de Quiñones, desembarca en Valparaíso.

Agosto Se registran correrías de los mapuches en el río Maule.

1601:
Febrero, 11 El nuevo gobernador, Alonso de Ribera, entra en Concepción.

primavera En una emboscada frente al Canal del Chacao muere el coronel Francisco del Campo.
1602:
Febrero, 7 Cae la ciudad de Villarrica, tras ser atacada por los mapuches comarcanos al mando de
Cuminahuel.

Febrero Ribera funda, en la confluencia de los ríos Vergara y Biobío, el fuerte de Santa Fe.

Marzo, 13 Hernández Ortíz establece el fuerte de la Trinidad en Valdivia y lo deja con unos 125
hombres a cargo de Rodrigo Ortíz de Gatica.

Octubre, 28 Pelantaru y Nahuelburi dirigen un ataque al fuerte de Santa Fe, el cual logra ser rechazado
por la guarnición que sufre 51 heridos.
1603
Enero Ribera funda el fuerte de Nuestra Señora de Halle en la confluencia de los ríos Biobío y
Laja con el estero de Millapoa, cerca de la antigua Santa Cruz.

Enero/Febrero Parte de los coyunches, hualquis, la cordillera de Chillán desde el Maule al Laja y algunos
comarcanos de Concepción dan las paces a los españoles.

Diciembre, 24 Se construye el fuerte Nacimiento en las juntas del estero Vergara y el Biobío, delante del
de Santa Fe.
1604
Enero, 22 El gobernador Ribera publica en Concepción el bando que crea oficialmente un ejército
permanente de 1.500 plazas, mantenidas por la Corona a través del Real Situado.

Febrero, 13 Llega un barco a Valdivia con la orden de despoblar definitivamente la plaza.

¿Marzo, 15? Ante la falta de socorros, Hernández Ortíz decide abandonar Osorno y sale con los
sobrevivientes rumbo a Chiloé.

Invierno Pedro Cortés realiza numerosas entradas en la comarca de Arauco y logra capturar a su
toqui Quintehuenu, quien, según las fuentes, muere de pena al verse preso.
110

Octubre, 4 Tras una derrota sufrida a manos de Cortés, Antemaulén, lonco de Lavapié (Arauco), se
somete a los españoles quedando casi toda la comarca en dominio de éstos.

¿Nov./Diciembre? Ribera funda el fuerte Santa Margarita de Austria en la desembocadura del río Lebu,
dividiendo así a las comarcas de Arauco y Tucapel.
1605
Enero, 28 En Yumbel, los mapuches de Nahuelburi asaltan una patrulla del fuerte, dando muerte a 25
soldados. En respuesta, un mes más tarde Cortés atrapa a los victoriosos indígenas,
acabando con 60 de ellos.

Marzo, 19 Alonso García Ramón llega a Concepción para suceder a Ribera.

Marzo Ribera concluye la construcción de un fuerte en Paicaví, en el sitio de la antigua Cañete.

Marzo, 20 a Mayo, 16 Se efectúan siete parlamentos entre mapuches de Arauco, Tucapel, Catiray y Biobío y las
autoridades españolas encabezadas por García Ramón y el Padre Luis de Valdivia. Se
ofrece a los mapuches la abolición del servicio personal a cambio de las paces.
1606:
Enero Los españoles abandonan el fuerte de Nuestra Señora de Halle y levantan en las cercanías,
junto a la ribera del Biobío, el poblado de Monterrey de la Frontera.

Enero Muerte de Nahuelburi, toqui de Mulchén.

Febrero, 4 y 5 Los españoles, mandados por García Ramón, realizan infructuosas entradas en la ciénaga de
Purén.

Febrero En la confluencia del Cautín con el Boroa o Queje, García Ramón establece el fuerte San
Ignacio de la Redención, con la idea de reedificar a partir de aquél la ciudad de La Imperial.
El fuerte será conocido como el de Boroa.

Marzo, 30 En un fallido intento por refundar Angol, los españoles, dirigidos por Álvaro Núñez de
Pineda, son atacados en Chichaco, donde pierden 25 soldados.

Septiembre, 29 Triunfo mapuche en Palo Seco, en las cercanías del fuerte de Boroa, donde en una
emboscada tendida a unos ciento cincuenta soldados, encabezados por Juan Rodulfo
Lisperguer, son muertos casi todos, incluyendo al capitán. Los españoles deberán abandonar
el fuerte pocos meses después.

Fines del año El gobernador decreta la "guerra a sangre y fuego" contra los mapuches, sin distinciones
entre hombres, mujeres y niños.
1607:
Febrero, 10 García Ramón funda el fuerte de San Jerónimo en las faldas de la cordillera de Catiray.
1608:
Mayo, 26 Felipe III promulga la Real Cédula que decreta la esclavitud para los mapuches cogidos en
la guerra.
1609:
111

Mayo, 5 Se conoce en Chile la Real Cédula que autorizaba la esclavitud araucana.

Septiembre, 8 En Santiago se instala la Real Audiencia, cuyo primer presidente será el gobernador.

¿Octubre? Tras diversas incursiones en la provincia de Tucapel, los españoles mandados por Diego
Bravo de Saravia son atacados en Cuyuncaví, sufriendo 34 bajas entre prisioneros y
muertos. Otros setenta soldados quedaron heridos.

En España se comienza a debatir el proyecto de guerra defensiva, impulsado por el jesuita


Luis de Valdivia.
1610:
Mayo Con ochenta soldados es repoblado un fuerte en el viejo sitio de Angol. Su existencia será
efímera.

Agosto, 5 En Concepción muere Alonso García Ramón.


112

FUENTES y
BIBLIOGRAFÍA

a) Fuentes Manuscritas:

- Biblioteca Nacional, Biblioteca Medina, Manuscritos Medina, tomos 95, 97, 98, 100, 101, 105, 108, 109, 110,
111, 113, 117, 118, 230, 231, 270 y 278.

- Biblioteca Nacional, Biblioteca Medina, Manuscritos Barros Arana, tomos 10 y 12.

b) Fuentes Impresas:

- ALLENDE NAVARRO, FERNANDO, La ruina de Villarrica y la información de don Juan de Maluenda, en


Boletín de la Academia Chilena de la Historia, Nº78, Santiago, 1968.

- ARIAS de SAAVEDRA, DIEGO, Purén Indómito, Prólogo y edición crítica de Mario Ferreccio P., Estudio
preliminar de Mario Rodríguez F., Ed.Biblioteca Nacional, Universidad de Concepción, Seminario de Filología
Hispánica, Concepción, 1984.

- BARROS FRANCO, JOSE MIGUEL, El desastre de Curalava: un testimonio directo, en Boletín de la


Academia Chilena de la Historia, Nº97, Santiago, 1986.

- GAY, CLAUDIO, Historia física y política de Chile. Documentos sobre la historia, la estadística y la geografía,
tomo II, Imprenta de E.Thunot y Cia., París, 1852.

- GONZÁLEZ de NÁJERA, ALONSO, Desengaño y reparo de la guerra del Reino de Chile, en CHCh, tomo
XVI, Imprenta Ercilla, Santiago, 1889.

- MEDINA, JOSE TORIBIO, Colección de documentos inéditos para la historia de Chile, Primera Serie, tomos
XXIII-XXVII, Imprenta Elzeviriana, Santiago, 1900-1901.

- MEDINA, JOSE TORIBIO, Colección de documentos inéditos para la historia de Chile, Segunda Serie, tomos
IV, V y VII, Fondo Histórico y Bibliográfico Medina, Santiago, 1960-1961-1982.

- MÉNDEZ, LUZ MARÍA, Relación anónima de los levantamientos de indios, en Cuadernos de Historia, Nº4,
Universidad de Chile, Santiago, 1984.

- MENDOZA MONTEAGUDO, JUAN de, Las guerras de Chile, en Colección de Poemas Épicos relativos a
Chile o escritos por chilenos durante el período colonial, tomo I, Imprenta Ercilla, Santiago, 1888.

- NÚÑEZ de PINEDA y BASCUÑÁN, FRANCISCO, Cautiverio feliz, Selección y prólogo de Alejandro


Lipschütz y Álvaro Jara, Ed.Universitaria, Santiago, 1992 (1ªedición, 1973).

- OCAÑA, Fray DIEGO de, Viaje a Chile, año de 1600, en Anales de la Universidad de Chile, Nº120, Santiago,
1960.

- OLIVARES, MIGUEL de, Historia militar, civil y sagrada de lo acaecido en la conquista y pacificación del
reino de Chile, en CHCh, tomo IV, Imprenta del Ferrocarril, Santiago, 1864.
113

- OVALLE, ALONSO de, Histórica relación del Reino de Chile, Ed.Instituto de Literatura Chilena, Santiago,
1969.

- PÉREZ GARCIA, JOSÉ, Historia de Chile, en CHCh, tomos XXII y XXIII, Imprenta Elzeviriana, Santiago,
1900.

- QUIROGA, JERÓNIMO de, Memorias de los sucesos de la guerra de Chile, Ed.Andrés Bello, Santiago, 1979.

- ROSALES, DIEGO de, Historia general del Reino de Chile, Flandes Indiano, 2 tomos, Ed.Andrés Bello,
Santiago, 1989.

- ROJAS, JOSE BASILIO de, Apuntes de lo acaecido hasta el año 1672, en CHCh, tomo XI, Imprenta de la
librería de El Mercurio, Santiago, 1878.

- TRIBALDOS de TOLEDO, LUIS, Vista general de las continuadas guerras: difícil conquista del gran reino,
provincias de Chile, en CHCh, tomo IV, Imprenta del Ferrocarril, Santiago, 1864.

- ZAPATER, HORACIO, Testimonio de un cautivo, en Revista Historia, Nº23, P.Universidad Católica de Chile,
Santiago, 1988.

c) Bibliografía:

- ALVARADO, MARGARITA, Weichafe: El guerrero mapuche. Caracterización y definición del rol de guerrero
en la "Guerra de Arauco" (1536-1656), en Revista de Historia Indígena, Nº1, Universidad de Chile, Santiago,
1996.

- AMUNÁTEGUI SOLAR, DOMINGO, Un soldado de la Conquista de Chile, en Anales de la Universidad de


Chile, Nº101 y 102, Santiago, 1898-1899 (sobre Pedro Cortés).

- AMUNÁTEGUI, MIGUEL LUIS, Los precursores de la independencia de Chile, 2 tomos, Imprenta Litografía y
Encuadernación Barcelona, Santiago, 1909-1910.

- BARRAL, ÁNGEL, Rebeliones indígenas en la América española, Ed.Mapfre, Madrid, 1992.

- BARROS ARANA, DIEGO, Historia Jeneral de Chile, tomos III y IV, Ed.Rafael Jover, Santiago, 1884-1885.

- BENGOA, JOSÉ, Historia del pueblo mapuche, Ed.Sur, Santiago, 1985.

- BENGOA, JOSÉ, Conquista y barbarie, Ed.Sur, Santiago, 1992.

- BOLDRINI, GUSTAVO, La cautiva: un legado de piel y pensamiento, en Revista Nütram, Año VI, Nº1,
Ed.Rehue, Santiago, 1990.

- CAMPOS HARRIET, FERNANDO, Alonso de Ribera, gobernador de Chile, Ed.Nacional Gabriela Mistral,
Santiago, 1973 (1ª edición publicada por Ed.Zig-Zag, Santiago, 1966).

- CANO ROLDÁN, Sor IMELDA, Historia de la mujer en el Reyno de Chile, editado por la I.Municipalidad de
Santiago, Santiago, 1981.

- CASANOVA, HOLDENIS, Las rebeliones araucanas del siglo XVIII, Ed.Universidad de la Frontera, Temuco,
1989.

- ELGUETA VALLEJOS, CARLOS, Molcheñ. El halcón guerrero, editado por la Asociación Chilena de
Seguridad (ACHS), Santiago, 1994.
114

- ENCINA, FRANCISCO ANTONIO, Historia de Chile, tomo II, Ed.Nascimento, Santiago, 1950 (3ª edición).

- ERRÁZURIZ V., CRESCENTE, Seis años de la historia de Chile (23 de diciembre de 1598-9 de abril de 1605),
2 tomos, Imprenta Nacional, Santiago, 1881-1882.

- ERRÁZURIZ V., CRESCENTE, Historia de Chile durante los gobiernos de García Ramón, Merlo de la Fuente
y Jaraquemada, 2 tomos, Imprenta Cervantes, Santiago, 1908 (2ª edición).

- FUENTES GÓMEZ de SALAZAR, EDUARDO de, Estrategias de la implantación española en América,


Ed.Mapfre, Madrid, 1992.

- GONZÁLEZ, J.GUILLERMO, Villa Rica: Historia inédita, sin pie de imprenta, 1986.

- JARA, ÁLVARO, Guerra y sociedad en Chile, Ed.Universitaria, Santiago, 1990 (1ª edición en español de 1971).

- LATCHAM, RICARDO, La capacidad guerrera de los araucanos, sus armas y métodos militares, en Revista
Chilena de Historia y Geografía, tomo XV, Santiago, 1915.

- LEIVA O., ARTURO, Rechazo y absorción de elementos de la cultura española por los araucanos en el primer
siglo de la conquista de Chile (1541-1655), Tesis de Licenciatura, Escuela de Antropología, Universidad de
Chile, Santiago, 1977.

- LEÓN, LEONARDO, El malón de Curiñamcu, en Revista Proposiciones, Nº19, Santiago, 1990.

- LEÓN, LEONARDO, Maloqueros y conchavadores en Araucanía y las Pampas, 1700-1800, Ed.Universidad


de la Frontera, Temuco, 1990.

- LUCENA, MANUEL (ed.), Historia de Iberoamérica, tomo 2, Ed.Catedra, Madrid, 1990.

- MATUS, MARIO, Para una caracterización de la economía chilena en los siglos XVI y XVII, en Revista Nueva
Clío, Cuarta etapa, Nº5, Santiago, 1994.

- MELLAFE, ROLANDO, Las primeras crisis coloniales, formas de asentamiento y el origen de la sociedad
chilena: siglos XVI y XVII, en Historia social de Chile y América, Ed.Universitaria, Santiago, 1986.

- MIQUEL, ROSA, La invasión a un mundo antiguo, Ed.Lom Ltda., Santiago, 1991.

- MONTECINO, SONIA, La sociedad mapuche: transformaciones estructurales entre el siglo XVI y XIX, Tesis de
Grado, Escuela de Antropología, Universidad de Chile, 1980.

- OBREGÓN, JIMENA, Guerra y paz entre los mapuches o araucanos de Chile: guerras interétnicas y guerras
intraétnicas a mediados del siglo XVII (1640-1655), Ponencia presentada en el Primer Congreso de Etnohistoria
realizado en Buenos Aires, 1989.

- RUIZ-ESQUIDE, ANDREA, Los indios amigos en la frontera araucana, Dirección de Bibliotecas, Archivos y
Museos, Colección Sociedad y Cultura, IV, Santiago, 1993.

- SAYOUS, ANDRE, La circulación del oro en Chile durante el siglo XVI, en Revista Chilena de Historia y
Geografía, Nº64, Santiago, 1929.

- VALENZUELA SOLÍS DE OVANDO, CARLOS, El toqui Pelantaru guerrero de la conquista, Biblioteca del
oficial, Vol.XL, Publicaciones Militares, Santiago, 1979.

- VARGAS C., JUAN EDUARDO, Antecedentes sobre las levas en Indias para el ejército de Chile en el siglo
XVII (1600-1662), en Revista Historia, Nº22, P.Universidad Católica de Chile, Santiago, 1987.
115

- VAZQUEZ de ACUÑA, ISIDORO, Las incursiones corsarias holandesas en Chiloé, Ed.Universidad de


Santiago de Chile, Santiago, 1992.

- VILLALOBOS, SERGIO, Tres siglos y medio de vida fronteriza, en VILLALOBOS, ALDUNATE, ZAPATER,
MÉNDEZ y BASCUÑÁN, Relaciones fronterizas en la Araucanía, Ed.Universidad Católica de Chile, Santiago,
1982.

- VILLALOBOS, SERGIO, Historia del pueblo chileno, tomos 2 y 3, Ed.Zig-Zag, Santiago, 1983 y 1986.

- VILLALOBOS, SERGIO, La vida fronteriza en Chile, Ed.Mapfre, Madrid, 1992.

- ZAPATER, HORACIO, Parlamentos de paz en la guerra de Arauco (1612-1626) en S.VILLALOBOS y


J.PINTO (ed.), Araucanía, Temas de Historia Fronteriza, Ed.Universidad de La Frontera, Temuco, 1989.

- ZAPATER, HORACIO, La búsqueda de la paz en la guerra de Arauco: Padre Luis de Valdivia, Ed.Andrés
Bello, Santiago, 1992.

You might also like