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La Generación del 37

La denominación habitual de "Generación del 37" para designar grupalmente a escritores como Esteban
Echeverría, Domingo Faustino Sarmiento, Juan Bautista Alberdi, José Mármol, oscurece, bajo la forma de
cierta unidad sin fisuras, la heterogeneidad de los escritores a los que se alude. En términos generales, sin
embargo, es cierto que los escritores proyectaron una sólida imagen como generación, presentándose a sí
mismos como ciudadanos, jóvenes y exiliados, tres figuras muy instaladas en el imaginario europeo de
comienzos del siglo XIX (a través de asociaciones como la Joven Italia o la Joven Europa), o de los escritos
de los diversos exiliados en el interior del continente europeo (los españoles liberales, los aristócratas
franceses).

En 1837, en la librería porteña de Marcos Sastre, se constituye el Salón Literario, espacio donde escritores
como Esteban Echeverría y Juan Bautista Alberdi realizan lecturas de sus ensayos. Cada uno de los trabajos
muestra la focalización en la patria como objeto central de reflexión y la convicción de que son los escritores
quienes deben asumir la tarea de pensar un destino para el país naciente. La modificación de las costumbres,
la propuesta de un sistema legislativo y constitucional coherente, la búsqueda de una teoría política, la
necesidad de crear una literatura nacional son algunas de las cuestiones que preocupan a estos intelectuales.
"Busco una razón argentina -dice Esteban Echeverría- y no la encuentro". La reflexión toma dos direcciones:
por un lado para observar al pueblo (al que se busca educar y dirigir, a la vez que se lo registra como una
turba semisalvaje); por el otro, hacia una teoría de gobierno, cuyo propósito inmediato sería concluir
definitivamente con la anarquía política y la improductividad económica. Estos intelectuales se miran a sí
mismos como "hijos de los héroes de la independencia" y se arrogan la tarea de alcanzar la emancipación
intelectual para concluir la tarea comenzada en mayo de 1810 por la emancipación política: a la etapa
desorganizadora y destructiva de la espada -sostienen-, debe sucederle la de la inteligencia, la razón y la letra.
El énfasis sobre la necesidad de una adaptación de las ideas europeas para resolver los problemas
específicamente americanos y la búsqueda de cierto pragmatismo político mensura la distancia que quieren
instaurar respecto de los liberales rivadavianos de la década del veinte (unitarios), con los que mantienen un
enfrentamiento soterrado que por momentos explota en rótulos que los congelan como la "ignorancia
titulada" o la "vejez impotente", aunque en general deban buscar alianzas con ellos.

La posición frente al gobierno de Juan Manuel de Rosas, en cambio, resulta todavía vacilante en el Salón
Literario. Mientras unos tientan la asunción de su figura como la del "gran hombre", destinado a pacificar y
unificar a la nación, otros, ya con reticencias, señalan que ese rol está aun vacante. El Salón Literario, si bien
se desarrolló por pocos meses en un ámbito limitado, porteño, resulta representativo de las discusiones que
otros intelectuales, como el sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento, estaban llevando adelante en otras
provincias argentinas. En los años posteriores, sobre todo después de 1840, los escritores de esta generación,
proscriptos por Rosas, irán partiendo uno a uno hacia el exilio y se refugiarán en las ciudades de Montevideo
(ciudad uruguaya donde se congregará el mayor número de exiliados), Santiago de Chile, Río de Janeiro
(Brasil), en el vecino país del norte, Bolivia, o en Perú, según la zona del país desde la cual se exilien.

Si el exilio y la discusión en común de un destino para la nación agrupa a estos escritores como generación, el
otro gran factor aglutinante será la adscripción generalizada a la estética romántica. La relación ya la había
precisado Víctor Hugo en una frase que circuló mucho entre los intelectuales argentinos: "El romanticismo, si
se lo considera en su aspecto militante, no es otra cosa que el liberalismo en literatura". En esta frase vieron
los escritores una síntesis que abarcaba también otra de sus búsquedas: la libertad formal en literatura, a través
de la emancipación de la opresiva normativa retórica de los neoclásicos; la libertad temática que les
permitiera alejarse de la transitada mitología clásica para prestar mayor atención a asuntos nacionales y
americanos.

Esteban Echeverría , de regreso en 1830 de su viaje a Europa, difunde en el Río de la Plata la producción de
los románticos europeos (Schlegel, Staël, Chateaubriand, Lamartine, Hugo, Scott, Byron). Él mismo, en el
marco de esta elección estética, publica tres libros en verso a lo largo de la década del treinta: Elvira o la
novia del Plata (1832), Los consuelos (1834) y Rimas (1837), donde incluye uno de sus textos más
importantes, "La cautiva". En el exilio publica también La insurrección del Sur (1837), en 1842 el poema "La

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guitarra" y su continuación, el largo poema El ángel caído; más tarde el Avellaneda -dedicado a Alberdi-,
sobre el proyecto y el itinerario de Marco Avellaneda, quien intentó organizar una Liga del Norte para
derribar a Rosas.

José Mármol , a lo largo de las décadas del cuarenta y cincuenta, publica -también durante su exilio en
Montevideo- poemas románticos que se difunden primero a través de periódicos y luego en libros: El
peregrino (1846-1847), Armonías (1851) y Poesías (1854); obras teatrales en verso: El poeta (1842) y El
cruzado (1842).

Es la producción poética la que, durante esos años, consolida los prestigios literarios: los escritores entienden
ante todo la literatura como poesía. La prosa, en cambio, resulta para ellos instrumento de pensamiento y
arma de combate político. Sin embargo, tanto Esteban Echeverría como José Mármol, trascienden más por sus
obras en prosa que por sus versos: Echeverría, a través de un relato escrito probablemente hacia 1839 que no
publicó en vida, El matadero; José Mármol, a través de una novela política, Amalia, publicada por entregas en
1851 y, como libro, en 1855. Estos dos textos, marcados por la lucha contra el tirano Rosas, con fuertes
adscripciones políticas, se apartan de la estética romántica cuando representan el universo de sus enemigos
rosistas. El detalle realista irrumpe entonces para retratar al pueblo adicto a Rosas y a sus funcionarios, y
degradarlos a través de su pintura. Paradójicamente, esta inmersión en el mundo de sus enemigos los lleva a
explorar y a descubrir las modulaciones de la estética realista, desvío que -para el lector contemporáneo del
siglo XX- se transforma en su mejor hallazgo, porque redunda en una mayor eficacia y originalidad literarias.
La historia de la literatura argentina lee, aun hoy, en El matadero -difundido en 1871 por un discípulo de
Echeverría, Juan María Gutiérrez, (1809-1878)- el origen del género narrativo en la Argentina, mientras en
Amalia vislumbra los orígenes de la novela.

El género novelístico tuvo, hasta la publicación de Amalia en 1851, algunos exponentes poco significativos, o
bien porque la circulación de los textos fue muy acotada o porque su eficacia literaria resulta escasa: hacia
1788 el cordobés Miguel Learte escribe Las aventuras de Learte (publicada por primera vez en 1927),
mientras en 1822 Juan Justo Rodríguez escribe Alejandro Mencikou, príncipe y ministro del estado ruso,
sabio en la desgracia y ayo de sus hijos, dos curiosidades bibliográficas desconocidas -en general- para el
lector argentino. Apenas más atención merecieron las incursiones novelísticas de Juana Manso (Los misterios
del Plata, 1851; y La familia del comendador, 1854), las novelas de Miguel Cané padre (Esther, 1851; Una
noche de bodas, y La familia Sconner, 1858) y las de los historiadores Bartolomé Mitre (Soledad, 1847) y
Vicente Fidel López (La novia del hereje, 1846; y La loca de la guardia, concluida en 1890). Aunque pueden
rastrearse muchos otros exponentes secundarios del género, habrá que esperar hasta la década del ochenta
para encontrar un proyecto novelístico del relieve de la Amalia de José Mármol.

Tampoco, curiosamente, proliferan los relatos. Si la postulación de El matadero de Esteban Echeverría como
primer cuento argentino no es producto de una fatalidad cronológica sino de una operación crítica, apenas
podrían citarse hacia esos años los cuentos de Juana Manuela Gorriti (1819-1892) recopilados en Sueños y
realidades (1865) -hasta la década del ochenta, única escritora que perseveró en el género-; alguna incursión
de Bartolomé Mitre ("Memorias de un joven botón de rosa", 1848) o de Juan Bautista Alberdi ("Tobías o La
cárcel a la vela", 1851; y "Peregrinación de Luz del día", 1878); y textos que encuadran mejor en el marco del
género de costumbres como "El hombre hormiga" (1838), de Juan María Gutiérrez. En 1838, ya cerrado el
Salón Literario, se funda La Asociación de Mayo. A Esteban Echeverría se le encomienda redactar el
programa de la asociación, llamado Código o Declaración de principios que constituyen la creencia social de
la República Argentina, luego difundida con el nombre de Dogma socialista de la Asociación de Mayo. Este
texto, junto con el Fragmento preliminar al estudio del Derecho, difundido por el escritor tucumano Juan
Bautista Alberdi (1810-1884) en el Salón Literario el año anterior, resultan fundamentales como
condensación del pensamiento de la generación. Alberdi en 1837 también publica en el periódico La Moda,
una serie de artículos de costumbres, bajo el pseudónimo de "Figarillo", homenaje al muy admirado escritor
español Mariano José de Larra, que escribía usando el pseudónimo de "Fígaro". En realidad, el ensayo sobre
derecho y los artículos de costumbres de Alberdi podrían pensarse como dos caras de la misma búsqueda:
siguiendo a Tocqueville, desde la perspectiva de Alberdi, la letra del derecho debe asentarse sobre las leyes no
escritas de las costumbres; y si en el Fragmento hace propuestas teóricas, en los artículos busca reformar las
leyes no escritas, reformando a sus lectores a través de la sátira y el ridículo. Alberdi escribe también obras

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dramáticas (La revolución de Mayo y El gigante de Amapolas) e incursiona en el relato, pero son sus ensayos
los que más se destacan: en 1852 -luego de la caída de Rosas- escribe un texto fundamental en el derecho
constitucional argentino, Bases y puntos de partida para la organización nacional, entre muchos otros textos
como Elementos de derecho público provincial para la República Argentina o El imperio del Brasil ante las
democracias de América (1869).

Sin duda uno de los escritores más importantes del siglo XIX argentino es el escritor sanjuanino Domingo
Faustino Sarmiento. En su ciudad natal Sarmiento se adhirió a la Sociedad Literaria, filial de la porteña
asociación de Mayo, aunque en parte su pensamiento y su escritura adoptaron rasgos divergentes a los de
Alberdi y Echeverría. Desde muy joven se desenvolvió como periodista y maestro (fundó un colegio de
señoritas y se inició escribiendo en el periódico El Zonda) y en 1840 se exilia en el país limítrofe de Chile,
donde en 1842, junto a V. F. López, funda nuevamente un periódico, El Progreso. La obra de este escritor es
extensísima (sobre todo su labor periodística) y, en este sentido, es importante recordar que la edición de sus
obras completas ocupa cincuenta y dos gruesos volúmenes. Entre sus libros más importantes pueden
destacarse tres de carácter más profundamente autobiográfico, aunque la crítica literaria ha señalado con
frecuencia que casi la totalidad de la escritura de Sarmiento puede leerse como una autobiografía: Mi defensa
(1843), Recuerdos de Provincia (1849) y Vida de Dominguito (1886). Es en estos textos donde Sarmiento
organiza con mayor intensidad su figura de intelectual y escritor, aunque esta imagen está también muy
presente en sus biografías de caudillos provinciales: Vida del general Fray Félix Aldao (1845), El Chacho,
último caudillo de la montonera de los llanos de La Rioja (1886) y en uno de sus libros más importantes por
la incidencia persistente que tuvo sobre la cultura argentina, Civilización y barbarie. Vida de Juan Facundo
Quiroga, más tarde conocido simplemente bajo el título de Facundo. En Aldao y Facundo el escritor, a través
de la biografía de los caudillos protagonistas, desarrolla una versión de la historia patria mientras, a la vez,
alude en forma militante contra Juan Manuel de Rosas. La dicotomía "civilización y barbarie" (que titulaba la
vida de Facundo Quiroga en su primera edición) organiza otras polarizaciones: la ciudad en confrontación con
la campaña, los federales con los unitarios y -en última instancia- a Rosas con el mismo Sarmiento. Este
modo dicotómico de sistematización de la sociedad argentina, aunque corroído en la escritura del texto por la
fascinación que, a la vez, le provoca la figura de su biografiado, será uno de los modelos que con más ardor se
adoptarán o impugnarán en la historia de la cultura argentina. Sarmiento publica en 1849 sus Viajes en
Europa, África y América, donde reseña las impresiones que le suscita el periplo emprendido desde Chile en
1845. Entre las cartas que integran ese volumen de viajes resulta especialmente sugestiva la que remite desde
España. Como gran parte de la generación del 37, Sarmiento visualiza en la antigua metrópoli el origen del
mal nacional. Pero interesa en ella sobre todo su escritura, porque allí el escritor adopta la pose de un
inquisidor americano y pone en marcha los mecanismos que a la vez denuncia: España es escudriñada a través
de una maquinaria de interrogatorios, imputaciones y hostigamientos, porque en ella se está también mirando
un mal que marcó a la patria americana y no puede ser removido en su presente. Si en la carta a España
Sarmiento lee las limitaciones que impone la historia a las antiguas colonias americanas, en Francia ve
desmoronarse un modelo; en África rebusca, en cambio, analogías con América, mientras en Estados Unidos
redescubre los brillos de un nuevo modelo político y económico. Parte de ese deslumbramiento todavía reluce
en su libro Argirópolis (1850).

La caída de Juan Manuel de Rosas en febrero de 1852 apenas logra sosegar al incansable Sarmiento. El
mismo año publica su Campaña en el ejército grande, texto donde narra su conflictiva relación con el
caudillo que venció a Rosas, Urquiza. Nuevamente exiliado en Chile, mantiene (también en 1852) una de las
más estruendosas polémicas del siglo XIX con Juan Bautista Alberdi, a través de cartas: las de Sarmiento se
publican bajo el título de Las ciento y una, mientras las de Alberdi se imprimen como Cartas quillotanas.

Entre 1862 y 1864 Sarmiento es gobernador de la provincia de San Juan; renuncia y parte hacia los Estados
Unidos como ministro plenipotenciario; en 1868, de regreso a su país, confirma durante el viaje en barco que
ha sido elegido Presidente de la República. Su obra se hace cargo, todavía, del ambiente intelectual de la
década del ochenta: Conflicto y armonía de las razas en América (1883) redefine, desde una perspectiva
positivista, una descripción de la Argentina, pensada -esta vez- a través del drama del enfrentamiento de la
raza blanca y la indígena, a través de las leyes de la herencia

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Educador, político y escritor argentino . Cursó únicamente estudios primarios, pero su voluntad autodidacta
de superación le permitió obtener amplios conocimientos. Fue enemigo de Juan Manuel de Rosas y tuvo que
exiliarse en Chile con su familia, primero desde 1830 a 1836, y luego desde 1840 hasta el triunfo de Urquiza.
Su labor en el país transandino fue fecunda; escribió para los periódicos "El Mercurio" y "El Progreso" y
apoyó al ministro Montt en su gestión progresista; dirigió la Escuela Normal de Preceptores y realizó estudios
sobre educación en el extranjero. También en ese lapso dio a conocer "Mi defensa", obra autobiográfica;
"Facundo" y "Recuerdos de provincia". Se encargó de redactar los boletines correspondientes a las acciones
del Ejército Grande, pero poco después de Caseros, por sus diferencias con Urquiza, se alejó a Río de Janeiro.
Al producirse la unidad nacional fue designado gobernador de San Juan y, en 1863, ministro plenipotenciario
en Estados Unidos. Cuando estaba en Washington fue postulado para el cargo de presidente de la República
Argentina. Su gestión gubernamental se orientó preferentemente a mejorar el aspecto educativo. Fundó el
observatorio astronómico de Córdoba, promulgó el Código Civil, creó el Colegio Militar y la Escuela Naval.
Durante la presidencia de Avellaneda fue senador, y en la de Roca, presidente del Consejo Nacional de
Educación. Murió en Paraguay.

A que llamamos "la generación del 37"?


La denominación Generación del ‘37’ identifica a un movimiento intelectual de jóvenes universitarios que, en
1837, fundó en Buenos Aires el Salón Literario (en la librería de Marcos Sastre) para debatir temas culturales
y teorías sociales, políticas y filosóficas de autores europeos de diferentes tendencias ideológicas. La creciente
politización del grupo y sus opiniones críticas y reformistas llevaron a que Rosas disolviera el Salón.
En la clandestinidad y orientada por Esteban Echeverría, Juan Bautista Alberdi y Juan María Gutiérrez, se
organizó, en 1838, la Asociación de la Joven Generación Argentina (a semejanza de la Joven Italia inspirada
por Mazzini), cuya pretensión era recuperar la tradición liberal de la Revolución de Mayo, alentar el progreso
material y superar la polarización entre federales y unitarios, para lo cual debían influir sobre la clase
dirigente y asesorarla ideológicamente. Consideraban a la democracia representativa como un objetivo a largo
plazo y cuestionaban el sufragio universal adoptado por Buenos Aires, en 1821, por las consecuencias
políticas que tuvo su aplicación y porque creían que era inadecuado para la realidad social de la Argentina de
entonces, cuyas características se preocuparon por comprender y explicar.
A fines de la década del ‘30, los miembros de la Joven Generación Argentina habían pasado abiertamente a
la oposición a Rosas y muchos emigraron a Montevideo, Chile, Bolivia o se dirigieron a las provincias del
Interior, donde fundaron filiales de la Asociación que llevaron a cabo su propaganda política. Adhirieron a la
asociación, entre otros, Domingo F. Sarmiento, Bartolomé Mitre, Mariano Fragueiro, Vicente F. López, José
Mármol y Miguel Cané.

El Salón Literario: La fundación del Salón Literario fue un acontecimiento en la vida cultural de Buenos
Aires. En él se realizaban numerosas conferencias, lecturas y debates frente a un nutrido grupo de
espectadores. A pocos meses de la inauguración, Esteban Echeverría dio un discurso que marcó una ruptura
con las ideas que se venían desarrollando en el Salón. Echeverría afirmó entonces que la Revolución de 1810
no se había completado, dado que aún no se había alcanzado la emancipación social, cultural y económica.
Además, incitó a la juventud a protagonizar la búsqueda de cambios profundos. Este discurso lo consagró
como líder de su generación. A comienzos de 1838, el gobierno de Rosas incrementó las presiones que
determinaron el cierre del Salón.

Sueños de Progreso: Que, Como y Para Qué


Las ideas de Alberdi (imagen izquierda) , de Sarmiento y de otros intelectuales contemporáneos sobre las
perspectivas de desarrollo futuro de la Argentina, vinculadas a las condiciones favorables que abría el avance
del capitalismo industrial en Europa, influyeron sobre las elites dirigentes argentinas. Expresaban, a la vez, las
aspiraciones de esos sectores para superar las limitaciones de su expansión. La mayoría de esas ideas o
proyectos fueron llevados a la práctica en las décadas que siguieron a la caída de Rosas. Fueron motivo,
también, de intensas polémicas entre sus mentores.
Los siguientes fragmentos pertenecen a Bases y puntos de partida para la organización política de la
República Argentina, escrito por Alberdi luego de la caída de Rosas y publicado en Chile en 1852.

 LA LIBERTAD SEGÚN ESTEBAN ECHEVERRIA.

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Esteban Echeverría El escritor Esteban Echeverría (1805-1851), que provenía de una acaudalada familia
porteña, estudió en París entre 1825 y 1829. Allí adoptó las ideas del romanticismo europeo que luego
intentaría aplicar al análisis de la realidad sociopolítica balo el régimen rosista. En Buenos Aires, se convirtió
en el líder de la Joven Generación y en 1838, junto a Alberdi y Gutiérrez, fundó la Asociación de la Joven
Generación Argentina. En 1840 debió exiliarse en Montevideo por la censura que implementó el régimen.
Entre sus obras más importantes se encuentran el ensayo Dogma Socialista, el poema La Cautiva y el cuento
El Matadero. En este último se narra la historia que transcurre en un matadero porteño, que funciona como
metáfora.

Sus Ideas libertarias:


“Por la ley de Dios y de la humanidad todos los hombres son libres.”
“La libertad es el derecho que cada hombre tiene para emplear sin traba alguna sus faculta des en el
conseguimiento de su bienestar y para elegir los medios que puedan servirle a este objeto”
El libre ejercicio de las facultades individuales no debe causar extorsión ni violencia a los derechos de otro.
No hagas a otro lo que no quieras te sea hecho:— la libertad humana no tiene otros límites.
No hay libertad donde el hombre no puede cambiar de lugar a su antojo.
Donde no le es permitido disponer del fruto de su industria y de su trabajo.
Donde tiene que hacer al poder el sacrificio de su tiempo y de sus bienes.
Donde puede ser vejado e insultado por los sicarios de un poder arbitrario.
Donde sin haber violado la ley sin juicio previo ni forma de proceso alguno, puede ser encarcelado o privado
del uso de sus facultades físicas o intelectuales.
Donde se le coarta el derecho de publicar de palabra o por escrito sus opiniones.
Donde se le impone una religión y un culto distinto del que su conciencia juzga verdadero.
Donde se le puede arbitrariamente turbar en sus hogares arrancarle del seno de su familia y desterrarle fuera
de su patria.
Donde su seguridad, su vida y sus bienes, están a merced del capricho de un mandatario.
Donde se le obliga a tomar las armas sin necesidad absoluta y sin que el interés general lo exija.

Un punto de partida
[América] “Ella no está bien; está desierta, solitaria, pobre. Pide población, prosperidad.
¿De dónde le vendrá esto en lo futuro? Del mismo origen de que vino antes de ahora: de Europa.”

Lo salvaje y lo civilizado
“Todo en la civilización de nuestro suelo es europeo; la América misma es un descubrimiento europeo.
[...] Nosotros, los que nos llamamos americanos, no somos otra cosa que europeos nacidos en América.
[..] En América todo lo que no es europeo es bárbaro: no hay más división que ésta: 1 .~, el indígena, es decir
el salvaje; 2.’, el europeo, es decir, nosotros los que hemos nacido en América y hablamos español [...].“
Lo que vendrá
Cómo, en qué forma vendrá en el futuro el espíritu vivificante de la civilización europea a nuestro suelo?
Como vino en todas las épocas: Europa nos traerá su espíritu nuevo, sus hábitos de industria, sus prácticas de
civilización, en las inmigraciones que nos envíe. Cada europeo que viene nuestras playas nos trae más
civilización en sus hábitos que luego comunica a nuestros habitantes, que muchos libros de filosofía.
[...] ¿Queremos plantar y aclimatar en América la libertad inglesa, la cultura francesa, la laboriosidad del
hombre de Europa y de Estados Unidos? Traigamos pedazos vivos de ellas en las costumbres y radiquémoslas
aquí.

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[...] Haced pasar el roto, el gaucho, el cholo, unidad elemental de nuestras masas populares, por todas las
transformaciones del mejor sistema de instrucción: en cien años no hareís de él un obrero inglés que trabaja,
consume, [...].
Se hace este argumento: educando nuestras masas, tendremos orden teniendo orden vendrá la población de
fuera. Os diré que invertís el verdadero método de progreso.”
Medios, fines y modelos
“No pretendo que deba negarse al pueblo la instrucción primaria, sino que es un medio impotente de
mejoramiento comparado con otros, que se han desatendido.
[.4 La instrucción, para ser fecunda, ha de contraerse a ciencias y artes de aplicación, a cosas prácticas, a
lenguas vivas, a conocimientos de utilidad material e inmediata.
El idioma inglés, como idioma de la libertad, de la industria y del orden, debe ser aun más obligatorio que el
latín k.]. Nuestra juventud debe ser educada en la vida industrial [.1. El tipo de nuestro hombre sudamericano
debe ser el hombre formado para vencer al grande y agobiante enemigo de nuestro progreso: el desierto, el
atraso material, la naturaleza bruta y primitiva de nuestro continente.
A este fin debe propenderse a sacar a nuestra juventud de las ciudades mediterráneas, donde subsiste el
antiguo régimen con sus hábitos de ociosidad, presunción y disipación, y atraerla a los pueblos litorales para
que se inspire de la Europa, que viene a nuestro suelo, y de los instintos de la vida moderna.
[...] La industria es el calmante por excelencia. Ella conduce por el bienestar y por la riqueza al orden, por el
orden a la libertad: ejemplos de ello Inglaterra y los Estados Unidos.’
[...]“Al nuevo régimen le toca invertir el sistema colonial, y sacar al interior de su antigua clausura, mediante
un sistema de vías de transporte grande y liberal, que los ponga al alcance de la acción civilizadora de Europa.
Los grandes medios de introducir Europa en los países interiores [.1 para obrar un cambio portentoso en
pocos años, son el ferrocarril, la libre navegación interior y la libertad comercial.”
[...]“Es preciso traer las capitales a las costas, o bien llevar el litoral al interior del continente. El ferrocarril y
el telégrafo eléctrico, que con la supresión del espacio, obran este portento
Él hará a la unidad de la República Argentina mejor que todos los congresos. [...] Sin el ferrocarril, no
tendréis unidad política en países donde la distancia hace imposible la acción del poder central.”
Los siguientes fragmentos pertenecen a diversos libros escritos por Sarmiento entre 1845 y 1853.

Proyectos
Cuando haya un gobierno culto y ocupado de los intereses de la nación, qué de empresas, qué de movimiento
industrial!
[...] el elemento principal de orden y moralización que la República Argentina cuenta hoy, es la inmigración
europea [.1. El día, pues, que un gobierno nuevo dirija a objetos de utilidad nacional, los millones que hoy se
gastan en hacer guerras [...], la inmigración industriosa de la Europa se dirigirá en masa al Río de la Plata; el
Nuevo Gobierno se encargará de distribuirla por las provincias E...] y terrenos feraces les serán adjudicados, y
en diez años quedarán todas las márgenes de los ríos, cubiertas de ciudades, y la República doblará su

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población con vecinos activos, morales e industriosos. Estas no son quimeras, pues basta quererlo y que haya
un gobierno menos brutal que el presente para conseguirlo.
[...] cien mil por año harían en diez años, un millón de europeos industriosos diseminados por toda la
República, enseñándonos a trabajar, explotando nuevas riquezas y enriqueciendo al país, con sus propiedades.
[.1 el Nuevo Gobierno organizará la educación pública en toda la República, con rentas adecuadas y con
Ministerio especial, como en Europa.”
Facundo (1845). Buenos Aires, CEAL, 1967.

Un modelo
‘Dios ha querido al fin que se hallen reunidos en un solo hecho, en una sola nación, la tierra virgen que
permite a la sociedad dilatarse hasta el infinito, sin temor a la miseria; el hierro que completa las fuerzas
humanas; el carbón de piedra que agita las máquinas; los bosques que proveen de materiales a la arquitectura
naval; la educación popular, que desenvuelve por la instrucción general la fuerza de producción en todos los
individuos de una nación; la libertad religiosa que atrae a los pueblos en masa a incorporarse en la población;
la libertad política que mira con horror el despotismo y las familias privilegiadas; la República, en fin, fuerte,
ascendente como un astro [...] y todos estos hechos se eslabonan entre sí, la libertad y la tierra abundante; el
hierro y el genio industrial; la democracia y la superioridad de los buques.”

‘Viajes” (1847). En Obras Completas. (T.V), Buenos Aires, 1 949.

Los medios y los fines

“El poder, la riqueza y la fuerza de una nación dependen de la capacidad industrial, moral, e intelectual de los
individuos que la componen; y la educación pública no debe tener otro fin que el aumentar estas fuerzas de
producción, de acción y de dirección, aumentando cada vez más el número de individuos que la posean. La
dignidad del Estado, la gloria de una nación no pueden ya cifrarse, pues, sino en la dignidad de condición de
sus súbditos [.1. Hay además objetos de previsión que tener vista al ocuparse de la educación pública, y es
que las masas están menos dispuestas al respeto de las vidas y de las propiedades a medida que su razón y sus
sentimientos morales están menos cultivados. [..] Téngase presente además, que los Estados sudamericanos
pertenecen a una raza que figura en última línea entre los pueblos civilizados.

{...] la producción hija del trabajo, no puede hacerse hoy en una escala provechosa, sino por la introducción
de los medios mecánicos que ha conquistado la industria de los otros países; y si la educación no prepara a.
las venideras generaciones para esta necesaria adaptación de los medios de trabajo, el resultado será la
pobreza y la oscuridad nacional [...]. Un crecido número de emigrantes de otras naciones que no sean la
española, la única que nos es análoga en atraso intelectual e incapacidad industrial, traerá por consecuencia
forzosa la sustitución de una sociedad a otra, haciendo lentamente descender a las últimas condiciones de la
sociedad a los que no se hallen preparados ppr la educación de su capacidad intelectual e industrial [.1.’

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“Educación popular” (1 849). En Obras Completas, (T. Xl).

“Una fuerte unidad nacional sin tradiciones, sin historia, y entre individuos venidos de todos los puntos de la
tierra, no puede formarse sino por una fuerte educación común que amalgame las razas, las tradiciones de
esos pueblos en el sentimiento de los intereses, del porvenir de la nueva patria.”

“Viajes”. Citado por Natalio Botana en La tradición republicana. Buenos Aires, Sudamericana, 1984.

Literatura, Historia y Política


Durante el periodo de Rosas, la actividad literaria -paralela a la periodística— sirvió corno medio de
expresión y como instrumento de propaganda o de critica política, abierta o velada. Tal fue el caso de algunos
textos  de varios de los integrantes del movimiento romántico argentino (La Joven Generación Argentina); por
ejemplo, los de Domingo F. Sarmiento, Esteban Echeverria, Juan María Gutiérrez y José Mármol.

Fragmentos de El Matadero, de Esteban Echeverría

“La perspectiva del matadero a la distancia era grotesca, llena de animación. [.1 En torno de cada res resaltaba
un grupo de figuras humanas de tez y raza distinta. La figura más prominente de cada grupo era el carnicero
con el cuchillo en mano, brazo y pecho desnudos, cabello largo y revuelto, camisa y chiripá y rostro
embadurnado en sangre. A sus espaldas se rebullían E...] una comparsa de muchachos, de negras y mulatas
achuradoras, cuya fealdad trasuntaba las arpías de la fábula [-1.

Por un lado dos muchachos se adiestraban en el manejo del cuchillo, tirándose horrendos tajos y reveses, por
otro, cuatro, ya adolescentes, ventilaban a cuchilladas el derecho a una tripa gorda y un mondongo que habían
robado a un carnicero E...]. Simulacro en pequeño era éste del modo bárbaro con que se ventilan en nuestro
país las cuestiones y los derechos individuales y sociales E.. 1.

La matanza estaba concluida a las doce, y la poca chusma que había presenciado hasta el fin se retiraba en
grupos [.. .1 Mas de repente la ronca voz de un carnicero gritó: —~Allí viene un unitario!— y al oír tan
significativa palabra toda aquella chusma se detuvo E...]

—No le ven la patilla en forma de U? No trae divisa en el fraque ni luto en el sombrero.?

Ampliación del Tema: Para los jóvenes de la nueva generación se tomaba imperativo completar y concretar el
proceso transformador iniciado con la Revolución, dotándolo de un pensamiento propio. Había, en
consecuencia, que constituir una nueva sociedad para lo cual era necesario concebir nuevas formas de
convivencia y de acción. La tarea interpretativa de descubrir el sentido de la nacionalidad, como condición
previa a todo planteo político, dadas las características del medio local, adquirió en la obra del grupo un lugar
central y dio cabida a un profundo análisis de la realidad social y material del país. Este análisis de la realidad

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nacional se centró en las causas económicas y sociales que en el país habían dado como resultado el triunfo de
Rosas.

Para los hombres del 37, los males de su país se reducían principalmente a tres: la tierra, la tradición española
y los grupos étnicos locales. Solo la transformación previa de estos factores conduciría al triunfo del progreso;
por eso, de su análisis surge también una serie de soluciones para enfrentar los problemas planteados.

Para la nueva generación, el primer mal de la Argentina era la tierra, "el desierto”, de donde surgía el espíritu
de la montonera, la banda armada que seguía al caudillo, lo elevaba al poder y condicionaba el destino
político del país.

La mejor manera para erradicarlo era desarrollar las comunicaciones, poblar las vastas extensiones del
territorio nacional y multiplicar los centros urbanos. La solución se centraba en el fomento de la inmigración,
solución que quedó inmortalizada en la famosa frase de Alberdi “gobernar es poblar”.

La función otorgada a la inmigración también estaba orientada, para los integrantes de la Generación del 37, a
cumplir un lugar de importancia en lo concerniente a la transformación social, en la medida que los grupos
étnico de la Argentina (gauchos, aborígenes, mestizos y españoles) fueron considerados incapaces de impulsar
un verdadero desarrollo industrial. De esta manera, la introducción de inmigrantes anglosajones fue
proclamada como la mejor forma para remediar esa realidad y con posibilidades de provocar la modificación
de los hábitos costumbres tradicionales.

La herencia colonial también fue señalada por los jóvenes del 37 como otro factor de atraso para el desarrollo
del país. Esta herencia, mantenida con vigor por las masas rurales y los grupo conservadores, había conducido
—según ellos— la tiranía rosista, verdadera traición al espíritu revolucionario.

De esta manera, el retorno a los ideales de b Revolución de Mayo no suponía solamente una vuelta a la única
autoridad nacional considerada legítima sino que también constituyó un objetivo ideológico: la idea de que los
errores de las generaciones previas podían ser borrados, y una nueva Argentina podía surgir de las ruinas del
gobierno de Rosas yugo colonial, así como Mayo había sacudido el yugo Colonial.

Fuente Consultada: Historia Argentina de Luchilo/Romano/Paz Capítulo 12 (Vol. 2) 

También llamada Generación de Mayo, Generación de 1837, o Generación de los Románticos o de los
Proscriptos, pues muchos debieron abandonar su patria por la persecución ideológica.

CONTEXTO
El siglo XIX en Europa, estaba impregnado de ideas racionalistas y de derechos naturales, de movimientos
nacionalistas tendientes a lograr la unidad política. Las ideas del romanticismo comenzaron a reclamar una
nueva organización social acorde a los principios liberales surgidos de la Revolución Francesa. Rousseau con
su idea del contrato social, estableció un pacto entre gobernantes y gobernados, donde el poder residía en la

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mayoría del pueblo. La Joven Italia, en 1831, fue fundada por Giuseppe Mazzini, de ideas democráticas y
unitarias.
En Buenos Aires, el año 1837 estaba signado por la dictadura de Juan Manuel de Rosas, pero esto no impidió
que el romanticismo europeo se hiciera presentes en las jóvenes generaciones, sobre todo en las
manifestaciones literarias y artísticas, inspiradas primordialmente en la naturaleza.
Muchos de los integrantes de este movimiento sufrieron el exilio, al ser perseguidos por el régimen rosista.
Entre ellos sobresalió Esteban Echeverría, que había arribado al país, luego de cinco años de permanencia en
París, en 1830, trayendo lasideas que allí se habían gestado. Sostuvo que la poesía debía retratar la naturaleza
pero a su vez por intermedio de ella, expresar las costumbres, los sentimientos, las ideologías y los distintos y
contrapuestos intereses sociales.
Echeverría y los demás miembros del grupo, querían un país sumado al progreso donde las corrientes
científicas, literarias y artísticas se adaptaran a la realidad nacional, a fin de enriquecerla.

SURGIMIENTO DEL “SALÓN LITERARIO”


Primero estos jóvenes, cuyas edades oscilaban entre los 25 y 30 años, se reunieron en la casa de Miguel Cané,
y luego, en la librería de Marcos Sastre. Prosiguieron sus actividades, en junio de 1837, agrupándose bajo el
nombre de “Salón Literario”. Junto a Echeverría, Sastre y Cané debatían sobre literatura, arte y política, Juan
Bautista Alberdi, Juan María Gutiérrez, Carlos Tejedor y Vicente Fidel López,entre otros.
El 28 de marzo de 1838, se produjo el bloqueo francés, y la toma de la isla Martín García, cuando ese estado
solicitó a Argentina la liberación de un ciudadano de aquella nacionalidad acusado de conspiración. Además,
pidió que los franceses residentes en territorio argentino no realizaran el servicio militar.
El periódico “La Moda” que expresaba las ideas de los jóvenes románticos, no se manifestó en forma crítica
contra el bloqueo francés, por lo cual Rosas los calificó como aliados de ese país extranjero, de quien se
habían nutrido en sus ideas.

“LA JOVEN ARGENTINA”


La desconfianza hacia el grupo, hizo que el “Salón Literario” dejara de funcionar abiertamente, y pasara a
desarrollar sus actividades en forma clandestina, a partir del 23 de junio de 1838, bajo el nombre de la
“Asociación de laJoven Generación Argentina”

SUS IDEAS
Sin embrago, los jóvenes idealistas, al principio, en 1837, no eran opositores del gobierno de Rosas. Alberdi
había dicho que Rosas no era un déspota, sino que su representación política estaba sustentada en la buena fe.
Más tarde, cambiarían de opinión. Así, Echevarría, lo calificó de imbécil y malvado, de ser el minotauro de la
nación y el escándalo del mundo.
Las personas que nos ocupan, no podían coincidir con Rosas, ya que sus sueños liberales y progresistas, de un
pueblo ilustrado y capacitado para asumir compromisos políticos, contrastaban con el paternalismo del
gobernante.
Rosas, representaba para ellos, la oposición a la Revolución de Mayo, ya que creían que su gobierno
implicaba volver al sistema colonial. La Revolución de Mayo, significaba para el grupo, la liberación a las
restricciones de la colonia, que consideraban un logro, al que no se debía renunciar.
La lucha contra Rosas, era solo una consecuencia de la búsqueda de sus ideales, ya que no podía lograrse un
gobierno democrático, organizado sobre la base de una constitución, con un dictador en el poder.
Querían dar por concluida la rivalidad entre unitarios y federales, buscando una posición de equilibrio.
Trataban de aniquilar las facciones, representativas solo de intereses personales, para que surgieran partidos
políticos, orgánicos, que tendieran a un fin de bien común. Ellos no adherían ni al federalismo de Dorrego ni
al de Rosas, pero tampoco al unitarismo. Los primeros eran considerados déspotas, los unitarios, de no poseer
criterio social
La Asociación de la Joven Generación Argentina, encargó a Echeverría la redacción de las Palabras
Simbólicas que resumirían sus pensamientos, cuyo conjunto constituyó el Dogma Socialista.
Ante la continua persecución gubernamental, los románticos argentinos buscaron destinos más tranquilos para
desarrollar su ideario. Así, Echeverría se dirigió al campo, Alberdi a Montevideo, lugar donde unjoven de
menos de veinte años, Bartolomé Mitre, se sumó al grupo, siendo un miembro destacado de la generación.
Pronto ese lugar se constituyó en el centro neurálgico de la comunidad del 37. Quiroga Rosas optó por
emigrar a San Juan, donde captó numerosos adeptos, como Sarmiento y Villafañe. Así, las ideas fueron

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diseminándose por todo el territorio, de la mano de sus líderes y de los discípulos de estos que una vez
imbuidos del mismo espíritu, lo conducían hacia otros puntos de la patria. Villafañe, por ejemplo, desde San
Juan se dirigió a Tucumán, llevando su doctrina. En Córdoba, el porteño, Vicente F. López fue el encargado
de conducir elmovimiento.

“EL DOGMA SOCIALISTA”


Como dijimos, Montevideo, se transformó en el principal lugar de concentración del grupo, hacia donde se
trasladó Esteban Echeverría, quien publicó allí, en el periódico “El Iniciador” el 1 de mayo de1839, el Dogma
Socialista, que contenía un llamado a los jóvenes, una corta introducción y las Palabras Simbólicas, que se
erigieron en el código de pensamiento y acción delmovimiento.
Entre las palabras, basadas en varias fuentes, pero especialmente en las contenidas en “La Joven Europa” de
Mazzini, se incluían:
1. “Asociación”, que se establecería en una comunidad de iguales, considerándola, como requisito ineludible
del progreso, que es, justamente el segundo concepto.
2. “Progreso”, considerando que este había comenzado con la emancipación de España, y debía continuar, ya
que es una ley natural, la realización de la esencia, en obras que tiendan a su bien.
3. “Fraternidad”, ideal emulado de la Revolución Francesa como hermandad y pérdida de mezquindades
personales.
4. “Igualdad” también comprendido entre los ideales de la Revolución francesa, y sin el cual es imposible
lograr ningún objetivo, ya que la desigualdad origina odios y resentimientos. Para lograr la igualdad se
necesita que cada uno conozca sus derechos y sus obligaciones, y que todos se sometan por igual a la ley que
se les impone. El reconocimientosocial se basará en las obras, que serán apreciadas por su mérito.
5. “Libertad”, con éste, se completan los tres ideales franceses, considerando que consiste en el pleno
desarrollo personal, pero sin perjudicar a terceros.
6. “Dios, centro y periferia de nuestra creencia religiosa”, si bien coloca al cristianismo como símbolo de
progreso y civilización, propugna la libertad y el respeto para todos los cultos, que no atenten contra el
ordensocial.
7. “El honor y el sacrificio, móvil y norma de nuestra conducta social” Distingue la moral, como propia de la
conciencia individual, regulando el accionar de los individuos, del honor que se estructura sobre la base de la
concienciasocial, entendiendo que no todas las conductas aprobadas por la moral, deben serlo por el honor.
8. “Adopción de todas las glorias legítimas tanto individuales como colectivas de la revolución; menosprecio
de toda reputación usurpada e ilegítima”. Considera glorias legítimas las que se lograron con honor, sacrificio
y justicia. Destaca como glorias de la nación a las luchas de los patriotas de mayo y de julio.
9. “Continuación de las tradiciones progresivas de la Revolución de mayo”, se consideran a sí mismos
herederos del ideario de los revolucionarios de mayo.
10. “Independencia de las tradiciones retrógradas que nos subordinan al antiguo régimen”, cosa que aún
consideran un objetivo no logrado, ya que el progreso y la libertad que aspiraba la revolución aún estaba en
vías de consecución.
En “La ojeada retrospectiva” publicada en la segunda edición del Dogma Socialista, se volvía a recalcar el
carácter irreconciliable de las facciones unitaria y federal, agregándose que el sufragio no debía ser universal,
para evitar que votaran quienes no conocieran su verdadero sentido y alcance.
“LA ASOCIACIÓN DE MAYO”
En 1846, en Montevideo, la “Joven Argentina”, tomó el nombre de “Asociación de Mayo”.
Sus ideas no fueron comprendidas por los unitarios, ya que los consideraron muy revolucionarios y
románticos, mientras que Rosas los llamó “salvajes unitarios”.

No supieron comprender que la revolución que estos jóvenes querían conseguir, era fundamentalmente moral,
terminando con el despotismo sin derramamiento de sangre.

Fuente: http://www.todo-argentina.net/Literatura_argentina/la_generacion_del_37.htm
Fuente siguiente: http://www.sarmiento.org.ar/conf_JPerez.htm
El país del Facundo. Por Alberto Julian Perez
de Texas Tech University

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    En Facundo Civilización y barbarie, 1845, el escritor argentino Domingo Faustino Sarmiento (1810-1888)
presentó un inteligente y moderno estudio interpretativo global y comprensivo de su nación: su territorio, su
gente, su historia, su situación política. Publicado en Chile (país donde Sarmiento se encontraba exiliado), en
el diario El Progreso, apareció en la sección de folletines desde el 2 de mayo hasta el 5 de junio de 1845 en
veinticinco entregas (Yahni 18). Un mes después fue publicado como libro con dos capítulos finales
adicionales. La obra así compuesta consta de tres partes. La primera parte del libro está formada por cuatro
capítulos que describen el territorio nacional, su gente, su cultura y la historia independiente de su patria.
Estos primeros capítulos resultaron sumamente influyentes en el posterior desarrollo de la literatura y la
cultura argentina. La segunda parte es la biografía del caudillo "barbaro" de la provincia de La Rioja Facundo
Quiroga, que Sarmiento transforma en un estudio de la barbarie, y la tercera el programa político liberal con
el que se indentificaban Sarmiento y sus compañeros de la Generación del 37, entre ellos Bartolomé Mitre,
Esteban Echeverría, Juan B. Alberdi, Vicente F. López y José Mármol. Al año siguiente, en 1846, Echeverría,
exiliado en la Banda Oriental del Uruguay, publicará en Montevideo su Ojeada retrospectiva sobre el
movimiento intelectual en el Plata desde el año 37. Y en 1852, el mismo año en que cae el tirano Juan Manuel
de Rosas, Alberdi da a conocer en Chile sus Bases y puntos de partida para la organización política de la
República Argentina, donde estudia la situación política de su país y ofrece un modelo constitucional que
influirá profundamente en la concepción política y redacción de la constitución argentina de 1853. Sarmiento,
Echeverría y Alberdi contribuyeron con sus escritos al estudio de la problemática argentina de su hora y
plantearon un programa consistente de desarrollo liberal para la nación.

El Facundo propuso una tesis amplia de interpretación, de base sociológica, del hombre americano. Sarmiento
dividió el desarrollo social nacional en dos etapas, "civilización" y "barbarie". El hombre, según su visión,
evolucionaba de lo más simple a lo más complejo. En su estadio más simple el hombre era un ser "salvaje" y
en su estadio más complejo debía alcanzar el estado de "civilización". La "barbarie" era un estadio intermedio
de desarrollo, desde el cual el hombre podía retroceder al salvajismo o progresar a la civilización. Los
representantes de la barbarie en Argentina eran los gauchos y los caudillos. En el territorio nacional había
también seres "salvajes": los indígenas que habitaban y dominaban el extenso territorio sur del país, pero
Sarmiento, desde su perspectiva política, no los consideraba integrantes legítimos de la nación.

La Argentina estaba en una situación de crisis. Era un país desequilibrado. La mayor parte de sus habitantes
vivían diseminados en una gran extensión de territorio muy poco poblado y constituían una sociedad rural.
Sarmiento muestra, en los primeros capítulos del libro, cómo se forma un tipo humano único, resultado de la
naturaleza del país, su gran extensión, sus características geográficas (la Argentina era una gran cuenca
orográfica que desembocaba en el estuario del Plata). Este tipo humano era un paisano adaptado a la vida
inhóspita y difícil de las llanuras y los montes: el gaucho. La soledad del territorio, la falta de población, hacía
imposible, consideraba Sarmiento, la vida civilizada. En su concepto, civilización equivalía a vida urbana
moderna, y barbarie, a vida rural primitiva. Solamente la vida urbana moderna, tal como se daba en Europa
Occidental y en Norteamérica, podía ser foco de la civilización. Gracias a la concentración urbana el ser
humano podía acceder a una educación común popular, democrática y relacionarse con los otros hombres,
formarse sus propias ideas y tomar decisiones políticas responsables, como miembro de la civis.

Para Sarmiento el ser civilizado debía ser un ciudadano educado, vivir en sociedad, y luchar por sus ideales,
tal como él mismo lo hacía en su propia vida. Partiendo de estas ideas, hace en el Facundo el diagnóstico de
los males argentinos. Para fomentar este tipo de hombre, educado en las modernas disciplinas del saber
europeo: las ciencias, las humanidades, las artes, la literatura, la historia, había que crear la sociedad liberal
que, en 1845, con el tirano Rosas en el poder, no existía en Argentina. El sector liberal, que había alcanzado el
poder durante el gobierno unitario de Bernardino Rivadavia, el primer presidente, en 1826, sufría en esos
momentos un acoso constante. El tirano había hecho votar al pueblo en plesbicito, exigiéndole se le
concedieran poderes especiales: la suma del poder público, que equivalía a un renunciamiento de los derechos
políticos de la ciudadanía en favor del gobernador y su elevación a la tiranía absoluta, a la concentración de
todos los poderes del Estado en sus manos, eliminando la división de poderes y la contención de unos poderes
por otros. Había desaparecido la salvaguardia de la democracia representativa, el pueblo había abandonado
sus derechos en manos de un demagogo (Facundo 312).

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Sarmiento analiza las causas profundas del fracaso liberal: entiende que Facundo, Rosas y el caudillismo eran
consecuencia de la desintegración social argentina que los había precedido y hacía imposible una
organización política democrática y liberal. El gaucho era el ser semisocializado, emergente de las
condiciones anómalas, atípicas, de la sociedad nacional. La evolución social e histórica argentina,
eventualmente, conduciría a la superación de la barbarie y de su producto humano, el gaucho. Si Sarmiento es
terminante al considerar al gaucho como producto de la sociedad bárbara, no por eso deja de reconocer en el
gaucho múltiples cualidades, que darían mejores frutos una vez que éste se civilizara, es decir evolucionara,
transformándose en el hombre civilizado moderno. José Hernández, varios años despues, también defenderá
las ideas liberales, en la segunda parte de El gaucho Martín Fierro, 1879, cuando le hace decir a su narrador
que el gaucho debe tener familia, trabajo, educación y derechos, y someterse a la ley del estado liberal
(Martín Fierro 350). Los "hijos" de Fierro, como lo comprobamos en Don Segundo Sombra, ya no son
gauchos: son peones, trabajadores rurales en una sociedad rica y progresista.En Facundo esta transformación
aún estaba por hacerse.

Las cualidades más positivas del gaucho, cree Sarmiento, son la inteligencia natural que demuestra en el
ejercicio excelente de los trabajos rurales, la gran fe en su propio valor, que le permitió destacarse y triunfar
en las guerras de independencia, su privilegiada sensibilidad, su carácter imaginativo y poético (Facundo 63-
93). El gaucho, ese germen del argentino del futuro, es en todo sentido un ser extraordinario. La sociedad y
los malos gobernantes, con su egoísmo, conspiran contra él. Su personalidad, sin embargo, también muestra
aspectos negativos. Como ser bárbaro es un individuo cruel, cambiante, que pasa de la indiferencia a la ira, y
en lugar de reflexionar se deja llevar por sus institintos. Sigue ciegamente a sus jefes, sin pensar. Es víctima
de los caudillos. Estos, a su vez, son los jefes bárbaros bestiales y egoístas que gobiernan al grupo. Ponen sus
cualidades bárbaras al servicio de sus propios intereses. Son destructivos para la patria. Es imposible
constituir una sociedad moderna con individuos bárbaros.

Para Sarmiento una sociedad en desarrollo tiene que aspirar a tener instituciones sólidas y modernas. El
individuo aislado no contribuye a la formación social, es una fuerza disolvente. En el caso del gaucho, su
aislamiento no era total. La pulpería, el almacén de campo, proveía las condiciones para formar una base
social de agrupación (Facundo 95-105). Igualmente, las prácticas religiosas, aunque informales, creaban una
configuración espiritual especial en el hombre argentino. Las condiciones irregulares de la vida llevaban a la
constitución de una sociedad semicivilizada, bárbara. El gaucho participaba de la vida cultural y política de su
mundo rural bárbaro. Pero el ser nacional argentino debía evolucionar hacia el estado de civilización. Para
lograr esto las instituciones embrionarias: educativas, religiosas, políticas, debían transformarse en
instituciones funcionales y eficientes, representativas de los intereses del estado liberal. Hacía falta educar al
ciudadano del futuro, crear prácticas religiosas racionales, fundar partidos políticos democráticos y liberales.
El territorio argentino, desgraciadamente, estaba en esos momentos escasamente poblado. El ser argentino no
podía progresar solo, aislado. Era necesario poblar el territorio, formar núcleos sociales civilizados y
extenderlos a lo largo de todo el país.

Si bien Sarmiento defendió las ideas liberales, no perteneció a la primera generación liberal que había
liderado Bernardino Rivadavia, hasta su renuncia a la Presidencia de la nación en 1827 (Shumway 81-111).
Apoyando las ideas de los jóvenes intelectuales de la Asociación de Mayo, Sarmiento critica indirectamente
la nación unitaria del Presidente liberal Rivadavia y los unitarios que continuaron su partido, liderado en esos
momentos por Florencio Varela, el jefe de la Comisión Argentina de Montevideo (Facundo 343-7).
Sarmiento creía en un liberalismo no tan dogmático y doctrinario como había sido el primer liberalismo, el
nuevo liberalismo debía responder a las circunstancias históricas concretas del país. Mantuvo una posición
más relativista y abierta que la que habían sostenido los liberales Moreno, Monteagudo y Rivadavia:
Sarmiento consideraba necesario nacionalizar el liberalismo. Así, las formulaciones políticas debían surgir del
análisis de la realidad nacional. El Facundo es un ejercicio de observación crítica de la Argentina y de
planificación de una política futura adaptada a las necesidades del país real.

Sarmiento esboza un método de observación que resulta novedoso en Argentina: la historia biográfica. A
través de la biografía del proto-caudillo Facundo Quiroga Sarmiento trata de entender los mecanismos del
poder tiránico en la Argentina (Facundo 48). Facundo es un eslabón histórico de un proceso que no se ha
interrumpido, por cuanto su modo de dominio político se continúa en Rosas, el caudillo que emergió como el

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triunfador en la lucha de poder interregional y logró concentrar los hilos del poder en sus manos,
constituyéndose de hecho en un gobernante omnímodo, en un país que no estaba regido por una constitución.
Rosas demostró una gran habilidad para centrar el poder político en su persona y dirigir el Estado. Sarmiento
es un agudo observador, en la tercera parte del libro, de ese fenómeno político singular llamado Rosas. Según
Sarmiento, la mayor contribución política de Rosas a la República era la unificación del poder nacional bajo
su mando, resolviendo de hecho las tensiones regionales que amenazaban la integridad del territorio,
particularmente entre Buenos Aires, la ciudad puerto y las provincias del interior (Facundo 356). Gracias a
esa evolución ocurrida durante el mandato de Rosas, la República estaba en condiciones de tener un gobierno
unificado y, sobre todo, de darse una constitución nacional que no siguiera el mismo destino que las
anteriores, que fueron rechazadas por las provincias.

Sarmiento, como intelectual y político, creía en el poder de observación del estadista: su aproximación era
más práctica que doctrinaria. Defendía los principios liberales, sobre todo la necesidad de educar al pueblo
para tener una nación digna y libre. Era el Estado el que debía fundar escuelas y proveer la educación gratuita
y obligatoria de los ciudadanos. También era el Estado el que debía proyectar una política de desarrollo
nacional a largo plazo: la política egoísta y oportunista de Rosas no era suficiente para desarrollar el país, al
que mantenía en el atraso. Argentina era un país "medieval", manejado como una estancia de ganados por un
caudillo populista, abusivo e inescrupuloso (Facundo 323). Si Rosas había logrado con éxito unificar el país
había sido a expensas de las libertades de los ciudadanos, y después de ejercer el terror de Estado por largo
tiempo, y mantener a Argentina en pie de guerra constante. El gobierno liberal debía restituir esas libertades
civiles a los argentinos, sancionar una constitución nacional, una ley máxima común que estableciera el pacto
de existencia del país en forma definitiva.

Sarmiento explica claramente que, si bien el poder de los caudillos tuvo algunos aspectos positivos, éstos
fueron un mal para el país. Lo desgarraron en guerras civiles destructivas. Su idea del país futuro era muy
distinta a la que habían sostenido los caudillos. Compartía sus creencias acerca del Estado liberal con la
generación de jóvenes intelectuales de la Asociación de Mayo, que procuraban esbozar un proyecto nacional
desde el exilio en Chile y la Banda Oriental del Uuruguay. La interpretación liberal de estos jóvenes tenía sus
puntos débiles; eran en su mayoría estudiantes y periodistas, nutridos de lecturas europeas y norteamericanas,
idelistas que aún no se habían enfrentado con la realidad del gobierno. Creían que sólo ciertos ciudadanos
debían tener derechos políticos, desconfiaban del sufragio universal y defendían el voto restringido,
diferenciándose de los caudillos populistas. Rosas había practicado el sufragio universal y autorizado
plesbicitos populares, en los que votaban propietarios y no propietarios, independientemente de su etnia.
Cortejaba el apoyo político de los negros y las mujeres y hacía tratos con los indios. Sarmiento restringía la
participación política: sólo deberían votar las personas educadas en los valores de la democracia liberal. Era
un criterio elitista y antipopulista, que excluía sectores mayoritarios de la población.

Sarmiento desconfiaba de los elementos populares que componían la República: odiaba a los caudillos y a sus
gauchos, que políticamente los apoyaban y los defendían militarmente. Idealizaba el poder de la mente y del
intelecto para controlar racionalmente el futuro político del Estado. Su utopía política era voluntarista y
racionalista. Creía en la voluntad de acción de las minorías ilustradas. Estas minorías debían ejercer el
liderazgo político en la sociedad liberal futura.

Sarmiento ayudó a través del Facundo a enunciar el proyecto de un Estado liberal exitoso, contribuyendo a su
creación política. También propuso un método crítico efectivo para entender su sociedad. En lo estrictamente
cultural esbozó la teoría de un ser nacional original y con cualidades propias: el gaucho. La sociedad sui
generis en que vivía había producido este ser único, que estaba mucho más cercano a la naturaleza que el
hombre civilizado. Siguiendo a de Tocqueville, había aprendido a observar la sociedad manteniendo un cierto
distanciamiento con ésta, buscando objetividad: él no era un gaucho, ni sentía simpatía por el gaucho, sin
embargo logra explicarlo en sus aspectos sociales positivos y negativos. En este sentido, y como lo sostendrá
años después José Ingenieros, contribuye a crear y establecer la sociología argentina (Ingenieros 279).

Sarmiento pudo ver la historia y explicarla como resultado del enfrentamiento de fuerzas vivas, dinámicas.
Sus actores políticos: los caudillos y los unitarios, interpretan la lucha trágica por la supervivencia del más
apto en un medio hostil y peligroso. En su historia no prevalece el más justo, sino el más fuerte. Su ética

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respeta el egoísmo individual. Este egoísmo individual no era enteramente negativo, excepto cuando el poder
del egoísta era excesivo y se transformaba en un tirano injusto y violento. Ese mismo egoísmo, como lo vería
pocos años después en EEUU durante sus viajes, hacía posible tener municipalidades y gobiernos comunales
responsables y progresistas (Viajes 443-609). La sociedad mercantil tenía que depender del egoísmo creativo
y la libertad individual de sus integrantes. Pero tenía que ser un egoísmo responsable y los miembros de la
comunidad participar de la organización social. Sarmiento era un individualista, como lo serían luego muchos
de los héroes de la historia y la literatura argentina, como Bartolomé Mitre y José Hernández. El estado
burgués necesita de la voluntad y la libertad individual para realizar su potencial.

Si bien Sarmiento no escribió obras de literatura de ficción, sino ensayos, biografias, memorias y artículos
periodísticos, fue un agudo y temprano observador de los fenómenos literarios. Aunque el Facundo no analiza
en detalle la producción literaria e intelectual en el Plata, como lo haría poco después el libro de Echeverría
Ojeada retrospectiva..., presenta una manera original de observar y plantear el fenómeno literario. Para
Sarmiento la literatura no es producción exclusiva de la cultura letrada. Atento a los fenómenos de los
pueblos, y consciente del grado de analfabetismo que sufría el pueblo argentino, no por eso le niega su
capacidad literaria. Sarmiento registra el fenómeno de la poesía no sólo en su aspecto culto sino en el popular:
declara que el pueblo argentino tiene sus cantores propios y que el gaucho gusta de cantar (81). Es más, el
gaucho cantor tiene tanta popularidad entre los paisanos, que es reconocido y apreciado como tal (91).

Sarmiento reconoce el valor de la literatura nacional culta, como la poesía neoclásica de Juan Cruz Varela y la
poesía romántica de Esteban Echeverría. Cree que la obra de Varela poco agrega al "caudal de nociones
europeas"; Echeverría, en cambio, en "La cautiva", ha logrado inspirarse en la naturaleza americana.
Sarmiento considera que la naturaleza americana tiene que ser motivo de inspiración poética para el escritor
nacional. Cita el caso del novelista norteamericano Fennimore Cooper, en cuyas obras El último de los
Mohicanos y La pradera, la naturaleza tiene un papel protagónico (77) . Sarmiento reconoce la individualidad
de la experiencia americana, su originalidad histórica. América es un mundo nuevo y distinto, y ha producido
un nuevo tipo de hombre y una nueva cultura, y es este fenómeno singular el que registra su literatura. Entre
todos los géneros literarios, valora singularmente la poesía, y en su opinión "el pueblo argentino es poeta por
carácter, por naturaleza (78)". La naturaleza grandiosa, la enormidad del paisaje lo inspiran. Sarmiento
concibe así la literatura (como también la religión y la política) como un fenómeno social que genera una
práctica institucional. La literatura es parte integral del fenómeno de la cultura en general.

La educación oficia en su visión como el canal que logrará transferir la cultura de lo invidual a lo social, que
institucionalizará el saber y lo volverá útil para el pueblo y para la patria. El poder de producción cultural
radica en la esencia del hombre y del pueblo: hay literatura (culta) del hombre letrado, y poesía campesina del
pueblo pastor. Sarmiento vincula esta poesía campesina, que registra sucesos de la campaña, con la labor del
bardo medieval, cronista de su tiempo. Explica aquí un hecho singular: la Argentina, con su campaña bárbara
y sus núcleos urbanos civilizados, es una sociedad polarizada que vive en dos tiempos: "En la República
Argentina se ven a un tiempo dos civilizaciones distintas en un mismo suelo: una naciente, que sin
conocimiento de lo que tiene sobre su cabeza está remedando los esfuerzos ingenuos y populares de la Edad
Media; otra que sin cuidarse de lo que tiene a sus pies, intenta realizar los últimos resultados de la civilización
europea: el siglo XIX y el XII viven juntos; el uno dentro de las ciudades, el otro en las campañas (91)".

Sarmiento concibe la sociedad moderna como una sociedad inclusiva y abierta, que se proyecta
orgánicamente hacia el futuro. El deber del gobernante es conducir un proceso racional y ordenado de
gobierno. El Estado debe crecer según un plan racional a ser implementado por sus elites educadas en
beneficio de toda la población. Ese Estado, para Sarmiento, como para Alberdi y Echeverría, no es una
entidad aislada. Modernizarse es insertarse en el mundo y en la historia. De acuerdo a su criterio las
sociedades líderes son las europeas, pero, y tal como lo comprobaría personalmente en sus viajes, Estados
Unidos es el mejor ejemplo de desarrollo modernizador para las sociedades latinoamericanas, por cuanto el
proceso histórico estadounidense guarda mayores semejanzas con el de las repúblicas latinoamericanas que el
proceso de las sociedades europeas (Viajes 443-609). Frente a una Europa contradictoria, que restauraba las
monarquías, las repúblicas americanas se mostraron ávidas defensoras de las democracias y sus libertades.

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Para un pensador liberal como Sarmiento lo esencial era devolver al pueblo las libertades conculcadas por las
dictaduras de los caudillos. Una vez devueltas estas libertades, la sociedad argentina se proyectaría hacia el
futuro, después de superar ese escollo que era la sanción de una ley fundamental que constituyera
definitivamente al país como un estado común. Esa unidad, en la práctica, era un hecho y, paradójicamente, el
caudillismo había ayudado a unificar el territorio de la nación (Facundo 367-73). La barbarie había
contribuido a la futura civilización, porque formaba parte del proceso histórico evolutivo de los pueblos.
Proceso que marcaba a la historia argentina con el carácter de su cultura: el mundo del gaucho.

Sarmiento registra el fenómeno del gaucho y le da pleno valor en la cultura nacional. Pero la sociedad
argentina, dinámica, histórica, inevitablemente debía marchar hacia un futuro de desarrollo. Las fuerzas
económicas formarían una nación moderna, similar a las que poblaban el continente europeo y a la que ya
emergía con fuerza y singularidad en los Estados Unidos de Norteamérica. Si bien la campaña tuvo un peso
constitutivo en la vida nacional, la sociedad del futuro sería una sociedad urbana. El gaucho, de enorme peso
histórico, sería socialmente sería superado por el progreso. Quedaría como un representante de la nación
primitiva y bárbara. El argentino del futuro sería un individuo civilizado, urbano, educado, trabajador. Este
sueño, en 1845, cuando escribió el Facundo, parecía muy lejano. Pocos años después, él mismo y sus
compañeros de generación lo llevarán a la práctica, participando activamente en la vida política. Entonces
comprenderán también que el paraíso liberal tenía sus limitaciones.

La imagen del mundo nacional que más influencia tuvo en la formación de la cultura argentina no fue la que
Sarmiento político difundiera a través de sus discursos durante su presidencia, sino el mundo presentado en su
libro periodístico: el Facundo. Durante sus años de exilio chileno fue productiva e incansable la pluma de
Sarmiento; a Facundo le siguieron Viajes,1849; Recuerdos de provincia,1850; Argirópolis,1850; Campaña
en el Ejército Grande, 1852. Son los libros que aseguraron su gloria como escritor. Entre éstos fue Facundo,
escrito a los treinta y cuatro años de edad, su obra maestra, matriz polémica de una cultura que se vio a sí
misma como resultado de una ingente lucha vital histórica, en la que el ser nacional argentino buscaba
producirse para tener un destino propio en la historia de las naciones.

http://www.criticadigital.com.ar/impresa/index.php?secc=nota&nid=11840

La generación del 37

Veamos un ejemplo. El Iluminismo había implantado como modelo el jardín francés: geométrico, recortado
en sus bordes, con espacios claramente ordenados que no inundan al observador con sensaciones
desmesuradas sino que ofrecen espectáculos tranquilizadores y dominables para el sujeto que contempla. En
cambio, el romanticismo le opone lo que con Zygmunt Bauman podríamos llamar una suerte de sensibilidad
selvática, en la cual la naturaleza se ha hecho extraordinariamente compleja, confusa, sobrecogedora.
Veremos que en el Facundo la pampa argentina será construida por Sarmiento según este canon de lo sublime
romántico.

Trasladando estas nociones al plano socio-cultural, el romanticismo valorará lo auténtico, lo propio, lo


idiosincrático, es decir, lo original y distintivo de cada cultura y cada nación, en contraposición al
cosmopolitismo ilustrado. Valorará asimismo a los llamados “simples” es decir, aquellos que están más cerca
de la naturaleza y de la tierra, como los campesinos, cuya ignorancia en cuestiones intelectuales se ve
compensada y superada por su saber instintivo, natural, espontáneo, incontaminado con los falsos
refinamientos de la civilización. Desplegará por ende una búsqueda de esos datos primigenios de cada cultura,
y abrirá sus puertas a los cantos populares, a las poesías campesinas, al folklore. Asimismo, proveerá a cada
cultura de un pasado épico, prestigioso, que se hunda –como se dirá– “en las brumas del pasado”. Pintará con
colores atractivos los espacios exóticos, apelando al reservorio de mitos que Oriente siempre ha ofrecido a los
occidentales. Por fin, pondrá el acento en los usos y costumbres de cada nación, ante los cuales deben rendirse
las importaciones de otras zonas culturales, propugnando en consonancia que las leyes deben adecuarse a esas

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particularidades. De hecho, ésta será la crítica de la Generación del 37 a los unitarios, a los rivadavianos, a
quines reprocharán haber sido pura razón y no haber tenido un ojo clavado en las entrañas de su propia
realidad americana.

Por otra parte, el historicismo romántico, frente a la historia vista como un proceso de civilizaciones que
avanzan de manera homogénea y unilineal, introduce la noción de que cada nación es una totalidad en sí
misma, que posee una finalidad en sí, y que por ende cada una vale tanto como cualquier otra. Para sostener
esto último el filósofo alemán Johann G. Herder acuñó una consigna ilustrativa: “Todos los pueblos están
igualmente cerca de Dios”. Esta afirmación rompe radicalmente con la idea del progreso iluminista, con la
idea de un desarrollo en el tiempo a través del cual las sociedades van evolucionando hacia la realización de
ciertos valores como el saber, la virtud, la felicidad, etcétera. Y además rompe con la creencia en una historia
unilineal según la cual todas las naciones están condenadas a seguir los mismos cursos de desarrollo, aquellos
ya recorridos por las naciones más avanzadas.

La selección de tópicos, géneros y problemáticas que se realizará dentro de este modelo, está determinada en
buena medida por un tipo de romanticismo que se desarrolla en un país donde la cultura política está
configurada por la presencia de discursos republicanos y por referencias constantes al proceso revolucionario
vivido. Por ejemplo, la exacerbación del yo y de todo aquello que definía las experiencias existenciales en la
vida de los seres humanos –tan poderosas en el romanticismo europeo– en el Río de la Plata se vio obturada
por la presencia de valores que privilegiaban lo público por encima de lo privado. De hecho, en una serie de
textos programáticos escritos entre 1837 y 1839, sus miembros definirían su misión como la de completar en
el plano intelectual la revolución que en el plano material había sido realizada por la generación anterior.

Luego de un período durante el cual alientan ciertas expectativas positivas hacia el régimen de Juan Manuel
de Rosas, los miembros de esta generación ingresan en una activa política de oposición que los llevará al
exilio –Bolivia, Brasil y especialmente Chile y Montevideo–, de donde regresarán luego de la batalla de
Caseros de 1852. Al respecto, apelemos a las Memorias del general Paz para encontrar la formulación desde
el campo antirrosista de la problemática que en esos años enfrentaba a los bandos políticos en el Río de la
Plata:

“No sería inoficioso advertir que esa gran fracción de la república que formaba el Partido Federal no combatía
solamente por la mera forma de gobierno. Pues otros intereses y otros sentimientos se refundían en uno solo
para hacerlo triunfar. Primero: era la lucha de la parte más ilustrada contra la porción más ignorante. Segundo:
la gente del campo se oponía a la de las ciudades. Tercero: la plebe se quería sobreponer a la gente principal.
Cuarto: las provincias, celosas de la preponderancia de la capital, querían nivelarla. Quinto: las tendencias
democráticas se oponían a las miras aristocráticas y aun monárquicas. Todas estas pasiones, todos estos
elementos de disolución y anarquía, se agitaban con una terrible violencia, y preparaban el incendio que no
tardó en llegar.”

http://home.wlu.edu/~barnettj/Holding/01/phillipsg/sigloXIX_romanticismo.htm

El romanticismo hispanoamericano
La ruptura con la rigidez y la imitación clásica del neoclasicismo ocurrió con el advenimiento del movimiento
romántico al final del siglo XVIII en Europa. Aunque el romanticismo ya se extendió por toda Europa, el
movimiento no comenzó en Hispanoamérica hasta 1830. Al principio del romanticismo hispanoamericano la
literatura enfocó en la reforma mientras los escritores románticos buscaban un escape de la turbulencia
política y social de la época. El romanticismo hispanoamericano se asociaba casi exclusivamente con el
liberalismo de los autores europeos como el francés Victor Hugo que los conservadores como Chateaubriand.
Los elementos principales del estilo romántico incluyeron el subjetivismo, el sentimentalismo y la libertad
artística. El amor y la pasión, la muerte trágica, la libertad del individuo, la devoción patriótica y la

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independencia eran los temas esenciales en el movimiento, aunque el romanticismo hispanoamericano
también se enfocó en los temas del indio y el esclavo y la historia política. Los románticos rechazaron el
lenguaje convencional de los neoclásicos y renovaron el estilo lingüística con los regionalismos y el habla del
pueblo indígena.

El escritor argentino José Mármol publicó lo que se considera el vivo ejemplo de la novela romántico en 1851
en Uruguay. La novela, Amalia, critica la dictadura del gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel Rosas, y la
brutalidad de su gobierno. La historia se enfoca en los dos protagonistas, Eduardo Belgrano y su novia
Amalia. Belgrano es miembro del partido Unitario que se opene al partido de los Federales controlado por
Rosas. Después de casarse con Amalia, Belgrano se mata por los Federales en la casa de ella. La trama enfoca
principalmente en el ambiente de la violencia y el terror que existió en Buenos Aires durante la época rosista.

La novela más popular durante la época del romanticismo fue María (1867), escrita por el autor colombiano
Jorge Isaacs. El tema de esta novela es el amor imposible y la pasión trágica . El joven Efraín narra esta
historia y relata con gran emoción como se enamora con la bella muchacha María y la felicidad que encuentra
con ella. Predomina el espíritu trágico, sin embargo, porque María sufre de epilepsia y no puede casarse con
Efraín por su fragilidad. Al fin Efraín vuelve al pueblo y descubre que su querida María ya ha fallecido; su
amor, sin embargo, todavía dura. Se notan claramente la vitalidad de los personajes y las fuerzas emotivas que
los controlan, demonstrando el sentimentalismo que evoca la historia romático.

El argentino Esteban Echeverría, como su contemporaneo José Mármol, describe la crueldad de la dictadura
rosista en sus obras. Echeverría se considera el iniciador del movimiento romántico en Hispanoamérica y sus
poemas, cuentos y novelas reflejan su oposición fuerte a la tiranía de Rosas. El autor creía que la obligación
del escritor era luchar contra la ignorancia que pudiera permitir una dictadura como la de Rosas. En su cuento
El matadero Echeverría describe como el hombre común puede comportarse en la misma manera del dictador
cruel que lo controla. La acción tiene lugar en un matadero que ya no funciona. Es Cuaresma pero los
<<estómagos privilegiados>>, o los seguidores de Rosas, continuan comer la carne. El matadero se abre al
terminar el Cuaresma y solamente un toro se escapa del cuchillo; este toro rebelde simboliza la independencia
que no puede existir bajo Rosas. El protagonista central, sin embargo, es el joven unitario que tiene que sufrir
por sus creencias políticas y su aparienca físico. El joven solamente puede escaparse de la esclavitud de su
sociedad por la muerte y al fin muere como un héroe romántico.

La poesía gauchesca
El gaucho fue la inspiración profunda de muchas obras durante la época romántica. Dos autores argentinos
destacados, Domingo Faustino Sarmiento y José Hernández, representaron la figura del gaucho en dos
maneras distintas en sus obras.

Sarmiento publicó su obra más famosa, Facundo o civilización y barbarie, en 1845. El escritor presenta su
imagen del bárbaro- el enemigo verdadero de la civilización- por el protagonista gauchesco de la obra, Juan
Facundo Quiroga. Sarmiento enfoca en la brutalidad y la ignorancia del gaucho argentino y presenta Quiroga
y su vida campesina como un símbolo de las fuerzas contra el progreso y las reglas de la sociedad civilizada.
Domingo F. Sarmiento, fotografía de Culver Pictures.

A diferencia de la descripción del gaucho de Sarmiento, Hernández presenta el gaucho como un víctima de
los abusos de la autoridad central. En sus dos largos poemas narrativos, La ida de Martín Fierro (1872) y La
vuelta de Martín Fierro (1879), Hernández enfoca en los valores y las costumbres del gaucho. El autor detalla
la vida del gaucho con mucha nostalgia y respeto; El gaucho y su modo de vivir representa no la barbarie de
Sarmiento, pero lo bueno de la civilización misma según Hernández.

http://www.oni.escuelas.edu.ar/olimpi97/Literatura-Argentina/Etapas/Romanticismo/ROMANT~1.HTM

E1 8 de julio de 1830 publicó La Gaceta Mercantil un poema -"El regreso"- de un joven argentino llegado
recientemente desde Francia. Era algo inesperadamente nuevo y con sabor a nuevo. El joven compatriota

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poco tardó en hacerse conocer: se llamaba Esteban Echeverría.
Con él ingresaba en nuestro país la sensibilidad romántica, que acababa de imponerse en Europa occidental.
Toda una constelación de nombres de ensayistas, poetas, dramaturgos, novelistas, de Alemania, Inglaterra y
Francia especialmente, había logrado remozar airosamente a la literatura Schlegel, Staél, Chateaubriand,
Lamartine, Hugo, Scott, Byron, entre otros cien más, liberaron a las llamadas bellas letras de las inflexibles
normas tradicionales que los neoclásicos habían acatado y venerado. A partir de aquí solo contarán la
espontaneidad, el auténtico lirismo, la expresión de los sentimientos.
Como dijo uno de ellos, lo único que había que hacer era seguir los consejos de la naturaleza, de la verdad de
la inspiración. Tras ardorosas polémicas con los sostenedores de rígidos sistemas de preceptiva, el
romanticismo, al destruir viejas fachadas, agrietadas sin piedad por el tiempo, logró insuflar nueva vida al arte
que se exteriorizó audaz, exuberante, avasallador. El éxito fulminante de repercusión en el público -éste
comprendió sagazmente el sentido progresista de la novedad- fue decisivo en el triunfo del romanticismo.
Conviene puntualizar aquí -aunque todo esto se verá detenidamente cuando se estudie la obra de Echeverría
y otros románticos- que el surgimiento y el triunfo del romanticismo está vinculado con las luchas que los
pueblos europeos sostenían entonces por ensanchar la concepción del liberalismo y aún por concretar la
personalidad nacional. "La independencia en materia de gusto es complemento necesario de la libertad
individual", escribió Vitet. O como lo precisó mejor aún Víctor Hugo: "El romanticismo, si se lo considera en
su aspecto militante, no es otra cosa que el liberalismo en literatura".
El romanticismo literario adquirió una dimensión social (romanticismo social) que, si bien no fue transitada
por muchos hombres de letras, revela la enorme trascendencia que podía implicar el compromiso.
La renovación intelectual del romanticismo abría insospechados horizontes, que trascendían por cierto los
puramente literarios. La solidaridad con las luchas populares, la exaltación de lo nacional y la fe ilimitada en
el progreso de la humanidad constituían de por sí toda una revolucionaria concepción de la vida durante la
primera mitad del siglo XIX.
Echeverría trajo a nuestro país ese contagioso entusiasmo del romanticismo. Su acción, en este sentido, será
estudiada aparte y en forma particular. Por ahora, es preciso señalar que, junto con Alberdi y Gutiérrez, no
dejó de buscar el apoyo de los estudiantes universitarios.
Tras varios intentos precursores de organización -entre ellos el más recordable fue la Asociación de Estudios
Históricos y Sociales, de efímera vida allá por 1833-, surgió en 1837 el Salón Literario, del que fue entusiasta
impulsor otro joven, Marcos Sastre, comerciante en'libros, quien al efecto prestó su casa.


Al cabo de varios meses culminaron las actividades del Salón Literario con una serie de disertaciones que
pronunció Echeverría, donde hizo un rninuncioso inventario de los factores negativos culturales y socio-
económicos que frenaban el progreso nacional, y verificó el divorcio tremendo entre los propósitos
transformadores de la Revolución de Mayo y la agobiante realidad, perduración de la Colonia. Y al señalar el
puente ideológico que siempre nos liga a Europa, puntualizó que no se trataba de adoptar premisas extrañas
sino de adaptarlas a nuestra específica peculiaridad nacional.
En cuanto a la literatura, sostuvo que la misma no puede desentenderse del medio social que la engendra. Era
enemigo de poemas y prosas que no dejan rastro alguno en el corazón ni en el sentimiento. Siguiendo estas
huellas dirá a su vez Alberdi que la literatura debe atender "al fondo más que a la forma del pensamiento, a la
idea más que al estilo, a la belleza útil más que a la belleza en si'. Quedaban echadas entre nosotros las bases
del compromiso del intelectual para contribuir a transformar la sociedad. Conscientemente toda la literatura
romántica fue milicia. Echeverría, en 1837, se consagró como el orientador de una generación, y esto se
pondrá de relieve cuando en esta Historia se lo estudie detenidamente. Hay que consignar que en su tiempo el
Salón suscitó reacciones diversas.
Otra faceta abierta en el Salón Literario fue la crítica a la herencia americana de España. Se hizo allí un
implacable y sombrío inventario de nuestro déficit cultural. varios artículos aparecieron en los diarios de la
época para replicar estos planteos que, a su entender, significaban una temeraria negación de toda la
producción de las letras españolas. Haciendo abstracción de las generalizaciones apresuradas que
evidentemente se deslizaron en la tribuna del Salón, lo notorio es que cuanto se proponían señalar allí era la
necesidad de lograr la independencia cultural como complemento indispensable de la soberanía política
conquistada en los campos de batalla.
Sobrevivían aún tradiciones, costumbres, cultura, legislación, instituciones, de la época colonial. La primera
etapa de tina reorientación por nuevos cauces de nuestra vida intelectual implicaba un análisis crítico que
iluminaría convenientcmente la ulterior tarea de construcción sobre bases nuevas y auténticamente nacionales.

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