Allí vivió Miguel Ángel durante meses, colaborando con el corte y el transporte
de los bloques de roca hasta Florencia para la iglesia de San Lorenzo. Y buena
parte del mármol que cubre las fachadas de iglesias en ciudades vecinas como
Lucca y Pisa, ha provenido de Pietrasanta. No obstante, a pesar de la incesante
minería sostenida durante siglos, las canteras parecen nuevas. Lo cual es
sorprendente, pues el mármol está hecho de conchas marinas utilizadas, y la
mente se crispa al pensar que toda la región, con sus montañas colosales y sus
colinas ondulantes, estuvo cubierta bajo agua hace milenios.
Botero es uno de los artistas más prolíficos del siglo XX. Por lo general, a
diferencia de lo que sucedía en el Renacimiento, el artista moderno es escultor,
pintor, dibujante o acuarelista. Botero, en cambio, semejante a otro caso
excepcional, Picasso, parece una locomotora de trabajo que no cesa de buscar
nueva formas de expresión.
El piso está cubierto con el polvo de los yesos que el artista pule y pule hasta
quedar satisfecho. Hay una caneca llena de barro, un atomizador con agua
para que el barro no se seque, y una colección de utensilios de trabajo, como
instrumentales de cirugía, desgastados por el uso. En las paredes hay
fragmentos de pintura al fresco. Estos son ensayos que Botero realizó, con un
esfuerzo brutal por dominar la técnica original del siglo XIV, para pintar dos
frescos enormes. "El cielo y el infierno" y "La puerta del paraíso", en la iglesia
de La Misericordia.
Por lo general, la jornada de trabajo se extiende sin pausa hasta las ocho de la
noche. Sin embargo, hay tardes en que Botero sale en vespa, las pequeñas
motos que abundan en Italia, para visitar las fundiciones y averiguar cómo van
sus esculturas.
Uno de los planes favoritos del artista es salir a comer con su familia o amigos.
Pietrasanta, como toda la Toscana, es famosa por su comida exquisita. Botero
es un hombre puntual, y a las nueve salen todos de la casa y descienden por la
loma empinada que desemboca en la plaza del pueblo.
Botero siempre ordena "grappa", el licor que caldea las entrañas con su sabor
fuerte a madera seca, semejante al aguardiente. Es común en esos momentos
que la conversación gire alrededor del arte. El es un hombre de opiniones
sólidas, se mueve como pez en el agua por la historia de la pintura, y de la
misma manera que resalta la grandeza de las obras de antaño, creadas por
maestros como Giotto, Bellini o Piero dellaFrancesca, lamenta la aridez del
panorama actual, y no es raro que afirme con cierta indignación: "este fin de
siglo es el más pobre y estúpido desde el punto de vista de la creación
artística".
Manos como esta (Museo Botero en Bogotá), la vemos enfrente del Museo de
Ciencias Naturales del Paseo La Castellana en Madrid.