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SISTEMA ENDOCRINO

Generalidades.- El sistema endocrino, junto con el sistema nervioso, es uno de los sistemas de integración y
coordinación entre los diversos componentes del organismo. Comprende órganos o glándulas endocrinas, y
estructuras glandulares caracterizadas por carecer de conductos excretores y vaciar sus productos u hormonas
directamente al torrente sanguíneo. Esta modalidad de secreción hace necesario que tanto las glándulas como las
estructuras glandulares más pequeñas estén provistas de abundantes vasos sanguíneos, principalmente capilares, los
que rodean íntimamente a las células glandulares. Es característico además, que las células glandulares no
muestren polarización funcional, es decir en ellas no se distinga un compartimiento luminal y otro baso-lateral, ya
que –salvo excepciones (tiroides)—el proceso de elaboración y vaciamiento de la secreción se puede realizar por
cualquiera de sus caras. En algunas ocasiones, sin embargo, puede existir polaridad funcional invertida. Ello
sucede cuando las células glandulares vierten su producto hacia los espacios intercelulares vecinos, pero están
insertadas en un epitelio de revestimiento constituyendo estructuras glandulares paracrinas (ver más adelante
células enteroendocrinas y neurosecretoras en aparatos digestivo y respiratorio).
En relación a esto último, al sistema endocrino pertenece un gran número de agrupaciones celulares distribuidas en
diversos órganos y aparatos (riñón, gónadas, paredes de los aparatos digestivo y respiratorio, entre otros). A estas
agrupaciones celulares menores o a células endocrino-paracrinas aisladas se les incluye dentro de un sistema
endocrino difuso (APUD). También pueden considerarse parte del sistema endocrino a órganos cuya facultad de
liberar secreciones hacia la sangre es sólo una de sus múltiples funciones (hígado, timo). Sin embargo, en este
capítulo se tratará sólo aquellos órganos cuya función es solamente endocrina y que forman órganos independientes
rodeados de una cápsula conjuntiva. Estos son la hipófisis, la tiroides, las paratiroides, las suprarrenales y la
epífisis, a las que agregaremos los islotes de Langerhans o páncreas endocrino, que si bien forman parte de otra
glándula, son estructuras perfectamente delimitadas. Aunque el parénquima de la mayor parte de estos órganos es
epitelial, sus orígenes embrionarios son diversos, y ocasionalmente (neurohipófisis, epífisis) pueden estar
estructurados por tejido nervioso. Ello constituye un nexo anatómico-histológico importante entre sistema
endocrino y nervioso, debido a que generalmente el primero es controlado por el segundo, y es índice de la estrecha
relación funcional existente entre ambos sistemas.

HIPÓFISIS

Características generales.- Se comenzará el estudio del sistema endocrino con la hipófisis, ya que ejemplifica la
anteriormente citada relación funcional entre el sistema nervioso y el endocrino. La glándula hipófisis o
pituitaria es un órgano pediculado, de tamaño semejante al de un garbanzo, por lo general algo mayor en el sexo
femenino (durante el embarazo puede duplicar el peso de la hipófisis masculina), que emerge de la base del
diencéfalo o cerebro medio y que se aloja en una depresión del esfenoides o silla turca. Está formada por dos
lóbulos rodeados por una delgada cápsula conjuntiva: uno anterior, de estructura epitelial, la adenohipófisis,
originado por invaginación del ectoderma de la cavidad bucal primitiva (bolsa de Rathke), y otro posterior, de
tejido nervioso (neuroectoderma), originado por evaginación del piso del diencéfalo y conocido como
neurohipófisis (ver figura sobre desarrollo embrionario). El lóbulo anterior consta a su vez de una zona de mayor
volumen conocida como pars distalis, de una pars tuberalis que se proyecta desde la pars distalis principalmente
sobre la cara anterior del tallo hipofisiario y de una zona intermedia o pars intermedia situada entre la
adenohipófisis y la neurohuipófisis. El lóbulo posterior, por su parte, está formado por la pars nervosa o proceso
infundibular, que constituye la casi totalidad de la neurohipófisis, y por el tallo hipofisiario o infundíbulo que lo
comunica con la eminencia media y el piso del tercer ventrículo.
Pars distalis.- Esta región está formada por células epiteliales glandulares redondeadas o poligonales debido a
compresión mutua, que se disponen en forma de nidos o acúmulos esferoidales e irregulares denominados
glomérulos, rodeados por abundantes capilares fenestrados de aspecto sinusoidal. Ocasionalmente también
pueden hacerlo en forma de folículos o cavidades esferoidales pequeñas, con contenido coloide, las que parecen
representar zonas en donde parte de la secreción y/o sus moléculas precursoras o transportadoras, se ha vertido a
los espacios intercelulares sin ser captada inicialmente por los capilares. Desde el punto de vista de su afinidad
tintorial al microscopio óptico, se describen dos tipos de células glandulares: las cromófilas, cuyos gránulos de
secreción muestran afinidad por diversos colorantes, y las cromófobas, cuyo citoplasma aparece desprovisto de
gránulos o éstos están en muy pequeña cantidad, por lo que aparecen menos teñidas o bien con su citoplasma claro
o sin teñir.
Células cromófilas.- Aunque se describe generalmente que tienden a disponerse en la periferia de los acúmulos o
glomérulos y por lo tanto en contacto directo con los capilares a los que vierten la secreción, ello no ocurre
siempre así. Algunas de ellas muestran afinidad por colorantes de la gama del rojo o anaranjado (eritrófilas) y se
conocen como acidófilas, ya que inicialmente se tiñeron con colorantes ácidos como la eosina, mientras que otras
toman colorantes de la gama del azul o violeta (cianófilas) aunque también pueden teñirse de rojo con el método de
APS o PAS (ácido peryódico-reactivo de Schiff) y, del mismo modo, se les denomina basófilas, sin serlo
realmente. A pesar de ello, estos nombres no del todo correctos se han seguido utilizando en la práctica.
Células acidófilas.- Debido a que existen notorias diferencias entre las distintas especies y muchas veces las
descripciones se basan en animales de experimentación, lo que sigue debe interpretarse sólo como orientación
y fundamentado principalmente en lo observado en humanos. Las células denominadas generalmente “acidófilas”
constituyen aproximadamente un 35 % del total de células glandulares de la pars distalis. Son células relativamente
grandes (20 um de diámetro) y provistas de granulaciones citoplasmáticas que se tiñen intensamente con algunos
colorantes ácidos (eosina, anaranjado G), pero también básicos (safranina, azocarmín). El tipo de afinidad tintorial
se debe probablemente al diferente grado de solubilidad o difusibilidad de las moléculas de los colorantes en el
producto contenido en los gránulos, que en todos los casos son hormonas polipeptídicas. Aunque antiguamente
se les subdividía justamente en base a sus diferentes afinidadades tintoriales y se les nominaba con diversas letras
griegas, hoy se ha generalizado el uso de la hormona producida (o su sigla, derivada generalmente del inglés),
como base para su denominación. De este modo, se distinguen células somatotropas (antiguas células alfa)
liberadoras de somatotrofina (STH o GH, del inglés: growth hormone), y células PRL, mamotropas o lactotropas,
(antiguas células epsilón) productoras de prolactina (LTH, ing.: lactotrophic hormone). Estas células difieren entre
si no sólo por sus afinidades tintoriales sino por el tamaño de sus gránulos y otras características de estructura fina
que no entraremos a analizar aquí.
Células basófilas.- Son células de contorno algo más irregular, cuyo tamaño frecuentemente es mayor que el de
las células acidófilas (25-30 um de diámetro). Su citoplasma presenta granulaciones finas que se tiñen con algunos
colorantes básicos como la hematoxilina, o ácidos como el azul de anilina. Sus gránulos presentan también
afinidad por colorantes que tiñen glucoproteínas (APS), ya que gran parte de las hormonas producidas por estas
células son de naturaleza glucoproteica. Lo mismo que a las acidófilas, se las clasificó inicialmente en base a su
afinidad por los colorantes, determinándose que existen al menos tres sub-variedades, las beta 1, beta 2, delta y
gama. Sin embargo, también se ha demostrado que cada uno de estos tipos celulares produce una determinada
hormona, por lo cual se ha implantado definitivamente la nominación basada en el producto elaborado. Así a las
células beta 1 se las conoce como adrenocorticotropas, ya que producen adrenocorticotrofina o corticotrofina
(ACTH), y a las beta 2 tirotropas, por liberar tirotrofina (TSH). En cuanto a las células delta y gama se las ha
denominado en general gonadotropas, pues son las encargadas de producir gonadotrofinas como la hormona
folículo estimulante (FSH), (ver histofisiología) y la hormona luteinizante (LH, y estimulante de las células
intersticiales o ICSH cuando es referida al sexo masculino).
Células Cromófobas.- Aparentemente pueden representar hasta un 50 % del total de células glandulares de la pars
distalis, aunque, realmente, su número es mucho menor. Ello se explica porque muchas células que pueden ser
consideradas cromófobas al microscopio óptico, son realmente células cromófilas, especialmente basófilas,
provistas de una menor cantidad de granulaciones; si se excluye a éstas, el número de células verdaderamente
cromófobas, es decir totalmente desprovistas de gránulos, desciende hasta poco más de un 1 %. Hay que
considerar también que diversos estados fisiológicos condicionan una variación de estos porcentajes. Estas células
son más pequeñas que las células cromófilas y su función no está absolutamente definida. Sin embargo, se les
considera generalmente como células indiferenciadas de reserva, capaces de transformarse gradualmente en las
diversas variedades de células cromófilas. o bien –lo que parece más probable-- células cromófilas en reposo o
inactividad transitoria luego del vaciamiento de sus gránulos. Estas células también pueden disponerse en
acúmulos folículares, es decir en grupos que delimitan una cavidad central.

También se han detectado células, aparentemente no secretoras, que pueden estructurar estructuras foliculares y también emitir
prolongaciones que se disponen entremedio de las demás células glandulares (células folículoestrelladas). La presencia de filamentos
citoesqueletales formados por proteína ácida fibrilar, presente en células neuróglicas, permite suponer que se trate de células de soporte
derivadas de la neuroglia situada en el lóbulo posterior. No obstante, se desconoce hasta el momento su significado funcional.

Pars Tuberalis.- Esta región está formada por cordones de células glandulares cuboidales o prismáticas,
ligeramente basófilas, entre las que se hallan algunas gonadotropas y adrenocorticotropas, situadas en medio de
abundantes capilares de disposición longitudinal. También se pueden hallar grupos de células aplanadas, con pocos
signos de actividad, así como algunas células acidófilas pequeñas. Salvo la producción de pequeñas cantidades de
adrenocorticotrofina y gonadotrofinas, a esta zona no se le ha detectado ninguna actividad particular. Sin embargo,
en muchas de sus células se ha hallado receptores para melatonina, la hormona de la glándula epífisis (ver más
adelante), desconociéndose aún las razones de ello.
Pars Intermedia.- Aparte de algunas células ACTH, adrenocorticotropas o corticotropas, esta región muestra
células aplanadas o cuboidales, sin mayores signos de actividad glandular, rodeando cavidades o folículos con un
contenido coloide. Sin embargo, ni en las células ni en el contenido de estos folículos se ha detectado la presencia
de hormonas, por lo que pueden ser considerados más bien pseudofolículos o cavidades quísticas producidas
durante el desarrollo embrionario de la glándula (restos de la primitiva cavidad de la bolsa de Rathke). En otros
vertebrados (anfibios y reptiles) y en algunos mamíferos, esta región está más desarrollada y, al menos en los
primeros, produce MSH u hormona melanocito-estimulante, que regula la dispersión de los gránulos
pigmentados de los melanocitos, provocando variaciones en la pigmentación de la piel. En la especie humana esta
hormona no parece tener mayor significación funcional, al menos en condiciones normales (ver más abajo*), si
bien también se han detectado pequeñísimas cantidades de ella. Estas pequeñas cantidades forman parte de un
precursor presente en los gránulos de las células ACTH, una molécula compleja nominada pro-opiomelanocortina
que se halla también en las células ACTH de la pars distalis, pero que sólo aquí parece formar cantidades
detectables de MSH. Al respecto, en la pars distalis, pars intermedia y, probablemente también en la tuberalis, la
pro-opiomelanocortina se descompone en ACTH o adrenocorticotrofina (su principal producto, de allí la
terminación cortina derivada de corticotrofina), un opiáceo, la beta endorfina (opio), así como en algo de MSH
(melano) y, previamente, en una molécula precursora de otros neurotransmisores (encefalina) y de las dos ultimas
hormonas citadas, la beta lipotropina. (*) Por lo tanto hay que hacer notar que la mayor pigmentación de la piel
durante la enfermedad de Addison (aumento en la secreción de ACTH por degeneración de la corteza suprarrenal)
está relacionada con la mayor liberación de MSH.

Histofisiología de la adenohipófisis.-Como se habrá podido apreciar, en la adenohipófisis y particularmente en la


pars distalis, se elabora un número relativamente alto de hormonas, las que son producidas en forma independiente
por cada uno de los tipos celulares descritos.
Somatotropina u hormona del crecimiento (STH o GH). Desde hace mucho se pensaba que esta hormona era
producida por células acidófilas, ya que en el gigantismo o acromegalia, enfermedad que causa un crecimiento
exagerado del esqueleto por aumento excesivo en la producción de STH, se advierte una enorme proporción de
células con gránulos acidófilos. Posteriormente, utilizando métodos inmunocitoquímicos, se comprobó que esta
hormona es liberada por una de las dos variedades de células acidófilas (células alfa) es decir por las células STH o
somatotropas. La somatotropina actúa a través de un factor hepático, la somatomedina o factor de crecimiento
simil insulina I, promoviendo la multiplicación de los condrocitos del disco epifisiario (ver osificación condral).
Prolactina, mamotropina u hormona lactotrófica (PRL).- Esta hormona, que estimula la producción de leche
por las glándulas mamarias al término del embarazo (período de lactancia) es liberada por el segundo tipo de
células acidófilas, las antiguamente conocidas como células eta o épsilon (que se vio inicialmente aumentaban
durante la lactancia) y que actualmente se conocen como células PRL o mamotropas. Lo mismo que la
somatotrofina, esta hormona actúa directamente sobre sus receptores, a diferencia del resto de las hormonas, que lo
hacen indirectamente a través de la estimulación de otras glándulas endocrinas. Se libera, en diversa proporción, en
ambos sexos, pero se discute aún su función en el sexo masculino.
Tirotropina u hormona tirotrófica (TSH).- Esta hormona, que estimula el proceso secretor en la glándula
tiroides, y a través de ello incrementa el metabolismo, especialmente oxidativo, es producida por las células
basófilas beta 2, células TSH o tirotropas.
Hormona folículoestimulante o gonadotropina folículoestimulante (FSH).- Esta hormona estimula la
producción de células foliculares en los ovarios y la producción de espermios en los testículos, por lo que, en
general, interviene favoreciendo el proceso de maduración de los gametos. Se ha comprobado que es producida
por una de las variedades de células basófilas (células delta), conocidas como células FSH o folículoestimulantes.
Hormona luteinizante (LH) o estimulante de las células intersticiales (ICSH).- Estas gonadotrofinas, que
promueven la formación del cuerpo lúteo en el ovario, y estimulan la secreción de las células intersticiales que
producen testosterona en el testículo, son producidas por células basófilas tipo delta o gama: las células
gonadotropas. Su función, por lo tanto, está relacionada con la producción de andrógenos y de estrógenos o sus
precursores (ver aparato genital).
Hormona adrenocorticotropa, corticotropina o corticotrofina (ACTH).- Esta hormona estimula la síntesis de
corticosteroides por las glándulas suprarrenales, interviniendo indirectamente en el metabolismo de los
carbohidratos y en el equilibrio hidrosalino (ver funciones de la corteza suprarrenal). Además como subproductos
se liberan pequeñas cantidades de otras hormonas o neurotransmisores (MSH, endorfina, encefalina). En la especie
humana es producida por las células beta 1, células ACTH o corticotropas.
Los diversos métodos empleados para detectar la formación de hormonas, basados en la patología, la histoquímica, la estimulación o
inhibición específica por fármacos de acción reconocida, y la inmunohistoquímica (marcación de anticuerpos producidos contra la
hormona en estudio por otra especie animal), no siempre han dado resultados similares en las diferentes especies, incluso de
mamíferos. Es por ello que los hallazgos logrados por los primeros estudios, realizados en ratas, difieren en cierto grado de los
realizados posteriormente en humanos. De allí las diferencias en los datos suministrados por algunos textos, especialmente los más
antiguos.

Neurohipófisis.- Tanto la pars nervosa o proceso infundibular como el tallo hipofisiario o infundíbulo tienen
estructura histológica semejante. Ambas regiones están rodeadas por una cápsula fibrosa derivada de la piamadre
cerebral, que envía hacia el interior algunos delicados tabiques por donde corren los vasos sanguíneos mayores. El
parénquima de la neurohipófisis está formado por tejido nervioso, pero por un tejido nervioso muy particular, ya
que no existen cuerpos neuronales, sino solo fibras nerviosas o axones de neuronas y células de neuroglia. Las
fibras nerviosas son axones amielínicos de neuronas cuyos cuerpos celulares se hallan en núcleos o acúmulos
neuronales del hipotálamo, parte del diencéfalo, (núcleos supraóptico, paraventricular y otros) desde donde emiten
las prolongaciones largas que bajan a través del tallo hipofisiario hasta la pars nervosa, constituyendo el haz
hipotálamo-hipofisiario. Los axones presentan abultamientos en su recorrido o en sus terminaciones, a manera de
grandes botones sinápticos llenos de grandes vesículas que contienen neurosecreción (vesículas peptidérgicas) y
algunas pequeñas vesículas sinápticas claras provistas de acetilcolina. Los botones terminales se adosan a los
tabiques conjuntivos y hacia los capilares hacia los cuales vacían su producto. Las dilataciones más grandes
pueden hacerse visibles al microscopio óptico con tinciones adecuadas, denominándose cuerpos de Herring. Los
productos visualizados en estos cuerpos no son, sin embargo solo hormonas, sino además enzimas lisosomales y
una proteína transportadora, la neurofisina, a la que, últimamente, se considera una molécula precursora con
función endocrina específica, pero aún desconocida. Las células de neuroglia son semejantes a los astrocitos (ver
tejido nervioso), pero probablemente debido a su disposición entre los haces de fibras nerviosas, su cuerpo es
frecuentemente alargado o irregular (en un comienzo se describieron varios tipos morfológicos que deben
corresponder a diferentes estados funcionales). A estas células neuróglicas se les conoce como pituicitos
(nominación derivada de glándula pituitaria, antigua denominación de la hipófisis, que aún hoy es a veces
utilizada). Estos pituicitos, aparte de su función de soporte y aislamiento, probablemente intervengan en otros
fenómenos, como ser el transporte y liberación de la neurosecreción hacia los capilares.
Histofisiología de la neurohipófisis.- El lóbulo posterior produce dos hormonas de efecto directo, la oxitocina,
(gr. oxys: rápido, tokos: nacimiento), que activa la contracción de la musculatura lisa durante el parto, y la
vasopresina u hormona antidiurética (ADH), que actúa sobre los tubos colectores renales, aumentando su
permeabilidad y permitiendo la reabsorción de agua, con lo que se concentra la orina (una falla en su producción
provoca la eliminación de grandes cantidades de orina con alto contenido en agua, patología conocida como
diabetes insípida). Aparte de ello produce también una serie de polipéptidos o factores de regulación, que
controlan la producción de las hormonas por parte de la adenohipófisis. Estos factores, también conocidos como de
descarga o liberación, o bien como inhibidores, según aumenten o disminuyan la función de las células glandulares
correspondientes, provienen también del hipotálamo, especialmente del núcleo arcuato, y a través de ellos el
sistema nervioso regula la función de prácticamente todas las glándulas endocrinas, al menos de todas aquellas
controladas por las secreciones de la pars distalis.

Irrigación de la Hipófisis, sistema porta hipofisiario.- Las arterias hipofisiarias superiores e inferiores,
suministran ramas para la adenohipófisis y el tallo hipofisiario, así como para la neurohipófisis, respectivamente.
En el primer caso, estas ramas se dirigen, luego de suministrar algunas colaterales a la pars distalis, hacia la pars
tuberalis, la eminencia media y el tallo hipofisiario. Las redes capilares allí formadas, confluyen en vénulas que se
devuelven hacia la pars distalis, de manera que ésta recibe sangre arterial y sangre venosa derivada del lóbulo
posterior. Por su parte, la arteria hipofisiaria inferior, luego de capilarizarse en la neurohipófisis, vierte su sangre
hacia venas que se dirigen también hacia la pars distalis, de tal modo que los factores de regulación hipotalámicos
llegan por este sistema porta (vena-capilar-vena, llamado así por analogía con el tipo de vascularización derivado
de la vena porta en el hígado) hasta las células glandulares de la pars distalis, donde ejercen finalmente su función.

TIROIDES

La glándula tiroides, nominada así por su relación con el cartílago del mismo nombre (gr. thyreos: escudo), está
ubicada en la parte anterior del cuello, un poco por debajo del cartílago tiroides, y está formada por dos lóbulos
unidos por un estrecho itsmo.
La tiroides se origina en la base de la lengua, por una proliferación del endodermo en el agujero ciego, situado entre el
tubérculo lingual medio y la eminencia hipobranquial. El agujero ciego se deprime dando origen a un tubérculo tiroídeo que
se hunde en el mesénquima y luego a un cordón epitelial, el conducto tirogloso, que crece desde su origen en dirección
caudal. Aparte de ello, la cuarta bolsa faríngea contribuye con un pequeño esbozo epitelial, el cuerpo últimobranquial, que
incorpora a la glándula las células parafoliculares (ver más adelante).

Como casi todas las glándulas, la tiroides está rodeada por una cápsula conjuntiva que envía delgadas
prolongaciones hacia el interior, pero éstas no forman tabiques bien definidos, sino que se resuelven en el estroma
fino que rodea las unidades glandulares sin separarlas en verdaderos lobulillos. Las unidades glandulares están
formadas por células epiteliales cuboidales que delimitan cavidades, como sucede en los adenómeros de las
glándulas exocrinas. Sin embargo, estas unidades esferoidales carecen de comunicación con el exterior, y se
conocen como folículos tiroídeos. Tales formaciones, que miden entre 0.05 y 0.5 mm de diámetro, contienen en
su interior el producto elaborado por las células que los forman, el coloide tiroídeo. El epitelio que reviste estos
folículos, forma un revestimiento monoestratificado cuyas células o células foliculares varían en altura desde la
cuboidal baja o aplanada hasta la prismática, de acuerdo a diferentes estados funcionales. El núcleo de estas células
es esférico y central, y su citoplasma aparece bien teñido con los colorantes comunes (acidófilo-basófilo), debido a
la presencia de un abundante retículo endoplásmico rugoso (RER). El coloide es acidófilo y positivo a la reaccción
de APS o PAS, debido a su contenido glucoproteico, pero su densidad puede variar debido al estado funcional de
las células foliculares, de modo que puede encontrarse retraído en el interior si su consistencia es menor o se halla
en un estado de mayor fluidez (etapas de secreción activa y reabsorción), o bien llenando casi por completo la
cavidad si se encuentra en un estado de mayor densidad (acumulación o reposo transitorio).

En algunas alteraciones patológicas del tiroides (bocio), en donde puede haber hiperfunción o hipofunción del epitelio glandular, el
aspecto microscópico de los folículos varía enormemente, pudiendo aparecer hiperactivos, con epitelio cúbico alto o prismático (bocio
parenquimatoso) o por el contrario, distendidos por el coloide acumulado, pero revestidos por un epitelio plano hipofuncional (bocio
coloide). En este último estado, a pesar del aumento en el volumen de la glándula, (la hipófisis libera una gran cantidad de TSH en un
intento por aumentar la síntesis hormonal), existen síntomas de hipotiroidismo, ya que la secreción se acumula en el interior de los
folículos debido a la imposibilidad de que se formen las hormonas activas por falta del necesario aporte de yodo (ver histofisiología).

En medio del tejido conjuntivo que rodea los folículos, se hallan grupos de células glandulares que pueden
corresponder también a cortes tangenciales de los mismos folículos, pero que con cierta frecuencia corresponden a
un tipo celular diferente, productor de una hormona, la calcitonina, que regula la concentración de calcio en la
sangre, disminuyéndola. Estas células se conocen como células parafoliculares (gr. al lado o contiguas a los
folículos) y se encuentran más frecuentemente en las mismas paredes de los folículos, situadas a modo de cuña
entre las células foliculares, pero sin contactar con la superficie interna de estas estructuras. Estas últimas células
son redondeadas y más pálidas que las foliculares, por lo que también han recibido la denominación de células “C”
o claras.
Estructura fina de las células glandulares.- Al microscopio electrónico de transmisión, las células foliculares
muestran --tal como se adelantó al describir los folículos-- un retículo endoplasmico bien desarrollado, en especial
un RER, lisosomas y cortas microvellosidades apicales. Durante el proceso de reabsorción del coloide es frecuente
que aumente la longitud de las microvellosidades, y las cisternas de RER aparezcan algo dilatadas por la secreción.
La reabsorción del coloide se realiza por pinocitosis o por emisión de pseudópodos que engloban trozos del
producto. Una vez en el citoplasma celular el colode captado es incluido en fagosomas o vesículas de transporte a
las que se vierten las enzimas que, finalmente, descomponen el coloide en las moléculas hormonales que lo forman
(ver histofisiología). En ciertos casos también puede haber liberación de enzimas hacia la cavidad folicular, lo que
facilita el paso de la secreción al interior de la célula, pero la mayor parte de los fenómenos que se realizan a nivel
de la interfase célula folicular-coloide, se refieren a la incorporación del yodo que forma una parte fundamental de
las hormonas tiroídeas. En cuanto a las células parafoliculares, éstas muestran gránulos de secreción pequeños
(100 a 180 nm de diámetro) por lo que no son visibles al microscopio óptico, dando a estas células un aspecto
pálido semejante a las cromófobas de la adenohipófisis.
Histofisiología.- Las hormonas producidas por la tiroides son compuestos yodados, y la relativa escasez de este
elemento es la razón de que la secreción se realice por etapas, ya que el yodo debe irse incorporando gradualmente
al coloide antes de que las hormonas puedan ser liberadas. Las hormonas tiroídeas tienen un efecto estimulador
sobre la actividad metabólica, especialmente sobre los procesos oxidativos celulares, y reciben su nombre de
acuerdo al número de átomos de yodo presentes en su molécula, a saber: mono y diyodo tirosina, tri y tetra yodo
tironina o tiroxina. Estas dos últimas son las hormonas activas, si bien la triyodotironina tiene un efecto hormonal
un poco mayor que la tiroxina. El coloide tiroídeo no contiene las hormonas como tales, sino formando parte de un
complejo molecular denominado tiroglobulina, una glucoproteína de alto peso molecular, que debe ser
segmentada por acción enzimática dando origen a las moléculas mas simples de las hormonas que la constituyen.
Así, si luego de la segmentación enzimática se acoplan una molécula de monoyodotirosina mas una de
diyodotirosina se forma la triyodotironina, si dos de diyodotirosina, la tetrayodotironina o tiroxina. Como las
hormonas activas son las únicas que se vacian en condiciones normales a la circulación sanguínea, llas moléculas
iniciales pueden no ser reconocidas por el sistema inmunitario si llegan a verterse a la circulación durante ciertas
enfermedades inflamatorias del tiroides (tiroiditis autoinmune). Resumiendo, el proceso de elaboración de las
hormonas pasa por las siguientes etapas: a) producción de la tiroglobulina y acumulación de esta en el interior del
folículo, b) incorporación gradual del yodo a la tiroglobulina, lo que se realiza al interior del folículo, en la
superficie de las células foliculares, c) captación de la tiroglobulina yodada por fenómenos de pinocitosis o
fagocitosis, d) incorporación de la tiroglobulina yodada a vesículas o fagosomas en el citoplasma celular, e) unión
de los fagosomas con los lisosomas y vaciamiento de la enzimas para descomponer el producto, y f) liberación de
las hormonas activas (triyodotironina y tiroxina) a los capilares perifoliculares.
Las células parafoliculares, por su parte, producen calcitonina o tirocalcitonina, hormona que disminuye la
calcemia, obrando en consecuencia en forma opuesta a las hormonas de la paratiroides (ver a continuación). Se
desconoce aún las razones, si hay algunas aparte de las estrictamente embriológicas, por las cuales se asocian las
células parafoliculares con el parénquima tiroídeo.en lugar de hacerlo con el de las paratiroides.

PARATIROIDES

Las paratiroides son glándulas pequeñas, ubicadas dentro o en las inmediaciones de la tiroides. En la especie
humana tienen un tamaño semejante a un grano de trigo y se disponen en dos pares, situados por fuera y detrás de
la tiroides, junto o dentro de su cápsula, en relación con su parte media y su polo inferior. La cápsula conjuntiva
que las envuelve envía algunos tabiques, o bien se resuelve de inmediato en un estroma muy delicado, provisto de
algunas células adiposas, por el que corren los vasos sanguíneos y que sirve de trama de soporte a las células
glandulares. Las células epiteliales de la glándula se disponen en acúmulos y cordones generalmente
anastomosados, constituyendo una red irregular, entre la cual se hallan los capilares fenestrados de que está
abundantemente provista. De acuerdo con sus características al microscopio óptico, se distinguen dos tipos de
células: principales y oxífilas.
Células principales.- Son elementos poligonales pequeños (alrededor de 10 um de diámetro), provistos de núcleos
redondos ubicados centralmente, y de un citoplasma pálido, ligeramente granular, algo más teñido en algunas
células que en otras. De acuerdo a lo anterior, se distinguen dos tipos de células principales, que se han
denominado claras y oscuras. Las células “oscuras”, aparte de aparecer con su citoplasma más teñido, muestran a
veces gránulos de pigmento de desgaste (lipofucsina) y escasa cantidad de glucógeno.; las claras, por el contrario,
muestran un citoplasma francamente pálido, vacuolar, debido agrandes acúmulos de glucógeno. Al microscopio
electrónico de transmisión, las células oscuras tienen algunos gránulos de secreción pequeños, y cisternas de RER;
por su parte las células claras, aparte de glucógeno, muestran muy pocos gránulos y un menor desarrollo del
retículo endoplásmico y del Golgi.
Células oxífilas.- Las células oxífilas (o acidófilas) son de mayor tamaño y mucho más escasas que las células
principales.. Su citoplasma se tiñe en forma homogénea o finamente granular con colorantes ácidos tipo eosina. Al
microscopio electrónico se comprueba que el citoplasma tiene partículas dispersas de glucógeno y está desprovisto
de gránulos de secreción. Igualmente, su retículo endoplásmico y su aparato de Golgi están muy poco
desarrollados, pero –curiosamente—están dotadas de abundantes mitocondrias, muchas de ellas de gran tamaño, las
que causan su marcada acidofilia citoplasmática y pueden ser confundidas al m. óptico con gránulos de secreción..
Histofisiología.- Las paratiroides producen una hormona, la hormona de la paratiroides o paratormona, que
regula la cantidad de calcio en la sangre, aumentándola, y provocando con ello movilización de las reservas de
calcio de los tejidos (tejido óseo). Su acción es regulada por la calcitonina de la tiroides, que tiene efecto opuesto.
La acción hormonal se ejerce por estimulación de los osteoblastos, los que a su vez reclutan osteoclastos por medio
de citoquinas y les inducen a reabsorber matriz ósea, con lo que se liberan sales de calcio a la circulación. La
paratormona también aumenta la absorción de calcio por el epitelio intestinal, fenómeno que está relacionado con
la modificación de la vitamina D, que se transforma en su forma activa (Vit. D3 o dihidroxicolecalciferol). Las
células claras y oscuras parecen ser sólo diferentes estados funcionales de la misma célula glandular; de acuerdo
con esta interpretación, las primeras, que tienen un mayor desarrollo de sus organoides y mayor cantidad de
gránulos de secreción, son las células activas, mientras que las segundas corresponden a estados de reposo o
inactividad. Con respecto a las células oxífilas, éstas aparecen recién avanzada la niñez, y aumentan con la edad
del individuo, siendo más abundantes en los ancianos. Ello, y el hecho de no haberse detectado que produzcan
ninguna hormona, favorece la suposición de que se trata de estados de degeneración celular, sin ninguna actividad
específica. Persiste la duda, sin embargo, de cuáles serían los factores que explicarían sus grandes y abundantes
mitocondrias.

Las paratiroides se originan por proliferación del endoderma de la tercera y cuarta bolsas faríngeas. La tercera bolsa, más
cefálica, da origen en su extremo superior o cefálico a las paratiroides inferiores, y la cuarta, más caudal, a las superiores. Las
razones de este aparente contrasentido se deben a que al descender el esbozo del timo --que se origina, lo mismo que las
paratiroides inferiores, de la tercera bolsa, pero de su extremo caudal-- y situarse en la línea media por debajo de la glandula
tiroides, arrastra consigo a las paratiroides inferiores, situándolas en el polo inferior de dicha glándula.

PÁNCREAS ENDOCRINO O ISLOTES DE LANGERHANS

El páncreas endocrino está representado por masas o formaciones irregulares, de hasta 0.5 mm de diámetro,
distribuidas en medio de los acinos pancreáticos. Estas formaciones, que han recibido el nombre de islotes de
Langerhans, están ubicadas principalmente en la cola del páncreas, en cantidad cercana a un millón.
Estructura microscópica.- Al microscopio óptico se advierte que cada islote está formado por un estroma muy
fino, provisto de abundantes capilares, en medio del cual se disponen grupos y cordones entrelazados o redes
irregulares de células glandulares relativamente pequeñas. De acuerdo a sus características morfológicas, a las
células del parénquima se las divide, al menos, en tres variedades principales: A, B, y D (en algunas especies, pero
no en la humana, existe también una cantidad pequeña de células C). Las células A (o alfa) son las de mayor
tamaño y tienen contornos más redondeados, pero su característica más notable es la presencia de finas
granulaciones citoplasmáticas, que se tiñen de rojo con algunos colorantes ácidos tipo eosina. Las células B (o
beta) son algo más pequeñas e irregulares, y su citoplasma aparece provisto de gránulos de secreción muy finos,
apenas visibles al microscopio óptico como unidades delimitables, y que se colorean con ciertas lacas de
hematoxilina. Estas propiedades tintoriales de los gránulos de ambas variedades principales fue la causa de su
denominación como células A (acidófilas) y B (basófilas). Junto a las células A y B, en la mayor parte de las
especies, incluyendo la humana, se encuentra un pequeño número de células D (delta), cuyos gránulos
citoplasmáticos se tiñen con sales de plata o con colorantes tipo azul de anilina. También se ha hallado otros tipos
celulares en cantidad muy reducida, que representan, en conjunto, menos del 10 % del total de células glandulares
del islote; entre éstos merecen citarse las células F (o PP) y algunas variedades de células enteroendocrinas como
las células G. Al microscopio electrónico de transmisión, es posible distinguir todos estos tipos celulares
principalmente por las características morfológicas de sus gránulos secretores (ver inserto a continuación).

Las células A tienen gránulos de aproximadamente 300 nm de diámetro con contenido denso que llena el contorno del gránulo. Las B
presentan gránulos de tamaño similar, pero provistos de formaciones cristaloides de contorno variable, que en consecuencia no ocupan
todo el perímetro membranoso del gránulo. Debido a ello, el tamaño de los gránulos parece ser menor cuando se los observa al
microscopio óptico. Las células D tienen gránulos de tamaño algo mayor, con contenido de baja o mediana densidad. En cuanto a las
células F , sus gránulos son esféricos, pero muestran un núcleo central rodeado de un amplio espacio aparentemente vacío, sin
densidad electrónica. Los otros tipos celulares tienen las características de las células similares halladas en el tubo digestivo.

Histofisiología.- Se ha demostrado, mediante métodos inmunocitoquímicos, que las células B contienen insulina
(lat. insula: isla) hormona que interviene en el metabolismo de la glucosa, disminuyendo su nivel en la sangre y
favoreciendo su depósito como glucógeno hepático. Del mismo modo, las células A producen glucagón, hormona
de efecto opuesto a la insulina, que eleva la glicemia y estimula la glucogénesis por parte del hígado. La
importancia de la secreción de insulina, deriva del hecho de que es la única hormona que tiene un efecto
hipoglucemiante, existiendo en cambio otras (glucocorticoides por ejemplo) que tienen al respecto un efecto similar
al del glucagón. Las células D producen somatostatina, hormona de efecto paracrino, que inhibe la secreción, tanto
de las células A como de las B. En cuanto a las células F, no se ha dilucidado aún su función, aunque se sospecha
que su producto, el polipéptido pancreático (de allí la denominación de células PP) podría inhibir o regular la
secreción enzimática del páncreas. Las células G, a veces también presentes, producen gastrina (ver ap. digestivo).

La alteración en la secreción o el efecto de la insulina produce la enfermedad conocida como diabetes (diabetes mellitus). Esta
patología se puede deber a disminución en el número de células B y la menor producción de insulina, lo que afecta principalmente a los
jóvenes y se conoce como diabetes tipo I o insulino dependiente, o bien a la menor sensibilidad de los tejidos a la insulina, y que afecta
principalmente a los adultos, después de los 40 años. En este segundo tipo de alteración, conocida como diabetes tipo II o no insulino
dependiente, la producción de insulina puede ser normal o incluso estar aumentada.
Los islotes de Langerhans derivan, hacia el tercer mes, de los mismos esbozos endodermicos que forman el páncreas exocrino.
GLÁNDULA SUPRARRENAL

Las glándulas suprarrenales, ubicadas una sobre cada riñón, son glándulas compuestas como la hipófisis, que
resultan de la reunión de dos tejidos con diferente origen y estructura. La corteza suprarrenal --de ubicación
periférica-- es de origen mesodérmico, mientras que la médula –central-- deriva del neuroectoderma,
particularmente de la cresta neural (ver desarrollo embrionario). Se da aquí, por lo tanto, una situación análoga a
la que ocurre en la glándula hipófisis, en donde hay una parte netamente glandular y otra nerviosa, si bién en el
caso de la hipófisis ambas tienen origen ectodérmico. Lo mismo que en dicha glándula, la estrecha relación
anatómica de ambas estructuras suprarrenales tiene una significación funcional que será discutida más adelante (ver
histofisiología). Es de hacer notar, sin embargo, que tal relación se logra sólo en los vertebrados superiores, ya que
en los peces, ambas glándulas, corteza y médula, están anatómicamente separadas.

Corteza suprarrenal.
La corteza constituye la mayor parte de cada glándula suprarrenal. Es un órgano morfológica y funcionalmente
complejo, en el que se producen varias hormonas esteroidales de importancia vital, cada una de ellas elaborada en
lugares bien definidos del parénquima glandular.
Estructura microscópica.- En la corteza suprarrenal se pueden distinguir tres regiones. Yendo desde la cápsula
fibrosa hacia el interior, estas regiones son: la zona glomerular, la fasciculada y la reticular. En todas ellas hay
células glandulares con un retículo endoplásmico liso (REL) desarrollado, ricas en inclusiones lipoides y rodeadas
por un estroma fino, reticular, provisto de abundantes capilares fenestrados irregulares. La zona glomerular es
relativamente pequeña en extensión, y está inmediatamente por debajo de la cápsula conjuntiva que envuelve al
órgano. Está formada por células epiteliales dispuestas en acúmulos redondeados o en arcos irregulares; sus
células son relativamente pequeñas, cuboidales o prismáticas, con citoplasma ligeramente basófilo, ya que aparte
del desarrollo del REL, están provistas de algunos ribosomas y cisternas de RER dispersas, pero –lo mismo que las
demás células glandulares de la corteza-- carecen de gránulos de secreción. Esta zona se continúa generalmente en
forma gradual con la región siguiente, fasciculada. En la especie humana, el límite con la zona fasciculada es
poco preciso, pero se advierte que las células aumentan notoriamante de tamaño y se transforman en elementos
poliédricos, de citoplasma frecuentemente vacuolado por la presencia de abundantes inclusiones lipídicas. Los
lípidos de estas inclusiones, al disolverse en las preparaciones histológicas, le dan al citoplasma un aspecto
vacuolar o esponjoso característico, por lo que dichas células se conocen también con el nombre de espongiocitos.
Lo que motivó el nombre dado a esta región, es la disposición de sus células en columnas o fascículos de dirección
perpendicular a la cápsula periférica, y separadas por amplios capilares dispuestos longitudinalmente. Al
microscopio electrónico, los espongiocitos muestran, aparte de las grandes inclusiones características, un notable
desarrollo del REL, mitocondrias con crestas tubulares y la presencia de algunos acúmulos circunscritos de RER.
Esta región es la más extensa de las tres y, al menos en la especie humana, ocupa aproximadamente un 70 % del
volumen cortical. La zona reticular, la más interna, tiene proporcionalmente un escaso desarrollo, aunque puede
tener una extensión ligeramente mayor en el sexo femenino. Se caracteriza porque sus células vuelven a hacerse
pequeñas, pierden sus gotas de lípido o éstas se hacen muy escasas, y se disponen en redes o en acúmulos
irregulares separados por capilares unidos en forma de red. Sus células se distinguen también porque
frecuentemente presentan inclusiones de pigmento lipocromo o “gránulos de lipofucsina” (inclusiones con
contenido heterogéneo, derivadas de desintegración de mitocondrias y otros organoides), lo que imparte una
tonalidad parduzca (café-rojiza) a esta zona al ser observada al microscopio óptico.

Histofisiología de la corteza suprarrenal.- Se ha comprobado que la división anatómica de la corteza, se debe a


una especialización funcional. Así, la zona glomerular es el lugar en donde se sintetizan los mineralocorticoides,
hormonas encargadas del balance de electrolitos --especialmente del Na+ y K+-- tanto intra como
extracelularmente, y, en consecuencia, de la regulación del equilibrio hídrico y del volumen del líquido intersticial.
La más importante de estas hormonas es la aldosterona, que promueve la reabsorción de Na+ por la parte
contorneada del tubo distal del nefrón (también por la mucosa gástrica y las glándulas salivales y sudoríparas) y la
excreción de K+ por los riñones. Como consecuencia de la retención de sodio, aumenta el volumen de los líquidos
extracelulares y, por consiguiente, la presión sanguínea al pasar el exceso de plasma intersticial hacia la sangre
(aumento de la volemia). Esta hormona actúa en relación al sistema renina-angiotensina (ver histofisiología renal).
La zona fasciculada, es el lugar de producción de los glucocorticoides (corticosterona e hidrocortisona) ,
hormonas esteroidales que regulan el metabolismo de los carbohidratos, específicamente de la glucosa. La
hidrocortisona o cortisol, la más importante de dichas hormonas, aparte de promover la polimerización de
glucógeno a partir de glucosa (glucogénesis), aumenta el catabolismo de las proteínas e inhibe la síntesis proteica
en muchas células, con el fin de que los aminoácidos sean utilizados para aumentar la producción de glucógeno en
el hígado. Este fenómeno de formar glucógeno a partir de otras moléculas diferentes a la glucosa, recibe el nombre
de gluconeogénesis. Ello, finalmente, provoca la liberación de mayor cantidad de glucosa hacia la sangre, pero
también inhibe los fenómenos inflamatorios por estabilización de los lisosomas y disminución en la producción de
muchas linfocinas e interleucinas, llegando en condiciones extremas, si el exceso de producción de corticosteroides
se mantiene, a dar por resultado una atrofia de los órganos linfoides.

Todo lo anterior señala que la finalidad de los glucocorticoides es proporcionar energía, sean cuales fueren las consecuencias de ello. Tal
hecho se logra principalmente por un incremento de la glucosa circulante (hiperglicemia) ya sea mediante glucogénesis o
gluconeogénesis, lo que –como se comprenderá—tiene un efecto diabetógeno y catabólico. La acción de los glucocorticoides a nivel
celular se traduce en una modificación de la transcripción del DNA en el RNA mensagero para la síntesis de algunas proteínas,
inhibiéndose o modificándose profundamente la síntesis de las mismas. Ello explica la acción antiinflamatoria e inmunodepresora de
estas hormonas, de allí que se las puede utilizar, en forma sintética, para disminuír y/o controlar los fenómenos inflamatorios e
inmunitarios cuando ello está indicado (reacciones inflamatorias no controlables por otros medios, alergia, enfermedanes autoinmunes).

En cuanto a la zona reticular, ella produce algunos esteroides de efecto levemente androgénico y anabólico,
cuya importancia funcional no se ha precisado, si bien es posible que su liberación esté relacionada también con los
fenómenos de emergencia que parecen condicionar el aumento en la producción hormonal de toda la corteza
suprarrenal y particularmente de la médula (ver más adelante). En lo que existe consenso, sin embargo, es que las
moléculas de estos esteroides (entre los cuales también pueden haber algunos estrógenos) pueden utilizarse para la
síntesis de otras hormonas esteroidales, ya que todas ellas derivan de un precursor común, el colesterol, y su
estructura química es muy semejante. A esto se debe que en la superficie de las células glandulares de la corteza
suprarrenal, existan receptores para LDL (lipoproteínas de baja densidad, transportadoras de colesterol hacia los
tejidos) y que en mayor o menor grado, todas ellas presenten inclusiones o gotas conteniendo colesterol y otros
lipoides relacionados, los que son utilizados gradualmente para la síntesis de las diferentes hormonas.

Médula suprarrenal.- La médula suprarrenal está formada por cordones o acúmulos de células de aspecto
epitelial, que por su origen e inervación, (reciben fibras nerviosas pre-ganglionares), deben considerarse neuronas
transformadas. Estas células son esferoidales, poliédricas o cuboidales y de mayor tamaño que las células de la
zona reticular de la corteza adyacente, pero se alteran con mucha rapidez después de la muerte, por lo que con
frecuencia aparecen con contorno irregular, estrellado, o vacuolizadas, dejando por lo tanto mayores espacios entre
ellas, lo que junto con su mayor basofilia citoplasmática, se constituye en un modo de diferenciarlas al microscopio
óptico. Estas células se caracterizan también por presentar gránulos de secreción pequeños y difícilmante visibles
al microscopio óptico, pero que se tiñen de pardo con sales de cromo (como el bicromato de K presente en algunos
fijadores), por lo que se conocen generalmente como células cromafines. Esta característica (reacción cromafín) se
debe a la oxidación y polimerización de las catecolaminas contenidas en sus gránulos, los que difieren en la
densidad y en la disposición de su contenido cuando son observados al microscopio electrónico de transmisión (*).

(*) Todos los gránulos miden cerca de 0.2 um de diámetro y son redondeados, pero en algunas células tienen un contenido muy denso,
algo separado de la membrana que lo contiene, mientras que en otras, el contenido es de menor densidad. Mediante procedimientos
histoquímicos e inmunocitoquímica se ha determinado que las primeras contienen noradrenalina y las segundas, adrenalina. En la especie
humana predominan estas últimas.

Entre las células glandulares existe una red de capilares, un delicado estroma de soporte y grandes vasos venosos a
los que drena no sólo la sangre arterial propia, proveniente de la médula suprarrenal, sino también sangre venosa
procedente de la corteza. La causa de esta suerte de “sistrema porta adrenal” se verá a continuación (ver
histofisiología). Entre las células glandulares o parenquimatosas (cromafines), que a diferencia de las neuronas
verdaderas carecen de prolongaciones neuronales, se hallan algunas neuronas típicas o células ganglionares, cuyos
axones se extienden hacia la corteza suprarrenal, probablemente para modificar el funcionamiento de las células
glandulares de esa zona e inervar los vasos sanguíneos, y pueden continuar fuera de la glándula hasta formar parte
de los nervios esplácnicos.
Histofisiología.- En general, la secreción de catecolaminas por la médula suprarrenal, potencia el efecto de la
estimulación ortosimpática, ya que las células glandulares o cromafines pueden considerarse neuronas que han
retraído sus prolongaciones, y los neurotransmisores que normalmente se liberan a través de los axones son
acumulados en su cuerpo celular para ser vertidos hacia la sangre. Al vaciarse adrenalina --la principal de estas
hormonas-- a la circulación, se eleva la presión sanguínea, aumenta la frecuencia cardiaca y se bombea una mayor
cantidad de sangre, en especial hacia la musculatura esquelética. Por el contrario, las funciones parasimpáticas,
tales como las que estimulan el proceso digestivo, se inhiben, y hay vasoconstricción de algunos territorios, entre
ellos la piel. Todo lo anterior, prepara al individuo para la lucha o la huída, es decir para situaciones transitorias de
emergencia.

Desde hace mucho se sabe que la reacción tensional, de alarma psicofisiológica o estrés (del inglés: stress) provoca una gran descarga de
adrenalina por la médula suprarrenal, pero se comprobó también que las reacciones causadas por el estrés se deben en gran medida a una
mayor producción de glucocorticoides por la corteza de esta glándula. Aunque no está relacionada directamente con ello, en cierto modo
también la aldosterona está implicada, ya que la reabsorción de Na+ y el aumento de la presión sanguínea condiciona a la musculatura
esquelética para reaccionar con rapidez ante una emergencia. Todo lo anterior, unido a la relación anatómica entre ambas partes de la
suprarrenal, hizo sospechas alguna relación funcional entre ellas. Tal suposición quedó confirmada al demostrarse que el cortisol y
hormonas similares, aparte de aumentar la producción de energía mediante la elevación de la glicemia (con lo que favorecen dichas
reacciones de emergencia) , actúan indirectamente al activar una enzima que interviene en la transformación de la noradrenalina en
adrenalina, la hormona más efectiva en este proceso. Al respecto es preciso recordar que la sangre venosa de la corteza, que contiene las
hormonas corticales, se vacía en los vasos de la médula (sistema porta adrenal). Ambas zonas --corteza y médula-- en consecuencia,
favorecen un mayor gasto momentáneo de energía, para salvar una situación difícil. La estimulación anormal y continua puede, sin
embargo, favorecer la aparición de diversas patologías de origen psicosomático.

Desarrollo embrionario de la glándula suprarrenal.- Alrededor de la quinta semana de vida embrionaria, el


mesoderma intermedio forma una condensación celular o primordio de la corteza fetal primitiva y células provenientes
de la cresta neural inician su migración acercándose al citado primordio. Posteriormente, células mesodérmicas cercanas
a la cresta urogenital (que dará origen a las gónadas y al riñón) proliferan por fuera del primordio de la corteza fetal,
constituyendo la corteza definitiva, que a la séptima semana ya constituye un 70% de toda la zona cortical de la glándula.
Casi en forma paralela a este proceso, las células derivadas de la cresta neural se introducen por dentro de la corteza fetal,
dando origen a la médula suprarrenal. De este modo, la corteza se origina inicialmente de dos proliferaciones celulares
mesodérmicas diferentes aunque cercanas (corteza fetal y corteza definitiva o permanente), pero de ellas sólo la última
persiste en su totalidad, ya que la corteza fetal es reemplazada prácticamente por completo, persistiendo sólo hasta cierto
punto, ya que lo hace transformada en la capa reticular, o capa más interna de la corteza. Por su parte, la médula se forma
a partir del ectoderma neural, de allí que las células cromafines tengan algunas características funcionales semejantes a las
neuronas simpáticas y que existan algunas neuronas ganglionares entremedio de las mismas. Al respecto, células
semejantes a las cromafines y del mismo origen, pero ubicadas en lugares diferentes, forman acúmulos denominados
paraganglios, los que junto con la médula suprarrenal constituyen el sistema cromafín y se consideran parte del sistema
endocrino difuso APUD (células que captan y decarboxilan precursores amínicos).

EPÍFISIS O GLÁNDULA PINEAL

El nombre de epífisis con que se conoce a esta glándula, deriva de su ubicación anatómica con respecto a su origen
como evaginación diencefálica. Al respecto, la hipófisis se denomina así porque su parte nerviosa se genera como
evaginación del piso del tercer ventrículo (gr. hipo: debajo), y la epífisis (gr. epi: encima) porque lo hace de la zona
póstero-superior, cercana al techo de dicho ventrículo. La denominación de glándula pineal, por su parte, deriva
de su comparación morfológica con una piña de pino (lat. pinea: fruto del pino) por su forma ligeramente cónica.
Como ambas glándulas derivan del sistema nervioso central, tienen una estructura histológica semejante.
La epífisis es una glándula pequeña (de aproximadamente 0.5 cmts. de diámetro) provista de una envoltura
conjuntiva derivada de la piamadre, que envía tabiques incompletos hacia su interior, los que tienden a formar
lobulillos irregulares. En medio de estos lobulillos, delimitados parcialmente por tabiques de un tejido fibrilar muy
laxo y muy vascularizado, se encuentran células de neuroglia semejantes a los astrocitos, neuronas multipolares
pequeñas, capilares y fibras nerviosas. Las neuronas pequeñas se denominan pinealocitos o células
parenquimatosas y se diferencian de los astrocitos –con los cuales guardan cierta semejanza—por tener un cuerpo
más irregular, provisto de un núcleo de forma variable, frecuentemente escotado, de cromatina laxa y con un
nucléolo bien definido. Carecen de dendritas y axón, en el sentido estricto o funcional de la palabra, pero tienen
prolongaciones, algunas de las cuales, generalmente aquellas de mayor longitud, pueden contactar con los capilares
o con los tabiques conjuntivos, terminando en dilataciones bulbosas provistas de vesículas y cuerpos densos, de
naturaleza secretora.

En algunas especies de mamíferos (rata) se han detectado prolongaciones semejantes a los conos y bastones del neuroepitelio retiniano, con
algunas formaciones laminares o discos membranosos superpuestos, las que abundan en los vertebrados inferiores. Aparte de ello, incluso
en la especia humana, se han hallado estructuras sinápticas características de estos fotorreceptores, lo que es un factor morfológico más en
apoyo a la estrecha relación funcional de esta glándula con la vía óptica (ver histofisiología).
La presencia de organoides neuronales en los pinealocitos (neurotúbulos, estructuras de tipo sináptico) permite
suponer que estas células son neuronas transformadas en células glandulares (paraneuronas), pero sin perder
totalmente su morfología neuronal, a diferencia de lo ocurrido con las células cromafines en la médula suprarrenal.
Aparte de lo ya citado, la epífisis contiene cuerpos o densificaciones, en su mayoría calcificados, algunos lo
suficientemente voluminosos como para ser observados a simple vista, y que por lo tanto fueron descritos por los
antiguos anatomistas como “arenilla cerebral” o acérvulos (lat. acervuli cerebrii: pequeños gránulos o
concreciones del cerebro). Dichos acérvulos, de forma irregularmente esferoidal, se tiñen fuertemente en las
preparaciones histológicas, especialmente con los colorantes ácidos, por lo que se constituyen en un elemento clave
para la identificación microscópica de la glándula. A pesar de que se ha intentado demostrar una participación
funcional de estas estructuras en la producción hormonal de la glándula, todavía se desconoce su función. Como
son calcificadas, pueden detectarse en radiografías y en tomografía computarizada, señalando la línea media del
encéfalo (cualquier desviación puede hacer sospechar en un crecimiento anormal o tumoral de las estructuras
encefálicas cercanas a la epífisis), por lo que tienen cierta importancia clínica.

Histofisiología.- Esta glándula está relacionada morfológica y filogenéticamente con el denominado “tercer ojo” de
los reptiles, órgano de tipo fotorreceptor que condiciona en estos animales una conducta cíclica característica en
relación con las intensidades lumínicas. Aunque en los vertebrados superiores no existe una estructura
homologable, dispuesta superficialmente como para ser estimulada directamente por la luz solar, la epífisis parece
cumplir un rol semejante, pero en conección con los globos oculares a través de las vías ópticas (ver figura ). Por
lo tanto, actualmente se considera a la epífisis como una suerte de reloj biológico que controlaría toda la actividad
cíclica del organismo, ya sea estacional (hibernación y actividad reproductora de algunos mamíferos) o diaria
(diurna-nocturna), es decir lo que se conoce como ritmo circadiano. Al respecto, es muy probable que fenómenos
tales como los ciclos sexuales, los estados de mayor o menor actividad diarios (vigilia-sueño) y otros fenómenos
rítmicos a distintos niveles, orgánicos y celulares, sean controlados a través de esta glándula. El principal producto
hormonal de la epífisis es la melatonina, nominada así debido a que en los vertebrados inferiores provoca un
descenso en la pigmentación por retracción de las prolongaciones de las células pigmentadas, melanocitos y
melanóforos (gr. tónos: tensión, por analogía acortamiento, disminución). Esta hormona está relacionada
químicamente con la serotonina, y sigue un ritmo de concentración sanguínea cada 24 horas, aumentando en la
noche (por disminución de los estímulos lumínicos) y decreciendo durante el día. Ello la convierte en una especie
de tranquilizante natural que condiciona el sueño nocturno. La glándula produce también neurotransmisores
(serotonina, dopamina), así como otras hormonas, pero en menor cantidad. También se le ha atribuido una función
de inhibición de las actividades reproductivas (al destruirse patológicamente, provoca en los niños una pubertad
precoz). Sin embargo, en condiciones normales, esta función parece ser importante sólo en otras especies, no en la
humana. A pesar de lo expuesto, todavía quedan muchas interrogantes por resolver con respecto a esta pequeña y
aún misteriosa glándula.

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