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EL COMPROMISO DE LA RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL

COLOMBIANA CON LA EDUCACIÓN PARA LA CONSTRUCCIÓN DE PAZ

La evolución del conflicto armado colombiano y su prolongación en el tiempo desembocó


inevitablemente en un cambio de paradigma en lo que a las motivaciones del conflicto se
refiere. Así pues, las dinámicas del conflicto llevaron a los economistas a pensar que el
conflicto en sí mismo perpetúa la pobreza y detiene el desarrollo económico del país.

Ante este panorama se renuevan los actores claves del conflicto, pues el Estado, las Fuerzas
Militares y los grupos al margen de la ley ya no son suficientes para explicar la
construcción de paz en el país. Este nuevo sistema de creencias empodera entonces tanto a
las empresas y empresarios, como a la sociedad civil para tomar acciones en contra del
conflicto armado y buscar la paz. En este sentido, las empresas y los empresarios se
convierten en herramientas para la paz en la medida en que exploten su posición
privilegiada de manera correcta en las esferas política, económica y social. En primer lugar,
no solamente apoyando a los gobiernos a acabar el conflicto, sino trabajando hombro a
hombro con estos, para construir nuevas iniciativas, herramientas o propuestas que puedan
aliviar el conflicto; segundo, como proveedores de empleo y motores de desarrollo
económico, generando oportunidades para quienes se ven afectados por el conflicto, y
alternativas opuestas a aquella de tomar las armas; tercero, velando por ambientes libres de
violencia y respetuosos de derechos humanos no solo internamente en los entornos de
trabajo, sino externamente ejerciendo prácticas de Responsabilidad Social Empresarial
(RSE) en las comunidades y regiones donde operan.

Existe, al día de hoy, un variado portafolio de herramientas con las que cuentan las
empresas para desarrollar y llevar a cabo programas de RSE; a saber, Principios Voluntarios
en Seguridad y Derechos Humanos, Pacto Global, Guías de Conducta y, en general,
herramientas e iniciativas desarrolladas bien sea por sectores específicos, por las mismas
firmas, por ONGs o por cualquier grupo comprometido con el tema. Sin embargo, esta
amplia gama de opciones no sirve de nada en la medida en que no haya transparencia,
rendición de cuentas y un organismo que vigile y denuncie las operaciones de las
corporaciones; este organismo es, por supuesto, la sociedad civil.

Sin embargo, a pesar del esfuerzo de algunas compañías por llevar a cabo sus programas de
RSE transparentemente, y de otros grupos de personas, quienes como esta fundación se
esfuerzan por darlos a conocer abiertamente al público, no resulta extraño que, en un país
donde uno de cada dos habitantes vive bajo la línea de pobreza, se violen
inescrupulosamente los derechos humanos de poblaciones vulnerables, que generalmente
son víctimas de la violencia.

La pobreza, entonces, impone muchas restricciones para que se lleven a cabo los controles
que la población debe mantener sobre las empresas para que estas cumplan efectivamente
sus compromisos con la comunidad. El limitado acceso a la información, bajas tasas de
escolaridad, o simplemente la falta de tiempo por la necesidad de buscar empleo, son
algunas de las razones que impiden que la población colombiana exija la protección a los
derechos humanos y exija a las empresas ser responsables socialmente.

Este debe ser, entonces, un llamado de alerta a las empresas colombianas, pues la
construcción de paz no está solamente en programas de reinserción, o ayudas económicas a
la población desplazada; la construcción de paz está igualmente en proveer educación de
alta calidad a la población. Altos estándares educativos se traducirán en menores incentivos
a tomar las armas, mejor acceso a la información, e incrementos en el capital humano.
Indudablemente este debe ser un aliciente para aquellas empresas que sí son responsables
socialmente y no quieren ver sus esfuerzos opacados porque la población lo ignore o no
tenga cómo enterarse de ello.

Así pues, si las empresas se comprometen con la construcción de paz mediante la


educación de la población, en el largo plazo contarán no solamente con una oferta laboral
de alta productividad y alto capital humano, sino con condiciones aptas para el bienestar de
la población y el desarrollo económico.

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