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Trabajo Final

PROCESOS DE
MODERNIZACIÓN II
Lic. en Comunicación Social
FACULTAD DE CIENCIA POLÍTICA Y RRII
UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO

INTEGRANTES: Buzzatto, Ezequiel

Cayón, Andrés

Del Piccolo, Lucas

PROFESOR: Marcelo Martinetti

COMISIÓN: Matiné
FECHA DE ENTREGA: 19/12/08

INTRODUCCIÓN
John Maynard Keynes fue, tal vez, el economista más influyente en el
siglo XX. Su obra central, “la Teoría general de la ocupación, el
interés y el dinero”, desafió el paradigma económico dominante al
momento de su publicación en 1936.

Se cumplen 72 años de la publicación de su obra, convertida en un


clásico de la economía como "La riqueza de las naciones" (1776) de
Adam Smith, y "El Capital" (1867) de Karl Marx. “La Teoría general de
la ocupación, el interés y el dinero” es el libro que logró aportar una
salida a la profunda crisis del capitalismo de los años 30, capitalismo
que hasta el momento no había pasado por grandes sobresaltos. Se
consideraba que este sistema obtenía el equilibrio necesariamente en
el pleno empleo. Con la caída de Wall Street, en octubre de 1929, se
evidenciaba que la desocupación y la recesión podían durar años.

Lo que la crisis produjo fue una reducción de los salarios, desempleo


mediante. Además, mermó la capacidad de consumo y producción, y
la baja de la tasa de interés ya no estimulaba nuevas inversiones. Es
decir, los empresarios no estaban dispuestos a invertir, ya que no
iban a encontrar quién comprara sus productos en un mercado cada
vez más deteriorado por la crisis que reducía, a su vez, la capacidad
de consumo.

Keynes sostenía que en esos casos el Estado era quien debía generar
la demanda recurriendo al gasto público, más allá del límite de sus
ingresos; o sea, promover un déficit deliberado. En 1933, fue Franklin
D. Roosevelt quien aplica el New Deal, un conjunto de medidas
económicas puestas en marcha para actuar de forma enérgica sobre
las graves causas de la crisis económica de 1929. Dentro de las
políticas generales, llevadas a cabo se hallaban por ejemplo:

 Devaluación del dólar


 Acuñación de monedas plata

 Ley bancaria

 Seguro sobre depósitos bancarios

 Subida de salarios

La finalidad de este conjunto de medidas fue fomentar las


exportaciones, aumentar los precios, remediar deficiencias
estructurales anteriores del sistema. La reactivación de la economía
se llevo a cabo a través del consumo y la inversión, dado que no
había suficiente dinero en manos de los consumidores, se incremento
el esfuerzo fiscal del Estado, por ende aumento el gasto para
reactivar la producción.

Además para evitar futuras crisis se establecieron controles bancarios


más estrictos para evitar que se pudiera provocar otro crack bursátil
en el futuro.

Las ideas de Keynes fueron fundamentales en los Estados Unidos


para poder sobrellevar la crisis. Estas políticas fueron aplicadas en
distintos países, incluyendo el nuestro en diferentes etapas de la
historia de la Argentina por ejemplo, durante la primera y segunda
etapa del gobierno de Juan D. Perón y durante el gobierno de Néstor
Kirchner.

Este trabajo intentará dar cuenta de cómo algunos postulados


keynesianos siguen vigentes en la actualidad y se muestran como
una opción valida para afrontar los periodos de recesión.
Particularmente, nos remitiremos al ejemplo del gobierno de Néstor
Kirchner quien a priori parecería haber apelado a las ideas de Keynes
para poder encontrar una salida a los duros momentos que afrontaba
la Argentina luego de la debacle del año 2001.
DESARROLLO
Es pertinente, antes de comparar a Kirchner con Keynes, introducir
una breve reseña de sus ideas generales.

Pensamiento Keynesiano

En su libro “la Teoría general de la ocupación, el interés y el


dinero” publicado en 1936 (considerado como el fundador de la
macroeconomía moderna). Keynes presenta una teoría basada en la
noción de demanda agregada para explicar la variación general de
actividad económica, tales como las observadas durante la Gran
Depresión de los años 30.

Según su teoría, el ingreso total de la sociedad está definido por la


suma del consumo y la inversión; y en una situación de desempleo y
capacidad productiva no utilizada, "solamente" pueden aumentarse el
empleo y el ingreso total, incrementando primero los gastos, sea en
consumo o en inversión.

Por otro lado la cantidad total de ahorro en la sociedad es


determinada por el ingreso total y, por tanto, la economía podría
alcanzar un incremento del ahorro total, aun si las tasas de interés se
bajaran para estimular los gastos en inversión. El libro abogaba por
políticas económicas activas por parte del gobierno para estimular la
demanda en tiempos de elevado desempleo, por ejemplo a través de
gastos en obras públicas. Se pueden presentar las ideas principales
de Keynes en los siguientes puntos:

 La negación de la ley de Say y el consiguiente rechazo de la


tendencia automática hacia el pleno empleo

 El papel fundamental de la demanda agregada como elemento


determinante del nivel de actividad económica y del nivel de
empleo, tanto a corto como a largo plazo

 La incorporación de la función de consumo y distinción entre los


deseos de ahorrar y de invertir.

 La importancia de las expectativas, especialmente en las


funciones de inversión y de preferencia por la liquidez.

 La incidencia de las fluctuaciones de la demanda de inversión


en la inestabilidad económica.

 El supuesto de que los mercados a menudo presentan rigideces


e imperfecciones.

 El papel fundamental de las políticas de estabilización de la


demanda efectiva.

Keynes distinguió dos situaciones en el seno del capitalismo. En las


situaciones normales, el libre juego de la oferta y la demanda asegura
el pleno empleo. En las situaciones anormales cae la demanda y, con
ella, el empleo. La salida para estas situaciones es que el Estado
reactive la demanda y el empleo mediante la expansión de la obra
pública aunque sea a costa de un déficit presupuestario. Pasada la
recesión, el Estado vuelve a su posición "normal", restablece la
disciplina presupuestaria y le cede el paso a la inversión privada.

Los economistas ortodoxos piensan igual que Keynes en las


situaciones normales, pero en las situaciones anormales acentúan la
disciplina presupuestaria negándose a la obra pública. Los ortodoxos
creen siempre en el capitalismo liberal. Keynes pensaba en un
capitalismo liberal y en otro intervencionista según fuera el ciclo
económico, pero el espíritu de su obra era capitalista porque no
proponía como los socialistas una intervención permanente sino
ocasional del Estado: en una heterodoxia para salvar,
paradójicamente, a la ortodoxia.

Mientras Keynes pensaba en una heterodoxia transitoriamente


estatista para salvar a la ortodoxia capitalista, en 1933 Franklin D.
Roosevelt asumía la presidencia de los Estados Unidos para actuar en
igual sentido. Lo había precedido Herbert Hoover, un ortodoxo cuyos
ajustes agravaron la crisis. Pero Roosevelt, anunciando el "nuevo
trato" o New Deal , lanzó un vasto plan de obras públicas que lo
ayudó a remontar la crisis.

La piedra basal de la teoría de Keynes consiste en que el sistema de


mercado libre (o laissez-faire) ha quedado anticuado y que el Estado
debe intervenir para fomentar el pleno empleo, forzando la tasa de
interés a la baja (también estimulando la inversión) con objeto de
aumentar los gastos de consumo. El pleno empleo es sólo un caso
especial, el caso más general y característico es el de equilibrio con
desempleo. Ante le insuficiencia del gasto de consumo y de inversión
para mantener el pleno empleo, el Estado debería estar dispuesto a
incrementar el flujo de ingresos a través de gastos financieros por
déficit presupuestarios. Es decir, el Estado debería convertirse en la
fuente de gasto a la que se recurra como último recurso.

Además de atribuirle al escaso gasto de inversión la causante de


desempleo, el economista ingles creía que la cantidad de trabajo
entregada es diferente cuando disminuyen los salarios reales
(producto de la caída del salario monetario). Cuando la demanda es
transitoriamente más pequeña, puede tener como consecuencia (en
determinados contextos institucionales) el hecho de que la oferta
también sea contraída; con lo que se lograría un nuevo equilibrio del
mercado, a costa de que el mercado pierda cierta magnitud en ambos
momentos. Estos hechos ocurridos en el decenio de 1920 dieron lugar
a que Keynes dijera en su "Teoría general": "En tanto y en cuanto
haya desempleo, el empleo se incrementará en la misma proporción
que la cantidad de dinero, y cuando haya pleno empleo, los precios se
incrementarán en la misma proporción que la cantidad de dinero".

En cuanto al mercado, el aporte de Keynes radica en que el


desencadenante de los movimientos de la demanda y la oferta es el
mercado de capital. Cuando la demanda de capital es
transitoriamente menor, la oferta imita esta baja, en lugar de
mantenerse o aumentar transitoriamente. Al tender ambos
movimientos a la baja, el mercado como un todo vuelve a un nuevo
equilibrio. Aunque ahora, la cantidad de capital aplicado será menor
que antes, lo cual alterará la nueva proporción que resulta de los
demás factores de producción.

Por otro lado, cuando disminuye o se retiene parte del capital o


ahorro de otras épocas, una parte de los otros dos factores resultará
excedente y quedará fuera del mercado; el resultado de esto es un
creciente stock involuntario de estos otros dos factores.

Por último, en cuanto a la teoría del dinero, Keynes indicó que los
ahorros e inversión se determinaban en forma independiente. La
cantidad destinada a ahorro tenía poco que ver con cómo variaba las
tasas de interés, que a su vez no estaba relacionada con cuánto se
destinaba a la inversión. En cambio, Keynes insistió en que los
cambios en la cantidad destinada al ahorro dependían de la
predisposición para consumir; predisposición que resulta de cambios
incrementales, marginales, y al ingreso. Por lo tanto, la cantidad
destinada a la inversión estaba determinada por la relación entre la
tasa esperada de retorno sobre la inversión y la tasa de interés.

Contexto Histórico Argentino (Finales del siglo XX y


principios del XXI)

La crisis iniciada a finales del gobierno de Carlos Menem (y


profundizada con el gobierno de Fernando De la Rúa) llevó a la peor
caída económica de la historia, comparable con el crack del ’29 en los
Estados Unidos. Aquí también se generó el círculo vicioso de recesión:
menor consumo, menor producción, más desocupación, menores
salarios, etc. Ahora bien, las principales diferencias entre ambas
situaciones era que la crisis de EEUU (a fines de los ’20) era de
inversión y con una fuerte fuga de capitales, pero con una gran
estabilidad monetaria, lo que permitió emitir sin mayores riesgos. En
cambio, en Argentina, la crisis del 2001-2002 era monetaria y fiscal.

Desde 1998, cuando empezó la recesión, la Argentina quedó


instalada en una situación "anormal" en términos de Keynes. Había
llegado, al parecer, la hora del economista británico. Pero, finalmente
esto no sucedió.

Keynes pensaba de forma cíclica. En tiempos de bonanza, él


recomendaba que el Estado fuera ortodoxo para ahorrar, previniendo
lo que pudiera venir. En tiempos de crisis, pensaba en un Estado
pródigo, capaz de gastar el ahorro de la etapa anterior en inversiones
públicas. El caso argentino indicó que en momentos económicos
favorables (en los años 90), el Estado aumentó el gasto público y el
endeudamiento externo a un punto tal que la crisis -cuando llegó- lo
encontró quebrado.

La recesión arribó, y en esa etapa había maneras de concentrar los


pocos recursos que quedaban para obras públicas. Pero aquí se opuso
la ideología ortodoxa del Fondo Monetario Internacional, que
recomendaba ajuste tras ajuste acentuando la crisis en vez de
aliviarla.

Varios economistas apuntaban que de la crisis se salía con un


profundo ajuste de las cuentas públicas, con el aumento de
impuestos al consumo, y con el impulso del "déficit cero". Pero el
panorama fue desolador, la economía explotó y buscó un nuevo
reacomodamiento. Hubo deflación, quiebras masivas, corridas
bancarias, corralito, violencia social y, luego, amenaza de inflación.
Esto significó un rotundo fin a la ley de convertibilidad y produjo una
brutal e inmediata devaluación de la moneda.
En este contexto, emergieron algunos economistas herederos de
Keynes, como Remes Lenicov (ministro de Eduardo Duhalde) y
Roberto Lavagna. Se diferenciaban por algunas variantes técnicas. En
el 2003 se impulsó el déficit cubriendo de papeles pintados el país:
durante el gobierno de Duhalde llegaron a circular 16 bonos
provinciales (a partir del 2003 Lavagna los fue retirando del mercado
gracias a los primeros sobrantes de caja). La súper devaluación
provocó una colosal transferencia de recursos y la economía cotidiana
encontró un piso desconocido de pobreza.

El nuevo modelo económico hizo revivir las exportaciones y promovió


la sustitución de importaciones de bienes que, por su valor en
dólares, se hacían imposibles de seguir comprando en el exterior. El
período post-devaluación tuvo inmediatamente sus beneficiarios y
generó un flujo de dinero que en un principio profundizó el déficit
público (por ejemplo, con millones de planes sociales) y que después
empezó a utilizarse para reponer las reservas del Banco Central,
equilibrar las cuentas y generar un superávit inédito.

De esta manera, la dupla Kirchner-Lavagna no hizo más que retomar


las ideas de Keynes. La fórmula se basaba en más déficit para salir de
la crisis, más superávit cuando se sale de ella. No obstante, fueron
acusados (por keynesianos ortodoxos) de no impulsar más el déficit y
de no disponer de una política más seria y profunda de préstamos
para la producción. Además, los han criticado por mostrarse "más
preocupados por el índice de precios y por el superávit que por el
empleo". Pero ellos (con algunas variantes) realizaron lo que la
mayoría de los keynesianos aggiornados hoy difunden por todo el
mundo.

El desafío en la Argentina del 2003 era enorme. Keynes decía que


para alcanzar el pleno empleo no solamente se hace necesario tener
una moneda propia y única con un verdadero Banco Central que la
emita con carácter exclusivo, sino que es imprescindible que esa
emisión se realice como contrapartida de la creación de riqueza. En la
historia económica mundial abundan los casos en que demostraron
que es perfectamente factible expandir el crédito y la cantidad de
dinero para la producción, no para el Estado, sin que ello genere
inflación.

En nuestro país, hasta ese momento, había un 40% de desempleo y


subempleo, existía una capacidad productiva de 15 millones de
toneladas anuales de cemento, pero sólo se producían tres millones.
Doce millones de toneladas no se fabricaban por falta de demanda en
un país en el que también escaseaban viviendas, redes de agua
potable, cloacas, carreteras, escuelas, aeropuertos y cárceles. El
ejemplo de la industria automotriz era también calamitoso. Esta
industria tenía capacidad de producción para 700.000 automóviles
por año, pero sólo se lograba el 15% de esa capacidad. Es decir,
llegando a fabricarse alrededor de 100.000 automóviles al año.

Otro índice revelador del año 2003 era el crédito al sector privado, en
la Argentina era equivalente al 10% del PBI contra un 60% en Chile y
un 100% en España. Había un evidente ahogo de la economía
nacional, producida por falta de crédito al sector privado productivo.
En cuanto a los créditos hipotecarios sobre viviendas, representaban
menos del tres por ciento del PBI, contra el 100% en Estados Unidos.

A fin de que esta orientación crediticia no genere desconfianza y


temor a la inflación era necesario, que el Gobierno tenga previamente
finanzas públicas sanas. Lo cual se asegura derogando reintegros y
transferencias de la renta fiscal, que para entonces superaban los
diez mil millones de pesos anuales.

La pregunta que aquejaba a esos tiempos era inevitable: ¿Podrá


Kirchner asumir ese rol de moderador del mercado? Los antecedentes
eran favorables, se registraba un halo keynesiano en el caudillo
patagónico: en Santa Cruz (en sus once años y medio como
gobernador) invirtió $ 1500 millones en obra pública, para levantar
más de 10.000 viviendas, 200 escuelas, hospitales y caminos. Su
gobierno estuvo signado por políticas sociales integradas, plan de
infraestructura y obras públicas "como estrategia para el desarrollo
regional" y la premisa de la economía como "una herramienta para
definir un proyecto de país".

Su mensaje electoral como presidente rezaba: "Roosevelt pudo hacer


inversión pública con un Estado sin reservas, quebrado y en recesión
y no generó hiperinflación. Nosotros creemos que esto va a reactivar
la economía y va a dar poder adquisitivo a la gente. Este plan de obra
pública va a constituir una inyección de generación de trabajo, que no
es lo mismo que dar subsidios".

Aquí ya estaba planteado una de sus metas centrales del futuro


presidente Kirchner: combatir el desempleo con la reactivación
de la obra pública.

Los analistas económicos anticipaban que el de Kirchner era un


programa keynesiano. Estos especialistas argumentaban que ciertos
factores estaban en post de un “keynesianismo al menos tardío”. Una
clave la constituyó el presupuesto, que llegó al nivel de superávit.
Otra importante fue el error "ortodoxo" reconocido por Anne Krueger
(ex subdirectora gerente del Fondo Monetario Internacional) en el
caso argentino. La tercer y última cuestión a tener en cuenta es la
diferencia que existió entre el ministro de Economía, Roberto
Lavagna, y ministros necesariamente "gastadores" como el de
Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios, Julio De Vido, y el
de Educación, Daniel Filmus. La disputa en todos los caso no fue
ideológica, ya que todos son keynesianos (al igual que el ex
presidente del Banco Central, Alfonso Prat- Gay), sino "contable".

Política Fiscal y Monetaria del gobierno de Nestor


Kirchner (2003 – 2007)

En los primeros años ya se evidenciaron aspectos de Keynes: “se


aprecia sensatez desde el ministerio de economía. El paso a paso de
Lavagna, esa cosa pragmática, los valores de austeridad y prudencia
monetaria”.
La receta de Keynes indicaría que estaba en contra de eso. Defendía
los gastos "ruinosos", inclusive el gasto con endeudamiento. Lo
justificaba, incluso no tener superávit fiscal, para situaciones de
desempleo. Sostenía que había que emplear todos los recursos en
generar demanda de inversión. Pero la realidad es que la inflación no
era su preocupación, porque pensaba en cómo salir de la recesión.
Aunque parece sugerir que la inflación mala recién arranca después
del pleno empleo, que antes de eso sería una inflación genuina, de
crecimiento, por cuellos de botella en la oferta.

Keynes pensaba que no podía estar ocioso el dinero si había


desempleo. En ese sentido, sería anti-keynesiano tener una política
fiscal prudencial, esta idea ortodoxa de guardar para el futuro. La
misión del Estado se limitaba a defender el país de una agresión
externa, o a asegurarse el cumplimiento de contratos. Los mercados
eran incapaces de generar por sí solos pleno empleo.

El economista británico se encargó de estudiar (en su "Tratado de


reforma monetaria") lo que en el año 2003 pasaría en la Argentina:
estabilidad de precios versus estabilidad del tipo de cambio. Keynes
explicaba que el costo de la inestabilidad cambiaria era mucho menor
que el de la inestabilidad de precios, que afectaba la rentabilidad y
por lo tanto traía conflictos sindicales.

Por un lado, las metas de inflación que implementó el Banco Central


fueron inventadas por Keynes y, segundo, Kirchner no sería tan
keynesiano como dice, si el único objetivo de su mandato hubiese
sido sostener el tipo de cambio a rajatabla. Además, tres doctrinas
keynesianas que parecieron relevantes en nuestro país. Primero,
Keynes nunca fue un apasionado del libre-cambio. Creía que la
ausencia de políticas domésticas para mantener el pleno empleo
forzaría a los países a descansar sobre un crecimiento basado casi
exclusivamente en las exportaciones, lo que llevaría a un
proteccionismo violento.
Segundo, Keynes pensaba que el ciclo de negocios está sujeto
irremediablemente a la incertidumbre ("no existe una base científica
sobre la cual calcular alguna probabilidad", dijo). Con esto se refiere a
que la inestabilidad financiera probablemente sea endémica al
sistema capitalista de mercado y, pese a nuestras lecciones de los 90,
la Argentina (y el mundo) deben estar siempre atentos a la llegada de
un nuevo tsunami económico.

El tercer y último punto era la creencia de un sistema de tipo cambio


fijo que pueda ajustarse de común acuerdo. En la actualidad, muchos
economistas profesan la flotación de las monedas, hecho que
fomenta la integración de los mercados de capitales.

Por otro lado, Keynes ponía demasiado énfasis en que el problema del
desempleo podía resolverse con política monetaria. Ahora bien, ¿qué
hubiera dicho el economista inglés en nuestro país al respecto? Sin
vacilar, hubiese recomendado bajar las tasas de interés por parte del
Banco Central a fin de proporcionar el financiamiento a largo plazo
para la venta de nuevas casas, nuevos departamentos y nuevos
automóviles. La reactivación consecuente del sector de la
construcción y del sector automotriz hubiese tenido un efecto
multiplicador muy importante sobre el resto de la economía y en un
año, el desempleo se hubiera reducido sustancialmente. El
economista inglés, además habría aconsejado una fuerte expansión
monetaria y crediticia para estimular el aumento de la producción.

En la teoría keynesiana el interés es un fenómeno monetario que


depende de la preferencia por la liquidez, y, por lo tanto, de la
cantidad de dinero existente en relación al PBI. Y si el Banco Central
tiene la facultad de regular la cantidad de dinero, la política de tasas
muy elevadas hacia la actividad productiva privada pasa a ser una
flagelación social sin sentido. Esta serie de estímulos al sector
productivo privado a través de descuentos determinaría una
repentina baja en la tasa de interés que los bancos cobran en la
actualidad.
La rebaja en las tasas y la expansión monetaria en situación de previo
desempleo y de recursos de capital ociosos no genera inflación según
Keynes, excepto en un precio: en el tipo de cambio. Una rebaja en la
tasa de interés produce una suba en el tipo de cambio y viceversa.
Los que defienden tasas de interés bajas bregan indirectamente por
un tipo de cambio alto, esto es, devaluado. Y los que abogan por
tasas de interés altas, esto es los usureros y los bancos, en el fondo
están pidiendo tipos de cambio bajos, dólar barato, o peso
sobrevaluado.

Ante el planteo anterior, alguien podría preguntarse: ¿cómo es


posible entonces que en 2002 y 2003 hayamos tenido ambos, tasas
de interés y tipos de cambio altos? Ello ocurrió simplemente porque
medidas excepcionales, como las vinculadas al corralito, destruyeron
la confianza en el sistema bancario, y destruyeron también el crédito
al sector privado.

Con respecto a lo monetario, Lavagna escribió en LA NACION (10-08-


2003): "La política monetaria tiene como objetivo central asegurar la
estabilidad de precios, sin comprometer el nivel de actividad
económica y la ocupación". Esta aplicación del instrumento monetario
es la de la escuela clásica. Keynes hubiera perseguido la estabilidad
de precios por medio de una política fiscal extremadamente dura
combinada con una política de ingresos. Y hubiera dejado a la política
monetaria el objetivo de promover la actividad económica y la
ocupación.

La gran ventaja del tipo de cambio fluctuante vigente consiste en que


el Banco Central, ya liberado de la obligación de comprar y vender
divisas a cambio de pesos para mantener el tipo de cambio fijo,
puede ahora usar la política monetaria y crediticia para regular la
actividad económica y el empleo. Mientras exista alto desempleo, la
preocupación básica del Banco Central debe ser aumentar el nivel de
la actividad y el empleo. Recién cuando se llegue al pleno empleo, la
finalidad primordial de la política monetaria debe ser preservar la
estabilidad de precios. En resumen, la política monetaria de Lavagna,-
en sus primeros años- no es keynesiana. Y mientras tanto, el
desempleo continúa.

En todos los casos, la clave para generar una expansión monetaria


no inflacionaria radicó siempre en que la sociedad estaba convencida
de que la nueva emisión monetaria no era destinada a financiar los
gastos del Estado, sino a financiar la producción, en situaciones
donde previamente había una gran capacidad productiva ociosa y
una hiper-recesión.

Logros económicos: crecimiento – desendeudamiento


– ahorro

Roberto Lavagna estuvo en el ministerio de economía y producción


desde abril del 2002 al noviembre del 2005. Su gestión estuvo
signada en “dar sino en la medida en que le lleguen los recursos”. Tal
vez, por ello se habla ahora de neokeynesianismo: “gastar cuanto
se pueda, pero sin abandonar el modesto superávit”. Hay varios
puntos que el ex ministro de economía destaca de su mandato:

 Recuperación y crecimiento de la economía: desde el


segundo trimestre del 2002 al tercer trimestre del 2005 el
Producto Bruto Interno creció en un 35%. En ese período la
producción se expandió en un 36%, motorizada
fundamentalmente por la industria, el comercio y la
construcción.

 Desempleo: la Tasa de Desempleo según la primera y la


última medición registradas durante la gestión de Roberto
Lavagna por la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC
cayó de 21,5% a 10,1%.

 Pobreza e indigencia: ambas cayeron considerablemente en


relación con la Población Económicamente Activa. La pobreza lo
hizo de un 53% a 33,8% y la indigencia de un 24,8% al 12,2%.
 Reestructuración de la deuda externa pública: nuestro
país concluyó exitosamente (en mayo del 2005) el proceso de
reestructuración de su deuda pública con el sector privado con
una aceptación de 76,5% a su propuesta de canje por nuevos
bonos, lo cual implicó una reducción de la deuda de u$s 65 mil
millones.

 Desendeudamiento con los organismos internacionales


de crédito: definió una política de paulatino y rápido
desendeudamiento con los organismos multilaterales de crédito
(FMI, BM y BID), que comenzó por retirar el pedido de nuevos
créditos por u$s 20 mil millones que había formulado el
gobierno anterior al FMI. Las operaciones realizadas por la
Argentina con esos organismos durante la gestión de Lavagna
arrojaron un desendeudamiento neto.

 Reunificación monetaria: suprimió las 14 cuasimonedas


emitidas por otros tantos estados provinciales, además de la
moneda nacional.

En noviembre del 2005, Roberto Lavagna renuncia la cartera de


hacienda. El ministro tenía planeado impulsar un “fondo
anticlíclico" para enfrentar posibles situaciones adversas, que
concentraba 3.000 millones de pesos argentinos. Esta cantidad era
una cuenta especial del gobierno donde se depositaban los
excedentes del superávit fiscal.

Estos ahorros, estaban previstos destinarlos a contrarrestar posibles


desequilibrios macroeconómicos y se nutrían de los excedentes de la
recaudación fiscal. Esta iniciativa parte de un principio keynesiano:
ahorrar lo máximo posible en tiempos de expansión económica, para
poder contrarrestar posibles desajustes en las dinámicas económicas
y disponer de recursos propios para momentos de crisis. En lenguaje
coloquial, el objetivo sería "guardar para cuando no hay".
La economía argentina estaba creciendo a un 8% anual y generó un
incremento de los ingresos fiscales. Además, el gobierno argentino
acumuló en el fondo unos 300 millones de su moneda en forma
mensual. Este plan fue una de las últimas ideas de Lavagna. Sin
embargo, no pudo llevarlo a cabo durante su gestión, pero sí fue
seguida por sus sucesores.

A primera vista, este fondo es compatible con los preceptos que


impulsan los organismos multilaterales de crédito. La idea es
mantener superávit fiscales de algunos puntos del producto, a fin de
mantener la disciplina y el gasto público en niveles sustentables, de
esta forma no recurrir permanentemente a financiación externa.

Esta herramienta es ortodoxa, y su empleo de es carácter


heterodoxo, parece ser una idea empapada de previsión y cautela,
dos condiciones destacables, y más aún teniendo en cuenta la
volatilidad que caracteriza los escenarios económicos
contemporáneos; mercados que fluctúan en rangos y frecuencias de
difícil previsión.

En diciembre del 2005, asume el ministerio de economía Felisa Miceli.


A la ministra se la consideraba como una continuadora de la política
económica de Lavagna, pero situada ideológicamente un poco más a
la izquierda que el anterior ministro. Felisa indicaba que el mayor
objetivo de su administración era mejorar la distribución del ingreso.

Entre el 2004 y el 2005, la economía argentina creció a un ritmo del


9%, pero el salario real promedio seguía debajo del nivel previo a la
devaluación del peso en 2002 y los niveles de pobreza, si bien se
redujeron, continuaron siendo elevados. En cuanto a la inflación, llegó
a un 12% en 2005, la ministra decía que "se debía pasar por una
inflación más alta de la deseada”. Esta frase era en respuesta a las
recomendaciones del Fondo Monetario Internacional, que estaban
apuntadas a reducir el gasto público y aumentar las tasas de interés
para contraer la economía. Miceli negaba que los aumentos salariales
fueran causales de inflación; el problema, en cambio, la falta de
inversiones para cubrir la creciente demanda.

Además, la ex ministra de economía apoyó la estrategia de


desendeudamiento adoptada por el gobierno desde principios del
2005, que consistía en pagarle al FMI en tiempo y forma y sin
negociación de ser posible, con el objetivo de reducir la deuda
externa y ganar independencia financiera.

Por otro lado, Miceli expresó su intención de realizar una reforma a


fondo del sistema impositivo, así como de revisar el desempeño del
sistema privado de pensiones, al cual considera un fracaso. Durante
el 2006 el PBI alcanzó un crecimiento de 8,5%, y en el final de ese
año se comenzaron a entablar conversaciones con países europeos
para cancelar la deuda con el denominado Club de París. Ese mismo
año, también, se decidió cancelar en cuotas (hasta 2012) la deuda
argentina con España, contraída en 2001.
CONCLUSIÓN
Se puede decir que durante el gobierno de Néstor Kirchner, se
aplicaron algunos de los conceptos económicos de Keynes, pero otros
no fueron tenidos en cuenta. Aquí estaríamos frente a la famosa frase
de algunos analistas que criticaron la gestión: “los Kirchner leyeron a
Keynes a medias”.

En los primeros años del gobierno ya se evidenciaron aspectos del


economista británico: “se aprecia sensatez desde el ministerio de
economía. El paso a paso de Lavagna, esa cosa pragmática, los
valores de austeridad y prudencia monetaria”.

Con respecto a lo monetario, las políticas aplicadas por Lavagna


tuvieron como objetivo central asegurar la estabilidad de precios, sin
comprometer el nivel de actividad económica y la ocupación. Esta
aplicación del instrumento monetario es la de la escuela clásica.
Keynes hubiera intentado lograr la estabilidad de precios a través de
una política fiscal extremadamente dura combinada con una política
de ingresos. Y hubiera dejado a la política monetaria el objetivo de
promover la actividad económica y la ocupación. Se manifiesta
claramente que entre el ministerio de economía de la Nación y
Keynes, en este punto, se tomaron caminos separados con respecto a
la forma de obrar.

Además, la prudencia monetaria llevada a cabo por Lavagna


seguramente no hubiese sido aceptada por Keynes, quien estaba a
favor de los gastos "ruinosos", inclusive de contraer deudas.
Justificaba, incluso no tener superávit fiscal, en momentos de
desempleo. Pensaba que el dinero no podía estar ocioso si había
gente desempleada. En ese sentido, sería anti-keynesiano tener una
política fiscal prudencial en etapas en donde recién se está saliendo
de la crisis y hay desempleo.

Pero, por otro lado, una política típicamente keynesiana pensada


íntegramente por Lavagna, pero impulsada también por Felisa Miceli
fue la del “fondo anticíclico”. El plan preveía destinar 3.000
millones de pesos para enfrentar probables etapas de recesión. Esta
política (proveniente de un fondo creado gracias al superávit fiscal)
tenía una correspondencia directa con el postulado de Keynes de
“ahorrar lo máximo posible en tiempos de expansión económica, para
poder contrarrestar posibles desajustes en las dinámicas económicas
y disponer de recursos propios para momentos de crisis”.

Por último, si bien el gobierno de Néstor Kirchner impulsó –de alguna


manera- la inversión y el consumo, y se realizaron algunas obras
públicas importantes, como materia pendiente ha quedado a medio
camino la idea keynesiana del pleno empleo. Ya que del 2003 al 2007
la tasa de desempleo bajó un 13% (del 21,5% al 8,5 %), pero no se
logró el pleno empleo.
BIBLIOGRAFÍA
- www.presidentelavagna.com

- www.wikipedia.org

- www.mecon.gov.ar

- BURKUN, M Y SPAGNOLO, A.: Introducción a la economía


política, Ed. Zavalia, Buenos Aires, 1986. Capítulos 1 a 6.

- BEKER, M. Y MOCHÓN, F.: Economía: elementos de micro y


macroeconomía, Mc Graw Hill Inc., Madrid, 1998. Cap. 13 y 28

- Noticia del diario Clarín del 03-04-2005. Suplemento económico:


Skidelsky: "Keynes hubiera estado encantado con Néstor
Kirchner".

- Noticia del diario Clarín del 03-04-2005. Suplemento económico:


“La leyenda de Keynes sigue más viva que nunca”.

- Noticia del diario La Nación del 01-06-2003. Suplemento


económico: “Dice que el Estado debe cumplir un nuevo rol y
que la obra pública sirve para reactivar; es el nuevo Presidente,
Kirchner, con K de Keynes”.

- Noticia del diario La Nación del 29-10-2003. Suplemento


económico: “El keynesianismo del ministro Lavagna”.

- Noticia del diario La Nación del 26-06-2003. Suplemento


económico: “Política monetaria para la reactivación”
- Noticia del diario La República – Uruguay. Del 05-10-2006.:
“Entre Kirchner y Keynes: una idea para reflexionar”.

- Noticia de la Revista Fortuna del 15-02-2005.: “Keynes y


Kirchner, ¿un solo corazón?”.

- Noticia de la Revista Noticias del 17-12-2008.: “Hablemos de


ideología”.

- Noticia del diario Clarín del 17-10-2007. Suplemento económico:


“Kirchner anticipó que la tasa de desempleo cayó al 7,7% en
setiembre”.

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