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MANUEL J. COBOS,

SU VIDA Y SU OBRA

Dr. Octavio Latorre T.

INVESTIGACION FINANCIADA POR EL PROYECTO ARAUCARIA GALÁPAGOS

AGENCIA ESPAÑOLA DE COOPERACIÓN INTERNACIONAL

Quito, octubre 30, 2002


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INDICE

I. La Isla Chatham o San Cristóbal

I.1 Primeras colonizaciones de la Isla Chatham (San Cristóbal)


I.2 Villamil en Chatham
Descripción de Puerto Chico por Villamil
I.3 La época de la Orchilla y la llegada de Cobos a Chatham. 1860.
I.4 Manuel J. Cobos en México
I.5 Cobos inicia su gran empresa. 1879
I.6 La Nueva Organización de Galápagos
I.7 La Jefatura Territorial de Galápagos
I.8 El crecimiento del Pequeño Imperio de Manuel J. Cobos

II. El apogeo del Progreso

II.1 El Progreso como centro industrial


II.2 La población de la hacienda El Progreso
II.3 La Organización y vida en la hacienda el Progreso
II.4 Sistema de control y castigo
II.5 La Hacienda El Progreso en 1904.

III.- La Conjuración

III.1 Intentos anteriores de liberación


III.2 La Conjuración Final.
III.3 El Dia fatal: 15 de enero de 1904
III.4 Escape de los peones y conjurados
III.5 Prisión de los fugitivos. Febrero de 1904.
III.6 Las Comisiones a Galápagos
III.7 El juicio contra los asesinos de Cobos
III.8 La Controversia sobre el tiranicidio

IV. Evaluación Final

PARTE SEGUNDA

V. El Progreso después de la muerte de Cobos

V.1 La Hacienda el Progreso en 1905

V.2 Nicolás Martínez en Galápagos. 1906-1907

V.3 Rogerio Alvarado en Galápagos. 1908

V.4 Comienza el final de El Progreso.

V.5 Últimos tiempos. 1945-2000

V. 6 Restos del Ingenio


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MANUEL J. COBOS: SU VIDA Y SU OBRA


1836 - 1904

I.- La Isla Chatham o San Cristóbal

I.1 Primeras colonizaciones de la Isla Chatham (San Cristóbal)

Los piratas ingleses no nos dejaron descripciones ni noticias de la isla, excepto quizá
las descripción de Dampier de la llegada de la expedición de 1684, en la que también
participaba Cowllie, el autor de un relato y del primer mapa inglés en el que, la la “King
Charles Darwin island” está ubicado entre las islas Floreana, Española y San Cristóbal,
pero que no se identifica con ninguna de ellas.

Los balleneros debieron frecuentar la isla en busca de las tortugas y fueron ellos,
seguramente los que dieron el nombre a la “Bahía Naufragio” o Wreck Bay por algún
percance sucedido en la difícil entrada . Hay una descripción muy curiosa de unos
balleneros que cargaban tortugas desde un acantilado a los botes.

Los primeros habitantes de la Isla.

Los primeros habitantes de la isla Chatham vinieron de la Isla Floreana, durante la


primera colonización de José Villamil (1832-37) y había recibido el nombre de
“Mercedes” en honor de la esposa del Presidente Flores. El Capitán inglés, nacido en
Jamica, William Lawson el ayudante del colonizador la había explorado y estudiado las
posibilidades de ésta y de cada una de las islas. La primera elegida para una nueva
colonización fue la isla Santiago y un pequeño grupo de 24 personas se estableció en
ella, en 1836. La segunda isla explorada fue la Chatham y el General Pedro Mena, que
se había refugiado en la las islas huyendo de las furias del Presidente Rocafuerte, fue
enviado poco después a ella, probablemente en 1837. Por la misma época, siguiendo la
sugerencia del Capitán Lawson, Villamil propuso al Gobierno dejar libre el ganado
(vacuno, caballar y asnal) en las principales islas para aprovechar el pasto natural. Las
elegidas fueron la Mercedes- Chatham; la Olmedo-Santiago; La Bolivia- Santa Cruz y la
Albemarle- Isabela. Este ganado se produjo con rapidez y será después el origen de
negocios esporádicos de Villamil y Pedro Mena, pero sobre todo de litigios posteriores,
cuando el colonizador o sus descendientes quisieron reclamar los derechos exclusivos
sobre el citado ganado.

I. 2 Villamil en Chatham

La primera descripción de la isla Chatham proviene de la pluma del mismo Villamil,


quien luego del primer fracaso de la colonización de la isla Floreana en 1841, quiso
explorar otras posibilidades, entre ellas las de la isla Mercedes.

En 10 de junio de 1844 publicaba su informe al gobierno sobre las islas y describe su


primera visita a isla Mercedes en 1842 que le impresionó desde el primer momento.
Dice así:
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“En su cabezo del sud, haciendo frente al oeste se halla una bahía semicircular.
De la punta S.O parte un arrecife cubierto que se prolonga hasta el mismo
paralelo de la punta N.O dejando clara una entrada de menos de media milla.
Los vientos jenerales soplan del S.E. Con bordos cortos el buque de mayor
calado puede penetrar en el fondo de la bahía y fondear en siete brazas fondo
arena blanca, a distancia de seis cables de tierra; pero necesita práctico, porque
con más bonanza los arrecifes cubiertos son engañosos y por consiguiente de
mucho peligro. Cuando penetré en la bahía y después de haber dado fondo fue
tal mi entusiasmo que exclamé sin estudio: “ni Puertocabello es mejor que esto”,
y le quedó naturalmente a la bahía el nombre de Puertocabello. Se desembarca
a pie enjuto en una playa de arena blanca. A treinta pasos del desembarcadero
se halla una salina de setenta varas de largo quince de ancho, con corta
diferencia; y aunque esta salina se agua a veces, con corto trabajo puede
hacerse permanente, y será suficiente para la población que pueda sostener
esta parte de la isla. Al penetrar con dirección al N.E. se encuentra un pedregal
como de cuatro millas que no podía transitarse a bestia; pero con el trabajo de
seis hombres en veinte días, se ha mejorado de tal modo que las bestias
(asnos) lo andan a trote y es indudable que con treinta hombres se haría
carretero en cuarenta días. Pasado el pedregal se cae en pampas, que
interrumpidas por pequeños bosques y por un plano ascendente en ángulo,
como de 15º, se elevan hasta la falda de los cerros que se hallan a quince millas
del pedregal. En estas pampas se encuentran, aquí y allá porción de pequeñas
lagunas de agua exquisita; y en tres quebradas formadas por los cerros corre el
agua con tanta rapidez que es necesario asirse de alguna rama para no ser
llevado por la corriente. Desgraciadamente estas quebradas desembocan al
este, donde no hay fondeadero conocido hasta ahora. Si solo una de estas
quebradas desembocase en Puertocabello o al oeste, donde todo es
fondeadero, el valor de la isla sería inmenso. Con todo, de Puertpocabello una
embarcación menor puede hacer a la aguadas del este un viaje al día
cómodamente; por consiguiente un buque puede proveerse de agua sin
dificultad.
Desde el borde del pedregal, la tierra es cultivable, y va mejorando
considerablemente hasta la falda de los cerros; produce con lujo cuando se
siembra y los bosques abundan en maderas de construcción, como matasarna,
guayacán, huayavo, mollallo y otras de menos duración; ventaja de que
absolutamente carece la Floriana. Solo la abundancia de ratas frustra en parte
las esperanza del cultivador, que al fin ha tenido que sembrar para sí y para
ellas; pero no parece difícil destruirlas o cuando menos ahuyentarlas.
........ f) José Villamil

La colonización de Chatham continuó en los siguientes años pero Villamil tenía otros
intereses en otras islas y sobre todo, la búsqueda del guano, primero por su propia
cuenta y luego en consorcio con varios norteamericanos. El General Mena quedó
encargado de sus intereses junto con el Capitán William Gurney que fue nombrado
Primer Alcalde de Chatham en diciembre del 1843. Mena radicado en la isla con su
familia, expandió los cultivos y mantuvo un pequeño comercio con el continente para
poder sobrevivir, pues Villamil desde 1845 se encontraba en Estados Unidos con alguna
función oficial y buscando socios para la búsqueda y explotación del guano, que, según
creía, podía encontrar en las islas.
El General Mena actuaba como gobernador del Archipiélago en 1852, abandonado a su
suerte pues la pequeña guarnición había sido llamado al continente por el peligro de la
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invasión del General Flores, cuando repentinamente se presentó en Chatham el


tristemente famoso “Pirata del Guayas” Manuel Briones con un grupo de foragidos,
luego de capturar la ballenera norteamericana “George Howland”. Venía a
aprovisionarse antes de tomar el rumbo al continente. Mena fue tomado preso y cuando
se dirigían a Guayaquil, fue asesinado y su cuerpo lanzado a los tiburones.

En la década de 1850 la colonia de Chatham languidece, aunque Villamil la visita


repetidas veces, pero solo en busca del guano y luego para sus tres últimos intentos de
recuperar su fortuna con el negocio de los cueros y grasa animal. En el último intento
tiene por socio a un nórdico de apellido Norton, casado con una dama ecuatoriana, a
quien vende la mitad de sus derechos sobre el ganado remontado de Chatham.

Norton fue tomado preso por un Coronel Fernández y en ruta a la isla Isabela fue
sentenciado a muerte y fusilado, aunque relatos posteriores afirmaban que se suicidó
cuando era llevado a clarificar muchas acusaciones de piratería en el archipiélago.
Villamil, anciano y pobre, abandonó sus planes de colonización y de negocios. Murió en
1866.

I.3 La época de la orchilla y la llegada de Cobos a la isla Chatham. 1860.

En 1860 un ballenero norteamericano descubrió en Galápagos la orchilla, un liquen muy


apreciado entonces en tintorería. Varios comerciantes de la península de Santa Elena,
como José Antonio Rubira, organizaron costosas expediciones para recoger la orchilla
en las islas. Los esfuerzos no compensaron los ingentes gastos que suponían fletar
barcos para una larga navegación, reclutar peones, llevar provisiones y un mínimo de
equipamiento del continente. Aquí aparece el genio empresarial de Cobos que se dio
cuenta de los errores de sus competidores por los gastos innecesarios de los viajes. Su
proyecto es más lógico: instalarse previamente en una de las islas, Chatham; mantener
chozas y cultivos básicos para alimentación de sus peones.

Manuel J. Cobos era oriundo de Cuenca y había emigrado muy temprano a Chanduy
donde fundaron la casa de comercio “Cobos y Hermanos” que en 1863 era considerada
una de las más prósperas de la Península de Santa Elena.1. Ese mismo año Manuel,
es presidente del Consejo Cantonal de Santa Elena y por la misma época, su hermano
Angel ocupa varios cargos públicos en Chanduy y Santa Elena. Los dos hermanos
tienen problemas con otras autoridades del sector, que les acusan de violencia y
arbitrariedades. Angel tuvo que ir a la cárcel por haber atacado a un fiscal.

La inusitada subida de los hermanos Cobos en una tierra extraña y a tan temprana edad
(menos de 25 años) podría indicar que quizá nacieron en Chanduy y no en Cuenca,
como ordinariamente se dice. El hallazgo de su partida de nacimiento llevará a dilucidar
esta duda.

José Monroy. Desde esta época aparece unido en negocios y en lazos familiares con
Manuel J. Cobos. Era oriundo igualmente de Cuenca, establecido en Chanduy y socio
en los negocios de la empresa “ Cobos y Hermanos”. En 1866 Manuel contrae
matrimonio con Adelaida Monroy, hermana de José Monroy y de esa unión nacerán
Adelaida María Amelia de Jesús y José Francisco, como aparecen en las partidas de

1
AHBM, Guayaquil,Vol. 717, 1872, Catastro de contribuyentes, “Cobos y Hermanos”, 30.000 pesos.
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bautismo del 16 y 20 de diciembre de 1871, vísperas de su viaje a México.2 Estas tres


personas no vuelven a aparecer en la vida de Cobos. ¿Murieron o se quedaron en
México?. No sabemos.

Los cultivos de Cobos en Chathan fueron creciendo rápidamente y gracias a su visión


empresarial, debió darse cuenta de la posibilidades que le ofrecía la isla. El nombre de
“El Progreso” vino ya de aquel tiempo, pues Teodoro Wolf que lo visitó en 1875 ya le
llama con ese nombre. Igualmente el chileno Vital Gormaz en el mismo año y donde
encontró una población de 37 individuos.3

Los primeros cultivos agrícolas destinados a sostener a sus peones que recolectaban la
orchilla fue el primer paso, pero pronto su visión comercial le llevó al negocio de los
cueros y carne salada, aprovechando la abundancia de reses en la misma isla y en
otras vecinas.

La poca o ninguna vigilancia de las autoridades le permitirían tomar cualquier ruta para
sus exportaciones, basadas principalmente en el contrabando. Para 1869 Manuel
disponía de dos balandras, la “Paulita Salinas” y “Estrella del Norte” para viajar de
Chanduy a Galápagos, cargar la orchilla, cueros y carne y dirigirse a Panamá donde
podía venderlos a mejor precio, adquirir allí otros productos y presentarse luego en
Chanduy como si llegara directamente de Galápagos.

Ese mismo año tenía ya dos juicios de contrabando en Guayaquil, pese a que había
encabezaba un movimiento de respaldo de Santa Elena a la revolución de García
Moreno (enero 1969)

Poco tiempo después solicitaba al gobierno la adjudicación de cuatro millas cuadradas


de la isla , lo que indicaría que tenía ya grandes planes para cultivarla. Le fue negada la
petición y en los meses siguientes el nuevo presidente sacaba a licitación la explotación
de la orchilla de Galápagos. La ganó José Valdizán poderoso comerciante español
casado con la ecuatoriana Carmen Rubira y establecido en Santa Elena por varios años
y pasó a establecerse en la isla Floreana. El negocio de la orchilla no resultó lucrativo,
como ya había previsto Manuel J. Cobos, pues suponía gastos innecesarios y largos y
constantes viajes. Valdizán se dedicó a la agricultura y convirtió a la isla Floreana en
una próspera hacienda. Desgraciadamente se empeñó en llevar trabajadores con
problemas con la ley, lo cual dañó el ambiente de la hacienda y al final terminaron con
la vida de don José (1878).

I.4 Manuel J. Cobos en México.

Los negocios en la Isla Chatham y la explotación de los cueros del ganado remontado
que originalmente había sido llevado por Villamil, como se dijo, alarmaron a los
descendientes de Villamil que acudieron al Presidente García Moreno. En su
contestación les aseguraba éste, que Cobos no se presentaría en las islas, porque
había firmado la orden de captura. Al mismo tiempo había ordenado en febrero de 1871

2
Partidas de bautismo, El Sagrario, Guayaquil, 1871. Diciembre 16 de 1871. Bautismo de José Fancisco
(de 45 días), hijo legítimo de Manuel J. Cobos y Adela Monroy. Padrinos, José Monroy y Sra. Elvira Monroy.
Diciembre 20 de 1871; bautismo de Adelaida María Amelia de Jesús, hija legítima de Manuel Cobos y
Adelaida Monry...” .
3
Gormaz, V. “El Archipiélago de Galápagos”, Servicio Hidrográfico de la Marina de Chile, Santiago, 1890,
p. 20.
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al Gobernador de Guayas y al Teniente Político de Chanduy el secuestro de los bienes


y captura de Manuel y José por “faltamiento” a la autoridad. No fueron encontrados,
pues probablemente habían salido ya hacia México, por lo que fueron acusados de
desertores de las Guardias Nacionales. 4

Años después Manuel relataba su aventura en México:


“ El 70 (1870) otro ballenero descubrió extensos bosques de orchilla en la costa
occidental de la Baja California (Méjico). Asociado de nuevo a mis hermanos y el
Capitán descubridor, a fines de aquel año, recalamos a aquellas playas, Bahía
Magdalena, comenzando in continenti nuestras operaciones con 300 braceros
ecuatorianos que tres meses después habíamos acumulado. Nueve años
permanecimos allí, viendo al fin satisfechos nuestros afanes, cuando la guerra
ruso-turca del 78-79 que amenazaba conflagrar Europa, paralizaron su industria
fabril, causándonos enormes pérdidas, que accidentalmente nos trajeron aquí.” 5
No aparece claro cuándo viajó Cobos a México o si volvió a Chanduy más de una vez,
quizá para el bautismo de sus hijos en diciembre de 1871. En cambio José Monroy se
encargó de reclutar braceros en Guayaquil y llevarlos a México. En julio de 1871
reclama al gobierno por el retraso de una de sus naves con 70 trabajadores, pues había
sido acusado por el Gobernador Santisteban, de llevar a México desertores y gente con
problemas con la ley. 6

Monroy debió hacer por lo menos cuatro viajes llevando braceros a California y la ruta
debió ser siempre por las propiedades de Chatham, donde podían aprovisionarse y
hacer aguada. Indudablemente la previsión de Cobos surtió efecto. Cuántos de los
braceros llevados por Cobos y Monroy regresaron? Es difícil saberlo. Hay indicios de
que organizó más de una hacienda y no sería de admirar que hayan quedado allá como
peones. 7

Los compañeros de la aventura fueron, además de Monroy, su hermano menor Ángel y


José Antonio Rubira. Los campos de Chatham quedaron a cargo de varias familias de
trabajadores (unos hablan de ocho, otros de 12), que debían descuajar bosques para
convertirlos en potreros, iniciar las primeras plantaciones de caña, domesticar ganado,
etc.

La aventura de la orchilla llegó a su fin en 1878 cuando el liquen perdió valor en el


mercado internacional. Cobos atribuye a la guerra ruso-turca que afectó a las fábricas
de Europa. Tradicionalmente se suele atribuir más bien al invento de las anilinas por
Alemania que resultaban más baratas y fáciles de procesar.

4
Comunicación del Teniente Político de Chanduy al Gobernador de Guayas, febrero 6 de 1871. AHBM,
Guayaquil, Vol. 689, 1871, s.f. “ El Capitán Manuel J. Cobos tenía 34 años, casado, comerciante, desertor
. Capitán Federico Monroy, 31 años, soltero, comerciante, desertor. Capitán Angel cobos, 28años, soltero,
comerciante., desertor”.
5
Comunicación de Manuel J. Cobos al Ministro de lo Interior. Diario La Nación, Guayaquil, 12 de junio de
1890, p. 8.
6
Archivo Nacional de Historia, Quito, tomo 710. Comunicación al Ministro de lo Interior, 7de julio de 1871.
7
El autor recibió una curiosa llamada del consulado de México, por el año de 1992, que preguntaba sobre
un Sr. Cobos que aparecía como dueño de unas haciendas de Baja California.
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I. 5 Cobos inicia su gran empresa. 1879.

Cobos debió acumular una buena fortuna en California, gracias a la orchilla, lo que le
permitiría más tarde organizar la hacienda El Progreso con numerosos trabajadores,
desde su llegada en 1879 y ampliar los campos de cultivo para sus planes industriales.
Como empresario previsivo, traía claros proyectos al regresar al Ecuador y los exponía
años más tarde, recordando sus primeras dificultades.
“ En mayo del 79 vine a esta isla donde hallé una mediana plantación de caña
de azúcar de 4 años de vida, productora, con buen éxito. Fui a Guayaquil y
propuse a antiguos amigos míos la formación de una Compañía agrícola con un
capital de $ 50.000 en acciones para un Ingenio que elaborara 50.000 libras
diarios. Todos aprobaron mi idea o proyecto, pero replicaron qué garantías
tendrá este capital en un teatro de criminales asesinos, si U. sucumbiera?.
Objeción sin réplica, que selló mis labios, helando al mismo tiempo por el
momento mi corazón.... Si desde entonces hubiese obtenido este capital, en 4
años lo hubiera reembolsado dejando en pie la hacienda”. 8

Cobos emprendió su magno proyecto en Chatham, esta vez solo. José Monroy que
siempre le había acompañado, pero ahora no aparece sino muy esporádicamente. Tuvo
algo que ver la muerte o distanciamiento de su esposa?. Nada sabemos. Suponemos
más bien que se instaló en Guayaquil como su representante o corresponsal de sus
negocios. Aparece muy pocas veces, una de ellas en agosto de 1899 defendiendo la
causa de Cobos contra unos celadores (policías) que reclamaban por algunos
contratos. Después de la muerte de Cobos, José Monroy aparece también como su
representante y albacea de Josefina Cobos Baquerizo.

El centro de sus actividades fue el Progreso, a unos 8 kilómetros de Puerto Chico (hoy
Baquerizo Moreno) en el sector agrícola más rico de la isla. Los cultivos irán creciendo
desde las pocas hectáreas encontradas en 1879 hasta las 3.000 que se calculaban en
el año de su muerte.

Los primeros trabajadores de la hacienda fueron probablemente voluntarios, llevados de


los campos de la costa, entre ellos, Manuel Olaya que aparecerá en múltiples veces,
padre de numerosa familia y que se libró de ser fusilado en 1882. A estos se sumaron
unos cien peones de la hacienda de José Valdizán, asesinado en 1884. Los trescientos
peones de la isla deseaban abandonarla cuanto antes, pues la consideraban maldita.
Entre los cien que pasaron a Chatham estaba el carpintero Federico Salazar, que
construyó el ataúd para el entierro de Valdizán y que le tocará hacer lo mismo para los
de Cobos y Leonardo Reina en 1904.

La primera preocupación de Cobos de ampliar los terrenos para los futuros proyectos,
no le impidió volver al antiguo comercio de los cueros de res, de la pesca, aceite de
tortuga y otros productos, en todo lo cual tenía larga experiencia que fueron
mencionados entre los robados por lo peones en el párrafo anterior. Muy
probablemente siguió también con la recolección de la orchilla, como se puede deducir

8
Comunicación de Manuel J. Cobos al Ministro de lo Interior. Diario LA NACION, Guayaquil, 12 de junio de
1890, p. 8.
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de la visita a la isla del chileno Vidal Gormaz en 1887, que no pudo entrevistar a Cobos,
porque estaba recogiendo el liquen en una de las islas. 9

No sabemos cuando comenzó a llevar trabajadores con problemas con la ley o en


alguna manera forzados, aunque ya en 1880 hubo una fuga de 14 peones que lograron
capturar un barco ballenero el “Laura” y obligaron al Capitán a llevarles a la zona de
Santa Elena. Los peones robaron equipos y productos de la hacienda, de que se
aprovechó luego el ballenero 10

En los primeros años Cobos reclamó repetidas veces porque el gobierno enviaba gente
indeseable que producían problemas en la hacienda. No sería de extrañar que la
gobernación de Guayaquil hubiera enviado penados, dada la costumbre de ver al
Archipiélago como el sitio ideal para delincuentes por la distancia que hacía casi
imposible las molestas fugas y por la posibilidad de subsistir con los alimentos
esenciales (agua, tortugas, aves, etc.). Además, estaba siempre la tentación de llevar
gente con problemas, como ya había ocurrido con Valdizán, para intentar reformarlos o
para tener mano de obra barata. El mismo Cobos había llevado a México, por lo menos
desertores a los que podía tratar con dureza, sabiendo que no podían reclamar ante las
autoridades.

El primer intento de rebelión de los trabajadores tuvo lugar en 1882 y que terminó con el
fusilamiento de cinco de ellos. La nación entraba en una época de convulsión por la
revolución contra el gobierno dictatorial de Veintemilla. El Archipiélago carecía de
autoridades y de guarnición y la única voluntad era la de Cobos. Fueron apresados seis
sospechosos de la conspiración y puestos en prisión. El patrón quiso hacer un
escarmiento, dar una lección a todos sobre quién mandaba en la hacienda aunque
salvando apariencias de justicia. Ante la ausencia de autoridades organizó un plebiscito
en el que todos debían dar su voto de vida o muerte. Todos fueron condenados a ser
fusilado. Manuel Olaya fue perdonado a último momento por los ruegos de su mujer,
Jesús González y por la intercesión del contador de la hacienda, el argentino Antonio
Sánchez. Parece lógico pensar que nadie podía oponerse a la voluntad de Cobos sin
peligrar su vida. El resultado fue unánime. Una madrugada fueron fusilados y
sepultados el mismo día.

La noticia se supo en Guayaquil muy pronto y se publicó en los periódicos con


comentarios muy duros contra el patrón, sobre todo cuando un oficial de Marina que
había estado en la isla y recogido datos de primer mano informó de los hechos a las
autoridades y a la prensa.

Angel Cobos, el hermano menor de Manuel respondió a los artículos de la prensa,


especialmente a los del diario El Comercio de Guayaquil, defendiendo a su hermano y
presentando las muertes como legítima defensa personal en medio del ambiente de

9
Gormaz, Vidal : “ El Archipiélago de Galápagos”, Servicio Hidrográfico de la Marina de Chile, Santiago,
1890, p. 20.
10
AHBM, Guayaquil, Gobernación, Vol. 854 (sin foliar). Testificación de Cobos sobre el juicio de un falso
hundimiento. El Paylebot “Laura” que luego de simular un falso hundimiento para recobrar el seguro, es
tomado por 14 peones de Chatham y obligado a llevarles a Santa Elena. El capitán tiene que matar a dos
peones, aunque se queda con todos los equipos, armas y productos robados de la hacienda El Progreso.
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hostilidad de los delincuentes sacados de las cárceles de Guayaquil y como decisión de


los padres de familia de los peones de la isla, encaminada a defender a sus hijas. 11

El caso revela el carácter de Cobos y la política que será su norma en adelante en la


hacienda: no habría allí sino una sola voluntad. También se puede sospechar que un
buen número de peones eran penados, los que habían dañado ya el ambiente de El
Progreso.

La impresión de la muerte de los cinco compañeros, no fue olvidada nunca y renació


con toda su fuerza el día del asesinato de Cobos, como veremos más tarde.

I.6. La nueva organización política de Galápagos.

La Convención Nacional de 1883 daba una nueva Carta Constitucional a la República y


en ella Galápagos tomaba un nuevo carácter político. El Art. 120 decía:
“El Archipiélago de Galápagos y en general, todos los lugares que, por su aislamiento y
distancia, no pueden ser regidos por leyes comunes, lo serán por especiales”.
Dejaba de ser provincia y tomaba el nombre de Territorio Insular, dependiente de la
Provincia del Guayas y sería en adelante regida por una Ley Especial que fue
promulgada el 15 de agosto de 1885. Buscaba organizar mejor la administración de las
islas y promover su colonización. 12

La administración de las islas quedaba a cargo de un Jefe Territorial con un secretario,


un Inspector de Policía con seis celadores (policías). Estas autoridades, aunque no se
especificaba, eran elegidas por el ejecutivo.

Las atribuciones del Jefe Territorial eran: cuidar de la integridad territorial, proteger la
migración, fomentar la colonización y desarrollo, cuidar de la tranquilidad y el orden,
fomentar la educación, imponer justicia, visitar continuamente el territorio del
Archipiélago e informar cada seis meses al ejecutivo sobre la situación de las islas.

Irónicamente, la única función que pudo cumplir adecuadamente el Jefe Territorial fue la
última y gracias a los informes del segundo Jefe Territorial, Pedro Jaramillo,
disponemos de abundantes datos de la situación de la Isla Chatham.

La Ley Especial podía ser bien intencionada, pero en la práctica no funcionó ni podía
funcionar por la distancia y sobre todo por la poca importancia que daban los gobiernos
al Archipiélago por los escasos resultados que había dado en los cincuenta años desde
la anexión de José Villamil. Casi todo quedó como letra muerta, dada la situación tan
extraña donde la población de la isla se identificaba con los peones de la hacienda y
donde todo, subsistencia, seguridad, comunicaciones y la misma justicia dependían de
la voluntad del dueño de la hacienda, Manuel J. Cobos, como veremos más adelante.

El promover la colonización se había convertido en una de las preocupaciones del


Gobierno para aprovechar las supuestas fuentes de riqueza, para justificar la presencia
11
Exposición de Angel Cobos a los redactores de El Telégrafo para justificar el ajusticiamiento de cinco
peones en Chatham. Diario los Andes, Quito, 23 de mayo de 1882, p. 3. Cita otros casos sucedidos en las
islas, como el asesinato de Valdizán, el de Levick, Goodnow en I. Chávez, contra Manuel Zarde y otro
anterior contra el mismo Cobos, de los que tenemos pocas noticias.
12
Federico Trabuco: Constitución de la República del Ecuador sancionada por la Convención reunida en
Quito. 1883. Ley Especial del Archipiélago de Galápagos. Quito, Edit. Universitaria.
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de las autoridades ecuatorianas y sobre todo para enfrentar las amenazas desde el
exterior, ya que varias potencias, especialmente Estados Unidos tenían puesta su mira
en las islas como defensa natural del proyectado Canal de Panamá. El mismo año de
1883 el gobierno, gracias a la oportuna intervención de Antonio Flores Jijón, había
logrado neutralizar la pretensión del gobierno del Presidente Arthur de Estados Unidos,
que basado en los informes de su Secretario de Estado Baines, llegó a declarar a
Galápagos “res nullius” (tierra de nadie) y ponía en duda la soberanía ecuatoriana en
las islas. 13.

La Ley Especial de Galápagos en el Art. 11 al tratar de la colonización, añadía:


“La anterior disposición es sin perjuicio de los derechos que tiene la Compañía
Suizo-Escandinava de la colonización de Galápagos, según contrato de 8 de
1884. 14

El proyecto se inició en 1882 y estaba dirigido por el suizo Adolfo Beck y el noruego
Alfred Tronchin. El Ecuador veía con buenos ojos tal colonización, por la admiración que
siempre ha tenido nuestra gente por los nórdicos. Cuando todo parecía que llegar al
éxito y los colonos noruegos se aprestaban a embarcarse, el Ecuador se negó a quitar
una de las exigencias del contrato, la solicitud de la carta naturalización previa y adquirir
la nacionalidad ecuatoriana.15.

Esta exigencia desalentó a los promotores y a los colonos y suspendió el proyecto.


Mucho se ha discutido sobre el interés de los noruegos por colonizar Galápagos y la
exigencia tan radical del Ecuador por la naturalización de aquellos. Para algunos, la
medida exigida por el Ecuador era esencial para defender la soberanía, pues se podía
sospechas que los noruegos eran la cabeza de puente de los intereses extranjeros que
querían presionar al Ecuador para la venta de las islas.

El interés de los noruegos por Galápagos volvería cuarenta años más tarde, en 1926.

I.6. La Jefatura Territorial de Galápagos.

La administración del Archipiélago quedaba a cargo de un Jefe Territorial con su


secretario y un Inspector de policía con sus seis celadores que cuidaban de la
seguridad.

La situación real de tales autoridades, como ya se ha indicado, fue siempre lastimosa,


pues sin los medios necesarios para cumplir y hacer cumplir sus funciones, terminaban
convirtiéndose en meros “figurones”, como bien indicaba Nicolás Martínez en 1907: “
“Sirven únicamente para decir que existen representantes del Gobierno, pero no pueden
hacer nada”.

El primer Jefe Territorial fue Juan B. Treviño nombrado en 1884, pero regresó en
septiembre del mismo año aquejado de una repentina y misteriosa demencia. Le
reemplazó el coronel retirado Pedro Jaramillo, una figura más bien opaca que
permaneció en la isla por varios períodos. Al comienzo quiso asentar su autoridad e

13
Ortiz Crespo, Gonzalo: El Imperialismo y las Islas Galápagos. Cuenca, Mimeogrf. 1980.
14
El Nacional, 2 de octubre de 1885, p. 1
15
Carta de A. Beck al Ministro de lo Interior del Ecuador. El Nacional, 1 de enero de 1886 y respuesta del
Ministro, Modesto Espinoza. El Nacional, enero 1 de 1886.
-13-

independencia y se opuso a ciertas arbitrariedades de Cobos, pero terminó


amoldándose a la situación de Galápagos, en donde todo dependía de la voluntad de
aquel. Debemos agradecer, como hemos dicho, a sus informes enviados fielmente cada
seis meses, pero en los que casi nunca vuelve a mencionar una crítica contra el patrón
de la hacienda.
El Jefe Territorial, el Coronel Federico Irigoyen fue el único que se atrevió a desafiar a
Cobos por haber impuesto un cruel castigo de azotes a una mujer de apellido Farías, a
finales de siglo, pero lo hizo cuando un buque de la Marina Ecuatoriana se hallaba en el
puerto y en él se retiró a Guayaquil, donde inició un juicio contra Cobos. El juicio no
prosperó y fue archivado, porque nadie se atrevió a testificar contra el dueño de la
hacienda.

I.8 El crecimiento del Pequeño Imperio de Manuel J. Cobos.

Llamamos imperio por el dinamismo de este empresario pero también por el poder tan
grande que llegó a tener sobre la isla de Chatham o San Cristóbal. El período de
veinticinco años que duró este pequeño imperio se puede dividir en dos etapas, con el
año de 1889 como fecha divisoria. La primera etapa como hacienda agrícola que
aumenta sus cultivos en preparación para la segunda etapa en que se convierte en
centro industrial, con la instalación del Ingenio de Azúcar.

Ya se dijo que Cobos, mientras estaba en México, había dejado un grupo de familias en
el Progreso con el encargo de despejar bosques para potreros y campos de caña. La
llegada de Cobos orientó los trabajos a una economía de subsistencia para el centenar
de trabajadores (agricultura y ganadería), para un moderado comercio de pieles,
pescado, carne seca y aceite de tortuga, pero el interés mayor era ampliar los cultivos
de caña para la segunda etapa. Al mismo tiempo experimentaba con otros cultivos,
alguno de los cuales fueron una gran fuente de ingreso, como el café.

Los informes semestrales del Jefe Territorial Coronel Pedro Jaramillo son algo
variables, pero indican el estado floreciente de la hacienda. Así el de 30 de mayo de
1888 daba los siguientes datos sobre la ganadería de la hacienda:
Ganado vacuno 370
Yeguarizo 300
Mulares 60
Cerdos 104
Chivos 40

Los cultivos agrícolas para1887 eran de 168 cuadras, según el mismo Jefe
Territorial, sin contar los potreros:
Caña de azúcar 80 cuadras
Café 30 cuadras Plátano 3 cuadras
Papas 5 cuadras Fréjoles 3 cuadras
Yuca 30 cuadras Maíz 6 cuadras
Otros (legumbres) 11 cuadras

En los primeros años se molía la caña por fuerza animal para fabricar alcohol,
aguardiente, miel y un anisado bastante aceptable. De la miel, suponemos que se
elaboraba la panela.
-14-

El café tuvo un éxito notable, luego de haber experimentado con unas treinta plantas
cerca de la casa. Al ver los resultados, se prepararon 40 cuadras para unas 30.000
plantas que producían, para 1891, una cantidad suficiente para exportar al continente.
Alex Mann, el inglés que estuvo muy cerca de los acontecimientos, calculaba en 1905
que había más de 100.000 cafetos de muy buena calidad, que seguían produciendo
muchos años después de la muerte de su dueño.

II. El Apogeo de el Progreso

II. 1 El Progreso como centro industrial.

Los planes de Cobos al regresar de México no eran simplemente de cultivar los


campos de Chatham sino de convertirla en un centro industrial de primer orden con un
ingenio de azúcar como centro. Al no tener el respaldo suficiente de sus amigos, tuvo
que esperar varios años que los aprovechó para preparar los cañaverales, caminos,
muelle, conducción de agua, etc. gracias a los capitales que había acumulado en
Guayaquil y México.

La ley de 1885 permitía importar equipos, maquinaria y herramientas sin impuestos, por
lo que aprovechó para solicitar, a finales de 1888 a Glasgow la maquinaria completa
que se instaló entre 1889 y 1891, bajo la supervisión de técnicos ingleses.

Nos han quedado dos descripciones muy detalladas del Ingenio, una de Alex Mann
seguramente de la primera época, es decir a finales de siglo, y que le impresionó
mucho, y la de Nicolás Martínez de 1907. Las dos se complementan, por lo que vale la
pena conocerlas:

” La producción de azúcar es de unas 500 toneladas al año, además de una


gran cantidad de alcohol y ron blanco, hecho de los residuos de la caña…
El pueblo, que ocupa una porción central, está situado a una elevación de unos
1.200 pies sobre el nivel del mar y contienen una fábrica para la elaboración del
azúcar y licores, muy bien montada y de un modelo moderno. La maquinaria es
principalmente de manufactura de Glasgow y de último modelo; hay un molino
para la caña, un proceso de triple efecto y un caldero al vacía, separadores
centrífugos y un gran número de accesorios.
Las cañas llevadas a la fábrica son pasadas por entre inmensos rodillos de
hierro colado y el jugo exprimido cae por un filtro para separar la materia vegetal
más gruesa. El rechazo, llamado aquí “bagazo” , se esparce en un patio para
secarlo y sirve después como combustible para los calderos. El jugo, que es de
un color amarillo cremoso, debe tratarse enseguida para evitar la fermentación,
ya que las sustancia azucarada se transformaría en un azúcar invertida, amarga,
si no se neutralizan los ácidos que se encuentran en el jugo. Esto se realiza muy
simplemente al calentar el jugo con un poco de agua-cal en tanques especiales
de láminas de hierro. Se pasa luego a grandes tanques de unos 500 galones de
capacidad y al ser calentados por medio de serpentinas de cobre y vapor, las
impurezas suben a la superficie como espuma y son retiradas manualmente.
El siguiente paso: el jugo es bombeado a la unidad llamada “triple efecto” y
luego al caldero al vacío, aparatos similares en su acción, que realizan la
evaporación del agua del jugo a una temperatura baja para no quemarla y para
formar un grano grueso. Cuando el jugo llega al punto apropiado de granulación,
que se ve a través de un panel de cristal grueso en el caldero al vacío, se apaga
-15-

el vapor y la carga se precipita en forma de melaza a los tanques de


enfriamiento. Se pasa luego a un recipiente circular que gira a gran velocidad,
llamado centrífuga, que expulsa el líquido remanente del jugo y retiene el azúcar
granulado, la cual está lista para el mercado.
Hay, por supuesto otros detalles menos importantes, pero necesarios, como el
blanquear el azúcar, mas la operación ordinaria no va más allá de lo descrito. La
espuma y la miel que salen de las centrífugas se diluyen en agua, se fermentan
y se fabrica el alcohol y el ron blanco, que es un brandy nativo”. 16

Simultáneamente a la instalación de la fábrica estaba la conducción de agua entubada


desde las alturas de la isla y la necesitaba en relativa abundancia para la maquinaria, el
regadío de los campos y para la población que iba en aumento.

Felizmente la isla tiene algunas fuentes de agua muy cerca de la población y otras en
las alturas. Manuel J. Cobos encargó el trabajo a su compañero fiel Felipe Lastra que le
había seguido de California. La conducción del agua no era tan fácil pues debía cruzar
quebradas y desniveles a largo de siete kilómetros desde las montañas hasta la
población.

El Jefe Territorial Pedro Jaramillo expresaba ya en 1889 sobre las obras realizadas para
la conducción de agua:
“Aun cuando cerca de esta población hay un manantial de agua pura de donde
nos proveemos, existe un canal artificial que desciende de las montañas
centrales de la isla para entrar en una cañería de fierro de un kilómetro por
donde llega a la fábrica de azúcar para las funciones de la maquinaria siete
millas de extensión recorre este acueducto, pasando al borde de altas rocas
perpendiculares canalizadas a pico y atrasando tres puentes tendidos entre
zanjas profundas”.

Los autores José Bognoly y José Moisés Espinoza que visitaron la obra en 1904, se
expresan así:
“ Siete son las tomas de agua y llegan al Progreso por una combinación de
cañerías y canales de zinc, cal y piedra y tubos, en un recorrido de unos 6
kilómetros, meritorio esfuerzo para un profano”. 17

Esta obra impresionó demasiado a la primera comisión enviada luego del asesinato de
Cobos en 1904 y querían llevar a Felipe Lastra a trabajar en las instalaciones del Agua
Potable de Guayaquil. En cambio, Nicolás Martínez, un profesional en la materia,
anotaba:
“El agua llega a la hacienda por un canal de zinc, de construcción particular,
fabricado por un individuo que parece no ha tenido la menor noción de
hidráulica”. 18

La obra, de todos modos, dio vida a la fábrica, a la población que pronto llegó a 400
habitantes y riego los cañaverales y campos de cultivo. Las instalaciones actuales
siguen el mismo trazado de Laztra pero con mejores estudios técnicos.

16
Mann Thomas: Yatching in the Pacific, London, 1909, p.30-32.
17
Bognoly J. Y Espinoza, J. Las Islas Encantadas de Galápagos, Guayaquil, 1917, pag. 23.
18
Martínez, Nicolás: Impresiones de un viaje, Quito, 1911, p.60.
-16-

Los caminos: La extensión de la hacienda, el transporte de los productos sobre todo


de la caña al Ingenio y el azúcar al puerto, suponía una red vial muy grande. Se
calculaba en dos leguas de caminos de la hacienda. Veamos la descripción de Nicolás
Martínez:
“Parte un camino carretero de cinco y media millas hasta llegar al ingenio
Progreso de donde se prolonga hacia el este once millas, recorriendo el centro
de la isla, para ir a terminar en dos ramales en dirección N.E. y S.E. de tres
millas cada uno. Esta camino carretero ha sido formado por el propietario señor
Cobos, rompiendo la roca volcánica en su mayor extensión, por lo que fuera
ardua y costosa empresa”. 19

En la sección central estaban los caminos más amplios que confluían en el ingenio por
donde corría un ferrocarril estilo “Decauville” sobre rieles portátiles y arrastrado por
bueyes, para el transporte de la caña en la época de la zafra. El nuevo Jefe Territorial
Juan José Pino calculaba en 1904 en dos leguas la longitud de las líneas del ferrocarril.
Otra obra notable fue el muelle de madera en el puerto que permitía a los buques
acoderarse para la fácil carga y descarga y de donde partían líneas férreas hacia las
bodegas cercanas. Dos balandras, por lo menos, transportaban los productos de la isla
hacia Guayaquil durante todo el año o recorrían algunas islas para la explotación de las
tortugas, de que hablaremos después, el comercio del azufre, de los cueros y de la
pesca.

El azufre fue explotado en forma limitada de los volcanes de la isla Isabela, hasta que
se instaló en ella Antonio Gil en 1897 y una causa de desavenencia fue la intención de
Cobos de seguir explotándolo.

Cerca de la población del Puerto Chico se encontró una buena mina de cal que resultó
muy oportuna y provechosa, no solo para el comercio sino sobre todo para el proceso
del blanqueo del azúcar en el ingenio. Debió ser una mina bastante grande, aunque el
Jefe Territorial, con frecuencia exagerado, informaba que era inagotable, pues solo en
1888 se habían sacado más de 3.000 quintales. De todos modos, había suficiente cal
para exportar y en los diarios de Guayaquil aparecían avisos sobre su bondad y
abundancia.

Una fuente de riqueza, como ya se ha dicho fue el comercio de pieles de ganado


vacuno. Equipos de cazadores debían matar y completar semanalmente, un buen
número de pieles. La carne se aprovechaba en mínima cantidad para el alimento de los
peones de la hacienda y para preparar el “charque” (carne seca o salada) que se
exportaba al continente. En el juicio de 1904 se citaron muchos crueles castigos de
azotes aplicados a los cazadores por no cumplir con la “tarea”.

Tareas semejantes se imponían a los pescadores, que debían completar una cantidad
mínima de peces desentrañados y secados. La pesca del bacalao se intensificaba a
finales de año para exportar al continente, pues era la comida obligada para ciertos días
de la cuaresma de las comunidades católicas y más especialmente para el tradicional
plato de la “fanesca” del Viernes Santo, uno de cuyos componentes es el bacalao seco.
El bacalao de Galápagos llegó a ser casi el pescado obligado para tales platos.
Todos estos productos de exportación no significaban un rubro notable, pero si
sumamos todos ellos (café, azufre, cueros, pescado, cal y sobre todo, aceite de tortuga)

19
Martinez, Nicolás: Impresiones de un viaje a Galápagos, 2ª. Ed. Quito, 1924, p. 47.
-17-

era un recurso que podía sostener los gastos ordinarios, permitiendo capitalizar
libremente las ventas del azúcar.

Los demás cultivos de la hacienda ( hortalizas, patatas, otoy, yuca, frutas, etc.) eran,
casi todos para consumo interno de la creciente población que llegó, a finales de siglo a
400 personas.

II.2 La población de la hacienda El Progreso.

Los artículos de los periodistas que visitaron la isla luego del asesinato de Cobos en
1904 lanzaron la noticia de que la población de El Progreso estaba compuesto de
delincuentes y vagos enviados de las cárceles de Guayaquil. Esta noticia se generalizó
y se ha repetido siempre sin mayor análisis.

Los primeros grupos fueron indudablemente voluntarios, como los que regresaron de
México (como Lastra y Valverde), que no debieron ser muchos. A estos se juntaron los
cien y más peones salidos de Floreana en 1879, luego del asesinato de José Valdizán.
Algunos trabajadores llegaron de la costa ecuatoriana invitados por el mismo Cobos,
entre ellos Manuel Olaya que se libró de la muerte en 1882, como ya se dijo. En el juicio
de 1904 declara que “trabajé 25 años en la isla”. 20

El número de penados enviados a Galápagos en los primeros años debieron ser pocos
porque no los necesitaba todavía luego de recibir a los 100 peones de Floreana. La
protesta de Cobos de que el gobierno se empeñaba en enviar gente fuera de ley, lo
confirmaría. En el censo1887 hecho por el Jefe Territorial solo aparecen siete
“confinados”. 21 El informe de 1891, cuando se terminaba de instalar el ingenio, se habla
de 216 pobladores de los que121 eran conciertos.

La política nacional, como se ha repetido, de considerar a las islas como el presidio


ideal, por la distancia, por la existencia básica de agua y alimentos indispensables y por
la esperanza de convertirlos en colonos, iba a causar innumerables problemas en esta
época y en el futuro.

En los años posteriores el número de forzados fueron en aumento, pero no todos ellos
eran delincuentes formales o criminales. Cabe mencionar tres grupos principales,
además de los delincuentes,
ƒ Los presos por deudas: Cobos pagaba a los acreedores y recuperaba la deuda
con el trabajo en la isla. Tenía la ventaja de que todo dependía del patrón tanto
en valor del salario como los recargos por viaje, precios de los productos que se
vendían en la hacienda y sobre todo, en la facilidad de alargar indefinidamente la
pena con una oportuna multa o castigo. No pocos estaban condenados de por
vida, porque les iba a ser imposible pagar la deuda con tan bajos salarios.
ƒ Algunas autoridades de Guayaquil iniciaron la costumbre de limpiar las calles de
la ciudad de los “vagos y mal entretenidos”, muchachos y jóvenes que vagaban
por la urbe para enviarlos a las islas o “ a la Marina”,. En el juicio de 1904 un
buen porcentaje de los trabajadores estaban entre los 25 y 30 años y habían
permanecido más de diez años en la isla. Otro caso, quizá el más dramático fue
el de Jerónimo Beltrán, que había viajado con su madre es pos de su padre que

20
Declaraciones de Manuel Olaya, Diario El tiempo, febrero 27 de 1904, pág. 3
21
Censo de la población enviado por el Jefe Territorial. Archivo Nacional de Historia, Quito, tomo 98.
-18-

llevaba ya algunos años en San Cristóbal. Cuando tenía doce años murió su
madre. Al morir poco después su padre, recibió la notificación de que debía
firmar un pagaré por la deuda dejada por éste. En 1904 esa deuda había subido
a 700 sucres, una cantidad imposible de pagar.
ƒ La migración de las mujeres a las islas había seguido un camino similar pero
22
con una desproporción muy grande con los hombres. En el mejor de los casos
había una mujer por cuatro hombres y no era raro que llegara una por diez, lo
que aumentaba la tensión y desasosiego general. Es más, el inglés Alex Mann
que conoció este ambiente atribuía a esta desproporción la causa más grave de
problemas de la hacienda:
“Estoy convencido que dos causas han ocasionado las insurrecciones y
crímenes perpetrados en estas islas: la primera, pero no la principal, la
mezcla de criminales con trabajadores respetables; la segunda, el
prescindir de una de las leyes esenciales de la naturaleza, la debida
proporción entre los sexos, un error que han cometido últimamente las
autoridades de Inglaterra con los trabajadores chinos de Transvaal y los
lastimosos efectos que han ocasionado con los vicios consiguientes del
juego y de las reacciones anormales con el licor en que la desesperación
transforma al hombre obediente en un villano peligroso…. y porque es
difícil convencer a una mujer decente a ir a residir a una isla donde el
crimen se ha mantenido impune por muchos años”.

Y el escritor Nicolás Martínez corroboraba lo dicho cuando decía:


“Indudablemente la causa principal para los crímenes y desórdenes de toda
clase en la isla, ha sido siempre la escasez de mujeres; pues la proporción
respecto de los hombre no llegaba al 15% y debido a esto se ve la anomalía que
una sola persona pertenezca a tres o cuatro personas”. 23

El ambiente moral de la hacienda no podía ser bueno ni tampoco parece que era una
preocupación de Cobos. Al contrario, muchos peones acusaban a Cobos de fomentar la
inmoralidad, de su inclinación a las muchachas adolescentes y de que era propagaban
la sífilis en la población. Puede ser que, como se ha dicho, muchas acusaciones
aparecieron cuando Cobos no podía defenderse, pero algunos casos concretos se
presentaron durante el juicio, como la violación de una de las hijas de Manuel Olaya,
aprovechando que éste se hallaba en otra isla.

II.3 La organización y vida en la hacienda El Progreso.

Es difícil imaginar la vida en una isla que se convirtió en un intenso centro industrial y
comercial , donde las tareas se multiplicaban en diversas formas y con una población
tan heterogénea que dependía de una sola voluntad.. La hacienda se inició según el
modelo agrícola de la Sierra ecuatoriana, donde el patrón era la última palabra y las
tareas diarias estaban dirigidas por uno o más mayordomos. Estos personajes eran
claves pues se convertían en los hombres de confianza y en los intermediarios entre el
patrón y los trabajadores. Cobos mostró su fino conocimiento de sus hombres al
escoger a los más valiosos. Aun el caso del mayordomo Elías Puertas confirma lo
dicho, pues, aunque fue el asesino, mostró que era un líder de primera clase.

22
Mann, Alex : Yatching in the Pacific. London 1909, p. 37.
23
Martínez Nicolás: Impresiones de un viaje, Quito, 1917, pag. 103.
-19-

Las ocupaciones y organización de El Progreso se ampliaron y complicaron cuando se


convirtió en un centro industrial y comercial. El día de trabajo comenzaba muy
temprano, a las cinco de la mañana, para aprovechar la luz matutina. A medio día se
interrumpía el trabajo para una comida comunal, el tristemente recordado “pingui”, un
cocido de plátano, patatas, carne y huesos, condimentada a veces con agua salada,
que producía trastornos estomacales, como mencionaba el Jefe Territorial. 24. Solo el
hambre de peones desnutridos obligaba a tomar una comida tan poco apetitosa. La
jornada duraba ordinariamente hasta la cuatro de la tarde y aun hasta la noche, cuando
debían terminar una tarea de zafra, de embarcar o de desembarcar una de balandras
en su viaje a Guayaquil, etc.

Se trabajaba los siete días de la semana y durante todo el año con muy pocos
descansos. Esto no era extraño en la época del liberalismo manchesteriano (finales del
siglo XIX), cuando se obligaba a trabajar hasta doce y quince horas, todo el año, sin
seguros y con frecuencia con unos sueldos de hambre.

Manuel J. Cobos se mostró como un empresario de primer orden, capaz de enfrentar


los más difíciles desafíos, capaz de manejar los más difíciles grupos de hombres y todo
en una isla alejada de los centros financieros, comerciales y administrativos.
Lastimosamente creó un mundo en donde los valores humanos eran muy bajos y
donde, como dice Alex Mann, tenía que mantener una disciplina rígida a fuerza del
látigo y de la bala. La responsabilidad de Cobos en formar ese mundo es innegable.

El control del trabajo se hacía con el sistema colonial de las “rayas”, marcadas en un
cuaderno y según las cuales se pagaban los sueldos o se descontaban las deudas.
Lógicamente, dependía del patrón o de los contadores el que se guardara la honradez
mínima. No sabemos cuál era el jornal de un peón porque todos los libros de cuentas
fueron quemados en día del asesinato de Manuel J. Cobos. Suponemos que no pasaba
de un sucre, pues se incluía en los gastos, la casa, la comida y otros servicios.
Jerónimo Beltrán, el peón sanguinario, declaraba en el juicio de 1904 que “ganaba dos
reales en monedas de cuero o de papel, que no alcanzaba ni para el pan y lo demás
sacábamos fiado, con lo que iba en aumento la deuda”.

En todo caso, el valor de la moneda para los peones era simbólico, pues el circulante en
la hacienda era propio y no servía sino para adquirir lo necesario en los almacenes de la
hacienda, donde más de un empleado de Cobos ( se hizo famoso y odiado un tal Arturo
Chica) aprovechaba para explotar a sus compañeros o ganarse la voluntad del patrón.

Las monedas de la isla eran, al comienzo de suela, luego fueron cambiadas por piezas
de cobre y de otra sustancia parecida al actual plástico, para terminar con vales
impresos en la imprenta Mercantil de Guayaquil. Tales monedas eran, lógicamente
ilegales.

Un periodista de El Telégrafo que acompañó a la primera comisión luego de la muerte


de Cobos, escribía:
“ la moneda circulante en San Cristóbal es emitida en el ingenio y consiste en
fichas de 5 y 20 centavos y billetes de 50 centavos, un sucre y 5 sucres. Las

24
En su informe, el Jefe Territorial Pedro Jaramillo acota: “Aunque en la I. Santiago se tiene una excelente
sal, con mucha frecuencia
-20-

monedas que los viajeros hicimos circular durante nuestra permanencia, eran
recibidas con claras manifestaciones de placer y asombro”. 25
Los peones que llegaron a Guayaquil después del asesinato y que habían permanecido
en la isla por varios años, no disponían de dinero legal y apenas conocían el valor de
las monedas corrientes.

La responsabilidad de las autoridades en estas y otras arbitrariedades cometidas en la


isla, fue grande y dio origen a serias controversias durante el juicio de 1904. Por otro
lado hay que comprender también que tales funcionarios. Al depender en todo de la
hacienda, no tenían otra opción que cerrar los ojos a la realidad de la hacienda.
Nicolás Martínez nos ha dejado el testimonio más directo de la situación de las
autoridades en la isla, luego de su larga estadía en 1906-1907:
“ Si el Jefe Territorial no cerraba los ojos cuando Cobos cometía algunos de los
atentados que refieren, y si protestaban, de qué manera hubiera podido hacerse
respetar, si no tenía víveres y se hallaba solo y como abandonado en medio del
océano? Naturalmente, tenía entonces que convertirse en cómplice del único
señor y dueño de la isla bajo la pena de morirse de hambre.
Al oir hablar de una colonia en esta isla, creía encontrar en ella algo semejante,
pero había estado engañado; pues no es así, ya que lo único que hay es una
hacienda y todos los habitantes, inclusive el Jefe Territorial y las demás
autoridades, hasta el peón más infeliz, están sujetos y dependen de ella, porque
la propietaria de los único buques que hacen los viajes entre la Costa y la isla, y
la única que tiene víveres y otros artículos de primera necesidad, y que los
puede vender, y al fin, la única que puede hacerse obedecer, porque cuenta con
los medios para ello.
Actualmente las autoridades civiles que residen en la isla, no son otra cosa que
meros figurones y sirven únicamente para decir que existen representantes del
Gobierno, pero no pueden hacer nada”26

La situación de las autoridades era lastimosa: sin una nave para trasladarse de una isla
a otra, sin posibilidad de abastecerse sin depender del patrón de la hacienda, con
frecuencia hospedadas en casuchas mientras reparaban la “casa de gobierno” que no
era, con frecuencia sino una pequeña casa de caña, y lo que es peor, sin dinero para
pagar a Cobos por la comida. Los Jefes Territoriales se quejan constantemente del
abandono en que les tenía el gobierno, sobre todo por el retraso de sus sueldos, lo que
impedía pagara Cobos por la comida y aun se veía obligados a solicitar préstamos para
enviar a sus familias en el continente.27

Conocemos muy pocos casos en que los Jefes Territoriales se enfrentaron al dueño de
la hacienda. Pedro Jaramillo protestó de ciertas actuaciones de Cobos, pero a la larga
tuvo que someterse y en los largos años en la hacienda, no vuelve a mencionar la
menor falla en la isla.

A mediados de la última década del siglo, el Coronel Federico Irigoyen, molesto por las
arbitrariedades, quiso imponer su autoridad.. En las montañas fría de la isla cuidaba de
los rebaños Liborio Escalante, apodado “Cacaseno” , medio idiota. El Jefe Territorial en

25
Diario El Telégrafo, Guayaquil, 12 de marzo de 1904, p. 2
26
Martínez, Nicolás: Impresiones de un Viaje, Quito, 1917, pp. 98-99
27
Comunicación del Jefe Territorial Pedro Jaramillo al Gobernador de la Provincia del Guayas, Nov. 18 de
1888. Archivo Biblioteca Municipal, Guayaquil, Vol. 942, 1888, s.f.
-21-

una de sus visitas le encontró totalmente desnudo y obligó a Cobos a darle vestidos. En
medio de frecuentes enfrentamientos, Irigoyen protestó cuando Cobos condenó a Rosa
Agustina Farías a recibir quinientos palos, por una falta relativamente pequeño. Era un
castigo que le ocasionaría, sin duda, la muerte. El Jefe Territorial le denunció y renunció
a su cargo, aprovechando que un buque de la Marina ecuatoriana había llegado a
puerto

El juicio se prolongó en Guayaquil por largo tiempo hasta que fue encarpetado, pues los
testigos y jueces fueron acallados por el dinero de Cobos. Las mismas autoridades de
Guayaquil no podían permitir que saliera a descubierto su complicidad al haber
enviado penados a la isla contra las prohibición de las leyes.

II.4. Sistema de control y castigo.

El manejo de una población tan diversas y en una situación tan compleja requería una
extraordinaria habilidad, pero al mismo tiempo un sistema efectivo de control y fuerza.
Cobos se mostró un maestro en casi todos los campos.

Ya hemos ponderado su conocimiento de los hombres de confianza y de la sabia


selección de sus capataces que eran los hombres claves no solo para la eficacia del
trabajo, pero sobre todo para la seguridad del Ingenio y de su propia vida.
El varias veces mencionado Alex Mann describe el método de Cobos para mantener
domesticada a la población:
“ Cobos mantuvo su comunidad unida con mano firme asignando a cada hombre
su diaria tarea e imponiendo castigos corporales severos a aquellos que no la
cumplían, sin detenerse en la flagelación inhumana, la tortura y aun el asesinato.
Por estos medios mantuvo a sus esclavos sujetos y contra sus decretos, toda
resistencia era vana, ya que era muy servido por un sistema de espionaje,
debido al miedo que se le tenía”. 28

No era posible mantener una población tan numerosa, solamente a fuerza de terror por
casi 25 años, sin usar otras ayudas, entre las que podemos indicar las siguientes:
1.- Mantenía a un grupo de fieles incondicionales, entre los que figuraban los que le
acompañaron desde México, Lastra , Felipe y Santiago y otros.

2.- La colaboración y el encubrimiento de las autoridades que, como ya se ha dicho, no


se atrevían a enfrentársele. Los mismos guardias o celadores, se convertían en
funcionarios de la hacienda y sus armas podían ser usadas solamente en su favor.
El sistema de “guardias nacionales”, una forma de conscripción militar, se convertía en
una institución que podía ser usada para proteger al dueño de la hacienda, pues el
mismo Manuel era el capitán de las guardias, sus hombres de confianza eran sus
lugartenientes y, como jefe supremo, guardaba las armas del estado en uno de los
cuartos contiguos a su alcoba. .

3.- La cadena de espías y oportunistas que por ciertos privilegios eran capaces de
delatar a sus compañeros. Al parecer Cobos usaba a varios de ellos con mucha
habilidad, especialmente a ciertos esbirros como Arturo Chica que explotaba a todos
desde el almacén de víveres, a la mujeres livianas y hasta a los niños.

28
Mann Alex: Yatching in the Pacific, London, 1909.
-22-

Indudablemente el ambiente social de la población no era sano y se volvía más tenso


aún por el factor sexual ya mencionado (la desproporción entre hombre y mujeres), y la
poca moralidad en la mayoría de la población. La situación se volvía incontrolable en
las noches de baile, cuando el patrón concedía unas horas de “descanso”, por año
nuevo, por su cumpleaños, por los de los hombres de confianza, para dar la bienvenida
a nuevos trabajadores o cuando había que descargar un barco etc. Los trabajos se
“alzaban” a las cuatro de la tarde y se reunían en la “sala de baile”, que no era sino una
choza maloliente y oscura alumbrada por un mechero que despedía poca luz y mucho
humo. La orquesta se componía de una vieja guitarra, un destemplado violín y un
vetusto acordeón.

Aquellos bailes se volvieron tristemente famosos por las orgías y crímenes que se
cometían cuando el alcohol suprimía las inhibiciones y dejaba libre la tendencias
sexuales reprimidas. La comisión enviada a investigar el asesinato de Cobos en 1904 y
el citado escritor Nicolás Martínez pudieron presenciar varios casos de violencia
originada por los celos.

Durante el juicio de 1904 varios trabajadores hablaron de los escándalos provocados en


una “escuela de baile” promovida por Angel, un hijo de Manuel y que se convirtió en el
centro de los mayores escándalos y orgías. Con todo, hay que considerar que tales
acusaciones podían ser, al menos, exageradas y lanzadas cuando Cobos ya no podía
defenderse.

Manuel J. Cobos no cuidaba de la moral de sus súbditos y más bien se le acusaba que
sus desórdenes sexuales, sus arbitrariedades con las mujeres de los peones y sobre
todo de su preferencia por las adolescentes. Mas de un peón acusó al patrón de haber
sido el principal propagador de la sífilis en la isla.

Los castigos utilizados por Cobos para domesticar a los recién llegados y mantener la
disciplina de la población era el método más usado en la hacienda. Es cierto que las
declaraciones de los peones durante el juicio pueden aparecer exagerados, como el
número de los azotes, pero muchos datos fueron corroborados por otros medios, como
las cicatrices en las espaldas de muchos causados por azotes, el destierro de Camilo
Casanova, los muertos en la Isla Santiago, etc.

El castigo más frecuente eran los azotes (con sus sinónimos de palos, bejucos, látigos,
foetes) dados, muy de mañana luego de atarlos a un palo a corta distancia de la casa.
Muy pocos, al parecer, se libraron de tales castigos aplicados por intentos de rebelión,
robos, por no cumplir una tarea o por cualquier descuido, como en el caso de Liborio
Escalante (alias Cacaseno), ya citado. Algún tiempo después fue sentenciado a 200
palos por haber perdido unas ovejas atacadas por los perros salvajes. Murió a
consecuencia del castigo.

Algunos casos que se repitieron en las declaraciones de los testigos en el juicio de


1904, fueron:
ƒ Andrés Caicedo, luego de los azotes fue encerrado en una bodega y fue
encontrado dos días después muerto y comido por las ratas.
ƒ Narciso Guerrero, recibió 500 palos. Fue encontrado muerto cuatro días más
tarde y comido por las ratas.
ƒ Hortensia Rodríguez, sentenciada a 500 azotes que debía darlos su esposo y
como ‘este no pudo continuar, tuvo que sufrir él mismo.
-23-

ƒ Rosa Agustina Farías, un caso ya mencionado, fue sentenciada a 500 azotes


que le destrozaron sus espaldas.
ƒ Pedro Catuto, cazador de ganado, fue uno de los más castigados. Pese a haber
cazado más de 300 reses, recibía de 20 a 30 palos por cada cuero que no
completaba la tarea29.

Los destierros a islas desiertas eran frecuentes, pero estaban reservados para faltas
más graves (conspiración, asesinatos o intentos de asesinato, amenazas contra la vida
del patrón, etc.) y eran a la vez una forma de castigo o sentencia de muerte, en que las
autoridades no podían objetar, pues se los disfrazaba de “comisiones especiales”. Las
islas seleccionadas eran Santa Cruz, despoblada en ese entonces, pero donde podían
sobrevivir en los campos superiores, ya que tiene en el interior, fuentes de agua dulce.
La otra isla preferida era la Santiago, pero el ser condenado a ese lugar equivalía a
sentencia de muerte, por la falta de agua permanente.

Se mencionaron por lo menos 15 destierros, varios de los cuales fueron encontrados


muertos o habían desaparecido. Los casos comprobados fueron los siguientes:
José R. Gordao, cuyos restos fueron encontrados por una nave chilena, en fecha no
precisa.
Raymundo Guardado, cuyos restos fueron encontrados en la isla Santiago por la
expedición de Adolfo Beck, como nos cuenta Ruth Rose :
“La expedición en que viajaba Adolfo Beck encontró en la I. Santiago el
esqueleto de un hombre con unos pocos utensilios regados junto a él y bajo una
lona sujeta a unos maderos para protegerse del achicharrante sol. Muy seguro
que era el cuerpo de Raymundo Guardado, otra de las víctimas que Cobos
había deportado y condenado a una terrible muerte”.30

Un oficial de la Marina ecuatoriana, Mateo Feraud, capitán de la balandra “Margarita”


perteneciente a Cobos, a su regreso de las islas, informó al gobernador sobre el
destierro del peón de apellido Fajardo a la Isla Santa Cruz. Debía dejarle en el puerto
Garrapatero. Compadecido, le regaló algunas cosas que le permitieran sobrevivir, y
luego quiso llevarle a Guayaquil para entregarle a las autoridades. Lastimosamente,
estaban muy escasos de víveres para esta larga navegación y tuvo que dejarle en la
isla.

En Guayaquil presentó el caso a las autoridades para tratar de recuperar al desterrado y


aun estaba dispuesto a declarar contra Cobos. Algunos diarios se hicieron eco de
aquella queja, pero aparentemente no se hizo nada.31
Joseph Slevin, uno de los científicos de la Expedición de la Academia de Ciencias de
California, narra el encuentro con uno de los desterrados a la Isla Santa Cruz, en 1905.
“Cerca de una fuente de agua encontramos los restos de una choza de paja que
luego supimos en Villamil que perteneció a un negro que había sido arrojado a la
isla por Manuel J. Cobos, el dueño de la plantación de Chatham. Vimos a este
hombre en Villamil y nos dijo que había estado por un año entero viviendo de
carne cruda de tortuga y algunas conchas que pudo capturar. Fue encontrado
por un barco que pasaba y llevado a Villamil”.

29
Las declaraciones aparecían en los diarios de Guayaquil, principalmente en El Tiempo, abril de 1904.
30
Rose, Ruth: “The Man and the Galápagos”, en W.Beebe, Galápagos World’s End, New York, 1924.
31
Diario Los Andes, Guayaquil, 10de noviembre de 1888, p. 2
-24-

El caso más conocido y comprobado fue el de Camilo Casanova, desterrado a Santa


Cruz probablemente en 1901. Había sido un soldado de caballería del revolucionario
Eloy Alfaro y enviado a Galápagos por una acusación de asesinato. Al comienzo se
entendió bien con Cobos que le dio el cargo de “chalán” o domador de potros, luego de
guardafaro en el puerto. Sus problemas comenzaron cuando fue obligado a trabajar en
los campos y bajo la férrea disciplina de la hacienda. Su carácter independiente no se
sujetaba a los caprichos de patrón y de los capataces. Varias veces sufrió la “justicia”
(azotes) de Cobos, pero de cada una salía furioso y decidido a vengarse del tirano.
Cierto día fue encontrado fuera del trabajo por el mayordomo de confianza Francisco
Valverde y al recriminarle, Camilo saltó y atacó con su machete, causándole algunas
heridas. Fue sentenciado a 400 palos , pero todavía se atrevió a lanzar amenazas de
muerte contra Cobos. Fue llevado a Santa Cruz por el mayordomo Elías Puertas y
cuatro peones que trataron de animarle. Le entregaron por “cortesía” de Cobos, un
perol de agua , un machete, un cuchillo sin punta y una pequeña hacha. Sus
compañeros le regalaron 18 cajas de fósforos y algunas piezas de vestir.

La experiencia de Camilo en la isla fue la de un Robinson Crusoe. Los primeros días


fueron de desesperación, pues temía que no podría sobrevivir. Dormía en la playa y
comía pescado o tortugas y tunas y cactus, para calmar la sed.. Al fin se animó a
construir una primera choza y luego se internó en la isla, pero regresaba a la playa con
la esperanza de que algún barco le pudiera sacar de aquel destierro. Mantenía gran
cantidad de ramas para prender fuego cuando viera algún barco que pasara. Un buen
día dio con unas plantaciones dejadas por algunos que le habían precedido, tales como
Otilio Carrión, José Hurtado, Heliodoro Quiñónez y otros. Mayor sorpresa fue cuando
encontró gallinas y pollos. Fue visitado por yates extranjeros que le trataron muy bien y
le dejaron alimentos, pero nadie quiso sacarle de la isla, pese a sus ruegos y lágrimas.
Después de cada visita, se sentía más desesperado que antes, hasta que la necesidad
de sobrevivir le obligaba a reiniciar sus cultivos. Así pasó más de tres años. Un día vio
que se acercaba un pequeño vapor a la isla. Camilo arregló sus andrajos y cabello y
esperó en la orilla. El buque echó anclas frente a él y descendió un bote con el mismo
comandante de la nave y un distinguido caballero. Bajaron a tierra y le llamaron por su
nombre, lo que le sonó extraño, pues largos años nadie le había llamado. Eran el nuevo
jefe territorial, Juan José Pino y el Comandante del vapor “Cotopaxi” de la Armada del
Ecuador. Venían por él, pues se habían enterado de su destierro. Manuel J. Cobos
había sido asesinado unos dos meses antes. No estaba todavía libre, porque pesaba
sobre él la acusación de haber dado muerte a un tal Viteri, en la isla Floreana. Ofreció a
sus libertadores los frutos de la isla, recogió las pocas cosas que tenía y subió al bote.
Al alejarse de la playa se fijó en un letrero levantado sobre una de las últimas rocas de
la bahía: “ Se ruega no sacar a este hombre, porque es veinte veces criminal”. Todo se
le hizo claro, por qué nadie quería sacarle de la isla. Era la justicia de Cobos.32

II. 5 La Hacienda el Progreso en 1904.

El poder económico de Cobos había llegado a su máxima capacidad que puede


resumirse en lo siguiente: La población de la hacienda era de 400 personas, todos
peones de la hacienda, menos las tres autoridades (Jefe Territorial, Intendente de
policía, secretario) y seis celadores o policías. No ha sido posible aclarar cuántos de
ellos eran peones verdaderamente voluntarios y cuántos forzados, primero, porque

32
Una relación completa de la aventura de Camilo Casanova se encuentra en la obra del mismo autor, “La
Maldición de la Tortuga, Historias trágicas de las Islas Galápagos”, 4a. edición, Quito, 2001.
-25-

todavía quedaba un grupo de peones antiguos que le habían acompañado desde


México a los que se juntaron los primeros voluntarios invitados por Cobos, como Manuel
Olaya y los cien antiguos trabajadores de Valdizán. Segundo, los presos por deudas
que habían llegado como trabajadores aparentemente libres (conciertos), pero bajo el
convenio de Cobos con los acreedores. Por lo mismo no eran estrictamente penados.
Tercero, las autoridades de Guayaquil no querían aparecer como cómplices al enviar
criminales al Archipiélago, prohibido por las leyes. Esto explicaría que en los tres
censos enviados por el Jefe Territorial Pedro Jaramillo, muy pocos constan como
“penados”, aunque en realidad el número debió ser mucho mayor.

Los cultivos habían llegado a unas 3.000 cuadras (hectáreas), incluidos los pastos, es
decir la casi totalidad de la sección sur de la isla, por lo menos desde el Cerro San
Joaquín hasta el mar. Alex Mann habla de 10.000 acres Los campos estaban cercados
con alambre de púa, en la parte superior para impedir el paso de los animales
remontados que destruían los sembríos. Cuatrocientas cuadras eran de caña de una
clase selecta que competía con la del continente. La producción del Ingenio de azúcar
era, al comienzo (1892, según Alex Mann) de unos 500 quintales, luego debió aumentar
mucho más. Se transportaba a Guayaquil en dos balandras “la Josefina Cobos”, y la
“Manuel J. Cobos”. Como subproductos del ingenio estaban varios licores,
principalmente el ron y un anisado bastante aceptable. También se producía miel y
panela.

Los productos de exportación además de los dichos estaban el café, el aceite de


tortuga, la cal, el pescado, la carne seca o salada, los cueros de res. En pocas
cantidades los granos. Ya no podía exportar azufre porque los volcanes de la Isabela
estaban controlados por Antonio Gil y las relaciones con Cobos se habían enfriado,
precisamente porque éste se empeñaba en seguir explotando el azufre y las tortugas de
la isla.

El control de la población había dado resultado: los mayordomos y peones fieles


mantenían los trabajos y la disciplina sin tener que intervenir Cobos. Este se había
mostrado más flexible en algunos detalles, como en la copa de licor que se repartía a
las cinco de la mañana.

Manuel tenía ya unos 67 años y a pesar de su edad, no había perdido su vigor y


capacidad de trabajo. Se hablaba, sin embargo que Cobos se sentía ya cansado y
pensaba vender la hacienda (se calculaba su precio en 500.000 dólares), y retirarse a
Lima para contraer matrimonio con una dama de apellido Tábara.

III. La CONJURACION. Enero de 1904.

III.1 Intentos anteriores de liberación

El ambiente de la hacienda, como hemos descrito, no era tranquilo, antes por el


contrario, se podía comparar con un campo de concentración, donde imperaba la única
voluntad de Cobos, “gobernando con vara de hierro y haciendo depender su vida de su
revólver al cinto”, como dice el citado Alex Mann. En tal ambiente, al deseo de libertad
se sumaba el deseo de venganza y desquite, como se refleja en varias declaraciones
del juicio de 1904. Los intentos de asesinato debieron ser frecuentes, pero era difícil
que consiguieran algo, cuando Cobos estaba muy bien protegido y los trabajadores y
detenidos carecían de armas de fuego. Reacciones separadas terminaban
-26-

generalmente en crueles castigos de azotes o en destierro a diferentes islas. Hay


algunos casos extremos, entre otros el de Cuadrado que terminó su vida entre los
horrores de hambre y sed en la Isla Santiago y el de Camilo Casanova en la isla Chávez
(Santa Cruz).33

Si querían tener éxito, debían tener un plan muy bien organizado.

Los complots debieron ser frecuentes, pero siempre pudo el patrón adelantarse y
capturar a los cabecillas, que generalmente eran criminales avezados. Ya hemos
mencionado el final del complot de 1882 que terminó en el fusilamiento de cinco
peones, luego de un seudo plebiscito. Cobos actuaba como dueño y señor de vidas y
bienes.

En 1888 se descubrió otro complot dirigido por el criminal Raymundo Espinosa (alias
“Cumbira”) que buscaba, según los informes de Cobos y del Jefe Territorial, asesinar al
patrón, autoridades, hombres de confianza del patrón y a todos los que no plegaran,
luego de lo cual, huirían a Panamá en las dos balandras, “Chatham” y “Margarita”,
pertenecientes a la hacienda. Las represalias fueron muy duras y como siempre, no
hubo ningún proceso judicial ni revelación de pruebas.

En 1902 se informaba que un nuevo complot dirigido por un tal Cisneros que estuvo a
punto de tener éxito. Debía iniciarse con el incendio de los cañaverales (canteros) y la
confusión consiguiente daría oportunidad para un atentado contra Cobos y sus
guardias. Falló como los anteriores, pero la estratagema quedó en la mente de algunos
que intentarían seguirla.

El Jefe Territorial recién nombrado, Leonardo Reyna se dio cuenta del ambiente de la
hacienda y del peligro de un levantamiento Solicitó mayores fuerzas policiales, como
único medio de prevenirla y, a la vez, amenazó a los trabajadores con mayores
castigos. Posiblemente sus amenazas causaron su muerte.

Veamos la situación de la Hacienda en enero de 1904. El Jefe Territorial, Sr. Leonardo


Reyna, era un hombre de edad y había llegado a la isla en 1902. Sus actuaciones
seguían el modelo de las autoridades anteriores, es decir, sobrevivir en una situación
que tenía mucho de contradictoria, como hemos repetido. Vivía en la “Casa de
Gobierno” a escasos cien metros de la casa de Cobos. El Comisario de Policía era otro
anciano, Don Felipe Baluarte Ugarteche que las últimas semanas vivía en el Puerto,
para restablecer su salud, aprovechando el clima más benigno. Los seis guardias se
repartían entre las tres autoridades: el Jefe Territorial, el Comisario y Manuel J. Cobos,
en turnos de vigilancia de día y de noche. Los dos celadores asignados cuidar al dueño
de la hacienda la noche del asesinato eran uno Manuel Morán y Juan Fuentes.
El Ingenio funcionaba día y noche a cargo del Ingeniero Campbell, un inglés. Los turnos
de los trabajadores eran de seis horas. Una campana en el Ingenio sonaba cada hora y
respondía otra junto a la Casa de la Hacienda. Era el único reloj oficial.
La casa de Cobos era una casa grande de madera de dos plantas. Nicolás Martinez la
describe muy bien, así:
La Casa de habitación de don Manuel J. Cobos es de aspecto muy feo, como
todo edificio de madera que no haya sido pintado, pero, en cambio, es amplia y

33
La historia de Camilo, muy semejante a la de Robinson Cruzoe se puede leer en la obra del autor: La
Maldición de la Tortuga, Historias trágicas de las Islas Galápagos, Cuarta edición, Quito, Impr. Señal, 2001.
-27-

cómoda, y además como se halla construida sobre una eminencia, permite


dominar desde ella, tanto al Ingenio como a la pequeña población que forman
las habitaciones de los trabajadores. No tiene acceso sino por un solo costado,
y constituye así una verdadera fortaleza, desde la cual, Cobos hubiera podido
defenderse perfectamente el día de su asesinato, al no ser herido a traición. De
las galerías y corredores de la casa se goza de hermosas vistas que no me
canso de admirar : al pie del lado del mar se encuentran en primer término , los
grandes edificios del Ingenio , dominados por la alta chimenea, detrás un bosque
frondoso de naranjos y otros árboles coposos, del que sobresalen algunas
palmeras, luego grandes cañaverales y potreros, entremezclados de grupos de
bosques y corpulentos árboles aislados; más lejos, los bosques grises y las
rocas negras de la región baja, y a la distancia, el mar infinito de color azul
obscuro, interrumpido en su uniformidad por las lejanas islas de Hood,
Floreana, Barrington y Chávez o Indefatigable. Al lado contrario, se hallan las
casas de los peones y empleados, en su mayor parte cubiertas con paja de
caña, y al centro de esta especie de pueblo, la semiderruída casa de gobierno,
cuyo aspecto lamentable con los cañaverales, potreros y bosques de naranjos,
guabos y plátanos , que se hallan dominados por un cerro alto, de faldas muy
tendidas que termina en una cúpula redonda”. 34

La única entrada lateral conducía a las bodegas y almacenes del primer piso y por una
estrecha escalera se llegada a la sala superior, muy amplia rodeada de habitaciones y
dependencias, como la contaduría, y junto a ella un cuarto que servía de cárcel. . En la
esquina S.E. del edificio estaba la alcoba de Cobos y desde allí podía ver el camino de
acceso, todo el pueblo y los campos. Desde su alcoba se llegaba a un altillo que
dominaba toda la hacienda.

Al costado norte de la casa se encontraban varios edificios bajos, como la bodega, la


panadería con un horno redondo de ladrillo y el almacén, que rodeaban a unas
hermosas rocas que dominaban la llanura del Ingenio, situado a unos 200 metros más
abajo.

III.2 La Conjuración Final.

Fue originada por situaciones inesperadas, más que por un proceso calculado, ya que
fue dirigida por uno de los mayordomos de mayor confianza del patrón, Elías Puertas,
un mulato colombiano de innegables cualidades de líder. Elías Puertas tenía todas las
prerrogativas de un dirigente y podía salir de la isla cuando quisiera. Se hablaba que
tenía antecedentes penales porque había dado muerte a un trabajador en la zona de
Naranjal en el continente, pero Cobos le había ganado y puesto al frente de una de las
balandras de pesca y luego como mayordomo para dirigir los principales trabajos
agrícolas de la hacienda. Resulta por lo mismo irónico que la capacidad de Cobos para
escoger y seleccionar a sus dirigentes hubiera fallado con su mejor sujeto. Durante el
juicio se reveló un detalle interesante: Cobos había legado 300 sucres en el testamento
de 1897 cuando estuvo seriamente enfermo, lo que indicaría el aprecio que le tenía.

¿Qué le llevó a Puertas a cometer el crimen que le hacía perder aquellos privilegios?.
Es difícil entender sus intenciones, aunque en la declaración ante el juez durante el
juicio que “hace algún tiempo había concebido el proyecto de asesinar al Sr. Cobos,

34
Martínez, Nicolás: Impresiones de un viaje a Galápagos, Quito, 1911, p. 45-46.
-28-

porque dicho señor habíale escrito al Sr. Miguel Núñez (Jefe Territorial) una carta en la
cual le decía que trate de “salir de Puertas”; que esto le resintió profundamente y que
creyó, porque el mismo señor Núñez le mostró la carta y que vieron otros más”.35
Resentimiento? Venganza? Amargura?. Deseo de liberar a todos de la opresión de
Cobos?. En la entrevista al corresponsal de diario El Tiempo Puertas confesaba que
había sido peón concierto de Cobos por 12 años y que había sido trabajador de
confianza, pero que se cansó de ver tanto ultraje y ver morir de hambre a la gente; que
quiso hacer lo mismo que los liberales hicieron con el Presidente García Moreno.36

La conjuración se inició, según algunos, con la pérdida de un revólver en los


cañaverales y que fue a parar a manos de Puertas, como él mismo lo confesó en sus
declaraciones durante el juicio. Una arma se volvía importante para cualquier intento y
Puertas creía que podía dirigirlo fácilmente.

Los autores Bognoly y Espinosa, que visitaron la isla apenas dos meses después del
asesinato y pudieron hablar con algunos de los conjurados y conocedores del complot,
hablan de tres alternativas que fueron consideradas para liberarse de la tiranía de
Cobos: el enviar una comunicación a las autoridades del gobierno revelando la terrible
situación de la isla; un atentado del cocinero Jaime, que tenía acceso al patrón y a sus
habitaciones y podía dispararle, y finalmente un incendio masivo de los canteros que
sería aprovechado para liquidar a Cobos y a sus guardias.

Si en realidad consideraron tales alternativas, indicaría que buscaban una solución


rápida y evitando una masacre generalizada. La primera alternativa, si es que se
pensó, indicaría que tenían esperanza en la justicia. Fue rechazada cuando no pudieron
encontrar una persona que llevara la comunicación a las autoridades. Parece muy
dudoso que se haya considerado o muy ingenuo, pues no tenía la menor posibilidad de
éxito. Era como “las tórtolas contra las escopetas”, un grupo de penados y desterrados
contra el dueño de la hacienda y las autoridades, en muchos aspectos cómplices de lo
que sucedía en las Islas. Un juicio, si es que se llegaba a ese punto, hubiera sido el
enfrentamiento entre los conjurados con fama de criminales y Manuel J. Cobos, y era
fácil suponer a qué lado se inclinaría la balanza.

La segunda también fue descartada cuando el cocinero Jaime se echó a temblar


cuando pusieron el revólver en su mano. No quedaba sino la tercera opción: el incendio
de los canteros que causaría una gran confusión durante la cual, Elías Puertas podía
acercarse a Cobos y liquidarle.

¿Cuántos fueron los conjurados?. No lo sabemos, pero por el movimiento de los peones
la mañana del crimen, debieron pasar de 10. El cocinero Jaime, durante el juicio
afirmaba que luego de los disparos de Puertas oyó un murmullo de gritos y vivas de un
grupo numeroso. Todo se precipitó cuando Cobos tomó preso a José Prieto, un negro
colombiano paisano y protegido de Puertas. Distaba mucho Prieto de ser un angelito:
vago, bebedor y pendenciero, tenía fama de incorregible y varias veces había sufrido la
“justicia” de Cobos. Cierto día en que recibió una reprimenda, se le oyó decir: “Cuando
será el día en que vea arder los canteros”. En un ambiente de expectativa, una frase así
podría ser muy reveladora.

35
Declaración de Puertas ante el juez. El Tiempo, Guayaquil, abril 6 de 1904, p. 2
36
Diario El Tiempo, Guayaquil, marzo 23, 1904, p. 2
-29-

Prieto fue tomado preso y entregado a la policía con orden de ponerlo en la barra, para
darle a la mañana siguiente 400 palos. Fue encerrado en uno de las habitaciones de la
casa del patrón. Al conocer tal decisión el Jefe Territorial exclamó: “ Han de ser 500
porque tengo orden del Gobernador de Guayaquil para darles palos y hasta fusilarlos”.
Si fue verdad que lo dijo, había firmado su sentencia de muerte.

Tanto el dueño de la hacienda como Elías Puertas se daban perfecta cuenta del
momento crucial: Prieto podía confesar y descubrir los secretos de la conspiración.
Puertas estaba seguro que hablaría y denunciaría a los cabecillas. Su vida dependía,
pues, de un hilo y no le quedaba sino adelantarse y actuar antes de ser descubierto. La
reacción de los demás debió ser de pánico, ya que conocían a Cobos que les fulminaría
en el acto. Se volvieron a Puertas que logró de alguna manera controlarlos esa noche.

Escena del crimen.


Como ya se vio por la descripción que hace Nicolás Martínez, las habitaciones de
Cobos estaban en el primer piso alto al que se llegaba por una estrecha escalera que
daba a una amplia sala, alrededor de la cual se ubicaban los diversos cuartos, oficinas y
dependencias. La esquina sur estaba ocupada por un cuarto alargado, llamado la
“galería” que servía con frecuencia de prisión y en donde se encontraba Prieto y un tal
Carranza. A continuación estaba la “contaduría” y oficina del ayudante, en donde se
guardaban los libros de cuentas, los papeles de la hacienda y las armas del Estado y de
los policías. En la esquina S.E. estaba la oficina y a continuación el dormitorio de
Cobos. Formando ángulo había otro cuarto que tenía comunicación con aquél y desde
el cual disparó cuando estaba herido. Seguían diversos cuartos hasta terminar en la
cocina, diagonal al dormitorio del patrón.

En la sala principal y en el corredor vigilaban los celadores de turno, con fusil y 5 balas,
que se relevaban cada 5 o 6 horas. Esa noche estaba de guardia Juan fuentes que fue
luego reemplazado por Manuel de Jesús Morán, quien presenció el asesinato.
En el ángulo exterior del edificio estaba una campana que sonaba cada hora y era
replicada por otra del ingenio, para marcar el tiempo y los turnos.

III.3 El día fatal. 15 de enero de 1904.

La campana anunció las tres de la mañana en que se cambiaban los turnos del Ingenio.
A las cuatro se levantó el ingeniero Campbell, cruzó la población en dirección del
ingenio donde les esperaba su ayudante Joaquín García. Cuando pasaba frente a la
casa de la hacienda, distinguió una figura conocida, que bien protegida de un poncho,
se dirigía a la entrada. Elías Puertas le saludó pausadamente y el inglés le contestó con
afabilidad como lo hacía todos los días. Campbell siguió su camino hacia el corral de
mulas para revisar las tareas del día. Eran casi las cinco de la mañana. Cuando sonó la
campana la población comenzó a moverse y algunos trabajadores se dirigieron a la
casa de Cobos, como sucedía con frecuencia, para pedir licencia para no trabajar aquel
día. En el almacén contiguo, el joven Daniel Zabala, ahijado de Cobos abría las puertas
y repartía la copita de aguardiente a los mayordomos y peones. El celador Morán,
sentado en una esquina de la sala, frente al cuarto de Cobos, dormitaba mientras hacía
su turno de guardia. Otros trabajadores que tenían sus puestos en la casa de la
hacienda, como el cocinero José Jaime que tenía que preparar el desayuno, acudían
presurosos.
-30-

Pancho Valverde, el viejo fiel del patrón, se encontró con Puertas a la entrada de la
casa.
- Viejito, le dijo Puertas abrazándole, interceda usted con el patrón para liberar
a Prieto de los latigazos a que está condenado.
Valverde contestó que aquello era imposible, porque su patrón estaba
dispuesto a descubrir todo y dar un escarmiento. Su resolución era
irrevocable. Agregó, como si estuviera enterado de la conjuración.
- Hoy habrá en esta hacienda maldita la de Dios es Cristo; yo mejor quisiera
morir para no ver nada.
Puertas preguntó entonces, si el patrón aún dormía, a lo que Valverde
contestó afirmativamente.
- Quiero – dijo Puertas- solicitar algunas licencias que piden los peones y
además recibir órdenes para los trabajos de hoy. 37

Mientras se desarrollaba este diálogo, algunos trabajadores se iban acercando a la


casa, por diversos motivos: Uldarico García que corría la lista de los peones; Carlos
Romero,un muchacho de unos doce años que solía curar la pierna de Cobos; un tal
Manuel Morán., y otros. Por las actuaciones inmediatas se puede colegir que la mayor
parte de los que se acercaban a la casa estaban comprometidos con la conjuración:
José María Cevallos, Heliodoro Quiñones (colombiano), Pedro José Jiménez, Jerónimo
Beltrán, Elías Ramirez, Rafael Hernández y otros.

Uldarico García ciertamente estaba en la conjuración, pues abandonando su puesto de


correr lista, subió y despertó a Cobos. Los celadores nada hicieron para impedirlo,
seguramente porque estaban acostumbrados a ello.

Cobos había pasado una noche mal por el dolor de la pierna y apareció en la sala en
paños menores y de muy mal humor. Cruzó los pocos metros que le separaban del
sillón-mecedora y se sentó, como era costumbre, vuelto ligeramente hacia su alcoba y
por lo mismo parcialmente de espaldas a la escalera por donde seguían subiendo los
peones.

Llamó primeramente a Carlitos Romero para que le curase la llaga, mientras atendía a
los peones que pedían licencias. Negó a todas porque había concedido ya algunas el
día anterior y se presentaban trabajos urgentes.

Detrás de los solicitantes y en espera de que Cobos estuviera libre, aguardaba Puertas
con algunos de los conjurados, en creciente tensión. Cuando los peones se alejaron
desalentados por la negativa, aprovechó Puertas para adelantarse y colocarse a menos
de tres metros del patrón, quien, algo inclinado, seguía la curación de la llaga de su
pierna. José Jaime se movía en la cocina preparando el desayuno acompañado de L.
Ludeña que solía escurrirse todas las mañanas para tomarlo allí, dada la amistad que
tenía con el cocinero. Morán el celador, miraba indiferente la escena desde el rincón de
la sala, sin sospechar nada. En la planta baja y en el edificio adyacente se oía la
conversación de los peones, mientras tomaban la copita de aguardiente. Los
mayordomos y ayudantes hacían sonar las palas y azadones antes de alejarse por los
caminos de los llanos.

37
Bognoly y Espinosa: Las Islas encantadas, 1905, p. 85.
-31-

En el exterior comenzaba a clarear con las primeras luces, mientras que en el interior la
oscuridad era casi completa, excepto por el candil que iluminaba la sala y proyectaba
largas sombras y ayudaba al muchacho a curar la herida.

Pese a la confusión de los detalles de las declaraciones posteriores, es posible


reconstruir lo que sucedió, al menos en sus líneas principales.

Puertas estaba en pie, sujetando nerviosamente el revólver bajo el pecho y mirando al


patrón que seguía sentado en la mecedora en espera de que Romero terminara la
curación. Cobos levantó la mirada esperando otra petición. Puerta pidió algunas
licencias para otros peones, pero fueron negadas en forma tajante. Luego de unos
segundos de expectativa, Puertas se decidió a pedir el perdón o la conmutación de la
pena para su paisano Prieto. La negativa fue más tajante aún: No!.
Bognoly y Espinoza añaden una respuesta más larga:
Ya tú sabes que mis órdenes aquí se cumplen al pie de la letra y los látigos a
Prieto se ejecutarán hoy a las siete, en mi presencia. Los que resulten culpables
en el proyectado incendio de los canteros, los fusilaré inmediatamente. 38

Los dados estaban echados. Los testimonios de los presentes, Romero y Morán
coinciden en lo que vino a continuación:
- Don Manuel, usted no le va a dar palos a Prieto.
- Sí!
- Usted no mata más!.
En la declaración del juicio, Puertas añade que le apostrofó su conducta tiránica y
sacando su revólver le hizo dos disparos, hiriéndole gravemente.39
El muchacho Romero afirma que Puertas le dijo:
- Usted no va a dar palos a Prieto- y sacando el revólver disparó. Cobos no
dijo
nada sino que se retiró a su cuarto sosteniendo el calzoncillo con la mano. 40

Relaciones posteriores añaden una frase que supuestamente dijo Cobos: “Así nos se
mata a un hombre” , pero ninguno de los testigos presentes la menciona.

Tampoco tiene visos de veracidad el pasaje de Bognoly según el cual Cobos se lanzó
contra Puertas y se entabló una lucha terrible. Ninguno de los testigos vio nada de esto
y la lucha le habría debilitado más rápido a Cobos. Comentarios posteriores de los
peones y algunos conjurados coinciden en las últimas palabras que le oyeron : ASI NO
SE MATA A UN HOMBRE!”

Los disparos pusieron en conmoción a los conjurados, aunque Puertas quedó medio
estático, luego de haberlos realizado.

El primero en reaccionar fue Pedro Jiménez que se lanzó machete en mano contra
Cobos para rematarlo. Le alcanzó dos veces en la cabeza cuando cruzaba el dintel de
su cuarto, pero, sea por la oscuridad o por el nerviosismo, sus golpes apenas cortaron
el cuero cabelludo, según reveló posteriormente la autopsia.

38
Bognoly-Espinoza: las Islas Encantadas, Guayaquil, 1905, p. 86
39
Diario El Tiempo, Quito, marzo 23 de 1904, p.2
40
Diario El Tiempo, Quito, marzo 24 de 1904.
-32-

Ante los golpes de Jiménez, el celador Morán reaccionó finalmente y se lanzó al fusil
que reposaba arrimado en una esquina de la sala, pero varios de los conjurados le
cayeron encima. José María Cevallos se apoderó del fusil y apuntó al pecho de Morán.
Hernández grito: No le maten que está rendido. 41

Carlitos Romero se refugió tembloroso en la cocina al tiempo que el cocinero Jaime


salía de ella al oír los disparos y aseguró después que al segundo disparo respondió un
murmullo lejano de gritos y vivas de un numeroso grupo, como se expresó
anteriormente.

Juan Fuentes, el otro celador, huyó a la cuadra de la policía y de allí a la casa del
Gobierno. Los conjurados, mientras tanto, al oír los disparos y creyendo liquidado a
Cobos, acudieron en grupo al salón en medio de gritos y amenazas, pero
repentinamente sonó un disparo. Elías Ramírez, que subía las escaleras, fue herido en
el brazo derecho. Cobos había salido armado de una carabina por el cuarto adyacente
que tenía una ventana que daba a la sala y comenzó a disparar; pero luego del primer
disparo el arma se encasquilló y regresó a su cuarto. Posteriormente se supo que los
otros fusiles que mantenía en su cámara estaban en mal estado.

En algunos informes se habla de que Cobos subió al “altillo” que dominaba su casa y
comenzó a disparar contra los peones. Parece ilógico que Cobos disparara contra gente
neutral cuando sus atacantes estaban en la sala.

Los disparos de Puertas contra Cobos, hechos a quemaropa, no fueron tan


contundentes como se podía esperar. Los dos fueron dirigidos al tórax, aunque algunos
autores hablan de que el segundo disparo le destrozó la boca, lo cual no es cierto, ya
que el examen de la autopsia asegura que la rotura del maxilar se debió a un golpe
posterior.

El primer disparo fue, de todos modos, mortal, según el examen de la autopsia, pues
produjo una herida sobre la tetilla que lesionó el pulmón y provocó una hemorragia que
llenó la cavidad izquierda. El segundo disparo dirigido muy probablemente contra el
estómago, pues allí se encontró la herida, junto al ombligo pero con dirección hacia la
parte exterior, no fue tan grave como el primero.

La confusión producida por el disparo de Cobos fue completa, pues cada uno buscaba
una salida. La estrecha escalera facilitaba un blanco fácil, por lo que muchos ingresaron
a los cuartos contiguos, de los cuales, el más cercano era el de la contaduría, donde se
guardaban los fusiles del Estado y de los celadores. Según Arturo Chica. los
amotinados se apoderaron de 5 fusiles del Estado, 5 de los celadores y otros 2
depositados allí; en total 12 con un buen número de balas. Con ellos se precipitaron
fuera. Elías Puertas, según Carlitos Romero, entró en la cocina con un arma y
dirigiéndose al cocinero Jaime le increpó: “Negro Jaime, ven acá, toma este fusil. Tras
que te ha pegado de palos, todavía estás acá, cobarde! Carga!.

Jaime aterrorizado, escapó por la ventana. Detrás de él, Romero escapó también y se
refugió en el ingenio hasta que pasaron los incidentes. Cobos no volvió a aparecer, lo
que fue aprovechado por algunos para librar a los presos Carranza y Prieto, que, como
se dijo, estaban encerrados en la “galería”.

41
Diario El Tiempo, Quito, marzo 26 de 1904. p. 2
-33-

El grupo de conjurados armados disparaban como locos, pero no sabían exactamente


qué hacer, hasta que oyeron la voz de Puertas que gritó: “Síganme.
Detrás de Puertas corrieron los conjurados y se dirigieron a la casa del Jefe Territorial
Leonardo Reyna. El celador Juan Fuentes se les había adelantado y golpeó la puerta de
la casa de Gobierno. Leonardo Reina, en paños menores reabrió y mientras se vestía,
Fuentes informó de lo sucedido y trató de convencerle de que huyera. Manuel Olaya
que había oído los disparos trató también de convencerle de lo mismo y luego el
Ingeniero Campbell. Reina rehusó. Confiaba en los dos celadores, en una arma que
tenía en la mano y sobre todo en que los amotinados no tenían nada contra él.

Los amotinados se acercaba en dirección de la Casa de Gobierno y alguien oyó decir a


Puertas: “Hay que matarlo porque si no, después nos afusila”. 42 Al acercarse la
multitud, Reina, ya vestido se asomó a la ventana sosteniendo un revólver en la mano.
Los celadores aprovecharon ese momento para saltar por la ventana. Juan fuentes se
dislocó un pie, pero los dos lograron refugiarse en la casa de Rosa Gortaire la más
cercana.

Se oían los disparos, pero debido a la semioscuridad no podían los testigos distinguir
quiénes disparaban. Leonardo Reina se lanzó por la ventana para caer precisamente en
medio de los amotinados. Rodeado de forajidos y sedientos de sangre, Reina se
arrodilló suplicando: “Estoy rendido, no me maten, soy un pobre viejo y padre de
familia”.

Hubo un momento de duda y nadie se movió, pero alguien grito: “Maten a ese viejo
bandido”. Juan Fuentes aseguraba que fue Puertas el que gritó. Nuevamente se oyó la
nueva voz: “Ábranse”. Luego se oyó una detonación y Reina cayó fulminado. La bala,
disparada a quemarropa entró por el cuello y destrozó los órganos de la caja toráxico.
Jerónimo Beltrán en forma brutal se acercó al caído y le clavó un enorme cuchillo hasta
el vientre. Los testimonios posteriores que hablan de la profanación del cadáver
parecen dudosos, pues son de gente que no estuvo presente.43

Viendo muerto a Reina volvieron los asesinos a la casa de Cobos, del que no se sabía
si vivía o no. El silencio en la fortaleza era una señal favorable para los conjurados que
ingresaron sedientos de sangre a la sala para terminar con el patrón. Trataron de forzar
las entradas, pero las seguridades interiores no cedieron fácilmente. Mientras tanto,
Cobos, sintiéndose perdido se lanzó por la ventana del dormitorio que daba a un
espacio estrecho antes de un barranco en el cual hubiera podido refugiarse o alcanzar
una pesebrera cercana. La altura era muy grande para cualquiera y mucho más para
un herido grave. Se desplomó y se rompió la pierna izquierda.

El peón Miguel Angulo pudo distinguir el intento de Cobos y dio la voz de alarma, al
tiempo que los conjurados forzaban la puerta del dormitorio y se asomaban a la
ventana. Se hicieron varios disparos sobre el cuerpo inerte de Cobos. Según la
autopsia se podía distinguir una herida de bala que rozaba el cráneo, dos balas de

42
Diario el Tiempo, Quito, Mayo 4 de 1904, p. 2
43
La muerte de Reina se debió a una bala de revólver, pues una bala de fusil a tan corta distancia habría
destrozado su cuerpo. Se acusó a Puertas de ser el autor, pero él siempre lo negó, aunque aceptó siempre
ser el autor de la muerte de Cobos.
-34-

revólver en la región lumbar y otra que atravesaba el muslo izquierdo, todas, con toda
probabilidad, hechas en este momento.

El fuego desde la ventana debió ser muy corto ya que la turba acudía para rematar a
Cobos. Efectivamente, los conjurados cayeron sobre él y descargaron su saña con
golpes, puntapiés y culatazos.

Según la autopsia hecha más de un mes más tarde, aunque ya no se podía distinguir
los efectos de todos los golpes, quedaban, con todo, señales de la furia de los
amotinados: las mandíbulas y el arco sigomático estaban triturados por los golpes. Los
brazos y piernas, igualmente, mostraban abundantes edemas “post-mortem”. Esto
indicaría que la muerte de Cobos se produjo inmediatamente después de la caída, pues
ya no había derramamiento de sangre.

El último acto de horror lo ejecutó nuevamente Jerónimo Beltrán al clavarle el enorme


cuchillo en las entrañas, desde el hígado al estómago, como lo había hecho con Reina.
Resulta extraño que Cobos no hubiera intentado escapar mientras los asesinos acaban
con Reina y lo hiciese en el último momento, en un esfuerzo sobrehumano que
atestigua la extraordinaria fortaleza de este hombre.

Concluido el terrible drama, la turba que había crecido con los oportunistas de siempre,
se dedicó al saqueo del dormitorio de Cobos y de la contaduría. Del dormitorio
desapareció el dinero, los vestidos y todo lo valioso que pudieron encontrar. Los
papeles de la contaduría, en los que se acumulaban los registros de las deudas y libros
de cuentas, fueron sacados del edificio y en el patio frente a la entrada se prendió una
fogata que redujo a cenizas todo el pasado contable de la hacienda. Comentarios
posteriores hablaban del dinero robado aquella mañana que ascendía a 70.000 sucres y
un buen número de libras esterlinas. Elías Puertas trató de localizar aquel dinero que
era esencial para la huída, pero sin resultado. La penuria de los trabajadores que
regresaron al continente, hace dudar de su existencia.

El muchacho Carlos Romero, en su declaración expresaba que luego de refugiarse en


el ingenio, regresó y vio que quemaban todos los libros; que Carlos Valencia salía con
varias libras esterlinas y un arco de oro que ocultaba después en el calzoncillo; que
Uldarico García salía con la ropa de Cobos y que Rafael Hernández saqueaba el cuarto
del ayudante del contador.44

Hasta aquí todos los testigos coinciden en los hechos principales, en cambio, hay
muchas divergencias sobre si el almacén de víveres que estaba muy cerca del edificio,
fue igualmente saqueado.

El testimonio del Daniel Zabala, ahijado de Cobos y encargado del almacén dice que
repartió la copa de aguardiente a todos los peones con la ayuda del contador Federico
Leimberger; que oyó unos disparos, cerró la tienda y corrió primero a la Gobernación y
luego se refugió en su casa, y estando allí. Elías Puertas en unión de varios le dijo que
abriera la tienda a lo que él obedeció y empezó a darle mercaderías a la gente, porque
Puertas así lo ordenó. Que cerró después la tienda y se fue, viendo antes quemar los
libros y papeles”. 45

44
Declaración de Carlos Romero, Diario el Tiempo, Guayaquil,30de abril de 1904, p. 1
45
Declaración de Daniel Zabala. El Telégrafo, Guayaquil, 18 de marzo de 1904, p. 4
-35-

El influjo de Puertas fue innegable y evitó muchos desmanes que hubieran sobrevenido
sin su intervención. El peligro inminente era el desate de pasiones de aquellos hombres
que habían vivido tanto tiempo bajo un sistema opresor, contra el resto de las
autoridades, los adictos y colaboradores del patrón . Si no se produjo, se debió en su
mayor parte a la acción de Elías Puertas. Como primer paso, hizo conocer a todos que
no quería más sangre. El mismo se presentó a los guardias que se habían refugiado en
casas particulares y temían lo peor y “les pidió los revólveres, a lo que contestaron que
no tenían armas y Puertas entonces, dio orden a la gente para que no les hicieran
nada”. 46

Uno de los amenazados fue el ingeniero Campbell que había visto de lejos los
asesinatos de Cobos y Reina. Quiso acercarse al lugar de los hechos, pero le
aconsejaron a tiempo que no lo hiciera porque más de uno quería liquidarlo. El mismo
ingeniero Campbell declaraba:

José Ma. Cevallos, armado de un rifle gritaba con algunos más: a este también
hay que matarlo; pero que otros decían, no, está aquí poco tiempo. Puertas gritó
entonces, “déjenlo, no quiero más derrame de sangre, pero si usted hubiera
estado aquí, también hubiera marchado”.47
Viendo la actitud sensata de Puertas, el ingeniero pidió licencia para subir el cadáver de
Cobos , velarlo y hacer los demás oficios. Puertas tenía la intención de cremar los
cadáveres, pero halagando su amor propio accedió a dejarlos. Subió el cadáver al salón
principal, mientras otros llevaban el del Jefe Territorial y convenció al carpintero
Federico Salazar que confeccionara los ataúdes. Federico había hecho lo mismo en
Floreana para el asesinado Don José Valdizán.
La citada declaración de Campbell narra los siguientes hechos:
“ A eso de las 10 u 11 am. comenzaron a pensar los asaltantes en bajar al
puerto para matar al Comisario y su compañía, pero que él les ofreció sus
buenos oficios y consiguió que lo dejaran ir con dos Gustavo Herrera, a fin de
traer las armas que tenían en el puerto…. Pensó aprovechar de esta
oportunidad para dar aviso a la balandra que estaba pescando fuera, para que
diera aviso a Guayaquil, pero que no pudo hacerlo. Una vez en el puerto avisó al
Comisario lo que pasaba y un soldado del puerto, Manuel Alvarado, recibió la
única arma que tenía.”.

El comisario de policía Felipe Baluarte Ugarteche escribía al Comandante General de


Armas de la Plaza de Guayaquil, el 28 de enero de 1904 la versión del incidente:
“ Yo, Señor General, estaba con el debido permiso en el Puerto, para reparar mi
delicada salud; y sin saber nada de lo ocurrido en la hacienda, fui sorprendido
por una comisión de dos empleados de la hacienda, cuyas vidas fueron
perdonadas por el cabecilla, aunque el pueblo los pedía; y ocho hombres
armados. Estos señores me comunicaron los hechos consumados y el recado
del cabecilla de ofrecerme garantías, si me rendía y entregaba las armas.
Viendo que toda resistencia era temeraria me rendí y entregué un “manlicher”
que tenía para mi defensa….” 48

46
Declaración de Juan Fuentes. El Telégrafo, Guayaquil, marzo 18 de 1904. p. 2
47
Declaración de Campbell, El Telégrafo, Guayaquil, marzo 22 de 1904, p. 4
48
Comunicación del Comisario al Comandante General de Armas de Guayaquil. Diario El Tiempo,
Guayaquil, 8 de abril de 1904, p. 1
-36-

El acompañante casual del comisario, Arturo Chica, ya mencionado como el servidor


incondicional de Cobos, escapó a duras penas, pues como era tan odiado, no faltó
quien quisiera liquidarlo. Pasados los sucesos, quiso recuperar su imagen escribiendo
una relación de los hechos en que se presentaba como el hombre providencial y el
único que había sido capaz de enfrentar a los asesinos. Nadie le creyó y los periodistas
tuvieron frases duras contra este individuo, prototipo del esbirro y adulador.
La exaltación de muchos conjurados no era fácil controlar, por lo que Elías Puertas tuvo
que tomar medidas drásticas. La primera y principal fue hacer desaparecer todo el
aguardiente del ingenio. Uno de los corresponsales de los diarios de guayaquil, escribe:
“ Elías Puertas, previendo sin duda todo lo que podía suceder, en persona fue al
depósito de aguardientes y abrió todas las llaves de los toneles, pipas y barriles,
de modo que no quedó una gota en todo el ingenio”49

La segunda medida fue la repartición de víveres en forma equitativa, tomándolos del


almacén de la hacienda, como reconoce el mismo mencionado Arturo Chica en su
“memoria”.

Los cuerpos de las víctimas, mientras tanto, eran veladas, el de Reina en la Casa de
Gobierno y el de Cobos en el salón grande de la casa de la hacienda. Al primero le
acompañaban los policías, el comisario y algunos dependientes; al segundo los fieles
de siempre, como Francisco Valverde, Felipe Lastra y otros que le habían acompañado
en su empresa desde México. Cuando Federico Salazar hubo terminado los ataúdes,
fueron colocados en ellos los cuerpos, envueltos en sábanas. Al caer de la tarde
Puertas permitió un entierro digno, pero Eleodoro Quiñones uno de los más rabiosos
insistió en que fueran sepultados en el mismo lugar en que fueron fusilados los cinco
peones en 1882. Así se hizo.

A las cinco de la tarde salieron los cadáveres, llevados por unos cuantos fieles y
curiosos. Arturo Chica menciona a Pedro José Jiménez, aquel que atacó a machetazos
a Cobos.

Los cuerpos fueron bajados a sus tumbas sin ceremonia especial y luego cubiertos con
una delgada capa de tierra. La sugerencia de hacer honores especiales al Jefe
Territorial por ser representante del Gobierno, pasó inadvertida, entre otras razones
porque los policías carecían de armas para las salvas de rigor. Así en medio de un
lúgubre silencio colocaron unos toscos letreros con las siguientes inscripciones:
Aquí yacen los restos del que fue Manuel J. Cobos, victimado el 15 de enero de
1904.
Aquí yacen los restos del que fue Leonardo Reyna, Gobernador de esta isla,
victimado el 15 de enero de 1904.

Las autoridades sobrevivientes quedaron desde esa misma tarde bajo la más estricta
vigilancia, pese a que no disponían de armas. El comisario Baluarte, en la comunicación
antes citada, relata así la dura experiencia de esos días:
Llegando a la hacienda junté los empleados de ella en calidad de presos,
durante cinco días, ocho bandidos armados nos espiaron todo movimiento,
palabra y mirada.

49
Diario El Tiempo, Guayaquil, marzo 29 de 1904, p. 2
-37-

III.4 Escape de los peones y conjurados.

Mientras tanto, la preocupación de los conjurados y sospechosos era la de abandonar la


isla lo antes posible. Podían disponer de las balandras de la hacienda, La “Josefina
Cobos” que estaba en labores de pesca a cierta distancia de la isla y la “Manuel J.
Cobos” que debía regresar en pocos días de Guayaquil. Todo dependía de la captura
inmediata de una de las naves, sobre todo de la primera.
No se sabe cuándo lograron la captura de la nave, pero no debieron pasar más de tres
días, pero Elías Puertas y otros lograron acercarse a la balandra con un mensaje que
decía que “ el Sr. Cobos quería irse inmediatamente a Guayaquil y llevaran la balandra
al puerto en el acto; que lo hicieran sin pérdida de tiempo; pero al llegar a puerto, fueron
amarrados por Puertas quien les exigió le dieran los papeles de la embarcación, y ellos
se negaron con el pretexto de que bien sabían que el Sr. Cobos los tenía en la
hacienda, en cuanto maliciaron lo ocurrido”. 50

Si era cierto que los papeles de la embarcación los tenía Cobos, como parece probable,
los conjurados los quemaron con los libros de la contaduría. La preparación de la huída
fue febril ante la inminente llegada de la balandra “Manuel J. Cobos”.

El plan de Puertas y de los conjurados era dirigirse a Colombia o a México para evitar
caer en manos de la justicia. Cambiaron el nombre de “Josefina Cobos” por el de
“Libertad”, cargaron 200 quintales de azúcar como lastre y para conseguir dinero en el
continente. Quedaba un problema: quien podía conducir la nave en tan larga travesía.
El único que podía hacerlo era el alemán Emilio Haensen que entendía algo de
marinería. Obligaron, pues al alemán a hacer las veces de capitán y piloto y lo hizo bien,
pese a que no había ni cartas ni instrumentos de navegación.

La selección de los que debían embarcarse en la “Libertad” no debió ser fácil, pero la
autoridad de Puertas se impuso nuevamente, pues salieron inocentes y culpables. Otro
grupo se quedó para salir en el “ Manuel J. Cobos”, que debía llegar en pocos días de
Guayaquil.

Puertas quiso llevarse todas las armas capturadas, pero el Comisario de Policía recurrió
a él, ante el temor de quedarse indefenso en medio de gente peligrosa. Las armas
capturadas, según el Comisario eran 45 fusiles y carabinas, 12 revólveres y todo el
parque. Al fin Puertas consintió en dejar algunas de ellas como indica el Comisario
Baluarte en la relación ya citada: “En momentos de partir el cabecilla Puertas,
atendiendo a mis demostraciones, me mandó 4 fusiles y 2 carabinas para armrs a mis
policías y poder sostener el orden en la población”.

Finalmente zarpó la nave sobrecargada con unas noventa personas, 78 hombres, 8


mujeres y 4 niños, comandada por Haensen “que algo sabía de marinería”, y guiado
por los vientos, llegaron a Punta Manglares cerca de Tumaco en Colombia el 15 de
febrero, al mes de los asesinatos. A falta de papeles prepararon una lista de pasajeros.

Dos días después de la partida de los fugitivos, llegó a Chatham el pailebot “Manuel J.
Cobos” comandando por Vicente Cañizares y al enterarse de los sucesos ocurridos en
la hacienda y de la huida de los conjurados, levó anclas y regresó a Guayaquil con

50
Relación de Juan Palelo, piloto y marino de la “Josefina Cobos”. Diario El Tiempo, Guayaquil, 6 de abril
de 1904. p. 1.
-38-

noticias alarmantes exageradas, de que se había cometido una masacre de peones y


autoridades.

Los fugitivos esperaban tener menos dificultades en Tumaco por la nacionalidad de


Puertas. Los primeros días no fueron molestados y esperaban el mejor momento para
alejarse de la población, pero la falta de dinero les impedía. Buscaban vender los 200
quintales de azúcar pero Haensen se había adelantado para su propio provecho y esto
molestó a todos. El alemán reaccionó y les delató. Así terminó el corto período de
libertad de los fugitivos de Galápagos.

III. 5 Prisión de los fugitivos. Febrero de 1904.

La primera noticia de los asesinatos y captura de los fugitivos llegó a Guayaquil por un
aviso de la oficina de telégrafos de Bahía de Caráquez del 17 de febrero, decía así:
Por pasajeros del vapor caletero “Quito”, llegado aquí ayer tarde, se tiene
conocimiento que en Tumaco y Esmeraldas corría como válida la noticia de que
se había cometido un acto de piratería en el ingenio “Chatham”, asesinando al
Señor Manuel J. Cobos, propietario de dicho ingenio y al señor Leonardo Reina,
Jefe Territorial del Archipiélago. Esta noticia ha sido trasmitida a Portoviejo al Sr.
Gobernador Larrea”. 51

Pocas horas más tarde llegaba otro telegrama desde Esmeraldas que confirmaba la
noticia y añadía detalles:
“El vapor inglés “Ecuador” lleva a bordo, con destino a Guayaquil, 77 criminales
y 8 mujeres, capturados en Tumaco, por las autoridades de Colombia. Estos
individuos llegaron al cabo Manglares en una balandra procedente del
Archipiélago de Colón, sin poder presentar otros papeles de navegación que un
rol de tripulación preparado ad hoc y de carácter sospechoso. En vista de esta
circunstancia los tripulantes fueron detenidos y traídos a Esmeraldas, en donde
se tiene conocimiento que han venido asesinando, entre otras personas, al Jefe
Territorial del Archipiélago don Leonardo Reina y a don Manuel J. Cobos,
propietario del fundo agrícola denominado “Progreso” en la isla de San Cristóbal,
antes Chatham. Se dice que en unión de la referida balandra salió del
Archipiélago otro buque tripulado por forajidos con rumbo a México y
Centroamérica.

Cómo reaccionaron los fugitivos cuando fueron tomados prisioneros?


Quizá la situación miserable en que llegaban les había impedido alejarse de Tumaco.
No disponían de un solo sucre (recordemos que en la isla no conocían sino las
monedas de Cobos) y no tenían ningún conocimiento de las posibilidades de sobrevivir,
por lo que no quedaba otro remedio que mantenerse unidos y confiar totalmente en
Puertas, a quien aclamaban ya por su “Libertador”, que les había liberado de la opresión
de Cobos y esperaban que les sacaría de la terrible situación en que se encontraban.
Todo confirma la gran capacidad de líder de Puertas que no solo pudo mantener a
todos unidos sino que cambiaron su actitud de la timidez a aceptar la responsabilidad
de los hechos de Galápagos. En este trayecto debieron componer el escrito que fue
presentado al llegar a Guayaquil y que explicaba las razones por que decidieron liquidar
a Cobos. Fue publicado en todos los diarios de la ciudad. Está muy bien redactado y

51
Diario el Telégrafo, Guayaquil, 18 de febrero de 1904, p.1.
-39-

sorprende la actitud decidida y unánime de un grupo grande de hombres,


supuestamente ignorantes y analfabetos, pero no todos criminales, como se vió en el
juicio. Dice así:
El pueblo de Chatham o mejor dicho, los esclavos del inhumano Manuel J.
Cobos, cansado de tolerar tantos abusos y trabajar años de años sin
remuneración alguna, y sólo recibiendo castigos, torturas, látigo, resolvimos no
continuar más bajo la opresión en que vivíamos. Responsable único de todos los
abusos que se han cometido en Chatham últimamente es el Jefe Territorial,
quien descaradamente apoyaba a Cobos. Todos los habitantes de Galápagos
tuvieron conocimiento de que Cobos fusiló a cinco individuos; que seis murieron
azotados; que desterró quince hombres a las islas desiertas y de esos murieron
algunos de hambre; bien sabido es que Cobos flagelaba sin piedad y llegó un
día en que se aplicó esa infamia a una infeliz mujer que se llamaba Rosa
Agustina.
Las autoridades nunca castigaron crímenes de esta clase porque todas
estaban bajo el dominio de Cobos, el Rey de Galápagos, el tirano del Ecuador,
como se jactaba en decirlo a voz en cuello; que tenía plata para matar y pagar
cuando llegara el día.
El 14 de enero, a las cinco y media el señor Cobos mandó a la cárcel a José
Prieto y bárbaramente se le puso en la barra; luego se hizo saber que al día
siguiente sería castigado con 500 palos a carne desnuda; esto dio lugar para
que todos los esclavos o mejor dicho, la mayoría, puestos de acuerdo
unánimemente, dispusieran dar fin a esta vida fastidiosa y tiránica y se organizó
el complot.52

Fácil es imaginar la expectativa creada por tales noticias y los comentarios y


suposiciones sobre el número de muertos y causa de los crímenes. El primer acusado
fue el gobierno, pues varios periodistas habían advertido de tiempo en tiempo de la
situación explosiva de la isla. El diario El Tiempo expresaba:
No es extraño que haya sucedido esto donde se sustentaba una colonia de
forajidos y donde se usaban medios de rigor que engendraban mayores
venganzas. 53
Se censuraba el descuido del gobierno y se recordaba que en días anteriores, el Jefe
Territorial, durante su visita a la ciudad solicitó auxilios de tropa para prevenir cualquier
suceso y no se le atendió.

El día 19 volvía a comentar el mismo diario:


Desde tiempo atrás se consintió que se formara allí una colonia de criminales
que la prensa habló en todos los tonos respecto a los asuntos del Archipiélago,
pero los Gobiernos fueron indiferentes a aquello.54

Desde el primer momento en que se recibió la noticia se inició una agitada polémica
sobre las causas de los crímenes y los orígenes del problema, como vamos a ver.
El 19 de febrero de 1904 a mediodía, anclaba en la ría de Guayaquil el vapor “Ecuador”
ante una inmensa muchedumbre que se agolpaba en el malecón para ver a los
supuestos forajidos que habían cometido atrocidades en Galápagos.

52
Diario La Patria, Quito., $ 572, 26 de febrero de 1904, p. 2
53
Diario el Tiempo, guayaquil, 18 de febrero de 1904, p. 2
54
Diario el tiempo, Guayaquil, 19de febrero de 1904, p. 2
-40-

En medio de una fuerte escolta fueron descendiendo los diversos grupos que fueron
conducidos al cuartel de policía, a corta distancia de los muelles. La impresión que
dejaron fue, sorpresivamente, muy variada. Allí estaba Emilio Haensen que había sido
obligado a comandar la balandra hacia Colombia. Todos buscaban al cabecilla Elías
Puertas, a quien se le acusaba de haber dirigido el complot y los crímenes; a Jerónimo
Beltrán, a Francisco Carranza, a Eloy Quiñónez, Manuel María Cevallos y otros
sospechosos. Pero el grupo en conjunto estaba compuesto de gente ordinaria de
aspecto muy pobre, sin apariencia de consumados criminales, como se confirmó al día
siguiente. Allí estaban algunos que había sufrido por mucho tiempo la “justicia” de
Cobos, como Manuel Olaya que venía acompañada de su mujer Jesús González y sus
hijos María, Juana y Rosendo; allí estaba José Hurtado que había sido desterrado a la
isla Chávez (Santa Cruz), Rosa Laura Carlín y otros.

Un periodista que presenció el desfile de los fugitivos describe así la escena:


A la una y cuarto comenzó el desfile de los presos, del muelle al cuartel de
policía, pasando por un callejón abierto por medio del tumulto de espectadores.
Primero pasó una partida de treinta, todos atados por las manos y llevados cada
uno de ellos por dos celadores armados. Eran casi en su totalidad hombres
demacrados, tipo mestizo, bajos de cuerpo y sin características fisonómicas
reveladoras de criminalidad. Iban por lo regular vestidos de camiseta y uno de
ellos sin sombrero, ceñida la cabeza con un pañuelo blanco. Muchos carecían
de equipaje y el de los que traían era misérrimo, consistente en un atado de
ropas o un lío de petates. Luego pasó otra partida de 24 presos, llevados de ls
misma manera que los anteriores. El pueblo presenció el desfile en silencio. 55

La escolta del barco entregó dos documentos: el Informe del Gobernador de


Esmeraldas sobre los hechos ocurridos en Tumaco con la prisión de 78 hombres, 8
mujeres y 4 niños remitidos por las autoridades colombianas, y un documento redactado
por los presos en que explicaban las razones que tuvieron para liquidar a Cobos, que ya
hemos trascrito.

Había una gran expectativa por saber los detalles de los crímenes y la naturaleza de
los asesinos. Desde el primer momento los periodistas se disputaron con los
representantes de la justicia, la primacía de las noticias y de las declaraciones.

Se esperaba que los tribunales de justicia actuaran con el mayor rigor contra los
supuestos forajidos y que aplicaran las máximas penas, pero sorpresivamente las
declaraciones de los tales “forajidos” fueron muy claras y no pretendían negar o
tergiversar los hechos., lo que atrajo cierta simpatía, por lo menos hacia la mayoría.
Reconocían el asesinato de dos personas, de Manuel J. Cobos y de Leonardo Reina;
en cambio eran unánimes en delatar las injusticias cometidas en Galápagos, lo que
hacía sospechar que el imperio de Cobos había sido un infierno. Elías Puertas, no solo
no negaba los hechos sino que quería cargar sobre sí toda la responsabilidad de los
asesinatos, lo que atrajo la simpatía no solo de sus compañeros de infortunio, que le
llamaban y proclamaban “El Libertador” sino también de muchos periodistas y de la
ciudadanía en general.

55
Diario La Patria, Quito, N. 572, febrero 26 de 1904, p. 2.
-41-

III. 6 Las comisiones a Galápagos.

Las noticias de los asesinatos, la supuesta crueldad de los criminales, el final del
empresario que era conocido y estimado en Guayaquil como progresista y dinámico, la
situación de las autoridades que quedaban en la isla, formaron un ambiente de alarma
en la ciudad y todos exigían la formación de una comisión que aclarara lo que realmente
había pasado en Galápagos.
El juez primero del Juzgado de Letras de Guayaquil, Dr. José Díaz levantó el sumario y
nombró a la comisión que debía viajar inmediatamente a Galápagos, pues allí se habían
cometido los crímenes.

El sistema de justicia debía enviar médicos legistas que hicieran las autopsias de ley,
que se averiguara las responsabilidades y otros posibles crímenes y a la vez, que se
posesionaran las nuevas autoridades.

El 23 de febrero, es decir cuatro días después de la llegada de los fugitivos, zarpó el


crucero “Cotopaxi” de la Marina Nacional con las nuevas autoridades Juan José Pino el
nuevo Jefe Territorial, Horacio Garaicoa, secretario con algunos policías y tropa; los
médicos legislas José A. Manrique y Juan Alberto García; el nuevo administrador de la
hacienda Arturo Reed. Se incluyeron también dos representantes de la prensa, Juan A.
Almenate del diario El Telégrafo y Gonzalo Llona del diario El Tiempo.

La primera sorpresa de la navegación fue encontrar, el segundo día, en las mismas


bodegas del buque, a un grupo de abigeos enviados secretamente por la policía contra
las expresas prohibiciones de los Congresos de 1899 y 1901.

Todo esto aumentaba la expectativa de la opinión pública que quería conocer toda la
verdad y comparar con lo que oía de los presos y aquel “absurdo jurídico” de que se
comenzó a discutir, sobre un sistema donde parecía no existir ni ley ni autoridad.

Dos días después llegaron nuevas noticias traías por el pailebot “Manuel J. Cobos”, el
otro buque de la hacienda que había regresado inmediatamente cuando se enteraron
de los asesinatos y huida de los conjurados. Ciertas noticias clarificaban los sucesos,
pero otros hacían suponer que se habían dado más excesos que los ya conocidos.

Mientras regresaba la comisión, los diarios se llenaban de nuevos reportajes y


comentarios por las entrevistas con los penados. Las entrevistas a los fugitivos, la
apariencia de pobreza y desnutrición de la mayoría se sumaba a las noticias de lo que
habían vivido en las islas. No tenían un solo centavo y muchos apenas conocían las
monedas, pues en la isla solo corría las exclusivas de la hacienda, como se dijo arriba.
La actitud de dignidad de los presos de mostró el día 24 cuando rechazaron una ración
mayor de alimentos, porque creían que era de los deudos de Cobos y declararon que
no querían seguir como esclavos de aquel. Al fin aceptaron cuando se les dijo que era
una donación del Municipio. 56 Dos días después la ciudad hizo una colecta para
ayudarles, ya que muchos no tenían otro vestido sino los harapos que traían de
Galápagos.

Muchos eran jóvenes cuando dejaron Guayaquil, algunos por cumplir una pena, otros
por no haber podido pagar una deuda, otros simplemente porque habían sido “vagos y

56
Diario el Tiempo, febrero 24 de 1904, p. 2
-42-

mal entretenidos” en las calles de la ciudad; ahora regresaban después de muchos


años. Muchos de los fugitivos habían sido peones conciertos, es decir, trabajadores
voluntarios, contratados por Cobos o sus representantes, pero sus testimonios
revelaban la situación de la mayoría que era tratada casi por igual, buenos y malos. Los
testimonios se multiplicaban con datos espeluznantes, que aunque pudieron ser
exagerados se sumaban a las cicatrices de las espaldas de los hombres y…mujeres,
causadas por los azotes.

III.7 El juicio contra los asesinos de Cobos.

La llegada a San Cristóbal de la Comisión causó miedo en la población de la isla, pues


solo entonces se enteraron que el primer grupo había sido apresado y ahora creían que
todo iría contra ellos, como siempre había sido. El corresponsal del diario el Telégrafo
refería que la “población creía que veníamos a fusilarlos a todos”. El nuevo Jefe
Territorial trató de calmar a la gente, explicó el objeto de la comisión y dio una arenga
para tranquilizarlos.. Lastimosamente el nuevo administrador Arturo Reed no tuvo el tino
suficiente y anunció que no se perdonaría a nadie las deudas y obligaciones contraídas,
lo que causó un grave malestar que el Juan José Pino pudo mitigar en algo.

Se realizaron las autopsias, visitaron el Ingenio y obras de la hacienda, dándose cuenta


de su extraordinario progreso, recogieron los testimonios de la vida en la isla y
regresaron con abundante información. La hacienda aparecía como una obra formidable
realizada en una isla en medio del océano, pero también una población que había
sufrido demasiado, a vista y paciencia de las autoridades. El Jefe Territorial Juan José
Pino escribía privadamente a su amigo el Presidente de la República, Leonidas Plaza:
Aquí en el teatro de los crímenes cometidos por el que fue Manuel J. Cobos,
tiene Ud. hombres dignos de estima, porque han vivido peor que en Siberia.
Cobos decía: Dios en el cielo y yo en Chatham...Ni Calígula, ni Nerón ni
Vespasiano han cometido los excesos de este desalmado que había perdido, en
su loca ambición, todo sentimiento de humanidad. Pero él es disculpable en mi
opinión, pues los verdaderos responsables de los atentados que aquí se han
cometido son los mismos empleados de los malos gobiernos anteriores, que no
han dirigido la vista hacia estas regiones, olvidando que estas islas son presa
codiciada de las potencias. Otra causa determinante de los abusos cometidos
aquí ha sido la incondicional sumisión de las personas que han vestido
autoridad, sometiéndose y acatando la real voluntad de Cobos.”. 57

Con tales antecedentes se pudo instaurar el proceso legal que dividió desde un
principio, a los juristas, a los intelectuales y a los periodistas. Este juicio fue uno de los
más comentados, pues los diarios publicaban, día a día, no solo las entrevistas sino
también las declaraciones de los testigos. Como se ha repetido varias veces, los datos
pueden ser exagerados, una vez que Cobos no estaba ya presente, pero el cúmulo de
acusaciones reflejaba una amarga realidad que era difícil negar. Muchas acusaciones
en informaciones no fueron aceptadas al comienzo, por lo que se envió una segunda
comisión en el mes de abril y que debía visitar otros sitios donde podían encontrarse
datos o huellas de las acciones de Cobos. Efectivamente, esta segunda comisión viajó
en el crucero “Cotopaxi” y luego de anclar en San Cristóbal, rescató de la Isla Santa
Cruz a Camilo Casanova, una prueba dramática de la justicia de Cobos. Pasaron luego

57
Carta de J.J. Pino al Presidente Leonidas Plaza, Febr. 28 de 1904. Arch. Banco Central, Fondo Jijón,
Quito. Vol. 192, fol. 9
-43-

a la I. Floreana para exhumar los restos de José Valdizán, asesinado en 1878 y de


Viteri, asesinado, según se decía por Casanova.

En mayo llegó una tercera comisión para completar los informes, pero sobre todo para
ayudar a las nuevas autoridades a regular el sistema administrativo y judicial. El Jefe
Territorial Juan José Pino que había iniciado un serio trabajo con la población, envió un
duro y extenso informe sobre la situación de las islas, sus posibilidades, pero luego
renunció a su cargo con un profundo sentimiento de frustración. Todos los esfuerzos se
estrellaban frente a un sistema que no quería cambiar. “Un sistema de colonización no
existía sino un verdadero monopolio convertido en absolutismo”.
“ No existe un sistema de salud y lo único seguro que hay aquí es la tumba”.
“La hacienda el Progreso se niega a pagar impuestos y el exigirles lo llaman “régimen
de hostilización”. La hacienda estaba administrada por Arturo Reed representante de los
herederos de Cobos

III. 8 La controversia sobre el tiranicidio

Las principales acusaciones, tanto de los peones como de la prensa, lógicamente se


enfilaban contra las autoridades del gobierno que habían permitido que se desarrollara
un sistema tan injusto, pese a ciertas advertencias anteriores de periodistas y visitantes.
Algunos analistas llegaron a cuestionar todo el sistema de justicia y a proponer que
quizá los peones de las islas tenían derecho a tomarse la ley en sus manos y
defenderse, en una forma velada de tiranicidio, cuando no había el menor respaldo de
las autoridades. El mismo derecho de propiedad de la hacienda fue cuestionada por
algunos juristas, pues tantos años de sufrimientos y por tantos trabajos sin recibir un
salario mínimo, daba lugar a que pase a ellos el dominio.

El cambio de opinión de la gente fue notable, como explicaba uno de los editorialistas
del diario El Tiempo (abril 9):
“Los capturados al comienzo fueron considerados culpables y todos clamaban
porque se les aplique todo el peso de la ley; pero ahora, los jueces han decidido
que la mayoría no tiene ninguna culpabilidad y que huyeron aprovechando la
nave que salía. La justicia se ha hecho, pero solo en cierto sentido. Qué van a
hacer esos pobres infelices, sin dinero, sin orientación, sin conocimiento del
medio en que les toca vivir? Hay una deuda con ellos que no podemos olvidar.58

Esta controversia se alimentaba con las innumerables declaraciones de peones que sin
haber participado en el asesinato, revelaban lo que habían sufrido en el Progreso. Las
más comentadas por los diarios, fueron las siguientes. .

El testimonio más conmovedor fue el de Manuel Olaya oriundo de la costa ecuatoriana


que había viajado a las islas invitado por Cobos en1879. No había participado en los
asesinatos, pero guardaba una profunda amargura contra Cobos. El 26 de febrero era
entrevistado por algunos periodistas y su sinceridad impresionó a todos. :
Es preciso que el pueblo de Guayaquil sepa que nosotros hemos sido unos
desgraciados, nuestras vida amenazadas y la honra de nuestros hijos echada al
fango, señor. El patrón Cobos abusó de mi hija Clara, cuando apenas tenía 12
años y no pude protestar, porque al hacerlo, hubiese sido apaleado y
probablemente muerto. … Trabajé 25 años en la isla sin recibir el fruto de mi

58
Analista “Robespierre”. Diario El Tiempo, Guayaquil, abril 9 de 1904. p. 2
-44-

trabajo. En 1886 me acusaron de complotar con otros contra Cobos, nos


apalearon y luego declararon que por la autoridad de la ley seríamos fusilados.
Mi mujer consiguió del Administrador Antonio Sánchez que me perdonara la
vida. Mis cinco compañeros no tuvieron perdón y en una mañana fueron, no
fusilados sino abaleados por Felipe Lastre y Manuel Fierro, designados por
Cobos para que hicieran el papel de tiradores. …Tuve que huir de la hacienda y
vivimos largo tiempo en una cueva, cuando decidí regresar, me cargó con 30
sucres que luego crecieron a 788. …. Y terminó: Dispénseme que pida a Ud.
Que interrumpa mi narración hasta otro día, pues llegan momentos en que se
sofoca la imaginación al recordar tanto atropello cometido en Galápagos, donde
jamás se conoció ni justicia y solo imperaba una voluntad y un capricho a quien
nadie se atrevía a poner freno”. 59

Jerónimo Beltrán era considerado uno de los más brutales de los asesinos y el que
introdujo un enorme cuchillo en el vientre de Reina y Cobos. No participó en el complot,
pero se unió a la gente y estaba armado de un machete porque iba a trabajar en un
desmonte. El trato que Cobos –expresa- daba era para animales. De una paliza que
recibió tiene ahora tisis y todo porque murió un burro más viejo que el mundo.
“Fui a Galápagos con mi madre que deseaba estar con mi padre que allí
trabajaba. Fuimos con mi hermana Pasquala. Allí murió mi hermana, luego mi
madre y finalmente mi padre. Cobos me llamó y me hizo firmar un documento en
el cual reconocía la deuda de mi padre. Debo advertirle que cuando tal caso
sucedió era yo menor de edad.
No hubo profanación de cadáveres, pues Puertas a quien estimamos y
respetamos, lo impidió. No somos criminales. …Ganaba dos reales que me
daban en monedas de cuero o en papel firmado por el Sr. Cobos. Con este
dinero comprábamos la comida en el almacén de la hacienda y no alcazaba ni
para pan y lo demás sacábamos fiado con que iba aumentando la deuda”. 60

La esperada entrevista al principal asesino, Elías Puertas, no arrojó muchas cosas


nuevas.
Tenía 39 años, soltero, católico y de Antioquia (Colombia) . La causa del crimen: que ya
había malestar desde hacía mucho tiempo por el maltrato y arbitrariedades de Cobos.
Tenía planes de incendiar los canteros y en la confusión matar a Cobos. La ocasión fue
la prisión de Prieto y las amenazas de Reyna de aumentar de 400 a 500 palos...

Declaraba que había estado 12 años en la isla como peón y que ha sufrido injustamente
de Cobos.

La entrevista al alemán Emilio Haensen dio algunos detalles:


Era alemán, soltero, protestante, de 30 años. No sabía nada del complot ni de los
maltratos, pero temía cualquier alzamiento porque la gente estaba muy despechada.
Trabajaba en el ingenio y oyó tiros, pero siguió trabajando por una hora. Salió a ver y le
avisaron que Cobos y Reina habían muerto. Puertas le obligó a conducir la nave hacia
Colombia donde denunció al comisario Mora.

59
Entrevista a Manuel Olaya. Diario El Tiempo, Guayaquil, febrero 27 de 1904.
60
Entrevista a Jerónimo Beltrán, Diario El Tiempo, Guayaquil, Febrero 27 de 1904. p. 2
-45-

Al final expresó: “Cuando se trató de Cobos nadie dio importancia al hecho y ni


creíamos que hubiera culpabilidad para nadie. Cuando supimos que habían muerto a
Reina, comprendimos que la situación se había agravado”. 61

El juicio fue largo y difícil, pero al final, fueron sentenciados solamente dos: Puertas y
Carranza y aun ellos con penas de un par de años. Los demás fueron liberados,
porque, a juicio de los jueces, ya habían sufrido demasiado en la isla. El peón Ramírez
que fue el único herido por Cobos en aquella mañana fatal, murió durante el juicio. La
falta de médicos y medicinas, tanto en la isla, como en el velero y en Tumaco complicó
su herida. Cuando llegó a Guayaquil tenía engangrenado el brazo.

IV. Evaluación final

Veinticinco años de trabajo tenaz y creativo había llegado a un trágico final. Dos
personas habían sido asesinadas, Leonardo Reina, hombre bueno, pero representante
de un sistema absurdo y Manuel J. Cobos, mezcla de empresario y tirano.

El crimen de Puertas no se puede justificar, empero, no se puede olvidar que tarde o


temprano tenía que suceder algo semejante, por la ausencia casi completa de justicia y
de verdadera autoridad. Como ya se dijo, varios juristas opinaron, durante el juicio de
1904 que quizá se habían dado las condiciones para legitimar el tiranicidio.

Por otro lado, no se puede negar que la actuación de Puertas tuvo aspectos negativos y
también positivos. Recordemos que los primeros rumores que llegaron a Guayaquil
hablaban de una ola de crímenes y verdaderas masacres, pues todo se podía esperar
de los habitantes de Galápagos, considerados verdaderos “forajidos” por las
autoridades y la prensa de Guayaquil. Puertas, sin embargo, pudo controlar las
pasiones que hubieran llevado a un baño de sangre, pues varios conjurados clamaban
venganza de las autoridades, de los hombres de confianza, de los esbirros y soplones.
Nada de eso sucedió, lo que dice mucho tanto del valor de Puertas como de la
capacidad de Cobos para elegir a sus colaboradores.

Al mismo tiempo, no resulta teórico pensar en lo que hubiera sucedido en la isla si la


conjuración hubiera fallado o si Cobos era levemente herido. Dejemos a la imaginación
las represalias que hubiera tomado.

La personalidad de Cobos es muy difícil de juzgar y sus actuaciones durante los


cuarenta años de historia, muestran las más diversas facetas, tan diversas que bien
pueden responder a los valores que cada uno de nosotros vivimos. Dotado de una
energía y vigor nada comunes, era incansable para el trabajo, tenaz en sus propósitos,
seguro de sí mismo y de su estrella, tenía sobre todo una inteligencia y creatividad que
le permitían ver fuentes de riqueza donde la mayoría no habría visto sino una simple
ganancia lateral.

Era un empresario visionario, comerciante por vocación o en pleno sentido de la


palabra, pues aprovechaba todas las oportunidades de lucro y explotación, llegando
hasta los medios no aceptables, como el contrabando, la explotación de los presos por
deudas, el uso de monedas propias o el pago de bajos salarios. No perdía la

61
Declaración de Emilio Haensen. Diario El Tiempo, Guayaquil, 27 de febrero de 1904, p. 2
-46-

oportunidad de un buen negocio o de explotar una fuente de riqueza y a ello dedicaba


toda su tenacidad y energía. Formó un pequeño imperio en una isla aislada donde antes
no había nada.

Para muchas personas, es un mérito que parece disculparle de muchos errores. Vamos
el otro lado de la medalla. El conocimiento de los hombres y de las circunstancias le
permitió dominar a sus súbditos y manejar a las autoridades hasta convertirlos en títeres
o figurones, como anota Nicolás Martínez. Así casi todos los jefes territoriales, excepto
uno, son figuras endebles que contrastan con la del vigoroso y autoritario Cobos.

Al mismo tiempo, el aspecto humano más bien, inhumano de Cobos, anula mucho de lo
bueno y grande de su obra. Probablemente las circunstancias le llevaron a ello, al tener
que manejar una población, en donde los más eran personas con problemas legales.
No se puede olvidar también que él fue el autor de este mundo de opresión y debe, por
tanto, asumir la responsabilidad histórica de este absurdo.

Hubo personas que estuvieron muy cerca de Cobos y de su obra y tres de ellos le
conocieron personalmente. El citar sus palabras puede ser la mejor forma de ayudar a
un juicio equilibrado sobre este hombre tan grande y tan controvertido.

Nicolás Martínez tantas veces citado y que visitó el Progreso dos años después de la
muerte, se expresa así de Cobos:
Al ver la maquinaria y al observar el estado floreciente de toda la hacienda, no
se puede menos que admirar la energía y constancia que ha debido desplegar
Cobos para obtener este resultado. Don Manuel J. Cobos sería todo lo malo que
aseguran y hasta criminal como dicen, pero no por eso se puede dejar de
reconocer en él a un hombre de prodigiosa energía y de un carácter indomable;
pues, únicamente un individuo que posea estas dotes, puede formar una
explotación de la magnitud de “El Progreso”, en una desierta isla, sin capitales
suficientes, sin comunicaciones con los lugares habitados y valiéndose para ello,
única y exclusivamente de los deshechos de la sociedad.

Podía Cobos ser bueno y tolerante con sus peones, si todos o casi todos eran
criminales de la peor especie? Si no era enérgico y hasta tirano, hubiera podido
ni dar principio a sus trabajos?

Yo creo que es muy difícil el juzgar a Cobos, porque es necesario ponerse en su


lugar, teniendo en cuenta la clase de gente que le rodeaba, la ninguna
esperanza de auxilio en el caso de una sublevación, y además, en una palabra,
siendo él el único señor de vida y hacienda de los habitantes de esta especie de
nación independiente, compuesta de criminales y meretrices; porque es
necesario saber que las autoridades que mandaba el Gobierno con el título
pomposo de Jefes Territoriales, de Comisarios, etc. se hallaban bajo su
inmediata dependencia….

Si nuestros gobiernos, desde el día en que promulgó la ley sobre el Archipiélago


de Galápagos, hubieran tratado de formar una verdadera colonia independiente
de Dn. Manuel J. Cobos, todo hubiera sido distinto, pues las autoridades habrían
podido vivir libres de la tutela del único que tenía buques para comunicarse con
el continente y del único también que podía suministrarles víveres para el
-47-

sustento, causas principales y tal vez únicas, para el tutelaje de Cobos, hacia las
autoridades nombradas por el gobierno….

Si el Jefe Territorial no cerraba los ojos cuando Cobos cometió algunos de los
atentados que refieren, y si protestaba , de é manera hubiera podido hacerse
respetar, si no tenía víveres y se hallaba solo y como abandonado en medio del
océano?. Naturalmente, tenía entonces que convertirse en cómplice del único
señor y dueño de la isla, bajo pena de morir de hambre….

Después de haber oído a los unos y a los otros, no me creo capaz de juzgar a
Cobos, y por eso, ahora no hago otra cosa que reconocer en él su gran carácter
y su energía indomable, sin atreverme a condenar ni justificar sus
procedimientos. 62

Alex Mann, a quien hemos citado repetidas veces, termina sus memorias con estas
reveladoras palabras:
” El muelle, los caminos, el sistema de agua y los campos cultivados, en un sitio
donde antes de su época, reinaba la desolación más completa, son los mejores
monumentos a su indomable energía, pero cuando uno reflexiona en su falta de
humanidad, nuestro homenaje se oscurece por el rechazo a los infames medios
de que se sirvió”. 63

Los monumentos de la tenacidad de Cobos han sido efímeros y de ellos sólo quedan
despojos; en cambio la isla perdió mucho de su atractivo original se perdió para
siempre: la tortugas gigantes, las colonias de lobos, la mayor parte de los bosques y
vegetación primitiva fueron sacrificados en aras del progreso. En cambio, queda un
recuerdo de injusticias y sangre.

No estaría completo un juicio si no incluyéramos el parecer de tres hombres que vieron


a Cobos desde su puesto del hombre común.

Rosendo Olaya, hijo del tantas veces mencionado Manuel Olaya que sufrió tanto con
Cobos y el fugitivo más tierno (tenía 3 años) repetía a este autor , el 28 de abril de
1989, pocos meses antes de morir, la frase que oyó tantas veces a su padre:
Don Manuel era un hombre bueno con sus trabajadores hasta que tuvo riquezas
y un poder que nadie controlaba; después fue un monstruo de crueldad”.

Juan Olaya, hijo de Narciso Olaya y por tanto, nieto de Manuel Olaya refería otra frase
que le había repetido su abuelo y que oyó a Cobos, pocos meses antes de morir:
“Manuel, ya tengo la riqueza que quería adquirir; ahora voy a ser bueno como
antes fui”.

Le faltó tiempo para cumplir su decisión?

62
Martínez, Nicolás, Impresiones de un viaje. Quito, 1911, p. 35
63
Mann, Alex: Yatching in the Pacific, 1909, p. 35.
-48-

SEGUNDA PARTE

V. La Hacienda El Progreso después de la muerte de Manuel J. Cobos.


1904-1940

V.I. La Hacienda el Progreso en 1905

La muerte de Manuel J. Cobos fue el ocaso de la hacienda el Progreso, pues no tuvo


sucesores que pudieran seguir su trabajo y las circunstancias habían cambiado en
muchos aspectos. A los cien trabajadores que huyeron, se sumaron algunos que ya no
querían seguir en una isla que les traía tan malos recuerdos, las autoridades debían
estar más alertas a los abusos de los patronos, la prensa informaba con frecuencia de
los hechos de Galápagos, el gobierno debía tomar muy en cuenta lo que sucedía en las
islas, pues entraba en un período de fuertes presiones internacionales relacionadas con
la apertura próxima del Canal de Panamá. Por todas estas razones, la hacienda el
Progreso nunca podría recobrar el nivel económico a que había llegado con Manuel J.
Cobos.

La heredera de los bienes de Cobos era su hija Josefina Cobos Baquerizo, muy querida
de su padre que vivía en Guayaquil y estaba casada con Rogerio Alvarado 64. Pocos
años después llegaría de Europa otro hijo, Manuel Julián Cobos.

En la primera comisión enviada a Galápagos (febrero 1904) para investigar sobre los
crímenes y entronizar a las nuevas autoridades (Juan José Pino, Jefe Territorial), iba
también el nuevo administrador, Arturo Reed, elegido de común acuerdo por Josefina y
José Monroy el antiguo cuñado y socio de Cobos.

La primera intervención de Reed fue de lo más desacertada pues anunció que no se


perdonarían las deudas y obligaciones del pasado sistema de Manuel J. Cobos, lo que
provocó muchas protestas. Aplicar tales medidas sería muy difícil, pues todos los
papeles de la contaduría había sido quemados la mañana del crimen y, por tanto, las
deudas se cobrarían al azar.

El Nuevo Jefe Territorial Juan José Pino, un hombre muy capaz, trató de poner orden
en su administración y en la población, tareas gigantescas en donde casi todo había
sido regido por la voluntad omnímoda del dueño de la hacienda. Su preocupación
mayor era aliviar la situación de los trabajadores limitando los días y horas de trabajo,
obligando a pagar un sueldo justo y en moneda oficial, proveer a la población de un
servicio de salud mínimo y hacer comprender al administrador que los métodos antiguos
debían cambiarse por otros más humanos y que la hacienda debía cuidar de la salud y
bienestar de sus peones. “No existe un sistema de salud –escribía J.J. Pino al
Presidente de la República- y lo único seguro que hay aquí es la tumba”.

El Administrador Reed debió haber conocido los métodos de Cobos o debió recibir
consignas muy semejantes a los métodos antiguos, porque su reacción fue beligerante
a las medidas del Jefe Territorial y se negó a cambiar el sistema de la hacienda. El Jefe
Territorial informaba “ la hacienda el Progreso se niega a pagar impuestos y el exigirles
lo llaman “régimen de hostilización”.

64
Rogerio, en algunos documentos se cambia a Rogelio. Preferimos la forma como aparece en los
documentos legales.
-49-

La tensión creció con los meses, mientras la producción de la hacienda iba


descendiendo notablemente por el número insuficiente de trabajadores y la actitud del
administrador que intentaba imponer su disciplina a una población que buscaba
liberarse de las pasadas experiencias y que se sentía en gran parte respaldada por el
Jefe Territorial.

El proyecto del gobierno de fomentar una verdadera colonización permitiendo a los


trabajadores u otros colonos nuevos, instalarse y cultivar sus propias “chacras” en los
sectores no cultivados por la hacienda, se estrelló con la resistencia del Administrador
que reclamaba toda la isla como propiedad exclusiva. Juan José Pino informaba: “En el
territorio de mi jurisdicción, aquellos colonos a quienes le ley les da el calificativo, no los
hay, pero existe un verdadero monopolio convertido en absolutismo”. De todos modos,
la instalación de antiguos peones y otros colonos llegados del continente fue inevitable y
su número aumentaría con los años.

En el mes de julio de 1904, viendo inútiles sus esfuerzos, Juan José Pino renunció a su
cargo, siendo reemplazado poco después don Pedro Jaramillo que había ya ocupado
ese cargo por algunos años desde 1885.

En 1905, la ineficiencia del administrador obligó a reemplazarlo por Roberto Celati


(italiano) y Julio Plaza que se mostraron igualmente incapaces de mejorar la situación
de la hacienda.

V.2 Nicolás Martínez en Galápagos. 1906-7

En este época, 1906, llegó a la isla el escritor Nicolás Martínez que nos ha dejado una
relación completa de la hacienda y a la que nos hemos referido repetidas veces en esta
obra. Muestra una gran admiración por Manuel J. Cobos, mientras critica duramente a
las autoridades de gobierno que se habían reducido a simples figurones sin
posibilidades de hacer una obra digna por la población y el Archipiélago.

La producción de la hacienda era todavía buena, como informaba el diario El Telégrafo:


Cosecha de azúcar, 20.000 quintales; producción de café: 2.000 quintales; yacimiento
de cal: 20.000 quintales; destilación de aguardiente: 5 a 6.000 botijas; cría de cerdos en
pequeña escala. Hay dos buques para el transporte. 65

La población había aumentado y llegaba a 350, de los cuales bastantes eran peones
independientes instalados en 34 chacras alejadas de la población.66

Julio Plaza fue expulsado por la población en 1908 y fue reemplazado en octubre del
mismo año por Roberto Chavarría que salvó por el momento la producción de la
hacienda.
En 1908 se abrió el testamento de Cobos hecho en 1897 e inscrito en Guayaquil, en
que aparecía como la heredera principal Josefina Cobos. Decidió con su esposo
Rogelio Alvarado tomar posesión efectiva de la hacienda y administrarla directamente.

65
Diario el Telégrafo, Guayaquil, 26 de febrero de 1906, secc. 1, pag. 2.
66
Informe del Jefe Territorial Pedro Jaramillo, Registro Oficial, N. 294, febrero 4 de 1907, p. 208
-50-

V.3 Rogerio Alvarado en Galápagos

Rogerio, entró en posesión de la hacienda en noviembre de 1909 y poco tiempo


después llegó su esposa Josefina. En diciembre anunciaba grandes proyectos de
colonización, no solo en San Cristóbal sino también en la isla Chávez (Santa Cruz).i
Pretendía seguir los pasos y métodos de su famoso suegro al controlar todas las
actividades de los trabajadores y aun mantener su propia moneda, pero lastimosamente
no tenía la capacidad de aquel y la hacienda seguiría decayendo.67 Las circunstancias,
como se dijo, habían cambiado.

El problema más urgente, como se dijo, era la delimitación de los límites de la hacienda
e impedir la invasión de los trabajadores independientes y nuevos colonos. Las
escrituras habían sido quemadas, pero los originales de las notarías de Santa Elena de
las que dependía Galápagos reconocían 2.500 hectáreas o 3.000 cuadras, pero
Alvarado reclamaba la posesión total de la isla.

Algunos años más tarde llegó a la hacienda Manuel Julián Cobos, hijo y partiendo de
sus derechos, formó poco a poco su propio fundo. Esta propiedad sería, a la postre la
única posesión herencia del gran empresario, pues Alvarado terminó perdiendo todo.

V.4 Comienza el final de El Progreso

El descalabro económico de Alvarado y de la hacienda comenzó muy pronto. El


contrato de octubre de 1909 para venta del azúcar a “Tous y co.”, no lo cumplió y
contrajo de primera deuda de 10.000 sucres. En febrero de 1910 pidió un crédito
hipotecario (1ª. Hipoteca) por 27.000, que nunca lo pagó, por la poca producción del
Ingenio.. Para 1912 la deuda aumentó a 100.000 sucres por un crédito hipotecario (2ª.
Hipoteca) a 30 meses plazo, que no pudo pagar. La crisis económica de 1910 complicó
más la situación al tiempo que Alvarado pretendía renovar la maquinaria del Ingenio que
estaba en deterioro. Solicitó al Banco Comercial y Agrícola 10.000 dólares que nunca
fueron pagados.

Las empresas comerciales y financieras de Guayaquil, dirigidas por Lorenzo Tous,


“Continental” y la “Compañía Nacional Galápagos” tenían arrinconados a los dueños de
la hacienda y era cuestión de tiempo que terminarían apoderándose de todos los
derechos.

El Ingenio dejó de funcionar hacia 1917 y con ello, las principales entradas de la
hacienda desaparecían. Parte de la maquinaria todavía utilizable fue trasladada a la
hacienda Los Alamos en Milagro y el resto fue dañándose por efecto del tiempo.

Gran parte de los terrenos habían sido invadidos y aunque pretendía reclamar sus
derechos y apoderarse de las cosechas de los pequeños agricultores, la resistencia de
los pobladores (muchos de ellos antiguos trabajadores que creían tener derecho por los
pasados sufrimientos) y de las autoridades aumentaba.

En 1922-23 los hermanos Array Santos intentaron varios proyectos de colonización de


varias islas, una de ellas San Cristóbal, con la protesta consiguiente de Alvarado, pero

67
Las monedas usadas por Alvarado, no eran exclusivas como las usadas por Manuel J. Cobos; solo
tenían un anagrama RA en los sucres corrientes.
-51-

el gobierno concedió varios miles de hectáreas que no habían sido cultivadas


anteriormente, ubicadas en el sector oeste de la isla, alrededor de Bahía Stephen y
Puerto Grande.

La colonización de los Hermanos Aray nunca se realizó, pero las pretensiones de


Alvarado de reclamar toda la isla para sí, quedaron burladas, luego de inútiles gastos de
trámites y abogados.

Otros factores vinieron a complicar la mala situación de la hacienda: la política de los


gobiernos de enviar penados a la isla, con los motines subsiguientes. En 1912 se
produjo un motín de los presos remitidos por las autoridades de Guayaquil que
incendiaron los canteros (cañaverales). 68 sobre todo la rebelión de 200 abigeos en
1923 que lograron escapar en el pailebot “Manuel J. Cobos” de la hacienda y llegar a
Esmeraldas, dejó un ambiente de inseguridad y zozobra en la población.

La nueva crisis económica en el continente, que llevó a la Revolución Juliana de 1925 y


las presiones internacionales para conseguir la venta o arriendo de las islas afectaron a
la débil economía de la isla y fue el comienzo del fin.

Algunos hechos sorpresivos dieron corta tregua a la crisis y tanto Alvarado como
Manuel J. Cobos, hijo, pusieron algunas esperanzas en ellos.

En 1926 llegaron los primeros colonos noruegos y se refugiaron temporalmente en la


hacienda El Progreso. Alvarado pretendió aprovecharse de los colonos vendiéndoles el
ganado salvaje y otros productos, a precios exagerados. Manuel J. Cobos apoyó a los
recién llegados y ganó sus simpatías. Años después (1930) casaría con la noruega
Karin Guldberg.

La llegada de los noruegos abría nuevas esperanzas a la población y para El Progreso.


El gobierno creó en agosto de 1927, una gobernación marítima en San Cristóbal para
respaldar de los noruegos en sus planes de colonización y sus empresas de pesca y
caza de la ballena. Lastimosamente los noruegos abandonaron pronto sus proyectos y
regresaron a su patria. Para 1928 no quedaban sino unos pocos regados por varias
islas.

La administración de hacienda pasó en 1927 a manos de Lorenzo Tous que envió a


Horacio Cavaría a administrarla. La situación económica de Rogerio Alvarado, mientras
tanto, se volvió insostenible por las repetidas hipotecas y los créditos no pagados que
llegaban ya a 400.000 sucres, sin esperanzas de poder recuperar la herencia de su
esposa Josefina. Lorenzo Tous propuso a Alvarado una solución radical para salvar su
situación desesperada: la formación o reestructuración de la “ Sociedad Nacional
Galápagos”. La hacienda y el ingenio El Progreso pasarían a formar parte de la
Sociedad que tendría 600 acciones de 1.000 cada una. Lorenzo Tous, a quien debía la
hacienda más de 400.000 sucres, tomaría 400 acciones (400.000 sucres) y las 200
restantes se distribuiría así: Alvarado recibiría 150 acciones; Luis Guevara Travieso
(venezolano): 60 ; Manuel Tama: 15. La hacienda pasaría desde ese momento a poder
de la nueva Sociedad, con Lorenzo Tous como Gerente y Guevara Travieso como
administrador.

68
Diarioi el Telégrafo, Guayaquil, noviembre 7 de 1912, p. 2.
-52-

Con esta nueva organización, Alvarado, aunque mantenía una participación en el valor
de la hacienda, perdía su poder y sus mismos ingresos dependerían de los cultivos de
sus antiguos campos. No le quedaba otro camino que retirarse de la isla.

Alvarado se retiró de Galápagos. Josefina se había separado de Rogerio por su afición


a la bebida y murió en Guayaquil. La situación económica de la familia era lastimosa y
más de una vez acudió a la Sociedad para pedir ayudas extraordinarias para sobrevivir,
como afirmaba Lorenzo Tous en 1933.

La descripción de Guevara Travieso del ingenio y de la hacienda al tomar posesión de


ella, dice así: “ El estado del Ingenio es desastroso; hace años que no trabaja; necesita
una renovación completa que requeriría un gasto de 30 a 40.000 sucres. La mayor parte
de los canteros están perdidos, llenos de guayaba y mala hierba, lo que supone que
para la recuperación del ingenio es necesario una renovación de los cañaverales. El
azúcar que se consume en la isla es llevado de Guayaquil. Hay ganado en la hacienda
y en la isla, pero casi no produce leche suficiente para la población. Los cafetales están
invadidos de maleza y hay que podar y renovar….”.69

Aunque la hacienda pasaba a la Sociedad no era una garantía de que los problemas se
solucionaran. La pésima administración de Guevara Travieso y una nueva legislación
trastornó todo el proceso y no fue posible definir quién era el verdadero propietario de la
hacienda hasta la Segunda Guerra Mundial. Lorenzo Tous nunca pudo recobrar sus
capitales ni aprovechar los recursos de la hacienda.

La corta administración de Guevara Travieso, efectivamente resultó desastrosa y


abandonó la hacienda a mediados de 1931.

La hacienda, mientras tanto, producía muy poco y el número de trabajadores era cada
vez menor, y cuando Lorenzo Tous quiso adquirir toda la propiedad para renovarla, se
encontró con las ambiciones de Guevara Travieso que hizo causa común con Alvarado
para sacar mayores ventajas de la Sociedad. El Decreto Supremo del Presidente
Federico Páez del 18 de diciembre de 1836 declaraba al Archipiélago de Colón
propiedad exclusiva del Estado y obligaba a los que tuvieran derechos anteriores, a
comprobarlos. Rogerio Alvarado y sus tres hijos (Josefina había muerto) consiguieron
reafirmar sus antiguas posesiones para poder venderlas y pagar sus deudas a la
Sociedad Nacional Galápagos. El Ministerio de Defensa Nacional aceptó la demanda y
reconoció la antigua propiedad de Josefina en una extensión de 2770 hectáreas70 ….y
parecía solucionado el problema, pues se autorizaba en julio de 1838 a los herederos
de Josefina Cobos la venta de la parte perteneciente de la Isla San Cristóbal. Era la
última esperanza para Rogerio Alvarado y sus herederos, pero una moción de la
Asamblea Nacional del 28 de setiembre de 1938 paralizó los trámites hasta poder
analizar la conveniencia de proceder en forma definitiva. Este litigio continuó por varios
años.

69
La mayor parte de esta sección están tomados de la publicación, Tous Lorenzo: Mi explicación sobre la
Sociedad Nacional Galápagos, Guayaquil, 1933.
1
Diario El Tiempo, guayaquil, diciembre 7 de 1909, p. 1. “Rogerio Alvarado, dueño de el Progreso ha
lanzado grandes proyectos y se espera que tenga éxito. Ha invitado también a los colonos de I. Chávez y
ha pedido autorización al gobierno. Se espera que le respalden
70
Archivo de Inhima, Oficios Recibidos, vol. 144, 1941-1942, Set. 9, 1942.
-53-

Pese a todos estos inconvenientes, Lorenzo Tous impulsó algunas obras en 1936, con
la esperanza de que los problemas legales se solucionarían pronto. Una de esas obras
fue la conducción de agua al puerto y la reparación del muelle construido por Cobos. El
Capitán Fernández Madrid informaba en agosto de 1936: “La hacienda el Progreso de
Lorenzo Tous se encuentra realizando una seria reparación en el muelle y creo que
antes de dos meses ese muelle estará en perfectas condiciones de servicio”.71

La casa de la hacienda construida por Manuel J. Cobos cedió al tiempo y tuvo que ser
derruida. Lorenzo Tous hizo construir una nueva en el mismo sitio pero de proporciones
menores, alrededor de 1927.

Paulette de Rendón visitó la isla en 1938 y nos ha dejado una descripción de la nueva
casa de la hacienda:
“La nueva casa de la hacienda se yergue sobre una altura, perfilando en el cielo,
flanqueada de dos cocoteros; si siniestra construcción, de aspecto colonial, de vanos
enrejados de fierro y muros blancos enrojecidos por la pintura que destiñe de las
ventanas y con un balcón redondeado que la adorna de un costado. La planta baja está
ocupada por la única tienda de la isla, donde se vende harto caro, por cuenta de la
hacienda, todo cuanto puede haber menester esta mísera población de peones” 72

Las ruinas (algunos muros) de esta casa se pueden todavía ver en la actualidad, junto a
las dos altas palmeras que señalan al viajero el lugar histórico en que sucedieron tantos
hechos.

Rogerio Alvarado murió en la pobreza.

La situación de la población de San Cristóbal antes de la guerra no podía ser más


penosa y dependía de la ayuda que podía proveerles la guarnición militar cuando
llegaba algún buque del continente. El Teniente Coronel Meneses informaba al
Gobierno de la situación en septiembre de 1942:
“En seis meses no viene un barco del Gobierno ni particular; a los seis meses ha
llegado la correspondencia estancada en Guayaquil. Desde enero están todos los
funcionarios y trabajadores, impagos. No hay ni para víveres ni para ropa, pues no hay
dinero circulante. Antes proveía todos estos artículos la hacienda, pero ahora la
hacienda solo existe de nombre, porque sus propietarios, todavía sin títulos, no mandan
más. Aseguran que están en la lista negra”.3

La hacienda quedó prácticamente abandonada durante la guerra, pues todo el


Archipiélago fue militarizado y las fuentes de agua de la isla fueron canalizadas para
aprovisionar a la base norteamericana de Baltra. El administrador o representante de la
Sociedad no pudo salir de la isla y permaneció aislado sin posibilidad de comunicarse ni
recibir ayuda del continente.

V.5 Últimos tiempos. 1945-2000

La historia posterior de El Progreso, no tiene casi relación con Manuel J. Cobos. La


hacienda quedó en manos de Lorenzo Tous que pretendió reactivarla con nueva
modalidad, una vez que el ingenio de azúcar había desaparecido. Se organizó la nueva

71
Archivo de Inhima, Oficios recibidos, Tomo 127, 1936, s.f.
72
Rendón, Paulette de : Galápagos, las últimas Islas Encantadas, Guayaquil, 1978, p. 148
-54-

empresa “La Predial” que administraría la hacienda. Se mantuvieron algunos cultivos y


ganadería, pero no en forma intensiva, excepto el café, aprovechando las 100.000
plantas dejadas por Manuel J. Cobos.

Muchos campos fueron perdidos por la invasión de la guayaba y mala hierba, pero
sobre todo por la apropiación de terrenos de los nuevos trabajadores. El hombre que
reactivó los cultivos de la hacienda, por encargo del dueño, fue Raúl Jeria uno de los
antiguos colonos de la isla e indudablemente lo hizo bien, sobre todo en el cafetal que
volvió a producir.

Lorenzo Tous intentó impulsar la pesca del atún, con la instalación de un camal
frigorífico en el Puerto Baquerizo Moreno, pero no dio resultados y fue abandonado.

V.6 Restos del Ingenio

La maquinaria, como se ha dicho, que todavía funcionaba, fue trasladada a la hacienda


los Álamos en Milagro; lo demás fue aprovechada por los trabajadores o visitantes. Un
tambor gigantesco de hierro fue donado por el mismo Lorenzo Tous a un fiel cuidador
de la casa de la hacienda, Alfonso Curillo (+).

En 1974 se lanzó el proyecto de restaurar la casa de Cobos y cundió el entusiasmo


para tal proyecto. La Base Naval recogió muchas piezas del ingenio y las acumuló en el
puerto para conservarlas mejor y evitar que manos privadas las aprovecharan para
otros usos. Desgraciadamente, el proyecto fue olvidado y las autoridades posteriores
nada sabían de “aquellos hierros” amontonados al borde de la vía. De todo aquello, solo
quedan algunas ruedas y postes que todavía adornan ciertos puestos de la Base.

En los campos del antiguo ingenio se pueden encontrar hierros y ruedas del ferrocarril,
aunque la mayor parte han sido recogidos como recuerdos o adornos de casas,
especialmente del restaurant “El Ceibo” a corta distancia de la antigua casa-hacienda.

La casa o ruinas de la casa construida por Lorenzo Tous sobre las de la de Cobos, solo
permanece en pie, un ángulo con dos paredes que puede venirse abajo si no hay
cuidado especial.

i
Diario El Tiempo, Guayaquil, diciembre 7 de 1909, p. 1. “Rogerio Alvarado, dueño de el Progreso ha
lanzado grandes proyectos y se espera que tenga éxito. Ha invitado también a los colonos de I. Chávez y
ha pedido autorización al gobierno. Se espera que le respalden”.

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