Professional Documents
Culture Documents
MANUEL J. COBOS,
SU VIDA Y SU OBRA
INDICE
III.- La Conjuración
PARTE SEGUNDA
Los piratas ingleses no nos dejaron descripciones ni noticias de la isla, excepto quizá
las descripción de Dampier de la llegada de la expedición de 1684, en la que también
participaba Cowllie, el autor de un relato y del primer mapa inglés en el que, la la “King
Charles Darwin island” está ubicado entre las islas Floreana, Española y San Cristóbal,
pero que no se identifica con ninguna de ellas.
Los balleneros debieron frecuentar la isla en busca de las tortugas y fueron ellos,
seguramente los que dieron el nombre a la “Bahía Naufragio” o Wreck Bay por algún
percance sucedido en la difícil entrada . Hay una descripción muy curiosa de unos
balleneros que cargaban tortugas desde un acantilado a los botes.
I. 2 Villamil en Chatham
“En su cabezo del sud, haciendo frente al oeste se halla una bahía semicircular.
De la punta S.O parte un arrecife cubierto que se prolonga hasta el mismo
paralelo de la punta N.O dejando clara una entrada de menos de media milla.
Los vientos jenerales soplan del S.E. Con bordos cortos el buque de mayor
calado puede penetrar en el fondo de la bahía y fondear en siete brazas fondo
arena blanca, a distancia de seis cables de tierra; pero necesita práctico, porque
con más bonanza los arrecifes cubiertos son engañosos y por consiguiente de
mucho peligro. Cuando penetré en la bahía y después de haber dado fondo fue
tal mi entusiasmo que exclamé sin estudio: “ni Puertocabello es mejor que esto”,
y le quedó naturalmente a la bahía el nombre de Puertocabello. Se desembarca
a pie enjuto en una playa de arena blanca. A treinta pasos del desembarcadero
se halla una salina de setenta varas de largo quince de ancho, con corta
diferencia; y aunque esta salina se agua a veces, con corto trabajo puede
hacerse permanente, y será suficiente para la población que pueda sostener
esta parte de la isla. Al penetrar con dirección al N.E. se encuentra un pedregal
como de cuatro millas que no podía transitarse a bestia; pero con el trabajo de
seis hombres en veinte días, se ha mejorado de tal modo que las bestias
(asnos) lo andan a trote y es indudable que con treinta hombres se haría
carretero en cuarenta días. Pasado el pedregal se cae en pampas, que
interrumpidas por pequeños bosques y por un plano ascendente en ángulo,
como de 15º, se elevan hasta la falda de los cerros que se hallan a quince millas
del pedregal. En estas pampas se encuentran, aquí y allá porción de pequeñas
lagunas de agua exquisita; y en tres quebradas formadas por los cerros corre el
agua con tanta rapidez que es necesario asirse de alguna rama para no ser
llevado por la corriente. Desgraciadamente estas quebradas desembocan al
este, donde no hay fondeadero conocido hasta ahora. Si solo una de estas
quebradas desembocase en Puertocabello o al oeste, donde todo es
fondeadero, el valor de la isla sería inmenso. Con todo, de Puertpocabello una
embarcación menor puede hacer a la aguadas del este un viaje al día
cómodamente; por consiguiente un buque puede proveerse de agua sin
dificultad.
Desde el borde del pedregal, la tierra es cultivable, y va mejorando
considerablemente hasta la falda de los cerros; produce con lujo cuando se
siembra y los bosques abundan en maderas de construcción, como matasarna,
guayacán, huayavo, mollallo y otras de menos duración; ventaja de que
absolutamente carece la Floriana. Solo la abundancia de ratas frustra en parte
las esperanza del cultivador, que al fin ha tenido que sembrar para sí y para
ellas; pero no parece difícil destruirlas o cuando menos ahuyentarlas.
........ f) José Villamil
La colonización de Chatham continuó en los siguientes años pero Villamil tenía otros
intereses en otras islas y sobre todo, la búsqueda del guano, primero por su propia
cuenta y luego en consorcio con varios norteamericanos. El General Mena quedó
encargado de sus intereses junto con el Capitán William Gurney que fue nombrado
Primer Alcalde de Chatham en diciembre del 1843. Mena radicado en la isla con su
familia, expandió los cultivos y mantuvo un pequeño comercio con el continente para
poder sobrevivir, pues Villamil desde 1845 se encontraba en Estados Unidos con alguna
función oficial y buscando socios para la búsqueda y explotación del guano, que, según
creía, podía encontrar en las islas.
El General Mena actuaba como gobernador del Archipiélago en 1852, abandonado a su
suerte pues la pequeña guarnición había sido llamado al continente por el peligro de la
-6-
Norton fue tomado preso por un Coronel Fernández y en ruta a la isla Isabela fue
sentenciado a muerte y fusilado, aunque relatos posteriores afirmaban que se suicidó
cuando era llevado a clarificar muchas acusaciones de piratería en el archipiélago.
Villamil, anciano y pobre, abandonó sus planes de colonización y de negocios. Murió en
1866.
Manuel J. Cobos era oriundo de Cuenca y había emigrado muy temprano a Chanduy
donde fundaron la casa de comercio “Cobos y Hermanos” que en 1863 era considerada
una de las más prósperas de la Península de Santa Elena.1. Ese mismo año Manuel,
es presidente del Consejo Cantonal de Santa Elena y por la misma época, su hermano
Angel ocupa varios cargos públicos en Chanduy y Santa Elena. Los dos hermanos
tienen problemas con otras autoridades del sector, que les acusan de violencia y
arbitrariedades. Angel tuvo que ir a la cárcel por haber atacado a un fiscal.
La inusitada subida de los hermanos Cobos en una tierra extraña y a tan temprana edad
(menos de 25 años) podría indicar que quizá nacieron en Chanduy y no en Cuenca,
como ordinariamente se dice. El hallazgo de su partida de nacimiento llevará a dilucidar
esta duda.
José Monroy. Desde esta época aparece unido en negocios y en lazos familiares con
Manuel J. Cobos. Era oriundo igualmente de Cuenca, establecido en Chanduy y socio
en los negocios de la empresa “ Cobos y Hermanos”. En 1866 Manuel contrae
matrimonio con Adelaida Monroy, hermana de José Monroy y de esa unión nacerán
Adelaida María Amelia de Jesús y José Francisco, como aparecen en las partidas de
1
AHBM, Guayaquil,Vol. 717, 1872, Catastro de contribuyentes, “Cobos y Hermanos”, 30.000 pesos.
-7-
Los primeros cultivos agrícolas destinados a sostener a sus peones que recolectaban la
orchilla fue el primer paso, pero pronto su visión comercial le llevó al negocio de los
cueros y carne salada, aprovechando la abundancia de reses en la misma isla y en
otras vecinas.
La poca o ninguna vigilancia de las autoridades le permitirían tomar cualquier ruta para
sus exportaciones, basadas principalmente en el contrabando. Para 1869 Manuel
disponía de dos balandras, la “Paulita Salinas” y “Estrella del Norte” para viajar de
Chanduy a Galápagos, cargar la orchilla, cueros y carne y dirigirse a Panamá donde
podía venderlos a mejor precio, adquirir allí otros productos y presentarse luego en
Chanduy como si llegara directamente de Galápagos.
Ese mismo año tenía ya dos juicios de contrabando en Guayaquil, pese a que había
encabezaba un movimiento de respaldo de Santa Elena a la revolución de García
Moreno (enero 1969)
Los negocios en la Isla Chatham y la explotación de los cueros del ganado remontado
que originalmente había sido llevado por Villamil, como se dijo, alarmaron a los
descendientes de Villamil que acudieron al Presidente García Moreno. En su
contestación les aseguraba éste, que Cobos no se presentaría en las islas, porque
había firmado la orden de captura. Al mismo tiempo había ordenado en febrero de 1871
2
Partidas de bautismo, El Sagrario, Guayaquil, 1871. Diciembre 16 de 1871. Bautismo de José Fancisco
(de 45 días), hijo legítimo de Manuel J. Cobos y Adela Monroy. Padrinos, José Monroy y Sra. Elvira Monroy.
Diciembre 20 de 1871; bautismo de Adelaida María Amelia de Jesús, hija legítima de Manuel Cobos y
Adelaida Monry...” .
3
Gormaz, V. “El Archipiélago de Galápagos”, Servicio Hidrográfico de la Marina de Chile, Santiago, 1890,
p. 20.
-8-
Monroy debió hacer por lo menos cuatro viajes llevando braceros a California y la ruta
debió ser siempre por las propiedades de Chatham, donde podían aprovisionarse y
hacer aguada. Indudablemente la previsión de Cobos surtió efecto. Cuántos de los
braceros llevados por Cobos y Monroy regresaron? Es difícil saberlo. Hay indicios de
que organizó más de una hacienda y no sería de admirar que hayan quedado allá como
peones. 7
4
Comunicación del Teniente Político de Chanduy al Gobernador de Guayas, febrero 6 de 1871. AHBM,
Guayaquil, Vol. 689, 1871, s.f. “ El Capitán Manuel J. Cobos tenía 34 años, casado, comerciante, desertor
. Capitán Federico Monroy, 31 años, soltero, comerciante, desertor. Capitán Angel cobos, 28años, soltero,
comerciante., desertor”.
5
Comunicación de Manuel J. Cobos al Ministro de lo Interior. Diario La Nación, Guayaquil, 12 de junio de
1890, p. 8.
6
Archivo Nacional de Historia, Quito, tomo 710. Comunicación al Ministro de lo Interior, 7de julio de 1871.
7
El autor recibió una curiosa llamada del consulado de México, por el año de 1992, que preguntaba sobre
un Sr. Cobos que aparecía como dueño de unas haciendas de Baja California.
-9-
Cobos debió acumular una buena fortuna en California, gracias a la orchilla, lo que le
permitiría más tarde organizar la hacienda El Progreso con numerosos trabajadores,
desde su llegada en 1879 y ampliar los campos de cultivo para sus planes industriales.
Como empresario previsivo, traía claros proyectos al regresar al Ecuador y los exponía
años más tarde, recordando sus primeras dificultades.
“ En mayo del 79 vine a esta isla donde hallé una mediana plantación de caña
de azúcar de 4 años de vida, productora, con buen éxito. Fui a Guayaquil y
propuse a antiguos amigos míos la formación de una Compañía agrícola con un
capital de $ 50.000 en acciones para un Ingenio que elaborara 50.000 libras
diarios. Todos aprobaron mi idea o proyecto, pero replicaron qué garantías
tendrá este capital en un teatro de criminales asesinos, si U. sucumbiera?.
Objeción sin réplica, que selló mis labios, helando al mismo tiempo por el
momento mi corazón.... Si desde entonces hubiese obtenido este capital, en 4
años lo hubiera reembolsado dejando en pie la hacienda”. 8
Cobos emprendió su magno proyecto en Chatham, esta vez solo. José Monroy que
siempre le había acompañado, pero ahora no aparece sino muy esporádicamente. Tuvo
algo que ver la muerte o distanciamiento de su esposa?. Nada sabemos. Suponemos
más bien que se instaló en Guayaquil como su representante o corresponsal de sus
negocios. Aparece muy pocas veces, una de ellas en agosto de 1899 defendiendo la
causa de Cobos contra unos celadores (policías) que reclamaban por algunos
contratos. Después de la muerte de Cobos, José Monroy aparece también como su
representante y albacea de Josefina Cobos Baquerizo.
El centro de sus actividades fue el Progreso, a unos 8 kilómetros de Puerto Chico (hoy
Baquerizo Moreno) en el sector agrícola más rico de la isla. Los cultivos irán creciendo
desde las pocas hectáreas encontradas en 1879 hasta las 3.000 que se calculaban en
el año de su muerte.
La primera preocupación de Cobos de ampliar los terrenos para los futuros proyectos,
no le impidió volver al antiguo comercio de los cueros de res, de la pesca, aceite de
tortuga y otros productos, en todo lo cual tenía larga experiencia que fueron
mencionados entre los robados por lo peones en el párrafo anterior. Muy
probablemente siguió también con la recolección de la orchilla, como se puede deducir
8
Comunicación de Manuel J. Cobos al Ministro de lo Interior. Diario LA NACION, Guayaquil, 12 de junio de
1890, p. 8.
-10-
de la visita a la isla del chileno Vidal Gormaz en 1887, que no pudo entrevistar a Cobos,
porque estaba recogiendo el liquen en una de las islas. 9
En los primeros años Cobos reclamó repetidas veces porque el gobierno enviaba gente
indeseable que producían problemas en la hacienda. No sería de extrañar que la
gobernación de Guayaquil hubiera enviado penados, dada la costumbre de ver al
Archipiélago como el sitio ideal para delincuentes por la distancia que hacía casi
imposible las molestas fugas y por la posibilidad de subsistir con los alimentos
esenciales (agua, tortugas, aves, etc.). Además, estaba siempre la tentación de llevar
gente con problemas, como ya había ocurrido con Valdizán, para intentar reformarlos o
para tener mano de obra barata. El mismo Cobos había llevado a México, por lo menos
desertores a los que podía tratar con dureza, sabiendo que no podían reclamar ante las
autoridades.
El primer intento de rebelión de los trabajadores tuvo lugar en 1882 y que terminó con el
fusilamiento de cinco de ellos. La nación entraba en una época de convulsión por la
revolución contra el gobierno dictatorial de Veintemilla. El Archipiélago carecía de
autoridades y de guarnición y la única voluntad era la de Cobos. Fueron apresados seis
sospechosos de la conspiración y puestos en prisión. El patrón quiso hacer un
escarmiento, dar una lección a todos sobre quién mandaba en la hacienda aunque
salvando apariencias de justicia. Ante la ausencia de autoridades organizó un plebiscito
en el que todos debían dar su voto de vida o muerte. Todos fueron condenados a ser
fusilado. Manuel Olaya fue perdonado a último momento por los ruegos de su mujer,
Jesús González y por la intercesión del contador de la hacienda, el argentino Antonio
Sánchez. Parece lógico pensar que nadie podía oponerse a la voluntad de Cobos sin
peligrar su vida. El resultado fue unánime. Una madrugada fueron fusilados y
sepultados el mismo día.
9
Gormaz, Vidal : “ El Archipiélago de Galápagos”, Servicio Hidrográfico de la Marina de Chile, Santiago,
1890, p. 20.
10
AHBM, Guayaquil, Gobernación, Vol. 854 (sin foliar). Testificación de Cobos sobre el juicio de un falso
hundimiento. El Paylebot “Laura” que luego de simular un falso hundimiento para recobrar el seguro, es
tomado por 14 peones de Chatham y obligado a llevarles a Santa Elena. El capitán tiene que matar a dos
peones, aunque se queda con todos los equipos, armas y productos robados de la hacienda El Progreso.
-11-
Las atribuciones del Jefe Territorial eran: cuidar de la integridad territorial, proteger la
migración, fomentar la colonización y desarrollo, cuidar de la tranquilidad y el orden,
fomentar la educación, imponer justicia, visitar continuamente el territorio del
Archipiélago e informar cada seis meses al ejecutivo sobre la situación de las islas.
Irónicamente, la única función que pudo cumplir adecuadamente el Jefe Territorial fue la
última y gracias a los informes del segundo Jefe Territorial, Pedro Jaramillo,
disponemos de abundantes datos de la situación de la Isla Chatham.
La Ley Especial podía ser bien intencionada, pero en la práctica no funcionó ni podía
funcionar por la distancia y sobre todo por la poca importancia que daban los gobiernos
al Archipiélago por los escasos resultados que había dado en los cincuenta años desde
la anexión de José Villamil. Casi todo quedó como letra muerta, dada la situación tan
extraña donde la población de la isla se identificaba con los peones de la hacienda y
donde todo, subsistencia, seguridad, comunicaciones y la misma justicia dependían de
la voluntad del dueño de la hacienda, Manuel J. Cobos, como veremos más adelante.
de las autoridades ecuatorianas y sobre todo para enfrentar las amenazas desde el
exterior, ya que varias potencias, especialmente Estados Unidos tenían puesta su mira
en las islas como defensa natural del proyectado Canal de Panamá. El mismo año de
1883 el gobierno, gracias a la oportuna intervención de Antonio Flores Jijón, había
logrado neutralizar la pretensión del gobierno del Presidente Arthur de Estados Unidos,
que basado en los informes de su Secretario de Estado Baines, llegó a declarar a
Galápagos “res nullius” (tierra de nadie) y ponía en duda la soberanía ecuatoriana en
las islas. 13.
El proyecto se inició en 1882 y estaba dirigido por el suizo Adolfo Beck y el noruego
Alfred Tronchin. El Ecuador veía con buenos ojos tal colonización, por la admiración que
siempre ha tenido nuestra gente por los nórdicos. Cuando todo parecía que llegar al
éxito y los colonos noruegos se aprestaban a embarcarse, el Ecuador se negó a quitar
una de las exigencias del contrato, la solicitud de la carta naturalización previa y adquirir
la nacionalidad ecuatoriana.15.
El interés de los noruegos por Galápagos volvería cuarenta años más tarde, en 1926.
El primer Jefe Territorial fue Juan B. Treviño nombrado en 1884, pero regresó en
septiembre del mismo año aquejado de una repentina y misteriosa demencia. Le
reemplazó el coronel retirado Pedro Jaramillo, una figura más bien opaca que
permaneció en la isla por varios períodos. Al comienzo quiso asentar su autoridad e
13
Ortiz Crespo, Gonzalo: El Imperialismo y las Islas Galápagos. Cuenca, Mimeogrf. 1980.
14
El Nacional, 2 de octubre de 1885, p. 1
15
Carta de A. Beck al Ministro de lo Interior del Ecuador. El Nacional, 1 de enero de 1886 y respuesta del
Ministro, Modesto Espinoza. El Nacional, enero 1 de 1886.
-13-
Llamamos imperio por el dinamismo de este empresario pero también por el poder tan
grande que llegó a tener sobre la isla de Chatham o San Cristóbal. El período de
veinticinco años que duró este pequeño imperio se puede dividir en dos etapas, con el
año de 1889 como fecha divisoria. La primera etapa como hacienda agrícola que
aumenta sus cultivos en preparación para la segunda etapa en que se convierte en
centro industrial, con la instalación del Ingenio de Azúcar.
Ya se dijo que Cobos, mientras estaba en México, había dejado un grupo de familias en
el Progreso con el encargo de despejar bosques para potreros y campos de caña. La
llegada de Cobos orientó los trabajos a una economía de subsistencia para el centenar
de trabajadores (agricultura y ganadería), para un moderado comercio de pieles,
pescado, carne seca y aceite de tortuga, pero el interés mayor era ampliar los cultivos
de caña para la segunda etapa. Al mismo tiempo experimentaba con otros cultivos,
alguno de los cuales fueron una gran fuente de ingreso, como el café.
Los informes semestrales del Jefe Territorial Coronel Pedro Jaramillo son algo
variables, pero indican el estado floreciente de la hacienda. Así el de 30 de mayo de
1888 daba los siguientes datos sobre la ganadería de la hacienda:
Ganado vacuno 370
Yeguarizo 300
Mulares 60
Cerdos 104
Chivos 40
Los cultivos agrícolas para1887 eran de 168 cuadras, según el mismo Jefe
Territorial, sin contar los potreros:
Caña de azúcar 80 cuadras
Café 30 cuadras Plátano 3 cuadras
Papas 5 cuadras Fréjoles 3 cuadras
Yuca 30 cuadras Maíz 6 cuadras
Otros (legumbres) 11 cuadras
En los primeros años se molía la caña por fuerza animal para fabricar alcohol,
aguardiente, miel y un anisado bastante aceptable. De la miel, suponemos que se
elaboraba la panela.
-14-
El café tuvo un éxito notable, luego de haber experimentado con unas treinta plantas
cerca de la casa. Al ver los resultados, se prepararon 40 cuadras para unas 30.000
plantas que producían, para 1891, una cantidad suficiente para exportar al continente.
Alex Mann, el inglés que estuvo muy cerca de los acontecimientos, calculaba en 1905
que había más de 100.000 cafetos de muy buena calidad, que seguían produciendo
muchos años después de la muerte de su dueño.
La ley de 1885 permitía importar equipos, maquinaria y herramientas sin impuestos, por
lo que aprovechó para solicitar, a finales de 1888 a Glasgow la maquinaria completa
que se instaló entre 1889 y 1891, bajo la supervisión de técnicos ingleses.
Nos han quedado dos descripciones muy detalladas del Ingenio, una de Alex Mann
seguramente de la primera época, es decir a finales de siglo, y que le impresionó
mucho, y la de Nicolás Martínez de 1907. Las dos se complementan, por lo que vale la
pena conocerlas:
Felizmente la isla tiene algunas fuentes de agua muy cerca de la población y otras en
las alturas. Manuel J. Cobos encargó el trabajo a su compañero fiel Felipe Lastra que le
había seguido de California. La conducción del agua no era tan fácil pues debía cruzar
quebradas y desniveles a largo de siete kilómetros desde las montañas hasta la
población.
El Jefe Territorial Pedro Jaramillo expresaba ya en 1889 sobre las obras realizadas para
la conducción de agua:
“Aun cuando cerca de esta población hay un manantial de agua pura de donde
nos proveemos, existe un canal artificial que desciende de las montañas
centrales de la isla para entrar en una cañería de fierro de un kilómetro por
donde llega a la fábrica de azúcar para las funciones de la maquinaria siete
millas de extensión recorre este acueducto, pasando al borde de altas rocas
perpendiculares canalizadas a pico y atrasando tres puentes tendidos entre
zanjas profundas”.
Los autores José Bognoly y José Moisés Espinoza que visitaron la obra en 1904, se
expresan así:
“ Siete son las tomas de agua y llegan al Progreso por una combinación de
cañerías y canales de zinc, cal y piedra y tubos, en un recorrido de unos 6
kilómetros, meritorio esfuerzo para un profano”. 17
Esta obra impresionó demasiado a la primera comisión enviada luego del asesinato de
Cobos en 1904 y querían llevar a Felipe Lastra a trabajar en las instalaciones del Agua
Potable de Guayaquil. En cambio, Nicolás Martínez, un profesional en la materia,
anotaba:
“El agua llega a la hacienda por un canal de zinc, de construcción particular,
fabricado por un individuo que parece no ha tenido la menor noción de
hidráulica”. 18
La obra, de todos modos, dio vida a la fábrica, a la población que pronto llegó a 400
habitantes y riego los cañaverales y campos de cultivo. Las instalaciones actuales
siguen el mismo trazado de Laztra pero con mejores estudios técnicos.
16
Mann Thomas: Yatching in the Pacific, London, 1909, p.30-32.
17
Bognoly J. Y Espinoza, J. Las Islas Encantadas de Galápagos, Guayaquil, 1917, pag. 23.
18
Martínez, Nicolás: Impresiones de un viaje, Quito, 1911, p.60.
-16-
En la sección central estaban los caminos más amplios que confluían en el ingenio por
donde corría un ferrocarril estilo “Decauville” sobre rieles portátiles y arrastrado por
bueyes, para el transporte de la caña en la época de la zafra. El nuevo Jefe Territorial
Juan José Pino calculaba en 1904 en dos leguas la longitud de las líneas del ferrocarril.
Otra obra notable fue el muelle de madera en el puerto que permitía a los buques
acoderarse para la fácil carga y descarga y de donde partían líneas férreas hacia las
bodegas cercanas. Dos balandras, por lo menos, transportaban los productos de la isla
hacia Guayaquil durante todo el año o recorrían algunas islas para la explotación de las
tortugas, de que hablaremos después, el comercio del azufre, de los cueros y de la
pesca.
El azufre fue explotado en forma limitada de los volcanes de la isla Isabela, hasta que
se instaló en ella Antonio Gil en 1897 y una causa de desavenencia fue la intención de
Cobos de seguir explotándolo.
Cerca de la población del Puerto Chico se encontró una buena mina de cal que resultó
muy oportuna y provechosa, no solo para el comercio sino sobre todo para el proceso
del blanqueo del azúcar en el ingenio. Debió ser una mina bastante grande, aunque el
Jefe Territorial, con frecuencia exagerado, informaba que era inagotable, pues solo en
1888 se habían sacado más de 3.000 quintales. De todos modos, había suficiente cal
para exportar y en los diarios de Guayaquil aparecían avisos sobre su bondad y
abundancia.
Tareas semejantes se imponían a los pescadores, que debían completar una cantidad
mínima de peces desentrañados y secados. La pesca del bacalao se intensificaba a
finales de año para exportar al continente, pues era la comida obligada para ciertos días
de la cuaresma de las comunidades católicas y más especialmente para el tradicional
plato de la “fanesca” del Viernes Santo, uno de cuyos componentes es el bacalao seco.
El bacalao de Galápagos llegó a ser casi el pescado obligado para tales platos.
Todos estos productos de exportación no significaban un rubro notable, pero si
sumamos todos ellos (café, azufre, cueros, pescado, cal y sobre todo, aceite de tortuga)
19
Martinez, Nicolás: Impresiones de un viaje a Galápagos, 2ª. Ed. Quito, 1924, p. 47.
-17-
era un recurso que podía sostener los gastos ordinarios, permitiendo capitalizar
libremente las ventas del azúcar.
Los demás cultivos de la hacienda ( hortalizas, patatas, otoy, yuca, frutas, etc.) eran,
casi todos para consumo interno de la creciente población que llegó, a finales de siglo a
400 personas.
Los artículos de los periodistas que visitaron la isla luego del asesinato de Cobos en
1904 lanzaron la noticia de que la población de El Progreso estaba compuesto de
delincuentes y vagos enviados de las cárceles de Guayaquil. Esta noticia se generalizó
y se ha repetido siempre sin mayor análisis.
Los primeros grupos fueron indudablemente voluntarios, como los que regresaron de
México (como Lastra y Valverde), que no debieron ser muchos. A estos se juntaron los
cien y más peones salidos de Floreana en 1879, luego del asesinato de José Valdizán.
Algunos trabajadores llegaron de la costa ecuatoriana invitados por el mismo Cobos,
entre ellos Manuel Olaya que se libró de la muerte en 1882, como ya se dijo. En el juicio
de 1904 declara que “trabajé 25 años en la isla”. 20
El número de penados enviados a Galápagos en los primeros años debieron ser pocos
porque no los necesitaba todavía luego de recibir a los 100 peones de Floreana. La
protesta de Cobos de que el gobierno se empeñaba en enviar gente fuera de ley, lo
confirmaría. En el censo1887 hecho por el Jefe Territorial solo aparecen siete
“confinados”. 21 El informe de 1891, cuando se terminaba de instalar el ingenio, se habla
de 216 pobladores de los que121 eran conciertos.
En los años posteriores el número de forzados fueron en aumento, pero no todos ellos
eran delincuentes formales o criminales. Cabe mencionar tres grupos principales,
además de los delincuentes,
Los presos por deudas: Cobos pagaba a los acreedores y recuperaba la deuda
con el trabajo en la isla. Tenía la ventaja de que todo dependía del patrón tanto
en valor del salario como los recargos por viaje, precios de los productos que se
vendían en la hacienda y sobre todo, en la facilidad de alargar indefinidamente la
pena con una oportuna multa o castigo. No pocos estaban condenados de por
vida, porque les iba a ser imposible pagar la deuda con tan bajos salarios.
Algunas autoridades de Guayaquil iniciaron la costumbre de limpiar las calles de
la ciudad de los “vagos y mal entretenidos”, muchachos y jóvenes que vagaban
por la urbe para enviarlos a las islas o “ a la Marina”,. En el juicio de 1904 un
buen porcentaje de los trabajadores estaban entre los 25 y 30 años y habían
permanecido más de diez años en la isla. Otro caso, quizá el más dramático fue
el de Jerónimo Beltrán, que había viajado con su madre es pos de su padre que
20
Declaraciones de Manuel Olaya, Diario El tiempo, febrero 27 de 1904, pág. 3
21
Censo de la población enviado por el Jefe Territorial. Archivo Nacional de Historia, Quito, tomo 98.
-18-
llevaba ya algunos años en San Cristóbal. Cuando tenía doce años murió su
madre. Al morir poco después su padre, recibió la notificación de que debía
firmar un pagaré por la deuda dejada por éste. En 1904 esa deuda había subido
a 700 sucres, una cantidad imposible de pagar.
La migración de las mujeres a las islas había seguido un camino similar pero
22
con una desproporción muy grande con los hombres. En el mejor de los casos
había una mujer por cuatro hombres y no era raro que llegara una por diez, lo
que aumentaba la tensión y desasosiego general. Es más, el inglés Alex Mann
que conoció este ambiente atribuía a esta desproporción la causa más grave de
problemas de la hacienda:
“Estoy convencido que dos causas han ocasionado las insurrecciones y
crímenes perpetrados en estas islas: la primera, pero no la principal, la
mezcla de criminales con trabajadores respetables; la segunda, el
prescindir de una de las leyes esenciales de la naturaleza, la debida
proporción entre los sexos, un error que han cometido últimamente las
autoridades de Inglaterra con los trabajadores chinos de Transvaal y los
lastimosos efectos que han ocasionado con los vicios consiguientes del
juego y de las reacciones anormales con el licor en que la desesperación
transforma al hombre obediente en un villano peligroso…. y porque es
difícil convencer a una mujer decente a ir a residir a una isla donde el
crimen se ha mantenido impune por muchos años”.
El ambiente moral de la hacienda no podía ser bueno ni tampoco parece que era una
preocupación de Cobos. Al contrario, muchos peones acusaban a Cobos de fomentar la
inmoralidad, de su inclinación a las muchachas adolescentes y de que era propagaban
la sífilis en la población. Puede ser que, como se ha dicho, muchas acusaciones
aparecieron cuando Cobos no podía defenderse, pero algunos casos concretos se
presentaron durante el juicio, como la violación de una de las hijas de Manuel Olaya,
aprovechando que éste se hallaba en otra isla.
Es difícil imaginar la vida en una isla que se convirtió en un intenso centro industrial y
comercial , donde las tareas se multiplicaban en diversas formas y con una población
tan heterogénea que dependía de una sola voluntad.. La hacienda se inició según el
modelo agrícola de la Sierra ecuatoriana, donde el patrón era la última palabra y las
tareas diarias estaban dirigidas por uno o más mayordomos. Estos personajes eran
claves pues se convertían en los hombres de confianza y en los intermediarios entre el
patrón y los trabajadores. Cobos mostró su fino conocimiento de sus hombres al
escoger a los más valiosos. Aun el caso del mayordomo Elías Puertas confirma lo
dicho, pues, aunque fue el asesino, mostró que era un líder de primera clase.
22
Mann, Alex : Yatching in the Pacific. London 1909, p. 37.
23
Martínez Nicolás: Impresiones de un viaje, Quito, 1917, pag. 103.
-19-
Se trabajaba los siete días de la semana y durante todo el año con muy pocos
descansos. Esto no era extraño en la época del liberalismo manchesteriano (finales del
siglo XIX), cuando se obligaba a trabajar hasta doce y quince horas, todo el año, sin
seguros y con frecuencia con unos sueldos de hambre.
El control del trabajo se hacía con el sistema colonial de las “rayas”, marcadas en un
cuaderno y según las cuales se pagaban los sueldos o se descontaban las deudas.
Lógicamente, dependía del patrón o de los contadores el que se guardara la honradez
mínima. No sabemos cuál era el jornal de un peón porque todos los libros de cuentas
fueron quemados en día del asesinato de Manuel J. Cobos. Suponemos que no pasaba
de un sucre, pues se incluía en los gastos, la casa, la comida y otros servicios.
Jerónimo Beltrán, el peón sanguinario, declaraba en el juicio de 1904 que “ganaba dos
reales en monedas de cuero o de papel, que no alcanzaba ni para el pan y lo demás
sacábamos fiado, con lo que iba en aumento la deuda”.
En todo caso, el valor de la moneda para los peones era simbólico, pues el circulante en
la hacienda era propio y no servía sino para adquirir lo necesario en los almacenes de la
hacienda, donde más de un empleado de Cobos ( se hizo famoso y odiado un tal Arturo
Chica) aprovechaba para explotar a sus compañeros o ganarse la voluntad del patrón.
Las monedas de la isla eran, al comienzo de suela, luego fueron cambiadas por piezas
de cobre y de otra sustancia parecida al actual plástico, para terminar con vales
impresos en la imprenta Mercantil de Guayaquil. Tales monedas eran, lógicamente
ilegales.
24
En su informe, el Jefe Territorial Pedro Jaramillo acota: “Aunque en la I. Santiago se tiene una excelente
sal, con mucha frecuencia
-20-
monedas que los viajeros hicimos circular durante nuestra permanencia, eran
recibidas con claras manifestaciones de placer y asombro”. 25
Los peones que llegaron a Guayaquil después del asesinato y que habían permanecido
en la isla por varios años, no disponían de dinero legal y apenas conocían el valor de
las monedas corrientes.
La situación de las autoridades era lastimosa: sin una nave para trasladarse de una isla
a otra, sin posibilidad de abastecerse sin depender del patrón de la hacienda, con
frecuencia hospedadas en casuchas mientras reparaban la “casa de gobierno” que no
era, con frecuencia sino una pequeña casa de caña, y lo que es peor, sin dinero para
pagar a Cobos por la comida. Los Jefes Territoriales se quejan constantemente del
abandono en que les tenía el gobierno, sobre todo por el retraso de sus sueldos, lo que
impedía pagara Cobos por la comida y aun se veía obligados a solicitar préstamos para
enviar a sus familias en el continente.27
Conocemos muy pocos casos en que los Jefes Territoriales se enfrentaron al dueño de
la hacienda. Pedro Jaramillo protestó de ciertas actuaciones de Cobos, pero a la larga
tuvo que someterse y en los largos años en la hacienda, no vuelve a mencionar la
menor falla en la isla.
A mediados de la última década del siglo, el Coronel Federico Irigoyen, molesto por las
arbitrariedades, quiso imponer su autoridad.. En las montañas fría de la isla cuidaba de
los rebaños Liborio Escalante, apodado “Cacaseno” , medio idiota. El Jefe Territorial en
25
Diario El Telégrafo, Guayaquil, 12 de marzo de 1904, p. 2
26
Martínez, Nicolás: Impresiones de un Viaje, Quito, 1917, pp. 98-99
27
Comunicación del Jefe Territorial Pedro Jaramillo al Gobernador de la Provincia del Guayas, Nov. 18 de
1888. Archivo Biblioteca Municipal, Guayaquil, Vol. 942, 1888, s.f.
-21-
una de sus visitas le encontró totalmente desnudo y obligó a Cobos a darle vestidos. En
medio de frecuentes enfrentamientos, Irigoyen protestó cuando Cobos condenó a Rosa
Agustina Farías a recibir quinientos palos, por una falta relativamente pequeño. Era un
castigo que le ocasionaría, sin duda, la muerte. El Jefe Territorial le denunció y renunció
a su cargo, aprovechando que un buque de la Marina ecuatoriana había llegado a
puerto
El juicio se prolongó en Guayaquil por largo tiempo hasta que fue encarpetado, pues los
testigos y jueces fueron acallados por el dinero de Cobos. Las mismas autoridades de
Guayaquil no podían permitir que saliera a descubierto su complicidad al haber
enviado penados a la isla contra las prohibición de las leyes.
El manejo de una población tan diversas y en una situación tan compleja requería una
extraordinaria habilidad, pero al mismo tiempo un sistema efectivo de control y fuerza.
Cobos se mostró un maestro en casi todos los campos.
No era posible mantener una población tan numerosa, solamente a fuerza de terror por
casi 25 años, sin usar otras ayudas, entre las que podemos indicar las siguientes:
1.- Mantenía a un grupo de fieles incondicionales, entre los que figuraban los que le
acompañaron desde México, Lastra , Felipe y Santiago y otros.
3.- La cadena de espías y oportunistas que por ciertos privilegios eran capaces de
delatar a sus compañeros. Al parecer Cobos usaba a varios de ellos con mucha
habilidad, especialmente a ciertos esbirros como Arturo Chica que explotaba a todos
desde el almacén de víveres, a la mujeres livianas y hasta a los niños.
28
Mann Alex: Yatching in the Pacific, London, 1909.
-22-
Aquellos bailes se volvieron tristemente famosos por las orgías y crímenes que se
cometían cuando el alcohol suprimía las inhibiciones y dejaba libre la tendencias
sexuales reprimidas. La comisión enviada a investigar el asesinato de Cobos en 1904 y
el citado escritor Nicolás Martínez pudieron presenciar varios casos de violencia
originada por los celos.
Manuel J. Cobos no cuidaba de la moral de sus súbditos y más bien se le acusaba que
sus desórdenes sexuales, sus arbitrariedades con las mujeres de los peones y sobre
todo de su preferencia por las adolescentes. Mas de un peón acusó al patrón de haber
sido el principal propagador de la sífilis en la isla.
Los castigos utilizados por Cobos para domesticar a los recién llegados y mantener la
disciplina de la población era el método más usado en la hacienda. Es cierto que las
declaraciones de los peones durante el juicio pueden aparecer exagerados, como el
número de los azotes, pero muchos datos fueron corroborados por otros medios, como
las cicatrices en las espaldas de muchos causados por azotes, el destierro de Camilo
Casanova, los muertos en la Isla Santiago, etc.
El castigo más frecuente eran los azotes (con sus sinónimos de palos, bejucos, látigos,
foetes) dados, muy de mañana luego de atarlos a un palo a corta distancia de la casa.
Muy pocos, al parecer, se libraron de tales castigos aplicados por intentos de rebelión,
robos, por no cumplir una tarea o por cualquier descuido, como en el caso de Liborio
Escalante (alias Cacaseno), ya citado. Algún tiempo después fue sentenciado a 200
palos por haber perdido unas ovejas atacadas por los perros salvajes. Murió a
consecuencia del castigo.
Los destierros a islas desiertas eran frecuentes, pero estaban reservados para faltas
más graves (conspiración, asesinatos o intentos de asesinato, amenazas contra la vida
del patrón, etc.) y eran a la vez una forma de castigo o sentencia de muerte, en que las
autoridades no podían objetar, pues se los disfrazaba de “comisiones especiales”. Las
islas seleccionadas eran Santa Cruz, despoblada en ese entonces, pero donde podían
sobrevivir en los campos superiores, ya que tiene en el interior, fuentes de agua dulce.
La otra isla preferida era la Santiago, pero el ser condenado a ese lugar equivalía a
sentencia de muerte, por la falta de agua permanente.
29
Las declaraciones aparecían en los diarios de Guayaquil, principalmente en El Tiempo, abril de 1904.
30
Rose, Ruth: “The Man and the Galápagos”, en W.Beebe, Galápagos World’s End, New York, 1924.
31
Diario Los Andes, Guayaquil, 10de noviembre de 1888, p. 2
-24-
32
Una relación completa de la aventura de Camilo Casanova se encuentra en la obra del mismo autor, “La
Maldición de la Tortuga, Historias trágicas de las Islas Galápagos”, 4a. edición, Quito, 2001.
-25-
Los cultivos habían llegado a unas 3.000 cuadras (hectáreas), incluidos los pastos, es
decir la casi totalidad de la sección sur de la isla, por lo menos desde el Cerro San
Joaquín hasta el mar. Alex Mann habla de 10.000 acres Los campos estaban cercados
con alambre de púa, en la parte superior para impedir el paso de los animales
remontados que destruían los sembríos. Cuatrocientas cuadras eran de caña de una
clase selecta que competía con la del continente. La producción del Ingenio de azúcar
era, al comienzo (1892, según Alex Mann) de unos 500 quintales, luego debió aumentar
mucho más. Se transportaba a Guayaquil en dos balandras “la Josefina Cobos”, y la
“Manuel J. Cobos”. Como subproductos del ingenio estaban varios licores,
principalmente el ron y un anisado bastante aceptable. También se producía miel y
panela.
Los complots debieron ser frecuentes, pero siempre pudo el patrón adelantarse y
capturar a los cabecillas, que generalmente eran criminales avezados. Ya hemos
mencionado el final del complot de 1882 que terminó en el fusilamiento de cinco
peones, luego de un seudo plebiscito. Cobos actuaba como dueño y señor de vidas y
bienes.
En 1888 se descubrió otro complot dirigido por el criminal Raymundo Espinosa (alias
“Cumbira”) que buscaba, según los informes de Cobos y del Jefe Territorial, asesinar al
patrón, autoridades, hombres de confianza del patrón y a todos los que no plegaran,
luego de lo cual, huirían a Panamá en las dos balandras, “Chatham” y “Margarita”,
pertenecientes a la hacienda. Las represalias fueron muy duras y como siempre, no
hubo ningún proceso judicial ni revelación de pruebas.
En 1902 se informaba que un nuevo complot dirigido por un tal Cisneros que estuvo a
punto de tener éxito. Debía iniciarse con el incendio de los cañaverales (canteros) y la
confusión consiguiente daría oportunidad para un atentado contra Cobos y sus
guardias. Falló como los anteriores, pero la estratagema quedó en la mente de algunos
que intentarían seguirla.
El Jefe Territorial recién nombrado, Leonardo Reyna se dio cuenta del ambiente de la
hacienda y del peligro de un levantamiento Solicitó mayores fuerzas policiales, como
único medio de prevenirla y, a la vez, amenazó a los trabajadores con mayores
castigos. Posiblemente sus amenazas causaron su muerte.
33
La historia de Camilo, muy semejante a la de Robinson Cruzoe se puede leer en la obra del autor: La
Maldición de la Tortuga, Historias trágicas de las Islas Galápagos, Cuarta edición, Quito, Impr. Señal, 2001.
-27-
La única entrada lateral conducía a las bodegas y almacenes del primer piso y por una
estrecha escalera se llegada a la sala superior, muy amplia rodeada de habitaciones y
dependencias, como la contaduría, y junto a ella un cuarto que servía de cárcel. . En la
esquina S.E. del edificio estaba la alcoba de Cobos y desde allí podía ver el camino de
acceso, todo el pueblo y los campos. Desde su alcoba se llegaba a un altillo que
dominaba toda la hacienda.
Fue originada por situaciones inesperadas, más que por un proceso calculado, ya que
fue dirigida por uno de los mayordomos de mayor confianza del patrón, Elías Puertas,
un mulato colombiano de innegables cualidades de líder. Elías Puertas tenía todas las
prerrogativas de un dirigente y podía salir de la isla cuando quisiera. Se hablaba que
tenía antecedentes penales porque había dado muerte a un trabajador en la zona de
Naranjal en el continente, pero Cobos le había ganado y puesto al frente de una de las
balandras de pesca y luego como mayordomo para dirigir los principales trabajos
agrícolas de la hacienda. Resulta por lo mismo irónico que la capacidad de Cobos para
escoger y seleccionar a sus dirigentes hubiera fallado con su mejor sujeto. Durante el
juicio se reveló un detalle interesante: Cobos había legado 300 sucres en el testamento
de 1897 cuando estuvo seriamente enfermo, lo que indicaría el aprecio que le tenía.
¿Qué le llevó a Puertas a cometer el crimen que le hacía perder aquellos privilegios?.
Es difícil entender sus intenciones, aunque en la declaración ante el juez durante el
juicio que “hace algún tiempo había concebido el proyecto de asesinar al Sr. Cobos,
34
Martínez, Nicolás: Impresiones de un viaje a Galápagos, Quito, 1911, p. 45-46.
-28-
porque dicho señor habíale escrito al Sr. Miguel Núñez (Jefe Territorial) una carta en la
cual le decía que trate de “salir de Puertas”; que esto le resintió profundamente y que
creyó, porque el mismo señor Núñez le mostró la carta y que vieron otros más”.35
Resentimiento? Venganza? Amargura?. Deseo de liberar a todos de la opresión de
Cobos?. En la entrevista al corresponsal de diario El Tiempo Puertas confesaba que
había sido peón concierto de Cobos por 12 años y que había sido trabajador de
confianza, pero que se cansó de ver tanto ultraje y ver morir de hambre a la gente; que
quiso hacer lo mismo que los liberales hicieron con el Presidente García Moreno.36
Los autores Bognoly y Espinosa, que visitaron la isla apenas dos meses después del
asesinato y pudieron hablar con algunos de los conjurados y conocedores del complot,
hablan de tres alternativas que fueron consideradas para liberarse de la tiranía de
Cobos: el enviar una comunicación a las autoridades del gobierno revelando la terrible
situación de la isla; un atentado del cocinero Jaime, que tenía acceso al patrón y a sus
habitaciones y podía dispararle, y finalmente un incendio masivo de los canteros que
sería aprovechado para liquidar a Cobos y a sus guardias.
¿Cuántos fueron los conjurados?. No lo sabemos, pero por el movimiento de los peones
la mañana del crimen, debieron pasar de 10. El cocinero Jaime, durante el juicio
afirmaba que luego de los disparos de Puertas oyó un murmullo de gritos y vivas de un
grupo numeroso. Todo se precipitó cuando Cobos tomó preso a José Prieto, un negro
colombiano paisano y protegido de Puertas. Distaba mucho Prieto de ser un angelito:
vago, bebedor y pendenciero, tenía fama de incorregible y varias veces había sufrido la
“justicia” de Cobos. Cierto día en que recibió una reprimenda, se le oyó decir: “Cuando
será el día en que vea arder los canteros”. En un ambiente de expectativa, una frase así
podría ser muy reveladora.
35
Declaración de Puertas ante el juez. El Tiempo, Guayaquil, abril 6 de 1904, p. 2
36
Diario El Tiempo, Guayaquil, marzo 23, 1904, p. 2
-29-
Prieto fue tomado preso y entregado a la policía con orden de ponerlo en la barra, para
darle a la mañana siguiente 400 palos. Fue encerrado en uno de las habitaciones de la
casa del patrón. Al conocer tal decisión el Jefe Territorial exclamó: “ Han de ser 500
porque tengo orden del Gobernador de Guayaquil para darles palos y hasta fusilarlos”.
Si fue verdad que lo dijo, había firmado su sentencia de muerte.
Tanto el dueño de la hacienda como Elías Puertas se daban perfecta cuenta del
momento crucial: Prieto podía confesar y descubrir los secretos de la conspiración.
Puertas estaba seguro que hablaría y denunciaría a los cabecillas. Su vida dependía,
pues, de un hilo y no le quedaba sino adelantarse y actuar antes de ser descubierto. La
reacción de los demás debió ser de pánico, ya que conocían a Cobos que les fulminaría
en el acto. Se volvieron a Puertas que logró de alguna manera controlarlos esa noche.
En la sala principal y en el corredor vigilaban los celadores de turno, con fusil y 5 balas,
que se relevaban cada 5 o 6 horas. Esa noche estaba de guardia Juan fuentes que fue
luego reemplazado por Manuel de Jesús Morán, quien presenció el asesinato.
En el ángulo exterior del edificio estaba una campana que sonaba cada hora y era
replicada por otra del ingenio, para marcar el tiempo y los turnos.
La campana anunció las tres de la mañana en que se cambiaban los turnos del Ingenio.
A las cuatro se levantó el ingeniero Campbell, cruzó la población en dirección del
ingenio donde les esperaba su ayudante Joaquín García. Cuando pasaba frente a la
casa de la hacienda, distinguió una figura conocida, que bien protegida de un poncho,
se dirigía a la entrada. Elías Puertas le saludó pausadamente y el inglés le contestó con
afabilidad como lo hacía todos los días. Campbell siguió su camino hacia el corral de
mulas para revisar las tareas del día. Eran casi las cinco de la mañana. Cuando sonó la
campana la población comenzó a moverse y algunos trabajadores se dirigieron a la
casa de Cobos, como sucedía con frecuencia, para pedir licencia para no trabajar aquel
día. En el almacén contiguo, el joven Daniel Zabala, ahijado de Cobos abría las puertas
y repartía la copita de aguardiente a los mayordomos y peones. El celador Morán,
sentado en una esquina de la sala, frente al cuarto de Cobos, dormitaba mientras hacía
su turno de guardia. Otros trabajadores que tenían sus puestos en la casa de la
hacienda, como el cocinero José Jaime que tenía que preparar el desayuno, acudían
presurosos.
-30-
Pancho Valverde, el viejo fiel del patrón, se encontró con Puertas a la entrada de la
casa.
- Viejito, le dijo Puertas abrazándole, interceda usted con el patrón para liberar
a Prieto de los latigazos a que está condenado.
Valverde contestó que aquello era imposible, porque su patrón estaba
dispuesto a descubrir todo y dar un escarmiento. Su resolución era
irrevocable. Agregó, como si estuviera enterado de la conjuración.
- Hoy habrá en esta hacienda maldita la de Dios es Cristo; yo mejor quisiera
morir para no ver nada.
Puertas preguntó entonces, si el patrón aún dormía, a lo que Valverde
contestó afirmativamente.
- Quiero – dijo Puertas- solicitar algunas licencias que piden los peones y
además recibir órdenes para los trabajos de hoy. 37
Cobos había pasado una noche mal por el dolor de la pierna y apareció en la sala en
paños menores y de muy mal humor. Cruzó los pocos metros que le separaban del
sillón-mecedora y se sentó, como era costumbre, vuelto ligeramente hacia su alcoba y
por lo mismo parcialmente de espaldas a la escalera por donde seguían subiendo los
peones.
Llamó primeramente a Carlitos Romero para que le curase la llaga, mientras atendía a
los peones que pedían licencias. Negó a todas porque había concedido ya algunas el
día anterior y se presentaban trabajos urgentes.
Detrás de los solicitantes y en espera de que Cobos estuviera libre, aguardaba Puertas
con algunos de los conjurados, en creciente tensión. Cuando los peones se alejaron
desalentados por la negativa, aprovechó Puertas para adelantarse y colocarse a menos
de tres metros del patrón, quien, algo inclinado, seguía la curación de la llaga de su
pierna. José Jaime se movía en la cocina preparando el desayuno acompañado de L.
Ludeña que solía escurrirse todas las mañanas para tomarlo allí, dada la amistad que
tenía con el cocinero. Morán el celador, miraba indiferente la escena desde el rincón de
la sala, sin sospechar nada. En la planta baja y en el edificio adyacente se oía la
conversación de los peones, mientras tomaban la copita de aguardiente. Los
mayordomos y ayudantes hacían sonar las palas y azadones antes de alejarse por los
caminos de los llanos.
37
Bognoly y Espinosa: Las Islas encantadas, 1905, p. 85.
-31-
En el exterior comenzaba a clarear con las primeras luces, mientras que en el interior la
oscuridad era casi completa, excepto por el candil que iluminaba la sala y proyectaba
largas sombras y ayudaba al muchacho a curar la herida.
Los dados estaban echados. Los testimonios de los presentes, Romero y Morán
coinciden en lo que vino a continuación:
- Don Manuel, usted no le va a dar palos a Prieto.
- Sí!
- Usted no mata más!.
En la declaración del juicio, Puertas añade que le apostrofó su conducta tiránica y
sacando su revólver le hizo dos disparos, hiriéndole gravemente.39
El muchacho Romero afirma que Puertas le dijo:
- Usted no va a dar palos a Prieto- y sacando el revólver disparó. Cobos no
dijo
nada sino que se retiró a su cuarto sosteniendo el calzoncillo con la mano. 40
Relaciones posteriores añaden una frase que supuestamente dijo Cobos: “Así nos se
mata a un hombre” , pero ninguno de los testigos presentes la menciona.
Tampoco tiene visos de veracidad el pasaje de Bognoly según el cual Cobos se lanzó
contra Puertas y se entabló una lucha terrible. Ninguno de los testigos vio nada de esto
y la lucha le habría debilitado más rápido a Cobos. Comentarios posteriores de los
peones y algunos conjurados coinciden en las últimas palabras que le oyeron : ASI NO
SE MATA A UN HOMBRE!”
Los disparos pusieron en conmoción a los conjurados, aunque Puertas quedó medio
estático, luego de haberlos realizado.
El primero en reaccionar fue Pedro Jiménez que se lanzó machete en mano contra
Cobos para rematarlo. Le alcanzó dos veces en la cabeza cuando cruzaba el dintel de
su cuarto, pero, sea por la oscuridad o por el nerviosismo, sus golpes apenas cortaron
el cuero cabelludo, según reveló posteriormente la autopsia.
38
Bognoly-Espinoza: las Islas Encantadas, Guayaquil, 1905, p. 86
39
Diario El Tiempo, Quito, marzo 23 de 1904, p.2
40
Diario El Tiempo, Quito, marzo 24 de 1904.
-32-
Ante los golpes de Jiménez, el celador Morán reaccionó finalmente y se lanzó al fusil
que reposaba arrimado en una esquina de la sala, pero varios de los conjurados le
cayeron encima. José María Cevallos se apoderó del fusil y apuntó al pecho de Morán.
Hernández grito: No le maten que está rendido. 41
Juan Fuentes, el otro celador, huyó a la cuadra de la policía y de allí a la casa del
Gobierno. Los conjurados, mientras tanto, al oír los disparos y creyendo liquidado a
Cobos, acudieron en grupo al salón en medio de gritos y amenazas, pero
repentinamente sonó un disparo. Elías Ramírez, que subía las escaleras, fue herido en
el brazo derecho. Cobos había salido armado de una carabina por el cuarto adyacente
que tenía una ventana que daba a la sala y comenzó a disparar; pero luego del primer
disparo el arma se encasquilló y regresó a su cuarto. Posteriormente se supo que los
otros fusiles que mantenía en su cámara estaban en mal estado.
En algunos informes se habla de que Cobos subió al “altillo” que dominaba su casa y
comenzó a disparar contra los peones. Parece ilógico que Cobos disparara contra gente
neutral cuando sus atacantes estaban en la sala.
El primer disparo fue, de todos modos, mortal, según el examen de la autopsia, pues
produjo una herida sobre la tetilla que lesionó el pulmón y provocó una hemorragia que
llenó la cavidad izquierda. El segundo disparo dirigido muy probablemente contra el
estómago, pues allí se encontró la herida, junto al ombligo pero con dirección hacia la
parte exterior, no fue tan grave como el primero.
La confusión producida por el disparo de Cobos fue completa, pues cada uno buscaba
una salida. La estrecha escalera facilitaba un blanco fácil, por lo que muchos ingresaron
a los cuartos contiguos, de los cuales, el más cercano era el de la contaduría, donde se
guardaban los fusiles del Estado y de los celadores. Según Arturo Chica. los
amotinados se apoderaron de 5 fusiles del Estado, 5 de los celadores y otros 2
depositados allí; en total 12 con un buen número de balas. Con ellos se precipitaron
fuera. Elías Puertas, según Carlitos Romero, entró en la cocina con un arma y
dirigiéndose al cocinero Jaime le increpó: “Negro Jaime, ven acá, toma este fusil. Tras
que te ha pegado de palos, todavía estás acá, cobarde! Carga!.
Jaime aterrorizado, escapó por la ventana. Detrás de él, Romero escapó también y se
refugió en el ingenio hasta que pasaron los incidentes. Cobos no volvió a aparecer, lo
que fue aprovechado por algunos para librar a los presos Carranza y Prieto, que, como
se dijo, estaban encerrados en la “galería”.
41
Diario El Tiempo, Quito, marzo 26 de 1904. p. 2
-33-
Se oían los disparos, pero debido a la semioscuridad no podían los testigos distinguir
quiénes disparaban. Leonardo Reina se lanzó por la ventana para caer precisamente en
medio de los amotinados. Rodeado de forajidos y sedientos de sangre, Reina se
arrodilló suplicando: “Estoy rendido, no me maten, soy un pobre viejo y padre de
familia”.
Hubo un momento de duda y nadie se movió, pero alguien grito: “Maten a ese viejo
bandido”. Juan Fuentes aseguraba que fue Puertas el que gritó. Nuevamente se oyó la
nueva voz: “Ábranse”. Luego se oyó una detonación y Reina cayó fulminado. La bala,
disparada a quemarropa entró por el cuello y destrozó los órganos de la caja toráxico.
Jerónimo Beltrán en forma brutal se acercó al caído y le clavó un enorme cuchillo hasta
el vientre. Los testimonios posteriores que hablan de la profanación del cadáver
parecen dudosos, pues son de gente que no estuvo presente.43
Viendo muerto a Reina volvieron los asesinos a la casa de Cobos, del que no se sabía
si vivía o no. El silencio en la fortaleza era una señal favorable para los conjurados que
ingresaron sedientos de sangre a la sala para terminar con el patrón. Trataron de forzar
las entradas, pero las seguridades interiores no cedieron fácilmente. Mientras tanto,
Cobos, sintiéndose perdido se lanzó por la ventana del dormitorio que daba a un
espacio estrecho antes de un barranco en el cual hubiera podido refugiarse o alcanzar
una pesebrera cercana. La altura era muy grande para cualquiera y mucho más para
un herido grave. Se desplomó y se rompió la pierna izquierda.
El peón Miguel Angulo pudo distinguir el intento de Cobos y dio la voz de alarma, al
tiempo que los conjurados forzaban la puerta del dormitorio y se asomaban a la
ventana. Se hicieron varios disparos sobre el cuerpo inerte de Cobos. Según la
autopsia se podía distinguir una herida de bala que rozaba el cráneo, dos balas de
42
Diario el Tiempo, Quito, Mayo 4 de 1904, p. 2
43
La muerte de Reina se debió a una bala de revólver, pues una bala de fusil a tan corta distancia habría
destrozado su cuerpo. Se acusó a Puertas de ser el autor, pero él siempre lo negó, aunque aceptó siempre
ser el autor de la muerte de Cobos.
-34-
revólver en la región lumbar y otra que atravesaba el muslo izquierdo, todas, con toda
probabilidad, hechas en este momento.
El fuego desde la ventana debió ser muy corto ya que la turba acudía para rematar a
Cobos. Efectivamente, los conjurados cayeron sobre él y descargaron su saña con
golpes, puntapiés y culatazos.
Según la autopsia hecha más de un mes más tarde, aunque ya no se podía distinguir
los efectos de todos los golpes, quedaban, con todo, señales de la furia de los
amotinados: las mandíbulas y el arco sigomático estaban triturados por los golpes. Los
brazos y piernas, igualmente, mostraban abundantes edemas “post-mortem”. Esto
indicaría que la muerte de Cobos se produjo inmediatamente después de la caída, pues
ya no había derramamiento de sangre.
Concluido el terrible drama, la turba que había crecido con los oportunistas de siempre,
se dedicó al saqueo del dormitorio de Cobos y de la contaduría. Del dormitorio
desapareció el dinero, los vestidos y todo lo valioso que pudieron encontrar. Los
papeles de la contaduría, en los que se acumulaban los registros de las deudas y libros
de cuentas, fueron sacados del edificio y en el patio frente a la entrada se prendió una
fogata que redujo a cenizas todo el pasado contable de la hacienda. Comentarios
posteriores hablaban del dinero robado aquella mañana que ascendía a 70.000 sucres y
un buen número de libras esterlinas. Elías Puertas trató de localizar aquel dinero que
era esencial para la huída, pero sin resultado. La penuria de los trabajadores que
regresaron al continente, hace dudar de su existencia.
Hasta aquí todos los testigos coinciden en los hechos principales, en cambio, hay
muchas divergencias sobre si el almacén de víveres que estaba muy cerca del edificio,
fue igualmente saqueado.
El testimonio del Daniel Zabala, ahijado de Cobos y encargado del almacén dice que
repartió la copa de aguardiente a todos los peones con la ayuda del contador Federico
Leimberger; que oyó unos disparos, cerró la tienda y corrió primero a la Gobernación y
luego se refugió en su casa, y estando allí. Elías Puertas en unión de varios le dijo que
abriera la tienda a lo que él obedeció y empezó a darle mercaderías a la gente, porque
Puertas así lo ordenó. Que cerró después la tienda y se fue, viendo antes quemar los
libros y papeles”. 45
44
Declaración de Carlos Romero, Diario el Tiempo, Guayaquil,30de abril de 1904, p. 1
45
Declaración de Daniel Zabala. El Telégrafo, Guayaquil, 18 de marzo de 1904, p. 4
-35-
El influjo de Puertas fue innegable y evitó muchos desmanes que hubieran sobrevenido
sin su intervención. El peligro inminente era el desate de pasiones de aquellos hombres
que habían vivido tanto tiempo bajo un sistema opresor, contra el resto de las
autoridades, los adictos y colaboradores del patrón . Si no se produjo, se debió en su
mayor parte a la acción de Elías Puertas. Como primer paso, hizo conocer a todos que
no quería más sangre. El mismo se presentó a los guardias que se habían refugiado en
casas particulares y temían lo peor y “les pidió los revólveres, a lo que contestaron que
no tenían armas y Puertas entonces, dio orden a la gente para que no les hicieran
nada”. 46
Uno de los amenazados fue el ingeniero Campbell que había visto de lejos los
asesinatos de Cobos y Reina. Quiso acercarse al lugar de los hechos, pero le
aconsejaron a tiempo que no lo hiciera porque más de uno quería liquidarlo. El mismo
ingeniero Campbell declaraba:
José Ma. Cevallos, armado de un rifle gritaba con algunos más: a este también
hay que matarlo; pero que otros decían, no, está aquí poco tiempo. Puertas gritó
entonces, “déjenlo, no quiero más derrame de sangre, pero si usted hubiera
estado aquí, también hubiera marchado”.47
Viendo la actitud sensata de Puertas, el ingeniero pidió licencia para subir el cadáver de
Cobos , velarlo y hacer los demás oficios. Puertas tenía la intención de cremar los
cadáveres, pero halagando su amor propio accedió a dejarlos. Subió el cadáver al salón
principal, mientras otros llevaban el del Jefe Territorial y convenció al carpintero
Federico Salazar que confeccionara los ataúdes. Federico había hecho lo mismo en
Floreana para el asesinado Don José Valdizán.
La citada declaración de Campbell narra los siguientes hechos:
“ A eso de las 10 u 11 am. comenzaron a pensar los asaltantes en bajar al
puerto para matar al Comisario y su compañía, pero que él les ofreció sus
buenos oficios y consiguió que lo dejaran ir con dos Gustavo Herrera, a fin de
traer las armas que tenían en el puerto…. Pensó aprovechar de esta
oportunidad para dar aviso a la balandra que estaba pescando fuera, para que
diera aviso a Guayaquil, pero que no pudo hacerlo. Una vez en el puerto avisó al
Comisario lo que pasaba y un soldado del puerto, Manuel Alvarado, recibió la
única arma que tenía.”.
46
Declaración de Juan Fuentes. El Telégrafo, Guayaquil, marzo 18 de 1904. p. 2
47
Declaración de Campbell, El Telégrafo, Guayaquil, marzo 22 de 1904, p. 4
48
Comunicación del Comisario al Comandante General de Armas de Guayaquil. Diario El Tiempo,
Guayaquil, 8 de abril de 1904, p. 1
-36-
Los cuerpos de las víctimas, mientras tanto, eran veladas, el de Reina en la Casa de
Gobierno y el de Cobos en el salón grande de la casa de la hacienda. Al primero le
acompañaban los policías, el comisario y algunos dependientes; al segundo los fieles
de siempre, como Francisco Valverde, Felipe Lastra y otros que le habían acompañado
en su empresa desde México. Cuando Federico Salazar hubo terminado los ataúdes,
fueron colocados en ellos los cuerpos, envueltos en sábanas. Al caer de la tarde
Puertas permitió un entierro digno, pero Eleodoro Quiñones uno de los más rabiosos
insistió en que fueran sepultados en el mismo lugar en que fueron fusilados los cinco
peones en 1882. Así se hizo.
A las cinco de la tarde salieron los cadáveres, llevados por unos cuantos fieles y
curiosos. Arturo Chica menciona a Pedro José Jiménez, aquel que atacó a machetazos
a Cobos.
Los cuerpos fueron bajados a sus tumbas sin ceremonia especial y luego cubiertos con
una delgada capa de tierra. La sugerencia de hacer honores especiales al Jefe
Territorial por ser representante del Gobierno, pasó inadvertida, entre otras razones
porque los policías carecían de armas para las salvas de rigor. Así en medio de un
lúgubre silencio colocaron unos toscos letreros con las siguientes inscripciones:
Aquí yacen los restos del que fue Manuel J. Cobos, victimado el 15 de enero de
1904.
Aquí yacen los restos del que fue Leonardo Reyna, Gobernador de esta isla,
victimado el 15 de enero de 1904.
Las autoridades sobrevivientes quedaron desde esa misma tarde bajo la más estricta
vigilancia, pese a que no disponían de armas. El comisario Baluarte, en la comunicación
antes citada, relata así la dura experiencia de esos días:
Llegando a la hacienda junté los empleados de ella en calidad de presos,
durante cinco días, ocho bandidos armados nos espiaron todo movimiento,
palabra y mirada.
49
Diario El Tiempo, Guayaquil, marzo 29 de 1904, p. 2
-37-
Si era cierto que los papeles de la embarcación los tenía Cobos, como parece probable,
los conjurados los quemaron con los libros de la contaduría. La preparación de la huída
fue febril ante la inminente llegada de la balandra “Manuel J. Cobos”.
El plan de Puertas y de los conjurados era dirigirse a Colombia o a México para evitar
caer en manos de la justicia. Cambiaron el nombre de “Josefina Cobos” por el de
“Libertad”, cargaron 200 quintales de azúcar como lastre y para conseguir dinero en el
continente. Quedaba un problema: quien podía conducir la nave en tan larga travesía.
El único que podía hacerlo era el alemán Emilio Haensen que entendía algo de
marinería. Obligaron, pues al alemán a hacer las veces de capitán y piloto y lo hizo bien,
pese a que no había ni cartas ni instrumentos de navegación.
La selección de los que debían embarcarse en la “Libertad” no debió ser fácil, pero la
autoridad de Puertas se impuso nuevamente, pues salieron inocentes y culpables. Otro
grupo se quedó para salir en el “ Manuel J. Cobos”, que debía llegar en pocos días de
Guayaquil.
Puertas quiso llevarse todas las armas capturadas, pero el Comisario de Policía recurrió
a él, ante el temor de quedarse indefenso en medio de gente peligrosa. Las armas
capturadas, según el Comisario eran 45 fusiles y carabinas, 12 revólveres y todo el
parque. Al fin Puertas consintió en dejar algunas de ellas como indica el Comisario
Baluarte en la relación ya citada: “En momentos de partir el cabecilla Puertas,
atendiendo a mis demostraciones, me mandó 4 fusiles y 2 carabinas para armrs a mis
policías y poder sostener el orden en la población”.
Dos días después de la partida de los fugitivos, llegó a Chatham el pailebot “Manuel J.
Cobos” comandando por Vicente Cañizares y al enterarse de los sucesos ocurridos en
la hacienda y de la huida de los conjurados, levó anclas y regresó a Guayaquil con
50
Relación de Juan Palelo, piloto y marino de la “Josefina Cobos”. Diario El Tiempo, Guayaquil, 6 de abril
de 1904. p. 1.
-38-
La primera noticia de los asesinatos y captura de los fugitivos llegó a Guayaquil por un
aviso de la oficina de telégrafos de Bahía de Caráquez del 17 de febrero, decía así:
Por pasajeros del vapor caletero “Quito”, llegado aquí ayer tarde, se tiene
conocimiento que en Tumaco y Esmeraldas corría como válida la noticia de que
se había cometido un acto de piratería en el ingenio “Chatham”, asesinando al
Señor Manuel J. Cobos, propietario de dicho ingenio y al señor Leonardo Reina,
Jefe Territorial del Archipiélago. Esta noticia ha sido trasmitida a Portoviejo al Sr.
Gobernador Larrea”. 51
Pocas horas más tarde llegaba otro telegrama desde Esmeraldas que confirmaba la
noticia y añadía detalles:
“El vapor inglés “Ecuador” lleva a bordo, con destino a Guayaquil, 77 criminales
y 8 mujeres, capturados en Tumaco, por las autoridades de Colombia. Estos
individuos llegaron al cabo Manglares en una balandra procedente del
Archipiélago de Colón, sin poder presentar otros papeles de navegación que un
rol de tripulación preparado ad hoc y de carácter sospechoso. En vista de esta
circunstancia los tripulantes fueron detenidos y traídos a Esmeraldas, en donde
se tiene conocimiento que han venido asesinando, entre otras personas, al Jefe
Territorial del Archipiélago don Leonardo Reina y a don Manuel J. Cobos,
propietario del fundo agrícola denominado “Progreso” en la isla de San Cristóbal,
antes Chatham. Se dice que en unión de la referida balandra salió del
Archipiélago otro buque tripulado por forajidos con rumbo a México y
Centroamérica.
51
Diario el Telégrafo, Guayaquil, 18 de febrero de 1904, p.1.
-39-
Desde el primer momento en que se recibió la noticia se inició una agitada polémica
sobre las causas de los crímenes y los orígenes del problema, como vamos a ver.
El 19 de febrero de 1904 a mediodía, anclaba en la ría de Guayaquil el vapor “Ecuador”
ante una inmensa muchedumbre que se agolpaba en el malecón para ver a los
supuestos forajidos que habían cometido atrocidades en Galápagos.
52
Diario La Patria, Quito., $ 572, 26 de febrero de 1904, p. 2
53
Diario el Tiempo, guayaquil, 18 de febrero de 1904, p. 2
54
Diario el tiempo, Guayaquil, 19de febrero de 1904, p. 2
-40-
En medio de una fuerte escolta fueron descendiendo los diversos grupos que fueron
conducidos al cuartel de policía, a corta distancia de los muelles. La impresión que
dejaron fue, sorpresivamente, muy variada. Allí estaba Emilio Haensen que había sido
obligado a comandar la balandra hacia Colombia. Todos buscaban al cabecilla Elías
Puertas, a quien se le acusaba de haber dirigido el complot y los crímenes; a Jerónimo
Beltrán, a Francisco Carranza, a Eloy Quiñónez, Manuel María Cevallos y otros
sospechosos. Pero el grupo en conjunto estaba compuesto de gente ordinaria de
aspecto muy pobre, sin apariencia de consumados criminales, como se confirmó al día
siguiente. Allí estaban algunos que había sufrido por mucho tiempo la “justicia” de
Cobos, como Manuel Olaya que venía acompañada de su mujer Jesús González y sus
hijos María, Juana y Rosendo; allí estaba José Hurtado que había sido desterrado a la
isla Chávez (Santa Cruz), Rosa Laura Carlín y otros.
Había una gran expectativa por saber los detalles de los crímenes y la naturaleza de
los asesinos. Desde el primer momento los periodistas se disputaron con los
representantes de la justicia, la primacía de las noticias y de las declaraciones.
Se esperaba que los tribunales de justicia actuaran con el mayor rigor contra los
supuestos forajidos y que aplicaran las máximas penas, pero sorpresivamente las
declaraciones de los tales “forajidos” fueron muy claras y no pretendían negar o
tergiversar los hechos., lo que atrajo cierta simpatía, por lo menos hacia la mayoría.
Reconocían el asesinato de dos personas, de Manuel J. Cobos y de Leonardo Reina;
en cambio eran unánimes en delatar las injusticias cometidas en Galápagos, lo que
hacía sospechar que el imperio de Cobos había sido un infierno. Elías Puertas, no solo
no negaba los hechos sino que quería cargar sobre sí toda la responsabilidad de los
asesinatos, lo que atrajo la simpatía no solo de sus compañeros de infortunio, que le
llamaban y proclamaban “El Libertador” sino también de muchos periodistas y de la
ciudadanía en general.
55
Diario La Patria, Quito, N. 572, febrero 26 de 1904, p. 2.
-41-
Las noticias de los asesinatos, la supuesta crueldad de los criminales, el final del
empresario que era conocido y estimado en Guayaquil como progresista y dinámico, la
situación de las autoridades que quedaban en la isla, formaron un ambiente de alarma
en la ciudad y todos exigían la formación de una comisión que aclarara lo que realmente
había pasado en Galápagos.
El juez primero del Juzgado de Letras de Guayaquil, Dr. José Díaz levantó el sumario y
nombró a la comisión que debía viajar inmediatamente a Galápagos, pues allí se habían
cometido los crímenes.
El sistema de justicia debía enviar médicos legistas que hicieran las autopsias de ley,
que se averiguara las responsabilidades y otros posibles crímenes y a la vez, que se
posesionaran las nuevas autoridades.
Todo esto aumentaba la expectativa de la opinión pública que quería conocer toda la
verdad y comparar con lo que oía de los presos y aquel “absurdo jurídico” de que se
comenzó a discutir, sobre un sistema donde parecía no existir ni ley ni autoridad.
Dos días después llegaron nuevas noticias traías por el pailebot “Manuel J. Cobos”, el
otro buque de la hacienda que había regresado inmediatamente cuando se enteraron
de los asesinatos y huida de los conjurados. Ciertas noticias clarificaban los sucesos,
pero otros hacían suponer que se habían dado más excesos que los ya conocidos.
Muchos eran jóvenes cuando dejaron Guayaquil, algunos por cumplir una pena, otros
por no haber podido pagar una deuda, otros simplemente porque habían sido “vagos y
56
Diario el Tiempo, febrero 24 de 1904, p. 2
-42-
Con tales antecedentes se pudo instaurar el proceso legal que dividió desde un
principio, a los juristas, a los intelectuales y a los periodistas. Este juicio fue uno de los
más comentados, pues los diarios publicaban, día a día, no solo las entrevistas sino
también las declaraciones de los testigos. Como se ha repetido varias veces, los datos
pueden ser exagerados, una vez que Cobos no estaba ya presente, pero el cúmulo de
acusaciones reflejaba una amarga realidad que era difícil negar. Muchas acusaciones
en informaciones no fueron aceptadas al comienzo, por lo que se envió una segunda
comisión en el mes de abril y que debía visitar otros sitios donde podían encontrarse
datos o huellas de las acciones de Cobos. Efectivamente, esta segunda comisión viajó
en el crucero “Cotopaxi” y luego de anclar en San Cristóbal, rescató de la Isla Santa
Cruz a Camilo Casanova, una prueba dramática de la justicia de Cobos. Pasaron luego
57
Carta de J.J. Pino al Presidente Leonidas Plaza, Febr. 28 de 1904. Arch. Banco Central, Fondo Jijón,
Quito. Vol. 192, fol. 9
-43-
En mayo llegó una tercera comisión para completar los informes, pero sobre todo para
ayudar a las nuevas autoridades a regular el sistema administrativo y judicial. El Jefe
Territorial Juan José Pino que había iniciado un serio trabajo con la población, envió un
duro y extenso informe sobre la situación de las islas, sus posibilidades, pero luego
renunció a su cargo con un profundo sentimiento de frustración. Todos los esfuerzos se
estrellaban frente a un sistema que no quería cambiar. “Un sistema de colonización no
existía sino un verdadero monopolio convertido en absolutismo”.
“ No existe un sistema de salud y lo único seguro que hay aquí es la tumba”.
“La hacienda el Progreso se niega a pagar impuestos y el exigirles lo llaman “régimen
de hostilización”. La hacienda estaba administrada por Arturo Reed representante de los
herederos de Cobos
El cambio de opinión de la gente fue notable, como explicaba uno de los editorialistas
del diario El Tiempo (abril 9):
“Los capturados al comienzo fueron considerados culpables y todos clamaban
porque se les aplique todo el peso de la ley; pero ahora, los jueces han decidido
que la mayoría no tiene ninguna culpabilidad y que huyeron aprovechando la
nave que salía. La justicia se ha hecho, pero solo en cierto sentido. Qué van a
hacer esos pobres infelices, sin dinero, sin orientación, sin conocimiento del
medio en que les toca vivir? Hay una deuda con ellos que no podemos olvidar.58
Esta controversia se alimentaba con las innumerables declaraciones de peones que sin
haber participado en el asesinato, revelaban lo que habían sufrido en el Progreso. Las
más comentadas por los diarios, fueron las siguientes. .
58
Analista “Robespierre”. Diario El Tiempo, Guayaquil, abril 9 de 1904. p. 2
-44-
Jerónimo Beltrán era considerado uno de los más brutales de los asesinos y el que
introdujo un enorme cuchillo en el vientre de Reina y Cobos. No participó en el complot,
pero se unió a la gente y estaba armado de un machete porque iba a trabajar en un
desmonte. El trato que Cobos –expresa- daba era para animales. De una paliza que
recibió tiene ahora tisis y todo porque murió un burro más viejo que el mundo.
“Fui a Galápagos con mi madre que deseaba estar con mi padre que allí
trabajaba. Fuimos con mi hermana Pasquala. Allí murió mi hermana, luego mi
madre y finalmente mi padre. Cobos me llamó y me hizo firmar un documento en
el cual reconocía la deuda de mi padre. Debo advertirle que cuando tal caso
sucedió era yo menor de edad.
No hubo profanación de cadáveres, pues Puertas a quien estimamos y
respetamos, lo impidió. No somos criminales. …Ganaba dos reales que me
daban en monedas de cuero o en papel firmado por el Sr. Cobos. Con este
dinero comprábamos la comida en el almacén de la hacienda y no alcazaba ni
para pan y lo demás sacábamos fiado con que iba aumentando la deuda”. 60
Declaraba que había estado 12 años en la isla como peón y que ha sufrido injustamente
de Cobos.
59
Entrevista a Manuel Olaya. Diario El Tiempo, Guayaquil, febrero 27 de 1904.
60
Entrevista a Jerónimo Beltrán, Diario El Tiempo, Guayaquil, Febrero 27 de 1904. p. 2
-45-
El juicio fue largo y difícil, pero al final, fueron sentenciados solamente dos: Puertas y
Carranza y aun ellos con penas de un par de años. Los demás fueron liberados,
porque, a juicio de los jueces, ya habían sufrido demasiado en la isla. El peón Ramírez
que fue el único herido por Cobos en aquella mañana fatal, murió durante el juicio. La
falta de médicos y medicinas, tanto en la isla, como en el velero y en Tumaco complicó
su herida. Cuando llegó a Guayaquil tenía engangrenado el brazo.
Veinticinco años de trabajo tenaz y creativo había llegado a un trágico final. Dos
personas habían sido asesinadas, Leonardo Reina, hombre bueno, pero representante
de un sistema absurdo y Manuel J. Cobos, mezcla de empresario y tirano.
Por otro lado, no se puede negar que la actuación de Puertas tuvo aspectos negativos y
también positivos. Recordemos que los primeros rumores que llegaron a Guayaquil
hablaban de una ola de crímenes y verdaderas masacres, pues todo se podía esperar
de los habitantes de Galápagos, considerados verdaderos “forajidos” por las
autoridades y la prensa de Guayaquil. Puertas, sin embargo, pudo controlar las
pasiones que hubieran llevado a un baño de sangre, pues varios conjurados clamaban
venganza de las autoridades, de los hombres de confianza, de los esbirros y soplones.
Nada de eso sucedió, lo que dice mucho tanto del valor de Puertas como de la
capacidad de Cobos para elegir a sus colaboradores.
61
Declaración de Emilio Haensen. Diario El Tiempo, Guayaquil, 27 de febrero de 1904, p. 2
-46-
Para muchas personas, es un mérito que parece disculparle de muchos errores. Vamos
el otro lado de la medalla. El conocimiento de los hombres y de las circunstancias le
permitió dominar a sus súbditos y manejar a las autoridades hasta convertirlos en títeres
o figurones, como anota Nicolás Martínez. Así casi todos los jefes territoriales, excepto
uno, son figuras endebles que contrastan con la del vigoroso y autoritario Cobos.
Al mismo tiempo, el aspecto humano más bien, inhumano de Cobos, anula mucho de lo
bueno y grande de su obra. Probablemente las circunstancias le llevaron a ello, al tener
que manejar una población, en donde los más eran personas con problemas legales.
No se puede olvidar también que él fue el autor de este mundo de opresión y debe, por
tanto, asumir la responsabilidad histórica de este absurdo.
Hubo personas que estuvieron muy cerca de Cobos y de su obra y tres de ellos le
conocieron personalmente. El citar sus palabras puede ser la mejor forma de ayudar a
un juicio equilibrado sobre este hombre tan grande y tan controvertido.
Nicolás Martínez tantas veces citado y que visitó el Progreso dos años después de la
muerte, se expresa así de Cobos:
Al ver la maquinaria y al observar el estado floreciente de toda la hacienda, no
se puede menos que admirar la energía y constancia que ha debido desplegar
Cobos para obtener este resultado. Don Manuel J. Cobos sería todo lo malo que
aseguran y hasta criminal como dicen, pero no por eso se puede dejar de
reconocer en él a un hombre de prodigiosa energía y de un carácter indomable;
pues, únicamente un individuo que posea estas dotes, puede formar una
explotación de la magnitud de “El Progreso”, en una desierta isla, sin capitales
suficientes, sin comunicaciones con los lugares habitados y valiéndose para ello,
única y exclusivamente de los deshechos de la sociedad.
Podía Cobos ser bueno y tolerante con sus peones, si todos o casi todos eran
criminales de la peor especie? Si no era enérgico y hasta tirano, hubiera podido
ni dar principio a sus trabajos?
sustento, causas principales y tal vez únicas, para el tutelaje de Cobos, hacia las
autoridades nombradas por el gobierno….
Si el Jefe Territorial no cerraba los ojos cuando Cobos cometió algunos de los
atentados que refieren, y si protestaba , de é manera hubiera podido hacerse
respetar, si no tenía víveres y se hallaba solo y como abandonado en medio del
océano?. Naturalmente, tenía entonces que convertirse en cómplice del único
señor y dueño de la isla, bajo pena de morir de hambre….
Después de haber oído a los unos y a los otros, no me creo capaz de juzgar a
Cobos, y por eso, ahora no hago otra cosa que reconocer en él su gran carácter
y su energía indomable, sin atreverme a condenar ni justificar sus
procedimientos. 62
Alex Mann, a quien hemos citado repetidas veces, termina sus memorias con estas
reveladoras palabras:
” El muelle, los caminos, el sistema de agua y los campos cultivados, en un sitio
donde antes de su época, reinaba la desolación más completa, son los mejores
monumentos a su indomable energía, pero cuando uno reflexiona en su falta de
humanidad, nuestro homenaje se oscurece por el rechazo a los infames medios
de que se sirvió”. 63
Los monumentos de la tenacidad de Cobos han sido efímeros y de ellos sólo quedan
despojos; en cambio la isla perdió mucho de su atractivo original se perdió para
siempre: la tortugas gigantes, las colonias de lobos, la mayor parte de los bosques y
vegetación primitiva fueron sacrificados en aras del progreso. En cambio, queda un
recuerdo de injusticias y sangre.
Rosendo Olaya, hijo del tantas veces mencionado Manuel Olaya que sufrió tanto con
Cobos y el fugitivo más tierno (tenía 3 años) repetía a este autor , el 28 de abril de
1989, pocos meses antes de morir, la frase que oyó tantas veces a su padre:
Don Manuel era un hombre bueno con sus trabajadores hasta que tuvo riquezas
y un poder que nadie controlaba; después fue un monstruo de crueldad”.
Juan Olaya, hijo de Narciso Olaya y por tanto, nieto de Manuel Olaya refería otra frase
que le había repetido su abuelo y que oyó a Cobos, pocos meses antes de morir:
“Manuel, ya tengo la riqueza que quería adquirir; ahora voy a ser bueno como
antes fui”.
62
Martínez, Nicolás, Impresiones de un viaje. Quito, 1911, p. 35
63
Mann, Alex: Yatching in the Pacific, 1909, p. 35.
-48-
SEGUNDA PARTE
La heredera de los bienes de Cobos era su hija Josefina Cobos Baquerizo, muy querida
de su padre que vivía en Guayaquil y estaba casada con Rogerio Alvarado 64. Pocos
años después llegaría de Europa otro hijo, Manuel Julián Cobos.
En la primera comisión enviada a Galápagos (febrero 1904) para investigar sobre los
crímenes y entronizar a las nuevas autoridades (Juan José Pino, Jefe Territorial), iba
también el nuevo administrador, Arturo Reed, elegido de común acuerdo por Josefina y
José Monroy el antiguo cuñado y socio de Cobos.
El Nuevo Jefe Territorial Juan José Pino, un hombre muy capaz, trató de poner orden
en su administración y en la población, tareas gigantescas en donde casi todo había
sido regido por la voluntad omnímoda del dueño de la hacienda. Su preocupación
mayor era aliviar la situación de los trabajadores limitando los días y horas de trabajo,
obligando a pagar un sueldo justo y en moneda oficial, proveer a la población de un
servicio de salud mínimo y hacer comprender al administrador que los métodos antiguos
debían cambiarse por otros más humanos y que la hacienda debía cuidar de la salud y
bienestar de sus peones. “No existe un sistema de salud –escribía J.J. Pino al
Presidente de la República- y lo único seguro que hay aquí es la tumba”.
El Administrador Reed debió haber conocido los métodos de Cobos o debió recibir
consignas muy semejantes a los métodos antiguos, porque su reacción fue beligerante
a las medidas del Jefe Territorial y se negó a cambiar el sistema de la hacienda. El Jefe
Territorial informaba “ la hacienda el Progreso se niega a pagar impuestos y el exigirles
lo llaman “régimen de hostilización”.
64
Rogerio, en algunos documentos se cambia a Rogelio. Preferimos la forma como aparece en los
documentos legales.
-49-
En el mes de julio de 1904, viendo inútiles sus esfuerzos, Juan José Pino renunció a su
cargo, siendo reemplazado poco después don Pedro Jaramillo que había ya ocupado
ese cargo por algunos años desde 1885.
En este época, 1906, llegó a la isla el escritor Nicolás Martínez que nos ha dejado una
relación completa de la hacienda y a la que nos hemos referido repetidas veces en esta
obra. Muestra una gran admiración por Manuel J. Cobos, mientras critica duramente a
las autoridades de gobierno que se habían reducido a simples figurones sin
posibilidades de hacer una obra digna por la población y el Archipiélago.
La población había aumentado y llegaba a 350, de los cuales bastantes eran peones
independientes instalados en 34 chacras alejadas de la población.66
Julio Plaza fue expulsado por la población en 1908 y fue reemplazado en octubre del
mismo año por Roberto Chavarría que salvó por el momento la producción de la
hacienda.
En 1908 se abrió el testamento de Cobos hecho en 1897 e inscrito en Guayaquil, en
que aparecía como la heredera principal Josefina Cobos. Decidió con su esposo
Rogelio Alvarado tomar posesión efectiva de la hacienda y administrarla directamente.
65
Diario el Telégrafo, Guayaquil, 26 de febrero de 1906, secc. 1, pag. 2.
66
Informe del Jefe Territorial Pedro Jaramillo, Registro Oficial, N. 294, febrero 4 de 1907, p. 208
-50-
El problema más urgente, como se dijo, era la delimitación de los límites de la hacienda
e impedir la invasión de los trabajadores independientes y nuevos colonos. Las
escrituras habían sido quemadas, pero los originales de las notarías de Santa Elena de
las que dependía Galápagos reconocían 2.500 hectáreas o 3.000 cuadras, pero
Alvarado reclamaba la posesión total de la isla.
Algunos años más tarde llegó a la hacienda Manuel Julián Cobos, hijo y partiendo de
sus derechos, formó poco a poco su propio fundo. Esta propiedad sería, a la postre la
única posesión herencia del gran empresario, pues Alvarado terminó perdiendo todo.
El Ingenio dejó de funcionar hacia 1917 y con ello, las principales entradas de la
hacienda desaparecían. Parte de la maquinaria todavía utilizable fue trasladada a la
hacienda Los Alamos en Milagro y el resto fue dañándose por efecto del tiempo.
Gran parte de los terrenos habían sido invadidos y aunque pretendía reclamar sus
derechos y apoderarse de las cosechas de los pequeños agricultores, la resistencia de
los pobladores (muchos de ellos antiguos trabajadores que creían tener derecho por los
pasados sufrimientos) y de las autoridades aumentaba.
67
Las monedas usadas por Alvarado, no eran exclusivas como las usadas por Manuel J. Cobos; solo
tenían un anagrama RA en los sucres corrientes.
-51-
Algunos hechos sorpresivos dieron corta tregua a la crisis y tanto Alvarado como
Manuel J. Cobos, hijo, pusieron algunas esperanzas en ellos.
68
Diarioi el Telégrafo, Guayaquil, noviembre 7 de 1912, p. 2.
-52-
Con esta nueva organización, Alvarado, aunque mantenía una participación en el valor
de la hacienda, perdía su poder y sus mismos ingresos dependerían de los cultivos de
sus antiguos campos. No le quedaba otro camino que retirarse de la isla.
Aunque la hacienda pasaba a la Sociedad no era una garantía de que los problemas se
solucionaran. La pésima administración de Guevara Travieso y una nueva legislación
trastornó todo el proceso y no fue posible definir quién era el verdadero propietario de la
hacienda hasta la Segunda Guerra Mundial. Lorenzo Tous nunca pudo recobrar sus
capitales ni aprovechar los recursos de la hacienda.
La hacienda, mientras tanto, producía muy poco y el número de trabajadores era cada
vez menor, y cuando Lorenzo Tous quiso adquirir toda la propiedad para renovarla, se
encontró con las ambiciones de Guevara Travieso que hizo causa común con Alvarado
para sacar mayores ventajas de la Sociedad. El Decreto Supremo del Presidente
Federico Páez del 18 de diciembre de 1836 declaraba al Archipiélago de Colón
propiedad exclusiva del Estado y obligaba a los que tuvieran derechos anteriores, a
comprobarlos. Rogerio Alvarado y sus tres hijos (Josefina había muerto) consiguieron
reafirmar sus antiguas posesiones para poder venderlas y pagar sus deudas a la
Sociedad Nacional Galápagos. El Ministerio de Defensa Nacional aceptó la demanda y
reconoció la antigua propiedad de Josefina en una extensión de 2770 hectáreas70 ….y
parecía solucionado el problema, pues se autorizaba en julio de 1838 a los herederos
de Josefina Cobos la venta de la parte perteneciente de la Isla San Cristóbal. Era la
última esperanza para Rogerio Alvarado y sus herederos, pero una moción de la
Asamblea Nacional del 28 de setiembre de 1938 paralizó los trámites hasta poder
analizar la conveniencia de proceder en forma definitiva. Este litigio continuó por varios
años.
69
La mayor parte de esta sección están tomados de la publicación, Tous Lorenzo: Mi explicación sobre la
Sociedad Nacional Galápagos, Guayaquil, 1933.
1
Diario El Tiempo, guayaquil, diciembre 7 de 1909, p. 1. “Rogerio Alvarado, dueño de el Progreso ha
lanzado grandes proyectos y se espera que tenga éxito. Ha invitado también a los colonos de I. Chávez y
ha pedido autorización al gobierno. Se espera que le respalden
70
Archivo de Inhima, Oficios Recibidos, vol. 144, 1941-1942, Set. 9, 1942.
-53-
Pese a todos estos inconvenientes, Lorenzo Tous impulsó algunas obras en 1936, con
la esperanza de que los problemas legales se solucionarían pronto. Una de esas obras
fue la conducción de agua al puerto y la reparación del muelle construido por Cobos. El
Capitán Fernández Madrid informaba en agosto de 1936: “La hacienda el Progreso de
Lorenzo Tous se encuentra realizando una seria reparación en el muelle y creo que
antes de dos meses ese muelle estará en perfectas condiciones de servicio”.71
La casa de la hacienda construida por Manuel J. Cobos cedió al tiempo y tuvo que ser
derruida. Lorenzo Tous hizo construir una nueva en el mismo sitio pero de proporciones
menores, alrededor de 1927.
Paulette de Rendón visitó la isla en 1938 y nos ha dejado una descripción de la nueva
casa de la hacienda:
“La nueva casa de la hacienda se yergue sobre una altura, perfilando en el cielo,
flanqueada de dos cocoteros; si siniestra construcción, de aspecto colonial, de vanos
enrejados de fierro y muros blancos enrojecidos por la pintura que destiñe de las
ventanas y con un balcón redondeado que la adorna de un costado. La planta baja está
ocupada por la única tienda de la isla, donde se vende harto caro, por cuenta de la
hacienda, todo cuanto puede haber menester esta mísera población de peones” 72
Las ruinas (algunos muros) de esta casa se pueden todavía ver en la actualidad, junto a
las dos altas palmeras que señalan al viajero el lugar histórico en que sucedieron tantos
hechos.
71
Archivo de Inhima, Oficios recibidos, Tomo 127, 1936, s.f.
72
Rendón, Paulette de : Galápagos, las últimas Islas Encantadas, Guayaquil, 1978, p. 148
-54-
Muchos campos fueron perdidos por la invasión de la guayaba y mala hierba, pero
sobre todo por la apropiación de terrenos de los nuevos trabajadores. El hombre que
reactivó los cultivos de la hacienda, por encargo del dueño, fue Raúl Jeria uno de los
antiguos colonos de la isla e indudablemente lo hizo bien, sobre todo en el cafetal que
volvió a producir.
Lorenzo Tous intentó impulsar la pesca del atún, con la instalación de un camal
frigorífico en el Puerto Baquerizo Moreno, pero no dio resultados y fue abandonado.
En los campos del antiguo ingenio se pueden encontrar hierros y ruedas del ferrocarril,
aunque la mayor parte han sido recogidos como recuerdos o adornos de casas,
especialmente del restaurant “El Ceibo” a corta distancia de la antigua casa-hacienda.
La casa o ruinas de la casa construida por Lorenzo Tous sobre las de la de Cobos, solo
permanece en pie, un ángulo con dos paredes que puede venirse abajo si no hay
cuidado especial.
i
Diario El Tiempo, Guayaquil, diciembre 7 de 1909, p. 1. “Rogerio Alvarado, dueño de el Progreso ha
lanzado grandes proyectos y se espera que tenga éxito. Ha invitado también a los colonos de I. Chávez y
ha pedido autorización al gobierno. Se espera que le respalden”.