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Universidad de Monterrey

Introducción a la Teoría Literaria

Ensayo final: La Biblioteca de Babel y la Hipertextualidad

Esteban Cerón Garrido. 51214.

Titular: Dra. Dora Martínez

San Pedro Garza García, N.L. 21 de julio de 2008

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Índice:

Págs.

Introducción: 3-4

Hipertexto: Definición y Orígenes 4-5

Hipertexto en la narración 6-8

Hipertexto y autoría 6-11

Borges, Hipertexto, la Biblioteca de Babel 11-16

Conclusión 16

Bibliografía 17

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Introducción.

Cuando algo nuevo surge (pensemos aquí en cualquier categoría: un movimiento de


vanguardia o un teléfono celular) creemos que por ser nuevo es superior a lo que lo
precede. También, ante el asombro de lo nuevo, otra reacción podría ser rescatar una
parte de lo pasado y hallar las relaciones que ese aspecto particular del pasado tiene con
ese nuevo aspecto particular del presente.

Sucede que es natural (esto podría sonar una tontería por ser obvio) que en la literatura
haya hoy escritores que estén muertos y que si cuando vivían les resultaba difícil
defender sus textos ante la hermenéutica disparada de lectores y críticos (ya sea porque
no consideraban que hacerlo fuera su papel o porque es imposible abarcar todas esas
críticas pues son escritores y no superhombres). Ahora imaginemos qué sucede con esos
escritores muertos y que sus lectores y críticos de hoy interpretan su obra, por ejemplo,
ante cualquier nueva herramienta de comunicación que se nos presenta. Esto es el caso
de las relaciones que buscamos entre Borges y el Internet y su tejido: el hipertexto.

La aspiración, por así decirlo humana más no exclusivamente literaria, de contener en


un espacio descentrado aparentemente infinito “ene” cantidad de textos e imágenes es
posible en la pantalla de la red. El hipertexto es ese tejido, en el vestido de la red, que
nos conduce de una ventana a otra, e incluso de retornar y tomar otra ruta no planeada
antes.

El hipertexto, al iniciarse como un elemento de la informática, ¿cómo se adapta en


espacios que ha invadido? Por un lado esa pregunta llevaría al análisis de la navegación
de literatura periodística y ver las relaciones entre el hipertexto y la información. Otra
arista, y la cual es motivo en este trabajo, es analizar las posibilidades que da a la
literatura el hipertexto respecto a un par de puntos: la perdida de la noción del autor
como individuo y la aparición de sujetos colaboradores, y que la narrativa carece de un
centro, es decir, acaso de un punto de partida y de ahí, por así decirlo, un viaje personal
del lector o de quien navega por la red.

Debido al requisito de extensión de este trabajo, los puntos anteriores serán analizados
brevemente. El análisis se dirige a un lugar en particular: delimitar las intenciones,

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características y alcances narrativos del hipertexto. Esto para responder a una pregunta:
¿Cuáles son las relaciones entre Borges y el Hipertexto: como un autor que prefiguró la
red; como un autor que brinda opciones para la literatura hipertextual o como un autor
que puso de manifiesto, entre otras cosas, la avidez del lector por encontrarse textos,
universos, donde la red resulta un reflejo de este deseo?

El interés de responder la pregunta anterior surge porque considero necesario evitar una
hermenéutica sin límites de las relaciones entre hipertexto y un cuento de Borges: La
Biblioteca de Babel.

Para tal aclaración, recurriré a dicho cuento buscando en qué puntos convergen el
cuento de Borges y el hipertexto, y en cuáles no.

1. Hipertexto. Definición y orígenes.

A mediados del siglo XX, los problemas de organizar la información debido al


incremento de ésta se percibían en la caducidad de los sistemas que servían para
almacenarla.

En 1945 Vannevar Bush inventa un dispositivo llamado Memex con el cual “una
persona guarda sus libros, archivos y comunicaciones, dotado de mecanismos que
permiten la consulta con gran rapidez y flexibilidad. Es un accesorio íntimo y ampliado
de su memoria" (Bush, 1946).

Con este sistema se podían buscar archivos microfilmados los cuales podían ser vistos
por medio de una pantalla transparente. Además el usuario podía agregar notas a éstos.
Aquí podemos ver la definición de hipertexto empleada por el Diccionario de la lengua
española: “Texto que contiene elementos a partir de los cuales se puede acceder a otra
información”. (www.rae.es)

Esta forma de accesar a la información empezaba a ligarse con los intereses del usuario
que, según Bush, están asociados con los procesos de la mente, es decir, “salta
instantáneamente al dato siguiente, que le es sugerido por asociación de ideas, siguiendo

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alguna intrincada trama de caminos conformada por las células del cerebro". (Bush,
1946). Como en la mente, el sistema de acceso a la información empieza a ser relacional
y a tener diferentes posibilidades de ruta: la posibilidad de un camino desaparece, la
nueva vía consiste en asistir a un punto y al estar ahí tener dos opciones: regresar o ir
hacia otros múltiples puntos. El orden empieza a ser impuesto por el usuario, claro, con
las limitaciones del sistema impuestas por el diseñador del sistema. Aquí la relación
usuario-diseñador puede ser paralela entre la de un lector-autor, bajo la idea de emisor
receptor; sin embargo en la última relación se trata de actores ausentes, en la primera
también, es decir, no hay un encuentro cara a cara, pero el usuario puede tornarse un
diseñador y trastocar las múltiples vías propuestas en principio por el diseñador.

Bush afirma que cuando se haya reunido varios artículos se puede formar un trayecto.
Él señala que esto es igual a si se hubieran reunido artículos físicos desde lugares
lejanos y se les hubieran encuadernado juntos para hacer un nuevo libro.

El Memex permite que un artículo pueda seleccionar automáticamente otro artículo.


Hoy esto se conoce como nexo o link.

Con este sistema lo que surge no es una trayectoria que surja de un céntrico. Lo que
nace es una trayectoria que tiene un punto de partida. Éste se bifurca, pero con la
participación del usuario puede separarse o multiplicarse en más caminos. Desde esta
conclusión podemos ir viendo que el libro físico se deshace así como la relación de
autor con lector, maneras de forma y escritura, y una concepción de poder dada en gran
medida al autor.

Es en 1992 cuando inicia la World Wide Web (WWW) con lo que la red queda formada
con los vínculos hipertextuales.

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1.1 Hipertexto en la narración.

El hipertexto provoca que el centro narrativo sea desplazado. El trayecto en la lectura no


tiene un lugar fijo y estable. Bajo los límites de la programación, de la plataforma o de
la computadora del usuario, éste tiene muchas posibilidades de iniciar un recorrido,
continuarlo y concluirlo donde nunca sospechó.

En el caso del desplazamiento del centro, ya bien si éste lo entendemos como un origen
que conserva un transcurso lineal o como un punto de partida que se quiebra en distintas
vías, ambos se difuminan una vez hecho un trayecto donde se pasaron por diferentes
ventanas o links.

Nociones como centro, margen, jerarquía y linealidad son sustituidas por otras como
multilinealidad y redes. Si el usuario se aleja del punto de partida de una navegación o
lectura por la red, ¿cuál es el soporte de ese viaje personal del usuario? Es el tejido, la
misma red. Éste es el nuevo cuerpo, invisible y contrapuesto al libro físico. Es la red el
eje de desarrollo donde se teje el texto y el usuario (mitad lector, mitad autor o
diseñador) trastoca, interfiere y participa directamente de los contenidos.

En este sentido del cuerpo que soporta al hipertexto, Adolfo Vásquez Roca lo identifica
como un soporte digital que rompe la linealidad narrativa de los soportes analógicos. De
tal forma, afirma Vásquez Roca, el texto se abre, se expande, se fragmenta y, gracias a
las redes, el texto es ubicuo y participativo.

“Esta posibilidad emerge en entornos informáticos, únicos soportes que permiten una
construcción discursiva hipertextual, esto es, basada en unidades de información (nodos)
articulados entre sí mediante órdenes de programación (enlaces).” (Vásquez Roca)

Vásquez Roca indica que el objetivo del texto unilineal es mostrar el conocimiento
mediante una secuencia progresiva. Para él, el texto comienza desde el menos y
concluye en el más, donde el menos resulta el inicio del texto, éste se desarrolla y
finaliza de una mejor forma que el principio.

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“Esto supone una forma cultural específica de entender cómo se debe representar un todo y sus
interrelaciones. Y obedece a la concepción expresada por Aristóteles en el capítulo siete de La
poética: ‘Un todo es aquello que tiene principio, medio y fin.’”. (Vásquez Roca)

Entonces, si Vásquez Roca identifica al discurso lineal como “una forma cultural
específica de entender cómo se representa un todo y sus relaciones”, y que los
elementos de tal forma han sido sustituidos por los de la forma multilineal, quiere decir
que más allá de que esta sobreposición indique un cambio operativo inicia a ser un
cambio valorativo y cultural.

El mismo Bush afirmaba que el sistema Memex actuaba conforme a las asociaciones
mentales, donde se va a un dato gracias a las diferentes asociaciones que tenemos. Sin
embargo, ¿cómo conviven el soporte que resulta ser la red y el acto de lectura por parte
del usuario? Porque algo resulta evidente: son dos cosas diferentes la red y la lectura del
sujeto, pero hay un punto donde convergen y es el que nos interesa porque este cambio
no resulta operativo, sino valorativo, pero aún así se requiere saber cómo funciona la
relación entre el nuevo soporte no físico y la lectura.

La lectura resulta ser una travesía. Los contenidos y los textos se entrecruzan en
diferentes direcciones. Según Vásquez Roca esta travesía otorga una tridimensionalidad
en la construcción de la información.

Pese a que hemos utilizado palabras como fragmentación y descentralización, este caos
aparente puede tener un orden. Vásquez Roca advierte que la supresión de la estructura
lineal que va de menos a más no es del todo.

“La linealidad se convierte ahora en una faceta de la experiencia del lector individual en una
lexia o trayecto dados, aunque vuelva sobre sus pasos o se dirija en extrañas direcciones.”
(Vásquez Roca)

El mismo autor aporta una respuesta al cuestionamiento de ¿cómo se relaciona el acto


de leer y la red que brinda la multilinealidad?

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“Con el hipertexto la linealidad de la experiencia de leer no desaparece del todo, pero las
unidades narrativas dejan de seguirse unas a otras en una inevitable cadena de páginas.”
(Vásquez Roca)

La relación entre la travesía durante la red y el acto de lectura por parte del usuario
realizado en ese tejido, a diferencia de los textos lineales, resulta una construcción que
no concluye y que se modifica. Proceso y proyecto al mismo tiempo. Proceso porque
está siendo, sin embargo no es progresivo, sino proyectivo puesto que ese lector
individual al momento de trastocar la red, la modifica, le realiza un cambio, pero ya no
es un cambio para sí mismo como aquél lector solitario de novelas, sino ese cambio lo
realiza para una comunidad desconocida, pero participativa, de lectores.

En conclusión: el hipertexto rompe con la linealidad del texto único que va de menos a
más. Es inclusivo y relacional diría Vásquez Roca. Él mismo afirma que, además de
carecer de un centro, tiene un punto de partida y que a partir de éste el lector emprende
una travesía. El conocimiento, gracias al lector-diseñador, es proceso y proyecto a la
vez. La palabra en su paso de lo impreso a lo digital, más que ser un dato que lleva a
otro(s) dato(s) es una palabra plástica.

1.2 Hipertexto y autoría.

¿Quién habla? Desde esta pregunta podríamos iniciar las relaciones entre el hipertexto,
ideas y prácticas que hay con la figura del autor.

Michel Foucault en Qué es un Autor, conferencia presentada ante el la Sociedad


Francesa de Filosofía, presenta un análisis entre el autor y el texto, es decir, “como el
texto apunta hacia esa figura que le es exterior y anterior, al menos aparentemente”.
(Foucault)

Para Foucault hay una familiaridad entre la escritura y la muerte. Este parentesco se
refleja en la desaparición de las particularidades del autor como sujeto debido a los

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ardides que establece el escritor y lo que éste escribe. Desde esta postura Foucault habla
ya de la muerte del autor.

“La marca del escritor ya no es más que la singularidad de su ausencia; tiene que representar el

papel del muerto en el juego de la escritura.” (Foucault)

Sin embargo, afirma Foucault, el autor sigue teniendo un peso (privilegios), y por lo
tanto, no se puede declarar rotundamente la muerte del autor. Esto debido a la
importancia que se le otorga a la obra. Y a esta importancia se le agrega problemas
teóricos y técnicos. Foucault piensa en Nietzsche y se pregunta:

“Hay que publicar todo, ciertamente, pero ¿qué quiere decir este “todo”? ¿Todo lo que el propio
Nietzsche publicó?, de acuerdo. ¿Los borradores de sus obras? Ciertamente. ¿Los proyectos de
aforismos? sí. ¿También los tachones, las notas al pie de los cuadernos? si. Pero cuando en el
interior de un cuaderno lleno de aforismos se encuentra una referencia, la indicación de una cita
o de una dirección, una cuenta de la lavandería: ¿obra o no obra? ¿Y por qué no?”. (Foucault)

Foucault se refiere a ese todo, es decir tanto a la escritura formal como a la, digamos,
accidental, como huellas y ante las múltiples huellas que el autor puede dejar ¿qué es
una obra? Foucault afirma que la teoría de la obra no existe. Entonces la construcción
de una obra deja de ser del autor propiamente, sino de alguien más: de un editor quien
desea convertir a esa obra en una unidad y darle orden. Esto apuntaría a aquél discurso
lineal que veíamos al inicio de este trabajo: la unidad de la obra contiene un discurso
único y verdadero cuyo orden va de menos a más, no admite interferencias como la
cuenta de la lavandería al a que hace mención Foucault.

Otro problema, muy relacionado al punto anterior, es el valor que se le otorga a la


escritura. Foucault menciona que a ésta no se la da un carácter de marca o signo, sino el
de una condición general de texto. Ahí se pone encima un valor trascendental que los
caracteres empíricos del autor.

“Otorgarle a la escritura un estatuto original, ¿no es de hecho una manera de traducir en términos
trascendentales, por una parte, la afirmación teológica de su carácter sagrado, y por otra, la
afirmación crítica de su carácter creador?” (Foucault)

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Foucault añade que si se piensa a la escritura como ausencia es darle fuerza al principio
religioso de la tradición, al principio estético de la supervivencia de la obra y de un
exceso enigmático del autor.

Aunado a la supervivencia de la obra y al carácter enigmático de quien la produce, el


autor resulta, asevera Foucault, quien maneja la ficción, es decir, un papel propio de la
época industrial y burguesa, es decir, del individualismo y de la propiedad privada.

Desde esta perspectiva el autor más que ser un genio que produce sentidos
constantemente, y además que se caracterizan por ser únicos (porque aquí se excluye
que un autor, es decir una voz, es a la vez muchas otras voces) es quien delimita y
selecciona. Gracias a esta noción se impide la libre circulación de contenidos. Foucault
afirma que en una época de cambios, como la nuestra, esta figura de autor desaparecerá.
La ficción estará regulada, seguramente, pero por otros medios restrictivos que no sean
más los de la circulación en cuyo centro están el autor y la obra.

El cambio puede verse en lo que sucede con la idea de autor en la red. Definitivamente
hay una noción diferente entre la anterior y ésta. En el hipertexto, al desaparecer el
autor, se desconoce cuál es el lugar originario de la escritura. Es un autor no físico, en el
sentido de que se le puede localizar históricamente. ¿Quién escribe el hipertexto? Es un
autor deslocalizado, sin cuerpo. Foucault define al autor como “un momento histórico
definido y punto de confluencia de un cierto número de acontecimientos”.

Quizá no desaparece la imagen del autor como un creador de textos. Habría que aclarar
algo: en la hipertextualidad el autor es un creador de textos, pero no original y, por lo
tanto, se le enfrasca y se le sacraliza. Más bien, y esto puede verse claramente en la
mayoría de los blogs o flogs, es un actor-detonador, es decir, suscita y presente, en el
mismo espacio, una participación, por así decirlo, en tiempo real, casi cara a cara en el
sentido de que el texto propuesto por ese autor y la colaboración del visitante sucede
poco tiempo después. Este proceso de retroalimentación y de diálogo entre este autor y
el emisor se vuelve cercano al achicarse la distancia entre uno y otro gracias a la
distancia física que implica el libro impreso.

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En este nuevo sentido de autor, Vásquez Roca afirma que un término más adecuado
para desginarlo es el de “diseñador”.

La razón es que no sólo existe autoría en los discursos formales, existe también construcción,
mantenimiento, indagación intelectual, búsqueda de nuevas formas, diseño de grafos,
composición ergonómica, etc. (Vásquez Roca, 2008)

Esto porque entonces el diseñador ya no es exclusivamente un escritor, sino también se


convierte en un armador de su propia plataforma: desde su sitio personal es el arquitecto
de una estructura que, en la medida en que sus herramientas tecnológicas y él mismo lo
deseen, podrá expandirse o cambiar gracias a que el usuario o lector puede interferir
directamente en ésta.

Benjamin aseguraba que “un autor que no enseñe a los escritores, no enseña a nadie”.
En el caso de la red y del hipertexto esto podría traducirse de la siguiente forma: el
diseñador presenta una plataforma. La forma en que éste enseña, o más bien ayuda, al
usuario-lector es permitiéndole escribir o participar de lleno en su estructura. Esto se
vuelve cuestión de supervivencia: se necesita de la participación del otro para que haya
expansión dentro de la red. Así hay una colaboración entre comunidades, una escritura
de varios, de diferentes voces. No hay una voz dirigente, se trata de una vez propiciante.
El resto depende del lector: es él quien le pone principio y fin a la lectura. El lector se
convierte en la figura central del hipertexto.

2. Borges, Hipertexto, la Biblioteca de Babel.

Al libro de Ficciones de Jorge Luis Borges lo componen otros dos libros: El Jardín de
los senderos que se bifurcan, que incluye un total de ocho relatos, y Artificios, que
incluye nueve cuentos entre ellos “Funes el memorioso” y “El Sur”. Entre los relatos
que se encuentran Jardín de los senderos que se bifurcan están Pierre Menard, autor del
Quijote y La Biblioteca de Babel. Ficciones está fechada entre 1941 y 1944.

La Biblioteca de Babel es el relato que analizaré para conocer qué puntos en común
tienen con las características del hipertexto.

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Parto de la siguiente idea: la relación entre ambos cuentos y las características aquí
revisadas del hipertexto (narrativa y autoría) no es simétrica. Sin embargo contiene
similitudes pero éstas no responden a la idea de que Borges, o sus cuentos, prefiguraron
la Red. Pese a que Ficciones se encuentran en la época en que Bush creó el Memex,
resulta difícil afirmar que, en caso de que hubiera un espíritu de la época en cuanto a la
necesidad de organizar textos de una forma eficiente, éste hubiera despertado tanto en
Borges, en Bush o en cualquier otra persona de quien no nos estemos ocupando en este
trabajo, la siguiente preocupación: los libros (contenido, información) y el
almacenamiento (su difusión y su organización).

Sin embargo leamos a continuación algunas de los aspectos donde el hipertexto, la red y
estos relatos de Borges se rozan.

Al inicio de la Biblioteca de Babel este relato Borges describe cómo es el universo (o la


Biblioteca): las formas que lo hacen, los elementos que la componen.

“El universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez
infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, con cercados por
barandas bajísimas”. (Borges 1999:86)

Esas salas hexagonales, dice Borges, son una forma de la intuición del espacio que
tenemos.

En la biblioteca, el hombre es el bibliotecario imperfecto, resultado del azar, mientras


que el universo o la biblioteca es resultado de dios. Aquí vemos cómo conviven la
imperfección con el orden de la biblioteca. La biblioteca para Borges existe ab aeterno.

Con su compleja estructura, ¿cómo se mueve la biblioteca?, ¿cuáles son sus relaciones
con el exterior, es decir, con los lectores?

Es verdad que los hombres más antiguos, los primeros bibliotecarios, usaban un lenguaje asaz
diferente del que hablamos ahora; es verdad que unas millas a la derecha la lengua es dialectal y
que noventa pisos más arriba, es incomprensible. (Borges 1999: 90)

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Con lo anterior, aunado a si la Biblioteca existe a la eternidad, vemos que entre todos
los libros hay diferentes sentidos elaborados por quienes los han escrito. La biblioteca
resulta ser el lugar, ese orden, que alberga los múltiples sentidos que cada libro
contiene. En este sentido Borges afirma que en la vasta biblioteca no hay dos libros
idénticos. Pese a lo anterior hay elementos iguales: las veintidós letras del alfabeto, el
espacio, el punto.

Desde la idea anterior, los libros resultan ser un recorrido, mejor dicho, una historia
narrativa donde escritores, bibliotecarios y lectores confluyen en ésta. En la biblioteca
es el lector, quizá también el bibliotecario, quien realiza un viaje por los libros.

Como todos los hombres de la Biblioteca he viajado en mi juventud; he peregrinado en busca de


un libro, acaso del catálogo de catálogos; ahora que mis ojos casi no pueden descifrar lo que
escribo, me preparo a morir a unas pocas leguas del hexágono en que nací (Borges 1999: 87).

El hipertexto como la Biblioteca de Borges tienen algo en común y lo demuestran así: la


imposibilidad del hombre por recorrer (leer) durante su vida toda la vastedad de
literatura que hay. Lo que nutre tanto a la biblioteca como al hipertexto es la
insaciabilidad del lector por los textos que, como Borges, busca curiosamente textos en
los lugares más recónditos.

La relación entre Borges y el hipertexto no se trata de que Borges preceda a la red


porque él fue quien la prefiguro sistemáticamente o fue quien la inspiró. Ambos casos
tienen en común el deseo humano de encontrarse, mediante un sistema, una biblioteca y
sus interconexiones, con un interlocutor. Más allá de si el sistema es la biblioteca o el
hipertexto, en los dos ejemplos se repite el deseo: ¿quién me lee y quién puede
completar el texto para sí mismo o para su vida? Es decir, hacer de su vida un viaje por
los libros.

Borges afirma que en la Biblioteca de Babel se encuentra todo libro escrito por alguien
más y que por el número acumulado y por las conexiones entre libros, la Biblioteca
resulta una cadena.

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Todo: la historia minuciosa del porvenir, las autobiografías de los arcángeles, el catálogo fiel de
la Biblioteca, miles y miles de catálogos falsos, la demostración de la falacia de esos catálogos,
la demostración de la falacia del catálogo verdadero, el evangelio gnóstico de Basílides, el
comentario de ese evangelio, el comentario del comentario de ese evangelio, la relación verídica
de tu muerte, la versión de cada libro a todas las lenguas, las interpolaciones de cada libro en
todos los libros, el tratado que Beda pudo escribir (y no escribió) sobre la mitología de los
sajones, los libros perdidos de Tácito. (Borges 1999: 92)

Es interesante recordar la idea de que en la red se ha democratizado la creación de


contenido, pero que a la vez esto provoca que exista mucha “basura” y textos cuyas
fuentes no resultan confiables, por ejemplo, para elaborar un texto académico. Sin
embargo, la Biblioteca de Borges también es un receptáculo de lo que, supuestamente,
es lo peor de la humanidad: los miles de catálogos falsos, la demostración de la falacia
de dichos catálogos y la demostración de la falacia del catálogo verdadero.

Insisto: no hay relación sistemática entre la Biblioteca de Babel. Otra razón es que en
Babel la palabra es escrita, en la Red la palabra es digital, es decir, resulta plástica y una
palabra se vuelve una ventana a otra más. Sí, esa entidad minúscula, mientras que en la
Biblioteca sería el cuerpo del libro, y ya no la pequeña huella de la palabra, la que nos
conduzca a otro libro. Sin embargo son cajón para toda expresión del escritor y del
lector. La red y la Biblioteca son cajones o receptáculos con sus unidades: el hipertexto
y el libro. En ambos casos, pese a no coincidir sistemáticamente, representan una idea
borgiana: el Aleph. Si se les ve desde afuera, como dos grandes grupos, se podrá
observar en ellos la vastedad de contenido. Al final de cuentas, más allá de la veracidad
o de la comprobación de la falacia de dicha veracidad, el elemento primordial en Babel
y en la Red es abastecer con información, datos y literatura ambos lugares. Lo contrario
implicaría su muerte.

La idea que le otorgamos de veracidad, o de seguridad, a un libro proviene a la idea que


tenemos del libro: es una obra escrita por un autor, es decir, por un genio que hemos
sacralizado y que damos por seguro que su voz tiene una jerarquía que otros tienen: la
de una autoridad que conoce conceptos y que además sirve de mediador o transmisor de
dichos conceptos. Lo identificamos y sabemos quien es. Por utilizar un concepto
contemporáneo: resulta una marca y confiamos en dicha marca porque funciona o nos
satisface particularmente nuestra necesidad de seguridad.

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Desde la perspectiva de la marca, es decir, con qué identificamos un libro podemos
brincar al tema de la autoría: ¿qué sucede con Borges desde una perspectiva moderna de
autor y qué pasa con Borges desde una perspectiva hipertextual de autor?

Desde una perspectiva moderna, Foucault afirma que el nombre de autor es más que un
elemento discursivo: se relaciona con el discurso: permite clasificarlo, demilitarlo y
oponerlo a otros. El nombre de autor permite identificarlo e individualizarlo: “así es el
estilo de Borges”, “resulta borgiano”. Con lo anterior, se crea una coraza, una unidad
difícil de modificar ya bien sea para proteger lo que el autor quiso expresar en un
momento determinado (pues el autor es eso: un momento determinado) y otras
cuestiones de carácter comercial y jurídico que no entran en este ensayo. Desde la
perspectiva de Foucault hemos podido interpretar qué buscaba Borges con la Biblioteca
de Babel, dónde se cruza con las características del hipertexto y dónde no. Es decir: la
idea de Foucault del autor sirve, y éste sería el lado amable del mismo rostro, para
protegerlo contra una hermenéutica no ajustada, desmedida.

Foucault habla de la muerte del autor, pero conocer y estudiar esos espacios vacíos que
deja la noción burguesa del autor y por cuáles son las nociones por las que se llena ese
espacio. Si nos fijamos en ese espacio vacío resulta que Borges es, desde la literatura, el
padre del hipertexto y fue él el inspirador directo de la Red. Lo anterior sin tomar en
cuenta que en principio la Red fue un sistema para organizar la información y no, desde
la óptica de la Biblioteca un lugar donde está el saber humano (y saber en un sentido
amplio, no en un sentido selecto y de elite). Si al escritor argentino no se le protege del
todo (esto no quiere decir que no se le dé a conocer entre más lectores) del vacío y de la
mediatización que implica que la interpretación de su obra circule entre los millones de
internautas de la Red sucede que su nombre propio no se modifica, pero podría
sucederle algo similar que a Nietzsche: es cierto que él es quien apuesta por el Super
Hombre, pero esta idea es tan sólo un punto de algo más: de una voluntad de poder. El
reduccionismo al que se presta la Red podría implicar en Borges (arrebatado de su aura
de autor) que se le relacione únicamente con el Aleph y no con un sistema complejo: los
libros, más bien: el saber, resultan una vastedad donde el lector o el ser humano decide
emprender un viaje interminable por éstos y ahí se asombra.

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En resumen: la relación que existe entre la Biblioteca de Babel y el hipertexto y la red,
es aquella donde se encuentran como grupos separados que sirven como cajones de todo
contenido generado por nosotros. Responden al deseo de encontrarse con el otro, pero ni
la biblioteca de Borges ni la red y sus vínculos hipertextuales son causa ni efecto, ni una
adaptación, ni una influencia: la forma en que leemos e interactuamos en ambos lugares
es diferente: las relaciones que hacemos entre los diferentes libros que leamos en la
biblioteca resulta mental; las relaciones que hagamos entre los diferentes artículos,
articulados por los vínculos, resulta en tiempo real y automatizado por un sistema.

Reconocer que en el hipertexto el autor pierde su poder, implica que, en el caso de


Borges, se le asigne creaciones o inspiraciones injustificadas. Efectivamente hay un
vacío en torno a la figura del autor y esto se maximiza en el espacio. Sin duda hay que
revisar los cuentos y lo que ofrece la red y posteriormente ver dónde convergen, dónde
no, qué persiguen y qué no.

3. Conclusión.

La democratización en la red, es decir: mayor participación del usuario-lector en las


redes y contenidos, es un grito de victoria, es decir, de satisfacción por el hecho de que
la información ande por ahí circulando libremente.

Sin embargo no porque la red y sus vínculos hipertextuales se nos presenten como
novedad, y por lo tanto como algo superior, debemos adjudicarles una confianza
inmediata, a ciegas y desmedida. Así como se intenta leer bien, se intenta navegar bien.

De lo anterior se crean familias extrañas con individuos asimétricos: Borges es el padre


de la hipertextualidad. Haciendo a un lado métodos restrictivos de circulación de
contenido, desacralizando figuras que motivan lo anterior, queda un “espíritu” que se
aplica tanto a lo pasado (el libro físico) como a lo novedoso (la red): intentar saber qué
nos quieren decir ambos elementos, conocer sus características y luego encontrar las
coincidencias. Esto para no declarar victoriosamente que algo es resultado de otra cosa.

Lo curioso es que pese a que los laberintos de Borges, y sus senderos que se bifurcan, y
los caminos múltiples de los vínculos intertextuales, pese a ser de materia diferente

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(impresa y digital) apuntan a lo mismos: la utopía de almacenar y coordinar la
cognición humana.

4. Bibliografía.

Borges, Jorge Luis. (1999). Ficciones. España, Biblioteca Borges. Alianza Editorial.

Borges, Jorge Luis (2003). Ficcionario. Una antología de sus textos. México, Fondo de
Cultura Económica.

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http://www.saber.ula.ve/cgiwin/be_alex.exe?
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Vannevar Bush (1946). As we may think, Endless Horizons. Washington, D.C., Public
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Hipertexto. La convergencia de la teoría crítica contemporánea y la tecnología. Paidós,
Colección Hipermedia 2.

Vásquez Roca, Adolfo. El Hipertexto y las Nuevas Retóricas de la Posmodernidad.


Revista Latinoamericana de Filosofía Aplicada [Revista electrónica] Recuperado el 13
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Vásquez Roca, Adolfo. Internet, espacios virtuales y reconfiguración del autor.


Homines.com Portal de Arte y Cultura. Recuperado el 10 de julio de
http://homines.com/palabras/internet_espacios_virtuales/index.htm

Portal del Diccionario de la lengua española http://www.rae.es

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