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EL PLAN DE DIOS PARA LA FAMILIA

1. EL PLAN DE DIOS PARA LA FAMILIA: INTRODUCCION


14
Por esta razón me arrodillo delante del Padre, 15 de quien recibe nombre toda
familia[a] en el cielo y en la tierra.16 Le pido que, por medio del Espíritu y con el
poder que procede de sus gloriosas riquezas, los fortalezca a ustedes en lo íntimo
de su ser,17 para que por fe Cristo habite en sus corazones. Y pido que, arraigados
y cimentados en amor,18 puedan comprender, junto con todos los *santos, cuán
ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo; 19 en fin, que conozcan ese
amor que sobrepasa nuestro conocimiento, para que sean llenos de la plenitud de
Dios.20 Al que puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos
o pedir, por el poder que obra eficazmente en nosotros, 21 ¡a él sea la gloria en la
iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos!
Amén. Efesios 3:14-19, 20, 21.

Cuando el Apóstol Pablo escribió a los cristianos de Efeso (Efesios 3:14-19),su


oración por ellos nos revela la actitud de su corazón y aun la actitud de Dios con
respecto a la familia.

En estos tiempos de tanta presión y ataque contra la unidad familiar, necesitamos


recordar que Dios suple todo lo necesario para que nuestras familias sean todo
aquello para lo cual El las creó. Cada familia recibe su identidad de Dios;
mediante su elección, adquiere su nombre; por la fortaleza de su Espíritu, es
sostenida; y por las riquezas de su gloria, adquiere plenitud.

Dios nos dice que la clave para nuestras relaciones, tanto con El como con los
demás, es dejar que Cristo viva en nuestros corazones, por la fe. Es su vida en
nosotros lo que hace posible que Dios cumpla su voluntad y propósito en nuestras
familias. Cuando Cristo habita en nuestros corazones, somos enraizados y
cimentados en el amor. Dios nos da, aunque en forma humana y limitada, un
entendimiento de El y de su reino; de su grandeza, de su mente, de su visión y de
sus designios.

Pablo ora para que lleguemos a conocer “el amor de Cristo que excede a todo
conocimiento”. Con toda seguridad, el solo conocimiento nunca nos llevará al
lugar que Dios quiere que lleguemos como personas y como familias. La clave
para una vida de éxito juntos nos viene como resultado de mucho conocimiento, ni
de seguir al pie de la letra ciertas instrucciones. La única forma de satisfacer
nuestros más profundos anhelos y nuestras mayores necesidades es a través de
Dios mismo, mediante el amor que El nos provee en su Hijo. Por esto Pablo ora
para que seamos llenos de toda la plenitud de Dios. ¡Eso es lo que debemos
desear para nuestros matrimonios y nuestras familias!. A medida que Dios llena
nuestras vidas y nuestras relaciones, reflejaremos su imagen, según El lo ha
planeado. En un mundo que busca soluciones, métodos e información, Dios nos
llama a buscarlo a El, a conocerlo a El, y a llenarnos con su vida.
Cuando Pablo termina su oración por la iglesia, por la familia (Efesios 3:0,21), nos
da una tremenda razón para tener esperanza y gozo. Con frecuencia observamos
nuestros matrimonios, nuestras familias, y vemos el amor de Cristo evidenciado
en nuestras relaciones. Vemos libertad, seguridad, responsabilidad, Pero en otras
ocasiones encontramos heridas, relaciones inseguras, competencia y dificultades
que son demasiado grandes para superarlas. Y, por lo general, enfrentamos esas
situaciones con sentimientos de culpa, fracaso y desesperanza. Nos damos por
vencidos porque no podemos cambiar lo que queremos. Pero, ¡es aquí donde Dios
puede intervenir y darnos esperanza y mucha confianza! ¡Dios puede hacer lo que
para nosotros es imposible! El es quien provee los recursos de su vida para que
nuestras vidas y relaciones tengan propósito y tengamos plenitud. Dios puede
darnos libertad, satisfacción, y un ministerio cuyos alcances van más allá de
nuestras esperanzas y sueños. Si dejamos que su poder actúe en nosotros,
viviremos en un mundo nuevo, un lugar donde se convertirán en realidad todos los
sueños que hemos tenido para nuestro matrimonio y nuestras familias, y aun
aquellas cosas que ni siquiera nos atrevíamos a soñar.

Es nuestra oración que este estudio de la Biblia reanime su corazón, y le ayude en


el proceso de edificación de su vida, de su matrimonio y de su familia. Que Dios
sea glorificado por la forma cómo usted se entrega más a El y a su prójimo.

2. El MATRIMONIO: Nuestros sueños y los de Dios.


26
y dijo: «Hagamos al *ser humano a nuestra imagen y semejanza. Que tenga
dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo; sobre los animales
domésticos, sobre los animales salvajes,[a] y sobre todos los reptiles que se
arrastran por el suelo.» 27 Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen
de Dios. Hombre y mujer los creó, Génesis 1:26,27

Todos llegamos al matrimonio con esperanzas, sueños y expectativas. Dichas


esperanzas han sido forjadas en nuestro ambiente familiar, y en nuestra relación
con Dios, con la sociedad y con nuestros sentimientos. Sólo nos basta mirar
alrededor para descubrir que la gente se casa por diferentes motivos y, por tanto,
cada uno llega al matrimonio con sus propios sueños.

Para algunos, el romance es la fuerza que los lleva al matrimonio, y es el


ingrediente que hace posible dicha relación. En nuestro mundo de Occidente,
tenemos un punto de vista muy romántico sobre la vida y el matrimonio. Pero el
romance, sin una verdadera entrega, nos lleva a la situación tan común de
“mientras los dos nos amemos” o “mientras tú me ofrezca lo que a mí me
complace, permaneceré contigo”.

Otros ven el matrimonio como un nuevo mundo, en donde esta nueva relación
puede vivírsela libre de los fracasos del pasado. Un lugar donde realizaremos
nuestro destino juntos, dejando a un lado las cosas que nos estorbaban en el
pasado. Pero muy a menudo, después de un corto tiempo, nos damos cuenta que
seguimos siendo la misma persona de antes y comenzamos a reproducir en la
nueva relación los mismos fracasos anteriores.

Con frecuencia, y por causa del mundo en que vivimos, se considera el matrimonio
como un escape a una situación difícil en el hogar. Muchas personas provienen de
hogares donde han sufrido bastante, donde se les hace sufrir por casa fracaso,
donde se les recuerda que no llenan las expectativas, donde se les ha hecho
perder su propia estima. Entonces llegan al matrimonio buscando una vía de
escape, pensando que su propio hogar será diferente. Luego se dan cuenta que
siguen siendo la misma persona y comienzan a multiplicar el mismo dolor, una y
otra vez, en la nueva familia.

Con mucha regularidad, los sueños que tenemos para nuestro matrimonio y
familia se ven amenazados por la realidad de la vida y nuestras esperanzas se
desvanecen por el sentimiento de continuo fracaso.

Nuestros pensamientos y los pensamientos de Dios.

Debemos saber que Dios también tiene sueños para nuestro matrimonio y familia.
El conocer cómo percibe El estas relaciones y la visión que El tiene, nos puede dar
un punto de partida para que comencemos a edificar de acuerdo con su plan.

Dios habló así por medio del profeta Isaías: 8 «Porque mis pensamientos no son los
de ustedes, ni sus caminos son los míos —afirma el SEÑOR—.9 Mis caminos y mis
pensamientos son más altos que los de ustedes; ¡más altos que los cielos sobre la
tierra! Isaías 55:8,9

Dios quiere que su pueblo reconozca que los pensamientos de ellos son
enormemente diferentes a los de El. Lo que sale de ellos es el polo opuesto a lo
que Dios desea. Dios nos invita a cambiar nuestros pensamientos por los de El y
nuestros caminos por los suyos.

En ninguna área de nuestras vidas hay mayor necesidad de conocer el


pensamiento de Dios que en ésta del matrimonio. Es aquí donde necesitamos
aprender a pensar como El y a reaccionar conforme a su voluntad. El mundo nos
invita a vivir en base a lo que nos proporcione más placer, a permanecer juntos
entre tanto la relación contribuya a nuestros objetivos y a tomar decisiones
pensando en nuestros propios deseos. Pero Dios nos llama a una relación de
entrega y fidelidad, a darnos el uno al otro sin reservas ni egoísmo, así como El se
ha dado a nosotros.

Los sueños de Dios con respecto al matrimonio.

En Génesis, capítulo 1, Dios nos expresa sus pensamientos y visión para el


matrimonio.
24
Y dijo Dios: «¡Que produzca la tierra seres vivientes: animales domésticos,
animales salvajes, y reptiles, según su especie!» Y sucedió así.25 Dios hizo los
animales domésticos, los animales salvajes, y todos los reptiles, según su
especie. Y Dios consideró que esto era bueno,26 y dijo: «Hagamos al *ser humano
a nuestra imagen y semejanza. Que tenga dominio sobre los peces del mar, y
sobre las aves del cielo; sobre los animales domésticos, sobre los animales
salvajes, y sobre todos los reptiles que se arrastran por el suelo.»27 Y Dios creó al
ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios.
*Hombre y mujer los creó, Génesis 1:24,25, 26, 27.

Después de crear los animales, encontramos la narración de la creación del


hombre. ¡De nuevo Dios habló y creó al hombre conforme a su palabra!
Dios creó los animales “según su género”. Antes no había animales en la tierra.
Pero con seguridad, la imagen de cómo debía ser cada animal ya estaba en la
mente creativa y eterna de Dios. Y cuando El habló, cada animal surgió
exactamente de acuerdo con esa imagen. Pero cuando Dios creó al hombre, nos
dijo: “Surja el hombre de acuerdo con su especie”. Pues Dios hizo al hombre
conforme a su semejanza, de acuerdo con su propia imagen. Aquí radica todo
nuestro valor y todo nuestro potencial; como personas, hemos sido hechos a la
imagen y semejanza de Dios. Nuestro intelecto, emociones y voluntad reflejan la
imagen de Dios. Nuestra habilidad para reaccionar ante El y ante nuestro prójimo,
son el resultado de que fuimos hechos a su semejanza. Y es a consecuencia de
ello que podemos conocer a Dios y a los demás.

Inmediatamente después de habernos creado a su imagen, nos autorizó para


gobernar. Nos dio autoridad sobre la creación. Esta habilidad de gobernar es un
resultado de haber sido creados a su imagen. Debemos comprender esta relación
entre el haber sido hechos a su imagen y el tener autoridad. Nuestra habilidad de
gobernar nuestras vidas, de tener sentido de autoridad en nuestras relaciones, en
las áreas de ministerio que El nos ha encomendado, son el resultado de haber sido
creados a su imagen. A medida que vamos conociendo más a Dios, podremos
expresar mejor la autoridad de viene de El.

Además, debemos entender que al ejercitar autoridad estamos compartiendo este


ministerio con Dios. Dios no le encomendó el gobierno de la creación únicamente
a Adán; ni tampoco dijo después que Eva le podía ayudar un poquito aquí y otro
allá, si ella se sentía capaz. Este ministerio era una autoridad compartida, la cual
se debía ejercer sobre toda la creación.

3. EL MATRIMONIO: Un ministerio fructífero.


Después de crear a Adán y Eva, Dios los bendijo y les dio un ministerio,
diciéndoles: “Fructificad, multiplicaos y llenad la tierra”. Sabemos que dicho
mandato implica el llenar el mundo de hijos e hijas. Pero, tal vez, en un sentido
más extenso, se trata de colaborar con Dios para llenar el mundo con los frutos de
la vida divina. Dios creó a Adán y Eva singularmente a su imagen; ellos tenían la
marca de la vida de Dios, lo que no ocurría con las demás criaturas. Y, después, El
los colocó en medio de su creación como agentes, como receptores de esa vida
que provenía de El. Estaban allí para llenar el mundo con todo lo que expresaba la
vida de Dios.
21
Pero juro por mí mismo, y por mi gloria que llena[a] toda la tierra, Números 14:21

El ministerio que Adán y Eva debían compartir era: Llenar la tierra con la gloria de
Dios. Este sería el resultado de su relación con Dios y con su cónyuge. Este sería
el medio por el cual se cumplirían los propósitos eternos de Dios.
14
Porque así como las aguas cubren los mares, así también se llenará la tierra del
conocimiento de la gloria del SEÑOR. Habacuc 2:14

Dios los llamó no sólo a llenar la tierra, sino a gobernarla. De nuevo, con Adán y
Eva como agentes, Dios los dirige a gobernar el mundo, para que éste sea su
siervo. Dios deseaba que ellos se relacionaran con el mundo de tal forma que el
mundo respondiera al ministerio de ellos, que el mundo produjera los frutos de la
vida de Dios. Adán y Eva debían vivir en ese ambiente y hacer que el mundo
reflejara los rasgos de la gloria de Dios. Y ahora, como consecuencia de la caída,
el hombre ya no estimula al mundo para que refleje la gloria de Dios, sino que el
mundo ahora refleja nuestra propia muerte. El aire, el agua, la tierra, y todo el
ambiente en que vivimos se ha convertido en un reflejo de la contaminación del
pecado que brota de nuestros corazones.

Después de encomendarle a Adán y Eva que gobernaran ese ambiente, Dios les
dio la abundante provisión del huerto para su sustento. Obtendrían alimento de las
plantas, no sólo para ellos, sino para los animales. Y de nuevo Dios observó su
creación y vio que era “buena”.

Una mayordomía del cultivo.

En el capítulo 2 de Génesis tenemos otro relato de la creación del hombre y de


cómo Dios le asignó un ministerio.

4
Ésta es la historia[a] de la creación de los cielos y la tierra. Cuando Dios el SEÑOR
hizo la tierra y los cielos,5 aún no había ningún arbusto del campo sobre la tierra,
ni había brotado la hierba, porque Dios el SEÑOR todavía no había hecho llover
sobre la tierra ni existía el *hombre para que la cultivara.6 No obstante, salía de la
tierra un manantial que regaba toda la superficie del suelo. Génesis 2:4-6

Al leer este segundo relato de la creación del hombre, vemos inmediatamente que
el primer deseo de Dios para el hombre fue que éste cultivase la tierra. Desde el
comienzo del tiempo Dios quiso que encontráramos propósito como colaboradores
de El en la creación, cultivando la tierra, estimulándola a producir fruto.
7
Y Dios el SEÑOR formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz hálito
de vida, y el hombre se convirtió en un ser viviente.8 Dios el SEÑOR plantó un jardín
al oriente del Edén, y allí puso al hombre que había formado. Génesis 2:7,8

Cuando leemos la creación de los animales, vemos que ellos surgieron, al mandato
de la Palabra de Dios, conforme a la imagen perfecta que Dios tenía en su mente.
Pero con el hombre vemos un relato claro y preciso; Dios tomó un poco de tierra,
le dio forma y sopló en ella aliento de vida y ¡el hombre fue un ser viviente! Se nos
da una descripción de que el huerto era agradable a la vista y que había dos
árboles en medio.
9
Dios el SEÑOR hizo que creciera toda clase de árboles hermosos, los cuales daban
frutos buenos y apetecibles. En medio del jardín hizo crecer el árbol de la vida y
también el árbol del conocimiento del bien y del mal. Génesis 2:9

Después de una descripción más detallada de la belleza y riqueza del huerto del
Edén, leemos que Dios le asignó un ministerio al hombre.
15
Dios el SEÑOR tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que lo cultivara
y lo cuidara, Génesis 2:15
¿Puede usted imaginarse a Dios colocando a Adán en ese huerto e instruyéndole
para que lo cultivara y lo cuidara? ¡Dios, personalmente, estuvo discipulando a
Adán, enseñándole cómo cultivar la tierra y cómo hacerla producir fruto! Dios
desea que el hombre sea su agente, que estimula la tierra para que produzca el
fruto, para que la vida de Dios brote de su creación.

Después de colocar al hombre en el huerto, para que lo cultivara y lo cuidara, Dios


le advirtió que no comiera del árbol del conocimiento del bien y del mal. La
desobediencia les traería muerte segura.
16
y le dio este mandato: «Puedes comer de todos los árboles del jardín,17 pero del
árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer. El día que de él
comas, ciertamente morirás. Génesis 2:16,17

Desde el comienzo del mundo Dios tenía un propósito evangelístico. Su gran deseo
era que el mundo se llenara con su imagen, su vida, su gloria. El nos ha llamado,
a usted y a mí, a participar en este ministerio con El. Y este es el ministerio que
deben compartir esposo y esposa; y es a este honroso ministerio que
respondemos en el matrimonio. En el relato de la institución del matrimonio,
vemos un cuadro de evangelismo-Adán y Eva trabajando como agentes de Dios,
cultivando los frutos de la vida divina en este mundo.

Una herramienta evangelística

En la Biblia leemos con frecuencia que Dios utiliza el matrimonio para describir su
relación con su pueblo, como testimonio ante el mundo. En Isaías 54 Dios se
otorga el título esposo de su pueblo:
5
Porque el que te hizo es tu esposo; su *nombre es el SEÑOR *Todopoderoso. Tu
Redentor es el *Santo de Israel; ¡Dios de toda la tierra es su nombre! Isaías 54:5

En Jeremías capítulo 3 Dios hablo de su pueblo diciéndole que se ha prostituido


por servir a otros dioses:
1
»Supongamos que un hombre se divorcia de su mujer, y que ella lo deja para
casarse con otro. ¿Volvería el primero a casarse con ella? ¡Claro que no!
Semejante acción *contaminaría por completo la tierra. Pues bien, tú te has
prostituido con muchos amantes, y ya no podrás volver a mí —afirma el SEÑOR—. 2
»Fíjate bien en esas lomas estériles: ¡Dónde no se han acostado contigo! Como
un beduino en el desierto, te sentabas junto al camino, a la espera de tus
amantes. Has contaminado la tierra con tus infames prostituciones. Jeremías
3:1,2

Por medio del profeta Oseas, Dios compara, nuevamente, su relación con su
pueblo con un matrimonio; un desposorio de fidelidad:
19
Yo te haré mi esposa para siempre, y te daré como dote el derecho y la
justicia, el amor y la compasión. 20 Te daré como dote mi fidelidad, y entonces
conocerás al SEÑOR. Oseas 2:19,20

Cuando el apóstol Pablo escribió a los efesios (Efesios 5:22-23), utilizó la relación
matrimonial como una imagen de la relación de Cristo con su iglesia. Por medio
de estas descripciones bíblicas observamos que Dios desea que nuestro
matrimonio sea una expresión, ante el mundo, de nuestra relación con El. En
efecto, aparte de la iglesia de Jesucristo, nuestro matrimonio puede ser la principal
y más poderosa herramienta evangelística para comunicarle al mundo la vida y el
amor de Dios. ¿Dónde más se puede hallar entrega, fidelidad, perseverancia en
medio de los fracasos, o perdón, compasión y amor puro y desinteresado
compartido en forma más íntima? Puesto que Dios nos ha llamado a cultivar los
frutos de su vida de su gloria, nuestro matrimonio es la principal herramienta para
cumplir este ministerio. Nuestra relación uno con el otro es como un espejo que
muestra al mundo el amor de Dios.

4. EL MATRIMONIO: Un eterno campo de batalla.


Nuestro matrimonio no es únicamente la principal herramienta para comunicar el
amor de Dios al mundo, sino que también es el blanco de los ataques de Satanás.
En el próximo capítulo analizaremos en detalle el capítulo 3 de Génesis, pero en
este contexto podemos ver una clara progresión en la metodología de Satanás
para destruir el reino de Dios y la unidad familiar. Vemos cómo él tienta a Eva
para que ella se oponga a su esposo y desobedezca a Dios. Al someterse a
Satanás, ella manipula a Adán para que la complazca por encima de la obediencia
que Adán debía al Señor. Y cuando pecó, la intimidad y libertad del matrimonio
quedó gravemente afectada de ahí en adelante.

Y el ataque de Satanás contra la familia ha continuado. Cuando Dios le dio hijos a


Adán y Eva, Caín cayó en pecado y mató a su hermano. El apóstol Pablo nos
señala los resultados del pecado del hombre y de su rebeldía hacia Dios. En su
deseo de gloriarse en sí mismo y rechazar todo lo que provenga de Dios, el
hombre se ha depravado totalmente en cada área de su vida, y en todas sus
relaciones. El final de su degradación es la homosexualidad.
26
Por tanto, Dios los entregó a pasiones vergonzosas. En efecto, las mujeres
cambiaron las relaciones naturales por las que van contra la naturaleza.27 Así
mismo los hombres dejaron las relaciones naturales con la mujer y se encendieron
en pasiones lujuriosas los unos con los otros. Hombres con hombres cometieron
actos indecentes, y en sí mismos recibieron el castigo que merecía su perversión.
Romanos 1:26,27

Las cosas que vemos ocurrir hoy en día en nuestro mundo son el ataque
continuado de Satanás contra la unidad familiar que Dios creó para comunicar su
nombre, su gloria, y su naturaleza al mundo. Lo que estamos viendo como
relaciones sexuales casuales, divorcio, pornografía, aborto, homosexualidad y
relaciones matrimoniales superficiales no son incidentes aislados. Todo esto es
parte del plan de ataque continuado de Satanás, a través de la historia, para
destruir la familia que Dios ha levantado para alabar su nombre.

Debemos darnos cuenta que estamos en medio de una guerra eterna. Nuestras
relaciones familiares son el primer blanco de esta batalla; y, al observar nuestra
sociedad actual, debemos admitir que no estamos batallando con éxito. Cuando
tenemos luchas en nuestro propio matrimonio, ya sea por egoísmo, paredes que
impiden la comunicación, falta de perdón, falsas prioridades, debemos ver todo
esto como parte del ataque eterno de Satanás tratando de destruir lo que Dios
desea edificar para su gloria. La forma como reaccionamos hacia los demás tiene
repercusiones eternas. Importa mucho la forma cómo vivimos en el mundo. O nos
sometemos a los ataques de Satanás contra la familia, o demostramos el carácter
de Dios, su naturaleza y su amor.

Esperanza en una nueva creación

Cuando examinamos los principios de Dios para el matrimonio, nos viene la


sensación de que “no estamos capacitados” para ello. ¿Quién se cree capaz de
llevar a cabo semejante ministerio? ¿Quién no ha fracasado en su responsabilidad
con el cónyuge o con los hijos? Sólo Dios, quien puede actuar “mucho más
abundantemente de lo que pensamos o esperamos” puede realizar este ministerio
en el mundo, a través de nosotros.

A Satanás le agradaría mucho esconder estos principios bíblicos que nos revelan el
propósito de Dios para el matrimonio y la familia, y convencernos de que no
tenemos esperanza. Hemos tratado y hemos fracasado, nos dirá Satanás, una y
otra vez, e intentará neutralizarnos en medio de la batalla, quitándonos toda
esperanza. ¿Qué es lo que nos da esperanza aunque reconocemos nuestra
debilidad y tendencia al fracaso? ¿Podemos aún ser usados por Dios para moldear
familias que glorifiquen su nombre? Dios le reveló a Isaías cómo es que El continúa
creando vida en este mundo.
10
Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo, y no vuelven allá sin regar
antes la tierra y hacerla fecundar y germinar para que dé semilla al que siembra y
pan al que come,11 así es también la palabra que sale de mi boca: No volverá a mí
vacía, sino que hará lo que yo deseo y cumplirá con mis propósitos. Isaías
55:10,11

Así como Dios creó el mundo mediante el poder de su palabra, El crea vida en su
gente por las palabras que nos ha hablado. Satanás se agradaría mucho en
destruirnos para siempre, mostrándonos todo lo que somos, nuestros fracasos del
pasado, las debilidades de nuestras relaciones, y la tendencia a repetir los mismos
errores. Satanás nos dice que no seremos diferentes, que nuestras relaciones
nunca cambiarán. ¡Pero es en estos momentos cuando Dios viene y nos trae
esperanza! Hay esperanza porque tenemos un Dios que puede impartir vida en
aquellas áreas donde ahora no hay vida- en nuestras relaciones, en nuestros
fracasos. Dios imparte vida a quienes le responden. Es por esto que continuamos
teniendo esperanza- su palabra. Constantemente Dios nos está transformando, a
nosotros y a nuestras familias. ¡Nos hace una nueva creación por medio de su
palabra y de su Espíritu!.

5. EL MATRIMONIO: Una visión para las generaciones


futuras.
El plan de Dios es para todas las generaciones. Cuando El llama a las familias, es
porque desea levantar nuevas generaciones que alaben su nombre. Esta es la
herencia que debemos dejar a nuestros hijos.
1
Pueblo mío, atiende a mi *enseñanza; presta oído a las palabras de mi boca. 2
Mis labios pronunciarán *parábolas y evocarán misterios de antaño,3 cosas que
hemos oído y conocido, y que nuestros padres nos han contado. 4 No las
esconderemos de sus descendientes; hablaremos a la generación venidera del
poder del SEÑOR, de sus proezas, y de las maravillas que ha realizado. Salmo 78:1-
4.

Dios nos llama a que le contemos a las generaciones futuras las alabanzas del
Señor, y las maravillosas obras que El ha hecho. De esta forma no sólo nuestra
familia, sino también los hijos de nuestros hijos cultivarán para que produzcan los
frutos de la vida de Dios.
5
Él promulgó un decreto para Jacob, dictó una *ley para Israel; ordenó a nuestros
antepasados enseñarlos a sus descendientes,6 para que los conocieran las
generaciones venideras y los hijos que habrían de nacer, que a su vez los
enseñarían a sus hijos. 7 Así ellos pondrían su confianza en Dios y no se olvidarían
de sus proezas, sino que cumplirían sus mandamientos. 8Así no serían como sus
antepasados: generación obstinada y rebelde, gente de corazón fluctuante, cuyo
espíritu no se mantuvo fiel a Dios. Salmo 78:5-8.

Estamos viviendo en medio de una generación que no ha preparado su corazón


delante del Señor. Este siglo se ha caracterizado por la desobediencia y la
rebeldía. El ministerio al cual Dios nos ha llamado es preparar el corazón de esta
generación para que sean fieles a Dios. Que Dios nos dé la gracia de serle fieles en
este llamado tan importante.
24
Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos
se funden en un solo ser. Génesis 2:24.

6. EL MATRIMONIO: Y Dios dijo que era bueno.


Estamos estudiando el plan de Dios para el matrimonio- una relación donde los
frutos de la vida de Dios deben fluir hacia el cónyuge, hacia los hijos y hacia el
mundo. Este es el plan de Dios para nosotros, sus agentes llamados a cultivar la
vida de Dios en este mundo, de tal manera que responsa a El, y dé fruto que
permanezca. En esto Dios es glorificado.

Una ayuda idónea

Mientras continuamos con nuestro estudio del matrimonio según Génesis 2,


encontramos unas afirmaciones sorprendentes:
18
Luego Dios el SEÑOR dijo: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle
una ayuda adecuada.» Génesis 2:18.

En el relato de la creación, en Génesis, vemos que continuamente se repite la


palabra “bueno” cuando Dios observa lo que ha creado. Y ahora, por primera vez
en toda la creación, Dios dice que algo “no es bueno”. No es bueno que el hombre
esté solo. En este relato de la institución del primer matrimonio, el primer
pensamiento de Dios es el de compañerismo, comunión entre Adán y otra
persona. Y de acuerdo con esta necesidad, Dios procedió a hacer “una ayuda
idónea” para Adán.

¿Necesita Adán una ayudante? ¡Cuán a menudo la Biblia está en contraste con los
conceptos de nuestra cultura! Casi nunca pensamos que un hombre necesita
ayuda; sólo en aquellas “cosas sin importancia”, como cocinar y asear. En nuestra
sociedad creemos que un hombre puede desenvolverse muy bien solo. Hemos
llegado a creer que el hombre no tiene necesidades, pues es fuerte, autosuficiente
y puede manejar cualquier situación; sus emociones están bajo control, nunca
pierde. Pero cuando pensamos en la mujer, ¡ella sí necesita ayuda! Ella necesita
quien le ayude a controlar sus emociones, que la proteja en este mundo, que tome
decisiones por sí mismo, que administre el dinero, que arregle el carro, etc. Pero
no debemos equivocarnos, pues cuando Dios instituyó el matrimonio, era el
hombre quien necesitaba una “ayuda”.

En nuestra cultura, la palabra “ayuda” no es muy bien recibida. Pensamos que


quien ayuda es una persona con pocas habilidades, pero que está ahí para aportar
un poco mientras el otro realiza tareas más importantes. Cuando pensamos en
“ayuda” no imaginamos a alguien que realiza trabajos insignificantes, para hacerle
la vida más fácil a otro. Esto, por supuesto, no es la clase de “ayuda” a la que
Dios se refiere para la esposa. La palabra “ayuda" a la que Dios se refiere para la
esposa. La palabra “ayuda “es una de las más exaltadas en la Biblia. Con mucha
frecuencia Dios se refiere a sí mismo como el “ayudador” de su pueblo (Salmo
54:4, Isaías 41:14). Este es, por tanto, un ministerio tan digno que la mujer debe
desempeñar con relación al esposo; es el mismo ministerio de Dios.
19
Entonces Dios el SEÑOR formó de la tierra toda ave del cielo y todo animal del
campo, y se los llevó al hombre para ver qué *nombre les pondría. El hombre les
puso nombre a todos los seres vivos, y con ese nombre se les conoce. 20 Así el
hombre fue poniéndoles nombre a todos los animales domésticos, a todas las aves
del cielo y a todos los animales del campo. Sin embargo, no se encontró entre
ellos la ayuda adecuada para el hombre. Génesis 2:19,20.

Después de crear todos los animales, Dios los puso delante de Adán y éste les dio
nombre. Si tenemos la idea de que el primer hombre tenía poca inteligencia, este
cuadro cambia nuestro concepto. Adán era lo suficientemente inteligente para dar
nombres a todos los animales. Pero también vemos cómo Dios estaba formando
en Adán el sentido de necesidad. Todos los animales tenían su pareja, pues eran
macho y hembra. Y cuando esta necesidad creció, Adán vio que su pareja no
podría ser un animal; no había “complemento perfecto” ahí. Dios crearía una, que
correspondiera perfectamente a las necesidades de Adán.

Un santuario para el corazón de Adán


21
Entonces Dios el SEÑOR hizo que el hombre cayera en un sueño profundo y,
mientras éste dormía, le sacó una costilla y le cerró la herida.22 De la costilla que
le había quitado al hombre, Dios el SEÑOR hizo una mujer y se la presentó al
hombre, Génesis 2:21,22.
Fue Dios quien vio primero la necesidad que Adán tenía de una “ayuda”, y fue
Dios quien tomó la iniciativa de suplir dicha necesidad. El hizo caer a Adán en un
profundo sueño y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, formó una
mujer y se la trajo a Adán.

Con frecuencia hemos escuchado la explicación de que Dios no hizo a Eva de la


cabeza de Adán para que ella lo gobernara; y que tampoco la hizo de los pies de
él, para que fuera su esclava. Pero, ¿qué nos quiere enseñar Dios al formar a Eva
de una costilla de Adán? Las costillas forman una coraza que protege nuestros
órganos vitales, guardan el corazón. ¡Y este sería el ministerio de Eva en relación
con su esposo-ella debería proteger el corazón de él!

Ahora podemos comprender mejor qué clase de “ayuda idónea” necesitaba Adán
cuando Dios instituyó el matrimonio. El necesitaba alguien que le protegiera el
corazón. Cuando observamos la imagen con la cual muchos hombres luchan hoy
en día, encontramos un grave conflicto. La mayoría de los hombres no creen que
necesiten protección para su corazón, ni que éste es el ministerio que Dios le
asignó a las esposas. En casi todos los casos, cuando un hombre lucha con sus
emociones, trata de dejarlas muy dentro, de ocultarlas, ya se trate de fracasos en
el trabajo o en sus relaciones. Su primer pensamiento no es ir al lado de su
esposa en busca de protección para su corazón.

Para que la esposa pueda desempeñar este ministerio en la vida de su esposo, él


debe abrir su corazón ante ella. Debe sentirse libre (y esta libertad se logra en la
relación) para compartir sus sentimientos, sus temores, sus ansiedades, sus
fracasos. Sólo entonces podrá la esposa convertirse en un refugio seguro, tal
como Dios lo planeó. Qué tremenda visión la que Dios le da a la mujer: ser un
santuario para el corazón de su esposo.

7. EL MATRIMONIO: Liderazgo y sujeción.


En nuestro mundo actual estamos dominados por la mentalidad del “cómo
hacerlo”. Cuando comenzamos a comprender el plan de Dios para nuestras vidas,
la forma como El desea que nos relacionemos el uno con el otro, guardamos la
esperanza de que nos dé una serie de pasos sencillos que nos lleven a
convertirnos en esa clase de personas. Pero no existe esa enseñanza en la Biblia.
No encontramos el ella “los diez pasos hacia un matrimonio feliz”. No hay un
proceso simple que nos lleve a obtener siquiera un éxito aparente. Únicamente
por medio de su Espíritu, de la palabra que El nos habla, y del nuevo hombre que
El va formando en nosotros, podremos vivir en la forma que El desea que vivamos.

A medida que aprendemos de Dios, nuestras relaciones matrimoniales estarán


más y más controladas por las actitudes de Dios. El amor de Dios tuvo su más
clara expresión cuando envió a su Hijo para que mediante su muerte, nosotros
recibiéramos vida. Allí Dios demostró su corazón de siervo. Cristo es el “modelo”
para nuestro matrimonio. Tanto el papel del esposo como el de la esposa se limita
a ser servidores el uno del otro. Cuando nuestras relaciones están dominadas por
esa actitud, nuestras vidas llegarán a ser todo lo que Dios desea que sean,
especialmente en el matrimonio.

Una actitud de sumisión

Aunque está muy claro que el esposo es la cabeza de la esposa, la mayoría de los
versículos que se refieren al matrimonio se dirigen a la esposa. Es ella quien crea
el ambiente donde se desarrollan las relaciones. Pero también es claro que esta
actitud de sumisión no se aplica sólo a ella. Cuando Pablo enseñaba a la iglesia de
Efeso, les decía que el cuerpo de Cristo debía fundamentar sus relaciones en la
sumisión>

18
No se emborrachen con vino, que lleva al desenfreno. Al contrario, sean llenos
del Espíritu.19 Anímense unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales.
Canten y alaben al Señor con el corazón,20 dando siempre gracias a Dios el Padre
por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. 21 Sométanse unos a otros,
por reverencia a Cristo. Efesios 5:18-21

En ningún momento, en el cuerpo de Cristo, se puede decir que una persona deba
someterse a todas las demás, sin que haya otras que también se sometan a ella.
Dios nos llama a someternos “el uno al otro”. Es mediante esta actitud que
podemos dar y recibir unos de otros. Además, esta actitud es la clave para
obtener crecimiento de las relaciones matrimoniales. Aún Cristo, el Hijo de Dios,
vivió en sumisión a su Padre.
30
Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta; juzgo sólo según lo que oigo, y mi
juicio es justo, pues no busco hacer mi propia voluntad sino cumplir la voluntad
del que me envió. Juan 5:30

Cuando Dios dice que la esposa se debe someter al esposo, ella está siguiendo el
ejemplo de Cristo, en su relación con el Padre.
22
Esposas, sométanse a sus propios esposos como al Señor.23 Porque el esposo es
cabeza de su esposa, así como Cristo es cabeza y salvador de la iglesia, la cual es
su cuerpo.24 Así como la iglesia se somete a Cristo, también las esposas deben
someterse a sus esposos en todo. Efesios 5:22-24

Así como la esposa se somete al Señor, también debe someterse al esposo. En


efecto, la sumisión de ella al esposo es un reflejo de su sumisión al Señor.

La enseñanza de la carta a los Efesios se aplica principalmente a la iglesia. Y el


ejemplo del matrimonio sirve para dar una imagen de la relación de Cristo con la
iglesia. Así como Cristo es la cabeza de la iglesia, el esposo es cabeza de la
esposa. Cuando una esposa se somete al esposo, le está demostrando al mundo
cómo la iglesia se relaciona con Cristo. Este es un claro ejemplo de autoridad y
dirección.
Con frecuencia nos preguntamos: ¿Hasta qué punto debe llegar esa sumisión? ¿En
qué momento no me debo someter? La respuesta está en la Biblia. Cuando la
autoridad entra en conflicto con la palabra de Dios, la desobediencia entra en tela
de juicio. Pero debemos recordar lo que dice la Biblia:
3
Ahora bien, quiero que entiendan que Cristo es cabeza de todo hombre,
mientras que el hombre es cabeza de la mujer y Dios es cabeza de Cristo. 1
Corintios 11:3

Como ya se mencionó, la sumisión no es únicamente para la mujer. Cristo es la


cabeza de todo varón. Y un hombre que no está sometido a Cristo no tiene
derecho a exigir sumisión de la esposa. Esto no quiere decir que ella no deba
someterse, sino que el esposo rebelde ha perdido el derecho de exigir sumisión a
su esposa.

14
El amor de Cristo nos obliga, porque estamos convencidos de que uno murió por
todos, y por consiguiente todos murieron.15 Y él murió por todos, para que los que
viven ya no vivan para sí, sino para el que murió por ellos y fue resucitado. 2
Corintios 5:14,15

Cuando un esposo sigue el ejemplo de Cristo, y trata a la esposa con amor, ella se
someterá más fácilmente. Según lo enseña Pablo, el objetivo de Cristo es hacer
que todos nuestros objetivos estén sometidos a él, y que ya no vivamos para
nosotros mismos sino para él. Y Cristo murió precisamente para que llegáramos a
dicha sumisión. El amor de Cristo nos lleva a someternos a él. Si un esposo ama
a su esposa con esta clase de amor, la reacción de la esposa será someterse.

El ejemplo supremo de Cristo

En 1 Pedro, capítulos 2 y 3, el apóstol Pedro nos indica una serie de relaciones de


sumisión que debemos tener presentes en este mundo. En ese entonces Pedro le
escribía a un grupo de personas que habían perdido sus hogares, familias,
negocios y esperanzas en este mundo, pues habían sido perseguidos, y estaban
como extraños en su propio ambiente.
11
Queridos hermanos, les ruego como a extranjeros y peregrinos en este mundo,
que se aparten de los deseos pecaminosos[a] que combaten contra la *vida.12
Mantengan entre los incrédulos[b] una conducta tan ejemplar que, aunque los
acusen de hacer el mal, ellos observen las buenas obras de ustedes y glorifiquen a
Dios en el día de la salvación. 1 Pedro 2:11,12

Lo que Pedro está describiendo es una actitud de sumisión ante el mundo, la cual
traerá gloria a Dios. El nos dice que, por cuanto somos de Cristo, debemos
someternos a las autoridades. Luego dice que el siervo debe someterse a su
señor, aunque su señor sea injusto. La máxima expresión de sumisión, dice Pedro,
fue Cristo mismo
21
Para esto fueron llamados, porque *Cristo sufrió por ustedes, dándoles ejemplo
para que sigan sus pasos. 22 «Él no cometió ningún pecado, ni hubo engaño en su
boca.» 23 Cuando proferían insultos contra él, no replicaba con insultos; cuando
padecía, no amenazaba, sino que se entregaba a aquel que juzga con justicia. 1
Pedro 2:21-23

Jesucristo se sometió a los hombres en el juicio y la crucifixión. No devolvió mal a


sus perseguidores, sino entregó su vida en manos del Padre. Como resultado de
su obediencia y sumisión, él llevó nuestros pecados, sanó nuestras vidas y
restauró nuestra relación con Dios.

Confianza y sumisión

Pedro exhorta a que las mujeres tengan ese mismo espíritu en sus relaciones con
los esposos.
1
Así mismo, esposas, sométanse a sus esposos, de modo que si algunos de ellos
no creen en la palabra, puedan ser ganados más por el comportamiento de
ustedes que por sus palabras,2 al observar su conducta íntegra y respetuosa. 1
Pedro 3:1,2.

Ahora que comenzamos este tercer capítulo, deberíamos preguntarnos: ¿En qué
manera debe la esposa someterse al esposo? ¡Pues siguiendo el ejemplo de
Cristo! El es su “modelo de vida”. Esta respuesta tiene dos aspectos: uno, en la
forma como El si sometió a los hombres, la esposa debe someterse al esposo; el
otro, así como Cristo se sometió al Padre, ella debe someterse a Dios.

Si Dios no se hubiera entregado primero al Padre, nunca hubiera podido


someterse a los hombres en su juicio y crucifixión. Lo mismo ocurre con la
esposa; si ella no se entrega primero a Dios, no tendrá libertad para someterse al
esposo.

Pero hay esperanzas para la esposa que está en desobediencia. Puede que el
hombre no sea cristiano, pro no está obedeciendo a Dios en esta área. Este
hombre puede ser ganado por medio del comportamiento de ella. Y dicho
comportamiento implica ser “casta y respetuosa”. Esto significa también ser
“pura y reverente”. No debe manipular al esposo; el amor de ella debe nacer de
motivos puros, porque se somete primero a Dios. Y Dios quiere que ella se
someta al esposo, y si ella quiere obedecer a Dios, se someterá al esposo. Ella
hace un trato con Dios: promete someterse al esposo, pero no para obtener algo a
cambio. Aunque él nunca llegue a ser el hombre que Dios quiere que él sea, aun
así ella continuará sometiéndose a su esposo, solamente por obediencia a Dios.

Dios dice que el hombre puede ser ganado “sin palabra”. Qué importante que la
mujer reconozca que su poder no está en las palabras, sino en su espíritu. Pedro
enfatiza que lo importante no es lo exterior, sino lo interior:
3
Que la belleza de ustedes no sea la externa, que consiste en adornos tales como
peinados ostentosos, joyas de oro y vestidos lujosos.4 Que su belleza sea más bien
la incorruptible, la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu
suave y apacible. Ésta sí que tiene mucho valor delante de Dios. 1 Pedro 3:3,4

La belleza de la mujer no radica en su apariencia externa, sino en la personalidad,


en lo interno. Dios no desea que la preocupación de la mujer sea únicamente en
el atractivo físico- - el peinado, el maquillaje, la ropa, las joyas—sino que cultive la
belleza interna, la cual Pedro describe como “un espíritu afable y apacible”. Dios
tiene un punto de vista diferente al que el mundo nos impone. Lo que es
importante para la gente desaparece con el tiempo. Lo que es valioso para Dios,
aumenta con los años y nunca desaparece. El poder que una mujer tiene para
atraer a su esposo crece desde dentro. Pedro explica más acerca de este espíritu,
añadiendo:
5
Así se adornaban en tiempos antiguos las *santas mujeres que esperaban en
Dios, cada una sumisa a su esposo. 1 Pedro 3:5

Esta es otra explicación de lo que significa tener un espíritu “afable y apacible”.


Puesto que estas mujeres pusieron todas las esperanzas en Dios, y no en sus
esposos, estaban libres para someterse a ellos. Pedro no está hablando de ser
apacible en palabras. Estas mujeres podrían expresar sus pensamientos, ideas y
preguntas, pero la diferencia es que no reaccionaban contra el esposo. Eran
apacibles en espíritu, porque esperaban en Dios.

8. LA DESOBEDIENCIA: El conflicto en el huerto.


Puesto que el deseo de Satanás era destruir la familia de Dios había instituido, él
vino a Eva y la tentó haciendo que dudara de la palabra de Dios.
1
La serpiente era más astuta que todos los animales del campo que Dios el SEÑOR
había hecho, así que le preguntó a la mujer: —¿Es verdad que Dios les dijo que no
comieran de ningún árbol del jardín? Génesis 3:1

Satanás quería que Eva especulara sobre la posibilidad de que Dios se estaba
reservando algo bueno para así mismo. Parecía que Eva era sincera en su deseo
de hacer lo bueno, pero en su respuesta añadió algo a la palabra de Dios.
2
—Podemos comer del fruto de todos los árboles —respondió la mujer—.3 Pero, en
cuanto al fruto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: "No
coman de ese árbol, ni lo toquen; de lo contrario, morirán." Génesis 3:2,3
Dios nunca le había dicho a Eva que no tocara el árbol. Ella puso su confianza en
lo que ella añadió a la palabra de Dios. (Ella pensó: “Si Dios dice que no coma de
ese árbol, mejor será ni siquiera tocarlo para estar más segura”). Luego, Satanás
contradijo directamente la palabra de Dios.

4
Pero la serpiente le dijo a la mujer: —¡No es cierto, no van a morir! 5 Dios sabe
muy bien que, cuando coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y llegarán a ser
como Dios, conocedores del bien y del mal. Génesis 3:4,5

Satanás vino a Eva como si él fuera el encargado de revelarle a Eva los planes de
Dios. Si obedecía a Satanás, Eva alcanzaría todo su potencial y llegaría ser como
Dios, conociéndolo todo: el bien y el mal.
6
La mujer vio que el fruto del árbol era bueno para comer, y que tenía buen
aspecto y era deseable para adquirir sabiduría, así que tomó de su fruto y comió.
Luego le dio a su esposo, y también él comió. Génesis 3:6

Al observar el árbol y especular acerca de la tentación que Satanás le proponía,


Eva sintió un deseo cada vez mayor por probar el fruto. Hasta que finalmente
comió de él y le ofreció a Adán. Y él también comió. Las Escrituras nos dicen que
Eva fue engañada, pero Adán comprendió su acción y las implicaciones de su
desobediencia.
14
Además, no fue Adán el engañado, sino la mujer; y ella, una vez engañada,
incurrió en pecado. 1 Timoteo 2:14

Desnudos y avergonzados

Inmediatamente después que pecaron, la naturaleza de su relación cambió. Antes


se sentían libres para estar “desnudos y no avergonzados” en presencia del otro.
Ahora se veían desnudos y querían cubrirse. Ya no tenían la libertad de exponerse
como personas con debilidades y fortalezas en lo físico, emocional, intelectual y
espiritual. Como consecuencia de su desobediencia, sólo querían mostrar aquellas
áreas en las cuales estaban seguros de ser aceptados, pero ocultaban lo que
pensaban que el otro iba a rechazar. Los delantales de hojas son un símbolo de su
relación.
7
En ese momento se les abrieron los ojos, y tomaron conciencia de su desnudez.
Por eso, para cubrirse entretejieron hojas de higuera. Génesis 3:7

Dios desea, en lo profundo de su corazón, restaurar nuestros matrimonios, a tal


punto que volvamos a experimentar la libertad que tenían Adán y Eva antes del a
caída—desnudos y no avergonzados. A partir de la entrada del pecado a la raza
humana, la dinámica de todas las relaciones cambió por completo. En nuestras
reacciones hacia los demás se refleja la desobediencia de Adán y únicamente Dios
puede restaurar estas relaciones mediocres y superficiales.
Debemos reconocer que la naturaleza pecaminosa nos hace escondernos unos de
otros. El ser abiertos y transparentes no es parte de nuestra tendencia natural,
como tampoco lo es compartir nuestros fracasos. Nuestro primer pensamiento no
es el de compartir con el cónyuge dichas áreas débiles para que el otro nos ayude
y ore por nosotros. Debemos aprender a vivir de esta forma si es que en realidad
ya somos redimidos. Y para adoptar este estilo de vida debemos esforzarnos
diligente, e inteligentemente, en oración, siendo sensitivos y compasivos con el
otro.

8
Cuando el día comenzó a refrescar, oyeron el *hombre y la mujer que Dios
andaba recorriendo el jardín; entonces corrieron a esconderse entre los árboles,
para que Dios no los viera.9 Pero Dios el SEÑOR llamó al hombre y le dijo: —¿Dónde
estás? 10 El hombre contestó: —Escuché que andabas por el jardín, y tuve miedo
porque estoy desnudo. Por eso me escondí. Génesis 3:8-10

Adán y Eva no sólo se escondieron el uno del otro, sino también de Dios. Cuando
Dios los buscó, ellos estaban escondidos entre los árboles del huerto. Aquí vemos,
una vez más, que la característica del pecado es hacernos esconder, cubrirnos de
la presencia del otro. Y dichas tendencias se hace más evidente cuando estamos
en la presencia de un Dios santo y justo. Y, cuando Dios llamó a Adán, vemos en
su respuesta cómo las devastadoras consecuencias del pecado ya habían echado
raíces en Adán. “Mi culpa fue descubierta y tuve miedo, y lo único que se me
ocurrió hacer fue esconderme”. Temor, culpa, ocultarse, ese es el estado de
nuestras vidas después de la caída. Nuestra única esperanza está en que Dios
trae redención a nuestras vidas.

11
—¿Y quién te ha dicho que estás desnudo? —le preguntó Dios—. ¿Acaso has
comido del fruto del árbol que yo te prohibí comer? 12 Él respondió: —La mujer que
me diste por compañera me dio de ese fruto, y yo lo comí. 13 Entonces Dios el
SEÑOR le preguntó a la mujer: —¿Qué es lo que has hecho? —La serpiente me
engañó, y comí —contestó ella. Génesis 3:11-13

Cuando Dios confrontó a Adán, le hizo reconocer inmediatamente su pecado y


desobediencia. Adán no aceptó su responsabilidad. Le echó la culpa a Eva.
Inclusive se da la impresión, en el versículo, de que Dios también es responsable
de lo ocurrido. “La mujer que me diste”, le dijo Adán a Dios, “fue la que me incitó
a comer”. Y Eva, de igual manera, tampoco aceptó su culpa. Dijo que había sido
por causa de Satanás. Luego Dios confrontó a Satanás y anunció a Adán y Eva los
efectos de la desobediencia, tanto en sus vidas como en sus ministerios.
14
Dios el SEÑOR dijo entonces a la serpiente: «Por causa de lo que has
hecho, ¡maldita serás entre todos los animales, tanto domésticos como
salvajes! Te arrastrarás sobre tu vientre, y comerás polvo todos los días de tu
vida. 15 Pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y la de ella; su
simiente te aplastará la cabeza, pero tú le morderás el talón.» Génesis 3:14,15
La serpiente, Satanás, el “lucero” de increíble belleza, tendría que caminar sobre
su vientre y comer polvo. Y cuando Dios describió la enemistad que habría entre
la simiente del enemigo y la de la mujer, nos da la primera promesa de la venida
del Redentor. ¡Jesucristo es la simiente de la mujer, quien al morir en la cruz
aplastaría la cabeza de Satanás! Aún antes de anunciarle a Adán y Eva las
consecuencias del pecado, los efectos de la maldición, Dios les mostró la visión de
la Redención y del nuevo pacto que restauraría la relación con EL.

9. LA DESOBEDIENCIA: Los efectos de la maldición y


la mujer.
16
A la mujer le dijo: «Multiplicaré tus dolores en el parto, y darás a luz a tus hijos
con dolor. Desearás a tu marido, y él te dominará.» Génesis 3:16

Cuando Dios confrontó a Eva, se basó en lo que ella había hecho y asimismo los
efectos de dicha desobediencia fueron multiplicados. Ella había mirado el fruto del
árbol del conocimiento del bien y del mal, y por esto le creyó a Satanás. Ese fruto,
pensó ella, le daría completa satisfacción. Ahora Dios aplicó la maldición al fruto
de la vida de ella. “Daría a luz” a sus hijos con dolor.

Sabemos que el parto es un proceso doloroso para la mujer, pero la idea abarca
mucho más. Dios está describiendo todo el proceso, tanto el dar a luz como la
crianza, todo lo cual traerá dolor a la mujer. Esto no quiere decir que los hijos no
son motivo de alegría y felicidad para la madre; sino que, la labor de la mujer será
difícil y le causará sufrimientos. Ella se identifica tan íntimamente con los hijos,
que cada sufrimiento y fracaso de ellos también lo vive ella. Ella tiene un
ministerio diferente al del esposo, por esto las crisis de sus hijos también las
experimenta ella. Cada dolor, fiebre, problema escolar, dificultades durante el
noviazgo, altibajos financieros, fracasos en las relaciones; en fin, cada situación
difícil de los hijos también le causa sufrimiento a ella.

Esta identificación de la madre con los problemas de los hijos, también trae
tensión a su relación con el esposo; pues él no siempre comprende por qué cada
pequeño o grave detalle de ellos le afecta tanto a ella. Y ella, a su vez, comienza
a pensar por qué será que el esposo no demuestra mucho interés o preocupación
por los problemas de los hijos. Ella cree que él es insensible, o que no se identifica
tanto como debiera, con las necesidades de los hijos. Y aquí vemos, una vez más,
las consecuencias de la desobediencia en las relaciones matrimoniales. Por ello es
tan importante que justos, como pareja, experimenten la redención.

Cuando Dios hablaba con Eva le mencionó, en forma directa, lo que ocurriría en
sus relaciones con Adán. Cuando fue tentada, ella pensó que estaba haciendo lo
correcto. Ella miró el fruto, y creyó que ese era el medio para obtener crecimiento
espiritual y personal. Tomó la iniciativa, comió del fruto y le dio a Adán. Vemos
aquí cómo Eva estaba actuando por sí misma, dirigiendo a Adán. Y a esto es
exactamente a lo que Dios se refiere cuando le menciona las consecuencias de su
desobediencia. Ella sentirá el deseo de controlar a su esposo, de gobernarlo, de
manipularlo, para que él viva en función de ella. Ella querrá ser el centro de
atención, que él le dedique su tiempo, sus energías y todo su afecto. Siempre
existirá la tendencia de querer gobernarlo e influir en las relaciones. Esto también
creará tensión entre ellos. A partir de la desobediencia, y si ya hemos recibido la
redención, cada mujer necesita estar consciente de dicha tendencia y cada
hombre necesita pedirle a Dios sabiduría y sensibilidad para saber cuándo suplir
las necesidades verdaderas de la esposa y cuándo confrontarla, en forma
amorosa.

10. LA MUJER: Una confirmación del plan de Dios.


23
el cual exclamó: «Ésta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Se
llamará "mujer" porque del hombre fue sacada.» Génesis 2:23

Ante la iniciativa de Dios, Adán reacciona con mucho regocijo; como si dijera: “!
Dios, ella es exactamente lo que yo necesitaba y deseaba!” Adán confirma la
decisión de Dios respecto a la pareja y la recibe con alegría. Con mucha
frecuencia, en nuestros matrimonios, pensamos más en las cosas que quisiéramos
cambiar en nuestro cónyuge. Aunque haya amor y aceptación, existen áreas
físicas, espirituales y de personalidad, y hábitos que quisiéramos cambiar si
pudiéramos. Y hasta llegamos a comunicarle a nuestro cónyuge estas cosas, ya
sea de forma consciente o inconsciente. Y esto crea sentimientos de inseguridad
en el otro, cuando se da cuenta que “no satisface sus expectativas”.

Dios nos ha creado, a todos, con debilidades. Es por esto que (cuando Dios nos
llama al matrimonio) necesitamos de una “ayuda idónea”, un complemento
perfecto, una mujer que compense nuestras debilidades. Si observamos el largo
proceso de discipulado en nuestras vidas, ese ministerio del Espíritu Santo para
hacernos a la imagen de Cristo, nos damos cuenta que la pareja que El ha traído a
nuestras vidas es la principal herramienta que El utiliza en este proceso. En
muchas ocasiones lo que llamamos “debilidades” del cónyuge, son exactamente
las áreas que Dios usa para fortalecernos y para vigorizar nuestra relación
matrimonial. Lo mismo que Adán, necesitamos aceptarnos el uno al otro
totalmente, con gozo, y confirmar el plan de Dios tiene al darnos un cónyuge. Si
no podemos hacer esto, nuestra relación continuará inestable y basada en la
competencia.

Unión y comunión
24
Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos
se funden en un solo ser. Génesis 2:24

Después de crear a Eva y traerla a Adán, Dios le dio a Adán el más claro y
completo resumen acerca de la vida matrimonial, como no se encuentra en
ninguna otra declaración en la Biblia. Este es el concepto de Dios acerca del
matrimonio. Por tanto (porque Dios ve necesidades en la vida de sus hijos y toma
la iniciativa para llenar dichas necesidades, haciendo que se encuentren el uno al
otro) el hombre dejará…… y se unirá…… y será una sola carne con su esposa.

DEJARA: La entrega es siempre el punto de partida del amor; la


disposición para tomar una responsabilidad dentro de una
relación.

SE UNIRA: Debe tener voluntad para ser sensitivo al otro y querer dejarse
conocer del otro para que la relación madure y se fortalezca
profundamente.

Cada uno, en forma consciente y libre, abrirá su vida al otro


para que pueda conocerle.

A medida que se conocen, se va estableciendo una relación


donde cada uno da, recibe y reacciona, lo cual les lleva a
mayor crecimiento y estabilidad emocional.

Cuando cada uno ha entregado su vida completamente al otro,


los dos comparten una intimidad y comunión que llega a
profundizarse.

UNA CARNE: Cuando llega el momento del reconocimiento social y legal de


su matrimonio, su relación se expresa también en forma física.

Cimentados en la comunión que ya han establecido, la unión


física estimula la relación y la lleva a un estado más profundo
de intimidad personal. La relación sexual es una expresión
visible y física del gozo que comparten en todas las demás
áreas de sus vidas, donde cada uno estimula, anima y
responde al otro.
25
En ese tiempo el hombre y la mujer estaban desnudos, pero ninguno de los dos
sentía vergüenza. Génesis 2:25

¿Puede usted pensar en una forma más hermosa de describir la relación


matrimonial? Adán y Eva estaban desnudos y no se avergonzaban. Esto significa
mucho más que la relación física. Es una figura de toda su vida juntos. Ellos se
sentían en libertad para dejarse ver mutuamente como personas reales, con áreas
fuertes y áreas débiles, toda su personalidad y su vida expuestas al otro. Vivieron
su matrimonio con esta confianza; vulnerables, abiertos, totalmente conocidos,
completamente aceptados y seguros. De acuerdo con el plan de Dios, ellos
compartieron profundamente su intimidad, lo cual les unió y dio plenitud a sus
vidas.
Aquí vemos un candor de unión y comunión. Adán y Eva estaban juntos “en
Adán”, aún antes de que Dios hubiera instituido su matrimonio. En Adán solo,
había unión en la vida, pero todavía no había comunión. Por eso Dios tomó una
costilla de Adán, formó a Eva y la trajo a él, Ahora sí había unión en la vida y
también comunión, pues ya eran dos personas. Este es el plan de Dios para
nuestra vida matrimonial: unión y comunión.

11. LA DESOBEDIENCIA: Los efectos de la maldición


y el hombre.
Después de hablar con Eva, Dios se dirigió a Adán y le expuso las consecuencias
de su pecado.
17
Al hombre le dijo: «Por cuanto le hiciste caso a tu mujer, y comiste del árbol del
que te prohibí comer, ¡maldita será la tierra por tu culpa! Con penosos trabajos
comerás de ella todos los días de tu vida. 18 La tierra te producirá cardos y
espinas, y comerás hierbas silvestres. 19 Te ganarás el pan con el sudor de tu
frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado. Porque polvo
eres, y al polvo volverás.» Génesis 3:17-19

Así como los efectos de la maldición para la mujer recaían directamente en su


relación con el esposo y los hijos, para el hombre recaían en su relación con el
trabajo.

Dios comenzó diciéndole a Adán “por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer”.


Adán necesitaba comprender la dinámica de su relación con Eva, en un mundo de
tentación y de pecado. Pero, en ese momento, él quiso complacerla en lugar de
obedecer a Dios. Tampoco debemos malinterpretar las palabras de Dios. ¡Con
toda seguridad habrá muchas ocasiones cuando el esposo deberá escuchar la voz
de la esposa! Dios la utilizará a ella para darle consejo, ayuda, consuelo y ánimo al
marido. Pero el problema de Adán radica en que él sabía que no debía comer del
fruto y, sin embargo, lo hizo para complacer a la esposa. El prefirió a su esposa,
dejando de lado a Dios. Y este fue su pecado.

Por tanto, como Adán prefirió agradar a su esposa, antes que a Dios, la tierra fue
maldita. A partir de ese momento Adán se afanaría constantemente tratando de
obtener el fruto de la tierra, y ésta sólo le produciría espinos y cardos. ¡Qué labor
tan frustrante sería aquella! Adán saldría al campo, lleno de esperanzas, pero
luego se le desvanecerían al observar que de todo su esfuerzo y sudor únicamente
obtenía tan poco fruto y tantos espinos. El fruto del conocimiento del bien y del
mal fue fácil de obtener y comer; pero, ahora, el tan deseado fruto del campo
vendría sólo después de mucho sudor.
Se debe saber diferenciar entre “trabajo” y “afán”. El trabajo es una
responsabilidad que Dios nos ha encomendado. El trabajo era parte de la vida de
Adán aún antes de la desobediencia. Pero el “afán” fue una consecuencia del
pecado. Dios nos da la libertad para que disfrutemos de nuestro trabajo. El rey
Salomón nos dio instrucciones precisas con respecto a esto.
1
Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo
el cielo: … 13 y sé también que es un don de Dios que el hombre coma o beba, y
disfrute de todos sus afanes. Eclesiastés 3:1,13

Muchos de nosotros nos sentimos plenamente realizados con nuestro trabajo. Hay
momentos de éxito e inclusive éxito duradero. Pero el trabajo es trabajo; y
mediante él obtenemos el fruto que la tierra produce. Pero el problema radica
cuando el hombre busca el sentido de su vida en el trabajo, y en lugar de ello
encuentra espinos y cardos. Aunque vengan presiones, problemas económicos,
dificultades en las relaciones y fallas mecánicas, aún así el hombre guarda la
esperanza de obtener fruto y propósito en su trabajo. Continuará yendo, vez tras
vez, a su campo de trabajo con la esperanza de hallar satisfacción. Por causa de
la desobediencia, el hombre siempre tiene la tendencia de buscar sentido a su
vida en el trabajo; algunos trabajan demasiado, casi como adictos al trabajo.
Pasan su vida en el campo de trabajo, el que hayan elegido, buscando con afán y
con el sudor de su frente y esperando el fruto.

Ahora comprendemos mejor por qué, como resultado de la desobediencia, el


hombre y la mujer tienen dos puntos de vita muy diferentes respecto a la vida: la
mujer tiende a que su vida gire en torno a su esposo e hijos; el hombre, por otro
lado, hace el trabajo el eje de su vida. Estas distintas tendencias traerán como
resultado incomprensiones, confusión, y desacuerdos que les cause dolor. La
única forma de redimir los efectos de la desobediencia, tanto en el matrimonio
como en la familia, es ejercitando la compasión y la sensibilidad que Dios nos da y
por medio de una buena comunicación en los momentos difíciles.

Un Dios que quita el pecado

Después de que Adán le puso nombre a Eva, Dios realizó uno de los actos más
importantes en toda la historia.
20
El hombre llamó Eva a su mujer, porque ella sería la madre de todo ser viviente.
21
Dios el SEÑOR hizo ropa de pieles para el hombre y su mujer, y los vistió. Génesis
3:20,21

Fue Dios quien por primera vez, en toda la creación, sacrificó un animal. ¡Cuánto
dolor y sentimiento de pérdida debió experimentar cuando realizó dicha acción!
Pero al ver la culpa, temor y desnudez de Adán y Eva, Dios tomó la iniciativa de
cubrirlos, a costo de la vida de un ser creado por El. Ellos nos estaban bien
cubiertos con las hojas de higuera que habían cosido, pues Dios conocía la
necesidad real y venía de El. ¡Qué hermoso cuadro de lo que sucedería más tarde
al enviar a su Hijo, el cual, por medio de su sangre nos redimiría para El, cubriendo
nuestras vidas con su propia justicia!
18
Como bien saben, ustedes fueron rescatados de la vida absurda que heredaron
de sus antepasados. El precio de su rescate no se pagó con cosas perecederas,
como el oro o la plata, 19 sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero
sin mancha y sin defecto. 1 Pedro 1:18,19

El que guarda el camino hacia el árbol de la vida.

Después, Dios expulsó a Adán y Eva del huerto que había creado para que ellos
disfrutaran y cultivaran.
22
Y dijo: «El *ser humano ha llegado a ser como uno de nosotros, pues tiene
conocimiento del bien y del mal. No vaya a ser que extienda su mano y también
tome del fruto del árbol de la vida, y lo coma y viva para siempre.» 23 Entonces
Dios el SEÑOR expulsó al ser humano del jardín del Edén, para que trabajara la
tierra de la cual había sido hecho. Génesis 3:22,23

¡Este fue un acto de misericordia! Si Adán y Eva hubieran comido del árbol de la
vida, en ese estado, se hubieran quedado eternamente en estado de pecado.
24
Luego de expulsarlo, puso al oriente del jardín del Edén a los *querubines, y una
espada ardiente que se movía por todos lados, para custodiar el camino que lleva
al árbol de la vida. Génesis 3:24

El querubín y la espada encendida guardaban el camino del árbol de la vida. Así


Adán y Eva se mantendrían alejados del árbol. Pero, en otro sentido, podemos
imaginar que ellos también guardaban el camino del árbol. Después de que el
pecado, la desobediencia y la muerte entraron a la historia humana, sólo hay un
camino hacia Dios, hacia el lugar de donde proviene la vida. Y este camino no
proviene de nosotros, de nuestra religiosidad, ni de nuestros esfuerzos por ser
buenos. El único camino es Dios mismo. Cuando el Hijo de Dios murió colgado de
una cruz, Dios estaba derramando su vida por los hombres, dándonos redención.
6
—Yo soy el camino, la verdad y la vida —le contestó Jesús—. Nadie llega al Padre
sino por mí. Juan 14:6

En Génesis 3 encontramos el relato del día más oscuro de la historia de la


humanidad. El hombre, creado a la imagen de Dios, diseñado para recibir la vida
de Dios y colaborar con Dios haciendo que la tierra produjera su fruto, rechazó al
Creador y eligió su autodeterminación. Los resultados de esta desobediencia
fueron pecado y muerte de generación en generación. Pero, en medio de la
oscuridad del pecado humano, vemos cómo el corazón de Dios estaba lleno de
redención.
Cuando Adán se escondía por su culpabilidad y temor, Dios vino a buscarlo. En
medio de la maldición, Dios prometió redención. Cuando nuestros esfuerzos para
cubrir nuestra vida resultan inadecuados, Dios nos cubre con la vida que proviene
de El. Cuando fuimos apartados del árbol de la vida, Dios guardó el camino de
regreso a El. Es por esto que tenemos esperanza. En medio de nuestra debilidad
y fracaso, Dios está buscándonos, trayendo redención cubriendo nuestras vidas y
dándonos nueva vida. Dios es el camino hacia El mismo y hacia relaciones nuevas
y transparentes.
1
Así mismo, esposas, sométanse a sus esposos, de modo que si algunos de ellos
no creen en la palabra, puedan ser ganados más por el comportamiento de
ustedes que por sus palabras, … 7 De igual manera, ustedes esposos, sean
comprensivos en su vida conyugal, tratando cada uno a su esposa con respeto, ya
que como mujer es más delicada, [a] y ambos son herederos del grato don de la
vida. Así nada estorbará las oraciones de ustedes. 1 Pedro 3:1,7.

12. EL ESPOSO: Un santuario para su corazón.


En el mundo actual todos tenemos esperanzas, sueños y expectativas. Cuando
una mujer ora para que su esposo sea un hombre de Dios, ella sueña con la clase
de vida que tendrán juntos. Ella sueña con hijos con cierta clase de casa, un estilo
de vida y un esposo que sea su líder espiritual. Algún tiempo después del
matrimonio esta mujer se da cuenta que sus sueños y expectativas no se han
realizado. Tal vez los hijos no responden de la forma que ella esperaba o tal vez el
esposo no los disciplina adecuadamente. O puede que no tengan la casa que ella
anhelaba, ni suficiente dinero para viajar o comprar cosas, pues el esposo no es
muy ambicioso en ese sentido. O tal vez él no se muestra sensible a las
necesidades de ella. Puede ser que él no toma la iniciativa para dirigir estudios
bíblicos y devocionales en familia. Este hombre era el todo de sus sueños y
esperanzas y no los está haciendo realidad de la forma como ella había imaginado.

Muy a menudo, cuando se presenta esta situación, la esposa comienza a


expresárselo a él. En algunos casos esta comunicación toma forma verbal, pero
en otros es muy sutil. Y en medio de sueños no cumplidos y esperanzas no
alcanzadas, el esposo comienza a darse cuenta que no está satisfaciendo las
expectativas de ella. Y el hecho de darse cuenta, no le motiva a tratar de alcanzar
dichas metas, sino que comienza un retroceso, e inclusive siente que va muriendo
por dentro.

Pedro dice que la esposa no debe poner sus esperanzas en el esposo, sino en Dios.
Si ella pone todas sus esperanzas en el esposo, él será prisionero de las
expectativas de ella. Su espíritu se irá agotando cuando ve que no llena las
expectativas de ella. Pero, cuando la esposa aprende a confiar en Dios, libera al
esposo para que él llegue a ser el hombre que Dios desea que él sea. Y ella, en
lugar de arruinar al esposo con la presión de sus sueños, crea un ambiente
espiritual dentro del cual él va creciendo a la imagen de Dios.

Una vez más, el ejemplo de Cristo es de gran importancia. En el capítulo 2,


versículo 23, Pedro nos describe cómo Jesús, aún en el juicio, entregó su vida en
manos de Aquel que juzga rectamente. Cuando estaba en Getsemaní, y antes de
enfrentar las burlas de los hombres y de Satanás, Jesús oró de la siguiente
manera:
42
«Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo;[a] pero no se cumpla
mi voluntad, sino la tuya.» Lucas 22:42

Cristo le pidió al Padre, muy honestamente, que si había otra forma de obtener la
salvación, lo hiciera. Cristo era el Cordero sin mancha, y debía ser sacrificado por
los pecados del mundo. En esta oración Cristo confiaba en que la decisión del
Padre era la mejor para su vida en dicha situación. Y esa es la clase de actitud
que Dios desea darle a la esposa. Puede que ella pida, de todo corazón, que Dios
busque otra manera de obrar en su esposo. Puede que ella tenga temores, y
tenga muchas preguntas sobre el presente y el futuro, pero ella cree que Dios
sabe lo que hace en su vida, entre circunstancias y necesidades. En medio de
todo, ella confía en que Dios traerá satisfacción tanto a su vida como a la del
esposo
6
Tal es el caso de Sara, que obedecía a Abraham y lo llamaba su señor. Ustedes
son hijas de ella si hacen el bien y viven sin ningún temor. 1 Pedro 3:6.

Pedro nos pone a Sara como ejemplo a todas las esposas. Sara tuvo ese “espíritu
afable y apacible” ante Abraham y vivió reverentemente aun en situaciones
difíciles. Cuando una mujer confía en Dios, puede realizar sin ningún temor
aquello que Dios le encomienda. Claro que siempre hay quienes dicen que si una
esposa se somete mucho, el esposo la destruirá y ella anulará su personalidad.
Pero el concepto de Dios es diferente; la mujer puede obedecer al esposo y al
mismo tiempo confiar en Dios, y El la honrará.

En este versículo, Dios le está dando a todas las mujeres una visión de cómo
pueden ser utilizadas en las vidas de los esposos. En Génesis 2 vimos que el
ministerio de ella es ser un santuario para el corazón del esposo. Y Pedro da la
misma figura. La mujer puede proveerle al esposo el ambiente en donde él puede
crecer a la imagen de Dios. Ella será el canal, a través del cual Dios actúa en el
esposo.

13. EL ESPOSO: Un corazón de servidor.


Cuando estudiamos sobre el ministerio del esposo como líder, muchas mujeres
preguntas: ¿Y qué si yo soy la única que siempre da? Veamos que dice la Biblia.
5
Porque pueden estar seguros de que nadie que sea avaro (es decir, idólatra),
inmoral o impuro tendrá herencia en el reino de Cristo y de Dios. Efesios 5:5.

¡Es el esposo quien debe dar! Así como Cristo es el “modelo perfecto” del papel de
la mujer, también lo es para el hombre espiritual. Cristo amó a la iglesia. Según el
punto de vista de Dios, el amor siempre implica dar para llenar necesidades.
Nosotros estábamos separados de la vida que proviene de Dios, y esa vida por
nosotros para que recibiéramos su vida. Esa misma clase de amor es la que el
esposo debe mostrar; ese es su ministerio. Si el amor fuera un sentimiento,
espontáneamente; no necesitamos que nos manden sentir. Pero como el amor
incluye entrega y acciones, se nos manda amar. El esposo debe entregarse por su
esposa, así como lo hizo Cristo por la iglesia.

Al comienzo de este estudio dijimos que el papel de uno y otro era prácticamente
el mismo: ser servidores el uno del otro. La esposa, por su parte, demuestra su
entrega mediante un espíritu sumiso, para que él pueda crecer y madurar. El
esposo, por su parte, debe tener el mismo espíritu. Cristo llegó a ser cabeza de la
iglesia porque se entregó por ella. Para que el esposo sea cabeza de la esposa
debe practicar el privilegio de entregar su vida, cada día, por amor a ella.

El ejemplo de Cristo es muy claro; así, el esposo debe expresar amor y liderazgo.

24
Tuvieron además un altercado sobre cuál de ellos sería el más importante.25
Jesús les dijo: —Los reyes de las *naciones oprimen a sus súbditos, y los que
ejercen autoridad sobre ellos se llaman a sí mismos benefactores. Lucas 22:24,25

Los discípulos de Cristo estaban pensando como nuestros hijos, juzgando quién
sería el “mejor”. Pero Cristo les dijo cómo eran las cosas en este mundo, y cómo
son en su reino.
26
No sea así entre ustedes. Al contrario, el mayor debe comportarse como el
menor, y el que manda como el que sirve. Lucas 22:26

Cristo les dijo que estuvieran dispuestos a ocupar el lugar más bajo, la posición
menos importante a los ojos del mundo. La persona dispuesta a hacer esto es el
verdadero líder.
27
Porque, ¿quién es más importante, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No lo
es el que está sentado a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre ustedes como uno
que sirve. Lucas 22:27

Cuando Cristo hizo esta pregunta, todos sabían la respuesta. Es obvio que el más
importante es el que se sienta a la mesa y el menos importante el que sirve. Pero
luego El pronunció aquellas palabras llenas de poder: “Mas yo estoy entre vosotros
como el que sirve” Así debe proceder el esposo. ¡El hecho de que él es la cabeza,
le concede el gran honor de ser servidor de su esposa!

El corazón de siervo, del Hijo de Dios, se manifiesta más claramente la noche de la


Ultima Cena:
1
Se acercaba la fiesta de la Pascua. Jesús sabía que le había llegado la hora de
abandonar este mundo para volver al Padre. Y habiendo amado a los suyos que
estaban en el mundo, los amó hasta el fin. Juan 13:1.

Cristo llegó a esta etapa de su ministerio con un total entendimiento y completo


control de lo que estaba sucediendo. Su corazón estaba lleno de amor por
aquellos que el Padre le había encomendado.
2
Llegó la hora de la cena. El diablo ya había incitado a Judas Iscariote, hijo de
Simón, para que traicionara a Jesús.3 Sabía Jesús que el Padre había puesto todas
las cosas bajo su dominio, y que había salido de Dios y a él volvía; 4 así que se
levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura. Juan 13:2-4.

Puesto que Cristo comprendía totalmente su identidad y su llamado, lo manifestó


actuando como esclavo, la más baja forma de servicio.
5
Luego echó agua en un recipiente y comenzó a lavarles los pies a sus discípulos
y a secárselos con la toalla que llevaba a la cintura. Juan 13:5.

Los discípulos supieron de la posición sublime de Cristo, pero no pudieron


comprender por qué El quería lavarles los pies. Este oficio estaba reservado al
siervo más humilde de la casa. Pero Jesús sabía que la mejor forma de expresar lo
que significa ser Señor, era siendo siervo.
13
Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy.14 Pues si yo, el
Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies
los unos a los otros.15 Les he puesto el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo
he hecho con ustedes. Juan 13:13-15.

Si para ser cabeza de la iglesia, Cristo tuvo que tomar el lugar más bajo y darse a
sí mismo en áreas en que otros se negaban hacerlo, ¿qué significará para un
esposo ser cabeza de la esposa?. Esta entrega debe proceder de un corazón de
siervo, y se manifiesta en una disposición para asumir el puesto más bajo, con tal
de llenar cualquier necesidad que se manifieste.

Si el esposo desea amar a la esposa así como Cristo amó a la iglesia, debe
entregar su vida por ella. Y por supuesto, una expresión de ello es estar dispuesto
a morir por ella. Pero sólo se puede morir una sola vez. Por tanto, Pablo describe
un estilo de vida donde continuamente él está llenando las necesidades de ella. El
apóstol Juan también describió esta entrega diaria, en su primera carta:
16
En esto conocemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó su *vida por
nosotros. Así también nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos.
1 Juan 3:16

El esposo debe entregar su vida día tras día, llenando las necesidades de la
esposa; esta es la clase de amor que él debe mostrarle. Este hombre, cuando
mira a su esposa, siempre se pregunta: ¿qué necesitará ella? Algunas veces
necesitará una palabra de ánimo, otras necesitará un consejo y oración. En otras
ocasiones necesitará ayuda en los quehaceres de la casa, o cuidar a los niños. Tal
vez ella necesita salir de la casa, mientras él hace los quehaceres por ella. Estas
son las clases de necesidades que él desea llenar, porque la ama.

14. LA ESPOSA: Santificada por Dios.


26
para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra,
Efesios 5:26.

A medida que Pablo continúa haciendo el paralelo entre el amor de Cristo por la
iglesia, y el del esposo por la esposa, él describe el proceso de santificación, que
ocurre cuando ella es lavada por la Palabra. El proceso de santificación es doble.
En el Antiguo Testamento los sacerdotes santificaban los objetos que iban a usar
en los sacrificios. Primero los lavaban bien y luego los separaban o consagraban
porque serían utilizados únicamente para dicho propósito.

Dios desea que el esposo participe con El en el proceso de santificación de la


esposa. Y en este ministerio, el esposo la debe separar para que ella llegue a ser
la persona de Dios quiere. Y para poder desempeñar este ministerio, el esposo
debe mirarla con los ojos con que Dios la mira. ¿Cuáles son las debilidades de ella?
¿Cuáles son sus áreas fuertes, sus dones? ¿Cuál es el deseo de su corazón? ¿Cómo
podrá desempeñarse mejor en la vida? En este proceso necesitará quien le anime
y ore por ella. También necesitará ayuda práctica. Si ella tiene el don de la
enseñanza, ¿estará dispuesto el esposo a quedarse en casa, con los niños, una
noche a la semana, para que ella desempeñe su ministerio enseñando a otros? ¿Le
ayudará él para que ella prepare sus lecciones?

El lavamiento por la palabra es la preparación para santificarla para Dios. Existe la


gran necesidad de que el esposo aplique, en forma continua, la Palabra de Dios a
la vida de la esposa y a sus relaciones como pareja. Un aspecto importante de
este ministerio es que, diariamente, los dos deben lavarse aplicando la Biblia a sus
vidas. Cuando necesiten dirección, cuando haya fracasos, pecados, heridas,
cuando se necesite reprender, cuando busquen sabiduría, es el esposo quien debe
traer sanidad, lavando con el agua de la Palabra. Con toda seguridad, es
responsabilidad del esposo conocer profundamente la Biblia a fin de desempeñar
este ministerio.
Creciendo en belleza
27
para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga
ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable. Efesios 5:27.

Cristo purificó y santificó a la iglesia para presentársela a sí mismo gloriosa, pura,


perfecta y hermosa. Ella será así como consecuencia de la entrega y amor de él
hacia ella. La iglesia llega a ser todo lo que Dios desea para ella, porque Cristo la
ama. Un esposo embellece a su esposa por la forma como la ama. A medida que
se entrega a ella, le sirve, la anima y la confirma, ella crece en belleza y gracia. Y
luego se la presenta a sí mismo, pero todo es resultado de su amor y entrega.
Cada esposo debería, después de unos años de matrimonio, mirar a la esposa y
reconocer que ella es la mujer que él ha formado; si ella es hermosa, será porque
la ha amado; si no llena sus expectativas, es porque él ha fracasado en su entrega
hacia ella.

En este punto hay otra aplicación que debemos tener en cuenta. Cristo embelleció
a la iglesia para presentársela a sí mismo una iglesia gloriosa, pura y completa.
Cuando una esposa crece en esta forma, no es sólo con el propósito de que el
esposo se la presente a sí mismo. Su ministerio va mucho más allá. El tiene la
responsabilidad de presentársela también el Señor, y decirle; “Esta mujer ha
llegado a ser lo que es, como resultado de mi amor hacia ella” Para los que ya
estamos casados, esta es nuestra principal mayordomía en toda nuestra vida.

Valor y estima
28
Así mismo el esposo debe amar a su esposa como a su propio cuerpo. El que
ama a su esposa se ama a sí mismo,29 pues nadie ha odiado jamás a su propio
cuerpo; al contrario, lo alimenta y lo cuida, así como Cristo hace con la iglesia,30
porque somos miembros de su cuerpo. Efesios 5:28-30.

¿Cómo tratamos nuestros cuerpos? Somos muy conscientes de nuestras


necesidades físicas. Y esto es lo que Pablo está describiendo. Nosotros
reaccionamos inmediatamente ante las necesidades físicas, ya sea que tengamos
hambre, sueño, calor o necesitemos protección, o liberación del dolor. De la
misma manera, debemos ser sensitivos a las necesidades de nuestro cónyuge. Así
como cuidamos y alimentamos el cuerpo, debemos hacerlo con la esposa. Y a
medida que cumplimos este ministerio, estaremos fomentando en ella un
sentimiento de valor y estima hacia sí misma. Nos damos a ella y la mantenemos
cerca; ella es única y precisa para nosotros, y merece toda nuestra vida. Cristo se
preocupa por nosotros en la misma forma, porque le pertenecemos a Él.

Nuestra esposa llegará a verse a sí mismo de la manera cómo nosotros la veamos.


Si no tenemos tiempo para ella, si no cumplimos sus necesidades, si damos más
prioridad a otras cosas, ella sentirá que no es tan importante, que no merece
nuestra entrega. Pero si da cuenta que merece todo lo que somos y tenemos, que
estamos dispuestos a sacrificar cualquier cosa con tal de suplir sus necesidades,
comprenderá que es de gran valor a nuestros ojos. Y como resultado de recibir
amor, también aumentará el valor y estima que tenga de sí misma.
31
«Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los
dos llegarán a ser un solo cuerpo.» Efesios 5:31.

En el versículo anterior Pablo menciona una parte de Génesis 2, donde Dios


declara su punto de vista respecto a la relación matrimonial. Por tanto, para
entregar toda su vida a la persona que Dios le ha dado, el hombre dejará a su
padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.
32
Esto es un misterio profundo; yo me refiero a Cristo y a la iglesia. Efesios 5:32.

Nosotros todavía somos incapaces de comprender cómo la relación matrimonial es


una imagen de la relación de Cristo con su iglesia, pero Dios utiliza esta unión
humana como un reflejo de la fidelidad de su amor eterno.

Redención de la condenación
33
En todo caso, cada uno de ustedes ame también a su esposa como a sí mismo,
y que la esposa respete a su esposo. Efesios 5:33.

Al terminar el versículo, el apóstol Pablo nos recuerda la mayor necesidad de la


esposa y del esposo. Ella necesita el amor de él, y que él se entregue para suplir
sus necesidades. Una de las consecuencias de la desobediencia en la mujer es la
tendencia a orientar su vida en torno a los hijos y al esposo, y también querer
controlarlo. Pero Dios utiliza al esposo que ama con el amor de Dios, para
ayudarla a redimirla de esta maldición. Cuando ella sabe que el primero y
principal deseo de él es entregarse por ella, comprende que no necesita
manipularlo. Si el esposo es sensitivo y aplica la Biblia a las necesidades de ella,
la anima y la aconseja en su relación con los hijos, a través de este proceso él le
estará ayudando, porque se estará identificando con los sufrimientos de ella.

La mayor necesidad del esposo es ser respetado. Cuando él sale a su campo de


trabajo buscando fruto y satisfacción, él necesita palabras de ánimo para enfrentar
los espinos y los cardos. Si ella hace énfasis en las debilidades de él, en sus
fracasos, si no cree en él como persona ni en sus habilidades, lo destruirá. Pero si
el hombre sabe que ella cree en él, ¡juntos pueden conquistar el mundo! No
importará qué piensen los demás de él, si él cuenta con el respeto de su esposa.
De esta forma Dios la utiliza a ella para redimir al hombre de las consecuencias
del pecado.

Poder en la oración

Después de mostrarnos el ejemplo de Cristo, el apóstol Pedro también enseñó que


Cristo es el modelo para el esposo.
7
De igual manera, ustedes esposos, sean comprensivos en su vida conyugal,
tratando cada uno a su esposa con respeto, ya que como mujer es más delicada, y
ambos son herederos del grato don de la vida. Así nada estorbará las oraciones de
ustedes. 1 Pedro 3:7.

Y ustedes esposos, ¡hagan lo mismo! Así como Cristo se entregó al Padre, y así
también tuvo libertad para someterse a los hombres. Ustedes sigan ese ejemplo
en sus relaciones con la esposa. ¡Vivan con ellas sabiamente! Un esposo debe
conocer a su esposa; debe saber cuáles son sus debilidades y sus áreas fuertes;
en cuáles es vulnerable y propensa al fracaso. Probablemente Pedro se está
refiriendo a la vulnerabilidad de ella en la tentación, así como Eva fue engañada
por Satanás. Dios quiere que el esposo sea sensitivo a esto y que la vea a ella con
los ojos de Dios. Mientras más veamos a nuestra esposa de la manera como Dios
la ve, más honor le daremos y en más estima la tendremos.

Pedro concluye el versículo diciendo: “para que vuestras oraciones no tengan


estorbo”. Si su vida de oración es pobre, tal vez no se ha preguntado el porqué.
Puede ser falta de disciplina o de deseo. Pero aquí se nos dice que una primera
causa depende de nuestra relación con la esposa. Nuestra actitud hacia ella es un
reflejo de nuestra relación con Dios. Si deseamos poder en la oración, debemos
mirar a la esposa con toda la estima y valor que Dios le concede.

Una visión de vida compartida

Si después de estudiar las responsabilidades de los dos, el esposo se limita a


observar si ella está siendo sumisa; y ella se propone ver si él se está entregando
más, las relaciones continuarán siendo mediocres y fundamentadas en la
competencia. Solamente si él decide entregarse a ella, y ella someterse más a él,
lograrán una relación libre e íntima, y crearán mayor unidad. Si el objetivo de
cada uno se limita a convertirse en servidor del otro, habrá una relación donde
Dios será glorificado y el mundo podrá ver que Dios vive en dicho matrimonio.

Ya dijimos que la esposa es el canal a través del cual Dios se manifiesta al esposo.
El espíritu de ella provee el ambiente donde él crece y madura en Cristo. Al
estudiar el ministerio del esposo vemos esa misma visión. A medida que él se
entrega, que da su vida por ella, día a día, él también se convierte en el canal a
través del cual Dios se manifiesta a ella. ¡Qué hermoso cuadro de un ministerio
bien cumplido! Cuando vivimos como Dios nos enseña, compartimos plenamente
su vida y hay unión y comunión entre los esposos y el Dios viviente.
15
Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel
que es la cabeza, es decir, Cristo. Efesios 4:15.

15. SEMANA SANTA. DOMINGO DE RAMOS.


16. SEMANA SANTA DOMINGO DE RESURRECCION.
17. PRIORIDADES EN EL MATRIMONIO: Amándose el
uno al otro.
En el reino de Dios podemos desempeñar sólo una función: la de servidores. La
función del esposo y de la esposa es esencialmente la misma-amarse el uno al
otro, servirse con amor. Nuestro matrimonio no sólo debe reflejar la relación de
Dios con nosotros, sino también la manera cómo el cuerpo de Cristo se relaciona
entre sí. Estas responsabilidades “mutuas”, aplicables a todas nuestras
relaciones, son particularmente importantes en el matrimonio, y esto es lo que
analizaremos en este capítulo.

Sirviendo al otro con amor


13
Les hablo así, hermanos, porque ustedes han sido llamados a ser libres; pero no
se valgan de esa libertad para dar rienda suelta a sus pasiones. Más bien sírvanse
unos a otros con amor.14 En efecto, toda la ley se resume en un solo
mandamiento: «Ama a tu prójimo como a ti mismo.» 15 Pero si siguen mordiéndose
y devorándose, tengan cuidado, no sea que acaben por destruirse unos a otros.
Gálatas 5:13-15.

Ninguna otra relación es tan susceptible al sufrimiento y al dolor como lo es el


matrimonio. Puesto que allí uno llega a conocer muy bien al otro, es muy fácil herir
y manipular al cónyuge. En algunas ocasiones esto se hace conscientemente;
otras inconscientemente. Pero debemos evitar que nuestro matrimonio se llene
de fracasos y despecho. La exhortación de Pablo a los Gálatas es muy importante.
Si se edifica el matrimonio sobre pequeñas palabras hirientes, se corre el riesgo de
consumirse mutuamente. Un comentario sarcástico lleva a otro. Una frase
irónica, aunque se diga en son de chiste, prepara el terreno para que le contesten
en igual forma. Muy pronto surge el conflicto. Un comentario inocente llega al
punto débil de la otra persona y hace que toda su ira salga a flote. Esta forma de
herirse mutuamente caracteriza muchas relaciones y puede destruir no sólo sus
vidas sino todo lo que comparten juntos.

La mejor forma de evitar este conflicto es tener como objetivo personal el servir al
otro. El servicio surge del amor. Así como Jesús se hizo siervo para expresarnos
su amor, debemos servir a los demás. Y principalmente a nuestro cónyuge. Si su
objetivo es servir, cada comentario y acción deben ser examinados con esta luz.
¿En qué forma ayudará esto a mi cónyuge? ¿Servirá para unirnos más? Pablo
escribió algunas instrucciones a los Gálatas:
26
No dejemos que la vanidad nos lleve a irritarnos y a envidiarnos unos a otros.
Gálatas 5:26

La competencia destruye los fundamentos de un matrimonio. Cuando uno de los


dos desafía al otro, es natural que el otro se sienta amenazado. Y a cambio,
devolverá otro desafío. La relación matrimonial es tan estrecha, que es mejor no
herirse. Más vale que cada uno se considere servidor del otro. Debemos pensar
constantemente cómo ayudar a la otra persona. Esto no debe parecerle extraño a
un cristiano. Pero sucede que cualquiera que muestra actitud de servidor en la
iglesia, cuando llega a su casa, quiere a veces ser servido. De alguna manera
olvidamos esta actitud en nuestro hogar.
Prefiriendo al otro
10
Ámense los unos a los otros con amor fraternal, respetándose y honrándose
mutuamente. Romanos 12:10.

Las responsabilidades de un servidor van más allá de las meras acciones.


Debemos aprender a vernos realmente como servidores del otro, y no tan solo a
actuar como tales. De esta forma tendremos una actitud como tales. De esta
forma tendremos una actitud diferente hacia el otro. Nos consagraremos a buscar
el bien. Uno de nuestros objetivos será su crecimiento espiritual. En otras
palabras, el otro está primero, antes que yo. Debemos dar preferencia al
cónyuge.

Este es un principio fundamental en el matrimonio. Cuando alguien está


consagrado a nosotros, nuestra reacción natural es corresponder. Cuando alguien
se preocupa por nuestro bienestar, nos preocupamos más en serio por los
intereses del otro. Cuando alguien nos coloca en primer lugar, comenzamos a
buscar la manera de darle honor al otro. A esto es precisamente lo que Pablo se
refiere en Romanos 12:10. Podría traducirse así: “sobrepase al otro en su empeño
de mostrarle honra”.

De alguna manera debemos salir de esta vida egoísta y centrada en nuestro ego,
que es la causa de que tratemos a los demás como nuestros siervos. Sobre todo
en el matrimonio necesitamos vernos a nosotros mismos como inferiores, y al
cónyuge como superior. Y nuestro objetivo deberá ser darle la honra y el
reconocimiento que se merece.
3
No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los
demás como superiores a ustedes mismos. 4 Cada uno debe velar no sólo por sus
propios intereses sino también por los intereses de los demás. Filipenses 2:3,4.

Esta es la única manera de erradicar la competencia que hay en los matrimonios.


En lugar de competir sobre quién es el más importante, debemos mirar quién
puede ser el servidor del otro. En lugar de alabarse usted mismo, piense qué
puede decir para exaltar al otro. En lugar de pensar en sus propias necesidades,
piense cuáles son las del otro y trate de suplirlas. Sobrepase al otro, no con
sarcasmos o palabras hirientes, sino dándole preferencia.

Llevando las cargas del otro


1
Hermanos, si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales
deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque
también puede ser tentado.2 Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así
cumplirán la ley de Cristo.3 Si alguien cree ser algo, cuando en realidad no es
nada, se engaña a sí mismo. Gálatas 6:1-3

La actitud de un servidor debe estar presente en cada área del matrimonio. Habrá
ocasiones cuando tendremos que hacer algo más que simplemente animar y
edificar. Habrá momentos cuando se necesitará restauración, o confrontación y
rechazo al pecado. En esos momentos también debe haber la actitud de un
servidor. No se debe denunciar el pecado con la intención de mostrar nuestra
santidad o superioridad, sino con el deseo de que la otra persona llegue a la
madurez, que crezca espiritualmente.

Si tenemos dicha actitud, podremos actuar con cautela y corregir al cónyuge.


Pablo nos advierte sobre lo que puede darnos un corazón compasivo. Primero,
examínese a usted mismo. A menudo, lo que nos molesta de otro es lo que
también nosotros tenemos. Por eso, de manera muy sabia, Pablo nos dice que
debemos examinarnos primero, para que no seamos tentados. Asegúrese que
esté bien en esa área, antes de corregir al otro. Luego sí, cuando haya enfrentado
su propio problema, ayude y restaure al otro.

Jesús nos enseña lo mismo en Mateo 7.


1
»No juzguen a nadie, para que nadie los juzgue a ustedes. 2 Porque tal como
juzguen se les juzgará, y con la medida que midan a otros, se les medirá a
ustedes. 3 »¿Por qué te fijas en la astilla que tiene tu hermano en el ojo, y no le
das importancia a la viga que está en el tuyo?4 ¿Cómo puedes decirle a tu
hermano: "Déjame sacarte la astilla del ojo" , cuando ahí tienes una viga en el
tuyo?5 ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás con
claridad para sacar la astilla del ojo de tu hermano. Mateo 7:1-5.

Muy a menudo citamos el versículo que dice “no juzguéis”, pero sin mencionar lo
que viene después. Jesús dice que primero debemos resolver el problema de
nuestra vida y luego sí (verso 5) podemos ayudar a los demás. El mandato de no
juzgar no quiere decir no hacer una declaración verdadera cuando hay un
problema. El mandato tiene que ver con nuestra actitud. Al señalar los problemas
ajenos no debemos restauración. Habiendo solucionado primero nuestro
problema, podremos ayudar con compasión y humildad a nuestro cónyuge.

Este aspecto tiene una aplicación muy bonita en el matrimonio. Las actitudes y
sentimientos de los casados son tan bien compartidas, que es raro encontrar un
pecado en uno, que también no esté en el otro. Por tanto, la restauración se debe
efectuar en un ambiente de confesión mutua. Debemos aprender a recibir la
exhortación y edificación que el otro nos brinda. En lugar de sentirnos mal por el
menor comentario del otro, debemos aceptar su crítica, pues viene de la persona
que mejor nos conoce y que además nos ama. Debemos aceptar que el otro
ministre en nosotros, pues su verdadero deseo es que crezcamos. Y esto, en
muchos aspectos, es nuestra única esperanza. Si el otro no nos puede hablar,
¿entonces quién? Si no recibimos la crítica de nuestro cónyuge, ¿a quién
escucharemos? La exhortación de Pablo a los Efesios se aplica mucho al
matrimonio:
15
Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel
que es la cabeza, es decir, Cristo. Efesios 4:15.

Si nuestro matrimonio se desenvuelve en este ambiente de servicio mutuo, cada


uno de los cónyuges madurará espiritualmente.

Confesando los pecados el uno al otro

Si vamos a llevar las cargas del otro, debemos conocer cuáles son esas cargas.
Cada uno tendremos dificultades en nuestro caminar con el Señor, tendremos
áreas oscuras que necesitan luz. Y todos somos conscientes de dichos problemas.
Podemos decir con David, “mi pecado está siempre delante de mí” (Salmos 51:3).
Pero Dios ha provisto el cuerpo de Cristo (la iglesia) para que no llevemos el peso
de nuestro pecado solos. Y esto es más real en el matrimonio.
16
Por eso, confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que
sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz. Santiago 5:16.

Dios quiere que experimentemos la libertad y limpieza que nos da la confesión.


Todos los pecados que nos parecen tan grandes y difíciles de llevar se vuelven a
su tamaño normal cuando sabemos que otras personas nos están ayudando a
enfrentarlos. Solos no podemos aguantar su peso. Pero si estamos dispuestos a
confesarlos y a pedir ayuda tendremos una nueva fortaleza. La confesión ayuda
en el sentido emocional, pero lo más importante es saber que el cónyuge nos está
ayudando en oración. Cuando la persona más cercana a usted está orando,
pueden ocurrir milagros. Las tentaciones se alejan, el sentimiento de culpa
desaparece. Cuando un cónyuge acepta al otro a pesar de su pecado, dicha
relación alcanza un grado de entrega más profundo. Hay comunión y más amor.

Soportando y perdonando

La confesión debe recibir a cambio perdón. Con frecuencia nos preguntamos:


¿Qué pensarían de mí si supieran que hago esto o siento aquello? El temor de ser
rechazados o condenados impide que compartamos más. Tememos perder el
respeto del otro. Y sabemos que la estima de la persona amada es lo que más nos
importa. Por tanto, cuando el cónyuge nos confiesa sus faltas, debemos
escucharlo con actitud de tolerancia y perdón. Esta es nuestra mejor oportunidad
para expresar el amor de Dios a nuestro cónyuge.

Pero, por lo general, cuando escuchamos conferencias sobre la confesión mutua


pensamos que el otro no soportará lo que le contemos. “El no sabría qué hacer”,
piensa ella. Y si él quiere hacer una crítica, piensa, “Ella no lo soportará”. Pero
como cristianos estamos llamados a vivir una vida muy diferente a la que viven los
que todavía no conocen a Dios. En el mundo un comentario así parece aterrador.
Pero en el cuerpo de Cristo tenemos los recursos del amor, la paciencia y el
perdón, los cuales son desconocidos para los que son del mundo.

Dios nos ha llamado a manifestar su amor. La relación matrimonial es una imagen


de la relación de Dios con su pueblo. El trato de Dios con la humanidad se ha
caracterizado por la tolerancia y el perdón. Si Dios así lo ha demostrado, nosotros
también debemos expresarlo en el matrimonio. Las parejas triunfan no porque no
tengan problemas entre sí, sino porque reaccionan con amor. La medida de un
matrimonio no depende de la ausencia de problemas, sino de la habilidad para
enfrentarlos. Pablo nos dice cómo debemos reaccionar; es un proceso doble:
primero, dejando a un lado el viejo hombre
8
Pero ahora abandonen también todo esto: enojo, ira, malicia, calumnia y
lenguaje obsceno. Colosenses 3:8

Segundo, revistiéndonos del nuevo.


12
Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto
entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia,13 de modo que se
toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el
Señor los perdonó, perdonen también ustedes.14 Por encima de todo, vístanse de
amor, que es el vínculo perfecto. Colosenses 3:12-14.

Cuando se nos exhorta, nuestra primera reacción es pelear. Pablo dice que ese no
debe ser el comportamiento. Hay que rechazar el pecado, dejar el viejo hombre y
vestirse de compasión.

Los esposos necesitamos, desesperadamente, llevar las cargas los unos de los
otros. Necesitamos apoyo, no ira ni crítica. Necesitamos oraciones, no un sermón
sobre lo malo que somos. Necesitamos perdón, y que el cónyuge nos asegure del
perdón de Dios. Pablo dice cuál es la base del perdón: así como Cristo nos
perdonó, debemos también perdonar a los demás. Al comprender cuán grande
era nuestra deuda, debemos perdonar al otro. ¿Qué tan grande es el pecado del
otro comparado con el suyo? Dios nos ha perdonado todos los pecados-pasados,
presentes y futuros. De la misma forma debemos mostrar misericordia, día tras
día.
13
Por tanto, dejemos de juzgarnos unos a otros. Más bien, propónganse no poner
*tropiezos ni obstáculos al hermano…. 19 Por lo tanto, esforcémonos por promover
todo lo que conduzca a la paz y a la mutua edificación. Romanos 14:13,19.

En un matrimonio, una persona puede tener convicciones diferentes a las de la


otra. Pero cuando Pablo habla del hermano más débil, nos establece estas dos
verdades: 1) no hacer nada que viole la conciencia del otro; 2) realizar las cosas
que son comunes para la edificación mutua. En otras palabras, aceptar las
diferencias pero no permanecer en ellas. Al llevar las cargas del cónyuge,
debemos verlo como al hermano o hermana más débil; y si a nosotros nos parece
que cierta práctica es buena, no debemos tratar de imponerla al otro, sino dejarla
de lado por amor a la otra persona. Habrá ocasiones cuando en lugar de enfatizar
debilidades, la actitud más edificante será buscar la paz. Ceda todos los derechos,
dé honra a los sentimientos y conciencia del cónyuge. Dirija los esfuerzos hacia
una meta común que los edifique y los conduzca a la madurez.

El soportar, perdonar y ayudarse mutuamente van en forma paralela. Y cada uno


de estos aspectos tiene su lugar en la relación matrimonial. En ocasiones se
deberá confrontar al otro. Cuando hay algún pecado, pero debe hacerlo con una
actitud de humildad y buscando una verdadera restauración. En otros casos
tendremos que confesar nuestros pecados, pedir oración y apoyo del cónyuge.
Otras veces estaremos escuchando la confesión del otro, perdonándole y
asegurándole que Dios también le ha perdonado. Sentiremos verdadero gozo al
ministrar la aceptación de Dios de una manera más significativa.

Animándose mutuamente

¡Ojalá que en nuestros hogares nos diéramos más ánimo mutuamente! Que
dejáramos atrás la crítica. ¡Qué ejemplo daríamos a los no cristianos! En el mundo
sólo hay competencia. El hombre únicamente quiere utilizar a los demás para su
propio provecho. Cuando alguien ya no sirve, se le deja a un lado, se le relega a
una posición inferior. Tal vez el único sitio donde todavía podemos encontrar
fortaleza para enfrentar la brutal competencia del mundo, es el hogar. Pero es
triste ver que la atmósfera de muchos hogares y la relación matrimonial está
plagada de tensión y amargura, y que el sarcasmo abunda más que el amor. Y lo
peor, muchos cristianos están en esta condición. Debemos cambiar nuestra
forma de pensar. Nuestros hogares y matrimonio deben ser un refugio; un sitio
donde se escuchen más palabras de ánimo.
13
Al contrario, mientras aún queda tiempo, cada uno debe animar al otro a seguir
confiando. Así nadie pensará que al pecar hace el bien, ni dejará de obedecer a
Dios. Hebreos 3:13.
24
Tratemos de ayudarnos unos a otros, y de amarnos y hacer lo bueno. Hebreos
10:24.

El escritor de la carta a los Hebreos nos dice que el pecado es engaños. ¡Qué bien
lo sabemos! Por eso mismo debemos cuidarnos el uno al otro, animarnos día a día.
El desánimo es algo que arruina vidas y, por tanto, es una de las armas más
efectivas de Satanás. El nos dice que somos un fracaso, que nunca cambiaremos,
que estamos encarcelados en nuestros pecados y circunstancias para siempre. Si
vemos que no crecemos mucho, tendremos al desánimo y comenzamos a creerle
a Satanás. Y lo que necesitamos en esos momentos es que alguien nos muestre la
perspectiva de Dios. Necesitamos ver a Dios actuando. Necesitamos
convencernos de que El es más grande que nuestro pecado y más poderoso que
nuestras circunstancias. Necesitamos que alguien nos de ánimo.

Estos versículos nos dice que debemos animarnos unos a otros. En el matrimonio,
cuando nuestro cónyuge tienda a desanimarse, debemos reconocer dicha
necesidad y ministrarle. Cuando vemos al otro de mal humor, o deprimido,
tendemos a ignorarlo. Pensamos que es mejor dejarlo solo hasta que le pase.
Pero la Biblia dice que debemos ministrarle. Cuán a menudo nos detenemos y nos
preguntamos: ¿Cómo puedo animarlo a ser más amoroso, y a expresar ese amor a
otras personas? ¿Conocemos bien las habilidades del otro y lo estimulamos para
que las aplique en su ministerio? Al descubrir el potencial de nuestro cónyuge,
vemos la obra de Dios en su vida y compartimos dicha perspectiva con él. Eso es
lo que significa dar ánimo, en su forma más real. Dios está en control, El está
involucrado, y nuestra función es llevar a cabo lo que El quiere que realicemos.

Teniendo la misma mente

El matrimonio es una unión, no simplemente un compañerismo. Cuando dos vidas


se convierten en una, hay una fusión de personalidades. Se forma una nueva
vida. En última instancia, el matrimonio es una unidad de corazón, alma y
espíritu. Se debe trabajar duro para lograr tan unión, pero se puede alcanzar. Y
puesto que el mismo Espíritu habita en cada uno hay un fundamento para dicha
unidad. Esa misma unidad se debe reflejar en la iglesia, y por las mismas razones.
Podemos estar en desacuerdo sobre temas doctrinales, o aún en asuntos de
mayor importancia. Pero en el fondo hay una unidad que trasciende los asuntos
intelectuales. Pablo expresa la base de nuestra unidad en Efesio 4
4
Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fueron llamados a una
sola esperanza;5 un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo;6 un solo Dios y
Padre de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos. Efesios
4:4-6.

La unión, en el cuerpo de Cristo, no resulta de acuerdos intelectuales, sino porque


compartimos una misma vida. Estamos unidos por un objetivo común, una fe
común, un Señor común. Así sucede en el matrimonio. La unión que expresamos
debe trascender todos los demás aspectos, ya somos uno. Compartimos una vida.
Debemos pedirle a Dios que nos muestre cómo manifestar mejor dicha unión.
16
Vivan en armonía los unos con los otros. No sean arrogantes, sino háganse
solidarios con los humildes. No se crean los únicos que saben. Romanos 12:16.
5
Que el Dios que infunde aliento y perseverancia les conceda vivir juntos en
armonía, conforme al ejemplo de Cristo Jesús, Romanos 15:5.

Uno de los aspectos contra los cuales luchamos más en nuestra cultura es la
presión del tiempo. Y las parejas, a veces, pasan muy poco tiempo conversando,
excepto lo estrictamente necesario. Eso incluye preguntas como ¿Qué desean
comer esta noche? o ¿Le diste permiso a Pedrito para salir? La pareja promedio
rara vez dialoga. Y es fácil ver cómo caemos en esta trampa. La televisión
absorbe la mayor parte del tiempo; y cuando llegamos a casa queremos hacer de
todo menos dialogar. A veces el día ha sido tan aburrido que sólo queremos
preguntar qué hay de comida. Y cuando una familia se reúne a comer, se dedica
más tiempo a poner orden que a dirigir una conversación interesante.

Pero si queremos tener una misma mente, es indispensable la comunicación.


Debemos hablar de nuestras metas y objetivos. Debemos compartir nuestras
esperanzas y fracasos. Necesitamos el apoyo del otro para enfrentar el mañana.
Pero para ello necesitamos apartar tiempo para el diálogo. Una pareja puede
pagar una niñera, salir a comer juntos y dialogar. Otros, tal vez, descubren que el
mejor tiempo para dialogar es cuando los niños ya están en cama. Otros se dan
cuenta que si permanecen dentro de la casa siempre habrá algo que hacer,
entonces deciden salir a caminar y charlar. Cada pareja debe buscar el momento
más apropiado con sus circunstancias, pero deben dialogar varias veces a la
semana, deben comunicarse realmente. Al comienzo parece difícil y sin sentido,
pero la experiencia de otros demuestra que tales momentos se convierten en el
corazón de su relación matrimonial.

Amarse mutuamente

La función del esposo y de la esposa es prácticamente la misma: amarse el uno al


otro. Y no hay otra responsabilidad en el reino de Dios que la de ser servidores el
uno del otro. Debemos buscar continuamente la manera de expresar amor al otro,
sirviéndole. Esto implica preferir al otro, y pensar en sus necesidades antes que
en las nuestras. Debe haber libertad para señalar el pecado y recibir perdón. Pero
el objetivo debe ser dar y perdonar antes que recibir. Buscar animar y edificar al
cónyuge, de una manera real. Esto incluye tratar de resolver los problemas y
también dar ánimo al otro cuando las cosas salen bien.
15
Así que tengan cuidado de su manera de vivir. No vivan como necios sino como
sabios,16 aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son
malos. Efesios 5:15,16
18. PRIORIDADES EN EL MATRIMONIO: Iniciativa y
respuesta.
La vida de Jesús estaba sujeta a la iniciativa y la dirección de su Padre; y El
respondía con obediencia.
30
Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta; juzgo sólo según lo que oigo, y mi
juicio es justo, pues no busco hacer mi propia voluntad sino cumplir la voluntad
del que me envió. Juan 5:30

La vida que Cristo vivió ante sus discípulos demostró claramente que El era un
canal a través del cual el Padre realizaba su voluntad en este mundo. Dios habló a
su Hijo, le dirigió su vida y ministerio y le proveyó el poder y los recursos para
realizar su obra, y Cristo actuó en obediencia haciendo lo que el Padre le
ordenaba.

La vida de Cristo en la tierra fue una vida de obediencia. Nada de lo que hizo o
dijo tuvo origen en sí mismo. Dios daba la iniciativa, los recursos y la dirección.
Jesús vivió para hacer la voluntad de su Padre.

28
Por eso Jesús añadió: —Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, sabrán
ustedes que yo soy, y que no hago nada por mi propia cuenta, sino que hablo
conforme a lo que el Padre me ha enseñado.29 El que me envió está conmigo; no
me ha dejado solo, porque siempre hago lo que le agrada. Juan 8:28,29

Y Jesús vivió rodeado de gente que tenía ciertas expectativas hacia su ministerio.
Tanto sus discípulos, como los líderes religiosos, como las multitudes esperaban
algo de El. Pero Cristo sabía que únicamente la voluntad de su Padre era lo
importante, en medio de tantas esperanzas y demandas de la gente. Sus últimas
palabras en la cruz fueron: “Todo está consumido”. Sabemos que esto se refiere a
su obra de redención y sacrificio por nosotros. Pero, en otro sentido, podemos
pensar que El estaba diciendo: “Todo lo que me enviaste a hacer en el mundo está
terminado. No quedó nada por hacer.” ¡Qué felicidad poder expresar lo mismo al
final de nuestra vida! Todos vivimos rodeados de demandas y expectativas de
otros. Todos luchamos por tomar decisiones correctas sobre cómo invertir el
tiempo. ¿Cómo saber la diferente entre lo urgente y lo importante? Debemos
seguir el ejemplo de Cristo. Sólo lo que Dios nos dirige a hacer es lo importante.
Debemos aprender a discernir su voz en medio de las demandas, esperanzas y
expectativas de otros. Aprendemos a discernir su voz por medio del Espíritu que
vive en nosotros, en su Palabra revelada y por medio de los líderes espirituales.
Dios quiere tomar la iniciativa en nuestra vida y que nosotros seamos
instrumentos para realizar su voluntad en la tierra.

Cuando hablamos de prioridades, debemos guiarnos por una verdad. Dios nos ha
dado todo el tiempo que necesitamos para cumplir su voluntad, y nosotros nos
preocupamos porque queremos hacer más cosas en menos tiempo. Pero no es
Dios quien nos ha dado más cosas por hacer. A cada uno, El le ha dado el tiempo
necesario para hacer su voluntad. Debemos aprender a reconocer esta verdad.

La mayordomía del corazón

En el Salmo 90 Moisés describe la transitoriedad de nuestra vida comparada con la


naturaleza eterna de Dios.
1
Señor, tú has sido nuestro refugio generación tras generación. 2 Desde antes que
nacieran los montes y que crearas la tierra y el mundo, desde los tiempos
antiguos y hasta los tiempos postreros, tú eres Dios. Salmo 90:1,2

¡Cuán cierto es esto! El Dios que creó el cielo y la tierra, el Eterno, quiere ser el
centro de nuestra vida. Y desde el día que le recibimos, nuestra vida toma el
rumbo correcto. A partir de entonces El se convierte en el proveedor de todas
nuestras necesidades.
3
Tú haces que los *hombres vuelvan al polvo, cuando dices: «¡Vuélvanse al polvo,
*mortales!» 4 Mil años, para ti, son como el día de ayer, que ya pasó; son como
unas cuantas horas de la noche. Salmo 90:3,4

Así como fuimos creados del polvo de la tierra, al polvo volvemos al morir. Los
días que nos parecen tan largos, no son nada en comparación con la eternidad.
5
Arrasas a los mortales. Son como un sueño. Nacen por la mañana, como la
hierba 6 que al amanecer brota lozana y por la noche ya está marchita y seca.
Salmo 90:5,6

Nuestra permanencia en la tierra es tan corta que Dios la compara con la yerba
que sale en la mañana y en la tarde se seca. Dios diseño nuestra vida para ser
eterna, pero nuestro cuerpo es temporal. Debemos reconocer que estos breves
años deben ser una preparación para la eternidad.

10
Algunos llegamos hasta los setenta años, quizás alcancemos hasta los
ochenta, si las fuerzas nos acompañan. Tantos años de vida, sin embargo, sólo
traen pesadas cargas y calamidades: pronto pasan, y con ellos pasamos nosotros.
11
¿Quién puede comprender el furor de tu enojo? ¡Tu ira es tan grande como el
temor que se te debe! 12 Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestro
corazón adquiera sabiduría. Salmo 90:10-12

Cuando comprendemos la naturaleza eterna de Dios y de nuestra vida en El, y que


somos responsables por nuestros años aquí en la tierra, ¿cómo reaccionamos? La
exhortación de Moisés es clara: “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días,
que traigamos al corazón sabiduría.”

¡Ese es nuestro objetivo! Dios está involucrado en nuestra vida, y este es un


proceso soberano y eterno en medio del tiempo. El nos lleva por experiencias,
circunstancias y relaciones, y siempre nos enseña a obedecerle, a tomar
decisiones espirituales. Dios quiere formar en nuestros corazones, durante todo
este tiempo, las cosas que le agradan a El. Y cuando nos presentemos ante El,
será nuestro honor entregarle una vida formada a su semejanza; pero todo debido
a su gracia.
14 15
Pero yo, SEÑOR, en ti confío, y digo: «Tú eres mi Dios.» Mi vida entera está en
tus manos; Salmo 31:14,15a

Orden de prioridades, según Dios.

En Efesios, capítulo 5, el apóstol Pablo nos presenta una clara imagen del orden de
prioridades.
15
Así que tengan cuidado de su manera de vivir. No vivan como necios sino como
sabios,16 aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son
malos. Efesios 5:15,16.

Pablo comienza exhortando a los cristianos de Efeso sobre su manera de vivir en


ese tiempo. Y como Efeso sobre su manera de vivir en ese tiempo. Y como los
días eran malos, debían utilizar sabiamente el tiempo. Nosotros también
atravesamos tiempos difíciles-las presiones de la sociedad moderna y las
tentaciones nos rodean continuamente. Todo nuestro ambiente—físico,
emocional, espiritual, intelectual, político—necesita ser redimido. No debemos
contribuir ni participar en el proceso de muerte, rebeldía y disipación que controla
al mundo. Debemos ser parte del proceso de redención, y nuestra obediencia es
parte de dicha redención. El tiempo, como uno de los dones más singulares y
preciosos, debe ser usado en forma sabia.

19. DIA DE LA MADRE.

20. PRIORIDADES SEGÚN DIOS: Nuestro andar con


Dios (la iglesia)
17
Por tanto, no sean insensatos, sino entiendan cuál es la voluntad del Señor. 18 No
se emborrachen con vino, que lleva al desenfreno. Al contrario, sean llenos del
Espíritu.19 Anímense unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales.
Canten y alaben al Señor con el corazón,20 dando siempre gracias a Dios el Padre
por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. 21 Sométanse unos a otros,
por reverencia a Cristo. Efesios 5:17-21.

La primera prioridad que Pablo menciona es nuestra relación con Dios. Nos
exhorta a no ser necios, sino a comprender cuál es la voluntad de Dios. Y puesto
que Dios se ha revelado y nos ha dado su palabra, su voluntad no es un ministerio
que debamos “descifrar”. La voluntad de Dios está “en nosotros”, y la conocemos
a medida que caminamos con El.
Luego, Pablo nos exhorta a ser llenos del Espíritu Santo. En el pasado
desperdiciamos nuestra vida, pero ahora somos instrumentos para expresar el
amor de Dios a otros, y a Dios mismo. El ser llenos del Espíritu Santo ocurre en el
contexto de la iglesia cuando nos instruimos en la Palabra, cuando alabamos a
Dios y cuando vivimos en sumisión unos a otros.

Si queremos que Dios no guíe en otras áreas, debemos ver primero cómo está
nuestra relación con El. El debe ser la primera prioridad y la única “fuente” de
nuestra vida. Según la Biblia, este proceso se vive dentro de la iglesia. Es allí
donde crecemos en el conocimiento de Dios y en nuestras relaciones con otros.
Ninguno de nosotros es lo suficientemente sabio o disciplinado para tomar buenas
decisiones. Siempre necesitaremos el consuelo, el consejo, las palabras de ánimo,
la instrucción y la corrección que otras nos pueden dar. Al someternos unos a
otros, podemos recibir todas estas cosas.

Así que, nuestra primera prioridad es nuestra relación con Dios. Esta relación, y
todas las demás, se desarrollan en el ambiente de su iglesia.

21. PRIORIDADES SEGÚN DIOS: Nuestro cónyuge.


22
Esposas, sométanse a sus propios esposos como al Señor.23 Porque el esposo es
cabeza de su esposa, así como Cristo es cabeza y salvador de la iglesia, la cual es
su cuerpo. Efesios 5:22,23.

La segunda prioridad, según lo escribe Pablo, es nuestro cónyuge. De entre todas


las áreas que exigen nuestra atención, siempre debemos dar prioridad a nuestro
cónyuge. Como ya vimos en la sección de “Liderazgo y sumisión”, el ministerio de
un esposo y de una esposa es ministrar a su cónyuge. Aparte de Dios, esta es
nuestra principal responsabilidad, pues daremos cuenta de ello a Dios.

En el proceso del discipulado de nuestra vida, Dios utiliza principalmente a nuestro


cónyuge. Y nosotros también, a su vez, somos instrumentos para edificar al otro.
Debemos tener la libertad para darle al otro todo aquello que Dios tiene para él,
pero también de cumplir con nuestra responsabilidad de amar al otro.

Para cumplir este ministerio necesitamos tiempo. Necesitaremos invertir todos los
años que vivamos juntos, el mejor tiempo de esos años. De todas las demandas,
esperanzas y expectativas que enfrentamos, Dios desea que siempre tengamos a
nuestro cónyuge y sus necesidades en primer lugar. Esa persona es, a los ojos de
Dios, nuestra primera responsabilidad.

Se requiere tiempo para conocer al otro. Por eso se debe hablar, compartir y
experimentar la vida con una mente común, compartir y experimentar la vida con
una mente común. Esta unión, esta comunión, la intimidad y sensibilidad que
surgen de toda una vida juntos se irán desarrollando poco a poco, a medida que
pasan tiempo juntos, se comunican y se animan mutuamente. Necesitamos
dialogar bastante. Crear un ambiente de libertad para compartir sentimientos,
pensamientos, temores, heridas y preguntas. Dicha relación irá madurando a
medida que tenemos como prioridad caminar juntos de esta forma.

Para cumplir con esta responsabilidad necesitamos ir a Dios continuamente, para


pedirle que nos enseñe a ver al otro a través de sus ojos. ¿Qué necesidades tiene
mi compañero/a? ¿Cuáles son sus áreas débiles? ¿En qué aspectos necesita ayuda,
consejo, sanidad o reprensión? ¿Cómo quiere Dios usarme para ayudar al otro? Y
la oración es el medio que Dios utiliza para mostrarnos su voluntad.

Con tal motivo, debemos apartar un tiempo específico para cumplir con este
ministerio. Antes de dedicar tiempo a los hijos, a la profesión, o a la iglesia, es
importante el tiempo para nuestro cónyuge. Será preciso apartar tiempo diaria o
semanalmente. Y cuando surgen imprevistos, es cuando realmente se debe quién
tiene prioridad. Aun a costa de otras cosas que más estimemos, nuestro cónyuge
tiene la primera y más importante prioridad.

22. PRIORIDADES SEGÚN DIOS: Los hijos.


1
Hijos, obedezcan en el Señor a sus padres, porque esto es justo. 2 «Honra a tu
padre y a tu madre —que es el primer mandamiento con promesa—3 para que te
vaya bien y disfrutes de una larga vida en la tierra.» 4 Y ustedes, padres, no hagan
enojar a sus hijos, sino críenlos según la disciplina e instrucción del Señor. Efesios
6:1-4.

Después de nuestra relación con Dios y nuestro ministerio hacia el cónyuge, la


próxima prioridad son los hijos. Y Dios nos ha encomendado el ministerio de la
disciplina y la instrucción de los hijos.

Las necesidades de los hijos demandan tanto de nuestra parte que cuando surgen
muchas presiones es importante tener bien claro cuáles prioridades son las
principales. Para ello se requiere flexibilidad, sin dejar a un lado las dos primeras
prioridades: Dios y el cónyuge. Si no lo hacemos así, estaremos echando a perder
nuestras relaciones más importantes en esos años cuando los hijos demandan
más de nuestra parte.

Es importante establecer una adecuada relación con los hijos, lo cual es


fundamental para continuar dirigiéndoles y motivándoles en el futuro. Se debe
invertir tiempo para conocerlos y para que ellos nos conozcan. Si no dedicamos
tiempo jugando, charlando, escuchando y enseñándoles, no podremos
desempeñar el ministerio del discipulado en ellos.

Como pareja, también necesitamos orar por los hijos. Por medio de la oración
recibimos la dirección de Dios para dirigir, discipular, corregir malos hábitos o
desarrollar áreas de interés; si aprendemos a verlos como Dios los mira, nos será
más fácil darles aquello que Dios tiene para ellos.

Si dejamos pasar el tiempo haciendo otras cosas, nunca les podremos dar a los
hijos lo que Dios desea que les demos. Ellos son la principal responsabilidad de la
pareja, y debemos darles todo lo que Dios nos manda compartir con ellos.

23. PRIORIDADES SEGÚN DIOS: La profesión.


5
Esclavos, obedezcan a sus amos terrenales con respeto y temor, y con integridad
de corazón, como a Cristo.6 No lo hagan sólo cuando los estén mirando, como los
que quieren ganarse el favor *humano, sino como esclavos de Cristo, haciendo de
todo corazón la voluntad de Dios.7 Sirvan de buena gana, como quien sirve al
Señor y no a los hombres,8 sabiendo que el Señor recompensará a cada uno por el
bien que haya hecho, sea esclavo o sea libre. 9 Y ustedes, amos, correspondan a
esta actitud de sus esclavos, dejando de amenazarlos. Recuerden que tanto ellos
como ustedes tienen un mismo Amo[a] en el cielo, y que con él no hay
favoritismos. Efesios 6:5-9.

La siguiente prioridad es nuestra profesión. El trabajo es el medio que Dios ha


dispuesto para que suplamos las necesidades físicas de nuestra familia.

Pero, si bien es cierto que Dios desea que disfrutemos de nuestro trabajo, éste no
se debe convertir en lo más importante:
12
Yo sé que nada hay mejor para el hombre que alegrarse y hacer el bien
mientras viva;13 y sé también que es un don de Dios que el hombre coma o beba,
y disfrute de todos sus afanes. Eclesiastés 3:12,13

El conflicto surge cuando el hombre desea obtener en su trabajo el “pan” de su


vida, y en lugar de ello sólo recibe espinos y cardos. El deseo y aun la ilusión de
obtener realización total en el trabajo, es una forma cómo Satanás nos resta
energía, tiempo y creatividad que podríamos estar dedicando a la familia y al reino
de Dios. Muchos “adictos al trabajo” han llegado a acumular grandes fortunas,
poder y autoridad, mientras que sus principales responsabilidades han sido
descuidadas.

A causa de las actuales presiones financieras y del deseo de encontrar identidad


en una profesión, muchas mujeres también encuentran difícil saber qué prioridad
tiene su trabajo. Las necesidades específicas de la familia se disciernen mejor por
medio de la oración y del consejo de los líderes. Pero la prioridad de la mujer,
según la Biblia, es su hogar. Si hay dudas respecto a si ella debe trabajar, sobre
todo cuando hay niños pequeños, es mejor pedir el consejo de un líder.
Posiblemente sea necesario que trabaje, pero dicha decisión no la debe tomar ella
sola.
3
A las ancianas, enséñales que sean reverentes en su conducta, y no
calumniadoras ni adictas al mucho vino. Deben enseñar lo bueno4 y aconsejar a
las jóvenes a amar a sus esposos y a sus hijos, 5 a ser sensatas y puras, cuidadosas
del hogar, bondadosas y sumisas a sus esposos, para que no se hable mal de la
palabra de Dios. Tito 2:3-5.

24. PRIORIDADES SEGÚN DIOS: El ministerio.


10
Por último, fortalézcanse con el gran poder del Señor.11 Pónganse toda la
armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo. 12
Porque nuestra lucha no es contra *seres humanos, sino contra poderes, contra
autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra
fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales.13 Por lo tanto, pónganse
toda la armadura de Dios, para que cuando llegue el día malo puedan resistir
hasta el fin con firmeza.14 Manténganse firmes, ceñidos con el cinturón de la
verdad, protegidos por la coraza de justicia,15 y calzados con la disposición de
proclamar el *evangelio de la paz.16 Además de todo esto, tomen el escudo de la
fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno.17 Tomen
el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. 18 Oren
en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alerta y
perseveren en oración por todos los santos. 19 Oren también por mí para que,
cuando hable, Dios me dé las palabras para dar a conocer con valor el *misterio
del evangelio,20 por el cual soy embajador en cadenas. Oren para que lo proclame
valerosamente, como debo hacerlo. Efesios 6:10-20.

Después de analizar la relación con Dios, con el cónyuge, con los hijos y en el
trabajo, Pablo habla del ministerio. No quiere decir que el ministerio viene de
último, después de Dios, el cónyuge, los hijos y el trabajo, sino que dicho
ministerio es el resultado de ver que todo lo anterior está funcionando como Dios
quiere. Cuando nuestra relación con Dios es guiada por el Espíritu Santo, cuando
le estamos dedicando tiempo al cónyuge y a los hijos, y cuando el trabajo ocupa el
lugar adecuado, el ministerio surgirá en forma natural. Si nos afanamos por tener
un “ministerio” y no tenemos una buena relación con Dios, estaremos trabajando
en el poder de la carne, en nuestras propias fuerzas. Es necesario saber que
ministerio es lo que Dios realiza en nosotros y que, luego, por su poder lo
compartimos con otras personas.

Una vida abundante


Regresando al Salmo 90 encontramos una oración que expresa el verdadero deseo
de nuestro corazón. Cuando vivimos con Dios manda, cada día encontraremos
grandes satisfacciones:
13
¿Cuándo, SEÑOR, te volverás hacia nosotros? ¡Compadécete ya de tus siervos! 14
Sácianos de tu amor por la mañana, y toda nuestra vida cantaremos de alegría.
Salmo 90:13,14

Aun con todas las circunstancias difíciles que Dios permite en nuestra vida, hay
gozo continuo:
15
Días y años nos has afligido, nos has hecho sufrir; ¡devuélvenos ahora ese
tiempo en alegría! Salmo 90:15.

Tenemos la herencia de las bendiciones de Dios, las cuales son válidas para todas
las generaciones.
16
¡Sean manifiestas tus obras a tus siervos, y tu esplendor a sus descendientes!
Salmo 90:16.

Y todas las cosas que Dios ha hecho por nosotros durante nuestro andar en este
mundo, serán estables y tendrán resultados permanentes:
17
Que el favor[a] del Señor nuestro Dios esté sobre nosotros. Confirma en nosotros
la obra de nuestras manos; sí, confirma la obra de nuestras manos. Salmo 90:17.

Si respondemos en forma adecuada cuando el Señor nos indica cuáles deben ser
las prioridades de nuestra vida, nuestros corazones se asemejarán al suyo y
tendremos sabiduría permanentemente. Qué sensación de gozo y vida
abundante, cuando lleguemos un día ante El sabiendo que todo lo que El quería
realizar en nosotros ha sido hecho, y escuchar sus palabras:
23
Su señor le respondió: "¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! Has sido fiel en lo
poco; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!"
Mateo 25:23.

25. DIA DEL PADRE.

26. LA FAMILIA: Cómo enfrentar los conflictos.


8
En fin, vivan en armonía los unos con los otros; compartan penas y alegrías,
practiquen el amor fraternal, sean compasivos y humildes.9 No devuelvan mal por
mal ni insulto por insulto; más bien, bendigan, porque para esto fueron llamados,
para heredar una bendición. 1 Pedro 3:8,9.

En el mundo que vivimos estamos acostumbrados a devolver mal por mal;


aprendemos a defendernos pagando con la misma moneda, sobre todo a quienes
están cerca de nosotros: nuestra familia. Y puesto que el nivel de entrega es tan
bajo, ante la primera señal de desacuerdo o disgusto preferimos huir. Es por esta
razón que la relación matrimonia ha llegado a ser tan frágil, pues quienes
comparten la misma casa y la misma cama construyen paredes que sólo quitan
cuando las cosas andan bien.

En Cristo podemos presentarnos ante el otro “desnudos y no avergonzados”. A


través de la vida que El nos ha dado, podemos disfrutar de relaciones estrechas y
fuertes, pues su amor fluye libremente de nuestra vida. El amor restaurador, que
procede de Dios, sana las heridas y nuestra relación será el refugio en tiempos de
necesidad.

Caminando en la luz

Es apóstol Juan escribió su primera carta para definir lo que es el compañerismo y


para invitar a sus lectores a unirse en esa relación con Dios y con los demás. En el
mundo actual la palabra “compañerismo” no tiene mucho significado, pero Dios la
utiliza para definir la “comunión íntima” que sólo se puede experimentar en Cristo.
Juan describe la base de este compañerismo:
5
Éste es el mensaje que hemos oído de él y que les anunciamos: Dios es luz y en
él no hay ninguna oscuridad. 6 Si afirmamos que tenemos comunión con él, pero
vivimos en la oscuridad, mentimos y no ponemos en práctica la verdad.7 Pero si
vivimos en la luz, así como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y
la sangre de su Hijo Jesucristo nos limpia de todo pecado. 1 Juan 1:5-7.

El compañerismo es el resultado de vivir en la luz. En Génesis 3 vimos la relación


de Adán y Eva cuando pecaron. Inmediatamente se escondieron de ellos mismos
y de Dios. Y en la obscuridad de su pecado y culpa, se cubrieron de temor por el
rechazo. Para realizar su ministerio Cristo vino a este mundo de oscuridad, y con
su amor sanador nos restauró a la luz.

Caminar en la luz significa vivir abiertamente en la presencia de otros; sentir


libertad para expresarnos como somos, con la confianza de que seremos
aceptados a pesar de las incapacidades, debilidades y fracasos. Aunque es difícil
vivir esta clase de relación, debemos aprender a hacerlo. Sabemos que no surge
naturalmente. Si no queremos caminar con la luz juntos, nuestras relaciones
continuarán siendo mediocres. Pero si estamos dispuestos a ser susceptibles, a
ser conocidos, a ser vistos como somos, Dios nos dará esa comunión íntima que
tanto anhelamos y que El llama compañerismo.

No hay lugar para relaciones débiles

Pablo escribió a los colosenses acerca de las relaciones que tenemos en Cristo, y
cómo mantenerlas.
12
Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto
entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia,13 de modo que se
toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el
Señor los perdonó, perdonen también ustedes.14 Por encima de todo, vístanse de
amor, que es el vínculo perfecto. 15 Que gobierne en sus corazones la paz de
Cristo, a la cual fueron llamados en un solo cuerpo. Y sean agradecidos.
Colosenses 3:12-15

Como cristianos tenemos sus raíces en el amor de Dios y El nos ha transformado


mediante su justicia y santidad. El desea que entendamos quiénes somos en El y
que vivamos conforme a esa verdad. Pablo nos exhorta a vivir conforme al nuevo
hombre que ya hemos recibido por la obra del Hijo; debemos ser compasivos,
amables, humildes y pacientes, así como Dios lo es con nosotros. Si expresamos
esas cualidades de carácter, dice Pablo, Dios nos capacitará para soportarnos
mutuamente, para perdonar cuando nos ofenden, para bendecir en lugar de
quejarnos. El perdón que hemos recibido de Dios nos motiva a perdonar a otros,
y el amor que proviene de El nos unirá con un vínculo eterno que nadie puede
romper.

El hecho de que Dios nos encarga llevar las cargas del otro implica que en
ocasiones otros llevarán las nuestras. En algún momento vamos a ofender a
otros, ya sea de palabra o de hecho. Y nuestra estrecha relación con Cristo no
depende de nuestro buen comportamiento. Cuando andamos en la carne siempre
vamos a ofender a los demás. Pero nuestra relación se fundamenta en el perdón
que podemos dar y recibir, así como Cristo nos ha perdonado.

El mundo nos enseña que cuando vengan los problemas lo mejor que podemos
hacer es huir, escapar; que reclamemos nuestros derechos, que defendamos
nuestra posición e identidad; que cuando una relación no contribuya a nuestros
objetivos, o cuando el ambiente no sea propicio para nuestro desarrollo personal,
lo mejor es escapar. Y esto es engaño de Satanás para que no recibamos lo que
Dios desea darnos. Dios quiere que perseveremos juntos en los tiempos buenos y
en los tiempos malos, en la alegría y en el dolor, en la enfermedad y en la salud,
en la pobreza y en la riqueza. Y eso fue lo que prometimos ante testigos. Pero
con el amor de Dios, todo es posible. No podemos dejar al cónyuge cuando ya no
disfrutamos juntos, ni debemos construir paredes cuando el otro nos ofende. Dios
nos ha capacitado para reaccionar con amor y para madurar juntos. Si alguno
está en Cristo, no tiene excusas para vivir una relación débil. El amor que
recibimos de Dios nos capacitará para disfrutar de relaciones fuertes y estrechas.

27. LA FAMILIA: Llevando las cargas mutuamente.


En la sociedad actual encontramos más dolor del que podemos sobrellevar. Hay
tanta competencia en todos los aspectos que muchas veces somos los
perdedores, y esto hiere nuestros sentimientos. Si no hemos aprendido a ser
siervos del cónyuge y si vivimos en competencia, nos convertiremos en parte del
proceso destructivo que vive el mundo, en lugar de ser parte del proceso sanador.

Esta vida está llena de conflictos, presiones y angustias. Cuando fracasamos,


cuando las circunstancias son contrarias, cuando las relaciones son difíciles,
cargamos estos problemas y causamos dolor a los que nos rodean, Por ello,
muchas veces la relación familiar se caracteriza por un diario va y viene de malos
tratos, y Dios desea que reaccionemos en forma diferente.
8
En fin, vivan en armonía los unos con los otros; compartan penas y alegrías,
practiquen el amor fraternal, sean compasivos y humildes.9 No devuelvan mal por
mal ni insulto por insulto; más bien, bendigan, porque para esto fueron llamados,
para heredar una bendición. 1 Pedro 3:8,9

Pedro hace un resumen de nuestras relaciones, después de darnos el ejemplo de


Cristo. Debemos seguir sus pasos dando amor y perdón a otros.

21
Para esto fueron llamados, porque Cristo sufrió por ustedes, dándoles ejemplo
para que sigan sus pasos. 22 «Él no cometió ningún pecado, ni hubo engaño en su
boca.» 3 Cuando proferían insultos contra él, no replicaba con insultos; cuando
padecía, no amenazaba, sino que se entregaba a aquel que juzga con justicia. 24 Él
mismo, en su cuerpo, llevó al madero nuestros pecados, para que muramos al
pecado y vivamos para la justicia. Por sus heridas ustedes han sido sanados. 1
Pedro 2:21-24

Aunque Cristo no cometió pecado, los hombres le rechazaron y le llevaron a la


muerte. Pero la Palabra nos dice que cuando le rechazaron, El no devolvió mal; su
respuesta fue entregar su vida al Padre y cumplir su voluntad, y por ello pudo
someterse a los hombres. Pedro nos dice que Cristo llevó nuestros pecados en su
cuerpo para que nosotros recibiéramos vida y salud. Ese es el ejemplo que
debemos seguir. ¿Cuál es nuestra reacción cuando recibimos heridas o insultos,
sobre todo cuando vienen de nuestro cónyuge? El mundo nos enseña a pagar con
la misma moneda, pero Dios nos manda a llevar los pecados del otro para que
contribuyamos al proceso sanador en la vida del otro. Se han dado muchas
definiciones del amor, pero según la perspectiva de Dios, amor es llevar las cargas
del otro y convertirnos en instrumento par que el amor sanador de Dios actúe en
la otra persona.

Hablando la verdad en amor

El llevar la carga del otro no significa que no debamos decirle qué es lo que nos
ofende. Tenemos la responsabilidad, delante de Dios, de hacerle ver su pecado.
El mandato de Pablo se aplica también al matrimonio.
1
Hermanos, si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales
deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque
también puede ser *tentado.2 Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así
cumplirán la ley de Cristo. Gálatas 6:1,2.

Dios nos manda a confrontar al esposo o esposa cuando veamos que anda en
pecado; pero debemos hacerlo con humildad, sensibilidad y compasión, sin la
intención de hacernos ver superiores al otro.

La confrontación se debe hacer cuando el cónyuge peca contra nosotros. A veces


no lo hacemos por temor de recibir una ofensa a cambio, o porque disfrutamos
sintiéndonos los mártires, en lugar de restaurar al otro. Pero debemos
confrontarlo, pues somos responsables ante Diosa por la vida espiritual de nuestro
cónyuge.

Cuando Pablo escribió a los efesios, respecto al ministerio que se desarrolla en la


iglesia, él dijo que debíamos responder sometiéndonos a Cristo y hablando la
verdad unos con otros.
14
Así ya no seremos niños, zarandeados por las olas y llevados de aquí para allá
por todo viento de enseñanza y por la astucia y los artificios de quienes emplean
artimañas engañosas.15 Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta
ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo.16 Por su acción todo el
cuerpo crece y se edifica en amor, sostenido y ajustado por todos los ligamentos,
según la actividad propia de cada miembro. Efesios 4:14-16.

Dios nos ha dado la libertad para dejarnos conocer con nuestras debilidades y
para discernir las debilidades del otro. Y uno de los aspectos más hermosos del
matrimonio es el crecimiento que se opera en los cónyuges cuando hay continua
limpieza y estímulo. Dios nos ha dado, en nuestro cónyuge, la persona que mejor
nos conoce y que también está dispuesta a ayudarnos en este proceso de
madurez y crecimiento. A medida que nuestra vida transcurre, debemos notar en
qué áreas el otro necesita confrontación, y también ser sensibles para ministrarle
en amor cuando necesite restauración. Lo mismo que a los discípulos, Dios nos
llama a confrontar y perdonar. Si descuidamos uno de los dos, nuestra relación no
alcanzará la madurez.

3
Así que, ¡cuídense! »Si tu hermano peca, repréndelo; y si se arrepiente,
perdónalo.4 Aun si peca contra ti siete veces en un día, y siete veces regresa a
decirte "Me arrepiento”, perdónalo. Lucas 17:3,4

Cuando tengamos la confianza y seguridad de que el cónyuge nos ama con el


amor de Dios y que nos acepta y sólo desea nuestro crecimiento como individuo,
sentiremos libertad para expresarnos y fortalecer la relación. No nos sentiremos
ofendidos cuando nos confronta, pues sabemos que nos perdonará. Y si
continuamos ejerciendo este ministerio, nos estaremos estimulando para crecer a
la imagen de Cristo.

Confronte pronto el pecado

Pablo también les advirtió a los efesios que no dejaran pasar alto el pecado por
mucho tiempo.
25
Por lo tanto, dejando la mentira, hable cada uno a su prójimo con la verdad,
porque todos somos miembros de un mismo cuerpo.26 «Si se enojan, no pequen.»
No dejen que el sol se ponga estando aún enojados, 27 ni den cabida al diablo.
Efesios 4:25-27

Algunas veces nos enojamos por alguna acción de nuestro cónyuge; otras, cuando
nos confronta. Pero el enojo es una respuesta justificada, pues es una emoción
que Dios nos ha dado. A veces, pecamos porque no nos enojamos cuando
debiéramos. Dios no ha dado libertad para enojarnos y no pecar. Debemos sentir
ira ante el pecado y la depravación del mundo actual, ante la deshumanización del
individuo y la destrucción del hombre; si no sentimos ira por esto estamos
pecando gravemente. No toda la ira es pecado.

Pero sí pecamos cuando dejamos que la ira permanezca por mucho tiempo, y
cuando tiene consecuencias destructivas. Debemos analizar qué es lo que nos
causa la ira y no permitir que se convierta en resentimiento y amargura contra
nuestro cónyuge; pues Satanás utiliza esa puerta abierta para destruir nuestra
relación. Cuando nuestro corazón se endurece, ya no reaccionamos ante el otro
por más que queramos.
14
Busquen la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. 15
Asegúrense de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de que ninguna raíz
amarga brote y cause dificultades y corrompa a muchos;16 y de que nadie sea
inmoral ni profano como Esaú, quien por un solo plato de comida vendió sus
derechos de hijo mayor. 17 Después, como ya saben, cuando quiso heredar esa
bendición, fue rechazado: No se le dio lugar para el *arrepentimiento, aunque con
lágrimas buscó la bendición. Hebreos 12:14-17.

En un matrimonio debe haber suficiente libertad para que los cónyuges se


perdonen cuando hayan pecados contra el otro y para que confronten el pecado.
Si no se ejercita este ministerio de limpieza y sanidad, las heridas se convertirán
en resentimientos, y los resentimientos en amargura. Esta raíz de amargura
destruirá nuestras vidas como individuos, como matrimonio y como familia. Dios
nos ha llamado a crear un ambiente propicio donde los hijos puedan crecer en
libertad y confianza, donde perdonen y sean perdonados en amor; donde se
confronte al pecado, con misericordia. Únicamente así creceremos en Cristo y nos
convertiremos en un refugio para el otro.
28. LA FAMILIA: Un ambiente de libertad.
A medida que nos amemos como Dios manda, y nos dispongamos a llenar las
necesidades del cónyuge, nuestro amor se fortalecerá y cada uno se convertirá en
un refugio seguro para el otro. Y el matrimonio, en vez de ser un lugar donde la
pareja se hiere mutuamente, tendrá un ambiente de libertad donde los hijos
crecerán juntos y alcanzarán la madurez.
1
Si hablo en *lenguas *humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más
que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. 2 Si tengo el don de profecía
y entiendo todos los *misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que
logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. 3 Si reparto entre los
pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas,
pero no tengo amor, nada gano con eso. 1 Corintios 13:1-3.

EL AMOR
4
El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni
orgulloso.5 No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no
guarda rencor.6 El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la
verdad.7 Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 El amor
jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será
silenciado y el de conocimiento desaparecerá. 1 Corintios 13:4-8.

Es sufrido: confío en la soberanía de Dios para que crezcas en cada área de tu


vida.

Es benigno: te miro con compasión, así como Dios me mira a mí.

No es celoso: no quiero ser posesivo(a) contigo, pues ni tú, ni tu tiempo, ni tus


habilidades me pertenecen.

No es jactancioso: no buscaré ser el centro de atención de tu vida, ni que sólo


mires mis éxitos.

No se envanece: no quiero vanagloriarme de lo que soy o hago.

No hace nada indebido: mi amor por ti se fundamenta en deseos puros.

No busca lo suyo: no te utilizaré para alcanzar mis propios objetivos egoístas.

No se irrita: no me enojaré fácilmente contigo , así como Dios es paciente


conmigo.

No guarda rencor: no llevaré la cuenta de tus fallas y pecados, ni te los sacaré en


cara más adelante.
No se goza de la injusticia: no me alegraré cuando fracases o cuando caigas en
pecado.

Se goza de la verdad: me gozaré como tu vida y nuestras relaciones se


caractericen por todo lo que es correcto.

Todo lo sufre: no habrá cosas que no pueda soportar, porque te amo.

Todo lo cree: nunca daré un sentido contrario o dudaré de tus palabras.

Todo lo espera: compartiremos juntos toda la plenitud de la realidad de Dios en


nuestras vidas.

Todo lo soporta: no te abandonaré: nada podrá hacer disminuir mi amor por ti.

El amor nunca deja de ser.

Podemos fallarnos el uno al otro: pero el amor de Dios, que ambos compartimos,
siempre nos hará triunfar.
8
El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas
será silenciado y el de conocimiento desaparecerá.9 Porque conocemos y
profetizamos de manera imperfecta;10 pero cuando llegue lo perfecto, lo
imperfecto desaparecerá.11 Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba
como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas
de niño.12 Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero
entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero
entonces conoceré tal y como soy conocido.
13
Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero
la más excelente de ellas es el amor. 1 Corintios 13:8-13.

29. LA DISCIPLINA DEL SEÑOR: La disciplina del


Señor.
11
Hijo mío, no desprecies la disciplina del SEÑOR, ni te ofendas por sus
reprensiones. 12 Porque el SEÑOR disciplina a los que ama, como corrige un padre a
su hijo querido. Proverbios 3:11,12.

Dios ha confiado al padre y a la madre el gozo y la responsabilidad de instruir a los


hijos para que estos lleguen a tener una relación con el Padre Celestial y para que
vivan con El. Los padres son el instrumento que Dios utiliza para disciplinar a los
hijos de su familia.
4
Y ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos, sino críenlos según la disciplina e
instrucción del Señor. Efesios 6:4.
¿Qué es la disciplina?

Disciplina es canalizar las energías, los deseos, el poder y los recursos que Dios
nos ha dado, para que se conviertan en algo productivo. Hay un claro contraste,
en la Biblia, entre la disciplina que recibieron los discípulos de Jesucristo, y la
disipación en que viven los no conocen a Dios.
1
Por tanto, ya que Cristo sufrió en el cuerpo, asuman también ustedes la misma
actitud; porque el que ha sufrido en el cuerpo ha roto con el pecado, 2 para vivir el
resto de su vida terrenal no satisfaciendo sus pasiones humanas sino cumpliendo
la voluntad de Dios.3 Pues ya basta con el tiempo que han desperdiciado haciendo
lo que agrada a los incrédulos, entregados al desenfreno, a las pasiones, a las
borracheras, a las orgías, a las parrandas y a las idolatrías abominables.4 A ellos
les parece extraño que ustedes ya no corran con ellos en ese mismo
desbordamiento de inmoralidad, y por eso los insultan. 5 Pero ellos tendrán que
rendirle cuentas a aquel que está preparado para juzgar a los vivos y a los
muertos. 1 Pedro 4:1-5.

El vapor nos sirve como ejemplo para explicar qué es disipación y disciplina. Si
colocamos una olla con agua en la estufa, y la hervimos, el vapor se escapa en el
aire y no sirve para nada. Pero si ese vapor fuera canalizado, podría convertirse
en una fuerza muy productiva. Asimismo el discípulo del Señor encauza todo lo
que Dios le ha dado para convertirlo en un ministerio productivo y eficaz. Una
vida disciplinada es una vida canalizada; y al canalizar todo lo que Dios nos ha
dado, estaremos dándole gloria a El.

Disciplinar es discipular-disponerse para Dios y enseñarle a otro a amar y


obedecer a Dios día tras día, así como vivió Cristo. Jesús no tomaba iniciativas por
su propia cuenta; El obedecía al Padre. Dios era fuente y el medio del ministerio
de Jesús. Y así es como Dios quiere que nosotros vivamos.

28
Por eso Jesús añadió: —Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, sabrán
ustedes que yo soy, y que no hago nada por mi propia cuenta, sino que hablo
conforme a lo que el Padre me ha enseñado.29 El que me envió está conmigo; no
me ha dejado solo, porque siempre hago lo que le agrada. 30 Mientras aún
hablaba, muchos creyeron en él. Juan 8:28-30.

Así debe vivir el discípulo, respondiendo continuamente con amor y obedeciendo


la dirección de Dios, haciendo uso de los recursos que tenemos en Cristo. Para
que un padre y una madre puedan disciplinar a sus hijos deben primero
disciplinarse ellos mismos; así los hijos aprenderán más mediante el ejemplo que
por las palabras. Cuando el hijo observa el comportamiento disciplinado de sus
padres, imita su modo de vida. Este modelaje de la disciplina es la mejor y más
poderosa herramienta para ejercer este ministerio.
Con frecuencia tenemos una imagen negativa de la disciplina, pues pensamos que
es “poner obstáculos” a nuestros deseos y energías. Nos frustramos al decir “no”
a las cosas que quisiéramos hacer. Pero, aunque parezca extraño, la disciplina
tiene que ver con decir más veces “si”, que “no”. Disciplina es una forma de vida,
donde decimos “si” a Dios, para cumplir sus objetivos en este mundo.

La vida disciplinada tiene su fundamento en las prioridades. La mejor forma de


enseñar disciplina es fijando prioridades para la vida. El matrimonio y la familia.
Que los hijos vean que sus padres han creado una atmósfera de disciplina en el
hogar. Un padre que no vive en disciplina ante el Señor, no podrá enseñar a sus
hijos a vivir en obediencia a Dios.

El ambiente de la disciplina

La verdadera disciplina sólo se puede experimentar en el contexto de unas


relaciones cimentadas en el amor. La disciplina es una acción de amor, ejercida
por dos personas que se aman mutuamente y que aman a una tercera (los hijos);
es una acción de amor que une aun más a la pareja. El castigo, en cambio, es la
reacción de la ira, y en lugar de unir a la pareja crea alienación que los aparta.

La disciplina no tiene nada que ver con la condenación; el castigo condena. El


amor de Dios nos da la libertad para disciplinar a los hijos, en un ambiente donde
se pueden desarrollar como individuos; pero la condenación siempre destruye. El
ministerio de Jesús no se caracterizó por la condenación, sino por su amor.
16
»Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo *unigénito, para que todo el
que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.17 Dios no envió a su Hijo
al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él. Juan
3:16,17

Dios no castiga a sus hijos, pues no quiere que le tengamos miedo; El quiere que
nuestra relación esté fundamentada en el amor, y que ese amor nos motive a
actuar rectamente. Lo que nos une a Dios es su amor por nosotros. Le amamos
porque El nos amó primero. La disciplina tiene que ver con ese amor que motiva.
11
Hijo mío, no desprecies la *disciplina del SEÑOR, ni te ofendas por sus
reprensiones. 12 Porque el SEÑOR disciplina a los que ama, como corrige un padre a
su hijo querido. Proverbios 3:11,12

Muchos hijos aprenden que el castigo está relacionado con sus malas acciones.
Cuando desobedecen se sienten mal, y cuando sus padres los castigan se sienten
bien, porque saben que el castigo “purifica” el pecado. En este mundo saturado
de culpa, aprendemos a asociar la culpa con el castigo, y al castigo como una
forma de condenación. Pero cuando los padres ya no están presentes para
castigar, nos castigamos a nosotros mismos porque pensamos que eso es lo que
Dios va a hacer con nosotros. Y es así como muchos hemos aprendido a
solucionar nuestro sentimiento de culpa.

Por tanto, necesitamos aprender que Dios, con su amor, nos quita el sentimiento
de culpa y el temor, y que ya no seremos condenados ni castigados.
17
Ese amor se manifiesta plenamente entre nosotros para que en el día del juicio
comparezcamos con toda confianza, porque en este mundo hemos vivido como
vivió Jesús. En el amor no hay temor,18 sino que el amor perfecto echa fuera el
temor. El que teme espera el castigo, así que no ha sido perfeccionado en el amor.
19
Nosotros amamos a Dios porque él nos amó primero. 1 Juan 4:17-19.

Cuando pecamos, Dios nos restaura en lugar de condenarnos. Y este es el


ministerio de amor que los padres debemos ejercer en los hijos; debemos
restaurar y dirigir, dar estabilidad y libertad, no condenación por los fracasos y
pecados.
1
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo
Jesús, Romanos 8:1.

Así como el padre se goza en sus hijos, los ama, desea lo mejor para ellos,
también los instruye en el bien. Y es precisamente mediante la disciplina en amor
que el niño llega a comprender que él es un hijo. Un hijo indisciplinado nunca será
consciente del amor de sus padres y tendrá muchos problemas respecto a
seguridad e identidad.
5
Y ya han olvidado por completo las palabras de aliento que como a hijos se les
dirige: «Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor ni te desanimes
cuando te reprenda,6 porque el Señor disciplina a los que ama, y azota a todo el
que recibe como hijo.» 7 Lo que soportan es para su disciplina, pues Dios los está
tratando como a hijos. ¿Qué hijo hay a quien el padre no disciplina? Hebreos 12:5-
7.

Si los padres quieren desarrollar eficazmente su ministerio de enseñanza, deben


cultivar una relación de amor con los hijos. Y dicha relación se inicia desde que el
hijo viene al mundo. Si los padres no les demuestran amor, en forma práctica,
jugando con ellos, dedicándoles tiempo, entregándose a ellos, no se ganarán el
derecho de disciplinarlos. Es precisamente por medio de una relación amorosa
que los hijos comprenden que sus padres les aman y desean lo mejor para sus
vidas. La disciplina, sin este contexto del amor, se convierte en castigo, lo cual
genera temor, ira y alienación. Y cuando el hijo crezca, y el padre ya no pueda
“pegarle”, o cuando el padre ya no pueda ejercer autoridad con su fuerza física
porque el hijo es adulto (por supuesto, aun cuando el niño sea pequeño la estatura
del padre no es lo único que le capacita para disciplinar), el único recurso que les
queda a los padres es el grado de amor que hayan desarrollado con sus hijos.
Cuando más amor les haya dado, más autoridad tendrán para continuar
guiándolos. La disciplina es la motivación, en amor, para que crezcan a la imagen
de Cristo.

La alternativa para evitar la destrucción

Muchos individuos vienen de hogares donde los han castigado en vez de ser
disciplinados. Sus padres no los motivaron con amor, sino que los castigaron, y
como resultado viven con resentimiento y temor. A menos que estas heridas sean
restauradas y sanadas mediante el amor y la misericordia de Dios, dichas
personas continuarán haciendo lo mismo con sus propios hijos-pues la maldad de
los padres alcanza hasta la tercera y cuarta generación.

Y a la final, estas personas transferirán su odio y temor hacia Dios. Pero si llegan
a comprender la profundidad de la misericordia de Dios hacia ellos, aprenderán a
mirar a sus padres así como Dios los mira y podrán mostrar misericordia a los
padres. Solamente el amor sanador que proviene de Dios logrará transformarlos.

¿Por qué es necesaria la disciplina?


15
La necedad es parte del corazón juvenil, pero la vara de la disciplina la corrige.
Proverbios 22:15.

A parte de la disciplina y dirección de los padres, el hijo vivirá como un necio y se


comportará como tal. Sin dirección, el hijo se alejará más y más de Dios. Se le
debe enseñar y disciplinar en el camino recto, de lo contrario vivirá en rebeldía y
disipación.
18
»Si un hombre tiene un hijo obstinado y rebelde, que no escucha a su padre ni a
su madre, ni los obedece cuando lo *disciplinan, 19 su padre y su madre lo llevarán
a la *puerta de la ciudad y lo presentarán ante los *ancianos. 20 Y dirán los padres a
los ancianos: "Este hijo nuestro es obstinado y rebelde, libertino y borracho. No
nos obedece." 21 Entonces todos los hombres de la ciudad lo apedrearán hasta
matarlo. Así extirparás el mal que haya en medio de ti. Y todos en Israel lo sabrán,
y tendrán temor. Deuteronomio 21:18-21.

Lo importante de este versículo es que nos hace comprender que hay una época
en la vida del hijo cuando es necesario disciplinarlo para quitarle la rebeldía,
necedad y disipación de su corazón. Y la causa fundamental de estas actitudes es
el pecado. Si se le da el tratamiento adecuado al pecado, se le puede continuar
enseñando la sumisión y a llevar una vida disciplinada. Si no se erradica la
rebeldía cuando él todavía es pequeño, según enseña la Biblia, más tarde será
muy difícil; excepto por acción de la gracia de Dios. Ya los padres no podrán hacer
nada, y Dios tendrá que intervenir, y en su soberanía imponen su disciplina. La
disciplina es, por tanto, básica para darle dirección al hijo, y es privilegio de los
padres aplicarla durante los primeros años, de acuerdo con los principios de Dios.

¿Cómo se aplica la disciplina correctiva?


La disciplina correctiva es necesaria porque, desde que nace hasta que muere, el
niño tiene naturaleza rebelde y egoísta. Aunque crezca en un ambiente cristiano y
disciplinado, la rebeldía y la necedad son evidentes. Proverbios 22: 15 dice que la
necedad está ligada al corazón del muchacho, pero que la vara de la corrección la
alejará de él.
30
Los golpes y las heridas curan la maldad; los azotes purgan lo más íntimo del
ser. Proverbios 20:30.

Hay tres formas de aplicar disciplina correctiva: la vara, la corrección y la


reprensión. La vara se utiliza para disciplinar físicamente y es el único medio que
Dios permite. ¡Las manos de los padres nunca deben servir de instrumento para
infligir dolor! El tacto es un medio de comunicación básico entre los padres y los
niños pequeños; las manos deben comunicar amor y seguridad. Si se les disciplina
con las manos, los niños asociarán las manos con el dolor.

Si aplicamos la disciplina debidamente y con amor, no debemos tener temor de


que vamos a herirlos emocional ni físicamente.
13 14
No dejes de disciplinar al joven, que de unos cuantos azotes no se morirá.
Dale unos buenos azotes, y así lo librarás del sepulcro. Proverbios 23:13,14.

La corrección es una forma verbal de disciplinar los deseos, motivos y acciones


incorrectas de los hijos, con el propósito de guiarles en su comportamiento.
5
El necio desdeña la corrección de su padre; el que la acepta demuestra
prudencia. Proverbios 15:5.
15
La vara de la disciplina imparte sabiduría, pero el hijo malcriado avergüenza a
su madre. Proverbios 29:15.
23
El mandamiento es una lámpara, la enseñanza es una luz y la disciplina es el
camino a la vida. Proverbios 6:23.

La represión es una exposición verbal del mal comportamiento y de los motivos


del hijo, advirtiéndole de las consecuencias de sus acciones, con el fin de que
cambie.
10
Cala más un regaño en el hombre prudente que cien latigazos en el obstinado.
Proverbios 17:10.
5
Más vale ser reprendido con franqueza que ser amado en secreto. Proverbios
27:5.

Toda disciplina correctiva se debe aplicar con amor, y con el deseo de buscar lo
mejor para el hijo, no con ira ni con resentimiento. Dios conoce nuestras
debilidades como padres, y El nos amonesta a que no convirtamos la obediencia
en algo difícil para los hijos.
21
Padres, no exasperen a sus hijos, no sea que se desanimen. Colosenses 3:21.

El objetivo de la disciplina

El objetivo de disciplinar a los hijos es que lleguen a la madurez, y este es el


objetivo que Dios tiene para todos sus hijos. Así como Dios desea que nuestro
comportamiento exprese su santidad, nosotros queremos que nuestros hijos se
comporten rectamente.
13
Por eso, dispónganse para actuar con inteligencia; tengan dominio propio;
pongan su esperanza completamente en la gracia que se les dará cuando se
revele *Jesucristo.14 Como hijos obedientes, no se amolden a los malos deseos que
tenían antes, cuando vivían en la ignorancia. 15 Más bien, sean ustedes *santos en
todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó;16 pues está escrito:
«Sean santos, porque yo soy santo.»17 Ya que invocan como Padre al que juzga
con imparcialidad las obras de cada uno, vivan con temor reverente mientras sean
peregrinos en este mundo.18 Como bien saben, ustedes fueron rescatados de la
vida absurda que heredaron de sus antepasados. El precio de su rescate no se
pagó con cosas perecederas, como el oro o la plata,19 sino con la preciosa sangre
de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto. 1 Pedro 1:13-19.

Pero el mero comportamiento exterior, sin las motivaciones y actitudes del


corazón, no tiene sentido y puede llevar a la destrucción. Es por ello que el amor
es la clave para la disciplina. Es por ello que el amor es la clave para la disciplina.
El porqué de lo que hacemos es más importante que la acción misma. El objetivo
final de la disciplina es desarrollar en nuestros hijos motivaciones y actitudes
adecuadas.
43
»Ningún árbol bueno da fruto malo; tampoco da buen fruto el árbol malo.44 A
cada árbol se le reconoce por su propio fruto. No se recogen higos de los espinos
ni se cosechan uvas de las zarzas.45 El que es bueno, de la bondad que atesora en
el corazón produce el bien; pero el que es malo, de su maldad produce el mal,
porque de lo que abunda en el corazón habla la boca. Lucas 6:43-45.

Nuestro objetivo es que los hijos aprendan a someterse a la autoridad y la


voluntad de Dios. Si un hijo no aprende a someterse a la autoridad y voluntad de
sus padres, tan poco podrá someterse al Señor Jesucristo, a menos que Dios
mismo lo discipline.
9
que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que
Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. 10 Porque con el corazón se cree
para ser justificado, pero con la boca se confiesa para ser salvo. Romanos
10:9,10.

Cuando los padres enseñan a sus hijos a someterse al señorío de Cristo, y por
medio del ejemplo les muestran cómo desarrollar dicha relación, los hijos tendrán
las motivaciones que Jesús desea ver en ellos. Más tarde, los hijos e hijas llegarán
a ser, a su vez, instrumentos para expresar el amor, el poder y la gloria de Dios al
mundo.

Terminando la carrera

El castigo, por su misma naturaleza, es momentáneo; en cambio, la disciplina


tiene resultados permanentes. El escritor de la carta a los hebreos nos da una
imagen de la disciplina de Dios en nuestra vida, la cual nos capacita para
perseverar y tener parte en la sanidad de Dios.

En el capítulo 11 cita unos ejemplos de personas que perseveraron a pesar de las


circunstancias difíciles, pues conocían a Dios y le obedecían. Abraham no echó
raíces en este mundo, porque esperaba un reino venidero.
8
Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría
como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba.9 Por la fe se radicó como
extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y
Jacob, herederos también de la misma promesa,10 porque esperaba la ciudad de
cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Hebreos 11:8-10.

Moisés prefirió perseverar junto al pueblo de Dios, antes que disfrutar otra clase
de vida en este mundo, porque Dios le había revelado la realidad de su persona.
24
Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón.25
Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres
del pecado.26 Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor
riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la
recompensa.27 Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se
mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Hebreos 11: 24-27.

Después de mencionar varios ejemplos de personas que perseveraron con fe, Dios
nos llama a prepararnos para la carrera que tenemos por adelante.
1
Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande
de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que
nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante.
Hebreos 12:1

Nuestro ministerio es enseñar a los hijos a vivir en función de una vida más
elevada, a mostrarles que no deben echar raíces en este mundo físico y
momentáneo de nuestra existencia, para que estén libres y puedan moverse en la
dirección que Dios les llama. Y les enseñamos a dejar a un lado el pecado, para
que quiere que los preparamos para correr libremente una carrera que tiene
objetivos eternos.
2
Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por
el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella
significaba, y ahora está sentado a la *derecha del trono de Dios. 3 Así, pues,
consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los
pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. Hebreos 12:2,3.

Debemos fijar nuestros ojos en Cristo, pues El es el ejemplo supremo de disciplina


y perseverancia. Y para poder vivir en disciplina y perseverancia debemos
enseñar a los hijos la visión de su posición en Cristo, de lo que El quiere hacer en
sus vidas. Al comprender esto, ellos se sentirán motivados para cumplir todo el
propósito de Dios en sus vidas.
4
En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que
resistir hasta derramar su sangre.5 Y ya han olvidado por completo las palabras de
aliento que como a hijos se les dirige: «Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina
del Señor ni te desanimes cuando te reprenda,6 porque el Señor disciplina a los
que ama, y azota a todo el que recibe como hijo.» Hebreos 12:4-6.

Dios nos dice que cada hijo que llega a El, será disciplinado. Debemos recordar
esta verdad cuando estemos pasando por momentos difíciles.
7
Lo que soportan es para su disciplina, pues Dios los está tratando como a hijos.
¿Qué hijo hay a quien el padre no disciplina?8 Si a ustedes se les deja sin la
disciplina que todos reciben, entonces son bastardos y no hijos legítimos. 9
Después de todo, aunque nuestros padres *humanos nos disciplinaban, los
respetábamos. ¿No hemos de someternos, con mayor razón, al Padre de los
espíritus, para que vivamos?10 En efecto, nuestros padres nos disciplinaban por un
breve tiempo, como mejor les parecía; pero Dios lo hace para nuestro bien, a fin
de que participemos de su santidad. Hebreos 12:7-10.

Y la disciplina nos capacita para perseverar; y la perseverancia es una de las


cualidades que Dios quiere desarrollar en sus hijos. Debemos aprender de Dios
para participar con El en la enseñanza de nuestros hijos. En la carrera que
tenemos por delante la perseverancia es más importante que la velocidad o que el
estilo. Dios desea que corramos sin desmayar, y que perseveremos hasta el fin.
11
Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento de recibirla, parece agradable,
sino más bien penosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia y
paz para quienes han sido entrenados por ella. Hebreos 12:11.

La disciplina causa tristeza, y por eso se nos hace difícil disciplinar a nuestros
hijos. Pero Dios quiere que vislumbremos los frutos que produce: una vida de
sanidad y de rectitud. El mejor y más preciado regalo que podemos dar a
nuestros hijos es encaminarlos a conocer a Dios y a formarse a su imagen. Este es
un objetivo de largo alcance y requiere entrega completa de parte de los padres.
12
Por tanto, renueven las fuerzas de sus manos cansadas y de sus rodillas
debilitadas.13 «Hagan sendas derechas para sus pies», para que la pierna coja no
se disloque sino que se sane. Hebreos 12:12,13.

Estamos llamados, por tanto, a infundir fortaleza y perseverancia en los hijos, en


su carrera por el mundo; a correr delante de ellos para prepararles el camino y
advertirles de los peligros; a proporcionarles la sanidad de Dios cuando tropiecen y
reciban heridas. Únicamente así podrán terminar la carrera.

La disciplina debe ser una forma de vida, haciendo uso de todos los recursos que
Dios nos ha dado, y canalizándolos para cumplir su voluntad. Disciplina es
adiestrarse un poco cada día, mes tras mes, para poder perseverar cuando
comience la carrera. Dios nos disciplina para que cuando comience la carrera
tengamos fortaleza y resistamos. Cuando disciplinamos a los hijos, los estamos
capacitando para que corran con perseverancia la carrera que Dios les ha puesto
por delante, y para que ganen el premio.
24
¿No saben que en una carrera todos los corredores compiten, pero sólo uno
obtiene el premio? Corran, pues, de tal modo que lo obtengan…. .27 Más bien,
golpeo mi cuerpo y lo domino, no sea que, después de haber predicado a otros, yo
mismo quede descalificado. 1 Corintios 9:24,27.

30. LA INSTRUCCIÓN DEL SEÑOR: El ministerio de los


padres.
6
Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. 7 Incúlcaselas
continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando
vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Deuteronomio
6:6,7.

Dios ha concedido a los padres de familia el privilegio de ministrar su vida. En 1


Pedro 3:7 dice que los esposos son “herederos de la gracia de vida”. La vida que
recibimos y compartimos no es solamente física, sino la vida eterna del Dios
viviente. Tenemos la responsabilidad de desarrollar esa vida en los hijos que El
nos ha dado.
4
Y ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos, sino críenlos según la disciplina e
instrucción del Señor. Efesios 6:4.

Este es un ministerio de motivación-edificar con amor y con la Palabra de Dios—no


es un programa de provocación. Debemos motivar y animar a los hijos para que
crezcan a la imagen de Cristo.

El ministerio de los padres


En nuestra cultura del siglo XX les hemos cedido a las escuelas y a la iglesia el
ministerio de educar a nuestros hijos. La Biblia habla muy poco de las escuelas,
algo acerca de la iglesia, pero concede toda la responsabilidad a los padres. Y ese
es el plan de Dios. La familia es el principal vehículo para entrenar a los hijos en
una vida recta. Aunque la iglesia tiene su parte, particularmente por medio de su
ministerio a los padres, ella no puede lograr lo que sí se puede obtener en la
familia. La iglesia es una familia de familias donde todos se estimulan a crecer en
amor.

Dios ha colocado al hombre y a la mujer en una familia para que reflejen su


imagen y para que instruyan y dirijan a sus hijos; para que les brinden cariño, les
comprendan y les den ánimo. Es la familia la que provee el ambiente donde el
niño se desarrolla en amor y seguridad, y donde recibe sanidad cuando el mundo
externo le causa heridas. El ministerio de los padres consiste en comunicar la
Palabra de Dios y la vida de Dios a sus hijos.

Escríbelas en los postes de tu casa y en los portones de tus ciudades. 10 »El SEÑOR tu
Dios te hará entrar en la tierra que les juró a tus antepasados Abraham, Isaac y
Jacob. Es una tierra con ciudades grandes y prósperas que tú no edificaste,
Deuteronomio 4:9,10.

Ésta es la palabra del SEÑOR, que vino a Joel hijo de Petuel. 2 ¡Oigan esto, ancianos
del pueblo! ¡Presten atención, habitantes todos del país! ¿Alguna vez sucedió cosa
semejante en sus tiempos o en los de sus antepasados? 3 Cuéntenselo a sus hijos,
y que ellos se lo cuenten a los suyos, y éstos a la siguiente generación. Joel 1:1-3.

Dios ha ordenado a los padres y abuelos que enseñen a sus hijos y nietos un modo
de vida, y Dios ha creado a los niños de tal forma que ellos reaccionen ante El de
la misma forma como reaccionar ante sus padres aquí en la tierra. En efecto,
¡Dios nos dice que El es como un padre!
13
Tan compasivo es el SEÑOR con los que le temen como lo es un padre con sus
hijos. Salmo 103:13.

Este estilo de vida se puede administrar en forma positiva o negativa:

6
pasando delante de él, proclamó: —El SEÑOR, el SEÑOR, Dios clemente y compasivo,
lento para la ira y grande en amor y fidelidad,7 que mantiene su amor hasta mil
generaciones después, y que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado; pero
que no deja sin castigo al culpable, sino que castiga la maldad de los padres en los
hijos y en los nietos, hasta la tercera y la cuarta generación. Éxodo 34:6,7.

Dios nos advierte que si los padres enseñamos a nuestros hijos a vivir conforme a
su palabra, ellos seguirán su camino.
6
Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo abandonará.
Proverbios 22:6.
“Instruir” un hijo significa practicar con él hasta que aprenda. “En su camino” se
refiere a la singularidad de cada persona en particular; se le debe ministrar
comenzando en su nivel, de acuerdo a como Dios haya diseñado a cada persona.
Este ministerio requiere mucha creatividad de parte de los padres, desde el
momento que el hijo nace, para motivarlo a conocer a Dios y seguir su voluntad en
cada área de su vida.

Este es, además, un ministerio personal que los padres y abuelos tienen con sus
hijos, para llenar las necesidades particulares de cada uno y llevarlos a la imagen
de Cristo.

La base de una enseñanza efectiva


6
Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. 7 Incúlcaselas
continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando
vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Deuteronomio
6:6,7.

Es de suma importancia que comprendamos este versículo, sobre todo hay en día
cuando hemos convertido el cristianismo en la sola aceptación intelectual, y se ve
tan grande abismo entre lo que conocemos y lo que practicamos. El cristianismo
no es únicamente una forma de pensamiento o una teología; es un estilo de vida.
A los cristianos del primer siglo se les llamó seguidores del “Camino”.
1
Mientras tanto, Saulo, respirando aún amenazas de muerte contra los discípulos
del Señor, se presentó al sumo sacerdote 2 y le pidió cartas de extradición para las
sinagogas de Damasco. Tenía la intención de encontrar y llevarse presos a
Jerusalén a todos los que pertenecieran al Camino, fueran hombres o mujeres.
Hechos 9:1,2.

Existe una estrecha relación entre el carácter de un profesor y la efectividad de su


enseñanza. Es infinitamente más importante que el padre y la madre tengan un
buen carácter, y no tanto que sepan exactamente qué tienen que enseñar a sus
hijos. Si les enseñan “todas las cosas buenas”, pero con su carácter demuestran
lo contrario, su hipocresía, se hará evidente y esto producirá apatía y rebeldía en
los hijos. La enseñanza sólo es efectiva cuando los hijos ven que sus padres les
están dando ejemplo. Las palabras que enseñamos deben estar primero en
nuestro corazón. Pablo menciona las cualidades de un profesor, en su carta a los
romanos:
14
Por mi parte, hermanos míos, estoy seguro de que ustedes mismos rebosan de
bondad, abundan en conocimiento y están capacitados para instruirse unos a
otros. Romanos 15:14.

El hombre y la mujer con carácter genuinamente cristiano están “llenos de todo


conocimiento”, porque estudian la Palabra de Dios y están capacitados para
enseñar a sus hijos. Dicho carácter surge como consecuencia de responder
adecuadamente a Dios y a la dirección que El da a sus vidas, para llevarlos a la
imagen de Cristo. Cuando manifiestan dicho carácter en un ambiente de amor y
honestidad, los hijos reaccionarán y responderán ante la enseñanza.

31. LA INSTRUCCIÓN DEL SEÑOR: El ministerio de la


Palabra.
El propósito de Dios al darnos su palabra, es que lleguemos a conocerlo a El y que
sepamos cómo vivir, en este mundo como ciudadanos de su reino. Dios desea
abrir nuestras mentes para que lo veamos en toda su realidad; para que nos
veamos como El nos ve; para que veamos a la gente y al mundo desde su punto
de vista. Y solamente cuando entendamos sus pensamientos y deseos podremos
tener buenas relaciones y desempeñar eficazmente nuestras responsabilidades.
6
Busquen al SEÑOR mientras se deje encontrar, llámenlo mientras esté cercano.
7
Que abandone el malvado su camino, y el perverso sus pensamientos. Que se
vuelva al SEÑOR, a nuestro Dios, que es generoso para perdonar, y de él recibirá
misericordia.8 «Porque mis pensamientos no son los de ustedes, ni sus caminos
son los míos —afirma el SEÑOR—.9 Mis caminos y mis pensamientos son más altos
que los de ustedes; ¡más altos que los cielos sobre la tierra! Isaías 55:6-9.

Dios realiza estos cambios en nuestra vida cuando dejamos nuestros


pensamientos y caminos y vivimos conforme a los de El. Su palabra actúa en
nosotros de la misma forma como el agua en la tierra: renueva la vida, produce
fruto y da cosechas que satisfacen la necesidad del mundo. Nuestro anhelo de ver
fruto en la vida de nuestros hijos se cumplirá mediante el poder de la Palabra de
Dios. Todas nuestras esperanzas para que lleguen a la madurez se fundamentan
en el hecho de que Dios los motivará por medio de su palabra y su Espíritu.
10
Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo, y no vuelven allá sin regar
antes la tierra y hacerla fecundar y germinar para que dé semilla al que siembra y
pan al que come, 11 así es también la palabra que sale de mi boca: No volverá a mí
vacía, sino que hará lo que yo deseo y cumplirá con mis propósitos. Isaías
55:10,11.

Entonces tendremos gozo, paz y satisfacción al observar a nuestros hijos, y el


vacío y la frustración quedarán atrás. Habrá armonía, estabilidad y vidas
productivas.
12
Ustedes saldrán con alegría y serán guiados en paz. A su paso, las montañas y
las colinas prorrumpirán en gritos de júbilo y aplaudirán todos los árboles del
bosque. 13 En vez de zarzas, crecerán cipreses; mirtos, en lugar de ortigas. Esto le
dará renombre al SEÑOR; será una señal que durará para siempre.» Isaías 55:12,13.
Isaías habla de una “señal” eterna al Señor; de que la obra que Dios realizó en
nosotros será un testimonio de su esencia y de su poder en la vida de un hombre y
una mujer. Es la vida de Dios en nosotros la que es eficaz, poderosa y productiva;
no lo que hacemos en nuestro propio esfuerzo.

32. LA INSTRUCCIÓN DEL SEÑOR: El ministerio a


nuestros hijos (un nuevo pacto).
Este es el “nuevo pacto” que Dios nos revela en su palabra y la única cosa
importante que debemos enseñar a nuestros hijos. Vivir conforme a este nuevo
pacto es vivir confiando en Cristo y su provisión para nosotros y no dependiendo
de nuestras propias fuerzas.
4
Ésta es la confianza que delante de Dios tenemos por medio de Cristo.5 No es
que nos consideremos competentes en nosotros mismos. Nuestra capacidad viene
de Dios.6 Él nos ha capacitado para ser servidores de un nuevo pacto, no el de la
letra sino el del Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida. 2 Corintios
3:4-6.

En última instancia, no son las capacidades intelectuales de nuestros hijos, a las


habilidades que desarrollen, a su nivel de educación, lo que hará la diferencia en
sus vidas. Toda nuestra esperanza y lo único que agrada a Dios es que dejemos
que Cristo actúe en nosotros. Y únicamente Cristo puede llevar a nuestros hijos a
la madurez.
24
Ahora me alegro en medio de mis sufrimientos por ustedes, y voy completando
en mí mismo[a] lo que falta de las aflicciones de Cristo, en favor de su cuerpo, que
es la iglesia.25 De ésta llegué a ser servidor según el plan que Dios me encomendó
para ustedes: el dar cumplimiento a la palabra de Dios,26 anunciando el misterio
que se ha mantenido oculto por siglos y generaciones, pero que ahora se ha
manifestado a sus santos.27 A éstos Dios se propuso dar a conocer cuál es la
gloriosa riqueza de este misterio entre las naciones, que es Cristo en ustedes, la
esperanza de gloria.
28
A este Cristo proclamamos, aconsejando y enseñando con toda sabiduría a
todos los seres humanos, para presentarlos a todos perfectos en él.29 Con este fin
trabajo y lucho fortalecido por el poder de Cristo que obra en mí. Colosenses 1:24-
29

En la unidad familiar, según la Biblia, el punto central debe ser la enseñanza de la


palabra de Dios. Pero no como una instrucción aparte, sino una enseñanza que se
manifieste en todas las experiencias de la vida.
6
Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. 7 Incúlcaselas
continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando
vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.8 Átalas a tus
manos como un signo; llévalas en tu frente como una marca; 9 escríbelas en los
postes de tu casa y en los portones de tus ciudades. Deuteronomio 6:6-9

El ministerio de los padres, durante los dos primeros años de vida del niño, es
proveerle un ambiente saturado con la Palabra de Dios. Que ella sea el centro de
sus conversaciones, el tema de las historias que comparten, y que siempre esté a
la vista de los hijos. Cuando les lean historias bíblicas, es importante explicarles el
significado y cómo se aplican a sus vidas. Si les cuentan historias seculares, les
deben explicar claramente la diferencia entre realidad y fantasía. Los relatos de la
Biblia no son un medio de entretenerles, sino de darles ejemplos sobre cómo Dios
quiere que vivamos. Si la Palabra de Dios es parte del ambiente infantil, ésta
llegará a sus mentes y corazones desde el comienzo de sus vidas. Pablo escribió
lo siguiente respecto a Timoteo.
5
Traigo a la memoria tu fe sincera, la cual animó primero a tu abuela Loida y a tu
madre Eunice, y ahora te anima a ti. De eso estoy convencido. … 15 Desde tu
niñez conoces las Sagradas Escrituras, que pueden darte la sabiduría necesaria
para la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. 2 Timoteo 1:5; 3:15

A medida que el niño reacciona ante sus padres y ante el Señor, y a medida que
va comprendiendo mejor el plan de Dios para su vida, será necesario darle
enseñanza más específica. Es bueno recordar que, según el Antiguo Testamento,
un niño se convertía en hombre a la edad de 13 años, y al llegar a esa edad, ya
había recibido bastante instrucción en las Escrituras. Por supuesto, el consejo de
los padres, abuelos y líderes siempre será necesario.

33. LA FAMILIA: Conocer a Dios, conocerse


mutuamente.
4
»Escucha, Israel: El SEÑOR nuestro Dios es el único SEÑOR. 5 Ama al SEÑOR tu Dios
con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Deuteronomio
6:4,5.

El aspecto clave de nuestro ministerio hacia los hijos es enseñarles quién es Dios y
cómo actúa, para que le amen con todo su corazón y toda su vida. Este versículo
siempre estaba en los labios de todos los israelitas, adultos y jóvenes.

Y lo más importante es enseñarles a nuestros hijos a conocer a Dios a través de


las experiencias diarias y por medio de la Biblia, pues en ella están expresados los
pensamientos, los caminos, las actitudes, los sentimientos, las reacciones y las
motivaciones de Dios. Debemos recordar que así como nuestras vidas tienen su
fundamento en Dios, nuestros hijos también deben llegar al conocimiento de Dios.
Los pensamientos, acciones, sentimientos, motivaciones, valores y prioridades de
nuestros hijos deben ser el resultado directo de su conocimiento de Dios. Su
necesidad fundamental en la vida es reconocer que en Dios “viven y se mueven y
son”. Este ministerio es, pues, fundamental y los padres somos los llamados a
ejercerlo.

La enseñanza debe ser parte normal de las experiencias de los hijos en el hogar.
La Biblia nos da bastante instrucción en esta área, pues dice que les debemos
enseñar “cuando ellos pregunten”.
20
»En el futuro, cuando tu hijo te pregunte: "¿Qué significan los mandatos,
preceptos y normas que el SEÑOR nuestro Dios les mandó?" ,21 le responderás: "En
Egipto nosotros éramos esclavos del faraón, pero el SEÑOR nos sacó de allá con
gran despliegue de fuerza.22 Ante nuestros propios ojos, el SEÑOR realizó grandes
señales y terribles prodigios en contra de Egipto, del faraón y de toda su familia. 23
Y nos sacó de allá para conducirnos a la tierra que a nuestros antepasados había
jurado que nos daría.24 El SEÑOR nuestro Dios nos mandó temerle y obedecer estos
preceptos, para que siempre nos vaya bien y sigamos con vida. Y así ha sido hasta
hoy.25 Y si obedecemos fielmente todos estos mandamientos ante el SEÑOR nuestro
Dios, tal como nos lo ha ordenado, entonces seremos justos." Deuteronomio 6:20-
25.

Dios les ha dado a los niños mentes inquisitivas, y las oportunidades para
enseñarles se presentan cuando preguntan. Los padres debemos aprovechar
estos momentos para comunicarles el pensamiento de Dios respecto a cada tema.
Cuando un niño hace una pregunta, es porque está esperando una respuesta.

Otra oportunidad ideal para enseñar es cuando el niño tiene un problema. Pueden
ser conflictos en el hogar, con los amigos, en la disciplina, en su motivación, en
sus objetivos respecto al futuro, etc. En estas ocasiones los padres debemos
explicarles directamente de la Biblia.

Ya sea que hagan preguntas, o que tengan problemas, la mejor enseñanza


proviene de la Palabra de Dios. Y lo mejor sería que el niño aprendiera a
estudiarla por sí mismo, pues así el aprendizaje será más efectivo. Si el niño
todavía está muy pequeño, será necesario estudiar junto con él, pero a medida
que vaya comprendiendo más, el padre puede sugerir los temas diciendo:
“Veamos qué dice Dios respecto a esto”. Así pueden estudiar por separado y luego
reunirse para compartir lo que Dios les haya enseñado respecto a esa área
(recuerde que usted como padre, o como madre, también está aprendiendo).
Permitan que sus hijos les conozcan. Cuando ellos observan que ustedes se
expresan individual y honestamente, dichas experiencias les quedarán mejor
cimentadas. Dejen que sus hijos pasen tiempo con ustedes, que les observen
cómo reaccionan ante la gente y las circunstancias, pues así irán aprendiendo. Las
relaciones entre padres e hijos y el conocimiento mutuo contribuirá para que ellos
conozcan a Dios y encuentren su propia identidad. Así que, siéntanse libres para
mostrarse cómo son, así como el Padre Celestial se nos ha mostrado a mostrado a
nosotros. Comparta con ellos sus pensamientos, sentimientos, éxitos, fracasos,
debilidades y áreas fuertes, y cuénteles cómo Dios le ha guiado a través de la
vida.

Piedras para conmemorar

Uno de las formas más eficaces para enseñar a los hijos es utilizando ayudas
visuales, así como lo hicieron los israelitas después de cruzar el Jordán.
1
Cuando todo el pueblo terminó de cruzar el río Jordán, el SEÑOR le dijo a Josué:2
«Elijan a un hombre de cada una de las doce tribus de Israel,3 y ordénenles que
tomen doce piedras del cauce, exactamente del lugar donde los sacerdotes
permanecieron de pie. Díganles que las coloquen en el lugar donde hoy pasarán la
noche.» Josué 4:1-3.

Josué cumplió el mandato de Dios y le dijo a la gente:


5
y les dijo: «Vayan al centro del cauce del río, hasta donde está el arca del SEÑOR
su Dios, y cada uno cargue al hombro una piedra. Serán doce piedras, una por
cada tribu de Israel,6 y servirán como señal entre ustedes. En el futuro, cuando sus
hijos les pregunten: "¿Por qué están estas piedras aquí?" ,7 ustedes les
responderán: "El día en que el arca del pacto del SEÑOR cruzó el Jordán, las aguas
del río se dividieron frente a ella. Para nosotros los israelitas, estas piedras que
están aquí son un recuerdo permanente de aquella gran hazaña." » Josué 4:5-7.

Dios desea que tengamos cosas específicas que nos hagan recordar su poder,
soberanía y cuidado en nuestras vidas. Es importante conservar algo como
recuerdo de dichos eventos, algo que los hijos puedan mirar y preguntar qué
significa, y para poderles hablar de la grandeza y cuidado de Dios por nosotros.
Estos “monumentos conmemorativos” serán la ayuda visual que nos hará recordar
cómo Dios nos ha guiado, y entender que El es el centro de nuestras vidas.

Es bueno conmemorar ocasiones donde hemos visto la protección de Dios de una


manera especial, una sanidad, un milagro específico, su provisión para nuestras
necesidades, etc. Y en lugar de “piedras”, como los israelitas, podemos sembrar
un árbol, traer algo para la casa, o ministrar en forma práctica a una persona o
familia; hacer algo especial que nos sirva de recuerdo visible, a toda la familia, del
inmenso amor de Dios para nosotros.

De esta forma, el ministerio de la enseñanza tendrá más impacto en los hijos, pues
ellos estarán observando nuestra relación con el Padre Celestial y con su palabra.
Esto traerá alegría a toda la familia, sobre todo al ver cómo los hijos crecen en el
conocimiento de la verdad, así como lo expresó San Juan:
4
Nada me produce más alegría que oír que mis hijos practican la verdad. 3 Juan
1:4.
34. LOS HIJOS: Preparando el corazón de una
generación.
El propósito de Dios al asignar este ministerio a los padres es que los hijos lleguen
a conocer a Dios y que seamos sus instrumentos para que las futuras
generaciones también le conozcan a El.
1
Pueblo mío, atiende a mi enseñanza; presta oído a las palabras de mi boca. 2 Mis
labios pronunciarán *parábolas y evocarán misterios de antaño,3 cosas que hemos
oído y conocido, y que nuestros padres nos han contado. 4 No las esconderemos
de sus descendientes; hablaremos a la generación venidera del poder del SEÑOR,
de sus proezas, y de las maravillas que ha realizado. Salmo 78:1-4.

En este versículo se nos está explicando el porqué Dios nos dio su palabra.
Tenemos su palabra para enseñar a nuestros hijos, para que la verdad de Dios sea
conocida de generación en generación; para que los hijos del mañana aprendan a
confiar en Dios cuando escuchen lo que El ha hecho en el tiempo y en la historia.
Lo que Dios más anhela de nosotros es obediencia y sometimiento a El y a su
palabra, en contraste con la rebeldía e infidelidad del mundo.
5
Él promulgó un decreto para Jacob, dictó una ley para Israel; ordenó a nuestros
antepasados enseñarlos a sus descendientes, 6 para que los conocieran las
generaciones venideras y los hijos que habrían de nacer, que a su vez los
enseñarían a sus hijos. 7 Así ellos pondrían su confianza en Dios y no se olvidarían
de sus proezas, sino que cumplirían sus mandamientos. 8 Así no serían como sus
antepasados: generación obstinada y rebelde, gente de corazón fluctuante, cuyo
espíritu no se mantuvo fiel a Dios. Salmo 78:5-8.

Una de las preguntas más importantes que se hace la iglesia cristiana actualmente
es: ¿Cómo preparar el corazón de la generación actual? Dios instruyó al pueblo de
Israel para que le fuera obediente, le alabare y contara sus maravillas, pues la
generación anterior no lo había hecho, no habían hecho, no había preparado su
corazón. Así que, como padres, tenemos ante nosotros una tremenda
responsabilidad y algo de qué darle cuentas al Padre Celestial. Nuestro principal
ministerio, el más importante trabajo que podemos realizar en este mundo, es
preparar el corazón de esta generación para que sea fiel a Dios. Y la Biblia nos
muestra cómo ejercer dicho ministerio, pues en ella está revelada la relación de
Dios con el hombre. Si enseñamos esto a nuestros hijos, El mismo los motivará a
querer conocerlo más, a obedecerlo en cada área de sus vidas, y ellos también
vivirán para su gloria.

Viviendo para la gloria de Dios


El ministerio clave de los padres es mostrar a sus hijos una razón por la cual vivir.
Y sólo hay un objetivo lo suficientemente grande: la gloria de Dios. Si les
enseñamos a vivir por esta razón, ellos cumplirán la voluntad de Dios en sus vidas.

Después de que Dios llevó a los israelitas para darles la tierra prometida, y
después de que ellos habían visto el cuidado y protección de Dios en toda su
peregrinación, el pueblo no entró por incredulidad. Vieron gigantes y tuvieron
miedo. En lugar de confiar porque tenían un Dios poderoso y suficiente, miraron
únicamente sus propias incapacidades y temores. Dios se enojó contra ellos, pero
la oración intercesora de Moisés los salvó. La respuesta de Dios a Moisés nos
revela su actitud:

20
El SEÑOR le respondió: —Me pides que los perdone, y los perdono.21 Pero juro por
mí mismo, y por mi gloria que llena toda la tierra, Números 14:20,21.

¡Dios vive para que toda la creación sea llena de su gloria! Esa es la razón y
motivo de todo lo que El hace: traer gloria a su nombre. Y nuestra vida debe tener
el mismo objetivo. Dios quiere que vivamos por la misma razón por la que El
vive; que nuestro propósito, razón y motivos, sea el darle gloria a El.

Y este es nuestro más importante ministerio: enseñar a los hijos que vivan para la
gloria de Dios; que sus palabras, pensamientos, acciones, sentimientos,
prioridades, motivos, valores y objetivos estén guiados por un deseo de glorificar a
Dios. Por este objetivo sí vale la pena vivir. Y si vivimos así, la voluntad de Dios
se cumplirá en nuestras vidas y en la creación, y las generaciones futuras también
le darán gloria a El.
16
Tus hijos ocuparán el trono de tus ancestros; los pondrás por príncipes en toda
la tierra.17 Haré que tu *nombre se recuerde por todas las generaciones; por eso
las naciones te alabarán eternamente y para siempre. Salmos 45:16,17.

35. EL PLAN DE DIOS PARA LA FAMILIA: Conclusión


final.
Al finalizar este estudio, ¿está usted dispuesto a entregarle al Señor su relación
con su cónyuge e hijos? Pidámosle que nos haga las personas que El quiere que
seamos, para que nuestro matrimonio sea enriquecido como nunca antes,
Sometamos nuestros planes y objetivos a Dios, para que el proceso de crecimiento
en nuestro matrimonio tenga repercusiones duraderas. A continuación hay un
resumen de todas las enseñanzas que hemos visto a través del estudio. Puede
utilizarlo, como una guía, cuando esté orando para que Dios le ayude a
fundamentar sus relaciones.
• El plan de Dios para su matrimonio-que refleje el amor de Dios al mundo.

• Posición compartida—el mandato para gobernar la tierra se le dio tanto al


hombre como a la mujer, y es una posición que deben compartir. ¿En qué
otra situación se podría compartir mejor que en el matrimonio?

• Una ayuda idónea—la mujer protege el corazón y los sentimientos del


hombre, y le ministra. El hombre debe mostrarse abierto y expresarle sus
necesidades a ella; debe permitir que la mujer sea su ayuda idónea.

• Desnudos y no avergonzando—debemos aprender a aceptarnos


mutuamente así como somos. Debemos dejar que nuestro cónyuge nos
conozca tal como somos.

• La maldición—en los hombres afecta su relación con el trabajo. Ellos


tienden a buscar satisfacción en su profesión, cuando deben encontrarla
sólo en Dios. En las mujeres afecta su relación en el hogar. Ellas hacen de
la familia su centro de atención y ponen allí sus esperanzas, en lugar de
confiar sólo en Dios. Necesitamos, juntos, experimentar la redención de
Dios en estas áreas.

• Liderazgo y sumisión—hay únicamente una función en el matrimonio:


servirse el uno al otro. El esposo da su vida por su esposa. El espíritu de la
esposa crea el ambiente dentro del cual su esposo crece y llega a ser todo
lo que Dios quiere que él sea.

• Amándose el uno al otro—debemos tomar seriamente esta responsabilidad


de servirnos el uno al otro, de edificar a nuestro cónyuge y de poner los
intereses del otro antes que los nuestros. Esto nos capacitará para llevar
las cargas, exhortar, reprender, animar y comprender al otro.

• Prioridades—las prioridades que establece la Biblia son muy claras: Dios, el


matrimonio, la familia. Después de éstas, vienen la profesión y el
ministerio. El problema no es tanto conocer la prioridad, sino vivir
confiando en la gracia de Dios.

• Cómo enfrentar los conflictos—debemos aprender a responder con amor y


perdón ante las debilidades del cónyuge. No devolviendo mal por mal.
Buscando devolver siempre con bendición.

• Cómo disciplinar a los hijos—es el ministerio de infundir en los hijos las


motivaciones, prioridades y valores correctos, enseñándoles a canalizar
toda su vida según la voluntad de Dios. Si tienen la fortaleza para
perseverar, los hijos podrán “correr la carrera” de la vida de tal manera que
glorifiquen a Dios, y no darse por vencidos ante las dificultades.
• Cómo enseñar a los hijos—motivar a los hijos para que conozcan a Dios,
comprendan sus pensamientos, sus caminos y sus obras. El conocer a Dios
es la clave para que encuentren el sentido de sus vidas. Esta es la mejor
herencia que podemos dejarles.

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