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¿Hay relación entre lo que la gente piensa que debe hacer y lo que hace
realmente?
Hay que decir que cada vez son menos los autores que polarizan su
investigación exclusivamente hacia la conducta o hacia el razonamiento. En
particular, los teóricos cognitivo-evolutivos abordan con creciente frecuencia el
estudio conjunto del juicio y la conducta morales con el fin de analizar sus
relaciones evolutivas.
EL PSICOANÁLISIS DE FREUD
Convencido de que la naturaleza humana está guiada por poderosos
impulsos destructivos, Freud pensaba que la sociedad solo puede sobrevivir
defendiéndose de ellos y protegiendo a las personas de la acción agresiva de otros
miembros. Esa oposición entre los intereses egoístas y antisociales del individuo y
los de la sociedad por preservarse es un elemento clave del pensamiento freudiano
y su concepción moral.
Según Freud, en los primeros años de vida, el niño no tiene ningún control
sobre sus impulsos y son los padres quienes deben ejercerlo, limitando las
conductas negativas y promoviendo las positivas. Con el tiempo esta coerción
dará paso a una progresiva internalización de las normas, a una entidad interna al
propio niño que lo “vigile”. Es lo que Freud denominó Superyó, y explicó su
surgimiento a partir de los intensos conflictos que se producen entre los impulsos
sexuales y agresivos del niño, por un lado, y las crecientes exigencias del medio
social, por otro. Freud destaca la importancia de la resolución del llamado
conflicto de Edipo para el desarrollo de la conciencia moral.
Todo este proceso lleva a que el niño interiorice las normas y valores
morales de los padres y de la sociedad. Al haber hecho suyas esas normas ha
adquirido un nivel de conciencia, el Superyó, que a partir de ahora va a controlar y
regular desde dentro su conducta. El Superyó además dispone de una forma de
sanción mucho más poderosa que la presión externa: el sentimiento de culpa.
De acuerdo con esta perspectiva, ser moral significa acatar las normas
impuestas por la sociedad porque su transgresión conlleva intensas emociones
negativas asociadas al sentimiento de culpa. En otras palabras, la moralidad
madura es aquella en la que la presión para actuar de acuerdo con las normas deja
de ser externa para ser interna.
Los estudios empíricos para poner a prueba estas hipótesis son escasos, no
solo porque la corriente psicoanalítica se sitúa en un terreno alejado de la
investigación sistemática, sino también por la dificultad de examinar directamente
la validez de supuestos como el complejo de Edipo, la angustia de la castración en
niños o la envidia del pene en las niñas. Actualmente, existen otras perspectivas
psicoanalíticas que ponen más énfasis en los aspectos positivos del vínculo de
afecto entre padres e hijos como fundamento del desarrollo moral que en las
prácticas coercitivas del adulto. Estas propuestas, basadas en la Teoría del Apego
de Bowlby, han permitido mayor contrastación empírica que las hipótesis
psicoanalíticas clásicas.
LA TEORÍA DE PIAGET
.
Todos estos elementos son, según Piaget, fundamentales para el desarrollo
de una moralidad autónoma, basada en el principio de justicia y no en el de
autoridad. En la moral autónoma el niño ha hecho suyas ciertas normas, las ha
interiorizado en un proceso de toma de conciencia, reflexión y reelaboración de
normas que antes eran externas a la propia conciencia.
Piaget sostiene que estos dos tipos de moral se suceden evolutivamente pero
sin que se trate de etapas en sentido estricto. Los niños empiezan su vida social
siendo fundamentalmente heterónomos debido a su egocentrismo (dificultad para
adoptar distintas perspectivas) y sólo a medida que superan estas limitaciones con
el progreso intelectual es más probable que su moralidad adopte una forma más
autónoma. Pero Piaget no niega que las dos formas de moralidad puedan coexistir
en distintas etapas de la vida por razones que van más allá de los aspectos
puramente intelectuales.
Piaget era consciente de que la autonomía moral no era una “etapa” que se
alcanzara de una vez por todas en la vida. Si al individuo no se le da la
oportunidad de practicar la cooperación y el respeto mutuo, y si las propias
instituciones sociales promueven el conformismo por encima de la reflexión,
entonces difícilmente vencerá la autonomía moral sobre la heterónoma.
LA TEORÍA DE KOHLBERG. LOS NIVELES DE JUICIO MORAL A
LO LARGO DE LA VIDA
Los dilemas que el autor presentaba a los jóvenes y adultos eran de una
cualidad distinta, ya que en ellos se exponían conflictos poco frecuentes en la vida
cotidiana de las personas como la eutanasia o la urgencia de salvar la vida de otra
persona transgrediendo la ley, la necesidad de decidir entre la propia vida y la
ajena, etc.
El nivel preconvencional
El nivel convencional
El individuo entiende ya que una de las funciones de las normas y las leyes
sociales es proteger a la sociedad en su conjunto, salvaguardar el bien de todos.
Por eso, lo típico de este nivel es la preocupación por respetar la ley adoptando
una perspectiva de miembro-de-la-sociedad, más allá de los individuos concretos
y de los intereses particulares. Para el individuo de orientación convencional, “ir
contra la ley” significa poner en peligro el orden social.
El nivel postconvencional.
En este nivel, el individuo acepta el orden social establecido y asume
responsablemente las leyes sociales pero siempre que éstas no violen principios
morales que están por encima de ellas. El objetivo de las normas que derivan del
contrato social debe salvaguardar los principios de justicia y derechos básicos
como la vida, la libertad o la dignidad de las personas.
El primer año y medio es la etapa oral, de los 18 meses a los tres años
aproximadamente es la etapa anal, de los tres a los cinco-seis años es la etapa
fálica; de los seis a los 12 años es el período de latencia. Por último, en la
pubertad el niño alcanza la etapa genital que continua hasta la edad adulta.
4.- De 6 - 9 años.
Esta cuarta etapa se inicia con el primer estirón, la caída de los dientes y la
salida de los dientes definitivos. Es una etapa en que el crecimiento físico va
equilibrándose con el desarrollo afectivo, permitiendo en los niños que surja el
interés por conocer y saber sobre el mundo y sus fenómenos. Esto favorece el
aprendizaje escolar y el desarrollo de habilidades culturales.
En seguida surgen una serie de cambios de forma: a las niñas le crecen las
caderas, los pechos, le salen los primeros vellos en la pelvis y a los jóvenes: les
cambia la voz, les crecen los genitales y les salen los primeros vellos en el pubis.
Hay grandes cambios en la apariencia, dejan de parecer niños para presentar
características que los asemejan a los adultos. Sin embargo psicológicamente no
han madurado aún, en muchos casos se sienten todavía niños.
Es una etapa que abarca un largo período que se caracteriza por emociones
contradictorias, y luchas de un polo a otro. Por un lado el joven tiene
características y conductas propias de los niños y vive a la vez sensaciones de
adulto y demandas sociales acordes a su apariencia de adulto. Es así como el
despertar a la sexualidad reproductiva y la necesidad de autocontrol, se
contraponen a los momentos de soledad y aislamiento; el disgusto con sigo mismo
y el resto del mundo coexiste con el desarrollo de ideales y proyectos futuros; etc.
En la medida que las reglas están claras los jóvenes podrán hacer sus
propias opciones respetando.
REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA