Professional Documents
Culture Documents
Con esta obra Descartes redondea sus investigaciones sobre el ser humano, siendo su texto
más amplio y sistemático sobre el tema. El programa de esta obra es ambicioso e
interesante, porque en un trazado sintético recorre el arco completo desde la anatomía, la
psicología, la pedagogía y la moral. Con sencillez se pregunta y responde cómo surgen las
emociones, relacionándolas con las impresiones y la voluntad que manifiestan. Surgidas las
emociones y los pensamientos ligados a ellas, también se pregunta por el modo de
operación de cuerpo en esas pasiones y las modalidades de respuesta. La moral se basa en
el conocimiento de las emociones, como la admiración, la envida, el odio, el deseo, que son
denominadas pasiones y se debe convivir con ellas. No arma el cuadro de la moral misma,
sino que lo deja implícito para integrar sus aplicaciones: es la virtud contra el vicio, el goce
racional de la vida contra el sufrimiento de las pasiones.
Esta obra es una muestra clara de la aplicación de su método, que inquiere y separa en
partes, para reconstituir la verdad. Realiza su estudio mediante artículos breves y definidos
en número de 212, divididos en tres capítulos. Gran parte de su lenguaje resulta extraño,
por cuanto actualmente sus términos de “sangre rarificada” y “espíritus animales” nos
parecen imprecisos o fuera de foco. Ciertamente, una gran parte de sus interpretaciones
padecen el sello de una biología, anatomía y medicina poco desarrolladas, esto motivado
por una falta de conocimientos sobre los procesos de transmisión nerviosa y de recepción
de sensaciones por el cerebro. En esos años se desconocían procesos que ahora son de sobra
observados, y algunas explicaciones no resultan satisfactorias. Lo más sorprendente, ya
visto en perspectiva de la distancia de siglos, se refiere al acierto, pues sus explicaciones
rozan cerca de la verdad, mientras lo ordinario sería que contengan equivocaciones, porque
no existía antecedente de observaciones de la operación de los nervios, sobre el cerebro y
en ese campo lo planteado por Descartes nace desde una especulación pura sostenida con
mínimas indagaciones anatómicas. En el terreno de las emociones y las reacciones humanas
se mueve con mayor certeza y desenvoltura, pero ahí tenemos una dificultad con el
lenguaje que utilizaba, pues prefiere referirse a “pasiones” en vez de sentimientos. Además
le preocupa intensamente la manera como se relaciona el alma con el cuerpo; el tema de las
dos cualidades (naturaleza pensante vs. extensión) que busca resolver mediante puentes
sólidamente armados.
La primera parte aborda las pasiones (emociones) en general y tiene que explicar toda la
naturaleza del hombre. La segunda aborda las seis principales pasiones, las nodales para
este estudio. Luego va hacia las pasiones particulares, las manifestaciones variadas de las
pasiones.
El motivo de esta obra se aclara en los artículos finales, ya que la opinión vertida nos dice
que “de las pasiones depende todo el mal y todo el bien de esta vida” 1 El control de las
pasiones es la meta, el objetivo significa encauzarlas para el bien del alma y el gozo del
cuerpo. Este objetivo ya no es medieval, sino moderno.
1
DESCARTES, René, Las pasiones del alma, art. 212, p. 133.
Las pasiones no son pensamiento, sino percepción y sentimiento
Estas pasiones no se definen como pensamiento puro sino como la siguiente región de las
percepciones, sentimientos o emociones (que pueden acompañarse de pensamientos o ser
pensamientos en un sentido más amplio). Estamos en ese precioso campo subjetivo que
después sería el territorio liberado de la psicología como campo para estudios, sino que este
territorio no tenía ninguna autonomía, no existía el territorio de estudios especiales. Este
portento de la metodología que fue Descartes nos premia ofreciendo una tentativa de
separación de las “pasiones” del alma, así que debemos entenderlas en un sentido más
amplio, que el acostumbrado. Solemos usar esta palabra en un sentido más fuerte como
“apasionamiento”, únicamente para describir las emociones fuertes, o las reiteraciones,
como ser víctima una pasión inconfesada, o como una corriente que nos arrastra hacia la
inconciencia, como ser víctima de las propias pasiones. Ciertamente esta palabra está
conectada con la pasividad, la paciencia y el padecer, habría que investigar si el vínculo
lingüístico es tan estricto como semeja. Independiente de esta relación, lo que anota D es
que la pasión es el reverso de la acción, la primera el lado receptivo y la segunda el lado
activo. La acción emana de un agente y la pasión la recibe un paciente, pero conviene que
veamos la unidad de este momento, como dos caras de la misma moneda. Indica que
“considero que todo lo que hace u ocurre de nuevo es generalmente llamado por los
filósofos una pasión respecto al sujeto a quien ello ocurre, y una acción respecto a aquel
que hace que ocurra; de suerte que, aunque el agente y el paciente sean con frecuencia muy
diferentes, la acción y la pasión no dejan de ser siempre una misma cosa que tiene esos dos
nombres, por los dos diversos sujetos a los cuales puede referirse.”2 Ahora bien, este
sentido de pasividad indicado no se refiere a una actitud pasiva, sino a que está siendo
recibido dentro del sujeto, porque el amor es una pasión, que puede generar toda clase de
acciones, pero la recepción del amor, el enamoramiento, su sentir, es algo que recibe el
alma, su impresión.
Del conocimiento esencial del cuerpo (el mecanismo autónomo o la máquina de reloj
corporal).
Descartes estima que una parte de las funciones del cuerpo se han confundido con las del
alma procede a explicar esas operaciones del cuerpo, con los conceptos a su alcance, para
describir lo que llama la máquina del cuerpo. Estas explicaciones son muy importantes
porque van a mostrar los modos autónomos del cuerpo y sus relaciones con el alma. En sus
trazos debe mostrar los sistemas, en la medida que son conocidos, como operaciones tanto
autónomas como interconectadas. Recordemos la idea antigua de “alma” que estaba
sirviendo para explicar la operación de cada parte viva, así en la interpretación anterior y
dominante en su época, el alma asistía las diversas operaciones corporales para darles vida,
porque alma y vida debían entenderse como sinónimos.
Ahora Descartes intentará una explicación dual, por un lado las operaciones de varios
mecanismos autónomos interconectados del cuerpo y en el otro campo al alma. De ese
modo Descartes explica las relaciones de la nutrición con la circulación y la operación
cerebral como un encadenamiento de sistemas autónomos. No resulta extraño que se cuelen
diversas equivocaciones, ya que cualquier autor depende del “estado de la ciencia” de su
tiempo. Así, Descartes no propone una visión exacta del corazón, pues lo percibe como una
especie caldera de expansión de fluidos4, y visto como la fuente del movimiento del cuerpo.
De forma similar, está convencido de la importancia del cerebro para generar el
movimiento del cuerpo y para recibir las impresiones de los sentidos. A falta de otras
explicaciones, elabora una hipótesis de “espíritus animales”5, los cuales son minúsculos
cuerpos, funcionando como la llama de una antorcha, y siendo cuerpos tan pequeños viajan
para transmitir del cerebro, vía los nervios hasta los músculos y sentidos. Esta explicación
significa una aproximación a los impulsos nerviosos, pero sin ayuda de la anatomía y sin
conocer los principios de la electricidad.
Gran parte de estas operaciones se presentan de forma automática, sin que intervenga el
alma, y a este automatismo incluso lo denomina como una “máquina de nuestro cuerpo” 6.
Esta manera de referirse al cuerpo está correspondiendo con un nuevo modelo
conocimiento del cuerpo, diferente a lo planteado en periodos anteriores, sin que esto
signifique aceptar una epistemología creando las ideas. Esta “maquinalidad” del cuerpo
entendida por Descartes se relaciona con el modo en que su mueven las partes. Ahora bien,
esta maquinaria resulta muy especial, diferente de las máquinas conocidas en su tiempo, y
le interesa relacionar esta máquina con mando en el alma. La designación de máquina la
relaciona directamente con el reloj, entonces máxima obra de la ingeniería, por lo que
indica que los movimientos “animales” del cuerpo se generan “de la misma manera que el
movimiento de un reloj es producido únicamente por la fuerza del resorte y la forma de sus
ruedas.”7 Está acentuando Descartes los movimientos que no dependen de la voluntad,
4
DESCARTES, René, Las pasiones del alma, art. 9, p. 35.
5
DESCARTES, René, Las pasiones del alma, art. 10, p. 35-36.
6
DESCARTES, René, Las pasiones del alma, art. 16, p. 40.
7
DESCARTES, René, Las pasiones del alma, art. 16, p. 40.
operando de manera autónoma, entonces le sirve el ejemplo del reloj donde se transmiten
movimientos, convirtiendo un tipo de movimiento en otro distinto, porque justamente el
problema a explicar es el paso de un tipo de movimiento a otro, y su conversión desde un
extremos del movimiento (calor, nervios) hacia otros (músculos, desplazamientos).
Entonces Descartes cree que los movimientos autónomos de las partes del cuerpo semejan
al mecanismo del reloj. Entonces las funciones corporales, la circulación, el movimiento, el
calor, la recepción de impresiones, etc., corresponden al terreno del cuerpo, integrando un
conjunto de operaciones autónomas o auto-movidas. Ya algunos autores han creído que
esta concepción novedosa se basó en el ejemplo de la técnica de relojería, es decir, la
posibilidad de la manufactura abre el campo al modelo mental, sin embargo, sería un
periodo temprano para considerarlo manufacturero, todavía no arribaba la revolución
industrial8.
Las claras afirmaciones de Descartes ha llevado a algunos autores a creer que el francés
solamente estimaba al cuerpo como una posible máquina, sin embargo, representaría una
máquina extraña, ya que vincula un alma paciente y actuante, uniendo le pensamiento con
el cuerpo y su mundo circundante. Entonces la naturaleza de máquina del cuerpo es parcial,
además de que implica mecanismos complejos, solamente hipotéticamente lanzados por
Descartes, como sus “espíritus animales” que sirven para comunicar las funciones y partes
del cuerpo con el alma.
8
Marx hizo un breve comentario al respecto, estimando que Descartes veía al caballo con los ojos del periodo
manufacturero. MARX, Karl, El capital, t. I, Siglo XXI editores, p. 475, nota al pie 111, y de manera
semejante algunos autores de esa corriente han intentado evaluar a Descartes. Sin embargo, la máquina-
manufactura, el mecanismo autónomo todavía era una realidad incipiente, Descartes más bien es futurista,
retomando los avances aislados de relojería y de molinos, para desarrollar su concepto de mecanismo
autónomos del cuerpo. LABASTIDA, Jaime, Ciencia producción y sociedad. De Descartes a Marx, Siglo
XXI editores, México.
9
DESCARTES, René, Las pasiones del alma, art. 32, p. 47.
interpretación menos localizada de las funciones intelectuales y de alma, considerando al
conjunto del cerebro como una entidad indispensable, claro que regiones cerebrales se
pueden dañar localmente, con diversos efectos. Resulta interesante la importancia al
argumento unificado: ya que el pensamiento es unitario, también el alma lo es, y por lo
tanto le debe corresponder un órgano unitario. También el corazón resulta órgano unitario,
pero este órgano lo rechaza como sede por otras razones fisiológicas, ya que no
corresponde a las funciones intelectuales. Prefiere la pituitaria además por su pequeñez y lo
pequeño es sutil: el mismo tema de la conexión alma-cuerpo se identifica con lo sutil.
Ahondemos en este asunto de las funciones dobles del cerebro. Resulta una observación de
evidencia empírica por la dualidad de los órganos de recepción principales: ojos, oídos y
manos. Esta dualidad de órganos la interpreta como dos imágenes emitidas al cerebro
convertida en una misma imagen al mismo tiempo, “un único y simple pensamiento de una
misma cosa al mismo tiempo”10. Estas dos imágenes originales se combinan, por lo que
Descartes estima debe existir un lugar orgánico donde se junten “antes de llegar al alma”,
para que solamente reciba una impresión el alma. Este lugar de juntura, este “sintetizador”
de dos vistas en una, dos sonidos en uno, etc., es la glándula. Ejemplifica con vista, que dos
imágenes se sobreponen, en una correspondencia de punto por punto, con lo que se
recuerda la complejidad técnica de la televisión antigua, donde una sucesión de puntos
exacta integra una imagen. De entrada el tema invita a una maravilla y sorpresa ¿cómo se
logra tal correspondencia, si la visión tiene movimiento constante, y los ojos en su vista
periférica perciben con ángulos diferentes, con variaciones cada uno? En este texto no se
busca una respuesta precisa, ni se consideran las excepciones de la “vista doble”, etc.
Sigamos con el tema de la unidad. El alma es unitaria al considerar los pensamientos
unitarios, pero podemos cuestionar al filósofo que en la orilla el pensamiento no resulta tan
unitario. En los extremos del aquí y ahora, existen partes desintegradas del pensamiento. En
el extremo pasado lo más obvio son los recuerdos borrados, las formaciones de carácter
ignoradas, y la psicología “profunda” se ha basado en este problema de los fragmentos
perdidos del alma, las partes del “yo” extraviadas. Por si fuera poco, en el tiempo del
“ahora” el campo de la percepción también se puede presentar doble, cuando descubrimos
las “sugestiones subliminales” que solamente la parte inconsciente de la mente alcanza a
“descifrar”. Siendo la unidad del alma, una evidencia tan contundente como la unidad del
cuerpo, puede ser sometida al bisturí crítico y ofrecernos varias relatividades, que pueden
tener su oferta extrema en la esquizofrenia, la dualidad de la personalidad, mediante la cual
las fragmentaciones de las percepciones se convierten en fragmentaciones del “yo”
perceptivo, el supuesto núcleo del pensamiento unitario, el fondo del alma.
Las dos vinculaciones del alma con el cuerpo y el poderío del alma sobre el cuerpo
Ya consideramos el vehículo sutil de la comunicación del alma con el cuerpo, cumplida
mediante la glándula, sin embargo esta es la punta del final de una montaña, y la montaña
misma corresponde al cuerpo completo. Aquí Descartes nos ofrece cierta paradoja de que
“el alma está verdaderamente unida a todo el cuerpo… y… es de una naturaleza que no
tiene relación alguna con la extensión ni con las dimensiones o con las propiedades de la
materia de que el cuerpo se compone, sino solamente con todo el conjunto de sus
órganos”11 Esto implica que está integrada con la entera materia del cuero, al mismo tiempo
no lo está, ya que el alma se concibe de otra materialidad, la especial del espíritu. Esta
10
DESCARTES, René, Las pasiones del alma, art. 32, p. 47.
11
DESCARTES, René, Las pasiones del alma, art. 30, p. 46.
“materialidad del espíritu” no tiene espacio, no empequeñece, ni se puede dividir a la
manera de la insistencia de la mónada, pues “no se podría en modo alguno concebir la
mitad o tercera parte de un alma”12. Esto implica que el alma espiritual integra una unidad
completa que no posee “espacio” alguno. Si bien carecería el alma de ningún espacio, no
ocupando ninguna extensión (opuesta a la “res extensa”, debe colocarse en una sutil “res
cógitans”). Pero el alma requiere de una relación completa con los órganos del cuerpo, pues
“se separa completamente de él cuando se disuelve el conjunto de sus órganos.” 13 Entonces
resultan dos maneras de vincularse: la general (hacia el conjunto de órganos) y la específica
(el canal por medio de la glándula). La manera general de vinculación también tiene sentido
por cuanto el alma se descubre vinculada hacia el conjunto de órganos y se encuentran las
terminaciones nerviosas extendidas hacia la totalidad de los órganos.
Ahora bien, aunque la relación pudiera ser diversa, el alma en su lado activo (la voluntad)
posee una naturaleza completamente libre, con lo cual se convierte en la premisa sin
determinación previa, indicándonos Descartes, que “la voluntad es tan libre por naturaleza,
que no puede ser jamás constreñida”14, con lo cual se coloca también como vanguardista,
más radical respecto de las visiones usuales de su época, las cuales delimitaban el alcance
de la libertad, bajo la forma nula de predestinación o la forma limitada de libre albedrío. El
modo de iniciarse de tal voluntad o acción del alma da la impresión de lo indeterminado, y
así afirma que “toda la acción del alma consiste en que, sólo con querer algo, hace que la
pequeña glándula a la que el alma va estrechamente unida se mueva de la manera necesaria
para producir el efecto que esa voluntad quiere.”15 Ya comentamos que el mecanismo de
transmisión del alma resulta ser la glándula pituitaria, parte unitaria del cerebro, que
conecta con su transmisión mediante espíritus animales, los cuales llevan su mensaje a los
músculos y las demás partes; sin embargo, ese querer primero resulta como indeterminado,
un “primer motor” libre de determinaciones, las cuales solamente corresponden al aspecto
de las “pasiones”, lo que recibe el alma.
AQUÍ TERMINA LA PRIMERA PARTE DE LA PUBLICACIÓN DEL BLOG…
Manifestaciones de las funciones del alma: voluntad, memoria, imaginación, poder sobre
las pasiones (acercamiento).
Ya indicamos que la función activa del alma se manifiesta en voluntad, lo que se quiere, sin
embargo, la acción ligada a la voluntad requiere de un aprendizaje o una situación, por
ejemplo, para hablar basta la voluntad de pensar algo diciéndolo, sin que resulte necesario
enfocarse en el movimiento de los labios y la lengua de cada letra, porque eso ya se
aprendió, y se tiene el hábito de hablar conforme se piensa y esto se hace mejor que si se
piensa en cómo generar cada sonido. Para el mecanismo de la memoria, Descartes cree que
se recurre a huellas dejadas en el cerebro por el objeto que se desea recordar. Entonces el
resultado es que la memoria sería una huella interior. Para imaginar cree que la glándula del
alma empuja a los “espíritus animales” hacia poros del cerebro, “por cuya abertura pueda
ser representada esa cosa”18, con lo cual nos quedamos perplejos, porque ignoramos la
capacidad que pudieran tener unos poros para generar representaciones.
Acercándose ya al tema central de la obra, Descartes medita sobre el poder del alma
respecto de las pasiones, empezando por considerar la dificultad existente para su control.
Plantea que “Nuestras pasiones no pueden tampoco ser excitadas directamente ni
suprimidas por la acción de nuestra voluntad, pero pueden serlo indirectamente mediante la
representación de las cosas que tienen costumbre de ser unidas a las pasiones que queremos
tener, y son contrarias a las que queremos rechazar.”19 Esto a su manera anuncia la
importancia de darle sugestiones a la mente, de tal modo que se la encause hacia lo querido.
Pone como ejemplo el miedo, el cual no se destierra con la simple voluntad de deshacerse
de él, se necesita “las razones, los objetos o los ejemplos que persuaden de que el peligro
no es grande; de que hay siempre más seguridad en la defensa que en la huida”20. Ahora
bien, este es un ejemplo, sin embargo conviene ampliar el enfoque, precisamente por ser
tema central de esta obra.
El dominio de las pasiones, los motivos de la dificultad para logr arlo y el mejor medio para
alcanzarlo.
El principio es que las pasiones se pueden dominar, pero las experiencias indican
dificultades. La dificultad principal la encuentra Descartes en las grandes pasiones,
justamente cuando también concitan fenómenos del cuerpo, estimando que las pasiones van
acompañadas casi siempre de alguna “emoción que se produce en el corazón y por
consiguiente en toda la sangre y espíritus que la acompañan”21 Este movimiento de
emoción cardiaca amplifica la pasión, dificultando o imposibilitando su control. Las
grandes pasiones suscitando grandes emociones del corazón impiden su control, con esto a
su manera prefigura Descartes las interpretaciones psicológicas, las cuales hacen intervenir
la emoción con su cualidad específica para oponerse a la razón, ciertamente que ahí no
considera el movimiento autónomo de las emociones sino su vinculación con la voluntad.
17
DESCARTES, René, Las pasiones del alma, art. 27, p. 45.
18
DESCARTES, René, Las pasiones del alma, p. 52.
19
DESCARTES, René, Las pasiones del alma, p. 53-54
20
DESCARTES, René, Las pasiones del alma, p. 54.
21
DESCARTES, René, Las pasiones del alma, p. 54.
Las pasiones pequeñas están al acceso de la voluntad, pero las grandes no lo están. Ante la
imposibilidad momentánea de controlar una gran pasión, lo más accesible a la voluntad es
no consentir sus efectos y “contener varios de los movimientos a los que el cuerpo está
dispuesto”. Asimismo, en este luchar interior, existe la falsa creencia de una lucha entre una
parte inferior y otra superior del alma, pero a Descartes le parece que opera una única
naturaleza del alma, simplemente está luchando el alma contra impulsos de los espíritus del
cuerpo, los cuales le motivan a desear algo. Esta lucha aparente interior entre alma superior
e inferior, indica la fuerza del alma, pues la débil sucumbe ante las sucesivas cargas de
pasiones (reflejos de los sentidos, apetencias) y la fuerte se impone. Además el quedar
sometido a pasiones (afecciones) del alma resulta patético por su naturaleza contradictoria,
desplazando al alma débil en su constante cambio de intenciones, entonces “obedeciendo
ya a una, ya a otra, se opone continuamente a sí misma, y de éste modo hace al alma
esclava y desventurada.”22, para lo cual pone como ejemplo la oscilación continua entre el
miedo y la ambición.
Ahora bien, para que el alma no se deje arrastrar por pasiones que son ilusiones, requiere
del conocimiento de la verdad, es decir, para no sufrir la pasión debemos partir de un
descubrimiento de la verdad. Y esta interpretación va de acuerdo con una interpretación
psicológica racionalista como la logoterapia. Aunque el alma puede iniciar como débil en
su combate a las pasiones, puede adquirir un conocimiento de la verdad, y luego educarse.
Ese proceso educativo del alma para dominar sus pasiones lo compara Descartes con el
adiestramiento de los animales. Estima Descartes viable, “con un poco de industria,
cambiar los movimientos del cerebro (…) sabiendo adiestrarlas y conducirlas.”23 En este
punto todavía Descartes no precisa el medio para remediar las pasiones, adelante indica las
virtudes como el vehículo para dominar las pasiones, y por seguir la virtud entiende
Descartes actuar conforme la conciencia dicta24.
Admiración. Siendo la sorpresa por algo, esta impresión se relaciona con lo nuevo, así
asume la posición de inicio. La estima como una pasión fuerte, pero no acompañada de
movimientos de los órganos como otras que agitan el corazón, excepto que acontece el
pasmo, una parálisis por una sorpresa o admiración. La admiración la encuentra
especialmente útil para el aprender, ligada al saber37. Estima se debe reforzar lo admirado
con una atención, pues también se puede olvidar lo admirado. La cosa que capta la
admiración se la juzga bajo el bello nombre de lo extraordinario. El exceso de esta pasión
32
Resulta que bajo la faz de la melancolía, la añoranza resultaba sumamente importante en la clasificación
esotérica renacentista de las emociones. La melancolía era el ánimo saturnino y desde esa cimiente se creía
nacía el genio, así el talento estaba marcado por la melancolía plomiza. Cf. YATES, Frances, La filosofía
oculta de la época isabelina, Cap. VI, La melancolía y la filosofía oculta. Durero y Agripa.
33
DESCARTES, René, Las pasiones del alma, p. 64.
34
FREUD, Sigmund, Más allá del principio del placer.
35
SARTRE, Jean Paul, El ser y la nada.
36
DESCARTES, René, Las pasiones del alma, p.64.
37
La admiración “hace que aprendamos y retengamos en la memoria las cosas que antes ignorábamos”
DESCARTES, René, Las pasiones del alma, p. 67
de admirar, se denomina como curiosidad excesiva, su desbordamiento es buscar “la rareza
sólo por admirarla y no por conocerla”38.
Amor y odio
En esta parte Descartes da la impresión de mantenerse anclado con la tradición medieval,
en cuanto a la impresión sobre el amor, ya que evita considerar al amor sexual exaltado
como eje de sus consideraciones. Según un para de reconstrucciones históricas41, ese amor
individual es una creación y no una situación universal, por lo tanto no siempre puede
colocarse en el centro de las reflexiones, en ese periodo ya se utilizaba el término amor
corrientemente para referirse a la pasión sexual de pareja42, pero luego terminó
predominando completamente, pues cuando autores posteriores colocan el título de amor ya
sabemos a cual tipo de pasión atenernos43. En este caso, su definición de amor es más suave
y general, y se mantiene en el margen de las definiciones medievales (que por otra parte
combate) de benevolencia y de concupiscencia, para procurar generalizar afirmando que las
diversas situaciones de pureza hasta brutalidad manifiestan en común el amor, que la
define como emoción que incita al alma “a unirse de voluntad a los objetos que parecen
serle convenientes”44, entonces simplemente amar es buscar la unión, y mejor ya
38
DESCARTES, René, Las pasiones del alma, p. 68.
39
DESCARTES, René, Las pasiones del alma, pp. 66-67-
40
HEGEL, G.W.F. Fenomenología del espíritu. El sujeto como medida del objeto, resultado histórico del
racionalismo de la ilustración, es decir, por este lado se redondea el tema pues Descartes resulta precursor
clave de la ilustración y ésta desemboca para Hegel en el concepto clave de la “utilidad” para la evolución del
espíritu.
41
DE ROUGEMONT, Denis, Amor y Occidente, quien sostiene la creación a partir de la Provenza
renacentista de los ideales del amor romántico. ENGELS, Friederich, El origen de la familia, la propiedad
privada y el Estado, también sostiene la aparición tardía del amor sexual individual.
42
DESCARTES, René, Las pasiones del alma, p. 75, dice: “a este deseo que nace así de la complacencia se
da e nombre de amor más generalmente que a la pasión de amor que hemos descrito antes”, en la cual
Descartes le otorga el sentido más general deseo de unión con el bien. Reiterando lo que esto significa, en la
época cuando se escribió esta obra ya por amor se entendía el deseo apasionado y erótico individual, y el otro
sentido más general del amor se estaba relegando, aunque no se descartaba.
43
Como cuando observamos un título de Ortega y Gasset sobre El amor, o de Alberoni sobre Amor y
enamoramiento.
44
DESCARTES, René, Las pasiones del alma, pp. 69.
considerarse en unión para no entrometer un elemento de futuro (como en el deseo). De ahí
pasa a la definición de odio completamente equivalente, de una incitación a separarse de los
objetos inconvenientes. Una vez establecida tal definición del amor, muchas pasiones
manifestadas diferentes participan de esta definición de amor, unas tan opuestas a otras
como la brutalidad del violador respecto del amor paternal desinteresado. Sin embargo, una
diferencia que estima crucial Descartes es el grado de amor, para separar desde el simple
afecto, pasando por la amistad hasta llegar a la devoción, y de nuevo se observa en esta
gradación que el tema de la pasión amatoria-erótica no adquiere una posición propia, sino
que el pináculo perteneciente a la devoción, está preferentemente pensado en relación a
Dios, el príncipe, un notable o el país45. Por el tipo de objetos sobre los que recae el amor
distingue sobre las cosas bellas (lo denomina complacencia) y las buenas, asimismo con
esta clasificación se distinguen dos especies de odio, el así denominado, y el que recae
sobre las cosas feas a nuestros sentidos, denominado horror o aversión. Reconoce que estas
dos especies “de complacencia y de horror suelen ser más violentas que las otras especies
de amor u odio, porque lo que llega al alma por los sentidos la impresiona más fuertemente
que lo que le presenta la razón”46, y entonces son las “más engañan y de las que con más
cuidado debemos guardarnos”; de tal manera que la potencia de los sentidos, se manifiesta
de manera negativa, en la modalidad de violencia y engaño. La tarea es proteger a la razón
de las rudezas de los sentidos enviando la complacencia del amor y el horror del odio,
porque la razón queda turbada con tales efluvios.
68
DESCARTES, René, Las pasiones del alma, p. 96.
69
DESCARTES, René, Las pasiones del alma, p. 96.
70
DESCARTES, René, Las pasiones del alma, p. 96.
71
DESCARTES, René, Las pasiones del alma, p. 97.
72
Cf., DE AQUINO, Tomás, Suma teológica.
deja de acompañarle la tristeza”73 Además como pasión del alejamiento, el odio también no
aleja del bien que acompaña a ese mal, pues “no hay nada real que no tenga en sí alguna
bondad”, por lo tanto, implica un pensamiento no maniqueísta, sino de la unidad de
opuestos complementarios, y de la gota de sentido opuesto en “cada caso de cada cosa”.
Respecto del deseo le parece bueno para el pensamiento, mientras se mantenga en una
medida, entonces “no sea excesivo y de que el conocimiento lo regule”, de tal manera
implícitamente ofrece una visión de la “medida” de las pasiones, por cuanto posee su
mesura interna, y también su reflejo en las medidas de cuerpo pues a estas pasiones del
pensar les acompaña el sentir, entonces “todos los movimientos corporales que los
acompañan pueden ser nocivos a la salud cuando son muy violentos, y, por el contrario,
útiles cuando son moderados.”74 Esto significa una continuidad entre el cuerpo y la pasión-
pensamiento, siguiendo (sin pretenderlo) la misma regla de armonía macro-microcósmica
renacentista75, pues la medida de la moderación de las pasiones intelectuales es la misma
que la medida de la salud corporal.
Y en este punto baste indicar que lo aplicado al amor y odio también aplica a la alegría y
tristeza, por cuanto implican la posesión de un bien o de un mal, así como su ausencia. Sin
embargo, queda la nota que la admiración como pasión básica, no pasa a este campo de las
afectaciones del alma en el pensamiento.
83
DESCARTES, René, Las pasiones del alma, art. 30, p. 51.
84
DESCARTES, René, Las pasiones del alma, p 133.
85
DESCARTES, René, Las pasiones del alma, p 133.
86
DESCARTES, René, Las pasiones del alma, p 133.