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El Vientre más Violeta del Cosmos

Myriam Teresa Cárdenas posee el útero más violeta del cosmos. Gestó nueve meses
de sensaciones al azar para dar vida a un pedacito de mujer que camina por la
calle, la puedes ver a veces, pero pocas veces entenderla.

Esa mujer de poder fecundo y seguridad implacable es mi madre. Sí, lo digo con
orgullo, lo contaría en canciones, lo escribiría en poemas, lo pintaría de
colores y seguiría siendo mi mérito propio. Mi madre, es la mujer que más brillo
genera en mis ojos, ha cargado penas ajenas, y ha navegado en océanos de
problemas, pero es Mía, Soy de Ella, Somos y Fuimos un cuerpo.

Olvidaba decir quién soy. Soy Geraldine Rodríguez y nací el 16 de diciembre de


1992. La fecha en qué fui un óvulo espermatizado se aproxima a marzo por cálculo
y lógica prenatal. Marzo de 1992, un colchón a rayas y dos cuerpos sudando a
borbotones amor y vida, y por cuentos de casualidades colombianas, es el Hotel
Guadaira, en Melgar. Mi padre, es un hombre con gran corazón bajo mármol de
Grecia, mármol cansado de esperar, en su sitio, con adversidades escondiendo los
tesoros de la humanidad, Cómo te admiro madre! Es un hombre muy frío. Hablemos
un poco de él. Él es Nelson, su nombre real es Ramiro pero sólo las hermanas
suelen llamarlo así. Ramiro Rodríguez tiene 7 hijos, todos una casualidad. Para
ésta historia no hay casualidad, lo sé no porque lo cuenten, no porqué lo
recuerden, sino porque un día en los que la infancia se pinta gris y siendo aún
un niño, cargas con culpas ajenas, mi madre me lo contó. Me susurró al oído que
todo iría bien, que mi padre me amaba, que él me había creado, él me había
planeado, había deseado tener prueba fe y vida en su amor por ella. Yo soy Fruto
de Ellos. Así como suena, fruto en verbo y gracia porque me buscaron en sus
sábanas, me buscaban en noches sin luna esperando mi llegada, esperando mi
aparición con cara de espermatozoide y óvulo unidos nadando en el vientre, en
los sueños de los dos, en sus deseos y su vida juntos.

Para cuando sus sueños dejaron de ser sueños por pasar a ser realidad, mi madre
estaba trabajando, en un cultivo de flores haciendo la contabilidad. Imaginemos
la situación, Mayo de 1992. Una señora anciana con sabiduría lívida y resabios
de tierra con olor a cultivos, le pregunta a mi madre si estaba embarazada, sus
ojos que no dejaron pasar los años lo notaron, y dieron la primera alerta, la
primera mancha de duda en los pensamientos; mi madre no niega pero tampoco
acepta, no lo entiende. No todos los días te ven a la cara y te preguntan si has
gestado vida en los últimos días, mi madre sale a su matutina hora de almuerzo,
hace un frío que te hiela los huesos, se dirige a un teléfono público y llama a
su madre. La mancha de duda se hacía más grande. Una prueba de embarazo. Un
Positivo. Una vida dentro de ella. Madre como te quiero.

No lo he contado, pero mi madre cuidaba su poder de fecundidad así que lo que


sigue es sorpresa. La expresión de sorpresa.

Papá estaba de viaje como su trabajo mandaba, mi madre lo llama. ¡SORPRESA! Papá
no lo cree, su alegría supongo, fue del tamaño de la placenta de la madre
tierra: Un océano entero. Al llegar de viaje trae un regalo consigo, los
primeros zapatos que mis pies pequeños y frágiles calzarían antes de comenzar a
dar pasos sobre la vida que anticipo, resultó bastante extraña, violeta pero
ante todo Feliz.

De aquí en adelante mi madre me cuidó como nunca más nadie me cuidará. Su


vientre inmortal se quedaba minutos largos bajo la ducha, el chorro de agua como
cataratas bellas, regalo de la naturaleza. Madre, gracias por hacerme amar el
agua. A veces, cuando siento miedo, busco mi madre. Sobre mi cama, buscó una
posición como si me acurrucara, con las rodillas pegadas a mi pecho, y deseo
como nada estar en el útero de ella, con esa seguridad de que las cosas irán
bien, escucho el líquido amniótico rodeándome, glu glu glu, trasmitiéndome cada
caricia desde el vientre, glu glu glu, sólo eso, glu glu glu, La seguridad de
que todo irá bien.

Recuerdo con claridad una foto de mi madre con un vientre de nombre Geraldine.
Ella viste con un overol naranja pastel y buso cuello tortuga, su cara es muy
bella, esa expresión la llevo marcada en la memoria y cuando veo algo
extinguiéndose en sus pupilas recuerdo esa expresión. Mi padre viajaba mucho,
así que su embarazo supongo, fue solitario. Sus comidas eran lo que yo le
trasmitía por un cordón umbilical, que para mí debía ser cómo el cable que
conecta los audífonos a tu aparato de audio, una conexión para prender la
música, subir el volumen y apagar el ruido de la calle y la cotidianidad. Mi
madre conversaba con migo, probablemente pasábamos horas largas caminando, o
viendo tele, las dos, Ella en su overol naranja pastel y yo, anticipándome al
mundo a través de la traslucidez de su vientre. Cuánto tiempo pasábamos! Lamento
que mi cuarto no sea un vientre, porque ya no hablamos tanto, pero si vemos
tele, o salimos a caminar.

En las ecografías ya sabían que sería inquieta, hiperactiva y con actos de


rebeldía quijotesca. Estaba sentada y pasaba el día jugando con el audífono que
me conectaba a la melodía del vientre de mi madre. No me quedaba quieta y
alteraba su sueño. Lo siento madre, aún lo hago. Por más esfuerzos que pusieron
las enfermeras en cambiar mi posición, nací sentada, en estos momentos estoy
sentada y seguramente lo estaré por más tiempo. Sigo jugando con los audífonos
que me conectan a la vida, y suelo recibir malinterpretaciones de quien soy, y
porqué me conecto con audífonos a la vida si sé que no hay una melodía
constante, pero mundo, te informo … Puedo esperar que pase la melodía aburrida
y gris, porque va a aparecer siempre la canción que te sube el ánimo.

Lo que sigue es Bienveniéu. La expresión de Bienveniéu.

16 de Diciembre de 1992. 4:35 am. Mamá está camino al hospital porque estando
sentada, empecé a patear con fuerza y a romper sus tejidos y a desgarrarla en
dolor. Gracias Madre, una vez más, Como te quiero!

5:10 am. La rebeldía quijotesca de mi posición le abrió a mi madre una abertura


en su vientre porque era esa la única forma de hacerme abrir los ojos y ver a la
luz del mundo, lo que llaman realidad. Fui una Mujer Sorpresa, porqué les oculte
mi sexualidad debido a la posición “sentada”, mi padre se encontraba aquí con
nosotras, y lo primero que hizo cuando me vio fue contarme los deditos, uno a
uno verificando que estaba viva, completa y viva. Viva para ellos, fruto de
ellos. Mi madre me comenta constantemente su visión de mí en el vientre. Soñaba
a menudo con un bebé blanco como la leche y calvo, bello, cómo de portada de
revista de maternidad o propaganda de pañales para recién nacido. (Aquí se cae
la imagen porque he salido del vientre) Nací morena como cultivos de flores, y
con bastante cabello, suficiente para pensar que no me quedaría calva aun siendo
una anciana. Morena y con abundante cabello. Ojos negros. 3000 gramos y 50
centímetros. ¡BIENVENIÉU!

17 años después sigo como en el vientre, conectada a unos audífonos constantes


al pavimento, a los árboles, al viento, a la lluvia y al sol.

Ésta historia comienza con mi madre, y es justo que termine con ella.

Tiene poco más de 40 años y conserva la alegría de una niña jugando con muñecas,
aún me da la comida que le pido, y me cocina cada capricho que se me ocurre en
el paladar, me cose la prenda de vestir que me imagino, es mi modista, mi
cocinera, mi ayudante en la madrugada antes de la entrega cuando aún me faltan
los árboles para la maqueta, mi enfermera cuando la migraña de herencia me
aturde la cabeza, es mi banco cuando no tengo dinero y Mi Madre para hacer de
mis caprichos sus sonrisas y de lo que soy el mérito para mirar atrás y no
arrepentirse de nada, ver atrás y a pesar de las dificultades y las culpas
ajenas en la espalda ver lo que soy, sin tu vientre violeta, el más violeta del
cosmos, no tendría la visión sensible y extraña que tengo sobre las cosas, si
las primeras sensaciones que conocí desde que fui ovulo espermatizado, no
hubieran sido tan bellas madre, no tendría mi aura violeta. Por tercera vez,
pero no última, Gracias Madre. Como te quiero!

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