You are on page 1of 73

REPERTORIO TEATRAL PARA SECUNDARIA I

El teatro pertenece a todos; existe para la gente y le habla a ella; es una institución democrática,
pertenece fundamentalmente al pueblo; constituye una capilla de la emoción, enseña una verdad
transparente; deposita en la sensibilidad de un público el mensaje del hombre para el hombre
mediante la expresión de lo trágico o lo cómico; prepara para la vida; desafía intelectualmente;
vigoriza las experiencias vitales; hace las cosas reales sin serlo; sintetiza todas las artes, como son:
el movimiento corpóreo y los gestos de la danza; el ritmo, la melodía y la armonía de la música; la
métrica y las palabras de la literatura y la línea, la masa y el color de las artes espaciales: la
escultura, la pintura, el dibujo y la arquitectura. También es resultado de una cooperación,
reciprocidad e interacción de elementos tales como: dramaturgo, actor, técnico, director, productor y,
por supuesto, el público.

La presente antología de textos teatrales para secundaria pretende apoyar parte de


la ctividad que se lleva a cabo en los centros escolares de este nivel, en donde se
desarrolla de manera más intensa el quehecer artístico y la carencia de este tipo de
material es palpalble.

Anécdotas sencillas y con la posibilidad de adaptación según las necesidades


e intereses de cada grupo, son las contempladas en este Repertorio Teatral para
Secundaria I cuyo propósito es la compliación de, cuando menos, diez antologías
similares a la presentada en esta Serie Academia 2001 para, que en un futuro no
muy lejano, los docentes dedicados a la educación artística cuenten con –
aproximadamente- un centenar de textos con características apropiadas para ser
representados en los escenarios de educación básica.

Esperamos ser partícipes –a través del presente repertorio, así como de los
subsiguientes- de la labor artística-pedagógica que cada profesor, interesado en
educar la sensiblidad de sus alumnos, desarrolla en cada escuela.

Cada uno de estos guiones están listos para ser llevados a escena, para ser
representados por alumnos y profesores, sabedores que a través del teatro podemos
encontrarnos más fácilmente con la imaginación, la creatividad, los valores, la
sensibilidad y, lo que es mejor, con nosotros mismos al experimentar la relación con
un personaje, con nuestros compañeros, con un público y con una historia, quizá muy
semejante a la nuestra.

Una vez más, la academia de Expresión y Apreciación Artísticas de la


Coordinación Técnica de Enseñanza Secundaria, invita a los maestros de la
especialidad a mantener una constante comunicación con los asesores técnico-
pedagógicos con la finalidad de intercambiar opiniones y establecer estrategias que
conlleven a una mejor aplicación de nuestra asignatura.

Fermín Gómez / Juan Alberto Mancilla / Hidekel Alaniz / Jorge Segura


asesores técnico-pedagógicos

CONTENIDO
Viento Sur
Ignacio Retes
Fábula del buen hombre y su hijo
Mireya Cueto
Las Naranjas
adaptación de Jorge Segura de Las aceitunas de Lope de Rueda
La deuda pagada
León Felipe
Diálogo Ilustre
Salvador Novo
Mi Toñita
A. L. Jáuregui
La manta
adaptación de un cuento de El Decamerón de Bocaccio
Pastorela del Norte
El Tío (seudónimo)
El espíritu de la Navidad
Margarita Robleda
El banquete de los muertos
Antonio Argudín
Tres pantomimas
Pedro Pérez Oliva
Alguien va a morir esta noche
Alfonso Sastre
Los muertos antes de muertos
Constancio S. Suárez
Sólo para mujeres... ¿dónde está San José?
Sergio Guillermo Román del Real
¡Negocios! ¿Negocios?
Juan Jiménez Izquierdo
¿Por qué esta obra de teatro?

El incluir el texto teatral de Viento Sur en el material de apoyo de nuestra actividad de


desarrollo Expresión y Apreciación Artísticas lleva implícitos varios propósitos.

El texto nos da la oportunidad de mostrar la posibilidad de enseñar Historia y


Geografía a través del teatro, ya que a partir de su lectura o representación podemos
inducir al alumno a que investigue un poco más sobre la figura de Zapata y en la
búsqueda de los lugares que se mencionan en la anécdota.

La bien cuidada sintaxis en los diálogos y parlamentos lo vincula directamente


con la asignatura de Español. El texto es apropiado para leerse en el salón de clases de
manera completa o bien solamente algunos fragmentos, sobre todo los monólogos a
los que se les puede dar diferentes entonaciones, ritmos o acentuaciones vocales.

Respecto a la importancia que se le da a los valores, a los símbolos e identidad


nacionales, así como al manejo de situaciones e interacción personal, se considera
también un texto apto para ser incluido dentro del material de apoyo de la asignatura de
Formación Cívica y Ética

Para nuestra materia vamos a encontrar suficiente material para realizar


ejercicios de vocalización, memorización, expresión emocional y expresión corporal así
como, a partir de un somero análisis de su estructura formal, considerarlo como
modelo a seguir para la elaboración de guiones breves por parte de los alumnos.

También, nos va a ser útil para realizar ejercicios concernientes a la


organización de espacio teatral, a la detección de la zonas del escenario, a las
posiciones del actor, ya sea ante el público o de diálogo, etc. Finalmente, la puesta en
escena de la pieza con toda seguridad será del agrado de actores y público.

FICHA TÉCNICA:

Titulo: Viento Sur, los últimos días de Emiliano Zapata


Autor: Ignacio Retes
Fuente: Azar, Héctor (coordinador). El Teatro Trashumante, tomo III, Instituto Nacional de
Bellas Artes, México, 1970.
Extensión del texto: 11 páginas, tamaño carta
Duración aproximada: 30 minutos
Personajes: 9 actores y 3 músicos
Antecedentes: Primera representación en Atlixco, Puebla en abril de 1966 en
las primeras jornadas del teatro trashumante. Este montaje se
realizó en el patio central del palacio municipal, bajo la
dirección de Fernando Rubio, bajo los auspicios del Instituto
Nacional de Bellas Artes. Desde entonces se ha convertido en
material obligado del repertorio de teatro escolar, sobre todo en
el ciclo de la revolución mexicana.
Escenografía: El autor sugiere solo 4 bancos de madera, pero el montaje
puede hacerse con los elementos que se cuente el grupo y que
vayan acordes con la temática de la pieza; incluso puede no
haber escenografía, aunque sí un buen trazo escénico.
Iluminación: Como las representaciones, por lo regulara van a efectuarse en
espacios abiertos y a la luz del día no se requiere iluminación
alguna. En el caso de espacios cerrados se sugiere el uso de
un reflector para cada monólogo o áreas especiales y la
iluminación de cada escena con luz fuerte, excepto la de la
muchacha que sería un azul tenue.
Utilería: Carabinas, sombreros, jarros, etc.
Vestuario: De acuerdo a las posibilidades de cada grupo, incluso se han
hecho representaciones en donde los personajes portan
solamente paliacates y sombreros, manteniendo su uniforme
escolar. Se recomienda que el personaje de Zapata si se le
busque un vestuario adecuado así como al de Guajardo, para
un mayor lucimiento de la puesta en escena.
Música: De guitarra, de fondo. Si es posible, en vivo. Se puede insertar, donde el director lo
considere, el corrido La muerte de Emiliano Zapata que
interpreta Amparo Ochoa y localizado en el libro El corrido
mexicano de Vicente T. Mendoza editado por el Fondo de
Cultura Económica en la Colección Popular.

SINOPSIS:

Viento Sur nos transporta a los últimos días de Emiliano Zapata en algunos lugares del Estado
de Morelos donde nuestro general presiente su trágico final. La representación da inicio
con tres monólogos a cargo de tres personajes neutros: el viejo, la mujer y el joven,
quienes desde su perspectiva detallan el asesinato del caudillo y las repercusiones
derivadas del acto.

En las escenas siguientes los diálogos entre los zapatistas son pesimistas augurando el final
del Ejército del Sur, que ya desmembrado y reducido a unos cuantos contingentes andan a
salto de mata con el temor e ser aprehendidos y con el constante sentimiento de impotencia.
Una carta de Guajardo con la propuesta de unirse a los zapatistas parece ser la solución para
el caudillo del sur, aunque más de uno lo previene del carácter traicionero del federal.

Aún así, Zapata acepta en sus filas al felón Guajardo quien, después de hacerle una
demostración de fidelidad, tomando Jonacatepec, lo invita a comer a Chinameca. Algo
presiente Emiliano, pero aún así, después de pasar con su muchacha parte de la noche, se
dirige a la hacienda donde va a suceder lo inevitable: el 10 de abril a media mañana, Zapata
cae acribillado por las balas disparadas a quemarropa.

VIENTO SUR
Ignacio Retes
Teatro Trashumante. Tomo I. Compilación: Héctor Azar. Instituto Nacional de Bellas Artes, México, 1974. pp. 86-101.

PERSONAJES
Cancioneros / Viejo / Mujer / Joven / Antonio / Zapatista 1 / Emiliano Zapata /
Zapatista 2 / Guajardo / Muchacha

Tres reflectores se encienden sobre la plataforma e iluminan respectivamente a un viejo


zapatista, a una mujer de edad y a un joven con su uniforme escolar. Los tres están sentados
sobre bancas o cajones.

VIEJO .- ...cuando lo mataron, la gente decía que no, que no lo habían matado ... Yo tampoco
lo quería creer, fui a esperarlo a la entrada de Cuautla, por el río, por el mismo camino
que va al pueblo donde nació ... Lo traían amarrado sobre un caballo y la cabeza le
colgaba por un lado, pero no se veía bien. Lo llevaron a la Presidencia Municipal, frente
a la inspección de policía, y allí sí todos pudimos verlo ... ¡Cómo no iba a ser él. ¡Ni los
que lo conocían de lejos lo dudaron ... ! Lo mataron a la segura, tirándole al cuerpo, y
su cabeza había quedado sin heridas ... Ahí estaba: era él, Zapata. Milio, como lo
llamábamos los que lo conocimos desde niño-. La gente no se miraba entre sí. Nada
más veía a Zapata y luego bajaba los ojos ... Los soldados nos obligaron a desfilar,
pero llegaban otros y otros a mirar a Milio ... Se juntaron miles ... Parecía como si
Zapata hubiera tenido amigos por todo el mundo ... Ahí lo tuvieron dos días
completitos, hasta que lo enterraron el Domingo de Ramos ... Le cavaron hondísimo a
la fosa, como si tuvieran miedo de que se les escapara ... ¡Cómo se les iba a escapar,
si tenía más de treinta balazos en el cuerpo ... ¡

El viejo mueve la cabeza, se pone el sombrero y sale de la plataforma. Se apaga el reflector


que le iluminaba.

MUJER.- ... yo sabía que lo iban a matar ... Fui a decírselo mero donde estaba acampado, a
un paso de Chinameca. Llegué a la víspera y alcancé a hablar con él, pero no me lo
quiso creer ... Por más que le dije, no me lo quiso creer ... Hasta se burlaba de todas
las cosas que le iba contando ... Allí nos amaneció y de allí salió con su gente, rumbo a
donde lo habían de matar ... A medio día, cuando sonó la balacera en Chinameca, yo
sabía que lo estaban matando ... No tardó en pasar de huida la gente de Emiliano,
cargando a sus heridos, porque los habían emboscado, pero Emiliano no pasó. En la
tarde sí lo vi ... Lo iban cuidando como si estuviera vivo. Me arrodillé a la orilla del
camino y me puse a rezar ... Su cabeza pasó campaneándose frente a mi cabeza, así,
frentito una de otra y ya no quise mirar más ... Cerré a los ojos y se fue alejando la
tropa. Después, ya nochecito, pasó galopando un caballo sin jinete. Dicen que era el
caballo de Emiliano, que le andaba buscando entre los cañaverales. En todo los
ranchos nos pasamos rezando la noche entera ... Fue una noche muy clara, se veía
bien lejos; a Emiliano no le costaría trabajo encontrar el camino del cielo ...

La mujer se cubre la cabeza, se levanta y sale de la plataforma. Se apaga el refelctor que la


iluminaba.

JOVEN.- .... Emiliano Zapata murió el 10 de abril de 1919, a los cuarenta años de edad. Yo no
lo conocí. He recorrido el Estado de Morelos, las ciudades, los pueblos, las rancherías
donde acampaban los zapatistas, caseríos perdidos en las laderas de la sierra:
Jonacatepec, Anenecuilco, Yocapixtla ... parecen nombres inventados por pájaros.
Conozco el estado. En Morelos, el pueblo excava en el recuerdo, en busca de sueños,
de imágenes de Emiliano Zapata. Hay ancianos que aseguran que no murió, que fue
otro el hombre asesinado en la hacienda de San Juan Chinameca ... Hay quienes
afirman que pudo escapar, que se perdió por un camino que sólo él conocía. Todavía
ahora, al acampar en cualquier caserío, cuando se escucha el relincho nocturno de un
caballo tendido al galopar por los cañaverales, la gente aguza los oídos y se calla hasta
que se pierde el galope en la distancia ... Allí va Emiliano, piensan. Ante la ingenuidad
y belleza del mito se levanta la indiferencia de la historia: Zapata murió asesinado. El
crimen obedeció a motivos políticos, en aquella sucia hora revolucionaria en que la
traición acabó con los caudillos ... Los sueños de Zapata quedaron acribillados allá en
Chinameca, pero el sur levantó un viento que conmovió a los hombres y a los
pueblos ... Zapata, viento sur, carabina y jilguero, vuela por los cielos de la geografía
mexicana. Aquí están, fragmentos de un tiempo inolvidable: los últimos días de
Emiliano Zapata.

El joven cambia de posición los bancos y cajones. Al mismo tiempo, aparece un zapatista por
el fondo y se sienta, sin hacer caso de la presencia del joven. Otro zapatista llega lentamente.
Momentos después, inician la conversación.

ANTONIO.- ... sería bueno que se lo fuéramos diciendo. Al fin y al cabo se ha de enterar.
ZAPATISTA.- Ayer yo le hablé de esas cosas y ni me respondió. Nos vamos quedando solos y
él ... como que no se da cuenta.
ANTONIO.- Sí se da, ¡cómo que no! Cada vez que sabe que nos matan a alguno, como que le
brillan más los ojos, y se voltea y se va ... Aunque no diga nada, ha de pensar lo
mismo que nosotros ...
ZAPATISTA.- ¿Y qué piensa tú?
ANTONIO.- Pues ... que estamos refundidos en la sierra, que si antes éramos miles y miles,
ahora le seguimos unos cuantos, que no tenemos parque, que hemos perdido muchos
hombres ... ¡Huy ... tantas cosas!
ZAPATISTA.- ¿Y qué piensa tú?
ANTONIO.- Pues eso que te estoy diciendo.
ZAPATISTA.- ¿Nada más?
Antonio se vuelve y mira profundamente al zapatista. Éste permanece inmóvil.

ANTONIO.- Nada más ... Que se me hace que en dos o tres días vamos a ser todavía menos.
Si lo dudas vete y entrégate a los pelones, pero vete de una vez, porque entre más te
tardes, más te tardas.
ZAPATISTA.- Nos van a copar ... en cuanto se dejen venir por varios lados acaban con
nosotros ... ¿Con qué les vamos a responder? Ayer se nos volteó Aurelio Campos,
pero antes se han volteado muchos: Victoriano Bárcenas se nos huyó con 600
hombres, y eso le pudo mucho a mi general ... y así todo el tiempo; la semana pasada
nos mataron 40 hombres y él se queda callado porque sabe que lo mismo va a
sucedernos a todos.
ANTONIO.- Si lo dudas, vete, te estoy diciendo, pero no me cuentes esas cosas ... Yo
las conozco mejor que tú.

Se miran un momento e inclinan la cabeza. El joven se adelanta unos pasos hacia el público.

JOVEN.- ... conversaciones semejantes se repetían en los campos de Zapata durante los
últimos tiempos. El desengaño, la fatiga, impulsaban a estos hombres a la traición, o –
en el mejor de los casos- a la indiferencia. Los ideales de Zapata yacían allá, en el
fondo de los años de lucha, desvanecidos entre el polvo y la sangre, apenas algo más
que recuerdo que se van olvidando. La lista de los vendidos, de los desertores,
golpeaban los oídos de los zapatistas con un ritmo de muerte. Era la muerte propia, la
de cada uno, la que se acercaba en la columnas de los carrancistas, era el miedo,
deteriorado, antes que los cuerpos, las convicciones y los ideales ...

Zapata, lentamente, aparece por el fondo. Queda en pie, silencioso, junto a Antonio y el
zapatista.

... faltos de parque, reducidos los contingentes, los hombres de Zapata andaban a salto
de mata, viajando de un rancho a otro en la oscuridad de la noche ... Plazas que
habían sido reducto y sustento del zapatismo estaban en manos de sus enemigos.
Arrinconado en las sierras del sur, Zapata esperaba el momento de lanzarse otra vez al
ataque, pero cada hombre que desertaba, cada hombre que caía, reducían sus
posibilidades ... Fueron muchos los vencidos, fueron muchos los traidores ...

El joven regresa a un rincón. Antonio se incorpora y se acerca a Zapata.

ANTONIO.- ... Aurelio se nos huyó con nueve hombres, mi general ...
ZAPATA.- ... No ha de ser el último, Antonio ... era de lo que no saben morirse pronto ... no se
imagina que así, de huida, va a andar más muerto que vivo ... ¿de qué le va a servir,
entonces?
ZAPATISTA.- ¿Y si se fue a entregar a los carrancistas?
ZAPATA.- ¡Allá él! Cuando hagamos cuentas –porque esas cuentas se hacen, aunque todos
estemos muertos- va a salir debiendo mucho. Ése y otros, y entre esos otros el tal
Victoriano Bárcenas, que hasta el nombre de traidor le pusieron.
ANTONIO.- De Victoriano, no sé; anda con las fuerzas de Guajardo, pero a Aurelio le conozco
el modo, ha de haber jalado parta el rumbo de Talquiltenango. Si usted lo ordena, mi
general, trataremos de alcanzarlo ...
ZAPATA.- No ... aquí nos quedamos ... y el día menos pensado lo vamos a ver colgado de
cualquier arbolito.
ZAPATISTA.- Yo creo que se fue a entregar a los carrancistas.
ZAPATA.- ¿Y qué ... ? Ya dije que no ha de ser el último ¿no? Para mediados de este año
vamos a ser menos todavía ... muchos menos. . .
ANTONIO.- Al principio, también éramos menos, y nos iba mejor. A mí también me gusta eso
de que seamos pocos, mi general. Cuando empezamos, hace años, con unos cuantos
hombres traíamos a los federales a mal traer. Allí andaban por todo el estado sacando
la lengua.
ZAPATISTA.- Sí, pero ya nos conocen. Antes, nosotros los sorprendíamos en los caminos o
en los ranchos. Ahora, son ellos los que nos emboscan ... Ya ven lo que le pasó a
Castañeda, y luego a Arnulfo, y a Camilo paredes y a tantos otros. . . Los carrancistas
están esperando que salgamos de la madriguera. Allí están parados frente a nosotros,
en Cuautla, y en Jojutla, y en Jonacatepec ... Nada más nos están esperando ...
ZAPATA.- ¿Tienes miedo?
ZAPATISTA.- Yo le hablo, mi general. . . a veces lo dudo y si me da miedo, como le estaba
diciendo a Antonio ... Creo que me van a matar y ya se me anda olvidando hasta por
qué le entré con ustedes ... Llevamos años y años peleando y todos los gobiernos de
México se nos han echado encima. Ninguno de los hombres del Centro nos ha hecho
fuertes ... y si no, nada más cuente, señor: usted sabe. . .
ZAPATA.- Eran políticos. . . Son políticos, son políticos, muchacho; no piensan como nosotros.
. . Ellos quieren el poder, la presidencia. . . Nosotros no, nosotros queremos trabajar la
tierra. No les pasa por la cabeza que un hombre quiera nada más eso: vivir y morir en
una casa, a la orilla de un campo sembrado. . . la idea es tan sencilla que los espanta.
No lo dudes, muchacho, aunque te vayan a matar mañana. . .
ZAPATISTA.- Antes, nos hablaba más, mi general. . . Yo creo que es por eso que se nos han
huido las gentes; porque lo ven callado. . .
ZAPATA.- . . . Porque yo también he dudado, muchacho. . . No de lo que quiero –de eso estoy
seguro- sino de poder conseguirlo. Me duele haber llevado a tantas gentes al
matadero. . . se quedaron allá, a la orilla de los campos, pero sin casa y sin sembradío.
. . Muchos me miraban antes de morir como preguntándome que qué había pasado, y
yo no supe responderles nada.
ANTONIO.- Yo estoy convencido de que nosotros no, de que nosotros no vamos a ver nada de
eso, pero a lo mejor a otros les toca la de buenas.
ZAPATISTA.- ¿Otros? Serán los carrancistas. . .
ANTONIO.- No. . . yo estaba pensando en los hijos. . .
ZAPATISTA.- Pues conmigo ha de ser para muchos, porque los tengo regados por todos los
pueblos. . . No lo dudo, mi general, eso déjelo para nosotros y háblenos de cuando en
cuando, porque si usted lo duda, entonces sí, los pelones nos acaban en un chico rato.

Entra otro zapatista, hombre de edad madura y le entrega una carta a Zapata. Éste lee.

OTRO.- Ese hombre no es de fiar, mi general ... ¿Qué porque se anda peleando con su gente,
se les va a voltear y se junta con nosotros? ... Se me hace que no es verdad ...

Mientras Zapata lee y sus hombres callan, el joven se adelanta unos pasos.

JOVEN.- La carta fue una de las primeras que se cruzaron entre Zapata y el que había de ser
su verdugo, el coronel federal Jesús María Guajardo. En pocos documentos se
descubre tan sutil, tan refinado proceso de acercamiento para no despertar sospechas
en unas relaciones que habrían de culminar con la traición. La carta dice a la letra:

El joven saca una copia, mientras el propio Zapata sigue enfrascado en la lectura.

“C. Jefe de la revolución del Sur, don Emiliano Zapata; donde se encuentre, mi muy
señor mío: por su carta fechada en Cuenca, el 21 de los corrientes, quedo enterado de
la invitación que se ha servido hacerme para que me una a sus tropas, a fin de que ya
a sus órdenes trabaje por la causa que tiene por objeto el mejoramiento de la gran
familia mexicana. Yo manifiesto a usted que en vista de las grandes dificultades que
tenemos Pablo González y yo, estoy dispuesto a colaborar a su lado, siempre que se
me den garantías suficientes para mí y mis compañeros, a la vez, mejorando mis
circunstancias de revolucionario, que en esta ocasión, como en otras, se trata de
perjudicarme sin razón justificada. Cuento con elementos suficientes de guerra, así
como con municiones, armas y caballada, tengo en la actualidad otro regimiento a mis
órdenes, así como elementos que solo esperan mi resolución para contribuir a su
movimiento. En espera de sus letras y suplicándole una reserva absoluta sobre este
asunto tan delicado, quedo su afectísimo, seguro servidor. El Coronel Jesús María
Guajardo.”

El joven se hace a un lado, Zapata dobla la carta y la regresa al hombre que la trajo.
ZAPATA.- ... Si Guajardo habla de otro regimiento a sus órdenes, ha de ser el que está en
Tlaquiltenango ... Juntos han de ser como 1,200 hombres, bien armados y bien
montados.
OTRO.- Mi general, Guajardo no lleva ni tres meses pelando contra nosotros, y en tan poco
tiempo nos ha dado mucha guerra. Si matara solo soldados, pues para eso estamos,
pero él entra a un pueblo, saquea las trojes, quema las siembras y al salir deja
columpiándose de los árboles a muchos inocentes. . .
ZAPATA.- Sí, ya lo sé. Si sólo él lo hiciera, pero lo hacen todos. . .
OTRO.- ¡Cómo voy a creer que un hombre de confianza de Pablo González se nos quiera
juntar así de repente ... ¡
ZAPATA.- ¡Cómo íbamos a creer que tantos de los nuestros se nos voltearan ... ¡ ¡Cuándo
pienso en Bárcenas, y en ... ¡
OTRO.- Pero es que andamos de malas, mi general. Lo que sea de cada quien, nos están
pegando fuerte por todos lados, y uno entiende que los cobardes saquen el bulto. Pero
ellos están ganando. ¿Cómo, si están ganando, uno de sus hombres de confianza nos
habla de que quiere pasarse con nosotros? Yo no lo creo, mi general.
ZAPATA.- Ha tenido dificultades con sus jefes, con Pablo González especialmente, y eso lo
sabíamos antes de su carta. De ser así, se entiende que quiera cambiar de camisa ...
Y por qué no suponer que un hombre que piensa como nosotros, quiere lo que
nosotros; también entre ellos hay hombres que nacieron en el campo, que fueron
peones encasillados en las haciendas que quieren que las cosas cambien.
OTRO.- Guajardo no es de esos ... Nació rico y sigue pensando como rico ... en el fondo, ese
hombre nos desprecia, mi general. Nada más imagínese de lo que se habrá enterado
estando con Victoriano Bárcenas ...
ZAPATA.- Bueno, ya veremos ... por lo pronto, hay que contestarle. . .

Zapata y el otro desaparecen.

ZAPATISTA.- Ese Guajardo ... ¿qué querrá? ... Nos ha matado harta gente. .
ANTONIO.- Desde hace años hay hombres que se voltean para uno y otro lado. Guajardo es
de esos ...
ZAPATISTA.- Yo que mi general me iba con tiento. Si viene, habrá que desconfiarle las
primeras semanas.

Con las últimas palabras salen los dos hombres.

JOVEN.- Propiamente nunca hubo errores técnicos en la estrategia bélica de Zapata.


Entendía la lucha armada como un juego en el que la sorpresa, la movilidad y el sigilo
valían tanto como los grandes contingentes del enemigo. Su instinto le ayudaba a
medir de inmediato los alcances de un hombre o de una situación, y pocas veces se
equivocó. Con Guajardo se equivocó. Hay una secuela misteriosa y alucinante en estos
últimos días del caudillo: en Chinameca, recargado contra uno de los muros del casco
de la hacienda, había de recordar apenas unas horas antes del asesinato. Hace
algunos años –dijo-, hace algunos años aquí me iban a matar ... Nadie le respondió; se
alejó unos pasos, hasta ensimismarse frente a los cañaverales por donde había huido.
Guajardo no oyó esas palabras, pero hubiera sonreído: lo estaba esperando en el
interior de la hacienda ... El instinto no engañó a Guajardo; traidor él, desde el principio
se dio cuenta de que la jugada clave giraba alrededor de otro traidor: Victoriano
Bárcenas ...

Regresan Zapata, Antonio y el viejo.

VIEJO.- ¡Yo lo vi, Milio ... ! Mandó fusilar a 59 hombres de Victoriano ...
ANTONIO.- Bueno fuera que hubieran sido 59 pelones, pero eran zapatistas renegados. Los
mandó matar para congraciarse con usted, mi general ... Pero, ¿qué trabajo le costó?
Al fin y al cabo no era su gente ... ¿Y para qué dejó ir a Victoriano? A un jefe no se le
puede matar así como así; los federales les han dado garantías a todos los que se
pasan a su lado.
ZAPATA.- ¿Estás seguro de que los fusilados eran gente de la que se nos fue con Victoriano?
VIEJO.- ¿Yo lo vi, Milio ... ! Los fusiló delante de todo el pueblo, dizque como escarmiento por
unos desmanes.
ANTONIO.- Esos desmanes también los hace la gente de él, los pelones ... ¿A cuántos
pelones fusiló?
ZAPATA.- Guajardo tenía instrucciones mías. Por principio, que desarmara a la gente de
Bárcenas. Si los fusiló, yo hubiera hecho lo mismo, por traidores.
ANTONIO.- Mi general, usted trae metido entre ceja y ceja a Victoriano. No vaya a ser que por
andar tras él nos metamos en un enredo.
ZAPATA.- ... Necesito gente; necesito parque y Guajardo me ofrece 20 mil cartuchos. No
podemos mandar a pelear a nuestros hombres con cuatro balas en la cartuchera.
VIEJO.- Pues ... tú ordenas, Milio.
ZAPATA.- Vamos pensándolo bien ... Mañana le respondo a Guajardo. . .

Zapata se aleja de sus hombres. Éstos se retiran lentamente y desaparecen. Zapata queda
solo, observado desde un extremo por el joven. Zapata se sienta en un cajón.

ZAPATA.- ... ¿Por qué no me entienden ... ? Desde hace nueve años que digo y vuelvo a decir
las mismas cosas, y no me entienden ... Ni mi gente, ni los del otro bando ... no me
oyen, nomás se me echan encima ... Se los he dicho con buenas razones ... Se los he
dicho a balazos ... Les he repetido hasta el cansancio que no quiero nada para mí ... ¡Y
se me echan encima ...! ¡No me oyen ...! ¡Nueve años gritando ...! ¡Nueve años
matándonos unos a otros! Y no les importa ... Yo cuento mis muertos, y no acaba la
hilera de cruces y de nombres que apenas recuerdo ... A mí sí me importa ... Yo soy
mis muertos, mis soldados muertos y mis peones y mi pueblo ... Se llaman con todos
los nombres del calendario, y allá quedaron, desparramados en los llanos ... Yo soy
todos aquellos que murieron conmigo ... Yo soy todos aquellos que no querían morir.
¡Y a mí sí me importan! ¡Pero ellos no me oyen y se me echan encima ...! ¡Se los he
dicho a gritos, mis muertos lo dicen a gritos ...! que nos dejen vivir en la tierra, vivir en
la paz de la tierra; sembrar allí, amar a una mujer allí, al lado de la tierra, del amigo, del
hermano ... Y en lugar de zurcos hemos abierto tumbas, y en los cañaverales sigue la
emboscada, y por los caminos avanzan los hombres que no saben oír, y tengo que
matarlos, y ellos me van a matar a mí ... Pero mis balas saben a tierra, y las de ellos
saben a mugre ...

Zapata queda ensimismado unos momentos. El joven se acerca.

JOVEN.- Mi general ... si usted pudiera volver a empezar, ¿qué cambios, qué reformas haría
en su política?
ZAPATA.- Yo no sé de política, mi amigo ...
JOVEN.- Bien ... si volviera, digamos, a redactar el Plan de Ayala ...
ZAPATA.- Lo redactamos –para decirlo como usted lo dice-, lo redactamos muchos. . .
JOVEN.- ¿Qué postulados suprimiría usted, o cuáles agregaría para ...
ZAPATA.- ¡No ...! ¡Ni le quito ni le pongo ... ¡ Nada más pondría con letras grandotas eso de
“que los terrenos, montes y aguas que hayan usurpado los hacendados, entrarán en
posesión de los pueblos o de los ciudadanos ...“ esa es mi política, por si usted quiere
enterarse.
JOVEN.- Sólo en contadas ocasiones ha estado usted de acuerdo con los gobiernos del
Centro; ¿No implica esa posición una especie de orgullo, de terquedad, mi general?
ZAPATA.- Orgullo no, mi amigo; pero claro que soy terco: Madero no me oyó; a Huerta ni
hablarle quise y a Carranza no lo oigo ... ¡Claro que he sido terco!

Zapata se levanta y se desatiende del joven. Éste vuelve a su rincón.

ZAPATA.- ¡Antonio!... ¡Antonio ...¡

Reaparecen Antonio y el zapatista.

ANTONIO.- ¡A sus órdenes, mi general!


ZAPATA.- Que un hombre vaya a decirle a Guajardo que aquí lo espero ... que se presente
con treinta hombres de escolta.
ANTONIO.- Mi general, yo creo que ...
ZAPATA.- ¡No me andes creyendo nada y haz lo que te digo!
ANTONIO.- Muy bien, mi general ... Una mujer quiere hablar con usted. Viene de Cuautla.
ZAPATA.- ¿Qué quiere?
ANTONIO.- Sólo con usted quiere hablar ... ¿Qué le digo?
ZAPATA.- ¿Quién la trajo?
ANTONIO.- Llegó sola, en un caballo matado.
ZAPATA.- ¿Desde Cuautla ... ? Échale una miradita al caballo, a ver si es cierto que caminó
tanto ... Y dile que venga.

Sale Antonio.

ZAPATA.- Que Feliciano Palacios se prepare para ir a ver a Guajardo; luego hablo con él.
ZAPATISTA.- Muy bien, mi general.

Al salir el zapatista se cruza con la mujer, que llega acompañada de Antonio.

MUJER.- ... Que nos dejen hablar solos, Emiliano; sea quien sea, el que tiene orejas tiene boca
...
ZAPATA.- ¿A qué horas saliste de Cuautla?
MUJER.- Temprano, no desconfíes ...
ZAPATA.- ¿Cómo te dejaron pasar?
MUJER.- Les di la vuelta. ¿O qué crees que uno pasa derecho como los arrieros de Guajardo?
ZAPATA.- ¿Cuáles arrieros?
MUJER.- De los que te vengo a contar cosas ...

Con una señal, Zapata le ordena a Antonio que se vaya. Éste obedece.

ZAPATA.- ¿Cuáles arrieros?


MUJER.- Los de San Juan Chinameca, que llevan mulada a Cuautla ... Allá dicen que van y
vienen dando recados.
ZAPATA.- ¿Quién dice?
MUJER.- Yo lo oí en la plaza ... Y un hombre –no me preguntes quién- dice que Pablo
González está de acuerdo en que Guajardo se pase contigo ... Allá la gente se
pregunta que cómo dejas pasara a sus arrieros ... Que los arrieros pasan, yo los vi,
pero que tú supieras algo, no lo creo ... Allá la gente dice que Guajardo te viene a
matar ...
ZAPATA.- ¿Eso dicen ...? ¿Quién lo dice ...?
MUJER.- Lo oyó mi hijo, Emiliano ... No te lo quería decir porque trabaja, haz de cuenta de
mocito en el cuartel de los federales ...
ZAPATA.- ¿Mocito ...?
MUJER.- Es soldado, Emiliano ... Por eso no te lo quería decir. Lo agarraron de leva los
federales ... Allí está con ellos, en el cuartel y ha oído cosas ... ¡Pero no vayas a
pensar mal porque ande con ellos! ¡Él no quería! Ni sabe que vine a verte, no quise
comprometerlo ... Para llegar acá no me vine derecho, pasé por Anenecuilco ... Me
habías de creer, Emiliano; ¿qué ganaba yo con venir a decirte esas cosas ...?
ZAPATA.- No te preocupes ... Voy a ordenar que te den algo.
MUJER.- ¡No quiero nada ...! Te quieren matar, Emiliano; mi hijo está seguro ... No sabe cómo
ni cuándo, pero Guajardo anda en eso ...
ZAPATA.- ¿Guajardo ha estado en Cuautla?
MUJER.- Mi hijo no lo ha visto ... Bueno, preguntas si en estos días, ¿verdad?, porque hace
unos meses todos lo vimos ...
ZAPATA.- ¿Cómo se llama tu hijo?
MUJER.- ¿Para qué quieres saberlo? No lo quieras comprometer.
ZAPATA.- ¿Qué te dijo? Cuéntame bien qué te dijo.
MUJER.- La otra noche, después de que llegaron los arrieros, un oficial salió diciendo que
“ahora sí vamos a acabar con ése tal por cual ...“ Y entre los soldados también hay
comentarios ... Ellos no están bien enterados, Emiliano, pero oyen cosas aquí y allá ...
¿Cómo quieres que los soldados lo sepan todo ...? Pero mi hijo dice que algunos
oficiales andan muy nerviosos ... los meros oficiales de Pablo González ...

Zapata reflexiona durante unos segundos. La mujer espera.

ZAPATA.- Gracias por tus noticias mujer ... Anda, que te den algo.
MUJER.- ¡Emiliano, yo ya cumplí ...! ¡Allá tú si no me crees, pero cuídate ...! Que te quieren
matar, tú lo sabes. Llevan nueve años tratando de matarte en combate y no han
podido. Pero con la traición es otra cosa. Emiliano ... ésa llega, podía haber llegado
ahorita, si yo trajera un arma ...
ZAPATA.- Gracias, mujer ...

Entra apresuradamente el zapatista.

ZAPATISTA.- Acaba de llegar un parte, mi general: Guajardo se pasó con nosotros. Atacó a
los federales en Jonacatepec y tomó la plaza.
ZAPATA.- Ahora sí, ahora si se van aclarando las cosas. Gracias, mujer ...

Salen los dos hombres.

MUJER.- ¿Para qué me das las gracias, Emiliano ...? Ojalá que de veras se aclaren las cosas,
pero cuídate ... Ellos te quieren matar ...

Sale la mujer. El joven se adelanta.

JOVEN.- Guajardo tomó la plaza de Jonacatepec el 8 de abril de 1919. Después se supo –


mucho después, cuando todo había terminado- que los dos bandos de federales
habían disparado al aire. Se simulo el entierro de unas supuestas bajas habidas
durante el combate, y eso fue todo... a partir de ahí, las filas zapatistas se engrosaban
con las fuerzas al mando del coronel Jesús María Guajardo ...

Aparece Guajardo lentamente, acompañado por uno de los hombres de Zapata.

GUAJARDO.- Dígale a mi general que el coronel Jesús María Guajardo viene a ponerse a sus
órdenes.

El zapatista saluda y sale.

JOVEN.- ... Guajardo se presentó ante Zapata para rendirle parte de la toma de Jonacatepec.
Su biografía histórica es mínima: en Michoacán, al mando de sus fuerzas se distinguió
por las tropelías efectuadas en contra de la población civil. Trasladado a Morelos, a
punto de ser enjuiciado por los tribunales militares por ciertos actos inconfesables, se
comprometió acabar con zapata, para limpiar su hoja de servicios. Cobraría, además,
50 mil pesos si entregaba o hacía morir al caudillo. Guajardo murió alrededor de un año
más tarde, fusilado por traición, en la ciudad de Monterrey ...

Reaparece Zapata, acompañado por sus hombres.

GUAJARDO.- A sus órdenes, mi general.


ZAPATA.- A sus órdenes, coronel.
GUAJARDO.- Le ruego tomé en cuenta lo que ya le comunique por carta, mi general: estoy al
lado de usted, y de acuerdo con sus ideales. Soy antiguo revolucionario, mi general y
quiero mejorar mis circunstancias ...
ZAPATA.- Lo felicito, coronel. Desde esta fecha ingresa usted en el Ejército del Sur con el
grado de general. Vamos también a ascender a los oficiales y tropa que tomaron
Jonacatepec.
GUAJARDO.- Lo merecen, mi general. Se comportaron de acuerdo con las instrucciones. No
tuvimos bajas. El enemigo nos dejó bastantes implementos de guerra y una buena
caballada ... ¡pero el caballo que le mandé por delante no es de ésos, mi general! Es
uno de mi propiedad, que tengo el honor de obsequiarle ...
ZAPATA.- Muchas gracias. En la primera oportunidad los voy a montar.
GUAJARDO.- Todo mundo conoce su fama de buen charro, mi general. Ojalá que el caballo
sea de su agrado ... Si no dispone otra cosa, mi general, me retiro a Chinameca, en
espera de sus instrucciones.
ZAPATA.- Quédese a comer conmigo, general ... Hay tiempo para que vaya a Chinameca.
GUAJARDO.- No ando muy bien de salud ... Discúlpeme si no acepto la invitación ... con la
mala comida y el ajetreo se descompone uno ... me ando cuidando. . .
ZAPATA.- ¡Que le preparen un tesito a mi general! ... de los que yo tomo. Con eso se va a
componer, ya verá ...
GUAJARDO.- No se moleste, mi general, de veras ...
ZAPATA.- Ya verá ... ya verá ... ¿Cuántos hombres dejó en Chinameca?
GUAJARDO.- Cien hombres al mando del capitán Morales ... En contra de sus instrucciones,
mi general, me presenté aquí con todos mis efectivos porque considero peligroso
dejarlos expuestos a un ataque de los federales sin estar yo al frente de ellos. Le dejé
instrucciones al capitán Morales para que en caso de un ataque se replegara hacia
este punto sin presentar combate.
ZAPATA.- Hizo usted bien, general.

Un hombre regresa con un jarrito de té. Lo ofrece.

ZAPATA.- Tómelo, general. Ya verá como en media hora se siente muy bien.
GUAJARDO.- Muchas gracias. De veras, no lo apetezco.
ZAPATA.- Con eso se cura, se lo aseguro ...
GUAJARDO.- Perdóneme si me niego, mi general. Yo sé que no me caería bien. . .

Zapata toma el jarro y bebe unos tragos.

ZAPATA.- Yo empiezo por tomar esto siempre que me siento enfermo.


GUAJARDO.- Bueno, pues ... si a usted lo alivia, con más razón me ha de aliviar a mí ...

Guajardo le quita el jarro y sonriente, bebe.

ZAPATA.- Cuídese, mi amigo. Mañana mismo le caigo allá en Chinameca, y planearemos la


campaña de sus fuerzas.
GUAJARDO.- A sus órdenes. Permítame invitarle a una comida en la hacienda. Allí tendré el
gusto de presentarle a mis oficiales.
ZAPATA.- Allí estaré ...
GUAJARDO.- Le ruego que haga extensiva la invitación a su estado Mayor. Con el permiso de
usted, me retiro, mi general.

Guajardo saluda y desaparece.

ZAPATA.- Mañana a primera hora, nos vemos en Chinameca ... ¡Llano pelón: nunca me ha
gustado!

Sale Zapata seguido por sus hombres.

JOVEN.- Poco resta decir ... Esa noche, Zapata se separó de sus hombres, como lo hacía con
cierta frecuencia –sobre todo en los últimos tiempos-. Caminaba solo un buen rato por
las veredas del rumbo, a veces a pie, a veces en un caballo que dejaba ir al paso con
la rienda suelta ... fueron las horas últimas de Emiliano, únicas verdaderamente suyas;
horas en que por más que uno diga, o piense o invente, quedaron allá, en el fondo se
sus ojos, secretas e intransferibles para siempre ...

Se escucha una voz femenina que llama a intervalos . ¡Milio ...! ¡Milio ...! ¡Milio ...!

Quizá entonces llegó a decir palabras que nunca se le oyeron, o acarició el murmullo o
el gemido de una voz de mujer recostada a su lado ... Se cuentan cosas ... Si esas
horas secretas lo hicieron feliz, ojalá las haya vivido intensamente. . .

Sale el joven. Aparece una muchacha.

MUCHACHA.- ¡Milio ...!

Reaparece Zapata.

MUCHACHA.- Dijiste que irías a verme ... ¡Cómo no llegabas. . . !


ZAPATA.- ... Ya llegué.
MUCHACHA.- Que te vas en la madrugada; ¿es cierto?
ZAPATA.- Sí.
MUCHACHA.- ¿Y regresas ...? Bueno, no importa; cuando regreses, voy a esperarte por el
camino ... Por aquí has de pasar, ¿no?
ZAPATA.- A la nochecita ...
MUCHACHA.- Ya vi el caballo que te regalaron; luego se le ve el trato fino ... Cuando regreses,
quiero que me lleves en ancas a dar la vuelta ...
ZAPATA.- Tal vez tenga que irme por otro lado, ya vez cómo es esto ...
MUCHACHA.- Pero has de volver, ¿no? Ahora que si ya no me quieres, Milio, aunque pases
por aquí, pasa de largo.
ZAPATA.- ¿Quién dice ...?
MUCHACHA.- ¿Qué?
ZAPATA.- Eso del querer ... ¿Quién te dijo que ya no ...?
MUCHACHA.- Pues ... como a veces hablas y me dices cosas que me gustan mucho, y
últimamente ya no ... Pues una se pone a pensar ... La vereda de mi casa ya la
conoces, Milio, pero hay muchas veredas en el campo ... tal vez ya encontraste una
que te guste más que la mía ...
ZAPATA.- Eso, no ... Tiene uno sus preocupaciones, pero usted no me ande imaginando
cosas...
MUCHACHA.- No, Milio, si yo no quiero que por pensar en mí te olvides de tus asuntos, pero
un tantito, ¿no ...?
ZAPATA.- Sí, sí pienso, muchacha.
MUCHACHA.- Yo no te reclamo, Milio ... Sé que no eres hombre de muchas palabras, pero, a
veces te ponías a hablar sin que yo te preguntara nada ... Y me has dicho cosas que
una nunca olvida ...
ZAPATA.- ¿Qué cosas ...?
MUCHACHA.- ¡Ay, Milio, cómo quieres que te diga! Las palabras las recuerdo, pero no es eso,
era que hablabas quedito, era que mirabas lejos, Milio, y yo nada más a verte y a sentir
que todo el amor del mundo me lo estabas echando por los ojos ... Milio, yo no sé
hablar de amor, pero tú eres un hombre que una nunca olvida ... Hasta mañana,
Milio ... Si pasas de largo, me voy a morir ...
ZAPATA.- Hasta mañana, muchacha ... Espérame, por ahí paso, y ahí me quedo. . .

La muchacha sale. Entran los zapatistas y el joven.

ANTONIO.- General, señor; Guajardo está esperándonos para comer en la hacienda.


Esperamos su orden para entrar.
ZAPATA.- Hace algunos años, aquí me iban a matar, en San Juan Chinameca, pero alcancé a
esconderme en los cañaverales, eché a caminar por la noche cerrada ... Vamos a ver a
Guajardo ...

Salen Zapata y sus hombres.

JOVEN.- “Eché a caminar por la noche cerrada”, eso dijo, poco después sonó la fusilería.
Desde su muerte, Zapata ha caminado mucho. No ha llegado todavía. Pero algún día
ha de llegar, llegará al corazón de México. Buenas noches.

APAGÓN
FÁBULA DEL BUEN HOMBRE Y SU HIJO
Mireya Cueto
(El lenguaje de las artes. Teatro y poesía. Pichardo, Galván y otros. Editorial Prentice Hall, México, 1999. pp. 29-30)

Escena 1 Un campo con casitas y árboles al fondo. Aparecen en escena un campesino,


su hijo y un burro.

Campesino. Dime, Pedrito, ¿ya le diste de comer a Guamuchi?


Hijo. Sí papá. ¿Y a dónde vamos tan temprano?
Campesino. Vamos al pueblo a hacer algunas compras. Anda, apúrate, que ya es tarde.

Escena 2 Caminan un poco, aparece en escena un Caminante.

Caminante. Buenos días . . . ¿a dónde tan de mañana?


Campesino. A San Isidro, señor.
Caminante. Perdone la pregunta, ¿cómo es que van a pie teniendo un burro?
Hijo. ¡Es cierto, papá! El señor tiene razón.
Campesino. Le agradezco su consejo . . . y adiós que se nos hace tarde.

Escena 3 Sale el Caminante.

Campesino. ¿Quién de los dos se subirá al burro?


Hijo. Súbete tú, papá. Yo puedo ir a pie.

El Campesino se sube al burro y caminan otro poco. Entra en escena una mujer con su
canasta.

Campesino. Buenos días, doña Petra.


Doña Petra. Buenos días. (Se detiene y observa) No es que me quiera meter en lo que
no me importa . . . pero, ¿cómo es que este pobre niño, tierno y débil, va de
pie y el hombre, fuerte y vigoroso, va montado en el burro?
Hijo. (Pensativo) Doña Petra tiene razón ¿no te parece?
Doña Petra. Buen viaje y adiós. (Sale de escena)
Hijo. ¿Qué te parece si hacemos como dice doña Petra?
Campesino. Probemos.

Escena 4 El campesino se apea y el niño se sube al burro. Avanzan otro poco. Entra un
hombre viejo.

Viejo. Buen día . . . (Se detiene y observa)


Campesino. Buenos días . . .
Viejo. ¡Qué barbaridad! En mis tiempos no se veían estas cosas. Un muchacho
lleno de vida montado en un burro y su pobre padre va a pie. ¡Qué falta de
respeto! ¡Qué tiempos, Dios mío!

Escena 5 Murmurando bajito el Viejo va saliendo de escena.

Campesino. ¿Qué opinas de lo que nos dijo el viejo?


Hijo. Que tiene mucha razón y que lo mejor será que tú también te subas en
Guamuchi.

Escena 6 El Campesino se sube en el burro y avanzan un poco. Entra una niña a


escena. Viene corriendo.

Niña. (Se acerca al burro) ¡Qué burrito tan lindo! ¿Cómo se llama?
Hijo. Se llama Guamuchi.
Niña. ¡Pobre Guamuchi! ¡Miren nomás qué cara de cansancio! ¡Qué ocurrencia!
Montarse los dos sobre el pobre burro. (Va saliendo) ¡Pobre burrito!

Escena 7
Campesino. (Un poco impaciente) y ahora, ¿qué vamos a hacer hijo?
Hijo. Yo creo que esa niña tiene razón, papá, Guamuchi se ve muy cansado. Para
que ya nadie nos vuelva a criticar, ¿qué tal si cargamos al burro?
Campesino. Como tú digas. A ver qué pasa.

Escena 8 Los dos se apean del burro y lo cargan. Caminan con bastante trabajo y
nuevamente aparecen el Caminante, doña Petra, el Viejo y la niña.

Caminante. (Riendo) ¡Nunca vi cosa igual!


Doña Petra. (Riendo) ¡Qué par de tontos!
Viejo. ¡Qué chistosos se ven cargando al burro!
Niña. (Burlona) Dos tontos cargando un burro . . . (se ríe)

Escena 9 Todos van saliendo entre burlas y risas.

Campesino. (Medio enojado) Y ahora, ¿qué vamos a hacer?


Hijo. (Muy pensativo) La verdad, no sé, papá. Quisimos hacer lo que ellos decían,
pero no les dimos gusto. Todos nos criticaron y, además, se burlaron de
nosotros.
Campesino. Mira, hijo, quise que vieras con tus propios ojos cómo hay muchas opiniones
distintas y que no es posible darle gusto a todo el mundo.
Hijo. Ya me di cuenta, papá. Tratando de complacerlos lo único que sacamos fue
que todos se burlaran de nosotros . . . pero, ¿qué vamos a hacer ahora?
Campesino. Pues piensa bien y decide lo que tú creas que es mejor.
Hijo. Aunque no todo el mundo esté de acuerdo . . . ¡ya sé!, tú irás montado en el
burro una parte del camino y yo en otra parte del camino. También podemos
ir un rato a pie para que Guamuchi descanse.
Campesino. (Se sube al burro) ¡Muy bien pensado, hijo mío! Así lo haremos. ¡En
marcha, Guamuchi!
Hijo. (Convencido) Diga la gente lo que diga.

TELÓN

Secretaría de Educación en Nuevo León / Subsecretaría de Educación Básica / Dirección de Secundaria


Coordinación Técnica de Educación Secundaria / Expresión y Apreciación Artísticas / Teatro

LAS NARANJAS
(Adaptación de Jorge Segura del “paso” Las Aceitunas original de Lope de Rueda.)

PERSONAJES
CASIMIRO, esposo viejo / PETRA, su mujer / CUCA, la hija / FELIPE, vecino
(Por supuesto que se puede introducir, en donde el director crea conveniente, música norteña,
de preferencia de Los Montañeses del Alamo;se sugieren Las Delicias, Monterrey chotis,
Ramona, Angelita o Las Tres Conchitas)

CASIMIRO. (Entrando) ¡Válgame Dios, cómo llueve! Si hasta parece que el cielo se
quiere hundir y que las nubes se quieren venir para abajo. ¡Qué hambre
traigo! Vamos a ver que es lo que ha hecho de comer mi mujer. (Pausa)
¡¿Qué?! pero si todos duermen. ¡Ah, maldita sea! (Grita) ¡mujer!
¡muchacha! ¡Petra! ¡Cuca! ¡¿Me oyen?!
CUCA. (Entrando) ¡Cálmese padre! ¿Qué fuerza es que rompa las puertas y dé de
gritos.
CASIMIRO. ¡Mira como vengo! y nadie me contesta . . . ¿dónde está tu madre?
CUCA. Fue a la casa de la vecina a ayudarle a coser el vestido de boda de
Remedios.
CASIMIRO. A coser . . . a coser. . . para el chisme es para lo que se juntan. ¡Ve a
llamarla y dile que se venga répidito! . . . ¡¡Anda!! (Sale Cuca).
PETRA. (Aparece) Ya, ya, ya estoy aquí . . . ¡Mira nomás qué mojado vienes!
CASIMIRO. Vengo hecho una sopa y traigo un hambre feroz. Mujer, por tu vida, dame
algo de cenar.
PETRA. ¿Y que diablos quieres que te de, si no me has traido nada de despensa
desde hace varios días?
CUCA. (Entrando) ¡Padre mío, qué mojada viene la leña que trajo!
PETRA. Anda muchacha, corre a freir un par de huevos para que cene tu padre y
luego le preparas la cama. Oye, marido ¿y te acordaste de plantar el naranjo
que tanto te he pedido que plantes?
CASIMIRO. ¿Pues por qué crees que me tardé? Bien plantado está.
PETRA. Qué bien, qué bien . . . ¿y dónde lo plantaste?
CASIMIRO. Allí, junto a la higuera, precisamente dónde, si te acuerdas, nos dimos el
primer beso.
CUCA. (Entrando) Ya puede pasar a cenar, ya está lista la mesa.
PETRA. Marido, ¿sabes que estoy pensando? Que el naranjo que plantaste hoy, de
aquí a tres años nos dará unos doscientos kilos de naranjas y plantando
naranjos aquí, acá y acullá dentro de veinticinco o treinta años, tendremos
un naranjal hecho y derecho, como Dios manda.
CASIMIRO. Eso es verdad y no deja de ser lindo.
PETRA. Mira, marido ¿y sabes también que he pensado? que entre tú y yo
recogeremos la cosecha, tú las acarrearás en el burrito y Cuca las venderá
en la plaza. Y mira, muchacha, que te mando que no des el kilo a menos de
cinco pesos.
CASIMIRO. ¿Cómo que a cinco pesos? ¿No ves que es muy caro? y luego tendremos
cargo de conciencia. Y hasta nos pueden llevar a la cárcel por abusivos.
Basta pedir tres pesos por kilo.
PETRA. Calla, marido, que el naranjo no es un naranjo cualquiera, lo trajimos de
Montemorelos.
CASIMIRO. Pues aunque sea de Montemorelos, basta con pedir lo que yo te digo.
PETRA. No me contradigas. Mira, muchacha, que te mando que no vayas a vender
el kilo a menos de cinco pesos.
CASIMIRO. ¿Cómo que a cinco pesos? ¡Ven acá, muchacha! ¿Cuánto vas a pedir?
CUCA. Pues . . . a como usted diga, padre.
CASIMIRO. ¡Tres pesos!
CUCA. Así lo haré, padre.
PETRA. ¿Cómo que así lo haré, padre? ¡Ven acá muchacha!: ¿cúanto has de pedir?
CUCA. Lo que usted mande, madre.
PETRA. ¡Cinco pesos!
CASIMIRO. ¿Cómo que cinco pesos? Mira, Cuca, si no haces lo que te mando, te voy a
dar más de cincuenta cintarazos . . . ¿A cómo las vas a vender?
CUCA. (Llorando) A como usted dice, padre.
CASIMIRO. ¡A tres pesos! y ya no se diga más.
CUCA. Así lo haré, padre.
PETRA. ¡Ah, no! esto no ha terminado todavía. ¿Cómo te atreves a contradecir a tu
madre, ¡toma! (la golpea) ¡toma! ¡y vas a hacer lo que yo te mando! (el padre y
la madre estrujan a la pobre Cuca).
CASIMIRO. Deja a la muchacha.
CUCA. ¡Ay, madre! ¡Ay, padre! ¡qué me matan! ¡auxilio!
FELIPE. (Entrando, alarmado por los gritos) ¿Qué pasa vecinos? ¿Qué es esto? ¿por
qué maltratan así a la muchacha?
PETRA. Ay, vecino, este mal hombre que quiere dar las cosas a menos precio y
quiere echar a perder mi patrimonio: ¡Unas naranjas que son así, como
toronjas!
CASIMIRO. Yo juro, por los huesos de mi madre, que en gloria esté, que no son aún ni
como los limones.
PETRA. Sí son.
CASIMIRO. No son.
FELIPE. Calma, vecinos, háganme el favor de entrar y calmarse. Señor vecino,
¿dónde están las naranjas? Enséñemelas, quizás yo pueda comprarlas,
siempre y cuando sean menos de cien kilos.
CASIMRO. No, señor; no es como usted piensa, las naranjas no están aquí en la casa,
sino en la huerta.
FELIPE. Bueno, vamos a verlas. Yo se las compraré, siempre y cuando tengan un
precio justo.
CUCA. Mi madre quiere cinco pesos por kilo.
FELIPE. Me parecen caras.
CASIMIRO. ¿Verdad que sí, vecino?
CUCA. Y mi padre quiere vender el kilo a tres pesos.
FELIPE. Eso me parece más razonable. ¿Me podrían mostrar una?
CASIMIRO. ¡Ay, vecino, no me entiende! Hoy, hace apenas una horas, he plantado el
naranjo y dice mi mujer que de aquí a tres años tendremos unos doscientos
kilos y que ella las recogería, y que yo las acarrearía, y que Cuca las vendería
en la plaza. Ella está aferrada a que hay que vender a cinco pesos el kilo y yo
no estoy de acuerdo, pero sigue terca. Ese es el problema.
FELIPE. Pues, qué problema tan divertido. Las naranjas, puede decirse que aún no
están plantadas y ya se ha llevado la muchacha una buena tunda.
CUCA. ¿Qué le parece, señor?
CASIMIRO. No llore, mi’ja. La muchacha, señor, es puro oro. No llore mi’ja, le prometo que
le voy a comprar un vestido y zapatos con las primeras naranjas que se
vendan y ahora, vaya a calentarme la cena que ya se ha de haber enfriado.
FELIPE. Y usted, vecino, entre y haga las paces con su mujer.
CASIMIRO. Si, vecino. Gracias y adiós.
FELIPE. ¡Ay, Señor! ¡Qué cosas vemos en esta vida que nos ponen a reflexionar sobre
lo que hacemos a diario! Las naranjas no están ni siquiera en embrión y ya se
han peleado por ellas. Bueno, lo mejor es que de fin a mi visita.

(Entra música y se da el final)

TELÓN
Secretaría de Educación en Nuevo León / Subsecretaría de Educación Básica / Dirección de Secundaria
Coordinación Técnica de Educación Secundaria / Expresión y Apreciación Artísticas / Teatro

LA DEUDA PAGADA
León Felipe
(Pasos y entreméses en el teatro hispano. Promotora de Ediciones y Publicaciones. México, 1974. pp. 94-110.)

Personajes
Juglarón / El Rey / Portero 1 / Portero 2 / Hombre del ganso / Simplicio / Verdugo / Consejero

JUGLARÓN. Este es un cuento anónimo, sin autor y sin fecha. Viejo como el miedo. En él se
dice que pagar una deuda es una acción más antigua que la historia. Nació en el tiempo oscuro
y escondido en que aún no se conocía el calendario y los relatos comenzaban siempre como
las parábolas: había una vez, por aquellos dìas . . . , quiero decir que nació en la época de
María Castaña, una vieja historiadora a la que le han atribuido muchos embustes y patrañas.
Calumnias todo. Mari-Castañas es más veraz y respetable que la historia metódica. Suya es
esta sentencia:

Si atentamente miras
has de hallar en la vida atrocidades . . .
las historias repletas de mentiras . . .
y las fábulas llenas de verdades.

Ella me ha contado este cuentecillo. Pero . . . ya está compuesto el esenario. Este es el


camino que va hacia la aventura . . . Allá abajo está el valle, y aquel palacio es el del Rey. Son
las siete de la mañana, como lo marca el sol, de un día poético del mundo en la línea jocosa de
cualquier meridiano de la tierra. Ya empieza la música. Silencio. Aquí llega Simplicio.
Comencemos a contar el cuento.

Entra Simplicio con unos graciosos pasos de ballet. Lleva una bolsa de monedas en la mano
que hace sonar al ritmo de la música de fondo. Baila y tararea esta copla: “La canción de la
bolsa”.

SIMPLICIO. Tin . . . tirín . . . tin . . .


Aquí dentro está el sol
Aquí dentro está el sol
El que acuesta a la luna
bajo una colcha de arrebol

Entra el hombre del ganso que marcha hacia el mercado, con una cesta al brazo, asombrado
se sienta en el pretil. Pausa.

HOMBRE. ¿Quién es este loco? Parece un duendecillo.

Simplico pasa bailando junto al hombre del ganso, agitando la bolsa y repitiendo su canción.

SIMPLICIO. Tín . . . tirín . . . tín . . .


Aquí dentro está el sol.
El que mata la noche
y alegra el corazón.

Pasando de nuevo ante el hombre, le saluda con gran reverencia.

SIMPLICIO. ¡Buenos días, amigo!

El hombre se levanta y le devuelve la cortesía.

HOMBRE. Buenos días.


SIMPLICIO. ¿Te gusta mi danza?
HOMBRE. Me gusta más tu canción.
SIMPLICIO. ¿Cuál canción? He cantado varias.
HOMBRE. La canción de tu bolsa.

Simplicio para de bailar y se acerca al hombre con la bolsa en alto.

SIMPLICIO. Todo mi caudal. Ayer murió mi padre y mis hermanos me entregaron mi


herencia . . . aquí está, en está bolsa pequeña de estambre. Yo era el tonto de
la casa . . . me llamaban Simplicio y un día mis hermanos me dijeron: Tú no
sabes más que bailar. Toma esta bolsa y vete a buscar fortuna por el mundo.
Y aquí estoy ahora, bailando sobre la joroba de la tierra y bajo la luciérnaga del
sol . . . tín . . . tirín . . . tín . . .
HOMBRE. ¿Y qué piensas hacer?
SIMPLICIO. Aspiro a ser juglar.
HOMBRE. No es mucho.
SIMPLICIO. O consejero del Rey.
HOMBRE. Eso es demasiado.
SIMPLICIO. Y tú, ¿quién eres?
HOMBRE. Un campesino que no sabe cantar ni bailar.
SIMPLICIO. ¿Y qué sabes hacer?
HOMBRE. Sé ordeñar una cabra y una vaca . . . sé cebar un ganso . . . hacer leche y
queso.
SIMPLICIO. ¿Qué llevas en tu cesta?
HOMBRE. Nada para tí . . . voy al mercado.
SIMPLICIO. Tín . . . tirín . . . tín . . .
HOMBRE. No es un duende . . . es un simple. (Reflexionando). Un simple y una bolsa. Así
empiezan los grandes negocios del mundo. (Pausa). Tengo un hermoso ganso
aquí en mi cesta. Si quieres te lo vendo. (Lo saca y lo alza con la mano
derecha). Es un soberbio ganso, digno de la mesa de un príncipe. Cebado ha
sido para el Rey.
SIMPLICIO. (Tomando el ganso).Hermoso ganso, en verdad que es hermoso . . . ¡Oh,
pobre ganso muerto! Podría hacerte una elegía.
¡Oh, pobre ganso muerto!
Como todos los gansos del mundo,
tiene un raquítico cerebro,
tu enjundia está en tu hígado
y en las curvas cebadas de tu cuerpo.
Suculento es tu ganso, te lo compro, te doy por él mi bolsa.

Le entrega la bolsa al hombre, le arrebata el ganso y comienza a danzar con el ganso en los
brazos. Es “La danza del ganso. La otra era “La danza de la bolsa”. La música de fondo
marcará la diferencia de los ritmos. Simplicio, mientras danza, tararea la nueva canción.

Cua . . cua . . . cua . . .


El hígadito de este ganso
guarda un riquísimo sabor.
Cua . . cua . . . cua . . .
En las entrañas de este ganso
hay un diamante colosal . . .
SIMPLICIO. ¿Qué casa es aquella que se alza allá a lo lejos, sobre el cerro?
HOMBRE. El palacio del Rey.
SIMPLICIO. El palacio del Rey. Caminaré hacia allá. Quiero regalarle mi hermoso ganso al
Rey.
HOMBRE. Mezquino regalo para un rey.
SIMPLICIO. ¿No dijiste que lo habías cebado para el Rey?
HOMBRE. Fue un modo de decir . . . para alabar la mercancía. Ahora ya no me importa.
Es un ganso, uno de tantos gansos como hay en este mundo.
SIMPLICIO. Te di por él toda mi herencia.
HOMBRE. Necio fuiste.
SIMPLICIO. No. Que dentro de este ganso está ahora mi fortuna. Buenos días amigo.
Cua . . . cua . . . cua . . .
En las entrañas de este ganso
hay un diamante colosal.
HOMBRE. En verdad que es un simple . . . . y de los simples vivimos los despiertos.

Se sienta en el pretil, abre la bolsa y cuenta avaramente las monedas.

HOMBRE. ¡Uf! ¡Si hay más de treinta onzas!

OSCURO

Decorado: La entrada al palacio del Rey. Es una puerta ojival con un gran aldabón. Llega
Simplicio con el ganso en los brazos. Entra danzando y cantando.

SIMPLICIO. Cua . . . cua . . . cua . . .


En las entrañas de este ganso
un diamante colosal.
Esta es la puerta del palacio del Rey . . . y este es el aldabón. Llamaré recio.
Pon, pon, pon.

Se abre la puerta y aparece el gran portero, el portero 1, quien debe ser el más grande de
todos los porteros, incluyendo a San Pedro. Es un portero ducho en cobrar alcabalas.

PORTERO 1. ¿Quién eres tú?


SIMPLICIO. Simplicio.
PORTERO 1. ¿Nada más?
SIMPLICIO. Simplicio, nada más.
PORTERO 1. Y, ¿Qué buscas aquí?
SIMPLICIO. Vengo a regalarle toda mi herencia al Rey.
PORTERO 1. Y, ¿a cuánto monta tu hacienda, rapaz?
SIMPLICIO. A este ganso tan solo.
PORTERO 1. Poca cosa es un ganso.
SIMPLICIO. Tiene dentro un misterio que vale más que el sol.
PORTERO 1. ¿Qué misterio?
SIMPLICIO. Sólo puedo decírselo al Rey.
PORTERO 1. (Tomando el ganso) Es un hermoso ganso, desde luego. (Devolviéndole el
ganso). Mas si quieres que te deje pasar, tendrás que darme la mitad.
SIMPLICIO. Y, ¿cómo voy a darte la mitad del ganso si ha de llegar entero al Rey?
PORTERO 1. Déjame que te explique: tú le lleva el ganso entero al Rey. El Rey, como es
costumbre, te dará una sustanciosa recompensa. Pues bien, de esa
recompensa tendrás que darme la mitad.
SIMPLICIO. ¿La mitad?
PORTERO 1. ¡La mitad! ¿convenido?
SIMPLICIO. ¡Convenido!
PORTERO 1. Pasa entonces. Sube aquella escalera. Cuando llegues arriba, toma el corredor
de la derecha y avanza hasta la tercera puerta. Allí está el trono del Rey.
SIMPLICIO. Gracias. Eres un gran portero. Cuando mueras irás a ser el ayudante de San
Pedro.
PORTERO 1. No aspiro a tanto.
SIMPLICIO. Entonces el portero mayor del infierno.
PORTERO 1. No olvides lo convenido.
SIMPLICIO. No me olvidaré.
PORTERO 1. ¡La mitad!
SIMPLICIO. La mitad.

OSCURO

Decorado: La puerta del trono. Hay un letrero que dice: “Esta puerta es la del trono”.
Custodiándola hay otro portero: el Portero 2. Llega Simplicio y lo saluda reverentemente.

SIMPLICIO. ¡Buenos días!


PORTERO 2. ¿Qué buscas tú aquí? . . . ¿qué desea el mocoso?
SIMPLICIO. Traigo este regalo para el Rey. (Mostrándole el ganso).
PORTERO 2. Es un soberbio ganso. (Tomando el ganso). Pesa lo menos doce libras.
SIMPLICIO. Digno de un rey. Para el Rey fue cebado. Así me lo dijo el mercader.
PORTERO 2. (Devolviéndole el ganso). Mas si quieres que te deje entrar al trono, a regalarle
el ganso al Rey, tienes que darme la mitad de la recompensa que te otorgue.
SIMPLICIO. ¿La mitad?
PORTERO 2. ¡La mitad! ¿convenido?
SIMPLICIO. ¡Convenido! ¿Tengo que firmarte alguna cédula?
PORTERO 2. No es necesario . . . basta con tu palabra. Entra, ahí está el Rey.
SIMPLICIO. ¿La mitad?
PORTERO 2. La mitad.

Entra Simplicio.

OSCURO
Decorado: El trono. El Rey está sentado en el sitial. Aun lado, el consejero, y al otro, el
verdugo. Entran Simplicio y los dos porteros, un poco a hurtadillas y se colocan a cada lado de
Simplicio.

SIMPLICIO. (Frente al Rey dice respetuosamente). Señor . . . he comprado este ganso


para nuestro gracioso soberano.

Uno de los porteros se lo lleva al Rey, que lo toma y lo ve con gran atención.

REY. Es un hermoso ganso.


SIMPLICIO. El que me lo vendió dijo que era un ganso de príncipes, cebado para el Rey.
Yo he dado por él toda mi herencia. Quise tener el placer y el honor de
regalárselo a nuestra ilustre majestad . . .
REY. Eres un siervo atento y te agradezco tu regalo. (Pausa). ¿Y qué quieres de
recompensa?
SIMPLICIO. Señor.
REY. Pide lo que quieras y te lo otorgaré.
SIMPLICIO. Señor.
PORTERO 1. (Susurrándole a la oreja): Pide dos onzas de oro.
PORTERO 2. (Susurrándole a la oreja): Pidele dos diamantes.
SIMPLICIO. Señor.
REY. Vamos, di lo que quieras.
SIMPLICIO. Sólo quiero . . . que me den cien azotes.
REY. ¿Cien azotes? . . . es un loco o un cínico juglar.
CONSEJERO. Tal vez un masoquista.
SIMPLICIO. Cien azotes, nada más.
REY. Pero . . .
SIMPLICIO. Señor, cien azotes quiero. Esa es mi voluntad. Respetadla, señor . . .
REY. Bien, bien. Señor verdugo: aprestad vuestras correas y empezad.

El verdugo sacude sus disciplinas de cuero y toma por el brazo a Simplicio, pero éste
escurriéndose se acerca más al trono para explicar.

SIMPLICIO. Antes quiero decir algo a vuestra majestad.


REY. ¡Habla!
SIMPLICIO. Tengo una deuda sagrada que antes de que me azoten debo honradamente
saldar.
REY. ¿Qué deuda?
SIMPLICIO. Este portero (señala al portero 1), para que a vuestro palacio me dejara pasar,
me exigió la mitad de la recompensa que me diérais; este otro, para que hasta
el trono me permitiese entrar me exigió la otra mitad. La recompensa entera es
de ellos y yo no se las puedo negar. Ahora, en buena justicia, decidle al
verdugo en que trasero debe los azotes descargar.
REY. Agudo eres y con tu ingenio agudo medrarás. ¿Cómo te llamas?
SIMPLICIO. Simplicio me llaman mis hermanos y Simplicio, señor, me tendréis que llamar.
REY. Simplicios como tú necesito en mi reino. Desde hoy en adelante serás mi consejero. A
éstos que les den la recompensa que pidieron. Y tú, Simplicio, amigo, tendrás
que buscar otros porteros cuya conducta sea ajena a la tentación de la
vergonzosa mordida.

TELÓN
Secretaría de Educación en Nuevo León / Subsecretaría de Educación Básica / Dirección de Secundaria
Coordinación Técnica de Educación Secundaria / Expresión y Apreciación Artísticas / Teatro

DIÁLOGO ILUSTRE
Salvador Novo
en In Ticitezcatl o el espejo encantado, colección Ficción num. 67, Universidad Veracruzana, Xalapa, México, 1966. pp.
165-173.

PERSONAJES
Alfonso Reyes
Ramón López Velarde

Deslumbrado por el vivo sol de la ceremonia, Ramón no alcanza a distinguir, en la sombra, al


Hombre Ilustre cuya voz es lo primero que escucha.

VOZ. ¡Ay, ay, Ramón! ¡Por fin nos acompañas!


Llégate a mí. te mostraré el camino
deste oscuro lugar de alto destino
que pueblan héroes, genios, telarañas...
¡Pudiera recibirte con champañas,
néctar, guirnaldas –siquiera vino-¡
Voy a medio soneto. Desatino.
Es una -¿lo recuerdas?- de mis mañas.
Dejarémoslo aquí. Sé bienvenido.
Nuestros colegas me han comisionado
para atenderte.

RAMÓN. Gracias. pero no recuerdo, señor, que nos tuteáramos. Yo, verá usted...
VOZ. ¡Muchacho! Puedo llamarte así, a tus treinta y tres años, desde mis setenta cumplidos;
aunque me hubieras alcanzado si... Pero acá todos rompemos el turrón. Más
vale así, si hemos de convivir –es un decir- por toda una eternidad... ¡Qué
gusto me da verte! A tu fallecimiento, yo me hallaba en Madrid, cero, o en
París... No pude conocerte en persona, pero... Soy Alfonso –Alfonso Reyes-.
RAMÓN. Honradísimo. Yo le admiraba mucho, señor...
ALFONSO. Llámame Alfonso. Llevo aquí cerca de cuatro años. Conozco a todos los
inquilinos de este... condominio. Ya te los iré presentando. Pero háblame de ti:
de la ceremonia de tu mudanza entre nosotros. ¿Brillante? ¿Te satisfizo?
RAMÓN. Completamente inesperada. Se la agradezco mucho al Presidente Obregón.
ALFONSO. ¿Obregón? ¡Fue López Mateos! ¿El mismo que me enterró a mí!
RAMÓN. Perdón. Confundo la cronología. Cuarenta y dos años de residencia y olvido en
el Francés... Fue una sorpresa, casi una zozobra verme exhumado y conducido
a una ceremonia tan...emotiva.
ALFONSO. Debe haberlo sido. Mi sepelio fue también muy lucido. Pero a mi me trajeron
aquí directamente, y en seguida. Los tiempos han cambiado, Ramón. Ahora
somos ilustres desde en vida. El trámite es simple y expedito; antes de aquí
canonizarnos, nos canonjizan en El Colegio Nacional. Ser miembro suyo es
como una graduación de ilustrísimo, como advenir a un título o conseguirse un
pasaporte. Ya de ahí, directamente acá, simplemente como un refrendo o una
jubilación. Pero sigue. Perdón por la interrupción. Hablabas de tu ceremonia.
RAMÓN. Me conmovió realmente. escuché una voz conocida, pero que salía de un
cráneo alopécico en el que me fue difícil restituir imaginariamente, como un
bisoñé, la cabellera undosa del joven poeta de mis tiempos.
ALFONSO. Sería Carlitos –Carlitos Pellicer-. ¿Recitó una oda?
RAMÓN. No precisamente. Dio lectura poética a un discurso fúnebre de José Gorostiza.
Muy bello, muy cordial. A Gorostiza lo conocí más que a Pellicer. Dirigía El
Maestro, una excelente revista publicada por Vasconcelos, y en la que apareció
mi poema de La Suave Patria. Acababa él de publicar sus Canciones para
Cantar en las Barcas. Era un joven pálido, de quieta voz, de pelo untado... Muy
amigo del joven Jaime Torres Bodet y de Ortiz de Montellano...
ALFONSO. A mi me pronunciaron muchas oraciones fúnebres. Una, Jaime. ¿Asistió a tu
ceremonia, sin duda?
RAMÓN. Sí, en silencio. Ha cambiado poco, fuera de las canas y los anteojos. Creo
que... ¿sigue en Educación?
ALFONSO. Sí. Sigue en Educación.
RAMÓN. Me conmovió verlo. En mis tiempos acababa de ganar una Flor Natural. Y era
secretario de Vasconcelos.
ALFNSO. ¿Quién más estuvo?
RAMÓN. Mucha gente a quien no conozco. Y, claro, mis hermanos. Imagino que todos
mis amigos de entonces habrán muerto: el vate Frías, Rafael López, Artemio...
¿Están aquí?
ALFONSO. Esos no; pero aquí hallarás a muchos de tus contemporáneos.
RAMÓN. Me gustará saludarles.
ALFONSO. Tenemos todo el tiempo del mundo. Cerca de mi departamento –vivo en el 34-
está el de Enrique González Martínez. Graduado del Colegio Nacional; como
Azuela, y Orozco, y... Enrique y yo nos visitamos con frecuencia. Él me recibió.
Aquí nos recibimos, como en la Academia. Y a él lo trajeron siete años antes
que a mi.
RAMÓN. Admiro mucho a González Martínez. Me gustaría verlo.
ALFONSO. El pobre Enrique tiene vecinos inusitados. Donato Guerra a un lado, y José
María Mata al otro. Yo, para visitarlo, tengo que saludar al paso a dos militares:
un coronel de nombre horrible, Litipichía, que resulta haber sido, el primer
inquilino de este lugar desde su erección en 1876 -¡Ni tú ni yo habíamos
nacido!- y el general Donato Guerra, con su nombre de calle céntrica.
RAMÓN. ¿Hay muchos militares?
ALFONSO. Yo he contado hasta 25, con los cuatro aviadores –Rovirosa, Sidar, Sarabia,
Carranza- aquí aterrizados. Pero en 64 que ya somos contigo –pronto seremos
65, pues ya han venido a fumigar el departamento que destinan al doctor Mora-
los militares no hacen mayoría, ni en realidad son vecinos molestos. De cuando
en cuando hacen sus juntas, sus complots; redactan planes, nos miran por
encima de sus galones... Pero son tolerables. Y últimamente, parece que su
gremio no ha contribuido mucho a la sobrepoblación de la Rotonda. Ahora los
alojan en otra más exclusiva, condominio de lujo, digamos: en el Monumento a
la Revolución. Allí está Carranza, por ejemplo. Supongo que a don Lázaro le
han de tener ya su reservación.
RAMÓN. No conozco a don Lázaro. Bonito nombre. Bíblico.
ALFONSO. Los militares, aunque no en mayoría, se han instalado estratégicamente. Como
que nos custodian. Diego, por ejemplo, está entre dos de ellos: Calixto Bravo y
Jesús González Ortega.
RAMÓN. ¡Diego Rivera! Lo alcancé a conocer. Cuando iba dar mi clase en la
Preparatoria, él estaba trepado a un andamio, decorando el Anfiteatro. ¿Siguió
pintando?
ALFONSO. Sigue haciéndolo aquí. Ya visitaremos juntos su Miquicalli. Se ha puesto a
escarbar y ha sacado docenas de ídolos, con solo estrirar la mano. Y a Orozco:
¿lo conociste? José Clemente. Aquí está, también entre dos generales: Manuel
González y José Ceballos. Ponerlo junto al mutilado general, me parece de mal
gusto, pero...
RAMÓN. ¿Y sus vecinos de usted?
ALFONSO. ¡Ay, Ramón, si supieras! A un lado, ese Litipichía. Apenas si nos saludamos. Y
al otro, ¡la verborrea caudalosa de Chucho Urueta! Lo bueno es que Urueta
hace poco caso de mí. Tenemos una idea de lo griego tan diferente, que no
acabaríamos de discutir. Pero por fortuna él se dedica a cortejar a su vecina
del otro lado. Y así me libro de él.
RAMÓN. ¿Vecina? ¿Hay, pues, mujeres?
ALFONSO. Dos hasta ahora. A una vas a tenerla relativamente cerca; calle por medio. Vive
en el 63, tú en el 64, pero en, digamos, segunda fila. Es Angela Peralta, la
famosa ruiseñora mexicana de quien habrás oído... cantar. Todavía a veces,
hace sus gorgoritos.
RAMÓN. ¿Y la otra? ¿La de Urueta?
ALFONSO. La Peralta está... ¿entre quiénes crees? ¡Merecido se lo tienen! ¡Entre Amado
Nervo y el viejito Urbina!
RAMÓN. Una vecindad muy musical.
ALFONSO. ¿Oyes eso?
RAMÓN. Sí... ¿qué es?
ALFONSO. Estrellita. La canta la Peralta.
RAMÓN. ¿Y quién se la toca?
ALFONSO. El propio autor. Ponce. es tu vecino inmediato, el que habita en el 63.
RAMÓN. Suena bonita. Evocador.
ALFONSO. Va en gustos. Te iba a decir quién es la otra... hembra ilustre: la vecina de
Urueta.
RAMÓN. Sí. ¿Quién es?
ALFONSO. Virginia, la Fábregas; departamento 36. A mi me toca cerca. Tan grandota. Me
acomplejaría –si no estuviera ya acostumbrado-... Bien; basta de preámbulos.
¿Ves ya bien? ¿No encuentras oscura esta morada?
RAMÓN. También yo estoy hecho a las sombras. Menos pobladas, empero. Nunca
pensé –yo que sólo canté de la exquisita...
ALFONSO. Bello, muy bello tu poema. Partitura del íntimo decoro. Díaz Mirón se muere de
envidia por ese endecasílabo. U, I, O. Preciosa acentuación.
RAMÓN. Un actor lo leyó en la ceremonia. López, como yo.
ALFONSO. Esos son otros López. Aquí te han preparado una recepción, a la que debo ya
conducirte.
RAMÓN. ¿Una recepción?
ALFONSO. Un velorio literario. Una velada del Liceo Altamirano. No tengo que
recomendarte que hagas de tripas corazón y que aguantes con buena cara lo
que te espera. Llevarla bien con todos fue siempre mi norma. Y aquí hay que
hacerlo a fuerza. Pero quizá te quieras instalar, asearte un poco... Yo pasaré
por ti. La cosa está anunciada para cuando yo les avise de tu llegada. Antes
preferí advertirte –y saludarte a solas, como el decano al revés; el último en
llegar, antes de ti.
RAMÓN Gracias. En realidad, sí, apetezco tenderme un rato. Ha sido usted muy
amable.

Alfonso vuelve al revés el reloj de arena que hay en el cuarto 64.

ALFONSO. Dentro de una hora vendré por ti. Hasta pronto. Y que descanses.
RAMÓN. Hasta... siempre

OSCURO TOTAL
MI TOÑITA
A. L. Jáuregui
(Teatro Escolar Mexicano. A.L. Jáuregui. Editorial Avante, México, 1992. pp.136-139.)

PERSONAJES TOÑA, rancherita linda y modosita


RAFAEL, guapo ranchero

(Aparece Rafaelito en escena)

RAFAEL Ahí viene ya mi Toñita, casi a purito correr;


pero, por vida de mi madre, que la voy a detener.
(Entra Toñita muy sofocada)
¿A dónde vas, Toña chula, caminando tan de prisa?
TOÑA Voy a la tienda a mercarle a mi tata una camisa.
RAFAEL Ya sé que se casa Petra, tu hermanita consentida.
TOÑA ¡Suerte que tienen algunas! ¡Cómo nació tan bonita!
RAFAEL Y tú . . . ¿pa cuándo es la boda, si no es indiscreición?
TOÑA (Muy triste) A mí no hay quien me mire, de tan feíta que soy.
RAFAEL Anda . . . no seas mentirosa, capullito de alhelí . . .
TOÑA (Haciendo pucheros) Lo dices de pura lástima para no hacerme sufrir.
RAFAEL (Que se le va acercando) Mira, Toñita preciosa, como tú no se jallan dos;
trabajadora, bonita, hacendosa . . . ¡qué sé yo . . .!
TOÑA ¡Ay, Rafaelito querido! cuánto te agradezco;
pero lo dices por bueno, porque yo no lo merezco.
RAFAEL Sí desde que eras chiquita, ¡eras ya todo un primor!
TOÑA ¿Pero, tú ti acuerdas de eso? ¡si apenas mi acuerdo yo!
RAFAEL Ya ves, eso te demuestra que yo siempre te he querido.
TOÑA Muchas gracias, Rafaelito, siempre has sido un buen amigo.
RAFAEL Más que todo eso, Toñita.
TOÑA Pero, ¿qué queres decir?
RAFAEL Que cada vez que te miro, di amor me siento morir.
TOÑA ¡Mi has dejado estupefaita!, ¿es una declaración?
RAFAEL Tómalo así, mi Toñita, porque eres todo mi amor
TOÑA Pero ansí . . . ¿tan derrepente?
RAFAEL Es que viéndote llorar, se mi ha soltado la lengua
y no me pude aguantar.
TOÑA ¿Y desde cuándo me queres, si lo puedo yo saber?
RAFAEL Desde que éramos chiquitos, eras tú ya mi querer.
TOÑA (Suspirando) ¡Vaya sorpresa mi has dado y yo . . . sin imaginar . . .
RAFAEL Pero tú, Toña . . . ¿me queres?
TOÑA Déjame y un rato pensar . . . ¿Sí? . . . ¿No? . . . la verdad que creo . . .
RAFAEL ¡Qué me queres! ¡dí que sí!
TOÑA Pos bueno, voy a pensarlo pa después decedir.
RAFAEL No es mucho lo que yo tengo; pero soy trabajador, y además que mi agüelito
dice que lo heredo yo.
TOÑA ¡Ah! ¿sí? ¿y cuánto le heredas?
RAFAEL Pos todo su capital, que si yo lo quero muncho, él me quere muncho más.
TOÑA Pos mira, que a pesar de eso, no me puedo resolver; lo que mi importa es
aquello del querer.
RAFAEL Pos pa que veas, Toñita, que es muy seria mi intención, pediré a tus padres
que aprueben mi relación.
TOÑA ¿Pero qué, yo nada cuento, mi haces favor de dicir?
RAFAEL Si mi chatita querida; pero tú dirás que sí.
TOÑA Pos digo que no y que no, porque así me da la gana.
RAFAEL Pos ya está güeno de ruegos, mejor me voy con la Juana.
TOÑA ¿Qué dices? Pos ora mesmo vete, cara de chango brincón.
RAFAEL ¿Y tú? tan prieta y tan fea, como narices de pilón.
TOÑA (Llorando) ¿Y ése era tu amor inmenso? ¿tu inigualable querer?
¡Ay, cómo soy desdichada! por tí me voy a perder. (Llora casi a gritos).
RAFAEL No llores, mujer querida, a tus plantas tu perdón te pido con toda el alma,
chaparrita de mi amor.
TOÑA Levántate, Rafaelito, ya no peliaremos más y cuando estemos casados . . .
no reñiremos jamás.
RAFAEL ¿Qué dices?, pero ¿me queres?
TOÑA ¡Con todo mi corazón!
RAFAEL Mi haces el ser más dichoso de todita la creación.
TOÑA (Al público) Puede que pierdan mis tatas en vez de una hijita dos; pero
vayan a mi boda, se los pido, por favor.

TELÓN

Secretaría de Educación en Nuevo León / Subsecretaría de Educación Básica / Dirección de Secundaria


Coordinación Técnica de Educación Secundaria / Expresión y Apreciación Artísticas / Teatro

LA MANTA
Adaptación del cuento del mismo nombre de El Decamerón
Teatro Infantil. Varios autores. Editorial Everest, España, 1985. pp 64-69

PERSONAJES
Esposo / Esposa / Abuelo / Niño

(Comedor de casa pobre. Comiendo, en torno a una mesa, el Esposo, la Esposa y un niño, hijo
de ambos.)

ESPOSO. (A su mujer.) ¿Has avisado al abuelo?


ESPOSA. (De mal humor.) ¿Yo? ¿Y por qu{e había de avisarle? Él sabe que es la hora
de comer, de modo que si quiere venir, que venga, y si no, que lo deje.
ESPOSO. Mujer, eso no está bien. Tú sabes que si no se le avisa . . .
ESPOSA. (Siempre en el mismo tono desabrido.) Es tu padre, ¿no? pues encárgate tú de
él, que yo ya estoy harta. ¿Me oyes? ¡Harta! Me pone nerviosa verlo sorber la
sopa. ¿Y la carne? ¿Te has fijado cómo come la carne? Cada vez que
mastica, la barbilla se le junta con la nariz.
ESPOSO. ¿Y qué va a hacer el pobre, si no tiene dientes?
ESPOSA. Pues cuando no se tiene dientes, lo mejor que se puede hacer es morirse, y no
dar la lata a los demás. Siempre como una sombra en la casa, que no puede
una dar un paso sin tropezarse con ese vejestorio. ¿Sabes lo que te digo?
¡Qué ya estoy hasta la coronilla de él, y que desde hoy se va a comer a la
cocina o seré yo la que se vaya de esta casa para siempre!
ESPOSO. Razona, mujer: creo que estás siendo injusta con ese pobre viejo.
ESPOSA. ¡Pobre viejo! ¡Claro, como tú siempre estás fuera de casa, no tienes que
aguantar sus rarezas! Pero yo sí, ¿entiendes? ¡Yo sí!, y te aseguro que estoy
harta de él! Siempre con su tos, siempre con sus achaques . . . ¡Esto no es
vivir!
ESPOSO. Mujer, hay que tener paciencia. No olvides que es mi padre.
ESPOSA. Tú lo has dicho: es tu padre. ¡Pues aguántalo tú, y a mí que me deje en paz!
ESPOSO. Bien, ¿y qué quieres que hagamos?
ESPOSA. Te lo he dicho mil veces: que se vaya a un asilo. Allí saben cómo tratar a los
viejos. Es más, allí estaría mejor cuidado que en esta casa . . .
ABUELO. (Que habrá entrado unos segundos antes, alcanzando a oir las últimas frases
de la disputa.) Hola hijos . . .
NIÑO. (Corriendo alegremente a su lado.) ¡Hola, abuelito! ¿Cómo te encuentras hoy?
ABUELO. Bien hijito, bien. (Le da un beso.) Creo que nunca me he encontrado mejor.
ESPOSO. Siéntate y come.
ABUELO. No, no; hoy no tengo ganas.
ESPOSA. ¿Pues ha qué a venido, entonces?
ABUELO. Es que he tomado una determinación, y creo que no hay mejor hora que esta
para comunicárosla.
ESPOSO. ¿Una determinación? ¿De qué se trata?
ABUELO. Muy sencillo. He deciidido ir a un asilo.
ESPOSO. ¡Pero, padre! . . .
ESPOSA. ¿Por qué no? A mi me parece una excelente idea.
ABUELO. Allí estaré muy bien cuidado. Las monjitas son muy buenas. Además ya me
conocen, porque he ido varias veces a visitar un amigo. Muchas veces me lo
han dicho: “abuelo, véngase con nosotros, ya verá qué bien va a estar”.
(Pausa) Sí, hijo, sí; estoy decidido. Pienso marcharme ahora mismo . . . ya lo
he preparado todo.
NIÑO. (Abrazándose a sus rodillas.) ¡Abuelito, no nos dejes! ¡Yo no quiero que te vayas!
ESPOSA. ¡Tú a callar!
ABUELO. (Acariciándole la cabeza, temblorosamente.) Vamos, hijito, no llores . . . ya
eres un hombre y tienes que ser razonable . . . Un día u otro tenía que ser.
(Cogiéndolo en brazos y subiéndolo a una silla.) Además, tú irás a verme con
frecuencia. Saldremos los dos juntos, como tantas veces, y yo te haré barcos
de papel, y jugarás con ellos en el lago . . . Ya verás cuánto nos vamos a
divertir.
ESPOSO. Así que está usted dispuesto.
ABUELO. Sí, hijo, lo estoy. (Baja al niño de la silla.)
ESPOSO. En ese caso, nada tengo que oponer, pues es su voluntad. ¿Irás bien
abrigado?
ABUELO. Sí, sí; me he puesto el chaleco de lana y además llevo mi bufanda.
ESPOSA. Dale aquella manta vieja, por si no le ponen en la cama ropa suficiente. ¿Es
tan friolento!
ESPOSO. Sí, eso es. Le daremos la manta vieja, que es muy calientita. (Al niño.) Ve a
buscarla y traela en seguida. (Vase el niño.)
ESPOSA. Si quiere, le hago un bocadillo.
ABUELO. No, no se molesten. Ya les dije que no tengo ganas.
ESPOSO. Si necesita algo, dígalo.
ABUELO. No; no necesito nada.
NIÑO. (Entrando, con una manta y unas tijeras.) Aquí está la manta, papá.
ESPOSO. ¿Y esas tijeras?
NIÑO. ¡Ah!, ¿esto? Es para cortar la manta en dos pedazos.
ESPOSO. ¿Cortar la manta en dos pedazos? ¿Es que te has vuelto loco?
NIÑO. Nada de eso, papá; cortaré la manta en dos trozos; uno se lo daremos al abuelito y el
otro lo guardaré para cuando tú seas viejo y tengas que irte al asilo, como el
abuelito ahora.

(El Esposo y la Esposa se miran avergonzados ante las palabras del niño; luego bajan la
cabeza, sin saber qué decir. El Esposo, de repente, se levanta y cae de
rodillas ante el Abuelo, sollozando.)

ESPOSO. ¡Perdóneme, padre! ¡Por Dios Santo, perdóneme!


ABUELO. ¿Perdonarte? ¿De qué? ¡Pero si nada malo me has hecho!
ESPOSA. Tiene razón; la culpa la tuve yo, que he estado ciego. ¡Bendito seas, hijo mío,
que me has abierto los ojos y me has hecho comprender lo mala que he sido!
NIÑO. Entonces, ¿el abuelito ya no se marchará de casa?
ESPOSO. ¡Claro que no! El abuelito se quedará con nosotros para siempre. ¿verdad,
abuelo, que te quedarás con nosotros?
ABUELO. (Conteniendo a duras penas su emoción.) Yo . . . si me lo piden . . . si todos
desean que me quede . . .
ESPOSA. ¡Claro que lo deseamos, yo en primer lugar! Todos le queremos, abuelo, no
podemos consentir que se marché de esta casa, que es la suya. Venga,
siéntese aquí, con nosotros. Y ustedes, ¿qué esperan? Vamos a comer.
ABUELO. Son muy buenos conmigo, que Dios se los pague.
NIÑO. ¡Qué bien! así ya no tendré que partir la manta, pues cuendo tú seas viejo, ya no
tendrás que irte al asilo, y te quedarás en casa también.

TELÓN

Secretaría de Educación en Nuevo León / Subsecretaría de Educación Básica / Dirección de Secundaria


Coordinación Técnica de Educación Secundaria / Expresión y Apreciación Artísticas / Teatro
PASTORELA DEL NORTE
Por El Tío

PERSONAJES / ROSITA / PABLITO / VIEJO PASTOR / MIGUELA / SUSANA / CELESTINO /


GILA / BLAS / BATO / ROSAGANTE / LUCIFER / DIABLILLO / ARCÁNGEL

NOTA
La acción de la obra se propone en un escenario sin decorados especiales, para ubicar los
acontecimientos se propone apoyarse en las entradas y salidas de los personajes, sus
desplazamientos, así como la utilería que lleven consigo dependiendo la situación. Se deja el
manejo de estos elementos al director, para que en completa libertad decida como emplearlos.

En el campo los pastores se juntan después de sus faenas diarias, algunos llevan montones de
leña, otros comida. Se van cobijando con sarapes. Todos se van sentando alrededor del Viejo
Pastor. De pronto, entran corriendo y jugando Pablito y Rosita.

PABLITO: ¡Ya te alcancé!


ROSITA: No, no pudiste.
SUSANA: Ya estuvo suave, ténse sosiegos güercos zonzos.
VIEJO: Déjenlos, déjenlos. No tan molestando a nadien. Además estas son fechas pa'
star contentos, es la época en que todos debemos tar juntos y compartir los
dones que la tierra nos da con el trabajo.
SUSANA: No pos si, (a los niños) nomás no hagan tanto escándalo, y váyanse pa'
allasito.
VIEJO: Ooohh. No les digo, 'ire, los niños son la alegría de Dios, y debemos sentirnos
contentos de que pongan gorro, eso quiere decir que 'tan sanos. Malo cuando
'tan tristes y callaos, tons' es que algo les pasa. Así que m'ijos: ¡A darle rienda
suelta al juego!

(Los niños arrancan a correr, jugando y riendo)

SUSANA: ¡Como quiera no se pasen de lumbres! (Al Viejo Pastor) Bueno, pos hay que
ver que tiene usté razón, se ven rechulos cuando tan jugando. Pero hay que
saber ponerles el alto a su tiempo, pa' que no se vuelvan unos pingos.
MIGUELA: Ay si, (imitándola) "ponerles el alto", si bien que me echó bronca cuando me
los iba a sonar cuando rompieron mi cerca.
SUSANA: Pos claro, pa' regañarlos, nomás su mamá. Además apenas y le rompieron un
palito de su cerca.
CELESTINO: (Despertándose) ¡Éjele! cómo que le echaron a perder un palito. ¡A su edad!
MIGUELA: Usté no se meta zonzo, ni quien le está hablando. ¿Y qué tiene mi edad?
VIEJO: Ya tuvo suave, párenle a sus broncas. No les digo. La noche es pa' star en
Santa paz unos con otros, y no pa' starse peleando y menos con motivo de los
niños.
GILA: Pos es que de repente ¡ah cómo molestan!
BATO: Todo lo preguntan y en todo se meten, son rete metiches ¿verdá? (le da un
codazo a Rosagante que abraza a Blasa sin que nadie se dé cuenta)
ROSAGANTE: ¿Eh? Sí, sí claro. ¿Qué?
BLASA: De los güercos menso, de como se meten donde no se deben.
ROSAGANTE: Ah pos si. Yo les he tenido que dar uno que otro coscorrón pa' que no
suelten sopa.

Los niños que han estado escuchándolos mientras jugaban, se detienen y se sientan para
verlos discutir.
SUSANA: ¡Cómo que coscorrones! Pos quién eres tú. ¿Y de qué habrían de soltar sopa?
BLASA: Ejem, de nada, de nada, si el decía de tirar sopa cuando comen.
SUSANA: ¿Y desde cuándo 'tás tú cuando ellos comen sopa?
GILA: (Le da un golpe a Blasa) Ya no riegues más la manteca.
MIGUELA: Miren que las ‘stoy viendo gürcas locas, pero donde me entere de una, van a
ver.
VIEJO: Ya párenle, a poco creen que se ven muy bien dijiéndose cosas, de todas
maneras ya todos se saben todo. Ustedes Bato y Rosagante y Blasa y Gila, a
poco no se acuerdan de cuantas veces impedí que se los sonaran sus
mamaces. Todos hemos sido niños, ¿ya no se acuerdan?. Miren nomás como
los tienen (señala a los niños), ya hasta se sosegaron de estarlos escuchando,
ya los han de haber hecho sentir culpables. (los niños apenas levantan la vista,
todos están callados y bajan la cabeza), bueno ya mejor vamos a dormir todos
pa' continuar mañana con el trabajo.

Todos se acuestan, antes de acostarse Rosita y Pablito se sonríen. Todos duermen. Entran
por un costado Lucifer y su segundo, un diablillo ladino.

LUCIFER: Bueno, bueno, ya estamos aquí. De modo que éste es el grupo de pastores.
DIABLILLO: Pues no parecen la gran cosa, son apenas unos menesterosos.
LUCIFER: No acostumbro subestimar a nadie pero creo que éstos se subestiman solos,
ni siquiera se respetan entre ellos. Si no es por ese anciano ya se hubieran
separado todos, lo bueno es que apenas le hacen caso.
DIABLILLO: ¡Uy, qué feo huelen! Sinceramente no creo que hiciera falta que tu vinieras,
alguien como tú atendiendo estos asuntos pues... como que no.
LUCIFER: Lo sé, lo sé. Pero el hecho de que nuestros espías haya mencionado que el
mismo Arcángel venía para acá obliga a que me haga cargo en persona de
esto.
DIABLILLO: ¿Y qué vamos a hacer?, ¿Dormir con ellos? ¡Por Dios! ¡Ay!
LUCIFER: ¡Estúpido!, no menciones eso siquiera.
DIABLILLO: Perdón amo.
LUCIFER: Está bien, pero a la otra puedes decir: Por mí, es decir: ¡Por Satán!
DIABLILLO: Sí, sí me gusta, hay que hacerlo decreto.
LUCIFER: Oh no es para tanto, me halagas.
DIABLILLO: Bueno pero ¿qué vamos a hacer?
LUCIFER: Esperar. Eso es lo que vamos a hacer: esperar.
DIABLILLO: Eso es muy aburrido.
LUCIFER: Pues te aguantas y te callas, no queremos despertar a nuestros pastores. No
podemos hacer nada hasta que venga el Arcángel, solamente reconocer
terreno, tenemos la ventaja de que nadie sabe que estamos aquí. Así que hay
que escondernos. Vamos. (Sale del escenario).

Un resplandor azul y una música celestial invaden la escena: es el Arcángel que va


apareciendo ante los pastores dormidos, los mira y se da cuenta que ellos no han notado su
presencia. En voz alta:

ARCANGEL: Pastores, nobles pastores


despertad ante el mensaje divino.
Se acercan tiempos mejores,
época de amor en el humano destino.

Dios, de todos el Padre,


quiere en su dicha lo acompañen,
siguiendo su alto designio,
todos serán por su piedad perdonados.

Habrá de mandar a su hijo amado


para enseñar amor y perdón
a los hombres de buen corazón.
Esperad su palabra de infinito sentido.

¡Pastores!
Mantened el alma abierta.

Los pastores, que los han escuchado arrobados, se han ido incorporando mientras el Arcángel
hablaba. Parlotean todos emocionados y al mismo tiempo.

VIEJO: Calma, calma todos. Ya oyeron lo que el enviado del Señor dijo. Hay que 'star atentos.
BATO: Sí, pero pos ¿cómo le vamos a'cer?
MIGUELA: Yo creo que hay qu'irlo a buscar, no sea que se vay'ir a otro lado.
CELESTINO: Yo creo qui'ai que dormirnos y esperar a mañana. Ya Dios dirá.
MIGUELA: Pero si ya Dios dijo, no seas arrastrado. Pienso que todos estos en vez de 'star
echadotes, deberían ir a buscarlo, no seya que se pierda en el monte.
VIEJO: Puede que seya una buena idea. ¡Bato, Rosagante y Celestino! vayan por unas
mechas y láncence a buscar por alrededor.
PABLITO: Mamá, mamá, ¿pero, cómo quieren irlo a buscar, si ni siquiera saben cómo
es?
SUSANA: ¡Ay, mi'jito, tú no hagas preguntas, estas son cosas de grandes.
MIGUELA: Hay qui organizar un fiestón pa' recibirlo. ¡Blasa, Gila!, hay que reunir fruta y
dulces pa' cer una piñata y . . .
CELESTINO: Y ai' qui mandar traer algo pa' tomar . . .
MIGUELA: Ah, viejo zonzo, nomás pensando en chupar. (Lo piensa un poco) Pero pus si,
ai' qui traer algo.
ROSITA: Mamá, Pablito tiene razón. ¿Cómo vamos a preparar tantas cosas si ni
siquiera sabemos quién es y qué le gusta?
SUSANA: Ay, mi'jita, no te metas.
VIEJO: Momento, los niños puede que tengan razón, a lo mejor nos 'tamos adelantando un
poco, yo considero . .
MIGUELA: No hay nada que hablar, lo mejor es tener todo dispuesto para organizar la
bienvenida, ¿verdad?
TODOS: (Menos el viejo y los niños) Pus si.
MIGUELA: Bueno, pus 'ai que repartirnos el trabajo, que todos hombres vayan a buscarlo
por el monte, bueno, menos usté (al Viejo Pastor) que no es hombre.
VIEJO: ¿Cómo?
MIGUELA: Digo . . . que no es hombre joven pa' andar en estos trotes.
VIEJO: Ah.
MIGUELA: Tú tampoco Celestino, mejor vas a traer algo de tomar.
CELESTINO: Yo con gusto.
MIGUELA: Pero lo trais y no en la panza. Gila y Blasa, ya les dije: dulces y frutas pa' la
piñata.
GILA: Si má.
BLASA: Si ma.
PABLITO: Oigan, el Arcángel dijo que tuviéramos la'lma abierta.
SUSANA: ¡Mi'jito!
MIGUELA: ¿Y eso qué?
PABLITO: Pos que si todos vamos a andar haciendo cosas, no nos vamos a dar cuenta
de cuando llegue; Él vendrá cuando menos lo esperemos.
MIGUELA: No entiendo.
ROSITA: Quiere decir que tenemos que esperar una señal, a eso se refería el Arcángel.
VIEJO: Eso puede ser cierto.
MIGUELA: Tonterías. Lo que deben hacer los niños es ayudar a su mamá, ella va a ser la
encargada de juntar la leña y poner los adornos. Así que . . . ¡todos a trabajar!
VIEJO: Y yo ¿qué voy a hacer?
MIGUELA: Usté se queda ai' onde no estorbe.
VIEJO: ¿Y tú qué vas a hacer?
MIGUELA: ¿Yo? . . . pues, este . . . alguien tiene que ver que todo salga bien.
VIEJO: Pero . . .
MIGUELA: Nada. Cada quien a los suyo. ¡Vamos!
Todos salen, menos el Viejo Pastor que se queda unos momentos pensando, luego sale.
Vuelven Lucifer y el Diablillo.

LUCIFER: Vaya, vaya . . . Ya nada es como antes, poco es lo que tenemos que hacer
aquí, los mismos pastores se encargan de echar a perder la llegada del hijo de
Dios.
DIABLILLO: Así es mi amo, todos se fijan en lo suyo y nadie escucha a las voces sensatas.
LUCIFER: Todos le hacen caso a la . . . señora ésa. Sin embargo hay que mantener
vigilados a los mocosos esos, no vaya a ser que puedan darse cuenta de algo.
Con unas pocas y oportunas intervenciones, nuestro éxito estará asegurado.
DIABLILLO: Nuestro éxito será la derrota del cielo.
LUCIFER: Un momento, acabo de decir que no será "nuestro" éxito.
DIABLILLO: ¿Cómo?
LUCIFER: Como lo oyes, he decidido que será solo . . . ¡mi éxito! Eso se oye mucho
mejor . . . ¿no crees?
DIABLILLO: Ya lo decía yo . . . este sí . . . suena muy bonito.
LUCIFER: Perfecto, pero ya no me adules, que no me gusta, además me apena, tú sabes
que soy muy penoso. Mira, aquí vienen esos pastorcillos de los que
hablábamos. Hay que vigilarlos. (Ambos se esconden).
PABLITO: Esas son tontejadas, ¿tú crees que al hijo de Dios le va a gustar llegar a un
pachangón como el que quieren organizar?
ROSITA: Pos no, pero ¿qué le vamos a 'cer? Todos dicen que son cosas de gente
grande.
PABLITO: Si Él estuviera aquí, seguro nos escuchaba.
ROSITA: Claro, y no le gustaría ver lo que los grandes están haciendo en su nombre.
PABLITO: Ya todos han de estar pensando en lo que le van a pedir, pero si creen . . .
ROSITA: ¡Mira!
PABLITO: Pérate, que 'stoy hablando.
ROSITA: Pérate tú . . . mira.
PABLITO: ¿Qué cosa?
ROSITA: Allá, en el cielo.
PABLITO: ¡Qué lucesota!
ROSITA: Es una estrella.
PABLITO: Es un lucero.
ROSITA: Está arriba de aquí cerca. Esa debe ser la señal que esperábamos, la que dijo
el Arcángel.
PABLITO: Es an'ca la posada, ¡vamos pa' llá!
ROSITA: Sí, ya debe 'star por llegar.

Salen corriendo. Lucifer y el Diablillo, que han observado todo, salen de su escondite.

LUCIFER: Esos chiquillos, pueden causar más problemas de los que imaginé.
DIABLILLO: Sí, resultaron más observadores que los demás.
LUCIFER: ¡Pronto! Debes llegar a la posada antes que ellos y, sobre todo, antes que el
hijo de Dios; a ver que se te ocurre o inventas, pero debes impedir que ellos se
den cuenta de todo. Mientras, yo me aseguraré de mantener el engaño en los
pastores.
DIABLILLO: Si, mi amo.
LUCIFER: Date prisa.

Salen cada uno por distinto lado. Pablito y Rosita llegan por atrás.

PABLITO: ¡Quiubo! ¿Qué hay por ahí?


ROSITA: Ta raro que no aparezca el posadero.
PABLITO: Ni su esposa.
ROSITA: A lo mejor nos equivocamos y esa luz no significa nada.
PABLITO: No puede ser, por algo no hay nadien.
ROSITA: Pero tampoco está el Hijo de Dios.
Aparece el Diablillo y se acerca a ellos.

DIABLILLO: ¿Cómo están moco . . . digo . . . pequeños niños?


ROSITA: ¿Quién es usté?
PABLITO: Sí y ¿onde 'sta el posadero?
DIABLILLO: (Remarcándolo) No está. Digo, calma, calma, una cosa a la vez.
ROSITA: ¿Por qué no están el posadero y su esposa?
DIABLILLO: Bueno, ellos se fueron y me dejaron el negocio encargado, así que yo soy el
posadero ahora.
PABLITO: Qué raro, ¿a dónde se fueron? Ellos no acostumbran despegarse de la
posada.
DIABLILLO: Es que ya son viejos y los inviernos aquí son muy fríos, así que decidieron
viajar al sur . . . a una playa . . eso le hace bien a sus huesos.
PABLITO: ¡Qué caray!, es que queríamos decirles algo importante.
DIABLILLO: Pues ya no están. Pero pueden decírmelo a mí, yo soy ahora el posadero.

Pablito y Rosita hablan entre ellos en voz muy baja.

ROSITA: Pos es que, mire . . . un enviado del Señor, el Arcángel, se apareció ante
todos anunciando venía el Hijo de Dios para enseñarnos el perdón y el amor
entre todos los hombres para llegar al cielo.
DIABLILLO: Ooohhh, ¡qué interesante! ¿qué puedo hacer para ayudar? Todo esto es tan
conmovedor.
PABLITO: Verá, el Arcángel dijo que mantuviéramos nuestras almas abiertas, así
estábamos, esperando una señal.
ROSITA: Sí, y nosotros creemos que es ese lucero que `sta en el cielo.
DIABLILLO: (Volteando hacia arriba) ¿Luz? ¿Cuál luz? ¡Ah, ésa! Pero si es sólo una
estrella como cualquiera.
ROSITA: Pero está indicando este lugar.
DIABLILLO: ¿Ah, sí?
PABLITO: El Hijo de Dios llegará por aquí, ¿usted no ha visto nada?
DIABLILLO: No, la verdad no.
ROSITA: Pos mantenga su alma abierta y también sus ojos que no ha de tardar en
llegar.
DIABLILLO: ¿Mi alma? Qué cosas . . . quiero decir que por supuesto que lo haré.
PABLITO: Qué bien, pues entonces quédese aquí y espérelo, mientras nosotros dos
vamos por los otros pastores.

Pablo y Rosita intentan irse.

DIABLILLO: Esperen, esperen un momentito.


ROSITA: ¿Qué pasa?
DIABLILLO: Este . . . yo me tengo que ir.
PABLITO: ¿Cómo?
DIABLILLO: Sí, es que mi abuelita está enferma y debo llevarle unos panecitos.
PABLITO: Tons, ¿no te vas a quedar a esperar al Hijo de Dios?
DIABLILLO: No puedo, pero yo sé quién sí puede: ustedes.
ROSITA: ¿Nosotros?
DIABLILLO: ¡Ustedes!, sí ustedes. Lo mejor es que se queden aquí a esperar a tan ilustre
visitante, no sería bueno que llegara y no viera a nadie por aquí.
ROSITA: Pero, ¿quién le va a avisar a los otros pastores?
DIABLILLO: No se preocupen, yo puedo hacerlo en el camino, así ello podrán venir aquí.
PABLITO: Ta bueno, si no hay de otra.
DIABLILLO: No, no hay de otra. (Se encamina a salir). Mientras, cuídenme el negocio, si
llega alguien, atiéndanlo. Procuraré no tardar mucho. ¡Hasta luego! (Sale).
PABLITO: ¡Qué pelao tan raro!
ROSITA: A mi me pareció muy sospechoso.
PABLITO: Pos si, pero bueno ya 'stamos aquí, vamos pa la posada. (Salen).

Entra Lucifer vestido elegantemente, lo van siguiendo el resto de los pastores quienes están
fascinados con él. Todos hablan al mismo tiempo.

LUCIFER: Silencio, silencio todos. Hagan fila por favor, voy uno por uno. A ver usted, el
anciano.
VIEJO: Pos cómo vamos a 'star seguros que usted es el Hijo de Dios.
TODOS: ¡Buuuuu!
LUCIFER: Tranquilos, por favor . . . tranquilos, al hombre ya le falla el cerebro, es por la
edad. Hay que perdonarlo todos.
VIEJO: Un momento . . .
MIGUELA: ¡Cállese! ¿No le basta con haberle faltado al respeto? (a Lucifer) le ofrecemos
nuestras disculpas por esto, si luego luego se nota quien es usted, tan
elegante y tan distinguido.
LUCIFER: Por favor, no hace falta . . .
MIGUELA: Además también queremos darle la bienvenida e invitarlo a la fiesta qu e
haremos en su honor.
LUCIFER: Es un placer para mí . . .
CELESTINO: Vamos a tener mucho que comer y mucho que tomar.
MIGUELA: ¡Celestino, compórtate!
LUCIFER: No se apure amable señora, el hombre este me ha caído muy bien, es bueno
que haya mucho de todo, de hecho quiero pedirles que en mi honor coman y
beban mucho para que todos estén muy contentos, es . . . palabra de . . .
(batallando para pronunciar)
D . . i . . . o . . . s.
CELESTINO: Ah, pos qué padre.

El Viejo Pastor se aparta del grupo. Para sí mismo.

VIEJO: Esto no 'ta bien. (Sale).


MIGUELA: Aprovechando la ocasión también queríamos pedirle algunas cositas, es que
ya ve que está uno bien fregado.
LUCIFER: Faltaba más, con mucho gusto.
MIGUELA: Todos hagan fila detrás de mí. Pos mire, a mí me falta, me falta . . . .
LUCIFER: ¡No, no, así no! Miren, vayan haciendo cada quien su lista y me la entregan en
la fiesta, ya mi asistente se encargará de todo.
MIGUELA: Bueno, pos vamos ya pa' la fiesta.
LUCIFER: No tan rápido, es mejor que ustedes se adelanten antes que yo para que
empiecen. Es que tengo que esperar a mi asistente, está haciendo algunas
buenas obras cerca de aquí.
MIGUELA: ¿Tons no viene?
LUCIFER: Claro que iré, pero en algunos momento más, no se apuren., Después de todo
me gustaría echarme unas copas con estos jóvenes (señalando a Bato y
Rosagante), así mismo estaré encantado de platicar con esta preciosas
jovencitas.
MIGUELA: Bueno, tons ya vamos pa' llá
LUCIFER: Si, ya váyanse. Oiga (a Susana) ¿y usted qué le pasa que la veo tan triste?
SUSANA: Es que mis niños fueron a recoger leña y no han regresado, ¿puede
ayudarme?
LUCIFER: Seguro, anótelo en su lista, y no se preocupe, ya ve cómo son los niños, han
de estar por ahí jugando y ya se les olvidó, con unos coscorrones cuando
lleguen no lo volverán a hacer.
SUSANA: ¿Coscorrones?
LUCIFER: Sí y ya váyase con los demás.

Salen los pastores por un lado y por otro va entrando el Diablillo.


DIABLILLO: ¿Cómo le fue amo?
LUCIFER: ¡Maravilloso! Creen que soy el Hijo de Dios, son unos tontos. Por cierto, mira
esas dos pastorcitas, a ver que se te ocurre para con ellas.
DIABLILLO: Uy amo, usted siempre tiene buen ojo para esas cosas.
LUCIFER: Ya lo sé. Y a ti, ¿cómo te fue?
DIABLILLO: Excelente. Convencí a los posaderos de largarse a tomar unas vacaciones
como parte de un premio por comprar productos "X". Cuando lleguen a donde
les dije se darán cuenta que sólo se ganaron un viaje a ninguna parte.
LUCIFER: No te adornes tanto. ¿Qué hiciste con los mocosos?
DIABLILLO: No te apures, los dejé a cargo de la posada para que no puedan venir con los
demás pastores.
LUCIFER: ¿Eres tonto o qué te pasa? ¿Te das cuenta de qué va a pasar si el Hijo de
Dios llega a la posada?
DIABLILLO: Eso ya lo arreglé, de hecho ya estuvo por ahí antes que ellos y después que
se largaron los posaderos, esto es, cuando estaba yo solo. Pero hay algo que
ni te imaginas, mira (se acerca al oído de Lucifer y le secretea). ¿Ves?
Entonces les negué la posada.
LUCIFER: ¿Quién lo iba a imaginar? Esto va a resultar todavía más fácil de lo que ya
parecía. Como no hay nada de que preocuparse podemos ir a la fiesta que
estos pastores tontos me han preparado. ¡Están completamente deslumbrados
conmigo!
DIABLILLO: Como digas, jefe.

Lucifer y el Diablillo salen por donde se fueron los pastores. Del otro extremo se asoma el Viejo
Pastor y los observa irse. Sale también. Entran Pablito y Rosita visiblemente emocionados.

PABLITO: ¿Lo viste?


ROSITA: Sí, es hermoso. ¿Te fijaste cómo nos miraba?

Entra Susana, los ve y se dirige a ellos notoriamente enojada.

SUSANA: ¡Güercos jijos de su! ¿Qué están haciendo aquí?


PABLITO: Mamá, deja te explico.
SUSANA: Ningún me explicas. ¡Vámonos de regreso!
ROSITA: Pérate mamá, ya encontramos al Hijo de Dios.
SUSANA: ¿Cómo que lo encontraron? Él está allá, en la fiesta, con todos los pastores.
PABLITO: No puede ser, si Él está en el establo aquél.
SUSANA: ¡Qué establo ni qué establo!, esa es muy mala mentira, pero van a ver cuando
lleguemos, les voy a dar una . .

Entra el Viejo Pastor.

VIEJO: Momentito, momentito, los niños pueden tener razón.


SUSANA: Usté, ¿qué hace aquí? ¿de dónde salió?
VIEJO: Me vine corriendo, bueno, caminando lo más rápido que pude. Es que escuché al
supuesto Hijo de Dios que está allá con los pastores y le decía cosas muy
raras a su dizque asistente. ese pelao decía que venía de aquí, y que había
engañado a los posaderos.
PABLITO: Ya vio má, aquí hay algo raro.
SUSANA: Pos yo también vi muy raros a esas gentes, pero como todos dijeron que el
Hijo de Dios, pos . . .
VIEJO: ¡Qué hijo de Dios ni que ocho cuartos, pa' mí que ese pelao es el mismito Satanás.
SUSANA: ¡Ave María qué cosas dice!
ROSITA: Un momentito, ¿quién dijo que llegó de aquí?
VIEJO: Un dizque asistente.
PABLITO: ¿No era un pelao chaparro, muy raro pa' blar y muy raro él también?
VIEJO: Si era algo así y dijo que los había dejado aquí para que no pudieran avisar a los
demás.
SUSANA: Pero cuéntenos, ¿qué cosas han visto?
PABLITO: ¡Miren! Debajo de ese lucero está el Hijo de Dios.
ROSITA: Es el niño más hermoso que hayan visto y acaba de nacer, su nombre es
Jesús.
VIEJO: ¡Jesús se llama!
SUSANA: ¡Y es un niño! ¿Pero por qué está en el establo?
PABLITO: Es que el tipo que engañó a los posaderos, aprovechando que no había nadie,
les negó lugar en la posada a los peregrinos, así que ellos se fueron al establo
y ahí nació Jesús.
SUSANA: ¡Qué maldad de corazón!
VIEJO: Definitivamente son el diablo en persona.
ROSITA: Pero nosotros nos dimos cuenta cuando nos fijamos que había alguien en el
establo, entonces fuimos a ver que necesitaban y descubrimos la más grande
alegría para los hombres.
VIEJO: Hay que traer a los pastores, pero si les decimos qué pasa no nos van a creer, están
embebidos con los diablos esos. Hay que planear algo . . . vengan.

Se acercan todos y se secretean, se ponen de acuerdo y salen. Entran todos los pastores
seguidos por Lucifer y el Diablillo, los encabezan el Viejo Pastor y Susana.

SUSANA: Vengan por aquí todos, por aquí es.


MIGUELA: ¡Ay! ¿están seguros?
VIEJO: Si, hay comida en abundancia.
CELESTINO: Pos si es así, pos cómo no.

Lucifer se aparta con el Diablillo, en voz baja.

LUCIFER: ¿Qué diablos está pasando aquí?


DIABLILLO: No sé, como dejé a los mocosos en la posada, su mamá los ha de haber
encontrado y como vieron tanta comida, ya ve como son de hambrientos y
golosos estos pastores.
LUCIFER: Eso es bueno, creo que no hay que preocuparse, ¿pero, qué pasó con los
peregrinos?
DIABLILLO: Yo los corrí, no creo que vuelvan, ahora deben estar en cualquier lugar sin
nadie que los vea.
LUCIFER: Excelente. Ahora vamos a comer, no tardan en caer las pastorcitas (se
incorporan a los demás).
BATO: ¿Dónde es?
VIEJO: Allí, en el establo . . . adelántense todos.
LUCIFER: (Al Diablillo) Esto me huele mal.

Todos los pastores salen hacía el establo menos Rosita, Pablito, Susana y el Viejo Pastor.

VIEJO: (A Lucifer y al Diablillo) ¿Y ustedes, qué se les perdió?


LUCIFER: ¿A nosotros? Nada.
PABLITO: (Al Diablillo) ¿Y no que usted iba a ver a su abuelita enferma?
DIABLILLO: Si fui pero ya se curó.
SUSANA: ¿Y cómo estuvo eso de las vacaciones de los posaderos?
ROSITA: ¿Y cómo lo de engañara a los pastores?
LUCIFER: No sé de que hablan.

Van entrando de nuevo los pastores, comentan entre ellos.

MIGUELA: Es un niño muy bonito.


GILA: Sí, re chulo.
ROSAGANTE: Y son muy pobres.
CELESTINO: Estaba feliz de vernos ahí.
Se les quedan viendo a Lucifer y al Diablillo.

MIGUELA: ¿Con qué Hijo de Dios?


CELESTINO: ¿Con qué lista de peticiones?
BLASA: ¿Con qué muy bonitas pastorcitas?
BATO: ¿Y muy buenos muchachos?
LUCIFER: Aquí debe haber un error. Él se los explicará.

Pone delante suyo al Diablillo para protegerse de los pastores que avanzan dispuestos a
lincharlos.

DIABLILLO: ¿Yo?, pero si la idea no fue mía.

Cuando ya parece que los van a agarrar, aparece un celeste resplandor; es el Arcángel.

VIEJO: ¡Miren! ¡Es el Arcángel! (todos voltean a verlo).


ARCANGEL: ¡Pastores! ¡Escuchad!
LUCIFER: (Al Diablillo) Yo creo que mejor nos vamos, aquí se va a poner feo el asunto.
DIABLILLO: Si me voy, pero no contigo, yo me voy por mi lado (sale corriendo).
LUCIFER: ¡Espera, no seas cobarde! (sale corriendo también).
ARCANGEL: ¡Alegraos, pastores!
Ha nacido, Jesús se llama
y viene a redimir a los pecadores,
es testimonio del Señor que los ama.
Este niño es para todos amor
trae el mensaje divino,
por ustedes es que vino
para que vivan mejor.
¡Adoradlo!
¡Regocijaos en su gracia!
MIGUELA: Qué tontos hemos sido.
CELESTINO: Todo por ambiciosos.
ROSAGANTE: Y por creídos.
BLASA: ¿Quién iba a imaginar que era un niño?
BATO: Y que no era rico, que es pobre.
GILA: Pero es un niño hermoso, tan es así que apenas lo vimos, sin que nadie dijera nada, lo
reconocimos.
MIGUELA: Se nos debe enseñar a saber escuchar a todos, a los niños y a los viejos. (Al
Viejo Pastor) ¿Podrían perdonarnos?
VIEJO: A eso vino el Niño Jesús, a enseñarnos el perdón. Por mi parte no hay nada que
perdonar.
ROSITA: Ni por la mía.
PABLITO: Ni por la mía tampoco.
SUSANA: Bueno, ya todo queda atrás, hay que empezar de nuevo . . . ¡vamos a cantarle
al niñito!
TODOS: ¡Sí, vamos todos!

Salen todos felices y cantando alabanzas. Puede colocarse al final un nacimiento donde todos
queden alrededor.

F I N

EL ESPÍRITU DE LA NAVIDAD
Margarita Robleda
(Talleres Artísticos para niños. Margarita Robleda. Editorial Diana, México, 1984. pp. 63-68.)

PERSONAJES:
NOPALTZIN / DIABLO / JOSE / MARIA / CAMPESINO

CORO
Procesión pidiendo posada

Instrumentos de apoyo:
Pantalla / 3 Proyectores / Iluminación / Transparencias

NOPALTZIN: Buenas noches, señoras y señores, niños y niñas. Mi nombre es Nopaltzin, y


soy el espíritu de navidad.

(Entra el diablo con su periódico abierto en la sección de empleos)

DIABLO: Mira, aquí solicitan plomero . . (Nopaltzin se queda mudo viéndolo) Si no


quieres, aquí hay también ofertas para chofer o cuidador de perros, hasta de
gerente.
NOPALTZIN: Oiga, oiga. Creo que se ha equivocado usted. Yo no busco trabajo, pues
tengo mi chamba. Soy Nopaltzin, espíritu de navidad.
DIABLO: ¡Ja, ja, ja! Conque espíritu de navidad, ¿quién lo tiene en estos días?
NOPALTZIN: Bueno, yo . . .
DIABLO: Lo que hay, y de sobra, es espíritu de comercio, espíritu de egoísmo, de
acaparamiento de huevo y leche, pero . . . ¿espíritu de navidad? ¡ja, ja, ja!
No me hagas reir, que tengo delicado el páncreas.
NOPALTZIN: La verdad es que ni siquiera sé quién es usted.
DIABLO: Soy el espíritu de la NO NAVIDAD, del NO AMOR, del EGOISMO TOTAL.
Ese soy, ¡sí, señor!
NOPALTZIN: Está usted muy equivocado. Tal vez quisiera usted borrar el espíritu de
navidad, pero no lo ha logrado. ¡Claro que no!
DIABLO: Eso es lo que tú crees. ¿Acaso no sabes que desde hace años he estado
trabajando en este asunto? Tengo agentes por toda la zona y, ahora, al fin,
¡ya no habrá navidad! ¡He vencido!
NOPALTZIN: ¿Cómo puede saber que he vencido? A ver, explíquese.
DIABLO: En primer lugar, ahora, con la famosa austeridad la gente cree que no va a
poder festejar navidad. Hasta a los pobres tontos se les ha hecho creer que
sólo comprando cosas se puede festejar. ¿Cayeron en mis redes! Pronto la
navidad será solamente un recuerdo lejano.
NOPALTZIN: Conque tú has sido el culpable . . .
DIABLO: ¡Claro! ¿Crees que vivo durmiendo en una nube como tú? Desde
septiembre a través de los medios de comunicación: radio, televisión, los ha
estado bombardeando. COMPRA, COMPRA, COMPRA, BEBA, BEBA,
BEBA. ¡Ja, ja, ja! ¡Qué tontos suenan esos ingenuos del Instituto del
Consumidor con eso de (payaseando): "Regale afecto, no lo compre".
NOPALTZIN: Ellos tienen toda la razón: por ejemplo es más importante un amigo sincero
que un amigo comprado.
DIABLO: ¡Ay, Nopaltzin, tan sentimental como siempre. Hoy la gente no le interesan
esas novelas rosas; quiere ¡cosas, cosas, cosas! (Risa). Yo soy el que ha
triunfado. Así que tú vete buscando trabajo, porque ya nada tienes que
hacer aquí.
NOPALTZIN: Un momento, un momento. Yo no me voy de aquí; porque esta es mi
delegación y tú no tienes autoridad.
DIABLO: No tendré autoridad legal, pero soy el vencedor. Eres tú el que debe
marcharse.
NOPALTZIN: La gente todavía cree en la navidad.
DIABLO: ¿Ah, sí! ¡Cómo se ve que no has platicado con la gente! El otro día le
preguntaron a un niño qué era navidad y ¿sabes que respondió? ¡Que era el
cumpleaños de Santo Clós! ¡Ja, ja, ja! No he podido dormir durante dos
noches de la risa.
NOPALTZIN: ¿Ah, sí? Pues mira esto.

(Entra el coro en procesión, por la izquierda, entonando el canto de posadas.


Cuando llegan al frente se detienen y hay responsorio; 4 continúan y salen
por la derecha)

NOPALTZIN: ¿Ves cómo aún existe el espíritu de navidad?


DIABLO: ¡No me vengas con tonterías! ¿Acaso olvidas en que terminan las famosas
posadas? Ahora mira tú esta escenita.

(Se oscurece el escenario, pero en el lado izquierdo se ven dos borrachos.)

BORRACHO 1: Te juro, compadre, tú eres el más abusado del pueblo.


BORRACHO 2: De ninguna manera, compadre. Si yo soy abusado, usted es abusadísimo.
BORRACHO 1: No me contradiga, compadre, que no se lo aguanto a nadie.
BORRACHO 2: Yo no le quiero llevar la contraria. Unicamente insisto en que usted es el
mero mero.
BORRACHO 1: Mire, compadre, yo no estoy de pulgas para aguantar su provocación.
(Comienza a boxear).
BORRACHO 2: Pues si usted no aguanta, yo menos. (Hace lo mismo).
BORRACHO 1: Si ya lo decía yo: es usted un animal.
BORRACHO 2: ¡Animal lo será usted!

(Se golpean los dos. Se oscurece del todo)

DIABLO: ¿Qué te decía yo?

NOPALTZIN: Bueno, bueno; tal vez los adultos ya estén muy echados a perder. Pero los
niños. ¡Fíjese qué hermosos villancicos!

(Luz derecha, niños con flautas y panderos tocan)

Los pastores a Belén / corren presurosos


llevan de tanto correr / los zapatos rotos.

¡Ay, ay, ay, qué alegres van!


¡Ay, ay, ay, si volverán!

Con la pan, pan, pan / con la de, de, de,


con la pan, con la de / con la pandereta
y las castañuelas.

Un pastor se tropezó / a media vereda


y un borreguito gritó: / -Ése ahí se queda.

¡Ay, ay, ay, qué alegres van!


¡ay, ay, ay, si volverán!

Con la pan, pan, pan, / con la de, de, de,


con la pan, con la de / con la pandereta
y las castañuelas.

(Oscuro a músicos, luz a actores)

NOPALTZIN: ¿Ves? Aún no has vencido.


DIABLO: Tú eres el que no quiere darse cuenta de tu fracaso. Mira, para ponértela
más fácil.
(Señala a la pantalla. Oscuro.)

VOZ EN OFF: “A través del tiempo he logrado que navidad sea sinónimo de muchas
cosas, menos de lo que debe ser. No ha sido fácil; me ha tomado muchos
años, pero al fin lo he logrado”.

IMAGEN: (Fotos de regalos, Santa Clós, copas, vestidos, fiestas, comerciales,


anuncios, etc.)

VOZ EN OFF: “Ahora la gente se felicita y no saben por qué. Unicamente es una excusa
para brindar”.

IMAGEN: (Abrazos, brindis)

VOZ EN OFF: “He hecho creer a la gente que los regalos caros son los únicos que
muestran aprecio”.

IMAGEN: (Regalos: coches, abrigos, pianos, muñecotas, juguetes caros, etc.)

VOZ EN OFF: “Lo único que le importa a esa gente es tragar y tragar, beber y beber”.

IMAGEN: (Señor comiendo como loco)

VOZ EN OFF: “Sólo me falta brindar yo también por mi victoria”.

IMAGEN: (Señor totalmente borracho)

(Luz a los actores.)

NOPALTZIN: Bueno, tal vez a faltado un poco de información de nuestra parte. Navidad
quiere decir nacimiento; es el nacer del hombre nuevo en nuestro corazón.
Nos impulsa al amor a nuestra persona y a los demás. es posible que este
año hayamos fallado, pero existe un niño que cada año pide posada en
nuestro corazón y nos da esperanza de que el año venidero seremos
mejores personas: hijos, padres, vecinos, ciudadnos . . .
DIABLO: Y si la burra al pozo . . .
NOPALTZIN: Bueno, señor del egoísmo y de la discordia. Usted ya se echó su rollo ¿no?,
entonces deme chance.
DIABLO: Si no hay más remedio . . .

VOZ EN OFF: Esta historia sucedió hace más de dos mil años, en un pequeño pueblo de
Nazaret, llamado Belén. El país se hallaba dominado por los romanos
quienes obligaron a cada persona a ir a su pueblo natal para registrarse.
José y María llegaron cansados y hambrientos después de su largo
recorrido. Como eran muy pobres no tenían dinero para hospedarse en el
mesón. Además, María esperaba un bebé en cualquier momento y
necesitaba recogimiento y soledad. José recordó de pequeño conocer unas
cuevas a la salida del pueblo donde solían guardar a los animales en
invierno. Después de desechar algunas por estar demasiado sucias, eligió
una donde por lo menos estarían protegidos del frío.
Allí, en un pajar, en medio de algunos animales que le daban calor, nació
Jesús, el hombre más grande de la historia.
En medio de esa pobreza, vino Él a hablar de amor y paz, de justicia social
y de hermandad.
Por eso navidad quiere decir nacimiento, nacimiento del hombre nuevo.
Entonces sí digamos: ¡Felicidades!

DIABLO: Bueno, eso está bastante bonito; pero sucedió hace dos mil años . . .
NOPALTZIN: El espíritu de navidad renace cada año y seguirá así por los siglos de los
siglos.
DIABLO: ¡Nopaltzin! Eres más terco que yo, y eso es mucho decir.
NOPALTZIN: Pues yo insisto en lo mío: sucedió hace dos mil años y continúa sucediendo.
DIABLO: Pues yo te juro lo contrario: la navidad murió hace tiempo. (Grito de Tarzán)
¡Gané!, ¡gané!
NOPALTZIN: (Al público) Ustedes tienen la palabra: ¿opinan que éste ha triunfado?
PUBLICO: ¡¡Nooooo!!
NOPALTZIN: ¿Ves?
DIABLO: Para que vean tú y todos ustedes que están equivocados, yo les propongo
algo.
NOPALTZIN: A ver.
DIABLO: Hace dos mil años es mucho tiempo. Hoy en día yo le daría posada a José y
María, a pesar de festejar lo que tú llamas navidad.
NOPALTZIN: De acuerdo, dos mil años de mensaje algo deben haber dejado.
DIABLO: Pero si pierdes, aceptarás que el espíritu de navidad ha muerto y tú tendrás
que buscar otro trabajo.
NOPALTZIN: De acuerdo.

(Oscuro)

VIDEO: (Se ve una pareja de campesinos en la ciudad de México. La gente los


atropella, tratan de resguardarse en un edificio y un policía los corre; piden
ayuda en una casa y les cierran las puertas.)

NOPALTZIN: El espíritu de navidad a pesar del comercio. (El diablo haciendo una rabieta
y se va) ¡Paz a los hombres de buena voluntad! y entonces sí, ¡Feliz
Navidad!

CORO: Noche de paz, / noche de amor.


Todo duerme / en derredor.

(Una luz de bengala cruza el cielo hasta llegar al pesebre)

TELÓN

Secretaría de Educación en Nuevo León / Subsecretaría de Educación Básica / Dirección de Secundaria


Coordinación Técnica de Educación Secundaria / Expresión y Apreciación Artísticas / Teatro

EL BANQUETE DE LOS MUERTOS


Antonio Argudín
(Pastorelas y Difuntos. Emilio Carballido, compilador. Libros del Rincón, Secretaría de Educación Pública, México, 1999.
pp.159-169.)

Personajes
SERAFINA, calaca romántica, nieta de Basílica.
BASÍLICA, calaca tragona, madre de Barrabasa.
BARRABASA, calaca enojona.
OFIDIA, calaca envidiosa, arrimada de las anteriores.
PALOMITA, calaca niña, hermana de Serafina.
SERAPIO, muerto fresco, prometido de Serafina.

(En un panteón. Noche de muertos)

(Se oyen doce campanadas. SERAFINA despierta.)

SERAFINA. ¡Qué emoción! Hoy es nuestra noche. Noche de todos los Santos, Noche de
Muertos. Y mi Serapio ya debe haber traído mis ofrendas y estará esperando
que yo vaya a él . . . Ay, y yo en esta fachas. ¡Debo darme una manita de gato!
No se vaya a espantar de verme en este estado . . . aunque no hay mucha
diferencia: yo traigo la calavera a la vista y él por dentro. Pero calavera tiene,
como todos. Me pondré un poquito de colorete y me pintaré, los labios no,
porque no tengo, pero sí las quijadas. ¡Ay! ¿y si no viene? Tal vez ya olvido el
juramento que nos hicimos de estar juntos para siempre. Tal vez ya encontró
otra y anda con ella. ¡Ay, no, eso sería mi muerte! Ah, pero si me es infiel voy
por él y le jalo las patas. Claro que sí. Y en cuanto a la otra . . que se cuide.

BASÍLICA se remueve en su tumba.

BASÍLICA. (Despertando) Mmmmmmmh . . . qué aroma. Huele a comida. Mmmmmmh.


¡Qué rico! Huele a mole, y a champurrado, y a frijolitos y a tortillas calientes y a
calabaza en dulce . . . . Mmmmmmh y tejocotes y cocada y coyoles . . . .
SERAFINA. ¡Sólo piensas en comer, abuelita! Cualquiera diría que ya se te olvidó cómo
moriste.
BASÍLICA. ¡Cállate, ingrata, que nomás de acordarme creo que me voy a volver a morir!
SERAFINA. Pues cada vez que te entra esa hambre enfermiza acuérdate de los cólicos
que por tragona te mandaron al panteón.
BASÍLICA. Ni trates de asustarme: sabes muy bien que sólo se muere una vez, así que
ahora sin temor alguno, pienso tragar y tragar hasta hartarme.
SERAFINA. Ay, abuelita, qué vulgar eres. Yo aquí sufriendo anticipadamente por si mi
Serapio me olvida y tú pensando en llenarte el esqueleto.
BASÍLICA. Pensar en Serapio o en cualquier otro es una pérdida de tiempo: todos los
hombres son iguales y todos valen lo mismo, que es igual a nada; en cambio
unas buenas hojuelas, unos buñuelos recién fritos y bañados en miel de
piloncillo , , , Te aseguro que saben mejor que tu abuelo, el pobre Melitón que,
a Dios gracias, descansa en otro cementerio.
SERAFINA. ¡Te digo que no seas tragona! No te comas eso. Es para todos. Y espérate a
que los demás despierten.
BASÍLICA. Ay, Serafina,Serafinita, no tienes corazón, compadécete de esta pobre anciana
que ya sólo encuentra un poquito de paz en la comida.
SERAFINA. Abuelita Basílica, que no. No te comas las cosas. Ay, mira. Caramba contigo,
no te digo. Y no son nuestras ofrendas. Son de los vecinos del ocho.
BASÍLICA. Pues no las aprecian. ¡Ahí las dejan! De que se las coman los gusanos..
SERAFINA. Siempre has de hacer los mismo. Eres una viejita desobediente, pero ahora
verás. ¡Mamá! ¡Mamá!
BASÍLICA. No. ¡Piedad! No le hables a tu mamá, no le hables a Barrabasa.

(Barrabasa, entrando de un brinco con un cinturón en la mano.)

BARRABASA. ¿Quién me habló?


SERAFINA Es que mi abuelita Basílica ya se comió las ofrendas de los vecinos de la fosa
ocho.
BASÍLICA. No le creas, hijita, ya sabes que esta niña siempre ha sido muy mentirosilla.
BARRABASA. De mi hija no vas a hablar mal. Ya te conocemos que eres una tragaldabas.
Ahora verás, te voy a dar una purga.
BASÍLICA. No, purga no. Purga no.
BARRABASA. Cómo que no. A ver, abre la boca.
BASÍLICA. No, mangos.
BARRABASA. (Haciendo tronar el cinturón.) ¡Cómo que no! ¡Ábrela!
BASÍLICA. Glub, grr, ugh.
SERAFINA. Pobre, abue. A ver si así aprende a no ser tan tragona.
BARRABASA. ¿Y por qué se comió las ofrendas de los del ocho?
SERAFINA. No sé. Supongo que estaban más a la mano.
BARRABASA. ¿Más a la mano que las nuestras? No seas estúpida.
SERAFINA. ¡Ay! Tienes razón. Las nuestras deben estar más cerca.
BARRABASA. O sea, que si tomó las otras . . . (Serafina al borde del llanto) es que no nos
han traído nada. (Va a verificar.) Nada, nada, nada.
SERAFINA. Y el único que nos trae ofrendas . . .
BARRABASA. Claro, tu abuela Basílica no tuvo más hijos que yo y yo sólo te tuve a ti.
SERAFINA. Y yo sólo tuve a mi serapio, aunque muy poco lo gocé.
BARRABASA. Así que si no hay ofrendas . . . .
SERAFINA. (Soltando a llorar.) Es que mi Serapio ya me olvidó.
OFIDIA. (Que ha estado oyendo lo anterior, se acerca.) Claro, así son todos, yo nunca
tuve muchas esperanzas de que te fuera fiel, pero nunca te lo dije por no
entristecerte, primita.
BARRABASA. Me choca que le digas primita. Tú no eres nada nuestro. No eres más que una
ahijada de la tragona de mi madre.
OFIDIA. Lo sé. No creas que no sé mi lugar. Pero es que la quiero tanto, tanto, que no
puedo decirle más que primita.
SERAFINA. Dejen de discutir por el parentesco. A mi lo que me importa es que mi Serapio
anda con otra.
OFIDIA. ¡Mal hombre! ¡Ya se casó!
SERAFINA. (Desconsolada) ¿Cuándo?
OFIDIA. ¡Cuándo? . . . Ah, pues . . .
BARRABASA. No le creas a tu primita Ofidia, está inventando.
OFIDIA. No me gusta que desconfien de mi y que no me crean. Claro que lo sé. Me lo
contó el sepulturero que vino ayer a limpiar la tumba de las dos.
SERAFINA. Ya me lo temía. Desde hace tiempo tuve el presentimiento.
BARRABASA. ¿Ah, sí? ¿Y con quién se casó, si puede saberse?
OFIDIA. ¿Cómo, no lo saben? Pues con doña Octagenaria.
SERAFINA. ¿Con ésa? ¿mi Serapio? Pero si es una momia.
OFIDIA. Claro, ni soñando se compara contigo . . . pero tiene mucho dinero.

(Entra Palomita salyando a la pata coja.)

PALOMITA. ¡Hermanita! ¡Hermanita!


BARRABASA. ¡Chamaca latosa! Deja en paz a tu hermana que acaba de enterarse de una
calumnia.
OFIDIA. Ay, tía, si yo siempre digo la verdad.
BARRABASA. Chale, chale, yo no soy tu tía.
PALOMITA. Hermanita, hermanita, te tengo una sorpresa.
SERAFINA. ¿Otra más?
PALOMITA. Sííí. Te va a gustar . . . pero a Ofidia yo creo que no.
OFODIA. Qué te traes, chamaca.
BARRABASA. (Amenazante.) ¿Chamaca?
OFIDIA. (Sonriendo falsamente.) Chamaca preciosa.
SERAFINA. Deja pues de jalonearme y dime de qué se trata.
PALOMITA. Pues que Ofidia tiene en su ataúd un retrato.
OFIDIA. ¡Palomita! Nunca te creí capaz de . . .
BARRABASA. (Comprendiendo.) ¿Y de quién es ese retrato?
PALOMITA. De Serapio, de Serapio. Ofidia está enamorada de Serapio.
SERAFINA. Tú, de mi Serapio, cómo te atreves, víbora arrastrada, mala mujer, infeliz. A mi
Serapio nadie me lo toca, ¿me oíste?
BARRABASA. Eso, claro, duro, ah, qué orgullosa me siento de ti. Eres una digna hija de tu
madre.
OFIDIA. Pues sí, lo amo. Y lo merezco. Soy mejor que tú. Más bonita, más mujer.
PALOMITA. No es mujer, es víbora.
SERAFINA. Pero, entonces, por qué no trajo sus ofrendas como todos los años.
OFIDIA. Porque ya te olvidó. Y me alegro.

(Entra Serapio, trastabillando.)


SERAPIO. Uyuyuyuy. Está muy oscuro. Y apesta mucho.
SERAFINA. Serapio, Serapio. Mi Serapio.
OFIDIA. Lo que me faltaba, ahora voy a tener que soportar ante mis propias cuencas a
este par de tórtolos.
SERAPIO. ¡Serafina! ¡Serafinita!
BARRABASA. ¡Qué bueno que al fin te moriste, muchacho! Así no estaremos tan solas en
este panteón.
PALOMITA. Sí. Qué bueno. Sobre todo porque ya no andarás vagando entre los vivos.
SERAFINA. Ay, sí. Nomás de pensar en los vivos me muero del susto.
BARRABASA. Sí, canijos vivos, hay que tenerles miedo.
PALOMITA. (Viendo a Ofidia.) Claro que hay uno que otro muerto . . .
SERAFINA. Que son unas verdaderas víboras.
SERAPIO. (Por lo bajo a Serafina.) Oye, ¿quién es esa muerta tan fea?
SERAFINA. ¿Ya no te acuerdas de la arrimada, la prima Ofidia?
SERAPIO. La verdad ya no me acordaba. (Con horror le tiende la mano.) Ha empeorado
muchísimo.
BARRABASA. Tengo mucha hambre.
SERAPIO. Yo también.
SERAFINA. Pues como te moriste, nadie trajo nada.
PALOMITA. Tal vez los vecinos quieran invitarnos algo.
BARRABASA. Ojalá. Pero son unos desgraciados muertos de hambre.
SERAFINA. Podríamos convencerlos. Y como Serapio es recién llegado . . . Casi, casi una
visita . . .
OFIDIA. Sí, vamos a decirles. Ahí si hay muertos guapos.
PALOMITA. Serapio, no nos has contado cómo fue que te moriste.
BARRABASA. Luego, niña, no es tema de conversación cuando se va a pasar a la mesa.
SERAPIO. Sí, luego, porque prefiero no acordarme.
SERAFINA. (Tierna.) ¿Sufriste mucho?
SERAPIO. No, porque sabía que te iba a alcanzar.
OFIDIA. Me choca tanta cursilería. Mejor vamos a cenar.
BARRABASA. Sí, aunque haya que hacerle la barba a los vecinos móndrigos.
PALOMITA. Ya metí el dedo en sus ofrendas. Están bien buenas.
BARRABASA. ¡Niña!
PALOMITA. (Sale corriendo.) ¡Voy a avisarles que ya vamos!
BARRABASA. Nunca supe corregir a esa niña. Como es la menor, y la tuve ya viejona, me
agarró cansada.
OFIDIA. Pues para tenerla no se cansó, ¿verdad?
BARRABASA. Lástima que tú ya nunca sabrás de esos cansancios.
PALOMITA. ¡Mamá, mamá! Hermanita, Serapio.
TODOS. Qué niña, qué escándalo.
PALOMITA. (Muerta de risa.) Mi abuelita Basílica se zurró en las ofrendas de los del ocho.
SERAPIO. ¡Adiós cena!
SERAFINA. ¡Ay, pobres muertos!
BARRABASA. Cómo va a ser.
OFIDIA. Tú tienes la culpa, por purgarla. (Entra Basílica.)
BASÍLICA. Hijita, hijita, Barrabasa. Tu purga es una maravilla. Me siento como nueva. Y
tengo mucha, mucha hambre.

TELÓN
Secretaría de Educación en Nuevo León / Subsecretaría de Educación Básica / Dirección de Secundaria
Coordinación Técnica de Educación Secundaria / Expresión y Apreciación Artísticas / Teatro

PANTOMIMAS
Textos de Pedro Pérez Oliva, director del grupo de mímica Los Comediantes

FRUTA VERDE
Aparece un actor. Camina con pasos sigilosos mirando en todas direcciones como si temiera
algo. Se detiene ante una alambrada. Intenta pasar y, al separar los alambres, se pica con las
púas. Vuelve a intentarlo, pero se le engancha la ropa. Forcejea. Finalmente consigue pasar.
Se aproxima a un árbol frutal. Toma una fruta y la come con fruición. Toma otra, pero tiene
gusano y . . . la tira. Vuelve a tomar otra, pero está verde. La come sin dejar de vigilar; pero de
pronto algo anda mal en el estómago. Se da cuenta que es por culpa de la fruta verde que está
ingiriendo. La tira al tiempo que se toca el estómago. Inicia la salida lentamente con gestos de
dolor y de ansiosas ganas por ir al baño. Logra llegar hasta la alambrada. Intenta salir pero
vuelve a engancharse. Forcejea . . . y el estómago no le responde y claro . . . sucede lo
inevitable.

LA MOSCA
Un hombre lee el periódico tranquilamente. Se muestra interesado por una noticia seria. Ahora
lee algo realmente trágico. Sigue pasando las páginas. Encuentra algo intrascendente. Su
rostro refleja todos los matices de las noticias. Ahora lee un chiste muy gracioso. Vuelve a
ponerse serio al ver algo que le interesa mucho. . . . pausa larga mientras lee. Una mosca
viene a interrumpirle. Él la advierte, pero no le hace caso. Continúa leyendo. La mosca insiste
en molestarlo. . . él le da un manotazo para ahuyentarla y continúa la lectura, pero la mosca no
desiste en su empeño. Más enfurecido intenta ahuyentarla de nuevo para proseguir la lectura
que tanto le interesa. Vuelve de nuevo la mosca; él la mira con odio y se decide a terminar con
ella de una vez. Comienza a doblar el periódico hasta convertirlo en el arma que ha de aniquilar
a tan molesto visitante. La persigue hasta aniquilarla. Una vez abatida y en el suelo se acerca
aella para pisarla. Sonríe satisfecho. Vuelve a su asiento y desdobla de nuevo el periódico para
seguir leyendo. Pero, apenas reinicia su lectura, otra mosca inicia sus ataques; él cree que es
la misma y la mira como si fuera un fantasma . . .

INOCENCIA
Aparece un niño saltando y jugando. Encuentra una colilla, intenta fumar, pero tose y la tira.
Con las manos en los bolsillos camina como aburrido, pateando una lata, una piedra, un . . . Se
aproxima un coche y se detiene. Se agacha a recoger su bote con agua y su trapo. Comienza
a lavar el parabrisas con movimientos rápidos y eficaces. Al terminar recibe una propina del
conductor. Se alegra. Contento se dirige a un puesto de baratijas. Compra un tirador
(resortera). Se dispone a cazar gorriones. Junta varias piedrecitas y busca su primera pieza.
Después de varios intentos logra darle a un pajarillo. Corre a donde cayó. Al comprobar que lo
ha matado, siente una gran pena. Intenta revivirlo. Lo acaricia, lo mima, le da calor con el
aliento, lo echa a volar, pero al ver que no puede intenta devolverlo al nido. Al no conseguirlo
decide enterrarlo. Hace un hoyo con las manos. Lo deposita en el hoyo y lo cubre con tierra.
Después busca una rama y hace una cruz que coloca sobre la tumba. Reza . . .

Secretaría de Educación en Nuevo León / Subsecretaría de Educación Básica / Dirección de Secundaria


Coordinación Técnica de Educación Secundaria / Expresión y Apreciación Artísticas / Teatro

ALGUIEN VA A MORIR ESTA NOCHE


Fragmento de Guillermo Tell tiene los ojos tristes de Alfonso Sastre
Comentarios de Textos Literarios. Carmen Artal. Teide, Barcelona, 1972. pp. 4-8

PERSONAJES:
WALTY, muchacho, hijo de Tell.
HEDWIG, esposa de Tell.
GUIILERMO TELL, cazador de la provincia de Uri.
GUARDIA 1 / GUARDIA 2 / GOBERNADOR / PRIMER HOMBRE DE URI / SEGUNDO
HOMBRE DE URI / GENTE DEL PUEBLO

CUADRO V
(Llega Walty. Es un muchacho de unos dieciocho años.)

WALTY. Hola, madre. (La besa.) Padre . . .

(Da a su padre un golpe cariñoso en el hombro.)

HEDWIG. ¿Qué ocurre, Walty?


WALTY. Pues . . . no . . .
HEDWIG. Parecía . . . te has quedado como pensativo . . .
WALTY. No, madre. Es que . . . Bueno, ¡para qué negarlo ¡Sí ocurre!
HEDWIG. ¿Qué es? ¿Has tenido algún disgusto en la calle?
WALTY. No es de mí, madre.
HEDWIG. ¿De quién es?
WALTY. Del abuelo.
HEDWIG. (Se levanta pálida.) ¿Le ha pasado algo al abuelo?
WALTY. Le han pegado los guardias.
HEDWIG. (Dolorosamente.) ¿Es cierto, hijo?
WALTY. Le han pegado delante de todo el mundo. En la cabeza. Le han obligado a
decir: ¡viva el Gobernador!
HEDWIG. ¡Dios mío!
WALTY. Allí, en la plaza, han puesto un sombrero del Gobernador en una pica, y al
pasar, hay que saludarlo.
TELL. (Interviene, sombrío.) ¿Qué hay que saludar a un sombrero?
WALTY. Sí, padre. Todo el mundo que pasa lo está haciendo. A uno que se ha
negado lo han roto a golpes y luego se lo han llevado a la cárcel. Y no ha
pasado nada.
TELL. ¿Y el abuelo?
WALTY. Cuando ha dicho: ¡viva el Gobernador! lo han soltado.
TELL. ¿Dónde está?
WALTY. Se ha ido a esconder. Eso he oído decir. Que está avergonzado.
TELL. ¡Qué pena!
WALTY. Padre, te has puesto triste.
TELL. Sí. (Un silencio.) ¿Dices que la gente está saludando a un sombrero?
WALTY. Hay gente que evita pasar por allí. Pero yo creo que hay otros que hasta
pasan sin tener que hacerlo, sólo por hacer méritos ante el Gobernador.
TELL. Entonces, es un día triste.
HEDWIG. (Parece que se ha tranquilizado algo. Se enjuga las lágrimas.) ¿Les preparo
algo? Yo no tengo hambre, pero ustedes . . . ¿quieren cenar?
TELL. No. Esta noche, no. Hay otras cosas que hacer. (Un silencio. Se ha quedado
rígido.)
HEDWIG. (Lo mira con horror.) Tell, ¿otra vez?
TELL. Me parece que sí.
HEDWIG. (Aterrorizada.) No me mires así.
TELL. Si no te miro, Hedwig. No sé dónde estoy mirando.
HEDWIG. Tienes los ojos muy tristes, Tell.
TELL. Entonces, puede que ocurra algo, Hedwig. (Se levanta.)
HEDWIG. ¿Vas a salir?
TELL. Sí.
HEDWIG. (Con terror.) ¡No te vayas!
TELL. No puedo elegir. No puedo quedarme.

(Descuelga su arma, una ballesta.)

HEDWIG. (Grita.) ¡No!

(Llaman a la puerta. Walty abre. Es el primer hombre de Uri.)

HOMBRE 1. Buenas noches. (Nadie contesta.) Quisiera no haber venido.


TELL. ¿Qué pasa?
HOMBRE 1. El señor Walter . . . se ha colgado de un árbol en el bosque. Perdón, yo no
quería venir . . . (Hedwig da un grito terrible. Solloza.)
TELL. (Tranquilo.) Entonces tengo que marcharme ya. Walty, vente conmigo.

(Tell y Walty salen. Hedwig sigue llorando. El hombre de Uri está de pie, quieto y sombrío. Se
hace el oscuro.)

CUADRO VI
(La plaza. El sombrero en la pica. Aparece Tell con Walty. Tell ha armado su ballesta y apunta
al sombrero. Dispara. El sombrero cae atravesado.)

GUARDIA 1. (Horrorizado.) ¿Qué es esto?


GUARDIA 2. ¡Sacrilegio! ¡Sacrilegio!

(En este momento se oye el rumor de gente que se acerca y ladridos de perros.)

GUARDIA 1. (Paralizado ante el sombrero caído, con terror.) ¡Socorro! ¡Socorro!


GUARDIA 2. (Se arrodilla ante el sombrero.) ¡Perdón, perdón, señor Gobernador, Alteza,
Excelencia, Maestro, Santidad, perdón!

(Tell está tranquilo junto a su hijo, que lo abraza.)

WALTY. Papá, ¿no oyes? ¡Debe ser el Gobernador que vuelve de caza!
TELL. (Exaltado.) ¡Es lo que yo quería! ¡El Gobernador! ¡A eso he venido!
WALTY. ¡Papá, papá! Tenemos que irnos . . , huir de aquí . .! Estamos a tiempo . . .
¡Nos van a matar!
TELL. Alguien va a morir esta noche, hijo. Pero todavía no se sabe quién.

(Escucha el rumor que se acerca. Entran hombres de la escolta del Gobernador. Entra el
Gobernador. Los guardias, aterrorizados, se acercan a él arrastrándose como larvas.)

GOBERNAD. ¿Qué es lo que ocurre?


GUARDIA. ¡Sacrilegio, Señor, Serenísimo, Jefe, Almirante, Caballero, Gobernador! ¡El
sombrero, el divino sombrero por los suelos . . ., atravesado!
GOBERNAD. ¿Quién ha sido?
GUARDIA. ¡El infame, el piojo, la porquería, Guillermo Tell!

(Rumores de todos.)

GOBERNAD. ¿Quién dices que ha sido?


TELL. Yo, Gobernador.
GOBERNAD. (Da vueltas al sombrero entre las manos.) Tienes buena puntería, ¿eh?
TELL. Sí.
GOBERNAD. ¿Qué eres?
TELL. Cazador.
GOBERNAD. No se te escapará una sola pieza en la montaña.
TELL. No, señor.
GOBERNAD. A cincuenta pasos matas una gamuza entre las peñas.
TELL. Sí, señor.
GOBERNAD. A ochenta pasos, pocas veces te fallará.
TELL. Ninguna, señor.
GOBERNAD. A cien pasos atravesarás una manzana en su árbol.
TELL. Así es.
GOBERNAD. Aunque la manzana esté sobre la cabeza de tu hijo.
TELL. (Ha palidecido.) No sé . . .
GOBERNAD. Vas a hacerlo.
TELL. No.
GOBERNAD. (Grita a los guardias.) ¡Monten las armas! ¡Dispónganse a hacer fuego! (Los
guardias montan las metralletas y apuntan hacia Walty.) O lo haces . . . o
van a matar a tu hijo. Tú verás. Si lo haces, si atraviesas una manzana
sobre la cabeza de tu hijo, tu hijo y tú quedarán en libertad provisional, como
todo el mundo. El Gobernador sabe olvidar. El Gobernador admira a los
valientes. El gran Gobernador es generoso.
TELL. No puedo . . .

(A la luz de las antorchas, la escena resulta extraña, fantasmal. Walty se acerca a su padre.)

WALTY. Padre, hazlo.


TELL. ¿Qué dices, hijo?
WALTY. Que lo hagas. Yo no voy a temblar.
TELL. Yo, sí.
WALTY. Hazlo, papá.
TELL. No puedo.
WALTY. Si no, nos matan a los dos. Hazlo.
TELL. Estoy nervioso. No voy a acertar.
WALTY. Verás que sí. Padre, no tengas miedo.
TELL. Estaba dispuesto a todo. A matar. A morir. A esto, no. (Un silencio. Tell mira
a su alrededor. Parece que se tranquiliza.) Gobernador, puede que mate a
mi hijo. Quiero hablar con él antes de hacerlo.
GOBERNAD. (Divertido.) Aceptado. Señores, siéntense por ahí. Vamos a asistir a una
conmovedora escena. Pónganse cómodos. Teatro gratis para todos. ¡La
tragedia de Guillermo Tell!. Pasen, pasen, señores. (La gente se acomoda
en semicírculo alrededor de Tell y de Walty. Una pausa. Expectación.)
Vamos a empezar. (Tell y su hijo no se mueven.) ¡Adelante! ¡Arriba el telón!
¡Enciendan las candilejas! ¡¡Acción!!

(Un silencio. Tell se aproxima a su hijo.)

TELL. Ya lo ves, Walty. Es como un teatro. Hay muchos ojos indiferentes puestos
en nosotros.
WALTY. Sí, padre.
TELL. (Señala hacia el público.) Nos mira mucha gente. Están haciendo la
digestión de una buena cena. No les importa lo que ocurra.
WALTY. Así es, padre.
TELL. ¿Te das cuenta? Somos tan sólo un espectáculo en el que a ellos les toca
aplaudir o silbar.
WALTY. Sí, padre.
TELL. A nosotros nos toca ser heridos . . . o muertos.
WALTY. No estés triste, padre. Yo no estoy triste.
TELL. Yo tampoco. Sólo me duele que nadie acuda a socorrernos.
WALTY. Estamos solos, padre.
TELL. No hay nadie que pueda ayudarnos en el mundo.
WALTY. Nadie. (Un silencio.) Así que hay que estar tranquilos. No hay esperanza.
Aunque gritáramos hasta rompernos la garganta, no vendría nadie. Así que
¿para qué gritar? Da mucha tranquilidad no tener esperanza. (Un silencio.)
TELL. Entonces, ¿debo intentarlo?
WALTY. Sí.
TELL. (Grita.) ¡Puedo matarte!
WALTY. Vamos a ver.
TELL. (Casi solloza.) ¡Walty, no me atrevo a disparar sobre ti!
WALTY. Si aciertas, volveremos a casa abrazados. Mamá no sabrá nunca nada.
Volveremos riendo como si hubiéramos bebido un poco. Mamá nos
reprenderá y le diremos que no volveremos a hacerlo nunca. Nos
echaremos a dormir y mañana será un día como otro cualquiera. Todo esto
nos parecerá una pesadilla tonta. Adelante. Estoy dispuesto.
TELL. ¡Walty, si te mato . . . !
WALTY. Entonces, sea lo que Dios quiera.

(Se separa de Tell. El Gobernador aplaude.)

GOBERNAD. ¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Una bonita escena!

(Walty está quieto, lejos de su padre. Alguien coloca sobre su cabeza una manzana. Tell carga
su ballesta. Hay un silencio absoluto. Tell apunta. Baja su arma.)

TELL. (Casi desfallecido.) ¡No puedo!


GOBERNAD. ¡O disparas o toda mi escolta tirará sobre ustedes! ¡O disparas o . . .!
TELL. Voy a disparar, Gobernador.

(Vuelve a apuntar. Dispara. Todas las miradas se vuelven hacia Walty, que vacila. Cae al suelo
pesadamente. Gritos.)

ALGUIEN. ¡Qué horror! (Rumores.)


OTRO. ¡Le ha destrozado la cabeza! (Rumores y protestas.)
OTRO MÁS. ¡Está muerto! (Rumores, protestas y gritos de ira.)
TELL. (Trata de abrirse paso hacia su hijo. Grita.) ¿Qué a ocurrido? ¡¿Qué ha
ocurrido?! (El segundo hombre de Uri lo detiene.)
HOMBRE 2. Has fallado. Tu hijo ha muerto.

(Tell da un terrible alarido. Es como un aullido de fiera.)

TELL. (Grita desesperadamente.) ¡¡Muera el Gobernador!! (Dispara su ballesta


sobre el Gobernador, que cae atravesado.) ¡¡Mueran los tiranos!!
TODOS. ¡Mueran!
ALGUIEN. ¡El Gobernador ha muerto!
OTRO. ¡Ha muerto el Gobernador!
TELL. (Grita en la confusión.) ¡Despedazad ese cuerpo! ¡Rómpanlo en mil
pedazos! ¡Que yo pueda coger su cabeza y estrellarla contra la pared!
¡Mueran los tiranos!
TODOS. ¡¡Mueran!!

(Alguien levanta en una pica la cabeza del Gobernador. La escena se vuelve rojiza.)

TELL. (Casi ronco, grita frenético.) ¡¡¡Mueran los tiranos!!!


TODOS. ¡¡¡Mueran!!!

(Sobre la terrible lucha se va haciendo el oscuro.)

LOS MUERTOS ANTES DE MUERTOS


Constancio S. Suárez
Pastorelas y Difuntos. Emilio Carballido. Libros del Rincón, Secretaría de Educación Pública, México, 1999. pp. 269-285.

PERSONAJES
Doña Renovación
Doña Circunsición
Don Atenógenes
Cristeto (muerto)
Don Romualdo
Dos músicos convidados

(La escena en un pueblo de México. Sala decente; puertas al foro; mesa redonda, con un
quinqué encendido; una cómoda y sillas.)

Escena primera
(Don Atenógenes y doña Renovación.)

RENOVACIÓN. Es preciso, Atenógenes, que te vayas preparando para pasado mañana, que
es el día de muertos, ya ves que se tiene que poner la ofrenda en el panteón para
Cristetito; hay que comprar con anticipación las ceras, porque a última hora se
encarecen mucho. Te acordarás del año pasado, que nos vimos en muchas fatigas y
trabajos para que nos las diesen baratas. Y esto por dejarlo todo al tiempo. ¡El pobre
de mi Cristetito es el que lo sufre luego! ¡Ay, hijo de mis entrañas! (Llora.)
ATENÓGENES. ¡Eh! ¿qué es eso? ¿Ya empiezas a chillar? ¡Caracoles! ¡Todo lo compones
con dar de gritos!
RENOVACIÓN. Sí . . . ¡Cómo tu corazón es de tepeguaje y no tienes sentimientos!
(Llorando.) ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! . . . Cómo tú no querías a tu hijo . . . ¡Ay, pobre Cristetito!
ATENÓGENES. ¡Bastante lo quise y lo sentí mucho más, caracoles! Pero no me gustan los
aspavientos como a tí.
RENOVACIÓN. Sí . . . ¡Aspavientos! ¡Aspavientos! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! (Llora.)
ATENÓGENES. ¿Qué demonios consigues con los chillidos? ¿Ha de resucitar con eso?
Además, ¡ya tiene más de tres años debajo de la tierra!
RENOVACIÓN. ¡Y aunque tuviera mil! ¡Yo no lo he de olvidar nunca! ¡Era tan mono . . . y tan
buen mozo! ¡Ay! ¡Ay! Era el pobre bizquito sólo de los dos ojos, pero esto le
agraciaba mucho. ¡Ay!, ¿por qué se moriría mi Cristetito?
ATENÓGENES. Pues, hombre, no me lo avisó. ¡Eh!, ya déjate de lagrimones y vamos a
pensar con seriedad en la ofrenda; quiero que quede muy elegante, muy elegante,
para que nadie tenga que criticarnos. Mira: cuatro ceras de a onza, una corona de
zempazúchil, una cazuela de buen mole verde; pero de guajolote, ¿estás? De
guajolote, como estás acostumbrada a hacerme . . . el día de mi santo . . . con
mucha, mucha manteca, almendrones, perejil, pepitas de pimiento y . . .
RENOVACIÓN. Sí, hombre, sí, sí. ¡Carambas! Ya lo sé que ha de llevar todo eso.
ATENÓGENES. Te digo que no quiero que nos murmuren. ¡Ah! Bastantes golletes y
chocolate y tejocotes y calabazas y chayotes . . .
RENOVACIÓN. ¡Ay, ay! Tanto . . . Tanto que le gustaban al pobrecito los chayotes. ¡Hasta
con todo y espinas se los comía!
ATENÓGENES. Por eso precisamente lo hago.
RENOVACIÓN. ¡Ay, ay!, mi serafincito. (Llora.) ¡Cuánto diera por volverte a ver!
ATENÓGENES. Bien sabes que eso no es posible.
RENOVACIÓN. Teniendo fe, todas las dificultades se allanan.
ATENÓGENES. ¡Ah! . . . ¿Conque te encaprichas en verle?
RENOVACIÓN. ¡Sí, sí, porque sufro mucho sin su adorable presencia! ¡Ay, ay! Bizquito de
mi vida.
ATENÓGENES. ¡Caracoles, Renovación! ¡Cómo te gusta renovar pesares! ¡Eh! Ya me
marcho. Voy a comprar a la tienda de la esquina algunas cosillas.
RENOVACIÓN. ¿Para la ofrenda? Sí, sí, anda, anda.
ATENÓGENES. Y cuidado con seguir chillando. Pronto vuelvo. ¡Adiós . . . primorosa! (Le
hace un cariño.)
RENOVACIÓN. ¿Eh? ¡Estáte quieto! (Vase Atenógenes.)

Escena segunda

RENOVACIÓN. ¡Ay, Jesús! ... ¡Cristetito de mi corazón! ¡Hace tres años que te perdí! Ya
parece que lo veo con su sombrerito de bola y sus botines bayos, y oliendo todo a
amizcle ... ¡Ay! Era el pobre muy aseadito ... muy lagartijo. ¡Eso sí ... y vaya, que
más de una docena de muchachas, las más bonitas del pueblo, estaban locas de
pasión por mi hijo! ¡Ay, ay!, ¡pobrecito!, ¡ay, ay! (Llora.) Ahí está Concha, su prima,
¡que lo diga! Ya se iba a suicidar por él. Se comió tres colas de alacrán, una caja de
cerillos y un jabón. Por fortuna la atendieron pronto, que si no, se hubiera retemuerto
en el acto. No, no, si ya digo: Cristetito causaba furor con las mujeres y a veces ...
¡Hasta con los hombres! ¡Ay, Jesús! Si era muy mono ... muy mo-no ... muy
remono...

Escena tercera
(Dicha y don Atenógenes seguido de un mozo que trae muchos envoltorios, botes y una
corona de zempoazúchil.)

ATENÓGENES. (A mozo.) Pon todo eso aquí, sobre la mesa. (El mozo lo hace.) Toma. (Le
da una moneda al mozo que se va.)
RENOVACIÓN. ¿Pero qué es eso, Atenógenes.
ATENÓGENES. Es una gran sorpresa que te preparaba. Esta mañana han llegado de
México nuestras buenas amistades. Doña Circunsición y su esposo don Romualdo.
De casualidad los vi en la calle y los he convidado a cenar esta noche con nosotros.
Por eso he comprado todas estas cosas. Mira ... sardinas, carne fría, cangrejos, jamón
del diablo.
RENOVACIÓN. (Saltando espantada.) ¡Ave María Purísima!
ATENÓGENES. No, no te espantes, mujer, así se llama este jamón americano. ¡Ah!
También traje ...
RENOVACIÓN. ¡Buena la has hecho! ¿Qué necesidad teníamos de mortificarnos! Y luego el
pago va a ser de que nos critiquen. ¡Ya verás! Y sobre todo, que yo no quiero fiestas
ahora. ¡Bastante tengo con el recuerdo de Cristetito!
ATENÓGENES. ¡Y vuelya otra vez! ¡Caracoles! No quitas el dedo del renglón.
RENOVACIÓN. Preciso ... como a tí no te ...
ATENÓGENES. Pues mira: todo sale a la medida. Con esta reunioncilla, te distraerás,
porque también van a venir otros amigos, y dos músicos con guitarra y bandolón ...
nada de etiquetas, todo familiar, ¿estás?
RENOVACIÓN. ¡Músicos! ¡Amigos! ¡Ave María Purísima! ¡No, ni pensarlo, yo no quiero
fandangos! ¿Lo entiendes? Y si vienen, los corro ...
ATENÓGENES. ¡Caracoles, mujer! ¡Sé razonable! Todos son muy buenas gentes. ¡Y
además, que ya están invitados y no deben dilatar!
RENOVACIÓN. ¿Y para qué traes la corona de zempoazúchil desde ahora? Pasado
mañana ya no sirve.
ATENÓGENES. No, Renovación, ésta es para adornar el mantel.
RENOVACIÓN. ¡Qué yo no quiero fiestas! ¡Ya te lo dije!
ATENÓGENES. Te vas a distraer, mi cielito!
RENOVACIÓN. ¡Que yo no quiero distracciones! Lo que to quiero es a mi Cristetito. ¡Ay!
¡ay! ¡ay! (Llora.) ¡Yo deseo verle! ¡Sí! ¡sí!
ATENÓGENES. ¡Caracoles, mujer! ¡Como no vayamos a desenterrarle! ¡Eh! Basta ya de
pensar en eso; alegra esa cara que ya vendrán los convidados.
RENOVACIÓN. ¡Y qué me importa! Ay, ay, ven Cristetito, ven, encanto mío, ven ...
ATENÓGENES. ¡Mujer, que nos vas a agriar la fiesta!
RENOVACIÓN. ¡Y qué me importa! Ven, hijo mío; yo quiero verte. ¡Ven mi bizquito
adorado! ¡Ay!, ¡ay!, ¡ay! (Llora.)
ATENÓGENES. ¡Pero, Renovación, calla esa boca; no seas imprudente!
RENOVACIÓN. ¡Ven, Cristetito, ven mi querubín! (Se oyen tres golpes secos en la puerta.)
ATENÓGENES. Ahí están ya, doña Circunsición, don Romualdo y todos ... Anda,
Renovación, límpiate esos ojos... ¡ríete pronto!... (Vuelven los golpes en la puerta.)
Voy... voy a abrir.
CRISTETO. (Dentro con voz hueca y confusa.) ¡Puedo entrar sin que me abran!
ATENÓGENES. ¿Has oído, Renovación? Esa voz es desconocida. ¿Quién es? (Preguntando
muy fuerte.)
CRISTETO. (Dentro.) ¡Soy Cristeto!...
RENOVACIÓN. (Asustada.) ¡Mi hijito! ¡Mi hijito!... ¡Ah!... (Con gran espanto.)
ATENÓGENES. ¿Lo ves, mujer, lo ves? ¿Qué te decía yo? ¡Por tu maldita imprudencia!
¡Estamos perdidos! ¡Indudablemente viene a llevarnos! Y tú, tú sola tienes la culpa.
CRISTETO. (Dentro.) ¡Ustedes me han llamado!
ATENÓGENES. Yo no... yo no... Renovación, tu madre... ésa ha sido. (A Renovación.) ¿Ya
lo ves, ya lo ves, endiabladísima?
CRISTETO. (Dentro.) ¿Me dan permiso?
ATENÓGENES. (Con miedo a su mujer.) ¿Qué dices? ¿Lo dejamos entrar o no? Es mejor
que entre porque de lo contrario nos va a ir más mal. (Gritando con miedo.) ¡A...
adentro!

Escena cuarta
(Dichos y Cristeto en traje negro, con su cabeza hecha ya calavera.)

CRISTETO. (Entra.) ¡Aquí me tienen ustedes con esqueleto y alma!


RENOVACIÓN y ATENÓGENES. ¡¡¡Ah!!! ¡¡¡Ay!!! (Con pavor al verlo.)
CRISTETO. No hay que espantarse; vengo de paz,,, pero hagan lo posible por no verme y
tápense las narices, porque todavía apesto.
RENOVACIÓN y ATENÓGENES. (Con susto.) ¡Ay, qué miedo!...
CRISTETO. Les repito que pierdan el temor.
ATENÓGENES. (A su mujer.) ¿Lo ves, lo ves, endemoniadísima costilla?
CRISTETO. Vengo solo a cenar con ustedes, a que me den desde ahora la ofrenda. Supe
además que van ustedes a tener su festejo esta noche y, naturalmente, quiero
aprovecharlo.
RENOVACIÓN. ¡Ay, hijito, perdóname que he turbado tu dulce tranquilidad de la tumba!
CRISTETO. No, nada de dulce tiene, es bastante salada la tierra donde reposo; como hay
tanto salitre... y luego con tantos gusanos...
ATENÓGENES. ¡No te destapes las narices, Renovación!
RENOVACIÓN. ¡Ay, de veras!, ¡qué feo gusanote tienes en el ojo; espérate, déjame te lo
quito...
ATENÓGENES. ¡Eh! ¿qué vas a hacer? ¿No ves que no puede uno acercarse a los
difuntos?
RENOVACIÓN. ¡Ay, bisqui...!
ATENÓGENES. ¡Chist! ¡Eh! ¡Caracoles! ¿No ves que va a enojarse con esos piropos?
CRISTETO. ¡Pues bien, así como así, ya tenía deseos de divertirme un poco!
RENOVACIÓN. (Aparte a Atenógenes.) ¡Qué es lo que oigo! ¡Divertirse!...
ATENÓGENES. ¡Vaya! ¿Y porque son muertos no les ha de gustar la fiesta?... Pero,
caracoles, Renovación, anda, muévete, ponle la mesa a Cristetito. (Renovación
arregla la mesita, poniendo en ella los botes y latas que trajo Atenógenes; servilletas
y panes.)
CRISTETO. ¡Qué bien huelen las sardinas! Y el pulquito... ¡Caramba!
ATENÓGENES. (Sentándose todos y sirviendo él, un vaso de pulque.) Vaya, Cristetito, un
traguito para que te abras la apetencia.
CRISTETO. (Toma el vaso y se pone de pie.) Pero no me miren... no me miren...
escúchenme solamente.
ATENÓGENES. ¿Lo oyes, Renovación? ¡Tápate las narices y cierra los ojos!
CRSITETO. (Brindando.) Por esta familia mía...
a quien quiero tanto y tanto...
con entusiasmo yo canto...
con entusiasmo yo canto...
RENOVACIÓN y ATENÓGENES. (Aplaudiendo.) ¡Bien! ¡Bien! ¡Bravo!... ¡Bravo!...
CRISTETO. Aún no acabo todavía.
ATENÓGENES. Como si hubieras acabado. Esta muy bonito el brindis, muy... primoroso.
Bebe tu pulque, hijo mio. (Cristeto bebe. Comienzan a cenar los tres.) ¡Ah, mira esta
corona de zempoazúchil. (La toma.) Póntela. (Se la da a Cristeto, el cual se la
pone.) ¡Caracoles, qué bien te queda!
RENOVACIÓN. ¡Qué guapo! ¡Qué remonón! (Don Atenógenes bebe pulque ávidamente.)
ATENÓGENES. Pues, señor, sin darnos cuenta hemos acabado por perderte el miedo y se
me está ocurriendo una idea en este momento.
RENOVACIÓN. ¡Ay! ¿qué idea será?
CRISTETO. Diga usted, papá.
ATENÓGENES. (Con tiento.) ¿Podrías... podrías contarnos algo del otro mundo?
RENOVACIÓN. ¡Cállate, Atenógenes!, no seas impertinente. ¡Es alma juzgada de Dios!
ATENÓGENES. ¿Qué sabes tú? Siempre la ignorancia... el retroceso...
CRISTETO. Pues yo bien quisiera ponerlos al corriente de todo aquello, pero...
RENOVACIÓN. ¡No ves que le está prohibido! (A Atenógenes. A Cristeto.) Come Cristetito,
come y no le hagas aprecio a este hombre. (Prepara un sandwich.)
CRISTETO. (Comiendo.) ¡Ay! ¡ay! ¡ya me tragué un gusano!
RENOVACIÓN. ¿Te gustan los cangrejos, hijo mío?
CRISTETO. ¡Sí!, ¡sí!
RENOVACIÓN. Mira este sandwich que te prepare. (Se lo da.)
ATENÓGENES. Pues yo insisto... Dinos, Cristetito, aunque sea una sola cosa de la otra vida.
CRISTETO. Pero... (Aparte.) ¡Ya me tragué otro gusano! (Tose.)
RENOVACIÓN. ¿Quieres dejarlo en paz? Ya hasta se iba a ahogar por tus impertinencias.
ATENÓGENES. Otro vasito de pulque. (Se lo sirve a Cristeto y éste lo bebe.)
CRISTETO. ¡Muchas gracias, papá!
ATENÓGENES. ¡Otro! (Se lo da y se lo bebe.)
RENOVACIÓN. Ya, Atenógenes, ya, que lo vas a trastornar con tanto pulque. No está
acostumbrado a eso.
ATENÓGENES. Mejor... mejor, que se le suba. Así no tendrá empacho en contarnos lo del
otro mundo. (Tocan a la puerta.)
RENOVACIÓN. ¡Tocan! ¡Ah..!
ATENÓGENES. Doña Circunsición, don Romualdo, los músicos y los convidados. Voy a
abrir.
RENOVACIÓN. ¡Jesús! ¡Jesús! Escóndete, niño, escóndete. (Cristeto se va a un rincón.
Atenógenes va a recibir a los que han llegado. Entran.)

Escena última
(Dichos, doña Circunsición, don Romualdo, dos músicos y algunos invitados.)

CIRCUNSICIÓN. ¡Buenas noches, Renovancioncita. Buenas noches, don Atenógenes!


ATENÓGENES. (Saluda.) Creí que ya no venían.
ROMUALDO. (Saludando.) ¿Cómo cree, don Atenógenes?
ATENÓGENES. (Contesta mímicamente y dice:) Pensé que ya nos habían hecho el desaire.
CRISTETO. ¡No! ¡Jesús! Ni pensarlo. ¡Fígurese usted que estábamos acabando de acostra
a los niños.
ATENÓGENES. ¡Una diana! Una diana para nuestros invitados. (Los músicos tocan la diana
y los demás aplauden.)
RENOVACIÓN. (A Cristeto.) Por Dios, Cristetito, escóndete bien.
CIRCUNSICIÓN. (A Romualdo.) ¿No te llega un hedor muy feo, Romualdito? (Se tapa la
nariz.)
ROMUALDO. Tengo catarro y no huelo nada.
RENOVACIÓN. Voy a servirles, voy a servirles. (Sale.)
MÚSICOS E INVITADOS. (Menos Romualdo.) ¡Fúchila! ¡Fúchila! ¡Qué feo huele! ¡Cómo
apesta! ¿A qué apesta? ¿Qué apesta? ¿qué apesta?
CIRCUNSICIÓN. ¡Horror! ¡Si esto es insoportable!
ATENÓGENES. ¡Pero siéntense ustedes! Parece que no somos de confianza.
ROMUALDO. (Aparte.) ¡Ay! Con todo y catarro, ya me llegó la pestilencia.
ATENÓGENES. Antes de cenar, me parece muy conveniente que bailemos una piececita.
¡Eh! ¡Música! ¡Música! (Tocan los músicos una pieza.) ¡A bailar, muchachos! ¡A
buscar a sus parejas! (Llega Renovación y todos toman sus parejas.)
CRISTETO. (Al oir la pieza, se para y comienza a moverse como para bailar; luego se dirige
bailando a doña Circunsición.) Circuncisioncita, ¿tuviera usted la bondad de bailar
conmigo esta pieza?
CIRCUNSICIÓN. ¡Ay! ¡Socorro! ¡Un muerto! (Gritando y corriendo.) ¡¡Un muerto!!
TODOS. (Menos Atenógenes y Renovación.) ¡Un muerto! ¡Un muerto!... (Se desunen las
parejas. Desorden general. Cesa la música.)
ROMUALDO. ¡Con razón apesta al mismísimo demonio! ¡Si ya lo decía yo!
CRISTETO. (Persiguiendo a Circunsición.) La adoro, Circuncisioncita. Es usted divina...
angelical... son sus ojos dos estrellas...
CIRCUNSICIÓN. (Corriendo, huyendo de él.) ¡Ay, ay! ¡Misericordia! ¡Jesús! ¡Jesús!...
ROMUALDO. (Armándose de valor.) Pues, oiga usted, señor don difunto. Ya esto pasa de
abuso; respete usted la propiedad ajena o yo se la haré respetar. ¡Uy!... ¡Si no se
soporta el hedor!...
RENOVACIÓN. (A su hijo.) Por Dios, Cristetito; estáte quieto que nos comprometes.
ATENÓGENES. (A su mujer.) ¡Tú tienes la culpa, endiabladísima mujer!
ROMUALDO. (Furioso a Atenógenes.) ¿Para esto nos ha invitado usted, señor Atenógenes?
ATENÓGENES y RENOVACIÓN. Usted disimule, don Romualdo.
ROMUALDO. Pondré mi queja al administrador del panteón, para que castigue como es
debido a este muertejo. (Señala a Cristeto.)
RENOVACIÓN. (A Romualdo.) Perdónelo usted. Es nuestro hijo.
ROMUALDO. ¿Eh? ¡¿Cómo nuestro hijo?!
TODOS. (Cuchichean, hablando bajo y asustados observando a los dos.) ¡¡¡ !!!
ATENÓGENES. ¿Qué cosa has dicho?...
RENOVACIÓN. ¡Quise decir, hijo tuyo y mío!
ATENÓGENES. ¡Ah!... eso sí... ¡eso sí!... Perdonen ustedes, señores, el mal rato que sin
proponermelo les he causado, pero este muchacho (señalando a Cristeto.) se coló
aquí repentinamente... yo lo que no quiero es que la fiesta se acabe por una cosa
tan insignificante, por haber tenido a los muertos antes de muertos, quiero decir,
antes del día de muertos.
ROMUALDO. Bien, acepto; pero con la condición de que su hijo se esté serio, que tenga
juicio. Que se contenga.
ATENÓGENES. ¡Lo tendrá! Yo respondo de él. (Habla bajo a Cristeto, pero tapándose la
nariz.)
ROMUALDO. ¡Entonces, que siga la fiesta!
ATENÓGENES. ¡Qué siga la fiesta, muchachos! ¡Música, señores, música!... ¡Bailemos...
(Los músicos tocan la melodía seleccionada. Todos bailan y aplauden.)
TODOS. ¡Viva! ¡Viva! ¡Bravo! ¡Bravo!
ATENÓGENES. ¡A bailar! ¡A bailar!

(Todos bailan. Cristetito también. En eso, cae el telón.)


SOLO PARA MUJERES... ¿DÓNDE ESTÁ SAN JOSÉ?
Sergio Guillermo Román del Real
Libreto suelto. Archivo de Jorge Segura

PERSONAJES
Virgen María / Arcángel Miguelina / Arcángel Gabriela / Satanela / Ana (coqueta) / Isabel
(chismosa) / Nohemí (avariciosa) / Sara (envidiosa) / Rebeca (dominante)

PRIMER ACTO
Campamento de pastores con fogata al centro y algunas cazuelas y jarros para preparar
alimentos. Vestuarios típicos de pastores, Época del nacimiento de Cristo. La escena está
vacía. Entra Satanela temblando de frío, se dirige a la fogata y se calienta con placer. Habla
hacia el público.

SATANELA. ¡Que frío! ¿Por qué no escogería el Redentor el tibio verano para nacer? ¿o,
al menos, otras tierras con clima benigno en donde no me atormentara el
gélido invierno? Estoy comenzando a sospechar que todo esto fue fríamente
planeado porque no quieren diablos aquí. ¡Qué desconsideración! Al menos
estos simpáticos pastores aman el calor. ¡De buena gana me pasaría la vida
aquí!

(Descubriendo al público) ¡Hola! Perdonen mi distracción, ahora me


presentaré. En esta pastorela el disblo soy yo. Soy Satanela, ángel de la
oscuridad. ¿Y Satán, dónde está? Está muy ocupado viendo un invento al
que llamarán televisión. ¿Saben?: él trabaja mucho, todo el día atiza el
fogón y dice que termina tan cansado que no quiere saber nada de Dios.

Revisando yo los libros que hablan de la redención, me encontré que ésta es


la fecha en que nacerá el Salvador y ¡aquí estoy! Me di a mi misma la
misión de impedir que los hombres conzcan al Hijo de Dios. ¡Qué importa
que nazca, si no nace en sus corazones!

Cristo nacerá esta noche en Belén y yo deberé impedir que allá vayan los
estos pastores, haré que estén cansados, con ganas de divertirse, les
ofreceré ricos bocados, frescos vinos y cervezas, haré que sus ojos se
cierren con arenas de pereza y al oído les murmuraré: “mañana, tal vez,
cuando amanezca...”

Que descansen todos los diablos en suaves lechos de carbones encendidos,


que descansen si están cansados que aquí está Satanela. ¡Demonios, qué
frío hace! Tendré que dejar este fuego pues allá veo a los pastores que
vienen a calentarse. (Desaparece de la escena, entran las pastoras, traen
leña, canastas con comida, mantas, escobas, etc.)

ANA. ¿Y dónde están los pastores?


ISABEL. Pues yo no quería decirte pero fíjate que vi a tu marido que se marchaba al
pueblo con tu prima. No creas que soy chismosa, solo soy comunicativa.
ANA. Gracias Isabel por la información. ¿Así que ese pillo me daja el campo
libre? Lo sabré aprovechar. ¿Y tu marido, Isabel?
ISABEL. ¡Ay, mi marido es muy bueno, se ha ido a confesar!
SARA. ¿Y para eso quería la botella que llevaba escondida? (Risas).
ISABEL. Que mal pensada Sara, si era agua bendita. (Risas).
REBECA. ¡A callar! Tenemos que preparar la comida y si siguen con sus chismes
cuando lleguen los pastores nada van a encontrar. Nohemí, regálanos un
poco de azaúcar para endulzar el café.
NOHEMÍ. Perdóname Rebeca, sólo traje para mí.
SARA. Algún día seré tan rica como tú. Ojalá te quedes pobre y tengas que
mendigar.
REBECA. Calla ya, envidiosa, que males no debes desear. Si Nohemí no quiere
darnos, ¿por qué la has de obligar? Vamos, a trabajar todas.
ISABEL. Pues yo no quería decirlo porque luego dicen que soy chismosa, pero pienso
que está noche los pastores no van a venir.
REBECA. ¿Qué sabes de ellos, Isabel?
ISABEL. Pues, me da mucha pena decírselos pero vi a tu marido y al de Nohemí
jugando dominó en el pueblo.
NOHEMÍ. Ya le he dicho que no juegue, que el dinero no se da en árboles. ¡Ay, diosito,
hazlo que gane!
ISABEL. Y sin que tampoco parezca chisme también vi al marido de Sara ir con el
alcalde.
SARA. ¿Qué les parece amigas? ¡mi esposo con el alcalde!
ISABEL. Fue con el alcalde para un trabajito, pues está noche hay fiesta en palacio y
no había nadie para servir. (Risas.)
REBECA. Estaremos solas esta noche, nuestros maridos no vendrán. El descanso, el
placer, el juego, la embriaguez y, hasta el mismo trabajo les impide venir
esta noche. Comencemos a servir los platos, amigas.
ISABEL. ¡Ay, amigas! hay otra cosa que les quiero decir.
ANA. Dilo ya, si no, no descansas.
ISABEL. Esta vez no es un chisme, ¡vean hacia allá! (Todas voltean).
TODAS. ¡¡Es un Ángel!!
GABRIELA. Soy una arcángel, soy Gabriela; Gabriel no pudo venir, había ensayo del
coro y me encargó que bajará par estar con ustedes... ¿y dónde están los
pastores?
REBECA. Todos tienen motivos para no estar aquí.
GABRIELA. Escuchen buenas pastoras lo que les voy a decir: esta noche les ha nacido
en el portal de Belén, un niñito precioso que es el Mesías Redentor. Es el
hijo de María y es Hijo de Dios. Vayan pronto amigas, así lo reconocerán:
(Canta)
Envuelto en pañales
y recostado en paja está
Él, tiembla de frío.
Ella solita está.
Son de lejanas tierras,
váyanles a acompañar.
Gloria a Dios en las alturas,
a ustedes, las de buena voluntad. (Se va)
SARA. Cómo envidio a María. Ha de estar muy contenta.
REBECA. Sara, no es bueno ser envidiosa.
ANA. ¿Será guapo San José?
REBECA. Ana, tu marido te puede oir. ¡Vamos pronto al portal! y llevemos al niño y a
la madre lo que permite nuestra pobreza.
NOHEMÍ. Ahora yo soy la que los voy a envidiar.
REBECA. No seas envisiosa tú también. Vamos, vayan a preparar los regalos.

Salen todas menos Ana que se queda recogiendo algo junto al fuego. Entra Satanela cuando
Ana va a salir.

SATANELA. Espera Ana. ¿A dónde vas?


ANA. Voy al portal de Belén a adorar al niño-Dios que ha nacido.
SATANELA. ¿Así? Mira, si hasta tienes tizne en la nariz. (Se lo quita)
ANA. ¿Qué quieres decir?
SATANELA. El que ha nacido es un príncipe y si es príncipe con toda seguridad allá va a
haber reyes, embajadores, condes, duques y uno que otro marqués. ¿Y tú
vas así, Anita? No, no, no... ponte tu vestido deminguero, píntate,
perfúmate. ¡Es una noche especial!
ANA. Tienes razón, amiga. Me pondré tan guapa que voy a conquistar a más de
uno. (Sale Ana y entra Isabel)
SATANELA. ¿A dónde vas, Isabel?
ISABEL. A adorar al niño que nació en el portal.
SATANELA. ¿Al de María?
ISABEL. Sí.
SATANELA. ¿Pero, no sabes? Ven para contarte. ¿No sabes que María esperaba al niño
antes de vivir con José?
ISABEL. No me digas, quién lo iba a pensar. ¿Y qué más? cuenta, cuenta.
SATANELA. Pues a mi me parece muy sospechoso que vengan reyes desde oriente a
visitarla. ¿No habrá intereses políticos internacionales?
ISABEL. ¿Y Herodes ya lo sabe?
SATANELA. También dicen que el que ha nacido será el Rey de Judá.
ISABEL. ¡Válgame Dios! Voy a investigar bien para poder pasar información
fidedigna. (Sale)
SATANELA. Isabel es buena aliada, es buena candidata para que me haga compañía por
siempre... un chismoso es más que un demonio. (Entra Nohemí ocultando
algo bajo el manto)
NOHEMÍ. ¿Dónde lo ocultaré?
SATANELA. ¿Qué llevas ahí, Nohemí?
NOHEMÍ. Llevo mi azúcar y ando buscando dónde esconderla. Si las otras se dan
cuenta me van a pedir. Le llevo un poquito al Niño para que no hablen mal
de mi; lo suficiente para un tecito. ¿Dónde la esconderé? ¿Dónde?
SATANELA. Ponla ahí entre esas piedras. Tienes razón en ser así, hay que cuidar
nuestros bienes porque uno no sabe cómo será el futuro. (Se va Nohemí) No
se sirve a Dios y al dinero porque con alguno se queda mal. Ni falta hago
aquí mientras haya gente como Nohemí. (Entra Sara)
SARA. ¡Qué coraje! ¡Qué envidia!
SATANELA. ¿Qué te pasa, Sara? ¿Qué es lo que envidias?
SARA. ¡A María! ¿qué acaso yo no lo merezco? ¿por qué no fui yo la madre de ese
Niño? ¿por qué yo no y María sí? Ella pasará a la historia y de mí, ni quién
se acuerde. ¡Qué envidia! ¡qué envidia!
SATANELA. Lo dicho: con estas pastoras mejor me regreso al infierno... no hago falta...
todo el trabajo está hecho. Solo falta Rebeca.
REBECA. Ana, Isabel, Nohemí, Sara. ¡Por Dios, mujeres!, ¿qué esperan? Corran, que
si nos tardamos llegaremos cuando ya ese Niño dé los primeros pasos.
SATANELA. ¡Eso es, Rebeca, exígeles! Hábrase visto mujeres tan ineptas, si no fueran
por tí no harían nada. ¡Vamos, exige, manda, gobierna!, para eso naciste.
Ellas son unas tontas e ignorantes, sólo piensan en hombres, en chismes, en
dinero, en fama. Tú eres la única sensata, por eso tienes el don de mando.
Mira, allá vienen, ¡exígeles!
REBECA. Vamos, caminen. No ven que se hace tarde. (Llegan todas. Ana
exageradamente arreglada, Isabel chismorrea en voz baja, Nohemí trae
aferrada una bolsita de azúcar, Sara mira con envidia y Rebeca las ve con
desprecio.)
MIGUELINA. (Con espada) ¡Alto ahí! ¿a dónde van?
REBECA. A adorar al Niño que está en el portal.
MIGUELINA. ¡¿Y así van?!
Llevan de ofrenda al Niño su miseria y su maldad,
mejor regalo merece el que por ustedes nació.
Él quiere corazones puros, no quiere corrupción.
Ana, ¿qué llevan en el corazón?
llevas impuros deseos, la corrupción de tu amor.
Despíntate esa cara, pareces payaso, por Dios.
Tienes tu marido, Ana; busca de él sólo su amor.
Y tú, Isabel, deja de chismear.
El chisme corrompe y pierde al que lo ha de escuchar,
hace de tí un mal bicho de esos que hay que pisar.
Deja ya la ponzoña, deja ya de odiar.
Busca lo bueno, amiga; dedícate a la verdad
Nohemí, ¿qué llevas ahí?
NOHEMÍ Un gran regalo para el niño, gracioso Arcángel de Dios.
MIGUELINA ¿A eso llamas regalo? lleva también lo demás
Regalar lo que nos sobra es a Dios ofender.
Aunque tú seas pobre, algo puedes regalar.
No lo que te sobra regales, ni guardes para tí lo demás.
No sirvas a dos señores; sirve a Dios nada más.
SARA. Ahora si no las envidio.
MUGUELINA. Ni las envidiarás más. Por envidiar Satán perdió,
pues quería ser como Dios. Conformáte con lo que eres
y si quieres ser más, lucha, trabaja y esfuerzáte
y lo que deseas serás. Valórate a tí misma
y nada tendrás que envidiar. La envidia envilece, denigra y hace sangrar,
ella amarga tu vida. Pierdes la felicidad.
¿Y tú, Rebeca?
REBECA. Mande usted, general.
MIGUELINA. Si en verdad quieres mandar aprovechando el don de Dios,
aprende a ser humilde, aprende a decir: “por favor”
y trata de comprender a los que has de mandar.
No se te olvide, Rebeca, que mandar es servir
y que el primero es el último si en verdad quieres mandar.
(Al ver a Satanela)
¡Lárgate de aquí, Satanela.! Ya nada puedes hacer.
El Dios niño ha nacido, ha nacido aquí en Belén.
Ahora nacerá en los hombres, si ellos lo dejan nacer.
Es tan grande se amor; es tan débil criatura
que al hombre conmoverá y lo hará entrar en cordura.
¡Largo de aquí, Satanela, si no quieres la piel dejar!
SATANELA. Hace tanto frío que sin piel me congelaría,
me voy pues por mi gusto, al fin que yo ya me iba.
Me voy porque tengo frío y no por temor a ti.
MIGUELINA. ¡Largo de aquí, Satanela! (La amenaza con la espada)
SATANELA. Sí, sí, ya me iba. (Sale)
REBECA. Dinos quién eres tú... por favor.
MIGUELINA. Soy la Arcángel Miguelina; Miguel no pudo venir
pues tuvo un encuentro importante con el equipo de diablos.
Pero vengo yo en su lugar y ahora las he de llevar
hasta el portal de Belén al Niño Dios a adorar. (Salen todas)

SEGUNDO ACTO
(El portal de Belén. María con el Niño, solos. Puede estar Gabriela)

MARÍA. (Cantando)
A la ro, ro, niño
a la ro, ro, ro
Duérmete mi niño
duérmete, mi amor...
Señora Santa Ana,
¿por qué llora el niño?
Por una manzana
que se le ha perdido.
Vamos a la huerta
y cortaremos dos,
una para el niño
y otra para Dios.
A la ro, ro...

Sssh, se ha dormido.
¡Qué bello es mi niño
el sol ha nacido
es lluvia y rocío
que los cielos abiertos
sobre el surco esparcieron

Sssh, se ha dormido
por favor no hagan ruido.
Dejen por hoy que descanse.
Mucho trabajo le espera,
hoy es apenas un niño,
dejen que sus ojos cierre.

Dejen que en sus sueños recuerde


el cielo del que ha bajado.
¿No ven cómo sonríe?
Será que sueña a su Padre?
¿Será que sueña conmigo?
Por favor no hagan ruido,
dejen que por hoy descanse.
MIGUELINA. (Entrando con las pastoras que llevan ofrendas)
Hasta el portal de Belén mi espada las ha guiado. Allí está el Niño Dios y su
madre al cuidado. Ahora, humildes pastores, entren, pues, a adorarlo.
ANA. (Ya sin tantos arreglos) Niño Dios, Jesús mio, mi corazón te entrego, yo quiero que
esté limpio, que limpio tú lo encuentres. Está hecho para el amor, para que
pongas en él el tuyo.
ISABEL. Yo te ofrezco mis labios que anuncian buenas noticias que alegran el corazón
de los que están en tinieblas.
SARA. Qué dichosa soy de poder llegar a tus pies ¡Cómo me van a envidiar! con la envidia de
la que es santa, las generaciones futuras al recordar esta noche de gracia.
NOHEMÍ. Yo te traía un don que era mísero y ruin. Todo lo que tengo te doy, y mejor, me
ofrezco toda yo.
REBECA. Tú me diste un don que pongo a tus pies, yo lo quiero convertir en el don de
poder servir a todos.
ANA. ¿Y dónde está San José?
TODAS. ¡Ana!
ANA. Por favor, amigas, no piensen mal, les juro que no hay mala intención. Con todo lo que
está pasando de mi mal me estoy curando. Sólo demuestro extrañeza de no
ver al Santo varón. No han venido nuestros maridos, los arcángeles no están,
no está San José ni tampoco Satanás. ¿No les parece algo raro?

MARÍA. (Caminando hacia el público, explicando) Ustedes acaban de ver esta especial
pastorela que titulamos “Sólo para mujeres” o “Dónde está San José”. En ella
quisimos marcar lo que es una verdad muy triste: los hombres huyen de
aquello que es importante. No asisten ni participan en juntas y reuniones de la
escuela. Y en lo religioso, ni se diga, es de lo que menos quieren saber.
Siempre tiene excusas a manos llenas y siempre tienen pretextos, sobre todo
cuando se trata de las cosas de Dios.

Unos porque trabajan mucho, otros porque están cansados, otros tiene
negocios más importantes. Hay la mala costumbre de creer que las custiosnes
religiosas son solo para las mujeres y los niños y que los hombres, por sus
responsabilidades, están exentos de ellas.

Señores que están presentes, jóvenes, amigos nuestros, Dios cuenta con
ustedes, quiere que de vez en cuando se acuerden de él y lo visiten. Así que
ya no busquen más pretextos. Imaginen lo que pasaría si ustedes quedaran
fuera del plan salvador de Dios.

Den a Dios un poquito del mucho tiempo que le dedican al futbol, a los amigos,
al trabajo, a la televisión... sólo un poquito, pero que nunca suceda que no
tengan un tiempito para responder a todo ese gran amor que Dios nos tiene.
¡Qué tanto será! que “nadamás” DIO SU VIDA POR TI. ¡FELIZ NAVIDAD!

¡NEGOCIOS! ¿NEGOCIOS?
farsa para jóvenes de Juan Jiménez Izquierdo
Libro de texto: Expresión y Apreciación Artísticas. Introducción al Teatro de Áurea Aguilar y Evelia Bersitáin. Ediciones
Pedagógicas, México, 1996. pp.143-162

PERSONAJES
Calavera José / Calavera Felipe / Calavera Pancho / Calavera Pedro / Fantasma Michael /
Fantasma John / Fantasma Tom / Fantasma Jim / Diablo Cereza / Diablo Frambuesa /
Chaneque Jeremías / Bruja Florencia Siempreviva

CUADRO UNO
Escena 1
En una calle se encuentran dos casas de madera enfrente una de otra, una está habitada por
calaveras, que se encuentran cantando y bailando.

Bailando bailando esta canción


somos las calacas tilicas y flacas.
Bailando bailando esta canción
somos las calacas huesudas y flacas.
la, la, la, la, la, la.
Tin marín de do pingüe
cúcara mácara titere fue.

Canta una calavera sola.

Estaba la media muerte sentada en un carrizal


comiendo tortilla dura para poder engordar.
Estaba la muerte seca sentada en un arenal
comiendo tortilla dura y frijolitos sin sal.
Sin sal, sin sal, sin sal.

Canta otra calavera.

Llegó la gran ocasión


de divertirse deveras
van a hacer las calaveras
sus fiestas en el panteón.
Las flautas son de canillas,
de hueso son los violines,
de cráneo los cornetines,
los fagots de rabadillas.
El que quiera la función
mirar de las calaveras
que se muera de a deveras
y que se vaya al panteón.

Terminan cantando a coro

Tra, la, la. Tra, la, la. Tra, la, la.

Escena 2
Al terminar de bailar tres calaveras se asoman por la ventana. En la otra casa están llegando
unos fantasmas con sus maletas.

CALAVERA PEDRO. Miren lo que está llegando.


CALAVERA PANCHO. ¿Qué es eso?
CALAVERA JOSÉ. No sé, nunca había visto tantos desfiguros juntos.
C. PANCHO. ¿De dónde vendrán?
C. JOSÉ. De algún carnaval, posiblemente.
C. PEDRO. Felipe ven, tú has de saber quiénes son.

La calavera Felipe se acerca hasta ellos.

CALAVERA FELIPE. Dejen ver; ¿dónde he visto algo parecido? ¡Ah! ¡Ya recuerdo!
Traigan el periódico.

Se retiran las calaveras de la ventana y una de ellas coge el periódico y se lo da a Felipe, lo


rodean los demás.
C. FELIPE. Esperen, aquí está, escuchen: “para sus halloween compren calabazas, para que
celebre una gran fiesta de noche de brujas, de venta próximamente en sus centros
comerciales, esté usted pendiente”.
C. PANCHO.¿Y qué tiene que ver eso?
C. FELIPE. Mucho, los nuevos vecinos bos van a hacer la competencia en la noche del día de
muertos.
C. PEDRO. ¿Pero, cómo? Explícate más claro.
C. FELIPE. Son una compañía extranjera, que se va a dedicar a la venta de
calabazas.
C. JOSÉ. Si aquí también hay tiendas donde se venden y nunca hemos tenido problemas.
C. PEDRO. Y sabemos que se hace un sabroso dulce con ellas y no otra cosa que nos
perjudique.
C. FELIPE. Pero ellos no se van a dedicar a vender dulce, sino para ornato; a las calabazas
les van a sacar las semillas para luego formarles ojos, boca y meterles una vela
prendida, formando una lámpara o cualquier otro adorno.
C. JOSÉ. Si es así, ¡nos van a dejar sin trabajo!
C. PANCHO. ¿Qué haremos?
C. PEDRO. ¡Hay que pensar rápido!
C. JOSÉ. Tenemos que correrlos.
C. FELIPE. Malo, malo, malo está este asunto.
C. JOSÉ. ¿Qué esperamos? Vamos a echarlos fuera del pueblo.
C. PANCHO. ¿Pero, cómo?
C. JOSÉ. Golpeándolos, ¿qué esperamos? Vamos rápido.
C.FELIPE. No seas precipitado José, hay que actuar con cautela.
C. JOSÉ. Esto no debe esperar, tenemos que actuar en seguida, quemémosles la casa.
¡Rápido! ¿qué esperamos?
C. PANCHO. ¡No! Podemos tener problemas con la policía.
C. JOSÉ. No sean miedosos.
C. FELIPE. Dices bien, Pancho, no hay que buscarnos más problemas, mejor hay que
pensarlo de otra manera.
C. JOSÉ. ¡Cobardes!Hay que pensar, qué ganamos con eso. Si ustedes no quieren, yo solo
me les voy a enfrentar.
C. FELIPE. ¿Qué es lo que esperas?, vé, así nos ahorrarás el trabajo de pensar.
C. JOSÉ. Ya es muy tarde, han de estar dormidos y es falta de educación irlos a levantar a
tan altas horas de la noche; pero mañana temprano voy. Ustedes creen que les tengo
miedo, pero ya verán quién soy.
C. FELIPE. Hay que descansar; mañana veremos qué se puede lograr.
C. PANCHO. Qué sueño tengo.
C. PEDRO. Que pasen buena noche.
C. FELIPE. Hasta mañana.

Escena 3
Entran a otro cuarto, se apaga la luz de su casa. En la casa de enfrente ya terminaron de
mudarse. Hablan con acento inglés.

FANTASMA JOHN. Por fin hemos llegado.


FANTASMA JIM. La tarea está por concluir.
FANTASMA TOM. Para mi no gustar esta house.
FANTASMA MICHAEL. ¡Casa!, no house. Hay que hablar español.
F. JOHN. Sí, por eso estudiamos bien el español.
F. JIM. Ya deja de palabrear, hay cosas más importantes que discutir.
F. JOHN. Muy cierto, lo primero que tenemos que analizar es qué vamos a hacer con la
competencia.
F. MICHAEL. Y lo peor es que los tenemos aquí enfrente, después de tanto trabajo que nos
dio conseguir el permiso para instalar la fábrica en este sitio.
F. JIM. No contábamos con eso, creímos que ya no íbamos a tener problemas.
F. MICHAEL. ¿Qué se podrá hacer?
F. JOHN. Una solución sería asociarnos y formar una compañía.
F. JIM. No creo que nos convenga.
F. JOHN. Pero no hay otra solución, por lo pronto; ya como socios podemos ir quedándonos
poco a poco con su negocio.
F. JIM. Pero para que esto suceda tardará bastante tiempo.
F. MICHAEL.Creo que es lo más convincente la proposición de John, ya que no tenemos
otra.
F. TOM. We must vivit them at once.
F. JOHN. En español, ¿qué no entiendes?
F. TOM. Se olvida pronunce.
F. JOHN. Si se te olvida la pronunciación mejor guarda silencio, ¿sí?
F. MICHAEL. ¿Pero si no desean unirse?
F. JOHN. Fácil; los acabaremos con nuestra publicidad; la pondremos en todos los medios
de comunicación, haremos promociones y ofertas.
F. TOM. We should better do that!
F. JOHN. ¿Qué no entiendes? ¡en español!
F. MICHAEL. Esperemos que acepten, porque si no, tenemos que invertir más de lo
acordado en publicidad.
F. JOHN. Mañana mismo hablaremos con ellos.
F. JIM. Y les diremos nuestro proyecto.
F. JOHN. Esperemos que todo se resuelva favorablemente.
F. MICHAEL. ¡Pero arriba ese ánimo y que venga la alegría y a trabajar!
F. JIM. Que para mañana la maquinaria quedará terminada.
F. JOHN. Manos a la obra.

Escena 4
Se dedican a armar una máquina. Todos bailando; al terminar se van metiendo uno por uno; se
apagan las luces. En medio de las dos casas aparecen dos diablos.

FRAMBUESA. Qué suerte tenemos esta noche, Cereza.


CEREZA. ¿Por qué, Frambuesa?
FRAMB. Pues verás; después de oir los acontecimientos de los vecinos, vamos a
complicarles más sus problemas.
CEREZA. ¿Cómo?
FRAMB. Fácil; entras tú allá y yo acá (señala las casas), nos robamos algo que utilicen
mucho, y listo.
CEREZA. ¿Qué sucederá?
FRAMB. Se echarán la culpa entre ellos.
CEREZA. Qué inteligente eres.
FRAMB. Es una de mis muchas cualidades.
CERZA. Qué divertido va a ser.
FRAMB. El siguiente paso será llevarnos el botín al bosque y lo esconderemos, luego
regresamos para contemplar lo que suceda.
CEREZA. Vamos pronto, no vayan a despertar.

Entra Cereza a la casa de las calaveras y saca un costal. Frambuesa entra a la otra casa y
saca también un costal.

CEREZA. Es lo único que encontré.


FRAMB. También yo.

Entran riéndose. Se apagan las luces.

Escena 5
Está amaneciendo en la casa de las calaveras. Están despertando.

C. JOSÉ. ¡Ya, arriba muchachos! Hay que arreglar este problema.


C. PANCHO. Qué sueño tengo; espera, es muy temprano.
C. FELIPE. Llevas mucha prisa, José, ¿qué les vas a decir?
C. JOSÉ. Este, no sé; ustedes ya deben haber pensado.
C. PANCHO. ¡Nos han robado! ¡nos han robado!
C. FELIPE. ¿Qué sucede?
C. PANCHO. ¡Nos robaron!
C. FELIPE. Cálmate, Pancho.
C. JOSÉ. ¿Qué nos robaron?
C. PANCHO. El costal de azúcar.
C. FELIPE. No puede ser, ¿estás seguro?
C. PEDRO. No se encuentra por ningún lado, es cierto.
C. JOSÉ. Fueron esos desfiguros de enfrente, estoy seguro. Eso nos pasó por no haberlos
corrido ayer.
C. FELIPE. Esto complica las cosas, si no encontramos el azúcar no habrá producción de
calaveras para el día de muertos.
C. PEDRO. ¿Quién sería?
C. JOSÉ. Estoy seguro que fieron los de enfrente, ¿quién pudo haber sido sino ellos?
C. FELIPE. Pero no tenemos pruebas para acusarlos.
C. PEDRO. ¿Qué hacemos?

Escena 6
Se sientan todos tristes y pensativos. En la casa de los fantasmas ya están despiertos y se
encuentran haciendo ejercicios de gimnasia.

F. MICHAEL. Qué día tan alegre.


F. JOHN. Muy buen presagio para los negocios.
F. MICHAEL. Hay que ir a visitar a nuestros futuros socios.
F. JOHN. No tan de prisa, después de desayunar iremos.
F. MICHAEL. Los negocios hay que hacerlos temprano. El tiempo es dinero.
F. JOHN. Está bien, vamos.
F. JIM. Yo también voy. Tom, trae unas hojas y una pluma; para que de una vez firmen el
convenio.
F. JOHN. Pero todavía no sabemos si aceptan.
F. JIM. Es lo más seguro: les mostraremos los dólares para que se animen.

Tom se mete a buscar el papel y la pluma, y al darse cuenta que no está el costal, sale
corriendo.

F. TOM. Thieves, thieves, thieves!


F. JIM. ¿Qué gritos son ésos?

Todos salen a verlo.

F. MICHAEL. ¡No se encuentra el costal!


F. JIM. ¡Se robaron el costal con las semillas! ¡No podremos sembrar!
F. JOHN. No habrá calabazas este año, empezamos mal el negocio.
F. JIM. ¿Quién nos lo habrá hurtado?
F. MICHAEL. Sospecho de los huesudos de enfrente.
F. JOHN. No los creo capaces.
F. MICHAEL. ¿Por qué no? puede ser que nos tengan envidia.
F. JOHN. Y nosotros que pensabamos admitirlos en nuestra compañía.
F. JIM. Qué esperamos, vamos a quitárselas.
F. JOHN. ¡No! espera: hay que investigar primero.
F. MICHAEL. Principiemos con ellos.
F. JOHN. Está bien, vamos.

Salen los fantasmas a la calle, al igual que las calaveras, encontrándose en medio de la calle
los dos bandos.

C. JOSÉ. Regrésennos inmediatamente nuestra azúcar.


C. PEDRO. Sí, pero rápido, no quremos perder tiempo con ustedes.
C. JOSÉ. ¿Qué esperan? ¿Prefieren probar nuestros golpes?
C. FELIPE. Espera, no te precipites.
F. JOHN. Un momento, nosotros no somos ladrones.
F. MICHAEL. Pero ustede sí, han de tener nuestras semillas.
C. JOSÉ. Ahora nos salen con que nosotros somos los ladrones, están locos.
C. PANCHO. Eso dicen para quitarse toda culpa.
F. MICHAEL. Tom: vé, asómate a su casa.
C. JOSÉ. Un momento, en mi casa no entran espantapájaros. (Corre hasta la puerta)
F. MICHAEL. ¿Por qué temes que se asomen?
C. JOSÉ. Pancho: asómate a su casa.
F. JIM. Aquí no pasa nadie. (Se para en la entrada de su casa)
F. TOM. Don’t pretend that you’re stupid.
C. JOSÉ. ¿Qué dijiste?
F. TOM. I said what I said.
F. MICHAEL. Ya no hables, Tom.
C. FELIPE. Aquí hay un mal entendido.
F. JOHN. Eso mismo pienso yo; vamos a aclarar las cosas.
C. FELIPE. Según tengo entendido, a ustede les robaron al igual que a nosotros.
F. JIM. ¡Sí!
C. FELIPE. Nosotros pensamos que ustedes nos habían robado.
F. JIM. Lo mismo creíamos nosotros.
C. FELIPE. ¿Quién nos robaría? José, déjalo pasar.

Tom entra a la casa de las calaveras y Pancho a la otra casa.

C. JOSÉ. (Gritando) ¿Lo encontraste, Pancho?


C. PANCHO. (Saliendo) No hay nada.

Sale el fantasma Tom y con señas dice que no.

F. JOHN. Vámonos, tenemos que investigar más detalladamente.

Escena 7
Se retiran los dos grupos a sus casas.

C. FELIPE. Qué va a ser de nosotros, ahora que no tenemos trabajo.


C. PANCHO. ¡Hay que esperar!
C. JOSÉ. ¿Y a quién? No debemos quedarnos con los brazos cruzados, tenemos que hacer
algo urgentemente.
C. FELIPE. ¿Cómo qué?
C. PANCHO. Por lo menos hay que investigar.
C. PEDRO. Percibo un olor medio raro.
C. PANCHO. Yo también.
C. FELIPE. Huelo a azufre.
C. PANCHO. Han de haber dejado ese olor los ladrones.
C. JOSÉ. Vamos tras ellos, antes de que el olor se esparza con el viento.
C. PEDRO. Lo más seguro es que se fueron al bosque.
C. FELIPE. Esperen, no hay que ir todos: Pancho y Pedro, quédense.
C. JOSÉ. No les vamos a decir nada a los fantasmas.
C. FELIPE. Claro que no, así nadamás nosotros tendremos la materia prima. Pero nos han
de estar cuidando, asómate a la ventana Pedro.
C. PEDRO. Es cierto, nos están espiando.
C. FELIPE. Vigila, cuando se descuiden nos dices, para salir corriendo.

Pedro se queda observando por la ventana, Felipe y José se paran cerca de la puerta.

F. MICHAEL. (Viendo por la puerta) Nos están observando.


F. JOHN. Estamos perdiendo tiempo.
F. JIM. No los vamos a poder alcanzar, tenemos que obrar rápido.
F. JOHN. Se me ocurre una idea. vamos a disfrazarnos, tú (señala a Michael) y yo.
F. MICHAEL. ¿En qué forma?
F. JOHN. Fácil, miren: nos metemos a los botes de basura y los muchachos que los
depositen afuera, al mayor decuido de las calaveras nos les fugamos.
F. MICHAEL. ¿Entonces, qué esperamos?

Los fantasmas Michael y John se meten a unos botes. Tom los jala y los deja afuera.
C. PEDRO. Ya sale uno de ellos; esperen, sólo va a sacar los botes de basura.
C. FELIPE. Se está perdiendo tiempo, hay que idear algo para salir sin ser vistos.
C. PANCHO. Si cavamos un túnel por allá.
C. FELIPE. Es muy tardado.
C. PANCHO. Qué haremos, qué haremos.
C. JOSÉ. Ya sé
C. FELIPE. ¡Qué! Di rápido.
C. JOSÉ. Pongan atención: tú, Pancho sacas la ropa a tender y nosotros nos metemos en
los canastos; cuando tiendas la ropa, ésta nos cubrirá el frente y así podremos
escapárnosles, fácil, ¿no?
C. FELIPE. Creo que va a dar resultado, no perdamos tiempo.

Las calaveras Felipe y José se meten en dos canastos que contienen ropa. Pancho los saca a
la calle donde se dedica a tender la ropa.

C. PANCHO. Yo les aviso, estén listos.

Conforme Pancho va tendiendo la ropa, los botes y los canastos se van moviendo, al terminar
de tender, los canastos corren por el lado derecho y los botes por el izquierdo.

C. PANCHO. (Gritando) ¡Los engañamos, bravo!


F. JIM. (Gritando) ¡Hurra! ¡Hurra!
C. PEDRO. (Gritando) Qué listos somos.
F. TOM. (Gritando) We fooled them.

Se quedan viendo con asombro y desconfianza unos a otros.

OSCURIDAD TOTAL

CUADRO II
Escena 8
En el bosque se encuentra un árbol y en la copa se halla una plataforma cubierta con ramas.
Salen los diablos.

FRAMB. Cómo pesan.


CEREZA. (Cargando los dos costales) Vamos a descansar un rato.
FRAMB. Hay que esconderlos de una vez, pero antes vamos a ver qué contienen.

Ven el contenido de los costales.

CEREZA. ¡Semillas y azúcar! Hay que tirarlos, no sirven para nada.


FRAMB. Estás loco, les vamos s sacar mucho provecho. Buscaremos a nuestro primo el
diablo Rosado, él es muy bueno en los negocios; estudió eso que se llama
mercadotecnia, para que se los venda a los del pueblo nuevamente.
CEREZA. Eso pesa mucho, vamos a esconderlo en algún lugar seguro.
FRAMB. Pero tiene que ser cerca, para poder regresar rápido a ver que está sucediendo en
el pueblo.
CEREZA. Ha de estar como volcán en erupción. ¿Y si los enterramos?
FRAMB. La humedad los echaría a perder. ¡Mira ese árbol, está como mandado a hacer!
Súbete, para darte los costales.

Cereza se sube al árbol y Frambuesa le pasa los costales.

CEREZA. Si seguimos con esta suerte, vamos a subir pronto de categoria.


FRAMB. Y con lo que obtengamos de la venta, podemos comprar unos tridentes de aluminio
inoxidable.

Se escucha una flauta.

CEREZA. ¡Oyes? Es una flauta.


FRAMB. No puede ser, iba todo tan bien . . . ¡Bájate, rápido!
CEREZA. ¡Ay! ¡No puedo, se me atoró la cola, sube a ayudarme!
FRAMB. (Subiendo) ¡Siempre pasa lo mismo contigo!
CEREZA. ¡Ay! ¡No jales tan duro! Ya estuvo.
FRAMB. Cállate, que ahí viene.

Escena 9
Entra un duende tocando una flauta.

JEREMÍAS. (Deja de tocar) Qué calor, me acostaré un rato bajo la sombra de este árbol. Ay,
qué cansado me siento.
FRAMB. (Asomándose) Se está durmiendo, ¿por qué escogería este lugar?
CEREZA. Hay que esperar a que esté bien dormido.
FRAMB. No, mejor hasta que se vaya.
CEREZA. ¿Y si no se va?
FRAMB. Se tiene que ir.
CEREZA. ¡Se nos va a hacer tarde!
FRAMB. ¿Y qué quieres que haga, que baje y nos vea Jeremías?
CEREZA. Nada más me acuerdo de lo que le hicimos, y no aguanto la risa.
FRAMB. ¿Qué estará pasando en el pueblo? Me congelo de curiosidad.
CEREZA. Ahora que hicimos un buen trabajo, no podemos gozarlo.
FRAMB. Guarda silencio, ya se levantó
JEREMÍAS. Ese olor a azufre no me deja estar tranquilo, la contaminación ya llegó hasta el
bosque, no puede ser posible (camina para el lado derecho). Aquí el olor es distinto
(pausa) ¿Huele a heliotropos? ¿Qué haré . . . ? (Corre y se sube al árbol. Ve a los
diablos) ¡Ustedes aquí!
FRAMB. ¡Hola! Don Jeremiítas, cómo está usted . . .
CEREZA. Qué milagro que se deja ver . . .
FRAMB. ¿No pudo dormir? No se apure, aquí le tenemos estos costalitos, muy blanditos.
JEREMÍAS. No, gracias; qué amables son, pero los tengo en mi poder y no se me van a
escapar.
CEREZA. Discúlpenos, no fue nuestra culpa, sólo queríamos calentarnos.
JEREMÍAS. Sí, con mi colchón, que casualidad; no puede dormir uno tranquilo con ustedes
sueltos.

Escena 10
Entra la Bruja cantando.

BRUJA.Soy la flor,
más alumbrada
por el sol
en todo el universo
no hay una como yo,
las rosas y margaritas
me tienen envidia a mí
por ser la más bonita
en todo este jardín.
(Viendo unas flores) ¡Oh! Si son azafranes, o tulipanes, no puede ser; no son de esa
forma. ¿Qué serán? ¿Petunias, geranios, claveles o amapolas? No. Tampoco
alhelíes. Pero parecen dalias . . . Lo más conveniente es consultar en mi
enciclopedia floral. (Saca un libro y se sienta a leerlo)
FRAMB. ¿Quién es?
JEREMÍAS. ¿No la conocen? Es la famosa bruja perfumista, florista y cosmetóloga,
Florencia Siempreviva.
CEREZA. Deja llamarla.
JEREMÍAS. ¡No!
CEREZA. ¡Por qué?
JEREMÍAS. Es que su olor no lo soportarían.
FRAMB. ¡Y qué! Háblale, Cereza.
JEREMÍAS. Espera, es que anhela ser mi novia.
FRAMB. ¿Ella tu novia? ¡Pues no está mal!
CEREZA. ¿Y por qué no le haces caso?
FRAMB. Harían buena pareja.
JEREMÍAS. Ya lo sé, pero yo soy alérgico al perfume, me causa ronchas por todo el cuerpo,
y también odio las flores.
FRAMB. Voy a hablarle y a decirle que aquí estás.
CEREZA. Sí, sí, va a ser bien divertido.
JEREMÍAS. Esperen, hagamos un convenio.
FRAMB. Tú dirás.
JEREMÍAS. Si me dejan estar aquí y no le dicen nada a ella, los perdono.
FRAMB. Está bien, para que veas que somos buenas gentes, digo buenos diablos, aquí te
dejamos, nosotros nos bajamos.
JEREMÍAS. No, ustedes se esperan hasta que ella se vaya.
FRAMB. Nosotros no podemos esperar, tenemos prisa. Con su permiso, déjenos pasar.
JEREMÍAS. (Arrancando una rama) Si ustedes dan un paso más, los muelo a golpes.
FRAMB. Sólo era una broma, señor.

Jeremías saca una reata y amarra a los diablos; él se atora la punta en el cinturón y camina
hasta los costales.

JEREMÍAS. Así no se me escapan. Me avisan cuando se vaya; mientras voy a dormitar un


poco.
CEREZA. ¿Qué hacemos?
FRAMB. Espera, se me ocurrió una idea. (Se la dice en secreto)
CEREZA. (Camina y va hacia Jeremías) Se durmió.
FRAMB. A la una, a las dos y a las tres.
CEREZA. ¡Abajo!

Los diablos lo avientan, queda colgado.

JEREMÍAS. (Gritando) ¡Eh! ¿Qué pasa? ¡Ay! me la van a pagar, ¡diablos locos!, ¡diablos
mugrosos! ¡diablos roñosos! Suéltenme. Les estoy hablando, par de tarados.
BRUJA. ¡Qué sucede! Si es don Jeremías, ¿qué boca de dragón es esa? Está usted frente a
una dama.
JEREMÍAS. Me la van a pagar, diablos tarados.
BRUJA. Mi petunio, en qué situaciones se encuentra, parece una amapola apachurrada.
JEREMÍAS. Suéltenme, suéltenme, me la van a pagar, van a ver quién soy yo enojado . . .
¿qué no me oyen? . . . suéltenme.
BRUJA. (Caminando alrededor de él, aventándole flores) Me quiere, mucho, poquito, nada,
me quiere . . . ¡mucho!
JEREMÍAS. ¡Me la van a pagar!
BRUJA. Espere, lo voy a desatar, se me está poniendo color crisantemo. (Lo desata)
JEREMÍAS. (Cae) Déjeme, bruja loca, déjeme.
BRUJA. Ay, aplastó mis capuchinas.
JEREMÍAS. (Levantándose) Nada más salgo de ésta y van a ver quién soy yo.
BRUJA. (Lo agarra) Mi diente de león, te fabriqué un aroma especial para tí, es fabuloso,
huélelo. (Lo rocía con el perfume)
JEREMÍAS. Por favor, señora, suélteme.
BRUJA. Espere, no se vaya, espere, espere. (Lo persigue)

Los diablos quedan riéndose.

FRAMB. Ahora si, vámonos.

Se baja Frambuesa y cuando se va a bajar Cereza regresa Jeremías.

CEREZA. Alguien viene.


FRAMB. ¿Por dónde? Sí, es él, baja rápido.
CEREZA. ¡No puedo! Otra vez esta cola se me volvió a atorar, espera, ya estoy libre.
FRAMB. Demasiado tarde. Ayúdame a subir.
JEREMÍAS. (Entra) Por suerte, me escape, pero ustedes no se salvarán. (Los agarra de las
piernas)
FRAMB. ¡Suélteme!
JEREMÍAS. ¡No! ¡No! ¡No!
CEREZA. Si nos dejas ir, te regalamos los costales.
JEREMÍAS. Para qué los quiero, no me sirven de nada.
FRAMB. Cómo eres tonto, los puedes vender y obtener buenas ganancias.
JEREMÍAS. ¿Qué es lo que contienen?
CEREZA. Azúcar y semillas.
JEREMÍAS. ¿De dónde los tomaron?
FRAMB. Este . . . nos . . . ¡nos lo regalaron!
JEREMÍAS. ¿Seguros?
FRAMB. ¿Dudas de nuestra honradez?
JEREMÍAS. Está bien, pásenmelos.

Entra la Bruja.

BRUJA. Amor, amor, amor, el destino nos vuelve a juntar.


JEREMÍAS. Regreso al rato.

Sale corriendo y detrás de él, por supuesto, Florencia Siempreviva.

Escena 11
Entran por el lado derecho las calaveras y por el izquierdo los fantasmas.

FRAMB. ¡Libres de nuevo! Ahora, vamos rápido, no perdamos tiempo.


CEREZA. Espera, aquí están los del pueblo, qué mala suerte.
C. JOSÉ. Nos han seguido.
C. FELIPE. No lo puedo creer.
F. JOHN. Nos alcanzaron.
F. MICHAEL. No podemos hacer nada, nos han visto.

Se juntan los cuatro.

C. FELIPE. ¿Qué hacen tan lejos del pueblo?


F. MICHAEL. Andamos de excursión, ¿verdad, John?
F. JOHN. Eh . . . ah, sí . . . este, queríamos inhalar el aire puro . . . ¿y ustedes?
C. JOSÉ. Qué curioso, nosotros también.
C. FELIPE. Qué bien se respira; vamos a quedarnos aquí, José.
F. JOHN. Yo no doy un paso más, estoy cansadísimo, nos quedamos aquí Michael.
F. MICHAEL. Como tú digas.

Los cuatro se sientan alrededor del árbol.

C. JOSÉ. Se me ocurre una idea.


F. MICHAEL. Sí, ¿cuál es?
C. JOSÉ. Ya que esto está muy aburrido, ¿por qué no jugamos a las escondidillas? ¿qué
les parece?
C. FELIPE. ¡Claro! ¿están de acuerdo?
F. JOHN. Yo no tengo ningún inconveniente.
F. MICHAEL. ¿Quién busca?
C. JOSÉ. ¡Ustedes!
F. JOHN. ¡No! Que lo decida la suerte.

Recoge una rama y la esconde entre los puños de sus manos.

C. JOSÉ. Está bien. (Saca la rama). Ganamos, ustedes buscan.


C. FELIPE. Cuenten hasta veinte.

Corren José y Felipe.

F. JOHN y F. MICHAEL. Uno, dos, cuatro, ocho, nueve, veinte.

Corren por el lado contrario.


FRAMB. Se fueron; vámonos.
CEREZA. Que no nos vean.
FRAMB. Por aquí.
CEREZA. Mejor por allá. ¡Ay! se me atoró mi cola nuevamente.
FRAMB. ¿Otra vez? Esa cola te la vas a tener que recortar.

Claveras y fantasmas corren entre el público, todos confundidos; regresan corriendo los seis al
mismo lugar sin lograr esconderse nadie.

C. JOSÉ. Qué hambre tengo, ¿ustedes no?


F. MICHAEL. Hay que buscar algo de comer.
C. FELIPE. No es mala idea, ustedes vayan al sur, nosotros al norte.
F. MICHAEL. Ya se nos quitó el hambre.
C. FELIPE. A nosotros también.

El fantasma John se acerca al árbol y ve la cola de Cereza.

F. JOHN. ¡Miren! Qué suerte, una fruta. (Jala la cola de Cereza)


CEREZA. ¡Ay!, mi cola. ¡Ay!, suéltela.
F. JOHN. ¿Qué es esto?
C. JOSÉ. ¡Son unos diablos!
C. FELIPE. ¡Unos diablos! y huele a azufre.
F. MICHAEL. Y también son sus patas como las huellas que buscamos.
C. FELIPE. ¡Ey, ustedes!
FRAMB. ¿Qué desean?
C. FELIPE. Andamos buscando a unos ladrones y queremos que nos permitan ver arriba del
árbol.
FRAMB. No van a poder subir.
C. JOSÉ. ¿Por qué?
FRAMB. Es que tenemos sarampión.

Escena 12
Entra Jeremías.

JEREMÍAS. Con su permiso jóvenes. (Gritando) Diablos ya vine, denme los costales.
FRAMB. Ya echó todo a perder.
C. JOSÉ. ¡Ladrón! Danos nuestro costal o te rompo la cara.
JEREMÍAS. Yo no robé nada.
F. MICHAEL. Tú tienes nuestro costal, regrésanoslo.
JEREMÍAS. Esperen, yo no sé nada.
C. FELIPE. Cálmate, José, déjalo hablar.
C. JOSÉ. Siempre con tus cobardías. ¡Dame el costal!
JEREMÍAS. Déjenme hablar.
F. MICHAEL. Te escuchamos.
JEREMÍAS. Los costales que ustedes buscan, los tienen los diablos. Ellos me los iban a
regalar.
FRAMB. No seas mentiroso, tú nos dijiste que te los cuidáramos.
JEREMÍAS. Ustedes le creen a ese par de parásitos improductivos.
C. JOSÉ. Lo que si es verdad, es que los costales se encuentran arriba y yo voy a subir por
ellos.
FRAMB. Acuérdate que tenemos sarampión.
C. JOSÉ. Yo estoy vacunado, ayúdame, Felipe.
FRAMB. ¿Vas a subir? Mejor ahórrate el trabajo; aquí ya no están los costales; los vendimos
a la bruja Siempreviva.
CEREZA. Corran, todavía la pueden alcanzar y recuperar sus costales.
FRAMB. Vayan rápido, Jeremías sabe donde vive.
JEREMÍAS. A mi no me metan en sus líos, yo no conozco a esa señora.
C. JOSÉ. Voy a cerciorarme si dicen la verdad.
FRAMB. ¡Estamos perdidos!. Si suben, les prendo fuego a los costales.
F. JOHN. Serán capaces.
C. FELIPE. ¡Sí! ¿cómo los haremos bajar?
JEREMÍAS. (Cantando) Parece que va a llover, el cielo se está nublando, parece que va a
llover, los diablos están temblando. (Lo repite junto con las calaveras)
F. MICHAEL. ¿De verás? Hay que esperar entonces. Y creo que va a llover duro.
CEREZA. Frambuesa, nos vamos a mojar.
FRAMB. Si no se van inmediatamente, vamos a prenderle fuego a sus costales.
C. JOSÉ. Hagamos un trato: dennos un costal, el que contiene azúcar, el otro quémenlo o
hagan lo que quieran con él y los dejaremos tranquilos.
F. MICHAEL. El azúcar es más fácil de vender que las semillas, nadie se las va a comprar,
mejor regrésenoslas.
C. JOSÉ. El azúcar, si llueve, se mojará y no les servirá de nada.
JEREMÍAS. Regreso en un momento, voy por una sorpresa. (Sale)
F. MICHAEL. Les compramos el costal con semillas. ¿Cuánto quieren por él?
FRAMB. ¿Cuánto nos dan?
CEREZA. Decídanse rápido, nos puede agarrar la lluvia.
F. MICHAEL. Les damos cien dólares por los dos costales.
C. JOSÉ. ¡Nosotros doscientos pesos por uno!
CEREZA. Ofrezcan, a la una, a las dos.
F. MICHAEL. Doscientos dólares.
C. JOSÉ. Doscientos cincuenta pesos.
CEREZA. ¿No dan más, fantasmas? Entonces se los vendemos a ellos.
F. JOHN. Esperen, no se dan cuenta que nosotros les damos dólares y cada dolar vale casi
diez pesos; si lo multiplican por los doscientos obtendrán la fabulosa cantidad de dos
mil pesos por los dos costalitos.
FRAMB. ¡Son de ustedes!
F. MICHAEL. Está bien, bájenlos.
FRAMB. Pero paguen primero, no es que desconfiemos de ustedes.
C. FELIPE. Será posible que paguen por lo que les robaron.
F. MICHAEL. No hay otra forma de recuperarlos.
C. JOSÉ. Van a perder bastante.
F. JOHN. ¡No! Ya con la materia prima en nuestro poder, subiremos el costo de venta al
público y recuperaremos lo invertido.
F. MICHAEL. Y como no vamos a tener competencia . . .
C. FELIPE. Pero su producto nadie lo conoce y como lo van a vender tan caro no se los van
a comprar.
F. MICHAEL. Veremos. ¿Ustedes qué van a hacer? Nosotros tendremos su materia prima.
C. JOSÉ. Estamos perdidos, todo por culpa de ese par de ladrones. (Gritando) De ellos se
salvaron pero de nosotros no. Vamos a esperarnos a que llueva y no los dejaremos
bajar por nada del mundo.
CEREZA. Frambuesa, ¿qué hacemos?
FRAMB. Si no corren a las calacas, no les vendemos nada de costales, ¿entendido?
F. MICHAEL. Eso complica más las cosas.
C. JOSÉ. Nadie nos moverá de aquí y el que trate porbará mis golpes, cuídame la espalda,
Felipe.
FRAMB. No les tengan miedo, ¡cobardes!
CEREZA. Decídanse pronto, que no tardará en llover.
F. JOHN. Hagamos un convenio, nosotros pagamos lo convenido a los diablos, pero como
no van a tener en que trabajar nosotros les ofrecemos empleo con un buen sueldo,
con la condición de que los dejen ir, ¿qué les parece?
C. FELIPE. ¿Y qué labor vamos a desempeñar?
F. JOHN. Fácil, sólo fabricar calaveritas de azúcar.
C. FELIPE. Para que ustedes las vendan y obtengan toda la ganancia, no aceptamos.
F. MICHAEL. A lo mejor, tus amigos sí.
C. FELIPE. Yo decido por ellos.
F. MICHAEL. No sean necios, ¿de qué van a vivir si no tienen trabajo?
C. FELIPE. De nada; para eso estamos muertos. Y no vamos a aumentar su capital.
F. JOHN. ¿Ah, sí? Pero si no tienen materia prima para trabajar, ¿quién les va a dar dinero?
C. FELIPE. Y ustedes sin obreros, ¿quién les va a dar producción?
C. JOSÉ. Y sólo nosotros tenemos la fórmula para fabricarlas.
F. MICHAEL. Son bien tercos, no los convence nadie.
CEREZA. ¿Qué esperan? Nada más están perdiendo el tiempo en chismes.
F. JOHN. Podemos solucionarlo en otra forma.
FRAMB. Ya no podemos esperar más; si no se resuelven rápido, le prendo fuego a los
costales.
CEREZA. ¿Y si nos golpean?
FRAMB. Pierden más ellos. (Gritando) ¿Qué deciden?
F. JOHN. Les propongo otro proyecto, nosotros pagamos lo que piden con la condición de
que acepten unir su negocio con el nuestro y formar una gran sociedad.
C. FELIPE. Puede ser una solución; pero tiene que quedar bien definida nuestra posición.
F. JOHN. ¡Claro! Todo lo haremos legalmente.
C. JOSÉ. Yo no les tengo confianza.
C. FELIPE. (Llama a José y le dice en secreto) Ven, ahorita los aceptamos; teniendo el
azúcar en nuestro poder, rompemos el compromiso, ya que no vamos a firmar nada,
todo va a quedar en palabras.
C. JOSÉ. Hasta que pensaste algo bueno.
C. FELIPE. Está bien, aceptamos.
F. MICHAEL. Dennos los costales.
FRAMB. El dinero primero.
F. JOHN. Como no traemos esa cantidad, les voy a hacer un cheque.
FRAMB. La queremos en efectivo.
F. JOHN. Es igual, lo pueden ir a cambiar a cualquier banco y listo, qué problema es.
FRAMB. Se los acepto, pero que sea de doscientos cincuenta dólares, nos tienen que pagar
el tiempo que perdimos.
F. JOHN. Está bien, ustedes ganan.
F. MICHAEL. ¡Estás loco, cómo les vamos a dar tanto!
F. JOHN. (Lo llama y le habla en secreto) Ven, el cheque va a ser falso.
F. MICHAEL. ¿Pero si se dan cuenta?
F. JOHN. Son tan tontos que no van a saber qué hacer con él. (saca una chequera)
F. MICHAEL. Y a las calaveras qué les vamos a decir.
F. JOHN. Nada, no se los vamos a enseñar.
F. MICHAEL. Aquí está. (Se los enseña)
CEREZA. A ver, deja verlo de cerca . . . con todo este dinero podemos comprar hasta un
calentador eléctrico, para no pasar frío.
F. MICHAEL. Ya que vamos a trabajar juntos, ¿qué nombre le pondremos a la compañía?
C. JOSÉ. ¿Cuál sería bueno?
F. MICHAEL. Ya lo tengo, le pondremos: “Calabazas y Calaveras, S. A.”
C. JOSÉ. No, mejor: “Calaveras y Calabazas, S. A.”
C. FELIPE. Luego lo discuten, lo primero es recuperar los costales.
F. JOHN. Ahí les va el cheque.
FRAMB. ¿Qué clase de cheque es éste?
F. MICHAEL. ¿Qué no lo conocían? Son lo más moderno en nuestro país.
F. JOHN. Y son irrompibles.
C. FELIPE. Es falso.
F. JOHN. No es cierto.
JEREMÍAS. (Entrando) Miren lo que les traigo. Una cubeta con agua.
C. JOSÉ. ¡Agua!
JEREMÍAS. Sí, y está bendita.
FRAMB. Esto no es jugar limpio.
CEREZA. Yo no hice nada, fue Frambuesa el de todo.
FRAMB. ¡Mentiroso! Soy inocente, él fue el de la idea.
CEREZA. Les doy sus costales, pero no me vayana a mojar.
FRAMB. No les des nada, espera, deja prenderles fuego.
CEREZA. Ahí les van, pero no me hagan nada. (Tira un costal)
C. JOSÉ. (Le quita la cubeta) A un lado. (Les avienta el agua)
CEREZA. ¡Ay, ay, esperen, ay!
FRAMB. ¡Qué fría está, ay!
C. FELIPE. Está completo y seco.
F. JOHN. Mojaron nuestro costal. (Sube al árbol por él)
F. MICHAEL. Se va a echar a perder las semillas.
F. JOHN. Voy por él. (Sube rápido)
F. MICHAEL. Sí, pronto.
F. JOHN. (Abre el costal y saca guías de calabaza) Qué mala suerte.
C. JOSÉ. Qué bonito jardín tienen.
F. MICHAEL. ¿Quien fue el de la idea del agua?
C. JOSÉ. (Señalando a Jeremías) Él.
JEREMÍAS. Yo sólo quería ayudarlos.
F. MICHAEL. Mira lo que obtuvimos.
JEREMÍAS. Este . . . creo que ya no me necesitan.
F. MICHAEL. Tú no vas a ningún lado. Me la tienes que pagar.
JEREMÍAS. Adiós, con su permiso.
C. FELIPE. Vámonos, tenemos que trabajar muy duro.

Los fantasmas persiguen al duende. Las calaveras salen bailando. TELÓN.

You might also like