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Kiss Me

Aquella mañana todo estaba más calmado que de costumbre, mi despertador


solo había sonado una vez, a las cuatro o cinco que sonaba en la mayoría de
las ocasiones, y eso era porque llevaba cerca de veinte minutos levantada.
Estaba ansiosa, aquel día era especial, y cuando el reloj marcó las ocho en
punto yo ya estaba vestida y peinada y me disponía a bajar las escaleras
cuando escuché la voz de mi padre al otro lado del patio diciéndome que
debía de darme prisa o no llegaría al instituto ya que él no podía llevarme.
Me apresuré mientras la bocina del autobús del instituto sonaba con fuerza, lo
agradecí ya que este se encontraba a dos calles de la mía. Me pasé con
rapidez por la cocina, besé a mi madre en la mejilla y salí de allí pitando no
sin antes coger una manzana a la cuál iba dándole un bocado cuando mi padre
me abrazó y me deseó suerte en mi día.

El autobús se paró justo enfrente de mi casa mientras con una sonrisa


masticaba con cuidado el cacho de fruta. El conductor se extrañó de verme
llegar, ya que desde hacía mucho tiempo mi padre siempre solía llevarme a
clase, pero le saludé con una ancha sonrisa y me senté donde siempre. Me
alegré de ver mi sitio vacío, y sobre todo al darme cuenta de que nada había
cambiado, en un pequeño lugar de la ventana había un corazón relleno y con
dos iniciales “C&S” y al sentarme no pude evitar rozar ambas letras con las
yemas de mis dedos.

Christopher. No había podido olvidar su nombre desde la vez que nos


presentaron. Todavía recuerdo ese día, Jeannette una amiga que había
conocido cuando llegué a la ciudad, me hizo pasar la mayor vergüenza de mi
vida el día que por fin pude escuchar su voz dirigida a mí, que su oscura
mirada se posaba sobre mi rostro y que cualquier gesto de simpatía y
confianza venía dirigido hacia mi persona y no pude evitar pensar como me
sentiría cada mañana al levantarme pensando que podía tener a Chris cuando
quisiera, que fuera mío y solamente mío.

Una voz me sacó de mis pensamientos. Y giré la cabeza sonriendo a aquella


chica morena que se sentaba a mi lado.

- Tu padre me llamo esta mañana para decirme que no podía llevarnos .-


me dijo con esa sonrisa tan particular que tenía.

Sonreí a Neferet mientras me tapaba la boca con la mano, con tanta


impaciencia que había tenido se me había olvidado avisarla, ella era mi mejor
amiga desde hacía ya casi un año, y como no vivíamos demasiado lejos pues
mi padre se había ofrecido con amabilidad en llevarla todos los días al
instituto.

- Lo siento de verdad, sabes que siempre tengo la cabeza en otro mundo, yo


creo que es alguno paralelo a este, pero no consigo hacer nada bien esta
mañana .- contesté con un poco de vergüenza.
En ese momento me acordé de cuando mi despertador marcó las siete en
punto, me había metido a duchar y luego había intentado planchar mi largo
pelo rizado terminando con unos extraños nudos que me habían obligado a
volver a meterme en remojo, y luego al intentar parecer decente había
mezclado colores y había terminado por adoptar de nuevo mi estilo de chica
que pasaba desapercibida, y solamente había cogido una camiseta con un
poco de escote, mis jeans favoritos, un poco de gloss en los labios, y un
recogido sencillo y sensual a la vez.

Neferet pareció leerme el pensamiento ya que su risa me sacó de ellos,


haciendo que la mirara, un poco mal para mi gusto.

- ¿Christopher otra vez? .- preguntó ella, y sin dejar que la contestara ella
desvió su mirada hasta la ventana del autobús donde yacía mi pequeño
dibujo – Olvídate de él Sophie, no merece la pena.

Bajé la mirada, ya sabía lo que mi amiga pensaba de él, y eso me hacía


debilitarme por momentos, pero miré hacía un lado y agradecí que todo se
parara al ver la entrada del institutito, esperé que todos bajaran para poder
levantarme con tranquilidad y agarrar mis cosas. Despidiéndome con la mano
del conductor bajé con cuidado y escuché el timbre que anunciaba que era la
hora de la primera clase.

Corrí como pude mientras abría con la mano que no llevaba ocupada la puerta
haciendo que ambas se abrieran. Y entonces todo se quedó en silencio, un
corte de luz hizo que los pasillos parecieran salidos de una película de miedo,
la poca luminosidad que entraba por las ventanas solo nos deja ver por donde
caminábamos pero intenté buscar a mi amiga entre todas las siluetas pero no
conseguía distinguirla de todas.

Empecé a ponerme un poco nerviosa, y empezar a temblar con debilidad y


alguien pasó por mi lado con rapidez haciendo que todas mis cosas cayeran al
suelo, incluidas mis gafas. A causa de mi miopía sin ellas no podía ver mucho
más, y menos en la oscuridad. Me agaché intentando buscarlas con ambas
manos, palpando como podía el suelo, cuando sentí la respiración de alguien
sobre mi nuca.

Me di la vuelta con cuidado levantando mis manos y acercándolas al rostro de


la persona desconocida, las yemas de mis dedos tocaron sus labios y supe en
ese momento de quien se trataba, del dueño de esos perfectos y carnosos
labios con los que tantas veces había soñado, había fantaseado y me había
atrevido a besar en mis múltiples sueños. Me puse nerviosa, pero me
tranquilicé al escuchar su voz.

- Siempre tan torpe Sophie .- susurré sobre mi oído, y no pude evitar sonreír
tontamente, y al instante agradecí mentalmente que no pudiera verme -
Menos mal que siempre tendrás a un ángel que cuidará de ti .- dijo a
continuación y me tendió algo, vi como su mano se elevaba un poco y
agarré lo que me tendía que eran mis gafas.
Me las puse mientras levantaba la mirada contemplando lo que podía ver en la
oscuridad, su rostro tan perfecto. Las luces volvieron y tuve que parpadear
varias veces para acomodar mi vista ante la nueva situación y observé tu
sonrisa, y reí sin poder evitarlo a la vez que te abrazaba.

- Estoy harto de llevarlo en secreto, no me importa que la gente crea que


no eres lo bastante buena para mi .- dijiste en voz alta mientras de reojo
me daba cuenta de que todo el mundo nos miraba. – Yo te amo con todas
mis fuerzas, y por eso quiero que sepas que mi corazón siempre será tuyo.

Mis mejillas se tornaron de un color rojizo que Neferet siempre describía


como gracioso, podía notarlo, ya que notaba como se iban calentando con
rapidez a causa de la vergüenza que estaba pasando, pero entonces sonreí al
escucharte y acerqué mis labios a los tuyos.

- Y espero que tus labios también sean siempre solo míos.

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