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METÁFORAS Y PARADIGMAS.

EL RECORRIDO DEL ANÁLISIS DE REDES SOCIALES


DESDE EL FUNCIONALISMO HASTA SUS APLICACIONES EN LA HISTORIOGRAFÍA
COLONIAL LATINOAMERICANA.

1
J. P. Ferreiro

“En cualquier caso, podemos convenir que se


puede clasificar un estudio como perteneciente a
la aproximación de análisis de redes sociales
cuando éste incluya análisis de datos relacionales
en su explicación de la realidad…” 2
Si bien el Análisis de Redes Sociales (ARS) nace de la confluencia de tres perspectivas
de investigación distintas; la Sociometría, los Estudios Organizacionales y los análisis
antropológicos del estructural-funcionalismo anglosajón; se puede rastrear el origen del
planteo epistémico que lo sustenta en las posiciones sostenidas por A. R. Radcliffe-
Brown a mediados del pasado siglo XX. Este, ya constituido en la figura tutelar de la
antropología social británica postulaba que ésta, también entendida como Sociología
Comparada, no era otra cosa que una rama especial de las Ciencias Naturales: “los
fenómenos sociales son un género diferenciado de fenómenos naturales…” 3. Esta
mirada fundamenta epistémica y metodológicamente sus objetivos disciplinares; en tal
sentido sostenía que: “los fenómenos sociales que observamos en cualquier sociedad
humana no son el resultado inmediato de la naturaleza de los seres humanos
individuales, sino el resultado de la estructura social por medio de la cual están unidos
(…) Una relación particular entre dos personas (a menos que se trate de Adan y Eva en
el Paraíso) existe sólo como parte de una amplia red de relaciones sociales, en la cual
están implicadas muchas otras personas y es esta red lo que yo considero objeto de
nuestras investigaciones…” 4.
También fue Radcliffe-Brown quien anticipó el papel de otra noción que, luego de
resultar decisiva para el estructural funcionalismo, fue retomada por el ARS, el rol:
“Estrechamente conectada con esta concepción de estructura social está la concepción
de ‘personalidad social’ como la posición ocupada por un ser humano en una
estructura social, el complejo formado por todas sus relaciones sociales con otros (…)
El ser humano como persona es un complejo de relaciones sociales (…) Nótese también
que una personalidad social es algo que cambia en el curso de la vida de una persona
(…) Sólo podemos estudiar a las personas en términos de estructura social, y la
estructura social sólo en términos de las personas que son las unidades de que se
compone…” 5.
Esta posición dio sustento a la perspectiva paradigmática del ARS, la que, como estos
fundamentos, descansan en una visión nomotética de las ciencias sociales. La primer
consecuencia metodológica de esta situación fue la de enfocar la estructura social como
la disposición de los vínculos evidentes y de alguna manera sujetos a mensura,
siguiendo el tradicional aserto durkheimiano de que los hechos sociales son cosas. En
ese sentido, el análisis de redes no podía ser, al menos desde esos inicios, sino un
análisis de vínculos entre objetos, secundarizando los atributos o rasgos que éstos
poseyeran. Por otra parte, y también vinculado a estos rasgos, la versión clásica del

1
Lic. en Antropología, Investigador CONICET, Prof. FHyCS-UNJu, ferbray@arnet.com.ar; mayo 2008
2
Molina, J. L., 2001:16
3
A. R. Radcliffe-Brown, 1972:217
4
Radcliffe-Brown, Id.:218
5
Radcliffe-Brown, Id.:221
estructural-funcionalismo suponía que la estructura social era una sola, que constituía
como queda dicho, un fenómeno evidente y visible, era más que la suma de sus partes y
las determinaba, otorgando un lugar y función a los individuos que la componían. Y
éstos actuaban en función de del sistema de valores y normas que sustentaba a tales
lugares y funciones. Por otra parte, ambos estaban jerarquizados y la vida social, y los
roles, la conducta que desarrollaban, se expresaba a través de status (o posiciones de
rango). Estos status o rangos servían, además, por el grado de previsibilidad que normas
y valores imponían a las conductas que los expresaban, de contralor al eficiente
desempeño de los mencionados roles. Posteriormente y sobre esta base, autores como
M. Banton llegarán a proponer incluso la existencia de un sistema complejo de
“premios y castigos” asociados a aquellos. De aquí se derivaba que el individuo era una
institución social, en tanto ocupaba un lugar por el cual cumplía una función que
requería una conducta adecuada y le otorgaba un determinado rango dentro de esa
estructura. Desde ese punto de vista, era equivalente a otro individuo que tuviese
características estructurales semejantes.
Esto conformaba una parte decisiva del conjunto general de presupuestos sobre el que
se articulaban las propuestas de Radcliffe-Brown, Evans-Pritchard o M. Gluckmann.
Precisamente éste último fue el que dirigió, en su etapa fundacional, al Rhodes-
Livingstone Institute de Zambia. Institución creada para dar cuenta de los crecientes
problemas del emergente urbanismo africano, los fenómenos migratorios internos y al
complejo proceso de “destribalización” –neologismo con el que se intentaba describir el
proceso reurbanización de las sociedades tradicionales, particularmente en el Africa
sudoriental. Pero, sobre todo, para tratar de resolver, analítica, epistémico y
metodológicamente el mayor “agujero negro” del funcionalismo clásico: el cambio
social; sin alterar radicalmente la propuesta original; que toda sociedad descansa sobre
un sistema de carácter homeostático, articulado por normas y valores que alimentan
instituciones (en sentido funcionalista). De este contexto surgieron los ya clásicos
trabajos de G. Wilson, A. L. Epstein, B. Kapferer, Cl. Mitchell, Ph. Mayer y E.
Boissevain, entre muchos otros. Señalamos a estos autores en particular, porque cada
uno de ellos se puede identificar como un antecesor del actual ARS, básicamente por los
aportes realizados en la compilación de datos empíricos. El traslado de Gluckmann, una
figura de excepcional importancia en la Antropología Política británica, a Inglaterra
durante los `50 derivó en su instalación en Manchester, en cuya universidad crearía lo
que sería conocido como “Escuela de Manchester”, cuyos principales aportes fueron,
precisamente, en el campo del los rudimentos del análisis de redes sociales y en los
estudios sobre procesos identitarios, de los cuales el noruego Fr. Barth es el máximo
exponente en esta etapa. En ella, y durante la segunda mitad de esa década, se
desarrollaron dos trabajos que luego revestirían particular importancia para el ARS y
que terminan de romper con el uso mas bien metafórico que se hacía de las redes desde
Radcliffe-Brown.
La Psicóloga Social E. Bott (1955), también miembro de la Escuela, por su parte,
desarrolló la noción de “conectividad” para describir una función específica de la red
social creada por una pareja conyugal del suburbio londinense; que permitía demostrar
que la estructura de dicha red determinaba la conducta de roles de los cónyuges, sin
tener que apelar a categorías pre-existentes, alternativizando la noción tradicional de
“clase social”. A partir de este trabajo se estableció un vínculo entre su estructura y el
tipo de lazos que la familia establece con el entorno.
John Barnes (1954) desarrolló y utilizó por primera vez, de manera explícita, la noción
de “red” o network 6, para dar cuenta de la configuración organizacional de una pequeña
aldea de pescadores noruegos (Bremnes), que le permitía articular el tradicional nivel
micro de análisis antropológico, con una sociedad compleja moderna; descubriendo, por
esta vía, que entre ambos existía una diferencia de entramado de red, siendo mayor el
“agujero” de la malla en la red moderna, menos compacta y densa que la tradicional.
Otro de sus importantes aportes fue el reconocimiento y precisión de la noción de “red”,
a la que le otorgó un énfasis egocéntrico que permitió diferenciarla de la idea de
“conjunto”, que Epstein y Mayer desarrollaron posteriormente.
Como afirma J. L. Molina “El análisis de redes sociales llevado a cabo por la Escuela
de Manchester proveyó de base empírica a la metáfora y planteó formidables
cuestiones…” 7. Pero no pudo ir más allá del análisis de pequeñas redes, ni proveer un
mayor desarrollo teórico. No obstante, trabajos como los de Bott y Barnes estimularon
dos vías de desarrollo de gran relevancia. Por un lado, la primer aproximación de tipo
teórico, producida por S. F. Nadel (1957). En esta retomó la idea browniana de los
roles 8, articulándola con la existencia de varias estructuras sociales organizadas en base
a dos tipos de red: abierta (en cuya definición reconoce la influencia de Barnes); y la
limitada o finita, cuya interrelación sistemática determina el nivel estructural;
constituyéndose a través de los vínculos diádicos finitos trazados en torno a un ego, que
al entrelazarse con otras (a esto se denominó redes de segundo grado) producían
aquellas diferentes estructuras. En estas cumplían un papel decisivo los roles y sus
atributos, en tanto representaban las conductas estandarizadas que habilitaban las
relaciones diádicas; las cuales eran consistentes con el énfasis normativista propuesto
por el funcionalismo.
Por otra parte, los hermanos Adrian y Phillip Mayer, quienes desarrollaron algunos
conceptos particulares que les permitieron guiar la ampliación y organización de la base
empírica.
Tiene particular relevancia el trabajo que A. Mayer realizó analizando una campaña
electoral en Dewas, al norte de la India. En él realizó, entre otros, un aporte de
fundamental importancia. La caracterización y definición del cuasi-grupo y del
conjunto de acción; a través de los cuales los vínculos adquirían dinámica tanto en un
contexto institucionalizado, como fuera de él. Esto, además, constituyó un antecedente
al actual planteo de “lazos débiles” que formulara Mark Granovetter.
Mayer definió a los dos primeros y a su interrelación como: “Estos cuasi-grupos se
distinguen básicamente del grupo y de la asociación. En primer lugar, se centran en
torno a un ego en la medida en que su misma existencia depende de una persona
concreta como foco organizador central; en el grupo, en cambio, la organización puede
ser difusa. En segundo lugar, las acciones de un miembro cualquiera solamente son
importantes en cuanto que son interacciones en cuanto que son interacciones entre él y
el ego o el intermediario del ego. Entre los criterios de pertenencia no está el de
interacción con otros miembros del cuasi-grupo en general.
Las interacciones de este tipo de cuasi-grupo se dan en un conjunto de acción o, más
bien, en una serie de conjuntos de acción…” 9
6
Hoy se reconoce a una red como “ un conjunto de relaciones. Más formalmente, una red contiene un
conjunto de objetos (en términos matemáticos, nodos) y un mapeo o descripción de las relaciones entre
los objetos o nodos…”, Kadushin, Ch., 2004:3 (trad.pers.)
7
Molina, J.L., idem:33
8
Estos se caracterizaban por ser un comportamiento que se definía por su relación con otros similares y
vinculados, de carácter repetitivo y habitual, con un origen intencional e implicando un conjunto de
conductas asociadas a través de las cuales se evalúa el desempeño efectivo, o erróneo, de ese rol..
9
Mayer, A., 1980:209
Fueron, precisamente, estos conjuntos de acción los que uno de los candidatos utilizó en
su beneficio durante la elección analizada, al movilizar los vínculos directos e indirectos
de los miembros de su red, lo cual Mayer caracterizó como “campaña blanda”; mientras
el otro candidato estuvo en contacto más directo con sus votantes y activistas, pero
subutilizando los contactos de éstos (a lo que denominó “campaña dura”) y perdiendo,
en consecuencia, la elección.
Granovetter, por su parte, identifica en los lazos que denomina “débiles” un elemento
particularmente decisivo en la relación entre grupos. Para él la fortaleza o debilidad de
un vínculo o conjunto de lazos, están dadas por “una (probablemente lineal)
combinación del tiempo, la intensidad emocional, intimidad (confianza mutua) y los
servicios recíprocos que caracterizan a dicho vínculo. Cada uno de estos aspectos es
independiente del otro, aunque el conjunto esté altamente intracorrelacionado. La
discusión sobre las medidas de operación y el peso con respecto a estos cuatro
elementos queda pospuesta a futuros estudios empíricos. Para nuestro propósito
presente es suficiente con que la mayoría de nosotros esté de acuerdo , sobre una
simple base intuitiva, si un vínculo dado es fuerte, débil o ausente.” 10. Siendo, además,
todo vínculo débil un puente entre grupos (aunque no necesariamente a la inversa), a
diferencia de los denominados “fuertes” , que sólo pueden serlo “si ninguna de sus
partes tiene otros vínculos fuertes, poco probable en un sistema social de cualquier
tamaño (pero pequeño en un pequeño grupo)...” 11. Lo que hace que un vínculo débil,
actuando en su carácter de puente, permita la difusión de cualquier cosa (p. Ej.,
información, insumos, etc.) a través de mucha más gente, y atravesando mayores
distancias sociales que los fuertes. Finalmente, y aunque en el texto clásico revisado de
este autor no se hace referencia alguna al trabajo de Mayer, el sociólogo norteamericano
propone “que el que una persona confíe en un líder dado depende, en gran parte, en si
existen contactos personales intermedios que, por su propio conocimiento, pueden
asegurarle que el líder es digno de confianza y pueden, si es necesario, interceder con
el líder y sus lugartenientes en su nombre. La confianza en el líder está íntegramente
relacionada con la capacidad de predecir y afectar su comportamiento...” 12.
A fines de los ’60, Clyde Mitchell, antiguo director del Instituto Rhodes-Livingstone y,
sin dudas, uno de los grandes precursores del ARS en su versión manchesteriana,
propone una síntesis teórica que daba cuenta de los avances logrados por esas escuelas
en el campo. En ella comienza delimitando y reconociendo los tipos de red, definiendo
dos grandes tipos y un subtipo posterior. Uno de ellos parte de algún punto de la
estructura vincular, ya sea de un individuo o de una díada y se vincula con un punto
exterior n oportunidades. A esto se lo reconocerá como “red egocentrada” –aunque
actualmente el uso restringe habitualmente el término para referirse al primer caso
exclusivamente- . La otra alternativa era construir, o reconocer una red, a partir de un
tipo particular de contenido o campo (en el sentido que le otorgase Bourdieu). Esto
delimitaría lo que se denomina como “red parcial” –noción en la que recoge claramente
la idea de campo propuesta por J. Barnes-. El subtipo mencionado se construye a partir
de la intersección de ambas alternativas; reconociendo una red particular egocentrada
(en sentido restringido) a partir de la delimitación de una red parcial. El caso del análisis
electoral realizado por A. Mayer ilustra esta situación. El problema que emerge a partir
de tales consideraciones es el del límite exterior de la red, o lo que es lo mismo, de su
identificación práctica en el campo o la documentación. Mitchell (1969) propone, a
partir de las experiencias a las que recurre, la tipificación de una serie de figuras, de las

10
Granovetter, M., 1973:1360
11
Granovetter, M., Idem, 1973:1365.
12
Granovetter, M., Idem, 1973:1373
cuales la primera en orden de prelación es la estrella de primer orden. Esta se constituye
a partir de los vínculos primarios directos de ego, o sea, sólo con aquellos ego tiene
contacto directo. Si a esto se le añaden los vínculos laterales que esos contactos poseen
entre sí, se define y reconoce una zona de primer orden. En la medida que, a manera de
un círculo concéntrico con comienzo en ego, se van expandiendo hacia el exterior tales
vínculos, se van obteniendo una estrella de 2º orden (hasta n orden), una zona de 2º
orden (hasta n orden) y así sucesivamente. Desde luego, esta fue una solución casi de
compromiso, ya que más allá de una zona o estrella de 4º o 5º orden, comienza a
anularse su capacidad explicativa o predictiva en función de su dificultosa o nula
manipulabilidad. Perspectivas como ésta son las que ubican a Mitchell claramente en la
línea de desarrollo reclamada por Nadel y fue, luego de éste, el que se encargó de
vincular la tradición estructural-funcionalista con el tratamiento matematizado provisto
por la Teoría de Grafos; pero, a diferencia de los teóricos clásicos del funcionalismo, y
profundizando el enfoque de Gluckmann, enfatizó en los procesos de cambio y conflicto
más que en la tendencia a la auto-regulación homeostática. La separación de las
posiciones tradicionales del funcionalismo no se limitó a esto. Las propuestas que
recoge y sintetiza Mitchell constituyen, también, un cambio significativo en el enfoque
global, que pasa del énfasis en la cultura, los valores normativos, a los vínculos
concretos y sus atributos y dinámica específicos. Giro que se completaría en
Norteamérica al poner en contacto a esta estrategia de investigación con la Psicología,
en la que convergían el empirismo experimentalista con la gestalt germánica, y la
tradición sociológica local, también fuertemente influenciada por los clásicos alemanes
Weber y Simmel. El factor que disparó dicho giro fue, sobre todo y principalmente, el
esfuerzo teórico realizado por Talcott Parsons de elaborar una teoría general de la
dinámica social, a la que denominó “teoría de la acción social”, aunque descansaba
también sobre el mismo supuesto clásico de correspondencia entre un sistema
normativo y una sola sociedad, y al igual que sus antecesores funcionalistas, con el
objetivo explícito de establecer leyes generales. Pero, en este caso, abandonaba el
estructuralismo browniano, sustituyéndolo por el agente individual, como sujeto y
objeto de su doctrina. Esto le impedía explicar el cambio social. R. K. Merton, quien
retoma el planteo general parsoniano, introduce, también sustantivas modificaciones
que afectarán la teoría social de la época, y con ella, parte de los supuestos y
argumentos de los que se nutría el análisis de redes, aún en etapa embrionaria. Su
interés era superar la incapacidad para explicar el cambio social que exhibía el cuerpo
teórico estructural-funcionalista, y planteó hacerlo a través de no presuponer el grado de
integración de la sociedad, sino hacerlo el principal objeto de análisis e investigación
empíricas. Planteó, paralelamente, que no todas las instituciones y conductas sociales
desempeñan funciones necesarias al mantenimiento de aquella; ni satisfacen
necesariamente a éstas. Su gran aporte, tal vez, lo haya constituido el considerar a la
naturaleza de la sociedad como de carácter relacional. Lo cual invertía un postulado
básico de la teoría parsoniana, aproximándose más a los planteos de Nadel, aunque no
tenemos constancia de que haya habido contactos o referencias al respecto. No obstante,
mantuvo el presupuesto clásico de correspondencia unívoca entre cultura y sociedad.
En USA, ya desde la década de los ’30, un discípulo de Radcliffe-Brown, Lloyd
Warner, produjo la convergencia entre las bases del estructural-funcionalismo, la
tradición sociológica norteamericana y la psicología social germano-norteamericana.
Este investigador, participó tempranamente junto al Psicólogo Elton Mayo en unos
estudios clásicos sobre la estructura y dinámica de grupos y subgrupos y su relación con
la eficiencia y organización laboral entre obreros industriales norteamericanos,
conocidos como Estudios Hawthorne, en los que se utilizaron profusamente
sociogramas. No obstante, el aporte más relevante de Warner ocurrió poco tiempo
después, a mediados de esa misma década, cuando se abocó al estudio de una pequeña
comunidad que se conoció a partir de allí como Yankee City. En ella, identificó y
tipificó un tipo particular de subgrupo, la clique o camarilla 13 constituidas por
individuos vinculados informalmente, que permitían un cierto grado de manipulación de
recursos y de información en relación a la tarea y el puesto laboral. Actualmente se las
define como “un algoritmo que nos permite conocer los diferentes grupos a los que
pertenece un actor. Las camarillas constituyen un subgrafo completamente conectado,
es decir, un subgrafo en el cual todos los nodos están conectados entre sí...” 14.
Entre otros usos, se las utilizó en matrices de afiliación 15, vinculando estas formas de
organización con eventos determinados.
Aquellas investigaciones y propuestas metodológicas, constituyeron lo que se podría
denominar la etapa formativa de otra de las perspectivas concurrentes al ARS, los
estudios organizaciones y, pesar de sus escasas referencias recíprocas, se vinculan por el
tipo de técnicas utilizadas y por la forma en la que lo hacían, con la tercer corriente. La
sociometría originada en la Psicología de la Gestalt desarrollada en USA por emigrados
alemanes como J. Moreno, K. Lewin, o Heider.
Lewin desarrolló la noción de “distancia social” , formalizándola matemáticamente.
Esta medía las distancias existentes al interior de un campo social, noción que también
constituyó un aporte de gran relevancia; y se constituía por una estructura grupal, la
percepción, conducta y entorno de los individuos que la animaban. En general, los
trabajos de estos tres autores, tal vez los más relevantes para el ARS, compartían una
serie de rasgos comunes. Por un lado, todos intentaban delimitar y reconocer el espacio,
la estructura y la dinámica de los pequeños grupos. Por otro, utilizaron recursos
proveniente de la teoría matemática, más específicamente de la teoría de los grafos 16,
para intentar dar respuesta a esas inquietudes a través de modelos formalizados. No
obstante, el uso de tales modelos se remonta a 1936, cuando fueron utilizados por
König, aunque sin la repercusión que le otorgarían los trabajos referidos; en particular
los de Moreno. Otro de los aportes que realizaron fue vincular la estructura del grupo
con la conducta de sus miembros; siguiendo en general uno de las proposiciones
fundamentales del sociólogo alemán G. Simmel, quien postulaba que la forma que
adquirían los lazos sociales determinaba el contenido y buena parte de sus atributos. Tal

13
Esta formación tuvo a partir de allí un largo recorrido en el análisis de redes, baste citar para el caso
latinoamericano los estudios sobre el sistema de compadrazgo en la clase media chilena, o la relación
estado-sociedad civil a través de agrupaciones informales en los casos chileno, mexicano y soviético
realizado por Larissa Lomnitz (1994) donde la noción ha sido aplicada a situaciones de articulación entre
el aparato estatal –a través de funcionarios e instituciones- y diversos agentes individuales y colectivos
pertenecientes a la sociedad civil.
14
Molina, idem;82
15
Según Molina (idem), éstas vinculan a actores (filas), con eventos (columnas) y son asimétricas, esto
es, no existe correspondencia unívoca entre filas y columnas.
16
Según Barabasi (2002) la estructura de los grafos posee propiedades latentes que posibilitan u
obstaculizan nuestra capacidad de manipularlos, a condición de revelarlas analíticamente.
Básicamente y a los fines meramente ilustrativos de este trabajo, entenderemos que “Un grafo es un
modelo para la red social con una relación dicotómica no dirigida; esto es, un lazo que está presente o
ausente entre cada par de actores. La relación no direccional incluye cosas tales como co-membresía en
organizaciones formales o grupos informales, algunas relaciones de parentesco tales como ‘está casado
con’, ‘es un consanguíneo de’, relaciones de proximidad tales como ‘vive cerca de’, e interacciones como
‘trabaja con’. En un grafo los nodos representan a los actores y las líneas representan los lazos entre
actores. En la teoría de grafos los nodos también son referidos como vértices o puntos, y las líneas se
conocen como arcos o aristas.”, Faust, S. & Wasserman, K, 1994: 93 (trad. Pers.)
posición fue retomada por la sociología norteamericana y alimentó la corriente
formalista del ARS con posterioridad a los ´70.
Moreno, desarrolló la sociometría como un vector paradigmático alternativo a la vigente
teoría social. de la influencia de la estructura vincular poseía sobre el psiquismo de los
individuos y como éstos se articulaban en pequeños grupos. El eje del interés con el que
desarrolló esa perspectiva fue el análisis de los pequeños grupos. Para ello elaboró tanto
técnicas de recopilación y muestreo de datos primarios, como su elaboración y
sistematización gráfica y estadística, enfatizando de manera pionera la cuantificación y
formalización de las relaciones sociales, así como derivando de esto un análisis teórico
que debía dar cuenta de sus propiedades.
Heider, por su parte impulsó la idea de de red de relaciones interpersonales equilibrada,
a la que aplicó el análisis de grafos, siendo esta utilización significativa años después en
el análisis del proceso de transmisión de enfermedades 17. Sin embargo, en estos
trabajos, tales análisis sólo soportaban una casuística muy reducida; los sociogramas y
otras herramientas formales eran relativamente rudimentarias. En opinión de C. Lozares
:”…en la utilización de la teoría de grafos para las redes sociales las matemáticas no
son tan preponderantes: se trabaja sobre todo con conceptos de dicha teoría y menos
con su desarrollo en teoremas. La teoría de Grafos traduce o traslada los datos de la
matriz de datos en conjuntos formales que pueden estar directamente relacionados con
hechos sustantivos de las redes…” 18. Esto estimuló un tratamiento más formal que
condujo a la representación por medio de matrices, verdadero salto cualitativo dado
entre las décadas del ’60 y ’70, que llevó al incipiente ARS a un grado superior de
formalización y rigor. Esto llegó de la mano de la aplicación del álgebra de matrices, ya
que: “Con la teoría matricial se utilizan teorías algebraicas y métodos habituales en el
tratamiento multidimensional de la sociología, espacios vectoriales, distancias y
similitudes, análisis factoriales, análisis de clusters, etc….” 19. En esa etapa resultaron
decisivas las actividades desarrolladas por la denominada escuela de Harvard conducida
por Harrison White.
Este grupo realizó la síntesis operativa y teórica entre la corriente estructural-
funcionalista y los aportes de la Psicología de la Forma. Pero también algunos de sus
supuestos de partida recuperaban a Simmel. Sus enunciados básicos fueron aplicados en
los esfuerzos de formalización del análisis de parentesco en las décadas del ’60 y
tempranos ’70. Se intentaba describir y analizar a los complejos sistemas de parentesco
como estructuras matemáticas. Para Harris, y luego para toda la subcorriente formalista
a la que promovió, no resultaba tan decisivo estudiar los lazos entre un conjunto de
agentes, como el patrón relacional que éstos establecían con el resto de la red. Si dos
agentes tenían un mismo patrón vincular con el resto de una red, eran intercambiables
en términos estructurales; lo cual funcionó como una interpelación directa a la noción
de rol, en particular la versión que Nadel había propuesto en su momento. Por otra
parte, la semejanza estructural de los actores, expresada en posiciones dentro de una red
es, según Faust y Wasserman (1994), una de las propiedades claves del ARS. Dicha
perspectiva se transformó en una categoría fundamental para el análisis, la denominada
equivalencia estructural 20, desarrollada por White y Lorrain en 1971 y se constituyó

17
De los cuales tal vez el caso del SIDA constituya un caso paradigmático y sin dudas el más
popularizado, ya que las fuentes de los primeros contagios fueron detectadas por el centro de
enfermedades infecto-contagiosas de Atlanta (Ga.) por medio del ARS.
18
Lozares:11
19
Lozares, Idem:11
20
“Sintéticamente, dos actores son estructuralmente equivalentes si tiene idénticos lazos desde y hacia
todos los otros actores de la red.” , Faust & Wasserman, idem:356 (trad. Pers.)
como una propiedad matemática de los subconjuntos de actores en una red. Al mismo
tiempo, sirvió para abonar dos técnicas que caracterizan al período y a la escuela de
Harvard, y que sirvieron para marcar un antes y un después en el grado de formalización
del ARS, el escalado multidimensional y el modelizado de bloques (blockmodelling). El
primero “... es una técnica de análisis de datos que busca representar semejanzas (o
diferencias) entre un conjunto de entidades en un espacio dimensional inferior, de tal
modo que las entidades que son más semejantes a otras estén próximas espacialmente,
mientras que aquellas que son menos similares se encuentren más apartadas...” 21.
Mediante este recurso se intenta expresar espacialmente la distancia existente entre los
distintos actores. El escalado multidimensional métrico reproduce precisamente las
distancias; mientras que el no métrico intenta expresar el orden y jerarquía de las
mismas. El blockmodelling es un modelo de las relaciones entre posiciones en una red
que permite la comparación de patrones estructurales y que formaliza un análisis
algebraico de los roles sociales. En esa condición es una representación simplificada en
la que sólo están presentes los principales rasgos estructurales de una red. Consiste en :”
(i) Una distribución de actores de una red en subconjuntos discretos denominados
posiciones.
(ii) Para cada par de posiciones se propone la presencia o ausencia de un vínculo en o
entre las posiciones de cada una de las relaciones.
Un modelo de bloque es, entonces, un modelo, o una hipótesis sobre una red
multirrelacional que presenta los rasgos generales de una red, tales como los lazos
entre posiciones, más que información sobre actores individuales...” 22.
Según White, las ventajas comparativas de esta última estrategia permiten evaluar como
dato estructural tanto la ausencia de vínculo, como la marginalidad de los nodos
aislados (a diferencia de las camarillas o cliques en las que la ausencia de datos, o el
aislamiento no jugaban ningún papel relevante); al tiempo que integra el análisis
simultáneo de nodos y vínculos.
Como señalábamos más arriba, esto dio lugar a dos grandes tendencias entre los
analistas de redes sociales. Por un lado, los formalistas, entre quienes H. White, como
dijimos, es un referente de importancia. Por otro, lo que Wellman ha denominado
“estructuralistas”. Los análisis realizados en el marco de esta corriente reconocen dos
perspectivas. El análisis de Redes Totales; cuyo principal interés es el análisis de las
relaciones de roles que se dan un sistema social, en busca de propiedades subyacentes.
Este tipo de investigación permite ver las relaciones entre el todo y las partes con gran
claridad, pero su principal obstáculo metodológico es establecer el límite de la unidad
muestral. A su vez, en dicha perspectiva se reconoce un sector que estudia el sistema en
sí mismo (p. ej., su grado de integración); y otro que analiza la influencia estructural en
la conducta de los agentes, continuando una línea de trabajo originada en Simmel.
La otra gran tendencia que aludíamos es antagónica en algunos aspectos a la recién
referida y constituye su interés alrededor de las redes egocentradas. Parten del
reconocimiento de las limitaciones del análisis anterior y se concentran en un individuo
y sus relaciones. Esto es, brindan una perspectiva de la red más próxima al
subjetivismo, ya que la ven desde su centro. Este tipo de estrategia se ha adaptado
habitualmente muy bien a las tradicionales metodologías de encuestas de la sociología
norteamericana. Esta técnica ha logrado falsar la suposición extendida de que la
sociedad de masas induce aislamiento de las redes, fenómeno que por su
posicionamiento, no es observable desde los análisis de redes totales.
Según Wellman, el análisis estructural postula cinco principios:
21
Faust & Wasserman, idem:385 (trad. Pers.)
22
Faust & Wasserman, idem:395 (trad. Pers.)
1 – Las relaciones sociales estructuradas constituyen una fuente más poderosa de
explicación sociológica que los atributos personales de los miembros del sistema.
Este postulado parte del principio antagónico al principal supuesto de la sociología
tradicional heredada de T. Parsons, que proponía que una estructura social resultaba la
suma de los atributos de sus agentes individuales. El análisis estructural parte, en
cambio, de suponer que la estructura es algo diferente y más abarcativo y complejo que
un agregado de atributos individuales, los cuales resultan, parcialmente, un subproducto
de la estructura vincular. En lugar de poner el foco en el individuo como unidad básica
estructural, como hace aquella perspectiva sociológica, la establece en el vínculo; por lo
que el énfais también se desplaza de la afiliación categorial individual a la posición
estructural, ya que : ”La gente pertenece a redes y también a categorías. Los analistas
estructurales consideran que las afiliaciones categoriales reflejan relaciones
estructurales subyacentes, esto es, diferencias basadas en los tipos de recursos con los
cuales ellos se encuentran vinculados…” 23.
2 - Las normas surgen a partir de la ubicación en sistemas estructurados de
relaciones sociales. Este postulado se opone a la idea convencional, aún hoy difundida,
de que los individuos actúan y ocupan lugares en una red, de acuerdo a una/s norma/s
compartida/s. Esto es, suponen una integración social eficiente y normativizada. “En
contraste, los analistas estructurales primero buscan las explicaciones en las
regularidades de los comportamientos reales de la gente, antes que en las
regularidades de sus creencias acerca de cómo es que deben comportarse. Interpretan
el comportamiento en términos de restricciones estructurales sobre la
actividad, en vez de asumir que fuerzas internas (i.e., normas internalizadas)
impelen a los actores a una conducta voluntarista…” 24. Este desacuerdo con la postura
normativista reviste cuatro alternativas. 1 – se excluye como tema la motivación
humana y el análisis se restringe a la descripción y explicación sistémica; 2 – no se
niega la existencia de normas motivacionales, pero su actividad se restringe a las
restricciones y oportunidades estructurales; 3 – se propone la prevalencia de la
explicación estructural, presentando a ambas como antagónicas y excluyentes; y 4 –
“Algunos analistas estructurales explican la desigual distribución de normas en una
población como un fenómeno sistémico. Señalan que la gente adquiere las normas
de la misma forma como adquiere otras piezas de información: a través de lazos en
una red.” 25
3 - Las estructuras sociales determinan el funcionamiento de las relaciones diádicas
Existe una versión sofisticada de la posición individualista clásica; que propone no ya al
individuo, sino a la díada interactiva como la unidad básica analítica, a la que aíslan
metodológicamente del resto de la red. Sin embargo, desde las investigaciones pioneras
de Bott (1954): “El patrón de lazos en un sistema social afecta de forma significativa el
flujo de recursos a través de lazos específicos, tan así que grupos de parentesco
densamente unidos segregan a los cónyuges ” 26. Por lo que, plantean los analistas
estructurales, tales relaciones diádicas sólo encuentran sentido en el contexto mas
general de sus vínculos, lo cual refuerza la actualidad del planteo simmeliano. Por otra
parte, Tilly (1975), ha demostrado que el verdadero agente de la movilización plítica es
el grupo de interés, y no el reclamo diádico.

23
Wellman, B., …, “El análisis estructural: del método y la metáfora a la teoría y la sustancia”, s/d, Pp.
26
24
Wellman, B., idem:27/8
25
Wellman, B., idem:31
26
Wellman, B., idem:32. Esta situación no ha sido sólo contemplada por Bott, sino que resultó habitual,
hasta mediados del S. XX en zonas rurales de Irlanda e Isla de Man (G.B.)
4 - El mundo está compuesto por redes, no por grupos. Nuevamente es un planteo de
origen simmeliano el que da argumento a este postulado, que propone que el contacto
entre sistemas sociales es originado por la pertenencia múltiple y cruzada de los
miembros de una red, en diversos ámbitos sociales. El ubicar a la red como principio
permite reconocer y analizar tanto los lazos “débiles” que no se agrupan, como aquellos
que sí se constituyen en un grupo. A través de esto se descubre la complejidad
interrelacional de la geografía del poder, en lugar de identificarlo en conjuntos
apriorísticos artificialmente discretos.
5 - Los métodos estructurales suplen y suplantan a los métodos individualistas. La
estrategia individualista desconoce las propiedades estructurales que van más allá del
agregado de individuos. De tal modo que ninguna propiedad de esas características,
estructural, subyacente, está en condiciones de ser utilizada analíticamente. Como lo
expone Seidman (1978) : “La sociedad, acerca de cuyas condiciones debemos ser
informados, es una de átomos de individuos, agrupados invariablemente por
cohortes de sexo, raza, y nacimiento. Su bienestar viene en pequeños
paquetes discretos de beneficios inconexos... Se trata de un mundo de
trabajo sin trabajo sucio, donde hay sindicatos y huelgas, pero no conflicto
industrial. Se trata de una economía virtualmente sin corporaciones, de una
política sin partidos políticos o poder político…” 27.
En este sentido y como consecuencia, el Análisis Estructural ha logrado establecer un
acuerdo sobre tres aspectos relacionados con su metodología
1 – las muestras se definen en términos relacionales.
2 – los métodos relacionales de descripción y análisis sustituyen a los categoriales.
3 – en el análisis de la estructura social se está recurriendo cada vez más a la
matemática determinista, que está sustituyendo progresivamente a la estadística
individualista.
En la actualidad es posible rastrear la utilización del ARS en múltiples campos, entre
ellos la Historia, o alguna versión de la sociología o antropología históricas, en las que
sobresale el estudio de A. Padgett (1993, 2002) sobre la estructura de la élite política,
familiar y financiera de Florencia durante el s. XV. En la historiografía colonial
americana también se utiliza, siguiendo muy diversos criterios y persiguiendo no
menos variados fines, alguna versión del ARS. Aunque esta es una práctica bastante
más reciente, ya que no se remonta más atrás de la década de 1990. En este campo
usualmente se lo encuentra asociado al estudio de las elites, o a alguna forma de
prosopografía y estudios de la familia. En general, se hace un uso mayoritariamente
metafórico de la noción de red y se subutiliza la potencialidad explicativa y descriptiva
del ARS. También resulta bastante evidente que la perspectiva dominante es aquella que
enfatiza el análisis de las redes egocentradas y que parten, más que de la díada, del
individuo notable como sujeto de análisis; caso particularmente notorio en la
abrumadora mayoría de los trabajos destinados a relevar redes comerciales y estructuras
de parientes y asociados.
Esta es la situación general en la que se contextualizan los estudios sobre las élites; los
cuales han renovado su interés en el debate sobre el retorno de lo político, antes
subestimado como coyuntural o eventual. La idea de agencia social, de actor, de
pequeño grupo, y sobre todo la capacidad de visibilidad que expresa, hizo de la noción
de red social una herramienta insoslayable para el estudio de las élites, el parentesco y
las organizaciones familiares. Esto se refleja claramente en la abundante bibliografía
que sobre ese tópico se viene produciendo. A la vez, la introducción de esta noción

27
En: Wellman, B., idem:37
clave de la sociología contemporánea, ha permitido comenzar un interesante debate
sobre teoría social desde el campo de la historia colonial. Esto se vió reflejado en la
publicación, en 1999 de la compilación editada por los historiadores germanos B.
Schröter y Ch. Büschges, Beneméritos, aristócratas y empresarios, en la que se
presentaban a debate nociones claves como las de ‘élite’, ‘oligarquía’, ‘aristocracia’, sus
causas y consecuencias y los mecanismos sociales, políticos y económicos que
involucraban, ya reconociéndole un particular interés a la noción de ‘red social’. En el
año 2000, el Anuario del IEHS, de Tandil, en su número 15, dedica un dossier especial
al tema de las elites y las redes en la América Colonial. Sin intentar agotar las
posiciones que en él encontraron espacio, nos centraremos en algunos aspectos de dos
de ellas que nos permitirán enlazar el planteo que venimos haciendo con las discusiones
teóricas y metodológicas que se desarrollan en el campo..
Una de estas posiciones está sintetizada en la posición asumida por uno de los
principales referentes del análisis de redes sociales en el campo de la Historia Colonial
latinoamericana, el investigador argentino Z. Moutoukias, quien remitiendo su posición
teórica a las conceptualizaciones de G. Mosca, E. Bott y Fr. Hayek; dirige su crítica,
justa y agudamente, a un modelo difundido, y hoy polémico, de familias notables
basado en el denominado ‘ciclo de las tres generaciones’ 28. Pero, sobre todo, a través de
éste, a los límites, dinámica, alcances, definición y consecuencias que a su criterio
merece la noción de familia patriarcal “la más clásica de las ideas fuertes” del campo,
como la designa. A la movilidad geográfica y social que ésta provocó. Los límites, la
extensión de la familia, en particular de las unidades domésticas y de las redes en los
que están involucradas (de parientes, clientelares, amistades instrumentales varias, etc.)
plantean, a juicio de este autor, un problema central en esta discusión, por lo que afirma
“al permanecer oscuras las relaciones entre parentesco y unidad doméstica, se estudian
las relaciones en el interior de un grupo cuyo contorno en realidad se define por los
lazos que se estudian. Así se otorga una existencia autoevidente a una construcción
nacida de una trampa circular...” 29. Paradójicamente, en lugar de recurrir a la estructura
que contiene, dá sentido y alimenta esos vínculos, Moutoukias individualiza esos
vínculos proponiendo “al contrario del modelo de la red de familias notables, los
supuestos que han organizado este texto (el suyo, n.d.a.) es que quienes se casan son
hombres y mujeres, no familias...” 30. Una de las consecuencias de este planteo es que, a
fin de presentar sus argumentos fácticos escoge la figura de red egocentrada como
articulador de vínculos. Otra, y aún más relevante es que al asumir el individualismo
voluntarista encuentra, por fuerza que: “La realidad fundamental se halla en las
elecciones y valores individuales, siendo la estructura derivada a partir de ahí, siendo
meramente epifenoménica...“ 31. Relativamente justificable de acuerdo a los materiales
que presenta, del Buenos Aires tardocolonial de fines del XVIII, adonde el peso de los
comerciantes y su ruta personal de éxitos y fracasos; no parece serlo tanto para el
Tucumán colonial. Aquí resulta muy difícil soslayar el hecho de que para el Tucumán
de los s. XVI y XVII, el matrimonio en la élite es tendencialmente una cuestión
estratégica, de cálculo patrimonial pautado, aún cuando existan algunos ejemplos en
contrario. Inclusive en el establecimiento de los vínculos de compadrazgo, es necesario

28
Este modelo fue propuesto originalmente por Balmori, Voss y Wortmann (1990) y establece que los
grupos de familias notables adquirieron, hacia fines del XVIII y primera mitad del XIX, una dinámica
basada en tres generaciones genealógicas, entre las cuales se producía el ascenso y el clímax de su
participación en el poder social, comenzando su declinación a partir de la cuarta.
29
Moutoukias, ibid.:137
30
Moutoukias, Z., Ibid.:151
31
Wellman, B., idem:29
relevar la estrategia seguida por cada conjunto familiar para verificar que, lejos de
tratarse de una opción puramente personal, el mapa diseñado por tales vínculos señala
claramente los núcleos de poder hacia donde convergían los intereses. Como veremos
luego, los auténticos objetivos sociales en este sentido eran las familias más
importantes. En otros términos y en el caso de las redes egocentradas propuestas por
Moutoukias, la posibilidad de los individuos de constituirse en nodos de una red estaba
mucho menos habilitada por su talento o por el azar, que por el sitio y rango que
ocupaba en una compleja estructura vincular. Por lo que, y para nuestro caso, la élite
puede ser vista como un tipo de red con una orientación particular, una claque o
camarilla.
En este sentido hacemos nuestra la prudente recomendación de Imzcoz Beunza: “...hay
que tener cuidado con la aplicación acrítica de los análisis de red social (‘Network
Analysis’) que se vienen manejando en la Sociología. Se ha definido la red social como
el ‘conjunto de actores sociales vinculados por una serie de relaciones que cumplen
determinadas propiedades’. Si los conceptos bien aplicados pueden ser útiles, en este
caso se corre el riesgo de plantear la cuestión únicamente en términos de individuos y
desde la ‘individualidad’ contemporánea, sin tener en cuenta las características de los
vínculos del Antiguo Régimen...” 32
Por otra parte, detrás de aquella afirmación, se encuentra un posicionamiento de disputa
con la noción de clase social, y en general, con la perspectiva estructuralista, o annalista.
De hecho, esta postura resulta la consecuencia del giro contraestructuralista que
implica, además, el retorno del actor ya anticipado por la sociología de A. Touraine (...)
y hoy difundido como uno de los principales tópicos del nuevo interés por lo político.
No obstante, no todo análisis de red implica un contraste con la noción de estructura
social. Para esta perspectiva el ARS presenta la enorme ventaja relativa de que “...las
redes representan una estructura micro, en un nivel intermedio de abstracción, entre la
estructura social macro y el individuo...” 33.
Esta complementariedad es señalada por la otra posición referida, la presentada por el
análisis de M. Bertrand. Este autor comparte una de las preocupaciones más destacadas
por Moutoukias; que “...la reflexión sobre las élites sociales llevadas a cabo desde una
perspectiva familiar dominante cuando no exclusiva no consigue presentar una visión
plenamente satisfactoria de la estructuración social.” 34. Propone, como alternativa, la
búsqueda de otras vías de sociabilidad, más lábiles y volátiles, pero menos rígidas y
ritualizadas, que devuelvan la visión de la práctica en lugar de la norma. Y a través de
ella, aproximarse a la constitución de redes de sociabilidad que atraviesan el campo de
la organización familiar y el parentesco, excediéndolos. El problema del límite de la red,
por otra parte, aquello que le permite (o no) ser una herramienta operativa, reintroduce
subrepticiamente la noción de estructura social pre-existente al apelar a la existencia de
un círculo de sociabilidad adonde se desenvuelve y corporiza. De tal manera que: “no se
trata, en este retorno del sujeto histórico, de negar el peso de las estructuras, tanto
sociales como socioeconómicas. Lo que se pretende es alcanzar las interacciones
continuas entre los individuos y los contextos sociales en los que se encuentran
inmersos. De allí el hecho de que, en última instancia, el objetivo final no reside tanto

32
Imizcoz Beunza, 1996:23
33
Adler Lomnitz, L, Ibid.:186. Esta posición ya fue expresada, además, por uno de los principales
referentes teóricos del ARS, Granovetter (1973), quien, paradójicamente, es una de las referencias
utilizadas por Moutoukias para deslindar la red de la estructura.
34
Bertrand, M., 2000:69
en la identificación de una estructura social –paso previo que sigue siendo
indispensable- sino más bien en la dinámica interna que afecta dicha estructura.” 35
En general, podría afirmarse, siguiendo a Wellman, que la historiografía colonial
latinoamericana aún se encuentra en la etapa del método y la metáfora en relación al
ARS.

Publicado en revista Nuestro NOA, año 1, n° 1, dic. 2009, S. S de Jujuy, ISSN 1852-
8287, Pp. 137/156

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Press,.

35
Bertrand, Ibid.:73. Coincide en este punto con lo comentado por Schröter y Büschges “la reconstitución
de grupos y redes sociales concretos no hace superfluo el análisis de la estructura general (económica,
política, etc.) de unas capas sociales, sino que añade a este análisis otro tipo de información.” Schröter, B.
y Büschges, Ch., 1999:300
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