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El Internet y los valores.

¿Qué? ¿Acaso es cierto? ¿Puede tener algo en apariencia trivial, relación con
los valores? ¿Puede influir en ellos directamente? Desde un punto de vista
estricto y sociológico, puede decirse que totalmente influye en la evolución
de los valores en la actualidad, siendo el mayor impacto en las relaciones
interpersonales dentro de la sociedad.

El uso del internet por parte de los humanos, sobre todo los adolescentes y
jóvenes adultos, ha propiciado un cambio radical en el comportamiento de
éstos, llevándolo a una vida más sedentaria, recluida y apartada de la
sociedad.
Muchos jóvenes no pueden concebir ya su vida sin el internet. Este se ha
vuelto una herramienta viciosa de ocio, el cual idiotiza la mente del individuo
creando en él una sensación de bienestar de la cual no quiere salir.

¿Para qué se usa el internet en general? Su uso rara vez es por fines
académicos que nacieron del usuario, la mayoría de las veces se debe a una
tarea escolar o una investigación de la cual, ni siquiera se lee la mitad de
dicho contenido. A grandes rasgos, el uso es para las redes sociales, el
voyerismo y paginas de contenido altamente sexual. Entonces podemos decir
que el uso del internet es para saciar los deseos pasionales del ser humano, y
no los intelectuales, a nivel de masas.

Desde el punto de vista axiológico, los valores son medios y metas, subjetivos
y objetivos respectivamente, pero ambos considerados para satisfacer un
deseo personal. Pero ¿de dónde surgen? Sin duda alguna cada sociedad,
conjunto y seres basan sus valores en su filosofía. El modo de pensar y sus
interpretaciones del cosmos influyen totalmente en la designación y
jerarquización de los valores, los cuales, a fin de cuentas, buscan la
complacencia del individuo y la supervivencia dentro de la sociedad.

Así que, si el uso del internet da al individuo la complacencia de los sentidos,


cumple en parte el objetivo primordial de todo valor, pero… ¿qué pasa? No
cumple con el fin de la supervivencia. No mira hacia una forma de evitar la
extinción y los daños dentro de los grupos. El uso actual por parte de las
personas no favorece a un mecanismo o sistema que pueda satisfacer este
punto; por lo tanto, podemos afirmar que el uso del internet no está creando
nuevos valores.

De esta manera llegamos a la siguiente cuestión: Si no está creando nuevos


valores, entonces ¿cómo afecta? La respuesta es difícil de concretar en unas
breves palabras, y sobre todo que quede muy claro.
En gran medida el impacto que se nota es la clara metamorfosis en las
relaciones humanas. El contacto físico va pasando a segundo plano. Ya no se
interesa por salir a pasear o contemplar el paisaje, sino en llegar rápidamente
a casa y poder “conectarnos” a este nuevo mundo que crece a pasos
agigantados (y ya ni eso es necesario, desde cualquier lugar con un celular se
tiene acceso a esta gran red ficticia).

Adentrados ya a la idea de mundo cibernético, es esto en esencia lo que


provoca el aislamiento y el rechazo a la interacción con el mundo real. Los
temores primitivos del humano empiezan a fortalecerse con la idea de
ausencia y se quedan con solo concepto; que exista sujeto pero no objeto
“físico”. Esto nos lleva a la perdición de los valores universales, tales como el
respeto, la honestidad, patriotismo, lealtad, etc., por citar algunos. Al orillar
al individuo a una reclusión de ceros y unos, se pierde por ende el
sentimiento de pertenencia a una sociedad, a un conjunto de seres “reales”
donde los valores son una práctica constante y necesaria para desarrollarse
interna y externamente. Emigra de un mundo a otro, de una sociedad a otra.

Teniendo esto en mente, quedan las siguientes preguntas: ¿será acaso


necesario esto? ¿Se deben de romper los viejos valores?
Creo que se debe revolucionar, tener un nuevo comienzo, un procesar de
nuevos y mejores valores. Pero este no es el modo. No es la manera.

“La locura se da raras veces en los individuos, pero constituye la regla general
en los grupos, en los partidos, en las naciones y en las épocas históricas.” –
Nietzsche

Mendoza Porras Rubén Omar


Desarrollo sustentable
No. 13

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