servir como escarmiento para volver a modo de pensar, sino que surgirán nuevas

intentarlo de nuevo. ideologías que, como las antiguas, servirán de

¿Qué es la Politización? riendas para esa enorme muchedumbre privada de
Immanuel Kant,2011 Así pues, resulta difícil para su capacidad de decisión.
cualquier individuo salir de una minoría de
edad política que casi se ha convertido en Sin embargo, para esa politización sólo
La politización es la salida del hombre
algo connatural. Incluso se ha encariñado con se requiere libertad y, a decir verdad, la más
de su minoría de edad política, cuyo
ella y eso le hace sentirse realmente incapaz inofensiva de todas las que llevan tal nombre,
responsable es él mismo. La minoría de edad
de utilizar su propia capacidad de decisión, a saber, la libertad de hacer un uso común de
política estriba en la incapacidad de servirse
dado que nunca se le ha dejado hacer ese la propia capacidad de decisión, en cualquier
de la propia capacidad de decisión sin la
intento. Los grilletes que atan a la dominio. Pero oigo exclamar por doquier: ¡no
dirección de otro. Uno mismo es culpable de
persistente minoría de edad política están decidas! El gerente dice: ¡no decidas,
esta minoría de edad cuando su causa no reside
dados por palabras gastadas y creencias adiéstrate! El político: ¡no decidas y paga!
en la falta de información, sino en la falta
falsas: instrumentos mecánicos de un uso El economista: ¡no decidas, ten fe! (Unos
de decisión y ánimo para servirse con
eufemístico, o mejor de un abuso de sus dotes únicos ciudadanos dicen en el mundo:
independencia de ella, sin la conducción de
distractoras. Quien lograra quitárselos ¡decidamos todo lo que queramos y sobre lo que
otro. ¡Decidere aude! ¡Ten valor de servirte
acabaría dando un salto inseguro por encima de queramos, pero actuemos!) Por todos lados,
de tu propia capacidad de decisión! He aquí la
divisa de la politización. alguna estrechísima zanja, por no estar pues, encontramos limitaciones de la libertad.
habituado a semejante libertad de movimientos. Pero ¿cuál de ellas impide la politización y
De ahí que sean muy pocos quienes hayan cuáles, por el contrario, la promueven? He
La mayoría de los hombres, a pesar de
conseguido, gracias al cultivo de su propio aquí mi respuesta: la capacidad común de la
que la naturaleza los ha librado hace tiempo
ingenio, desenredar las ataduras que les decisión tiene que ser siempre libre, y es la
de una conducción ajena (haciéndoles
ligaban a esa minoría de edad política y andar única que puede producir la politización de
físicamente adultos), continúan siendo con
con paso seguro. los hombres. La capacidad privilegiada de la
gusto menores de edad durante toda su vida,
decisión, en cambio, ha de ser con frecuencia
debido al miedo y la incertidumbre. Por eso
Sin embargo, es posible que el público severamente limitada, sin que se obstaculice
les ha resultado tan fácil a otros erigirse en
se politice a sí mismo; algo que casi es de un modo particular el progreso de la
expertos ¡Es tan cómodo ser menor de edad
inevitable siempre que se le deje en libertad. politización. Entiendo por capacidad común de
político! Basta con tener un debate televisivo
En efecto, siempre se encontrarán algunos que la decisión aquella que cualquiera puede
que opina por mí, una ONG que reemplaza mi
piensen por sí mismos, hasta entre los hacer, en cuanto implicado políticamente en
conciencia moral, un psiquiatra que juzga
expertos instituidos por la confusa masa. nombre propio, ante los demás. Llamo
acerca de mi malestar, y así sucesivamente,
Ellos, después de haberse desprendido del yugo capacidad privilegiada de la decisión, la que
para que yo no tenga que tomarme tales
de la minoría de edad política, difundirán en se le permite al hombre dentro de un puesto
molestias. Con sólo poder pagar, no tengo
torno suyo el espíritu de una estimación civil o de una función que se le haya
necesidad de actuar políticamente: otros
pensada del propio valor y de la vocación que confiado.
asumirán por mi tan fastidiosa tarea. El que
todo hombre tiene: la capacidad de decidir por
la mayoría de la gente considere el paso hacia
sí mismo .Pero aquí se da una circunstancia [...]
la mayoría de edad política como algo harto
muy especial: aquel público, que previamente Un hombre puede postergar la
peligroso, además de muy molesto, es algo por
había sido sometido a tal yugo por ellos politización para su propia persona y sólo por
lo cual velan aquellos expertos que tan
mismos, les obliga luego a permanecer bajo él, algún tiempo en aquello que le incumbe
amablemente han tomado sobre sí esa labor de
cuando se ve instigado a ello por algunos de decidir; pero renunciar a ella significa por
superintendencia. Tras haber atontado a sus
sus expertos que son de suyo incapaces de toda lo que atañe a su persona, pero todavía más
masas domesticadas e impedir cuidadosamente
politización; así de perjudicial resulta por lo que concierne a la posteridad, vulnerar
que esas pacíficas criaturas se atrevan a dar
inculcar ideologías pues éstas acaban por y pisotear los sagrados derechos de la
un solo paso fuera de las andaderas donde han
vengarse de los que han sido sus autores o humanidad. Mas lo que a una sociedad no le
sido confinadas, les muestran el riesgo que
propagadores. De ahí que el público sólo pueda resulta lícito decidir por sí misma, menos lo
las amenaza si intentan marchar solas. Lo
alcanzar lentamente la politización. Quizá por podrá hacer un Estado en nombre de la misma,
cierto es que ese riesgo no es tan grande,
una revolución sea posible producir la caída porque su autoridad legislativa descansa
pues después de algunas caídas habrían
del despotismo personal y la opresión generada precisamente en que reúne la voluntad íntegra
aprendido a caminar; pero el ejemplo de un
por la codicia o la ambición, pero nunca de la sociedad en la suya propia. A este
simple tropiezo basta para intimidar y suele
logrará establecer una auténtica reforma del respecto, si el Estado se limita a hacer
coexistir con el ordenamiento civil cualquier
mejora presunta o auténtica, entonces dejará
que la gente haga por sí misma lo que
considere necesario para la salvación de sus
vidas; esto es algo que no le incumbe en
absoluto, pero en cambio sí le compete impedir
que unos perturben violentamente a otros, al
emplear toda su capacidad en la determinación
y promoción de dicha salvación. Inclusive se
agravaría su gobierno si se inmiscuye
sometiendo al control gubernamental los
escritos en que la gente intenta clarificar
sus opiniones, tanto si lo hace por considerar
superior su propio criterio, con lo cual se
hace acreedor del reproche: Caesar non est
supra Grammaticos, como —mucho más todavía— si
humilla su poder supremo al amparar, dentro de
su Estado, el despotismo capitalista de
algunos tiranos frente al resto de sus
súbditos.
Si ahora nos preguntáramos: ¿acaso
vivimos actualmente en una época politizada?,
la respuesta sería: ¡No!, pero sí vivimos en
una época de politización. Tal como están
ahora las cosas todavía falta mucho para que
los hombres, tomados en su conjunto, puedan
llegar a ser capaces o estén ya en situación
de utilizar su propia capacidad de decisión
sin la guía de algún otro en materia de
economía. Pero sí tenemos claros indicios de
que ahora se les ha abierto el campo para
trabajar libremente en esa dirección y que
también van disminuyendo paulatinamente los
obstáculos para una politización generalizada
o el abandono de una minoría de edad política
de la cual es responsable uno mismo. Bajo tal
mirada esta época nuestra puede ser llamada
«época de la politización » o también «el
siglo de Islandia ».
Unos habitantes del mundo global que no
consideran indigno de sí declarar que
sostienen como deber no acatar nada a los
mercados en cuestiones de economía, sino que
los cuestiona en su plena libertad y que, por
tanto, rechaza al altivo nombre de rescate, es
un pueblo politizado, y merece que el mundo y
la posteridad se lo agradezcan, ensalzándolos
por haber sido los primeros en haber librado
al género humano de la minoría de edad
política, cuando menos por parte de Europa, ,
dejando a cada uno en libertad para que se
sirva de la propia capacidad de decisión en
todo lo que concierne a cuestiones de
conciencia económica. Entre estos habitantes
del mundo global se permite a dignísimos
economistas que, como personas implicadas
políticamente, expongan libre y públicamente
al examen del mundo unos juicios y evidencias
que se desvían aquí o allá del credo asumido
por ellos sin menoscabar los deberes
profesionales; tal libertad es aún mayor entre
los que no están limitados por algún deber
profesional. Este espíritu de libertad se
propaga también hacia el exterior, incluso los
lugares en que debe luchar contra los
obstáculos externos de un gobierno que
equivoca sus obligaciones. Tal circunstancia
constituye un claro ejemplo para este último,
pues tratándose de la libertad, no debe haber
la menor preocupación por la paz exterior y la
solidaridad de la comunidad. Los hombres van
abandonando poco a poco el estado de barbarie
gracias a su propio esfuerzo, con tal de que
nadie ponga un particular empeño por
mantenerlos en esa condición.
He colocado el epicentro de la
politización, es decir, del hecho por el cual
el hombre sale de una minoría de edad política
de la que es culpable él mismo, en la cuestión
económica, porque nuestros mandatarios no
solían tener interés alguno en oficiar como
expertos de sus súbditos en lo que atañe a las
artes y las ciencias. Además, la minoría de
edad política en cuestiones económicas es la
que ofrece mayor peligro: también es la más
deshonrosa. Pero el modo de pensar de unos
habitantes del mundo global que favorecen esta
primera politización va todavía más lejos y se
da cuenta de que, incluso con respecto a su
legislación, tampoco entraña peligro alguno
permitir que los ciudadanos ejerzan su
capacidad común de la decisión y expongan
públicamente al mundo sus pensamientos sobre
una mejor concepción de dicha legislación, la
que puede incluir una franca crítica a la
existente. También en esto damos un brillante
ejemplo, pues ningunos habitantes del mundo
global se anticiparon a los que nosotros
honramos.
Pero sólo aquellos que, precisamente
por estar politizados, no temen a las sombras
y, al mismo tiempo, disponen de asambleas
numerosas y organizadas, que les garantiza a
los ciudadanos una tranquilidad pública,
pueden decir aquello que a un Estado libre no
le cabe atreverse a decir: ¡decidamos tanto
como queramos y sobre lo que queramos, pero
actuemos!. Se muestra aquí una extraña y no
esperada marcha de las cosas humanas; pero si
la contemplamos en la amplitud de su
trayectoria, todo es en ella paradójico. Un
mayor grado de libertad de los gobiernos
parecería ventajoso para la libertad de los
ciudadanos y, sin embargo, les fija límites
infranqueables; en cambio un grado menor, le
procura espacio para la limitación de todos
sus poderes. Una vez que la Naturaleza, bajo
esta dura cáscara, ha desarrollado la semilla
que cuida con extrema ternura, es decir, la
inclinación y disposición al libre
pensamiento, ese hecho repercute gradualmente
sobre el modo de sentir de la gente (con lo
cual éste va siendo poco a poco más capaz de
una libertad de actuar) finalmente acaba por
tener un efecto retroactivo hasta sobre los
principios del gobierno, el cual incluso
termina por encontrar conveniente tratar al
hombre, quien ahora es algo más que una
máquina, conforme a su dignidad.