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El obstáculo epistemológico

Pablo Cazau
En: http://www.galeon.com/pcazau

Se trata de un término introducido por Gastón Bachelard para designar toda aquella
creencia, habitualmente inconciente, que frena u obstaculiza el desarrollo del
conocimiento científico. El progreso de la ciencia estaría posibilitado por la
concientización y superación de tales creencias.

1. Concepto.- Bachelard (1884-1962) desarrolla la idea de obstáculo epistemológico


especialmente en "La formación del espíritu científico", donde expone y ejemplifica diversos
tipos de obstáculos.

Existen, indudablemente, muchos factores que pueden frenar el desarrollo del conocimiento
científico. Podemos encontrar factores objetivos, como por ejemplo la no disponibilidad de
instrumentos de observación y medición sofisticados, la complejidad de la realidad, las
limitaciones de los sentidos, etc., pero un obstáculo epistemológico no es objetivo en el sentido
apuntado, sino subjetivo, porque se trata de una creencia, generalmente inconciente, que tiene
el científico y que le impide avanzar en su conocimiento. Burdamente, podríamos decir: el
obstáculo epistemológico es interno, no externo. Son confusiones, entorpecimientos, prejuicios
que se dan en el acto mismo de conocer, generando una inercia que tiende a perpetuar lo ya
conocido, y cerrando las puertas al nuevo conocimiento.

Consiguientemente, la solución no pasaría por comprar un instrumento de medición más


sofisticado, sino por psicoanalizar el conocimiento científico, poniendo al descubierto esas
creencias inconcientes y poder así comenzar a superarlas. De aquí el subtítulo del texto de
Bachelard, antes citado: "Contribuciones a un psicoanálisis del conocimiento objetivo".

Desde ya, Bachelard no propone que los científicos vayan al psicoanalista a hacerse un especie
de control epistemológico. El epistemólogo francés encara en cambio la tarea de analizar
psicoanalíticamente los textos científicos, especialmente los de la Edad Medieval y Moderna, y
centrándose sobre todo en temas de física, química y biología (Bachelard fue, originalmente,
químico). En el presente artículo hemos agregado algunos ejemplos de la psicología, donde
también es posible hallar los mismos obstáculos epistemológicos.

Más allá de si son o no científicos, todas las personas tienen creencias que les impiden pensar,
sentir y hacer cosas. La creencia "no valgo mucho", por ejemplo, limitará o frenará el
desarrollo de las potencialidades de esa persona. Mas tampoco es este tipo de creencias en las
que piensa Bachelard al hablar de obstáculos epistemológicos: estos son creencias de los
científicos, y afectan particularmente su manera de comprender o explicar la realidad.

Los obstáculos epistemológicos tienen, no obstante, su aspecto positivo: su concientización y


superación es lo que permite, en última instancia, que la ciencia pueda progresar hacia nuevos
horizontes e ideas, las que a su vez serán nuevos obstáculos epistemológicos que deberán ser
superados, y así sucesivamente. Así, el progreso científico no tiene un término final absoluto,
siendo que detrás de cada obstáculo surge otro, y así indefinidamente. El progreso consiste más
que nada en sucesivas aproximaciones a la verdad (aproximalismo) sin ser esta nunca
alcanzada; consiste, para Bachelard, en un triunfo del espíritu científico sobre las resistencias
representadas por los obstáculos epistemológicos. Desde esta perspectiva, no hay verdad, sino
error rectificado.

Esta idea según la cual la historia de la ciencia es una historia de superación de errores está
también presente en otros pensadores. Julio Verne decía que "la ciencia se compone de errores,
los que a su vez son los pasos hacia la verdad". De idéntica forma, Popper habla del progreso
científico en términos de conjeturas y refutaciones, vale decir, lo concibe como una secuencia,
aparentemente ilimitada, de hipótesis y refutaciones de las mismas por ser equivocadas. No
obstante, los planteos de estos pensadores son diferentes a los de Bachelard, en cuanto que
ellos no conciben los errores como productos de las creencias inconcientes del científico, sino
más bien como obstáculos más técnicos y objetivos.

Bachelard estudia con cierto detenimiento los diversos obstáculos epistemológicos tal como se
fueron presentando en la historia de la ciencia. La marcha científica de ésta última hacia la
objetividad no es inicialmente objetiva: sólo tras una ruptura epistemológica se torna posible ir
pasando de un conocimiento meramente sensible a un conocimiento más científico.

Así como el psicoanálisis puede convertir, simplificando las cosas, un hombre enfermo en un
hombre sano, así también el psicoanálisis propuesto por Bachelard puede hacer un científico a
partir de una mentalidad pre-científica, operando sobre sus obstáculos epistemológicos.

2. Conocimiento científico y libido.- Los obstáculos epistemológicos, como creencias que


son, son adhesiones afectivas, libidinales, y el psicoanálisis del científico procura canalizar esa
afectividad en una dirección constructiva, es decir, productora de un conocimiento más
objetivo. Se trata de pasar de la curiosidad ingenua, el asombro, la recreación típicas de la
mentalidad precientífica, al dolor que se experimenta jugando el peligroso juego del
pensamiento teórico sin un soporte experimental estable. Para Bachelard, la libido es la carga
afectiva que subyace bajo las creencias precientíficas, cargas que hacen que esos
conocimientos aparezcan ‘libidinizados’ o ‘valorizados’ afectivamente y, por ende, se los
mantenga sin modificación, en forma dogmática.

El origen de los obstáculos epistemológicos se enraiza no sólo en todo lo que le fuera


transmitido por sus maestros, portadores del mismo error, sino también en sus primeras
experiencias infantiles. Un ejemplo, a este respecto, es la fascinación que ejerce el misterio.

Pongámoslo en forma de breve relato. El científico, antes de ser tal fue un niño, y su padres no
le decían ciertas cosas, ocultándole los temas vinculados con, por ejemplo, la sexualidad y el
amor. Como resultado, el niño comenzó a asociar libido con misterio, y desde allí en más todo
lo misterioso adquirió el poder de despertar la libido.
Cuando crece, se recibe en la universidad y se convierte en científico, se encuentra con que no
progresa en sus investigaciones, quedándose por ejemplo en lo anecdótico o en lo irrelevante
(obstáculos epistemológicos). De alguna manera, resistirse a investigar implica seguir
manteniendo el misterio, y con él, el placer libidinal asociado. El amor al misterio ha
desplazado así al amor a la verdad, al amor a la desocultación del misterio, produciéndose con
ello una detención del conocimiento.

3. Clasificación.- La lectura del texto de Bachelard nos sugiere dos criterios importantes para
clasificar los obstáculos epistemológicos.

a) En primer lugar, están los obstáculos que aparecen durante la investigación básica, y los que
aparecen durante la transmisión del conocimiento a través de la enseñanza, obstáculos estos
últimos que son designados con el nombre de ‘obstáculos pedagógicos’.

Los primeros aparecen cuando el científico está creando nuevas hipótesis o las está sometiendo
a prueba. Ciertas creencias pueden hacer que el científico plantee hipótesis irrelevantes, que se
resista a abandonar ciertas hipótesis por existir una adhesión afectiva a ellas, o que utilice
métodos de prueba difícilmente calificables como propiamente científicos.

Los segundos aparecen en el acto de enseñar, y como tales van transmitiéndose de generación
en generación contribuyendo a una lentificación o a una detención del conocimiento científico:
un hecho originalmente mal interpretado es comunicado tal cual a los alumnos, y estos a su vez
a sus alumnos y así sucesivamente. El profesor, de hecho, no sólo enseña contenidos, sino
también una manera de pensar el mundo, y por ambas vías se filtran, casi siempre
inadvertidamente tanto para el educador como para el educando, los obstáculos
epistemológicos.

b) Una segunda clasificación los divide en fundamentales y especiales.

Los obstáculos epistemológicos fundamentales son, en la denominación bachelariana, la


experiencia básica y el conocimiento general, y deben ser entendidos como dos errores
extremos en los cuales puede incurrir el científico. La experiencia básica consiste en aferrarse a
lo singular, pintoresco, futil o anecdótico de los fenómenos, sin captar lo esencial y sin ejercer
una crítica sobre los datos brutos de los sentidos. La experiencia básica describe
desordenadamente lo que ve, salta de un tema a otro resaltando lo que más le atrae, lo que es
más llamativo, curioso, pintoresco o barroco. La raíz de esta actitud debemos buscarla en la
tendencia humana hacia el espectáculo de los fenómenos interesantes o vistosos que permitan
canalizar sus deseos y pasiones.

La experiencia básica busca la variedad, pero no la variación metódica, donde el científico va


analizando variable por variable en forma experimental, con el fin de probar la sensibilidad de
aquellas que se suponen relevantes.
En el otro extremo encontramos el conocimiento general. Tan nefasto para el progreso del
espíritu científico es la atracción por lo particular (experiencia básica) como la atracción por lo
general, su par opuesto. Este segundo obstáculo consiste en generalizar demasiado o en forma
precoz y facilista, lo que lleva a una detención de la experiencia, a un desinterés por el soporte
empírico que debe tener toda ciencia, del mismo modo que la experiencia básica promovía el
desinterés por los principios generales, en favor de la diversidad de lo singular.

Señala Bachelard que la excesiva generalización inmoviliza el pensamiento: las variables que
describen lo general dejan en la sombra las variables matemáticas esenciales y, por lo demás,
las generalizaciones apresuradas muchas veces se equivocan.

El lector habrá advertido la polaridad entre ambos obstáculos. Bachelard señala que, en efecto,
todo obstáculo epistemológico tiene su par opuesto, hacia el cual se tiende a ir con el fin de
superar el primer error. Puede hablarse así, de una especie de ley psicológica de la bipolaridad
de los errores, según la cual los obstáculos se presentan de a pares y donde de uno se tiende a
pasar al otro para superar cualquiera de ellos. Por ejemplo, pasar de una generalización
excesiva a una singularización extrema para superar el primer error, o pasar del animismo al
mecanicismo, etc, que ya son ejemplos de obstáculos epistemológicos especiales.

Los obstáculos epistemológicos especiales son, entre los citados por Bachelard, el obstáculo
verbal, el conocimiento unitario, el conocimiento pragmático, el sustancialismo, el realismo, el
animismo, el conocimiento cualitativo y el conocimiento cuantitativo.

1) Obstáculo verbal.- Consiste en una sobrevalorización de las metáforas empleadas para


explicar los hechos, donde estos quedan explicados por las metáforas y no por las leyes, por
recursos verbales y no por recursos matemáticos.

En su intento por describir y explicar el aire, Reamur recurría a la metáfora de la esponja: "el
aire, por su estructura, es semejante a los cuerpos esponjosos". En realidad, un acercamiento
científico al aire implica hablar de su composición química, de la presión que ejerce sobre la
tierra, de su densidad, de sus propiedades para dejar pasar o no ciertas radiaciones, de su
capacidad para desplazarse según su temperatura, etc.. De considerar que el aire es como una
esponja a pensar que tiene porosidades o que resulta útil para enjabonarse hay un solo paso, y
es aquí donde aparece el obstáculo verbal: tomar al pie de la letra imágenes metafóricas
simples y familiares y proponerlas como explicaciones plausibles.

Muchos cuerpos y fenómenos se asimilan fácilmente a la metáfora de la esponja, que en


realidad es una imagen ingenua e insuficiente de lo real. Otros ejemplos son "La materia
común es una especie de esponja para el fluido eléctrico" (Franklin), "El hielo es una esponja
de agua espesa y helada" (Mangún), y "Todos los cuerpos de la naturaleza están llenos de
poros: la porosidad es pues, una propiedad general de los cuerpos" (Conde de La Cépede).

2) Conocimiento unitario.- Tendencia del conocimiento pre-científico a considerar que todo


está regido por un único principio general de la naturaleza, o bien que todas las cuestiones
deben encuadrarse desde una única Weltanschauung (es decir cosmovisión, manera de ver las
cosas, forma de pensar el mundo). Por ejemplo, en el siglo 18 la idea de una naturaleza
homogénea y armónica negó todas las peculiaridades propias de los fenómenos
subordinándolas a un principio general, y pasando por alto también las contradicciones
observadas.

Explicar la diversidad fenoménica desde una única óptica es fácil, pero científicamente
inconveniente. Pensar que hay una "unidad armónica" en el mundo conduce al planteo de una
supra-determinación, vale decir, a pensar que todo está determinado, todo es inevitable, todo
está en última instancia controlado desde aquella unidad y aquella armonía.

3) Conocimiento pragmático.- Obstáculo que hace desarrollar indebidamente una hipótesis de


tal forma que pueda ser simplemente útil, proceso que Bachelard designa como inducción
utilitaria. Desde esta perspectiva, todo lo que no es útil es irracional, es anticientífico.

Un ejemplo de hipótesis utilitaria aparece en Berthollet: "Si se suprimiera la transpiración


durante los primeros años de vida del hombre, los conductos se agrandarían y los humores
podrían luego salir en forma más abundante". A quien formuló o aceptó esta hipótesis no le
importó mayormente que fuera o no verdadera; se interesó porque era útil, ya que suministraba
un adecuado curso de acción para evitar el agrandamiento de los conductos, fomentando la
transpiración durante los primeros años de vida.

Buscar guías prácticas de acción es aceptable, pero esto se transforma en obstáculo pragmatista
cuando se pretende usar tal guía como principio explicativo, como idea que intenta explorar no
sólo la utilidad sino también la verdad de las cosas.

4) Sustancialismo.- Creencia según la cual la noción de sustancia es suficiente para explicar los
fenómenos observados, noción a la que se apela en virtud de su familiaridad, su sencillez y su
contundencia. Sustancializar un fenómeno es considerarlo simplemente una sustancia, y como
tal ésta de por sí sola explica dicho fenómeno. En sus intentos por explicar el fenómeno de la
electricidad, los físicos de siglos atrás decían que era como una especie de engrudo, que era
"glutinosa" y "untuosa", ya que habían observado que el polvo se "pegaba" a una superficie
electrizada. Desde ya, la electricidad no queda explicada diciendo que es un engrudo.

Otro ejemplo es una hipótesis de Reaumerie: "el mercurio, aunque blanco por fuera, es rojo por
dentro. El color rojo aparece cuando se lo calcina con fuego". Hoy sabemos que el mercurio no
es rojo por dentro, sino que lo que es blanco se transforma en rojo por la acción del calor.

Pero es posible también sustancializar en psicología. Frecuentemente el hombre tiene


conciencia de ser él mismo una sustancia. Para esta psicología precientífica, el psiquismo o el
alma es una sustancia interior, y por tanto la tarea científica implicará hacer un trabajo de
excavación introspectiva, y especular con teorías que busquen relacionar lo interior con lo
exterior. En realidad, el conocimiento científico no se agota en el conocimiento de sustancias,
porque la realidad está hecha de relaciones.

Podemos trasladar algunas ideas de Bachelard al psicoanálisis, por ejemplo cuando Freud dice
que la libido tiene "viscosidad". El creador del psicoanálisis no incurrió, aparentemente, en
ninguna sustancialización de la libido, usando la expresión "viscosidad" como una simple
metáfora que no debía tomársela al pie de la letra. Sin embargo, tal afirmación pudo haber
sugerido a muchos que la libido era, en efecto, una sustancia untuosa como el aceite, y
reducirla simplificadamente a ella.

En otro ejemplo, cuando Wilhelm Reich sostuvo que la libido era azul, no estaba usando
simplemente una metáfora ilustrativa, sino afirmando una realidad incontrovertible:
sustancializó la libido porque le asignó una cualidad sustancial, como es el color. Hoy
tomamos la afirmación de Reich como un delirio o, en el mejor de los casos, como una
metáfora útil para describirla de alguna manera. De idéntica forma, cuando decimos que
alguien tiene ideas negras, nadie entenderá que las ideas son efectivamente, negras, porque
absorben ´toda la gama del espectro de luz visible, sino que lo tomará como una metáfora por
idea suicida o idea pesimista.

5) Realismo.- Bachelard alude aquí a un realismo ingenuo, según el cual la realidad es tal cual
como se nos presenta a los sentidos, y estos no nos engañan. Por lo tanto, carece de sentido
buscar algo que esté "más allá" de lo fenoménico, porque todo lo real está inmediatamente
dado. Apariencia y esencia son, para el realismo ingenuo una y la misma cosa, cuando en rigor
desde una mentalidad científica debe reconocerse que el conocimiento implica transcender lo
fenoménico y emprender la búsqueda de relaciones esenciales.

6) Animismo.- Tendencia del espíritu pre-científico a explicar los fenómenos biológicos o


psicológicos, y aún los físico-químicos, a partir de la existencia de un impulso vital, o un fluido
vital, que por sí solo es capaz de explicar fenómenos como la reproducción, el metabolismo, el
crecimiento, etc.

La palabra "vida" aparece como una expresión que puede explicarlo todo. Hacia 1664, por
ejemplo, se intentaba explicar ciertos cambios en los metales diciendo que estaban "enfermos",
y que su vitalidad había disminuído. El ejemplo puede parecernos grotesco, pero muestra al
desnudo el obstáculo epistemológico animista. Incluso cuando explicamos algún cambio en un
ser vivo, podemos intentar explicarlo a partir de un decaimiento del impulso vital (si se trata de
una enfermedad) o a partir de un incremento de dicho impulso (cuando se trata de explicar el
crecimiento o el desarrollo).

Demos otro ejemplo aplicando esta idea de Bachelard a la psicología. La madre visita al
psicólogo porque su hijo se porta muy mal en la escuela. El psicólogo, tranquilizador, la
consuela diciéndole "No se preocupe: su hijo es así porque tiene un alma rebelde".
Evidentemente la presencia de un supuesto elemento infundidor de vida, como el alma, no es
una explicación que juzgaríamos adecuada sobre el comportamiento del niño, e intentaríamos
indagar, por ejemplo, en su historia familiar. Sin embargo, la explicación por el "alma rebelde"
es fácil de creer porque es sencilla y, para esta madre en particular, conveniente, porque al fin y
al cabo viene a demostrar que ella no tuvo nada que ver, y que el único culpable es el alma del
niño.

Bachelard desarrollla un ejemplo prototípico de animismo: lo que él llama el "mito de la


digestión". El psicoanálisis ha mostrado en detalle con qué intensidad el hombre libidiniza, ya
desde el nacimiento, aquellas partes de su cuerpo vinculadas con la alimentación (zona erógena
oral) y con la eliminación (zona erógena anal). No resulta extraño, entonces, para Bachelard,
que el espíritu precientífico apele a metáforas digestivas, inconcientemente muy importantes
porque la digestión es fuente de grandes placeres y grandes sufrimientos, para dar cuenta de lo
real.

El mito de la digestión implica tomar el proceso digestivo como modelo explicativo de muchos
fenómenos (y si Bachelard lo pone como ejemplo de animismo es porque la digestión es una
función propia de los seres vivos). Un ejemplo: en ciertas cosmogonías precientíficas, la tierra
fue concebida como un gigantesco aparato digestivo. Y en psicología, los intentos por explicar
los estados de ánimo como el optimismo y la tristeza, a partir de alguna condición fisiológica
del estómago.

7) Conocimiento cualitativo.- Obstáculo epistemológico por el cual consideramos solamente


los aspectos cualitativos de los fenómenos, sin intentar indagar en las relaciones cuantitativas
entre las variables correspondientes. Su par opuesto es el conocimiento cuantitativo. Por
ejemplo, categorizar las personas como "es inteligente" o "no es inteligente", en lugar de
intentar establecer una medición numérica, que siempre es mucho más precisa.

8) Conocimiento cuantitativo.- En el otro extremo, este obstáculo implicará cuantificarlo todo


en una forma obsesiva, o bien cuantificarlo mal. Por ejemplo, no se puede medir un proceso
fugaz y/o indeterminado, como muchos fenómenos mentales, a riesgo de extraer conclusiones
equivocadas. En el afán de buscar precisión, a veces en psicología se intentan cuantificar
fenómenos que, de momento, no pueden ser medidos en términos numéricos, como podría ser
por ejemplo la angustia.

El lector habrá podido advertir que muchos de los obstáculos epistemológicos descriptos se
superponen y hasta parecen referirse a lo mismo, como por ejemplo la experiencia básica con
el realismo, o el sustancialismo con el animismo. La razón es que todos ellos están imbricados
en los mismos procesos de conocimiento, y si Bachelard los separa es a los efectos del simple
análisis. Por ejemplo, considerar que la conducta se explica por el alma implica incurrir
simultáneamente en un animismo, porque el alma encierra el impulso vital, en un
sustancialismo, porque se explica todo a partir de la idea de sustancia (en este caso una
sustancia inmaterial), en un conocimiento unitario porque se invoca el alma como único
principio explicativo, etc.

Pablo Cazau. Licenciado en Psicología y Profesor de Enseñanza Media y Superior en


Psicología

Buenos Aires, Enero 1996

Fuente consultada: Bachelard G., "La formación del espíritu científico". Contribuciones a un
psicoanálisis del conocimiento objetivo, Buenos Aires, Siglo XXI editores, 1972, segunda
edición.

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