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Pablo Cazau
En: http://www.galeon.com/pcazau
Se trata de un término introducido por Gastón Bachelard para designar toda aquella
creencia, habitualmente inconciente, que frena u obstaculiza el desarrollo del
conocimiento científico. El progreso de la ciencia estaría posibilitado por la
concientización y superación de tales creencias.
Existen, indudablemente, muchos factores que pueden frenar el desarrollo del conocimiento
científico. Podemos encontrar factores objetivos, como por ejemplo la no disponibilidad de
instrumentos de observación y medición sofisticados, la complejidad de la realidad, las
limitaciones de los sentidos, etc., pero un obstáculo epistemológico no es objetivo en el sentido
apuntado, sino subjetivo, porque se trata de una creencia, generalmente inconciente, que tiene
el científico y que le impide avanzar en su conocimiento. Burdamente, podríamos decir: el
obstáculo epistemológico es interno, no externo. Son confusiones, entorpecimientos, prejuicios
que se dan en el acto mismo de conocer, generando una inercia que tiende a perpetuar lo ya
conocido, y cerrando las puertas al nuevo conocimiento.
Desde ya, Bachelard no propone que los científicos vayan al psicoanalista a hacerse un especie
de control epistemológico. El epistemólogo francés encara en cambio la tarea de analizar
psicoanalíticamente los textos científicos, especialmente los de la Edad Medieval y Moderna, y
centrándose sobre todo en temas de física, química y biología (Bachelard fue, originalmente,
químico). En el presente artículo hemos agregado algunos ejemplos de la psicología, donde
también es posible hallar los mismos obstáculos epistemológicos.
Más allá de si son o no científicos, todas las personas tienen creencias que les impiden pensar,
sentir y hacer cosas. La creencia "no valgo mucho", por ejemplo, limitará o frenará el
desarrollo de las potencialidades de esa persona. Mas tampoco es este tipo de creencias en las
que piensa Bachelard al hablar de obstáculos epistemológicos: estos son creencias de los
científicos, y afectan particularmente su manera de comprender o explicar la realidad.
Esta idea según la cual la historia de la ciencia es una historia de superación de errores está
también presente en otros pensadores. Julio Verne decía que "la ciencia se compone de errores,
los que a su vez son los pasos hacia la verdad". De idéntica forma, Popper habla del progreso
científico en términos de conjeturas y refutaciones, vale decir, lo concibe como una secuencia,
aparentemente ilimitada, de hipótesis y refutaciones de las mismas por ser equivocadas. No
obstante, los planteos de estos pensadores son diferentes a los de Bachelard, en cuanto que
ellos no conciben los errores como productos de las creencias inconcientes del científico, sino
más bien como obstáculos más técnicos y objetivos.
Bachelard estudia con cierto detenimiento los diversos obstáculos epistemológicos tal como se
fueron presentando en la historia de la ciencia. La marcha científica de ésta última hacia la
objetividad no es inicialmente objetiva: sólo tras una ruptura epistemológica se torna posible ir
pasando de un conocimiento meramente sensible a un conocimiento más científico.
Así como el psicoanálisis puede convertir, simplificando las cosas, un hombre enfermo en un
hombre sano, así también el psicoanálisis propuesto por Bachelard puede hacer un científico a
partir de una mentalidad pre-científica, operando sobre sus obstáculos epistemológicos.
Pongámoslo en forma de breve relato. El científico, antes de ser tal fue un niño, y su padres no
le decían ciertas cosas, ocultándole los temas vinculados con, por ejemplo, la sexualidad y el
amor. Como resultado, el niño comenzó a asociar libido con misterio, y desde allí en más todo
lo misterioso adquirió el poder de despertar la libido.
Cuando crece, se recibe en la universidad y se convierte en científico, se encuentra con que no
progresa en sus investigaciones, quedándose por ejemplo en lo anecdótico o en lo irrelevante
(obstáculos epistemológicos). De alguna manera, resistirse a investigar implica seguir
manteniendo el misterio, y con él, el placer libidinal asociado. El amor al misterio ha
desplazado así al amor a la verdad, al amor a la desocultación del misterio, produciéndose con
ello una detención del conocimiento.
3. Clasificación.- La lectura del texto de Bachelard nos sugiere dos criterios importantes para
clasificar los obstáculos epistemológicos.
a) En primer lugar, están los obstáculos que aparecen durante la investigación básica, y los que
aparecen durante la transmisión del conocimiento a través de la enseñanza, obstáculos estos
últimos que son designados con el nombre de ‘obstáculos pedagógicos’.
Los primeros aparecen cuando el científico está creando nuevas hipótesis o las está sometiendo
a prueba. Ciertas creencias pueden hacer que el científico plantee hipótesis irrelevantes, que se
resista a abandonar ciertas hipótesis por existir una adhesión afectiva a ellas, o que utilice
métodos de prueba difícilmente calificables como propiamente científicos.
Los segundos aparecen en el acto de enseñar, y como tales van transmitiéndose de generación
en generación contribuyendo a una lentificación o a una detención del conocimiento científico:
un hecho originalmente mal interpretado es comunicado tal cual a los alumnos, y estos a su vez
a sus alumnos y así sucesivamente. El profesor, de hecho, no sólo enseña contenidos, sino
también una manera de pensar el mundo, y por ambas vías se filtran, casi siempre
inadvertidamente tanto para el educador como para el educando, los obstáculos
epistemológicos.
Señala Bachelard que la excesiva generalización inmoviliza el pensamiento: las variables que
describen lo general dejan en la sombra las variables matemáticas esenciales y, por lo demás,
las generalizaciones apresuradas muchas veces se equivocan.
El lector habrá advertido la polaridad entre ambos obstáculos. Bachelard señala que, en efecto,
todo obstáculo epistemológico tiene su par opuesto, hacia el cual se tiende a ir con el fin de
superar el primer error. Puede hablarse así, de una especie de ley psicológica de la bipolaridad
de los errores, según la cual los obstáculos se presentan de a pares y donde de uno se tiende a
pasar al otro para superar cualquiera de ellos. Por ejemplo, pasar de una generalización
excesiva a una singularización extrema para superar el primer error, o pasar del animismo al
mecanicismo, etc, que ya son ejemplos de obstáculos epistemológicos especiales.
Los obstáculos epistemológicos especiales son, entre los citados por Bachelard, el obstáculo
verbal, el conocimiento unitario, el conocimiento pragmático, el sustancialismo, el realismo, el
animismo, el conocimiento cualitativo y el conocimiento cuantitativo.
En su intento por describir y explicar el aire, Reamur recurría a la metáfora de la esponja: "el
aire, por su estructura, es semejante a los cuerpos esponjosos". En realidad, un acercamiento
científico al aire implica hablar de su composición química, de la presión que ejerce sobre la
tierra, de su densidad, de sus propiedades para dejar pasar o no ciertas radiaciones, de su
capacidad para desplazarse según su temperatura, etc.. De considerar que el aire es como una
esponja a pensar que tiene porosidades o que resulta útil para enjabonarse hay un solo paso, y
es aquí donde aparece el obstáculo verbal: tomar al pie de la letra imágenes metafóricas
simples y familiares y proponerlas como explicaciones plausibles.
Explicar la diversidad fenoménica desde una única óptica es fácil, pero científicamente
inconveniente. Pensar que hay una "unidad armónica" en el mundo conduce al planteo de una
supra-determinación, vale decir, a pensar que todo está determinado, todo es inevitable, todo
está en última instancia controlado desde aquella unidad y aquella armonía.
Buscar guías prácticas de acción es aceptable, pero esto se transforma en obstáculo pragmatista
cuando se pretende usar tal guía como principio explicativo, como idea que intenta explorar no
sólo la utilidad sino también la verdad de las cosas.
4) Sustancialismo.- Creencia según la cual la noción de sustancia es suficiente para explicar los
fenómenos observados, noción a la que se apela en virtud de su familiaridad, su sencillez y su
contundencia. Sustancializar un fenómeno es considerarlo simplemente una sustancia, y como
tal ésta de por sí sola explica dicho fenómeno. En sus intentos por explicar el fenómeno de la
electricidad, los físicos de siglos atrás decían que era como una especie de engrudo, que era
"glutinosa" y "untuosa", ya que habían observado que el polvo se "pegaba" a una superficie
electrizada. Desde ya, la electricidad no queda explicada diciendo que es un engrudo.
Otro ejemplo es una hipótesis de Reaumerie: "el mercurio, aunque blanco por fuera, es rojo por
dentro. El color rojo aparece cuando se lo calcina con fuego". Hoy sabemos que el mercurio no
es rojo por dentro, sino que lo que es blanco se transforma en rojo por la acción del calor.
Podemos trasladar algunas ideas de Bachelard al psicoanálisis, por ejemplo cuando Freud dice
que la libido tiene "viscosidad". El creador del psicoanálisis no incurrió, aparentemente, en
ninguna sustancialización de la libido, usando la expresión "viscosidad" como una simple
metáfora que no debía tomársela al pie de la letra. Sin embargo, tal afirmación pudo haber
sugerido a muchos que la libido era, en efecto, una sustancia untuosa como el aceite, y
reducirla simplificadamente a ella.
En otro ejemplo, cuando Wilhelm Reich sostuvo que la libido era azul, no estaba usando
simplemente una metáfora ilustrativa, sino afirmando una realidad incontrovertible:
sustancializó la libido porque le asignó una cualidad sustancial, como es el color. Hoy
tomamos la afirmación de Reich como un delirio o, en el mejor de los casos, como una
metáfora útil para describirla de alguna manera. De idéntica forma, cuando decimos que
alguien tiene ideas negras, nadie entenderá que las ideas son efectivamente, negras, porque
absorben ´toda la gama del espectro de luz visible, sino que lo tomará como una metáfora por
idea suicida o idea pesimista.
5) Realismo.- Bachelard alude aquí a un realismo ingenuo, según el cual la realidad es tal cual
como se nos presenta a los sentidos, y estos no nos engañan. Por lo tanto, carece de sentido
buscar algo que esté "más allá" de lo fenoménico, porque todo lo real está inmediatamente
dado. Apariencia y esencia son, para el realismo ingenuo una y la misma cosa, cuando en rigor
desde una mentalidad científica debe reconocerse que el conocimiento implica transcender lo
fenoménico y emprender la búsqueda de relaciones esenciales.
La palabra "vida" aparece como una expresión que puede explicarlo todo. Hacia 1664, por
ejemplo, se intentaba explicar ciertos cambios en los metales diciendo que estaban "enfermos",
y que su vitalidad había disminuído. El ejemplo puede parecernos grotesco, pero muestra al
desnudo el obstáculo epistemológico animista. Incluso cuando explicamos algún cambio en un
ser vivo, podemos intentar explicarlo a partir de un decaimiento del impulso vital (si se trata de
una enfermedad) o a partir de un incremento de dicho impulso (cuando se trata de explicar el
crecimiento o el desarrollo).
Demos otro ejemplo aplicando esta idea de Bachelard a la psicología. La madre visita al
psicólogo porque su hijo se porta muy mal en la escuela. El psicólogo, tranquilizador, la
consuela diciéndole "No se preocupe: su hijo es así porque tiene un alma rebelde".
Evidentemente la presencia de un supuesto elemento infundidor de vida, como el alma, no es
una explicación que juzgaríamos adecuada sobre el comportamiento del niño, e intentaríamos
indagar, por ejemplo, en su historia familiar. Sin embargo, la explicación por el "alma rebelde"
es fácil de creer porque es sencilla y, para esta madre en particular, conveniente, porque al fin y
al cabo viene a demostrar que ella no tuvo nada que ver, y que el único culpable es el alma del
niño.
El mito de la digestión implica tomar el proceso digestivo como modelo explicativo de muchos
fenómenos (y si Bachelard lo pone como ejemplo de animismo es porque la digestión es una
función propia de los seres vivos). Un ejemplo: en ciertas cosmogonías precientíficas, la tierra
fue concebida como un gigantesco aparato digestivo. Y en psicología, los intentos por explicar
los estados de ánimo como el optimismo y la tristeza, a partir de alguna condición fisiológica
del estómago.
El lector habrá podido advertir que muchos de los obstáculos epistemológicos descriptos se
superponen y hasta parecen referirse a lo mismo, como por ejemplo la experiencia básica con
el realismo, o el sustancialismo con el animismo. La razón es que todos ellos están imbricados
en los mismos procesos de conocimiento, y si Bachelard los separa es a los efectos del simple
análisis. Por ejemplo, considerar que la conducta se explica por el alma implica incurrir
simultáneamente en un animismo, porque el alma encierra el impulso vital, en un
sustancialismo, porque se explica todo a partir de la idea de sustancia (en este caso una
sustancia inmaterial), en un conocimiento unitario porque se invoca el alma como único
principio explicativo, etc.
Fuente consultada: Bachelard G., "La formación del espíritu científico". Contribuciones a un
psicoanálisis del conocimiento objetivo, Buenos Aires, Siglo XXI editores, 1972, segunda
edición.