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Los origenes sociales de la dictadura y de la democracia Barrington Moore, Jr. Los origenes sociales de la dictadura y de la democracia El sefior y el campesino en la formacién del mundo moderno Traduccién de Jaume Costa y Gabrielle Woith Pp EDIGIONES PENINSULA BARCELONA La edicién original inglesa fue publi a fue publicada por Beacon Pre pee Onna tle Sal Origins i rocracy: Lard and Pe the Moin fe Madrm Wonks nn ne Min © Barrington Moore, Jn ust seo pba sna aii Signa te acer, cys brpicte oleh se cular nei etn agen ccna srg ert aren ener La primera edicién castellana de esta obra fue dicién castellana dee nublicada ena colecign «blisrria, Ciencia, Sociedade en 1073 Primera edici6n en esta coleccién: octubre de a octubre de 2002, © de esta edicién; Ediciones Peninsula s.a., Pen dela Creu 4, 8c01-Bareelona perenne rw sli com Fotocompuesto en V. Igual s., Cér 1 Pais, O8oy6eBarcelona, impreso en Domingraf, Pol. Ind. Can M: Trani mes nO 8100 Mollet del Valles EPOSITO LEGAL: B, 38.000-2002. sen: Bg-8307-512-1. CONTENIDO Prdlogo Primera parte. Origenes revolucionarios de la democra~ cia capitalista 1. Inglaterra y las contribuciones violentas al grax dualismo 1. Impulsos aristocréticos coadyuvantes a Ia transicidn al capitalismo en el eampo 2. Aspectos agrarios de la Guerra Civil «Enclosures» y destrucei6n del camapesinado Gobierno aristocritico para el capitalismo wiunfante gy IL, Evolucién y revolucién en Francia 1. Contrastes con Inglaterra y causas que los - originaron 2. La respuesta nobiliaria a la agricultura co- mercial 3. Las relaciones le clase bajo el absoluisme real 4. La ofensiva aristocritica y el colapso del ab- solutismo 5. La relacién de los campesinos con el radica- liso durante la Revolucién 7B B 8 7 106 116 6. Los campesinos contra la Revolucidn: la i ‘V. El fascismo asistico: el Japon 333 Vendée yo 1. Revolucién desde arriba: respuesta de las [7 Consecuencias sociales del terror revolucio- { clases dirigentes a las nuevas y a las viejas } nario 159 | amenazas 333 | 8, Recapitulacion 169 2. La ausencia de una revolucién campesina 368 | | 3. El orden de los Meiji: los nuevos terrate- | IIL, La Guerra Civil Americana: lo ditima revolu- | © ientes y el capitalismo 308 k clon capitalista m3 Of 4. Consecuencias politicas: naturaleza del fas- | 1. Plantacién y fabrica: gun conflicto inevita- I cismo japonés 420 ble? 1 i | 2. Tres formas de crecimiento capitalist nom ">= Vi, La democracia en Asin: la India yel precio del | teamericano 90 cambio pacifico 45t | 3: Hacia una explicaeién de las causas de la } 1, Relevancia de la experiencia india 450 | Guerra Civil 203 I 2. La India mogol: obsticulos ala democracia 455 | 4. Elimpulso revolucionario y su fracaso 215 3. La sociedad aldeana: obsticulos a la rebelién 473 | 5. El significado de la Guerra Civil 226 4. Cambios producidos por los britinicos bas- ta 1857 488 5, Pax Britannica 857-1947: {Un paraiso para Segunda parte. Ties rutas hacia el mundo moderno en el terrateniente? SOF Asia 237 6. El vinculo burgués con el campesinado a | través de la no violencia 526 Nota preliminar 23900 7. Una nota sobre la extension y el carcter k de la violencia campesina 538 IV. La decadencia de le China imperial y los orige- I 8. La independencia y el precio del cambio pa- nes de fa variante comunista gf cifico sar 1, Las clases alta y el sistema imperial 243 2. La «gentry» y el mundo del comercio 256 3. Lanoadopeién de la agricultura comercial 262 «=== Tercera parte. Inferencias y proyecciones tedrices 583 4- Colapso del sistema imperial y auge de los | caciques guerreros 266 ‘VII. La ruta democritica hacia la sociedad moderna 585 | 5. Elinterludio del Kuomintang y su sentido 275 VILE. Revolucién desde arriba y fascismo 615 | 6. Rebeliones, revolucién y campesinos 204 I IX, Los campesinos y Ia revolucion 643 Epilogo, Imigenes revolucionarias y reaccionarias 685 - Apéndice Una nota sobre la estadistica y sobre la historio= rafia conservadora ye ‘Notas 740 Bibliografia 833 | I | | | i | | | | I | i | | Los ll PROLOGO Este libro pretende explicar los diferentes papeles polf- ticos desempeiiados por las clases superiores terrate- nientes y el campesinado en la transformacién de las sociedades agrarias (definidas simplemente como sis- temas donde una gran mayoria de la poblacién vive de Ia tierra) en sociedades industriales modernas. Algo mis espectficamente, trata de descubrir la gama de con- diciones histéricas bajo las que uno de aquellos grupos rurales o ambos a Ja vez se convittieron en fuerzas im- portantes para Ia emergencia de las versiones parla- mentarias occidentales de la democracia y de las dic- taduras de derecha y de izquierda, es decir, de los regimenes fascistas y comunistas. Como ningiin problema Mega nunca a secas y sin Hover al estudioso de la sociedad humana, vale la pena indicar muy brevemente las consideraciones implica- das en el que nos ocupa. Ya algan tiempo antes de ini- iar en serio esta obra hace mas de diez alios, me habia vuelto escéptico sobre la tesis de que el industrialismo seria la causa principal de los regimenes totalitarios del siglo xx, por el hecho muy obvio de que Rusia y la China eran paises eminentemente agrarios cuando los, 9 comunistas se establecieron en ellos. Mucho antes ain me habia convencido de que la comprensién teérica adecuada de los sistemas politicos requiere que se atienda a las instituciones y la historia de Asia. Por eso me parecié a lo menos una estrategia prometedora in- vestigar qué corrientes politicas se dieron entre las cla- ses que vivian del campo, y dedicar tanta atencién a las sociedades de Asia como a las occidentales. Para empezat (en la primera parte), el libro consi- dera el itinerario democrético y capitalista hacia la Edad Moderna, y asimismo cémo se resolvié tal trans- formacién en Inglaterra, Francia y los Estados Uni dos. Mi intencién original habia sido completar esa secci6n con capitulos similares sobre Alemania y Rusia con miras a mostrar cémo los origenes sociales del fas- cismo y del comunismo en Europa diferian de los de la democracia parlamentaria, Tras algunas vacilaciones, me decidi a prescindir de esos dos capitulos, en parte porque el libro ya era bastante largo, en parte porque durante el curso de su redaccién se hicieron asequibles tratados excelentes a los que me hubiera sido imposi- ble afiadir nada en cuanto a interpretacién de la histo- tia social de ambos paises. Por otro lado, no he dejado de aprovechar libremente materiales sobre Alemania y Rusia con fines de ilustracién comparativa y en la ex- posici6n teérica de la tercera parte. La bibliografia rei ne las fuentes que han formado la base de mi concep: cién de Ia historia social de Alemania y Rusia. No referirse explicitamente a Alemania y Rusia tiene por lo menos la ventaja compensatoria de permitir una ex- posicién més extensa (en la segunda parte) de las ver- 10 siones asidticas de fascismo, comunismo y democracia parlamentaria, en el Japén, la China y la India, donde los problemas agrarios son atin agudos. Dado que la historia y la estructura social de dichos paises a menu- does bastante desconocida de los lectores occidentales cultos, cabe suponer que los criticos serdn indulgentes con un autor que escribe mis sobre lo que menos co- noce. Contra semejante seleccién de-casos es posible ob- jetar que su émbito es demasiado amplio para que lo cubra una sola persona y,a la vez, demasiado estrecho para permitir generalizaciones bien fandadas. Acerca de la posibilidad de que la empresa sea demasiado am- biciosa, lo nico que el antor, propiamente, tiene dere- cho a decir es que ha habido muchcs momentos en que él mismo lo hubiera reconocido de buena gana. Las criticas del segundo tipo podrian sefialar que nin- guno de los Estados de extensién menor —Suiza, Es- candinavia 0 los Pafses Bajos entre los democraticos, las éreas mas reducidas de victoria o control comunis- ta por otro lado, como Cuba, los satélites de la Europa oriental, Vietnam del Norte, Corea del Norte— reci- ben consideracién alguna. :Cémo es posible generali- zar sobre el desarrollo de la democracia occidental 0 del comunismo excluyéndolos? La exclusién de los Estados democriticos occidentales de segundo or- den, zno da un sesgo antirrural a todo el libro, desde el principio hasta el fin? A esa objecién, creo que existe una respuesta objetiva. Este estudio se concentra en ciertos estadios importantes dentro de un prolongado proceso social que se ha ido conformando en diversos ur paises. Como parte de tal proceso han, ido imponién- dose nuevos ajustes sociales, con o sin violencia, que han dado a ciertos paises el liderazgo politico en dis- tintos momentos de la primera mitad del siglo xx. Lo que interesa aqui de modo central es la innovacién que ha conducido al poderio politico, y no la propagacién y la recepcién de instituciones que han sido forjadas acé y alli, salvo donde han conducido a una pujanza significativa en la politica mundial. El hecho de que Jos pafses de menor relieve dependan econdmica y po- Iticamente de los grandes y poderosos indica que las causas determinantes de su politica se encuentran fue ra de sus limites, Indica asimismo que sus problemas politicos no son en realidad comparables con los de los paises més importantes. Por eso un estudio general so- bre las precondiciones histéricas de la democracia y del autoritarismo que incluyera lo mismo pequeiios que grandes paises serfa probablemente tan amplia como Ilena de lugares comunes abstractos. Desde ese punto de vista, el andlisis de la transfor- macién de la sociedad agraria en paises especificos produce resultados tan valiosos, por lo menos, como amplias generalizaciones. Es importante, por ejemplo, saber cOmo Ia solucién de los problemas agrarios con- tribuy6 al establecimiento de la democracia parlamen- taria en Inglaterra, mientras que el fracaso hasta hoy en la solucién de aquéllos, planteados de modo muy distinto, constituye una amenaza para la democracia en la India. Ademés, para un pais cualguiera en parti- cular, uno esté obligado a encontrar lineas causales que no encajarfan fécilmente en teorias de alcance més 12 amplio. Una dedicacién demasiado devota a la teorfa, por el contrario, entrafia siempre el peligro de que uno ponga excesivo énfasis en hechos que encajan en la teorfa més all4 de su importancia en la historia del pais en cuestién. Por todas esas razones la interpretacién de la transformacién en distintos paises ocupa la ma- yor parte del libro. En el esfuerzo por entender la historia de un pais especifico, una perspectiva comparativa puede llevar al planteamiento de cuestiones muy titiles y, a veces, nue- vas. Hay atin mas ventajas. Las comparaciones pueden setvir para rechazar de plano explicaciones histéricas aceptadas. Y una aproximacién comparativa puede lle- var a nuevas generalizaciones histéricas. En la practica todas esas caracteristicas constituyen un proceso inte- lectual vinico y hacen que un tal estudio sea mas que una coleccién heterogénea de casos interesantes, Tras observar, por ejemplo, que los campesinos indios han venido a sufir de hecho durante los siglos x1x y 30 tanto como los campesinos chinos sin engendrar un movimiento revolucionario masivo, uno empieza a re- considerar las explicaciones trad:cionales sobre lo que ha tenido lugar en ambas sociedades y presta atencion a los factores relacionados con alzamientos campesi- nos en otros paises, con la esperanza de discernir cau- sas generales. © tras tener noticia de las desastrosas consecuencias para la democracia de la coalicién entre Sites agrarias e industriales en la Alemania del siglo xix y principios del xx, el tan traido y Ilevado matrimonio del hierro y del centeno, se pregunta por qué un ma- trimonio similar entre hierro y algodén no impidi6 en 13 paises. Como parte de tal proceso han, ido imponién- dose nuevos ajustes sociales, con o sin violencia, que han dado a ciertos paises el liderazgo politico en dis- tintos momentos de la primera mitad del siglo xx. Lo que interesa aqui de modo central es la innovacién que ha conducido al poderio politico, y no la propagacién y Ia recepei6n de instituciones que han sido forjadas aca y alld, salvo donde han conducido a una pujanza significativa en la politica mundial, El hecho de que los paises de menor relieve dependan econdmica y po- Ifticamente de los grandes y poderosos indica que las, causas determinantes de su politica se encuentran fue- ra de sus limites. Indica asimismo que sus problemas politicos no son en realidad comparables con los de los paises mas importantes. Por eso un estudio general so- bre las precondiciones histéricas de la democracia y del autoritarismo que incluyera lo mismo pequefios que grandes paises serfa probablemente tan amplia como Hlena de lugares comunes abstracts. Desde ese punto de vista, el andlisis de la transfor macién de la sociedad agraria en paises especificos produce resultados tan valiosos, por lo menos, como amplias generalizaciones. Es importante, por ejemplo, saber cémo la sohucién de los problemas agrarios con- tribuy6 al establecimiento de la democracia parlamen- taria en Inglaterra, mientras que el fracaso hasta hoy en la solucién de aquéllos, planteados de modo muy distinto, constituye una amenaza para Ia democracia en Ia India. Ademés, para un pafs cualquiera en parti- cular, uno esta obligado encontrar lineas causales que no encajarian ficilmente en teorias de aleance mis 12 amplio. Una dedicacién demasiado devota a la teoria, por el contrario, entraita siempre el peligro de que uno ponga excesivo énfasis en hechos que encajan en la teorfa més allé de su importancia en la historia del pafs en cuestién, Por todas esas razones la interpretacién de la transformacién en distintos paises ocupa la ma- yor parte del libro. En el esfuerzo por entender Ia historia de un pais especifico, una perspectiva comparativa puede llevar al planteamiento de cuestiones muy titiles y, a veces, nue- vas. Hay atin més ventajas. Las comparaciones pueden servir para rechazar de plano explicaciones histéricas aceptadas. Y una aproximacién comparativa puede lle- var a nuevas generalizaciones histdricas. En la prictica todas esas caracteristicas constituyen un proceso inte- Iectual tnico y hacen que un tal estudio sea més que una coleccién heterogénea de casos interesantes. ‘Tras observar, por ejemplo, que los campesinos indios han venido a suftir de hecho durante los siglos xix y xx tanto como los campesinos chinos sin engendrar un movimiento revolucionario masivo, uno empieza a re- considerar las explicaciones tradicionales sobre lo que ha tenido lugar en ambas sociedades y presta atencion a los factores relacionados con alzamientos campesi- rnos en otros paises, con la esperanza de discernir cau- sas generales. O tras tener noticia de las desastrosas consecuencias para la democracia de la coalicién entre ditesagrarias ¢ industriales en la Alemania del siglo x1x y principios del xx, el tan trafdo y Hevado matrimonio del hierro y del centeno, se pregunta por qué un ma~ trimonio similar entre hierro y algodén no impidi6 en B los Estados Unidos que se produjera la guerra civil; yas{uno ha dado un paso cara a especificar las configu- raciones favorables y desfavorables al establecimiento de la democracia occidental moderna. Es obvio, con todo, que el anélisis comparativo no representa nin- giin sustitutivo para la investigacién detallada de los casos especificos. Las generalizaciones bien fundadas se asemejan a.una carta en gran escala de un extenso territorio, como Ja que utilizaria un piloto de avién al atravesar un con- tinente. Tales cartas son tan esenciales para ciertos fines como son necesarias las més detalladas para otros. Nadie que busque una orientacién preliminar res- pecto a determinado territorio pretender conocer la localizacién exacta de cada casa y cada sendero. En ‘cambio, si se explora a pie —y en la actualidad el his- toriador comparatista no hace otra cosa buena parte del tiempo—, lo primero que se conoce son los deta- Iles. Su sentido y su parentesco emergen tan solo gra- dualmente, Puede haber largos periodos en que el in- vestigador se sienta perdido en una maleza de hechos habitada por especialistas ocupados en salvajes dispu- tas sobre si la maleza es un pinar o una jungla tropical. Es improbable que salga de tales refriegas sin rasguiios ymagulladuras. Y si cartografia el area que ha visitado, puede muy bien suceder que uno cualquiera de los na- tivos le acuse de haber omitido su casa, triste eventua- lidad si el investigador ha encontrado alli, justamente, buen sustento y refresco. Fs probable que la protesta sea atin més viva si el explorador, al fin del viaje, inten- ta fijar en forma muy sumaria para quienes quizé sigan 14 | sus pasos las cosas més notables que ha visto. Eso es exactamente lo que voy a intentar llevar a cabo ahora, © sea esbozar con trazos muy gruesos mis hallazgos principales con miras a dar al lector un mapa prelimi- nar del terreno que vamos a explorar juntos. En el conjunto de casos aqui examinados, se pue- den distinguir tres grandes vias en el trinsito del mun- do preindustrial al moderno. La primera de ellas pasa por lo que me ha parecido apropiado denominar revo- Iuciones burguesas. Ese término, ademés de ser una bandera roja para muchos eruditos a causa de sus con- notaciones marxistas, presenta otras ambigtiedades y desventajas, Sin embargo, por razones que se verdn a su tiempo, pienso que es una designacién necesaria para ciertos cambios violentos que tuvieron lugar en las sociedades inglesa, francesa y norteamericana en el curso de su evolucién hacia democracias industriales modemas, y que los historiadores asocian con la Re- volucién Puritana (también llamada con frecuencia Guerra Civil Inglesa), la Revolucisn Francesa y la Gue- rra Civil Americana. Un rasgo clave de tales revolucio- nes es el desarrollo de un grupo social con base econé- mica independiente que ataca los obsticulos que se oponen a la versién democrética del capitalismo, obs- ticulos heredados del pasado. Aunque gran parte del fmpetu procediera de las clases ciudadanas mercantiles yartesanas, ello esté lejos de explicarlo todo. Los alia- dos que encontré ese impetu burgués, los enemigos con que chocé, varian muchisimo de un caso a otro. Las clases altas rurales, principal punto de partida de nuestras consideraciones, o bien fueron una parte im- 15 Portante de la marea capitalista y democritica, como en Inglaterra, o bien quedaron al margen en las con- vulsiones de la revolucién 0 guerra civil. Lo mismo se puede decir de los campesinos. O bien la orientacién primordial de sus esfuerzos politicos coincidié con aquel empuje hacia el capitalismo y la democracia po- Iitica, o bien, de lo contrario, fueron irrelevantes, ya Porque el avance capitalista destruyé la sociedad rural, ya porque se inicié en un nuevo pais, tal como los Es- tados Unidos, sin auténtico campesinado. A través de grandes revoluciones y guerras civiles, Ja primera y mas temprana de las tres vias arriba dis. tinguidas condujo a la combinacién de capitalismo y democracia occidental. La segunda via también fue ca~ pitalista, pero culminé durante el siglo xx en el fascis mo. Alemania y el Japén son los dos casos mas obvios, sibien tan sélo el iltimo se trata con detalle en este es- tudio, por las razones ya comentadas. La calificaré de forma capitalista y reaccionaria. Representa un tipo de revoluci6n desde arriba. En tales paises el impulso burgués fue mucho més débil, Si Hegé a cobrar cariz, Tevolucionario, la revolucién fue desbaratada, Mis tar- de sectores de la relativamente débil clase comercial ¢ industrial contaron con elementos disidentes de les més rancias y atin dominantes clases rectoras, recluta- dos sobre todo en el campo, para imponer cambios politicos y econémicos indispensables para la cons- truccién de una sociedad industrial moderna, bajo los auspicios de un régimen: semiparlamentario. El de- sarrollo industrial, bajo tales auspicios, fue quiza répi- do, Pero el resultado, tras un breve ¢ inestable periodo 16 de democracia, fue el fascismo. La tercera via es, por supuesto, él comunismo, ejemplificado en Rusia y en China. Las magnas burocracias agrarias de esos paises sirvieron para inhibir los impuestos comerciales y lue- go industriales en mayor medida atin que en los casos precedentes. Los resultados fueron biformes. En pri- mer lugar las clases urbanas fueron demasiado débiles para constituir siquiera un asociado advenedizo segiin Ia forma de modernizacién adoptada por Alemania y el Japén, aunque hubo tentativas en tal sentido. ¥ al fal- tar los mas minimos pasos hacia la modernizacién, el campesinado continué siendo ingente. Ese estrato, su- jeto a nuevas sobrecargas y presiones al introducirse el mundo moderno, suministr6 la mayor afluencia de fuerza revolucionaria destructiva que eché abajo el an- tiguo orden e impuls6 a aquellos paises a a era moder- na bajo regimenes comunistas que hicieron de los cam- pesinos sus victimas predilectas. Finalmente, podemos ver en la India un cuarto modelo general que se caracteriza por el débil impulso hacia la modernizacién. En aquel pafs, basta el mo- mento, no se ha dado ni una revoluci6n capitalista des- de arriba o desde abajo, ni una revolucién campesina que haya conducido al comunismo. Asimismo el im- pulso hacia la modernizacién ha sido muy débil. Por otro lado, no han dejado de hacer acto de presencia en él algunos, por lo menos, de los requisitos histéticos previos de la democracia occidental. Hace cierto tiem- Po que posee un régimen parlamentario que es consi- derablemente mis que mera fachada. Justamente por- que en la India el impulso hacia la modernizacién ha 17 sido més débil, su caso resulta algo aparte de cualquie~ ra de los esquemas tedricos que parece posible cons- truir para los restantes. A la vez sirve de saludable re~ fatacidn a tales generalizaciones. Es itil, en especial, para tratar de entender las revoluciones campesinas, por cuanto el grado de miseria rural en la India, don- de no se ha dado revolucién campesina alguna, es mas o menos igual al de la China, donde rebelin y revola- cién han sido decisivas lo mismo en los tiempos pre- modernos que en los recientes. Para resumirlo con la mayor concisién posible, nos mueve el propésito de comprender el papel de las clases altas rurales y de los campesinos en las revolu- ciones burguesas que condujeron a Ja democracia ca- pitalista, las revoluciones burguesas abortadas que condujeron al fascismo, y las revoluciones campesinas que condujeron al comunismo. Las formas como las clases altas rurales y los campesinos reaccionaron al reto de la agricultura comercial fueron factores decisi- vvos para que se dieran determinados resultados poli- ticos. Espero que en el curso de la exposicién que va a seguir se pondré de manifiesto la aplicabilidad de aquellas etiquetas politicas, los elementos que tienen ono en comin aquellos movimientos en diversos paf- ses y distintas épocas. Hay un punto, con todo, que merece ser puesto de relieve en seguida. Aunque en cada caso destaque una configuracién dominante, es posible discernir configuraciones subordinadas que en ‘otro pais constituyen los rasgos dominantes. Asi en Inglaterra, durante 1a Gltima parte de la Revolucién ‘Francesa y hasta después del final de las guerras napo- 18 le6nicas, existian algunos de los elementos de una con- figuracién reaccionaria reconocibles como rasgos do- minantes en Alemania: una coaliciéa entre las mi: rancias élites terratenientes y las comerciales e indus- triales en ascenso, dirigida contra las clases bajas ciu- dadanas y rurales (pero capaz. a veces de atraerse el importante apoyo de éstas en determinadas cuestio- nes), De uno u otro modo, en efecto, tal combinacién reaccionaria de elementos aparece en cada una de las sociedades estudiadas, incluso en los Estados Unidos. Igualinente el absolutismo real en Francia muestra al- ganos efectos sobre la vida comercial idénticas a los de las grandes monarqufas burocraticas de la Rusia zaris- tay la China imperial, Observaciones de ese tipo acre cientan un tanto la confianza en la posibilidad de que categorfas fundadas empiricamente tresciendan los ca- sos particulares. Existe, sin embargo, una fuerte tensién entre las exigencias de explicar en debida forma un caso parti- cular y la biisqueda de generalizaciones, en especial porque es imposible saber a ciencia cierta cudn impor- tante puede ser un problema particular hasta que uno ha terminado de examinarlos todos. Esa tensién es res- ponsable de una cierta falta de simetria y de elegancia en la manera de presentar esta obra, que deploro, pero que he sido incapaz. de eliminar tras varias redaccio- nes, De nuevo el paralelo con el explorador de tierras, desconocidas puede no estar de més: no se le pide que construya un camino real Ilano y directo para cl grupo de viajeros que va a seguirle. De ser sa guia, se consi- deraré que cumple adecuadamente con su cometido si 19 evita las pérdidas de tiempo en marchas atris y errores de su primera exploracién, se abstiene cortésmente de conducir a sus compafieros por lo més intrincado de la maleza y, mientras les va guiando con cautela hacia de- Iante, les indiea los pozos de lobo mas peligrosos. Si un torpe desliz le hace caer en una trampa, puede incluso que algunos de los de la partida, lejos de regodearse _ 4 sus expensas, estén dispuestos a darle una mano para ponerle otra vez en su camino. Es para un equipo ast de compafieros en busca de la verdad que he escrito este libro. El Centro de Investigacién Rusa de Harvard me ha favorecido con una preciosa dadiva de tiempo. Por el interés comprensivo que me han manifestado sin el me- nor vestigio de impaciencia, estoy especialmente agra- decido a diversos funcionarios del Centro durante cuyo ejercicio el libro ha sido escrito: los profesores William L. Langer, Merle Fainsod, Abram Bergson, director, Marshall D. Shulman, director asociado. Mis numerosos descuidos han obligado a la sefiorita Rose DiBenedetto a mecanografiar repetidas veces inconta- bles paginas del manuscrito siempre con inalterado buen humor. Allo largo de toda la empresa, mi excelente amigo el profesor Herbert Marcuse me ha sostenido con su amalgama tinica de eilido aliento y de critica pene- trante. Quizd cuando mds me ha ayudado ha sido cuando me ha creido menos. Otro buen amigo, el di- fanto profesor Otto Kirchheimer, ley6 el manuscrito 20 ae fee SY de cabo a rabo y sacé a la luz algunas tesis implicitas que después he tratado de hacer explicitas, El concur. S0 que me ha prestado Elizabeth Carol Moore en to- ddos los estadios ha sido tan fundamental y tan variado que solo un autor y marido puede apreciarlo. Ambos nos hemos beneficiado a menudo, y en gran medida, de la inteligencia y la prudente inventiva de algunos de los que integran el personal de la Widener Library, en especial del sefior Foster M. Palmer y de la seiiorita Y, T. Feng. Distintos colegas con especiales conocimientos objetivos, gracias a sus observaciones sobre capitulos purticulares, me han salvado de necios errores y me han hecho sugestiones valiosas. Su generosidad al con. fesarme que en esta obra han encontrado materia de reflexi6n e incitaciones a replantearse algunos puntos én sus respectivas especialidades ha constituido para mi una recompensa de sumo valor. Por més aclaracio- nes que hiciera constat, enumerar aqui sus nombres les identificaria en cierto modo con mis puntos de vista Y conferirfa a este libro una injustificada aureola de consenso erudito, Por eso he preferido darles las gra- cias privadamente. De aquellos no mencionados aqui lo mismo que de los que sf lo han sido, he aprendido que la noci6n de una comunidad de erucitos es mis que pura retérica. BARRINGTON MOORE, JR. 21 | | | | | | PRIMERA PARTE ORIGENES REVOLUCIONARIOS DE LA DEMOCRACIA CAPITALISTA INGLATERRA Y LAS CONTRIBUCIONES VIOLENTAS AL GRADUALISMO I. IMPULSOS ARISTOCRATICOS COADYUVANTES ALA TRANSICION AL CAPITALISMO EN EL CAMPO. Al acometer el estudio de la transicién del mundo preindustrial al moderno examinando la historia del primer pais que dio el salto, viene a la mente de modo casi automstico esta cuestin: gpor qué el proceso de industrializacién en Inglaterra culminé en el estable- cimiento de una sociedad relativamente libre? Que la Inglaterra contemporénea lo es hace ya largo tiempo, y quizds incluso considerablemente més liberal que {os Estados Unidos en las areas cruciales de la libertad de expresiGn y la tolerancia de oposicién politica or- ganizada, parece bastante claro. El componente aris tocritico en esa actitud magnénima de las clases do- minantes es asimismo ostensible: Indicar todas las razones importantes por las que vino a crearse tal si- tuacién serfa una tarea que ira més allé de nuestras ne- césidades, aun siendo necesario contar con otras posi- bles causas que Jas aqui investigadas a fin de mantener tuna perspectiva apropiada. Este capitulo se centraré en el papel particular y muy significative que las cla- 25 | ses rurales ejercieron en la transformacién hacia el in- dustrialismo. Si el énfasis puesto en las vicisitudes de nobles y campesinos —asi como en las numerosas gradaciones intermedias que son un rasgo distintivo de la sociedad inglesa— procede del plan general de este libro y de las cuestiones de que ha arrancado, otro eje de Ia in- vestigacién resulta del examen de lo dado por eviden- te. No es necesario leer mucha historia inglesa, ni ser ms escéptico que en el grado prescrito en los textos standard sobre el método cientifico, para reconocer que hay un elemento mitico en los lugares comunes sobre la peculiar capacidad briténica de resolver sus diferencias politicas y econémicas mediante procesos pacificos, limpios y demoeriticos. Tales ideas, més que tun mito, son una verdad parcial, Limitarse a desacre~ ditarlas no pone en claro las cosas. Las convenciones de los escritos hist6ricos que inician la crénica de la in- dustrializacién inglesa en algén punto después de 1750 ayudan a perpetuar esa verdad parcial iluminan- do la pacifica historia doméstica, muy paeifica en con- traste con Francia, durante los siglos xvii y xix, y de~ jando en la sombra la época de la Revolucién Puritana Guerra Civil! La mera observacién de ese hecho significa enfrentarse con la cuestién de cuil ha sido el nexo entre violencia y reforma pacifica: ante todo en Jas democracias modernas y, més generalmente, en la transformaci6n aqut y alié de las sociedades basadas en a agricultura, en sociedades basadas en las tecnologias industriales modernas. Las pugnas sociales que estallaron en la Guerra 26 Civil inglesa del siglo xvu tenian sus orfgenes en un complicado proceso de cambio que habfa empezado varios siglos antes. Es imposible decir con exactitud cuindo empezd, como también lo es probar que debia revestir Ia forma de una guerra civil. Pero el caricter del proceso en s{ mismo esta razonablemente claro. Una sociedad moderna y secularizaca iba abriéndose [paso poco a poco en su camino ascendente a través de Ja vigorosa y muy enmarafiada exuberancia del orden feudal y eclesiistico.’ Mas especificamente, desde el si- slo xv en adelante se manifiestan algunos signos que indican la creciente importaneia del comercio tanto en el campo como en las ciudades, la desarticulacién del fendalismo y su reemplazamiento por la relativamente pélida versién inglesa del absolutismo real; ambos fe~ n6menos prosiguieron en el contexto de un conilicto religioso cada vez més dspero, en parte reflejo y en parte causa de las ansiedades y amarguras que necesa- riamente acompaian el declive de una clase de civili- zacién y el ascenso de otra nueva. Aunque la explotacién de la lana se conociera ya en Inglaterra de antiguo, fue a fines de la Edad Media cuando el pafs se convirtié en la fuente més rica e im- portante de Jana fina.’ Las repercusiones del negocio lanero se dejaron sentir, no tan sélo en las ciudades, sino asimismo en el campo, posiblemente atin més en éste, y por supuesto en la politica. Como los mercados ingleses de la lana estaban en el Continente, en parti- cular en Italia y los Paises Bajos, es al desarrullu de ciudades mercantiles en esos paises donde deberia acudirse para encontrar los inicios del fuerte impulso 27 1 comercial que con el tiempo iba a regir la sociedad in- glesa, Tal anilisis nos levaria demasiado lejos; para nuestros propésits basta con admitir esa influencia decisiva como puro dato. Operaron también otros fac- tores importantes. En 1348-1349, la Peste Negra segé con profunda guadafiada la poblacién de Inglaterra y redujo las disponibilidades en mano de obra. No mucho después estallaron dentro de la «Lollardy> los primeros retumbos de mal agiiero de revuelta religio- sa, seguidos en 1381 por una seria rebelién campesina, ‘Ms adelante habré ocasi6n de examinar tales conmo- ciones entre las clases bajas y su significado. Por ahora atenderemos sobre todo a las clases al- tas, Durante la iiltima parte del siglo xv y Ja mayor parte del siglo xv, se fueron operando cambios impor- tantes en su posicién. La tierra y las relaciones pose- sionales basadas en ella cesaron en buena medida de ser el cemento que entrejuntaba sefior y hombre. Pese i a que otros aspectos del feudalismo, se mantenfan vi- gorosos, el rey llevaba ya tiempo intentando con éxito diverso encauzar dichos reajustes hacia sus propios fi- nes, trabajandolos para reforzar su poder. Separado de sus raices en el suelo, el feudalismo se habia vuelto pa- | rasitico: sacaba su fuerza de las maniobras de los mag- nates poderosos y las contramaniobras del monarca." La Guerra de las Dos Rosas (1455-1485) fue para la aristocracia terrateniente, mas que una catéstrofe natural, una catéstrofe social, una sangria que la debi- lit severamente y permitié a la dinastfa Tudor, que surgi6 del conflicto, reasumir con mayor éxito el pro- ‘ceso de consolidacién del poder real. Bajo Enrique VIL, 28 [ | l f i f ' cuestiones politicas y religiosas tuvieron quizé por consecuencia que se diera otro paso Eacia la agricultu- ra comercial. Un historiador marxista ha sugerido que es posible que la confiscacién de los monasterios por Enrique VIII en 1536 y 1539 ayudaraa promover nue- vos propietarios rurales con mentalidad comercial a expensas de la vieja aristocracia y de sus tradiciones centrifugas.* Parece més probable, sin embargo, que la significacién capital del reinado de Enrique VILI con- sistié en menoscabar uno de los pilares del antiguo or- den, la Iglesia, y en dar un ejemplo a ese respecto que sus sucesores tendrian que lamentar. Entraron en ac- cién movimientos més profundos que no necesitaban ya que los alentara la corona, la cual se enfrent6 cada vez mas con ellos como a una amenaza al orden esta- blecido. Combinada con el estimulo ininterrumpido del negocio lanero, la paz tudoriana engendr6 un estimu- lo poderoso para el desarrollo de una actitud comer- cial ¢ incluso capitalista en el campo. Junto con otras, obras, el estudio no superado de R. H. Tawney sobre a-vida econémica de Inglaterra antes de la Guerra Ci- vil muestra que hacia ya mucho tiempo que aquellas fuerzas habfan desquiciado la estructura feudal: En los turbulentos afios del siglo xv la tierra tenfa avin im- portancia militar y social aparte su valor econémico; los se- fiores salfan a caballo a la cabeza de sus stibditos para con- vencer a un mal vecino con arcos y lanzas;y un gran mtimero de Hevadores cra més importante que un alto rendimiento pecuniario del suelo. La diseiplina tudoriana, con su rigida prohibicién de la ivery y el maintenance, sus jutisdiccio- 29 nes administrativas y su incansable burocracia, reprimié las guerras privadas con mano dura, y, quitindole los dientes al feudalismo, hizo del manejo de dinero algo més importante que el manejo de hombres... [Ese cambio...) marca la transi- ci6n de la concepcién medieval de la tierra como la base de funciones y obligaciones politicas @ la moderna, que Ia con- sidera como una inversin que reporta ingresos. La propie~ dad rural tiende, brevemente, comercializarse.* Paz monérquica y lana tuvieron que combinarse de un modo especifico para formar una de las fuerzas decisi- vas que propulsarian a Inglaterra tanto hacia el capita- lismo como hacia una revolucién que terminarfa por hacerlo democratico. En otros Estados, notablemen- te Rusia y Ia China, gobiernos fuertes impusieron su mando sobre dilatados territorios. En Inglaterra, en cambio, el hecho de que el éxito de los gobernantes fuera muy limitado contribuy6 sobremanera al triunfo final de la democracia parlamentaria. Y, por otro lado, entre negocio lanero como tal y democracia no hay ‘una conexién necesaria. En Espana, durante el mismo periodo, el efecto de la cria de ganado lanar fue mas bien el contrario, ya que los rebaiios trashumantes y sus duefios se convirtieron en uno de los instrumentos utilizados por el monarca centralizador en oposicién a las tendencias locales y particularistas, y contribuye- ron asi al desarrollo de un absolutismo real asfixiante.” La clave de la situaci6n inglesa es que la vida comer- cial, lo mismo en la ciudad que en el campo, durante {os sigios xv1y xvii se desarroll6 en gran parte, aunque no enteramente, en oposicién con la corona, por raz0- nes que se veriin a su tiempo. Bajo la presién de las circunstancias, la nocién me- dieval que levaba a juzgar los hechos econémicos con- forme su contribucién a la salud de! organismo social entré en barrena. Cesé de ereerse que el problema agrario consistia en hallar el mejor método posible de mantener a las gentes en la tierra y empezé a conside- arse que era cuestién de dar con la mejor manera po- sible de invertir capital en ella, Se empezé a tratar la tierra, cada vez més, como algo que podia comprarse y venderse, sujeto a uso y abuso, en una palabra como propiedad privada capitalista moderna. También bajo el feudalismo habia existido, por supuesto, propiedad privada en el campo. Pero, en todas las partes del mundo donde se desarrollé el feudalismo, la propie- dad de la tierra habia levado siempre aparejadas las cargas y trabas de una gran variedad de obligaciones Tespecto a otras personas. El proceso por el que esas obligaciones desaparecieron, y quién salié ganando 0 perdiendo con el cambio, implicé encrucijadas poli- ticas de suma trascendencia en todos los paises que co- nocieron el feudalismo, En Inglaterra las novedades emergieron pronto a la superficie. Mucho antes de Adam Smnith, grupos dispersos de ingleses residentes en el campo empezaron a considerar el interés privado y la libertad econdmica como la base natural de la so- iedad humana. Ante el prejuicio muy extendido de que el individualismo econémico surgié principal- mente entre Ja burguesia, vale la pena notar que los propietarios rurales «cercadores», con anterioridad a Ja Guerra Civil, proporcionaron ya a tales doctrinas, subversivas un semillero por lo menos notable. 3 Uno de los signos mas reveladores del cambio de perspectivas fue el boon en el mercado de tierras que empez6 alrededor de 1580 y duré aproximadamente medio siglo, Las rentas anuales subieron.a un tercio, del precio de venta de las fincas pocas décadas antes.” Semejante boom dificilmente se hubiera dado sin cam- bios estructurales de gran envergadura en la misma or- ganizacién de la agricultura, y puede interpretarse como una consecuencia de tales cambios. Los mas importantes de ellos fueron las enclosures («cercamientos»). Este término tiene diversidad de sentidos que se refieren a hechos bastante diferentes que sucedieron todos por aquellos tiempos y cuya im- portancia relativa no est enteramente clara. Durante el siglo xvt el primordial fue el de fueron, claro esté, los relativamente poco emprendedores que no supieron manipular su situa- cidn econémica en el campo y carecian de titiles cone- xiones urbanas de naturaleza comercial y oficial. Esos agrowlers and grumblers» («grofiones y rezongones>) proporcionarfan parte del elemento radical en que se apoyaron Cromwell y Ja Revolucién Puritana, aunque 40 el impetu de ésta broté ante todo de mis abajo de la escala social.” Por el impacto del comercio y de algu- na industria, la sociedad inglesa estaba, pues, transfor- méndose de arriba abajo dejando bolsas de desconten- to radical producidas por las mismas fuerzas que por algtin tiempo ocuparfan el primer plano. Como vere- mos, secuencias similares de desenvolvimientos son también caracteristicas, a grandes rasgos, de las otras grandes revoluciones modernas, Ia francesa, la rusa y la china. En ese proceso general, cuando el antiguo orden se desintegra, sectores sociales afectados negati- vamente por tendencias econémicas de larga duracién sacan la cabeza y realizan buena parte de la violenta «faena sucia» de destruir el ancien régime, despejando el camino pata instituciones de nuevo cuiio. En Taglaterra la més notable «fzena sucia» de tal tipo fue el acto simbélico de decapizar a Carlos I. La exigencia de juzgar al rey salié en primer lugar del ejército. Las influencias populares eran en él bastante intensas. Procedian de estratos inferiores a la gentry, muy probablemente de menestrales urbanos y labrie~ gos." Por la época de la efecucién, Cromwell y sus ofi- ciales habjan logrado ya refrenarlas. En cuanto a la gjecucién misma, tuvo que ser impuesta en el Parla- mento précticamente a punta de espada. Asfy todo, un nximero respetable de sus miembros (cuarenta y nue- ve) se negaron a juzgar al rey; los que firmaron la or- den de muerte sumaron cincuenta y nueve. Hay indi- cios de preponderancia de la gentry menos acaudalada entre los regicidas, y de la mas rica entre aquellos que se negaron a juzgar al rey. La imbricaci6n entre ambos 4u grupos, sin embargo, era considerable; un anilisis so- ciolégico mecénico no cernerd al justo los sentimien- tos politicos del momento. Cabe suponer que la mo- narquia constitucional hubiera podido advenir de otro modo. Pero la suerte de Carlos I fue una tremenda ad- vertencia para el futuro. Ningdin rey inglés posterior trataria ya de reintroducir seriamente el absolutismo real, La tentativa de Cromwell de establecer una dicta~ dura parece un mero intento de recomponer la situa- cién a posteriori, de hecho, no puede compararse con Ia fase semidictatorial de la Revolucion Francesa, en que atin se dio mucha destruccién del ancien régime. Los campesinos y la plebe urbana, por otro lado, que corrieron con la «faena sucia» en las demis revolucio- nes, no se significaron durante la Guerra Civil Inglesa, salvo en ciertos breves actos simbélicos muy impor- tantes. Innovadores y tradicionalistas se hallaban unidos por muchos vinculos, incluidos temores comunes frente a las capas inferiores, la «baja suerte». ‘Tales vinculos ayudan a explicar por qué las alineaciones de clase estuvieron lejos de ser claras en aquella revolu- cién. Carlos I hizo como mejor pudo para cortejar a la gentry, y consta que consiguié atraérsela en una escala muy amplia.” A despecho de Ja oposicién de los Es- tmardo a las enclosures, el apoyo de buena parte de la gentry rica a la causa real no puede sorprender dema- siado. Dificilmente cabria esperar de gentes acomoda- das como eran aquéllas que tuvieran Ia conciencia laxa caando se trataba de dar un puntapié a dos de los mé~ ximos puntales, rey ¢ Iglesia, que sostenian el orden social. A la larga, transformados éstos, mas de acuerdo con sus necesidades, volverian a darles Ia bienvenida, En las tres otras grandes revoluciones mencionadas, asi como en la Guerra Civil Norteamericana, se iba a manifestar la misma actitud ambigua respecto a los aspectos del antiguo orden que sostenian los derechos de propiedad. La politica de los dirigentes de la rebe~ ién, por el contrario, fue clara y sin rodeos. Se opu- sieron a toda interferencia en los derechos de propie- dad de los sefiores rurales por parte del rey y de los radicales de las capas bajas. En julio de x641, el Long Parliament abolié la Star Chamber, la més eficaz arma monarquica contra los sefiores rurzles «cercadores», a la vez que simbolo relevante del poder real arbitra- rio. Las amenazas radicales desde dentro del ejército de los levellersy diggers fueron desviadas por Cromwell y sus colaboradores con firmeza y habilidad.* Existen aiin otros factores que explican que la Re~ volucién Puritana no desembocara en ningtin mo- mento en una pugna bien definida entre estratos su- periores ¢ inferiores. En el conflicto se combinaron cuestiones econémicas, religiosas y constitucionales. No se dispone de suficientes datos para sefialar con- cluyentemente hasta qué punto coincidieron: la base social del puritanismo esté por analizar. Pero los indi- cios son de que, en diversos momentos, se produjeron cristalizaciones de la opinién en tomo a ellas. De ahi que, al desplegarse los avatares draméticos de la Revo- luci6n y encontrarse enfrentados los individuos con acaecimientos que no podian controlar y cuyas im- plicaciones no podian prever —en otras palabras, al B avanzar y retroceder el proceso de polarizacién revo- lucionaria—, muchos de ellos, ya en encumbrada ya en humilde posicién, se sintieran terriblemente apurados y solo pudieran decidirse con enormes dificultades. Lealtades personales podian arrastrarles en direccién opuesta a principios que sélo seguian a medias, y vice- versa. En el plano econémico, la Guerra Civil no produ- jo un traspaso masivo de la propiedad rural de un gru- po oclase a otro. (A ese respecto, todo indica que se ha entendido mal a Tawney.) Sus efectos sobre la pose- sidn de tierras fueron ain menores, probablemente, que los de la Revolucién Francesa, para la cual la in- vestigacién moderna ha ratificado la tesis polémica de Tocqueville de que el desarrollo de una clase de cam- pesinos propietarios, lejos de ser Ia consecuencia de la venta de haciendas de émigrés, precedié a la Revo- lucién, En Inglaterra, el bando parlamentario anduvo crénicamente corto de dinero y financié la guerra en parte usufructuando la administracién de los dominios de los realistas, en parte confiscandolos directamente. Agentes realistas se las arreglaron para readquirir al- gunos dominios, aun contribuyendo con ello al finan- ciamiento de sus enemigos. Los dominios recuperados después fueron muchos mas. Un estudio de esas tran- sacciones en la Inglaterra sudoriental, cuyo autor cree que puede tener aplicaciones més amplias, muestra que mis de las tres cuartas partes de las haciendas vendi- das bajo la Commonwealth volvieron a sus propieta- rios con la Restauracién. Las otras habjan sido ya re- cuperadas antes de 1660. Los adquiridores de tierras 44 | de la corona y de la Iglesia no parecen haber sido ca- paces de retenerlas tras la Restauraci6n, aumque Thirsk no da estadisticas sobre este particular.’ Tales constataciones, sin embargo, no se aducen en apoyo de la tesis de que la Revolucién Puritana no fue en absoluto una revolucién. Sus consecuencias revolu- cionarias fueron profundas y duraderas en el érea de la legislaci6n y de las relaciones sociales. Con la aboli- cién de la Star Chamber, los campesinos perdieron su amparo capital contra el incremento de las enclosures. Es cierto que bajo Cromwell, especialmente en la ilti- ma fase del mando de the major generals, se hicieron aiin algunas tentativas para atajar sus efectos. Pero fue ya eliltimo esfuerzo en ese sentido.%® Aunque puedan caber dudas sobre las caracteristicas sociales de aquella gentry que sostuvo la revolucién, est muy claro quién salié ganando con la victoria. .”” Los grandes frmers pagaban una contribucién econémica, Aunque los propietarios co- rrieran con las cargas de gravosos impuestos, ~-los renteros se hallaban en una posicién suficientemente s6lida para imponerlo—, raras veces proporcionaban a éstos capital de explotacién.*” Tampoco se esperaba de ellos que lo hicietan, Con todo, los grandes renteros, junto con los mas ricos poseedores de tiertas francas, 52 i | i I i | I | I y no el célebre pufiado de «audaces sefiores rurales», fueron los auténticos pioneros del desarrollo agricola, a juicio de un historiador reciente.** El espacio de tiempo en que tales cambios se pro- dujeron con mayor rapidez:y profundidad no esté del todo claro. Parece muy probable, sin embargo, qué el movimiento de enclosure acumulé considerable fuerza alrededor de 1760, Cobré quizd su méxima acelera- cidn durante las guerras napoleénicas, para extinguir= se después de 1832, habiendo contribuido entre tanto a cambiar el campo inglés més alli de todo célculo, El alza de precios de los alimentos y probablemente tam- bién las dificultades para obtener mano de obra pare- cen haber sido los principales factores que indujeron y compelieron a los sefiores rurales a ensanchar sus po- sesiones y a racionalizar la manera de cultivarlas.* Asi pues, en partes sustanciales de Inglaterra, al ha~ cerse més extenso el gran dominio y ser dirigido cada vex més, segiin principios comerciales, Ia comunidad campesina medieval qued6, finalmente, destraida. Es bastante probable, aunque no del todo seguro, que Ja ola de enclosures parlamentarias durante el siglo xvi y principios del x1x significé tan s6.o dar sancién legal aun proceso de erosidn de la propiedad campesina que hacia ya algsn tiempo que venia desarrollindose.” Por Ia experiencia de otros paises, sabemos que la intrusién del comercio en una comunidad campesina pone en marcha casi siempre una tendencia a la concentracién de Ja tierra en menor ntimero de manos. Tal tendencia habia sido perceptible en Inglaterra al menos desde el siglo xv1. En el coraz6n de un area duramente golpea- 53 da por la enclosure, el 70 por ciento de las tierras de una aldea habfan sido ya separadas de la economia campe- sina antes que el Parlamento deeretara la enclosure del lugar. Hacia 1765 solo tres familias de cada diez ocu- paban tierras en aquella érea con creciente industria. El resto eran braceros, calceteros, pequefios artesanos. Setenta pequefios campesinos, de menos de un cente~ nar, posefan menos de la quinta parte de todas las tie- ras, mientras que una docena de familias selectas po- sefan tres quintas partes." Una situacién similar debi6 de prevalecer en la mayorfa de las zonas duramente su- jetas a la enclosure en la segunda mitad del siglo xvi. Si, para hacerse cargo del area afectada, uno mira un mapa de Inglaterra sombreado de acuerdo con las Areas totales de los condados donde tuvo lugar la enclo- sure de campos comunales, comprucba que estuvo su jeta a ella més de la mitad del pais. Aproximadamente Ja mitad, a su vez, de esta érea, sobre todo en los Mid- Jands pero con una amplia lengua que se extiende ha- cia el Norte, suftis el impacto mas fuerte, con propor- ciones de un tercio a una mitad, e incluso mas, de las Areas totales de los condados.* Como acostumbra a suceder en los cataclismos so: ciales de esa naturaleza, el destino de los que salicron perdiendo en la transformacién es muy dificil de dis- cernir. En el curso de los procedimientos de enclosure, aquellos que tenfan derechos de propiedad que defen- der pndieron, por lo comtin, capear mejor el temporal que aquellos que no los tenfan. Con todo, muchos pe- quefios propietarios debieron soportar gravosas costas conexas a los procedimientos de enclosure, asi como de~ 54 k k sembolsos de capital para cercar con seto y abrir zan- jas, lo cual hizo precaria su situacién.%* Aquellos cuyos derechos de propiedad eran tenues o inexistentes no aparecen en la documentacién histérica, precisamente porque carecfan de derechos de propiedad que defen- der. «.. En general, sin embargo, s6lo los jévenes, los solteros y los artesanos estaban dis- puestos a abandonar el suelo natal —y los nuevos pa- tronos industriales sélo querian individuos como ellos. Los hombres maduros con familia no eran tan adies~ trables ni tan capaces de erradicarse del tejido de la vida rural, Permaneciendo en el campo, podfan re- currir a su «iltimo derecho» —el derecho al socorro de pobres.® En una aldea del Leicesterhire, «como en millares de otras parroquias de los Middlands y el Sur», los cer- camientos de campos comunales, junto con la ruina del estado llano y las exigencias de una economia mo- netaria, Hlevaron consigo un ininterrumpido aumento de las contribuciones «de pobres>, que, hacia 1832, debian alcanzar a tener «casi la mitad de las familias de Ia aldea en cobranza regular del socorro de pobres y muchas més cobrando socorro intermitente». En el si- 56 glo anterior esas mismias familias habfan sido peque- ios granjeros que se bastaban a si mismos o cottagers no en exceso apurados, que podian obtener lo necesa- rio para vivir en una economia de campos libres. Alli donde el sistema de campos libres habia funcionado plenamente bien, como para suministrar en cantidad suficiente lo que se necesitabs, habia constituido la base de cierta igualdad econémica aldeana. Habia ser- vido también para reforzar la red de relaciones sociales basada en la divisién del trabajo que habia sido en rea- lidad la sociedad de la aldea. Cuando, en el pasado, la sociedad de la aldea habia sido fuerte, los campesinos habfan luchado vigorosamente, y con algiin éxito, para defender sus derechos. En el siglo xvi, tras el golpe de gracia de las enclosures y las influencias comerciales, los pequefios granjeros dejaron de resistir, no se batie. ron ya." Parece, pues, bastante claro que, al desapare- cer jos terrenos comunales y empezar a imponerse en el campo un nuevo sistema econémico, la vieja comu- nidad campesina, finalmente, cedi6 y pas6 a desinte- grarse.® Echando una mirada retrospectiva al movimiento de enclosure en conjunto y teniendo en cuenta los re- sultados de la investigacién moderna, parece asimismo harto evidente que, junto con la expansién de ia indus- tria, los cercamientos fortalecieron en gran manera a los propictatios rurales més poderosos y descalabraron al campesinado inglés, elimindndole como factor de la vida politica brivinica. Desde el Punto de vista de los procesos tratados aqui, es éste, por encima de todo, el Punto decisivo, Ademés, al campesino «sobrante», le 37 daba lo mismo si el tirdn de las cindades o fabricas era més 0 menos importante que el empujén que le ex- pulsaba de su mundo rural, A fin de cuentas, en uno u otro caso, estaba atrapado entre alternativas que sig- nificaban degradaci6n y suftimiento comparadas con la vida tradicional de la comunidad aldeana. Que la vio- lencia y la coerci6n que produjeron tales resultados tu- vieran lugar durante un largo espacio de tiempo, y casi por entero dentro del marco de la ley y el orden, que contribuyeran a la larga a establecer la democracia so- bre una base més firme, todo ello no debe ocultarnos a masiva violencia ejercida por las clases altas contra las bajas. GOBIERNO ARISTOCRATICO PARA EL CAPITALISMO “TRIUNFANTE EI siglo xrx, por el contrario, se caracteriz6. por la transformacién pacifica; durante su transcurso, la de- mocracia parlamentaria fue estableciéndose con fir- meza y ampliandose de precedente en precedente. An- tes de examinar qué papel desempefiaron los cambios agrarios en ese proceso, conviene hacer una breve pausa y considerar cémo la violencia de los siglos xv y xvi —abierta y revolucionaria en el primero, mis disimulada y legal, pero no por eso menos violenta, en el segundo— habian preparado el camino para la tran- sicién pacifica del xix. Romper Ja conexién entre am: bos procesos seria falsificar la Historia. Afirmar que aquélla, de algtin modo, fue necesaria ¢ indispensable, 58 justificar el presente por el pasedo con un argumento que es imposible comprobar. Todo lo que puede hacer el historiador social es apuntar una conexién contin- gente entre cambios en la estractura de la sociedad. Puede que el legado més importante del pasado violento fuera el haberse fortalzcido el Parlamento a expensas del rey. El hecho de que el Parlamento exis- tiera significaba que se contaba con una institucién flexible que constitufa, tanto uns arena en la cual podia integrarse a nuevos elementos sociales a medida que planteaban sus exigencias, como un mecanismo insti- tucional para componer pacificamente los conflictos de intereses entre los distintos grupos. $i bien el Par- Jamento, tras la Guerra Civil, habia quedado ante todo como un instrument de las clases altas rurales con mentalidad comercial, no era tan s6lo eso; como iba a mostrar la experiencia, podia Ilegat a ser mucho més. El haber desarrollado aquella clase una base econémi- ca que la habfa conducido a oponerse violentamente a la corona antes de la Guerra Civil tuvo mucho que ver con la vigorizacién del Parlamento, punto que se vers mis claro cuando seré posible comparar el curso de los hechos en Inglaterra con otras casos en que ello no su- cedié. El fuerte tono comercial en la vida de las clases altas rurales, lo mismo de la gentry que de la nobleza ti- tulada, Hevé también aparejado que no existiera nin- guna falange demasiado compacta de oposici6n aristo- crética al progreso de la misma industria. A pesar de que algunos de sus miembros expresaran a menudo sentimientos adversos, se puede afirmar con justicia que el sector més influyente de las clases altas rurales 59 actué como una avanzada politica del capitalismo co- mercial e industrial, Asf continuaban actuando, sélo que de mevas maneras, durante el siglo x1x, La otra gran herencia era la destruccién del cam- pesinado, Por brutal y despiadado que parezca el con- cluirlo, hay razones de peso para sostener que contri- buy6 al cambio democratico pacifico en la misma medida, quizd, que la pujanza del Parlamento. Implicé que la modernizacién-pudiera avanzar en Inglaterra sin el inmenso fondo de fuerzas conservadoras y reac- cionarias que ha existido, en determinados momentos, en Alemania y el Japén, para no mencionar a la India, ‘También, por supuesto, que la posibilidad de revolu- ciones campesinas a la manera de Rusia y de la China no entrara ya en el orden del dia de la Historia. A fines del siglo xv y prineipios del xtx, la victoria de la democracia parlamentaria no tenia, ciertamente, nada de inevitable. Es improbable, en efecto, que la gran mayorfa de los individuos tuvieran ni la nocién més vaga de qué podian significar tales palabras y de qué clase de sociedad se dibujaba en el horizonte. Fl comercio, durante el siglo xvint, habia hecho progre- sos considerables. Se manifestaban ahora los primeros signos de conflicto entre los intereses rurales y los re~ Iativos al comercio. Elementos influyentes de éste tra- taban de promover una politica exterior agresiva en pos de materias primas y mercados, mientras que gran parte de la gentry se resistia a pasar adelante por miedo de contribuciones més elevadas, en una época en que Ia contribucién territorial era la méxima fuente de ren- tas piblicas, Entre tanto empezaban a hacerse oft vo- 60 ces radicales que denunciaban la necesidad de revisar Ia anticuada estructura social de Inglaterra, en especial su corrompido Parlamento. El cliché de que la polit ca del siglo xvii fue un batallar de camarillas sin au- ténticos puntos en disputa es simplemente falso, Exis- tfan las mismas tensiones entre nuevas y antiguas formas de sociedad y de civilizacién que en el siglo xvu, traspuestas a una nueva era, aunque quizé sea exagera- do afirmar que, tras la pérdida de las colonias america- nas, Inglaterra estaba a dos dedos de la accién revolu- cionaria. El estallido de la Revolucién Francesa puso fin a toda esperanza de reforma. Més especificamente, tan pronto como la Revolucién Francesa dejé atras su fase liberal, cuando la huida de Luis XVI a Varennes y su nueva captura «arrancaron el velo de ilusiones» sobre expectativas liberales y la Revolucién empez6 a entrar en una fase radical, los que simpatizaban con ella en Inglaterra se encontraron en una posicién cada vez més embarazosa. Pitt el Joven cort6 toda especulacién sobre reforma. Inglaterra empez6 a entrar en una fase de represién que se prolongé hasta después de las guerras napoleénicas, Su caracteristica fundamental fue que las clases altas, tanto en las ciudades como en el campo, cerraron filas en torno de lemas patristicos yconservadores contra la amenaza del radicalismo y la tiranja franceses y contra la més -emota de que sus pri- vilegios peligraran.’* Si la amenaza de revoluci6n y dictadura militar no se hubiera desvanecido con la ba~ talla de Waterloo, es sumamente improbable que In- slaterra hubiera reanudado en el siglo xrx aquellos pa- 61

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