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Alfredo Gómez aprende odiosamente que el verdadero valor de una obra radica en
su sinceridad y autenticidad humanas. (12) De esta forma, es el autor quien se sitúa no
sólo en la silla del megáfono que transmite la narración sino que su propiedad y existencia
se extienden a lo largo y ancho de todas las dimensiones posibles de la obra. Y en cada
segundo o rincón de la ésta, será el autor, y tras la obra entera, seguirá siendo él. Alfredo
Gómez es el espacio donde la ciudad, lo fluvial, huecos, choros y curas logran un
perturbado orden que a Gómez le dio o quiso llamar EL RIO, y es el fondo, el concepto de
sociedad.
La visión del protagonista está determinada por la distancia que media entre el él y
el objeto de odio: la sociedad. La medida se da por un altímetro y se sitúa en el sub-lugar
de tránsito, revés del puente, de la ciudad. Es el rincón indeseado y regalado porque a
nadie le interesa que se lo releguen, sólo Mostachín dedica algo a ellos, tiempo, rondas,
etc, pero al fin, entiende que es necesaria su asentamiento y que la única forma de
expulsarlos definitivamente, sería matándolos.