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VERÓNICA
AÑO DE LA EUCARISTÍA
Retiro cuaresmal, sábado anterior a Cuaresma
5 febrero 2005
fr. Rufino María Grández, capuchino
Folleto 2
HIJOS DE LA LUZ
(Lc 16,6; hijos de luz: Jn 12,36; 1Ts 5,5)
I
JESÚS, PRESENCIA Y GUÍA DEL
“SACRAMENTO CUARESMAL”
Pascua y Cuaresma
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sacramento cuaresmal (quadragesimalis exercitia
sacramenti, los ejercicios del sacramento
cuadragesimal, cuaresmal).
Si no pasamos de la “praxis” cuaresmal (ascesis) al
“sacramento” cuaresmal (realidad mística), nos
quedamos a medio camino de la Cuaresma.
La Cuaresma no es otra cosa que entrada en la
Pascua, introducción a la Pascua. La Pascua es el
centro y el todo; es la realidad mística de Cristo
presente en su Iglesia, dado que el estado actual de
Cristo no es otro que el estado pascual. Ahora bien, el
Misterio pascual es simultáneamente Cruz-
Resurrección-Ascensión-Espíritu. Intrínseco al
misterio pascual es la Cruz. La Cuaresma es Via
Crucis, lo cual resulta ser Via Lucis.
Destruiríamos el Misterio pascual, si borráramos la
Cruz. Y, hablando de un proceso espiritual completo,
hemos de decir:
- No hay Pascua sin Cuaresma,
- ni Cuaresma sin Pascua;
- pero la luz de Cuaresma viene de la Pascua, no a
la inversa.
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1,12-13).
Conclusiones
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Primera. Jesús está presente en la Pascua, porque
sin él la Pascua no existe. Exactamente igual Jesús está
presente en el desierto; sin él la Cuaresma no existe.
Segunda. Jesús quiere hacer en mí en Cuaresma su
obra pascual:
- el derrocamiento de Satanás,
- y la infusión de la vida nueva.
II
EL DERROCAMIENTO DE SATANÁS
GRACIA DEL PROCESO DE CUARESMA
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2. Cómo descubrimos la existencia del mal en
nosotros mismos, un dato de la experiencia humana
iluminada. Pero de hecho, en el momento actual de la
historia, el ser humano observa en sí mismo,
asomándose a su mera conciencia psicológica, la
existencia de un mal, cuya explicación nos transciende.
Existe el mal en el mundo, y más radicalmente
existe en mí.
A lo largo de mi vida, hasta el instante de mi
muerte, me acompaña la experiencia de que “soy
malo”. El mal tiene sus raíces en mí, y lo siento, a
veces de forma dramática.
El Concilio de Trento nos ha adoctrinado diciendo:
- que el pecado ha sido perdonado totalmente: soy
constituido santo en el bautismo;
- pero queda la concupiscencia, el fomes peccati
(como la levadura del pecado), que procede del mal y
lleva al mal.
Soy, pues, testigo de mi propio pecado, que trata de
aniquilarme y destruirme.
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Jesucristo!” (v. 25).
Y en el capítulo siguiente describe la situación
nueva: la vida del cristiano en el Espíritu (Rm 8):
incluso psicológicamente esta debe ser la experiencia
dominante, para poder vivir la vida con una grande paz
en el Señor. De lo contrario, estaríamos perpetuamente
traumados y caeríamos psíquicamente en un callejón
sin salida, con una tristeza que nos agarraría el alma.
No puede ser la amargura (que es un purgante sanador
en determinado momento) la situación permanente de
la psyque.
Si la amargura se aposenta en el alma como estado
continuo, lleva al suicidio; se trataría de una
enfermedad, no de un pecado digno de condenación
eterna. Un suicida es un desestructurado digno de
compasión, no de reprobación.
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El único pecado que comete el hombre es oponerse
a Dios, que en el relato del pecado original se expresa
como desobediencia.
El que se opone a Dios, el que se afirma a sí mismo
frente a Dios, permanece en pecado; por el contrario, el
que se abre a Dios y se entrega él, está en la gracia.
Este único pecado puede concretarse en una única
palabra: la soberbia, que es la afirmación del yo frente
a Dios. Y esto es la fuente caudalosa de todos los
demás pecados. El odio, en su raíz, es soberbia,
En definitiva, se trata de aceptar o no a Dios como
único dueño de mi vida.
Esta realidad se percibe a distintos niveles, y cuanto
se va afinando la conciencia de uno, mejor se capta la
dura realidad del pecado dentro de uno mismo.
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todos es un freno oscuro que ponen en mí la presencia
del pecado.
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Evangelio, sino desde la cautela y la estrategia de los
comportamientos humanos... Todo ello, lo perciba uno
o no lo perciba, es fruto del pecado, por el cual no nos
atrevemos a manifestarnos como somos, a aceptar que
la comunidad religiosa no es una “institución sacra”,
sino una “familia” espiritual en el Señor, lo cual lleva a
planteamientos diferentes.
Todo esto procede del pecado, de la tenebrosa
presencia del pecado en el fondo del ser, que se
arrastra. Cuando la Iglesia pide perdón por “pecados
históricos”, como lo ha hecho reiteradamente en el
Jubileo del 2000, no es que hoy sean pecados y antes
no lo fueran, sino que, por cierta deformación, no se
clasificaba así en nuestros catálogos.
La excusa de que: “Los tiempos eran distintos”, es
una excusa muy superficial, pues lo que ha sido pecado
ha sido pecado siempre, aunque no lo considerara así.
Es un examen que nos concierne a todos, y muy
especialmente a quienes tienen función de guía ante los
demás. El prestigio espiritual se presta al abuso.
La lucha contra el pecado debe ir por ahí.
III
LA VICTORIA DE CRISTO,
VICTORIA PARA CREAR VIDA NUEVA EN MÍ
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liberado y cultivarla en toda etapa de mi vida.
3. Llegar a la madurez personal.
4. Cultivar un trato de hermano cual corresponde a los
hijos de Dios.
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La humillación del hermano rompe por dentro la
vida fraterna.
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que, bien a pesar suyo, ha ejercido una dura oposición
frente a los espirituales del tiempo.
El ejercicio de la propia libertad en el Señor es la
fuente de los goces más puros, más consistentes,
aunque uno haya pasado por la calle de la amargura.
Todo ello sin fanatismo, sin insolencia.
Sólo el corazón purificado e iluminado - frutos del
proceso cuaresmal - es libre con la libertad con que
Cristo nos ha liberado.
3. Llegar a la madurez personal.
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4. Cultivar un trato de hermanos, de hermanas, cual
corresponde a los hijos de Dios.
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sólo lo inconveniente, sino aún lo innecesario. Las
Preladas no se arrodillan, ni cuando hablan entre sí ni
cuando las hablan” (en el apartado “santa
conversación”, letra K). El teólogo se pregunta con
honestidad si las tres razones espirituales aducidas, que
sustentan este uso, (respeto mutuo, presencia de Dios,
silencio evangélico) no son igualmente válidas para las
Preladas...
En este sistema de institución religiosa, se
considera a la abadesa como “mediación” espiritual de
cuanto sucede en el convento, y tantas cosas pasan por
el conocimiento y el “permiso” de la abadesa, para
mejor estar en la voluntad de Dios.
Da mucho que pensar las medidas y cautelas que se
han tomado. Un uso que ha durado siglos (que no
porque así se hiciera estaba exento de crítica) ha sido el
de las “escuchas”, uso común en la vida contemplativa.
“A la visita de la hermana asistirán siempre dos
escuchas (que, como se dice en otro momento, han de
estar ocultas sin ser vistas, y no podrán hablar). Y si se
trata de postulantes, novicias o jóvenes de votos
simples, asistirá siempre la Maestra en lugar de una de
las escuchas” (núm. 177, letra c). La escucha, que debe
guardar secreto, puede comunicar a la Madre lo que ha
escuchado.
El que está hablando con la religiosa ¿sabe que hay
detrás un monja silenciosa que está escuchando...? ¡Es
esto transparencia evangélica? ¿No es, más bien, una
ofensa a la dignidad personal, por siglos que se haya
practicado?
Una hija ¿dejará de ser hija por ser monja? ¿No
podrá desahogarse ante la madre que le ha dado a luz,
que le ha educado en la fe, que, quizás, le ha animado
para entrar en el convento? ¿No podrá decir su pena y
su amargura, por la crisis que está pasando, para recibir
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lo más humano que existe: una caricia, una ternura; un
¡Hija mía, ánimo, no te apures...! ?
¿Qué inhumano sistema de hacer santas es éste...?
Este sistema de cautelas es riguroso en las cartas.
“Las cartas de las monjas se entregan abiertas a la
Madre, y ésta, una vez vistas y cerradas, las llevará al
torno por sí misma o por alguna hermana distinta de la
que escribe” (núm. 203).
“Las cartas dirigidas a las monjas también deben
ser revisadas por la Madre y si son de novicias,
postulantes, o jóvenes del Jovenado, por sus
respectivas Maestras a quien la M. Abadesa las
entregará” (núm. 204).
Una hermana, que se ha entregado sin reservas a
Dios, puede aceptar perfectamente este sistema de ser
vigilada e inspeccionada. Y otra hermana, que se ha
entregado con la misma entrega incondicional, puede
preguntarse con razones sobrenaturales: Pero ¿tan poco
valgo yo?, ¿es que no se fían de mí, de la consagración
que voluntariamente he hecho al Señor? Ciertamente
que en mi casa, mi mamá de ninguna manera me habría
tratado así... Y por ser religiosa ¿he perdido esta
confianza que antes se tenía en mí?
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cada una sobre la marcha espiritual de la comunidad,
para aportar lo que el Señor me sugiere a mí. Se
entiende que todo está garantizado por la Madre.
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contrario, no se tiene altura para ello..., ¡ah!, entonces
es mejor sujetarse a la esclavitud de múltiples leyes y
permisos....
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