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Ciencia, Comunicación y Sociedad: la perspectiva de quien formula políticas

Carlos Abeledo1

[Ponencia presentada en el Seminario sobre Ciencia Comunicación y Sociedad, organizado


por SciDev.net; Sao Paulo, mayo 14, 2003]

El informe de Vannevar Bush “Science-The Endless Frontier” marcó un hito en la


concepción de la política científica como parte de las políticas públicas de los países
desarrollados. Suele decirse que el informe Bush sentó las bases de un “contrato social”
entre Ciencia y Sociedad. En los países desarrollados este contrato implícito justificó
considerables inversiones de recursos públicos para apoyar la investigación científica y
tecnológica, que se administraron a través de un conjunto diverso de instituciones para
promover investigación básica y aplicada. En ese contexto, la comunicación científica tuvo
como objetivo principal la divulgación a la sociedad de los logros y los impactos de los
avances de la ciencia.

Desde fines del siglo XX se ha comenzado a cuestionar la validez de los consensos que
sustentaban ese contrato social entre ciencia y sociedad.2 En los países desarrollados,
sectores importantes de la sociedad demandan un papel más activo en la discusión de las
agendas que determinan el curso de la ciencia y la tecnología. En este nuevo contexto, la
comunicación científica está desempeñando un papel más activo en la relación entre ciencia
y sociedad.3

A pesar de que en América Latina se crearon instituciones para la promoción de la


investigación científica según modelos similares a los adoptados en Estados Unidos de
Norteamérica y algunos países europeos, nunca existió una relación entre ciencia y
sociedad que pudiera asimilarse a un contrato social similar a la que existía en estos países.
En la mayoría de los países de América Latina, los científicos establecieron sus agendas de
investigación según patrones internacionales sin mayor vinculación con las demandas y
necesidades de sus respectivas sociedades nacionales. Salvo algunas situaciones
excepcionales, la política científica no fue un componente importante de las políticas
públicas de los países latinoamericanos.

Durante la década de los años setenta un grupo de intelectuales latinoamericanos4 – que


posteriormente fue caracterizado como los creadores del pensamiento latinoamericano en
política científica y tecnológica - señaló los principales problemas y desafíos de la relación
entre ciencia y sociedad. En este contexto, Jorge Sábato propuso un modelo para articular
las relaciones entre la Infraestructura Científico-técnica, el Gobierno y la Estructura
Productiva que ocupó un lugar predominante en las discusiones posteriores de política
1
cabeledo@mail.retina.ar
2
ver: Guston y Kensington (1994) y Guston (2000), Martín (2001), SciDev (2002).
3
Ver Nowotny et al (2001), Gibbons (1999, 2000)
4
Sábato (1975), Dagnino et al (1996)
científica y tecnológica; este modelo fue posteriormente conocido como el “triángulo de
Sábato” (Sábato y Botana, 1968).

Sin embargo, en la mayoría de los países latinoamericanos, la comunidad científica aun no


ha podido establecer una vinculación efectiva con la sociedad. Marcelino Cerejido (1997)
ha señalado que muchos países latinoamericanos tienen muy buena investigación, pero aún
carecen de una visión de la realidad que les permita desarrollar su ciencia. Cerejido afirma
que “en Latinoamérica ya tenemos investigación, el próximo paso sería desarrollar
ciencia”. Su afirmación apunta a señalar que en los países latinoamericanos no existe el
contrato social implícito que asocia a las comunidades científicas en los países
desarrollados con su desarrollo económico y social. Su posición crítica se dirige
principalmente a la incapacidad de la clase dirigente en percibir la importancia que podría
tener una mayor y mejor utilización de la capacidad científica de los países
latinoamericanos sin atribuir responsabilidad a la comunidad científica que debería
promover una mejor relación. Por otra parte, algunos analistas de la política científica y la
sociología de la ciencia en América Latina señalan que las agendas de investigación están
sesgadas por los vínculos naturales que existen entre los científicos latinoamericanos y sus
colegas de Europa y Estados Unidos y que los esfuerzos para promover una orientación de
las investigaciones hacia temas de mayor relevancia social no han sido demasiado exitosas.5

No es mi intención indagar aquí las razones por qué no existe un contrato social entre
comunidad científica y sociedad en los países latinoamericanos. Para algunos científicos, la
dirigencia de nuestros países no comprende el papel que puede desempeñar la comunidad
científica y los beneficios que se podrían derivar de la investigación científica y
tecnológica. Por su parte, hay empresarios y políticos que señalan que el tipo de
investigaciones en que realiza la mayoría de nuestros científicos no es relevante para
nuestra realidad. Obviamente, estas son posiciones extremas pero ponen de manifiesto una
falta de comunicación.

En mi opinión, la comunidad científica debería hacer un esfuerzo mayor por mostrar cómo
sus saberes y capacidades podrían capitalizarse para encontrar soluciones a los diversos
problemas reales que hay en nuestros países y cómo el apoyo financiero a la actividad
científica debe considerarse una inversión que puede dar buenos dividendos para la
sociedad.

Por su parte, los responsables de formular y ejecutar políticas públicas para ciencia y
tecnología deberían adoptar una actitud más proactiva para orientar programas de
investigación hacia la resolución de problemas de relevancia social y económica. En
América latina hay varios programas exitosos que han sido diseñados para promover
investigaciones orientadas a la resolución de problemas; este es, por ejemplo, el caso de las
Agendas de Venezuela. La comunidad científica también podría desempeñar un papel más
activo para promover este tipo de programas.6

En el contexto actual de comienzos del Siglo XXI, podríamos concebir un modelo más
general del clásico triángulo de Sábato para representar la relación entre Ciencia, Gobierno
5
Ver, por ejemplo, Dagnino y Thomas (1999).
6
Ver Avalos (2002), Abeledo (2003).
y Sociedad. En esta representación, el lado del triángulo que une los vértices que
representan Ciencia y Sociedad tendría un contenido más amplio que el de “transferencia
de tecnología y asistencia técnica” que proponía Sábato entre la Infraestructura Científico
Tecnológica y la Estructura Productiva. En el modelo generalizado, este lado del triángulo
incluiría la contribución de científicos y tecnólogos en el análisis, propuestas y soluciones
para problemas sociales relevantes, entre los que se incluyen los de sectores productivos,
aunque no de manera excluyente. Por otra parte, este lado del triángulo también debería
describir las demandas que la sociedad o las que podría plantear si tuviera mejor
conocimiento del potencial y las capacidades de la comunidad científica. En esta relación
más compleja entre ciencia y sociedad, los comunicadores científicos deberían desempeñar
un papel importante como promotores de vínculos y diálogos en ambas direcciones entre
Ciencia y Sociedad.

El Gobierno, protagonista del tercer vértice del triángulo, tiene la responsabilidad de


formular políticas públicas que promuevan una relación fluida y provechosa entre Ciencia y
Sociedad, además de su función tradicional de ser uno de las principales fuentes de
financiamiento para la investigación científica. En la actual situación de crisis financiera y
económica que caracteriza a la mayoría de los países latinoamericanos, el aporte de
mayores recursos públicos para financiar investigación científica sólo será viable en la
medida que la sociedad comprenda y acepte que esto contribuirá a su desarrollo y bienestar.
Parafraseando a Marcelino Cerejido, no se trata de buscar recursos para apoyar a la ciencia
sino de buscar la manera de crear las condiciones para resolver problemas apoyándose en
la ciencia.7 Nuevamente, la comunicación científica puede cumplir un papel relevante
difundiendo los resultados de proyectos de investigación que tienen impactos socio-
económicos relevantes y, además, llamando la atención sobre problemas y demandas de la
sociedad que podrían ser atendidas y resueltas con la participación de la comunidad
científica. Para ello será necesario una relación más fluida entre comunidad científica y
comunicadores, lo que demandará un esfuerzo especial por parte de ambas partes.

En este modelo de las relaciones entre Ciencia, Gobierno y Sociedad los comunicadores
científicos tendrían un papel importante en la relación entre los actores representados por
los tres vértices del triángulo.

7
En un artículo del 23 de abril en el Diario La Nación de Buenos Aires, la periodista Nora Bär
señala críticamente la escasa mención de los candidatos a las próximas elecciones presidenciales
promete, que si resulta elegido, “en el próximo gobierno se dará prioridad al fortalecimiento del sistema
científico-tecnológico” o que “se aumentará el porcentaje del PBI destinado a investigación y desarrollo”.
Citando a Cerejido, Nora Bär señala que “aquí a lo sumo se habla de apoyar a la ciencia, jamás de
apoyarse en la ciencia”.
Referencias

Abeledo (2003); Investigación orientada a la resolución de problemas: relevancia y desafíos para países en
desarrollo, (trabajo no publicado aún).

Abeledo, C.R, 2003, Programas de Investigación Orientados a la Resolución de Problemas: el Caso de la


Mesa de la Cebada de Uruguay (trabajo no publicado aún).

Avalos, I., 2002; El Programa de agendas como intento de asociar a los tres sectores. Experiencia de
Venezuela. Ponencia presentada en el seminario del BID sobre Educación Superior y Ciencia y Tecnología en
Latinoamérica y el Caribe. Seminario realizado en Fortaleza, Brasil; marzo 2002.
http://www.iadb.org/sds/sci/publication/gen_98_2841_e.htm

Bush,V., “Science – The Endless Frontier”, informe al Presidente Truman (US Government Printing Office,
1945. Reeditado por National Science Foundation, 1990.

Cerejido, M., 1997. Por qué no tenemos ciencia, Siglo XXI Editores, México.

Dagnino, R., Thomas, H., Davyt, A., 1996. El pensamiento en ciencia, tecnología y sociedad en
Latinoamérica: una interpretación política de su trayectoria, Redes 3, pp 13-51.

Dagnino, R. y Thomas, H., 1999. La política científica y tecnológica en América Latina: nuevos escenarios y
el papel de la comunidad de investigación. Redes 6, pp 49-74.

Gibbons, M , 1999; Science´s new contract with society. Nature 402, C81.

Gibbons, M., 2000, Mode 2 society and the emergence of context sensitive science, Science and Public Policy
27, pp 159-163

Guston, D. y Keniston, K., 1994; The Fragile Contract, MIT Press, Cambridge.

Guston, D., 2000, Retiring the Social Contract for Science, Issues in Science and Technology, Summer 2000.
http://lab.nap.edu/issues/16.4/p_guston.htm

Martin, B., 2003; The Changing Contract for Science and the Evolution of the University, Science and
Innovation: Rethinking the Rationales for Funding and Governance, A.Geuna, A.Salter an W.E. Steinmuller
(eds). (J.Elgar, 2003).

Nowotny, H., Scott, P. y Gibbons, M., 2001. Re-thinking Science: Knowledge Production in an Age of
Uncertainty (Oxford: Polity Press 2001).

Sábato, J. y Botana, N., 1968, La ciencia y la tecnología en el desarrollo futuro de América latina, Revista de
la Integración 1, No 3, pp15-36.

Sábato, J., 1975, El pensamiento latinoamericano en la problemática ciencia-tecnología-desarrollo-


dependencia (Paidos, Buenos Aires).

Sábato, J., Bases para un régimen de tecnología, republicado en Redes 4, 119-137 (1997).

SciDev, 2002, Does science really need a new social contract, Editorial, 24 June.
http://www.scidev.net/archives/editorial/comment22.html

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