La muerte de Iván Ilich
By Leo Tolstoy
5/5
()
About this ebook
El argumento gira en torno a Iván Ilitch, un pequeño burócrata que fue educado en su infancia con las convicciones de poder alcanzar un puesto dentro del gobierno del Imperio Zarista. Poco a poco sus ideales se van cumpliendo, pero se dará cuenta de que no ha servido de nada dicho esfuerzo; al llegar cerca de la posición que siempre ha soñado, se encontrará con el dilema de descifrar el significado de tanto sacrificio, y de valorar también el malestar reinante en el pequeño entorno familiar que se ha construido. Un día, se golpea al reparar unas cortinas y comienza a sentir un dolor que lo aqueja constantemente.
Leo Tolstoy
Count Lev (Leo) Nikolaevich Tolstoy was born at Vasnaya Polyana in the Russian province of Tula in 1828. He inherited the family title aged nineteen, quit university and after a period of the kind of dissolute aristocratic life so convincingly portrayed in his later novels, joined the army, where he started to write. Travels in Europe opened him to western ideas, and he returned to his family estates to live as a benign landowner. In 1862 he married Sofia Behr, who bore him thirteen children. He expressed his increasingly subversive, but devout, views through prolific work that culminated in the immortal novels of his middle years, War and Peace and Anna Karenina. Beloved in Russia and with a worldwide following, but feared by the Tsarist state and excommunicated by the Russian Orthodox church, he died in 1910.
Related to La muerte de Iván Ilich
Related ebooks
Tres años Rating: 3 out of 5 stars3/5La luna se ha puesto Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsRelato de un desconocido Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsEl corazón de las tinieblas Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsEl genio y la diosa Rating: 4 out of 5 stars4/5Memorias del subsuelo Rating: 4 out of 5 stars4/5El Maestro y Margarita Rating: 5 out of 5 stars5/5La Solterona Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsGuerra y Paz Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsAL FARO: Virginia Woolf Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsEl lobo de mar Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsLos mejores cuentos de Lev Tolstói: Selección de cuentos Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsCándido o el optimismo Rating: 5 out of 5 stars5/5Las Penas Del Joven Werther Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsLa Tempestad Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsMetamorfosis Rating: 4 out of 5 stars4/5Otra vuelta de tuerca Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsAmor inoportuno Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsCuentos completos (1880-1885) Rating: 5 out of 5 stars5/5Los inadaptados Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsCarta al Padre y El Artista del Hambre Rating: 0 out of 5 stars0 ratings¿De dónde viene el mal? Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsEl doble Rating: 4 out of 5 stars4/5Último día de un condenado a muerte Rating: 5 out of 5 stars5/5Casa desolada I Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsEl jugador Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsDiarios amorosos: Incesto 1932-1934 / Fuego 1934-1937 Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsLabranza arcaica Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsEl pabellón número seis Rating: 5 out of 5 stars5/5La felicidad conyugal Rating: 4 out of 5 stars4/5
Short Stories For You
Me encanta el sexo - mujeres hermosas y eroticas calientes: Kinky historias eróticas Rating: 3 out of 5 stars3/5¿Buscando sexo? - novela erótica: Historias de sexo español sin censura erotismo Rating: 4 out of 5 stars4/5EL GATO NEGRO Rating: 5 out of 5 stars5/5Cómo besa: Serie Contrato con un multimillonario, #1 Rating: 4 out of 5 stars4/5Hombres duros y sexo duro - Romance gay: Historias-gay sin censura español Rating: 4 out of 5 stars4/5Perras de reserva Rating: 5 out of 5 stars5/5Hechizos de pasión, amor y magia Rating: 5 out of 5 stars5/5El llano en llamas Rating: 4 out of 5 stars4/5El profeta Rating: 4 out of 5 stars4/5El psicólogo en casa Rating: 4 out of 5 stars4/5El reino de los cielos Rating: 4 out of 5 stars4/5Donantes de sueño Rating: 4 out of 5 stars4/5La sombra sobre Innsmouth Rating: 5 out of 5 stars5/5Cuentos de Canterbury: Clásicos de la literatura Rating: 4 out of 5 stars4/5El césped Rating: 5 out of 5 stars5/5Colección de Edgar Allan Poe: Clásicos de la literatura Rating: 5 out of 5 stars5/5Los peligros de fumar en la cama Rating: 5 out of 5 stars5/5¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? Rating: 4 out of 5 stars4/5El gallo de oro y otros relatos Rating: 4 out of 5 stars4/5El diosero Rating: 5 out of 5 stars5/5Cuentos Rating: 4 out of 5 stars4/5La metamorfosis: Clásicos de la literatura Rating: 4 out of 5 stars4/5Las cosas que perdimos en el fuego Rating: 4 out of 5 stars4/5Las mujeres malas tienen mejor sexo - historias de Erótico calientes: Sexo y erotismo para mujeres y hombres. Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsColección de Gustavo Adolfo Bécquer: Clásicos de la literatura Rating: 5 out of 5 stars5/5Dime que me deseas: Relatos eróticos para leer con una sola mano Rating: 2 out of 5 stars2/5Selección de relatos de horror de Edgar Allan Poe Rating: 5 out of 5 stars5/5Cuentos. Antón Chéjov Rating: 4 out of 5 stars4/5El Caballero Carmelo y otros cuentos Rating: 5 out of 5 stars5/5
Reviews for La muerte de Iván Ilich
1 rating0 reviews
Book preview
La muerte de Iván Ilich - Leo Tolstoy
La muerte de Iván Ilich
Lev Nikolayevich Tolstoy
Booklassic
2015
ISBN 978-963-523-982-5
1
Durante una pausa en el proceso Melvinski, en el vasto edificio de la Audiencia, los miembros del tribunal y el fiscal se reunieron en el despacho de Iván Yegorovich Shebek y empezaron a hablar del célebre asunto Krasovski. Fyodor Vasilyevich declaró acaloradamente que no entraba en la jurisdicción del tribunal, Iván Yegorovich sostuvo lo contrario, en tanto que Pyotr Ivanovich, que no había entrado en la discusión al principio, no tomó parte en ella y echaba una ojeada a la Gaceta que acababan de entregarle.
-¡Señores! -exclamó- ¡Iván Ilich ha muerto!
-¿De veras?
-Ahí está. Léalo -dijo a Fyodor Vasilyevich, alargándole el periódico que, húmedo, olía aún a tinta reciente.
Enmarcada en una orla negra figuraba la siguiente noticia: «Con profundo pesar Praskovya Fyodorovna Golovina comunica a sus parientes y amigos el fallecimiento de su amado esposo Iván Ilich Golovin, miembro del Tribunal de Justicia, ocurrido el 4 de febrero de este año de 1882. El traslado del cadáver tendrá lugar el viernes a la una de la tarde.»
Iván Ilich había sido colega de los señores allí reunidos y muy apreciado de ellos. Había estado enfermo durante algunas semanas y de una enfermedad que se decía incurable. Se le había reservado el cargo, pero se conjeturaba que, en caso de que falleciera, se nombraría a Alekseyev para ocupar la vacante, y que el puesto de Alekseyev pasaría a Vinnikov o a Shtabel. Así pues, al recibir la noticia de la muerte de Iván Ilich lo primero en que pensaron los señores reunidos en el despacho fue en lo que esa muerte podría acarrear en cuanto a cambios o ascensos entre ellos o sus conocidos.
«Ahora, de seguro, obtendré el puesto de Shtabel o de Vinnikov -se decía Fyodor Vasilyevich-. Me lo tienen prometido desde hace mucho tiempo; y el ascenso me supondrá una subida de sueldo de ochocientos rublos, sin contar la bonificación.»
«Ahora es preciso solicitar que trasladen a mi cuñado de Kaluga -pensaba Pyotr Ivanovich-. Mi mujer se pondrá muy contenta. Ya no podrá decir que no hago una maldita cosa por sus parientes.»
-Yo ya me figuraba que no se levantaría de la cama -dijo en voz alta Pyotr Ivanovich-. ¡Lástima!
-Pero, vamos a ver, ¿qué es lo que tenía?
-Los médicos no pudieron diagnosticar la enfermedad; mejor dicho, sí la diagnosticaron, pero cada uno de manera distinta. La última vez que lo vi pensé que estaba mejor.
-¡Y yo, que no pasé a verlo desde las vacaciones! Aunque siempre estuve por hacerlo.
-Y qué, ¿ha dejado algún capital?
-Por lo visto su mujer tenía algo, pero sólo una cantidad ínfima.
-Bueno, habrá que visitarla. ¡Aunque hay que ver lo lejos que viven!
-O sea, lejos de usted. De usted todo está lejos.
-Ya ve que no me perdona que viva al otro lado del río -dijo sonriendo Pyotr Ivanovich a Shebek. Y hablando de las grandes distancias entre las diversas partes de la ciudad volvieron a la sala del Tribunal.
Aparte de las conjeturas sobre los posibles traslados y ascensos que podrían resultar del fallecimiento de Iván Ilich, el sencillo hecho de enterarse de la muerte de un allegado suscitaba en los presentes, como siempre ocurre, una sensación de complacencia, a saber: «el muerto es él; no soy yo».
Cada uno de ellos pensaba o sentía: «Pues sí, él ha muerto, pero yo estoy vivo.» Los conocidos más íntimos, los amigos de Iván Ilich, por así decirlo, no podían menos de pensar también que ahora habría que cumplir con el muy fastidioso deber, impuesto por el decoro, de asistir al funeral y hacer una visita de pésame a la viuda.
Los amigos más allegados habían sido Fyodor Vasilyevich y Pyotr Ivanovich. Pyotr Ivanovich había estudiado Leyes con Iván Ilich y consideraba que le estaba agradecido.
Habiendo dado a su mujer durante la comida la noticia de la muerte de Iván Ilich y cavilando sobre la posibilidad de trasladar a su cuñado a su partido judicial, Pyotr Ivanovich, sin dormir la siesta, se puso el frac y fue a casa de Iván Ilich.
A la entrada vio una carroza y dos trineos de punto. Abajo, junto a la percha del vestíbulo, estaba apoyada a la pared la tapa del féretro cubierta de brocado y adornada de borlas y galones recién lustrados. Dos señoras de luto se quitaban los abrigos. Pyotr Ivanovich reconoció a una de ellas, hermana de Iván Ilich, pero la otra le era desconocida, Su colega, Schwartz, bajaba en ese momento, pero al ver entrar a Pyotr Ivanovich desde el escalón de arriba, se detuvo e hizo un guiño como para decir: «Valiente lío ha armado Iván Ilich; a usted y a mí no nos pasaría lo mismo.»
El rostro de Schwartz con sus patinas a la inglesa y su cuerpo flaco embutido en el frac, tenía su habitual aspecto de elegante solemnidad que no cuadraba con su carácter jocoso, que ahora y en ese lugar tenía especial enjundia; o así le pareció a Pyotr Ivanovich.
Pyotr Ivanovich dejó pasar a las señoras y tras ellas subió despacio la escalera. Schwartz no bajó, sino que permaneció donde estaba. Pyotr Ivanovich sabía por qué: porque quería concertar con él dónde jugarían a las cartas esa noche. Las señoras subieron a reunirse con la viuda, y Schwartz, con labios severamente apretados y ojos retozones, indicó a Pyotr Ivanovich levantando una ceja el aposento a la derecha donde se encontraba el cadáver.
Como sucede siempre en ocasiones semejantes, Pyotr Ivanovich entró sin saber a punto fijo lo que tenía que hacer. Lo único que sabía era que en tales circunstancias no estaría de más santiguarse. Pero no estaba enteramente seguro de si además de eso había que hacer también una reverencia. Así pues, adoptó un término medio. Al entrar en la habitación empezó a santiguarse y a hacer como si fuera a inclinarse. Al mismo tiempo, en la medida en que se lo permitían los movimientos de la mano y la cabeza, examinó la habitación. Dos jóvenes, sobrinos al parecer -uno de ellos estudiante de secundaria-, salían de ella santiguándose. Una anciana estaba de pie, inmóvil, mientras una señora de cejas curiosamente arqueadas le decía algo al oído. Un sacristán vigoroso y resuelto, vestido de levita, leía algo en alta voz con expresión que excluía toda réplica posible. Gerasim, ayudante del mayordomo, cruzó con paso ingrávido por delante de Pyotr Ivanovich esparciendo algo por el suelo. Al ver tal cosa, Pyotr Ivanovich notó al momento el ligero olor de un cuerpo en descomposición. En su última visita a Iván Ilich, Pyotr Ivanovich había visto a Gerasim