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SIGLO XII
INTRODUCCIÓN
A partir del siglo XII y de modo especial en el XIII, la Edad Media llegó a su esplendor.
Fue entonces cuando realizó su mejor producción cultural. Se ha llamado la época
clásica de la cristiandad medieval.
Uno de los rasgos dominantes de esta Cristiandad es el lugar cada vez más importante
que va adquiriendo el papado en la Iglesia y en la Europa medieval, a costa de luchas
muchas veces violentas con el emperador germánico que pretendía elegir a los obispos y
al mismo papa. Estas luchas, en algunos casos, terminaron en la elección de antipapas,
nombrados por el mismo emperador 81.
Si hubiera que señalar un rasgo capaz de caracterizar por sí solo los tiempos clásicos de
la cristiandad medieval, ese rasgo sería, sin duda alguna, su increíble vitalidad. Un signo
de vitalidad espiritual de este período histórico fue el espléndido florecimiento
alcanzado por la vida religiosa: cluniacenses, cartujos, cistercienses. Si los siglos XI y
XII fueron los tiempos monásticos, el siglo XIII, como veremos, será el siglo de los
frailes: franciscanos, dominicos, agustinos, carmelitas, mercedarios.
Los siglos de la Cristiandad fueron también la época clásica de las ciencias sagradas: la
teología y el derecho canónico.
I. SUCESOS
Comenzaron los primeros brotes de la herejía albigense o cátara, que hizo renacer el
maniqueísmo y el dualismo persa, es decir, la creencia de dos principios supremos: la
luz y las tinieblas82 . Estos albigenses predicaron especialmente en Francia. Tomaron
como sede a Albi, de donde proviene el nombre de albigenses. También atacaron los
sacramentos, el culto y la vida futura. En el próximo siglo hará su explosión esta
herejía.
Concordato de Worms
El emperador Federico, llamado Barbarroja, hizo caso omiso del Concordato de Worms
y pretendió volver a nombrar obispos y abades a su gusto, interpretando su autoridad
como de derecho divino y declarando su independencia del papa. Nombró un antipapa,
Víctor IV, y al morir éste, a otro, Pascual III. El verdadero papa era Alejandro III, el cual
le declaró la guerra. Perdida por Federico, éste obedeció a Alejandro III, en 1177.
Ante las herejías, también la Iglesia reaccionó con mucho cuidado y firmeza. Para
condenar la herejía de Pedro de Bruys y de Enrique de Lausana, se convocó el segundo
concilio de Letrán (1139). Y renovó la condena, entre otras cosas, de la usura, los
torneos y el nicolaísmo.
Y contra la herejía de los albigenses, vino en ayuda el tercer concilio de Letrán (1179),
que legisló en contra de la acumulación de prebendas y fijó que los papas deberían ser
elegidos por una mayoría de dos tercios de los votantes. Ya en el siglo XIII se atacará
más fuertemente esta herejía cátara o albigense.
Nuevas cruzadas...
La segunda (1147-1149) fue comandada por Luis VII de Francia y el emperador alemán
Conrado III. San Bernardo fue el alma espiritual. Nuevos contingentes salieron por mar,
de paso ayudaron al rey de Portugal a liberar Lisboa de los moros (1147). Primero y
único éxito. Sobre las espaldas de san Bernardo cayeron fracasos y acusaciones. En el
bando opuesto a los cruzados, surgió un gran guerrero llamado Saladino, de temple
noble y elevado, uno de los grandes hombres del Islam, ante quien quedan pequeños los
cruzados que, por divisiones y mezquindades y por la resistencia de los bizantinos,
habían perdido el objetivo principal. Saladino infligió a los cristianos una fuerte derrota
y tomó prisionero al rey de Jerusalén. Jerusalén cayó nuevamente en poder del Islam.
La pérdida de Jerusalén produjo una gran conmoción y consternó a todo el orbe
cristiano.
La tercera (1189-1192) fue guiada por Federico Barbarroja, Felipe II Augusto, rey de
Francia y por Enrique II de Plantagenet de Inglaterra. Murieron Federico y Enrique. El
hijo de Enrique II, Ricardo Corazón de León, lo suplió. Felipe II se apoderó de san Juan
de Acre. Ricardo firmó un acuerdo de acceso libre de los cristianos a Tierra Santa,
estampando su nombre junto al del sultán Saladino. Aunque esta cruzada fue la más
universal de todas, sin embargo, tampoco ahora los resultados correspondieron a las
esperanzas. También el emperador Barbarroja murió en el camino de Tierra Santa.
Jerusalén no fue recuperada y la gran cruzada se diluyó sin más fruto que una ligera
consolidación de la presencia cristiana en algunos territorios.
Los cistercienses tuvieron gran importancia a partir de su fundación por san Roberto de
Molesmes, que adoptó los moldes heredados por san Benito y del que hablamos ya en el
capítulo anterior. San Bernardo de Claraval dio impulso notable a esta orden85 . Entró
en Citeaux junto con treinta compañeros, todos ellos pertenecientes a familias nobles de
Borgoña (1112). Tres años más tarde, y a los veinticuatro años de edad, Bernardo fue
hecho abad del nuevo monasterio de Clairvaux (Claraval), por él fundado (1115). Él
solo fundó 66 abadías. Fue tal su influjo que muchas veces lejos de su abadía intervenía
en numerosos asuntos de la vida de la Iglesia y de la cristiandad. Contribuye a la
reforma del clero. Denuncia el relajamiento de Cluny. Invita a los obispos a una mayor
pobreza y al cuidado de los pobres. Pone fin a un cisma en la Iglesia de Roma, el cisma
de Anacleto, y propone un programa de vida al monje de Clairvaux (Claraval) que ha
sido elegido Papa, Eugenio III.
No cabe duda de que Bernardo es ante todo un maestro espiritual. Es el uno de los
grandes doctores de la Iglesia, para él todo parte de la meditación de la Escritura. Más
que en la ascesis y en los ejercicios, Bernardo insiste en la unión con Dios, y reduce
toda la religión a la práctica de la caridad. Propone un itinerario de retorno a Dios que
conduce del conocimiento de sí mismo a la posesión de Dios. Sobresalen sus sermones
sobre la Virgen y sobre el Cantar de los Cantares.
Nacieron luego los canónigos regulares de san Agustín. Practicaban la denominada “vita
canonica”, que consistía sobre todo en la comunidad de dormitorio y refectorio
(comedor) y en la observancia de la llamada “regla de san Agustín”. Ciertos capítulos
regulares llegaron con el tiempo a relacionarse entre sí, creando uniones o
congregaciones de canónigos de san Agustín, entre las que destacaron los canónicos
regulares de san Juan de Letrán y los de san Víctor. La más importante de todas esas
fundaciones canonicales fue la realizada por san Norberto en Premontré (1120), que dio
lugar a la orden de los Premonstratenses, difundida pronto por toda Europa y que
desarrolló una gran actividad misionera.
El desarrollo alcanzado por las órdenes militares desde el siglo XII se debió al fuerte
impulso espiritual que san Bernardo dio a la sociedad cristiana y a las guerras de
cruzada, en las que las órdenes tuvieron un papel preponderante. Eran, pues, monjes
guerreros, cuyo objeto consistía en cuidar de Tierra Santa y realizar diversas obras de
beneficencia.
Nacieron los hospitalarios86 de san Juan, que atendían a los enfermos; los templarios,
que habitaron el Templo de Salomón reconstruido por Herodes; los teutones que,
aunque nacidos en Palestina, en el siglo XIII trasladaron su sede a la Prusia oriental y
consiguieron la sumisión y cristianización de los últimos pueblos paganos del nordeste
de Europa. Dicha orden se secularizó en tiempos de la reforma protestante. Y en España
vio la luz la Orden de Alcántara, la de Calatrava, la de Santiago. Éstas surgieron al hilo
de la lucha por la reconquista.
Las escuelas monacales salvaron de la hecatombe a la sabiduría y las obras clásicas. Las
materias enseñadas en aquellas aulas eran gramática latina, retórica y dialéctica, por una
parte; aritmética, geometría, astronomía y música, por otra; así como teología.
Aparecieron también las escuelas episcopales, anexas a las catedrales.
En este ambiente cultural nació la Escolástica y los grandes teólogos. Desde san Agustín
hasta el siglo XII no se habían realizado estudios apreciables en la elaboración
teológica. En este siglo XII nació el método escolástico, propiamente dicho. ¿En qué
consistía? Se planteaba una cuestión –si Dios existe…si el alma es inmortal…si el
hombre es animal racional… Después se exponían los argumentos contrarios y se
ofrecía la opinión del propio autor, dando respuesta a las objeciones.
Otros talentos de este tiempo son: Pedro Lombardo, arzobispo de París, llamado el
Maestro de las Sentencias87 , una obra que, junto con la Biblia, habría de convertirse en
el libro de texto fundamental para los estudiantes de teología en el curso de los cinco
siglos siguientes; Pedro Abelardo buscó con precisión la traducción de la Biblia y de los
textos de los Santos Padres. Sus enseñanzas morales fueron tachadas de subjetivas; por
eso, optó por terminar sus días en un monasterio, dedicado a la oración y fiel hijo de la
Iglesia; San Bernardo de Claraval, teólogo y maestro de la vida espiritual, del que ya
hablamos. Se hizo célebre su frase: “La medida del amor a Dios consiste en amar a Dios
sin medida”. San Bernardo propagó la devoción a la Virgen.
CONCLUSIÓN
Terminamos este siglo XII; siglo monástico por excelencia, y donde la religiosidad de
los laicos estuvo poderosamente influida por la espiritualidad monacal. Estos siglos
monásticos, XI y XII, corresponden a los tiempos de una sociedad europea de tipo
agrario y señorial, en la que los monasterios, levantados en medio de los campos,
constituían desde todo punto de vista grandes centros de vida para la población de la
comarca. Muchos laicos acudían a los monasterios, impulsados sobre todo por el deseo
de participar en los beneficios espirituales que la vida santa de los monjes podía
merecerles. Así mejoraban su vida cristiana y se preparaban para la eterna
bienaventuranza.
Y dado que hablamos de san Bernardo en este siglo, pongamos punto final a este siglo
con dos citas suyas. Una es sobre las dos espadas, cuando comenta Lucas 22, 35-38:
“La una y la otra espada pertenecen a la Iglesia, a saber, la espada espiritual y la espada
material. Pero ésta debe ser sacada para la Iglesia y aquélla debe ser sacada por la
Iglesia; la primera por la mano del sacerdote, la segunda por la mano del caballero, pero
desde luego por orden del sacerdote y por mandato del emperador” (Carta 256).
La luz habría creado el alma y todos los seres buenos. Las tinieblas crearon, por su
parte, el cuerpo y las cosas materiales que, por tanto, eran consideradas malas. De ahí
que estimaron al matrimonio y las relaciones sexuales, la propiedad, el recurso a la
legítima defensa, etc...como actos malos.regresar
El Papa envió tres cardenales legados a Alemania para negociar con el emperador
Enrique V, y el 23 de septiembre de 1122 se firmó el Concordato de Worms, llamado
también “Pacto Calixtino”. Se establecía en él la norma de que los prelados serían
escogidos por el procedimiento de elección canónica, aunque el monarca alemán tendría
el derecho de presenciar las elecciones y en los casos dudosos debería ayudar a la mejor
parte. El metropolitano había de investir al nuevo obispo de sus poderes espirituales, por
la entrega del anillo y el báculo. Al rey correspondía, en cambio, la colación de las
regalías, por la investidura laica consistente en la entrega del cetro. Así quedó
definitivamente resuelto en el imperio el problema de las investiduras, con una solución
que salvaba el principio de la libertad eclesiástica, tan fundamental para la doctrina
gregoriana.regresar
En la práctica, esos acuerdos no resultaron tan satisfactorios como podía esperarse: los
monarcas pudieron influir poderosamente en el acto de la elección, y todavía influyó
más, con el tiempo, la alta nobleza alemana, ya que la composición cerradamente
aristocrática que tuvieron los cabildos –que eran el colegio electoral- puso en sus manos
los nombramientos episcopales.regresar
Fue san Bernardo quien dijo al papa Eugenio III, al darse cuenta de que los papas se
preocupaban más de lo temporal: “¿Cuándo rezamos? ¿Cuándo enseñamos a los
pueblos? ¿Cuándo edificamos la iglesia?...En el palacio pontificio resuenan cada día las
leyes de Justiniano y no las del Señor”. regresar