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Representa una de las dos opciones o alternativas del término migración, que se aplica a
los movimientos de personas de un lugar a otro y estos desplazamientos conllevan un
cambio de residencia bien sea temporal o definitivo. Las dos opciones de los
movimientos migratorios son: emigración, que es la salida de personas de un país,
región o lugar determinados para dirigirse a otro distinto e inmigración, que es la
entrada en un país, región o lugar determinados procedentes de otras partes. De manera
que una emigración lleva como contrapartida posterior una inmigración en el país o
lugar de llegada.
Así pues, resulta válido estudiar la inmigración desde el punto de vista del país de
acogida o más bien de entrada, ya que la situación es muy diferente e incluso a menudo
opuesta a la del país o lugar de emigración. Una enorme gama de situaciones políticas y
problemas se plantea por la casi siempre inevitable diferenciación cultural, económica y
social existente entre las poblaciones inmigrantes y las del país de recepción, e incluso
entre los mismos inmigrantes cuando proceden de países y hasta de continentes
distintos.
Mapa con la distribución territorial del español en los Estados Unidos (según el censo
de 2000).
Contenido
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• 1 Causas
• 2 Las migraciones en el pasado y en la actualidad
○ 2.1 Migraciones en la actualidad
○ 2.2 Migraciones recientes
• 3 La inmigración en los diferentes continentes
○ 3.1 América
○ 3.2 Europa
○ 3.3 Oceanía
○ 3.4 Asia
• 4 Problemática
• 5 Posturas sobre la inmigración
• 6 Véase también
• 7 Referencias
• 8 Enlaces externos
Causas [editar]
Los procesos migratorios son inherentes a la especie humana y a muchas otras especies.
Nacen del instinto de conservación de la especie más que del individuo, y se deben
siempre a una evaluación comparativa del entorno donde se vive en cuanto a los
recursos y posibilidades con que se cuenta, y de un entorno diferente, en el que existe
una percepción de que esos recursos y posibilidades pueden ser mayores y mejores.
Existen varias causas para la inmigración que van desde la escala global hasta motivos
personales.
Probablemente una de las más comunes es la migración por motivos económicos, ya
que muchas personas emigran buscando en otro país mayores ingresos o un mejor nivel
de vida. En la actualidad este tipo de migración típicamente ocurre desde países menos
desarrollados a países más desarrollados y en muchos casos estos inmigrantes ingresan
o se mantienen de forma ilegal en el país de destino.
Otro motivo importante para la inmigración es qué le puede estar pasando a uno en el
país de origen. Uno puede querer emigrar por la persecución política, étnica o religiosa
o para escaparse de guerras o de situaciones políticas inestables.
En algunos casos la inmigración está asociada a profesiones o empleos, como por
ejemplo los misioneros religiosos, empleados de corporaciones transnacionales,
empleados de organizaciones no gubernamentales internacionales o empleados del
servicio diplomático. En el caso de los científicos, es, en algunos casos, esperable, o
incluso requerido, que como parte de su carrera estudien o trabajen en países distintos al
país de origen.
Descripción [editar]
La Malinche traduce la lengua de los mexicanos a Hernán Cortés.
Chile. 14
Los inmigrantes enriquecen la cultura estadounidense
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Daniel T. Griswold es Director del Centro de Estudios de Política Comercial del Cato Institute.
La inmigración siempre ha sido controversial en Estados Unidos. Hace más de dos siglos Benjamín
Franklin se preocupaba de que muchos inmigrantes alemanes abrumarían la cultura predominantemente
británica de Estados Unidos. A mediados del siglo XIX los inmigrantes irlandeses eran despreciados como
borrachos y perezosos, sin mencionar a otros grupos católicos. A principios del siglo XX se creía que una
ola de "nuevos inmigrantes"-polacos, italianos, rusos judíos-eran muy diferentes como para alguna vez
ser asimilados en la vida norteamericana. Hoy en día, los mismos temores son esgrimidos contra los
inmigrantes de Latinoamérica y Asia, pero los actuales críticos están equivocados, tal y como lo
estuvieron sus contrapartes en épocas anteriores.
La inmigración no está acabando con el experimento estadounidense, sino que es una parte integral de
éste. Estados Unidos es una nación de inmigrantes. Olas exitosas de inmigrantes han mantenido a este
país demográficamente joven, han enriquecido nuestra cultura y han contribuido a la capacidad productiva
de la nación, aumentando nuestra influencia en el mundo.
La inmigración pone a Estados Unidos en la avanzada de la economía mundial. Los inmigrantes traen a la
economía estadounidense ideas innovadoras y espíritu empresarial. Proveen de contactos comerciales
con otros mercados, aumentan la habilidad norteamericana para comerciar e invertir lucrativamente en la
economía global. Los inmigrantes mantienen flexible a nuestra economía, permitiéndole a los productores
locales el mantener bajos precios y responder a las demandas cambiantes de los consumidores. Un
estudio comprensivo de 1997 de la Academia Nacional de Ciencias (ANC) concluyó que la inmigración
brindaba una "ganancia positiva significativa" para la economía estadounidense. En testimonio ante el
Congreso norteamericano el año pasado, el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan dijo,
"Siempre he sostenido que este país se ha beneficiado inmensamente del hecho que recibimos gente de
todas partes del mundo."
Contrario al mito popular, los inmigrantes no le quitan el trabajo a los estadounidenses. Los primeros
tienden a ocupar puestos que los segundos no pueden o no quieren tomar, especialmente en las partes
alta y baja del espectro de la mano de obra calificada. Los inmigrantes están representados
desproporcionalmente en áreas sumamente calificadas como la medicina, la física, la ciencia de las
computadoras, pero también en sectores poco calificados como la hotelería y restaurantes, los servicios
domésticos, la construcción y la manufactura ligera.
Los inmigrantes también aumentan la oferta y demanda de bienes. Durante el período de bonanza de los
noventa, y especialmente en la segunda mitad de la década, la tasa de desempleo nacional cayó por
debajo del 4% y los salarios reales aumentaron en todos los niveles de ingreso en tiempos de una
inmigración relativamente alta.
En ningún campo es la contribución de los inmigrantes más visible que en la alta tecnología y otros
sectores del conocimiento. Silicon Valley y otras áreas de alta tecnología dejarían de operar si Estados
Unidos tomara la torpe decisión de cerrarle las fronteras a los inmigrantes educados y calificados. Estos
inmigrantes representan capital humano que puede hacer más productiva a nuestra economía. Los
inmigrantes han desarrollado nuevos productos, tales como el lenguaje de computador Java, que han
creado oportunidades de empleo para millones de estadounidenses.
Los inmigrantes tampoco drenan las finanzas gubernamentales. El estudio de ANC encontró que el típico
inmigrante y su descendencia pagarán $80.000 netos en impuestos durante su vida, contribuyendo más
en tributos de lo que reciben por servicios estatales. Para los inmigrantes con grados universitarios, el
retorno fiscal neto es de $198.000. Es cierto que los inmigrantes poco calificados y los refugiados tienden
a utilizar más la asistencia social que los estadounidenses "nativos", pero la Ley de Reforma a la
Beneficencia Pública de 1996 dificultó en mucho a los recién llegados el acceso a los fondos de
asistencia. Como resultado, el número de inmigrantes utilizando beneficencia pública ha disminuido en
años recientes.
A pesar de las afirmaciones de los oponentes de la inmigración, el flujo actual no está fuera de proporción
con los niveles históricos. La inmigración en la última década ha promediado un millón por año, alto en
números absolutos, pero la media de 4 inmigrantes anuales por cada 1.000 residentes estadounidenses
es menos de la mitad de la tasa que hubo durante la Gran Migración de 1890-1914. Hoy en día, cerca del
10% de los residentes estadounidenses han nacido en el extranjero, mayor que el 4.7% de 1970, pero
aún así mucho menor del 14.7% de 1910.
Tampoco se puede culpar a los inmigrantes por causar "sobrepoblación." El crecimiento poblacional del
1% de Estados Unidos se encuentra por debajo de la tasa promedio de crecimiento mundial del siglo
pasado. De hecho, sin la inmigración, la fuerza laboral norteamericana empezaría a encogerse dentro de
dos décadas. De acuerdo al censo del 2000, el 22% de los condados estadounidenses perdieron
población entre 1990 y el 2000. Los inmigrantes podrían ayudar a revitalizar áreas demográficas
deprimidas del país, tal y como lo hicieron con la ciudad de Nueva York y otros centros urbanos que
anteriormente estaban en declive.
Reducir drásticamente el número de extranjeros que ingresan a Estados Unidos cada año solo ayudaría a
magnificar el daño económico causado por los atentados del 11 de septiembre, mientras que no
aumentaría en nada la seguridad del país. La industria turística, ya de por sí en recesión, perdería
millones de visitantes foráneos, y las universidades norteamericanas dejarían de recibir a cientos de miles
de estudiantes extranjeros si las fronteras fueran cerradas.
Obviamente el gobierno estadounidense debe "controlar sus fronteras" con el fin de mantener alejados a
cualquiera que intente cometer actos terroristas. El problema no radica en que se esté dejando pasar a
mucha gente sino en que el Estado ha fallado en evitar que la gente equivocada entre. Podemos
mantener alejados a los terroristas sin tener que cerrar las fronteras o reducir el número de inmigrantes
trabajadores y pacíficos que aquí se establecen.
Se debe hacer lo necesario para detener a gente potencialmente peligrosa en las fronteras. Las agencias
de cumplimiento de la ley y de inteligencia deben trabajar de cerca con el Departamento de Estado, el
Servicio de Inmigración y Naturalización (SIN), y la Agencia de Aduanas para compartir información sobre
potenciales terroristas. Los sistemas de cómputo deben ser actualizados y se deben adoptar nuevas
tecnologías para rastrear a los chicos malos sin causar muchas demoras en los puntos fronterizos. Se
necesita destacar más agentes en los puertos de entrada para monitorear a viajeros de alto riesgo. Se
debe aumentar la cooperación con Canadá y México para asegurarse que los terroristas no se deslicen a
lo largo de la frontera terrestre.
En las postrimerías de los ataques del 11 de septiembre, los eternos críticos de la inmigración han tratado
de explotar las preocupaciones legítimas sobre seguridad para hacer llamados a que se lleven a cado
cortes drásticos en la inmigración. Sin embargo, la seguridad fronteriza y la inmigración son dos cosas
separadas. Los inmigrantes son solo una pequeña fracción del total de extranjeros que ingresan a
Estados Unidos cada año. Únicamente uno de cada 25 foráneos que entran al país es inmigrante. El resto
son turistas, gente de negocios, estudiantes y mexicanos y canadienses que cruzan la frontera durante un
fin de semana para hacer compras o visitar a familiares para luego regresar a casa sin la intención de
establecerse permanentemente en Estados Unidos.
Los 19 terroristas que atacaron al país el 11 de septiembre no solicitaron al SIN para inmigrar o para
obtener la ciudadanía estadounidense. Como la mayoría de los extranjeros que ingresan a Estados
Unidos, ellos tenían visas temporales de turista o de estudiante. Podríamos reducir el número de
inmigrantes a cero y aún así no podríamos evitar que los terroristas entren a nuestro país con visas de no
inmigrante.
Para defendernos mejor contra el terrorismo, el sistema de control de fronteras requiere de una misión de
reorientación. Durante las últimas dos décadas, la política inmigratoria de Estados Unidos ha estado
obsesionada con capturar principalmente trabajadores mexicanos cuyo único "crimen" es su deseo de
ganarse una paga honesta. Estos trabajadores no representan una amenaza a la seguridad nacional.
La frontera estadounidense con México tiene la mitad del largo de la de Canadá, y aún así antes del 11 de
septiembre era patrullada por una cantidad de agentes fronterizos 10 veces mayor. En promedio se
estaba destacando un oficial cada 5 millas a lo largo de la frontera con Canadá de 3.987 millas y uno cada
cuarto de milla con la de México de 2.000 millas. En la frontera del norte se registraban 120.000 entradas
por agente, comparada con las 40.000 entradas en la frontera sur. Esto está fuera de proporción de
cualquier temor legítimo sobre la seguridad nacional. De hecho, los terroristas parecen preferir la frontera
del norte. Recordemos que fue un puesto fronterizo en el estado de Washington en donde en diciembre
de 1999 se detuvo a un terrorista con explosivos que iban a ser usados para hacer volar el aeropuerto
internacional de Los Ángeles durante las celebraciones del milenio.
En una audiencia en febrero del 2000, el antiguo senador Slade Gorton advirtió que "la poca cantidad de
personal en la frontera del norte está poniendo en juego la seguridad de nuestra nación, sin mencionar a
los empleados fronterizos, mientras que en algunos sectores de la frontera del sur hay tantos agentes que
no hay suficiente trabajo para mantenerlos ocupados a todos."
Por todas estas razones, la iniciativa del presidente George W. Bush de legalizar y regular el movimiento
de trabajadores a lo largo de la frontera estadounidense-mexicana tiene sentido en términos de seguridad
nacional así como económicos. También es políticamente astuto.
En su último libro "La Muerte de Occidente", Pat Buchanan afirma que el oponerse a la inmigración será
una fórmula ganadora para los Republicanos conservadores. Su propio declive político parece minar su
argumento. Tal y como el ex gobernador Republicano socialdemócrata de California, Pete Wilson,
Buchanan ha intentado ganar votos al culpar a la inmigración de los problemas de Estados Unidos. Sin
embargo los votantes sabiamente rechazaron las tesis de Buchanan. A pesar de gastar $12 millones
provenientes de los contribuyentes en su campaña, y de la ayuda de la papeleta "mariposa" de Florida,
Buchanan obtuvo menos del 0.5% del voto presidencial en el 2000. Por su parte Bush, al apoyar la
inmigración, aumentó el porcentaje del voto hispano que recibió el partido Republicano a un 35% del 21%
que recibió Bob Dole en 1996. Si los conservadores deciden adoptar el mensaje anti-inmigración se
arriesgan a seguir a Buchanan y a Wilson en su irrelevancia política.
Sería una vergüenza nacional que, en nombre de la seguridad, cerráramos las fronteras a los inmigrantes
que vienen aquí a trabajar, ahorrar y a construir una mejor vida para sí mismos y sus familias. Los
inmigrantes vienen a vivir el sueño americano; los terroristas a destruirlo. No debemos permitir que la
tradición estadounidense de darle la bienvenida a los inmigrantes se convierta en otra víctima del 11 de
septiembre.