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El Síndrome del impostor.

Tom Moon MFT.

Luis es una de la más querida y respetada gente de su círculo de amigos, pero cuando sesenta
personas se presentaron de sorpresa en su casa para una fiesta de cumpleaños de sus treinta, y lo
inundaron con cariño, se escondió en el baño durante diez minutos, porque toda la atención le
provocó un ataque de pánico. En su niñez, fue tratado como un paria y un chivo expiatorio. Su
padre lo rechazó por no ser el tipo de chico que hubiere querido él fuese, y sus hermanos mayores
y compañeros de clase se mofaban de él por ser hembrita. Sabe que hoy en día es querido, pero se
aterra porque no puede sacudir la sensación de que todos sus amigos descubrirán, en cualquier
momento, que en su interior él es indigno del amor que le profesan, y lo van a rechazar de la
misma manera que fue rechazado cuando era un niño.
Martín es un exitoso contratista que emplea a un grupo de treinta hombres. Confían en él, le
llaman "señor" por el respeto auténtico que le tienen, y siguen sus órdenes. Pero se crió en la
pobreza, con un padre con trastornos emocionales que no pudo sostener un trabajo estable. En su
adultez, Martín tiene un sueño recurrente en el que la policía se presenten a su negocio y lo
detienen por algún tipo de fraude; y a menudo se imagina que algún día todos sus empleados
pierden la paciencia con su "incompetencia" y se van del trabajo. En su mente racional, sabe que
nada de esto va a suceder nunca, pero el temor de que suceda lo persigue.
Ambos hombres se enfrentan a lo que algunos psicólogos llaman “el síndrome de impostor”. Tienen
una persistente sensación de que son impostores, de que están tapándose ante los ojos de todo el
mundo. Ellos ven sus fracasos y errores como reales, y atribuyen sus éxitos a cuestiones del azar, a
los chiripazos, a la habilidad para engañar, y temen perderlo todo una vez que quede expuesto lo
que son realmente.
En el caso de Luis, una educación homofóbica es claramente una cuestión importante. Para otros,
como Martín, cuestiones de clase están implicados: cuando las personas tienen más éxito financiero
y profesional que sus padres, a menudo tienen el temor de que su éxito es, de alguna manera, una
ganancia mal habida, y que realmente no merecen esa riqueza. A veces, el sexismo o el racismo
están involucrados: el síndrome de impostor se observó por primera vez durante los '70's entre las
mujeres que estaban entrando en profesiones antiguamente dominadas por los hombres. A
continuación, entre las minorías que iban dejando atrás la pobreza y entraban en la clase media.
También he observado el síndrome entre las personas que han cursado estudios superiores, pero
que proceden de familias con poca educación. Ellos luchan contra la sospecha secreta de que no
son realmente inteligentes o brillantes, y que no tienen ninguna experiencia en las carreras en que
fueron entrenados.
Una cuestión que parece estar implicada en muchos casos de este síndrome es una especie de culpa
extraña que surge de la lealtad. Las personas que son significativamente más felices, más ricas,
más instruidas, etc., que sus padres, a veces experimentan sus éxitos como una traición o abandono
de sus familias, y creen que sus logros son de alguna manera a sus expensas. Niegan sus éxitos
porque, consciente o inconscientemente, están avergonzados de ella.
Pero mi impresión es que la cuestión más básica en el síndrome de impostor es un conservadurismo
inherente a la mente humana. Temprano en la vida todos nos formamos mapas mentales, basados
en las muy limitadas experiencias de la infancia, que nos dicen que somos y lo que podemos
esperar de la vida. Para muchas personas, cuando más tarde sus experiencias difieren de forma
significativa de sus expectativas, están menos dispuestas a revisar sus mapas mentales que a
cuestionar la validez de su experiencia. Una vez que las creencias básicas se forman, son
increíblemente resistentes al cambio.

Hay tres cualidades importantes en el logro de importantes cambios psicológicos, y que son vitales
para superar el síndrome del impostor: escepticismo, vigilancia, y humildad. En cuanto al
escepticismo: las actitudes básicas hacia nosotros mismos y nuestras vidas no comienzan a cambiar
hasta que reconozcamos que son sólo eso, actitudes, no realidades objetivas y fijas. Un lema útil
para facilitar el cambio cognitivo es “No crea todo lo que usted piensa.” La vigilancia es importante
porque tendemos a estar inconscientes de nuestras creencias de la misma manera que somos
inconscientes de la respiración. Atención deliberada y sostenida a lo que nuestras mentes nos dicen
es esencial para cambiar el contenido de nuestras mentes. Dado que el síndrome del impostor está
tan vinculado con baja autoestima, puede sonar extraño decir que parte del proceso de tratar de
superarlo consiste en la práctica de la humildad. Sin embargo, para Luis y Martín, aceptar la
posibilidad de que, en lo fundamental, no saben quienes son realmente, es esencial para alterar las
percepciones fijas y erróneas de sí mismos. Porque sus creencias fundamentales están basadas en
experiencias del pasado que están inevitablemente desfasadas. Si pueden cultivar el hábito de la
atención plena, prestar atención a lo que está sucediendo realmente en el momento presente, sin
filtrarlo a través de sus principales creencias, se abrirán a lo que en el budismo Zen se conoce como
“mente de principiante”, un estado mental que es fresco, claro y libre de ideas fijas. Este es el
estado de ánimo que permite surgir nuevas percepciones y nuevos puntos de vista.

Tom Moon MFT, psicoterapista de San Francisco.


http://www.tommoon.net
Traducido del Inglés al Español por Gladiolo.

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