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Resumen
Los partidos políticos y el gobierno federal en México no logran concebir conceptual y
políticamente a las organizaciones civiles como actoras de interés público, y limitan su
percepción al situarlas como ejecutoras de programas e intermediarias de servicios con la
población pobre. En esta ponencia se analiza esta limitación y se establecen las causas
sociopolíticas que propician tal desconocimiento. Para ello, se estudian los documentos
doctrinales de los principales partidos políticos así como las iniciativas de ley presentadas
en la actual legislatura y se analizan las principales características entre las relaciones de las
OSC con el gobierno federal. El documento concluye que esta limitación conceptual, así
como el distanciamiento entre organizaciones, movimientos sociales y partidos, generan
dificultades para fomentar el asociativismo y para considerar a la sociedad civil como un
actor necesario para la gobernabilidad democrática del país.
Palabras claves
Sociedad civil; partidos políticos; relaciones sociedad-Estado; administración pública;
organizaciones civiles; Legislación; Leyes-México.
Introducción.
En términos normativos, el asociativismo, es decir, la capacidad de grupos de ciudadanos
de actuar conjuntamente en pos de un bien común, es una de las características que
comparten sociedades con sistemas democráticos más estables y con menores grados de
desigualdad. El fortalecimiento de organizaciones de la sociedad civil así, no sólo resulta
un beneficio para los mismos ciudadanos que hacen parte de estas asociaciones, sino
también que fomentan el desarrollo, disminuyen las desigualdades y promueven mejores
niveles de bienestar social (PNUD 2004; Ministerio de Planificación de Chile 2001).
El entorno político, normativo y cultural es vital para fomentar la creación y fortalecimiento
de asociaciones y organizaciones de ciudadanos (Avritzer, 2002; Incide Social, 2007). Por
esto desde la década de 1980 en México múltiples organizaciones promovieron la creación
de nuevos marcos legales y políticos que fomentaran a las agrupaciones y sus actividades y
que culminó en la promulgación por unanimidad de la Ley Federal de Fomento a las
Actividades Realizadas por las Organizaciones de la Sociedad Civil (en adelante LFF) en
2004. A pesar de las limitaciones y vacíos de esta legislación, su implementación sin duda
resulta un gran avance para transparentar las relaciones entre las organizaciones de la
sociedad civil (OSC) y el gobierno federal, las que en la historia reciente el país estuvieron
caracterizadas por la opacidad, el intento de control o cooptación gubernamental y la
desconfianza mutua (Isunza, 2001; Olvera, 1999; Saúl, 2009: 9).
Sin embargo, a cuatro años de su promulgación, diversas investigaciones muestran los
pocos impactos que ha tenido su implementación en dos áreas centrales para el
fortalecimiento de las OSC y el cumplimiento de la LFF: el financiamiento público y la
inclusión de OSC en instancias públicas de deliberación. (Incide Social, 2007; López y
Ruiz, 2007: 141; Villalobos y otros, 2007; Ablanedo y otros, 2007; Hevia, Vergara Lope y
Ávila, 2009).
En efecto, las investigaciones muestran que importantes cantidades de recursos siguen
siendo asignados de manera discrecional a organizaciones para-estatales (2), y la inversión
pública sigue siendo sólo una fracción menor respecto al monto que las OSC reciben de
donaciones privadas (Villalobos y otros, 2007). Paralelamente, al sistema corporativo
hegemónico se contrapone una energía social de ciudadanos, fundaciones y empresas al
donar a organizaciones civiles no lucrativas en 2006 la cantidad de 40 mil millones de
pesos, un monto varias veces superior a los mil setecientos millones de pesos canalizados
por el gobierno federal para organizaciones civiles en el mismo periodo. Estos donativos
privados representan más recursos que el principal programa federal de combate a la
pobreza, el programa Progresa/Oportunidades, cuyo presupuesto fue de 35 mil millones de
pesos para atender a cinco millones de familias. Esta situación se mantiene, ya que
prácticamente los recursos federales no se han incrementado sustancialmente y parte de
éstos se canalizan a organizaciones para gubernamentales. (Bucio, 2007; Villalobos, 2007;
Delgado, 2008; Ocejo y otros, 2009).
Algo similar pasa con la inclusión de OSC en espacios de participación y deliberación al
interior de la administración pública federal. A pesar de que la implementación de consejos
consultivos y deliberativos en diversos campos es uno de los objetivos estratégicos del Plan
Nacional de Desarrollo, la inclusión de OSC en estos espacios es limitada, y los impactos
de estas instancias también. En una investigación reciente Hevia, Vergara Lope y Ávila
(2009) revisando 253 leyes, 131 reglas de operación, el portal de obligaciones de
transparencia del IFAI y fuentes secundarias identificaron un total de 409 instancias
públicas de deliberación -instituciones colegiadas donde actores gubernamentales y no
gubernamentales deliberan en el espacio público sobre diversos campos de políticas
sectoriales- de las cuales sólo 162 (el 31.7%) incluía la presencia de actores no
gubernamentales. Luego de un análisis sobre el nivel de información pública y el
desempeño de estas instancias, los autores concluyen que estos espacios funcionan más o
menos y sirven poco. Esto porque existe un desbalance entre eficiencia y legitimidad que
deviene en altos niveles de instancias no implementadas a pesar de existir en normas
legales (23.2% de las instancias identificadas no están implementadas en la realidad); y
presencia de instancias de participación “decorativas” (sin funciones ni atribuciones claras),
y “tecnócratas” (con limitada representación de intereses). A esto se suma altos niveles de
opacidad y baja articulación entre instancias locales, municipales, estatales y federales;
bajos niveles de capacitación a los consejeros; desconocimiento de las funciones y
atribuciones de los consejos y comités; pocos y débiles mecanismos de autorización; bajos
niveles de rendición de cuentas; tendencia a la creación de instancias “de arriba hacia
abajo”; y limitaciones en la autonomía de estas instancias.
En este sentido, el argumento central de este documento es que el poco impacto de la LFF y
la falta de una política auténtica de fomento se deben principalmente a la dificultad de los
actores políticos y gubernamentales para definir, comprender e interactuar a las
organizaciones de la sociedad civil como entidades de interés público, limitándolas a
definirlas, en el mejor de los casos, como organizaciones auxiliares del poder
gubernamental. Esta dificultad cognitiva/cultural redunda en diseños institucionales
limitados, y representa, la condición política más urgente de superar para potenciar la
participación efectiva de la ciudadanía en el espacio público estatal.
Esta dificultad cognitiva/cultural se suma a la heterogeneidad y diversidad internas de las
OSC (Olvera, 2003; Dagnino, Olvera y Panfichi, 2006); confluencias perversas en el
significado de estos términos (Dagnino, 2006); y una postura teórica poco crítica que no se
cuestiona los problemas de representatividad que la inclusión de las OSC en espacios
públicos estatales supone (Gurza, 2003; Gurza, Houtzager y Castello, 2006). Por último,
esta dificultad conceptual se asocia con la desarticulación de las organizaciones civiles con
movimientos sociales y populares, y con partidos políticos. Ante la ausencia de vínculos
orgánicos entre organizaciones-movimientos y partidos, la esfera pública estatal se
construye sin presencia de las organizaciones civiles, disminuyendo la potencialidad que
estas tienen para el proceso de profundización democrática del país.
Para desarrollar este argumento, el documento se articula en tres apartados. En el primero
se revisan las percepciones y representaciones de la clase política sobre la sociedad civil.
Para ello, se optó por analizar las bases programáticas de los principales partidos políticos
mexicanos, y por describir los efectos de las confusiones sobre lo que es o hace la
“sociedad civil” y sus organizaciones en las principales reformas legislativas relacionadas
con el sector no estatal presentadas en la LX Legislatura. En el segundo, se revisa la
relación de los funcionarios gubernamentales federales con las OSC, revisando para ello
tanto la normatividad federal –principalmente la Ley Orgánica de la APF y el Plan
Nacional de Desarrollo- y las trayectorias políticas de actores de OSC que tuvieron cargos
de responsabilidad en el gobierno. Finalmente, en el tercer apartado se establecen las
conclusiones generales y se propone una agenda de investigación futura.
El sistema político y la Sociedad Civil: partidos y congreso y su relación con las OSC.
En México, los partidos políticos gozan del monopolio de la representación política. Entre
las obligaciones que tienen estas instituciones, está la de presentar ante el Instituto Federal
Electoral (IFE) su “declaración de principios”, que expresa la ideología y la posición
política de cada instituto frente a los problemas del país, y donde puede conocerse la
perspectiva de estos sobre la participación o la sociedad civil. A continuación se presenta el
análisis que se realizó a los documentos básicos de los siguientes partidos políticos
nacionales con registro en el IFE(3): Partido Acción Nacional (PAN), Partido
Revolucionario Institucional (PRI), Partido de la Revolución Democrática (PRD), Partido
del Trabajo (PT), Partido Verde Ecologista de México (PVEM), Convergencia, Alternativa
Socialdemócrata y Partido Nueva Alianza (PANAL). En cada uno de los documentos se
buscó la posición del partido en relación con la sociedad civil y sus organizaciones; con la
participación ciudadana, con su concepción de “gobernabilidad democrática”, y como parte
de ella conocer qué valor se le asignaba al diálogo y a la construcción de acuerdos entre
distintos actores sociales y políticos.
Como muestra la siguiente tabla, tanto los partidos “grandes” (PRI, PAN, PRD) como los
“chicos” (PT, PANAL, PVEM) –con la excepción de Convergencia y de Alternativa
Socialdemócrata- no tienen en sus documentos programáticos definiciones claras sobre la
sociedad civil, ni menos sobre su rol en los procesos de gobernabilidad y profundización
democrática. Y en lo que toca a los conceptos de participación ciudadana, existen
importantes diferencias.
Tabla 1. Conceptos de participación y sociedad civil según partidos políticos mexicanos.
Partido político Sociedad civil Participación ciudadana
Alternativa social Grupos de interés que defienden causas Inclusión en el “complejo sistema de toma
demócrata específicas. de decisiones”.
Convergencia Fuente originaria de la energía que nutre al Elemento central de reproducción de los
poder político y referente ético de proyectos políticos. Incorporación de los
legitimidad en el ejercicio del mismo. sectores populares en toma de decisiones
Incluye mecanismos de democracia
directa.
PAN Municipio forma primera de la sociedad Asociada a la responsabilidad social en el
civil. cumplimiento de deberes cívicos.
PT --- ---
PVEM --- ---
Fuente: elaboración propia sobre análisis de Declaración de principios www.ife.org.mx
Por lo que respecta al concepto de sociedad civil, este partido político no presenta ninguna
definición específica en toda su declaración de principios. La única mención del concepto
se hace cuando se define al municipio:
El Municipio es la forma primera de la sociedad civil, con autoridades propias y
funciones específicas, cuya misión consiste en proteger y fomentar los valores de la
convivencia local y prestar a la comunidad los servicios básicos que la capacidad de
las familias no alcanza a proporcionar.
Debe recordarse que el PAN (creado en 1939) es un partido de corte conservador y en sus
documentos doctrinales se establece que la afiliación al partido por parte de los ciudadanos
es individual, en oposición a las afiliaciones colectivas, corporativas y a las prácticas
clientelares, relacionadas con el desarrollo histórico del PRI. El PAN mantiene vínculos
con miembros de organizaciones civiles de derecha, que en las elecciones de 2006 jugaron
un papel central para el desarrollo de la guerra sucia (Reygadas, 2007; Aziz, 2007). Por lo
general, no se alía con otros partidos políticos o movimientos sociales amplios, con la
excepción de las elecciones federales de 2000, donde se constituyó un frente que apoyó a
Vicente Fox (Alianza para el Cambio) para ganar las elecciones al PRI y que incluía al
PVEM y a diversas organizaciones civiles, como veremos en los apartados posteriores.
En la Declaración de Principios del Partido Revolucionario Institucional no se encuentra
una sola mención a “sociedad civil” ni a “participación ciudadana”, aunque su tradición
corporativa rescata la importancia de las organizaciones ligadas al mundo laboral,
especialmente a organizaciones y confederaciones de campesinos y obreros. Cabe recordar
que el PRI fue creado por los líderes revolucionarios y es el único partido que tiene
presencia en todos los municipios y estados del país, condición que se logró por ser el
partido que mantuvo en su poder al gobierno federal a lo largo de 70 años. Esto le permite
contar con una fuerte y amplia burocracia partidista, cuadros políticos y técnicos que le
garantizan candidatos propios en todo tipo de elecciones.
El PRI distingue socio políticamente e incorpora en su estructura tres sectores sociales:
sindical, campesino y popular por lo que en sus órganos de gobierno deben de estar
representados estos sectores, así como la clase política y la burocracia partidaria. El sector
popular sería el que esta compuesto por organizaciones populares (comerciantes, colonos,
mujeres, jóvenes), de profesionistas (liga de economistas, maestros). El apoyo a estos
sectores se traduce en cotos parlamentarios a supuestos “representantes” de estos
movimientos (4).
En su declaración de principios, la participación se encuentra integrada en los contenidos de
democracia y legalidad:
El PRI propugna por lograr una democracia que asegure la legalidad y la
legitimidad electoral y, garantice una auténtica participación y representación
ciudadanas en la toma de decisiones, como sustento primigenio de la gobernabilidad
democrática. Entiende a la democracia integral como un sistema de vida que
asegura y respeta la participación política ciudadana y fomenta el constante
mejoramiento económico, social y cultural del pueblo, y de su entorno ambiental; y,
que propicia el acceso de las mayorías a las oportunidades de progreso y al
desarrollo de capacidades.
Pero la dificultad de los partidos políticos mexicanos para incluir o comprender a las
organizaciones sociales y agrupaciones de ciudadanos como un tipo específico de actor
público diferente a la familia o al municipio, no se limita exclusivamente a sus documentos
doctrinarios y trasciende tanto su organización política interna como su actuación pública.
Sobre el primer punto –organización política interna- la siguiente tabla permite apreciar, de
los partidos políticos que presentan su organigrama públicamente es el PRD el único que
tiene una oficina con nivel de secretaría de vinculación con “movimientos sociales” y
democracia sindical, por lo que se puede suponer que está más ligada al mundo laboral. Los
demás partidos que tienen áreas de vinculación con organizaciones civiles tienen un rango
de dirección o dirección general.
La organización política interna también permite saber si los partidos cuentan con la
posibilidad de contar con candidaturas externas para puestos de representación popular, en
el supuesto que estas podrían ser ocupadas por activistas de organizaciones civiles. Como
muestra la tercera columna, los partidos políticos –con excepción del PRI y PVEM-
permiten que ciudadanos no militantes puedan acceder a estos puestos, aunque en la
práctica sólo Social demócrata, Convergencia, PAN y PRD consideran esa posibilidad y la
ejercen regularmente.
Tabla 2. Relación con organizaciones civiles y candidaturas externas de los partidos políticos en México.
Partido político Cuenta con un área o dirección de Candidaturas Observaciones
vinculación con organizaciones sociales externas
y/o civiles Si No
Social demócrata No presenta su estructura en la página X
electrónica
Convergencia No cuenta con una área especifica de X
vinculación con organizaciones sociales y
civiles
PAN Cuenta con una dirección de vinculación X
con organizaciones sociales
PANAL Cuenta con una Dirección Nacional de X No considera la
Vinculación Social posibilidad de
contar con
candidaturas
PRD Secretario de Democracia Sindical, X
Derechos Laborales y Movimientos
Sociales
PRI Cuenta con una dirección de vinculación X No hace mención
con sus sectores partidarios a la posibilidad de
contar con
candidaturas
PT No cuenta con Dirección, comisión o X No considera la
área de vinculación con sociedad civil, posibilidad de
sus referencias son de organizaciones contar con
sociales candidaturas
externas
PVEM No hay referencias en su página X
electrónica
Fuente:
elaboración propia
PT: 11 (2%)
De esta manera, uno de los objetivos que se plantea el gobierno federal en este plan es el de
desarrollar una cultura cívico-política que promueva la participación ciudadana en el diseño
y evaluación de las políticas públicas, para lo cual se fijan tres estrategias:
ESTRATEGIA 3.1 Promover la creación de consejos de participación
ciudadana como mecanismos fundamentales para la participación de la ciudadanía
en el diseño de las políticas públicas, la transparencia y la rendición de cuentas. Se
alentará una mayor participación de los consejos tanto en la elaboración de los
programas sectoriales como en el diseño de políticas públicas específicas. Estos
consejos fortalecerán las redes sociales y las acciones comunitarias de
autodesarrollo y ayuda mutua.
ESTRATEGIA 3.2 Promover la creación de comités ciudadanos independientes
que participen en el establecimiento de los tabuladores para regular los salarios
de todos los servidores públicos.
ESTRATEGIA 3.3 Fortalecer los mecanismos de participación ciudadana y
promoverlos en las dependencias y entidades de la Administración Pública
Federal. Esta estrategia busca impulsar que los ciudadanos participen de forma
activa en el monitoreo, el seguimiento y la evaluación de la gestión pública con la
finalidad de que estas acciones se traduzcan en medidas correctivas dentro de la
función pública, ya sea en la mejora de la administración o en la sanción ante actos
de corrupción. Para implementar la estrategia se requiere construir alianzas con la
sociedad civil y el establecimiento de foros permanentes de consulta, evaluación y
seguimiento sobre la gestión gubernamental donde participe la sociedad. Por otra
parte, es necesario desarrollar metodologías y herramientas que permitan la
participación ciudadana en los procesos de toma de decisión para mejorar la gestión
pública. Por otra parte, para ampliar los espacios de participación de los ciudadanos
es necesario analizar la experiencia de los estados que ya cuentan con alguna
legislación en la materia. Mecanismos como la iniciativa popular, el referéndum y el
plebiscito, que contempla la legislación de algunos estados, podrían conformar una
estrategia a nivel nacional para fortalecer los mecanismos de participación
ciudadana (México, 2007).
Paginas electrónicas
http//www.cnli.org
http://partidodeltrabajo.org.mx/www
http://www.convergencia.org.mx
http://www.ife.org.mx
http://www.pan.org.mx
http://www.prd.org.mx
http://www.pri.org.mx
http://www.pvem.org.mx
1
Agradecemos la colaboración de Sergio Ramírez Caloca para la realización de la presente ponencia
2
A las mismas conclusiones llegan Ocejo y otros (2009) y la Universidad Anahuac (2008).
3
Los documentos doctrinarios de los partidos se tomaron de la página electrónica del Instituto Federal
Electoral, 17 de Abril de 2008.
4
Como el caso de la presidenta del PRI Beatriz Paredes, quien supuestamente representa a las organizaciones
obreras mexicanas.
5
Sólo hasta comienzos de 2009 –con las elecciones intermedias en el horizonte- también se pudieron observar
confrontaciones entre el PAN y el PRI en el legislativo.
6
Así, se pudo advertir una coalición formal entre partidos de centro-izquierda que apoyaron a Andrés Manuel
López Obrados –el Frente Amplio Progresista compuesto por el PRD, Convergencia y el Partido del Trabajo-,
y alianzas pragmáticas entre el PAN y el PRI para aprobar reformas específicas.
7
Que, en la propuesta que finalmente se aprobó en el Congreso el 13 de septiembre, con algunas
modificaciones, se convertiría en el IETU, Impuesto Empresarial a Tasa Única.
8
Cabe aclarar que, al mismo tiempo que se planteaba gravar las actividades económicas de las donatarias,
otros actores mucho más grandes –como sindicatos, partidos políticos y cámaras de comercio e industria-
quedaban exentos; lo cual contradecía la idea de que la CETU eliminaría del todo regímenes de excepción.
9
Por ejemplo, en un estudio realizado por ICNL sobre los regímenes de flat tax en 9 países de Europa del
Este, reveló que 7 de ellos contemplaban las deducciones de donaciones filantrópicas.
10
Algunos de estos argumentos se rescatan de la reunión celebrada con los diputados Juan Guerra y Pablo
Trejo, con Clara Jusidman, Enriqueta Cepeda, Mónica Tapia, Ana María Salazar y Sergio García, el 21 de
Junio de 2007.
11
Donataria autorizada son aquellas organizaciones no lucrativas que cuentan con autorización de la
Secretaría de Hacienda para recibir donativos deducibles de impuestos.
12
Comunicación personal con funcionarios de la SHCP; y Real (2007).
13
(que tampoco parece encontrar otros canales de representación más allá de la representación presuntiva o
virtual que analizan Gurza Houtzager y Castello (2006) para el caso de Brasil)
14
Los proyectos más importantes se dieron a través del INDESOL y de los fondos para apoyar proyectos a
través del Ba´solay. Esteban Moctezuma siendo secretario de la SEDESOL fue un gran apoyo para la Ley de
Fomento a las Actividades de las OSC.
15
Cfr. Conclusiones de las Mesas de Diálogo para proponer políticas públicas al gobierno de Vicente Fox.
Cemefi. 2001
16
Por otra parte, la disminución del financiamiento público a las actividades de las OSC se agrava respecto al
año 2003 a causa de la desaparición del Fideicomiso «Transforma México» que aportaba 212 millones de
pesos, así como del “Programa de la Calle a la Vida” (21 millones de pesos). De igual manera, existió un
decremento en el monto de recursos canalizados a través de la administración de la beneficencia pública: 17
millones en 2006 frente a 55 millones en 2003. La contracción del financiamiento público referida se refleja
de manera clara en el número de organizaciones apoyadas que decrece en un 50% respecto al año 2003. Así,
mientras que en 2003 se apoyaron 2,606 OSC, en el año 2006 sólo 1,679 obtuvieron recursos, no obstante el
crecimiento de organizaciones susceptibles a recibir recursos federales. De continuar esta tendencia, se corre
el riesgo de atomizar el apoyo que brinda el gobierno federal al sector.