Introducción
Uno de los caminos para pensar el tema de la protesta social y poder calificar si es
“buena”, “mala”, “legítima” o “ilegítima” sería a través de los fundamentos en los que
está soportada la teoría del Estado y la “naturaleza” de lo político, por lo tanto, el
presente texto es un intento de aproximación a este fenómeno social desde el enfoque de
la teoría del Estado. En primer lugar, me remontaré brevemente a algunas nociones de
Hobbes (naturaleza humana y entrega de la fuerza individual al Leviatán) y de Max
Weber (Estado y ejercicio de la violencia legítima) para intentar comprender los
patrones conductuales del Estado. Posteriormente, sostendré la tesis de Víctor Moncayo
de que el Estado moderno se ha transformado y que por lo tanto ya no se rige por los
principios en los que fue engendrado2. Y por último, expondré algunas reflexiones y
acotaciones puntuales sobre la actualidad de las dinámicas de protesta en el contexto
específico de la Universidad del Valle para aterrizar y analizar en un plano pragmático
la argumentación enunciada.
Cabe destacar que el objetivo principal de este escrito es intentar dibujar el entramado
de complejidad que encierra la protesta social a nivel de lo político, para mostrar que
dicha dinámica no puede ser tomada, calificada, rotulada, encasillada y estigmatizada a
la ligera.
1
Weber, Max. El político y el científico. Alianza Editorial. Madrid. P. 165.
2
Moncayo, Víctor. El leviatán derrotado. Reflexiones sobre teoría del Estado y el caso colombiano.
Norma, 2004.
1
1. Sobre el Leviatán
3
Weber, Max. El político y el científico. Alianza Editorial. Madrid. P. 84
2
orden burgués han construido y reproducen en forma permanente4 De ahí que este autor
lo asocie directamente con los orígenes del capitalismo. Capitalismo-Estado, Estado-
capitalismo: relación primigenia a tener en cuenta, relación decisiva de un futuro
conflictivo en el que la relación de dominantes-dominados jugará un rol fundamental.
La cuestión a tratar es que la institución estatal ya fue constituida e instituida y que nos
regimos a través de ella y sus supuestos, de ahí que tengamos que asumir
consideraciones tales como que “el medio decisivo de la política es la violencia”5 según
Weber. Por lo tanto, aquel ser al que le dimos el poder para que rigiera nuestras vidas y
también el derecho para que nos reprimiera a través de la violencia, hoy se viene en
contra nuestra, en contra de la sociedad civil, habiendo vendido su ética a los intereses
del mercado y legislando en pro de los intereses de unos cuantos y no de las inmensas
mayorías. Él, a pesar de todo sigue poseyendo un poder que le dimos, y que hoy nos
afecta, metáfora de la creación de Víctor Franquestain. ¿Qué hacer entonces? ¿Cómo
volver a obtener nuestro poder de decisión sin destruir esa institución que nos regula,
pero a la vez sin ser reprimidos y victimas de su violencia “legitima”?
4
Moncayo, Víctor. El leviatán derrotado. Reflexiones sobre teoría del Estado y el caso colombiano.
Norma, 2004. P. 72.
5
Ibid. Op. Cit. 1.
6
Ibid. Op. Cit 3. P. 83.
7
Ibid. Op. Cit. 4. P. 73.
3
2. Sobre la protesta
¿Cómo resistir las arbitrariedades de un Estado vendido a los intereses del mercado? ¿Si
él, supuestamente tiene el derecho al uso de la violencia “legítima” en contra de todos
aquellos que atenten contra sus determinaciones? Pues la única salida de fondo que
queda es revisar la noción de “violencia legitima” sobre la que fue fundamentado, según
Toni Negri el concepto de Estado reposa sobre la superación de la ecuación
fuerza/consensus, es decir, sobre la disimetría específica de la noción de legitimidad8. O
sea, que legitimidad no necesariamente equivaldría a consenso, y es aquí donde inicia el
problema, por tanto que el Estado tiene para sí el uso de la violencia legitima o sea
aquella que parte del consenso y no sin este. ¿Será que el Estado moderno tiene en
cuenta el consenso nacional para elaborar sus políticas? ¿Será, también, que la sociedad
civil ha abandonado al Estado a su suerte, en manos de unos cuantos y estos se han
visto con la capacidad de deliberar a interés propio lo que les es más conveniente?
¿Qué nos queda para impedir la ejecución de políticas injustas e indebidas para las
mayorías? Pues, una opción es incumplir el pacto social y todos los términos que lo
componen. Podríamos fundamentar el incumplimiento en una re-evaluación de la
noción de “legitimidad” que considere como tal el consenso de las mayorías para que el
accionar del Estado pueda ejercer la violencia verdaderamente legítima. Según Negri, el
concepto de legitimidad expresa una situación del desarrollo del Estado moderno en la
cual predomina la asimetría de la relación entre el Estado y el ciudadano –es decir, la
ley en virtud de la cual el Estado es más fuerte que el ciudadano porque dispone, para
reproducirse, de dos formas de consenso (uno activo y uno pasivo o impuesto), mientras
que al ciudadano no le queda para protestar más que una sola posibilidad: la ruptura
activa del consenso-.9 Pero esto puede replantearse si abordamos la “legitimidad” como
el consenso de las mayorías democráticas. Además, como lo enuncio Weber, la
legitimidad basada en la “legalidad”10 es la que debemos revisar, pues la legalidad no
debe ser solo aquello que está consagrado en las leyes, sino aquello que es justo para las
mayorías. Entonces, tenemos aquí un punto de partida para abordar la discusión desde
la teoría del Estado, según Negri el Estado no se puede definir simplemente como el
8
Ibid, Op. Cit. 4 P. 26.
9
Ibid. Op. Cit. 8 P. 26-27.
10
Weber, Max. El político y el científico. Alianza editorial. Madrid. P. 85.
4
detentador del monopolio de la fuerza legítima11 puesto que dicho Estado no es una
abstracción sacrosanta que siempre se comportará de manera correcta, sino que su
funcionamiento corresponde a lineamientos humanos y a todo tipo de coyunturas
gubernamentales. Entonces debemos preguntarnos sobre los mecanismos de protesta
¿será que dichos mecanismos funcionan de manera eficiente para reivindicar derechos y
bienestar o sólo logran hacer que el Leviatán haga uso de su fuerza legítima?
La protesta debe partir de fundamentos teóricos, debe ser pensada y re-pensada sobre
todo ahora que el Leviatán ha sido derrotado y domado por las fuerzas del mercado y de
la globalización… ¿cómo protestar de manera eficiente y eficaz? Es una buena pregunta
¿Dónde situarnos para elaborar la protesta sin ser victimas del monopolio de la fuerza
estatal, pero a la vez lograr afectarle para forzarlo a modificar lo que se quiere
democráticamente? Al final intentaré responder esta cuestión, ahora intentemos
adentrarnos en las complejidades de lo político, y cambiemos de bando: ya no somos
simples ciudadanos, ahora estamos del lado del poder ¿Cómo veríamos la protesta
cualquiera de nosotros si estuviésemos del lado del poder? Teniendo en cuenta lo que
dice Max Weber uno de los padres del realismo político: “Ninguna ética del mundo
puede eludir el hecho de que para conseguir fines “buenos” hay que contar en muchos
casos con medios moralmente dudosos, o al menos peligrosos, y con la posibilidad e
incluso la probabilidad de consecuencias laterales moralmente malas”12. Si nuestras
políticas no fuesen comprendidas y si tuviésemos la certeza de que a largo plazo son
buenas, ¿cómo haríamos para manejar la rebeldía y la resistencia de aquellos
fragmentos de la sociedad que no están de acuerdo? Y si estuviésemos de acuerdo con
Shumpeter cuando dice que las masas son torpes y que la idea de que el pueblo posee
una voluntad general (buena) es falsa,13 además, considerando que las masas piensan
casi siempre a corto plazo y que son manipulables,14 ¿deberíamos ceder ante ellas y
afectarlas a largo plazo o lo correcto sería sostener nuestras políticas así sea haciendo
uso de la fuerza “legítima”?
Analizar la protesta implica tomar una postura, y podríamos enunciar dos opciones (hay
más) hacerse del lado de la naturaleza de lo político y tener en cuenta las
11
Ibíd. Op. Cit 4. P. 26.
12
Ibíd. Op. Cit. 10. P. 165.
13
Shumpeter, Joshep A. Capitalismo socialismo y democracia. Folio. P. 325.
14
Ibíd. Op. Cit. 12. P. 329.
5
consideraciones Weberianas y Maquiavelicas que sostienen que “quien se mete en
política, es decir, quién accede a utilizar como medios el poder y la violencia, ha
sellado un pacto con el diablo, de tal modo que ya no es cierto que en su actividad lo
bueno sólo produzca el bien y lo malo el mal, sino que frecuentemente sucede lo
contrario.”15 O hacerse del lado de la sociedad civil, del pueblo y tener en cuenta que el
Estado nos reprime y oprime basado en la racionalidad capitalista de la dominación de
clases. Parecen caminos irreconciliables, la cuestión es que a través de la protesta
violenta solo se logra que el Estado haga valer el poder que se le dio, el uso de la
violencia “legítima”.
15
Ibíd. Op. Cit. 10. P. 168.
6
de los demás estudiantes por parte de un pequeño grupo que no representan la mayoría
de la comunidad estudiantil. Ahora bien, el hecho de que este pequeño grupo salga con
capuchas a cerrar una avenida y a atacar a particulares (conductores de buses, el centro
comercial de enfrente, entre otros) demanda del Estado la protección de la avenida cuyo
fin es que se pueda transitar, y de los particulares, cuyo fin es que puedan habitar el
sector sin temor alguno de ser heridos por una piedra o una “papa bomba”. Del Estado
no salir a defender estas cuestiones y personas estaría también fallándole al pacto
instituido y habilitando a los ciudadanos afectados para que se defiendan por sus
propios mecanismos (¿retorno al estado de naturaleza hobbesiano?) Entonces, lo que la
protesta violenta estaría solicitando de primera mano es la presencia del rostro
demoníaco del Estado (Weber) por tanto que esa sería una de las manera de invocarlo.
Repito, es necesario replantear los mecanismos de protesta, estos solo piden represión y
juegan a la revolución de los años sesentas, y no produce resultados positivos, sólo
7
quedan al final, saldos de muertos (de parte de la sociedad civil) y un ambiente de
zozobra y terror que puede llegar a enraizarse en las costumbres políticas de una nación.
No debemos contribuir a esto, si vamos a hacer protesta hagámosla revolucionaria, no
ritualizada. La revolución implica cambios, y el ritual de la piedra ya no los produce.
¿Será que a las comunidades estudiantiles con el acceso al conocimiento no se nos
podrá ocurrir algo más eficiente, y si no se nos ocurre a nosotros entonces a quién?
Pensemos, tirando piedra no se va a cambiar la realidad del país, al final de la tarde
después de haber peleado por la calle, el policía y el estudiante se van para sus casas y
solo queda una acumulación de odios y un incremento en la polarización estudiante Vs.
fuerza pública. Eso si no contamos con los heridos o los muertos ocasionales. Mientras
tanto la estructura depredadora continua intacta.
Debemos domar al Leviatán para que cumpla con el beneficio y la regulación social con
equidad y justicia, y creo que lo más inteligente es demostrar la soberanía del pueblo
sobre el acontecer de la vida nacional. Afirmando así que el Estado no es una
abstracción que se controla sola, sino que es el operario de las voluntades democráticas
y que de no ser así, los representantes elegidos para que lo operen pagarán las
consecuencias.
8
de movilización. Creo que debemos usar mecanismos más inteligentes de lucha, creo
que tenemos con qué.
Fraternalmente,
BACO
PD2: Ver Zeitgeist Addendum (buscar en google) para que comencemos una nueva
discusión desde otros puntos de vista, a ver si le encontramos los pies o la cabeza a esto.
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libre pero citando al autor (BACO) y sin involucrar ningún valor comercial.
Bibliografía:
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