Professional Documents
Culture Documents
Pero no hay necesidad de ir tan atrás para ver lo que este presente nos muestra a
los ojos de nuestra invitación reflexiva. ¿Qué nos muestra? Violencia, por cierto,
indiferencia también, discriminación, abuso de fuerza, todo ello en una carencia de
mirada sistémica-sistémica y de una honesta disposición para generar, realizar y
conservar conversaciones reflexivas.
Todos los ciudadanos de este país, a veces más, a veces menos, generamos,
realizamos y conservamos una cultura de lucha, del apropiarnos de la verdad, de no
escuchar, de no conversar reflexivamente, es decir de no estar dispuestos a soltar
por un momento, nuestras certidumbres y ver si lo que pensamos es como
pensamos que es. Nuestro escudo patrio lo refleja dramáticamente: “Por la razón o
la fuerza”. Ese lema no invita a la co-inspiración, invita a la lucha, invita a ganar, a
convencer a como de lugar y por cualquier medio. Y no es algo que Chile le diga a
los otros países solamente, se lo dice el propio Estado a sus ciudadanos y también
lo dicen sus ciudadanos entre si.
La aparente paradoja es que todos tenemos experiencias que nos muestran que la
confrontación no resuelve nuestros problemas, salvo, y esto más bien en
apariencia, cuando la aniquilación del oponente es total. Cíclicamente en la historia
nacional hemos caído en esa tentación generando grandes dolores y conservado
aún en este presente, como la situación incial planteada aquí nos revela,
sufrimientos en multiples direcciones. Baste pensar en lo ocurrido en 1973, en un
Chile quebrantado por la mutua odiosidad.
A los seres humanos no nos gusta obedecer, nos gusta actuar desde el que las cosas
nos hagan sentido, desde nuestra autonomía. Nos gusta más encontrarnos fluyendo
en relaciones con otros que desean lo mismo que nosotros cada quien desde si, que
tener que estar negociando. Pero para eso se requiere un proyecto común que
permita que cada uno colabore desde si co-inspirando junto a los otros. Y un
proyecto común no es una mera declaración de valores o de una misión o una
visión, es una trama dinámica, una red de conversaciones que hay que ir tejiendo a
sabiendas de los deseos que la configuran, entendiendo las condiciones que se
requieren para su realización y entendiendo las consecuencias que eso tiene en
nuestra cotidianidad, así como teniendo a la mano las acciones oportunas que
permitan concretizar ese proyecto común.
En Chile nos hace falta un proyecto común. Uno donde quepamos todos y donde
podamos habitar en el bien-estar. Pero para eso requerimos algo que tampoco
parecemos tener hoy a la luz de estas situaciones: no tenemos ganas. Sí, ganas de
conversar reflexivamente, haciéndonos cargo de las consecuencias de ese
reflexionar, y ganas de abrir permanentemente espacios para la colaboración y para
la co-inspiración, así como para su conservación.
Hoy en día el tan mentado Proyecto País de Chile no pasa de ser meras
declaraciones, no son prácticas, no son senitres, no son deseos. Tal parece que nos
movemos como moralistas que parecemos disfrutar esa comodidad normativa. Nos
preocupa más ampararnos en el cumplimiento de las normas que relacionarnos
desde nuestra conciencia ética cotidiana sintiendo que nos importan las
consecuencias que nuestros actos u omisiones tienen en quienes nos rodean y aún
en nosotros mismos.
Invito a las autoridades a ver en estos lamentables sucesos la oportunidad para que
se haga justicia democráticamente, asegurando el esclarecimiento de lo ocurrido, el
desarrollo de una investigación justa y la determinación y sanción de las
responsabilidades en esta muerte. Señalo también que el juzgamiento del caso
habría de ser realizado, como en cualquier democracia operativa, en los tribunales
civiles y no en la justicia militar, conforme a lo establecido por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos.
Decir también con la misma fuerza que si bien hay una evidente responsabiliad
individual en este crimén, no es menor la esponsabilidad colectiva que generó el
espacio de convivencia que posibilitó los disparos.