Professional Documents
Culture Documents
30
Tener o Detener.
La mayoría de la gente vive ya sea física,
intelectual ó moralmente en un círculo
muy restringido de sus posibilidades.
Todos nosotros tenemos reservas de vida
en las que ni siquiera soñamos.
William James
Si hay algo que al ser humano sano le desagrada es sentir que algo o alguien lo detiene
en su crecimiento. Estoy convencido de que el ser humano nació libre y la aventura de la
vida muchas veces resulta en el desafío de mantenerse así y en algún momento compartir
con otro ser amado esa misma libertad. Para mí, el verdadero amor (ese donde no se
sufre) procura libertad auténtica, dejando ser al otro en plenitud, fomentando su
crecimiento y progreso, para que de esa forma, se comparta con esa extraordinaria
persona las experiencias de la vida. Eso es lo que yo identifico como “tener” a alguien en
tu vida para disfrutar conjuntamente del crecimiento personal compartido. Cuando uno
tiene a alguien así, la vida es una mágico viaje de aventura compartida en contemplación
mutua, pero así, “compartida”, no retenida. Las personas que creen que el amor es
posesión (ese donde se sufre), no tienen a una persona, la detienen. Ahí la vida se hace
un infierno, y para ambos, quien detiene y el detenido. Y para mi sorpresa, peor aún
cuando hay alguien que se siente amada o amado al saberse detenido. Eso no es sano por
donde quiera analizarse.
Te comento esto por las reflexiones que he tenido con amigos y conocidos que me han
visitado a últimas fechas. El temor, el miedo, y en muchos casos el pavor a el abandono. A
que alguien los o las deje. Personas, todas ellas, que han elegido ser detenidas, no
tenidas. Personas que han olvidado quiénes son en verdad, y juzgan su propio valor en
virtud de lo que alguien les confiere al procurarlas. Así, cuando alguien les deja de
procurar, de proteger, de amparar, es decir, cuando alguien les abandona, sienten que no
valen nada y ese juicio de valor lo extienden a la vida entera, creyendo que la vida misma
no vale nada, otra forma donde queda demostrado que uno ve afuera tan solo lo que lleva
dentro. De esa manera crean su infierno aquí en la Tierra todas aquellas personas que no
saben quiénes son en realidad. ¿Te das cuenta de lo delicado –delicadísimo— que es
mantener la ignorancia de quién eres realmente?
Sé que muchas personas –por no decir todos— hemos pasado por etapas en la vida
(estados de conciencia previos) donde uno no se daba cuenta quién se es en verdad. Yo
mismo lo viví. ¡Claro que lo viví! Y sufrí mucho (harto). Hace muchos, muchos años, yo era
de esas personas que se deprimían cuando alguien no les quiere, cuando no detienen a
alguien en específico en sus vidas y de esa forma interpretan no sentirse amadas. Hoy,
gracias a Nueva Conciencia, me di cuenta que no me sentía bien pero no por no tener,
sino por querer detener a otra persona. Por supuesto que me abandonaron. Por supuesto
que sentía que la vida se me iba. Por supuesto que había una poderosa razón para
sentirme así... por ignorante de mi propia identidad más auténtica.
Y es que no sabía quién era, y esa ignorancia uno la paga muy caro. Por eso es tan
importante, tan trascendente, tan imprescindible, darse cuenta de quién es uno en
realidad. Por eso es hermoso estudiar el desarrollo humano y ahí descubrir quién es uno
en verdad. Cuando descubres que eres un ser espiritual y que estamos conectados todos,
que todos somos uno, cuando sigues avanzando en Nueva Conciencia y descubres que
nada ni nadie tiene importancia salvo la que uno decide darle y en esa decisión radica un
enorme poder personal, cuando te das cuenta de que las personas que se acercan a
nuestra vida son de tres tipos, por: razón, época o vida, cuando distingues entre esas tres
y no confundes que alguien llegó a tu vida tan solo por una razón y un breve tiempo y
luego “se tiene” que ir por beneficio de ambos, cuando sigues avanzando en el
apasionante descubrimiento de saber quién eres y así te percatas de que todo,
absolutamente todo, ocurre por algo bueno y para favorecer el crecimiento de los
involucrados, cuando sigues asombrándote al descubrir quién eres en verdad y así te das
cuenta de que todo está bien tal cual sucede en un orden perfecto que está por arriba del
entendimiento meramente humano, cuando te das cuenta de todo esto..., el abandono es
simplemente algo inexistente. El abandono es meramente un espejismo de los estados de
conciencia más primitivos en la evolución humana. Sí, se oye fuerte, pero más fuerte aún
es el dolor de ignorar esta gran verdad.
No debes depositar tu idea de valor o felicidad en la actitud de otra persona. Eso es jugar
con toda la intención de perder. Afirmo esto por dos razones: 1) Porque eres digno, eres
digna. Y aquí el concepto de dignidad no es el que mucha gente cree, sino el filosófico,
dignidad como axioma, como referencia absoluta. Cuando descubres esto, te das cuenta
de que tú no eres valioso, sino más bien tú eres el que le da valor a todo lo demás porque
tú eres algo mucho más allá de todo juicio de valor, eres digno, eres referencia absoluta; y
2) Porque es tremenda injusticia y gran presión el generarle a otra persona la
responsabilidad de mi propia felicidad o bienestar. Esa presión mucha gente la ejerce tan
fuertemente que resulta insoportable para quien la tiene, y así se puede gestar el
abandono, y es que dan ganas de abandonar a quien me quiere responsabilizar de su
propia felicidad. La propia felicidad es responsabilidad única y exclusiva de uno mismo, de
nadie más, de nadie.
Sé que en este momento de la lectura se suceden dos opciones, gente que diga: “...sí,
tienen razón y me está haciendo sentir bien lo que me dice, me ayuda a descubrir quién
soy y me hace sentir fuerte, me libera, me regresa a mi felicidad”, y otro tipo de personas
que quizá dirán: “...mejor dejo de leer esto porque me está dando la solución a mis
problemas para dejar de sufrir y yo prefiero seguir sufriendo, prefiero seguir acostada en
Quiero compartirte una de las más grandes verdades que Dios me ha permitido conocer
hasta el estado de conciencia donde he llegado hoy: Las realidades más grandes y más
bellas de la vida, más las tendré tanto cuanto menos las retenga o posea. Si quieres tener
el mar sólo hay una forma: contémplalo. Si quiero tener el mar deteniéndolo sólo para mí
caeré en un absurdo imposible que solo lo intentaría un loco.
He aprendido que si quiero tener un amigo, debo aceptar que al igual que todos nosotros
es un peregrino de la vida, y debo dejarle marchar, para tenerlo. Pero si lo quiero poseer,
si lo quiero así detener conmigo, entonces perderé automáticamente a un amigo, y solo
ganaré un prisionero. Y créeme en esto: es muy diferente, extremadamente diferente,
convivir con un amigo a un prisionero. He convivido con ambos y sé de lo que te estoy
hablando.
Cuando tengo la fortuna de viajar a donde hay sol, arena, mar y viento, me
encanto de tenerlos. He descubierto que la única forma de que todo el viento lo pueda
tener es extendiendo mis brazos y abriendo mis manos. En el momento en que me cierre
queriendo detenerlo para mí, lo pierdo. Queriendo detener me quedo con nada. Cuando se
me antoja tener el sol, solo abro mis ojos y lo contemplo, ¡y ahí lo tengo! Pero si se me
ocurre cerrar mis ojos para detener en mi la luz que ya me llegó, me quedo a oscuras.
Todos estamos “de paso” en esta vida, todos estamos de viaje. Y se trata de gozar
el viaje, de “tener” tantas oportunidades de apreciar y contemplar a alguien a nuestro
lado, para así comprender que es imposible “detener” nada ni nadie conmigo porque
pronto me iré de aquí. Es imposible detener porque algún día me iré. Detener y poseer es
una obsesión del ego quien domina nuestras vidas en estados muy primitivos de
conciencia. Pero cuando elegimos evolucionar con Nueva Conciencia, tengo, tengo y
tengo la oportunidad de contemplar y convivir con un ser amado. Así vale tanto la pena el
viaje.
Me encanta esta historia: cuentan que un turista visitó a un gran sabio que se
encontraba en un lejano lugar del mundo. Al entrar a su habitación, el viajero se
sorprendió al ver que el famoso sabio vivía en un pequeño cuarto muy simple, lleno de
libros, y tan solo con una sencilla cama, una mesita y un banco. “¿Aquí dónde están sus
demás muebles?”—preguntó el turista. “¿Aquí dónde están los tuyos?”—respondió el
sabio. “¿Los míos? –se sorprendió el turista—, pero si yo estoy aquí sólo de paso”. “Yo
también”—le respondió el sabio.
Tú no puedes retener a nadie. Estás de paso. Al igual que yo, al igual que todos. Si