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A este marco desangelado, a este rito de paso trunco que vive México, atascado en
una etapa liminal que des-estructura identidades y contextos sociales; se nos presentan
expresiones de envilecimiento humano como lo es el asesinato. En las condiciones en
las cuales vive el país y su sociedad, han germinado entes criminales, sujetos fuera de
toda norma jurídica, moral, ética y humana. El narcotráfico, el secuestro, el robo, la
delincuencia, a todos sus niveles, alimentada por las condiciones políticas y
económicas en las que vive esta nación, comienzan a mostrar el inicio formal de lo
que es la descomposición social.
El problema del secuestro es un cáncer social que atenta contra el valor más sagrado
del liberalismo <<la libertad>>; en su espectro más amplio este crimen priva a los
grupos sociales primarios y secundarios de ejercer su autodeterminación. No sólo
hablo de individuos desentendidos de su contexto y pertenencia social, ya sea de clase
o estrato. Hablo del conjunto de grupos sociales que ven coartada su libertad para
vivir y ejercer sus derechos. Que bofetada en la cara de todo ciudadano es saber que
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aquellos que deberían garantizar su integridad física y la paz social son aquellos que
emplean su entrenamiento en herir al que juraron proteger.
Existe un gran problema en las cúpulas más altas de la ahora sub-política, permite que
sus grupos subordinados hagan negocios a expensas de la integridad de los individuos.
Y aun cuando es más que evidente que todos los escalafones están involucrados y tal
hecho constituye un problema vital, por sus características y magnitud, estos, no
hacen nada.
Pero existe algo aun peor dentro de esta descomposición y es: qué pasa cuando se
lleva a acabo un acto de terrorismo en una sociedad que no conoce dicho acto más que
através del celuloide. Qué sucede cuando la semilla del terror se planta en una
sociedad que jamás ha experimentado tal situación. Lo sucedido el día de la
celebración de la independencia de México, en uno de sus estados con más tradición y
mayor índice de pobreza, es un acto simbólico de importante magnitud. Hablo de la
detonación de artefactos bélicos, diseñados para la guerra y usados por agentes
entrenados para asesinar en condiciones especificas; hablo de armas que no son de
fácil acceso y que son empleadas contra una masa de civiles que festejaba algo
simbólicamente importante para su sociedad y que esta relacionado fundamentalmente
con la libertad.
Lo que exista detrás de este acto oscuro y deshumano tiene implicaciones profundas
dentro de la clase política; donde el principal responsable de todo esto es la clase en el
poder, la clase política. Tanto esta administración como la pasada son responsables de
un problema que amenaza los cotos de poder de los hombres clave en este país. Algo
sumamente oscuro debe existir para que se suscite un acto de esta naturaleza. Sí es el
narcotráfico, estamos ante una guerra intestina que augura más violencia; sí hablamos
de grupos de la delincuencia organizada es un acto de exacerbación y potencialidad
que están adquiriendo estos grupos criminales. Puedo seguir especulando hasta llegar
al primer circulo de poder en este país y las consecuencias son igual de funestas que
las dos anteriores.
La repuesta que el Estado se prevé dará no puede ser otra que la violencia
profesionalizada, y debe ser pronta en el mediano y corto plazo; no se entiende qué
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otra salida diplomática o política pueda establecer con grupos de este tipo. La
reconfiguración política será una reacción previsible para los próximos meses.
Estamos ante un panorama delicado, con interpretaciones de distintos tipos. El
propósito de esta es tocar un serie de aspectos que abren el panorama de una
problemática nacional que se ha venido gestando en los últimos cuatro sexenios y que
sin duda esta llegando a su fase más violenta y preocupante.
INKEN D. (DAHC)