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gt/es/20050106/opinion/11396/
El senador William Fulbright, como ya alguna vez lo dijimos en una columna en otro medio,
un pensador superior a su medio y a su época, impulsó la brillante idea del programa que
hoy lleva su nombre, como un medio para lograr un mejor entendimiento y cooperación
entre las naciones del mundo. Visionario como era, es probable que alguna vez se haya
imaginado el prestigio que dicho programa llegaría a tener, pero con algún atrevimiento
diríamos que es poco probable que se haya imaginado la aureola de respeto que los
‘fulbrighters’ adquieren a nivel mundial.
Una condición necesaria para que un becario Fulbright sea considerado totalmente exitoso,
es que regrese a su país y haga aportes importantes para el desarrollo del mismo. En ese
sentido, nuestro país ha sido totalmente exitoso.
En la actualidad, es también justo reconocer la labor que en ese sentido viene realizando la
doctora Ida Eve Heckenbach. Su visión y su vocación de servicio, aunadas a su selecta
intelectualidad, han propiciado elevar el nivel de competitividad entre los cientos de
aspirantes a una beca Fulbright. Hemos sido honrados con el privilegio de participar
brevemente en los estrictos procesos que implica la selección de becarios Fulbright y somos
testigos de la objetividad que prevalece en los mismos. Ésa es, sin duda, la base de su
éxito.
Por todo ello, felicitaciones a los becarios Fulbright 2005, les deseamos muchos éxitos y les
recordamos del compromiso que adquieren con nuestro país.