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9SB.- PLANTEO DEL PROBLEMA EN LA INVESTIGA-
CION TOMADA COMO EJEMPLO
Aunque no es imposible formular una.definicion
general de lo que se entiende por historia de vida
(recordé en el capitulo anterior algunas de cllas), debe-
ria quedar claro que esas definiciones no agotaran el
tema y que, si son tomadas muy en serio pueden, por el
contrario, ocasionar confusiones. Frente a toda sintesi
generalizadora, el mejor método de compartir un razo-
namiento sobre el uso de historias de vida ¢s analizar
una investigaci6n en la que fuera utilizada: como toda
otra forma de artesania, la historia de vida se aprende
cuando se contempla activamente la tarea del artesano
42/, corresponde ahora exponer los principales rasgos
de la investigacion que tomé como ejemplo.
La investigacién aludida se proponia la recons-
trucelén de algunos de los factores que intervinieron en.
la constitucién de un movimiento social juvenil duran-
te los afios ‘60 en la Argentina
Con el objetivo de que sea mas clara la exposi-
cin sobre las premisas tedricas y metodolégicas adop-
tadas resumiré los principales rasgos del planteo origi-
nal del problema a investigar.
Sobre una forma muy proxima de pensar la conexion entre
teorfa, metodo, técnica € investigacion, véase Bourdieu, P.
1979,
capiruto 2
En cl momento en que comenzara la investiga-
la discusién sobre dicho movimiento social habia
pasado por dos etapas. En la primera predominaron los
isis “militantes’, provenientes de todos los bandos
que habian entrado en la pugna. En esos examenes de
lo acontecido, lo dominante fue una especie de ‘redue-
cionismo voluntarista”. Ese reduccionismo tomaba en
ciertas ocasiones la forma de juicios morales 0 inti
u
otras ocasion
c
es sobre los protagonistas de ese movimiento, En
el andlisis hacia hincapié en los resul-
tados indeseables producidos por la incapacidad orga-
nizativa o politica de sus dirigentes. Todos ponian el
is explicativo en el nivel de la conciencia de los ac-
tores. La pregunta que los guiaba era: gpor qué la derro-
ta? Esas investigaciones 0 ensayos dejaban en un lugar
muy s
ese movimiento.
‘undario a las preguntas sobre la genealogia de
En la segunda etapa incrementé el nimero de
trabajos de corte académico sobre el tema. Entre estos
Gltimos se hizo mas frecuente la pregunta sobre los
origenes del movimiento; predominando el enfoque
fondamentalmente descriptivo en el caso de los autores
estranjeros y principalmente valorativo en el de los ar-
gentinos. Los temas mas comunes fueron el “origen de
clase de los participantes” o una ‘historia de las ideas"
capfruto 2Z omnyevo
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go es necesario también rastrearias en el
proceso en el que se fueron constituyendo,
en los actores, esas ‘disposiciones' que mas
tarde serian activadas por el impacto de
ciertos acontecimientos. Disposiciones que,
en general, se ligan a la experiencia de dos
0 tres generaciones *4/,
Esas insatisfacciones, preocupaciones y deseos
me llevaron a concentrarme en
1 plano de lo micro-
sociologico. Sin desechar el encuadre macro-sociolégico,
decidi poner el eje principal de la investigacion en los
1) darles
la voz a los participantes de ese movimiento; 2) acumu-
testimonios de los participantes. Esperaba a:
lar experiencias a partir del andlisis de los procesos de
identificacion que estuvieron en el basamento de las
nuevas formas de organizacion y accién politica; 3) cap-
tar determinantes menos relacionados con el discurso
consciente o con la dimension mas explicitamente po-
litico-ideologica de la accion; y por wltimo, 4) recons-
truir la génesis de ese movimiento en la experiencia de
dos o tres generaciones anteriores 45/.
444 ta necesidad de explorar en las dos o tres generaciones
anteriores para detectar la génesis de una psicosis se refiere
Nasio J. Ds 1987.
45De esa manera, adoptaba la metodologia sugerida por
Gramsci para el estudio de los movimientos sociales cuando
dice:
Se podria estudiar en concrete la formacién de un movimien-
to historico-colectivo analizéndolo en sus fases moleculares, lo
que habitualmente no se hace porque tornaria pesado el and-
captruLo 2
i
63
Tambié
forma adecuada el objeto de investigacin, era necesa-
tuve en cuenta que, para reconstruir en
‘o superar los efectos de esa tradicién sociologica que
ividia su objeto en dos: un elemento determinante
(objetivo), encontrado en alguna de las esferas de la or-
sanizacion social, y sus manifestaciones subjetivas, que
eran efectos de los primeros. Desde el punto de vista de
mi historia intelectual este cra un desafio importante.
En la tradicin marxista, de la que provenia, pero
también en una buena parte de la sociologia europea en
este siglo, la version predominante tendié hacia ese
Upo de postulados en los que se reivindicé el papel de-
terminante de la sociedad sobre la voluntad y concien-
lisis. Se toman, en cambio, las corrientes de opinién ya consti-
{uidas en torno a un grupo 0 @ una personalidad dominante.
Es el problema que modernamente se expresa en términos de
partido o de coaliciones de partidos afines: cémo se inicia la
constitucién de un partido, de qué modo se desarrolla su fuer-
za organizada y su influencia social, etc.. Se trata de un proce-
0 molecular, minucioso, de anilisis extremo, capilar, cuya do-
cumentacién esté constituida por una cantidad interminable
de libros y folletos, de articulos de revistas y de periddicos, de
conversaciones y debates orales que se repiten infinidad de
veces Y que en su conjunto gigantesco representan ese lento
trabajo del cual nace una voluntad colectiva con cierto grado
de homogeneidad, con el grado necesario y suficiente para de-
terminar una accién coordinada y simulténea en el tiempo y
en el espacio geografico en el que se verifica el hecho histri-
codGramsci A., 1976)
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derna del antropomorfismo que reifico categorfas anali-
ticas concediendo habla, pensamiento, voluntad y pro-
yecto a entidades colectivas como las clases sociales, los
pueblos, etc.. De esa critica florecieron con brids distin-
tas manifestaciones de lo que dio en lamarse
‘individualismo metodolégico” 47/. Esas nuevas tenden-
cias fueron ejemplos significativos de la reincorpora-
cion de valores liberales 48/; y en particular de dos de
sus premisas ontol6gicas fundamentales:
1) los individuos son esencialmente racionales y
egoistas y
miento socioldgico de la ultima década. Parte del axioma de
que la explicacion de la accion individual es posible solo si se
sapone que ésta es siempre guiada por el calculo de costos y
beneficios. Tal es el caso de Weber. M., Popper, K., Olson, M.
y Elster, J. , por citar algunos de los principales representan-
tes de esta corriente en distintas épocas ¥ raices filosdficas.
Vease sobre este tema, las aclaraciones hechas por Preze-
worski, A. (1987) y Leine, A. (1987) y las criticas de Pizzorno,
(1985) y_ Levine, Sober y Wright (1986). Un comentario so-
bre esa escuela puede encontrarse en Dieterlen, P.; 1990.
Entre los que siguieron reivindicando algunas de las propues-
tas maruistas el individualismo metodolgico dio existencia a
Jo que algunos bautizaron “marxismo analitico” y uno de ¢
yos mas conocidos cultores es Jon Elster.
'8incorporacion que entre los marxistas fue facilitada por las
‘manifiestas continuidades existentes entre marxismo y libera-
lismo en el terreno filosofico. Sobre todo por el comin tras
fondo utilitario de sus respectivas teorizaciones sobre el tema
de “los intereses" individuales o de clase.
capiruto 2
i
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67
2) €s la interaccién entre ellos (sea por la produc-
cién de un contrato o por la simple acumulacion
de interacciones) lo que crea la sociedad.
En el campo de la sociologia, Olson (1968) fue
uno de los defensores pioneros de esa perspectiva.
Usando las premisas antes indicadas para refutar al co-
lectivismo metodolégico fue uno de los autores que
‘mas influencia tuvo en el impulso al individualismo.
Segtin este cultor de la Hamada Nueva Economia
Politica, la existencia de un interés o bien comin (sobre
el que el colectivismo metodolégico basa la explicacion
social) es absolutamente insuficiente para explicar la
participacion individual en una acci6n colectiva. Esto se
debe a que, si un bien es colectivo, sus beneficios se
obtienen independientemente del grado con el que se
haya participado en la lucha por su obtencién. Por lo
tanto, siendo fieles a un estricto célculo de los costos y
beneficios que se obtendran por participar en la accion,
nadie se vera impulsado a luchar por ese bien
Olson explica esta aparente paradoja recordando
que, como resultado de un célculo de costos y benefi-
cios, cualquiera concluira que: en tanto el bien colectivo
¢s, por definicion, algo que todos obtendran por el
mero hecho de ser parte del grupo, los que no hagan
nada para obtenerlo lograran, si ese bien se obtiene, un
capiruto 2z o1yavo
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nN yes oFyDUAG
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‘ura valorativa lo que, al mismo ti
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re ae
os ¢ interés indi-
F
2) el tipo de racionalidad que puede atribuirse a
la accion que emprenden Jos
individuos
acuerdo a esos intereses, ]
Su argumei
"gumento clave es que todos los ‘bienes”
‘ue orientan las acciones colectivas,
individuales, ;
noci
sean colectivos 0
lo toman tal carécter cuando son re
‘08 como bienes por la colecti “
tador pertenece y que es |
ividad a la que su por-
ao la colectividad la que permite
Wisuos tener criterios que le faciliten criterlos
" a lo deseable 0 indeseable de
dinero, por ej
, ‘Jemplo, es un bien sé
s
Cuando es reconocido en la colectivi 7
cual se lo quiere hacer circular,
Algo semejante ocurre
Para Pizzorno,
valorativos concernientes
un objetivo,
idad dentro de la
con la nocién de interés,
no ;
SS & posible que en la accion colectiva
*minantes los criterios exclusivamente indi
cartruto 2
7
is de lo que es el interés de cada uno de los partici-
tes, Debido a que todos vivimos en situacion de in-
‘macion imperfecta, la posibilidad de que un agente
(enga certeza sobre cual puede ser su interés en una
‘terminada situacion (sobre todo si los efectos pueden.
percibirse en el largo plazo y en relacién a contextos
complejos) depende de los criterios que comparte con
ia colectividad a la que pertenece: es dicha colectividad
Ja que le asegura que los criterios por él utilizados son
los adecuados. Por eso es que Pizzorno primordialmen-
te explica la participacion individual en la accion colec-
tiva como el producto de la necesidad individual de in-
sertarse y fortalecer los trazos de ciertas identidades
colectivas en las que son posibles sus opciones. Tales
identidades son indispensables para certificar la credi-
bilidad y permanencia de los valores a los deberd ajus-
tarse el cdlculo individual sobre los posibles costos y
beneficios de la accién.
Si la accién colectiva es entendida como una ac-
cién tendiente a confirmar la pertenencia del actor indi-
vidual a un cierto grupo, ese acto de participar es un fin
en si mismo y por lo tanto un no-costo. De alli su racio-
nalidad. Si la accién colectiva no es un costo y en cam-
bio ella permite el beneficio de un contexto en el que
nes de otras acciones, la
sea posible prever las conz o1nyav>
-pepitiqeisos epor v ojAoid oysandns un oWLo> ‘oUrst|
-enpialpul [op woueUr eB] B ‘ou & eUIDSUE as an se UP
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Ese mismo criterio es sustentado por un autor
que, como Prezeworski, se ha visto atraido por la posi-
bilidad de usar las técnicas del individualismo metodo-
logico en el anilisis de la accion colectiva, Ref
a la tradicion gramsciana, el escritor polaco dice:
De acuerdo con esta concepcién, la politica
no se ocupa tinicamente de quién obtiene
qué, sino, ante todo, de quién es quién; no
sélo de una arena sino de un agora. La
identidad colectiva se esta transformando
—configurando, destruyendo y moldean-
do de nuevo- continuamente como resul-
tado de unos conflictos en el curso de los
cuales los partidos politicos, escuelas, sin-
dicatos, iglesias, periddicos, ejércitos y
grandes empresas se esfuerzan por impo-
ner una forma conereta de organizacién
de la vida de la sociedad. La relacién entre
los lugares que ocupan los individuos en la
sociedad y su resultado histérico es pues el
resultado histérico y contingente de unos
conflictos: los conflicts en torno a si algo
es una fuente de satisfacci6n o si es admi-
sible un determinado tipo de accién, o si
un objetivo parece estar al alcance (1987:
106-107).
Adin para un teérico como Prezeworski, con cla-
ras influencias individualistas, las luchas tienen como
resultado la formaci6n de identidades y, normalmente,
de identidades que resienten la heterogeneidad de las
Propuestas en lucha, reflejandolas en formas variadas
en su propia constitucion. Si se tiene en cuenta ésto, ya
captruto 2
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i
no es suficiente preguntarse cémo se forman las prefe-
encias individuales. También es necesario preguntarse
‘sde qué punto de esa heterogénea y complejamente
estructurada identidad es que el individuo trae a su
onsideracién las preferencias que lo orientan en el
cjercicio de su eleccion racional.
Por ultimo, y en estrecha relacién con lo hasta
ahora sefalado, el propio concepto de accién racional
debe ser menos ingenuamente postulado.
No hay una sola forma de razon 49/. Es conocida,
por ejemplo, la distincion weberiana entre “accién ra-
cional con arreglo a fines” y “accién racional con arreglo
a valores” Cada una de ellas refiere a un tipo distinto
de racionalidad y presenta cuadros analiticos cuyos
efectos sobre la interpretacién de las conductas indivi-
duales y sociales son sumamente diferentes.
Tal como lo interpreta Nora Rabotnikof:
La racionalidad con arreglo a fines refiere
fundamentalmente a la ponderacién de
os medios, la relacién medios-fines y fines-
consecuencias. En la racionalidad con
arreglo a valores, en cambio, el énfasis re-
cae en la conformidad con imperativos 0
49Pese a su importancia, este tema excede totalmente los li-
mites asignados a este trabajo. Un comentario sobre las ac-
tuales investigaciones sobre la cuestion puede encontrase en
Cargani, A; 1983.z omuavo
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