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La escuela del siglo XXI: las tecnologías digitales, la crisis

del modelo expositivo de enseñanza y el nuevo papel de


los docentes.

Los numerosos cambios económicos, tecnológicos y políticos ocurridos a lo


largo del último cuarto del siglo XX han alterado significativamente el
panorama de los modos, procesos y relaciones de producción tanto en cada
país nacional como en las estructuras económicas mundiales. La globalización
económica, la mundialización y estandarización de los productos y hábitos de
consumo cultural (a través de industrias como el cine, la música, la ropa, el
deporte o la alimentación), los importantes cambios antropológicos en el seno
de las familias provocados por la igualdad de derechos de la mujer y por el
control de la natalidad, la revolución científico-tecnológica, la modificación
de los puestos de trabajo, de las relaciones laborales y de las estructuras
organizativas de las empresas, la circulación permanente de información a
través de múltiples canales y medios de comunicación, etc. por otra está
provocando una alteración sustantiva de nuestra vida cotidiana y de la
naturaleza de nuestra sociedad llegándose a señalar que hemos entrado en un
periodo novedoso de nuestra civilización que algunos autores denominan
“sociedad de la información” o “sociedad red” (M. Castells, 1997).

Es evidente, y nadie actualmente pone reparos a que las TIC (Tecnologías de


la Información y Comunicación) entren en las escuelas y se conviertan en
parte del paisaje cotidiano de la vida escolar. Atrás han quedado los miedos y
recelos de muchos docentes que bajo los argumentos de que la tecnología
fomentaba el individualismo, la distracción o la incomunicación del alumnado,
proclamaban su rechazo a que los ordenadores estuvieran presentes en las
aulas. Hoy en día, todos los agentes educativos (las autoridades educativas,
las familias, los profesores, los equipos técnicos, …) reclaman y defienden la
necesidad de que las computadoras se integren y utilicen en los procesos de
enseñanza y aprendizaje.

En este sentido, en estos últimos años, prácticamente todas las comunidades


autónomas, unas con mayor o menor grado de celeridad y de inversiones, han
emprendido proyectos y planes destinados a dotar de la infraestructura de
telecomunicaciones, de recursos informáticos y de oferta de cursos de
formación sobre nuevas tecnologías a los centros escolares [1]. En este
ecuador de la primera década del siglo XXI la tasa de disponibilidad de
ordenadores en los centros de secundaria [2] (aunque en educación primaria e
[

[
infantil es menor) comienza a ser bastante aceptable y nos aproxima a la
media de los países europeos [3] a pesar de que todavía estamos distantes de
los países del norte de Europa.

En consecuencia, el problema actual del sistema escolar español con relación


a las TIC ya no es la carencia de máquinas o la ausencia de conexión a la red
Internet –aunque siempre será necesario seguir invirtiendo para actualizar los
equipos cara a mejorar la calidad de los recursos informáticos y de las
telecomunicaciones-. El problema, ahora está en cómo innovar los métodos de
enseñanza y mejorar la calidad de los procesos de aprendizaje del alumnado
apoyándose para ello en el uso de las TIC. Algunas ideas a tener en cuenta en
los procesos de utilización pedagógica de estas tecnologías serían los
siguientes:

a) Las TIC no tienen efectos mágicos sobre la enseñanza y el aprendizaje.


Con ello quiero indicar que no puede creerse de forma ingenua que por el
mero hecho de que un docente utilice la tecnología con sus alumnos éstos
aprenderán de forma más motivada, con mayor entusiasmo y que su
rendimiento aumentará de forma notable. Esta creencia falsa se ha instalado
en sectores del profesorado influenciados por una visión idealista y simple
sobre los beneficios de las tecnologías digitales difundida desde la publicidad,
de empresas de telecomunicaciones, desde los medios de comunicación y
desde más de un experto en informática educativa.

Educar, formar o enseñar a un grupo de niños, de adolescentes o de jóvenes


es, en estos momentos, una tarea altamente compleja, sometida a múltiples
tensiones y no se puede reducir a esquemas simplista de causa-efecto. Por
ello, cualquier docente que haya experimentado con ordenadores en su aula
sabe que lo relevante no es la tecnología, sino el método de enseñanza bajo
el cual emplea e integra pedagógicamente dicha tecnología.

Si un docente desarrolla un método de enseñanza tradicional basado en el


libro de texto, en la transmisión expositiva de contenidos, en la repetición y
realización de ejercicios por parte del alumnado, en la evaluación a través de
un examen memorístico, … lo más probable es que si decide utilizar
computadoras en su clase tienda a reproducir dicho modelo: es decir, la
pantalla del ordenador se llenará de ejercicios y actividades similares a las de
los libros de texto y los alumnos seguramente realizarán la misma tarea que
antes hacían con papel y lápiz; y si desarrollaba lecciones magistrales
continuará haciéndolo sustituyendo probablemente sus esquemas escritos en
una pizarra por presentaciones multimedia. El método sigue siendo el mismo,
aunque haya cambiado la tecnología y recursos.

[3]
El problema es que ese método tradicional de enseñanza encaja poco con las
potencialidades de los ordenadores y de las redes digitales y descubrirá que
intentar enseñar a sus alumnos empleando dichas tecnologías le generará más
trastornos y dificultades que beneficios ya que la organización se la clase se
verá alterada porque el ritmo de realización de las tareas no será homogéneo
entre todos los alumnos, encontrará que el alumnado fácilmente visitará
sitiosweb poco académicos (ocio, juegos, deportes, música, …) o que no
tienen vinculación con la asignatura estudiada en ese momento, que será muy
difícil mantener el silencio, o que tendrá que estar atendiendo
simultáneamente a las múltiples demandas que a la vez le plantearán los
alumnos (debido a que no saben usar el software, a que el ordenador o el
programa se bloquea, …).

b) Cuando los ordenadores entran en las aulas el reto y el desafío a corto y


medio plazo es cambiar el modelo educativo que se pone en práctica y ello
representa un nuevo modelo de profesionalidad docente. Tradicionalmente
la enseñanza se ha entendido como un proceso de transmisión de información
del profesor hacia el alumno. En este modelo el docente es poseedor del
conocimiento y los alumnos son sus receptores. En consecuencia, la actividad
formativa consistía esencialmente en que el profesor bien de modo magistral,
bien apoyado en determinados materiales impresos como son los textos
escolares, exponía a los alumnos el conocimiento, y éstos lo tenían que
memorizar y reproducir posteriormente en un examen. Las implicaciones de
este modelo metodológico han sido ya analizadas abundantemente en la
literatura pedagógica y no reiteraré sus críticas.

Lo destacable es que hoy en día, en un contexto cultural saturado de


información a la que el alumnado tiene acceso, el modelo expositivo de
enseñanza no tiene mucho sentido. Hoy en día sabemos que lo relevante no es
que el individuo retenga en su memoria toda la información que recibe desde
múltiples instancias, sino el proceso que le permite construir el conocimiento
en interacción con su contexto sociocultural [4]. Es decir, más que recibir y
almacenar información el reto educativo es que los sujetos aprendan a
buscar, seleccionar y analizar aquella información en distintas fuentes de
consulta. De este modo lo relevante del aprendizaje no es el desarrollo de la
capacidad memorística sino de los procesos de análisis y reflexión. Esto
requiere saber hacer un uso inteligente de los múltiples recursos y medios de
diversa naturaleza (de tipo impreso, audiovisual, informático). En definitiva el
educando no debe desarrollar un aprendizaje mecánico en el que adquiera los
conocimientos de forma receptiva, sino que debe ser un sujeto activo y
protagonista de su propio proceso de aprendizaje.

[4]
c) Un profesor, hoy en día, más que un transmisor de conocimientos debe
caracterizarse por tutorizar y guiar el proceso de aprendizaje del alumno,
es decir, debe ser un mediador de la cultura. Se ocuparía de planificar un
proceso educativo abierto, flexible, con fuentes actuales, variadas, claras,
motivadoras, utilizando una metodología interactiva y cooperativa de trabajo.

Desde un punto de vista psicodidáctico, una de las innovaciones más


profundas que provoca la incorporación de las redes de ordenadores a la
metodología de enseñanza es que el modelo tradicional de transmisión y
recepción de la información a través de lecciones expositivas deja de tener
sentido y utilidad. Todo el conocimiento o saber que un docente necesita
comunicar a su alumnado puede ser “colgado” en la red de modo que lo
tengan disponible cuando lo deseen. Pero lo más relevante, es que puede
utilizarse Internet como una gigantesca biblioteca universal en la que el aula
o el hogar se convierten en puntos de acceso abiertos a todo el entramado
mundial de ordenadores interconectados en el World Wide Web.

d) Actualmente, el problema pedagógico no es la mera transmisión del


“saber”, sino enseñar al alumnado a hacer frente de modo racional a la
ingente y sobrecogedora cantidad de información disponible en una
determinada disciplina científica. La formulación de problemas relevantes, la
planificación de estrategias de búsqueda de datos, el análisis y valoración de
las informaciones encontradas, la reconstrucción personal del conocimiento
deben ser las actividades de aprendizaje habituales en el proceso de
enseñanza, en detrimento, de la mera recepción del conocimiento a través de
apuntes de clase. Por lo que el profesor debe dejar de ser un “transmisor” de
información para convertirse en un tutor que guía y supervisa el proceso de
aprendizaje del alumnado (Adell y Salas, 1999; Marcelo, 2002a).

Hemos de ser conscientes que este proceso de transformación de la estructura


y naturaleza del sistema escolar, y en consecuencia, del modelo educativo
que debe desarrollarse y de la función docente no es fácil de poner en
práctica. Las instituciones educativas se caracterizan por la lenta introducción
de los cambios dentro de sus estructuras. En el contexto de las sociedades de
la información esta peculiaridad constituye una auténtica inadaptación a las
necesidades formativas y a las exigencias organizacionales, debido a un
entorno en continuo movimiento y transformación. La red escolar, en grandes
líneas, todavía no disponen de la tecnología necesaria y se sigue
desarrollando, en muchas aulas y centros un modelo de transmisión cultural
tradicional, propia de la escuela decimonónica [5]. Como señala el experto
ingles Hardgraves (1996):

[5]
“muchas escuelas y profesores actuales están orientados aún de acuerdo con la época de la
industria mecánica pesada, en la que el maestro, aislado, procesa lotes de niños, agrupados
por aulas o niveles, en grupos constituidos según la edad de los alumnos. Mientras la sociedad
cambia a una era postindustrial, postmoderna, nuestras escuelas y nuestro profesorado
permanecen apegados a enormes edificios de burocracia y modernidad, a jerarquías rígidas,
aulas aisladas, departamentos separados y estructuras de carrera anticuadas. (p. 20)

Notas:

[1]
Vease el artículo de J. Barquin (2004) sobre la implantación de las TIC en Andalucía en la
siguiente dirección http://www.rieoei.org/rie36a08.htm
[2]
Por ejemplo, según La Gaceta, febrero de 2006 ,
(http://www.edu.juntaex.es/gaceta/GacetaWeb_99febrero/paginas/opinion2.html) en
Extremadura la tasa en Secundaria es de 1,5 ordenadores por cada 2 estudiantes, y 1 por cada
cinco en Primaria. En Andalucía para 2006-07 se estima alcanzar la ratio de 1 ordenador por
cada 4,7 alumnos según información publicada por la Junta de Andalucía
(http://www.andaluciajunta.es/aj-not-.html?idNot=93296&idCanal=214347)
[3]
La mejora cuantitativa de esta ratio está evolucionado de forma muy positiva en estos
últimos años ya que el informe de la OCDE de 2003 nos situaba muy por debajo de la media
de dichos países
[4]
Claramente esta tesis está derivada de la psicología constructivista y sociocultural.
[5]
Esta escuela, como ya hemos indicado, es la que responde a una organización del
conocimiento y del proceso de enseñanza propio de los sistemas educativos que se generaron
a finales del siglo XIX con el desarrollo de las sociedades industriales.

[1]

[2]

[3]

[4]

[5]

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